Lectura #10

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LECTURA

LUIS ALBERTO PALOMINO BERRIOS

ENFOQUE PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD

Tomado de: ENGLER, B. (1996). Teorías de la Personalidad


México: Mc Graw Hill. pp. 40 - 59

ENFOQUE PSICOANALÍTICO DE FREUD


LA DINÁMICA Y EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD
De acuerdo con Freud, la naturaleza de nuestros anhelos y deseos reprimidos es erótica.
Este énfasis en la sexualidad es un aspecto del trabajo de Freud que muchas personas
encuentran problemático. Entender esto requiere que se comprenda la manera en que Freud
redefinió el término sexualidad y la forma en que lo usó en su trabajo. Aun así, la posición teórica
de Freud sobre el papel de la sexualidad y su insistencia en la naturaleza sexual del ser humano
es amenazadora para algunas personas.

La Importancia de la Sexualidad

En sus primeros trabajos, Freud percibía a la sexualidad como un proceso corporal que
podía ser entendido por completo bajo un modelo de reducción de la tensión. El objetivo de la
conducta humana era tan sólo reducir la tensión creada por la acumulación de demasiada
energía y restaurar un estado de equilibrio. Los deseos sexuales podían ser comparados con el
deseo de eliminar una comezón. Sin embargo, conforme se desarrolló su trabajo, Freud comenzó
a enfatizar el carácter psicológico de los procesos mentales y la sexualidad. Usó la palabra líbido
para referirse a la energía emocional y psíquica derivada del impulso biológico de la sexualidad
atestigua este cambio en su pensamiento.
El deseo de Freud de enfatizar el carácter psicológico de los procesos mentales también
se observa en el desarrollo de su concepto de impulso. Utilizó para referirse a una
representación psicológica o mental de una fuente corporal interna de excitación, una forma de
energía que no puede ser reducida ya sea a un aspecto corporal o a uno mental debido a que
combina elementos de ambos.
Un impulso se caracteriza por cuatro características: fuente, el estímulo o necesidad
corporal; ímpetu, la cantidad de energía o intensidad de a necesidad; propósito, su objetivo e
intención (reducir la excitación), y objeto, la persona u objeto en el ambiente por medio del cual
el propósito puede ser satisfecho. Freud utilizó el término catexia para referirse a la inversión de
energía libidinosa en una representación mental de un objeto que satisfará un deseo; una
persona catectiza un objeto que desea. La importancia de la vida sexual de un individuo como
un proceso corporal comienza a disminuir en favor de su respuesta hacia ésta. Por esa razón,
Freud usó el término psicosexualidad para indicar la totalidad de los elementos incluidos en el
impulso sexual. Desde el punto de vista de Freud el impulso proporciona una base genética
desde la cual surgirán después las estructuras de la personalidad.
Freud sugirió que hay dos grupos básicos de impulsos: Eros se refiere a los impulsos
vitales, aquellas fuerzas que mantienen los procesos vitales y aseguran la reproducción de la
especie. La clave de estas fuerzas es el impulso sexual, cuya fuerza energética es la "libido".
Thanatos, que implica los impulsos de muerte, es una realidad biológica y la fuente de
agresividad, y refleja la resolución última de toda la tensión de la vida en la muerte. Aunque Freud
enfatizó la importancia del impulso de muerte, su discusión del desarrollo de la personalidad se
centra alrededor del impulso sexual.
¿Cuál es el propósito de la sexualidad? La respuesta tradicional era la reproducción. El
propósito primario de la sexualidad era la reproducción de la especie. Las conductas sexuales
que no conducen a la reproducción, tales como la homosexualidad y la masturbación, eran
desaprobadas o consideradas perversas.
La cultura del siglo XIX en Viena, de la cual surgieron las teorías de Freud, reflejaba esta
actitud. Freud compartía la actitud puritana de la sociedad; no obstante, también buscaba en
forma incesante la realidad detrás de la máscara, sugirió que el propósito primario de la conducta
sexual es el placer, abriendo la puerta a una multitud de ideas nuevas. Las actividades que no
se centran en los genitales pueden ser consideradas como expresiones clave de la sexualidad
en la medida en que producen placer. Al niño pequeño, que de manera invariable busca placer
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en el cuerpo, puede percibírsele como poseedor de una vida sexual rica. Las actividades tales
como chuparse el dedo, consideradas antes como separadas de la sexualidad, pueden ser vistas
como sexuales.
Freud, en efecto, invirtió el concepto tradicional. Esto le permitió explicar conductas que
antes eran inexplicables, tales como las variaciones sexuales y la sexualidad infantil. La
redefinición de Freud acerca de la sexualidad fue doble. Primero, separó el sexo de su restricción
precisa anterior a los genitales y a la actividad reproductora. Segundo, amplió el concepto de
sexualidad para incluir actividades tales como chuparse el dedo y la sublimación que antes no
se pensaba que fueran sexuales.
En términos freudianos, el niño busca placer en sus propios cuerpos en lugar de en el
de otra persona. Encuentran placer en chuparse el dedo, explorar sus genitales, etc. Sólo en el
curso de una historia larga de desarrollo los niños progresan hacia actividades reproductoras.

