Lectura #10
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La Importancia de la Sexualidad
En sus primeros trabajos, Freud percibía a la sexualidad como un proceso corporal que
podía ser entendido por completo bajo un modelo de reducción de la tensión. El objetivo de la
conducta humana era tan sólo reducir la tensión creada por la acumulación de demasiada
energía y restaurar un estado de equilibrio. Los deseos sexuales podían ser comparados con el
deseo de eliminar una comezón. Sin embargo, conforme se desarrolló su trabajo, Freud comenzó
a enfatizar el carácter psicológico de los procesos mentales y la sexualidad. Usó la palabra líbido
para referirse a la energía emocional y psíquica derivada del impulso biológico de la sexualidad
atestigua este cambio en su pensamiento.
El deseo de Freud de enfatizar el carácter psicológico de los procesos mentales también
se observa en el desarrollo de su concepto de impulso. Utilizó para referirse a una
representación psicológica o mental de una fuente corporal interna de excitación, una forma de
energía que no puede ser reducida ya sea a un aspecto corporal o a uno mental debido a que
combina elementos de ambos.
Un impulso se caracteriza por cuatro características: fuente, el estímulo o necesidad
corporal; ímpetu, la cantidad de energía o intensidad de a necesidad; propósito, su objetivo e
intención (reducir la excitación), y objeto, la persona u objeto en el ambiente por medio del cual
el propósito puede ser satisfecho. Freud utilizó el término catexia para referirse a la inversión de
energía libidinosa en una representación mental de un objeto que satisfará un deseo; una
persona catectiza un objeto que desea. La importancia de la vida sexual de un individuo como
un proceso corporal comienza a disminuir en favor de su respuesta hacia ésta. Por esa razón,
Freud usó el término psicosexualidad para indicar la totalidad de los elementos incluidos en el
impulso sexual. Desde el punto de vista de Freud el impulso proporciona una base genética
desde la cual surgirán después las estructuras de la personalidad.
Freud sugirió que hay dos grupos básicos de impulsos: Eros se refiere a los impulsos
vitales, aquellas fuerzas que mantienen los procesos vitales y aseguran la reproducción de la
especie. La clave de estas fuerzas es el impulso sexual, cuya fuerza energética es la "libido".
Thanatos, que implica los impulsos de muerte, es una realidad biológica y la fuente de
agresividad, y refleja la resolución última de toda la tensión de la vida en la muerte. Aunque Freud
enfatizó la importancia del impulso de muerte, su discusión del desarrollo de la personalidad se
centra alrededor del impulso sexual.
¿Cuál es el propósito de la sexualidad? La respuesta tradicional era la reproducción. El
propósito primario de la sexualidad era la reproducción de la especie. Las conductas sexuales
que no conducen a la reproducción, tales como la homosexualidad y la masturbación, eran
desaprobadas o consideradas perversas.
La cultura del siglo XIX en Viena, de la cual surgieron las teorías de Freud, reflejaba esta
actitud. Freud compartía la actitud puritana de la sociedad; no obstante, también buscaba en
forma incesante la realidad detrás de la máscara, sugirió que el propósito primario de la conducta
sexual es el placer, abriendo la puerta a una multitud de ideas nuevas. Las actividades que no
se centran en los genitales pueden ser consideradas como expresiones clave de la sexualidad
en la medida en que producen placer. Al niño pequeño, que de manera invariable busca placer
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LUIS ALBERTO PALOMINO BERRIOS
en el cuerpo, puede percibírsele como poseedor de una vida sexual rica. Las actividades tales
como chuparse el dedo, consideradas antes como separadas de la sexualidad, pueden ser vistas
como sexuales.
Freud, en efecto, invirtió el concepto tradicional. Esto le permitió explicar conductas que
antes eran inexplicables, tales como las variaciones sexuales y la sexualidad infantil. La
redefinición de Freud acerca de la sexualidad fue doble. Primero, separó el sexo de su restricción
precisa anterior a los genitales y a la actividad reproductora. Segundo, amplió el concepto de
sexualidad para incluir actividades tales como chuparse el dedo y la sublimación que antes no
se pensaba que fueran sexuales.
En términos freudianos, el niño busca placer en sus propios cuerpos en lugar de en el
de otra persona. Encuentran placer en chuparse el dedo, explorar sus genitales, etc. Sólo en el
curso de una historia larga de desarrollo los niños progresan hacia actividades reproductoras.
Etapa Oral
La primera es la etapa oral, la cual dura desde el nacimiento hasta alrededor del primer
año de edad. Durante ese tiempo, la fuente principal de placer y conflicto potencial es la boca.
