Estudios para Los Orígenes Del Tango Argentino PDF
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Vega, Carlos. Estudios para los orígenes del tango argentino [en línea]. Buenos Aires : Universidad Católica
Argentina. Instituto de Investigación Musicológica “Carlos Vega”, 2016. Disponible en:
http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/libros/origenes-tango-argentino-vega.pdf [Fecha de consulta: …..]
Universidad Católica Argentina "Santa María de los Buenos Aires"
Facultad de Artes y Ciencias Musicales
INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN MUSICOLÓGICA "CARLOS VEGA"
Estudios para
~
LOS ORIGENES
DEL TANGO ARGENTINO
ESTUDIOS PARA
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
ESTUDIOS PARA
Editor
CORIÚN AHARONIÁN
UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA
“SANTA MARÍA DE LOS BUENOS AIRES”
Rector: Mons. Dr. Víctor Manuel Fernández
Serie Libros
Carlos Vega
Estudios para Los orígenes del tango argentino.
2a ed. digital corregida, Buenos Aires, 2016.
224 p.; 23x16 cm.
ISBN 978-987-620-310-4
ISBN: 978-987-620-310-4
ÍNDICE
CARLOS VEGA
ESTUDIOS PARA
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
PRIMERA PARTE
Las especies homónimas y afines
Zango / Tambo / Tango .................................................................................. 31
El tango gitano .................................................................................................. 36
El tango cubano / El tango americano .......................................................... 38
El tango africano ............................................................................................... 45
El tango brasileño / El maxixe ....................................................................... 46
La danza habanera / La habanera ................................................................. 50
SEGUNDA PARTE
Las especies progenitoras
El lundú .............................................................................................................. 53
La milonga ......................................................................................................... 66
El tango español ................................................................................................ 73
Los tangos andaluces en Andalucía ......................................................... 89
La zarzuela y la zarzuelita en la Argentina ............................................. 97
Compositores españoles en Buenos Aires ............................................... 100
Los tangos españoles en la Argentina ...................................................... 104
Compositores argentinos de zarzuelas y zarzuelitas ............................. 115
TERCERA PARTE
La coreografía del tango argentino
La cuna del tango / Los forjadores / Los lugares ....................................... 117
La formación coreográfica del tango argentino ........................................... 122
CUARTA PARTE
El tango argentino
El tango argentino en París / El triunfo (1910-1913) ................................... 141
El ascenso del tango en la Argentina ............................................................. 150
ANEXOS
Mesomúsica: un ensayo sobre la música de todos ...................................... 165
Antecedentes y contorno de Gardel ............................................................... 189
La coreografía del tango argentino ................................................................ 197
1. Sólo dos partes fueron publicadas en el correr de estas cuatro décadas, fuera de los
textos que incluimos como anexos: “Las especies homónimas y afines”, en el Nº 101 de
la Revista Musical Chilena (Santiago, VII/IX-1967, pp. 49-65), y “La formación coreográfica
del tango argentino”, en el Nº 1 de la Revista del Instituto de Investigación Musicológica
“Carlos Vega” (Buenos Aires, 1977, pp. 11-19). Ambas son muy importantes, y su apari-
ción en dichas revistas significó un indudable aporte al conocimiento de lo que Vega
había podido terminar. Pero constituyen menos de un tercio del texto que hoy rescata-
mos, casi exactamente un 30 %.
2. Una escasa decena adicional se ocupaba de figuras protagónicas.
14 los orÍgenes del tango argentino
después de la muerte de Vega, se hace constar que “La revisión de los originales del
libro sobre Tango fue realizada por las Lics. Delia S. de Kíguel, Ana María J. de Brusa y
María Teresa Melfi”.
6. A pesar de cierta disparidad de opciones existente en los últimos libros publicados por
Vega, nos hemos atenido a los criterios predominantes en El origen de las danzas folklóricas
(1956) y en La ciencia del Folklore (1960). Como en el primero de ellos, hemos limitado el
uso de negritas a títulos y subtítulos. En términos generales, hemos convertido subra-
yados a itálicas o bastardillas, incluyendo en esta opción los títulos de libros, los de
periódicos, los de obras escénicas y las palabras destacadas mediante un subrayado.
Los términos extranjeros han sido puestos en itálicas en la mayor parte de los casos
(pero no en los casos de citas textuales, que Vega no subrayaba). Los nombres de piezas
musicales, así como los de artículos en periódicos o capítulos en libros, han sido escri-
tos entre comillas. Las especies musicales y coreográficas aparecen, casi siempre, en
minúsculas.
7. El término aparece correctamente escrito en la versión en internet de la Revista Musical
Chilena (www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0716-27901997018800004&script=sci_
arttext#14).
18 los orÍgenes del tango argentino
de los libros que lo rodeaban, libros que ya no están junto a sus escritos.
Las referencias de las múltiples citas del presente volumen van, entonces,
al final del mismo. Hemos registrado allí los datos suministrados por Vega,
completándolos cuando era necesario, hemos rastreado los muchos datos
faltantes, y hemos incorporado algunos otros recogidos en el listado bi-
bliográfico ya iniciado en 1967-1968 por el grupo de musicólogos y estu-
diantes arriba mencionado.
Todas las notas al pie son del autor de estas líneas, responsable de la
edición. Los originales de Vega no tienen llamadas.
Sólo dos licencias nos hemos permitido a fin de evitar confusiones en
un libro que se publica por vez primera a más de cuarenta años de la muer-
te de su autor. La primera: al no existir material terminado para la “prime-
ra parte” del plan general, hemos corrido la numeración, y de ese modo
hemos llamado “primera parte” a la que Vega previera como segunda, y
así sucesivamente. Entendemos que de este modo evitamos desconcertar
al lector. La segunda licencia: en todos los casos, la expresión “siglo pasa-
do” ha sido sustituida por “siglo XIX”. A los efectos de una mayor preci-
sión, se deja constancia de las cinco oportunidades en que el original de
Vega dice “siglo XIX”. El estudioso podrá saber, de ese modo, qué fue lo
que el autor realmente escribió en cada caso. Del mismo modo, se deja
constancia de las cinco oportunidades en que “presente siglo”, “este siglo”
y “nuestro siglo” han sido sustituidos por “siglo XX”.
Tal como lo señala Ayestarán en su carta, la muerte sorprendió a Vega
en pleno trabajo, por lo que el libro quedó inconcluso. El material existen-
te, que Ayestarán estima acertadamente en una tercera parte del previsto,
ha sido rescatado aquí de modo de permitir una lectura fluida, eliminando
los títulos del plan general para los cuales Vega no llegó a dejar material
redactado. El lector podrá en todo momento saber qué relación hay entre la
estructura resultante y la prevista en el plan general, consultando éste.
Es por ello que, a continuación de la carta de Ayestarán, damos el
plan de la obra, tal como había sido concebido por Vega, y transcribimos
luego, en nota al pie, las anotaciones del inventario realizado por Ayestarán.
Algunos manuscritos, mecanoscritos, apuntes y fichas registrados por
Ayestarán en mayo de 1966 han sido posteriormente traspapelados, y –en
compensación– la búsqueda de materiales en el Archivo Carlos Vega del
Instituto de Investigación Musicológica de la Universidad Católica Argen-
tina ha permitido ubicar algunos folios que pueden corresponder a un par
de lagunas del listado de Ayestarán.
Publicamos como primer anexo un documento histórico: el ensayo
fundacional de Vega sobre la mesomúsica, que constituye el primer plan-
teo teórico en la historia de la musicología que se ocupa de la música popu-
lar como un todo. Presentado en abril de 1965 en la Segunda Conferencia
los orÍgenes del tango argentino 19
8. En esta última revista, el ensayo aparecía como escrito en Montevideo, Uruguay, pero
fue escrito en realidad en casa de Vega, en Buenos Aires.
9. El original de este trabajo de Carlos Vega fue enviado por Gilbert Chase a Coriún
Aharonián, autor de estas notas.
10. “Apuntes acerca de la mesomúsica”, en la revista Prólogo, N° 2-3, Montevideo, 1969.
Hubo un trabajo anterior, “Mesomúsica y educación musical”, publicado en el Boletín
Pedagógico de Artes Visuales, Nº 22, Montevideo, III-1968.
11. “A Latin American approach in a pioneering essay”, en Popular Music Perspectives, N° 2,
Gotemburgo/Exeter/Ottawa/Reggio Emilia, 1985. “Un punto di vista latinoamerica-
no in un saggio da pioniere” (traducción de Leonardo Croatto), en Franco Fabbri
(compilador): What is popular music? Edizioni Unicopli, Milán, 1985. “Ein
lateinamerikanischer Ansatz in einer bahnbrechenden Studie” (traducción de Günter
Mayer), en Günter Mayer (comp.): Aufsätze zur populären Musik. Forschungszentrums
Populäre Musik der Humboldt-Universität, Berlín, 1991. “Carlos Vega y la teoría de la
música popular: un enfoque latinoamericano en un ensayo pionero”, en Revista Musical
Chilena, N° 188, Santiago, VII/XII-1997.
12. Nº 3, pp. 4-16.
20 los orÍgenes del tango argentino
CORIÚN AHARONIÁN
Montevideo, octubre 2007.
13. Si bien no está actualmente entre los materiales de Vega para Los orígenes del tango ar-
gentino, Ayestarán había inventariado en 1966 la presencia de ese texto en la carpeta 24.
CARTA DE LAURO AYESTARÁN A LOS
HEREDEROS DE CARLOS VEGA 14
Estimada Señora:
Durante largos días he estado estudiando los manuscritos y apuntes
de Carlos para el libro “LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO” que
Vd. y su señora hermana tuvieron a bien poner en mis manos a los efectos
de una posible edición.
En primer término realicé un detallado inventario físico de los mate-
riales (que adjunto a la presente) y luego los estudié pausadamente en su
contenido. El resultado de todo ello es el siguiente:
Vega sólo alcanzó a terminar una tercera parte del libro; el resto lo
tenía en apuntes sueltos y las primeras partes en su mente, puesto que no
dejó el más mínimo detalle. Por eso pedía –creo yo– esos pocos meses de
vida para darle término. Aún conociendo sus puntos de vista yo no me
atrevo a sustituirme por él y presentar ese libro como una obra terminada
por otro ser. Pero hay una solución, la más digna y acaso la que más le
hubiera agradado a Vega: publicar lo que él dejó terminado de su puño y
letra o máquina, sin agregar una coma, bajo el título “ESTUDIOS PARA
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO”.
Afortunadamente dejó el Índice detallado y tildó aquellos puntos o
capítulos que consideró definitivos antes de pasarlos a máquina. Creo que
esto es lo que hay que publicar. Es todo tan importante que la simple publi-
cación de la osatura del trabajo y su detallado Índice es una lección de
cómo se debe escribir un libro de ciencia musicológica.
Desde luego que si ustedes lo creyeran pertinente sería para mí un
honor escribir el prólogo y desarrollar estas ideas, que justificarían la edi-
ción de un trabajo que la muerte dejó trunco.
De todas maneras quedo a la resolución de Vds. y los originales están
a sus órdenes y los entregaré a la persona que Vds. indicaran o los llevaré
personalmente a manos de Vds. En todo caso están en mi casa cuidados
con el cariño de quien posee la más rica y valiosa herencia espiritual.
Mi mujer me pide que haga llegar a Vd. y a su señora hermana sus
afectos más cariñosos y el agradecimiento por las finezas que Vds. tuvie-
ron en ocasión de la visita que realizáramos a su hogar en el mes de abril.
Quedo a sus órdenes y le ruego acepte las seguridades de mi más alta
consideración y estima.
LAURO AYESTARÁN
s/c Avenida Joaquín Suárez, 3104
Montevideo - URUGUAY
[Teléfono: 2.78.54]
PLAN ORIGINAL DE LA OBRA 15
[1.] Prefacio.
I. NOCIONES
La vida de las danzas
[2.] –Ubicación del tango argentino en el panorama histórico universal.
[3.] –Dinámica general de las cosas culturales.
[4.] –Dinámica particular de las danzas.
[5.] –Coreografía occidental en el siglo XIX.
PRIMERA PARTE
La música del tango argentino
[6.] –La rítmica. - La melódica. - Estilística.
[7.] –Los antecedentes medievales.
15. Como vimos, Ayestarán establece en su carta del 4-V-1966 que Vega “dejó el Índice
detallado y tildó aquellos puntos o capítulos que consideró definitivos antes de pasar-
los a máquina”.
24 los orÍgenes del tango argentino
SEGUNDA PARTE
Las especies homónimas o afines
TERCERA PARTE
Las especies progenitoras
CUARTA PARTE
La coreografía del tango argentino
QUINTA PARTE
El tango argentino
16. Hay una página manuscrita en letra de molde en la que se ha escrito, posteriormente,
“Este índice no sirve”, tras un signo de interrogación. Se titula “El tango español” y
constituye un proyecto inconcluso de programa detallado del capítulo, elaborado qui-
zás en otro momento, anterior al de la redacción del plan del libro. Lo damos en facsí-
mil en la página 74.
los orÍgenes del tango argentino 25
[25.] 17 EPÍLOGO 18
17. El número 25, así como los corchetes de todos los números anteriores, están escritos en
tinta.
18. La línea mecanografiada que sigue parece haber sido agregada con posterioridad, aun-
que con la misma máquina.
19. En su Inventario fechado en Montevideo el 2 de mayo de 1966, Ayestarán deja constan-
cia del material de Vega que llega a sus manos. Lo transcribimos, ahorrando la repeti-
ción de los títulos y subtítulos. Lo inventariado por Ayestarán va después de cada
número entre corchetes:
[1.] 0 folio.
1
[2.] /2 folio, más 3 folios manuscritos de títulos.
[3.] 0 folio.
[4.] 0 folio.
[5.] 0 folio.
[6.] 3 folios manuscritos de apuntes, más 2 fichas, más 1 folio de notación de ritmos de
candombes de Rodolfo Senet.
[7.] 0 folio.
[8.] 0 folio.
[9.] 40 folios manuscritos de apuntes, más 6 artículos de diarios.
[10.] 8 folios manuscritos, más 3 folios a máquina con copia, más 2 folios manuscritos
de apuntes, más 5 recortes de revistas, más 1 recorte de diario.
[11.] 3 folios manuscritos.
[12.] 19 folios manuscritos, más 2 artículos de diarios.
[13.] 2 folios manuscritos.
[14.] 9 folios manuscritos.
[15.] 6 folios manuscritos, más 1 folio a máquina.
[16.] 34 folios manuscritos, más 2 fichas, más 4 folios de ejemplos manuscritos musica-
les, más 3 folios a máquina, más 1 recorte de diario, más el folleto de Barbosa
Lessa “Índice do Arquivo de danças brasileiras”.
[17.] 17 folios manuscritos, más 1 ficha intercalada.
[18.] 39 folios a máquina con copia, más 15 folios manuscritos, más 6 fichas, más 5
ilustraciones musicales sueltas.
[19.] 1 cuaderno de apuntes de 19 folios, más 1 folio suelto de apuntes, más 1 ficha
suelta, más 11 folios manuscritos.
[20.] 0 folios.
[21.] 38 folios manuscritos, más 1 folio a máquina con 1 copia.
[22.] 16 fichas, más 1 folio con copia a máquina de una noticia del 22-ag-1882, más 19
folios manuscritos sueltos, más dos folletos: “Gabino el Mayoral” de Enrique García
Velloso y “Salón del baile” de Marcelo Vignali, más tres carpetines sin contenido,
más 5 cartas a máquina, más 1 folio de ilustración musical, más 21 artículos de
diarios, más 1 partitura de 1 folio de “La paloma” de Yradier, más 1 folio manus-
crito suelto.
26 los orÍgenes del tango argentino
20. Tal como se explica en las Palabras previas, todas las notas al pie son del revisor C. A.
21. Este texto es apenas un primerísimo bosquejo, bajo el título “Ubicación del tango en el
panorama histórico universal”, en una anotación manuscrita de una breve carilla (el
“1/2 folio” a que hace referencia Ayestarán, guardado en la carpeta para el capítulo “El
tango argentino en el panorama histórico universal”). En otro lugar del archivo, y bajo
el título “El tango argentino”, aparece una página mecanoscrita, redactada aparente-
mente por Vega para otro trabajo. Si bien presenta puntos redundantes con algunos
pasajes del libro, pensamos que es útil transcribirla a continuación:
Zango
Tambo
Tango 23
22. En el plan de Vega adjunto a la carta de Ayestarán a Angelita Vega de Horne reza “Las
especies homónimas o afines”. En su inventario, Ayestarán escribe “Las especies
homónimas y afines”, de acuerdo al título puesto por el propio Vega en su manuscrito,
en el que la “o” ha sido sustituida por la “y”. Este capítulo fue publicado, con algunos
errores surgidos al mecanografiarlo, en el Nº 101 de la Revista Musical Chilena (VII/IX-
1967), con este último título.
23. Texto manuscrito de Vega.
32 los orÍgenes del tango argentino
26. Vega deja un espacio en blanco –a llenar después– entre “africanas” y este punto y
coma.
27. Otro espacio en blanco a llenar después.
28. Nuevo espacio en blanco, esta vez extenso, luego del punto.
29. Nuevo espacio en blanco.
34 los orÍgenes del tango argentino
30. Breve espacio en blanco. Vega escribe “como veremos enseguida”, en relación con la
cita que haría más tarde de La música en el Uruguay de Ayestarán. El Cabildo y el gober-
nador Elío toman el 26 de setiembre de ese año una resolución titulada “Sobre tambos
bailes de negros”, que menciona Vega poco más adelante.
31. Con esta oración, se inicia una parte mecanografiada.
los orÍgenes del tango argentino 35
32. Este párrafo aparece mecanografiado en el pasaje entre dos páginas, y ese pasaje se
presenta en dos versiones. En la –al parecer– primera versión, tachada, en vez de “Debe
haber sido lindo” Vega ha escrito “¡Qué hermosura!”. Los cinco párrafos que siguen, no
tachados, pertenecen a esa página. En la –al parecer– segunda versión, aparece otro
texto en lugar de estos cinco párrafos. Transcribimos ese párrafo diferente (que se inicia
con “Ya no interesa una búsqueda especial”) a continuación, tras un texto manuscrito
(que finaliza con “Nótese que «tango» es también la reunión o fiesta, como cien años
antes”).
36 los orÍgenes del tango argentino
El tango gitano 37
33. Retomamos aquí el texto manuscrito. Se trata de lo no tachado de una página en la que
lo tachado está recogido por Vega en las páginas mecanoscritas que ya hemos transcripto
(ver texto desde “Veamos, por fin, la palabra «tango».”).
34. Anotación de Vega: “De María 1880? Ayestarán / Tango 76”. Se refiere a la reiterada
aparición del término “tango” en un texto publicado en 1888 por Isidoro De María (“El
recinto y los candombes”. En: Tradiciones y recuerdos. Montevideo antiguo, libro II. Im-
prenta Elzeviriana, Montevideo), que cita Lauro Ayestarán en La música en el Uruguay,
vol. I (Sodre, Montevideo, 1953, pp. 76-77).
35. Volvemos al texto mecanoscrito.
36. Se refiere al parecer al contenido previsto para el numeral 9 (“La gran corriente afro-
americana”) del plan general. Si es que Vega llegó a escribir esa mención dentro de este
capítulo, la página correspondiente falta en el archivo.
37. Se transcriben aquí las tres páginas manuscritas que menciona Ayestarán en su inven-
tario, cotejadas con una versión mecanografiada que Ayestarán no consigna, y que es
aparentemente del propio Vega.
los orÍgenes del tango argentino 37
mos estar seguros de que este tango de 1869 es anterior a 1850. La edición
precedente, de 1734, no registra la voz tango 38.
José Otero, profesor de danzas desde 1872, radicado en Sevilla, “ver-
dadera autoridad”, como dice su prologuista, nos aclara cosas: “Fueron
conocidas dos clases de tango, uno que se llamaba el tango gitano, muy fla-
menco, y que no se podía bailar en todas partes, por las posturas, que no
siempre eran lo que requerían las reglas de la decencia, y el otro que le
decían el tango de las vecindonas o de las corraleras”...
Nadie imagine el “indecente” tango gitano como danza de impúdica
pareja abrazada. Lo bailaba una mujer sola, una mujer de fuego, y la inde-
cencia consistía en moverse como no hay que moverse en la danza, sino en
el fuego.
Enrique Gómez Carrillo, el gran cronista español 39 , lo describe así en
1914:
“Hay, sin duda, un tango terrible y magnífico que es, no sólo la panto-
mima del amor, cual otros muchos bailes, sino la imagen palpitante
del espasmo. Es el tango español, hecho de sobresaltos, de temblores,
de crispaciones y de agonías voluptuosas. Pocas noches ha, en pleno
centro de Buenos Aires, en un teatro de los más elegantes, ante una
concurrencia distinguidísima, vi a una muchacha de Sevilla que
bailaba tangos flamencos. Era un bello espectáculo, seguramente,
ante el cual, sin darse cuenta de ello, la asistencia embriagábase de
voluptuosidad.”
