Introducción A La Egiptologia

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I

LA CIENCIA DE LA EGIPTOLOGÍA

§ 1. O R IG E N

Solo desde el desciframiento de la escritura jeroglífica por Jean-François


Champollion (1822) puede hablarse de una egiptología científica. Ya el
Renacimiento y el Barroco (Atanasius Kircher, 1601-1680) se habían
ocupado intensamente del Antiguo Egipto y de sus monumentos escri­
tos, aunque partían del presupuesto falso de que la escritura egipcia era
de carácter silábico al estilo del chino; pese a este error, pronto se alcan­
zaron los primeros resultados del desciframiento, sobre todo con J. J.
Barthélémy (1716-1795), D. J. Ákerblad (1763-1819) y Thomas Young
(1773-1829). La comisión científica francesa que acompañó a Napoleón
en 1798 a Egipto y se apropió de los monumentos del país creó, con el in­
menso trabajo textual y archivístico de la monumental Description de
l’Égypte (1809-1828), una base general para el trabajo sobre los testi­
monios textuales y arqueológicos. Desde mediados del siglo xvin, los
viajeros europeos han elaborado descripciones y copias muy exactas de
los monumentos que sirvieron de base material a la egiptología antigua
y que continúan conservando su valor. Pero la comprensión de estas
fuentes primarias solo se logró cuando Champollion (1790-1832) supe­
ró las hipótesis de trabajo equivocadas que habían impedido un desci­
framiento previo y en pocos años se llegó a una comprensión funda­
mental de la escritura y de la lengua egipcias. El descubrimiento de
Champollion chocó inicialmente con el rechazo general, debido a que
las hipótesis antiguas continuaban imperando; tras su muerte prematu­
ra, la joven ciencia se arrastró en un decenio de oscura existencia antes de
que sus fundadores hallaran, en distintos países, a sus dignos sucesores.

Como «fuente originaria» de la egiptología cabe señalar la carta de Champo­


llion, Lettre à M. Dacier relative à l’alphabet des hiéroglyphes phonétiques emplo-

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INTRODUCCIÓN A LA EGIPTOLOGÍA. ESTADO, MÉTODOS, TAREAS

Amplio material sobre la historia de la ciencia se encuentra en las biografías,


noticias e informes de viajes. Breves reseñas sobre distintas personalidades (inclui­
dos coleccionistas, comerciantes, diplomáticos, etc.) significativas en el desarrollo
de la egiptología, en M. L. B ie r b r ie r , W ho was W ho in Egyptology (London,
31995) (excluye a las personas vivas).
A u tob iog rafías im portantes: H . B r u g s c h , Mein L eben und mein Wandern
(21984); E. A. W . B u d g e , By Nile and Tigris (1920); A. E r m a n , Mein Leben und
mein Wirken (1929); C h . D e s r o c h e s -N o b l e c o u r t , L a grande Nubiade ou le par­
cours d ’une égyptologue (Paris, 1992) (trad. cast. Las ruinas de Nubia, Barcelona,
1997); A. H . G a r d in e r , My W orking Years (London, 1962); H . J u n k e r , Leben
und W erk in Selbstdarstellung, 1963 (SBÖAW 242); M . A. M u r r a y , My First
Hundred Years (London, 1963); W . M . F u n d e r s P e t r ie , Seventy Years in Archeo­
logy (London, 1931); J . A. W il s o n , Thousands o f Years (New Y o rk , 1972). H ay
además extensas biografías sobre Breasted (C h . B r e a s t e d , Vom Tal der Könige zu
den Toren Babylons, 1950), Ebers (H. F isc h e r , Der Ägyptologe G eorg Ebers. Eine
Fallstudie zum Problem Wissenschaft und Öffentlichkeit im 19. Jahrhundert, 1994),
Lauer (C. L e T o u r n e u r d ’I s o n , Une passion égyptienne - Marguerite et Jean-Phi-
lippe Lauer, Pion, 1996), Lepsius (G. E be r s , Richard Lepsius, Ein Lebensbild, 1885,
y B. L epsiu s , Das Haus Lepsius, 1933), M ariette (E. D a v id , Mariette Pacha 1821-
1881, Paris, 1994), Petrie (M . S. D r o w e r , Flinders Petrie. A Life in Archeology,
L ondon 1985) y C arter (T. G. H . J a m e s , H ow ard Carter. The Path to Tutankha-
mun, London-N ew Y o rk , 1992).

