Formar Una Iglesia

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Capítulo 1

La Estructura en Esqueleto
John MacArthur, Jr.

 
Cuando la Grace Community Church empezó a experimentar un crecimiento tremendo,
sucedían tantas cosas al mismo tiempo que yo no podía estar al tanto de todas ellas.
Aquel fue un tiempo emocionante y eufórico para la iglesia. Me gusta decir que
aquellos fueron los años de descubrimiento. Cuando llegué a la iglesia, yo no sabía
mucho. Cada semana estudiaba y preparaba los sermones y los domingos la
congregación y yo aprendíamos juntos. Les daba a conocer lo que la Biblia enseñaba y
los hermanos decían: "¡Qué estupendo! ¡Así que eso es lo que dice la Biblia!" Fuimos
dando grandes pasos en nuestro crecimiento espiritual y conocimiento, y el Señor
añadía muchas personas a la iglesia. Aquellos años fueron como una luna de miel
prolongada. El entusiasmo y la energía se veían por todas partes.
 
Cuando llegué por primera vez a la Grace Community Church, mi meta era conservar a
los miembros que ya había y evitar que se marcharan. Nunca me imaginé que la iglesia
crecería de la manera que lo ha hecho. Esa es la razón por la que digo que el versículo
que he llegado a comprender mejor en todos estos años de ministerio es Efesios 3:20,
que habla de Dios como "Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos". A lo largo de mi ministerio he visto
que Dios ha hecho mucho más de lo que yo podía imaginar.
 
Parece que todas las iglesias suelen seguir la misma pauta de crecimiento y decadencia.
La primera generación lucha por descubrir y establecer la verdad. La Grace Community
Church ya pasó por esa etapa; los primeros años fueron un tiempo de descubrimiento y
establecimiento de la verdad. La segunda generación lucha por mantener la verdad y
proclamarla. Nosotros también lo hemos experimentado en nuestra iglesia. Todo lo que
hemos aprendido lo hemos puesto en libros y en casetes. Hemos entrenado a otros para
que sirvan como pastores, para que salgan y empiecen a enseñar a otros. Les hemos
dado a conocer a otros pastores lo que hemos aprendido. No obstante, a la tercera
generación de una iglesia le importaba poco todo eso. ¿Por qué? Puesto que ellos no
participaron en las luchas de las dos primeras generaciones, no sienten que tengan allí
nada en juego. Tienden a dar por supuestas las cosas que ya han sido establecidas.
 
Eso me asusta. En el ministerio, lo más difícil de vencer es la indiferencia. Es
desalentador ver que los que no fueron parte de la edificación de la iglesia lo dan todo
por supuesto. Debido a que no tomaron parte en la batalla, no pagaron el precio o
aprecian el dulce sabor de la victoria. Ellos no saben lo que significó aquella lucha. Los
que no son parte del proceso de lucha, descubrimiento y establecimiento de la verdad a
menudo son incapaces de apreciar lo que Dios ha
hecho.
 
Hay muchas personas nuevas en nuestra iglesia que no comprenden el sacrificio de
tiempo, talento, esfuerzo y dinero que los creyentes hicieron durante el proceso de
crecimiento de la iglesia. Al principio en la historia de nuestra iglesia, una joven pareja
se olvidó de su derecho a la luna de miel porque ellos querían dar a la iglesia. Esa es una
de las muchas ilustraciones de sacrificio que podemos contar. Los que no han sido parte
de la lucha involucrada en la edificación de una iglesia se vuelven quisquillosos acerca
de las pequeñas cosas que no salen bien. Algunos dedican demasiado tiempo prestando
atención a cosas triviales cuando debieran estar preocupados por el reino de Dios.
 
El fruto de la apatía es la crítica. Es fácil para una persona llegar al punto de que da todo
por supuesto y empieza a criticar cualquier imperfección que encuentra. El autor
Thomas Hardy dijo que él tenía un amigo que podía ir a cualquier bello prado e
inmediatamente encontrar un montón de estiércol. Nosotros no debiéramos tener esa
clase de perspectiva.
 
Dios ha dado a la Grace Community Church muchos miembros maravillosos, y le
estamos muy agradecidos por ello. Pero sé que hay también otros creyentes que vienen
al templo solo cuando es conveniente para ellos. Para ellos, participar en las actividades
de la iglesia no está a la cabeza en su lista de prioridades. Si no pueden darse el gusto de
ir a otro sitio durante el fin de semana, entonces acuden al templo. No ven la necesidad
de comprometerse con la iglesia. Algunos miembros no vienen los domingos por la
tarde. Piensan que un sermón a la semana es suficiente. ¡A estas personas les vendría
bien escuchar doscientos sermones a la semana para hacerlos salir de su
autocomplacencia! Kierkegaard observó que las personas piensan que el predicar es un
actor y ellos tienen que ser los críticos. Lo que no saben es que ellos son los actores y él
es el apuntador que desde fuera del escenario les recuerda lo que sigue cuando a ellos se
les olvida (Parábolas de Kierkegaard, Thomas C. Oden, ed. [Princeton: Princeton
University 1978], pp. 89-90).

Es fácil para los cristianos llegar a la situación en la que esperan que las cosas sean
hechas para ellos. Acuden al templo solo si piensan que se van a beneficiar en algo.
Edificar una iglesia resulta fácil. El trabajo más difícil comienza después de que la
iglesia ha crecido, cuando usted se enfrenta a personas que han llegado a sentirse
satisfechas de sí mismas.
 
Una vez recibí una carta de un joven pastor que estaba pensando en dejar el ministerio,
y lo que decía me rompió el corazón. Esto es lo que él escribió:
Permítame explicarle algo que me tiene preocupado y que todavía no he podido
corregir, y que me está llevando a pensar en dejar el ministerio. Quizá el Señor quiera
usar sus conocimientos para darme a mí algo de luz. Creo firmemente que el liderazgo
de la iglesia debiera ser lo mejor de lo mejor, no solo en sus vidas espirituales
personales, sino también en ejemplo para los que dirigen. No quiero decir que el líder
tiene que ser perfecto o sobrehumano, pero sí que debiera tener una relación personal
viva y creciente con nuestro Señor. Creo firmemente que, si los líderes de una iglesia no
presentan un estilo de vida de compromiso y dedicación con el Señor y con su iglesia,
sus seguidores tampoco lo van a hacer.

El problema, pastor MacArthur, es que las dos terceras partes de nuestros líderes
elegidos solo vienen a los cultos de la iglesia una vez a la semana. No estoy diciendo
que todos tienen que estar presentes cada vez que se abren las puertas del templo, pero
sí creo que, excepto en el caso de situaciones imprevistas, enfermedades y vacaciones,
los líderes de la iglesia debieran esforzarse por estar presentes en los cultos de la iglesia,
sino por otra razón, al menos para animar a los santos y al pastor. Encuentro bastante
difícil de creer que se pueda proveer de un buen liderazgo cuando los líderes no pasan
suficiente tiempo con los creyentes para enterarse de cuáles son sus heridas y temores.
En nuestras reuniones del consejo de diáconos, encuentro que la mayor parte del tiempo
se pasa en asuntos que no tienen relación directa con las necesidades de las personas.
Creo que, debido a eso, nuestra iglesia se encuentra estancada, lo que equivale a que
estamos retrocediendo en vez de avanzar. Varias veces pedí a los líderes que
pensáramos juntos sobre esto (algunos de ellos incluso no son muy fieles en asistir a las
reuniones), pero sin ningún resultado.
No estoy hablando acerca de hombre y mujeres que sencillamente no pueden acudir a
las reuniones, sino de personas que no quieren hacerlo. Algunos de los líderes dicen que
están muy ocupados, demasiado cansados al final del día, o ni siquiera se excusan. Pero
esos líderes no tienen ningún reparo en recordarme que ellos son los que deciden en la
iglesia. Eso sucede a menudo. He llegado a la conclusión de que, si eso continúa así en
el próximo año, estoy listo para dejar el pastorado. ¿Cómo es posible que un pastor
pueda dirigir su iglesia, establecer los programas que se necesitan y desarrollar un
liderazgo espiritual si no puede conseguir que los demás líderes le apoyen? Estoy
abierto a su consejo. Creo sinceramente que nuestra iglesia tiene grandes posibilidades;
pero mientras tanto que seamos tibios, el Señor no va a bendecirnos o a usarnos.
 
Esa carta la podían haber escrito miles de diferentes pastores porque es común para las
personas dar por supuesto las cosas buenas que Dios les ha dado. Yo no quiero que eso
suceda en la Grace Community Church. No quiero que las personas se olviden del
Señor. Quiero que ellos continúen
temiendo su santo nombre.
 
Al escribir a su congregación, el apóstol Pedro dijo: "Por esto, yo no dejaré de
recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la
verdad presente" (2 P. 1:12). Pedro tenía un alto llamamiento de parte de Dios y no
quería ser irresponsable en cuanto a la manera en que lo cumplía. No quería ser
negligente para con aquellos a los que estaba llamado a enseñar, de modo que
continuamente les recordaba lo que ya habían aprendido. Les estaba diciendo: "Yo sé
que vosotros conocéis estas cosas, pero necesitáis que os las recuerde". Continuando en
el versículo 13, dice: "Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el
despertaron con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como
nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que
después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas"
(vv. 13-15). Hay virtud en repetir las cosas básicas a fin de que no se olviden. Eso es lo
que quisiera hacer ahora.
 
Muchos pastores vienen a visitarnos para averiguar por qué crecemos y qué estamos
haciendo. Por lo general vienen para saber cómo hacemos las cosas. Desean conocer lo
que Dios está haciendo, y algunos de ellos piensan que pueden tomar nota de métodos,
herramientas, programas e ideas y aplicarlas a sus propias iglesias. Sin embargo, eso es
como ir a comprar un novillo y regresar a casa solo con la piel. Lo que ven es solo la
carne de nuestros ministerios, no los aspectos internos que hacen que esos ministerios
funcionen debidamente. Debajo de la superficie de las cosas está el fundamento que las
personas no ven. Tratamos de decirles a los pastores que ellos pueden ver un ministerio
funcionando, pero lo que necesitan conocer y entender es lo que está sucediendo detrás
del escenario.
 
Para esta primera parte de nuestro estudio sobre el liderazgo de la iglesia, voy a usar la
analogía que emplea el apóstol Pablo en 1 Corintios 12:12-31. La iglesia es un cuerpo, y
debiéramos prestarle gran atención a su anatomía. Cada cuerpo tiene ciertos elementos:
un esqueleto, sistemas internos, músculos y carne. Una iglesia necesita tener la
estructura apropiada (un esqueleto), sistemas internos (ciertas actitudes), músculos
(diferentes funciones), y carne (la forma de los programas). Elimine alguno de estos
componentes esenciales, y el cuerpo no puede sobrevivir. La anatomía es el estudio de
cómo encajan unos con otros y funcionan juntos. Vamos a considerar la anatomía de
una iglesia.
 
Empecemos con el esqueleto. Para que un cuerpo funcione, tiene que tener una
estructura. El esqueleto les da a los animales vertebrados su estructura. Asimismo, hay
ciertas verdades esenciales que una iglesia tiene que creer y sostener firmemente si
quiere contar con una estructura sana y fuerte. Estas doctrinas son inalterables y nunca
negociables; no pueden quedar comprometidas bajo ningún concepto. Si usted cede en
cualquiera de estos puntos destruye el esqueleto, la iglesia cesa en ser una iglesia y se
convierte en su lugar en un bulto amorfo.
 
Una visión elevada de Dios
Es absolutamente esencial que una iglesia se vea a sí misma como una institución
establecida para la gloria de Dios. Me temo que la iglesia en los Estados Unidos ha
descendido de ese elevado propósito y se ha enfocado en cambio en la humanidad. Hoy
la iglesia parece pensar que su meta es ayudar a las personas a sentirse mejor acerca de
sí mismas. No les ofrece a las personas otra cosa que placebos espirituales. Se enfoca en
la psicología, en el amor propio, en el entretenimiento y en otras mil diversiones para
tratar de satisfacer esas necesidades.
 
