Mil y Una Crónicas de Atoyac, Víctor Cardona Galindo
Mil y Una Crónicas de Atoyac, Víctor Cardona Galindo
Mil y Una Crónicas de Atoyac, Víctor Cardona Galindo
Chilpancingo, 2015
Colección: Guerrero en el tiempo
Serie: Crónicas
Hecho en México
Made in Mexico
Presentación
Sentarse en una mecedora de roble fabricada en Tecpan con un vaso
de tuba helada, son algunos ingredientes que se requieren para leer
este inmenso libro de crónicas sobre una región de Guerrero, y en
especial sobre el municipio de Atoyac. Es un deleite y una aventura
intelectual llena de aprendizaje y orgullo costeño.
El autor nos va guiando con las crónicas salidas de su pluma y
del estudio de la micro historia regional; y de un salto cabalgamos
con los héroes de la Independencia, damos un salto a la Revolución,
a la guerrilla, a los valientes de la costa y al inmenso potencial ca-
fetalero, de selvas tropicales que estuvieron pletóricas de maderas
preciosas, de hermosa lagunas que generaron una cultura acuática
que podemos descubrir en la lectura de estas crónicas; así como
la presencia siempre perpetua del mar y su insondable misterio de
soledades.
Víctor Cardona recrea diversas épocas, se mete con matarifes,
trovadores y guerrilleros. Mujeres y hombres que son, fueron y si-
guen formando parte de la cultura de Atoyac y de Guerrero, por sus
páginas desfilan maestros, campesinos y cafeticultores. Y sin faltar el
universo mitológico de la región. La industria con la fábrica del Ti-
cuí; las correntadas y huracanes, la música y sus creadores, la historia
de este segmento que le ha dado fama y presencia a Guerrero en los
últimos años a nivel nacional e internacional.
Lo más sorprendente es que su lectura es amena y diáfana, se
va deslizando como los cayucos sobre las ondas del estero y la fo-
tografías que acompañan al texto, también son otro factor del goce
7
estético de esta obra que tiene que estar en la biblioteca personal de
los costeños de Guerrero.
Para mi gobierno, es fundamental que no sólo la identidad cul-
tural de las ocho regiones se conozca, sino que también quede un
registro en libros que hablan de lo que fuimos, lo que somos y lo
que seremos.
Atoyac, es un municipio que ha vivido todo, incluyendo la
siembra y trasiego de estupefacientes, sin embargo, también es uno
de los municipios donde el calor de su gente, la anfitrionía maravi-
llosa, nos ha permitido conocer y amar aún más a Guerrero.
Cardona con ojo crítico y lúcido, nos presenta un cuadro crudo
de la guerra sucia y la guerrilla. La crónica de los desaparecidos y la
estela de dolores para el pueblo atoyanquense, y en especial para sus
familiares que todavía los buscan en las entrañas de la tierra o en el
fondo del mar de su corazón.
Mil y una crónicas de Atoyac, es un libro que tiene muchas y
variadas lecturas, simbólicas y realistas, que nos permiten vislum-
brar con aciertos y desaciertos, lo que ha sido, es y será, este rincón
de Guerrero, lleno de tradiciones, bellezas naturales en peligro de
extinción y la historia de un pueblo invencible que no se doblega
ante nada, sean las fuerzas más oscuras del hombre en la búsqueda
del poder o los embates de la naturaleza en todas sus formas y ma-
nifestaciones.
8
Vida cotidiana.
Del mar a la sierra
9
Víctor Cardona Galindo
ro, los Martínez Bautista, los Guzmán y Zaragoza, una vez que fue
creciendo tuvo su primer comisario en 1959 que fue don Celestino
Benítez.
Las tierras del Salto pertenecen al ejido de Mezcaltepec. Men-
ciono estos datos porque el río cercano a esta comunidad se ha con-
vertido en lugar de recreo de muchos atoyaquenses y visitantes. Para
llegar ahí son cinco kilómetros, de la cabecera municipal de Atoyac,
hasta el entronque de la comunidad y de ahí 600 metros de terrace-
ría hasta el río, encontrará una poza de cristalinas aguas rodeadas de
enramadas, donde se venden camarones de río, sopes y todo tipo de
carnes, acompañadas de su cerveza bien fría.
A la orilla del río hay unos árboles muy frondosos, donde usted
puede llevar su asador de carne y cocinar para la familia mientras
se bañan en las frescas aguas. O si prefiere acompañado de un visor
usted puede atrapar personalmente los camarones que consumirá,
respetando las hembras embarazadas claro está, usted va a notarlas
por las hueveras que tienen en su pancita.
Cuando uno mismo se mete al río para atrapar los camarones
que comerá, el relajamiento es total, aunque si es muy malo, como
yo, para pescar camarones, mejor le recomiendo que lleve su provi-
sión de carne, o pida el platillo de su preferencia en una de las enra-
madas, porque a pesar de no haber atrapado los camarones suficien-
tes saldrá del agua con mucha hambre, porque al andar buceando
verá como los camarones salen de una piedra y se meten a otra. Es
muy emocionante créame y aunque no haya agarrado ninguno, el
susto a los camarones nadie se los quita.
Al primero que se ocurrió que el Salto podría ser un lugar tu-
rístico, a fue Ladislao Sotelo Bello cuando fue presidente munici-
pal por segunda vez. Luego José Cruz, Tirso Silva, Ofelio Benítez,
Gonzalo Caballero y Francisco Téllez se asociaron para poner las
primeras cuatro enramadas.
Antes de 1975, se llegaba al Salto por medio de un Camino
Real, que entraba en el lugar conocido como Las Compuertas y
salía en La Cumbre, entre el 75 y 76 quedó terminado en camino
16
Mil y una crónicas de Atoyac
La enfermedad de Lázaro
Esos territorios eran selvas muy espesas, cuando llegaron los prime-
ros habitantes. Muchos lugares nunca habían sido pisados por un
pie humano. Custodio estaba perdiendo la piel, se le descarnaba,
25
Víctor Cardona Galindo
El Nache
A veces pienso que la vida en la ciudad de Atoyac comienza en la
calle Reforma. La calle Reforma, para los que no saben, comienza
donde estaba antes la terminal de autobuses Estrella de Oro, ahora
está la farmacia Del Ahorro. Frente a donde tiene su veterinaria Ar-
senio Juárez. En esa calle durante mucho tiempo estuvo el grupo de
alcohólicos anónimos Nuevo Amanecer.
Muy temprano por la mañana se llena de carretilleros, frente a la
panadería de don Natalio. Llegan las vendedoras de la parte baja del
26
Mil y una crónicas de Atoyac
29
Víctor Cardona Galindo
30
Mil y una crónicas de Atoyac
su familia y no le quedó otra que construir una casa bajo ese fron-
doso árbol. Otras familias también viven cerca de ese basurero, en
improvisadas casas.
Por ese rumbo está El Calvario, se llama así porque ahí se mon-
taba una representación de la crucifixión de Jesús. Por la noche son
los dominios de la mujer de blanco, a la que Felipe Fierro hace alu-
sión en un cuento de su libro El silencio del viento. En el Calvario
muchos años estuvo el cuartel militar, luego las oficinas del pri. Por
el día, antes de subir están las pescaderas, el rumbo todo huele a
pescado seco. Luego siguen las verduleras con su particular alegría,
esa esquina es muy concurrida para los que acuden a comprar sus
encargos.
Pero la vida del mercado comienza por el callejón Victoria, es-
quina con Aldama. Esa es una esquina muy bulliciosa, ahí se esta-
cionan las combis que hacen el servicio de pasaje rumbo al Ticuí,
la 27 zona militar y la colonia Miranda Fonseca. Los domingos la
barbacoa que trae el Güero de San Jerónimo, es tan sabrosa que los
tamales vuelan y en dos horas ya no hay ni para remedio. Ahí se
ponen los vendedores de queso que vienen de los Sanluises. Oscura
la mañana también llegan los camiones de verduras, los que traen las
flores y los vendedores de panocha que vienen de Potrero de Carlos.
En Insurgentes y Aldama llegan los domingos los habitantes de
Caña de Agua con su cargamento de escobas de palma que entregan
en diferentes establecimientos. Luego se ponen en Aldama frente
al billar a esperar a sus compañeros para retornar por la tarde a su
pueblo que se encuentra en el cerro frente al Ticuí. Los cañandongos,
les llaman despectivamente los ticuiseños, son gente muy pacífica
que vive de la agricultura, de la fabricación de escobas y de la cría
de animales.
Por la mañana en los días hábiles, como dicen los burócratas; en
las cuatro esquinas que hace la terminación de Aldama y comienza
Insurgentes, el callejón y el puente del Ticuí, se hace un aglomera-
ción. Faltando 15 para las ocho es la hora pico, una fila de carros
espera entrar al puente, mientras los otros vienen y salen por el úni-
32
Mil y una crónicas de Atoyac
II
Por la mañana la calle Juan Álvarez en el centro, está llena de ta-
querías, de barbacoa de res o de chivo. Los tacos Lute son los más
sabrosos del rumbo.
En la calle principal está el sitio de taxis Álvarez, donde toda la
zoología, las oleaginosas, delincuentes famosos, profesionistas, per-
sonajes de películas y caricaturas manejan los coches que nos mue-
ven para todos lados. A muchos hemos llegado a estimarlos y los
sentimos como de nuestra familia. Bueno algunos lo son. El Frijol,
el Garbanzo y el Popeye son amigos. En Atoyac hay un total de 62
taxis. Al pedir un servicio no se asusten si se encuentran con que el
Choky maneja el taxi número 1, por alguna emergencia el Doctor y
el Lala lo llevan en el 2 y si no, el Médico está en el 3.
34
Mil y una crónicas de Atoyac
está doña Ruma, quien todas las noches saca su comal y vende una
variedad de antojitos mexicanos, aunque las que ya se han vuelto
internacionales, son sus sabrosas picadas o sopes como les quieran
ustedes llamar, hay de champiñones, de tinga, de rajas, de pollo y
queso Oaxaca.
Con Ruma han ido a comer norteamericanos, españoles, france-
ses e italianos, antropólogos, arqueólogos y defensores de los derechos
humanos y todos se han llevado un buen sabor de boca. El año pasado
lamentamos el cierre de La Pagoda el restaurante de comida china de
don Paco. Aunque ya Raúl Brito García nos tiene prometido que se va
abrir una cocina china en su plaza frente a la gasolinería.
Si gustan de taquitos de cecina, de ubre, tripa o carne enchilada,
les recomiendo que vayan a la calle Galeana, ahí a hay un pequeño
negocio que se llama la Cebollita Roja, donde las salsas les van en-
cantar y los ricos tacos. Susana Oviedo y Álvaro López Miramontes
se fueron encantados y queriendo regresar después de cenar ahí. En
esa calle también puede encontrar tamales y atole de plátano o de
piña, depende de lo que guste.
Si quiere echar la copa y pasar una velada con la naturaleza vayan
donde el Cachi, puede pagar un taxi que lo lleve, o si trae vehículo
enfile rumbo al Ticuí y de ahí a la colonia Lázaro Cárdenas, en un
lugar llamado Huanacaxtle ahí está el Cachi, tiene de todo, y además
una guitarra con la que les hará pasar una velada inolvidable. El 24
y 25 de abril del 2010 hubo una Convención Estatal de Periodistas,
por la noche un grupo de ellos se organizó y se fueron a pasar una
velada donde el Cachi y se llevaron un buen sabor de boca. En el
centro también hay buenos lugares donde usted con tranquilidad
puede echar la copa.
III
Los caminos que llevan a mi ciudad están rodeados de un árbol
mágico, de cuyas flores se alimentan las iguanas y al reventar sus vai-
nas el sonido es muy similar al disparo de un rifle calibre 22. Es un
38
Mil y una crónicas de Atoyac
árbol que a veces sólo tiene vainas, a veces sólo flores y a veces sólo
hojas. No sirve para sombra porque la mitad del tiempo está pelón.
Pero si es bueno para cerca viva, porque sembrando un tronco en la
humedad pronto echa raíces. Es un árbol que en alemán se escribe
y se pronuncia igual “cacahuananche”. Es nuestro cacahuananche y
no lo prestamos al mundo.
Los chicurros prefieren los cacahuananches para asolearse, por-
que sus hojas curan la sarna y los chicurros son sarnosos. Sus flores
son moradas y dulces. Un baño de agua en que se hirvieron hojas de
cacahuananche sana de la fiebre.
El cacahuananche florea en enero, como los mangos y la retama.
El ciruelo muestra sus pequeños frutos, el zazanil está amarillo, la
retama se enciende y brotan los primeros manguitos, mientras el
cacahuananche está morado…
La gente ha dado por llamar “Club de los Pájaros Caídos” al
grupo de viejitos que sientan todas las tardes en el zócalo cerca de
las escaleras del kiosco y alrededor de la fuente.
La plaza fue remodelada por la alcaldesa María de la Luz Núñez
Ramos y Eduardo Arroyo Valadez fue el arquitecto que planeó los
cambios, le construyó una fuente con una amapola en el centro,
plantó ficus y truenos y derribó los tamarindos por lo cual se hizo
un escándalo porque eran árboles históricos. Antes de los tamarin-
dos estuvo un árbol de zopilote grande y frondoso, los mangos eran
ya centenarios. Armando Bello también remodeló el zócalo le quitó
el adoquín que le había puesto María de la luz y en ese lugar puso
concreto estampado y delineó bien las jardineras alzándoles el pretil
y poniéndoles herrerías.
La plaza remodelada se ve bonita, se ganó espacio frente al kios-
co, por la tarde adolescentes con bicicletas hacen piruetas. También
llegan los skatos con sus patinetas a practicar. La paletería Tocumbo
tiene dos sucursales en las esquinas norte de la plaza. El hotel Cate-
dral luce amarillo con su vista a la plaza y a la parroquia. El grupo
Brokensouls de Breaking en ocasiones ensaya sus coreografías frente
al dif o en el kiosco.
39
Víctor Cardona Galindo
IV
Las Picos de Oro, les llamaban a las güinsas en tiempos pasados. Eran
famosos los cabarets: La Burrita, La Copa de Oro, de donde no salía
mi abuelo, La Puerta del Sol en donde de vez en cuando iba mi apá
y El Carioca donde un tiempo fue cliente este cronista.
En la calle Silvestre Castro, de la colonia Acapulquito, está la
zona de tolerancia, es un foco rojo de la ciudad y es muy ruidoso
el sitio. De manera oficial está registradas 50 meretrices que todos
los miércoles pasan revista en el Centro de Salud, aunque yo creo
que son más las que prestan el servicio de manera ilegal. La zona de
tolerancia tiene ahora muy pocos clientes pero se niega a morir. Las
mujeres trasnochadas todavía están en las puertas de los cabarets ca-
zando clientes. De vez en cuento uno que otro desbalagado llega por
ahí. Últimamente se prohibieron los narcocorridos en los cabarets y
las cantinas. Se ha intentado bajarle al ruido, porque los vecinos se
quejan en las oficinas de reglamentos.
En la zona de tolerancia doña Juana vendía iguana bien picosa
y carne de puerco, estaba hasta la madrugada. Se ponía en la calle
Silvestre Castro en la línea de Las Vegas y El Impala. Hace 20 años el
Peludo era el único taxista que daba el servicio nocturno, manejaba
un taxi pirata y cuando salía uno bien borracho, de esos antros de
mala muerte, era el único auxilio para llegar a nuestras casas. Ahora
el servicio nocturno es continuo el sito está cerca de la terminal.
El “Escuadrón de la Muerte”, de los que gustan empinar el
codo, durante muchos años ha estado en la colonia Acapulquito,
frente al río, ahí es donde van a dar los desahuciados y prófugos del
alcoholímetro. Aunque ahora también se han formado otros, uno
frente a la entrada del panteón y en una de las bancas del zócalo lle-
gan muchos borrachitos a curársela. Atrás de la iglesia está El Fortín,
es una “piquera” donde van los “teporingos” o los “teperochos” dice
mi padrino Chon.
Algunos perros callejeros recorren la ciudad cerca del mercado
“son los eternos prófugos de ciertos taqueros” dice en la guasa los
42
Mil y una crónicas de Atoyac
que gustan relajear pesado, al fin al cabo “Chivo que ladra no muer-
de”. Cuando era alcalde Germán Adame el regidor Juan Lucena
mediante una campaña del sector salud quiso acabar con los perros
callejeros, pero hubo una gran protesta y alboroto, que encabezó
Clevert Rea, porque a todos, hasta los más sarnosos, les salieron
dueños y fueron a conseguir facturas, apócrifas y certificados que
les habían puesto las vacunas. Solo un perrito que no tuvo padre ni
madre ni otro perro que le ladre, fue el único que sacrificaron.
Algo que no escapa de la memoria es que cuando fue presidente
Luis Ríos Tavera, entonces si sacrificaron gran cantidad de perros,
por el rumbo de Huanacaxtle, los envenenaban y los quemaban,
entonces no existía la sociedad protectora de los animales y no había
veterinarias que certificaran una vacuna que no les pusieron. Ni un
héroe llamado Clevert Rea defensor de los desvalidos y animales en
desgracia.
43
Víctor Cardona Galindo
V
En la esquina de Nicolás Bravo y Reforma con el Nanche por la
mañana llega Miguel Castillo. Saca su computadora de juguete y
mientras le ingresa la contraseña pide El Sol de Acapulco. Luego se
sienta a leerlo.
Migue ya tomó como periódico mural el puente de la calle Juan
Álvarez frente a donde estaba el cine Álvarez, es una especie de pe-
riódico mural de hechos del narcotráfico y el priismo.
A Migue Castillo un día después de tantas quejas de los vecinos
al ayuntamiento, una patrulla lo llevó a tirar a Tres Palos donde
tiene un hermano, lo bajaron y le dijeron ahí te quedas. Los poli-
cías pasaron a realizar unas compras al puerto, y en la tarde cuando
daban un recorrido, Miguel los abordó en la calle principal frente a
Elektra —a qué hora llegaron manito —les dijo— yo me vine lue-
go, nomás vi a mi hermanito y me retaché. Ese es Migue.
Mucho me acuerdo del Gringo, uno que circulaba cerca de la
colonia de Acapulquito y la Mariscal ahí en la calle Silvestre Castro,
le daba asilo una señora que llamaba Irene. El Gringo decía que ya
se estaba haciendo niño y se veía cada rato en su espejo —ya voy
para niño—. Cuando agarraba su costal caminaba casi corriendo.
Alguien le gritaba —¿a cuánto vas? —Él contestaba —voy a cien.
Hubo un tiempo que muchos indigentes recorrían la ciudad, la
patrulla los recogía y los iba a tirar por el rumbo de Papanoa en la
madrugada. Al tercer día estaban aquí porque la policía de Tecpan
los agarraba llegando a su ciudad y los venía a soltar a la Y Griega.
Así estuvieron durante mucho tiempo, en el estado y país donde no
hay espacios para este tipo de personas vulnerables.
44
Mil y una crónicas de Atoyac
VI
Ir al Cuyotomate a bañarse en medio de un cardumen de truchitas,
tomar la chela, comer unas picadas o un pescado frito, ver a los jóve-
nes clavadistas que se tiran de lo alto del paredón y nadar junto a las
tortugas que asoman la cabeza, es muy reconfortante. Las familias se
congregan en El Cuyo los sábados. Por la tarde las garzas pasan vo-
lando río arriba. La música de Chalino Sánchez resuena en las enra-
madas, los luisillos y las primaveras comen en los guamúchiles, una
47
Víctor Cardona Galindo
Está el panteón de Las Lomas del Sur, es privado hay que tener
recursos para comprar los lotes, ese panteón era de don Vicente
Adame, él tuvo la idea de hacerlo, ahí están sepultados el químico
José Zavala Téllez, doña Fidelina Téllez Méndez y el ex alcalde Ger-
mán Adame Bautista. Los Nogueda ya abrieron también un pan-
teón pegadito al de las Lomas del Sur.
De las tiendas de mi ciudad, las Telas doña Velia es tradicional,
El Bazar es muy famoso y lugar de referencia, igual que El Vaqueri-
to, la tienda de artículos eléctricos del ingeniero Santiago Garibo y
el Ferretodo. Materiales Téllez y Construrama.