“En su menuda persona –dice más adelante– palpitaba todo el instinto
sagrado del amor puro y salvaje, y su belleza anillosa, estremeciéndo-
se a impulsos de un instinto indomable, ponía, cual una hostia púrpu-
ra, en los labios de sus admiradores de una noche, la sublime sensa-
ción de lo que no cambia nunca: del deseo, del placer, del vértigo...”
(El encanto de Buenos Aires, Madrid, 1921.)
38. Se da aquí un error o una errata que Vega no ha tenido tiempo de subsanar. Antes de
1869, ha habido ediciones del DRAE en 1852, 1843, 1837, 1832, 1822, 1817, 1803, 1791,
1783 y 1780.
39. Lapsus de Vega: Enrique Gómez Carrillo era guatemalteco.
40. Extenso espacio en blanco.
38 los orÍgenes del tango argentino
El tango cubano
El tango americano 41
41. El manuscrito de Vega consignado por Ayestarán (19 páginas, que son en buena medi-
da una sucesión de fichas no definitivamente estructuradas, de las cuales faltan dos
–ver nota 44–) ha sido titulado primero “El tango cubano”. Luego, la palabra “cubano”
ha sido tachada y sustituida por “americano”. El plan mecanografiado, sin dudas pos-
terior, incluye ambas soluciones (ver página 24).
42. Dice “siglo XIX” en el original. En el manuscrito, Vega tacha aquí una referencia a
Davillier. El viajero aparecerá citado más adelante en la versión mecanografiada.
los orÍgenes del tango argentino 39
“El turno de las danzas no tarda en volver y una joven gitana, de piel
cobriza, cabellos crespos y ojos de azabache –como dicen los españo-
les– danza el tango americano con un ardor extraordinario; el tango es
una danza de negros de carácter muy brusco y fuertemente acentua-
do; se puede decir otro tanto de la mayor parte de los aires que tienen
el mismo origen y especialmente de aquélla que comienza con estas
palabras: “¡Ay! ¡Qué gusto y qué placer!”, canción tan popular desde
hace algunos años como el tango.” 45
43. Las dos oraciones que siguen constan en una hoja-ficha separada, el resto de cuya su-
perficie está en blanco.
44. Espacio en blanco. Faltan las dos siguientes páginas inventariadas por Ayestarán. Para
su reconstrucción, hemos depositado nuestra confianza en la transcripción a máquina
realizada en 1967/1968 por el equipo de musicólogos de la UCA, teniendo presente
una ficha y un manuscrito anterior incompleto de 4 páginas preparado al parecer por
Vega para una conferencia.
45. En el texto destinado a una conferencia al que hicimos referencia en llamada anterior,
Vega escribe:
40 los orÍgenes del tango argentino
47. En una hoja manuscrita, Vega ha fichado una escena de El proceso del can-can, “revista
fantástica de bailes” de Amalfi (Rafael María Liern), música de Barbieri (1873), en la
que un “coro de negros” canta, mientras “salen varios negros y cuatro bailarines, ne-
gros también”:
“Guachindanguito
buscando viene
guachindanguito
buscando va
la guachindanga
que con el negro
quiera un ratito
coletear.”
Vega anota al margen: “tango?”.
48. Vega escribe “Si guacharandingo es deformación oral de guachinanguito”. Nos hemos
permitido corregir en función de la concordancia con lo que sigue.
los orÍgenes del tango argentino 43
Trae diez poesías, por excepción en castellano puro, casi todas para
ser dichas por negros. Entre varias “canciones” hay seis de especies deter-
minadas: habanera, vals, dos marchas, chotis y tango. Escogemos versos.
Dice la habanera: “Esclavo, niñas mías/Del África he venido”; el vals:
“Muchachas yo soy un negro/Todo azúcar, todo miel”; el chotis: “De nues-
tra patria africana/No extrañamos el calor”; en fin, el tango trae, como casi
todos los otros, un estribillo angosto: “Bueno es negrito/Que andes con
pausa/Que si no... loco/Te volverás”. Como es natural estos negros ena-
morados y cantores eran blancos. ¿Es necesario aclarar que se trataba de
un tango cubano?
Con nostalgia recordaban quienes los oyeron a aquellas compañías
de bufos habaneros y bufos cubanos 49 que a fines del siglo XIX representa-
ban sainetes y cantaban canciones populares. De hacia 1880 es una que
decía:
“Pero Manuela, Manuela
por Caridad
bailá este tango conmigo
y llevame al hospital.”
Otra vez se trata de un tango cubano o americano. O habanero. En El
Correo de las Niñas, Nº 13, de octubre de 1876, bajo el título de “Tango haba-
nero”, hay uno que empieza:
“Doña Petrona vieja coqueta” 50
No fue rara la adopción del tango americano en las zarzuelas, y aun
fue número coreográfico de teatro. El Comercio de Lima anuncia el 21 de
febrero de 1883 la zarzuela Por amor al prójimo o Mueran los negreros y expre-
sa que “se bailarán tangos y danzas cubanas”. El mismo diario da la carte-
lera del teatro de Lima el día 31 de octubre de 1886: “Teatro: Baile del tango
cubano «El negrito» y «La Guajira» por la pareja Expert-Vadillo”, bailari-
nes españoles durante largos años avecindados en Lima”. (Datos de Rodolfo
Barbacci). 51
El tango cubano (o americano) tuvo su momento de popularidad en
España, y hasta pareció más representativo de Cuba que la habanera mis-
ma. En la revista española Las provincias, de Lastra-Ruesga-Prieto y el maes-
tro Manuel Nieto, que se estrenó en Madrid el 28 de abril de 1888, el tango
americano se baila en escena. Como se comprenderá, es una mujer sola
quien lo baila en primer plano, y de ahí las contorsiones hispanizadas. Ciu-
49. Nuevamente sic. Como se observará unas líneas más adelante, Vega está diferenciando
lo cubano de lo específicamente habanero.
50. Espacio en blanco.
51. Espacio en blanco.
44 los orÍgenes del tango argentino
52. Vega hace referencia al numeral 7 de su plan (“Los antecedentes medievales”), que no
llegó a escribir, y sobre el cual había hecho adelantos en trabajos y apuntes muy ante-
riores a esta etapa.
los orÍgenes del tango argentino 45
El tango africano 57
Aquí parece que se ha visto una danza negra con un ritmo que no es
el del tango. Así nos lo dice, muy de pasada, el musicólogo cubano Sánchez
de Fuentes: “Pudiéramos señalar el tango africano como un aproximado de
la rumba, pero en realidad, sólo en alguna que otra obra teatral, en la que
aparecen nuestros legendarios esclavos, se oye este ritmo que ellos cultiva-
ban en sus peculiares fiestas./Puede decirse pues, sin temor a equivocacio-
nes –prosigue–, que no está dentro de nuestros aires populares. Fue un
baile de la época de la esclavitud, de verdadero carácter africano, que afor-
tunadamente, no arraigó en nuestro folk-lor, como por equivocación afirma
Friedenthal.” (El folk-lor en la música cubana, La Habana, 1923, p. 67.)
El tango africano –que fue seguramente remedo informe del tango
cubano de la ciudad– debió ser conocido, porque el compositor Jorge
Anckermann incluyó una canción, “Siembra la caña”, en su obra La casita
criolla e indicaba “Tiempo de tango africano”. Asunto de esclavos:
“Siembra la caña,
siembra la caña,
mira que viene
el Mayoral
sonando el cuero.”
Cosa local, pero otra especie con el nombre de tango para dar mayor
amplitud a las preocupaciones del historiador.
El tango brasileño
El maxixe 58
58. Original manuscrito de Vega. La propia carátula señala: “Ilustrar con: / Fried. Nº 60
Brasilianischer./Tango de Levy”. Luego, al comienzo de la primera página manuscrita,
anota: “poner el tango brasileño de Balli d’oggi”. Se trata de “Consuelo” de G. Grossi,
publicado en: Francesco Giovannini: Balli d’oggi. Ulrico Hoepli, Milano, 1914.
los orÍgenes del tango argentino 47
La danza habanera
La habanera 65
1) CONTRA| DANZA
2) DANZA
3) DANZA HABANERA
4) HABANERA
66. Una pequeña hoja manuscrita de Vega remite a una cita de 1798 de Moreau de Saint-
Mery en La música en Cuba de Alejo Carpentier (Fondo de Cultura Económica, México,
1946, p. 99): “Los negros, imitando a los blancos, bailan minués y contradanzas”.
SEGUNDA PARTE
Las especies progenitoras
El lundú 67
67. Original manuscrito. Vega anota al margen (ángulo superior izquierdo) de la primera
página: “dibujo Rugendas / mi archivo / mueblecito / 14-59-61-65 / 72-78 / 117, 126,
155, 172 / 189, 190, 219-220, 238, / 296, 346, 369.”
68. Espacio en blanco.
54 los orÍgenes del tango argentino
69. Tanto en el original manuscrito como en una copia mecanografiada que puede ser del
propio Vega, hay aquí un espacio en blanco dejado para la transcripción. En el manus-
crito, la mención de página está a la izquierda de ese espacio. Damos, pues, el texto
completo de Cairón (según facsímil aportado por Jacinto Torres y Xoán Carreira).
70. Sic.
los orÍgenes del tango argentino 55
“AIS DE AMOR
“Amor, ai! amor, eu morro;
Eu não posso viver mais:
Vão-me consumindo a vida
Os meus repetidos ais.
Amor”, etcétera.
Diga, nhanhã,
serei feliz?
Eu tenho dito,
você que diz?
Diga”, etcétera.
56 los orÍgenes del tango argentino
“Hasta entonces –nos dice Luís Heitor– los compositores que produ-
cían modiñas y lundúes eran los mismos que hacían misas para la Capilla
Imperial u óperas para el Teatro Lírico Fluminense”. Después se formó una
aristocracia extranjerizante y la creación de danzas y canciones queda en
manos de los autores de música ligera. 71
El movimiento universal del lied vienés intensifica en el Brasil la gran
etapa del lundú como canción lírica, pero fue principalmente su gran inte-
rés como música y como danza lo que le abrió las fronteras continentales. 72
La coreografía del lundú fue múltiple. Diversas corrientes en confluen-
cia dan a su antiquísima música europea pura la coreografía individual, la
coreografía de la pareja suelta enfrentada hombre-mujer que hace demos-
traciones afrocriollas, la de dos mujeres, la de pareja mixta enlazada desde
1850 y, muy probablemente, en sus lejanos comienzos, la realización colec-
tiva con entrechoque de vientres o sin entrechoque. En un citado párrafo
del siglo XIX 73, habla un autor de los “cotilhões e do belo lundum chorado que
se dançava às embigadas ao som da cítara e viola”. Spix y Martius dicen que en
las casas nobles de Bahía el lundú “es ejecutado graciosamente por los jó-
venes”. Pero la gran coreografía del lundú, la que sintonizaba más cabal-
mente con la apetencia occidental de hacia 1800, la que le valió su tremen-
do impacto continental y su viaje (o su vuelta) a Portugal, fue la coreogra-
fía de la pantomima amatoria de pareja mixta suelta.
El fandango español entregó a Occidente en la segunda mitad del
siglo XIX una de las coreografías más estupendas de todos los tiempos y la
primera de todas en su estilo y dentro de la “pareja suelta”: el proceso del
amor, desde el conocimiento inicial hasta la rendición de ella, mimado en
dos o tres minutos. Nada menos.
En el puro mundo de las esencias coreográficas y de sus realizaciones
técnicas, parece imposible concebir un argumento universal más simple, y
atroz. Es la pasión manifiesta en el afán; la voluntad de amor en público,
para el varón; el ejercicio de la coquetería y el asentimiento sin validez real,
para la mujer; es el secreto a voces, y el examen público del funcionamien-
71. Texto adicional de Vega en hoja suelta: “Joaquim Antônio da Silva Calado (1848-1880)
fue también autor de lundúes muy cariocas –se dice–. Pero Ernesto Nazareth alcanzó
mayor altura, [y] en sus lundúes, tangos, polcas, choros, valses y maxixes expresó lo
más decantado del espíritu carioca «evitando essa constante tristeza do Brasil» (Renato
Almeida).”
72. Espacio en blanco.
73. Vega dice por error “siglo XVIII”, y escribe a continuación “obra de Lopes Gama” pero
lo tacha. Véase la referencia bibliográfica al final de este volumen. El Padre Lopes Gama
vivió entre 1793 y 1852, y el texto citado es al parecer de 1838.
los orÍgenes del tango argentino 57
cara, los ojos en los ojos, casi hipnotizados por el deseo. Ella se turba,
se lanza; sus movimientos se hacen más marcados 74 , y rebulle en un
vértigo apasionado, mientras la viola suspira y los asistentes, entusias-
mados, baten palmas. Después, ella se detiene, jadeante, agotada. Su
caballero continúa su evolución durante un instante; enseguida él va a
provocar a otra bailarina, que sale de la fila, y el lundú recomienza
afiebrado y sensual.” 75 (Santa-Anna Nery: Le folc-lore brésilien, p. 76.)
una reunión social y publicó su impresión en Voyages autour du monde (t. III,
p. 369): Después de los cantos patrióticos, uno de los oficiales tocó la guita-
rra; en fin, se terminó por bailar algunos boleros, el guachambé, el ondú, y el
mismis, danzas de carácter muy conocidas en la América española.
Alternando con contradanza española, valse, minué y gavota (con poco
suceso), fue visto el lundú en 1830, activo en altas reuniones sociales de
Santa Cruz de la Sierra, en el corazón del continente, por el sabio francés
Alcide d’Orbigny: “el elegante ondú, verdadero bolero español, que se dan-
za con castañetas.” (II, p. 527) 79
En 1839 el explorador Charles Wilkes pasó por Chile justamente cuan-
do en Valparaíso se daban tres grandes bailes al presidente Prieto. El ilus-
tre gobernante bailó el minué con una gran dama después de lo cual el
baile se hizo general y consistió, dice Charles Wilkes, “of quadrilles, country-
dances, and waltzes, besides which they had the lascivious dances of
samacueca, cachucha 80, and lordean”. (Narrative..., I, p. 172)
Este misterioso “lordean” es el lundú. Y nos interesa saber que, en
opinión del viajero, “éstas participan un poco del bolero y el fandango, o
sea danza española y africana”. Nótese cómo quedan hermanados el lundú
y la zamacueca por el efecto de su coreografía española y el estilo africanoide
de las contorsiones. Danzas lascivas. 81
No tenemos la menor duda de que el lundú se bailó dondequiera su
estilo avanzado se recibía con tolerancia, entre las altas clases y en los am-
bientes medios y populares, aunque faltan documentos precisos. El 6 de
diciembre de 1842 el literato peruano Manuel A. Segura estrena en Lima su
comedia La moza mala, y una escena que se produce en el seno de una fami-
lia acomodada, valora las condiciones sociales del lundú en el repertorio
de salón de la época:
79. Nos hemos permitido alterar la redacción de este párrafo por Vega, quien es inducido a
la confusión por el texto de una ficha (probablemente hecha por un tercero) en la que se
ha sintetizado la larga descripción que hace D’Orbigny de una sucesión de danzas.
Vega escribe en el original manuscrito: “Fue visto el lundú en 1830, activo en altas
reuniones sociales de Santa Cruz de la Sierra, en el corazón del continente, por el sabio
francés Alcide d’Orbigny: «Alternan con la contradanza española, valse, minué, gavota
(con poco suceso), el ondú, verdadero bolero español, que se danza con castañetas.».”
80. En la edición de 1845 dice “cachucha”, mientras que en las de 1852 y 1856 (véase Refe-
rencias) aparece como “cachuca”.
81. Espacio en blanco.
60 los orÍgenes del tango argentino
82. En el manuscrito de Vega, este final llega hasta el borde inferior de la página. Puede
que el texto esté incompleto.
83. Dice “siglo XIX” en el original.
los orÍgenes del tango argentino 61
86. El manuscrito reza 9 de noviembre pero la ficha hecha con anterioridad por Vega dice
6. Se trata al parecer de un error de copia.
los orÍgenes del tango argentino 63
Y aquí tenemos con títulos de creación original el tema del ondú con
variaciones para guitarra. Primero, la comedia Adolfo y Clara, “Concluyen-
do el todo de la función, con tocar el Sr. Gutiérrez, en dos guitarras, un
vals, un minuet montonero y un londú variado, composición suya”. Supo-
nemos que el señor Gutiérrez no habrá tocado en dos guitarras al mismo
tiempo. (Diario de la Tarde, enero 30 de 1835.)
Después de asistir nuevamente a la ejecución de “el gracioso londú
brasilero” como cierre de un espectáculo de comedia (Diario de la Tarde,
junio 13 de 1836), tenemos que oír una nueva expresión y función del ondú:
las de música para amenizar las pruebas de los juglares del circo. Estaban
funcionando los primeros circos criollos formados por “hijos del país”
–dicen– y es claro que por razones de propiedad y de economía, en lugar
de la nutrida banda de metal y madera los humildes maromeros se arries-
garan al son de uno o dos cantores populares con sus guitarras. El Diario de
la Tarde pronostica pruebas y ondúes en el Jardín del Retiro así: el 13 de
agosto de 1837 87 “El Sr. Castañera bailará sin balanza en la cuerda tirante el
ondú” y repetirá su hazaña el 10 de diciembre; el 18 de noviembre de 1838
otra vez el ondú por Cecilio García; tiempo después, el 22 de mayo de 1839,
el mismo Florencio Castañeda “bailará un londú sin balanza”, gran esfuer-
zo porque están todos muy contentos debido a que es “La 1ª vez que esta
compañía trabaja en el teatro”; en fin, el 25 de diciembre de 1840 bailará
“G. Masías un ondú sin balanza”. Después volveremos sobre la situación
del lundú en el repertorio del circo.
Mientras tanto, en una gran función mitad drama mitad ballet que se
realizó el 20 de diciembre de 1838 se dio un drama, se bailaron unas bole-
ras y aconteció un gran baile pantomímico. “La pantomímica será exornada
con graciosos y divertidos bailes; en la que el Sr. Casacuberta desempeñará
el papel de Sargento antiguo y, acompañado de las Sras. Álvara García y
Carolina Catón, bailarán / el londú brasilero.” (Diario de la Tarde, diciembre
17 de 1838.) 88
Los precedentes datos referentes a la difusión del lundú y a su inten-
sidad en la Argentina –es lo que nos interesa ahora– significan mucho más
que su simple cantidad. Unas cuantas representaciones en unos cuantos
años parecerían más bien testimonio de mediocre aceptación; pero es
el caso que tampoco las otras danzas tuvieron mejor acogida, como vere-
mos. 89 En primer lugar, las compañías no repetían una especie hasta que se
La milonga 91
91. Original manuscrito. El texto es parcialmente similar al capítulo “La milonga” - más
extenso - que Vega escribe en su libro Las canciones folklóricas argentinas, incorporado al
Gran manual de Folklore de Hamlet Lima Quintana et alii (Ediciones Honegger, Buenos
Aires, 1964, pp. 191-320).
92. Espacio en blanco. Vega ha anotado al margen, al comienzo de la página: “hay que
anticipar el bautismo”.
93. En Las canciones folklóricas argentinas (1964, ya mencionado), Vega anuncia: “Conoce-
mos muy bien este antepasado; en próximo libro detallaremos el hecho”.
los orÍgenes del tango argentino 67
Pero ya desde tiempo antes andaba corriendo por el Plata con la acep-
ción de bullicio, algarabía, fiesta, baile (sarao). En este amplio sentido la
emplea Hernández en Martín Fierro (1872):
“Supe una vez, pa mi mal,
de una milonga que había,
y ya pa la pulpería
enderecé mi bagual.”
Como danza también se difundió por los bailes libres de las provin-
cias. El periódico El Independiente de Rosario, Santa Fe, de agosto 22 de
1882, comenta una riña y nos ilustra de paso: “Anteanoche se habían reuni-
do en un conventillo de la calle Libertad varias damas de la high life de los
suburbios con el propósito de festejar el casamiento de la hija de la dueña
de casa. [...] La orquesta se componía de arpa y violín y ejecutaba lindísi-
mas milongas a cuyo compás se balanceaban las numerosas parejas”. Un
par de meses después, el 10 de octubre, el mismo periódico narra otro suce-
so. Una señora reunió algunas amigas e “improvisó un baile donde el
roncostico corrió como el agua que lleva el Paraná. / En medio de las risas,
y cuando se bailaba una milonga porteña, presentose de improviso el aman-
te de Nana, a quien se creía lejos de la ciudad”... (y hubo golpes).
La primera nota en que se considera la especie milonga como canción
pura y como música para la danza es la que Ventura R. Lynch publica en su
conocido folleto de 1883. Dice Lynch (p. 28): 101
101. En el original manuscrito, aquí espacio en blanco. En el margen, anota Vega: “Colón,
Colón/34, tiene Ud./su habitación.”
70 los orÍgenes del tango argentino
102. Cruz encerrada en una circunferencia. Probablemente aquí debía intercalarse otro ejem-
plo. En Las canciones folklóricas argentinas (1964), Vega escribe (p. 311): “[...] para dar
paso a una frase punteada más o menos breve”.
103. Nueva cruz encerrada en una circunferencia.
104. La redacción de este párrafo permite deducir la intención de Vega de intercalar ejem-
plos. Véase su Panorama de la música popular argentina (1944).