La iglesia ha sido reducida de un organismo que hace hincapié en conocer y glorificar a
Dios a una organización enfocada en las necesidades humanas. No se dan cuenta de que,
si usted conoce a Dios y le glorifica, las necesidades de su vida quedarán satisfechas.
"El temor de Jehová es el principio de la sabiduría" (Pr. 9:10). Cuando usted goza de
una relación correcta con Dios, todo lo demás cae en su justo lugar. No estoy diciendo
que debiéramos olvidarnos de las necesidades humanas. Debemos interesarnos por las
personas en la misma manera en que Dios lo hace. Pero debemos encontrar un buen
equilibrio, y eso comienza con una visión elevada de Dios. Debemos tomar seriamente a
Dios.
 
Siento una santa indignación hacia los predicadores y otros que quieren sacar a Dios de
su trono y convertirlo en un siervo que tiene que hacer todo lo que ellos le piden que
haga. Las personas tienden a ser irreverentes; no saben cómo adorar a Dios. Algunas
personas piensan que la adoración es todo aquello que les produce sentimientos
agradables. Conocen muy poco acerca de Dios. Hay demasiadas Martas y muy pocas
Marías en la iglesia (Lc. 10:38-42). Estamos tan ocupados sirviendo que no dedicamos
tiempo a sentarnos a los pies de Jesús. No temblamos ante la Palabra de Dios. No nos
atrevemos a enfrentarnos a la santidad de Dios y a nuestra pecaminosidad de modo que
podamos ser usados para su gloria.
 
Cuando una persona muere, tenemos la tendencia a decir: "¿Cómo pudo Dios haber
permitido esto?" Nosotros no tenemos el derecho de preguntar eso. Deberíamos
preguntar: "¿Por qué estamos nosotros todavía vivos?" Dios, siendo santo, podía haber
destruido al hombre cuando éste cayó por primera vez en el pecado. El que Dios sea tan
bondadoso para con nosotros no es razón para que seamos indiferentes. A Dios debemos
tomarlo seriamente.
 
Vea en las librerías cristianas. La gran mayoría de los libros que se escriben hoy atacan
solo problemas de poca importancia. Durante las eras cuando la iglesia era más santa,
los cristianos tenían muy pocos libros para leer, pero los que tenían les decían cómo
disfrutar de una relación correcta con Dios. La mayoría de los libros de hoy no lo hacen.
 
Un estudio hecho en una conferencia nacional de pastores reveló que la mayoría de los
pastores sienten que necesitan más ayuda para tratar con familias. A pesar de todos los
libros disponibles sobre los temas relacionados con la familia, esa es todavía un área en
la que los líderes cristianos necesitan más ayuda. De modo que la respuesta no es
escribir más materiales acerca de la familia. El problema consiste en que las personas no
toman a Dios seriamente para funcionar conforme a sus leyes. Si a las familias se les
enseñara una visión elevada de Dios, no habría tantos problemas familiares como
tenemos en la iglesia.
 
Santiago 4:8 dice: "Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros". ¿Le gustaría vivir su
vida teniendo a Dios cerca de usted? Si usted se acerca a Dios, Él se acercará a usted.
Pero usted dice: "Cuando me acerco a Dios, me pongo nervioso fácilmente". Por eso es
por lo que Santiago 4:8 también dice: "Pecadores, limpiad las manos". Cuanto más se
acerca a Dios, tanto más consciente es de su propio pecado. En consecuencia, usted se
humillará a sí mismo y llorará por sus pecados. Santiago 4:10 dice que cuando usted se
humilla a sí mismo delante del Señor, "él os exaltará".
 
Debemos tomar a Dios seriamente y exaltarle; no queremos tener una iglesia centrada
en el hombre. Tenemos que salir y alcanzar a las personas en el amor de Cristo, pero
Dios tiene que ser siempre el centro de nuestra adoración y vida.
 
La autoridad absoluta de las Escrituras
Una segunda verdad no negociable que forma parte del esqueleto de la iglesia es la
autoridad absoluta de las Escrituras. La Biblia está constantemente bajo ataque, incluso
desde dentro de la propia iglesia. Leí recientemente un artículo escrito por un profesor
de seminario que argumentaba que los cristianos no debieran ver el comportamiento
homosexual como pecaminoso. Si una persona defiende ese punto de vista, es que está
ignorando la Biblia. ¡Qué inconsecuente es que un profesor de seminario niegue la
Biblia cuando está entrenando a hombres para que ministren la Palabra de Dios! Pero
eso es lo que está ocurriendo hoy. La Biblia está siendo atacada directamente.
 
Creo que los carismáticos atacan la Biblia cuando le añaden sus visiones y revelaciones.
Es a menudo un ataque sutil y no intencional, pero es un ataque como otro cualquiera.
Ellos dicen que Jesús les dijo esto y que Dios les dijo lo otro. Están socavando la Biblia
cuando no la reconocen como la única autoridad. Los que creen que Dios habla
regularmente a los cristianos individuales con mensajes especiales le quitan importancia
a su Palabra. Dios se revela a sí mismo primariamente por medio de las páginas de las
Escrituras, y esa revelación escrita debe ser considerada como la autoridad absoluta.
 
Uno de los peores asaltos a la Palabra de Dios viene de parte de personas que dicen que
creen en la Biblia, pero no saben lo que enseña. Ese es el más sutil de los ataques.
Muchos en todo el país dicen que creen en la Biblia de tapa a tapa, pero no conocen ni
un solo párrafo de ella. ¿Cómo pueden decir que creen en lo que no conocen?
 
Cristo Jesús dijo: "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios" (Mt. 4:4). Si somos alimentados con cada palabra que sale de la boca de
Dios, debemos entonces estudiar cada palabra. Los predicadores de hoy se han olvidado
por complete de esto.
 
Un pastor me dijo
una vez:
-Yo pastoreo una iglesia solo durante dos años y entonces me marcho.
- ¿Ha estado usted haciendo esto por mucho tiempo? -le pregunté.
-Sí, paso dos años aquí, otros dos años allá y otros dos en otra parte.
-, Por qué? -le pregunté.
-Porque tengo solo cincuenta y dos sermones. Predicó cada uno de ellos dos veces y
luego me marcho.
- ¿Por qué no enseña usted todo el consejo de Dios (Hch. 20:27)? -le pregunté.
A lo que me respondió:
-No les enseño todo, solo las partes que considero son importantes para ellos.
¡Pero toda palabra que sale de la boca de Dios es importante!
 
Sana doctrina
Lo tercero que una iglesia debe tener como parte de su esqueleto es sana doctrina. Si
usted tiene una visión elevada de Dios y está dedicado a Él, debe adherirse a lo que
enseña su Palabra. Las enseñanzas de Dios forman la sana doctrina.
 
Muchos cristianos tienen hoy una idea vaga acerca de la doctrina. Muchos pastores
predican "sermoncitos para cristianitos", pequeños sermones que son finos e
interesantes. A veces hacen que usted se sienta bien, confuso, triste o entusiasmado;
pero rara vez escuchamos sermones que enseñan doctrina. Muy pocos predicadores
explican las verdades acerca de Dios, de la vida, la muerte, el cielo, el infierno, el
hombre, el pecado, Cristo, los ángeles, el Espíritu Santo, la posición del creyente, la
carne o el mundo. Necesitamos verdades a las que podamos aferrarnos. Usted necesita
leer un texto, averiguar qué dice y significa, obtener una verdad divina y plantar esa
verdad en la mente de las personas mediante su repetición regular.
 
Aprendí ese estilo de predicación cuando me gradué de la escuela secundaria. Mi padre
me entregó una Biblia y escribió una nota en ella animándome a leer 1 y 2 Timoteo. Lo
hice y el mensaje de Pablo a Timoteo echo raíz en mi mente: "Si esto enseñas a los
hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la
buena doctrina que has seguido" (1 Ti. 4:6; cp. 1 Ti. 1:3, 10; 4:13, 16).
 
Al principio de mi ministerio en la Grace Community Church, prediqué de forma
expositiva de la carta a los Efesios, explicando la posición del creyente en Cristo. Aquel
estudio fue fundamental en la iglesia. No hace mucho visité al que fue mi entrenador de
fútbol en la escuela secundaria, a quien no había visto por largo tiempo. Es un hombre
cristiano y enseña la Palabra de Dios. Estuvimos recordando las tonterías que hacíamos
cuando jugábamos en la escuela. Luego me dijo: "John, tú me enseñaste de forma
específica y concreta cuál era mi posición de creyente en Cristo. He escuchado muchas
veces tus cintas grabadas sobre Efesios capítulo 1 y yo lo he enseñado, partiendo de
esos pasajes, a los jóvenes repetidas veces a lo largo de los años. Entender la doctrina de
la posición del creyente en Cristo es lo que ha dado fundamento a toda mi vida".
 
Yo no le di a mi entrenador ese fundamento; el libro de Efesios y el Espíritu Santo lo
hicieron. Lo que quiero decir es que las personas necesitan doctrinas sólidas sobre las
que edificar sus vidas.
 
Santidad personal
Tenemos que trazar líneas en lo que se refiere a la santidad personal. Debemos ser
cuidadosos en relación con lo que nosotros y nuestros hijos vemos, leemos y
escuchamos. No es posible ver algunas de las películas que se exhiben en nuestros cines
y leer algunos de los libros que se publican sin pagar un precio. A veces me pregunto
qué es lo pasa por la mente de los cristianos que se arriesgan a ver las películas, los
programas de televisión y las publicaciones que propagan la inmoralidad y sistemas de
valores contrarios a la Biblia.
 
No rebajemos nuestros principios a la altura de los del mundo. Es escandaloso lo que se
tolera en nuestra sociedad hoy. Cosas de las que no se hablaba hace una década, excepto
en cuchicheos al oído, se dicen ahora abiertamente. Me asombra que nuestra cultura se
haya podido degenerar en tan poco tiempo. Los cristianos están llamados a vivir vidas
puras y no podemos ceder en eso. Debiéramos imponernos a nosotros mismos
principios de pureza.
 
Segunda Corintios 7:1 dice: "Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas,
limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad
en el temor de Dios". Una iglesia debiera imponer ese principio (véase Mt. 18:15-17).
Esa es la razón por la que practicamos la disciplina de iglesia en nuestra congregación.
Si alguien peca, hablamos con él o ella.
 
Muchos cristianos no están tan preocupados por la santidad personal como debieran
estarlo. ¿En dónde se encuentra usted en términos de santidad y comunión con el Dios
viviente? No podemos vivir vidas cristianas a medias y todavía esperar que la obra de
Dios sea hecha.
 
Autoridad espiritual
Un componente último del esqueleto de la estructura de una iglesia es la autoridad
espiritual. Una iglesia debe entender que Cristo es la cabeza de la iglesia (Ef. 1:22;
4:15) y que Él lleva a cabo su gobierno en la iglesia por medio de ancianos piadosos (1
Ts. 5:13-14; He. 13:7, 17).
 
Hebreos 13 nos enseña que nos sujetemos a los que están por encima de nosotros en el
Señor, porque ellos velan por nuestras almas. Sigamos su ejemplo. Primera
Tesalonicenses 5 dice: "Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre
vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima
y amor por causa de su obra" (vv. 12-13).
 
Tenemos muchos líderes en la Grace Community Church; yo solo soy uno de ellos.
Dios ha querido que yo sea el que predique. Jesús tuvo doce apóstoles. Cada vez que los
escritores bíblicos los mencionan, Pedro aparece el primero en la lista (Mt. 10:2-4; Mr.
3:16-19; Lc. 6:14-16; Hch. 1:13). Él fue siempre el portavoz. Eso no quiere decir que él
fuera mejor que los demás. Solo nos indica que él tenía el don de hablar, mientras que
los otros habían recibido otros dones y talentos.
 
Pedro y Juan siempre viajaron juntos. Debido a eso, usted puede pensar que Juan no
habló mucho. Pero él escribió el Evangelio de Juan, 1, 2 y 3 de Juan y Apocalipsis. No
hay duda de que con la relación tan íntima que tuvo con Cristo, él pudo habernos
contado aún más grandes cosas. Pero cada vez que se encontraba en compañía de Pedro
en los primeros doce capítulos de Hechos, él guardó silencio. ¿Por qué? Porque Pedro
tenía el don de hablar.
 