La ferretería La Vencedora en el centro. Dice Jaime Gama que a
sus billares llegó un niño corriendo —don Jaime, don Jaime deme
un kilo de clavos —Jaime contestó— Aquí no vendo clavos. El niño
sorprendido dijo —¿No? Es que mi papá me dijo “ve compra un
kilo de clavos donde Bebo y vine corriendo para acá”.
Jaime le contestó —Sí, aquí bebe, pero los clavos los venden
don Bebo Galeana el de La Vencedora—, y el niño salió corriendo.
Las tiendas más grandes son las del Buen Precio y la de Los
Nogueda. Despensa del Hogar no la hizo. Súper Che desde que se
abrió les quita clientes, pero luego está más barato en El Buen pre-
cio, el pan de Súper Che es muy malo, aunque hay vinitos baratos y
la promoción de los miércoles vuelve locas a las mujeres que a veces
compran diez kilos de chayotes, tienen a la familia hasta quince días
comiendo chayotes o jícama.
Un día antes y después del Huracán Paulina que azotó a Aca-
pulco, sobre los árboles del Arroyo Cohetero había muchas garzas y
un pájaro negro de laguna —pájaro cagón—. En el arroyo cohetero
todavía hasta abril y mayo llega limpia el agua a la altura de la calle
Miguel Hidalgo. Abajito de ahí agarraron un cocodrilito que murió
a los pocos días.
Muchos le dicen El Arroyo Cuitero, porque en una epidemia de
cólera que hubo en los cuarentas ahí iban a lavar la cuitas. Don Ré-
gulo se sacó de la manga que es El Arroyo Cuitlateco. Hay muchos
proyectos para embellecerlo, Cheque Arreola le quería construir un
49
andador para que la gente fuera a correr. Hay que desazolvarlo todos
los años, pero cuando pavimentaron Reforma, taparon la entrada
que se había dejado para la máquina. La mala planeación.
VII
Di no a las drogas, ¡nada con las casas de empeño!
54
Mil y una crónicas de Atoyac
55
Víctor Cardona Galindo
chez Ciprés. La primaria Sor Juana Inés de la Cruz tiene una sola
aula que les construyó Javier Galeana Cadena cuando fue alcalde,
el jardín de niños Margarita Maza de Juárez se los construyó Acacio
Castro y Germán Adame les dejó de recuerdo la cancha de basquet-
bol. Es un pueblito donde la mayoría de las casas tienen techo de
láminas galvanizadas.
En esa zona entre mayo y junio, cuando comienzan las lluvias,
los habitantes salen al bosque a recolectar un hongo rojo que es muy
sabroso empapelado o en caldo. Llega a costar hasta 50 pesos el kilo
en El Paraíso.
Sin duda es hermoso el triángulo formado por Los Planes, La
Finquita y La Quebradora, es la zona arqueológica que nuestros an-
tepasado llamaron “La ciudad perdida”. Más arriba están El Edén y
La Pintada.
tro de trabajo y los mineros que todavía viven recuerdan sus años
mozos. Entonces había mucho dinero y cuando salían de trabajar
de la mina se iban a echar una cervecita, la Superior estaba abriendo
camino “en El Ticuí existían las cantinas de Emigdio Méndez, Jus-
tina Juárez, doña Santos Cisneros, Antonio Pano y Lico Saligán en
cada cantina había tres o cuatro mujeres”. Buenos tiempos aquellos.
a Juan Ríos quien quedó desecho con el ojo saltado, lo dieron por
muerto, Palós lo recogió en una ambulancia, porque fue el primer
médico en tener ambulancia, recogió los heridos y los restituyó.
Juan no perdió la vista.
El doctor Palós y su hijo Antonio curaban a los heridos y enfer-
mos de la guerrilla en una casa de seguridad ubicada dos cuadras al
sur de su consultorio, curó incluso a Isabel Ayala, mujer de Lucio
Cabañas. Palós atendió un herido en Acapulco, producto de la ac-
ción en la que la guerrilla ajustició a José Becerra Luna.
Comenta Luis Hernández Navarro, que uno de los grandes do-
lores en su vida le llegó con la muerte accidental de su hijo. Palós
había dejado mal acomodada su pistola y el muchacho la encontró
y se puso a jugar con ella. El arma se le disparó en la cabeza. Él
quiso reanimarlo pero no pudo. Embalsamó el cuerpo de su hijo y
lo conservó en su casa por un tiempo y después lo llevó al panteón.
No hubo velorio. “Su hijo Quito se mató, se dejó ir una descarga
de un 22 trejo de ráfaga. Se metió todo el cargador en la sien que le
desbarató la cara”, dice Abelardo Cejas.
Económicamente a Palós no le convenía vivir en Atoyac, porque
no ganaba, él se gastaba con la gente su dinero que ganó honrada-
mente cuando fue ministro de Venezuela. Cobraba poco por sus
consultas, eran pagos simbólicos los que recibía. No les arrebata a
los pacientes el poco dinero que llevaban. Los pacientes de Palós con
una sola consulta sanaban. Tenía conocimientos de arquitectura y
albañilería acudía por las noches al panteón a trabajar la tumba de
su hijo Faraón.
Dominaba muy bien la técnica de la acupuntura china. Para
curar un herido, un baleado no había mejor médico que Palós en
toda la región. En una zona convulsa como la nuestra, no encon-
traban otro médico más capaz en ese terreno, pues adquirió mucha
experiencia en el frente de batalla, por eso siempre estuvo ocupado
y ejerciendo con mucho gusto su profesión. Siempre tenía la sala
de su casa llena de heridos. A él no tan fácilmente se le moría un
paciente de urgencia.
73
Víctor Cardona Galindo
* Fuentes: Decidor Silva Valle, Abelardo Cejas Soberanis, Mundo Ríos, Felipe
Fierro Santiago y Luis Hernández Navarro, en La Jornada, martes 5 de enero de
2010.
74
Mil y una crónicas de Atoyac
75
Víctor Cardona Galindo
Eres un encanto
que yo te quiero tanto
por eso te canto.
Querido Ticuí.
Tú eres mi vida
la estrella divina
que cuando estoy lejos
me acuerdo de ti.
Eres tú
quien tiene mi preferida
la que es dueña de mi vida
y tú la envuelves Ticuí.
Eres tú
un orgullo de mi costa
con sus tropicales cosas
para bañarse en ti.
81
Víctor Cardona Galindo
Bajaban de Atoyaquillo
y otros de Paso Real
los emboscó el gatillo
del gobierno criminal.
Ya me cansé de llorar
por tan triste noticia
y ahora voy a gritar
que lo que exijo es justicia.
No se fíen de su palabra
aunque tengan grandes nombres
hay muchos que no usan faldas
pero tampoco son hombres.
82
Mil y una crónicas de Atoyac
No puedo más,
la metralla crispó mis manos
por acariciarla andará
conmigo como una hermana,
mientras cruzando por la ruta sierra.
No puedo más,
como quisiera que en Atoyac,
surgiera un vástago de aquel pionero,
que defendió con las armas esta tierra,
Juan Álvarez presente,
85
Víctor Cardona Galindo
92
Mil y una crónicas de Atoyac
Don Juan Vargas nació en San Juan de las Flores en 1922, cum-
plirá 90 años el próximo 24 de junio. Su padre fue José Trinidad
Vargas Villa, el Negro Vargas, y su mamá Justa Pérez Fierro.
Cuando su padre llegó al Plan del Carrizo eran terrenos libres.
Ahí se estableció la familia Vargas y fincaron huertas de café. A la
hora del reparto agrario Plan del Carrizo quedó como anexo del
Rincón de las Parotas. En 1956 Juan Vargas comenzó a gestionar el
deslinde del ejido del Rincón de las Parotas, ahora se llama ejido del
Plan del Carrizo.
Dice don Juan que él se puso a gestionar el ejido porque anda-
ban ya los “rapamontes” encabezados por Melchor Ortega que se
querían llevar la madera del Anexo. Tardó seis años gestionando el
ejido. Hasta el que el 9 de noviembre de 1971 se publicó la resolu-
ción presidencial en el Diario Oficial de la Federación, que autoriza-
ba la separación de Plan del Carrizo del Rincón de las Parotas y el
20 de enero de 1973 se ejecutó la resolución creando formalmente
el ejido.
El ingeniero anduvo midiendo subió al cerro del Encanto y otras
elevaciones. Finalmente el ejido se formó con 4 mil 90 hectáreas. Se
llama Plan del Carrizo “porque había una cieneguita, un charquito,
donde crecía un rollo de carrizos. Era un plantita muy frondosa de
donde los niños sacaban varas para hacer trabucos y rifles para tirar
piedritas”.
Antes del año 38 había muchos langostinos en el arroyo de Plan
del Carrizo pero vino una creciente que se llevó todo el camarón,
sólo quedó el socavón. Antes iban por la noche a camaronear con un
hachón y con un machete llenaban una tirincha. A veces por efecto
de luna no encontraban ningún camarón.
Los cerros del Varandillo y Las Guacamayas, el cerrito Chato y
el cerrito del Carrizal, cercanos al Plan del Carrizo están poblados
de Pinos, encinos, madroños y nanchillos. En la orilla de ese arroyo
de aguas frías abunda el cuajinicuil.
En los mejores tiempos del café Plan del Carrizo tuvo una plan-
ta de luz que abastecía al pueblo, se prendía a las seis de la tarde y se
96
Mil y una crónicas de Atoyac
muchos los viejos que tienen una anécdota que contar en torno a
los Zequeida.
Al público en general
les traigo un nuevo corrido
de dos valientes hermanos
que fueron muy conocidos
los ha matado el gobierno
culpándolos de bandidos.
En catorce de diciembre
no me quisiera acordar
llegó la motorizada
queriéndolos desarmar
y los Zequeida pelearon
sin echar un paso atrás.
102
Mil y una crónicas de Atoyac
103
Víctor Cardona Galindo
104
La guerra sucia
105
Víctor Cardona Galindo
II
En su natal Atoyac, Octaviano Santiago Dionicio cursó hasta el
quinto año en la escuela primaria del estado Juan Álvarez, pero en
sexto se cambió a la Modesto Alarcón donde fue alumno de Sera-
fín Núñez Ramos. Se sentía solo donde estudiaba por eso se fue
siguiendo a sus amigos de la Hora Santa, del catecismo y del futbol.
Ahí comenzó su historia.
110
Mil y una crónicas de Atoyac
cidido y unos ojos tan expresivos que parecía manifestar todas las
inconformidades que muchos no nos atrevíamos hacer”.
Retomando el recuerdo de Juan Martínez: “fue él y otros niños
los que tuvieron la idea —claro con la influencia de Núñez Ra-
mos— de exigir unidos —todos los alumnos egresados de las pri-
marias Juan Álvarez, Modesto Alarcón, Valentín Gómez Farías y la
Herminia L. Gómez— una ‘secundaria para todos’ —antes del exa-
men de admisión para 60 lugares— y sí el encabezó el movimiento.
En la escuela primaria Juan Álvarez el grupo de ‘niños conscientes’
fue totalmente rechazado en su lucha por la directora Julita Paco
Pizá. Puesto que percibió que esa idea no nacía en nosotros sino en
Lucio Cabañas y Serafín Núñez”.
“El grupo que buscaba ‘secundaria para todos’ aprobó el examen
de admisión, iban bien preparados gracias al trabajo integral de los
maestros de la Modesto Alarcón, quienes se preocupaban por trans-
mitir no tan sólo ideas socialistas sino la preparación en general.
Fueron esos maestros auténticos apóstoles de la educación”.
“Cuando ese grupo ingresó a la secundaria estaba formado entre
otros por Gaspar de Jesús Reséndiz, Reyes; Javier Gutiérrez Ávila,
Champurrito; Félix Bello Manzanares, el Cuche; Roberto Quevedo
Fajardo, el Güero Quevedo; Juan Martínez Alvarado y por supuesto
Octa para Juana Dionicio y el Crudo para nosotros. El grupo ya
estaba fichado, de tal manera que se consideraba como un grupo de
‘revoltosos’, alumnos de los profesores de la Modesto”.
La mayoría de estos adolescentes: “Ya habían participado antes
de entrar a la secundaria en 1964 en un congreso campesino enca-
bezado por Ramón Danzós Palomino dirigente del Frente Electoral
del Pueblo, en diferentes actos en apoyo a la autonomía universita-
ria, publicaron el primer —y único— periódico infantil en el país
de corte izquierdista —así lo reconoció Othón Salazar Ramírez en
un mitin en Atoyac, el periódico se llamaba Vanguardia Infantil,
cuyo primer tiraje en mimeógrafo se realizó en la casa de Jacob Ná-
jera en San Jerónimo y continuamente se constituían como grupo
en defensa de las clases más desprotegidas”.
116
Mil y una crónicas de Atoyac
III
En 1966 hubo otro movimiento de alumnos en la escuela secunda-
ria federal de Atoyac. “No había maestros, exigieron maestros y los
lograron, a Octaviano no le gustaba que perdieran clases”, dice su
hermana Ángeles Santiago Dionicio.
Andrés Vargas Rendón explicó los pormenores de este movimien-
to: “Cursábamos segundo año cuando comenzó la grilla, porque no
teníamos profesores de español y geografía, a los de tercero les falta-
ban maestros que les impartieran física, química y orientación voca-
cional.” Los alumnos se revelaron. Octaviano Santiago Dionicio era
el presidente del grupo, los reunió y se propusieron actividades para
llevar a cabo. No dejaron entrar a la reunión al director Armando
Pérez Terríquez, pero éste escuchaba atrás de las rendijas de las tablas.
Se acordó imprimir volantes, todos los alumnos se cooperaron y, des-
pués, se repartieron. En ese grupo había muchos que pertenecían al
Club de Jóvenes Democráticos que era el motor del movimiento.
En respuesta el director de la escuela convocó a una reunión
de padres de familia buscando contener el movimiento estudiantil,
pero se encontró con una fuerte organización. Había estudiantes en
las calles repartiendo volantes, los padres llegaban a la reunión con
el volante en sus manos y enterados de la problemática, cuando el
profesor Pérez Terriquez quiso manipular la información, los padres
de familia les dieron la razón a los alumnos inconformes.
“Los estudiantes de la escuela secundaria federal de este lugar, Oc-
taviano Santiago, Juan Martínez, Dora Luz Reyes y Ángela Mastache
lanzaron a la luz pública unos volantes de protesta en contra del direc-
tor del citado plantel profesor Armando Pérez Terríquez, por falta de
maestros”, registra Wilfrido Fierro el 31 de octubre de 1966.
“A raíz de eso salió una comisión para gestionar ante la sep más
personal, llevando la propuesta de Salvador Castro Navarrete para
español y a Malaquías Pérez Alejo para matemáticas. De allá traje-
ron la orden para que esos maestros se integraran a la plantilla de la
secundaria” comentó Andrés Vargas Rendón.
117
Víctor Cardona Galindo
eran brigadistas que hacían pintas con pintura negra y roja, brochas
y cubetas. Pegaban posters con engrudo en las paredes y postes. Las
consignas eran: “Libertad a los presos políticos”, “Muera el mal go-
bierno”, “Muera el pri” y “Mueran los explotadores del pueblo”.
Dagoberto Ríos Armenta recuerda una de las veces que salieron
a las calles a pegar propaganda fue en la noche del 29 de noviem-
bre de 1964 pues al día siguiente 30 llegaría la primera dama de la
nación, pero al amanecer los del gobierno ya habían retirado los
carteles de las calles, ese día a las 9:15 de la mañana en la colonia
Moderna aterrizó el helicóptero que transportaba a la primera dama
Eva Sámano de López Mateos, quien vino a inaugurar el edificio
del Instituto de Protección a la Infancia construido por el gobierno
federal y que después sirvió de cuartel militar. Y de paso develó la
placa de la calle Antonio Paco Navarrete un revolucionario que llegó
al grado de teniente coronel.
Cuando estalló el conflicto de la escuela Juan Álvarez los inte-
grantes del Club recorrieron las comunidades informando de los
acontecimientos e invitando a las concentraciones que se hacían en
el zócalo. El día primero de febrero de 1967 salió a la luz pública
el periódico El Machete Costeño órgano de difusión del Club de Jó-
venes Democráticos, su director era Gaspar de Jesús, el subdirector
Javier Gutiérrez y el jefe de redacción Decidor Silva Valle.
En aquellos años la dirección nacional del Partido Comunista
convocó a un concurso de lema, himno y logo para la Juventud
Comunista. En ese concurso se iba a calificar también la formación
de nuevos núcleos juveniles, por eso Octaviano Santiago y Pedro
Martínez se dedicaron a la formación de grupos. Gran parte de los
muchachos reclutados en esta jornada posteriormente se convirtie-
ron en apoyo de la guerrilla. Se formaron esa vez más de 50 núcleos
de la Juventud Comunista de México. Hubo pequeñas células en
San Martín, La Florida, Las Trincheras, Alcholoa, San Jerónimo,
San Luis la Loma, Rincón de las Parotas y El Ticuí. Por la formación
de núcleos fueron premiados y les regalaron un gran cuadro del Che
Guevara que le quedó a Decidor Silva en resguardo.
121
Víctor Cardona Galindo
IV
Un buen método para entender algo consiste en seguir una historia
Zlata Filipovic autora del Diario de Zlata
El guerrillero
“Mi paso por la guerrilla no fue grande, fue relativamente corto,
fue más o menos de un año. Yo lo que valoré muchísimo ahí fue la
entrega de los hombres. El valor a cambio de nada, eso fue lo que a
mí me conmovió y me hizo aguantarme ahí porque yo al principio
iba de visita, pero cuando vi ese amor desmedido, yo lo veía hasta
enfermizo pues me quedé ahí sin ninguna duda que eran gentes que
iban a morir en la batalla y así murieron”.
Eso dijo Octaviano Santiago en la entrevista que a la doctora Ju-
dith Solís y yo le hicimos, habló de su paso por la guerrilla del Partido
126
Mil y una crónicas de Atoyac
V
El comunicado de los Comandos Armados de Guerrero apareció
publicado el 13 de enero de 1972 en Excélsior. El mismo día en que
los cuerpos policiacos rescataron a Farill Novelo a las 9 de la noche,
“sin que hubiera necesidad de pagar los tres millones de pesos que
exigían por ello. Lo tenían en la punta de un cerro de rocas entre los
poblados de Pueblo Nuevo y El Veladero”.
Según los periódicos los detenidos por esa acción fueron: Cán-
dido Fierro, Guillermo Bello López José; Francisco Fierro Loza
Chon; Octaviano Santiago Dionicio Abrahán Molina; Rubén Ra-
mírez Lozano la Chiquitilla; José Albarrán Pérez, María Ascensión
Hernández y la directora de la secundaria Progreso de Acapulco,
Flora Albarrán.
Nada se dijo de la detención de Guadalupe Fierro, Juan Bahena
y su esposa. Así como de María del Rosario Santiago y de su esposo
Teódulo Serafín quienes fueron liberados a los tres días después de
recibir varias sesiones de tortura.
128
Mil y una crónicas de Atoyac
129
Víctor Cardona Galindo
Las aprehensiones
En ese tiempo María del Rosario Santiago Dionicio, Chayo, vivía
por el lugar conocido como El Pasito en la ciudad de Acapulco. El
día que su martirio comenzó, llegaron a su casa Francisco Fierro
Loza y José Albarrán a quienes les invitó un café. Mientras Fierro
escribía en una máquina un documento, Albarrán salió. Como a
las dos horas que se fue Albarrán y un poquito después que Fierro
abandonara el lugar, agentes judiciales que se movían en 15 coches
rodearon la vecindad. Ella no sabía que estaba pasando. Había re-
cibido a Fierro Loza con gusto porque era su vecino en el ejido del
Porvenir donde todos los años acudía a cortar la huerta de café y
era amigo de su esposo Teódulo Serafín quien al llegar a las 9 de
la noche de trabajar también fue aprehendido y se los llevaron en
automóviles separados.
Los judiciales en el camino interrogaron a Chayo. Le pregunta-
ron si conocía a Francisco Fierro Loza y dijo que sí. Pero cuando le
preguntaron por Abrahán Molina ella no supo. “Yo solo oí que se
iban a juntar con ese tal Abrahán Molina en el cine Bahía”. Eso les
explicó a los policías porque escuchó que Francisco Fierro le había
hecho ese comentario a su acompañante. Allá la llevaron y la colo-
caron como carnada.
