Un Habitante de Carcosa Ambrose PDF
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Un habitante de Carcosa
Ambrose Bierce
Existen diversas clases
,,
d,e muerte. En algunas, el
cuerpo perdura; en ot'ras se d~svanece por com-
pleto con el espiritu. Esto solamente sucede, por
lo general, en la soledad (ta! ,es la voluntad de
Dios), y, no habiendo visto nadie ese final, deci-
mos que el hombre se h,a perdido para siempre o
que ha partido para un largo viaje, lo que es de
hecho verdad, Pero, a ,veces, este h,echo se pro-
duce en presencia de muchos, cuyo testimoni6
es la prueba. En una clase de muerte el espiritu
muere tambien, y se ha comprobado que puede
suceder que el cuerpo continue vigoroso duran-
te muchos aiios. Ya veces, como se ha iestifica-
do de forma irrefutabl(!, el espiritu ·m,uere al
mismo tiempo que el ct1rerpo, pero, segun algu-
nos, resucita en el mismo lugar en que el cuerpo
se corrompi6.
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Meditando estas palabras de Hali (Dias le conce-
1~ paz eterna), y preguntfodome cu_al seri_a 5 ~
. ntido pleno, coma aquel que posee c1ertos io<lt-
cios, pero duda si no habra alga mas detras de
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b~ijadas con herr~mient~s. Estaban rotas, cubiertas
de rnusgo, y med10 hund1das en la tierra. Algunas es-
wban derribadas, otras se inclinaban en angulos
diversos, pero ninguna estaba vertical. Sin duda
~i1guna eran lapidas funerarias, aunque las tumbas
propiamente dichas no existian ya en forma de
rurnulos ni depresiones en el suelo. Los aflos lo
habian nivelado todo. Diseminados aqui y alla, los
bloques mas grandes marcaban el sitio donde al-
gun sepulcro pomposo o soberbio habia lanzado
su fragil desafio al olvido. Estas reliquias, estos
vestigios de la vanidad humana, estos monumen-
ros de piedad y afecto me paredan tan antiguos,
tan deteriorados, tan gastados, tan manchados, y
el lugar tan descuidado y abandonado, que no pude
mas que creerme el descubridor del cementerio de
una raza prehist6rica de hombres cuyo nombre se
habia extinguido hada muchisimos siglos.
Sumida en estas reflexiones, permaned un
tiempo sin prestar atenci6n al encadenamiento de
mis propias experiencias, pero despues de poco
pense: "iC6mo llegue aqui?". Un momento de reflexion
pareci6 proporcionarme la respuesta y explicarme,
aunque de forma inquietante, el extraordinario ca-
racter con que mi imaginaci6n habia revertido todo
cuanto veia y oia. Estaba enfermo. Recordaba aho-
ra que un ataque de fiebre repentina me habia
postrado en cama, que mi familia me habia conta-
do c6mo, en mis crisis de delirio, habia pedido
aire y libertad, y c6mo me habian mantenido a la
fuerza en la cama para impedir que huyese. Eludi
la vigilancia de mis cuidadores, y vague hasta aqui
para ir ... iad6nde? No tenia idea. Sin duda me
encontraba a una distancia considerable de la ciu-
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