Bernabé fue un gran maestro, probablemente el mejor de la naciente iglesia. Pero
cuando Bernabé y Pablo viajaban juntos, aun los inconversos se dieron cuenta de que
Pablo era el principal orador.
Así, pues, hay variedad de dones entre los líderes espirituales. Pero en su conjunto, hay,
no obstante, una igualdad de autoridad espiritual entre aquellos que la Biblia llama
ancianos o pastores.
 
Resumamos lo que hemos aprendido. Para que la iglesia sea eficaz como el cuerpo de
Cristo, tiene que contar con la estructura correcta. Tiene que tener una visión elevada de
Dios. El propósito de la iglesia debe ser el de conocer a Dios. A fin de conocerle, debe
ser reconocida la autoridad de las Escrituras, porque es por medio de la Biblia que
podemos conocer a Dios. Una iglesia debiera tener un alto concepto de las Escrituras y
un compromiso firme a enseñar la sana doctrina. Los miembros de una iglesia debieran
también procurar la santidad personal y sujetar sus almas al cuidado de aquellos que el
Señor ha puesto sobre ellos como autoridades espirituales.

Capítulo 2
Los Sistemas Internos
John MacArthur, Jr.

 
Como ya hemos notado, el esqueleto de una iglesia consiste en una serie de verdades no
negociables sobre las cuales no podemos ceder en nada. Como un esqueleto óseo, esas
verdades son rígidas e inflexibles, constituyen la columna vertebral del ministerio
bíblico.
 
Pero a semejanza de todo cuerpo vivo, la iglesia no puede existir solo como un
esqueleto. Un esqueleto provee de una estructura, pero no está vivo. Un cuerpo físico
tiene órganos y fluidos que lo mantienen vivo y funcionando. Así, pues, una iglesia
debe tener sistemas internos, es decir, ciertas actitudes espirituales. La vida de una
iglesia proviene de esos sistemas.
 
La meta de un pastor y de los líderes de una iglesia debiera ser la de generar actitudes
espirituales apropiadas en los corazones de los creyentes. Ellos no pueden simplemente
decir: "Usted necesita hacer esto, usted necesita hacer aquello". Ellos deben generar las
actitudes espirituales que motivarán a las personas a desarrollar el comportamiento
correcto. Una persona puede hacer algo bueno exteriormente y, no obstante, tener una
mala actitud. Sin embargo, el buen comportamiento exterior debiera ser el resultado de
las buenas actitudes. Por eso es tan importante hacer hincapié en el fruto del Espíritu
(Gá. 5:22-23): las actitudes internas.
 
A veces hombres jóvenes entran en el pastorado y ven ciertas cosas que se echan de
menos en su iglesia. Observan una falta de organización y se sienten tentados a
reorganizar la iglesia. Dirán: "¡Vamos a nombrar a algunos líderes y a reorganizar la
iglesia!" ¿Pero usted sabe qué va a pasar después de haber terminado con la
reorganización? Pues que van a seguir teniendo a los mismos miembros con las mismas
actitudes en una estructura diferente y las personas no van a entender el propósito detrás
de los cambios.
 
Cuando llegué a la Grace Community Church, yo tenía una idea nueva acerca de cómo
dirigir la escuela dominical. La puse por escrito y la presenté al Comité de Educación.
Ellos la rechazaron por unanimidad. Dijeron: "¿Quién se ha creído que es usted joven?
Nosotros llevamos aquí mucho más tiempo que usted". En realidad, lo que estaban
diciendo era: Primero demuestre lo que usted es capaz de hacer". Varios años más tarde,
el Comité de Educación propuso el mismo sistema que yo había sugerido. Aprendí que
es importante desarrollar en las personas las actitudes espirituales que pueden producir
las respuestas correctas. Si las actitudes espirituales correctas se encuentran presentes en
la iglesia, implementar una estructura adecuada nunca será problema, porque las
personas controladas por el Espíritu van a hacer las cosas a las que el Espíritu les guía,
porque se conformará con el modelo bíblico de la iglesia.
 
Una iglesia debiera trabajar con las actitudes de sus miembros. No estoy interesado en
tratar de asegurarme que los creyentes de la Grace Community Church se comportan de
una manera determinada en cuando a las ofrendas, la asistencia a los cultos semanales; a
orar cinco horas a la semana y a leer la Biblia a diario. Esas cosas no hay que abordarlas
en una forma legalista o superficial. La meta del ministerio debiera ser la de generar en
las personas las actitudes espirituales correctas. Eso a veces resulta difícil porque las
personas no quieren tener las actitudes que corresponden y es más fácil dejarles hacer
cosas "buenas" con una mala actitud. Al hacerlo así les permitimos a esas personas con
malas actitudes obtener satisfacción de un comportamiento legalista.
 
Obediencia
La obediencia está a la cabeza de todas las demás actitudes. Un creyente obediente hace
todo lo que Dios dice que haga. No se dedica a buscar arreglos. Si Dios dice que haga
algo, punto final. No hay nada que discutir. Es muy importante para nosotros tener la
Palabra de Dios en nuestras mentes y corazones de modo que sepamos cómo ser
obedientes. La obediencia es la sine qua non de todas las actitudes correctas. Es la
actitud que lo invade todo y permite que las demás virtudes espirituales sean posible. El
comportamiento sin una actitud de obediencia no tiene sentido; la obediencia interna es
mucho mejor que un acto externo de adoración (1 S. 15:22).
 
Además, la obediencia nos lleva a las otras actitudes espirituales correctas. Hay otras
varias razones importantes por las que debemos vivir en obediencia: Para glorificar a
Dios, para recibir bendiciones, para dar testimonio a los incrédulos y ser un ejemplo
para otros cristianos. El ser obedientes también nos permite ser llenados con el Espíritu
Santo. Cuando estamos llenos con el Espíritu, estamos en condiciones de poder alcanzar
a los no creyentes y ser un ejemplo para los que nos observan como vivimos.
 
Jesús dice en Lucas 6:46: “, Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo
digo". Si Jesús es el Señor de su vida, debiera hacer lo que le pide que haga. Mateo
7:13-14 nos dice que el camino que lleva a la salvación es angosto. Lo es porque está
limitado por la voluntad de Dios, la ley y la Palabra. Tenemos que afirmar a Cristo
como Señor (Ro. 10:9-10) y someternos a su señorío. Eso significa vivir una vida de
obediencia. Un hombre que escuchaba nuestro programa de radio me envió una carta y
casete, hablándome sobre un asunto que tenía en su corazón. Durante los diez primeros
minutos de la cinta, hablaba acerca de cuánto apreciaba nuestro estudio de la Biblia en
el programa de radio. Luego añadía que tenía muchos pecados en su vida en los que
Dios estaba trabajando, pero quería preguntarme algo sobre uno de ellos en particular.
Decía que nunca había tenido sentimientos normales hacia las mujeres, que sentía una
fuerte atracción sexual hacia los grandes animales domésticos.
 
Continuaba diciendo, sin embargo, que no pensaba que su deseo por los animales
constituyera un problema porque él no se sentía culpable acerca de ello. Decía que el
Señor le estaba refinando en otras áreas de su vida, pero no en esa. Le enviamos una
carta de cuatro páginas diciéndole que su problema es un pecado grave en los ojos de
Dios. De hecho, si él hubiera vivido en los tiempos del Antiguo Testamento lo habrían
matado, porque Levítico 20:15 dice: "Cualquiera que tuviere cópula con bestia, ha de
ser muerto, y mataréis a la bestia". Le decíamos amable y claramente en la carta que
Dios no escoge trabajar en la persona con ciertos pecados y dejar otros sin tocar. Todo
pecado es una afrenta a su santo nombre. Le dimos varias referencias bíblicas para
apoyar lo que le estábamos diciendo.
 
Poco tiempo después, el hombre me envió otro casete grabado. Me decía: "No creo que
ustedes lo entiendan. Los cristianos están tan enredados en la Biblia que no entienden
como obra y siente Dios".
 
Esa es una declaración reveladora. Lamentablemente, refleja una actitud bastante
extendida. Pero es una teología desastrosa. ¿Cómo vamos a saber lo que piensa Dios
acerca de algo si no es mediante la lectura de la Biblia? Aquel hombre no estaba
dispuesto a escuchar lo que Dios tenía que decirle acerca de su problema porque no
quería enfrentarse a su propio sentimiento de culpa. Primera Juan 2:5 dice: "Pero el que
guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por
esto sabemos que estamos en él" (cursivas añadidas). La persona que puede tolerar esa
clase de abominación en su vida y dice que sabe cómo Dios siente sin leer la Biblia
tiene un serio problema. El pecado lleva a la persona a justificarse a sí misma.
 
Esa es una ilustración extrema, pero señala el hecho de que Dios nos ha llamado a ser
obedientes a su Palabra. Podemos saber qué piensa acerca de las cosas porque Él nos lo
dice en su Palabra. La meta del ministerio debiera ser la de formar un pueblo obediente.
Esa ha sido siempre la intención de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamentos. Cuando Dios habla, nosotros debemos obedecer.
 
Es triste que cuando algunas personas se ven confrontadas con la verdad divina que los
convence de algo que no es correcto en sus vidas, ellos siguen en su camino de
desobediencia. Por ejemplo, supongamos que escucha un sermón acerca del perdón y
hay alguien que usted conoce que necesita su perdón. Pero usted procura borrar ese
mensaje de su mente y continuar con su actitud de amargura y de negarse a perdonar.
Eso es desobediencia. Es todo lo contrario a lo que Dios quiere conseguir en su vida.
 
Alguien dirá: "Yo voy al templo. ¿No es eso suficiente?" Primera Samuel 15:22 dice:
"Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios". El ritual nunca puede reemplazar
a la obediencia. En 1 Pedro 1 el apóstol dice: "Ceñid los lomos de vuestro
entendimiento" (v. 13). En otras palabras, estén seguros de que sus prioridades están en
buen orden. "Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais
estando en vuestra ignorancia" (v. 14). No vivan en la manera que vivían antes de ser
cristianos. Tienen que ser hijos obedientes.
 
Jesús dijo: "Antes bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios, y la guardan" (Lc.
11:28). Pablo, al elogiar a los cristianos de Roma, dice: "Porque vuestra obediencia ha
venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros" (Ro. 16:19). El corazón de un
pastor se alegra cuando es manifiesta la obediencia de los creyentes.
 
Una vez le escuché decir a Howard Hendricks que las personas que son cristianas desde
hace mucho tiempo y tienen más de cincuenta años de edad debieran ser los creyentes
más entusiastas, dedicados, puros y serviciales de una iglesia. Ellos debieran ser la
principal fuente de energía de una iglesia. Debieran estar en la primera línea del
evangelismo y la oración. ¿Por qué? Porque ellos son los que han convivido con Dios
por más tiempo. Han tenido la oportunidad de aplicar la Palabra a sus vidas durante
tanto tiempo que debieran ser más obedientes y maduros que los que llevan convertidos
a Cristo solo unos pocos años.
 
Nuestra iglesia tiene la gran bendición de contar con muchos jóvenes. Me gustan mucho
los jóvenes porque están llenos de energía. Pero es muy triste si la energía de una iglesia
solo viene de los jóvenes. A menudo escucho decir a pastores jóvenes: "Mi iglesia es
buena y está ubicada en un buen lugar; pero está llena de personas mayores".
 
Si usted es un cristiano que no aplica la Palabra de Dios a su vida, se convertirá en uno
de esos hermanos mayores inactivos e ineficaces. Pasará los cincuenta años y buscará
jubilarse espiritualmente. Dirá: "Llevo participando en las tareas de la iglesia por
muchos años. No quiero involucrarme en el evangelismo; prefiero dejar esa actividad
para los jóvenes". Fíjese en los líderes de Israel en el Antiguo Testamento: ¡Muchos de
ellos eran ancianos! La naciente iglesia encontró su energía en sus santos maduros. La
iglesia de hoy obtiene su energía de los creyentes jóvenes. Por supuesto, necesitamos la
energía de los jóvenes, pero también necesitamos el poder que los creyentes mayores
han desarrollado a lo largo de muchos años de comunión y obediencia al Señor. ¡Los
creyentes de más edad debieran poder entrar marchando en el cielo debido a la energía
espiritual que han acumulado! Pero debido a que muchos creyentes no aplican a su vida
lo que escuchan, según van pasando los años ellos no cambian para mejor. Puede que
conozcan mucha información bíblica y hechos espirituales, pero carecen de poder. Yo
no quiero que eso pase en mi vida. Quizá la razón por la que muchas personas al final
cesan en servir a Cristo es porque escuchan la predicación de la Palabra, pero no la
aplican.
 