105. Extenso espacio en blanco.
los orÍgenes del tango argentino 71
imaginó que la artista española, su intérprete, debía bailar sola, sin compa-
ñero, alguna fantasía coreográfica a base de meneos.
Desde antes de 1883 los organitos molían la milonga, según Lynch.
Carlos María Ocantos, escritor argentino, lo confirma en El candidato, obra
publicada en 1893: “[...] y un organillo desentonaba agriamente la más criolla
de las milongas”. 106
Como canción fue tardíamente reconocida en léxicos. Daniel Grana-
da, en su Vocabulario rioplatense razonado, segunda edición, Montevideo, 1890,
dice en el artículo milonga: “Tonada popular muy sencilla y monótona”. El
teatro recogió varias veces esta milonga-canción. En 1891 se oye en Exposi-
ción argentina de Ramón Usó y F. Martínez Gomar, con música de Pedro J.
Palau. El coro canta:
“Que cante, que cante,
que cante nomás
venga una milonga.
Payador - Pues... allá va.”
108. Lo que sigue no aparece en el original manuscrito, en el que Vega anota “D y C / 261”,
es decir, la página 261 de su libro Danzas y canciones argentinas (1936). Transcribimos
pues ese texto, suprimiendo un par de oraciones entre “hacia 1900, si no antes.” y “De-
seo llamar la atención”. Igual criterio se siguió en la versión mecanografiada en 1967/
1968.
los orÍgenes del tango argentino 73
El tango español es una canción con o sin coreografía 110 de larga tra-
yectoria e itinerario internacional por vecinos o lejanos ambientes propi-
cios. Nunca fue una danza universal, pero tampoco una expresión local.
109. Este capítulo posee varias versiones. Se ha optado por tomar como punto de partida la
mecanografiada de 20 páginas (con modificaciones manuscritas), posterior a una ma-
nuscrita parcial, de 27 (una de las cuales está parcialmente mecanografiada), versión en
la que consta, al comienzo: “Pasado a máquina”, en letra manuscrita de Vega. Ayestarán
enumera “39 folios a máquina con copia, más 15 folios manuscritos, más 6 fichas, más
5 ilustraciones musicales sueltas”, lo que permite temer algún traspapelamiento en el
correr de las décadas. En un informe sin firma, fechado en marzo de 1968, que da cuen-
ta del trabajo realizado a esa fecha por el grupo de musicólogos de la Universidad
Católica, se establece que, salvo tres de sus partes (que nombran como “Compositores
españoles en Buenos Aires”, “Compositores argentinos en Buenos Aires” y “Difusión
porteña”), “los restantes títulos estaban pasados a máquina por el autor y fueron corre-
gidos de acuerdo con las páginas manuscritas que se hallaron”. En ambos originales de
Vega, tanto en la versión manuscrita como en la mecanografiada, el título es precedido
de un número uno romano, que pasa a tener significación más adelante cuando apare-
cen otros textos encabezados por numeración romana.
110. Este comienzo ha sufrido una interesante modificación de Vega entre la etapa manus-
crita y la mecanografiada. Dice el manuscrito: “El tango andaluz, más ampliamente el
tango español, es una canción-danza de larga trayectoria [...]”.
74 los orÍgenes del tango argentino
Hemos hablado de una categoría media que agrupa algunos bailes cuya
belleza, pujanza o significación los lanza fuera de sus fronteras natales. La
Argentina produjo uno en 1811, el cielito; el Perú, con la colaboración de
Chile, lanzó por todo el continente una danza estupenda, insuperable: la
zamacueca. Les faltó París, y con París la gloria del mundo. No fue aquél el
momento para ellas; en rigor, no inauguraban, continuaban. El tango espa-
ñol, sin la significación del cielito ni la grandeza de la zamacueca, fue, sin
los orÍgenes del tango argentino 75
Hay habanera –no nos importa el orden cronológico 119– desde 1870,
en el juguete cómico y lírico La sensitiva, de Aceves; en Los sobrinos del Capi-
tán Grant, de Fernández Caballero; en La verbena de la Paloma, de Bretón; en
El pobre Valbuena, de Quinito Valverde y López Torregrosa; en La Gran Vía,
de Chueca y Valverde; en Toros y Vallecas, de Conde; en Niña Pancha, de
Romea y Valverde; en El gorro frigio, de Nieto; en El juicio final, de M. Albelda;
en El tambor de Granaderos, de Chapí; en El mercado de esclavos, de Cortijo
Vidal; en Toros de Puntas y en El caramelo, de De Miguel; en Cantar llorando,
de Moreno; en El hombre es débil, de Barbieri...
Hay vals, en El vendedor de pájaros, de Carl Zeller; en Las campanas de
Carrión, de Robert Planquette; en La borracha, de Chueca; en El dúo de la
Africana, de Fernández Caballero; en La Gran Vía, de Chueca y Valverde; en
De paso por aquí, de Abad Antón; en Château Margaux, de M. Fernández
Caballero; en El mercado de esclavos, de Cortijo Vidal; en Cómo está la socie-
dad, de De Miguel; en ¿Me conoces?, de Franquelo...
Hay mazurca en El pañuelo de yerbas y en El rey que rabió, de Chapí; en
Coro de señoras, de Nieto; en La casa del oso, de Chueca; en La viejecita, de
Fernández Caballero; en El año pasado por agua y en De Madrid a París, de
Chueca y Valverde...
Hay polcas, hay cake-walks, hay chotis, hay paso-dobles, hay
pasacalles, hay hasta una gavota, acaso porque la especie resurgió hacia
1885; hay tangos... Esto es, y a eso vamos. El tango español fue difundido
por la zarzuela, por la zarzuelita, por las revistas líricas, y por todas las
piezas con números cantables que ocuparon los escenarios desde 1855 en
adelante.
Sin una investigación particular de larga duración es imposible la pre-
sentación de una nómina completa de las zarzuelas que incluyen tangos
españoles. Semejante trabajo supera nuestro propósito de ofrecer una sim-
ple nómina habida casi al azar, pero suficiente para documentar la presen-
cia del tango en el género en relación con la de otras especies.
En 1855 Camprodón y Emilio Arrieta lanzaron Marina, cuyo agrada-
ble tango, minorizado y muelle, con veleidades de barcarola, desdeña el
sincopado y el staccato y se aleja en dirección a la romanza no obstante su
purísima y persistente fórmula rítmica de acompañamiento. Su texto em-
pezaba:
“Dichoso aquel que tiene
su casa a flote
a quien el mar le mece
su camarote.”
119. Vega anota al margen su deseo de, más adelante, “rehacer por orden de fechas”.
80 los orÍgenes del tango argentino
120. Este párrafo es una pequeña hoja manuscrita de Vega adherida con un alfiler.
los orÍgenes del tango argentino 81
“¡Cariño!
¡No hay mejor café
que el de Puerto Rico!” 122
121. Vega escribe al margen de la versión manuscrita: “Mucho ojo”. Y aparte: “El tango de la
pobre chica”.
122. En el manuscrito, Vega escribe al costado: “tengo mús. ver trozo” y hay un rectángulo
recortado.
123. Vega escribe en la versión manuscrita: “Certamen nacional se estrenó en Buenos Aires en
seguida, en 1890, y todo Buenos Aires cantó «¡Cariño!»”.
los orÍgenes del tango argentino 83
124. En la original manuscrito escribe Vega: “Esta obra permaneció en la cartelera más de
tres años.”
125. En el manuscrito, Vega escribe al costado: “hay música / reprod fragmento p. 5”.
126. Espacio en blanco en ambos originales: manuscrito y mecanografiado. Vega escribe en
el margen: “música”.
84 los orÍgenes del tango argentino
Ya se ve. El tango andaluz en los organitos de Madrid, hacia 1902; los mis-
mos tangos andaluces, en la misma época se oían también en los organitos
porteños.
127
Fechado en Madrid, en julio de 1899, vemos unas coplillas [en las]
que, bajo el título de “Cosas de teatro (Revista de la quincena)”, José Jackson
Veyán comenta, atacando, la aparición de un nuevo género de teatro, me-
nor que el chico, y enumera sus defectos:
127. Ficha manuscrita adjuntada por Vega en la versión mecanografiada mediante un clip.
128. Fin de la ficha.
129. Vega escribe “del presente siglo”.
los orÍgenes del tango argentino 85
Marciano Zurita, historiador del género chico, dice esto: “¿Para qué
vamos a decir que el éxito de El año pasado por agua rayó en lo inverosímil?
Rondaba ya el año 1892 y todavía no habían retirado del cartel del Apolo la
famosísima revista [...]”. Y refiriéndose a Agua, azucarillos y aguardiente,
de Miguel Ramos Carrión y Federico Chueca: “A los cuatro días de estre-
nada la lindísima zarzuela de don Miguel y don Federico, no había calle,
plaza, plazuela ni travesía en Madrid donde no se reprodujeran a voz en
grito «todos los cantables que tenía la obra». Desde el coro de niñeras al de
barquilleros y desde el vals al dúo, nada pudo escapar a las terribles púas
de los desaparecidos organillos”... (Historia del género chico, Madrid, 1920,
pp. 49, 75-76.)
Antonio Peña y Goñi escribe por 1880 que el compositor don Francis-
co Asenjo Barbieri, viejo ya, “aun le sigue y aclama la muchedumbre como
en los tiempos de mayor fortuna”. Ni siquiera faltó la gratitud del pueblo.
Gilbert Chase, el gran hispanista norteamericano, escribe, refiriéndo-
se a la habanera de La verbena de la Paloma, que “basta que uno tararee
solamente unos pocos compases de esta melodía, para provocar una inme-
diata respuesta de los labios de todo español”. Y añade, con respecto a las
zarzuelas, en general, que su “inmensa popularidad las hizo parte inte-
grante de la vida española”. Creemos que estas palabras son decisivas.
Pensamos que estos pocos fragmentos de notas y opiniones –se po-
drían multiplicar– dan a la gente nueva clara idea de lo que fue aquel ex-
traordinario movimiento de lírica simple y de felicidad penetrante, que un
día aparece y se extiende a la medida de un ambiente que lo está esperan-
do con vocación de madre e intolerancia orientadora. Resulta prácticamen-
te incomprensible que aquellas convenciones, modos y gracejos madrile-
ños tan locales hayan podido conservar su eficacia en el medio centenar de
diferenciadas provincias españolas, en las últimas posesiones marítimas
del reino y en todas las nuevas repúblicas hispanohablantes de América
asentadas en sustratos indios, negros o blancos, y que, por su total penetra-
ción hasta las capas populares, haya operado como instrumento civiliza-
dor ameno y persistente. Es imposible abarcar y comprender su largo
medio siglo de conmociones sin volver a la idea de que el movimiento
artístico de la zarzuela y afines fue un hecho sin igual en la historia del
teatro por su resonancia y su trascendencia multitudinaria nacional e inter-
nacional.
Hemos visto que las provincias españolas participaron en el movi-
miento, ya mediante la actividad de compositores locales, ya como dispo-
nibilidad de público recipiente. En muchas ciudades menores y hasta en
algunos pueblos, los aficionados formaban conjuntos para representar zar-
zuelas o zarzuelitas, como pudieran, o para entonar sus números cantables.
los orÍgenes del tango argentino 89
De suerte que se pueden aplicar a todo el reino las expresiones del testigo:
“no había calle, plaza, plazuela ni travesía donde no se reprodujeran a voz
en grito”... O, apenas “habrá habido español del último tercio de siglo que
no la cantase”... “ricos y pobres, viejos y niños”... Puede ser que en muchos
casos esta repercusión popular haya sido pasiva, pero es el caso que alguna
vez –hasta donde nosotros sabemos– alcanzó a engendrar colateralmente
una promoción de poetas populares que operaban sobre la música de las
zarzuelas, si es que no crearon también algunas melodías a su imagen. Es
el caso de los tangos andaluces de 1855-1885.
135. Original mecanoscrito de Vega (que llamaremos original 2), posterior a uno incomple-
to, alternadamente manuscrito y mecanoscrito (que llamaremos original 1). Este capí-
tulo va precedido por un dos romano (II). Ver nota 109 en El tango español (“Este
capítulo posee...”).
136. El original 1 finaliza el párrafo con un comentario que desaparece en el original 2: “En
fin, aquí tenemos una muestra más de la enorme popularidad de los cantables de la
zarzuela y de sus resultados”.
90 los orÍgenes del tango argentino
137. El original 1 continúa: “Precisamente por esto es inocente la comparación de los tangos
andaluces o españoles de hace cien años con el tango argentino de nuestros días, tam-
bién producto de inexplicable alejamiento de sus tipos locales de hace medio siglo”.
los orÍgenes del tango argentino 91
138. Se refiere al capítulo 7 del plan original, que Vega no llegó a redactar.
92 los orÍgenes del tango argentino
Y esta otra copla que no sabemos cómo se relaciona con la del tema
anterior:
“Desde que bino el uso
De las peinetas,
Paresen las mositas
Gayos con cresta.”
139. Cruz encerrada en una circunferencia, para intercalar al parecer el ejemplo que hemos
escogido en el Archivo Carlos Vega. En función de la letra transcripta previamente, el
compás caudal de la tercera frase debería ser igual al de la primera, lo cual permite
suponer que la aquí pautada es una variante.
94 los orÍgenes del tango argentino
140. Espacio en blanco, previendo sin duda la intercalación del ejemplo que hemos escogido.
los orÍgenes del tango argentino 95
La misma música solía servir para nuevos textos; y era natural que
las diversas combinaciones métricas originaran numerosas variantes
melódicas.
“Como me sigas trayendo
Carne de la morería
No vuelvo a comer más carne
En el resto de mi vida.
Como me sigas trayendo
Pieles de la morería
Ya no me pongo zapatos
En lo que me quea e bía.”
los orÍgenes del tango argentino 97
Estas muestras dan clara idea de las características –por cierto muy
singulares– de la índole que animó los textos de aquel movimiento par-
ticular de tangos andaluces dentro del movimiento general del tango
español.
141. Original mecanoscrito con título precedido de un tres romano (III). El subtítulo (ma-
nuscrito) del mecanoscrito reza Los compositores. La versión manuscrita previa tam-
bién es encabezada por un tres romano.
98 los orÍgenes del tango argentino
142. 24-VIII-1879, citado por Gesualdo (ver constancia de Vega más adelante).
los orÍgenes del tango argentino 99
143. Extenso espacio en blanco en la versión manuscrita. En otro lugar del Archivo Vega
hemos encontrado una página manuscrita que podría estar prevista para ser intercala-
da aquí, si bien no aparece recogida en la versión mecanografiada. Dice así:
La sola lista incompleta de obras informa al lector acerca de la popularización del
movimiento, pero aún caben algunas líneas sobre su resonancia en todos los ambien-
tes. Hubo dos, tres, cuatro y más compañías consagradas al género chico en otros tan-
100 los orÍgenes del tango argentino
tos teatros, en el mismo año, y no holgaron las boleterías. Oigamos lo que escribió el
historiador Mariano G. Bosch en relación con las representaciones de La verbena de la
Paloma y El dúo de la Africana: “puede citarse el hecho de haberse ganado fortunas sola-
mente con esas dos obras que no quedó persona que no concurriera a admirar en los
teatros en que se daban [...]”. Por algunas semanas La verbena de la Paloma se representó
en cinco teatros al mismo tiempo, algunos a razón de dos veces por día. Don Enrique
Frexas, crítico del diario La Nación, escribió a raíz del estreno:
Aquí hay un espacio en blanco para la cita, que falta. Al margen, en letra muy pe-
queña, Vega anota: “Velloso / [un público] / español // emigrantes /ediciones: textos,
música / provincias // tocaron las orquestas // F. Sánchez verbenizado”. La referen-
cia a Florencio Sánchez se corresponde con un fragmento de su conferencia “El teatro
nacional” de 1921, recogido por Vega en una ficha manuscrita.
144. En el manuscrito previo, Vega escribe a continuación: “La decadencia del género se
acentúa hacia 1920, pero hasta nuestros días suele anclar alguna compañía de las que
ambicionan el renadío de los viejos laureles.” Luego escribe “no aquí”, y elimina la
oración en la versión mecanografiada. La citamos aquí, puesto que Vega no tuvo tiem-
po de reubicarla. Al pie de la hoja manuscrita, escribe: “Aquí van los compositores del
género chico”.
145. Este párrafo y el que le sigue constan en una página suelta que encontramos traspape-
lada. No es seguro cuál es el sitio al que Vega la había destinado.
146. Original manuscrito. El título es precedido de un cuatro romano (IV). Este subcapítulo
fue apenas esbozado por Vega, por lo que el ordenamiento no es necesariamente el
definitivo que él le hubiera dado. Vega no tuvo tiempo de corroborar la información
antes de su muerte. Hemos corregido algunos errores evidentes (propios de las cir-
cunstancias) y completado algunas fechas, tanto en éste como en el subcapítulo Com-
los orÍgenes del tango argentino 101
modelo del “tango del mate”, pues en rigor Exposición argentina es una imi-
tación local de la zarzuelita Certamen nacional que se estrenó en Buenos
Aires un año antes, con el célebre tango del café, “¡Cariño!”. Palau compu-
so en 1891 157 la partitura de La nihilista, del comediógrafo español Juan de
la Cruz Ferrer, y desde entonces sirvió a varios libretistas.
Ricardo Pérez Camino (n. Santiago de Compostela, 1842; f. Buenos
Aires, 1915) se radicó en Buenos Aires por 1880. Asistió al movimiento de
la zarzuelita y musicó, entre otras, El testamento ológrafo (1895), de Nemesio
Trejo 158, y El paso de los Andes (1895) 159.
Eduardo Torrens Boqué, compositor español (n. La Selva, Tarragona,
hacia 1856), que actuó en la década inicial, le puso música a Las heroínas de
Mayo de M. Bahamonde (1895), zarzuela en un acto y seis cuadros 160 .
Entre los compositores de la primera hora hubo algunos extranjeros
no españoles. Es el caso de Félix Lébano (Felice Lebano, n. Palermo, Italia,
1856; f. Buenos Aires, 1915). Vino a Buenos Aires en 1885, y escribió la par-
titura de Los consejos de don Javier, de Manuel Argerich, que se estrenó en
1892 161. Figura además el compositor Enrique H. Cheli que a comienzos
del siglo XX 162 musicó varias obras del género chico: Revista nacional, de
Enrique Buttaro (1903); El secreto de la piedra, de Luis Mejías (1905); Carne
fresca, zarzuela de Rafael López (1905); Fachabruta y Bachicha (ambas de
1907) y Narigueta (1908), de Agustín Fontanella.
Este lamentable y aburrido detalle de la continuación argentina de la
zarzuelita española en la Argentina es incompleto, está sujeto a reajustes y
correcciones y supera, en cuanto al tiempo, el período 1890-1900, esencial
para el tema de este libro; pero da al lector una idea muy aproximada del
enorme volumen que adquirió esa prolongación del movimiento zarzuelero
chico, especialmente en Buenos Aires 163.
157. Gesualdo dice 1894, lo cual no parece concordar con la fecha de Exposición argentina.
Vega enmienda –siguiendo, al parecer, a Gesualdo– su 1891 original.
158. Algunas fuentes discrepan respecto al año, y al compositor. El dato coincide con el que
da Bosch, p. 460.
159. Vega anota al margen “mi archivo”.
160. Vega anota al margen, nuevamente, “mi archivo”, y agrega “1892 / 1900”.
161. 1902 o 1903 según otras fuentes.
162. Vega escribe “de este siglo”.
163. Este párrafo y el que sigue ocupan los dos últimos tercios de la última hoja manuscrita
de este capítulo. El primer tercio se inicia con un texto que luego ha sido tachado, y
cuya continuación no ha sido redactada: “Nos apresuramos a insistir en algo que saben
todos [los] especialistas:”. Hay un espacio en blanco en el cual Vega escribe su idea en
cuatro renglones, y los rodea por un recuadro ovalado: “de manera que cometen tres
faltas: / opinan por ignorancia / publican por audacia / y niegan por soberbia”. Nos
parece importante consignarlo.
104 los orÍgenes del tango argentino
164. Hay una carátula manuscrita con este título precedido de un cuatro romano (IV). Es
evidente que Vega no había terminado de resolver el orden de este grupo de capítulos,
cuya estructura, como hemos visto, no se sobreentiende en el plan general revisado por
Ayestarán. De este capítulo tenemos un original bastante caótico, parcialmente meca-
nografiado y parcialmente manuscrito, que se desdobla a veces en folios que constitu-
yen dos versiones sucesivas de un mismo pasaje. Los dos primeros párrafos del capítu-
lo cuentan precisamente con una versión manuscrita previa, que presenta grandes di-
ferencias incluyendo la eliminación de un párrafo intermedio. Damos a continuación, a
los efectos que correspondan, el texto de los párrafos manuscritos precedidos del título
Difusión en la Argentina, esta vez sin número romano, texto cuya ubicación en el plan
general del libro no queda plenamente clara:
que viene a Buenos Aires con la zarzuela y con el género chico desde el
primer momento, esto es, desde 1854 o poco después, y que se populariza
desde entonces.