Ahí en el cine Bahía la tuvieron hasta las cuatro de la mañana
para ver si alguien aparecía. Después la llevaron atrás de la Coca
Cola a una casa donde torturaban a los detenidos. Estaban ahí como
15 personas, entre ellos Romana Martínez, hermana de Francisco
Fierro Loza y sus hijos.
Los sacaban uno a uno a interrogar. Llevaron a Chayo a una
huerta y apagaron las luces para que no viera como llevaban a Alba-
rrán que iba gritando “por favor no me torturen ya” y se lo sentaron
a un lado. Mientras le ponían una pistola en la nuca le preguntaron
por Abrahán Molina, ella no sabía que ese era el seudónimo de su
hermano Octaviano Santiago Dionicio y dijo que no lo conocía.
Entonces le preguntaron a Albarrán como era que la conocía y él
130
Mil y una crónicas de Atoyac
Fierro Loza en una panadería que está junto al cine Terraza Bahía
en Acapulco”. Donde detuvieron a Fierro Loza y lo llevaron a una
casa de tortura. “En cuanto a Rubén Ramírez lo detuvieron al llegar
a la casa de Fierro Loza, que había sido entregada por Albarrán”.
Así se cortó el suministro de alimentos y de información a los dos
guerrilleros que cuidaban a Farill y se neutralizó la comisión de ne-
gociación y el pago del rescate.
Al no tener noticias de sus compañeros en la ciudad Octaviano
Santiago Dionicio bajó del cerro en donde estaba cuidando al se-
cuestrado y lo detuvieron al llegar a la casa de su hermana Rosario.
Lo torturaron y como no decía nada comenzaron a torturar delante
de él a Fierro y a Rubén. Para evitar que los siguieran torturando
Octaviano dijo el lugar donde tenían a Farill.
Del balance que hizo el Partido de los Pobres de esa acción con-
sidera: “que de las exigencias que puso el comando que secuestró a
Farill sólo no se cumplió el pago de los 3 millones”, la lectura del
comunicado se hizo y la publicación también y se les devolvió el 50
por ciento de las cuotas de inscripción a los alumnos. “En la primera
entrevista que le hicieron a Octaviano recuerdo que dijo esta frase:
hemos perdido una batalla solamente, no la guerra”.
Estando Octaviano Santiago en el penal de Acapulco, cayeron
presos 15 campesinos de San Francisco del Tibor acusados de la pri-
mera emboscada que Lucio les puso a los soldados el 25 de junio de
1972 y más de 40 campesinos del Quemado que fueron responsa-
bilizados del segundo ataque que se dio el 23 de agosto en el Arroyo
Oscuro. Los campesinos no estaban politizados y llegando al penal
con la dirección de los presos políticos adquirieron una formación
política. Así nació parte de esa estructura indómita que en Atoyac
durante muchos años le ha dado vida a la izquierda.
Los cinco presos políticos: Octaviano Santiago Dionicio, Gui-
llermo Bello López, José Albarrán Pérez, Rubén Ramírez Lozano y
Francisco Fierro Loza aprovechando la cobertura que les daba estar
en la cárcel se dedicaron a denunciar las arbitrariedades de los cuer-
pos represivos en la sierra de Atoyac, principalmente en la revista
132
Mil y una crónicas de Atoyac
VI
De acuerdo a Juan Martínez Alvarado la vida de Octaviano Santia-
go Dionicio tiene varias etapas fundamentales y enumera ocho: Su
infancia de la casa a la iglesia, su vida en la primaria y secundaria, su
paso por Ayotzinapa y la Universidad Autónoma de Guerrero, su lu-
cha clandestina, sus confinamientos y amnistía, su participación en
la lucha democrática por la vía pacifica, su paso por la dirigencia del
prd y el ocaso simultáneo de él y la auténtica izquierda en Guerrero.
Como se puede ver en estas crónicas si acaso hemos abordado
cuatro de las etapas propuestas por Martínez Alvarado y es que es-
cribir sobre Octaviano Santiago es sumergirse en la historia de la
lucha del pueblo de Guerrero en los últimos 50 años, desde el mo-
vimiento estudiantil y universitario hasta las últimas jornadas de lu-
cha por lograr una democracia auténtica. Hoy para cerrar ésta serie
de entregas hablaremos de su formación y de su última estancia en
la cárcel, posteriormente hablaremos de las otras etapas de su vida.
134
Mil y una crónicas de Atoyac
dras que pintaron de blanco. “En ese aparato que se llevaron a don
Alfonso Bataz. Eso fue en mayo y regresó hasta en agosto después de
permanecer prisionero en el campo militar”.
Fue el 18 de mayo de 1971 a las dos de la tarde cuando arribó a
Los Valles el capitán primero Melitón Garfias Torres, comandando
34 militares de un columna volante del 49 batallón de infantería.
Desde entonces instalaron su cuartel en la casa de Canuto Lugardo
y campamento atrás de la casa de Victorina Romero Cabañas y al-
rededor del ojo de agua. Desde entonces ésta pequeña comunidad
de la parte media de la sierra, de donde son originarios los Galindo,
vivió sitiada durante siete años. “No hay Galindo en Atoyac que no
sea de Los Valles”.
Antes de que los militares aparecieran la comunidad había co-
menzado a vivir en la zozobra, porque se perdían los bastimentos de
las milpas, “se veía llegar los hombres temprano de trabajar. Es que
les habían robado el bastimento. Rumbo al Plan de los Mangos es
donde comenzó la robadera de bastimentos”.
Resultaban muertos en los caminos como Gabino Barrientos
que lo encontraron muerto ya descompuesto. Hubo muchos muer-
tos.
Los Valles tenía dos arroyos que lo atravesaban, un manantial
donde por las mañanas y las tardecitas iban las jovencitas al agua, y
era punto de reunión de los enamorados. Pero la armonía se rom-
pió cuando llegaron los guachos, buscaban a los guerrilleros traían
una lista de nombres y preguntaban si conocían a Lucio Cabañas
Barrientos. Los guachos estaban por todos lados aunque aquí nunca
se vio un guerrillero.
Los versos de un corrido “El cateo” de Eusebio Martínez Ocho
deja testimonio de aquellos hechos:
141
Víctor Cardona Galindo
El batallón 27
ellos hicieron el cateo
traían a tres guerrilleros
buscando a sus compañeros
tomaron de prisionero
al esposo de Esther Romero.
142
Mil y una crónicas de Atoyac
La gente se pregunta
los presos donde están.
A los presos los torturan
en el campo militar.
148
Mil y una crónicas de Atoyac
II
En el año 2006 el presidente municipal, de ese entonces, Pedro Bri-
to García, consideró que para acabar con el congestionamiento ve-
hicular en el centro de la ciudad había que cambiar las oficinas del
ayuntamiento a otro lugar, por eso se fueron a ocupar las instalacio-
nes de lo que fue el cuartel del 49 batallón de infantería. El alcalde
bautizó el lugar como Ciudad de los Servicios y así le llama todavía
mucha gente.
Por eso ahora ese viejo campo militar es el ayuntamiento, o lo
será hasta el día primero de octubre del 2012 fecha en que el nuevo
alcalde, Ediberto Tabares Cisneros, se llevará la presidencia de re-
greso al centro.
157
Víctor Cardona Galindo
Revolución socialista
el pueblo te está esperando
con Cabañas a la cabeza
nos’tamos organizando”
164
Mil y una crónicas de Atoyac
sobre sus animales a los que trataba con cariño. En ese tiempo, los
años 50 de siglo pasado, no les ponían protección en los cuernos de
los toros ni les hacían el cuerniquiur como ahora y los corrales de
toros se hacían aquí en la ciudad de Atoyac en unos terrenos por
donde ahora está la biblioteca Dagoberto Ríos Armenta. Sabía hacer
bailar a los caballos, “los entrenaba muy bien y los hacía bailadores,
cuando les ordenaba ¡alza!, el caballo se paraba en dos patas”.
I
En uno de los pasajes de su libro Voces acalladas (vidas truncadas),
Andrea Radilla recuerda que su padre, don Rosendo Radilla Pache-
co, cuando acudía a la sierra a cortar sus huertas: “Disfrutaba de
limpiar de hiedras cada mata de café que los chaponadores dejaban
con monte, se paraba entre el plantío de café y miraba detenida-
mente la copa de los árboles, como queriendo escalarlos y observar
desde arriba eso que él llamaba una gran riqueza. Se le oía decir que
la madre naturaleza había creado dos cosas maravillosas: la mujer y el
café… Miraba el café cereza recién cortado apilado en grandes mon-
tones en el asoleadero, listo para ser rastrillado y extendido, sonreía y
cerraba los ojos como queriendo retener aquella imagen. Con mucha
paciencia le quitaba las hojas y tallos que los peones al no cortar bien
desprendían. Le gustaba la sierra por todos sus olores a café cereza, a
café recién hervido, el aroma a leña y el de las tortillas recién hechas”.
El caso Rosendo Radilla Pacheco ha causado una revolución en
la legislación mexicana y las modificaciones a las leyes que ha pro-
vocado servirán para que otros casos de desaparición forzada y de
violaciones a los derechos humanos cometidos por militares sean
castigados. Las instancias internacionales han concluido que su caso
formó parte de “un patrón de detenciones, tortura y desapariciones
forzadas de personas militantes de la guerrilla o identificados como
simpatizantes”.
Rosendo Radilla Martínez declaró ante la Corte Interamericana
de los Derechos Humanos que un militar en el retén, le dijo a su pa-
169
Víctor Cardona Galindo
Ejército mexicano
que triste papel jugaste
con tus narco-generales
al pueblo pobre mataste.
La defensa nacional
la población atacó
y sus demandas sociales
con balas solucionó…
Desaparición forzada
delito internacional
México no lo castiga
por pura complicidad…
175
Víctor Cardona Galindo
El postinero señores
su caballo preferido
lo seguirá cabalgando
por esos mismos caminos…
Ya me voy, ya me despido
no se les vaya olvidar
como el caso de mi padre
hay mil 300 o más.
176
Mil y una crónicas de Atoyac
194
Crónicas de aire,
tierra y fuego
195
Víctor Cardona Galindo
Y le dirás de mi parte
que es mi última voluntad
que en el santuario me haga
una iglesia donde he de posar.
Llegan unas con más peregrinos que otras, pero al final la parro-
quia es un mar de gente.
201
Víctor Cardona Galindo
textil para evitar traer las telas de Europa y ahorrarse los gastos de
importación y de paso aprovechar la gran cantidad de materia prima
barata que existía en ese momento en las dos costas de Guerrero”.
El algodón es un cultivo ancestral, ya era cosechado por los pue-
blos de Mesoamérica. Las telas de algodón eran parte de los tributos
que los aztecas obtenían de la provincia cuitlateca de Cihuatlán. In-
cluso Humboldt en 1803 escribió que en la Costa Grande florecía el
algodón y que todavía no se conocían las máquinas despepitadoras y
recomendaba el cultivo de café cerca de Chilpancingo. A mediados
del siglo xix se habían instalado algunas máquinas escarmenadoras
de algodón en la zona de Huertecillas y los Arenales.
Luego vinieron los esfuerzos por explotar industrialmente el al-
godón. Antes que la del Ticuí, hubo dos fábricas de hilados y teji-
dos en Atoyac que comenzaron a funcionar en 1860. En 1865, una
creciente del río Atoyac en la madrugada del 29 de septiembre se
llevó la industria propiedad de Rafael Bello y Antonio A. Pino esa
factoría estuvo instalada en el lugar conocido como El Rondonal en
los contornos de lo que ahora es la colonia Mariscal.
Luego, en 1867, iniciaron los trabajos de otra fábrica dentro de
la población, que debido a la perseverancia de los trabajadores —
dice doña Juventina Galeana— don Rafael y don Antonio la llama-
ron La Perseverancia, por eso ahora el mercado municipal se llama
así, porque en dicha zona estuvo la industria que, posteriormente, se
quemó. Silvestre Mariscal en sus memorias (en 1912) menciona las
ruinas de esa factoría. De recuerdo también quedó el lugar conocido
como El Barreno ubicado en la parte norte de la ciudad, porque ahí
barrenaron el cerro para llevar agua a la fábrica.
El 11 de mayo de 1876 falleció en Acapulco el señor Rafael Be-
llo, propietario de la fábrica de mantas La Perseverancia de Atoyac.
“Bello nació en Tixtla y fue presidente municipal de Acapulco. Fue
asesinado por la policía de Acapulco”, informaba El Fénix en su
edición 31, publicada el 17 de junio de 1876, la sociedad se indignó
por el asesinato porque se dijo que fue una celada preparada con
antelación; un grupo de ciudadanos de Atoyac pidieron al juez de
203
Víctor Cardona Galindo
II
En 1904, con el objetivo de facilitar el tránsito entre Atoyac y la
nueva fábrica del Ticuí durante la temporada de secas se construyó
en el río un puente provisional de madera, cuya mejora fue llevada a
cabo por los empresarios de la citada fábrica con el apoyo del ayun-
tamiento y la ayuda del trabajo personal de los vecinos, publicaba El
Periódico Oficial del Estado de Guerrero el miércoles 10 de diciembre
de ese año.
Durante el periodo de lluvias los pangueros no se daban abasto
para pasar a los trabajadores que iban de Atoyac y a la gente del
Ticuí que necesitaba atravesar el río. Uno de los pangueros que se
recuerdan es Antonio Solís Hernández. Otros que en 1964 tenían
pangos eran Luis Galeana Hernández, Antonio Ávila y Victorio Ga-
ribo.
La tarea de construir un puente de madera se desarrollaría todos
los años hasta 1991. El comisario organizaba a los habitantes del
Ticuí, se cortaban troncos, varas y lianas para hacer chundes que se
llenaban con piedras y se les colocaban encima troncos de palmas,
luego les ponían tablitas encima y así pasaba la gente. No se podía
pasar corriendo, si alguien lo hacía tenía el riesgo de rebotar e ir a
dar al agua o romperse un hueso al caer sobre las piedras.
A finales de los años cincuenta construyeron en el río dos gran-
des muros, uno de cada lado donde amarraron gruesos cables de
acero que sostenían las balsas que cruzaban el río, en tiempo de
lluvias, llevando de ida camiones cargados de algodón y de regreso
grandes estibas de manta. La plataforma era de madera y era empu-
jada con palancas por un grupo de balseros.
Fue el 20 de agosto de 1904 cuando la fábrica quedó instalada y
se probó el 16 de noviembre de 1904, dando buenos resultados, por
lo que se empezó a trabajar regularmente el 1 de enero de 1905. Fue
entonces cuando se inició la producción de telas como la indiana y
manta. Aquí llegó a producirse una tela muy famosa conocida como
indio Atoyac. Según las investigaciones de doña Juventina Galeana
208
Mil y una crónicas de Atoyac
III
Cuando había creciente del río, las aguas del canal subían y en la
reja que estaba a la entrada de la turbina quedaban atrapados mu-
chos camarones y distintas especies de peces. Los obreros del turno
de la noche llenaban hasta tres cubetas de langostinos, aloncillos,
charritos, gueveninas, truchas, cuatetes y hasta robalos. Ahora de esa
turbina que sirve de nido a miles de murciélagos sólo quedan atra-
pados en el fondo de un foso los fierros viejos que los saqueadores
no pudieron llevarse a pesar de que usaron poleas.
Los viejos recuerdan los mejores años de la fábrica, cuando se
instaló un consultorio médico gratuito; el primero en su género de
la región. Había un médico pasante que daba atención a obreros y
a gente del Ticuí. La fábrica otorgó becas para que los jóvenes estu-
diaran para ingenieros y técnicos textiles en las ciudades de México
y Puebla. Con esas becas estudiaron: Antonio Galeana Pano, Adolfo
Carreto Bello, Efrén y Refugio Ríos, quienes egresaron de la Escue-
la Superior de Ingeniería Textil del Instituto Politécnico Nacional.
Antonio Galeana, Toñito, se especializó en diseño textil y trabajó en
importantes empresas como gerente de diseño de telas para tapice-
ría. De los demás hablaremos más adelante.
El Ticuí presume haber tenido la primera escuela federal de la
región, la primaria Valentín Gómez Farías en donde estudiaron mu-
chos personajes destacados del municipio y recuerda aquella cruza-
da de alfabetización que sacó de la oscuridad a muchos obreros y
campesinos. Pero de pronto esos tiempos de prosperidad se vinieron
abajo cuando el gerente Enedino Ríos Radilla murió en un trágico
accidente aéreo el 15 de diciembre de 1951, junto al industrial Elías
Hanan y el profesor Rómulo Alvarado.
Con la muerte del líder la empresa fue puesta en manos de su
hijo Efrén Ríos quien la administró de 1952 a 1956, pero por falta
de experiencia la dejó caer. Las actividades tuvieron que suspenderse
porque no se contaba con contratos para la producción y acabó por
traspasarla al español Antonio Esparza en 1956. Dicho empresa-
214
Mil y una crónicas de Atoyac
219
Víctor Cardona Galindo
221
Víctor Cardona Galindo
222
Mil y una crónicas de Atoyac
“La salida del sol”, “Los naranjos” y “Las amapolas, “en los que el
poeta pinta cuadro de paisaje y las costumbres de la costa guerreren-
se, y lo hace con notorio cariño”.
“Descuella el conocimiento que tenía el maestro de la flora y
la fauna de su tierra, del cual da pruebas al hacer enumeraciones,
largas y detalladas, de plantas y de animales, sobre todo de aves, con
pinceladas breves y eficaces que las pintan y no sólo las nombran”.
En este grupo de poemas están presentes elementos que identi-
fican a nuestra región, su flora y fauna. En “La salida del sol” se lee:
Las amarillas retamas
visten las colinas, donde
se ocultan pardas y alegres
las chozas de los pastores.
En “Los naranjos”:
Del mamey el duro tronco
picotea el carpintero,
225
Víctor Cardona Galindo
y en el frondoso manguero
canta su amor el turpial;
y buscan miel las abejas
en las piñas olorosas,
y pueblas mariposas:
el florido cafetal”.
II
Sin duda, Ignacio Manuel Altamirano es el máximo escritor de su
tiempo. Fue quien marcó la ruta de las letras nacionales afirma Jai-
me Labastida, quien lo coloca a la par de Alfonso Reyes y Octavio
Paz. Mi maestro Fortunato Hernández Carbajal dice que en Guerre-
ro hasta nuestro tiempo, nadie ha podido rebasarlo.
Victoria Enríquez en el texto “Mujeres, paisajes, dolor y muerte
en la poesía de Ignacio Manuel Altamirano” publicado en el libro
Altamirano visto por altamiranistas, comenta que “la perfección que
226
Mil y una crónicas de Atoyac
227
Víctor Cardona Galindo
228
Mil y una crónicas de Atoyac
229
Víctor Cardona Galindo
230
Mil y una crónicas de Atoyac
231
Víctor Cardona Galindo
233
Víctor Cardona Galindo
El carnaval
El festejo del carnaval tuvo su época de oro en Atoyac, a mediados
del siglo pasado, cuando se vivía el boom cafetalero. Era una fiesta en
la que participaba toda la población. En todas las casas se adornaban
y se pintaban cascarones de huevos para luego llenarlos de maice-
na, confeti y perfume para venderlos o quebrarlos un día antes del
miércoles de ceniza.
En la primera mitad del siglo xx se organizaban festivales en la
plaza principal de la cabecera municipal con palenques de gallos. A
veces los festejos se desarrollaban en la plazuela “La perseverancia”
donde ahora está el mercado. Se construía una enramada en “donde
se desarrollaba la fiesta, y dentro de ella había toda clase de juegos
de azar, peleas de gallos y fandango de arpa, en donde se lucían
los mejores bailadores y bailadoras de la región a los acordes de los
instrumentos de cuerdas y el golpe de la tarima”, escribió el cronista
Wilfrido Fierro Armenta.
234
Mil y una crónicas de Atoyac
Vámonos compañeritos
vámonos que vengan otros
que les hagan el favor
que nos han hecho a nosotros.
es que en los primeros años del siglo pasado en la feria había úni-
camente juegos de azar, bailes de tarima, peleas de gallo y carreras
de caballos, pero la diversión se fue diversificando cuando llegó el
cine. Los juegos mecánicos comenzaron a llegar a nuestra ciudad al
terminar la década de los veinte y principios de los treinta. Vinieron
por una brecha de la playa que conectaba con Acapulco. Los carros
que los traían venían llenos de ramas que arrancaron al pasar por los
caminos plenos de vegetación.