Las Etapas Psicosexuales del Desarrollo


Freud (1905) delineó un camino que siguen los niños conforme progresan de la actividad
sexual autoerótica a la actividad reproductora. En este viaje, la libido o impulso sexual se invierte
en varias zonas o áreas erógenas del cuerpo que proporcionan placer. En efecto, las
observaciones han mostrado que con forme crecen los niños, se enfocan diferentes áreas del
cuerpo; esta secuencia de la atención sigue la serie delineada por Freud. Él creía que al pasar
por una secuencia de etapas psicosexuales en las que son importantes diferentes zonas
erógenas, los niños pasan del autoerotismo a la sexualidad reproductora y desarrollan sus
personalidades adultas.

Etapa Oral

La primera es la etapa oral, la cual dura desde el nacimiento hasta alrededor del primer
año de edad. Durante ese tiempo, la fuente principal de placer y conflicto potencial es la boca.
Es aquí donde los bebés reciben su alimentación, tienen su contacto más cercano con la madre
(en la alimentación de pecho) y descubren información acerca del mundo. Los bebés exploran
objetos nuevos con su boca. Los dos tipos principales de actividad oral, la ingestión y morder,
son los primeros ejemplos de tipos y rasgos de carácter que pueden desarrollar después. Las
actividades orales también son una fuente de conflicto potencial debido a que pueden colocarse
restricciones en éstas. Una madre puede buscar desalentar el chuparse el dedo o impedir que
su hijo le muerda el seno. Así pues, el foco del mayor placer y conflicto para los bebés se localiza
en la boca.

Etapa Anal

La segunda etapa psicosexual propuesta por Freud es la etapa anal, la cual se espera
que ocurra en el segundo año de vida. En esta época, la fuente principal de placer y conflicto
potencial son las actividades que implican el ano. Por lo general, el entrenamiento para el control
de esfínteres ocurre durante este período. Éste implica convertir una actividad involuntaria, la
eliminación de los desechos corporales, en una voluntaria. Con frecuencia representa el primer
intento del niño para regular los impulsos instintivos. Puede desarrollarse un choque de
voluntades con el cuidador. Los niños pueden obtener dolor o placer ya sea al retener o al
expulsar sus desechos fisiológicos. Estos dos modos primarios de expresión anal, la retención y
la expulsión, además son modelos para posibles rasgos de carácter futuros. En sus esfuerzos
por enseñar a los niños, los padres pueden olvidar que el control sobre los esfínteres y la
eliminación es una actividad que sólo el niño puede ejecutar. Conforme comienzan los primeros
esfuerzos para disciplinar a los niños, con frecuencia son seleccionados los glúteos como sitio
para infligir dolor. En vista de que la estimulación en el área causa tanto placer como dolor,
pueden surgir patrones de conducta sádicos (causantes de dolor) y/o masoquistas (receptores
de dolor). Formas subsecuentes de autocontrol y dominio tienen sus orígenes en la etapa anal.