Es aquí donde los bebés reciben su alimentación, tienen su contacto más cercano con la madre
(en la alimentación de pecho) y descubren información acerca del mundo. Los bebés exploran
objetos nuevos con su boca. Los dos tipos principales de actividad oral, la ingestión y morder,
son los primeros ejemplos de tipos y rasgos de carácter que pueden desarrollar después. Las
actividades orales también son una fuente de conflicto potencial debido a que pueden colocarse
restricciones en éstas. Una madre puede buscar desalentar el chuparse el dedo o impedir que
su hijo le muerda el seno. Así pues, el foco del mayor placer y conflicto para los bebés se localiza
en la boca.
Etapa Anal
La segunda etapa psicosexual propuesta por Freud es la etapa anal, la cual se espera
que ocurra en el segundo año de vida. En esta época, la fuente principal de placer y conflicto
potencial son las actividades que implican el ano. Por lo general, el entrenamiento para el control
de esfínteres ocurre durante este período. Éste implica convertir una actividad involuntaria, la
eliminación de los desechos corporales, en una voluntaria. Con frecuencia representa el primer
intento del niño para regular los impulsos instintivos. Puede desarrollarse un choque de
voluntades con el cuidador. Los niños pueden obtener dolor o placer ya sea al retener o al
expulsar sus desechos fisiológicos. Estos dos modos primarios de expresión anal, la retención y
la expulsión, además son modelos para posibles rasgos de carácter futuros. En sus esfuerzos
por enseñar a los niños, los padres pueden olvidar que el control sobre los esfínteres y la
eliminación es una actividad que sólo el niño puede ejecutar. Conforme comienzan los primeros
esfuerzos para disciplinar a los niños, con frecuencia son seleccionados los glúteos como sitio
para infligir dolor. En vista de que la estimulación en el área causa tanto placer como dolor,
pueden surgir patrones de conducta sádicos (causantes de dolor) y/o masoquistas (receptores
de dolor). Formas subsecuentes de autocontrol y dominio tienen sus orígenes en la etapa anal.
Etapa Fálica
La etapa fálica del desarrollo por lo general ocurre entre los tres y los seis años de edad.
Las características de esta etapa son sentimientos placenteros y conflictivos asociados con los
órganos genitales. El interés del niño en los genitales no es con su función reproductora, sino
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con su capacidad para dar placer en una actividad autoerótica y su significación como un medio
para distinguir entre los sexos. En esta época, los niños descubren que no todos los individuos
están dotados de la misma manera. Gastan una energía considerable en examinar sus genitales,
masturbarse y expresar interés en cuestiones sexuales. Son curiosos en extremo, aun cuando
su curiosidad sobrepasa su capacidad para entender los asuntos sexuales de manera intelectual.
Les dan vueltas a fantasías acerca del acto sexual mismo y el proceso de nacimiento, las cuales
con frecuencia son del acto sexual mismo y el proceso de nacimiento, las cuales con frecuencia
son imprecisas y engañosas. Pueden creer que una mujer embarazada se ha comido a su bebé
y que el bebé es expulsado por la boca o por el ano. La relación sexual es percibida con
frecuencia como un acto agresivo del padre contra la madre.
Freud declaró que para los niños una fantasía puede ser tan poderosa como un
acontecimiento real en el moldeamiento de la personalidad, y en ese sentido no importa si un
suceso ocurrió en realidad o no (cfr. Juda, 1991). Este punto es consistente de modo notable con
los puntos de vista fenomenológico y cognoscitivo contemporáneos, los cuales resaltan que lo
que es importante no es un objeto o evento en sí, sino más bien la forma en que es percibido por
un individuo. Esto no es negar que algunos niños soporten situaciones reales de incesto o abuso
sexual, o que tales situaciones puedan tener un efecto negativo penetrante en el desarrollo de
su personalidad. En fechas recientes Freud ha sido criticado por abandonar su primera "teoría
de la seducción", la cual sostiene que la neurosis adulta era causada por incidentes reales de
abuso sexual en la infancia, en favor de una teoría que consideraba a la fantasía sexual infantil
y a las estructuras cognoscitivas inmaduras como los contribuyentes primarios para la neurosis.
De hecho, ha sido criticado por suprimir la teoría de la seducción por razones deshonestas desde
el punto de vista intelectual (Masson, 1983). Sin embargo, la opinión de Freud era que la realidad
de la seducción era importante sólo en relación con otros factores también, tales como la manera
en que es percibida por el niño (Paul, 1985; Schimek, 1987; May, 1991).