Los tangos españoles de la zarzuela animaron la floración de los an-
daluces, y es claro que estos tangos, con nueva letra, pasaron a la Argentina
con los emigrantes de Andalucía. Pero las canciones tienen diversos mo-
dos de vida. Nada de lo que llevan los emigrantes consigo arraiga y se
generaliza en los nuevos ambientes por obra de la simple traslación. Los
tangos de la floración andaluza estaban destinados a morir sin ulterioridad
–como murieron todos sus cantares–, cuando de su intrascendente agonía
pasiva extrajimos nosotros las antiguas melodías. La gran difusión, la gran
popularidad de los tangos andaluces se produce en la Argentina por obra
del mismo torrente que la zarzuela y afines despeñan, esta vez en la Argen-
tina, tal como antes en España. En todo caso los portadores andaluces pue-
den haber tenido mayor razón para agregarse a la masa de público que
recibió los tangos españoles en el teatro o los oyó en todas partes reprodu-
cidos por diversos medios.
En el capítulo dedicado a la difusión de los tangos de zarzuela y la
floración que estimuló en Andalucía, nos ocupamos del tango “de los som-
breritos”, popular en Sevilla hacia 1880, y del que con la misma música se
cantó antes en Cádiz:
“Ar salí los nasarenos
Er Biernes santo
Er barcón que estaba enfrente
Se bino abajo”
según la versión del folklorista Antonio Machado y Álvarez que doy lite-
ralmente. Habida la música, como dijimos, y los versos que oyó el viajero
francés Charles Davillier en Sevilla en el año 1862:
“¡Ay! ¡Qué gusto y qué placer!
(qué cosa rara)”
165. Escribe Vega en un medio folio manuscrito que ha agregado aquí: “Curioso resulta
saber que los viejos andaluces recuerdan todavía a un clown granadino, Gonzalo Agus-
tino, que en el circo Colón, plaza del Humilladero, cantaba estos tangos allá por el año
1885; y que poco más tarde, en Madrid, formaban parte del repertorio de los organitos”.
los orÍgenes del tango argentino 107
Dijimos que la música nos fue entonada por andaluces viejos residen-
tes en Buenos Aires. Tampoco es extraño. Buena prueba de su popularidad
en España y de su existencia pasiva en la colonia andaluza residente. La
zarzuela repitió la difusión en la Argentina, en el Uruguay, etcétera, y el
tango se generalizó por todas partes.
Don Vicente Rossi, aficionado audaz, reprodujo en su libro Cosas de
negros varias composiciones musicales breves que él llama “viejas milongas
de la Academia montevideana [...] lejítimas projenitoras del Tango”. Lo
primero que tenemos que observar es que el músico a quien acudió Rossi,
“que conoció a los virtuosos”, escribió el acompañamiento de estas milongas
–excepto el de “La estrella”– con fórmulas de tresillos en la mayor parte de
los compases, y sólo en el caso de la mencionada usó la verdadera fórmula
clásica de la milonga. Añadamos que esas fórmulas en tresillos suelen apa-
recer en algunos tangos españoles tardíos. Nótese lo antedicho en el si-
guiente ejemplo de “Pejerrey con papas”, “milonga clásica”, según Vicente
Rossi:
108 los orÍgenes del tango argentino
167. El mecanoscrito de Vega deja aquí un espacio en blanco, pero la ficha que llenaría
ese espacio no aparece. Una anotación al margen, que puede ser de Vega, dice:
“La ficha no va”.
los orÍgenes del tango argentino 111
Pero resulta que Abdón Arózteguy publica en 1896 sus Ensayos dra-
máticos y, como apéndice, varias de las páginas musicales que complemen-
tan sus obras, entre ellas, el tango que bailan los negros en Julián Giménez.
Esta música es una versión del tango andaluz del disco, “Detrás de una
112 los orÍgenes del tango argentino
liebre iba”, no tan alejado que se oculte su identidad de origen. Don Anto-
nio Podestá, que la escribió, nos dijo que se la tomó a los actores. Es indis-
pensable aclarar cosas. Como en opinión de los impresionistas detrás de
cada menguado puntillo de las melodías está tendida toda la raza negra,
“el tango”, no importa cuál, es negro para todo el mundo en cualquier
época. Cuando el dramaturgo quiso poner un tango, se consideró obligado
a escribir un texto de negros en dialecto bozal y se inspiró en el viejo texto
popular y sobre la base de conocida música. Así tenemos la música de un
tango andaluz asociada con un texto típico del tango cubano. Nosotros no
vamos a extendernos en la consideración de las complicaciones que trae la
analogía de varias especies afines que se llaman “tango”. Los estudiantes
no pueden pretender la penetración del profesional, y si el profesional no
es infalible, es lógico que las observaciones provengan de otro profesional.
Pero nada de eso importa en la demostración que nos ocupa. Sea lo que
fuere, aquí tenemos un tango español cuya música fue popular en España
y en la Argentina al lado de los que hemos visto.
Obtuvimos la música de tres tangos andaluces de hacia 1880; y com-
probamos que los tres fueron populares en nuestro país. Si nosotros hubié-
ramos podido hacer estos estudios unos veinte años antes, habríamos en-
contrado la resonancia íntegra de todo el movimiento de los tangos popu-
lares andaluces. 168
Otro de los tangos que alcanzaron enorme popularidad en Buenos
Aires a fin de siglo es el tango español “Mi suegra me quiere mucho”, que
en mérito a su difusión alcanzó los honores de la grabación tiempo des-
pués. Su texto era el siguiente:
“Mi suegra me quiere mucho.
Reniego de su querer,
no me deja ni un momento
a solas con mi mujer.
Maldita mi suegra,
perversa señora
que tiene hasta miedo
de quedarse a solas.”
etcétera.
No sin algún esfuerzo el lector músico debe admitir que este tango es
una versión, deformada y alejada por el uso, de una melodía de la zarzuelita
española La Gran Vía, libreto de Felipe Pérez y González, música de Chue-
ca y Valverde, que se estrenó en Madrid en 1886 y en Buenos Aires en 1889.
Su texto original dice:
“Juanita la costurera
se viste siempre de gros
y va a los toros en delantera
con mantilla de encaje y reló.”
Ahora nos interesa ver cómo, casi desde la instalación del género chi-
co sobre la cuña de La Gran Vía (1889), ingresan al movimiento composito-
res locales 170 , al lado de libretistas españoles y, muy especialmente, en co-
laboración con animosos autores argentinos. Estamos seguros de que estas
actividades –ya por completo olvidadas– superan también lo que puede
suponer el estudiante moderno, aun cuando nos limitemos a la primera
década. Dos compositores, uno argentino, el otro uruguayo residente, son
los protagonistas: Eduardo García Lalanne y Antonio D. Podestá 171.
Eduardo García Lalanne (n. Buenos Aires, 1863 172; f. B. Aires, 1937)
compuso la música de Ensalada criolla (1898) 173 y Los boqueños (1898) 174, de
Enrique De María; El Sargento Martín, de Ezequiel Soria (1896); Instituto
frenopático (1897) y Gabino el mayoral (1898), de Enrique García Velloso; La
trilla, de Nemesio Trejo (1901); El medallón, arreglo de Ezequiel Soria (1903)
y Bravucho, del mismo Soria (1904); Consecuencias 175, del uruguayo Enrique
Buttaro (1903).
Francisco Hargreaves (n. Buenos Aires, 1849; f. B. Aires, 1900) compu-
so la música de Una noche en Loreto, sainete 176 de Ángel Menchaca (1890).
169. Transcribimos aquí el texto de una hoja manuscrita, cuyo título es simplemente “Ar-
gentinos”, y referimos el contenido de dos hojas mecanografiadas por Vega como fi-
chas, bajo el título “Músicos que compusieron zarzuelas y zarzuelitas”.
170. El “compositores locales” es agregado nuestro.
171. Vega deja incompleta la redacción de los cuatro párrafos que siguen. Como en el
subcapítulo Compositores españoles en Buenos Aires, el cotejo de la información re-
unida aquí - todavía en un nivel de acopio de datos - ha sido particularmente difícil,
dadas las limitaciones de tiempo que nos hemos debido imponer para no demorar aún
más esta demoradísima edición.
172. Algunas fuentes consignan 1865.
173. Anota Vega al margen: “Tango / se bailó en escena / cortes y quebradas”. Es probable
que el año sea 1890 (José Antonio Saldías –Instituto Nacional de Estudios de Teatro–,
Hugo Lamas & Enrique Binda), si bien varias fuentes coinciden con 1898 como año de
estreno (José J. Podestá, Wálter Rela, Luis Ordaz).
174. O Los boquenses, de acuerdo con Saldías/INET.
175. José J. Podestá y Guibourg escriben Consecuencia.
176. Zarzuela en un acto según Mariano G. Bosch.
116 los orÍgenes del tango argentino
La coreografía
del tango argentino
183. En el original manuscrito de Vega, el capítulo se inicia con una especie de enumeración
o listado del contenido previsto (que el tiempo no permitió seguir al pie de la letra ni
llegar a recorrerlo en su totalidad): “Dónde y quiénes elaboran el tango. Los dancings
(peringundines). Lupanares. Casas de baile. Bailes públicos de teatro. Hoteles. Clubes
privados. Los candombes; las comparsas. El tango no fue creado por el “pueblo” sino
por un reducido número de insignes bailarines.” El título es “La cuna del tango”, y hay
un pre-título: “La formación del tango”. Sendas anotaciones en los márgenes rezan:
“Ver Pancho Romay”/“recordar Echagüe” / “Giura”.
118 los orÍgenes del tango argentino
eso, que los forjadores del tango fueron los hombres del arrabal o de las
barriadas, el “pueblo” –en el sentido económico de las clases desposeídas–, en
una palabra, los pobres. No menos grata para todos es la precisión: “Nació
en los corrales viejos / allá por el año ochenta” –como decía el vate, que no
adivinó esta vez 184; y en cuanto a la música, que “Villoldo es el padre del
tango”. Aunque parezca que no, estas afirmaciones son tardías consecuen-
cias del sentimiento romántico.
Desearíamos encarecer a quienes desean sinceramente los resultados
de la investigación seria el abandono de esas afirmaciones emocionales y
la adopción de una actitud expectante. Para la pregunta “dónde y quiénes
elaboraron el tango”, nosotros ofrecemos una respuesta general que coloca
el problema bajo el enfoque científico: el tango fue elaborado en los lugares
donde se bailaba por dos generaciones de bailarines.
Los dancings
Los lugares de bailar estaban por todas partes, en toda la República.
En el propio corazón de la ciudad antigua, en el mismo centro de la Plaza
de Mayo, había un dancing llamado Bataclán, y en él se bailaba el tango con
corte y quebrada en el estilo más puro de los lupanares fin de siglo 185. Era
en un pequeño local de la Recova. Muchos no recordarán algún conoci-
miento de la Recova. Desde la boca de la calle hoy Reconquista y hasta la
de la calle Defensa, sobre terreno de la plaza, se extendía un cuerpo de
edificación angosto de diez metros y largo de unos cien, que atravesaba el
espacio abierto y cortaba la plaza actual en dos plazas: hasta la Casa de
Gobierno, la Plaza de Mayo; hasta el Cabildo (y la Intendencia actual), la
Plaza Victoria. Se demolió en 1900. 186
Algunos hoteles destinaban espacios para el baile. El general Ignacio
H. Fotheringham menciona el Hotel Oriental, también instalado en el
centro.
Casitas
Las garçonnières (casas de muchachos) llamadas comúnmente “casi-
tas” eran eso: una casa no muy grande que alquilaban y sostenían unos
quince o veinte muchachos –a veinte o treinta pesos por mes y una
sobrecuota variable para bebidas– y ponían a cargo de una mujer que invi-
taba a varias mujeres desinteresadas y libres. Decaen hacia 1910. Se trataba
de clubes más o menos cerrados y los promotores eran barras de estudian-
tes, muchachos de familias distinguidas, “niños bien”. Estos lugares fun-
cionaban con el solo objeto de bailar el tango, y la música estaba a cargo de
músicos buenos, famosos ya a comienzos del siglo, como Vicente Greco,
promisorios como Firpo o Canaro. Estas casitas estaban ubicadas en diver-
sos lugares de la ciudad, y en los centros que hoy llamamos el Gran Buenos
Aires, y no creemos equivocarnos que, tan fuertes como éstas o más mo-
destas, las hubo en casi todas las ciudades importantes de la República.
El general Fotheringham recuerda El Alcázar, casa pública instalada
en el centro. 188
188. Es probable que esta oración debiera ir antes del subtítulo Casitas. Es también probable
que haya una página extraviada, previa a la que se inicia con ella.
189. Extenso espacio en blanco.
190. Un recordatorio en lo alto de la página enumera un posible orden, que no es necesaria-
mente coincidente con el que explicamos en la llamada 183, lo cual puede significar que
uno y otro folio fueron escritos en momentos distantes: “En el teatro. En las boîtes. En
los lupanares. En los bailes públicos. Cafés de verano (Hansen y El Tambito). Las esqui-
nas.” En el margen izquierdo Vega escribe: “El tango en la calle”.
120 los orÍgenes del tango argentino
Hombres
Con respecto a los hombres, hemos comentado la inexacta y gustosa
creencia general de que los forjadores del tango fueron los arrabaleros, los
canflinfleros, los orilleros, los compadritos, los mozos del pueblo, los des-
poseídos. Ya hemos dicho que las danzas se hacen en los lugares de bailar
y que las hacen los bailarines. El cuadro se pinta en el estudio y lo pinta el
pintor; el pan se amasa en la panadería y lo hace el panadero; los zapatos se
fabrican en la zapatería y los hace el zapatero; el traje se corta y cose en las
sastrería y lo hace el sastre; la comida se prepara en la cocina y la hace el
cocinero. Así ocurre con todos los productos de uso o de consumo. Sería
incorrecto y vago decir que el pueblo hace el pan en los arrabales, que el
pueblo hace los trajes en las orillas.
bronce y casi niños de buena familia con aspectos de colegiales”. (La Na-
ción, 10 y 16-IX-1896.) 194
El escritor sanjuanino Juan Pablo Echagüe, enemigo del tango antes y
después del ascenso, condena la danza y se refiere a la fiesta que se le con-
sagra durante el carnaval en el teatro Ópera. En un artículo de 1906 alude a
los bailarines, sólo a los hombres. Dice: “Con todo, el tango merece aún los
honores de ser bailado por gentes distinguidas durante las carnestolendas
de nuestra Ópera. Y, menester es confesarlo, esta clase de danzantes sobre-
sale por su habilidad”. 195
Que no haya duda, entonces, de que los forjadores de la coreografía
porteña fueron varones –bien dotados– de todas las clases sociales, y de
que la forjaron en todas partes –en las orillas, en el centro, en Palermo...
194. Este párrafo es seguido de espacio en blanco en una hoja que oficia de ficha.
195. Espacio grande en blanco. Hay una anotación poco legible al margen, que parece decir:
“Todos / No eran agregados, eran los principales y los mejores”.
196. Original manuscrito. Vega anota debajo del título: “y su asociación con la música del
tango español aporteñado”.
los orÍgenes del tango argentino 123
bién es variable. Una danza puede cambiar de nombre por cualquier razón
o sin ninguna razón; y un nombre puede cambiar de coreografía. Una sim-
ple evolución puede modificar poco a poco la coreografía de una danza
que funciona bajo un nombre. Cuando se produce una gran conmoción
coreográfica el cambio es menos lento y más general. Por ejemplo, la con-
moción que produjo el ingreso del ciclo de la pareja enlazada. En todas
partes se abandonó parcial o totalmente la independencia de los danzantes
“sueltos” y se sustituyó esa técnica por la de los danzantes enlazados. Sin
embargo, quedaron bajo la misma etiqueta la música y el texto que acom-
pañaban a la coreografía anterior; y si el público usuario no se preocupa en
discriminaciones coreológicas, el musicólogo debe reconocer y difundir el
hecho de que un “nombre” cambia de danza, esto es, que cambia de “co-
reografía”. Lo cual significa que siguen dos danzas distintas con el mismo
nombre.
Todo esto nos muestra la inconsistencia del nombre y de la música si
se trata de distinguir las peripecias de una danza determinada. Sin embar-
go, a falta de datos mejores, el historiador tiene que suponer, en principio,
que las danzas no andan cambiando de etiquetas todos los días por el gus-
to de darle trabajo. Se confirma que la coreografía es el elemento
caracterizador de cada especie (minué, vals, tango).
Dijimos que el tango es, fundamentalmente, una coreografía; queremos
llegar a una definición más comprensiva y general: todas las danzas, la
danza, es fundamentalmente una coreografía. La música es muy importante y
hasta casi imprescindible, pero no es el elemento permanente, caracterizador
de cada especie. Cuando se dice que una danza es elegante, seria, picares-
ca, monótona, sensual, lúbrica, etcétera, el observador se refiere a la coreo-
grafía. Si se nos dice que al son de “Caminito” una pareja bailó el tango
argentino enfrentada y sin tomarse y haciendo contorsiones, contestare-
mos que eso no era el tango argentino sin acordarnos de la música.
La coreografía de una danza implica una forma, un plan de evoluciones,
una serie de fórmulas, un conjunto de principios de moción coreográfica. Se fun-
da en el paso –alto o bajo– que no es caminar, sino caminar-en-tensión,
caminar-aladamente, y se realiza mediante una serie de movimientos, de
desplazamientos y actitudes, más o menos fijos, pues su constancia, la re-
gularidad de sus bases de acción, produce y organiza en el tiempo la suma
de imágenes específicas de cada especie.
La forma coreográfica implica un estilo, una manera de realizar la mo-
ción coreográfica, un modo de bailar. La forma es un conocimiento latente en el
espíritu del danzante. El danzante “sabe” una coreografía y la va a realizar.
La orquesta ejecuta un minué. El danzante y su compañera prevén que
deben saludarse, tomarse de la mano, avanzar cuatro pasos, etcétera; esto
124 los orÍgenes del tango argentino
202. Encima del renglón manuscrito, entre “las dos décadas” y “en que se produce”, Vega
abre un paréntesis pero no llega a escribir nada dentro de él.
203. Falta aquí un cuadro al que hace referencia el manuscrito: “El cuadro ilustra el punto”,
dice el texto. Se trata seguramente de una etapa posterior a la de la ilustración que
los orÍgenes del tango argentino 127
cuadrilla
lanceros
–––––––
vals
polca
mazurca
chotis
habanera
lupanares, en las casas de baile, en los hoteles que habilitan espacios para
la danza; será después en las “casitas” alquiladas al efecto, en los cafés de
verano, en los teatros para la danza,... en los lugares de bailar. Y allí se encon-
trarán juntos y hermanados los bailarines de la aristocracia, los de la clase
media, los de las clases menores, los malevos, los orilleros, los compadritos...
–repetimos– los “bailarines”.
Veamos ahora los documentos que iluminan el proceso de la creación
porteña de una coreografía general, original y nueva, de categoría universal,
para todas las danzas, que será luego exclusiva y definitoria del tango
argentino.
El general de división Ignacio H. Fotheringham fue un inglés nativo
de Southampton (1842) que por consejo de Manuelita Rosas vino a la Ar-
gentina. Llegó a Buenos Aires por 1864-1865 con sus veintipocos años y su
vocación militar, que aquí realizó desde el grado de subteniente.
Joven y nada tímido, Fotheringham habrá dedicado buena parte de
su tiempo a conocer la ciudad y, en armonía con sus años, a disfrutar de sus
noches. Y esto habría sido inmediatamente después de su llegada, que es
cuando lo hacemos todos los que llegamos a una ciudad. Está bien entera-
do e hizo sus buenas recorridas creemos que en 1865 y años inmediatos.
Su libro de memorias (1908) contiene párrafos que merecen la más atenta
lectura:
204. El paréntesis recto es de Vega. El “¿posterior?” está escrito en letra tipo script, diferen-
ciada de la cursiva del resto.
130 los orÍgenes del tango argentino
Quiere decir todo esto que los ambientes libres disponen de una atra-
yente coreografía porteña ya madura desde la década 1880-1890. 207 Pero
resulta que los documentos no mencionan al tango como presente en esos
bailes libres –ni en los otros– al lado de polcas y mazurcas. Y es porque
durante esas dos largas décadas de incubación no hay tango, no se baila la
música del tango superior, del popularísimo tango español que se está
aporteñando.
Un día ocurre.
Los escritos de la época empiezan a nombrar al tango –no hay otro en
su nivel– como danza que se baila y, lo que es más interesante y lógico, que
se baila con corte. Es poco después del estreno de la zarzuelita española El
año pasado por agua cuando un adolescente catamarqueño, Ezequiel Soria,
208. Vega inicia esta cita con un “–«Sen»” que queda interrumpido, y deja un espacio en
blanco antes de retomar el “–Señor...”.
209. Vega anota al margen: “está repetido después”. No hemos encontrado el original suyo
en que aparecería tal repetición.
132 los orÍgenes del tango argentino
Añade que las mismas figuras del tango a la vez, modernizan a los
bailes ya nombrados y al one-step y two-step especialmente, pues ellos se
pueden aplicar a cualquier baile... etcétera.