Etapa Fálica

La etapa fálica del desarrollo por lo general ocurre entre los tres y los seis años de edad.
Las características de esta etapa son sentimientos placenteros y conflictivos asociados con los
órganos genitales. El interés del niño en los genitales no es con su función reproductora, sino
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con su capacidad para dar placer en una actividad autoerótica y su significación como un medio
para distinguir entre los sexos. En esta época, los niños descubren que no todos los individuos
están dotados de la misma manera. Gastan una energía considerable en examinar sus genitales,
masturbarse y expresar interés en cuestiones sexuales. Son curiosos en extremo, aun cuando
su curiosidad sobrepasa su capacidad para entender los asuntos sexuales de manera intelectual.
Les dan vueltas a fantasías acerca del acto sexual mismo y el proceso de nacimiento, las cuales
con frecuencia son del acto sexual mismo y el proceso de nacimiento, las cuales con frecuencia
son imprecisas y engañosas. Pueden creer que una mujer embarazada se ha comido a su bebé
y que el bebé es expulsado por la boca o por el ano. La relación sexual es percibida con
frecuencia como un acto agresivo del padre contra la madre.
Freud declaró que para los niños una fantasía puede ser tan poderosa como un
acontecimiento real en el moldeamiento de la personalidad, y en ese sentido no importa si un
suceso ocurrió en realidad o no (cfr. Juda, 1991). Este punto es consistente de modo notable con
los puntos de vista fenomenológico y cognoscitivo contemporáneos, los cuales resaltan que lo
que es importante no es un objeto o evento en sí, sino más bien la forma en que es percibido por
un individuo. Esto no es negar que algunos niños soporten situaciones reales de incesto o abuso
sexual, o que tales situaciones puedan tener un efecto negativo penetrante en el desarrollo de
su personalidad. En fechas recientes Freud ha sido criticado por abandonar su primera "teoría
de la seducción", la cual sostiene que la neurosis adulta era causada por incidentes reales de
abuso sexual en la infancia, en favor de una teoría que consideraba a la fantasía sexual infantil
y a las estructuras cognoscitivas inmaduras como los contribuyentes primarios para la neurosis.
De hecho, ha sido criticado por suprimir la teoría de la seducción por razones deshonestas desde
el punto de vista intelectual (Masson, 1983). Sin embargo, la opinión de Freud era que la realidad
de la seducción era importante sólo en relación con otros factores también, tales como la manera
en que es percibida por el niño (Paul, 1985; Schimek, 1987; May, 1991).
Los placeres de la masturbación y la vida de fantasía de los niños preparan el escenario
para el Complejo de Edipo, el cual fue considerado por Freud como uno de sus descubrimientos
más grandes. El concepto de Freud fue sugerido por la tragedia griega de Sófocles en la que el
rey Edipo en forma involuntaria asesina a su padre y se casa con su madre. Un punto clave es
que Edipo no estaba enterado, o era inconsciente, de lo que estaba haciendo. No se dio cuenta
de que el hombre que encontró y mató en el camino era su propio padre, ni sabía que la reina
con quien se casó después era su madre. Al mismo tiempo, desempeñó un papel activo en
causar su destino. Al descubrir la verdad, se cegó. Dentro de ese mito griego, Freud percibió una
descripción simbólica del conflicto psicológico inconsciente que sufre cada uno de nosotros. En
resumen, el mito simboliza el deseo inconsciente de cada niño de poseer al padre del sexo
opuesto y suprimir al padre del mismo sexo que ellos.
Si el complejo de Edipo fuera asimilado de manera literal, muchas personas habrían
descartado con rapidez el concepto de Freud considerándolo absurdo y sin sentido. Por increíble
que pueda parecer, Freud sugirió que los niños tienen deseos incestuosos hacia el padre del
sexo opuesto e impulsos asesinos hacia el padre del mismo sexo que ellos. ¿Los niños en
realidad desean llevar a cabo una relación sexual y cometer un asesinato? La mayoría de los
niños en edad preescolar no tienen un concepto articulado en forma clara de lo que es una
relación sexual. Además, aun si tuvieran la voluntad, carecerían de los medios para realizar el