Debemos comprometernos a obedecer la Palabra de Dios. Si el Espíritu le enseña a
usted una verdad, aplíquela. Cuando se sienta tocado en su conciencia por la verdad, no
diga: "Cuánto me hubiera gustado que tal persona hubiera escuchado este sermón".
Aplique el mensaje a su propia vida. Cuando usted obedece a Cristo, crece en madurez
espiritual y se hace más útil en las manos de Dios.
 
Humildad
La segunda actitud que un cristiano debiera cultivar es la humildad. He luchado con el
orgullo y seguro que usted también ha tenido problemas con ello. La humildad es muy
escurridiza porque cuando usted se dice a sí mismo: "¡Qué humilde soy!", está siendo
orgulloso.
 
En nuestra iglesia, cuando construimos el santuario que ahora usamos como gimnasio,
alguien encargó cinco sillas grandes con coronas talladas que remataban el respaldo de
estas. Se suponía que yo me sentaría en la silla del centro antes de que empezaran los
cultos. Lo hice durante un par de semanas, pero no me gustaba. Yo prefería sentarme en
la primera banca del templo junto con la congregación. No quería que los hermanos
pensaran que yo era un hombre orgulloso o mejor que ellos. Sentarme en la primera
banca me daba la misma perspectiva que a todos los demás: Yo estaba allí para adorar a
Dios. La única diferencia entre la congregación y yo era que Dios me había llamado a
mí a predicar y me había dado el don de la predicación.
 
Confío que cuando usted se hizo cristiano no cayó en la ilusión de pensar que Dios le
necesitaba. Algunas personas dicen: "¡Si el Señor pudiera salvar a aquella persona!
Tiene mucho talento y es un gran líder". Eso es ridículo. El Señor puede salvar a
cualquier persona que Él quiera. Y nosotros no tenemos nada que ofrecerle a Dios.
Somos como el hombre en Mateo 18:23-34 que no podía pagar la deuda de diez mil
talentos. El pobre no tenía nada para ofrecer. Mateo 5:3 nos dice: "Bienaventurados los
pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". Es decir, cuando entramos
en el reino de Dios, lo hacemos como pobres mendigos que no tienen nada para ofrecer.
Estábamos en la bancarrota espiritual. Si tenemos algo ahora, no es porque nos lo
hayamos ganado, sino que Dios nos lo dio. Lo único que tengo para ofrecerle a Dios es
lo que Él me dio mediante el don de la salvación y de su Espíritu. No puedo recibir
reconocimiento por eso, debo darle la gloria a Dios. No tengo razón para
enorgullecerme.
 
Los líderes de nuestra iglesia se han esforzado por resistirse a la preocupación con la
autoestima y al egoísmo que prevalece en nuestra sociedad contemporánea. Señalamos
que Dios ha llamado a los cristianos a ser personas humildes y sacrificadas. La Biblia
habla con frecuencia acerca de la humildad. En esencia Jesús nos dice en Mateo 10:38-
39: "El hombre que se niega a sí mismo y toma su cruz, halla su vida al seguirme".
Vuelve a decir lo mismo en Mateo 16:24-25: Niéguese a sí mismo y sígame. Pague el
precio del humillarse a sí mismo y póngase por debajo de otros. En Filipenses 2:3-4
leemos: "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad,
estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por
lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros". Busque honrar a los demás y
atender a sus necesidades. Si los miembros de una iglesia están peleando por las
posiciones de autoridad, van a experimentar el mismo caos que cuando los discípulos
andaban buscando los primeros puestos (Mt. 20:20-21; Mr. 9:33-35; Lc. 22:24).
 
Debiéramos desear de todo corazón ser humildes. Eso no quiere decir que tenemos que
desvalorarnos a nosotros mismos, porque en Cristo somos eternamente valiosos. No
tenemos que andar por ahí diciendo: "Soy un gusano; soy una rata; soy una basura; no
soy nada". (No obstante, nunca olvidemos que Cristo es quien nos hizo valiosos, no lo
ganamos por nosotros mismos.) Somos de valor para Dios porque fuimos redimidos y
santificados. Eso nos capacita para servirle.
 
Amor
Solo los que son humildes pueden mostrar amor. No me estoy refiriendo a esa clase de
amor mundano que es una falsificación y está enfocado en objetos. Esa es la razón por
la que muchos matrimonios no perduran. El amor mundano es solo una emoción y
cuando la emoción desaparece la relación termina. Esa clase de amor solo busca recibir
y no dar.
 
El amor bíblico no es eso. No es una emoción; es un acto de servicio y sacrificio. No es
una actitud; es una acción. El amor siempre hace algo. Las palabras que se emplean en 1
Corintios 13:4-7 para describir el amor son todas verbos. El amor es un acto de servicio
que fluye de un corazón de humildad.
 
El amor bíblico satisface las necesidades de las personas. Jesús dice en Lucas 10:27:
"Amarás... a tu prójimo como a ti mismo". Un abogado respondió: "¿Y quién es mi
prójimo?" (v. 29). Jesús respondió con la parábola del buen samaritano (vv. 30-35). El
samaritano iba pasando a lo largo de un camino y se encontró de pronto con un hombre
al que habían golpeado y robado. Él ayudó a aquel hombre y le atendió en sus
necesidades. ¿Quién es su prójimo? Todo aquel que tenga una necesidad que usted
puede satisfacer. ¿A quién tienen que amar? A todo aquel que tenga una necesidad.
¿Cómo tiene que amarle? Atendiendo a sus necesidades, aun cuando no se sienta
emocionalmente vinculado o atraído hacia esa persona.
 
Una ilustración clásica de la humildad del amor la encontramos en Juan 13. Jesús y sus
discípulos iban a cenar juntos. Los discípulos estaban discutiendo acerca de cuál de
ellos era el mayor (Lc. 22:24). En aquellos días, las personas comían en una posición
reclinada, lo que quiere decir que la
cabeza de una persona solía estar a unos veinte centímetros de los pies de otro
comensal. Era una cortesía común lavar los pies de los participantes antes de disponerse
a comer. Pero no había ningún criado a manos para lavar los pies de los discípulos.
Ninguno de los discípulos estaba tampoco dispuesto a prestar ese servicio porque habían
estado discutiendo acerca de quién de ellos era el más importante. De modo que Jesús se
quitó su túnica, se puso una toalla alrededor de la cintura y les lavó los pies (Jn. 13:4-5).
Les enseñó una lección inolvidable. Cuando terminó, les dijo: "Ejemplo os he dado,
para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis" (v. 15). En efecto, les estaba
diciendo: "Como yo os he amado, que también os améis unos a otros" (v. 34). ¿Cómo
demostró Él su amor por ellos? No por una vinculación emocional. Probablemente lo
único que sentía en ese momento era disgusto debido al egoísmo y el orgullo de los
discípulos. Les mostró su amor atendiendo a sus necesidades. De la misma manera,
nosotros estamos llamados a satisfacer las necesidades de otros.
 
Debiéramos satisfacer las necesidades de otras personas espontánea y voluntariamente.
Nuestro amor debiera ser el reflejo de un corazón humilde. Esa clase de corazón
siempre se expresa a sí mismo. Recibí una carta que ilustra ese amor espontáneo y que
se sacrifica, dice lo siguiente:
Hace algún tiempo mi esposo y yo tuvimos la oportunidad de visitar la Iglesia Grace
Community y quisiera decirle a lo que se parece su iglesia desde el punto de vista de un
visitante. Nuestra iglesia es también grande y nuestro lema es: "La iglesia es donde hay
amor". Nunca me he sentido mejor recibida en ninguna parte que en Iglesia Grace
Community. Las personas son estupendas. Nos trataron muy bien. Un caballero me
mostró los edificios. Durante el descanso entre el primer culto y el siguiente hablé con
otro hombre por un ratito. Me preguntó si me gustaría tener una cinta grabada del culto
de la mañana. Inmediatamente dije que sí. Unas pocas semanas después, recibí no solo
una cinta, sino toda la serie sobre la enseñanza de Jesús sobre el divorcio. Muchos de
mis amigos han escuchado esas cintas y han recibido respuesta a muchas de sus
preguntas. Quiero que sepa cuán maravillosa es su congregación.
 
¿No es eso maravilloso? Conozco a las personas a las que se refiere esa dama. El
hombre que le mostró los edificios no tenía en realidad tiempo para hacerlo debido a sus
muchas responsabilidades. El que le envió las citas no disponía del dinero para hacerlo,
pero así es como funciona el amor. El amor fluye de un corazón humilde. El amor busca
el consuelo y el gozo de otros.
 
Unidad
Jesús oró pidiendo que todos los cristianos fueran uno, así como el Padre y Él eran uno,
a fin de que el mundo pudiera creer que Él había sido enviado por el Padre. Pidió que
todos nosotros fuéramos uno (Jn. 17:21). Eso básicamente se refiere a la unidad de los
creyentes como un resultado de la salvación, pero Jesús también quería que nosotros
tuviéramos unidad en la vida y propósito de la iglesia. El apóstol Pablo les dijo a los
efesios que se esforzaran en "guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Ef.
4:3). No les dice que ellos generen la unidad; ya la tenían. Ellos tenían que mantener esa
unidad que Dios ya les había dado.
 
La unidad es una parte importante de la vida de la iglesia. Esa es la razón por la que
Satanás la ataca constantemente. Hace un tiempo, mi esposa y yo fuimos a una
conferencia bíblica y tuve la oportunidad de hablar con la hija del doctor Criswell, quien
fue pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas. Ella me contó: "Mi padre tuvo una
vez en el equipo ministerial de la iglesia un hombre que trató de dividir a la iglesia.
Aquello le desgarraba el corazón. Un domingo quedó tan preocupado acerca de ello que
llamó a una empresa de carpintería y les dijo: `Para el próximo domingo quiero tener
instalados reclinatorios en todas las bancas del templo'. Y así sucedió, para el siguiente
domingo estaban instalados. (Todavía siguen allí.) Cuando los hermanos se congregaron
el domingo por la mañana, él dijo: `Por la gracia de Dios nunca ha habido una división
en esta iglesia y nunca la habrá'. Luego pidió a los hermanos que se arrodillaran en los
reclinatorios para orar. Dios sanó los distanciamientos que se habían producido en la
iglesia".
 
La unidad glorifica a Dios. Honra su santo nombre. Satanás está tratando
incesantemente de dividir a las iglesias. Alabo a Dios porque nuestra iglesia nunca ha
sufrido una división. Ha habido personas que querían marcharse debido a que ciertas
cosas no sucedieron en la manera que ellos esperaban. Aun si ellos estaban en lo
correcto, la humildad y el amor no actúan de forma que se produzcan divisiones.
 
Nadie es perfecto, de manera que siempre habrá pequeñas cosas sobre las cuales las
personas estarán en desacuerdo. Sin embargo, debiéramos siempre hincarnos de rodillas
juntos y buscar mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Ef. 4:3). Ese fue
el deseo de los escritores del Nuevo Testamento. Pablo les abrió su corazón a los
corintios y les dijo: "Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones,
sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.
Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay
entre vosotros contiendas". No podía soportar el ver divisiones en la iglesia. Le dijo a la
iglesia filipense que siguieran "combatiendo unánimes por la fe del evangelio" (Fil.
1:27). Sus palabras son de gran aplicación en el día de hoy. ¿Ve usted en su vida esas
actitudes mencionadas? ¿Se caracteriza su vida por la obediencia? ¿Está progresando en
madurez y siendo más santificado al escuchar la Palabra y aplicarla? ¿Se ve a sí mismo
creciendo de tal forma que a medida que se hace mayor alcanzará la cumbre de su
dedicación espiritual? ¿Tiene usted una actitud de humildad? ¿Está atendiendo a las
necesidades de otros con actos de amor que proceden de un corazón humilde? ¿Busca
verdaderamente hacer la paz y mantener la unidad del Espíritu? Debiéramos buscar
tener todas esas cualidades en nuestra vida. Esa es la voluntad de Dios para nosotros.
 