Ya para 1940 cuando empezaba la feria de Semana Santa los
pueblos de la sierra quedaban vacíos, todos bajaban para surtirse de
abarrotes, comestibles y herramientas para el cultivo. En los años
cincuenta se notaba la prosperidad, había algunos “sierreños” que
encendían su cigarro con un billete. Recordando esas épocas Anto-
nio Solís Martínez escribió que “las sillas voladoras en su rotación
casi rozaban la casa de Manuel Radilla Mauleón”. Un día se des-
prendió una silla voladora y una mujer fue a caer arriba de las tejas
de una casa, al parecer se trató de Petra Cabañas.
“Todos nos queríamos subir a los volantines, como se les llama-
ba a los juegos... El merolico pregonando que si le dabas un peso
no te quedabas pobre, pero tampoco él se hacía rico”, es parte de
lo que Juan Martínez Alvarado recuerda de las ferias a fines de los
cincuentas y “la llegada de don Matías con su lotería de estampas
típicas mexicanas con premios para cuadro chicho, cuadro grande,
líneas como salgan o carta llena; para llevarse un juego de loza, una
cubeta del número veinte o sea una tina… la tradicional ola marina
y el carrusel de caballitos; la gigantesca rueda de la fortuna, la espec-
tacular silla voladora”.
Eran los tiempos en que se pagaba a cuarenta y cinco pesos el
quintal de café capulín.
Las ferias de los sesenta y setenta son recordadas por Felipe Fie-
rro Santiago quien escribió en su libro Tierra mojada: “El disfrutar
de los juegos mecánicos, el de pasear y distraerse durante la Semana
Santa en Atoyac, resultaba gratis o fácil para las familias de la par-
te alta de la sierra; antes del disfrute, la familia en casa tenía que
241
Víctor Cardona Galindo
242
Mil y una crónicas de Atoyac
La belleza atoyaquense
es el rostro del café
todo el mundo ríe y baila
y lo que cante usted…
Vamos ya… aquí hay muchas atracciones
diversión a la niñez
también muestras comerciales
sin faltar la del café.
La Cuarta Feria Regional del Café Atoyac 95, que se celebró del
7 al 16 de abril, fue organizada por primera vez por el ayuntamiento
encabezado por María de la Luz Núñez Ramos.
Rafael Arzeta Cervantes en un texto llamado “Ecos de la Feria
del Café Atoyac” publicado en la revista La Costa, mayo de 1995,
escribió: “con su agradable calor costeño y su maravillosa amistad,
celebró las festividades de Semana Santa con la realización de la iv
Feria Regional del Café Atoyac 95… Todo se iluminó de alegría y
entusiasmo, con los objetivos logrados, al traerle al pueblo atoya-
quense momentos de esparcimientos y de cultura con la variedad de
espectáculos presentados en cada una de las áreas”.
El acto de la inauguración de la feria estuvo a cargo de Patricio
Medina Andrade, secretario de Desarrollo Económico del Estado,
quien acudió en representación del gobernador del estado, Rubén
Figueroa Alcocer. Las festividades estuvieron enriquecidas de los
ingredientes que toda feria debe contar como: juegos mecánicos,
eventos culturales, artísticos, jaripeo, palenque, muestra comercial,
industrial, artesanal y el teatro del pueblo que exhibió espectáculos
de primera calidad; cerrando con broche de oro un grupo represen-
tativo de La Guelaguetza del estado de Oaxaca el 16 de abril por la
noche. Ese día la plaza principal de Atoyac lució abarrotada.
Una de las más memorables fue la encabezada por Lucio Galea-
na Flores, como Oficial Mayor del ayuntamiento, en el periodo del
alcalde Javier Galeana Cadena. La feria salió del centro de la ciudad
y se realizó por primera vez en los terrenos del predio El Rondonal
donde ahora se encuentra la colonia María Isabel Gómez Romero.
Esta vez Lucio Galeana dio muestras de su buen gusto, demostró su
capacidad de organización, le dio colorido a los eventos y mejoró la
escenografía del teatro del pueblo.
La feria del 2002 fue inaugurada con la presencia del guitarrista
Chamín Correa. Aquí el primer edil Acacio Castro Serrano dijo que
la expo estaba dedicada al autoconsumo. Invitó a los productores a
no abandonar sus parcelas, porque preservar el café es preservar la
flora y fauna, porque su producción se realiza bajo sombra. Doña
244
Mil y una crónicas de Atoyac
de Jesús, se celebró una feria, que se conoció como Feria del Café,
en ese entonces se coronó como reina del cafe a la señorita María de
Jesús Magaña Laurel.
En el año de 1991 en la Primera Feria Regional del Café Atoyac
91, después de una reñida y polémica competencia se coronó a Ny-
dia Nájera Peralta, originaria de Atoyac, como la primera reina del
cafe. En 1993 fue coronada Claudia Santiago Radilla, también de la
cabecera como la segunda reina del cafe y para el siguiente año fue
Clara Elizabeth Bello Ríos la reina del cafe. Fue hasta 1995, cuando
una sierreña les disputó el título y se coronó a Denny Garibo Sotelo,
del Paraíso.
Han sido reinas del café: Eliana Lizeth Martínez Abarca de Co-
rral Falso en 1996; Yanelly Hernández Martínez del Ticuí, ahora
directora estatal del Registro Civil, obtuvo el título en 1997; María
Eleazar Galeana Radilla de Atoyac en 1998, María Aidé Moreno
Fierro de Atoyac en 1999, Roxana Pino Ríos de la colonia Buenos
Aires en el año 2000; Francisca Sotelo Bautista del Paraíso en el
2001.
En el 2002, durante la onceava edición de la Feria del Café fue
soberana Lilibeth Pano Gallardo del Ticuí y en el 2003 el trono le
correspondió a Érika Nallely Garibo Núñez del Ticuí. De ahí le
siguieron: Odisshely Lugardo Campos de Los Valles, 2004, e Itzel
Alelí Reyes Díaz de Atoyac fue la última reina del cafe en el 2005.
De ahí vino el rostro del cafe, y el 10 de abril del 2006 el cantante
Reyli, en compañía del alcalde Pedro Brito García, coronó al rostro
del cafe, Miriam Janet Hernández del Valle, de Corral Falso, y Elies-
ter Castro Piedra, de Atoyac fue el rostro del café 2008.
Uno de los más notables rostros de café fue Mayra Yesenia Mata
Maldonado de Atoyac, quien fue electa en el 2007, en uno de los
pocos momentos en que quedó la certidumbre de que el jurado no
se equivocó o que no fue comprado, porque la gente comúnmente
alega que hubo dedazo. Hubo años en que las candidatas perdedoras
hicieron manifestaciones y algunos miembros de la porra amenazan
con no volver a participar, pero al siguiente año vuelve la pasión.
248
Mil y una crónicas de Atoyac
los equipos que perdieron alegaron que la eligieron porque era familia
del presidente. No quedaron conformes porque la favorita era Deuz.
El 2011, en la edición 21 de La Expo Atoyac, compitieron por
el título de reina: Azucena, Karen Paola, Yarajara, Luz Neri, Karina,
Marialí, Jessica e Itzel. Las ocho candidatas se exhibieron vestidas
de la mujer maravilla en un opening montado por Andrés Bello Gó-
mez, Andy. El grupo de salsa Impacto Latino del maestro Miguel
Aquino deleitó el evento con sus mejores cuadros.
Se calificó: expresión verbal, corporal y artística, las candidatas
lucieron el vestuario que Gerardo Mallares les confeccionó, prác-
ticamente unas angelitas en trajes de baño. Antonia Pérez estuvo
atrás del escenario haciendo señas y dirigiendo a las muchachas,
durante los años 2005 al 2012, se comprometió a dar lo mejor de sí
enseñándoles modelaje y a sentirse seguras de si mismas. Toñita fue
puro cariño y las aspirantes durante estos años la llamaron mamá,
Toñita”. Nelva dedicó gratuitamente su tiempo varios años en la
preparación de las candidatas. Ya se las sabe de todas todas y ha lle-
gado a reconocer la madera de las niñas con sólo verlas.
A veces las muchachitas no le echan ganas y se descuidan, lucen
todas descuachaladas es una palabra que acuñó Andrés Bello para
referirse a las muchachitas desaliñadas. El verbo “descuachalar” se
inventó al calor de estos menesteres. Muchas veces las jovencitas
que concursan se sienten hechas a mano y que todo lo merecen. No
se les puede hablar fuerte porque “les aflora la chipeza”. Así se vivió
la experiencia con Marialí, Jazmín, Azucena, Luz Neri, Diana Jara,
Karen Paola, Jessica Guadalupe e Itzel Alejandra. Esta vez Marialí
fue la favorita, aunque al final ganó Jessica, quien demostró sus ca-
pacidades en el escenario.
La presentación final estuvo muy animada, la porra de Marialí
llegó temprano de amarillo, su mamá era la principal animadora.
Salvador Hernández Meza, Chavón, vino con su tambor y globos
naranjas para apoyar a su hija Jessica. Los Del Valle y los Mesino
apoyaron a Karen Paola, junto con la raza de la colonia 18 de Mayo,
vinieron con uniformes y banderas moradas.
250
Mil y una crónicas de Atoyac
túnica roja. Por delante iba un hombre que representaba Judas con
una túnica azul sonando las monedas. En esta tradicional procesión
que año con año camina por las calles de Atoyac, los 11 apóstoles
van atrás de Judas, y delante de la imagen, con túnicas de diferentes
colores. Se escucha la melodía triste del tambor y la flauta de carrizo.
Una jovencita vestida de ángel sigue a la imagen, mientras los de la
hermandad contienen a la multitud con una reata blanca. La matra-
ca suena y los de la hermandad iluminan el camino con hachones
que ahora tienen una base de metal y el aserrín con diesel son el
combustible que dura ardiendo todo el trayecto. Hace muchos años
los hachones eran hechos con tiritas de madera de ocote, pero ahora
todo es más práctico. Este día dos cuerdas penden del cuerpo de
Cristo, una de sus manos y otra del cuello. El matraquero hace su
escandaloso ruido, con ese aparato hecho de madera.
No hay rezos, todos van en silencio sólo se escucha la matraca, el
tambor y la flauta. La procesión pasa por la calle Álvaro Obregón y
los 11 apóstoles caminan lento. Los de la hermandad Jesús de Naza-
reth ahora convertidos en fariseos van vestidos con playeras blancas
y la imagen de Jesús estampada. Llevan machetes envainados y unas
varas de algodoncillo cada uno, ahora la bandera es roja y la lleva el
Alférez el mismo que ha sido durante muchos años. La imagen hace
el recorrido por Obregón, Galeana, Hidalgo y regresa a la parroquia.
El Viernes Santo, la imagen sale de nuevo de la parroquia y tras
de él sale la virgen. Jesús lleva una corona de espinas, una pesada
cruz sobre su hombro derecho, tres cuerdas penden de él, una del
cuello y las otras dos amarradas de sus muñecas, van las vírgenes y
niños vestidos de apóstoles. También niños disfrazados de Nazare-
nos cargan cruces de palo en el hombro. El alférez lleva de nuevo
la bandera roja, van los músicos del tambor y la flauta de carrizo.
Mientras Jesús enfila por la calle Juan Álvarez seguido de miles de
personas, la virgen se encauza por Hidalgo acompañada de cientos
de feligreses entonando cantos. La virgen es cargada por mujeres
apoyadas por hombres y en la esquina de Galeana e Independencia
una señora sale sahúma la imagen de la madre de Jesús y llora. Las
256
Mil y una crónicas de Atoyac
258
Mil y una crónicas de Atoyac
Nuestro café
“En las profundidades de nuestra exótica selva y a la sombra de
altivos olmos, las manos fuertes de hombres laboriosos, en franca y
armoniosa convivencia con jaguares, pumas, cascabeles, tucanes y
faisanes… producen aromas y sabores aprisionados en granos oro
para deleite de los más estrictos gustos y refinados paladares: Café
de Guerrero para delicia del sur para México y el mundo”. Escribió
Julio César Ocaña en su libro Café de Guerrero, identidad y orgullo.
Cuando se habla de café en Guerrero se habla de Atoyac. Este
aromático grano fue traído por primera vez a nuestro sierra por Clau-
dio Blanco y sembrado en El Porvenir en una finca que se llamó El
Gamito eso sirvió como prueba de que el café si se daba en estos con-
tornos. Esa finca que estaba sembrada de muchos árboles frutales, en
su mayoría plátano, después fue vendida a Gabino Pino González.
Durante el porfiriato los Pino eran dueños de una gran porción
de terrenos en la sierra. Eran los tiempos en que la colonia española
de Acapulco dominaba el comercio del algodón en las costas, los
criollos de estas tierras tenían que buscar otra forma de salir adelan-
te. Por medio de publicaciones llegaban noticias de que en Europa
había mucha demanda de café y don Porfirio Díaz impulsaba el
cultivo para traer divisas al país. Por eso Gabino Pino González se
aventuró a viajar a Chiapas donde el café florecía. Recorrió en barco
hasta puerto Madero y luego fue al Soconusco en donde recibió
instrucciones del beneficiado del café.
A Gabino Pino González cada año se le rinden honores, se hizo
célebre por haber introducido el café al municipio de Atoyac. Es
uno de los personajes que más han trascendido en la historia de
nuestra matria como le llama al terruño o a la patria chica don Luis
González y González.
Gabino Pino tuvo el mérito de haber comenzado de manera
formal el cultivo del café en estas latitudes. Por ello la mitad del siglo
pasado este municipio tuvo un repunte económico importante y fue
conocido como “la tierra del café”.
259
Víctor Cardona Galindo
fierro con una manivela con la que le daban vuelta, sobre el fuego
hecho con conchas de coco.
El primero que comenzó a mortear café en Atoyac fue Wadi que
tenía su morteadora en una barda grande de la calle Reforma, donde
ahora están las instalaciones de Cable Costa. Una vez la máquina se
desgobernó y comenzó a temblar la tierra, se escuchaba el estruendo
muy feo. La gente salió de sus casas corriendo y en el centro se hizo
mucho escándalo, nadie sabía que hacer, esa maquinaria era desco-
nocida por todos. El héroe fue Flores Zedeño, quien sin medir el
peligro se metió y apagó la máquina mientras todo el mundo corría
asustado.
Wadi Guraieb llegó a Atoyac en 1937. Él y sus dos hermanos,
Sebastián y Salomón Guraieb Guraieb llegaron a Veracruz en 1922
procedentes de Dair Elama, Líbano. Escribió Anituy Rebolledo.
Vivió seis años en Atoyac donde conoció sus pueblos e instaló el
primer beneficio seco para comerciar café capulín comprado a los
sierreños.
En 1944 Wadi y su esposa doña Rosa Guraieb se instalaron en
Acapulco, donde abrieron su negocio Café Atoyac. A partir de 1960
se llamó Casa Wadi, ubicada en la esquina de Mina y Velázquez de
León, según los datos de Anituy.
Después en la ciudad llegaron a tener beneficios de café: José
Carmen García Galeana, José Navarrete Nogueda, Raúl Galeana
Estévez, Onofre Quiñones, Miguel Ayerdi, Sotero Fierro, Francisco
Castaño y Fortino Gómez. Ahora hay muchas torrefactoras pero de
eso hablaremos después.
Actualmente de la superficie sembrada de café, el 60 por ciento
es de la variedad típica o criolla, un 30 por ciento bourbon y el 10
por ciento, de caturras, mundo novo y catuaí.
En estos tiempos la sierra está quedando olvidada. Se calcula
que hay 42 mil hectáreas sembradas de café de las cuales el 40 por
ciento está en abandono. Sólo se cultivan el 60 por ciento, el resto
se encuentra entre el monte padeciendo de las plagas que provoca
no cortar el grano. Los mejores tiempos del llamado oro verde ya
263
Víctor Cardona Galindo
264
Mil y una crónicas de Atoyac
II
Entre noviembre y diciembre los arrieros llegaban a vender sus re-
cuas de 20 a 30 burros. Vestían con su sombrero de ala ancha, listón
negro y gabán. Venían de Tierra Caliente.
En esos tiempos, recuerda el Prieto Serafín que el café lo bajaban
a lomo de burros y mulas. También había muchos arrieros calenta-
nos que venían con sus recuas a trabajar en la temporada, portaban
unas bolsas negras al frente a la altura de la cintura a las que les
llamaban güichos, ahí traían su dinero y son de alguna manera ante-
cedente de las cangureras.
Algunos viejos arrieros se acuerdan que en la Cuesta del Santo,
llegaron a encontrar una recua y un arriero invisible. Sentían como
los iban atropellar las mulas y el movimiento de los caballos, se que-
daban estáticos en el camino pero sólo pasaba el sonido de las sillas,
los cascos, el resoplido de los animales y los gritos del arriero que
los apuraba. Otros dicen haberse perdido entre las huertas, en una
especie de encanto, que no los dejaba salir.
Más bien el encanto se acabó cuando a partir de 1987 comenzó
a caer el precio internacional y la crisis llegó a su clímax en 1989.
Fue cuando muchos comenzaron a sembrar otra cosa o a emigrar a
Estado Unidos.
Durante mucho tiempo se mantuvo la producción entre los
280 mil a los 300 mil quintales, luego se fue más abajo y en 1995
cuando se creó el Consejo Estatal del Café tuvo un ligero repunte;
llegaron a producirse 230 mil quintales. Ahora se cultiva un 60 por
ciento de la superficie y la producción anda en los 135 mil quintales
en todo el estado.
Durante la existencia del Instituto Mexicano del Café y en su
apogeo había subsidio y apoyo para los productores. Llegaron a culti-
varse 50 mil 600 hectáreas en el estado, de las cuales 34 mil estaban en
la sierra de Atoyac. Ahora se habla oficialmente de que se cultivan 40
mil 122.89 hectáreas en 14 municipios de 4 regiones productoras. La
mayor superficie está en La Costa Grande con 30 mil 942.81 hectá-
265
Víctor Cardona Galindo
III
La historia del café en Atoyac ha quedado plasmada en diversos tex-
tos que han escrito propios y extraños empezando por la biografía
del introductor de ese aromático grano Gabino G. Pino que fue
redactada por René García Galeana Rega. Otro libro al respecto es el
de Arturo Martínez Nateras, El lado oculto de una taza de café.
José Carmen Tapia Gómez dio a conocer en 1996, Economía
y movimiento cafetalero. Del Inmecafé a la autogestión en la sierra de
Atoyac de Álvarez (1970-1948) una publicación de la Universidad
Autónoma de Guerrero. Andrea Radilla Martínez, escribió: Poderes
saberes y sabores. Una historia de resistencia de los cafeticultores Atoyac
1940-1974, editado por la uag en 1998 y La organización y las nue-
vas estrategias campesinas. La Coalición de Ejidos de la Costa Grande
de Guerrero, 1987-2003 auspiciado por Unorca el 2004.
Julio César Ocaña sacó a la luz el 2007: Café de Guerrero. Iden-
tidad y orgullo y Alfonso Romero de la O con Julio César Cortés
Jaimes publicaron el 2008 con el apoyo de Unorca el libro Una
aproximación a los costos de producción del café. Simón Hipólito Cas-
tro, Arturo García Jiménez y Decidor Silva Valle han dado amplia
difusión al mundo del café en sus colaboraciones para los perió-
dicos. A eso también se han sumado Evodio Argüello de León y
Bertoldo Cabañas Ocampo.
Sin duda son muchas la publicaciones que se han hecho sobre
el café, pero hoy únicamente nos referiremos a los textos literarios
sobre el tema que se compilaron en Agua desbocada. Antología de
escritos atoyaquenses publicada el 2007, lo que Felipe Fierro publicó
en El silencio del viento el 2010 y Enrique Galeana Laurel en El Na-
caiqueme ese mismo año.
En Agua desbocada doña Fidelina Téllez Méndez al escribir la
biografía de su padre Rosendo Téllez Blanco muestra las peripecias
que vivía un cafetalero para sembrar las huertas: “El propósito de mi
papá era adentrarse en la sierra porque sabía que había tierras propi-
cias para el cultivo del café, así siguieron hasta el paraje denominado
271
Víctor Cardona Galindo
con el que ganó el primer lugar del Concurso de Cuentos del Café,
convocado por René García Galeana, mismo que comienza dicien-
do “Vengo aquí todos los años, justo cuando los cafetos visten su
blanco y oloroso huipil de flor en primavera; y sólo vengo a eso, a
mirar ésta blanca blancura y a beber café caliente en la sierra”.