acto. Por último, para el niño en edad preescolar, la permanencia y realidad de la muerte son
incomprensibles. Como una descripción literal, el concepto de Freud acerca del complejo de
Edipo es absurdo en forma clara.
No obstante, en esta etapa del desarrollo, el niño pequeño (para contar su lado de la
historia primero) se ha encariñado mucho con su madre, su cuidadora principal. La quiere y
desea amarla de la forma más completa posible. Siente que sus padres tienen un tipo especial
de relación, la cual desea imitar. Se frustra debido a que no puede imaginar de qué se trata esta
relación ni ejecutarla de un modo similar. Al mismo tiempo, desea a cambio el amor de su madre,
pero ve el amor de manera cuantitativa como una cantidad fija. Es como si el amor de su madre
estuviera representado por una manzana. Cada beso o señal de atención que su padre recibe
indica que a la manzana se le ha propinado una mordida grande y jugosa, de modo que queda
menos para él. No puede concebir
el amor como cualitativo o como capaz de aumentar para llenar un vacío. Al concebir el amor
como una cantidad, el niño percibe a su padre como un rival que le impide obtener el amor
completo que desea de su madre. Esta percepción crea deseos e impulsos respecto a
deshacerse del padre, una actividad que el niño es incapaz de llevar a cabo.
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Los sentimientos del niño son muy intensos y conflictivos, y es demasiado difícil para él
afrontarlos de manera directa en un nivel consciente. Además, las sensaciones crean culpa
debido a que los sentimientos del niño hacia su padre son hostiles, pero también afectuosos. El
niño encuentra difícil afrontar los sentimientos ambivalentes de amor y hostilidad dirigidos hacia
la misma persona. Su rivalidad culmina en la ansiedad de castración, lo cual significa que teme
la represalia física de su padre, en particular que perderá su pene.
El complejo de Edipo es resuelto por un proceso doble. Primero, el hijo abandona sus
intentos fracasados de poseer a su madre y comienza a identificarse con su padre en términos
de género sexual. AL identificarse con el padre de su mismo sexo, adopta su código morales y
mandatos. Esta introyección de las normas de buena conducta del padre conduce al desarrollo
de una conciencia social, la cual ayuda al niño a enfrentar sus impulsos prohibidos. Al
identificarse con su padre, el niño puede retener a su madre de manera vicaria por medio de la
imaginación como su objeto de amor, debido a que ha incorporado a él aquellas características
de su padre que su madre ama. Aunque puede no amar a su madre de hecho, puede esperar
hasta que crezca y entonces buscar una pareja que le recuerde de alguna manera a su mamá.
En las niñas pequeñas ocurre algo parecido. Freud de modo deliberado no le dio un
nombre separado porque deseaba enfatizar la universalidad de la situación edípica. Otros, sin
embargo, se han referido a la versión femenina como el complejo de Electra. El objeto primario
de amor para las niñas también es la madre. Pero ellas, al descubrir los genitales del sexo
opuesto, abandonan a la madre y buscan en su lugar al padre, haciendo posible la situación
edípica en sentido opuesto. La decepción y vergüenza que sienten al ver al pene como algo
"superior" las conduce a tener celos del hombre, envidia del pene, sensación de inferioridad, y
a una situación de resentimiento y odio hacia la madre, quien es considerada responsable por la
castración de la que creen haber sido víctimas. De forma reacia, la niña se identifica con su
madre, incorpora sus valores y de modo óptimo hace la transición de su pene inadecuado, el
clítoris, como su zona erógena principal, a la vagina. Debido a que el complejo de Edipo femenino
es secundario, Freud sugirió que se resuelve de forma diferente que el del hombre; por tanto, el
ideal del yo de la mujer, está más cercano a sus orígenes emocionales y ella parece tener menos
capacidad para la sublimación. El rol que la niña adopta para sí misma es el que ha sido
delineado para ella por su sociedad
Doris Bernstein, sin embargo, señaló que en realidad no existe una historia paralela para
la niña y que el deseo de Freud de tener una teoría del desarrollo le impidió aclarar las diferencias
(1991).

