VOCACIÓN Jorge Maestro y Sergio Vainman PDF
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(La madre cose una camisa en la sala de la casa. El hijo está con un bloc, dibujando a la madre.)
MADRE: A veces quisiera ser pulga para ver qué haces con las camisas…. (La levanta) Mira…. ¡ni un botón!
CÉSAR: ¿Qué querés que haga, mamá?... Lo que hace todo el mundo.
MADRE: ¿Y estos puños? ¡Mira cómo están! ¿Qué le pasas? ¿Papel de lija?
CÉSAR: (Automáticamente) No mamá.
MADRE: ¿Y estas manchas de qué son?... Parece grasa… Pintura… ¿Qué es esto?
CÉSAR: (Automáticamente) No sé mamá.
MADRE: César no te hagas el pavo. Decime…. (Hace un bollo con la camisa) Esta camisa no sirve más. (Se levanta
para ir a tirarla).
CÉSAR: (se levanta de un salto) ¡No! ¡No! Traé, dame.
MADRE: ¿Para qué la querés? Es una vergüenza de zurcido.
CÉSAR: A mí me gusta, dejá.
MADRE: Vos lo haces todo para llevarle la contra a tu madre… ¿Qué querés?... ¿Qué digan, que tu madre no se ocupa
de vos?… ¿Qué soy una mugrienta? (Tira la camisa hecha un bollo que cae en el proscenio)
CÉSAR: ¡Pero Vieja!
MADRE: No me digas vieja que no me gusta.
CÉSAR: La quiero para pintar.
MADRE: Ah… (Reacciona) ¿Para pintar qué?...
CÉSAR: Para pintar. En la escuela de Bellas Artes, todos usan ropa gastada para no ensuciarse.
MADRE: ¿Y vos qué tenés que ver con la escuela de Bellas Artes?
CÉSAR: Todavía nada pero…
MADRE: ¿Pero qué, César? ¡Hablá!
CÉSAR: ¡Eh… Para! Yo estuve pensando y… Resolví que…
MADRE: ¿Resolviste?
CÉSAR: Bueno… si… averigüé. ¡Quiero estudiar Pintura!
MADRE: (Lo mira asombrada) ¿Desde cuándo?
CÉSAR: Cuando termine la secundaria mamá.
MADRE¿: Desde cuándo se te metieron esas ideas en la cabeza?
CÉSAR: Hace rato que lo vengo pensando.
MADRE: ¿Y cómo no se te ocurrió decirme nada nene?
CÉSAR: Porque no sabía. No estaba seguro…
MADRE: ¡Ay!… Cuando se entere tu padre.
CÉSAR: Ay… ¿Qué va a pasar, mamá?
(Llega el padre de trabajar viene muy cansado, se afloja la corbata, deja el saco colgado prolijamente).
PADRE: Hola, vieja… ¿Qué tal, César?
CÉSAR: Bien…
PADRE: ¿Cómo anduvo el colegio?
CÉSAR: Bien. (Sigue dibujando).
PADRE: ¿Alguna novedad?
CÉSAR: No. (La madre nerviosa espera a que el hijo hable).
MADRE: ¿Te parece que no tenés ninguna novedad?
CÉSAR: ¿Eh?
PADRE: Dejá de garabatear, César. Te está hablando tu madre…
CÉSAR (Ofendido): No estoy garabateando, papá. La estoy dibujando a mamá.
PADRE: Ah, se te dio por ahí… ¿A ver, che? (César muestra el dibujo que el padre mira) Tá bien, eh… ¿Viste, vieja?...
¡Tá lindo, eh! Te sale bien… Es un lindo pasatiempo… Yo, cuando era pibe, así como vos, se me había dado por
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desarmar todos los relojes que encontraba… Hasta llegué a pedir los folletos de un curso por correspondencia que
salía… (Trata de recordar) ¿Cuánto salía? (Se queda pensativo).
CÉSAR: Para mí no es un pasatiempo.
PADRE: ¿Ah, no? Para mí, sí. Yo me pasaba horas. Estoy seguro que hubiera llegado a ser un buen relojero. Me
gustaban las cosas chiquitas de los relojes. (A la mujer que va a servir la mesa). Es como un trabajo de cirugía, no te
vayas a creer. (Al hijo). Quizá me hubiera hecho de un oficio, un negocito… pero tu abuelo no quería. Era muy estricto
el abuelo… ¿Te acordás del abuelo, vos? (El hijo va a hablar, el padre sigue). ¡Qué te vas a acordar!... Era bravo el
abuelo, un día cortó por lo sano: me tiró todas las herramientas, los relojes viejos, los folletos, todo… Y me dijo que en
casa no había lugar para distracciones: “Acá hay que trabajar, amiguito”, me dijo. En aquel momento me dio mucha
rabia, bronca, ¿viste? (La madre ha estado sirviendo la mesa). A uno cuando es joven le molestan las cosas que le dicen,
pero… después pasan los años, a uno le vienen las responsabilidades… en fin. (Transición). Así que ni siquiera como
pasatiempo… Pero lo hacés bastante bien, ¿eh?