La protagonista Tormentosa García “fue hija de ricos hacenda-
dos que luego de la revolución y del reparto agrario, a pesar de ha-
ber perdido la posesión de inmensos territorios, no carecieron de
dinero, de poder y de relaciones. Si bien, dejaron de ser dueños de
toda la tierra de cultivo de Acatengo el Grande —lugar imaginario
de Ocaña— también es cierto que su familia era la única que tenía
el dinero necesario para construir y mantener los beneficios de café
y para comprar y mover los pesados camiones que bajaban el grano
aromático del pueblo a la ciudad y de ahí al puerto de Santa Lucía
de los Carrizos para su exportación”. En la casa de Tormentosa el
hábito ritual del café se repetía cinco veces al día, “porque hay que
decirlo también: en la casa de Torme se tomaba café a lo largo de
toda la jornada y es que, como ella acostumbraba a decir —El que
quiera seguir igual de güilo que no tome café.
También en Agua desbocada. Antología de escritos atoyaquenses,
Juan Martínez Alvarado da a conocer una muy bien escrita biografía
deliserio Castro Ríos Cheyo, quien era ciego, versero nato, músico y
buen amigo: “Por muchos años tuvo como oficio el pilar café capu-
lín en un ancestral pilón de madera semejante a dos conos trunca-
dos opuestos por el corte, triturando en éste los granos de café con
un mazo de palo liso por tanto golpe, en forma de dos bastos unidos
por el puño. También en un molino de mano molía y molía hasta el
cansancio sacos de café tostado”. Cheyo murió en 1977 atropellado
por un camión de la Flecha Roja.
Andrea Radilla Martínez en Agua desbocada publicó el texto
“Dagoberto, un cacique más” donde la trama circula en torno al
café, al reparto de tierras, el saqueo de madera, la falta de senti-
do común de los campesinos que se dejan manipular por líderes
corruptos. En algún momento de la trama se puede identificar en
273
Víctor Cardona Galindo
El Nanche
A veces pienso que la vida en la ciudad de Atoyac inicia en Refor-
ma. Esta calle, para los que no saben, comienza donde estaba antes
la terminal de autobuses Estrella de Oro. Ahora está la farmacia
del Ahorro, frente a la veterinaria de Arsenio Juárez por donde vi-
ven Juan y Ramón Galeana. Para mejores señas en esa calle durante
mucho tiempo estuvo el grupo de Alcohólicos Anónimos Nuevo
Amanecer antes de irse para la colonia Las Palmeras, donde sigue
salvando vidas.
La Reforma por la mañana muy temprano se llena de carreti-
lleros. Frente a la panadería de don Natalio llegan las vendedoras
de la parte baja del municipio. Traen girasoles, ramas de albahaca,
mangos y toda clase de productos. Las combis se paran en el puente.
A diferencia de la calle Aquiles Serdán, en Reforma el tránsito va
haciéndose más denso.
En esta calle confluyen las combis que vienen del Ticuí, la co-
lonia Miranda Fonseca, de Alcholoa, Zacualpan, San Jerónimo y la
colonia 18 de Mayo. Eso nada más para mencionar las rutas de trans-
porte. Porque si mencionara una a una las comunidades cuya puerta
de entrada a la ciudad es Reforma entonces no acabaría pronto.
Yo camino por Reforma todos los días para ir al trabajo, me
bajo en el puente cuando vengo del Ticuí. Al bajarme a veces veo
un campesino que afila su machete en uno de los muros del puente.
Ese puente que se construyó después del 2004, año en que azotó a
esta ciudad una tromba. Por esas fechas yo tenía mi estudio, en una
de las orillas del arroyo Cohetero. Todo mi archivo se perdió en la
inundación, un trabajo de 14 años de investigación y acumulación
de información se los llevó el agua. De mi biblioteca sólo se salvó el
libro Como agua para chocolate de Laura Esquivel. Creo que hasta
entonces supe que la calle se llamaba Reforma y que no era una pro-
longación de la avenida Aquiles Serdán como yo creía.
A los vecinos que perdieron sus cosas, el ayuntamiento, les re-
puso sus refrigeradores, camas, estufas y hasta lavadoras. A mi nadie
277
Víctor Cardona Galindo
elegante muy bien parecido que le dijo “yo te la voy a invitar, ven
siéntate conmigo”. Se bebió una caguama con él y luego se marchó.
Caminó por Hidalgo y al llegar al Atrancón ya lo estaba esperando
el amigo bien vestido que había dejado en El Fortín.
Le dijo “te estoy esperando, porque no tengo amigos en Atoyac
y quiero que me acompañes a cenar y a beber. Ten chíngate una”, y
de atrás de un pretil donde estaba sentado aquel desconocido sacó
una cerveza modelo bien fría y se la dio, él se abrió otra. Cuando se
la acabaron de atrás de pretil sacó otra y otra.
Luego le dijo “vamos a cenar” y al decir eso llegó un taxi por
ellos que los llevó al centro donde cenaron tacos y de ahí al Tahúr
el bar que estaba de moda. El Nanche sólo recuerda que en El Tahúr
aquél hombre le invitó las cervezas y una muchacha. Al otro día
cuando despertó estaba en su casa, donde sus familiares le dijeron
que lo llevó un hombre bien parecido y bien vestido en un taxi.
Se vino a la ciudad de Atoyac y anduvo investigando. Todos
decían haberlo visto pasar con ese joven apuesto y bien vestido que
pagaba todas las cuentas con billetes de a 500 pesos. Pero Cervelio
desde entonces vivió asustado. Porque todos concluyeron que era el
Diablo que anduvo con él.
El Nanche fue el primero que les enseñó a unos periodistas, en-
tre ellos a los enviados de la revista Milenio y a los del Sur, donde
estaba la tumba del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos. Salió fo-
tografiado en la primera plana del Sur con su sombrero viejo, sen-
tado sobre la tumba. Desde entonces ese ejemplar del periódico lo
guarda como su máximo tesoro.
Cuando vinieron los delegados zapatistas en marzo de 1999 a
promover “La consulta por la paz y la democracia”, una noche sólo
Cervecelio y su servilleta, nos quedamos de guardia. Yo era corres-
ponsal del Sur y Cervelio estaba bien borracho como era su cos-
tumbre. Ya se iba, pero para que se quedara le invité una caguama,
ahí nos quedamos toda la noche. El Nanche no dejó de hablar de
todos los políticos locales y de los amigos. Porque siempre ha tenido
esa capacidad de enterarse de todo. Ya por la mañana llegó Carlos
279
Víctor Cardona Galindo
18 de mayo de 1967
Para entender el movimiento político que concluyó con la masacre
del 18 de mayo de 1967 es necesario explorar cuatro líneas históri-
cas: la primera sería la estructura que había venido construyendo en
el estado el Partido Comunista Mexicano, la segunda, el movimien-
to de la Asociación Cívica Guerrerense, la tercera es la formación
que se daba a los estudiantes de la normales rurales del país y la
última la tradición de lucha que ha tenido el pueblo de Atoyac.
Aunque también es necesario marcar las condiciones sociales
que ese tiempo se vivían: una alta marginación, Atoyac era un mu-
nicipio con 32 mil habitantes en cuyas comunidades no había carre-
teras, energía eléctrica ni centros de salud. En ese tiempo cuando un
habitante de la sierra se enfermaba, le picaba un animal ponzoñoso o
sufría un accidente de trabajo era bajado por los hombres del pueblo
en improvisadas camillas hechas con hamacas colgadas en grandes
morillos. La gente sólo sabía que existía un gobierno porque el ejérci-
to llegaba a maltratarlos. Se carecía de los más elementales servicios.
En cuanto a las condiciones políticas, el pri era el partido hege-
mónico, no había derecho al disenso ni a la libertad de expresión.
Se tenía el antecedente de la Asociación Cívica Guerrerense que se
opuso de forma pacífica al pri-gobierno y fue brutalmente reprimi-
da y Genaro Vázquez, su líder, perseguido. Si algún ciudadano re-
partía un volante o pintaba una consigna en una barda, era detenido
y llevado a la cárcel.
Por otro lado, los acaparadores se ponían de acuerdo en el precio
que le comprarían el producto al campesino, el cual siempre era a
un muy bajo y ellos lo vendían en las grandes ciudades a un precio
mucho mayor quedándose con cuantiosas ganancias. En ese tiempo
se amasaban grandes fortunas que todavía existen pero que se gastan
o se invierten en otras ciudades. Por eso había pocas personas muy
ricas en un pueblo muy pobre.
Para que este movimiento creciera también influyó el enfrenta-
miento entre los maestros conservadores, apoyados por el charris-
283
Víctor Cardona Galindo
II
La escuela primaria urbana del estado Juan Álvarez, se localiza en
la plaza Morelos en el centro de la ciudad colinda con el edificio,
que hasta el año 2006, albergó al ayuntamiento y ahora es utilizado
por el dif municipal. Es la escuela más antigua del municipio, se
fundó en los tiempos de gubernatura del general Juan Álvarez como
escuela de niños, en 1886 se le denominó escuela real, luego pasó a
ser durante el porfiriato escuela oficial de niños, más tarde se llamó
escuela primaria mixta del estado Juan N. Álvarez y ahora se llama
escuela primaria urbana del estado Juan Álvarez. La N se le suprimió
al comprobarse que el general atoyaquense nunca la utilizó en su
nombre y no tenía razón de ser.
En los años sesenta del siglo pasado en la escuela Juan Álvarez
se vivía una tiranía, la directora Julia Paco Piza, era excesivamente exi-
gente, con el pago de las cooperaciones, los hijos de los padres que no
cumplían con sus requerimientos eran regresados a sus casas. Además
que les exigía rigurosamente el uniforme. Niño que iba sin zapatos era
devuelto sin miramientos hasta que cumpliera el requisito.
“Había también la exigencia de dos uniformes; uno para el uso
diario y otro uniforme que pomposamente le llamaban ‘de gala’ para
eventos especiales. En todos los casos quien no cumpliera de los
alumnos se hacía acreedor de no tener derecho a entrar a clases” es-
cribió Pedro Martínez Gómez en el Diario 17 el viernes 11 de abril
de 2008. A lo anterior se sumaba que la compra de los uniformes
debería ser exclusivamente en la casa comercial seleccionada por la
directiva de la escuela.
Otro testimonio es el de Elizabeth Castro Otero “Es que había
una escuela donde se exigía ir de zapato y tobilleras, con tres uni-
formes diferentes. Se les exigía muchísimo estando la gente pobre.
Teníamos un uniforme del diario de mascotita roja, con su moño
rojo y su cinturón, zapatos blancos y tobilleras blancas. Había un
uniforme de gala y era el que llevábamos los lunes y los días de
fiestas. Además del uniforme que se utilizaba en los desfiles”. Había
289
Víctor Cardona Galindo
III
Lucio Cabañas Barrientos y Serafín Núñez Ramos estaban de regre-
so reinstalados en la escuela Modesto Alarcón, cuando los maestros
y padres de familia de la Juan N. Álvarez fueron a pedirles el apoyo.
Ellos y los demás maestros del Movimiento Revolucionario del Ma-
gisterio habían logrado en su plantel cambiar a la directora y poner
un director más sensible con la situación de los padres de familia.
Tanto Lucio como Serafín aceptaron apoyar al naciente movimiento
de la antes llamada escuela real y el movimiento incluyó al pequeño
comercio, campesinos y colonos. Serafín Núñez recuerda que fue
Alberto Martínez Santiago y Anastasio Flores Cuevas quienes se re-
unieron con ellos para pedirles el apoyo.
En el tiempo de los acontecimientos, Lucio moraba en la casa
que fue de su abuela materna, Enedina Barrientos, donde vivía su
tío Antonio Onofre Barrientos con su esposa Florentina Gudiño y
sus hijos. A este domicilio llegaron los docentes de la escuela Juan
N. Álvarez. Se dice que platicaron como una hora y se pusieron de
acuerdo. Mientras su tío Antonio miraba todo aquello con descon-
fianza y aconsejó a Lucio “ya no te hubieras de meter en ese pro-
blema, no es asunto tuyo, no pertenece a tu escuela. Mejor déjalo”.
Pero Lucio estaba comprometido con las luchas del pueblo y no
le prestó atención a la advertencia. Algo parecido opinaba Serafín
quien pensaba que los maestros de la escuela Juan Álvarez deberían
de vivir su propia experiencia y foguearse al calor de la lucha. Sin
embargo la opinión de Lucio se impuso y terminaron con firmeza
encabezando el movimiento.
A partir del 20 de abril iniciaron las marchas con antorchas a las
que llamaron cabalgatas. El 21 se llevó a cabo un mitin en el zócalo
en el que se pidió la salida de la directora Julia Paco y el regreso de
Martínez Santiago. Desde ese día los mítines se hicieron cotidianos
y el 22 tomaron las instalaciones de la escuela y montaron guardia
permanente. Hubo ligeros enfrentamientos con la gente de la direc-
tora y se fue radicalizando el movimiento.
295
Víctor Cardona Galindo
300
Mil y una crónicas de Atoyac
IV
Lo que sobrevino el 18 de mayo de 1967 es crucial para el destino
de Atoyac. En su historia se puede hablar de un antes y un después.
A partir de esa fecha, simplemente la vida no fue la misma.
Circulan testimonios acerca de que un judicial se le acercó a Lu-
cio para preguntarle si tenía orden de hacer el mitin. Lucio se metió
la mano a la bolsa de la camisa y sacó un papel entregándoselo. El
policía se fue, pero ya no regresó. Sólo se llevó la orden. Allá arriba
en el ayuntamiento y en las casas de alrededor había hombres arma-
dos que apuntaban hacia la gente.
El capitán, comandante del grupo de la policía motorizada en-
tró a la oficina del presidente Manuel García Cabañas, primo de
Lucio, y le exigió que saliera a parar el mitin que había comenzado.
El presidente se negó, entonces el jefe policíaco se descolgó el m-1
del hombro y dijo: “entonces vamos a proceder”.
La maestra Hilda Flores se encontraba con el alcalde en ese mo-
mento y encaró al policía: “como que va a proceder”. Pero el capitán
la ignoró y salió.
Voy a cantar un corrido
señores pongan cuidado,
yo les contaré la historia
de lo que en Atoyac ha pasado.
Se regó sangre inocente
por las fuerzas del estado…
Fue un 18 de mayo,
como a las 11 sería,
en la plaza de Atoyac
302
Mil y una crónicas de Atoyac
V
Según los testimonios los manifestantes no usaron armas de fuego,
sin embargo el gobernador dijo que sí. La nota fue del reportero
Manuel Galeana Domínguez quien publicó la versión de Raymun-
do Abarca Alarcón, quien dio a conocer la muerte de otro policía
por lo que la lista subió a ocho muertos en ese zafarrancho.
“El gobernador dijo que un capitán de las fuerzas de seguridad
del estado, Enrique García Castro, al inquirir sobre la reunión, fue
agredido por una mujer y luego alguien disparó sobre él hiriéndole.
La policía al ver esto, también se dispuso a repeler la agresión lo
307
Víctor Cardona Galindo
En medio de la balacera
gritó Regino Rosales,
con mi pistola en la mano
para mi no hay judiciales,
viva el pueblo de Atoyac
que muere por sus ideales.
313
Víctor Cardona Galindo
VI
Isabel Gómez Romero nació en Las Patacuas, una comunidad ya
desaparecida que estaba ubicada en el centro de la sierra cafetalera,
fue hija de Modesta Romero Meza y Onésimo Gómez Serafín, es-
taba casada con Juvencio Rojas Mesino un campesino nacido en la
ciudad de Atoyac.
El 18 de mayo don Juvencio fue herido de un balazo en la nuca
y al caer un policía le daba culatazos en la cabeza. Por eso doña Ma-
ría Isabel se le fue encima al agente y lo ensartó con un verduguillo,
a ella otro policía le disparó con un m-1, el balazo la atravesó de cos-
tilla a costilla. Tenía cuatro meses embarazada de gemelos, la gente
con susto y dolor veían como se le movía el vientre cuando estaba
muriendo. Dejó huérfanos a tres hijos: Julia que ya estaba casada,
Hilario de 13 años y Fermina de cinco.
El verduguillo que llevaba ese día era su arma habitual, lo traía
para todos lados, cuando iba a lavar al río o al campo, a la leña.
Doña María Isabel que tenía 35 años cuando murió se dedicaba a las
labores del hogar y vivía en la calle Montes de Oca 29 en la cabecera
municipal donde fue velada, para luego ser sepultada en el panteón
viejo. Donde cada año, el 18 de mayo, su hijo Hilario Rojas Gómez
le lleva flores.
Mientras don Juvencio Rojas fue atendido de sus heridas por el
doctor Antonio Palós Palma, quien lo ayudó para que no cayera pre-
so. Los demás: Gabino Hernández, Juan Reynada y Franco Castillo
heridos de bala fueron trasladados al penal de Tecpan y estuvieron
detenidos. Con el tiempo Juvencio murió a causa de las heridas re-
cibidas aquel funesto día.
Cuando sucedió la masacre, Hilario Rojas hijo de doña María
Isabel estaba en casa con su hermana. Estudiaba el quinto año en
la escuela Juan Álvarez con el maestro Celestino Lévaro. Se había
espinado la rodilla por eso no fue a clases ese día.
Don Juvencio era campesino, cultivaba dos huertas de café en
El Ocotal y en el lugar que ahora ocupa la colonia El Parazal tenía
314
Mil y una crónicas de Atoyac
315
Víctor Cardona Galindo
La escuela real
La escuela primaria urbana del estado Juan Álvarez se localiza en la
plaza Morelos, colinda con el edificio que, hasta el año 2006, al-
bergó al ayuntamiento y ahora es utilizado por el dif municipal. Es
una escuela con tradición y la más antigua del municipio de Atoyac.
A lo largo de su historia, las instalaciones de la escuela Juan
Álvarez han sido cuartel, salón de bailes y han dado refugio a los
damnificados de desastres naturales. Además ha cobijado en sus ins-
talaciones a la escuela primaria nocturna y a la secundaria particu-
lar Beatriz Hernández García. En sus aulas comenzó a funcionar el
Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial, cbtis, y hospedó al
módulo de la licenciatura en educación media superior de la Uni-
versidad Autónoma de Guerrero. Además ha servido de auditorio
para conferencias sobre diferentes tópicos.
Ahí se reunió cada mes la Sociedad Médica de Atoyac. En sus sa-
lones ha funcionado el taller de pintura de Jesús Carranza, la escuela
de karate y los cursos de inglés que esporádicamente impartía el dif.
Se fundó como escuela de niños, después se le denominó escuela
real, luego escuela oficial de niños, más tarde como escuela prima-
ria mixta del estado, posteriormente como escuela primaria semi
urbana del estado Juan N. Álvarez y ahora se llama escuela primaria
urbana del estado Juan Álvarez. Esta institución ha sido escenario de
múltiples acontecimientos en la vida local.
La fundación de la primera escuela en nuestra entidad se le atri-
buye al agustino fray Juan Bautista Moya, quien en 1541 fundó en
Pungarabato, Tierra Caliente, un templo y anexó un convento para
instruir niños; la obra se repitió con éxito en Petatlán y Tecpan, de la
Costa Grande del actual estado de Guerrero, nos informa el doctor
Eugenio Mendoza Ávila en su libro La educación en Guerrero 1523-
1992 editado en 1989.
Cabe recordar que algunos historiadores aseguran que Moya
evangelizó esta zona y no es descabellado pensar que lo llevado a
cabo en Pungarabato se repitió en Mexcaltepec. Entonces el agusti-
326
Mil y una crónicas de Atoyac
II
El 18 de mayo de 1967, el mitin de la escuela Juan Álvarez fue repri-
mido con violencia por parte de policías judiciales estatales. Esa ma-
sacre ocasionó que Lucio Cabañas, el principal orador, dejara de ser
profesor y se convirtiera en guerrillero. La escuela Juan Álvarez antes
se llamó escuela real. La cual, según el testimonio de don Cipriano
Castillo “era una casa blanca de tejas tenía tres puertas de madera, y
una salida a la barda. Formaban a los niños antes de entrar al pie de
la casa. Se podía cursar hasta cuarto año, después salían y se iban a
estudiar a otro lugar. Tenía un pretil hacia el lado del poniente, en la
calle Juan Álvarez como de metro y medio de alto”.