§ 3. D ELIM IT A C IÓ N D E LA M A T ER IA EN EL T IE M P O Y EN EL ESPACIO

Surgida como una sección de las ciencias de la Antigüedad, la «arqueo­


logía egipcia» se transformó rápidamente en una ciencia autónoma y
hacia 1850 ya se empleaba el vocablo «egiptología». Esta se ocupa de
manera especial del Antiguo Egipto, si bien agrupa en un todo, con un
carácter insólitamente multidisciplinario, a la filología, a la arqueología,
a la etnología y a las ciencias de la historia y de las religiones. Puesto que
desde el comienzo la egiptología también ha incluido el copto, el obje­
to de su estudio abarca temporalmente desde la prehistoria hasta la ac­
tualidad. Sin embargo, la coptología (ciencia del Egipto cristiano), gra­
cias a la brutal ampliación de su material experimentada desde el
hallazgo de los textos gnósticos y bíblicos del Alto Egipto, está obte­
niendo una posición cada vez más autónoma, por lo que en fecha no
muy lejana podría llegar a considerarse una ciencia propia a medio ca­
mino entre la egiptología y la teología cristiana. Se ha convenido en si­
tuar el límite cronológico de la egiptología en sentido estricto en la con­
quista de Egipto por Alejandro Magno (332 a.e.), fecha en que la
cultura egipcia salió de la época faraónica y entró en la época helenís­
tica. Para la etapa subsiguiente de dominación ptolemaica y romana y
para su «cultura sincretística», la egiptología solo es parcialmente com­
petente y se ve obligada a trabajar en estrecha colaboración con las
ciencias clásicas de la Antigüedad, especialmente la papirología.

26
LA C I E N C I A DE LA EGIPTOLOGÍA

Las revistas y otras publicaciones periódicas, y a veces también im­


portantes monografías, citan la bibliografía especializada en forma
abreviada. Estas abreviaciones ahorran tiempo y facilitan el trabajo
científico, si se emplean con sentido y homogéneamente. Abreviacio­
nes familiares como ÄZ (para ZAS) o Journal (JEA) son confusas y de­
ben evitarse. Durante algún tiempo, fueron determinantes las abrevia­
ciones acuñadas por J. Janssen, CdE 24, 1949, pp. 80-93, que el
Annual Egyptological Bibliography adoptó con posterioridad. En la
actualidad se siguen las abreviaturas empleadas en el L exikon der
Ägyptologie. Quien trabaja con bibliografía especializada debe fami­
liarizarse con estas abreviaturas, por lo que también se emplean en esta
introducción (véase la lista completa de ellas en el anexo I).

S 6. TÉC N IC A D E T R A BA JO

Para el éxito del trabajo en las ciencias del espíritu (geisteswissen­


schaftliche Arbeit), a la hora de proceder, lo decisivo no es la técnica,
sino el método. Con harta frecuencia, importantes resultados de nues­
tra especialidad se alcanzan con medios insuficientes y maneras de tra­
bajar poco racionales. Una técnica de trabajo inteligente no es ninguna
garantía, pero sí al menos un apoyo para el éxito de la investigación;
el paulatino aumento de las fuentes y de la bibliografía secundaria hace
que la investigación vaya más allá de lo requerido para obtener los re­
sultados necesarios, pues incluso para los diferentes sectores de nues­
tra especialidad el cerebro humano tiene un límite como almacén de
información.
Con la introducción de los ordenadores en la mayoría de las insti­
tuciones, hay un sinfín de proyectos para la creación de bancos de da­
tos que podrían ser de gran utilidad en la esforzada investigación; pero
los proyectos se enfrentan con el problema de la costosa y problemáti­
ca introducción de los datos. ¡El ordenador no le exime a uno de dis­
criminar lo importante de lo secundario ni de llegar a una ordenación
inteligente del material! Aún no han podido sustituirse los siempre
apreciados «ficheros» del investigador individual, pese al desarrollo de
herramientas informáticas más sofisticadas. La cuestión será siempre
determinar qué medios tiene sentido emplear para qué fines.
El personaje típico de la investigación de nuestra especialidad es el
siempre desacreditado, aunque afortunado, «sabio de gabinete» conven­
cional, lo que permite al autodidacta enormes posibilidades de contri­
buir al progreso del trabajo científico. La investigación de campo en
Egipto ha comportado una serie de institutos permanentes, entre ellos
el Institut Français d’Archéologie Orientale (IFAO), escindido en 1898
de la Mission Archéologique permanente, es el de mayor significación.