Período de Latencia

Después de la etapa fálica, Freud creía que había un período de calma sexual
comparativa de alrededor de los siete años de edad hasta la pubertad. Durante el período de
latencia se desarrollan fuerzas psíquicas que inhiben el impulso sexual y reducen su dirección.
Los impulsos sexuales, los cuales son inaceptables en su expresión directa, son canalizados y
elevados a niveles de actividad más aceptados por la cultura, tales como los deportes, los
intereses intelectuales y las relaciones con compañeros. Freud guardó un silencio relativo
respecto al período de latencia. No lo consideraba una etapa psicosexual genuina debido a que
no surgía nada dramáticamente nuevo. En la actualidad, el período de latencia como tal es
cuestionado por la mayoría de los críticos, quienes sugieren que es más correcto observar que
los niños aprenden a ocultar su sexualidad de los adultos que la desaprueban.

Etapa Genital

Con el inicio de la pubertad, la vida sexual infantil cambia a su forma adulta. La etapa
genital surge en la adolescencia cuando maduran los órganos genitales. Hay un surgimiento de
los deseos sexuales y agresivos y el impulso sexual, el cual antes era autoerótico, es redirigido
para buscar satisfacción en una interacción genuina con los demás. Durante el período de
latencia, los niños prefieren la compañía de amigos del mismo sexo; sin embargo, con el tiempo
de objeto del impulso sexual cambia hacia los miembros del sexo opuesto. De acuerdo con
Freud, la etapa genital
es el punto final de un largo viaje, desde la actividad sexual autoerótica a la norma cultural de la
actividad heterosexual. Freud creía que los individuos maduros buscan satisfacer sus impulsos
sexuales sobre todo por medio de actividad genital reproductora con miembros del sexo opuesto.
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Las personas maduras satisfacen sus necesidades en formas aprobadas por la


sociedad. Se acomodan, funcionan dentro y buscan mantener las leyes, tabús y normas de su
cultura. Estas implicaciones se aplican para hombres y mujeres, Los sellos de la madurez pueden
ser resumidos en la expresión alemana lieben und arbeiten, "amar y trabajar". La persona madura
es capaz de amar en una forma sexual aprobada y también de trabajar en forma productiva en
la sociedad.

LA ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD
El concepto freudiano familiar acerca de la estructura de la personalidad como un ello,
yo y superyó fue un producto bastante tardío de su pensamiento. No fue sino hasta 1923, con la
publicación de El yo y el ello que surgió la teoría final de Freud de una estructura triple de la
personalidad. Al discutir el ello, el yo y el superyó, se debe tener en cuenta que no son tres
entidades separadas con límites definidos con claridad, sino más bien representa una variedad
de procesos, funciones y dinámicas diferentes dentro de la persona. El enfoque psicoanalítico
para el estudio de la mente señaló procesos que los psicólogos cognoscitivos están estudiando
en la actualidad desde su perspectiva.

EL ELLO, EL YO Y EL SUPERYO

El Ello es el "centro de nuestro ser", la función más antigua y original de la personalidad


y la base de las otras dos. Se sabe poco de ello, debido a que no se presenta en nuestra
conciencia en forma pura. Por consiguiente, sólo se puede describir por analogías y
comparándolo con el yo. Freud se refería al ello como un "caos, un caldero lleno de excitaciones
hirvientes". El ello incluye a los instintos e impulsos que nos motivan al igual que nuestra herencia
genética, reflejos y capacidades para responder. Representa nuestros impulsos, necesidades y
deseos básicos. Además, es el reservorio de la energía psíquica que proporciona los elementos
para todo el funcionamiento psicológico.
El carácter impersonal e incontrolable del ello es expresado con mayor facilidad en
idioma alemán. Por ejemplo, la expresión alemana para "Tengo hambre" ("Es hungert mich") se
traduce de manera literal como "Me hambrea a mí", implicando que soy un recipiente de acciones
iniciadas en mí, no por mí.
El Ello opera de acuerdo con el principio del placer y emplea procesos primarios. Éste
se refiere a la búsqueda de la reducción inmediata de la tensión. Cuando se acumula la libido
(energía psíquica) alcanza un nivel desfavorable de tensión. El ello busca descargar la tensión y
regresar a un nivel de energía más favorable. En la búsqueda de evitar la tensión dolorosa y
obtener placer, el ello no toma precauciones, sino que actúa de inmediato en una forma impulsiva
irracional. No presta atención a las consecuencias de sus acciones y por consiguiente con
frecuencia se comporta en una forma que puede ser perjudicial para la persona misma o para
los demás.
El Ello busca satisfacer sus necesidades en parte por medio de la acción refleja. Las
respuestas innatas automáticas como estornudar, bostezar y parpadear son espontáneas y no
son aprendidas, y operan sin ningún pensamiento o esfuerzo consciente. Muchos de nuestros
reflejos son protectores ya que nos ayudan a prevenir peligros en nuestro ambiente. Otros son
adaptativos y nos permiten ajustarnos a las condiciones de nuestro entorno. Los bebés recién
nacidos tienen varios reflejos que les ayudan a asegurar su supervivencia. Por ejemplo, voltean
sus cabezas hacia la fuente de estimulación táctil. Este "reflejo de origen" los ayuda a localizar
el pezón. Mamar también es un reflejo innato que permite a los bebés alimentarse.
El Ello también busca reducir la tensión por medio de los procesos primarios, alucinar
o formar una imagen del objeto que satisfacerla sus necesidades. Freud pensó que visualizar,
por ejemplo, una hamburguesa o un bistec próximos alivia de manera momentánea nuestra
sensación de hambre; esta actividad también es llamada satisfacción del deseo. Se presenta
en los recién nacidos, en nuestros sueños y en las alucinaciones de los psicóticos. Visualizar un
biberón o el pecho de la madre tranquiliza de momento al bebé, pero no satisface su hambre. En
vista de que el proceso primario no distingue entre sus imágenes de satisfacción de los deseos
y los objetos reales en el mundo externo que satisfacerían sus necesidades, no es muy efectivo
para reducir la tensión. Debe desarrollarse una segunda estructura si el organismo ha de
sobrevivir.
El Yo surge a fin de cumplir de manera realista los deseos y demandas del ello de
acuerdo con el mundo exterior. Las personas que tienen hambre deben ser eficaces para
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procurarse la comida en el ambiente a fin de satisfacer sus necesidades y sobrevivir. El yo