Disposición para servir
Una iglesia grande tiene grandes necesidades. Debido al tamaño de nuestra iglesia, hay
múltiples oportunidades para servir. Irónicamente, las personas tienden a pensar que no
son necesarias en una iglesia así de grande. Buscan el placer de sentarse en las bandas,
ponerse cómodos y observar mientras otros ministran. ¡Eso puede ser mortal!
 
En 1 Corintios 4:1 Pablo dice: "Así, pues, téngannos los hombres por servidores de
Cristo, y administradores de los misterios de Dios". En otras palabras: "Cuando llegue
el momento de emitir juicio sobre mis consiervos y un servidor, quisiera que dijeran que
fuimos siervos de Cristo".
 
Hay varias palabras para siervo en la lengua griega y Pablo usa una que transmite mejor
la idea de un siervo humilde (gr. hupé7retés, "el remero de abajo"). En aquellos
tiempos, cuando los barcos de madera de tres órdenes de remos llamados trirremes eran
impulsados por remeros esclavos encadenados a las bancas en el casco. Los remeros en
el piso inferior eran conocidos como "remeros de abajo". Pablo y sus consiervos no
querían ser exaltados; querían ser conocidos como los remeros esclavos que movían
esforzada y diligentemente sus remos.
 
Muchas personas quieren ser "estrellas", pero Dios busca siervos obedientes. En 1
Corintios 4:2 Pablo dice: "Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno
sea hallado fiel". Dios no quiere personas que salen con una idea ingeniosa para mover
su remo y hace que todos los demás se sientan mal en el proceso. Él busca remeros
fieles que se ven a sí mismos como siervos bien dispuestos.
 
El servicio a otros no tiene que estar necesariamente relacionado con programas
diseñados por la iglesia. En Romanos 12 Pablo habla de las funciones de los siervos y
usa para ello el cuerpo humano como una analogía: "Porque de la manera que en un
cuerpo tenemos muchos miembros [funciones], pero no todos los miembros tienen la
misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos
miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la
gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de
servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el
que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con
alegría" (vv. 4-8). Pablo está diciendo: "¡Usa la habilidad que Dios te ha dado para
servir a otros!" Usted no necesita tener un programa a fin de poder servir a otros. Deje
que las capacidades que Dios le ha dado salgan de su vida, ya sea mediante un programa
estructurado o por medio de la interacción personal. El Espíritu mora en el creyente y le
capacita con la intención de servir a otros. Si usted no sirve empezará a crear en la
iglesia un cuello de botella. No vaya a su iglesia y diga: "¡Aquí hay demasiada gente!
No sé dónde puedo servir". Si usted está lleno del Espíritu Santo, Dios quiere llevar a
cabo un ministerio por medio suyo que es esencial para esa iglesia.
 
Pablo menciona varias categorías de ministerio en Romanos 12:6-8: Profecía
(predicación), servicio, enseñanza, exhortación, repartir, presidir, hacer misericordia
(véase también 1 Co. 12:4-11). Cada una de estas categorías es muy amplia. Dentro de
la categoría de repartir hay muchas maneras de dar. Dentro de la categoría de mostrar
misericordia, hay muchas maneras de hacerlo. Hay también diferentes estilos de
predicar y enseñar. El Señor nos ha dado a cada uno de nosotros una combinación de
dones que nos capacitan para ministrar en la manera que Él quiere que lo hagamos.
Puedo ver en mi propia vida que Dios me ha llamado a predicar, enseñar, dirigir,
exhortar y quizá demostrar el don de conocimiento. Él combina ciertos dones en
maneras tan únicas que somos como copos de nieve, que no hay dos iguales. Por eso la
iglesia pierde cuando nosotros no servimos con los dones que hemos recibido. Dios no
quiere que seamos espectadores.
 
Hace varios años la revista Moody Monthly publicó un artículo acerca de nuestra
iglesia. En ese tiempo ocupábamos un edificio más pequeño y estábamos que
estallábamos por las costuras por la cantidad de personas que acudían. Después de hacer
un estudio de la iglesia y de entrevistar a varios hermanos, el escritor decidió titular el
artículo "La iglesia con novecientos ministerios". Lo hizo así porque contábamos con
novecientos miembros y cada uno se encontraba sirviendo activamente. No teníamos
muchos programas formales, pero cada miembro estaba usando sus dones. Los
creyentes siempre andaban llamando y preguntando si había alguien en el hospital que
ellos pudieran visitar, si el departamento de cuna necesitaba más ayudantes, si se
necesitaba a alguien para limpiar los baños y las ventanas, si necesitábamos ayuda para
evangelizar o para enseñar una clase. Todos se prestaban para ayudar y decían que
estaban disponibles. Los hermanos incluso comentaban entre ellos acerca de la manera
en que Dios bendecía su ministerio y le daban a Él la gloria por lo que estaba
sucediendo. Esa es la manera en que la iglesia debiera ser.
 
Hay otras muchas áreas de ministerio en las que un creyente puede involucrarse. Cultive
los dones que Dios le ha dado y sea activo en cualquier ministerio al que Dios le dirija.
 
En Colosenses 4:12 Pablo escribe: "Os saluda Epafras, el cual es de vosotros, siervo de
Cristo". Notemos que Pablo no dice algo semejante a: "Epafras, el graduado del
seminario", o: "El doctor Epafras, el graduado con honores de..." Simplemente dice:
"Epafras es uno de vosotros, un siervo de Cristo". Ser un siervo de Cristo es un gran
llamamiento y un gran honor.
 
Pablo escribe en Filipenses 2:25 acerca de otro hermano que también tenía un auténtico
corazón de siervo: mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro
mensajero, y ministrador de mis necesidades". Epafrodito fue un verdadero compañero
para Pablo. ¿Usted sabe cuán valioso es un compañero cuando se encuentra metido en
una batalla defendiendo el evangelio? Muchas personas necesitan esa clase de apoyo.
 
Las personas como Epafrodito serán bien conocidas en el cielo. Resulta difícil encontrar
creyentes como ellos. El apóstol les dice a los filipenses en el versículo 29: "Recibidle,
pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él". ¿Por qué?
Porque él aportaba una compañía fiel y una ayuda eficaz.
 
Un siervo dispuesto a servir es espontáneo en lo que hace. Usted si quiere puede
sentarse y decir: "No sé si quiero involucrarme en eso; no sé si quiero trabajar con esas
personas", o puede levantarse y ponerse a trabajar.
 
Gozo
¿Qué es el gozo? Es una euforia exterior. Es también la respuesta del corazón, del alma
y de la mente a la relación que el creyente tiene con Cristo Jesús. Una de las cosas que
los líderes de la Grace Community Church se han esforzado por hacer es cultivar una
congregación de gozo.
 
Hay seriedad en la Palabra de Dios y en presentarse delante del Dios infinitamente
santo, sabio y soberano. Hay una gran seriedad en la lucha con las terribles ansiedades
de la vida y de la muerte y de todo lo que nuestra humanidad nos trae. Muchas cosas
nos llenan de dolor; pero al mismo tiempo somos llamados a estar llenos de gozo.
Tenemos un conocimiento profundo en nuestras almas de que todo está bien y que en
última instancia todo será glorioso.
 
Cuando estudiamos la Palabra de Dios y obedecemos al Señor, experimentamos gozo.
Primera Juan 1:4 dice: "Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido".
Romanos 14:17 nos dice que el reino de Dios es "justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo". Jesús dice en Juan 17:13 que Él vino para darnos gozo. Pablo dijo: "Regocijaos
en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!" (Fil. 4:4).
 
Estoy convencido que el gozo está ligado a la voluntad de servir. Cuando las personas
se involucran en servir y en usar los dones que Dios les ha dado, experimentan gozo.
Los que son excesivamente introspectivos están siempre tratando de satisfacer y
resolver sus propios problemas. Como
resultado, se convierten en seres humanos que crecen hacia adentro, siempre
contemplándose
a sí mismo y siendo desgraciados.
 
Una persona puede escoger perder su gozo. Si quiere puede dedicarse a buscar y mirar
el motón de estiércol en el mejor de los prados. Es una decisión que cada uno toma. Yo
elijo estar gozoso y entusiasmado acerca de lo que Dios hace. Con el poder que el
Espíritu Santo me ha dado, no voy a permitir que nadie me robe el gozo porque la
Biblia manda que yo me regocije siempre (Fil. 4:4). Me digo a mí mismo: "Regocíjate
en el Dios que te ha redimido y que te ama a pesar de tu pecado. Regocíjate en que un
día estarás en el cielo con Él". Ciertamente vamos a tener problemas, pero viene el día
cuando todos los verdaderos creyentes estarán en el cielo y todos nosotros seremos
perfectos.

Paz
Paz es una palabra bella, ¿verdad que sí? Jesús dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo
no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Jn.
14:27). Jesús nos dio su paz. Primera Corintios 7:15 dice: "Sino que a paz nos llamó
Dios". Filipenses 4:7 dice que dejemos que la paz de Dios reine en nuestros corazones.
Segunda Corintios 13:11 dice: "Vivid en paz". Primera Tesalonicenses 5:13 dice:
"Tened paz entre vosotros".
 
Mientras que el gozo es una euforia exterior, la paz es un contentamiento interior que
viene cuando sentimos que todo está bajo control. Usted no va a tener paz si hay pecado
en su vida. Pero cuando su vida está limpia de pecado y está caminando en el Espíritu,
usted tendrá paz. Nunca permita que alguien o algo le priven de su paz.
 
En nuestra iglesia tratamos de cultivar una actitud de paz, de descanso y confianza en
Dios. No hay razón para dejarse perturbar. Pablo dijo: "Por nada estéis afanosos" y que
permitamos que la paz de Dios reine en nuestros corazones (Fil. 4:6-7). Todos
experimentamos pruebas que nos causan ansiedad. No vivimos en perfecta paz, pero, no
obstante, tenemos que tener una actitud de paz.
 
En Mateo 5:9 nuestro Señor dice: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos
serán llamados hijos de Dios". Los cristianos debieran ser pacificadores. Usted no
podría hacer nada más maravilloso por el reino de Dios y la iglesia de Cristo Jesús que
el ser un pacificador. La naturaleza humana tiende al conflicto. Job dijo: "Pero como las
chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflicción" (5:7).
Las personas continuamente experimentan conflictos de personalidad. No obstante,
estamos llamados a ser pacificadores. Somos llamados a suavizar los conflictos, no a
fomentarlos. A veces un problema insignificante lo hacemos explotar en algo
desproporcionado y se convierte en una marea destructora. Los seres humanos están
más inclinados a incrementar las dificultades que a hacer la paz.
 
Dígase a sí mismo: "Estoy en paz, Dios está en control y yo seré un pacificador". Cada
vez que se vea metido en un conflicto, sea un pacificador. Cuando vea a dos personas
metidas en un conflicto, ayúdelas a abrazarse la una a la otra en paz. No se ponga del
lado de ninguno. Procure encontrar lo bueno en cada persona en vez de enfocarse en lo
malo. Cultive buenas relaciones, empezando con su propia familia. Si sabe que decir
cierta cosa va a causar irritación a alguien, no lo diga. A veces cuando siento que estoy
en lo correcto acerca de algo y alguien piensa que estoy equivocado, no me pongo a
reafirmar que yo tengo la- razón porque no quiero perturbar la paz entre nosotros. No
voy a comprometer mis convicciones, pero tampoco voy a defender innecesariamente
mis derechos. La paz es más importante que el salirme con la mía. Sin embargo, si
alguien niega la verdad de Dios, lucharé por lo que es la verdad. No obstante, con los de
la familia de Dios tenemos que ser pacificadores. ¡Cuán sencilla sería la vida si todos
fuéramos pacificadores!

Gratitud
Primera Tesalonicenses 5:18 dice: "Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de
Dios para con vosotros en Cristo Jesús".
 