331
Víctor Cardona Galindo
que tiene dinero le compra buena ropa a sus hijos y los que son de
escasos recursos vienen los niños con ropa humilde y con el unifor-
me no hay ninguna discriminación”.
Actualmente la escuela es dirigida por el profesor Baltazar Her-
nández Valle. El maestro Teófilo fue penúltimo director y hace el
recuento de su gestión: se construyó la cancha de basquetbol, se
arreglaron los salones y todos los baños. Además de mejorar el mo-
biliario, todo lo necesario para el bien de los niños y para la presen-
tación de la escuela. Con satisfacción dice que no hay en todo el
estado una escuela que esté tan bien cuidada como la Juan Álvarez.
Ahora tiene aire acondicionado, computadoras y bocinas en cada
uno de los salones. La escuela va mejorando de acuerdo a la tecno-
logía. Todo eso gracias a los padres de familia y a los maestros que
les gusta trabajar.
La Pintada
Éramos pobres, tan pobres que puro faisán comíamos
Don Fidel Núñez Ávila
que por el camino se siente que viene un carro, pero es el agua que
simula el sonido del motor al pasar por los socavones.
Rumbo a La Pintada, como en toda la sierra, el agua no respetó
vado ni alcantarillas en todos lados se los llevó e hizo arroyo donde
antes no había. Se ven desgajamientos de cerros por todos lados.
Después de caminar cuatro horas, llego al pueblo el viernes 27.
Esperaba ver zopilotes en el aire. Pero no hay ninguno, no hay malos
olores cerca del pueblo, únicamente huele a anís y dentro de la co-
munidad a lodo y a tierra mojada. Alberto Adame me señala no hay
zopilotes y que en otras ocasiones cuando han encontrado muertos
en el cerro, llegan inmediatamente grandes parvadas.
Me encuentro que una brigada de los Topos Aztecas abandona
la población porque se anunció un huracán. El 26 bajó la primera
brigada a la cabecera municipal. Los Topos Aztecas son encabezados
por Héctor Méndez Rosales, son de diferentes partes de la repúbli-
ca y han estado realizando labores de rescate principalmente en La
Pintada y en Acapulco. El 29 se reagrupaban en Atoyac para regresar
a La Pintada, 100 de ellos para continuar con las labores de rescate.
Al llegar se nota que La Pintada es un pueblo joven; apenas se
cuentan siete tumbas viejas en el panteón, más las cuatro recientes
de los muertos rescatados en el lodo. Encuentro a Alberto Adame
que con cinco hombres más, montaron un campamento cerca de la
entrada para resguardar el pueblo. Hay otros dos campamentos uno
con cuatro hombres y el otro con dos. Son 11 hombres que vigilan
el pueblo, por diferentes rumbos están los militares. Un oficial me
advierte del peligro. Hay muchos chavos, dice y yo le contesto que
sólo estaré 15 minutos. Me dice que me dejará pasar pero sobre mi
cuenta y riesgo.
Por fin me entero que mi amigo la Borrega se llamaba Félix
Adame Sánchez. Quedó sepultado, igual que doña Rita García es-
posa del entrañable amigo Guadalupe Castorena. Abajo del barro
también están mi amigo Armando Castorena y su hija. Armando
siempre me dijo que después de la muerte de don Lupe, su padre,
cuando fuera a su casa el trato sería igual, con la misma confianza,
342
Mil y una crónicas de Atoyac
II
Tres cosas engrandecen al pendejo: la pistola, el cargo y el dinero
Guadalupe Castorena
Agua desbocada
Desde septiembre de 1984 no caía tanta agua. En aquella ocasión
los ciclones Ovidia y Norberto, causaron torrenciales aguaceros que
comenzaron el 12 y terminaron el 15 de ese mes. El río Atoyac se des-
bordó ocasionado inundaciones en la parte sur de la ciudad. La carre-
tea Acapulco-Zihuatanejo sufrió serios daños a la altura del Tomatal
y en los extremos del puente de San Jerónimo. El crecido río inundó
349
Víctor Cardona Galindo
II
A mi madrina Rocío Mesino
356
Mil y una crónicas de Atoyac
357
Víctor Cardona Galindo
De ese río caudaloso sólo quedan los recuerdos de los viejos que
vivieron su mejor época de oro, cuando las balsas trasportaban a
los carros cargados de algodón; al respecto Carlos R. Téllez asentó:
“Oíamos como aquél platicaba de los robalos y truchas que saca-
ban, algunos de tamaños y pesos que asombrarían en estos tiempos,
hasta el más incrédulo que se haya puesto a pescar en las márgenes
de nuestro río. Uno de ellos le echó la culpa al Tara, ‘él fue el que se
llevó todo’; el otro a la construcción de la presa y todos los cohetes
que tiraron para su edificación”.
En cuanto al caudal de los arroyos doña Fidelina Téllez Méndez
da testimonio… “En el arroyo Cohetero antes corría agua todo el
año y sus aguas eran limpias y las utilizaba uno para regar las plan-
tas, en la arena de sus orillas se hacían pozos para acarrear el agua
358
Mil y una crónicas de Atoyac
para el gasto de las cocinas y para tomar había aguadores que lleva-
ban agua del río”.
Nuestro río y las aguas que se esparcen por sus arroyos han mar-
cado la vida de los atoyaquenses, como la creciente de San Miguel
ocurrida el 29 de septiembre de 1865, que se llevó la fábrica El
Rondonal, arrasó Barrio Nuevo y propició la formación de San Jeró-
nimo de Juárez, escribió el cronista Luis Hernández Lluch. Por eso
los desastres naturales no son nada nuevo para la región. Nuestros
antepasados les llamaban “culebras de agua” a las trombas.
Recogiendo datos de Wilfrido Fierro, las aguas del arroyo Cohe-
tero —llamado así porque en sus orillas vivía el primer cohetero de
Atoyac— se salieron de su cauce el 7 de julio de 1955, inundando
varias calles y casas, entre ellas el consultorio del doctor Antonio
Palós Palma. En el cine Álvarez el agua ascendió hasta tres metros.
Este fuerte ciclón ocasionó el desbordamiento del río y de los arro-
yos de la región.
Con el huracán Tara, el 12 de noviembre de 1961, las lluvias
provocaron que el río se saliera de su cauce y arrasara a los pueblos
del Bajo cercanos a su orilla, los habitantes abandonaron esos lugares
y poblaron la colonia Buenos Aires. Dejó de existir la comunidad del
Cuajilote y se propició la formación de la colonia Miranda Fonseca.
Con la presencia del huracán Behulat, en 1967, llovió alrededor
de 10 días —comenzaron los aguaceros el 17 de septiembre y dejó
de llover hasta el 27 del mismo mes—, eso propició que se formara
la colonia Olímpica, con los habitantes que abandonaron La Sidra
al salirse el río de su cauce. En El Humo se perdieron nueve casas y
La Sidra desapareció.
Y el 23 de septiembre de 1984 con motivo de las crecientes que
provocaron los ciclones Ovidia y Norberto, uno de los pangos —
nombre local de las canoas— que transportaba pasaje en el río Ato-
yac, rumbo a El Ticuí, se hundió por exceso de peso y por la fuerte
corriente, al chocar con las piedras tiró al agua a 21 pasajeros. De
los cuales se ahogaron: María Ramírez Terrones, Agustín Granados
y Antonio Gómez Juárez.
359
Víctor Cardona Galindo
361
Víctor Cardona Galindo
III
El río Atoyac es río de zarcetas, pichiches, patos buzos y de martines
pescadores. En sus orillas las garzas levantan el vuelo y las libélulas
de varios colores vuelan explorando la corriente, y se posan en lirios
o en las plantas acuáticas que se asoman a respirar.
Salvador Téllez Farías en su novela Agustina se refiere al río como
un padre amoroso que todo lo baña y da vida: “río claro de aguas
dulces y coquetas, que llevan los secretos de los enamorados, cuyos
cuerpos temblorosos se juntan por primera vez para confundirse en
un beso que es promesa, grito de almas apasionadas; río que canta,
que da vida, inspiración de noches de plenilunio haciendo eco al
trovador José Agustín Ramírez, sus versos líricos de amor, vida y
esperanza”.
Nuestro río es sinónimo de productividad. La presa derivadora
Juan Álvarez lleva agua a los ejidos del Ticuí, El Humo, Boca de
Arroyo, Corral Falso y San Jerónimo. Los españoles de la firma Al-
zuyeta, Quirós y Cía, a principios del siglo pasado construyeron un
canal que tenía la función de traer abundante agua hasta la fábrica
de hilados para generar la energía eléctrica que diera movimiento
a la maquinaria. Ya mucho antes la familia Bello había construido
un ducto que llevaba agua a la fábrica La Perseverancia, de recuerdo
quedó el lugar conocido como El Barreno que está en la orilla iz-
quierda del río. También el general Antonio Ramos construía cada
año hasta 1984 una presa provisional para llevar agua a su rancho
por un canal de piedra levantado paralelo al río cerca de Huanacaxt-
le. En la pasada avenida el río descubrió los muros del viejo canal,
porque tarde o temprano el Atoyac vuelve a modificarlo todo.
En 1937 una creciente inundó el pueblito de La Cidra, destru-
yendo cultivos y viviendas del lugar. Para Domingo Benítez Jiménez
nacido en La Cidra el río “era una rica fuente de alimentos, ya que
en sus aguas se podían encontrar diferentes especies de peces como
robalos, roncadores, huevinas, bobos, truchas, camarones, charros
y otros”.
362
Mil y una crónicas de Atoyac
recordó que su abuelita María del Carmen Téllez Sánchez les conta-
ba la leyenda que cuando el río crecía pasaba una serpiente gigante
en la cara del agua cantando una tonada.
Otro aluvión fue el 31 de agosto del 2010. Ese día a la altura de
donde vive Zohelio Jaimes, ya en la prolongación Miguel Hidalgo, el
arroyo Cohetero se salió de su cauce y llenó de lodo la calle. También,
ese día, el agua se llevó el vado que cruzaba el arroyo Ancho y que
comunicaba a la colonia 18 de Mayo. Pasando la canícula desde el 28
de agosto se vinieron las lluvias y una epidemia de conjuntivitis.
En los últimos años se ha dicho que el río se está muriendo
y que languidece. Incluso en el año 2003 Arturo García Jiménez
promovió la formación del consejo ciudadano para el rescate de la
cuenca del río Atoyac, que hizo muchas actividades buscando hacer
conciencia para cuidarlo porque en las temporadas de secas corre
contaminado y amenaza con secarse.
“El río Atoyac tenía un agua muy cristalina, había muchos peces
como: el robalo, chiribiscales, güevinas, bobos, robalillos y sobre
todo mucho camarón, pero ya no hay nada de eso, antes toda la
gente traíamos agua del río para tomar, hubieras visto el gentío de
cafetaleros que se bañaban cuando bajaban al pueblo a vender sus
quintales de café, pero ese gran río, se está muriendo poco a poco
por tanto daño que le ha causado el hombre, respira únicamente por
dos brazos de arroyo que bajan de un lugar que le llaman La Mata
de Plátano y los Tres Pasos”, escribió Enrique Galeana Laurel.
Variedades de peces han ido desapareciendo. Cuando la carpa
que es una especie depredadora llegó al río, acabó con todo. Se co-
mió los bancos de blanquillitos: esos peces que con el sol reflejaban
los colores del arcoíris. Ahora hay pocos pegas pegas: ese pez que se
adhiere con sus ventosas a las piedras y es difícil de quitar. Se acabó
la huevina. Aunque todavía hay truchas que se ven nadar junto a la
carpas. En cantidad, reina el popoyote. Los bobos quedan pocos: ese
pez feo parecido al cuatete que no se puede agarrar porque su piel es
babosa y se desliza. El bobo es feo pero frito tiene su carne blanca,
era nuestra cena, bien frito con arroz y salsa de jitomate asado.
365
Víctor Cardona Galindo
IV
Ignacio Manuel Altamirano escribió el poema que se llama “El Ato-
yac” (en una creciente) y prácticamente retrata lo que sucedió con
367
Víctor Cardona Galindo
368
Mil y una crónicas de Atoyac
369
Víctor Cardona Galindo
Marina, dos que rentó el gobierno del estado a una empresa privada
y dos más que rentó el presidente municipal Ediberto Tabares Cis-
neros. Más el pájaro azul propiedad del empresario Alejandro Buri-
llo Azcárraga que lo prestó para llevar víveres y medicinas a la zona
serrana y la Comisión Federal delectricidad también hizo labores
de rescate con el helicóptero que utilizaron para mover su personal.
Cuatro helicópteros del ejército, fuerza aérea y marina, entre
ellos un MI-17 de fabricación rusa se utilizaron para evacuar la parte
de los habitantes de Pie de la Cuesta y Santo Domingo. La Pintada
fue evacuada en helicópteros de diferentes instituciones. La Cruz
Roja del Estado de México proporcionó tres vuelos al gobierno mu-
nicipal, que se emplearon para trasladar a mujeres embarazadas con
dengue hemorrágico del municipio de San Jerónimo. Un día tres
aeronaves de la pgr llevaron despensas a la parte alta y también ayu-
daron a transportar a los topos de Cancún y del Estado de México.
Durante la contingencia los helicópteros sobrevolaban en pro-
medio tres horas al día, de 10 de la mañana a la 1 de la tarde, antes
de que la sierra se cubriera de neblina. “Usar un helicóptero bajo esas
condiciones podría ser fatal”, comentó el presidente municipal de
Atoyac, Ediberto Tabares Cisneros a los medios de comunicación.
El helicóptero Black Hawk, de fabricación estadounidense, de la
pfp que hacia labores de rescate en La Pintada se cayó en la sierra el
jueves 19 de septiembre como a las 11: 30 de la mañana. El sábado
21 a las 8:05 fue hallado estrellado en las inmediaciones de la co-
munidad del Cerro Prieto de los Blanco. Fallecieron en el accidente:
el piloto Enrique Briceño Martínez, de 57 años de edad, el copiloto
Desiderio Rosado Zárate, de 43 años. Así como el mecánico de vue-
lo José Ramón Peláez Prado, de 37 años de edad y los elementos de
operaciones especiales Isaac Escobar Bustamante, de 32 años y Julio
César Zarco Castro, de 29 años de edad.
Cuatro escuelas resultaron con pérdida total: las primarias de La
Pintada y El Paraíso, la secundaria de Corral Falso y el jardín de ni-
ños de la colonia Florida. Se detectaron otros 12 planteles con daños
parciales, como en San Vicente de Jesús donde están impartiendo
371
Víctor Cardona Galindo
El agua potable
En Atoyac hay mucho movimiento en las calles, la gente camina
todo el día. Sólo se quedan vacías cuando juega la selección nacio-
nal. Ese día, todos están pegados al televisor y desde El tanque del
agua potable se puede percibir el silencio y también se escucha es-
pectacular cuando al unísono en toda la ciudad grita goool al anotar
el tricolor.
Desde El Tanque se ve toda la ciudad, con sus cuatro antenas
de la telefonía celular. El celular aquí llegó en el año 2000. Antes
no se concebía que desde la hamaca nos pudiéramos comunicar con
los amigos o que desde la casa nos llamaran para decirnos que lle-
vemos los aguacates y los chiles porque faltan para la salsa. Al oeste
del Tanque están ubicadas las antenas del canal 7 y 13 de tv Azteca
y al este el 2 y el 5 de Televisa. Luego abajo está un kínder famoso
porque al construirlo los albañiles encontraron muchas pequeñas
figuras de barro.
374
Mil y una crónicas de Atoyac
El Tara
“La palabra huracán se deriva de Huraken, dios de las tormentas,
adorado por los indios ribereños del mar Caribe y aplicado a los
vientos tropicales de violencia catastrófica. Esta palabra fue adopta-
da por los españoles y portugueses, los anglosajones la interpretaron
como hurricane y los franceses como orugan”. Se lee en la página
web del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
Cuando sucedió el huracán Tara en la sierra no paraba de llover
durante muchos días, era un “tapaquiague” dicen los testigos. Los
arroyos bufaban, se oía nada más el estruendo de los árboles y el
ruido de las piedras arrastradas por la fuerza de la corriente. Frente a
la ciudad de Atoyac todas las huertas de la orilla del río se miraban
en el agua. La gente abandonaba las partes bajas y buscaba donde
guarecerse de tanta lluvia. “Cayó una culebra de agua” comentaron
los viejitos. Los vientos soplaron todo el día. Cuando pasó la tem-
pestad varios pueblitos habían desparecido y los cerros quedaron
como si una fiera gigantesca los hubiera arañado. Desde lejos se
veían los deslaves. En el río donde hubo pozas hondas el agua daba
a los tobillos, quedaron playones.
Don Luis Bello a sus 76 años recuerda que tenía como ocho días
lloviendo y antes que se viniera el Tara llegó un fuerte olor a pólvora
380
Mil y una crónicas de Atoyac
que traían los vientos del mar, luego comenzó a oler a lodo y pos-
teriormente cayó ceniza como cuando quemaban el tular, la gente
que salía a la calle regresaba con la cabeza blanca. A las ocho de la
noche comenzó el viento que arrasó con todo, “por arriba del Ticuí,
pasaban volando los manojos de ajonjolí”.
Todos los terrenos planos estaban llenos de agua, “se escuchaba
aquel bugido y toda la gente gritaba que se iba a perder el mundo
y se escuchaban los tronidos de los cerros. La gente creía que el
mar ya venía saliéndose por el norte”. Ya que se calmó la tormenta
los vecinos fueron a sacar a los de Boca de Arroyo que después se
refugiaron en El Ticuí. Desde entonces una parte de gente de Boca
de Arroyo se salió y fundó la colonia Lázaro Cárdenas. Los ticuise-
ños no sufrieron hambre porque tenían en sus casas parte del maíz
que acababan de cosechar. Desde entonces quedó el dicho entre los
vecinos “Eres peor que el Tara” para referirse a aquellos que todo lo
acapararan o son muy destructivos.
El Cenapred tiene registrado al Tara como uno de los ciclones
tropicales más destructivos de México, el cual causó 435 decesos en
Guerrero por encima de Paulina del que se cuantifican 250 pérdidas
humanas.
Una descripción precisa de lo que fue el Tara nos la dejó don
Wilfrido Fierro Armenta el mejor cronista que ha tenido Atoyac.
Por eso hoy ofrecemos un resumen de su texto sobre ese fenómeno
meteorológico que tanto daño causó y marcó a toda una genera-
ción…
“Era domingo, 12 de noviembre de 1961, desde la tarde del
sábado, se acentuó un fuerte y torrencial aguacero. A las seis de la
tarde comenzaron a sentirse las primeras rachas huracanadas proce-
dentes del océano Pacífico cortando el servicio telegráfico. La radio
informaba la formación del ciclón Tara con altas y turbulentas ma-
rejadas frente a la Costa Grande del estado de Guerrero.
“La tempestad aumentaba poco a poco su intensidad; a las 12 de
la noche se cortó el servicio eléctrico debido a que el poste de fierro
que estaba instalado en el paso del río fue arrancado por la corriente
381
Víctor Cardona Galindo
quedó rodeado por las aguas del río, el Arroyo del Cuajilote y Caña
Castilla.
Muchos años más tarde Gustavo Ávila Serrano en su novela
Ahuindo, el pueblo al que irás y no volverás tratará sobre los destrozos
que causó el Tara en siembras que estaban a punto de cosecharse,
en árboles frutales, palmeras y animales que murieron ahogados. Y
como vivió la gente aquella situación.
En la ciudad de Atoyac, la furia del ciclón tiró la casa de la seño-
ra Francisca Rendón quién murió al caerle el tirante. Las casas que
estaban a la vera del arroyo Cohetero se inundaron causándoles se-
rias averías. Las aguas se desbordaron por las calles de Arturo Flores
Quintana, Reforma, Juan Álvarez y Francisco I. Madero. En el cine
Álvarez el nivel del agua subió unos tres metros.