evoluciona a partir de ello y actúa como un intermediario entre éste y el mundo externo. Extrae
su energía del ello, adquiere sus estructuras y funciones de éste y se esfuerza por servirlo
satisfaciendo de manera realista sus demandas. Por tanto, el yo es el ejecutor de la personalidad,
reprimiendo al ello y manteniendo transacciones con el mundo externo en interés de la
personalidad completa.
Mientras que el ello obedece al principio del placer, el yo sigue al principio de la
realidad, satisfaciendo los impulsos del ello de una manera apropiada en el mundo externo. El
yo pospone la descarga de la tensión hasta que ha sido encontrado el objeto idóneo que
satisfacerá la necesidad. Aunque el yo no impide la satisfacción del ello, puede suspender o
redirigir los deseos de este último de acuerdo con las demandas de la realidad. El ello emplea
las fantasías y deseos del proceso primario; el yo usa el pensamiento realista característico de
los procesos secundarios, las habilidades cognoscitivas y perceptivas que ayudan a un
individuo a distinguir entre el hecho y la fantasía; incluyen las funciones intelectuales superiores
de solución de problemas, las cuales permiten al yo establecer cursos de acción adecuados y
probarlos en cuanto a su efectividad. En realidad, no hay una enemistad natural entre el yo y el
ello. El yo es el encargado del ello y trata de satisfacer sus necesidades en forma relativa.

Contenido dentro del Yo como su "núcleo más interno" está el superyó (por encima del "yo").
Heredero del complejo de Edipo, representa los valores, ideales y normas morales
internalizados. El superyó es la última función de la personalidad que se desarrolla y puede
apreciarse como un resultado de la interacción con los padres durante el período de la
dependencia en la infancia.

Las recompensas y castigos que originalmente se nos daban desde afuera se vuelven
autoadministrados conforme internalizamos las enseñanzas de nuestros padres y de la sociedad.
Como resultado de la actividad del superyó experimentamos culpa cuando desobedecemos
normas morales aceptables. El Super Yo consta de dos subsistemas: la conciencia y el ideal del
yo. La conciencia se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el reproche.
Reprende al yo y crea sentimientos de culpa cuando los códigos morales son violados. El ideal
del yo es una autoimagen ideal que consta de conductas aprobadas y recompensadas. Es la
fuente de orgullo y un concepto de quien pensamos que deberíamos ser.
El Super Yo lucha por la perfección. Busca soluciones moralistas más que realistas.
Hablando en sentido práctico, el desarrollo del superyó es una necesidad. Las demandas del ello
son demasiado intensas y los yo de los niños pequeños son muy débiles para impedir que actúen
de acuerdo con sus impulsos. Por un período se requieren intensos mandatos morales
introyectados. -"No lo harás"- para reprimir la conducta. Pero el superyó también puede ser
despiadado y cruel en su insistencia en la perfección. Sus demandas moralistas pueden
parecerse a las del ello en su intensidad, obcecación e irracionalidad. En su manera no
comprometedora, el superyó puede inhibir las necesidades del ello, en lugar de permitir su
satisfacción última necesaria y apropiada.
En la personalidad adulta bien adaptada, el yo es el ejecutor primario, controla y gobierna
tanto el ello como al superyó, mediando entre sus demandas y el mundo externo. En el
funcionamiento ideal, el yo mantiene una relación armoniosa y equilibrada entre los diversos
elementos con los que tiene que tratar, establece valores (Treurniet, 1989) y asume la
responsabilidad (Wallwork, 1991). El desarrollo, sin embargo, no siempre sigue su curso de
manera óptima. El yo con frecuencia termina agobiado por el ello y el superyó los cuales lo
gobiernan de forma rígida. Uno demanda satisfacción y alivio instantáneos. El otro pone
prescripciones rígidas a dicho alivio. Basándose en una analogía de Platón, Freud describió al
yo como un auriga tratando de controlar a dos caballos fuertes, cada uno de los cuales está
tratando de correr en dirección opuesta al otro.
La descripción final que hace Freud de la personalidad es la de una forma dividida. Los
papeles específicos desempeñados por el ello, el yo y el superyó no siempre son claros; se
mezclan en demasiados niveles. La personalidad consta de muchas fuerzas diversas en conflicto
inevitable. La descripción de Freud de la persona no es optimista, sino un intento por explicar el
hecho de que como seres humanos no siempre somos capaces de afrontar ciertas situaciones.
Aunque la división triple de la personalidad parece ser una estructura acabada, en
esencia la persona es entendida como un producto del desarrollo. El yo y el superyó han
evolucionado desde la perspectiva histórica en respuesta a situaciones personales específicas.
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En el caso del superyó, esa situación es además interpersonal en vista de que implica a otras
personas.
Sería erróneo encasillar al ello, al yo y al superyó en sistemas; en vez de esto, la
personalidad es creada por una dinámica de fuerzas que pueden ser divididas contra sí mismas
en muchos niveles. Por tanto, en su formulación madura, Freud sostiene en tensión el campo
biológico de la personalidad y su desarrollo histórico.