Los placeres de la masturbación y la vida de fantasía de los niños preparan el escenario
para el Complejo de Edipo, el cual fue considerado por Freud como uno de sus descubrimientos
más grandes. El concepto de Freud fue sugerido por la tragedia griega de Sófocles en la que el
rey Edipo en forma involuntaria asesina a su padre y se casa con su madre. Un punto clave es
que Edipo no estaba enterado, o era inconsciente, de lo que estaba haciendo. No se dio cuenta
de que el hombre que encontró y mató en el camino era su propio padre, ni sabía que la reina
con quien se casó después era su madre. Al mismo tiempo, desempeñó un papel activo en
causar su destino. Al descubrir la verdad, se cegó. Dentro de ese mito griego, Freud percibió una
descripción simbólica del conflicto psicológico inconsciente que sufre cada uno de nosotros. En
resumen, el mito simboliza el deseo inconsciente de cada niño de poseer al padre del sexo
opuesto y suprimir al padre del mismo sexo que ellos.
Si el complejo de Edipo fuera asimilado de manera literal, muchas personas habrían
descartado con rapidez el concepto de Freud considerándolo absurdo y sin sentido. Por increíble
que pueda parecer, Freud sugirió que los niños tienen deseos incestuosos hacia el padre del
sexo opuesto e impulsos asesinos hacia el padre del mismo sexo que ellos. ¿Los niños en
realidad desean llevar a cabo una relación sexual y cometer un asesinato? La mayoría de los
niños en edad preescolar no tienen un concepto articulado en forma clara de lo que es una
relación sexual. Además, aun si tuvieran la voluntad, carecerían de los medios para realizar el
acto. Por último, para el niño en edad preescolar, la permanencia y realidad de la muerte son
incomprensibles. Como una descripción literal, el concepto de Freud acerca del complejo de
Edipo es absurdo en forma clara.
No obstante, en esta etapa del desarrollo, el niño pequeño (para contar su lado de la
historia primero) se ha encariñado mucho con su madre, su cuidadora principal. La quiere y
desea amarla de la forma más completa posible. Siente que sus padres tienen un tipo especial
de relación, la cual desea imitar. Se frustra debido a que no puede imaginar de qué se trata esta
relación ni ejecutarla de un modo similar. Al mismo tiempo, desea a cambio el amor de su madre,
pero ve el amor de manera cuantitativa como una cantidad fija. Es como si el amor de su madre
estuviera representado por una manzana. Cada beso o señal de atención que su padre recibe
indica que a la manzana se le ha propinado una mordida grande y jugosa, de modo que queda
menos para él. No puede concebir
el amor como cualitativo o como capaz de aumentar para llenar un vacío. Al concebir el amor
como una cantidad, el niño percibe a su padre como un rival que le impide obtener el amor
completo que desea de su madre. Esta percepción crea deseos e impulsos respecto a
deshacerse del padre, una actividad que el niño es incapaz de llevar a cabo.
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Los sentimientos del niño son muy intensos y conflictivos, y es demasiado difícil para él
afrontarlos de manera directa en un nivel consciente. Además, las sensaciones crean culpa
debido a que los sentimientos del niño hacia su padre son hostiles, pero también afectuosos. El
niño encuentra difícil afrontar los sentimientos ambivalentes de amor y hostilidad dirigidos hacia
la misma persona. Su rivalidad culmina en la ansiedad de castración, lo cual significa que teme
la represalia física de su padre, en particular que perderá su pene.
El complejo de Edipo es resuelto por un proceso doble. Primero, el hijo abandona sus
intentos fracasados de poseer a su madre y comienza a identificarse con su padre en términos
de género sexual. AL identificarse con el padre de su mismo sexo, adopta su código morales y
mandatos. Esta introyección de las normas de buena conducta del padre conduce al desarrollo
de una conciencia social, la cual ayuda al niño a enfrentar sus impulsos prohibidos. Al
identificarse con su padre, el niño puede retener a su madre de manera vicaria por medio de la
imaginación como su objeto de amor, debido a que ha incorporado a él aquellas características
de su padre que su madre ama. Aunque puede no amar a su madre de hecho, puede esperar
hasta que crezca y entonces buscar una pareja que le recuerde de alguna manera a su mamá.