Las noticias procedentes de la sierra decían que el Arroyo Gran-
de se desbordó arrasando el pequeño poblado del mismo nombre y
causando la muerte de una señorita y resultó herido por el derrumbe
de un cerro el señor Julián Fierro. En El Cucuyachi, el río se desbor-
dó tirando varias casas y causando una víctima. Zacualpan estuvo
a punto de desaparecer por la inundación que causó la Laguna de
Mitla, varias casas se cayeron, por fortuna se abrió una barra de 300
metros de ancho en el lugar conocido por Boca de Mitla llevándose
la compuerta que servía de puente hacia Costa de Plata. En Alcho-
loa fue necesario cortar la carretera para descongestionar el agua del
arroyo que entró al poblado ocasionando el derrumbe de la escuela
y varias casas. El Tomatal, nuevamente fue inundado por el arroyo
tirando las pocas casas que había dejado la creciente del año 1955.
También en la colonia Buenos Aires y en Cacalutla hubo casas
tiradas por el ciclón, en este último poblado se desbordó el arroyo
del mismo nombre arrasando uno de los tres barrios que lo forman.
Las pérdidas ascendieron a varios millones de pesos entre palmeras,
siembras, casas y ganado vacuno, porcino y caballar.
Como decía anteriormente, en Tecpan el río se llevó la mitad
del puente y a su paso arrancó de cuajo la escuela Hermenegildo
Galeana, haciendo cauce por el centro de la ciudad, tirando parte
384
Mil y una crónicas de Atoyac
386
Arte y cultura
387
Víctor Cardona Galindo
392
Mil y una crónicas de Atoyac
llegó cortó una caña, recolectó frutas, subió a la piedra y comió, luego
comenzó a hablarle Cuera Negra, Luzbel, Amigo y otros nombres co-
nocidos, pero nadie le contestó, tardó ahí, pero de pronto se escucha-
ron unos balazos en El Ticuí y dentro de la Piedra se oyó la risa escan-
dalosa de una mujer. Entonces Mateo exclamó ¡Ah cabrón no estás! y
se retiró. Al otro día supo que habían matado a su primo. Cuando el
Malo sale de su piedra es para provocar maldades, riñas y desgracias.
Del manco Canuto Valadez decían todos que estaba loco. Sus
dos manos, se las habían cortado a machetazos en un duelo con un
desconocido. Todas las tardes tenían que detenerlo porque se iba a
una reunión con gente que ya había fallecido, él parecía ignorarlo y
argumentaba que en algún lugar del monte lo estaban esperando…
y daba los nombres. Escucharlo daba escalofrío.
Siendo muy joven allá por los años treinta vendió su alma al
Amigo, al hombre que elegantemente vestido recorre los pueblos de
la sierra. Por las noches su silbido congela la sangre, busca a los que
tienen compromiso con él. Canuto fue uno de ellos, quiso riquezas
y se las concedió.
Canuto se iba por las noches a gritarle al Cuera Negra arriba de
la piedra de Alcholoa, a La Piedra del zopilote y a la misma Piedra
del Diablo. Lo invocaba para pedirle ayuda. Quería tener dinero.
Jugaba barajas a media noche, solo, en el monte. Buscando siempre
entrevistarse con el Malo.
Hasta que un día alguien le dijo —Canuto, si quieres hacer pac-
to con el diablo, mata un chicurro, quítale la carne, ya cuando ten-
gas los huesos, empieza a recorrer un camino largo por la noche y
donde haga horqueta el camino entierra un hueso y camina así hasta
que los termines. Cuando entierres el último escucharás la señal.
Así lo hizo y cuando terminó de enterrar el último hueso, escu-
chó una voz en el aire que se confundía con el soplo del viento que
le decía —Te espero aquí mañana, a media noche.
Como no sabía dónde se encontraba esperó a que amaneciera.
Cuando se dio cuenta del rumbo que había tomado, estaba precisa-
mente a unos metros de La Piedra del Diablo.
396
Mil y una crónicas de Atoyac
II
En el invierno de 1980, mis padres fueron contratados para trabajar
en una finca cafetalera, allá en El Plan del Carrizo, en lo alto de la
sierra. Nos fuimos todos: mi madre de cocinera, mi papá de peón,
mi hermano Valente y yo, de cortadores. Nos tocó salir a cortar con
Agustín Hernández, Bola de Oro y sus hijos. Agustín hablaba que el
Cuera Negra se llevaba las almas de los hombres. Luego se ponía a
gritarle: “Cuera Negra, Cuera Negraaa”, sus gritos resonaban en los
cerros, mientras nosotros veíamos para todos lados asustados. Esas
leyendas eran pan de todos los días…
En ese camino rumbo a Pie de la Cuesta antes de llegar al Plan
del Carrizo está otro lugar llamado La Piedra del Diablo. Al pasar
por ahí se apagan los motores de los carros y no prenden por un
rato, ante la desesperación de sus choferes por hacerlos arrancar. Y
mientras el vehículo está detenido se escuchan arrastrar cadenas,
atraviesan la carretera toda clase de lamentos y sonidos espantosos.
Por eso muchos conductores se apresuran a pasar por el lugar antes
de las 12 de la noche.
Otro lugar donde habita nuestro personaje es el cerro de Las Pa-
tacuas. Dice don Simón Hipólito Castro que la patacua es un árbol
de fronda verde oscura y de fruto amarillo encendido que predomi-
na en cerro del mismo nombre. De esa montaña nace un gran arro-
yo que forma una cascada de aproximadamente cincuenta metros
que cae en una poza, donde dice otra leyenda que mujeres hermosas
salen a juguetear en noches de plenilunio, y durante el día adornan
las orillas de la poza convertidas en lirios de diferentes colores.
399
Víctor Cardona Galindo
siguiente los huarachitos y el peso mocho estaban ahí otra vez. Du-
rante mucho tiempo por donde quiera que anduviera escuchaba la
voz de aquel niño que le hablaba, “Quería ser su amigo sin compro-
miso”. En ese tiempo Esteban vendía libros y un día no tenía dinero
y por eso le quedó a deber setecientos pesos de libros a su proveedor
de Acapulco. Era claro que no tenía ni un peso, pero cuando llegó a
su casa a Atoyac se percató que tenía setecientos pesos en su cartera.
“Exactamente lo que le había quedado a deber a su proveedor”. En
otro viaje al puerto se los pagó. Donde quiera escuchaba su nombre
y poco a poco se fue acostumbrando a esa vida. Hasta que aquel
muchachillo lo dejó en paz.
Cuando contó esto sus amigos organizaron una expedición pero
no pudieron subir a la montaña. “Porque al cerro de las Patacuas no
se puede subir”, dice Esteban. “Me dijo que quería ser mi amigo sin
compromiso. Yo no acepté ser su amigo porque me acordé de aquel
a quien un toro se lo llevó con todo y ataúd cuando estaba tendido
allá por 1937. En un pueblo de la costa”.
404
Mil y una crónicas de Atoyac
graffiti es un arte y los que pintan son jóvenes que estudian, son
responsables y quieren una sociedad mejor.
Es importante que se sepa que es una actividad que no se realiza
por dinero. Para ser graffitero se necesita talento, dedicación y prepa-
ración. Los graffiteros son artistas urbanos y existen categorías: están
los que sólo hacen tags, que es la firma del que los elabora; los que
forman bombas, que son letras gruesas; los que crean piezas con una
imagen o caricatura, los que hacen un mural, son los más avanzados
por que dominan diferentes técnicas.
¿Ha visto usted el graffiti que está en la esquina de la calle Corre-
gidora con Benito Juárez?, es un mural hecho utilizando la técnica
de aerosol, que presenta la imagen de Emiliano Zapata, símbolo de
la Revolución Mexicana, junto a la imagen del Ché Guevara, ícono
de la revolución internacionalista, con las siguientes leyendas: “La
unidad popular es la que puede hacer el verdadero cambio”, “Tie-
rra y libertad”, “Hasta la victoria siempre”. Por Reforma, cerca del
arroyo Cohetero, hay otro graffiti con estilo salvaje dice “Entiendan
ellos quieren expresarse”.
Cuauhtémoc Contreras, el Mors e Ismael Galeana Pino, Merik,
son dos de los exponentes del graffiti en Atoyac y encabezan un gru-
po importante de jóvenes dedicados a este arte.
Para Cuauhtémoc Contreras el graffiti es una forma de escribir
y de pensar, aquí en Atoyac el graffiti fue tomado como una forma
de expresión política y de concientización. Este arte nace en Nueva
York en los sesentas y los inmigrantes lo trajeron a la Ciudad de
México de donde pasó a nuestra ciudad cafetalera.
Para muchos es una forma de dejar su firma, como una manera
de marcar su presencia, ese es el tag, pero también se pitan bombas
unas letras estilizadas llenas de color, otros estilos son la elaboración
de piezas que es una imagen o caricatura y se practica el muralismo
mixto combinando técnicas como el aerógrafo, aerosol y el pincel.
Estos cubren toda la pared y son los más avanzados.
El Mors narra que al principio no les prestaban las bardas, había
que rogarle a la gente, pintaban solo sus firmas; Mors, Ciper, jnk,
405
Víctor Cardona Galindo
rsk y otras piezas. Piezas le dicen a una extensión, “son las partes
que les metes a los graffitis que no son letras”. Otros estilos son: el
3d, las bombas y las burbujas, wild style.
En el callejón Ignacio Manuel Altamirano estaba un graffiti en
aerosol de la imagen de Ricardo Flores Magón con un tag que dice
Boser, la leyenda: “La lucha continúa… Regeneración”. Este mural
fue cambiado por una pieza tipo 3d y una leyenda que dice “Dejar
de luchar es empezar a morir”, firma fr4.
Atrás de la casa de la cultura en la calle Aquiles Serdán, pinta-
ron una anguila—submarino, la hicieron con Montana una pintura
española especial para el graffiti, este mural lo firma el Mugre Crew,
uno de los grupos de graffiteros que vinieron en el 2010 al encuen-
tro de “Expresión Urbana”, esa anguila refleja un estilo propio del
grupo que la pintó.
Durante mucho tiempo atrás de la casa de la cultura antes de
que pintaran la anguila, estuvo la imagen de Lucio Cabañas pintado
por el Peke y la de un guerrero jaguar que hizo un graffitero mexi-
quense muy famoso que firma como Humo, las letras eran de otro
graffitero llamado Mibe. Hay actualmente al interior de la casa de
la cultura un mural hecho con técnica de aerosol que hizo Humo
dedicado a la tradición de lucha de Atoyac.
Los graffiteros desarrollan juicios estéticos de vida que crean una
identidad como el Ymen que vino a pintar a esta ciudad en abril del
2011, donde dejó marcado su estilo atrás de la barda de la escuela
secundaria 14. En Acapulco es fácil identificar un graffiti del Ymen
por la visión que tiene de la naturaleza.
En la jerga graffitera es una constante el uso de términos en in-
glés, lo que revela el origen del movimiento. El tag, es una firma
simple; la bomb, letras inmensas en dos dimensiones; wild style, le-
tras con diseño intrincado; 3d, letras tridimensionales; hot line, línea
luminosa que bordea las letras; in line, línea dentro de las figuras.
En Atoyac ya han pasado otras generaciones de graffiteros, gru-
pos o crew fueron los llamados: “Célula”, “Solo Carnales” o “Solo
Célula”, luego vinieron “Los Guerreros”, que se transformaron en
406
Mil y una crónicas de Atoyac
407
Víctor Cardona Galindo
Orquesta, tocando el sax alto con sus hijos Roberto y Juan Abarca
Ramos, con el sax tenor y sax alto; además de Dionicio Abarca,
trompeta, Heriberto Reyes, trompeta, Juvencio Bello, trompeta,
Gumersindo Bello, bajo. José Luis Ramos, sax tenor y Marcial Cal-
derón con la batería; además de Petronilo Ramos en las congas.
Leonel Ramos Hernández tiene 89 años, nació el 11 de noviem-
bre de 1924 desde muy chamaco le gustó la música y Zenón Abarca
fue su cuñado y maestro. Comenzó como trompetista a los 13 años
y tocó con la orquesta de Los Hermanos Flores, con la orquesta de
Efrén Gómez de Zacualpan, la orquesta Hermanos Barrientos y una
orquesta de Tecpan, dejó de tocar cuando tenía 76 años.
Corral Falso tiene músicos que han tocado desde Estados Uni-
dos hasta Hong Kong. Carlos Ramos Calderón es muy buen músico
que ha destacado en Acapulco. Sin duda este pueblo de la parte baja
de Atoyac es tierra de músicos. Hasta el famoso cacique Crispín
Ocampo Bello tocaba la guitarra, el violín y la mandolina, también
cultivó la poesía; pero ese será otro tema para estas Páginas de Atoyac.
Preparatoria 22
Con el esfuerzo de padres de familias y por iniciativa del licenciado
Justino García Téllez, el 6 de octubre de 1976, se fundó la prepa-
ratoria 22, ahora llamada Unidad Académica Preparatoria número
22 dependiente de nuestra alma mater la Universidad Autónoma
de Guerrero. Actualmente este plantel da formación a más de mil
alumnos en 30 grupos atendidos por 46 profesores y 17 trabajadores
administrativos. Su primer director fue el profesor Celso Villa Gar-
cía. La institución cuenta con dos turnos y el módulo de Cacalutla.
En sus instalaciones funciona el módulo local de la escuela prepara-
toria abierta de la misma Universidad.
Comenzó a funcionar con carácter de prepa popular el 13 de
septiembre de 1976. En ese tiempo el municipio de Atoyac ya reba-
saba los 35 mil habitantes, existían seis secundarias, dos con doble
413
Víctor Cardona Galindo
424
Mil y una crónicas de Atoyac
El Santito
El rito comienza cuando el sacerdote Rafael Valencia reza en cada
estación representada por pequeños grabados religiosos que cuelgan
en las paredes de la iglesia Santa María de la Asunción. La concu-
rrencia sigue en coro la oración, mientras los miembros de la her-
mandad Jesús de Nazaret, que se identifican por sus playeras azules,
lo siguen con una cruz de madera, representando así el recorrido de
Cristo al monte Calvario.
Después del viacrucis, con sus catorce estaciones, sale de la pa-
rroquia la imagen de Jesús de Nazaret para realizar su recorrido por
la ciudad de Atoyac que durará 41 días. Comienza el primer viernes
de cuaresma y termina el jueves santo.
Fausto Hernández Meza filma y filma con su cámara de video,
desde hace 22 años está presente en esta actividad, no me imagino
una procesión sin Fausto, ya es parte de la tradición misma.
El cortejo camina lento, la patrulla 001 del departamento de
tránsito va al frente, su director Pedro Rebolledo Málaga dicta ór-
denes a su gente, mientras la imagen de Cristo hecha de cedro y de
caoba, que mide un metro con setenta centímetros, es trasladada
lentamente. Dos miembros de la familia que la va a recibir este día
en su domicilio caminan al frente con un cirio grande encendido y
el sahumerio humeando oloroso a copal. Seis cargan la imagen, que
va empotrada en una mesa de madera, son miembros de la herman-
dad y de la familia que le dará asilo por esta noche y el día siguiente.
Desde los años treinta del siglo pasado, hasta el 2000 era el San-
to Entierro el que recorría la ciudad durante la cuaresma. Dos mú-
sicos: uno con tambor y otro con una flauta de carrizo lo seguían en
su peregrinar y estaban toda la noche tocando en el domicilio donde
lo recibían. Esa tradición quedó atrás, ahora es la imagen de Jesús de
Nazaret, quien recorre las calles y peregrina toda la cuaresma.
El Santito, como le llama la gente es lo más importante que
existe para la ciudad de Atoyac en este periodo y son “mares” de
gente que lo sigue en su recorrido por 40 domicilios y una capilla.
425
Víctor Cardona Galindo
Un nuevo mandamiento
nos da el señor,
que nos amemos todos
como nos ama Dios.
426
Mil y una crónicas de Atoyac
427
Víctor Cardona Galindo
Y todos corean:
Perdón, perdón, Dios mío, perdón.
428
Mil y una crónicas de Atoyac
Perdón…
¡Oh Dios mío perdón
perdón e indulgencia
perdón y clemencia
perdón y piedad.
431
Víctor Cardona Galindo
432
Mil y una crónicas de Atoyac
Veredita
El camino a El Ticuí es histórico y está lleno de leyendas. Es tam-
bién un sendero tenebroso y romántico. En ese camino real las fuer-
zas del legendario general Silvestre Castro García, el Cirgüelo, derro-
taron a las tropas federales de Rómulo Figueroa.
Wilfrido Fierro Armenta le compuso a la hermosa jovencita que
fue Antonia Chávez Veredita, esa canción que inmortalizaron Los
Brillantes de Costa Grande.
433
Víctor Cardona Galindo
suele caminar,
yo te pido
que regrese pronto
para que con sus besos
me venga a consolar.
434
Mil y una crónicas de Atoyac
Que yo sufro
muy onda su ausencia
439
Víctor Cardona Galindo
que en silencio
lloro sin cesar…
Que le pido
que regrese pronto
y que con sus besos
me venga a consolar…
Que yo sufro
muy onda su ausencia
que en silencio
lloro sin cesar.
Ticuiseña
“¿Recuerdas Macondo? El calor es igual de insoportable y el sol te
quema hasta la raíz de los vellos púbicos. Ese es el Ticuí. Y si pasas
algún día por ahí, entenderás que para los melancólicos y los viejos
provincianos el resplandor de un lugar paradisiaco culmina con la
ruina y la miseria emocional de su gente, de sus tierras y de sus ja-
cales... ese es el Ticuí... ¿Recuerdas Macondo?”, escribió en internet
Flor de Calabaza, un seudónimo de alguien que seguramente estuvo
aquí en mayo o durante la canícula.
Porque sí, hace mucho calor, principalmente ahora en mayo y
los días de la canícula son terribles, pero en diciembre el aire frío
que baja de la sierra es muy agradable. El Ticuí es bonito, siempre
lo ha sido. Aquí la luna despunta enorme y anaranjada al oscurecer
por el cerro de La Florida. Después de las lluvias las lomas se llenan
de “angelitos”, una especie de arañitas rojas, los caminos están po-
blados de palomas torcazas que vuelan entre los tamarindos, el cen-
zontle canta por las mañanas brincando entre los bocotes y cuando
el sol está más caliente el cielo es intensamente azul con pinceladas
de nubes blancas.
A las siete de la noche tres parvadas de murciélagos invaden el
cielo del Ticuí. Una sale de la boca del Chacuaco y dos de los tubos
440
Mil y una crónicas de Atoyac
Doña Francisca Flores, doña Chica, vendía los cuchitos por las
tardes, un pan a base de harina y piloncillo que tenía forma de ma-
rrano, bien dorados y con café eran un manjar.
Teófilo García el pabellonero tocaba un claxon de bicicleta en
cada sombra que encontraba. Hasta la sombrita íbamos por nuestro
raspado de grosella, limón o tamarindo. Desde que me acuerdo el
mismo nevero recorre las calles del Ticuí. Se llama Luis Castro con
más de 30 años en el oficio, siempre va empujando su carretilla de
madera pintada de rojo y amarrillo grita “vainillaycocooo” o deja salir
un intenso silbido. Siempre trae de tres sabores: limón, vainilla y coco.
Tenían molinos de nixtamal: Adolfo Solís, Luis Pérez y Boni-
facio Reynada, era donde llevábamos el nixtamal para moler. Las
mujeres se acomedían para sacarnos la masa a los hombres. La voz
de don Luis Pérez retumbaba en el sonido anunciando los produc-
tos que estaban a la venta. Las complacencias y las felicitaciones de
cumpleaños eran donde Gabriel Barrera y Santos Martínez, la voz
de Sara sonaba muy bonita. Gino anunciaba tamales y la película de
la semana. Mucho exhibían películas revolucionarias, de los herma-
nos Almada, de Jorge Rivero o Angélica María. La primera película
que vimos mis hermanos y yo, fue Mamá soy Paquito con Pedrito
Fernández. Era un desmadre el cine en El Ticuí, a veces tiraban has-
ta miados, en bolsas de plástico, a la mitad de la película. Ahí vimos
La niña de la mochila azul también con Pedrito Fernández. Había
que llorarles a nuestras mamás para que nos dieran para el boleto.
Atrás del cine estaba un guamúchil con grandes raíces donde algu-
nos enamorados se comían a besos por las tardes.