Parece una ocurrencia singular. Sin embargo, un profesional italiano
de muy alta jerarquía radicado en Montevideo, Marcelo Vignali, incide en
la misma idea, bastante más tarde en 1918, cuando todavía está luchando
el tango con la intransigencia de los salones. Escribe:
210. Este breve párrafo inicia una página nueva. La continuación del párrafo se insinúa con
una “S”, pero allí se detiene. El resto de las página está en blanco. Vega la sustituye por
una página mecanografiada que se inicia igual. Y la “S” pasa a ser una “L”.
los orÍgenes del tango argentino 137
y esta quebrada
de arte nuvó
que a las mujeres
les da calor
y esta corrida
hay que aprender
para tenerla
loca después.” 212
211. En una publicación oficial aparentemente confiable (José Antonio Saldías [director]:
Antología musical argentina, Sección Sainete argentino, Fascículo I. Instituto Nacional
de Estudios de Teatro, Comisión Nacional de Cultura, Buenos Aires, 1945) este texto
aparece con diferencias: “tus labios” en vez de “sus labios”, “mis ojos en tus ojos” en
vez de “sus ojos en mis ojos”, y “mis promesas” en vez de “mis ternuras” (o “mis
ternezas”, como figura en otra fuente). Sin embargo, “voy volcando en sus oídos” no
sufre alteración.
212. Anotación de Vega en el margen: “comentar”.
138 los orÍgenes del tango argentino
querer una de las especies afines, como ha ocurrido y está ocurriendo hasta
hoy a cada paso. Por lo demás, cada milonga, cada título, todas las obras
de cada especie, padecían desgaste y envejecían rápidamente; podían du-
rar meses o uno o dos años, a lo sumo. La renovación era constante. Y la
milonga no tuvo compositores como para reponer lo que se exigía. En fin,
la milonga era un poco rápida, para una realización primorosa y placente-
ra de la coreografía nueva. 215 Cayó por suma de circunstancias adversas, al
lado de dos especies musicales afines –el tango y la habanera– que en for-
ma pasiva llenaron su claro.
Pero la habanera no cae. En primer lugar goza de gran predicamento
social, figura en los carnets de los bailes aristocráticos con el vals, la polca,
etcétera; en segundo lugar, porque añade a estos poderosos títulos el méri-
to de especie agraciada por los grandes compositores de zarzuela y hasta
de ópera, y la enorme popularidad que le ha granjeado el teatro. En presti-
gio y en difusión occidental, la habanera es muy superior al tango; en po-
pularidad, igual. Pero la habanera es un poco lenta para el brillo de la nue-
va coreografía. Entre las tres –habanera, milonga y tango– es ligeramente
preferible el tango.
La habanera cae a su tiempo, con sus compañeras –la polca, la mazur-
ca, el chotis, la cuadrilla, los lanceros...– cuando la primera guerra mun-
dial cambia la sensibilidad del mundo. Las fuertes danzas de entonces,
ungidas y lanzadas por París y bienvenidas a Buenos Aires entre 1845 y
1850, están desgastadas, cumplen sesenta y cinco años y merecen gloria
artística; aún permanecerán por ahí hasta 1920, y en la campaña, mediante
el consabido proceso de folklorización, buscarán acomodo en los venera-
bles repertorios de la tradición. El vals, de ritmo insustituible, sube y baja,
pero queda. 216
217. Como se dijo en las Palabras previas, Vega no llegó a redactar el primer capítulo de
esta sección (quinta en su plan general). Hemos entendido que el texto que damos
como tercer anexo refleja el espíritu de buena parte de lo que estaría incluido en ese
proyectado capítulo.
218. En el original manuscrito de Vega, también este capítulo se inicia con un listado del
contenido previsto, en dos formulaciones distintas estampadas en otros tantos folios.
Una de ellas: “Año 1910. El ambiente de Europa. París. La Exposición Universal. Los
cabarets. Los argentinos en París. Las temporadas de invierno de las familias argenti-
nas.” La otra formulación: “El tango sigue el camino de todas las danzas que triunfa-
ron. La condición del éxito universal: la aceptación de París. El tango se dio a conocer
142 los orÍgenes del tango argentino
Cosquín, La Falda y Capilla del Monte; otras iban a Mar del Plata o a sus
grandes estancias de la provincia de Buenos Aires; las más, en fin, al exte-
rior. Los jóvenes llamaban a estas semanas “el momento del desbande”.
Los grupos familiares que iban al exterior raramente se embarcaban
en noviembre, con frecuencia en diciembre, enero y hasta en febrero; ex-
cepcionalmente –por razones especiales– en abril. Algunas se dirigían a
Londres –ciudad muy preferida, pero interdicta por el idioma–, pocas a
Roma o a Madrid; casi todas a París. Se contaban por centenares. Eran tras-
lados en masa, que hoy podrían parecernos fabulosos. Llevaba cada fami-
lia decenas de baúles, buena parte de la servidumbre –y aun toda ella, si
alquilaban casa en Francia–; en fin, algunas llevaban... –¿por qué no, si ha-
bía cientos de miles en la pampa?–, llevaban vaca y ternero porque faltaba
la leche a bordo. Son todas estas cosas de sultanato medieval las que res-
paldaban el enorme prestigio argentino que valió después para designios
varios. 219
Es fácil suponer que estas migraciones familiares eran verdaderos alar-
des de generosidad en el dispendio privado y de potencialidad económica
en el orden nacional. Para unos más, para otros menos, aun en la época de
oro de las grandes fortunas rurales, el viaje significaba un esfuerzo; pero en
manera alguna lo que podríamos suponer hoy. Hemos oído a los ancianos
que “se iban a París por razones de economía”. Exacto o no, esto da idea
cabal del valor de la divisa argentina, increíble para las generaciones ac-
tuales. Se nos refiere que allá por 1890 el doctor Rufino Elizalde, ministro
del general Mitre, sentaba en su mesa a la esposa, nueve hijos, tres herma-
nos y una prima, y sustentaba personal de servicio hasta la cifra total de
treinta personas en la casa. La señora decía: “¡Qué barbaridad, hijos; casi
ocho pesos de almacén y mercado por día!”
En París las familias se alojaban principalmente en el Ritz y en el Palace.
Creaban, de hecho, nutridos subcírculos sociales de la élite porteña. Con
esas familias y en torno a sus miembros iban parientes, amigos, allegados,
pretendientes... Muchos de los jóvenes eran los atildados y moderados “ni-
ños de sociedad”, serviciales para con las mamás y las niñas, respetuosos
de la moda, fieles a las costumbres urbanas; pero ocurre que con ellos y con
las familias iban también los otros, los libertinos, los que colmaban las glo-
rietas del café de Hansen, las “casitas” alegres, los dancings caros de Bue-
nos Aires.
220. Sic.
221. Espacio en blanco en el manuscrito.
144 los orÍgenes del tango argentino
222. Hay aquí un corte en la hoja. Es probable que falte una línea del manuscrito.
223. En una versión previa de esta parte, el manuscrito de Vega dice: “Algún bailarín fue el
primero; alguna vez de esas veces –la segunda, la tercera– el espectáculo nuevo encen-
dió la emulación. Hay muchos otros argentinos mirando en el recinto; salen algunos
medio caminando y tropezando con mujeres no adiestradas... El cabaret siente los atrac-
tivos de la danza nueva.”
los orÍgenes del tango argentino 145
“Debemos creer la palabra de este hombre docto, que nos asegura que
esta danza está llamada en breve plazo a reemplazar las demás./Es
graciosa, ondulante y variada con agradables y diversas figuras./
El boston, el doble boston, tan agradables, afirma M. Robert, no se pue-
den comparar con el tango argentino.”
228. Este párrafo aparece en el manuscrito como una llamada al final del anterior, que curio-
samente es seguido de un amplio espacio en blanco.
148 los orÍgenes del tango argentino
más que de «media luna», de «corte». ¡Adiós las «czardas», los «valses
tourbillon», el «vals hésitation», adiós el «boston»! [...] Se empieza a
bailar en todos los lugares donde se toma el té, donde se come, donde
se cena. El puchero de garbanzos y choclo aparece en «L’Abbaye de
Thélème».” 236
Hasta el año 1910 los grandes bailarines de la Argentina con sus hábi-
les compañeras oscuras y fieles siguen brillando en la realización del tango
que recibieron de la generación bravía e insuperada. 239 Socialmente, el tan-
go es un baile de hombres; las mujeres –todas, las aristócratas y las humil-
des– no participan en el laboreo de la danza proscripta. La bailan las muje-
res ínfimas, las mujeres libres; bailar el tango es una definición. 240
Como de costumbre, los varones van a lo suyo; y lo suyo son los cafés
de verano, los hoteles, las “casitas”, los lupanares. No aspiran a imponer el
tango en parte alguna ni saben de imposiciones; no preparan ningún as-
censo. Ellos tienen ahora libertades que no admitiría ningún salón y que
ellos no consentirían a sus hermanas. Se están divirtiendo, como el año
anterior, como años atrás. 241
En toda la historia social de la Argentina libre no hubo generaciones
más celosas del rango que las de hacia 1880-1910. Nada comparable a la
intransigencia con que se midió el nivel social, al envanecimiento del “ape-
llido”, a las prerrogativas que se arrogaban, a la convicción de sus dere-
chos a las prebendas y canonjías oficiales. Fortunas colosales articulaban el
respaldo de los apellidos ilustres y edificaban verdaderos palacios para
asiento de esas dinastías sin títulos. Circulaba sorda guerra contra las aje-
nas pretensiones al nivel de aristocracia, porque así eran menos las fami-
lias más encumbradas.
Esta clase dominante, en parte fundada en apellidos de nuestros pró-
ceres, en parte sostenida por hijas o nietas de inmigrantes multimillonarios,
se movía en la órbita del más cerrado positivismo. 242 Sus inquietudes inte-
lectuales o artísticas eran poco menos que nulas, y hasta se miraba con
prevención a los que se distinguían en las cosas del espíritu. Su máximo
interés se concentraba en la representación social y en las grandes y varia-
das preocupaciones que las actividades de la alta jerarquía traían consigo:
vestido, adorno, mansión, coches, caballos, clubes, deportes, estancias, ser-
vidumbre, teatro lírico y gemelos, beneficencia, caridad. No será necesario
decir que el comportamiento familiar y la orientación de la clase eran regi-
dos por las damas mayores con su consejo de matronas, directamente o
influyendo a través de los hombres. Jóvenes de sociedad las secundaban.
Se llamaban a sí mismos “hombres de mundo”. 243
En cuanto a las características de todos sus bienes de uso urbano y de
sus líneas de conducta social, los modelos eran los de París. Buenos Aires,
socialmente, era una colonia francesa, y cada ciudad, cada pueblo del
interior, imitaba a Buenos Aires hasta donde podía. Las familias pudientes
pasaban casi todos los años temporadas en París 244, de donde regresaban
con los trajes, los sombreros, la porcelana y todo lo necesario para su luci-
miento en Buenos Aires. Y no era necesario que fueran muy pudientes.
El valor del peso argentino era tan elevado que se decuplicaba en francos
de alto poder adquisitivo. Podía ir a París toda la familia por razones de
economía.
El Club del Progreso, fundado en 1852, centralizaba el gobierno de
los intereses sociales, para no mencionar aquí los económicos y los políti-
cos; el Jockey Club lo acompañaba desde 1882. 245 Allí los grandes saraos;
allí la ilustre “feria de vanidades”. Allí el vals, que llegó a Buenos Aires en
1804; la polca, que se conoció en 1845, y sus adláteres la mazurca, el chotis...
Allí la cuadrilla 246 y su camarada los lanceros, herederos de la contradanza
que cayó hacia 1850; allí los bailes menores, el skating, el pas de quatre. 247 Y
el fugitivo minué con la gavota, ambos resurrectos hacia 1892... Todo puli-
do, todo planchado, todo correcto. Como en París o, mejor todavía, como
en Londres, que era más chic. 248
Era necesario estar perfectamente loco para concebir la sospecha de
que la severísima sociedad porteña pudiera abrir sus salones al tango. Casi
todas las damas habían oído hablar del tango, pero como oímos hablar de
los mataderos, del ferrocarril Midland, de la quema de las basuras, de Puerto
Nuevo, de la toma de las aguas corrientes... de todas esas cosas que pue-
blan nuestro contorno y nos acompañan durante toda la vida sin que pen-
semos en que puedan aparecer en nuestro camino, introducirse en nues-
tras prácticas, ingresar a nuestra esfera afectiva. Muchas niñas aristocráti-
cas habrían visto a los varones de la propia casa marcar un corte o una
quebrada, pero en ausencia, como ante cosa lejana, como se ven en el teatro
las danzas rusas, la jota... Lindas o feas, cosas de otros. Y en el caso del
tango, había que añadir una tradición de ignominia. Porque no hay que
confundir: el tango podía ser esto y lo otro “coreográficamente”, pero
“socialmente” era un baile escarnecido, infame, y –algo más que vulgar y
plebeyo– un baile de negros. Danza de libertinos, y era cierto; baile de pros-
titutas, y era cierto; baile de lupanares, y era cierto; baile de escándalo
–trompis, botellazos, tiros, borrachos–, y era cierto.
Sin embargo... ¡No puede ser! ¿Quién lo dice? ¡Han leído mal!
245. Vega escribe “18..” a fin de completar luego. Sigue un breve espacio en blanco.
246. Anotación al margen: “ojo”, al parecer en relación con el tachado de las “s” en “las
cuadrillas”.
247. Aquí Vega deja un breve espacio, al parecer para agregados a la enumeración. Y retoma
en minúscula: “y el fugitivo minué”.
248. Anotación al margen, que establece un vínculo con lo señalado en el segundo párrafo
del capítulo El tango argentino en París: “idioma oponíase a Londres”.
los orÍgenes del tango argentino 153
“Cuando hace más de un cuarto de siglo el tango logró pasar del arra-
bal a los salones, hubo quienes se hicieron cruces, considerando que el
daño alcanzaba proporciones de catástrofe. Para llegar a tan alto desti-
no social, el tango necesitó pasar por el filtro de una depuración capaz
154 los orÍgenes del tango argentino
bueno, sí; pero no nos sentamos sobre el talón, no nos quebramos hasta
quebrarnos, el corte es breve... Si le sacamos eso no queda el tango, y eso es
lo que gusta.
Empieza el año 1912. Las noticias alientan a los aperturistas y descon-
ciertan a los intransigentes. Se está bailando en toda Europa, en el Asia, en
América. “El choclo” es la única música que va con el tango.
En París, nos dice Paul Morand, “los argentinos están furiosamente
de moda; [...] no se habla más que de «media luna», de «corte»”. 249
Mil cosas más. Coronándolas, una que deslumbra o arranca sonrisas:
acaba de aparecer en Francia una teoría del tango argentino. 250
Enrique Saborido organiza una gran fiesta del tango. “Corría el año
1912 –cuenta en un reportaje–, cuando aún el tango no había entrado en los
salones”. La fiesta se realizó en el Palais de Glace y congregó a la mejor
sociedad porteña. “Allí ante 2.000 personas –dice el cronista– bailaron él
y Cortinas mientras ejecutaban los tangos Genaro Spósito, Vicente Pon-
zio, hermano del famoso Pibe Ernesto, el Tano Vicente y Guillermo Saborido,
hermano de nuestro entrevistado.”
Cualquiera haya sido la impresión que causó el tango entre la distin-
guida concurrencia, es claro que no bastó con eso. Pero sumado a lo demás
fortificaba la posición aperturista y alentaba a los más entusiastas. Por otra
parte, las orquestas que actuaban en el centro estaban tocando ya, sin repa-
ro alguno, los bellos tangos que se componían, el teatro seguía incorporan-
do la ejecución coreográfica a las obras y los cantores aparecían como fin
de fiesta en los teatros céntricos. Tal el caso de Carlos Gardel y José Razzano
que en enero de 1914 251 actuaban en el “Nacional” terminada la función de
la compañía Ducasse-Alippi.
Suficiente. La juventud aristocrática animosa no quiere marchar a la
zaga. París adoptó el tango argentino y lo están bailando en los salones de
todos los países. Ya hubo consultas aquí, en Buenos Aires, durante la tem-
porada de 1912; la oposición fue demasiado terminante. Pero ahora, en
Mar del Plata, donde el rigor social cede un poquito, podría intentarse la
adopción. Muchos de ellos son los varones bravos de los bailongos; mu-
chas de ellas lo saben muy bien, porque hace dos años que lo están bailan-
do en París. El círculo en que se produce el suceso fue y es una institución
que admite sólo un reducido grupo de familias de las más encumbradas: el
Ocean Club de Mar del Plata que organizó y presidió hasta su muerte el
doctor Carlos M. Madero. Todos distinguen hoy su balneario en Playa Gran-
de por las carpas anaranjadas con lunares.
El 19 de enero de 1913 se inauguró la Rambla (la vieja Rambla, ya
demolida y sustituida), y el Ocean Club ocupaba en su línea de edificios
un amplio salón cuyos grandes ventanales daban al paseo público y al
mar, y en esos días concluyó sus instalaciones. El tango tenía allí, entre los
miembros más conspicuos del propio Club, un nutrido grupo de entu-
siastas, grandes bailarines: el presidente, Carlos M. Madero, en primer tér-
mino; Juan Manuel Acevedo, Camilo Aldao, Wenceslao Paunero, Federico
Madero...
Fue sencillo. Contrataron la orquesta de Fresedo. Aunque no nos consta
entendemos que, en tales circunstancias, la orquesta fue de antemano au-
torizada a incorporar algunos tangos entre los valses, las polcas, las
mazurcas... Un día de febrero de 1913 a la tardecita se congregaron en el
salón del Club las niñas y los muchachos. Era, creemos, la reunión inicial
del Ocean en la Rambla. La orquesta de Fresedo tocó, tal vez, los lanceros...
Era usual. Algún vals, una polca, un...
Sí, no había error, estaban oyendo un tango. Las parejas se entregaron
a la danza como si recibieran a un viejo y esperado amigo. Josué Quesada
recuerda ese memorable episodio. En la nota que publica en Estampa (6-XI-
1944) recuerda la experiencia parisién que encumbró el baile porteño y le
concedió “la jerarquía necesaria para ser admitido en nuestro mundo so-
cial”, y añade lo siguiente:
“Yo recuerdo aún –porque fue en Mar del Plata donde se dio el pri-
mer paso– el desconcierto de la gente que se detenía junto a los amplios
ventanales del Ocean Club, en la Rambla ya desaparecida [...]”. Quesada se
refiere aquí a una orquesta de cíngaros. En carta suya de enero 15 de 1945,
en nuestro archivo, rectifica el dato y lo sustituye por el que hemos dado
antes. “El tango se había estilizado, trocando sus «compadradas» por un
ritmo en cierto modo elegante. Nos llegaba con la consabida etiqueta ex-
tranjera, aligerado de los dibujos arrabaleros que le dieron origen.”
Ese día ingresó el tango a los más altos círculos de la aristocracia.
Cundió el ejemplo y empezó la actividad de los profesores de baile. Casimiro
Aín y Juan Carlos Herrera enseñaron en el Club Pueyrredón; Juan E. de
Chikoff, ruso blanco, noble, dictaba clases colectivas en el Club Mar del
Plata y aprendían “hasta los viejos y las viejas del gran mundo” –nos dice
los orÍgenes del tango argentino 157
llo le decía: “El tango, tal como los europeos lo han transformado, es una
danza mucho más elegante que la de nuestros compadritos”. Falta insistir
en que quienes dieron al tango su lógico estilo de salón fueron los propios
varones argentinos, cuando lo lanzaron en París. 254
A esta altura aparece lo que faltaba: el método para aprender a bailar
el tango. Parece que éste es el primero que se publicó: “El tango argentino
de salón. Método de baile teórico y práctico, por Nicanor M. Lima”. Está
dedicado “A mi patria/En ocasión de su Centenario 1816 - 9 de Julio de
1916”. El poeta Dermidio T. González suscribe un “Prólogo” y son suyas
estas palabras:
“Por desgracia, como acontece con todas las bellas cosas nativas, que
no merecen la fe de los de casa, ha sido necesario que el «Tango Argen-
tino» fuera importado desde París para que se bailara en los salones de
la aristocracia, como acontecía ya en el arrabal o en el rancho de paja y
barro, cuya tradición de hermosos días lejanos ya se va perdiendo en
el confín de las pampas.”
“Claro está –dice luego el poeta– que el tango que baila el orillero o
nuestro tipo compadre, merece nuestra más severa censura.”
I. CARACTERIZACIÓN
La música está aquí todos los días, entre nosotros, pero tardamos en
abarcarla y comprenderla. No hablemos de la historia tradicional, que has-
ta hoy es una historia fragmentaria de la música superior; no hablemos de
una filosofía de la música, ni de realizar especulaciones acústicas, ni de
métodos pedagógicos, ni de la sociología de la interrelación, ni de las técni-
cas... Conviene que demos otras vueltas a la música; muchas vueltas, a ver
si mirando bien hallamos algo que merezca consideración en la música
misma. 259
1) Nombres
Hay muchas clases de música y pocas palabras de valor general para
distinguirlas con la precisión que requiere el estudio ilimitado.
El concepto “música superior” se refiere a la altura del pensamiento,
a la hondura del sentimiento y a la maestría de la técnica; alude principal-
mente a las grandes formas y evoca por asociación las altas clases sociales.