Las personas dicen: "Si tan solo tuviera un mejor trabajo", o: "Si yo tuviera un cónyuge
mejor", o: "Si no tuviera tantos problemas". Pero somos llamados a ser agradecidos.
 
Dar gracias pueden ser algo poderoso. Si usted puede cultivar un corazón agradecido,
resolverá muchos de sus problemas. Dar gracias y alabar a Dios le ayuda a evitar
enfocarse en sus problemas. Eso fue muy cierto en el caso de los escritores de los
salmos. Cada vez que surgía un problema, ellos clamaban al Señor en su desesperación.
Uno de ellos preguntaba: "Por qué prosperan los malos?" El rey David tuvo esa actitud
cuando huía de su hijo Absalón, quien quería arrebatarle el trono. Pero al fin empezó a
pensar en todas las cosas buenas que Dios había hecho por él. Cuando cultivó esa
actitud de gratitud -aun cuando se encontraba huyendo de Absalón- cesó de sentirse
desesperado.
 
Tenemos muchas cosas por las que dar gracias:

 Salmo 30:4: "Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su


santidad".
 Salmo 106:1: "Aleluya. Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para
siempre es su misericordia".
 Daniel 2:23: Daniel dio gracias a Dios por la sabiduría y la fuerza que le había
dado.
 Romanos 1:8: Pablo daba gracias a Dios por los creyentes que expresaban su fe.
 Romanos 6:17: Daba gracias por la conversión de las personas.
 Romanos 7:23-25: Daba gracias a Dios porque le había liberado del poder del
pecado que moraba en él.
 1 Corintios 1:4: Estaba agradecido por la gracia de Dios que nos ha sido dada en
Cristo Jesús.
 1 Corintios 15:57: Daba gracias a Dios porque nos ha dado victoria sobre la
muerte.
 2 Corintios 2:14: Debiéramos estar agradecidos por el triunfo del evangelio.
 2 Corintios 8:16: Daba gracias por los que tienen celo por Cristo.
 2 Corintios 9:15: Debemos dar gracias por el don de Cristo.
 1 Tesalonicenses 2:13: Daba gracias por los que reciben y aplican la Palabra de
Dios.
 2 Tesalonicenses 1:3: Debiéramos dar gracias cuando vemos a los creyentes
trabajar diligentemente por amor del reino de Dios y mostrando su amor unos por otros.
 Apocalipsis 11:17: Debiéramos dar gracias por el poder de Cristo y por su reino
que viene.

 
No se queje cuando se vea en medio de circunstancias adversas; por el contrario, cultive
un corazón agradecido. Si usted no es una persona agradecida es porque piensa que se
merece mejores circunstancias que las que ahora está teniendo. Pero si recibiera lo que
se merece, estaría en el infierno. Eso tiene que ver con todos nosotros. Así, pues, dé
gracias por lo que ahora tiene. Eso quitará toda la amargura de su vida.

Dominio propio
Los cristianos tenemos que darnos cuenta cuán importante es que nos conformemos a
los principios divinos. El dominio propio significa que nos alejamos del pecado y
hacemos solamente lo que es correcto. La persona disciplinada conoce y entiende la ley
de Dios y no hace nada que esté fuera de sus límites.
 
Pablo habla acerca del dominio propio en 1 Corintios 9:24-27, donde usa una metáfora
familiar para ilustrar la enseñanza: "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a
la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo
obtengáis". Todos los que corren en una carrera lo hacen con la intención de ganar; por
eso corren. Los creyentes han sido llamados a una carrera (Gá. 5:7; Fil. 2:16; He. 12:1-
2) y corren para ganar. ¿Qué es necesario para alcanzar la meta? Pablo nos dice en el
versículo 25: "Todo aquel que lucha [participa en la competencia], de todo se abstiene".
Es decir, si una persona quiere experimentar la victoria, tiene que ser muy disciplinado.
Un atleta no puede ganar la carrera si pesa quince kilos de más. Se requiere una gran
disciplina para mantenerse en forma.
 
Es asombrosa la cantidad de horas que los atletas tienen que dedicar a los
entrenamientos a fin de ganar en la competencia. Los que participan en las
competencias internacionales frecuentemente se entrenan varias horas cada día durante
varios años de su vida, quizá de cinco a diez años. Necesitan llegar a esa situación en la
que ya no sienten el dolor. Hay una euforia más allá del dolor que solo los atletas
pueden experimentar. Esa euforia es semejante a una increíble sensación de libertad y
energía, y solo llega más allá del dolor.
 
En el versículo 26 Pablo continúa diciendo: "Así que, yo de esta manera corro, no como
a la ventura". Quería estar seguro de que no se desviaba. En 2 Timoteo 2:5, Pablo le
dice a Timoteo que para que un atleta gane la corona en la carrera, tiene que "[luchar]
legítimamente (gr., nóminos)". Tiene que obedecer las reglas del juego. No puede
salirse de las normas. Si quiere ganar debe someterse a las reglas.
 
En el versículo 27 Pablo añade: "Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en
servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser
eliminado [descalificado por causa del pecado]". Él no quería pecar, no quería perder la
oportunidad de una victoria espiritual mucho
menos que un atleta quiere hacer algo que le pueda descalificar.
 
Tuve una vez la oportunidad de dirigir un estudio bíblico para el equipo de fútbol de los
Delfines de Miami antes de su partido contra los Raiders de Los Ángeles. Estudiamos
juntos Efesios 6. Algunos de los jugadores estaban ya completamente preparados para la
batalla. Les dije que ellos habían dedicado una tremenda cantidad de tiempo y mucha
energía a fin de alcanzar su mejor forma de juego. Pronto se iban a poner su armadura,
por así decirlo, para la batalla por una corona corruptible (1 Co. 9:25). Les hablé de que
hay otra batalla más importante que aquella: la guerra espiritual por una corona
incorruptible, una herencia eterna "incontaminada e inmarcesible" (1 P. 1:4). La
armadura para aquella clase de guerra es más importante que todo el equipo que llevan
los jugadores para un partido de fútbol americano. Es vital llevar esa armadura si es que
queremos obtener la victoria en esa guerra espiritual. Les leí Efesios 6:11: "Vestíos de
toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del
diablo". Luego les dije: "Luchar sin preparación en contra de los enemigos de vuestra
alma sería como luchar contra los Raiders con su pantalón corto del gimnasio, `porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes- (Ef. 6:12). Estamos metidos en una batalla espiritual y
la batalla no es en contra de hombres sino de demonios.
 
Nunca olvidaré la batalla que sostuvimos una noche en el templo con una señorita
poseída por el demonio. Se encontraba en un cuarto gritando, pataleando y arrojando
todo lo que encontraba a mano. Cuando entré en el cuarto, ella dijo: "No le dejen
entrar". Pero la voz que habló no era la suya. Mi primera respuesta fue: "Está bien, me
voy". Pero entonces me di cuenta de que si el demonio no me quería allí era porque yo
era del equipo de Dios. En el poder de Dios, varios de nosotros pasamos varias horas
allí con la mujer hasta que ella confesó su pecado. Dios, en su gracia, la purificó. Desde
aquel encuentro nunca he dudado que la batalla del ser humano es en contra de los
demonios.
 
Es importante que nosotros entendamos la seriedad de la guerra espiritual que hay
entablada contra Cristo y contra todos los que son de Él. Necesitamos ponernos "toda la
armadura de Dios, para que podáis resistir" (Ef. 6:13). Tenemos que estar preparados
para la batalla.
 
Hay dos elementos en esa armadura en los que quisiera hacer hincapié. Aparecen
mencionados en Efesios 6:14.
 
El cinturón de la verdad
Pablo dijo: "Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad". Él tenía en
mente a un soldado romano preparado para la batalla. Si un soldado romano entraba a la
batalla sin el cinturón, su ropa flotaba libre a su alrededor. En un combate mano a mano,
una túnica sin sujetar podía interferir con los movimientos del soldado y ser causa de su
muerte. Eso le hacía también vulnerable a que un soldado enemigo le atrapara por la
ropa y le derribara. Para evitar que esto sucediera el soldado romano usaba un cinturón
para mantener bien sujeta la ropa alrededor de su cuerpo. Pablo llamó a esto el cinturón
de la verdad. Lo asoció con un compromiso sincero y firme a la autodisciplina.
Debemos ser serios acerca de nuestra preparación para entrar a la batalla espiritual. Esa
batalla no es una pequeñez. Debemos comprometernos a andar por el camino estrecho
por el que Dios nos invita a caminar. Eso no es fácil; hay pequeñas voces a lo largo del
camino que nos invitan a desviarnos. Si amamos el placer más de lo que amamos a
Dios, nos apartaremos de la senda del dominio propio al que Dios nos llama y caeremos
en el pecado.
 
La justicia
El soldado romano también llevaba puesta una coraza sobre su pecho para evitar que sus
órganos vitales fueran vulnerables a las flechas y los puñales. Pablo llamó a esto la
coraza de justicia (o santidad). Debemos vivir en justicia -obedecer las leyes de Dios- o
seremos vulnerables en la batalla. En 2 Corintios 7:1 Pablo dice: "Así que, amados,
puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de
espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios".
 
Me entristece ver cristianos indisciplinados. Ellos saben que tienen que ser obedientes,
pero no se sienten comprometidos con los mandamientos de Dios. En Filipenses 4:8
Pablo dice: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo
justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna,
si algo digno de alabanza, en esto pensad". El dominio propio está relacionado con la
mente. Proverbios 23:7 dice: "Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él".
Una vida pura y con dominio propio viene como resultado de estar saturados con la
Palabra de Dios. El salmista dijo: "En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar
contra ti" (Sal. 119:11). Colosenses 3:16 dice que "la palabra de Cristo more en
abundancia en vosotros". La Palabra de Dios es la fuente de la disciplina y debemos
dedicarnos fielmente a conocerla.
 
No ceda al clamor del mundo que le dice: "Ven aquí y disfruta de la vida". Si usted se
entretiene con películas sucias y con actividades pecaminosas, no se ha entregado por
completo a la manera de vivir a la que Dios le llama. He escuchado repetidas veces los
razonamientos que hacen los cristianos para justificar actividades cuestionables, pero
ninguno de ellos me impresiona. No debemos meternos a nadar en las áreas grises.
Pablo nos manda en Filipenses 4:8 que pensemos en las cosas que son buenas, no en las
que no parecen malas.

Responsabilidad
Es esencial que enseñemos a todos en la iglesia a ser responsables unos con otros.
Deberíamos estar preocupados por nuestros hermanos, no acerca del color de las
alfombras o del papel de las paredes Las personas son más importantes que los
programas. En Mateo 7 Jesús dice: "¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu
hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?" (v. 3). En otras palabras:
"¿Por qué estás más preocupado acerca del pequeño problema en la vida de tu hermano
que el gran problema que tú tienes en tu propia vida?"
 
Este principio es así: Tenemos la responsabilidad de señalar los pecados de otra
persona, pero antes de que podamos hacer eso tenemos que arreglar nuestro propio
pecado (v. 5). La responsabilidad entre los miembros de una iglesia es algo importante.
En una relación de responsabilidad, una persona no es solo responsable por cuidar de
otros; es también responsable por asegurarse de que su propia vida está en orden antes
de cuidar de los demás.
 
Veamos la aplicación práctica de la responsabilidad. Supongamos que alguien que usted
conoce en su iglesia deja de asistir a los cultos de esta. Es su responsabilidad ir a ese
miembro y decirle: "Te estás olvidando de congregarte con los hermanos (He. 10:25).
Debes ser más fiel en cuanto a adorar con el pueblo de Dios". Usted puede pensar:
¿Quién soy yo para decir eso? Yo también tengo problemas en mi propia vida. Entonces
limpie su propia vida, elimine la viga de su propio ojo, de manera que pueda ir y
hablarle al otro hermano de su pecado. La responsabilidad ante los demás requiere que
seamos puros.
 
Gálatas 6:1 dice: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que
sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre". Se requiere que la persona
que quiera ayudar a otro a caminar en obediencia con el Señor, ella misma camine de
esa manera.
 