En las niñas pequeñas ocurre algo parecido. Freud de modo deliberado no le dio un
nombre separado porque deseaba enfatizar la universalidad de la situación edípica. Otros, sin
embargo, se han referido a la versión femenina como el complejo de Electra. El objeto primario
de amor para las niñas también es la madre. Pero ellas, al descubrir los genitales del sexo
opuesto, abandonan a la madre y buscan en su lugar al padre, haciendo posible la situación
edípica en sentido opuesto. La decepción y vergüenza que sienten al ver al pene como algo
"superior" las conduce a tener celos del hombre, envidia del pene, sensación de inferioridad, y
a una situación de resentimiento y odio hacia la madre, quien es considerada responsable por la
castración de la que creen haber sido víctimas. De forma reacia, la niña se identifica con su
madre, incorpora sus valores y de modo óptimo hace la transición de su pene inadecuado, el
clítoris, como su zona erógena principal, a la vagina. Debido a que el complejo de Edipo femenino
es secundario, Freud sugirió que se resuelve de forma diferente que el del hombre; por tanto, el
ideal del yo de la mujer, está más cercano a sus orígenes emocionales y ella parece tener menos
capacidad para la sublimación. El rol que la niña adopta para sí misma es el que ha sido
delineado para ella por su sociedad
Doris Bernstein, sin embargo, señaló que en realidad no existe una historia paralela para
la niña y que el deseo de Freud de tener una teoría del desarrollo le impidió aclarar las diferencias
(1991).
Período de Latencia
Después de la etapa fálica, Freud creía que había un período de calma sexual
comparativa de alrededor de los siete años de edad hasta la pubertad. Durante el período de
latencia se desarrollan fuerzas psíquicas que inhiben el impulso sexual y reducen su dirección.
Los impulsos sexuales, los cuales son inaceptables en su expresión directa, son canalizados y
elevados a niveles de actividad más aceptados por la cultura, tales como los deportes, los
intereses intelectuales y las relaciones con compañeros. Freud guardó un silencio relativo
respecto al período de latencia. No lo consideraba una etapa psicosexual genuina debido a que
no surgía nada dramáticamente nuevo. En la actualidad, el período de latencia como tal es
cuestionado por la mayoría de los críticos, quienes sugieren que es más correcto observar que
los niños aprenden a ocultar su sexualidad de los adultos que la desaprueban.
Etapa Genital
Con el inicio de la pubertad, la vida sexual infantil cambia a su forma adulta. La etapa
genital surge en la adolescencia cuando maduran los órganos genitales. Hay un surgimiento de
los deseos sexuales y agresivos y el impulso sexual, el cual antes era autoerótico, es redirigido
para buscar satisfacción en una interacción genuina con los demás. Durante el período de
latencia, los niños prefieren la compañía de amigos del mismo sexo; sin embargo, con el tiempo
de objeto del impulso sexual cambia hacia los miembros del sexo opuesto. De acuerdo con
Freud, la etapa genital
es el punto final de un largo viaje, desde la actividad sexual autoerótica a la norma cultural de la
actividad heterosexual. Freud creía que los individuos maduros buscan satisfacer sus impulsos
sexuales sobre todo por medio de actividad genital reproductora con miembros del sexo opuesto.
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LUIS ALBERTO PALOMINO BERRIOS
LA ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD
El concepto freudiano familiar acerca de la estructura de la personalidad como un ello,
yo y superyó fue un producto bastante tardío de su pensamiento. No fue sino hasta 1923, con la
publicación de El yo y el ello que surgió la teoría final de Freud de una estructura triple de la
personalidad. Al discutir el ello, el yo y el superyó, se debe tener en cuenta que no son tres
entidades separadas con límites definidos con claridad, sino más bien representa una variedad
de procesos, funciones y dinámicas diferentes dentro de la persona. El enfoque psicoanalítico
para el estudio de la mente señaló procesos que los psicólogos cognoscitivos están estudiando
en la actualidad desde su perspectiva.
EL ELLO, EL YO Y EL SUPERYO
Contenido dentro del Yo como su "núcleo más interno" está el superyó (por encima del "yo").
Heredero del complejo de Edipo, representa los valores, ideales y normas morales
internalizados. El superyó es la última función de la personalidad que se desarrolla y puede
apreciarse como un resultado de la interacción con los padres durante el período de la
dependencia en la infancia.
Las recompensas y castigos que originalmente se nos daban desde afuera se vuelven
autoadministrados conforme internalizamos las enseñanzas de nuestros padres y de la sociedad.
Como resultado de la actividad del superyó experimentamos culpa cuando desobedecemos
normas morales aceptables. El Super Yo consta de dos subsistemas: la conciencia y el ideal del
yo. La conciencia se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el reproche.