La expresión “música culta” se relaciona con el esfuerzo de los estudios e
indica también una jerarquía elevada con el énfasis en la técnica. Común-
mente la música culta generalizada suele llamarse “música clásica”, en un
sentido general que incluye un nexo con la idea de “modelo perdurable”,
digno de la historia.
Las expresiones “música moderna”, “música actual”, “música del por-
venir” y “nueva música”, son cronológicas; se asocian en su momento con
las concepciones más recientes y es clara su alusión a los grupos técnica y
sensorialmente más avanzados. En resumen, las ideas “superior-culta-clá-
sica-moderna-actual-nueva” conciernen directamente a la música concep-
tual y técnicamente más avanzada y aluden al grupo de realizadores y afi-
cionados de élite y al grupo social adinerado (entendido o no) que apoya y
costea los últimos movimientos superiores y otros movimientos culminan-
tes de la historia. En todo caso, alto nivel.
A estas especificaciones de nivel elevado se opone la expresión
“música popular”.
La voz “popular” es múltiple, pero en casi todas sus acepciones se
relaciona con las clases sociales medias e inferiores y hasta con los grupos
rurales o folklóricos. Desde que se contrapone a las clases cultas, alude a
los grupos semi letrados e iletrados comunes, llanos, no cultivados. En cas-
260. Vega mecanografía un “sin profundidad” antes de “sentimentales”, pero luego lo tacha
con tinta.
168 LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
Aunque las acepciones de las voces precedentes son las del idioma
castellano, entendemos que, por lo menos en lo sustancial, coinciden con
las de las principales lenguas occidentales. En cualquier caso, no pretende-
mos abarcar los matices de los demás idiomas, ni es fundamental aquí el
ahondamiento del aspecto lingüístico.
Ese pobre vocabulario, entre cultural y social, no es suficiente ni para
los especialistas, ni para los profesionales, ni para el público culto. A falta
de precisión en las palabras todos se entienden mediante el auxilio del con-
texto. Falta una buena discriminación general de las clases de la música en
sí y en sus relaciones con los grupos profesionales, las clases sociales, las
clases culturales, etcétera, y la ordenación de la correspondiente nomen-
clatura.
2) Mesomúsica
El autor de esta nota cree que ha logrado distinguir con cierta preci-
sión una clase de música cuya constante creación y general consumo a lo
largo de siglos y por todas partes, permite observar, ya en perspectiva, su
función social y cultural, la sucesiva dispersión de sus especies, sus carac-
teres estéticos y técnicos, su relación con los grupos de creadores, ejecutantes
y oyentes, su nexo con las empresas comerciales, industriales, difusoras y
docentes, y penetrar en su historia milenaria. No es un hallazgo absoluto.
En cuanto nos envuelve a cada paso, todos la conocemos, la sentimos y la
nombramos, pero, en general, no nos hemos detenido a pensar en ella, a
determinar sus límites, a examinar sus valores, a medir su importancia, a
desentrañar sus implicaciones, a conocer su historia. Nos referimos a una
clase de expresiones que hemos denominado mesomúsica, y que es ahora
objeto de la presente comunicación.
La mesomúsica es el conjunto de creaciones funcionalmente consa-
gradas al esparcimiento (melodías con o sin texto), a la danza de salón, a
los espectáculos, a las ceremonias, actos, clases, juegos, etcétera, adoptadas
o aceptadas por los oyentes de las naciones culturalmente modernas. Du-
rante los últimos siglos el mejoramiento de las comunicaciones ha favore-
cido la dispersión de la mesomúsica de tal manera, que hoy sólo se excep-
túan de su influjo los aborígenes más o menos primitivos 261 y los grupos
nacionalizados que aun no han completado su ingreso a las comunidades
modernizadas. Pero como la mesomúsica no es una música definitivamen-
261. Corresponde aclarar que si bien el término “primitivo”, varias veces utilizado en este
trabajo, puede resultarnos hoy muy chocante, era usual en vida de Vega en las ciencias
humanas y en la musicología en particular. Y Vega –tuviera o no, frente a esas músicas
“primitivas”, la postura que sentimos entre peyorativa y paternalista– escribía para sus
contemporáneos.
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 169
3. Dinámica
Estas especies se constituyen sobre la base de las disponibilidades
circundantes –a menudo son la continuación de otras o su modificación–,
se lanzan por el mundo y, al cabo de medio siglo o de uno entero o de
poco más, ceden el éxito a especies nuevas que reemprenden sus
triunfales andanzas, requeridas por las mismas funciones 263 de espar-
cimiento, complemento o evasión.
Las especies de la mesomúsica obedecen al régimen de la moda –en el
grado de la duración media–. Diversos focos de irradiación sucesivos, en
algunos casos temporalmente coetáneos, se constituyen en algunas gran-
des ciudades: Florencia, Madrid, Versalles, París, Nueva York. Estos focos
recogen elementos propios o ajenos y, una vez cumplidos los requisitos
indispensables, bautizan, adoptan y lanzan nuevas especies líricas y
coreográficas (gallarda, corrente, canario, zarabanda, fandango; minué,
gavota; contradanza, cuadrilla, lanceros; vals, polca, mazurca, chotis; fox-
trot, tango, etcétera) en que resplandecen matices musicales (y coreográficos)
de muchos países occidentales. París ha regido el mundo mesomusical y
mesocoreográfico durante los últimos cuatrocientos años.
Un sistema de subfocos de radiación –generalmente las capitales na-
cionales– adopta los envíos de la capital universal y distribuye las noveda-
des a través de las capitales provinciales, por todas las villas o aldeas
del país. Muchas veces los subfocos más activos transforman los envíos
alógenos y producen promociones nuevas de las mismas canciones y dan-
zas, o elaboran especies lo suficientemente alejadas del modelo como para
llamarse distintas.
4. Teoría
La mesomúsica, en conjunto, es técnica y estéticamente conservado-
ra. Reproduce en sus repertorios hasta hoy giros melódicos y armonías de
hace por lo menos siete siglos, recoge influencias posteriores y acepta ele-
mentos primitivos y modernos.
El medio instrumental de la mesomúsica es, principalmente, la or-
questa pequeña con o sin voces, o el cantante que produce su propio acom-
pañamiento, pero el compositor crea por lo común para instrumentos ar-
mónicos solistas y para toda clase de conjuntos menores. Sus expresiones
son melodías acompañadas mediante recursos armónicos no experimenta-
les o avanzados, sino modernos vigentes o, más generalmente, por sencilla
263. En la versión de Polifonía, dice "por necesarias funciones".
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 171
Si las notas que traducen cada estado se colocan entre dos líneas divi-
sorias, las veremos aisladas en un espacio semejante al compás tradicional.
También nosotros llamamos “compás” a ese espacio, siempre en esta nue-
va acepción: nuestro compás contiene elementos expresivos. Los dos com-
pases opuestos y complementarios, casi siempre yuxtapuestos en el orden
“movimiento-reposo”, constituyen la idea musical mínima, el pensamien-
to musical, la frase o cláusula. Y esta idea se nos presenta en ocho formas
primarias y en algunas combinaciones de sus elementos, como se ve en el
cuadro de las frases primarias.
265. El titulado de este cuadro da lugar a un extraño juego de no coincidencias. Vega escribe
en su mecanoscrito “CUADRO DE LAS FRASES PRIMARIAS”, a máquina, y en el renglón si-
guiente titula los dos grupos de frases, en letras mayúsculas de imprenta escritas a
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 173
De estas ocho formas sólo se usan con más o menos frecuencia las tres
primeras binarias y las dos primeras ternarias: 2x4, 4x8, 6x8 (binaria); 3x8
y 6x8 (ternaria). 266 Las principales combinaciones de sus elementos son
las que reproducimos en nuestro cuadro de las frases secundarias (por
combinación).
es diferente del que el propio Vega envía a Chase entre los anexos de las ilustraciones,
dotado de movimiento melódico.
174 LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
Debe entenderse que cada uno de los pies de todos estos modelos de
frase puede ser sustituido por cualquiera de las fórmulas de pie que presentamos
en el primer cuadro, pero, en todo caso, binarios con binarios y ternarios
con ternarios. La mezcla no existe. Mediante la yuxtaposición de cuatro u
ocho de esas frases o cláusulas la mesomúsica construye sus períodos. A
veces los hace también impares, de 3, 5, 7 y 9. Véase nuestro cuadro de
períodos mesomusicales comunes.
Todas estas formas se han escrito, no sólo a base del 8 (corchea) como
denominador o unidad, sino también a base del 4 (negra), de manera que
siempre encontraremos en las notaciones estas dos series de cifras de com-
pás que, a la misma velocidad, se leen de idéntico modo:
2x8, 3x8, 4x8, 6x8 ternario, 6x8 binario, 8x8, 9x8, 12x8.
2x4, 3x4, 4x4, 6x4 ternario, 6x4 binario, 8x4, 9x4, 12x4.
Compositores del siglo XIX escribieron ocasionalmente obras con al-
gunas cifras de la unidad 16 (semicorchea), y los antiguos usaron la unidad
2 (blanca).
Éstas son las comprobaciones a que llegamos mediante el análisis
musical –“musical”, no gráfico– de muchos miles de melodías mesomu-
sicales. Casi la totalidad –el porcentaje se encontraría en la década 90/99–
obedece a estas normas tradicionales prehistóricas. En nuestra obra Fraseo-
logía dedicamos específica atención a los fenómenos de morfología.
La mesomúsica no comparte sus formas con la moderna música de
vanguardia, ni con la arcaica música de los primitivos; en cambio, casi to-
das sus estructuras son las mismas de la música folklórica, sencillamente
porque la mesomúsica las conduce al lugar y a la situación folklórica
cuando sus especies realizan el descenso ciudad-campaña. De esto
hablaremos aquí, en el capítulo II.
5. Educación
La mesomúsica es el medio civilizador por excelencia, no porque sea
artísticamente el mejor –que no lo es–, sino porque sus funciones lo distri-
buyen pródiga y gratuitamente cuando y donde es más necesario y eficaz.
Por otra parte, es realmente el mejor para eso, para la formación sensorial,
porque la mesomúsica es, genealógicamente, un grado inferior apto para
el sujeto desde los dos o tres años de edad, y absorbido del ambiente por
espontánea selección del oyente. Además, hay una pedagogía doméstica
empírica.
Aunque creemos que la mesomúsica supera las posibilidades del lac-
tante, el arrullo en su cuna –todavía incomprensible e inexpresivo para él–
lo introduce al mundo de los sonidos, despierta, ejercita y desarrolla su
equipo sicofisiológico y deposita gérmenes en sus reservorios no conscien-
tes. Después el niño empieza a participar, como cantante y oyente, de los
repertorios musicales del jardín de infantes y de los grados inferiores. Du-
rante el período puberal el joven siente la mesomúsica con la intensidad
del adulto y, entre los catorce y los diez y seis años, por lo común, los dota-
dos aspiran a ejecutar personalmente la mesomúsica en instrumentos y a
crearla, ahora con intervención de impulsos extramusicales característicos
176 LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
6. Economía
La mesomúsica es la música más importante del mundo; no la mejor,
desde el punto de vista occidental, sino la más importante. Es la música
que se oye más, al extremo de que, pecando por exceso de moderación, le
hemos atribuido un promedio histórico y actual del 80 % sobre toda la
música que se ejecuta. Nuestros estudios paleográficos han revelado y cla-
sificado el enorme repertorio trovadoresco (siglos XII y XIII). Cierto núme-
ro de las canciones líricas pertenecen a la música superior o están sobre el
límite; las demás, incluso las de gesta y las danzas, son mesomúsica. Aun-
que no nos ha llegado en notación sino un probable 5 % del repertorio total
calculable, bastan las cinco mil versiones que se escribieron y conservaron
para inferir la extraordinaria magnitud de la corriente musical media en
estos últimos mil años.
Cualquiera sea la idea que nos formemos de ese volumen, es muy
probable que haya sido mayor que el de hoy, proporcionalmente, porque
cada ciudad, cada capital, cada aldea, debía crear antaño –y trasmitir sin
notación– buena parte de lo que consumía. Las ediciones, los discos, la
radiofonía, difunden gran parte de la creación urbana y sustituyen hoy al
creador de las ciudades y pueblos menores.
Tratemos de representarnos la suma y la trascendencia de la meso-
música actual.
La mesomúsica alimenta innumerables editoriales impresoras que
atienden el consumo de millones de estudiantes y aficionados y cantidad
de solistas y ejecutantes de orquesta profesionales; la mesomúsica sostiene
grandes industrias del disco y las fábricas de aparatos grabadores y
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 177
II. HISTORIA
La mesomúsica está constituida por grandes corrientes de creaciones
menores que vienen de la prehistoria. En música la prehistoria es general
hasta el siglo XII. Fue entonces, durante el período de la lírica trovadoresca,
cuando, por orden de los príncipes, se escribieron por vez primera miles de
cantos y algunas danzas que pertenecen en buena parte al nivel de la
mesomúsica, como hemos dicho, e ilustran el paso torrencial de la gran
corriente remota. Además del género supremo que, según Grocheo, “se
llama eclesiástico y está consagrado a la alabanza del creador”, existía ya
entonces una música polifónica y, por lo tanto, superior, a base de creacio-
nes profanas polifónicas y de melodías trovadorescas extraídas de su con-
texto prearmónico y membranofónico tradicional y sometidas al tratamiento
polifónico de la época. La polifonía superior, en razón de sus funciones
eclesiásticas, demandó una notación y una historia, ambas casi enteramen-
te excluyentes de la mesomúsica.
1. Prehistoria
Hay una Historia general de la música que ha merecido desde hace
siglos la atención de brillantes y esforzados intelectuales y el aporte de
innumerables monografías; hay numerosos diccionarios musicales que han
contribuido al conocimiento de nuestra arte, sus hombres y sus elementos,
pero esta admirable labor se refiere sola y únicamente a la música superior
(supramúsica o altamúsica). Hay miles de teorías occidentales que se con-
sagran únicamente a las cuestiones tonales y rítmicas de la música supe-
rior, con la sola excepción de la de Johannes de Grocheo (h. 1300). Sólo con
otros propósitos, de manera colateral y ocasional, se encuentran algunas
anotaciones sobre la mesomúsica, y hay que llegar a fechas recientes para
contar con los repertorios que se imprimieron para la ejecución.
Durante todos los siglos letrados la mesomúsica ha permanecido fuera de la
Historia.
Después de la Edad Media la mesomúsica sigue su gruesa vida oral
–sin notación– y continúa en sus funciones líricas y coreográficas siempre
ensanchando su cauce, cada vez mejor definida como una clase de música
secundaria artística y técnicamente. No desconocemos las viejas seleccio-
nes –los nutridos recueils– henchidas de materiales muertos; pero cuales-
quiera sean las excepciones y su índole, el hecho concreto es que la
mesomúsica no tiene una historia cabal porque faltó siempre una concien-
cia plena de su importancia y significación.
Como las danzas necesitan música, resulta que las Historias genera-
les de la danza han dedicado a la mesodanza capítulos que, indirectamen-
te, nos permiten imaginar la vida sorda de la música que la acompaña. Hay
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 179
2. La contradanza 268
Los historiadores europeos nos enseñan que la contradanza aparece
en Inglaterra poco antes de 1600 y que, al parecer, sus elementos vienen de
lejanos tiempos prehistóricos. Maestros de danzar la llevan a los salones
franceses y la primera difusión se inicia desde París con anterioridad a 1700.
La penetración de la contradanza hacia el oriente alcanza, por lo menos,
hasta Rusia; hacia occidente, llega hasta España. Este rápido traslado espa-
cial coincide con un desplazamiento gradual a todas las clases sociales:
“durante el reinado de Isabel, fue danzada juntamente por maestros y cria-
dos” (Sachs). Los historiadores europeos refieren andanzas por países in-
mediatos y cambios de forma y, en cuanto a la contradanza misma, debe-
mos suponer que muere hacia 1800-1830 como tal y con ese nombre. Sin
embargo, es aquí donde empieza o donde prosigue su historia universal
secreta, la historia no escrita de la mesomúsica coreográfica.
La contradanza pasó a España con los borbones en 1701, y los docu-
mentos establecen concretamente que muchos países de América conocie-
ron el nuevo baile. Con esta seguridad e invocando la correspondiente cons-
tante sociológica, podemos afirmar que dentro de la primera o segunda
década del siglo XVIII, los altos salones de todas las ciudades de América
bailaron la contradanza. 269
268. En este subcapítulo, Vega escribe “Contradanza” con mayúscula. A fin de mantener la
unidad de criterio con el resto del ensayo (y del libro), hemos optado por las minúsculas.
269. Entre este párrafo y el siguiente parece haber una solución de continuidad. No lo ha-
bría de pasarse del párrafo anterior al siguiente. A pesar de lo señalado al final del
180 LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
José Martí nos dice que en los EE. UU. de Norteamérica se atribuyó el
más alto rango social a quienes intervinieron en cierto sarao histórico, pues
los conductores no querían “dar puesto en el cotillón de honor a quien no
venga en línea recta [...] de las familias que bailaron en casa del francés
Moustin la contradanza célebre de la primera inauguración, cuando salió
Washington de traje de terciopelo y sin espada, a hacer paso y cadena, al
son de los violines”...
Cercana la mitad del siglo, el caballero chileno Vicente Pérez Rosales
llegó a California con todas sus esperanzas puestas en el oro. Cuenta que
en Monterrey, “la señora que no fuma tolera el humo con agrado. Las con-
vidadas, después de la contradanza, tocada en piano por el sacristán de la
inmediata capilla, salían de dos en dos a pasearse por los corredores”... y
fumaban un cigarro.
Un detalle sobre la vitalidad de la contradanza en México nos dejó
Rubén M. Campos: “Los salones de baile público de San Agustín de las
Cuevas el año 1841, rebosaban a su turno en gentes que se deleitaban ad-
mirando los talles elegantes, los ojos seductores, el breve pie de las jóvenes
más distinguidas y bellas, entregadas a las varias cuadrillas, la animada
contradanza [...]” –como dice un cronista de la época–.
Numerosos datos han quedado de la antigua Cuba, donde este baile
engendró una importante floración musical pura, y hasta se cuenta con
una descripción de la contradanza “larga”, el longways, que escribió la me-
morialista Dolores María de Ximeno. Y el inglés W. Walton apuntó en 1810
que en Haití se bailaba en los salones una variante de la contradanza: “they
have adopted the waltz, besides the Spanish country dance, which is
extremely graceful, and more complicated, but not so monotonous as our
own, though the time is slower”. Pues no será extraño para nadie que las
danzas van creando variantes coreográficas y musicales por todas partes y
que tales variantes suelen fundar la creación de nuevas especies. Y otro
inglés que viajó de Venezuela a Colombia en 1823 nos dice que “The Spanish
country dances and waltzing are most in favour with them”... (Anónimo.
Letters written from Colombia..., Londres, 1824).
Hay muchos datos sobre la contradanza en el Perú. Nos limitaremos
a dar dos notas periodísticas de El Comercio de Lima. Una, de julio 30 de
1829, dice así: “Pocas veces se habrá presentado en Lima una concurrencia
párrafo anterior, que nos ubica en las primeras tres décadas del siglo XIX, hemos regre-
sado aquí a los albores del siglo XVIII, para saltar con Martí siete u ocho décadas en el
tiempo, sin advertencia al respecto. Sin embargo, en el mecanoscrito no hay pegadura
o intercalación alguna. El mecanismo metodológico de Vega se descubre más adelante
cuando, en relación con la Argentina y el Uruguay, aparecerán documentos de 1747 y
1752.
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 181
que con gran facilidad se instruyen los indios: son muy fáciles para danzar
y bailar, y lo hacen con primor; y he visto entre ellos bailar algunos minuetes
y contradanzas con tanto garbo, como pueda verse en Madrid.”
La contradanza, entonces, pasó de París a todas las capitales, a todas
las ciudades, pueblecitos y lugares de Europa y de los otros continentes;
fue adoptada por la clase media y por las clases bajas, en fin, llegó hasta los
ambientes afroamericanos y hasta las poblaciones aborígenes. Todo esto en
su carácter de mesodanza y de mesomúsica. Pero desde un punto de vista
histórico general falta todavía lo más importante: la mesodanza es
folklorígena; engendra danzas folklóricas. La contradanza siguió viviendo
como baile folklórico más de un siglo después de su deceso múltiple en los
salones, y engendró en América numerosas danzas diferentes fundadas en
sus principios. Muchas conservaron su nombre europeo; las demás reci-
bieron nuevos nombres. 270
En Coatetelco, aldea de México, Élfego Adán estudió los bailes de un
millar de sobrevivientes aztecas y mestizos. Un capítulo suyo se titula “Las
contradanzas”, y describe figuras que conservan los nombres europeos más
o menos íntegros: cruz, cadena, son de arco, etcétera. Entre los bailes
folklóricos de los negros de Haití, Michel Lamartinière Honorat encuentra
varios que son europeos un tanto modificados: “menuet”, “contre-danse”,
“les lanciers”, “polka”, etcétera. En Santo Domingo la contradanza engen-
dró “le carabinier”.