Mateo 18:15 nos dice lo que hay que hacer una vez que hemos tratado con el pecado en
nuestra propia vida: "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú
y él solos". Si un hermano de la iglesia peca acérquese a él a solas y en privado. Si, por
ejemplo, usted conoce a alguien que dice ser cristiano, pero es poco honrado en los
tratos con los demás, que maltrata a sus empleados, usted tiene la obligación delante de
Dios de ir a esa persona -en una forma amorosa- y decirle: "Lo que estás hacienda está
mal". Otros ejemplos de situaciones en las que debe acudir a la persona y hablar con
ella, es cuando no está siendo fiel con su cónyuge, padres que no están educando a sus
hijos como debieran o hijos que no son obedientes a sus padres. Gálatas 2:1114 nos dice
que Pablo reprendió públicamente a Pedro porque este estaba haciendo algo que no era
bueno. Los ancianos y los líderes no están exentos de la reprensión. Si hay necesidad de
reprenderlos, quizá convenga hacerlo delante de la iglesia para que otros teman y eviten
el pecado (1 Ti. 5:20).
 
Una vez que recibí una carta de alguien que se había dado cuenta de algo equivocado en
mi vida, le escribí pidiéndole perdón y dándole las gracias por indicarme que prestara
atención a aquel asunto. Si hay algo que no es correcto en mi vida, quiero saberlo. Pero
si quien lo sabe no me lo dice por temor, voy a seguir cometiendo el mismo error.
Todos en la iglesia debieran tener ese sentido de responsabilidad cristiana unos con
otros a fin de que la vida de todos sea pura. Los esposos, hombres y mujeres,
especialmente debieran ser responsables el uno con el otro. No es correcto tolerar la
pecaminosidad de alguien en la iglesia. Cualquier creyente que vive en pecado se debe
hablar con él o ella en forma amorosa y con la intención de edificar y restaurar al
hermano.
 
¿Pero qué hacer si el hermano que ha pecado no escucha? Mateo 18:16 dice: "Mas si no
te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste
toda palabra". Si esa persona todavía no escucha, el versículo 17 nos dice: "Dilo a la
iglesia". Es decir, procura que todos en la iglesia animen al hermano que ha pecado a
que se arrepienta.
 
Cuando aplicamos por primera vez la disciplina en nuestra iglesia, dos de los pastores
me dijeron: "No va a funcionar. La iglesia se va a hundir. Usted no puede tener a toda la
iglesia vigilando los pecados de los demás". Yo les respondí: "La Biblia nos dice que
seamos responsables ante los demás. Vamos a hacerlo y veamos lo que Dios hace".
Nosotros no tenemos que preocuparnos por edificar la iglesia; Cristo dijo que esa era su
tarea (Mt. 16:18). Lo que nosotros tenemos que hacer es ser obedientes a Dios y Él se
encargará de todo lo demás.
 
Tengo una excelente ilustración de cómo funcionó la disciplina en la iglesia para el bien
de nuestra congregación. Una mujer me llamó un día y me dijo: "Mi esposo me acaba
de dejar. Se ha marchado con otra mujer". Le pedí a la señora el nombre de la otra
mujer, y ella me lo dio. Busqué el teléfono de la referida mujer y la llamé por teléfono.
El esposo de la señora que me había llamado respondió al teléfono. Yo dije: "Hola, soy
John de la Grace Community Church. Estoy llamando en el nombre de Cristo Jesús para
que usted salga de la casa de esa mujer antes de que vuelva a pecar contra Dios, su
esposa y su iglesia". Se quedó muy sorprendido y me dijo que volvería inmediatamente
con su esposa. Al domingo siguiente se presentó en el templo, me abrazó y me dijo:
"¡Gracias! Yo no quería estar allí. Caí en la tentación y pensé que nadie se preocuparía
de ello". Él no quedó alienado por mi amonestación, por el contrario, eso le ayudó a
regresar a la comunión de los santos y a la obediencia. (Para más información específica
sobre el tema de la disciplina en la iglesia, véase el Apéndice 4.)
 
Esa confrontación es necesaria para ayudar a restaurar al hermano que ha pecado. A
veces un cristiano hará cosas que no quiere hacer, y eso va a requerir la amonestación
amorosa de otro cristiano para sacarle de esa situación. Pablo dijo que él luchaba con la
carne: "Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que
aborrezco, eso hago" (Ro. 7:15). Esa clase de confrontación no tiene la intención de
invadir la privacidad de las personas; sino el de ayudarlas en su lucha contra el pecado.
Necesitamos interesarnos en la responsabilidad que tenemos unos para con otros. Esa es
la razón por la que la comunión es importante. Nos recuerda que nos aseguremos que
nuestras vidas son rectas delante de Dios a fin de poder restaurarnos unos a otros en
amor y estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras (He. 10:24).
 
La responsabilidad involucra el "unos a otros" de las Escrituras. Estamos llamados a
exhortarnos unos a otros (He. 10:24-25), orar unos por otros (Stg. 5:16), amarnos unos a
otros (Gá. 5:13; Ef. 4:2; 1 P. 1:22), enseñarnos unos a otros (Col. 3:16), edificarnos
unos a otros (Ro. 15:14; Col. 3:16). Esas cosas son las que forman la vida de la iglesia.

Perdón
La iglesia no puede sobrevivir sin la experiencia del perdón. Es una actitud importante
porque todos somos humanos y todos pecamos. Si usted no puede perdonar a alguien
que peca, especialmente que peca contra usted, tiene un cáncer en su ser que está
infectando el cuerpo de Cristo.
 
Veamos cómo nos instruye Jesús a que oremos en Mateo 6:12: "Y perdónanos nuestras
deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores". En otras palabras:
"Dios, perdónanos en la misma forma que nosotros perdonamos a otros". En los
versículos 14-15 nos dice: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará
también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus
ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas". Si usted no perdona a
otras personas, Dios tampoco le perdonará a usted.
 
Ahora bien, no estamos hablando aquí del perdón redentor y eterno que recibimos
cuando aceptamos a Cristo Jesús como nuestro Salvador. Estamos hablando acerca del
perdón paternal y temporal. Es el perdón que tiene que ver con los pecados actuales.
Necesitamos tener una actitud perdonadora si queremos disfrutar de una comunión pura
y bendita con Dios y con nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
 
Si usted quiere ser perdonado por el Señor de forma diaria y gozar de un compañerismo
dulce y puro con Él, usted necesita tener un corazón perdonador hacia los demás.
¿Cómo es posible que usted no quiera perdonar a otros? Mateo 18:23-34 nos cuenta la
parábola acerca de un hombre que le debía a su señor diez mil talentos (una cantidad
enorme). El rey le perdonó al hombre y canceló por complete la deuda. Más tarde este
hombre se encontró con un amigo que le debía cien denarios (algo muy pequeño en
comparación con la otra deuda). Como no podía pagarle, le metió en la cárcel. Jesús
señaló muy claramente cuánto enoja a Dios ese comportamiento.
 
Efesios 4:32 dice: "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos
unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo". Debiéramos
perdonarnos unos a otros porque Dios nos ha perdonado. ¿Cómo no estamos dispuestos
a perdonar a otros tan poco cuando nos han perdonado a nosotros tanto? La iglesia
necesita estar llena de creyentes perdonadores porque en esta vida siempre vamos a
tener personas que irritan a otros o causan problemas. Si usted está dispuesto a perdonar
al que le ofende, se verá libre de la esclavitud de la amargura. También quedará libre
para recibir el perdón de Dios y disfrutar de sus bendiciones.
 
Dependencia
Puesto en términos negativos, la dependencia es una actitud de insuficiencia. A las
personas capaces les resulta difícil desarrollar esta clase de actitud. Si una iglesia no es
cuidadosa, puede llegar al punto de eliminar a Dios de sus ministerios porque depende
de la fortaleza de sus miembros y programas. Eso no sucedería tan fácilmente si
nosotros tuviéramos los mismos problemas que tenían los creyentes que vivían en los
países detrás de la Cortina de Hierro. Muchos vivían allí con un temor continuo por su
vida y con muy pocos recursos. Nosotros que hemos sido bendecidos tan
abundantemente por Dios podemos olvidarnos de Él con mucha facilidad. ¿Recuerdan
cuando el Señor le dio a Israel la Tierra Prometida? Les dio "ciudades grandes y buenas
que [ellos no edificaron], y casas llenas de todo bien [que ellos no llenaron], y cisternas
cavadas [que ellos no cavaron], viñas y olivares [que ellos no plantaron]" (Dt. 6:10-11).
No obstante, no tardaron en olvidarse de Dios (cp. Dt. 8:10-18).
 
Resulta muy fácil quedar absorbidos con actividades, grandes ideas y promesas
brillantes. Pero tenemos que asegurarnos que no nos involucramos de tal manera en
ellas que hacemos cosas que no están en la voluntad de Dios. Debemos mantener una
actitud de dependencia de Dios.
 
En el Salmo 19 David dice: "Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se
enseñoreen de mí" (v. 13). Es muy fácil hacer cosas sin apoyarnos en Dios, sin buscar el
corazón y la mente de Dios. Es importante que cuando usted toma decisiones, ore a
Dios con paciencia y tenga comunión con Él hasta que esté seguro de que haga lo que
haga será la obra de Dios. Siempre he temido hacer algo en mi ministerio que no tenga
la aprobación divina. Quiero caminar al paso de Cristo.
 
Cuando estaba en el seminario todos los estudiantes tenían que predicar al menos dos
veces en la capilla. Al tiempo que predicábamos, algunos miembros de la facultad se
sentaban cerca con unas hojas de crítica que iban llenando durante los sermones. Si un
estudiante llevaba diez minutos predicando y podía oír como el panel de críticos les
daba la vuelta a las hojas para rellenar el reverso de estas, ya sabía que tenía problemas.
No obstante, todos procuraban hacer lo mejor que podían.
 
A mí me asignaron predicar sobre 2 Samuel 7. Yo quería estar seguro de que haría un
buen trabajo, de forma que memoricé literalmente el sermón. ¡Memoricé incluso dónde
convenía hacer las pausas! Comencé mi sermón hablando acerca del deseo de David de
construir una casa para el arca de Dios. David se sentía mal porque él vivía en un
hermoso palacio mientras que el arca de Dios estaba todavía en una tienda. Entonces le
dijo a Natán: "Mira ahora, yo habito en casa de cedro, y el arca de Dios está entre
cortinas" (v. 2). Natán elogió la idea de David y le animó a hacer lo que tenía en su
corazón (v. 3). Pero Dios dijo: "Tú no edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre
de guerra, y has derramado mucha sangre" (1 Cr. 28:3). Salomón sería el que la
edificaría (2 S. 7:12-13). Aunque Dios no le permitió a David edificar su casa, le hizo
una promesa maravillosa (vv. 8-16).
 
Usé estos versículos para predicar sobre el pecado de dar por supuesto a Dios. Fue una
experiencia transformadora en mi vida porque ese mensaje ha permanecido en mi mente
a lo largo de los años. Cuando terminé de predicar, uno de los profesores me entregó su
hoja de crítica. La abrí y pude ver que no la había usado. En su lugar, escribió: "No
habló sobre la verdadera intención del pasaje". Eso me arruinó el día, pero fue una
buena lección. El profesor pensaba que yo debería haber predicado sobre la promesa del
reino que Dios le hizo a David. Yo sé que el pasaje habla de la promesa del reino, pero
también habla acerca de la presunción, y creo que eso es lo que mi propio corazón
necesitaba escuchar porque a veces tengo la tendencia de seguir adelante demasiado
deprisa.
 
La oración es un elemento clave para prevenir la presuntuosidad. Cuando los discípulos
le pidieron a Jesús que les enseñara a orar, 11 les dijo: "Cuando oréis, decid: Padre
nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre" (Lc. 11:2). Cuando usted
dice: "Santificado sea tu nombre", está diciendo: "Señor, que tu nombre sea glorificado
y exaltado". La oración continúa: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra". Debiéramos orar pidiendo que Dios haga en la tierra lo
que está haciendo en su reino celestial. Esta oración para los discípulos no comienza
diciendo: "Danos esto y aquello". Más bien nos enseña a orar es una forma dependiente,
a orar para que Dios haga su obra a su manera.