CÉSAR: Viejo… No entendiste. Es al contrario: yo quiero ser pintor. Pintor de cuadros, o dibujante, o grabador.
Dedicarme… (La madre ha terminado de servir).
MADRE: Vienen a comer… (El padre mira a César).
PADRE ¿Cómo que querés ser pintor?... ¿Cómo es eso? Esa te la inventaste hoy…
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PADRE: Claro, ahora defendelo. Acá el que tiene que hacer el papel de malo soy yo. (Lo mira a César). Pero mirá qué
lindo: ¡pintor!... ¿Y de qué vas a vivir, che?... ¿Qué vas a comer?... ¿Acuarela? (Resopla. Transición. Se sienta. Lo
sienta al hijo. Va a comer). (A la madre). Estas albóndigas no se pueden comer, están frías. (La madre toma los platos y
sale).
PADRE: César no quiero que nos peleemos. Quiero conversar con vos. ¿Entendés? Vos pensaste bien en tu futuro, que
vas a hacer de tu vida. ¿Qué puede hacer un pintor? ¿De qué vive? ¿Cómo le da de comer a sus hijos?
CÉSAR: Con lo mismo que le da de comer un contador, un médico, un mecánico, con su trabajo.
PADRE: ¿Y de qué trabajan los pintores? Los que yo conozco son los que pintan paredes.
CÉSAR: ¡Papá!... Uno puede llegar a ser famoso, conocido. Vender bien los cuadros.
PADRE: ¿Y cuántos pintores conocidos hay? Me sobran los dedos de la mano.
CÉSAR: Bueno hay que pelearla. Mientras tanto se puede dar clases. En la escuela de Bellas Artes te dan el título de
profesor… Se puede poner un taller, no sé…
PADRE: Pero es un sueldito, vivís con el peso justo.
CÉSAR: Bueno papá es lo que me gusta. Yo sé que no va a ser fácil.
PADRE: Eso decís porque no tenés edad. Pero yo quisiera saber que va a pasar cuando tengas que pagar impuestos,
llevar comida a tu casa.
CÉSAR: Lo voy a hacer como todos, viejo.
PADRE: Pero a mí me preocupa tu futuro. Si te digo todo esto es porque me importás.
CÉSAR: Y yo te lo agradezco, pero si te importa, dejame hacer mi vida papá.
MADRE: (Entra con los platos).
PADRE: Yo no quiero que vos pases por lo que tuve que pasar yo. Quiero que seas un profesional, con una carrera…
¿Por qué te crees que tu madre y yo hacemos tantos sacrificios? ¿Para que al final salga un pintorcito que no
tiene donde caerse muerto?...
CÉSAR: (Muy violento) Es una lástima que pienses así, yo ya elegí. (sale).
PADRE: Yo te voy a dar “elegí” a vos.
MADRE: (Al padre) ¿Vas a comer?
PADRE: (Probando la comida) Estas albóndigas están frías, no se pueden comer.
MADRE: (Agresiva) Yo no las vuelvo a calentar.
PADRE: ¡Ah! ¡Ahora encima, te las agarrás conmigo!
MADRE: ¡Y cómo no querés que me agarre con vos, si estás por repetir la misma historia!
PADRE: Yo no repito ninguna historia.
MADRE: ¿Ah, no? ¿Te crees que no te miro cuando salimos?
PADRE: ¿Cuando salimos?
MADRE: Yo te miro César…
PADRE: ¿Qué mirás?
MADRE: Cuando te paras delante de las relojerías que están en nuestro camino, y si hay un relojero arreglando un reloj,
te quedas horas mirando. ¿Qué mirás César, los relojes que te tiró tu papá? Eso miras.
PADRE: (Comiendo como para cambiar de tema) No están tan frías.
MADRE: Yo creo que mirás lo que no pudiste ser… Un camino que se cortó, y no tuviste la valentía de pelearlo como
hoy lo hace el nene.
PADRE: Yo le voy a dar, valentía (Estalla en transición) Estas albóndigas están frías (Aparta el plato se pone de pie).
¡Pero mirale la facha de pintor! (Caminando llega donde el bloc, lo agarra y mira atentamente, silencio)
MADRE: (Agarra el despertador, le da cuerda) ¿A qué hora te pongo el despertador para mañana?
PADRE: A las siete. No, mejor siete menos cuarto, hoy sonó tarde.
MADRE: Debe atrasar…
PADRE: A ver trae, trae… (Busca un destornillador y se pone a desarmarlo. Mira por un instante el reloj, lo deja,
agarra el bloc y lo mira con cariño) ¿Cuántos años son la escuela de pintura?
MADRE: No sé. ¿Por?
PADRE: Por nada…(Sale dejando el reloj y tomando el bloc). César…
MADRE: (Agarra la camisa que está tirada la levanta dobla y sale).