En el Brasil se baila hasta hoy el “mandado” 271, y Alceu Maynard
Araújo dice que “é uma dança mui parecida com a quadrilha”... Víctor
Navarro del Águila hizo una encuesta en poblaciones indias del departa-
mento del Cuzco y halló sesenta bailes. La “contradanza” –así, con su pro-
pio nombre– se ejecuta en doce pueblos. Otra danza se llama “cuadrillas” y
se ejecuta en varias localidades. En la Argentina tuvieron gran dispersión y
larga vida “el cielito”, “el pericón” y “la media caña”. Son tres contradan-
zas rurales del gaucho, y el gaucho mismo llamaba a sus figuras con los
nombres europeos: rueda, cadena, molinete, etcétera.
Aquí vamos a insertar un hecho común mediante el solo ejemplo que
estamos tratando: el ascenso de las danzas folklóricas de nuevo a la condición de
mesodanzas de salón. Las tres danzas argentinas que hemos nombrado vege-
taban en las pampas de Buenos Aires hacia 1800. Fueron atraídas por la
Revolución emancipadora (1810); la aristocracia las acogió en sus saraos y
270 Véase mi nota al pie en la versión publicada por la Revista Musical Chilena (Nº 188,
Santiago, VII/XII-1997).
271. En este párrafo, “Mandado”, “Cuadrillas”, “El Cielito”, “El Pericón” y “La Media Caña”
aparecen escritos por Vega con mayúsculas, además de “Contradanza”.
184 LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
se difundieron por los altos salones de medio continente. En todos los paí-
ses descendieron otra vez a la campaña y merecieron renovado culto por
más de medio siglo.
Después de esta brevísima selección de testimonios es fácil admitir
que la contradanza no murió hacia 1800, y que la Historia oficial de la
mesomúsica y de la mesodanza tiene una enorme segunda parte absoluta-
mente inimaginada y casi enteramente desconocida. Curt Sachs escribe:
“[...] el cambio radical operado en las condiciones sociales a fines del siglo
XVIII, terminó con el minué”. Y sin embargo continentes enteros lo conser-
varon cerca de un siglo más, y hasta hoy es danza folklórica. Este hecho
común representa la suerte común de casi todos los grandes bailes.
3. El triste 272
Nadie habrá olvidado el propósito de nuestra expedición por los fon-
dos sombríos de la mesodanza: es el reconocimiento de los mil cursos de
mesomúsica que circulan sin rumor por todas partes más allá de las Histo-
rias oficiales. Y hemos elegido, como segundo ejemplo, la vida de una gran
canción lírica sudamericana, el triste, porque ella nos permite, por una par-
te, el estudio directo de la mesomúsica, y por la otra, porque nos revela la
existencia de floraciones extraeuropeas que se producen en continentes más
grandes que toda Europa e interesan a todas las clases sociales por largo
tiempo. 273
El triste aparece en el Perú en la segunda mitad del siglo XVIII. El
Obispo de Trujillo, Baltasar Jaime Martínez Compañón (1735-1797), pro-
yectó una Historia de su obispado y dejó más de mil trescientas láminas en
nueve tomos que se conservan en la Biblioteca de Palacio de Madrid.
El segundo tomo incluye veinte páginas musicales. Una de ellas, que el
propio prelado recogió en 1782, se titula “tonada” y es un triste típico, letra
y música. Es el lied prerromántico sudamericano. Técnicamente, combina
un mayor que tiene la cuarta aumentada con un menor; su forma es con
frecuencia audaz, debido a las exigencias del sistema poético andino que
adopta.
El renombrado naturalista Félix de Azara anota a fines del siglo XVIII
que los campesinos del Río de la Plata y Paraguay “cantan yarabís o tristes,
que son cantares inventados en el Perú, los más monótonos y siempre tris-
tes, tratando de ingratitudes de amor, y de gentes que lloran desdichas por
los desiertos.”
272. Como en el anterior, en este subcapítulo, Vega escribe “Triste” con mayúscula. Con el
mismo criterio, hemos optado por las minúsculas.
273. Véase mi nota al pie en la versión publicada por la Revista Musical Chilena (Nº 188,
Santiago, VII/XII-1997).
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 185
III. CONCLUSIONES
La mesomúsica no sirvió a una o más clases determinadas; no a
sectas; no en tal o cual época o región; ni fue exclusiva de ciudadanos o
campesinos. Fue y es la música de todos, única en las urbes, invasora de
las aldeas folklóricas –donde convive con la música local–, extraña a los
primitivos.
Lo significativo de la mesomúsica, lo que determina su posición y su
actividad, no es un grado jerárquico, aunque forzosamente deba tener uno;
esta música media no figura en una escala de valores estéticos puros bajo la
música superior y sobre otras más primitivas. Las composiciones
mesomusicales para la danza conviven y alternan con las superiores en los
planos sensoriales más elevados sin que se confundan sus niveles. Mozart,
por ejemplo, las oyó y utilizó, sin duda, cuando bailó minués y contradan-
zas, y hasta las compuso con independencia de sus altas creaciones. Las
canciones mesomusicales conviven también con las creaciones cultas, tole-
radas o admitidas, ya en funciones complementarias diversas, ya para la
satisfacción específica de una necesidad de goce menor que excluye la alta
concentración sensorial e intelectual.
La mesomúsica se caracteriza en este sentido especial porque, despla-
zada a segundo plano su condición de obra artística, podemos considerar-
la principalmente como entidad funcional en armonía con exigencias de
esparcimiento, evasión, sociabilidad general, aproximación de los sexos,
etcétera, con las industrias que elaboran las ideas primas, con el comercio
que atiende al consumo y con los grupos que acogen la producción. Hay en
esta valoración doble acento sociológico y económico; y así se comprende
mejor cómo la mesomúsica es el instrumento de todos los grupos del mun-
do que absorben la irrigación cultural de Occidente o tienen semejantes
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 187
276. Original mecanoscrito del artículo que Vega escribiera poco antes de su muerte para un
volumen colectivo de homenaje a Carlos Gardel (Cátulo Castillo et alii: Buenos Aires
tiempo Gardel. Ediciones El Mate, Buenos Aires, 1966, pp. 70-74). En el entendido de que
Vega pudo acceder a una corrección de pruebas, incorporamos algunas modificaciones
que presenta el texto impreso con respecto al mecanoscrito, y salvamos las partes de
este último no publicadas que parecen haber sido suprimidas por razones de espacio.
190 LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
277. En el texto impreso, es eliminado este párrafo hasta este punto. Luego, obviamente, “El
Martín Fierro exaltó el nacionalismo” es sustituido por “La obra de Hernández exaltó el
nacionalismo”.
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 191
282. Este párrafo, hasta “amenizaron las veladas del circo”, está tachado por dos líneas cru-
zadas, al parecer debido a los requerimientos de espacio de la editorial. Lo transcribimos
en ese sobreentendido. Vega le escribe a la editora, señora de Boggiano: “Como no
puede ser de cuatro, le envío el artículo con seis páginas y algo, para ver si el diagramador
puede correr todo una “hoja”, dos páginas. / Si esto es posible, necesito el artículo de
vuelta para leerlo, revisarlo, pulirlo y quitarle las líneas que tiene de más (de más de las
seis páginas). Éste es un trabajo largo y de cuidado, y no quiero hacerlo sin la seguridad
de que puede ir con seis páginas.”
283. Una versión intermedia intenta abreviar este texto del siguiente modo: “Pepe Podestá
recuerda que en 1891 se incorporó al circo Gabino Ezeiza como improvisador”.
284. Aquí Vega tacha la siguiente oración: “Carlos Gardel, cantor tradicionalista, fue uno de
los últimos que amenizaron las veladas del circo”.
285. Nuevo texto tachado: “Isabel María del Campo cita muy bien estas precisas palabras de
Jorge Omar: «Más que como embajador del tango, Gardel recorrió todos los rincones
del mundo como difusor de lo criollo». Exactamente.”
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 193
286. Esta oración figura en la versión impresa pero no en el mecanoscrito. Dice allí “y en el
vals”, que hemos corregido por “y del vals”, en el convencimiento de que se trata de
una errata. Dejamos constancia de ello, por si nos equivocamos.
194 LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
VIII. Carlos Gardel fue artista nato. Por intuición seleccionó modelos
o recursos estilísticos de entre los que le daba su contorno; por intuición
escogió los efectos vocales que obtuvo en el ensayo o en la práctica pública,
y a fuerza de largas pruebas solitarias –que sin duda presentó a la confir-
mación del aplauso, y aquí es donde el pueblo acierta o se equivoca– logró
un estilo personal, razón valiosa de su penetración como cantante.
El eminente médico laringólogo y foniatra Elier Gómez –que es ade-
más pianista y profesor nacional de canto– me dijo un día: “Gardel tenía
un aparato vocal muy bien dotado, con una laringe ampliamente desarro-
llada y, por lo tanto, cuerdas largas, de lo que resultaba su voz de barítono
varonil y plena. Manejaba muy bien, seguramente por naturaleza, el apoyo
nasal de la voz, lo cual facilitaba su registro de cabeza y aumentaba su
tesitura vocal. Tenía la voz impostada, pero usaba su voz natural, la voz
blanca.” Me consta que estudió canto. 291
Gardel fue un cantante sobrio, y sabía graduar maravillosamente la
tensión y el volumen; sin embargo, el mismo público que aprobó los mu-
chos aciertos de su arte aplaudió y le exigió algunos recursos suyos de
evidente mal gusto 292, como los portamentos largos, los calderones de
ópera 293, la aceleración inadecuada, y los mordentes, apoyaturas y grupetos
tan extraños a la música tradicional y al tango mismo. Estos recursos
dudosos, ávidamente recogidos y aumentados por sus mil imitadores,
constituyen hoy permanente agresión al buen gusto y documentan la des-
orientación de quienes, sin las grandes condiciones del maestro, buscan el
éxito en sus defectos, en lugar de trabajar y estudiar para darnos una nue-
va versión personal y argentina. En Carlos Gardel las fallas pasaban por-
que todo lo arrollaba su enorme capacidad de comunicación expresiva. Sus
terminable serie de pedidos. Fue preciso imprimir nuevos cientos, nuevos miles de
discos, y las solicitudes se multiplicaban, agotaban nuestros medios, resurgía Odeón.
Nuevo telegrama”. Aquí finaliza la página y se interrumpe el texto. No hemos logrado
encontrar la página siguiente.
291. Esta frase final no aparece en el mecanoscrito, en el cual se pasa a un párrafo íntegra-
mente suprimido (y abreviado mediante esa frase): “Ignoro si Gardel estudió canto en
sus primeros tiempos, pero cuando los contratos internacionales acrecentaron su senti-
miento de responsabilidad, sintió la necesidad de afirmarse mediante el estudio. Más
de una vez, ya triunfante, tomó profesores. Allá por el año 1929 requirió la guía del
maestro Tulio Quercia –entonces profesor de canto individual del Conservatorio Na-
cional y acaso el mejor de los que enseñaban por esos años–, y asistía al aula con mo-
destia de alumno primerizo. Quercia reconoció siempre las grandes condiciones de su
ilustre alumno.”
292. El texto impreso reza “de no discutible muy buen gusto”, que parece aquí responder a
un error de corrección al intentar atenuar el juicio adverso: debió haber sido probable-
mente “de discutible no muy buen gusto”.
293. El mecanoscrito dice, con humor, “calderones itálicos”.
196 LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
294. En el mecanoscrito, esta oración ha sido agregada manuscrita, y finaliza: “que se enri-
quecía con su figura y su simpatía personal”.
295. El número IX. con que es precedido este párrafo en el libro no figura en el texto
mecanoscrito.
La coreografía del
tango argentino 296
296. Publicado por Vega como primero de dos apéndices en su libro El origen de las danzas
folklóricas (Ricordi, Buenos Aires, 1956, pp. 193-204). Este capítulo había sido adelanta-
do en dos entregas periodísticas en 1954 (“Introducción a la coreografía del tango ar-
gentino”, artículo publicado el 30 de mayo de ese año en la sección segunda, suplemen-
to dominical en huecograbado, del diario La Prensa de Buenos Aires, p. 1, y “La coreo-
grafía del tango argentino”, artículo publicado el 27-VI-1954 en la misma sección del
mismo diario La Prensa, también p. 1).
198 LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
***
El tango se elaboró en uno de los momentos críticos. La humanidad
había ensayado ya todas las formas posibles. Produjo en lejanos tiempos
prehistóricos suertes diversas de danzas colectivas o individuales, lanzó
después los bailes de pareja mixta suelta, es decir, las que enfrentan al hom-
bre con la mujer, nada menos, y se entretuvo en variarlas. Juegos diversos
en que muchas parejas a un tiempo cambiaban saludos y esquinas, forma-
ban rondas, hileras o puentes –“esas largas y divertidas contradanzas”,
como decía nuestro buen Santiago Calzadilla–, satisficieron el gusto du-
rante un par de siglos; brevemente brilló la pareja sola en las rápidas pan-
tomimas amatorias europeas de persecución y zapateos, y las coqueterías
del minué de dos, alegres primero, ceremoniosas después, encantaron a
todos durante largo tiempo. Por fin, sensacionalmente, se enlazó la pareja,
y ésta fue la última forma.
Las simples rondas colectivas y las danzas individuales, temprana-
mente excluidas por inadecuadas, siguen viviendo en los originarios
hontanares de los pueblos primitivos; los bailes picarescos europeos de-
caen hacia 1600, renacen hacia 1700 y tienen larga vida folklórica en distan-
tes países, con acceso ocasional a los altos centros; la contradanza, que triunfa
en Europa cuando amengua el fasto de las reuniones cortesanas y se ilumi-
nan los salones burgueses, deja luego de divertir a los pueblos y hasta
recibe epítetos crueles –Sarmiento, en 1842, la llamaba “desabrida”–; se
derrumba el minué; se agiganta el vals. Ha comenzado una época que en-
troniza modos nuevos en el escenario universal. Pero cuando sobreviene la
simplificación y el desgaste de la última forma, la danza entra en crisis.
Muy profundas nociones desarraigó el vals, y fue ruidoso el clamor
que se levantó contra él, contra la luxurious dance. Pero la revolución que
triunfa con el vals es en gran parte de carácter formal. Durante siglos los
danzantes bailaron sueltos; no se abrazaban 298. La innovación conmueve a
un tiempo la moral y la técnica. La moral se allana, como de costumbre, y la
técnica reclama cuidado. Nos parece fácil hoy la danza enlazada porque
la observamos desde niños y la practicamos apenas adolescentes, pero
eso de bailar enlazados, así, de pronto, fue comprometedora y ensayada
tarea de una generación. Otra cosa introduce el vals. Antes, una pareja bai-
laba el minué, varias la cuadrilla 299, y los demás miraban. Las parejas que
ejecutaban danzas de conjunto actuaban pendientes de las evoluciones que
***
Sólo hay dos grandes promociones de danzas en que la pareja se toma:
la que integran el vals antiguo, la polca, la mazurca, el chotis y la danza
(habanera) con sus hermanas (la galopa, la redowa, el skating, la ostendesa,
la varsoviana, etcétera), y la promoción del siglo XX 300 .
La situación hacia 1890/1900 en Buenos Aires es la siguiente. Decaen
las danzas de conjunto (la cuadrilla y los lanceros) y con ellas se extingue
un ciclo célebre. El antiguo minué de una pareja sola, que había muerto en
Europa hacia 1835 y que ensayaba un retorno desde 1883 convertido en
danza de varias parejas sincronizadas, no prospera con la enmienda, y otra
augusta expresión secular se apaga poco después también en la Argentina.
El cotillón, que para salvarse adopta la música de las danzas enlazadas, no
resiste, y el rigodón padece igual suerte. Mientras, subsiste el éxito de las
otras. El vals llegó a Buenos Aires poco después de 1800. Se había remozado
en 1839 con el paso ruso y guapeaba ya nonagenario. El 24 de enero de
1845 la polca fue anunciada como el “furor de Europa” y el 14 de abril,
como “el favorito de los salones de Europa”. Vía libre. Integramos la com-
***
La primorosa coreografía que después recogió el tango, se forjó entre
los años 1870 y 1880, poco más o menos. Una brillante generación de liber-
tinos porteños añadió innovaciones trascendentales a las otras danzas, a
las de aquel tiempo, y todas las novedades se acumularon y se ordenaron,
ya en la década del 90, al llamado de una música que venía elaborándose
bajo el viejo nombre de “tango”. Correspondió a una segunda generación
de bailarines la tarea de ajustar la original coreografía de los maestros a esa
incitante música que, desde entonces, fue suya y completó la triunfal dan-
za argentina. 302
***
Pero en las antiguas figuras abiertas de cuadro los danzantes se mo-
vían con entera libertad; en el vals o en la polca –aun cuando no faltaban
los tropezones– el enlace a todo el largo de los brazos proporcionaba cierta
independencia de movimientos para la realización de pasos rectos o vuel-
tas fácilmente previsibles; en el tango, no. No existía la regularidad y nada
podía anticiparse, porque la figura siguiente, la serie entera, la pieza total,
se elaboraban en el instante de la realización. Fue necesario crear una técni-
ca: la pareja debía moverse enteramente abrazada, cara con cara, costado a
costado; el varón orientaba y hasta determinaba los pasos de la mujer con
su mano derecha, fuerte en la cintura. Los bailarines –ya lo dije en mi libro
Danzas y canciones argentinas– se habían planteado el simple dilema: “o nos
apretamos o nos pisamos”. Y se apretaron. Nada de lujuria en el abrazo;
fueron los críticos del abrazo quienes introdujeron su lujuria en el tango.
Los danzantes tenían muchas otras cosas de qué preocuparse. Se bailaba
por la honda fruición del bailar, pero se bailaba peleando. La rivalidad en-
tre los danzantes, la pugna entre los barrios, consumía atención y requería
cuidado. No podía el hombre bailar retrocediendo, como exigía la cortesía
hasta entonces, porque la espalda no debe acercarse al enemigo potencial.
Por regla 305 de masculinidad era excepcional, pero no imposible, la agre-
sión por la espalda. Algún derrotado podría haberse erguido en son de
venganza. Los hombres de todo el mundo danzan hacia adelante por un
recelo porteño.
***
La coreografía del tango es argentina porque todo el país envió sus
aportes. Por las oscuras vías de un vasto sistema de lupanares, las mujeres
andariegas difundían destreza e intercambiaban novedades. Fueron ellas
***
La elaboración de la coreografía no fue cosa de semanas ni de meses.
Un poco de historia aquí, para distinguir hechos y etapas. Los “coreográficos
lucimientos” de que habla Fotheringham fueron observados por él hacia
1870 y lustros subsiguientes, durante la época brava. Más de veinte años
duró el gustoso esfuerzo. Un día cualquiera, después, entró en danza una
música nueva o renovada, y todos los primores coreográficos que corrían
dispersos por entre los ya envejecidos bailes de salón, se alinearon y
adecuaron al ritmo recién llegado. Ese día, y no antes, se presentó el tango,
que no es la habanera ni danza alguna, sino la suma de elementos que
forjaron de consuno los bailarines innovadores con las hábiles mujeres de
la noche. Esa música tenía larguísima historia y era viejo el nombre de “tan-
go”, pero estos dos puntales no fueron el tango hasta que se les asoció la
coreografía complementaria, definidora de la danza como totalidad. No se
debió, pues, a los bailarines de la época heroica la conclusión de la obra.
Los primores coreográficos del futuro tango se idearon en las otras danzas,
como hemos dicho; una nueva generación, ya en la década del 90, aplicó
las figuras flamantes a la nueva música, y no hubo dificultades en el cam-
bio de ritmo. Nicanor M. Lima, que publicó un tratado del tango en 1916,
afirmaba que el estudio de sus figuras “sirve de base para aprender dife-
rentes bailes sin necesidad de maestro, tales como el «vals», la «polka», la
«mazurca», el «schottisch», etc., encuadrando todos los movimientos de
la danza del tango al compás de la música de los bailes citados”. Es decir
que, curiosamente, se propone aquí el proceso histórico en relación inver-
sa. Las coreografías pueden reajustarse a cualquier compás.
El tango, en fin, con sus figuras, su música y el nombre que ahora
distingue la nueva asociación; esto es, el tango “completo”, está en pleno
funcionamiento. A su lado y en torno van perdiendo el campo las formas o
elementos que obraron durante la forja: el tango español, couplet teatral
o baile individual, al cual debe el nuestro su nombre; el corte y la quebra-
LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO 205
306. En la versión 1954 Vega dice: “porque hasta puede darse el caso de que prospere...”.
206 LOS ORÍGENES DEL TANGO ARGENTINO
El tango gitano
El tango africano
46 Mário de Andrade: Música, doce música. Martins, San Pablo, 1933, p. 124.
47-48 Oneyda Alvarenga: Música popular brasileña. Fondo de Cultura Económi-
ca, México, 1947, p. 239.
47-48 Renato Almeida: História da música brasileira. F. Briguiet, 2ª ed. corr. y aum.,
Río de Janeiro, 1942, pp. 190-191.
47-48 Luís [o Luiz] Heitor [Correia de Azevedo]: 150 anos de música no Brasil
(1800-1950). José Olympio, Río de Janeiro, 1956, pp. 147, 148 y 152.