LA RELACIÓN DEL ELLO, EL YO Y EL SUPER YO CON LA CONCIENCIA

No existe una correlación fácil entre los sistemas "ello", "yo" y "superyó" y las cualidades de
"consciente" e "inconsciente" podrían ser usados sólo como adjetivos que describen cualidades
que pueden tener o no los procesos psicológicos (cfr. Stolorow y Atwood, 1989).
Si se fuera a diagramar la descripción de la psique que hace Freud, quizá la mejor imagen seria
la presentada por el propio Freud: un iceberg, nueve partes del cual están sumergidas bajo el
agua. La superficie del agua representa la frontera entre el consciente y el inconsciente. Su línea
intersecta, o lo hace potencialmente, las tres funciones de ello, yo y superyó. Pero cualquier
metáfora especial es engañosa en el fondo. El "ello", el "yo" y el "superyó" son entendidos mejor
como funciones dinámicas de la personalidad, mientras que "consciente" e "inconsciente" son
adjetivos que describen cualidades que pueden tener estas funciones.
Las fuerzas dinámicas dentro de la personalidad son muchas. Ésta no sólo está dividida contra
sí misma por el ello, el yo y el superyó, sino que lo está contra sí misma y el mundo en muchos
niveles. El conflicto es la piedra angular del entendimiento final de la personalidad en Freud. El
mundo, escribió Freud en una ocasión, es anake (la palabra griega para "carente"), demasiado
pobre para satisfacer todas nuestras necesidades. Conforme aumentan las demandas del ello,
el yo se ve abrumado con estimulación excesiva que no puede controlar y se llena de ansiedad.

