Grado Octavo
Grado Octavo
Grado Octavo
ROLDAN
DOCENTE: lic. EVERT ACHAGUA
“Dice una antigua leyenda china que un discípulo preguntó al maestro:” ¿Cuál es
la diferencia entre el cielo y el infierno?”. El maestro le respondió: “Es muy
pequeña, sin embargo, tiene grandes consecuencias. Ven, te mostraré una
imagen de cómo es el infierno”. Entraron en una habitación donde un grupo de
personas estaba sentado alrededor de un gran recipiente con arroz, todos
estaban hambrientos y desesperados, cada uno tenía una cuchara tomada
fijamente desde su extremo, que llegaba hasta la olla. Pero cada cuchara tenía un
mango tan largo que no podían llevársela a la boca. La desesperación y el
sufrimiento eran terribles.
Ven, dijo el maestro después de un rato, ahora te mostrare una imagen de cómo
es el cielo. Entraron en otra habitación, también con una olla de arroz, otro grupo
de gente, las mismas cucharas largas… pero, allí, todos estaban felices y
alimentados.” ¿Por qué están tan felices aquí, mientras son desgraciados en la
otra habitación, si todo es lo mismo?”. Como las cucharas tienen el mango muy
largo, no pueden llevar la comida a su propia boca. En una de las habitaciones
están todos desesperados en su egoísmo, y en la otra han aprendido a ayudarse
unos a otros”.
Anónimo
‘Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados’ (Mt
1, 21). Y en la institución de la Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice:
‘Esta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión
de los pecados’ (Mt 26, 28).
“Dios nos ha creado sin nosotros, pero no ha querido salvarnos sin nosotros” (S.
Agustín, serm. 169, 11, 13). La acogida de su misericordia exige de nosotros la
confesión de nuestras faltas. ‘Si decimos: «no tenemos pecado», nos engañamos y la
verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para
perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia’ (1 Jn 1,8-9).
Como afirma san Pablo, ‘donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia’ (Rm 5, 20).
Pero para hacer su obra, la gracia debe descubrir el pecado para convertir nuestro
corazón y conferirnos ‘la justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor’ (Rm
5, 20-21). Como un médico que descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante
su palabra y su espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado:
RUBRICA EVALUATIVA