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LA ESCRITURA Y LA LENGUA

para la confección de los libros (§9), constituye uno de los materiales


de escritura más perecederos y se ha podido conservar en gran medida
solo gracias al favor de un clima seco. Como la inmensa mayoría de
los papiros conservados descansan inéditos en las salas de los museos,
las apreciaciones cuantitativas son provisorias. Según un cálculo de Po-
sener, de los 9 600 metros que como mínimo tenían las actas adminis­
trativas del templo funerario de Neferikare (aprox. 2446-2427 a.e.),
solo se han conservado 13.5 y estos fragmentos constituyen casi el úni­
co papiro conservado del Reino Antiguo, de manera que del total de
papiros de esta época se han conservado, en el mejor de los casos,
1/100 000 parte. Para las épocas más recientes, la relación apenas me­
jora, pues los Libros de los Muertos recién aparecidos (§ 36c) resultan
ser la mayoría de los conservados, si bien, al mismo tiempo, permiten
engrosar la parte originaria. Rollos enteros de papiros solo se han con­
servado unos pocos, siendo el más largo de ellos el Gran Papiro Harris
del Museo Británico, de 40.5 metros de longitud. En general, los papi­
ros reciben el nombre de su descubridor, su primer propietario o el lu­
gar de conservación y se cita el texto por columnas y líneas. Antigua­
mente, solo se escribía sobre la parte frontal (recto·, cosido horizontal);
en el Reino Nuevo y más tarde, a causa de las necesidades crecientes, se
escribía también en la parte posterior (verso: cosido vertical). La he­
rramienta para la escritura de los libros era un tallo de junco, cuyo fi­
nal se deshilachaba en forma de pincel y se humedecía en un pequeño
barreño. Las tintas se producían con hollín (para el negro) u ocre (para
el rojo, rubrum)·, para las ilustraciones se empleaban también otros co­
lores; para ello se proporcionaba incluso el uso de láminas de oro en
los papiros del Reino Nuevo y de época tardía (Sh. Alexander, JEA 51,
1965, pp. 48-52). El equipo completo del escritor (paletas de madera,
juncos, colores y barreños) no solo se ha conservado en los signos de
la escritura, sino que también nos han llegado muchos originales.
A causa de la carestía de papiro, la supresión y reutilización (pa­
limpsesto) de manuscritos es relativamente frecuente. Por un motivo
parecido, para las prácticas académicas y otras composiciones meno­
res se emplearon ostracas, esto es, cascos de piedra calcárea o cacha­
rros cuyas dimensiones oscilaban entre unos pocos cm2 y 88.5 x 31.5
cm (óstraca, ashm oleo del Sinubé, calcárea). Las excavaciones france­
sas de Deir el-Medina han sacado a la luz una serie de materiales es­
pecialmente abundantes en ostracas con textos de la vida diaria e ins­
cripciones de obras literarias (cf. § 95).

J. C e r n y , Paper and B o o k s in Ancient Egypt (London, 1952); M. W e b e r ,


Beiträge zur Kenntnis des Schrift- und Buchwesens der alten Ägypter (1969).
La estadística de los papiros, en G. P o s e n e r , Histoire et Egypte ancienne, An­
nales (Economies. Sociétés. Civilisations) 17, 1962, pp. 631-646, el archivo fue pu­

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