LOS MECANISMOS DE DEFENSA DEL YO


Freud hizo una distinción entre tres tipos de ansiedad. La ansiedad real se refiere a un peligro
real en el mundo externo. La ansiedad neurótica se refiere al temor de que los impulsos internos
no puedan ser controlados. La ansiedad moral es un temor a los castigos de la propia conciencia.
Todas tienen su base en la ansiedad real. A fin de que un individuo afronte la ansiedad,
el yo desarrolla mecanismos de defensa, procedimientos que previenen la ansiedad e impiden
la percepción consciente de ésta. Los mecanismos de defensa comparten dos características:
ocurren en un nivel inconsciente de modo que no nos percatamos de lo que estamos haciendo,
y niegan o distorsionan la realidad para hacerse menos amenazadores. Los mecanismos de
defensa no son desadaptativos por necesidad; en efecto, no podemos sobrevivir son éstos.
Deben ser creados para ayudar al yo en desarrollo a llevar a cabo sus funciones. Sin embargo,
si su distorsión de la realidad se vuelve demasiado extrema o si son usados con exclusión de
otros medios más efectivos para enfrentar la realidad, los mecanismos de defensa pueden
volverse desadaptativos y destructivos, impidiendo una mayor maduración personal y social. A
continuación, se mencionan algunos de los mecanismos de defensa más comunes.
La Represión, implica bloquear la expresión de un deseo o anhelo de modo que no
puede ser experimentado de manera consciente o expresado en forma directa como conducta.
Es un acto involuntario, lo cual impide que nos percatemos de muchos de nuestros conflictos
productores de ansiedad o que recordemos ciertos acontecimientos emocionales traumáticos de
nuestro pasado. La emoción reprimida busca un escape alternativo y se requiere resistencia para
impedir su irrupción en la conciencia. No obstante, una vez formadas, las represiones son difíciles
de eliminar.
La Negación, supone rehusarse a creer una realidad o hecho de la vida. Muchas
personas que ceden al abuso de sustancias niegan que el alcohol, la nicotina, el crack u otras
sustancias pudieran hacerles daño en realidad. Pueden percatarse que les afecta a otras
personas, sin embargo, piensan: "Eso no me va a suceder a mí".
La Proyección, se refiere a la atribución inconsciente de un impulso, actitud o conducta
a alguien o a algo más en el ambiente. Un individuo que es hostil de modo inconsciente hacia
alguien puede afirmar que la hostilidad surge de la otra persona. Esta defensa reduce la ansiedad
colocando su fuente en el mundo externo, lo cual la hace parecer más fácil de manejar. Además,
nos permite defendernos en forma agresiva contra nuestro oponente y por consiguiente expresar
de manera indirecta nuestros impulsos.
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La Formación Reactiva, expresa un impulso por su opuesto. La hostilidad, por ejemplo,


puede ser reemplazada por amistad. Sin embargo, con frecuencia la sustitución es exagerada,
haciendo por consiguiente que se cuestione la autenticidad del sentimiento.
En la Regresión, la persona retrocede en el tiempo a una etapa en la que fue menos
ansiosa y tenía pocas responsabilidades. La regresión ocurre con frecuencia después de una
experiencia traumática. El niño que comienza a mojar la cama de nuevo cuando está asustado
ante el prospecto de ir a la escuela puede estar mostrando señales de regresión.
La Racionalización, implica tratar una emoción o impulso de manera analítica e
intelectual para evitar sentirla. Como implica el término, se trata de un razonamiento defectuoso,
en virtud de que el problema permanece sin resolverse en el nivel emocional. La fábula de Esopo
acerca del zorro que no podía alcanzar las uvas y concluyó que era probable que estuvieran
agrias es un ejemplo clásico de racionalización.
En la Identificación, se reduce la ansiedad modelando nuestra conducta a semejanza
con la de alguien más. Al asumir las características de un modelo que parece más exitoso en
satisfacer sus necesidades, podemos creer que nosotros también poseemos esos atributos.
También podemos identificarnos con una figura de autoridad a la que se le teme y por la que se
experimentan resentimientos. Esta identificación puede ayudarnos a evitar el castigo. Como ya
se ha visto, la identificación con el padre del mismo sexo desempeña un papel importante en el
desarrollo del superyó y de la personalidad subsecuente.
Si no se encuentra disponible un objeto que satisfacerla un impulso del ello, se puede
cambiar el impulso hacia otro objeto. Esta sustitución es llamada desplazamiento. Un niño que
ha sido regañado puede golpear a un hermano menor o patear al perro. Sin embargo, el objeto
sustituto rara vez es tan satisfactorio como el objeto original. Por tanto, el desplazamiento no
proporciona una satisfacción completa, sino que conduce a una concentración de la tensión no
descargada.
La Sublimación, recanaliza un impulso inaceptable hacia una salida más aceptable por
la sociedad. Es una forma de desplazamiento que redirige al impulso mismo en lugar de
manifestarlo al objeto. Por ejemplo, la curiosidad sexual puede ser redirigida hacia la
investigación intelectual; la actividad sexual hacia el atletismo, etc. Freud sugirió que la
sublimación era crucial para el desarrollo de la cultura y de la civilización. Queda claro a partir de
los estudios biográficos que la sublimación fue una defensa usada en forma común por Freud.
Los mecanismos de defensa, en sí y por sí mismos, no son perjudiciales. Nadie está libre
de defensas; las necesitamos para sobrevivir. Aunque las defensas pueden bloquear la
maduración personal y social si se vuelven predominantes, nos protegen de la ansiedad excesiva
y con frecuencia representan soluciones creativas para nuestros problemas. En años recientes
han comenzado a surgir investigaciones nuevas sobre el desarrollo, medición y potencial futuro
de los conceptos de Freud acerca de los mecanismos de defensa y los procesos del yo.

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