48 Francesco Giovannini: Balli d’oggi. Ulrico Hoepli, Milán, 1914, pp. 93-98.
49 Marcelo Vignali: El baile contemporáneo. Vita, Montevideo, [1918], pp.
49 y 51.
212 los orÍgenes del tango argentino
SEGUNDA PARTE
Las especies progenitoras
El lundú
59-60 Manuel Ascensio Segura: “La moza mala”. En: Obras completas. Imprenta
de El Nacional, Lima, 1869, p. 151.
60 Isidoro Navarro: anuncio, en: El Comercio, Lima, 19-V-1847.
60 Manuel A. Fuentes: Lima. Esquisses historiques, statistiques, administratives,
commerciales, et morales. Firmin Didot, París, 1866. Versión castellana:
Lima. Apuntes históricos, descriptivos, estadísticos y de costumbres. Firmin
Didot, París, 1867, pp. 158 ss.
60 Manuel A. Fuentes: Guía del viajero en Lima. Lima, 1861, p. 265. De acuerdo
a la bibliografía incluida por Vega en Las danzas populares argentinas (Ins-
tituto de Musicología, Ministerio de Educación de la Nación, Buenos
Aires, 1952), podría tratarse de la un año más antigua Guía histórico-
descriptiva, administrativa, judicial y de domicilio de Lima. Librería Central,
Lima, 1860, p. 265. Este volumen tuvo al parecer una 2ª edición precisa-
mente en 1861.
61 Conselheiro Miguel Maria Lisboa: Relação de uma viagem a Venezuela, Nova
Granada e Equador. A. Lacroix, Verboeckhoven & Cie., Bruselas, 1866,
pp. 259-260.
61 Renato Almeida: História da música brasileira. F. Briguiet, 2ª ed. corr. y aum.,
Río de Janeiro, 1942.
61-62 Lauro Ayestarán: Fuentes para el estudio de la música colonial uruguaya. Edi-
ción del autor, Montevideo, 1947, pp. 23 y 56.
62-63 Anuncios, en: Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 6-XI-1824; 24-IV-1829; 22-I-
1830. Y en: Diario de la Tarde, Buenos Aires, 12-II-1833; 17-I-1834; 23-VII-
1834; 12-IX-1834 (Circo Olímpico); 30-I-1835; 13-VI-1836; 11-VIII-1837;
9-XII-1837; [18-XI-1838]; 17-XII-1838; 22-V-1839; 24-XII-1840. Es proba-
ble que estos datos pertenezcan a un inédito “Relevamiento de datos
históricos sobre música argentina” hecho en 1953 a pedido de Carlos
Vega por Juan Pedro Franze para el entonces Instituto de Musicología.
La milonga
66-67 Lucio Vicente López: La gran aldea. Imprenta de Martín Biedma, Buenos
Aires, 1884. Reedición: Biblioteca de La Nación, Buenos Aires, 1908, pp.
87-88.
67 Ventura R. Lynch: La provincia de Buenos Aires hasta la definición de la cues-
tión capital de la República, tomo II. Imprenta de La Patria Argentina,
Buenos Aires, 1883, p. 28. Reimpresión bajo el título Cancionero bonae-
rense. Instituto de Literatura Argentina, Buenos Aires, 1925, pp. 36-37.
67 Daniel Granada: Vocabulario rioplatense razonado. 2ª edición, Imprenta
Rural, Montevideo, 1890, p. 282.
67 Academia Argentina: Diccionario de argentinismos o Diccionario del lenguaje
argentino. Manuscrito, posterior a 1877.
68 José Hernández: Martín Fierro. Anotado por Eleuterio Tiscornia. Coni, Bue-
nos Aires, 1925, pp. 89 y 64.
214 los orÍgenes del tango argentino
El tango español
81 Marciano Zurita: Historia del género chico. Prensa Popular, Madrid, 1920,
pp. 35-36, 45-46.
82 Guillermo Perrín y Miguel de Palacios: La tierra del sol. La Novela Teatral,
Madrid, 1919, p. 13.
84 José Jackson Veyán: “Cosas de teatro”. En: Miniaturas (periódico semanal
de literatura y arte), año I Nº 22, Buenos Aires, 16-VIII-1899.
85 Julio Enciso: Memorias de Julián Gayarre. 2ª ed., Gómez, Pamplona, 1955.
87 José Subirá: Historia de la música teatral en España. Labor, Barcelona, 1945,
pp. 207-208.
87 José Deleito y Piñuela: Origen y apogeo del “género chico”. Revista de Occi-
dente, Madrid, 1949, p. 104.
87 Julián Ribera: Disertaciones y opúsculos, tomo II. Estanislao Maestre, Ma-
drid, 1928, pp. 156-158.
88 Marciano Zurita: Historia del género chico. Prensa Popular, Madrid, 1920,
pp. 49, 75-76.
88 Antonio Peña y Goñi: La ópera española y la música dramática en España en el
siglo XIX. El Liberal, Madrid, 1881.
88 Gilbert Chase: La música de España. Hachette, Buenos Aires, 1943, pp.
145-146.
101-103 [Es posible que Vega haya consultado también: Luis Ordaz: El teatro en el
Río de la Plata desde sus orígenes hasta nuestros días. Futuro, Buenos Aires,
1946, pp. 47-64. O su 2ª edición corregida y aumentada, Leviatán, Bue-
nos Aires, sin fecha, pp. 55-76.]
115-116 Blas Raúl Gallo: Historia del sainete nacional. Quetzal, Buenos Aires, 1958.
115-116 Vicente Gesualdo: Historia de la música en la Argentina, tomo II. Beta, Bue-
nos Aires, 1961, pp. 133-140, 441, 501-504.
115-116 Mariano G. Bosch: Historia del teatro en Buenos Aires. Establecimiento Tipo-
gráfico El Comercio, Buenos Aires, 1910, pp. 457-466.
TERCERA PARTE
La coreografía del tango argentino
118 Miguel Andrés Camino: “El tango” (poema). En: M. A. Camino: Chaquiras.
El Inca, Buenos Aires, 1926. Citado por Jorge Luis Borges (“Ascenden-
cia del tango”) en: El idioma de los argentinos. Manuel Gleizer, Buenos
Aires, 1928.
118-121 Ignacio H. Fotheringham: La vida de un soldado (Reminiscencias de las fronte-
ras). Guillermo Kraft, Buenos Aires, 1908, p. 64.
119-120 Ernesto Quesada: El criollismo en la literatura argentina. Coni Hermanos,
Buenos Aires, 1902, pp. 60-61.
los orÍgenes del tango argentino 217
121 Anónimo: “Saborido enseñó a bailar el tango al Zar”. En: Crítica, Buenos
Aires, 25-II-1935.
121-122 Artículo, en: La Nación, Buenos Aires, 10 y 16-IX-1896. Citado en: Vicente
Gesualdo: Historia de la música en la argentina, tomo II. Beta, Buenos Ai-
res, 1961, p. 902.
122 Juan Pablo Echagüe: Prosa de combate. F. Sampere, Valencia, 1908, p. 7.
CUARTA PARTE
El tango argentino
145 Adolfo Bioy [padre]: Años de mocedad (Recuerdos). Nuevo Cabildo, Buenos
Aires, 1963, pp. 176 y 181.
145 Henry Dreyfus (Fursy): Mon petit bonhomme de chemin: souvenirs de
Montmartre et d’ailleurs. Louis Querelle, París, 1928.
218 los orÍgenes del tango argentino
145 [Paul Morand]: “Paul Morand disertó ayer en Amigos del Arte” [“Améri-
ca del Sur y los sudamericanos en la literatura francesa”]. En: La Nación,
Buenos Aires, 17-IX-1931, 2ª sección, pp. 1-2.
146 Ricardo Güiraldes: El cencerro de cristal. Juan Roldán (Librería La Facul-
tad), Buenos Aires, 1915, p. 149-150.
147 Artículo sobre el tango del diario Le Figaro de París, del 10-I-1911. En: El
Siglo, Santiago del Estero, 4-II-1911.
147-148 Artículo de la baronesa de Libet, en: La Prensa, Buenos Aires, 5-III-1911.
Citado en: Francisco García Jiménez: “Música porteña en los caminos
del mundo”. En: La Prensa, Buenos Aires, 14-VII-1963.
148 Francisco García Jiménez: “Los augurios del tango argentino”. En: La Prensa,
Buenos Aires, 27-III-1960.
148 [Paul Morand]: “Paul Morand disertó ayer en Amigos del Arte” [“Améri-
ca del Sur y los sudamericanos en la literatura francesa”]. En: La Nación,
Buenos Aires, 17-IX-1931, 2ª sección, pp. 1-2.
148 Gabriel Astruc: Le pavillon des fantômes. Souvenirs. Grasset, París, 1929.
149 Anónimo: “El tango argentino en París”. En: El Hogar, Buenos Aires,
20-XII-1911. Reproducido facsimilarmente en La Nación, Buenos Aires,
20-X-1957 (M. D. E. [Miguel D. Etchebarne]: “Librería de viejo / París y
el tango argentino”).
149-150 [Paul Morand]: “Paul Morand disertó ayer en Amigos del Arte” [“Améri-
ca del Sur y los sudamericanos en la literatura francesa”]. En: La Nación,
Buenos Aires, 17-IX-1931, 2ª sección, pp. 1-2.
153 Artículo sobre el tango del diario Le Figaro de París, del 10-I-1911. En: El
Siglo, Santiago del Estero, 4-II-1911.
153 Artículo de la baronesa de Libet, en: La Prensa, Buenos Aires, 5-III-1911.
Citado en: Francisco García Jiménez: “Música porteña en los caminos
del mundo”. En: La Prensa, Buenos Aires, 14-VII-1963.
153-154 Josué Quesada: “Los bailes de ayer y de hoy”. En: Estampa, Buenos Aires,
6-XI-1944, p. 8.
154 Josué Quesada: “¿Volveremos nuevamente a la época del candombe?”.
En: La Razón, Buenos Aires, 12-III-1941.
154 Juan Pablo Echagüe: Prosa de combate. F. Sampere, Valencia, 1908.
154 Anónimo: “El tango argentino en París”. En: El Hogar, Buenos Aires, 20-
XII-1911. Reproducido facsimilarmente en La Nación, Buenos Aires, 20-
X-1957 (M. D. E. [Miguel D. Etchebarne]: “Librería de viejo / París y el
tango argentino”).
155 [Paul Morand]: “Paul Morand disertó ayer en Amigos del Arte” [“Améri-
ca del Sur y los sudamericanos en la literatura francesa”]. En: La Nación,
Buenos Aires, 17-IX-1931, 2ª sección, pp. 1-2.
los orÍgenes del tango argentino 219
155 Anónimo: “Saborido enseñó a bailar el tango al Zar”. En: Crítica, Buenos
Aires, 25-II-1935.
156 Josué Quesada: “Los bailes de ayer y de hoy”. En: Estampa, Buenos Aires,
6-XI-1944, p. 8.
157 R. I. Z.: “Academia de tango”. En: Caras y Caretas, año XVI Nº 775, Buenos
Aires, 9-VIII-1913. Reproducido facsimilarmente en: Francisco García
Jiménez: “Las «academias» del tango”. En: La Prensa, Buenos Aires, 9-
VI-1963.
158-159 Anónimo: “La lección de tango”. En: PBT, Buenos Aires, 26-IV-1913.
159-160 Anónimo: “Condenación del tango”. En: La Razón, Buenos Aires, 22-XII-
1913.
160-161 Enrique Gómez Carrillo: “El tango”. En: El encanto de Buenos Aires. Mundo
Latino, Madrid, 1921, p. 176. Hubo una primera edición de Perlado,
Páez y Cía., Madrid, 1914.
161 Dermidio T. González: “El por qué de este libro. Prólogo”. En: Nicanor M.
Lima: El tango argentino de salón: Método de baile teórico y práctico, 1ª parte.
Edición del autor, Buenos Aires, [1916], p. 3.
162 Anónimo: “En la sesión de la J. de Vecinos, Colombo se declaró enemigo
personal del tango”. En: Crítica, Buenos Aires, 4-XI-1941.
ANEXOS
Mesomúsica: un ensayo sobre la música de todos
166-167 Real Academia Española: Diccionario de la lengua castellana. RAE, Madrid,
18ª ed., 1956.
175 Carlos Vega: Fraseología (La música popular argentina, tomo II). Instituto de
Literatura Argentina, Buenos Aires, 1941.
178 Johannes Wolf: “Die Musiklehre des Johannes de Grocheo”. En: Sammel-
bände der Internationalen Musikgesellschaft, año I Nº 1, Leipzig, XI-1899,
p. 85.
179 Curt Sachs: Eine Weltgeschichte des Tanzes. Reimer, Berlín, 1933. Versión cas-
tellana: Historia universal de la danza. Centurión, Buenos Aires, 1944.
179 Paul Nettl: Die Musikgeschichte des Tanzes. Versión castellana: La música en
la danza. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1945.
180 José Martí: “El centenario de Washington”. En: J. Martí: Obras completas,
tomo XIII. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 504.
180 Vicente Pérez Rosales: Recuerdos del pasado, 1814-1860. Ed. del autor, San-
tiago de Chile, 1882, p. 226. Hay 2ª ed.: Imprenta Gutenberg, Santiago
de Chile, 1886.
180 Rubén M. Campos: El folklore musical de las ciudades. Sep, México, 1930, p. 29.
180 Dolores María de Ximeno: Aquellos tiempos. El Universo, La Habana, 1928-
1930. Citada por Eduardo Sánchez de Fuentes: Folklorismo. Edición del
autor [Imp. Molina], La Habana, 1928.
180 William Walton Jr.: Present state of the Spanish colonies, tomo I. Longman,
Londres, 1810, p. 160.
220 los orÍgenes del tango argentino
180 Francis Hall: Letters written from Colombia, during a journey from Caracas to
Bogota, and thence to Santa Martha, in 1823. G. Cowie, Londres, 1824,
p. 127.
180-181 Noticia, en: El Comercio, Lima, 30-VII-1829.
181 Noticia, en: El Mercurio, Lima, 8-V-1832.
181 Jorje [sic] Vancouver: Viaje a Valparaíso i Santiago. Tomado de los Viajes alrede-
dor del mundo, de Jorje Vancouver, ordenados por el Rei de Inglaterra, en 1790,
1791, 1792, 1793, 1794 i 1795. Imprenta Mejía, Santiago de Chile, 1902,
p. 62.
181 Anónimo (introducción de Juan María Gutiérrez): “De cómo se celebraba
en Buenos Aires a mediados del siglo XVIII la coronación de un rey
católico”. En: Revista del Río de la Plata, tomo I, Buenos Aires, 1871, pp.
82-98.
181 Horacio Arredondo (hijo): “Maldonado y sus fortificaciones”. En: Revista
de la Sociedad Amigos de la Arqueología, tomo III, Montevideo, 1929, pp.
369-379.
182 Francis de Castelnau (director): Expédition dans les parties centrales de
l’Amérique du Sud, de Rio de Janeiro à Lima et de Lima au Para exécutée par
ordre du gouvernement français pendant les années 1843 à 1847, tomo III. P.
Bertrand, París, 1850/1851, pp. 242-243.
182 Richard Vawell: Memorias de un oficial de la Legión Británica. Campañas y
cruceros durante la guerra de emancipación hispanoamericana. América, Ma-
drid, 1916.
182 Giovanni Pelleschi: Repubblica Argentina. Otto mesi nel Gran Ciacco. Viaggio
lungo il fiume Vermiglio. Arte della Stampa, Florencia, 1881, p. 22.
182 Émile Carrey: Le Pérou. Tableau descriptif et analytique des êtres et des choses
de ce pays. Garnier, París, 1875, p. 278.
182 Manuscrito Nº 0 166 en la Biblioteca Nacional de Lima. Copia mecanogra-
fiada en el Archivo Carlos Vega.
182-183 Fray Pedro José de Parras: “Diario y derrotero de los viajes que ha hecho el
Padre Fray Pedro José de Parras, desde que salió de la ciudad de Zara-
goza, en Aragón, para la América; con una brevísima relación de lo que
personalmente ha esperimentado en diversos países y de las cosas más
notables que en ellos ha visto”. En: Revista de la Biblioteca Pública de Bue-
nos Aires, tomo IV, Buenos Aires, 1882, p. 283-284.
183 Élfego Adán: “Las danzas de Coatetelco”. En: Anales del Museo Nacional de
Arqueología, Historia y Etnología, tomo II Nº 3-5, México, VIII/X-1910.
183 Michel Lamartinière Honorat: Les danses folkloriques haïtiennes. Bureau
d’Ethnologie de la République d’Haïti, Puerto Príncipe, 1955, pp. 40 y
113-119.
183 Alceu Maynard Araújo: “Cururu rural”. En: AAVV: II Semana Nacional de
Folclore. Comissão Nacional de Folclore do IBECC, Río de Janeiro, 1950,
p. 37.
183 Víctor Navarro del Águila: “Calendario de fiestas populares del Departa-
mento del Cusco”. En: Revista del Instituto Americano de Arte, año II Nº 3
vol. I, Cuzco, I/VI-1944, p. 37.
los orÍgenes del tango argentino 221
184 Félix de Azara: Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata. Bajel,
Buenos Aires, 1943, p. 202.
185 José Torre Revello: “Buenos Aires en 1801, según José María Cabrer”. En:
La Prensa, Buenos Aires, 16-VII-1939.
185 Maria Graham: Diario de su residencia en Chile (1822) y de su viaje al Brasil
(1823). San Martín. Cochrane. O’Higgins. América (Biblioteca Ayacucho),
Madrid, s. f., p. 307.
185 W[illiam] B[ennett] Stevenson [o Stewenson]: Voyage en Araucanie, au Chili,
au Pérou et dans la Colombie ou Relation historique et descriptive d’un séjour
de vingt ans dans l’Amérique du Sud, tomo II. [A. J. Kilian], París, [1826] [o
1828], p. 369. [Guillermo Hoxmark, en “Visitantes de la Argentina des-
pués de la emancipación, años 1819-1825” (En: La Nación, 2ª sección,
Buenos Aires, 16-III-1941, p. 16) cita la edición inglesa: W. B. Stevenson:
A historical and descriptive narrative of twenty years residence in South
America, containing travels in Arauco, Chile, Peru and Colombia, with an
account of the revolution, its rise, progress and results. Londres, 1825.]
185 Alcide d’Orbigny (director): Voyage pittoresque dans les deux Amériques.
Furne, París, 1841, p. 355. (Hay una primera anterior: L. Tenré & Henri
Dupuy, París, 1836.)
185 Arsène Isabelle: Voyage à Buénos-Ayres et à Porto-Alègre par la Banda-Orien-
tal, les missions d’Uruguay et la province de Rio-Grande-do-Sul. J. Morlent,
El Havre, 1835, p. 257.
185 Vicente G. Quesada: “El harpa en Santiago del Estero”. En: Revista del Pa-
cífico, tomo V, Valparaíso, 1861, pp. 106-107.
185 Carlos Walker Martínez: Pájinas de un viaje al través de la América del Sur.
Imprenta de El Independiente, Santiago de Chile, 1876, p. 97.
185 Ernesto Quesada: El criollismo en la literatura argentina. Coni Hermanos,
Buenos Aires, 1902, p. 106.
192 José J. Podestá: Medio siglo de farándula. Imprenta Argentina, Córdoba (Ar-
gentina), 1930.
199 Santiago Calzadilla: Las beldades de mi tiempo. Peuser, Buenos Aires, 1891.
199 Domingo Faustino Sarmiento: “¡La zamacueca en el teatro!”. En: El Mercu-
rio, Valparaíso, 19-II-1842. Recogido en: Obras, tomo I. Imprenta
Gutenberg, Santiago de Chile, 1887, pp. 161-167 (165). Y en: Obras com-
pletas, tomo I. Luz del Día, Buenos Aires, 1952, pp. 166-172.
202 Ignacio H. Fotheringham: La vida de un soldado (Reminiscencias de las fron-
teras). Guillermo Kraft, Buenos Aires, 1908, p. 64.
222 los orÍgenes del tango argentino
202-205 Ezequiel Soria: “Justicia criolla”. En: Zarzuelas criollas. Padró & Rós, Bue-
nos Aires, 1899, p. 128.
203 Carlos Vega: Danzas y canciones argentinas. Edición del autor, Buenos Ai-
res, 1936, p. 268.
204 Nicanor M. Lima: El tango argentino de salón: Método de baile teórico y prácti-
co, 1ª parte. Edición del autor, Buenos Aires, [1916], p. 2.
205 Abdón Arózteguy: Ensayos dramáticos. Imprenta Teodomiro Real y Prado,
Buenos Aires, 1896.
205 Sargento Pita (o Fray Mocho; ambos, seudónimos de José S. Álvarez): “El
tango criollo”. En: Caras y Caretas, año VI Nº 227, Buenos Aires, 7-II-
1903.
206 Dermidio T. González: “El por qué de este libro. Prólogo”. En: Nicanor M.
Lima: El tango argentino de salón: Método de baile teórico y práctico, 1ª parte.
Edición del autor, Buenos Aires, [1916], p. 3.
206 Josué Quesada: “Los bailes de ayer y de hoy”. En: Estampa, Buenos Aires,
6-XI-1944, p. 8.