Flexibilidad
Alguien dijo una vez que las siete últimas palabras de una iglesia son: "¡Eso nunca lo
hicimos de esa manera!" Hay cierta verdad en ello. Una iglesia que no es flexible está
destinada a fracasar. Es triste que algunos cristianos piensen que es una virtud ser
inflexible. Llevan su obstinación como si fuera una medalla de honor.
 
La rigidez sin sentido era una característica de los fariseos. En Mateo 15 leemos que
algunos fariseos y escribas se acercaron a Jesús y le preguntaron: "¿Por qué tus
discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos
cuando comen pan" (v. 2). Se referían a que los discípulos no cumplían con los rituales
ceremoniales requeridos antes de comer, no se lavaban las manos. Jesús les respondió:
"¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?"
(v. 3). A algunas iglesias se las ve obsesionadas con la tradición. Ven un mandamiento
en la Biblia y dicen: "No podemos hacer esto; debemos mantener la tradición".
 
Las personas a menudo me piden que les envíe un organigrama de nuestra iglesia con el
fin de saber cómo nos organizamos. Sin embargo, esos documentos no son muy útiles
en nuestra iglesia porque las cosas están siempre cambiando. Dios siempre está
trabajando por medio de diferentes
miembros que en distintos momentos son fuertes, débiles, muy dedicados o menos
dedicados. Creyentes nuevos se incorporan siempre a la iglesia, y Dios obra a través de
ellos. Este cambio constante es maravilloso porque nos evita de caer en rutinas que
oscurecen las pautas establecidas en la Palabra de Dios. No queremos que la tradición se
interponga en nuestro camino si aprendemos algo nuevo acerca de lo que Dios quiere
que hagamos.
 
Una vez fuimos a visitar a un familiar en Navidad.
-John -nos preguntó-, ¿tienen ustedes un culto en la iglesia en el día de Nochebuena?
-No, no lo tenemos -le respondí-. Animamos a los hermanos a que se queden en casa
con la familia y hablen juntos acerca del significado de la Navidad y del nacimiento de
Cristo.
-Eso no es bueno -contestó ella-. En nuestra iglesia siempre hemos tenido el culto de la
víspera
de Navidad.
- ¿Van ustedes a ese culto? -le pregunté.
-No -me respondió-, pero nosotros siempre hemos tenido un culto en el día de
Nochebuena.
 
¡Evidentemente somos criaturas de hábitos!
 
Doy gracias a Dios que en nuestra iglesia tenemos la tendencia a ser flexibles. Cuando
empecé a pastorear, la congregación y yo estudiábamos juntos la Palabra de Dios y nos
dimos cuenta de que teníamos que cambiar ciertas cosas si es que queríamos estar en
armonía con la voluntad de Dios. Esa actitud continúa prevaleciendo. A veces enviamos
a nuestros pastores jóvenes a otras iglesias a ministrar, y ellos vuelven diciendo: "He
tratado de derribar el muro de la tradición en esa iglesia, pero no estoy seguro si los
creyentes allí quieren de verdad cambiar".
 
Necesitamos ser también flexibles en nuestras vidas personales. Cuando Pablo terminó
su ministerio en Galacia y Frigia (provincias ubicadas en lo que hoy conocemos como
Turquía), él quería dirigirse al sur, hacia Asia (las siete iglesias de Asia Menor se
encontraban allí). Empezó a encaminarse en esa dirección, pero el Espíritu Santo le paró
(Hch. 16:6). Eso no le privó a Pablo de ministrar en otros lugares. Dijo a sus
compañeros de viaje: "Ya hemos ido al este y ahora no podemos ir al sur, vayamos,
pues, al norte a Bitinia. "Pero el Espíritu no se lo permitió" (v. 7). La única dirección en
la que podía ir era hacia el oeste, y el océano se encontraba en esa dirección. No
sabiendo qué hacer, probablemente Pablo oró a Dios acerca de hacia dónde debían
dirigirse. Cuando Pablo y sus compañeros estaban durmiendo, Pablo tuvo una visión. Se
le apareció en sueños un varón macedonio que le dijo: "Pasa a Macedonia y ayúdanos"
(v. 9). De modo que Pablo se encaminó a Macedonia, y de esa manera empezó a
extender el evangelio más allá del Cercano Oriente a todo el resto del mundo conocido.
Pablo fue flexible acerca del lugar a donde tenía que ir.
 
Hace algún tiempo, uno de los ancianos de la Grace Community Church, un judío
cristiano, tuvo el fuerte deseo de alcanzar a los judíos para Cristo. Debido a que habla
bien el francés, su deseo era ir a París y comunicar el evangelio de Cristo a los muchos
judíos que viven allí. Se involucró con la Unión Cristiana Bíblica, un grupo misionero
que sirve en Francia. Ellos le ayudaron en su preparación y entrenamiento. Pero cuando
estaba listo para que Dios le usara, el Señor le envió a Montreal, Canadá. Allí residen
muchos judíos de habla francesa, así como los hay en París. Dios tenía un lugar
diferente en mente, y el misionero fue flexible.
 
La iglesia tiene que ser flexible también. Tiene que ser capaz de decir: "Señor,
dependemos de ti para que nos dirijas, y estamos dispuestos a ir a donde tú nos lleves".
 
El deseo de crecer
Primera Pedro 2:2 dice: "Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no
adulterada, para que por ella crezcáis". Esa analogía no está hablando acerca de la leche
de la Palabra en oposición a la carne (1 Co. 3:2). Pedro simplemente está diciendo: "De
la misma forma que los bebés desean la leche, tú debes desear la Palabra a fin de
crecer". ¿Cuánto desean los bebés la leche? Si usted ha tenido uno, sabe bien que ellos
van a llorar y patalear cuando quieren leche. Le tienen mucha devoción a la leche. Pedro
nos dice que nosotros también tenemos que tener ese gran deseo por la Palabra.
 
¿Cuán fuerte es su deseo por la Palabra? ¿Tiene usted que esforzarse para abrir la Biblia
y leerla, o su corazón se siente atraído por ella? ¿Está creciendo? Crecemos al
alimentarnos con la Palabra de Dios. Todos no tenemos la misma capacidad para crecer,
pero sea cual sea nuestra capacidad, la debemos usar por completo. Aunque todos
tenemos diferentes habilidades, el Espíritu de Dios obra en nuestros corazones para
ayudarnos a amar su Palabra y crecer al ritmo que podemos crecer. Lo que me causaría
el mayor temor en mi corazón es que la Grace Community Church dejara de crecer.
Sería terrible escuchar a las personas decir: "Ya tengo suficiente teología. He escuchado
tanta exposición de las Escrituras que tengo más de lo que necesito. Creo que lo voy a
dejar". Oro pidiendo a Dios que los miembros de mi iglesia nunca pierdan su deseo de
crecer.
 
En 2 Pedro 3:18 el apóstol dice: "Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo". Cuando crecemos, no solo estamos aprendiendo
hechos y datos en un libro; estamos conociendo a Cristo mismo. Primera Juan 2 dice
que, como un miembro nuevo de la familia de Dios, usted es un hijo y conoce al Padre
(v. 13). Al crecer y hacerse un joven espiritual, la Palabra permanece en usted y "habéis
vencido al maligno" (vv. 13-14). Primero conocemos a Dios en la forma más sencilla,
luego nos familiarizamos con la doctrina. Maduramos y nos convertimos en un adulto
espiritual cuando "[conocemos] al que es desde el principio" (vv. 13-14). En otras
palabras, usted no está simplemente aprendiendo doctrina, está aprendiendo a conocer a
Dios. Cuanto más conoce a Dios, tanto más se enriquece su compañerismo con Él.
Piense en la persona más maravillosa que usted haya conocido, y cuán bueno sería tener
una amistad con él o ella que se desarrolla continuamente. Usted debería desear tener
esa clase de relación creciente con el Dios santo e infinito del universo.
 
¿Tiene usted hambre de la Palabra? ¿Medita en ella? ¿Se nutre con ella diariamente?
¿Puede decir con Job que ama la Palabra de Dios más que su alimento necesario (Job
23:12)? Cuando estudio un pasaje en la Biblia, siempre trato de aprender más acerca del
carácter de Dios con el fin de conocerlo a Él mejor.

Fidelidad
Muchos cristianos son como los corredores de carreras cortas: Se involucran, sirven por
un tiempo con todas sus energías, pero luego entran en la jubilación espiritual. Dios
busca corredores de maratón, es decir, atletas capaces de correr largas distancias.
Primera Corintios 4:2 dice: "Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada
uno sea hallado fiel". La dedicación espiritual a largo plazo es maravillosa. Un hermano
que andaba en sus ochenta años me dijo: "¿Podría usted predicar un poco más despacio?
Tengo algunas dificultades en seguirle y tomar notas". ¡Eso me gusta! ¡Tiene más de
ochenta años y todavía sigue tomando notas de los sermones! Todavía está
entusiasmado con la Palabra, la vida de Dios y la iglesia. Es fiel con el ministerio. No se
ha aflojado en su compromiso con Dios. Los creyentes que han enseñado, discipulado y
servido a otros durante años son los auténticos incondicionales de la fe.
 
En 2 Timoteo 4:6-7 Pablo dice: "Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de
mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado
la fe". Estaba diciendo: "Puedo morir ahora; acabé. He terminado la tarea que Dios me
encomendó. He peleado la batalla y he guardado la fe".
 
Es triste cuando vemos a un cristiano de muchos años volverse indiferente en cuanto a
su compromiso con Dios. A veces observamos que eso también les ocurre a
predicadores, maestros y otros obreros cristianos. Se llenan de amargura y se centran en
sí mismos. Por el contrario, es bellísimo ver a un creyente hacerse mayor y continuar en
una vida de servicio fiel.
 
No todos en la Grace Community Church asisten fielmente. A veces cuando mi esposa
y yo vamos a una tienda, alguien se acerca a nosotros y me dice:
-Yo le conozco. Usted es John MacArthur. Yo voy a su iglesia. Suelo decir:
- ¡Qué estupendo! No le he visto antes. ¿Estaba usted en el templo el último domingo?
A menudo escucho:
-No, no fui al templo el pasado domingo. Llevo un poco de tiempo que no voy. Pero me
gusta
mucho la Grace Community Church.
 
Me entristece cuando las personas solo acuden al templo cuando es conveniente para
ellas. Un cristiano fiel siempre tiene como una prioridad el adorar, servir y orar sin
cesar. Es triste cuando los creyentes se distraen con otras cosas y no mantienen sus
prioridades correctamente.
 
Esperanza
Esperanza es una gran palabra. Para el cristiano, esperanza significa seguridad para el
futuro. No hay temor en la muerte. Podemos en realidad esperar con confianza lo que
tenemos por delante en la vida y en la muerte.
 
Me gusta mucho la expresión de Pablo en Romanos 12:12: "Gozosos en la esperanza".
La muerte no nos causa temor. Un culto funeral para un cristiano debiera ser un motivo
para regocijarse y alabar a Dios porque esa persona ha partido de este lugar de lágrimas,
enfermedad, muerte y limitaciones y ha marchado a otro lugar donde vivimos libres de
estas cosas. Esperamos el cumplimiento de Romanos 8:23, que dice que tendremos un
cuerpo redimido para ir con nuestra alma redimida. Vivimos en esperanza.
 
Es importante mantener una actitud de esperanza. Hablando prácticamente, eso significa
que no debiéramos estar excesivamente obsesionados con las cosas terrenales. Jesús
dijo: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde
ladrones minan y hurtan... Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón" (Mt. 6:19, 21). Si nuestros corazones están enfocados en nuestra esperanza en
la eternidad, entonces nuestro tesoro estará también en la eternidad. Confío que usted no
esté viviendo para este momento. No viva para lo que es temporal. Debiéramos vivir en
esperanza, y eso significa vivir más comprometidos a invertir en la eternidad que
invertir en lo que es temporal. ¡Recuerde, tenemos un futuro maravilloso delante de
nosotros!
 
Debemos procurar mantenernos en el camino. Conviene que nos recuerden la verdad de
Dios a fin de no apartarnos de ella. Las virtudes que hemos estudiado puede que estén
presentes en los corazones de los miembros y ministerios de su iglesia; pero asegúrese
de recordarles su compromiso unos con otros.

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