Reprende al yo y crea sentimientos de culpa cuando los códigos morales son violados. El ideal
del yo es una autoimagen ideal que consta de conductas aprobadas y recompensadas. Es la
fuente de orgullo y un concepto de quien pensamos que deberíamos ser.
El Super Yo lucha por la perfección. Busca soluciones moralistas más que realistas.
Hablando en sentido práctico, el desarrollo del superyó es una necesidad. Las demandas del ello
son demasiado intensas y los yo de los niños pequeños son muy débiles para impedir que actúen
de acuerdo con sus impulsos. Por un período se requieren intensos mandatos morales
introyectados. -"No lo harás"- para reprimir la conducta. Pero el superyó también puede ser
despiadado y cruel en su insistencia en la perfección. Sus demandas moralistas pueden
parecerse a las del ello en su intensidad, obcecación e irracionalidad. En su manera no
comprometedora, el superyó puede inhibir las necesidades del ello, en lugar de permitir su
satisfacción última necesaria y apropiada.
En la personalidad adulta bien adaptada, el yo es el ejecutor primario, controla y gobierna
tanto el ello como al superyó, mediando entre sus demandas y el mundo externo. En el
funcionamiento ideal, el yo mantiene una relación armoniosa y equilibrada entre los diversos
elementos con los que tiene que tratar, establece valores (Treurniet, 1989) y asume la
responsabilidad (Wallwork, 1991). El desarrollo, sin embargo, no siempre sigue su curso de
manera óptima. El yo con frecuencia termina agobiado por el ello y el superyó los cuales lo
gobiernan de forma rígida. Uno demanda satisfacción y alivio instantáneos. El otro pone
prescripciones rígidas a dicho alivio. Basándose en una analogía de Platón, Freud describió al
yo como un auriga tratando de controlar a dos caballos fuertes, cada uno de los cuales está
tratando de correr en dirección opuesta al otro.
La descripción final que hace Freud de la personalidad es la de una forma dividida. Los
papeles específicos desempeñados por el ello, el yo y el superyó no siempre son claros; se
mezclan en demasiados niveles. La personalidad consta de muchas fuerzas diversas en conflicto
inevitable. La descripción de Freud de la persona no es optimista, sino un intento por explicar el
hecho de que como seres humanos no siempre somos capaces de afrontar ciertas situaciones.
Aunque la división triple de la personalidad parece ser una estructura acabada, en
esencia la persona es entendida como un producto del desarrollo. El yo y el superyó han
evolucionado desde la perspectiva histórica en respuesta a situaciones personales específicas.
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En el caso del superyó, esa situación es además interpersonal en vista de que implica a otras
personas.
Sería erróneo encasillar al ello, al yo y al superyó en sistemas; en vez de esto, la
personalidad es creada por una dinámica de fuerzas que pueden ser divididas contra sí mismas
en muchos niveles. Por tanto, en su formulación madura, Freud sostiene en tensión el campo
biológico de la personalidad y su desarrollo histórico.
No existe una correlación fácil entre los sistemas "ello", "yo" y "superyó" y las cualidades de
"consciente" e "inconsciente" podrían ser usados sólo como adjetivos que describen cualidades
que pueden tener o no los procesos psicológicos (cfr. Stolorow y Atwood, 1989).
Si se fuera a diagramar la descripción de la psique que hace Freud, quizá la mejor imagen seria
la presentada por el propio Freud: un iceberg, nueve partes del cual están sumergidas bajo el
agua. La superficie del agua representa la frontera entre el consciente y el inconsciente. Su línea
intersecta, o lo hace potencialmente, las tres funciones de ello, yo y superyó. Pero cualquier
metáfora especial es engañosa en el fondo. El "ello", el "yo" y el "superyó" son entendidos mejor
como funciones dinámicas de la personalidad, mientras que "consciente" e "inconsciente" son
adjetivos que describen cualidades que pueden tener estas funciones.
Las fuerzas dinámicas dentro de la personalidad son muchas. Ésta no sólo está dividida contra
sí misma por el ello, el yo y el superyó, sino que lo está contra sí misma y el mundo en muchos
niveles. El conflicto es la piedra angular del entendimiento final de la personalidad en Freud. El
mundo, escribió Freud en una ocasión, es anake (la palabra griega para "carente"), demasiado
pobre para satisfacer todas nuestras necesidades. Conforme aumentan las demandas del ello,
el yo se ve abrumado con estimulación excesiva que no puede controlar y se llena de ansiedad.