El Ticuí tiene aún una pista de aterrizaje que se construyó en los
tiempos que Enedino Ríos Radilla fue gerente de la fábrica. Se inau-
guró en 1935 con el aterrizaje del avión trimotor piloteado por un
aviador de apellido Clevens, dice Wilfrido Fierro. Fue en ese campo
aéreo donde aterrizó, el 8 de febrero de 1940, la aeronave que trajo
los restos del líder agrarista Feliciano Radilla Ruíz.
Una vez aterrizó una avioneta muy temprano, cuando Conrado
y yo íbamos por agua al canalón. Unas señoras nos pidieron les lle-
444
Mil y una crónicas de Atoyac
váramos unas maletas hasta el río y nos dieron una propina que para
nosotros era mucho dinero.
En la pista caían aviones y los helicópteros eran el pan de cada
día. Por largas temporadas venían los de la Procuraduría General
de la República a combatir los plantíos de amapola. A pesar de la
campaña, a muchas personas se les veía la prosperidad y las cheyennes
(camionetas de moda en los ochenta) se volvieron parte del panora-
ma local. Los helicópteros antes de aterrizar en la pista, daban vuel-
tas de reconocimiento por el pueblo. Se oía el sonido al despuntar
los aparatos en los cerros. Los niños corríamos a verlos llegar, desde
abajo les veíamos las letras de la matrícula. Todos los días levantaban
el vuelo a las ocho de la mañana y se iban rumbo a la sierra, regre-
saban ya en la tarde. Con ellos también venía una avioneta azul que
despegaba temprano.
En el pueblo había muchos marranos sueltos y muy seguido
pisábamos un excremento de cuche que tenía un olor difícil quitar.
“Chiiiino, chiiiino, chiiiino”, gritaban mañana y tarde las dueñas de
los marranos al mismo tiempo que sonaban la bandeja con maíz.
Los cuches suspendían su deambular por el pueblo y regresaban
corriendo con su propietaria para comer. Cuando llegaban los ma-
tanceros se hacía un escándalo, porque al agarrar un marranito la
madre y la manada intentaban quitárselo a trompadas y a mordidas.
La dueña tenía que agarrarlo con engaños para entregarlo al matan-
cero que se lo llevaba en un costal.
En El Ticuí las bodas eran muy bonitas. Desde el viernes en la
tarde las anunciaban en el tocadiscos de Santos Martínez o de Ga-
briel Barrera. Se escuchaba “don Fulano de Tal los invita a la boda
de sus hijos Zutano y Perengana, y mañana sábado los espera para
que le ayuden hacer la enramada”, la voz de Sara era muy melodiosa.
Desde temprano, el sábado, los hombres del pueblo llegaban
frente a la casa donde sería la boda y se organizaban. Unos se que-
daban para hacer los pozos, otros iban por morillos y otros más
traían las palapas verdes de las huertas de coco. Ahora no se pueden
hacer enramadas por casi todas las calles están pavimentadas. Las
445
Víctor Cardona Galindo
Porque no ha querido
decidirse irse conmigo
grandes sufrimientos
son los que ella ha de pasar…
Yo ya me voy, ticuiseña
llorando estarás, Ticuiseña”.
Mi lindo Ticuí
Mi lindo pueblo querido
ya quiero llegar allá
yo sé que estas en Guerrero
municipio de Atoyac.
446
Mil y una crónicas de Atoyac
con el viento sobre ese manto de agua y las dulces roscas de guamú-
chil maduran, listas para ser cosechadas. “Pareces vara guamuchera”,
se dice en broma pesada a los muy flacos, y es que las roscas de gua-
múchil se bajan con varas muy delgaditas y largas. Hay quienes se
dedican en la temporada a bajar roscas para venderlas en el mercado,
a 10 pesos el montoncito.
Cuando las madres, de los que tenemos ahora más de cuarenta,
iban a lavar al río, nos llevaban de compañeros y nos la pasábamos
jugando en el agua bajo el sol. Nos quedaba la espalda de un color
ceniza que, al rascarnos por los piquetes de zancudos, parecíamos
“pizarrones de taquigrafía” decía el primo Reyes, que gozaba escri-
biendo en la espalda de los demás.
En el pasado el río estuvo muy poblado de camarones, de sus
aguas completábamos nuestra dieta y resolvíamos, pescando, la ne-
cesidad de proteínas. Hacíamos con cerdas de caballo unos peque-
ños lazos con los que atrapábamos camarones de castilla. Nos pasá-
bamos tirados de barriga, en el agua, con paciencia para que cayeran
en la trampa los pequeños camaroncitos. Otros más valientes con
las puras manos atrapaban aloncillos, otra especie de camarón, que
muerde muy fuerte con sus grandes tenazas. Los camarones, hervi-
dos en agua con sal y epazote, con un chile verde reventado, tortilla
o arroz, compiten con los mejores platillos.
Otros días en la tarde, antes de irnos a la casa le quitábamos unas
piedras de arriba al lavadero y metíamos un anzuelo para pescar bo-
bos. Esos peces son muy feos y babosos casi no se pueden agarrar,
pero ya fritos tienen su carne muy blanca y sabrosa. Con una salsita
de chile verde en molcajete y frijoles con arroz, en la cena eran una
delicia. Se dice que los últimos que han atrapado saben a petróleo.
Había en ese tiempo camaroneros profesionales, ahora son una
especie en peligro de extinción. Hace poco encontré tres por un
sendero flanqueado de árboles, comiendo mango y recogiendo ros-
cas de guamúchiles. Llevaban sus lanzas bajo el brazo, hechas de
trabucos de sombrillas y varillas de tinas, con unas ligas amarradas
en un extremo para dispararlas. Ellos se sumergen con sus visores en
447
Víctor Cardona Galindo
Ese es El Ticuí.
En la culata de la casa de los Fierro hay un letrero negro sobre
una pequeña tabla que dice “Calzada Camino Real”, así se llama
oficialmente la vía que va a la cabecera municipal, la que antes era
únicamente el camino real a secas. Pero aunque tenga un nombre
propio la gente le llama simplemente “la carretera al Ticuí”, a esos
400 metros que van del río al puente del canal de la fábrica. Una
joven ceiba crece en arroyo amenazando con su fronda la soleada
cuesta.
La mancha urbana se va comiendo la vegetación. Donde había
palmeras y árboles de mango, ahora se levantan casas de la colonia
Villas del Carmen. Se fueron las garzas y los pericos, llegaron las calles
y muchos niños jugando en ellas. Durante el huracán Tara el arroyo
de La Ceiba se juntó con el río y las aguas pasaban por encima de las
huertas. Por eso ahora con la fuerza de las aguas que trajeron, la tor-
menta Manuel y el huracán Ingrid los colonos de Villas del Carmen
abandonaron sus habitaciones y se refugiaron en El Ticuí.
En las calles sin pavimentar, de las Villas del Carmen, Francisco
Garibo ha organizado carreras de caballo. También ha organizado
jaripeos y una vez se instaló un circo cerca del río. Por cierto uno
de los carros que transportaba los animales destruyó el puente de la
ceiba. Ahora con la nueva pavimentación de la llamada calzada Ca-
mino Real acaba de repararse. Con esta obra se les acabó la chamba
a un grupo de ticuiseños que tapaban los baches para pedir una
cooperación a los conductores. Ellos tapaban los baches y la lluvia
los volvía abrir, eran desperfectos que dejan 19 años sin manteni-
miento.
El sábado 19 de diciembre del 2010, llegando al río, aun costa-
do de las Villas del Carmen se inauguró el campo deportivo Koora
el nombre viene de la combinación de las primeras letras de los her-
manos Galeana Gallardo: Katia, Oscar, Oscar Raúl y Araceli. Ahora
se organizan ahí grandes partidos de futbol.
Desde el 2 de octubre durante dos meses cruzamos el río por el
puente hamaca. El 23 de diciembre de 2013 por la mañana termi-
451
Víctor Cardona Galindo
452
Mil y una crónicas de Atoyac
453
Víctor Cardona Galindo
454
Mil y una crónicas de Atoyac
456
Mil y una crónicas de Atoyac
457
Víctor Cardona Galindo
458
Mil y una crónicas de Atoyac
dían grabar porque tenía contrato con Discos Gas empresa que le
grababa al Grupo Caribe, entonces tuvo que cambiar su nombre a
Dino Gastón y su grupo. Dino por el cineasta Dino de Laurentis y
Gastón por Gastón Santos cuyas películas admiró de niño.
Pero al cambiarse de compañía en Discos Musart le devolvieron
su nombre y pudo grabar como Efraín Méndez y su grupo. Después
de la disolución de la agrupación que él formó se tomó un receso de
cuatro años y desde 1993 se mantiene con el grupo Los Frays que
integró con sus hijos: Efraín y Edén Méndez Ramírez y su nieto
Ransel Méndez Mendiola. Cuando se formó su hijo Edén, que toca
los teclados, tenía 11 años. Uno de los éxitos que ha tenido como
Los Frays es la melodía El mar es mi rival que compuso para que la
cantara su hijo Efraín Méndez Ramírez y últimamente dieron a co-
nocer Septiembre negro que habla de la tragedia que provocó Manuel
y los muertos de La Pintada.
Efraín Méndez Blanco también le ha compuesto versos a su
pueblo:
Atoyac querido
a un ladito del Ticuí
un pueblo bonito
lugar donde yo nací.
459
Víctor Cardona Galindo
461
Víctor Cardona Galindo
462
Mil y una crónicas de Atoyac
Esos jardines de la sierra dejan cada año, todavía, una gran de-
rrama económica. “Cuando les va bien a los de la sierra alta nos
alivianamos todos”.
Para un sembrador de amapola la vida no es fácil. Se alistan con
tiempo, compran latas de sardinas, atún y chile en vinagre. Allá en la
siembra sufren mucho. Muchas malpasadas y la dieta la complemen-
tan con “la cacería de algún animalito”. A veces se comen las tortillas
hasta con moho. Porque se van muy lejos, para que los militares no
puedan dar con el plantío, buscan lugares propicios entre los riscales,
“lo más feo de la sierra para que el gobierno no destruya las plantas”.
Una vez ubicado el lugar se limpia como si fuera tlacolole. El
trabajo queda tan lejos a veces a tres horas de camino del último
pueblo. Son tres meses de sufrimiento y únicamente bajan a lo in-
dispensable a llevar comestible y a ver a su familia. A veces piden
fiado para poder sobrevivir y cuando venden la mercancía entonces
pagan sus deudas. “Ese dinero muchas veces no luce porque en los
pueblos de la sierra la gente va sobreviviendo nada más. Son pocos
los que administran bien su dinero”, dice una mujer que sabe lo que
es sufrir en la sierra.
Los insumos y enceres los suben caminando entre riscales y car-
gándolos penosamente. Corren los peligros que conllevan vivir tan-
to tiempo en el monte, a veces los bajan picados por una víbora o
por un alacrán. Se topan con los jaguares que viven en los riscales,
“afortunadamente no se han comido a nadie, aunque no dejan de
dar miedo”.
Duermen en cuevas y trabajan en esas cañadas cuidándose del go-
bierno porque si los agarran se pasan de cinco a seis años en la cárcel.
El cultivo es igual a maíz. Aunque hay diversas variedades de
amapola y las más populares son: la morada, la blanca y la roja, dice
un experto en el cultivo. “La más rápida es la roja a los tres meses ya
se está cosechando. La blanca se lleva de cuatro hasta cinco meses
para rallar”.
“Se ralla el bulbo con mucha suavidad. Se hacen los ralladores
con esquinitas de navajas de rasurar y se empotran en rajas de ocote.
463
Víctor Cardona Galindo
468
Mil y una crónicas de Atoyac
Cortesito calabacero
de la boca colorada
querido de las muchachas
y aborrecido por la viejas arrugadas.
II
Don Arcadio Martínez Javier, uno de los padres de familia falleci-
dos en la masacre del 18 de mayo de 1967, es recordado como un
excelente toreador y hombre hábil en el manejo del machete en la
danza del Cortés.
Otro de los caídos esa fecha que era bueno para torear al Cortés
fue Prisciliano Téllez Castro, más conocido por Piche, hombre de
gran valor, honrado y trabajador: “Cuando un Año Nuevo u otro
festejo el Cortés hacía acto de presencia, Piche pedía prestada una
cuchilla y un zarape a los toreadores y enfrentaba por gusto al en-
mascarado, éste trataba una y otra vez de aporrearlo con una y otra
mano pero no lograba tocarlo siquiera en medio del griterío de la
gente. Al final Piche solía darle uno o dos golpecitos en las pantorri-
llas del Cortés como diciendo ¡Te gano! Y regresaba cuchilla y zarape
que le habían prestado”—Dice su hermano Cristino Téllez.
Como dije antes, son pocos los virtuosos a los que no llega a
tocar el Cortés. El secreto consiste en torear con la cuchilla siempre
en alto, viendo fijamente la espada del Cortés y sus movimientos.
El cronista atoyaquense Eduardo Parra cuenta que en el siglo xix
fue famoso un maestro llamado Tadeo Gómez quien en su juventud
representaba al Cortés, quien “apaleaba a cuantos se le acercaban,
excepto a dos señores, Bonifacio Fiel y Leonardo Barrientos, cuyos
471
Víctor Cardona Galindo
danza del tigre de la cual también elaboraba las máscaras. Dice que
las máscaras del Cortés se hacen de madera de bandejo o de cucharo.
Para él la danza del Cortés es la más chingona para el disfrute del
público, recuerda que él aprendió todo lo relacionado con la danza
en la comunidad de Los Tres Pasos, donde la sacaban don Amado
Morales y Emilio Hernández.
Mariano Arroyo Vázquez nos comentó que en los años sesenta
del siglo pasado era don Lucio Castillo Hernández quien personi-
ficaba el Cortés en el Rincón de la Parotas, pero como ya estaba
grande le pidió que él se quedara con el papel el 12 de diciembre de
1960 y desde entonces la baila.
En el Rincón de las Parotas, Galdino Reynada Barrientos hace
toda la indumentaria desde la yegua, el tambor y las máscaras. Ma-
riano explicó que la máscara que porta en la danza la hizo Jesús
Fierro Valadéz hace 50 años de un árbol conocido como Jiote, termi-
nándola de hacer se la entregó y él la hirvió en el Nijayote del Nixco-
me, para que no se rompiera con el uso, luego le dibujó las facciones
y le ha durado los cincuenta años que lleva personificando al Cortés.
Ellos hacen el tambor de Parota con cuero de venado o de jabalí.
Cuando el cuero es de Jabalí el sonido es más fino.
Demetrio Vargas Martínez tiene 60 años, dice que después de
marcar la raya los toreadores deben de entrar a la izquierda, sólo se
tiran tres golpes que tienen que estar dirigidos a los costados y a las
piernas. Está prohibido tirarles a la cabeza, el golpe debe de “ser de
fajo está prohibido tirar de filo o de punta”.
Don Feliciano Martínez, era cajero, y antes de morir tenía la
preocupación de saber a quién heredarle el tambor. Le preocupaba
que quien lo heredara no supiera dar los tonos del Cortés, al final
tomó una buena decisión y la danza siguió.
Hay muchos improvisados que se aventuran a tocar el tambor,
pero no saben dar el tono.
Por eso a los viejos que personifican el Cortés, y que lo han
hecho por más de medio siglo, les inquieta saber a quien le van a
dejar la yegua, tiene que ser alguien que sepa bailar. “Los cajeros”
473
Víctor Cardona Galindo
tienen que buscar un heredero que siga la tradición y quién hará las
máscaras al morir Galdino y don Florentino, porque la que usaba
Demetrio después de 40 años se rompió y habrá que hacer otra, con
las facciones del Cortés y con las barbas de cuero de venado.
El toreador y cajero Eusebio Martínez Ochoa comenta: “el que
sabe bailar la danza del Cortés da un buen espectáculo” y dice que
la danza es ancestral, arraigada por lo bravío de la zona ya que a
principios del siglo pasado eran comunes los duelos a machete, los
hombres vestían con gabán al hombro y abajo el machete, dispues-
tos a batirse con quien les diera el gusto.
Para confirmar lo anterior basta con dar un vistazo a los periódi-
cos oficiales que se publicaron entre 1901 y 1910, en donde infor-
man que en diferentes caminos del municipio de Atoyac, los hom-
bres se batían a duelo a machete limpio con trágicas consecuencias.
Muchas veces la esquina que conforman las calles Guadalupe
Victoria y Agustín Ramírez, de la ciudad de Atoyac fueron testigos
de la confrontación a machete limpio de dos contrarios que de esa
manera arreglaron sus diferencias.
En este contexto torear el Cortés ha sido como practicar defensa
personal o darse el gusto de pelear a machetazos, sin riesgo de ser
herido por las cuchillas de palo.
474
Mil y una crónicas de Atoyac
475
Víctor Cardona Galindo
Hay familias que año con año van al corte del café, cuidan sus
parcelas y se aferran al cultivo. Son los que mantienen viva la activi-
dad. La mayoría hace años que ya no las trabajan y las huertas están
perdidas entre la selva. En los mejores tiempos del café a la par de
los jilgueros se escuchaba el cantar de la peonada entre cerros y hon-
donadas, la vida en la sierra en aquellos tiempos era bonita y “nos
emocionaba ir a pasar las vacaciones a las huertas”. Bueno a muchos
los sacaban de la escuela en la temporada de cosecha para reforzar la
mano de obra. Los patrones iban a Chilapa por los peones, de allá
traían las tirinchas para el corte, los zarapes y gabanes para el frío.
En el campamento sabíamos que iba amanecer cuando aparecía
“el lucero atolero” a esa hora se levantaban a prender el fuego para
poner el café. Con el olor a la bebida se levantaban los peones que
afilaban los machetes y al amanecer se encaminaban rumbo a las
huertas, mientras que mi padre rajaba leña y mi mamá lavaba el
nixtamal para las tortillas.
Uno de nuestros cronistas José Hernández Meza dice que en el
principio de esta actividad agrícola era la misma gente de la ciudad
de Atoyac y de las comunidades serranas las que hacían el corte.
Posteriormente se optó por traer mano de obra campesina de la
región de la montaña. Los hombres venían vestidos de manta y las
mujeres cargaban colgando en los rebozos a sus chamacos, así tra-
bajaban y los amamantaban dándoles vuelta en el rebozo mientras
ellas seguían cortando café, algunas hasta se cortaban 10 latas (la lata
es una medida de 13 kilos aproximadamente)
Hernández Meza explica que para cortar la cereza madura del
café antes se hacía una bolsa de tela que se colgaba amarrada a la
cintura del cortador llamada “naguada”, la cual fue suplida por una
bolsa tejida de palma llamada “tirincha”, que se confecciona en la
región de Chilapa.
“Una vez llenada la naguada o tirincha, el café se va almacenan-
do en un costal que se va llevando de surco en surco y al término de
la jornada se mide por latas para poder hacer el pago de la recolecta,
todo esto se hace en los patios de secado o asoleaderos que por lo
476
Mil y una crónicas de Atoyac
sus cuartas o fuetes en las manos para que los animales cargados con
sendos sacos de café apresuraran el paso y llegaran pronto a su desti-
no, calzaban huaraches de correas de cuero sin curtir, en su cintura
llevaban un pequeño bolso, al que llamaban güicho, parecido a las
cangureras que se usan actualmente”.
“Las calles donde había piladora de café se atestaban de anima-
les de carga y era notorio el vocabulario de su región usado por los
arrieros. Era frecuente encontrar lugares que recibían el nombre de
posada o mesón donde pasaban la noche los arrieros y la gente que
venía de alguna de las comunidades serranas a vender su producto
y poder hacer su merca de los encargos y comestibles para su diaria
subsistencia. Había casas donde vendían rollos de zacate fresco, za-
catón, para la alimentación de los animales de carga. Don Pantaleón
Gómez vendía en la calle Silvestre Castro; en la Valerio Trujano, por
el rumbo del paredón, vendían los Vázquez; en el centro, en Agustín
Ramírez, don Faustino Bello y en Obregón, en casa de don Benigno
de Jesús”.
Todavía hace poco en la calle Miguel Hidalgo esquina con
Agustín Ramírez, atrás de la Parroquia estaban todavía los troncos
donde se amarraban los animales de carga, como recuerdo de aque-
lla época.
492
Caminos de libertad
493
Víctor Cardona Galindo
mencia García. El mote del Cirgüelo se lo ganó por ser del Cirgüelar,
recordemos que popularmente en el pasado se le llamaba cirgüela a
la ciruela. Su sobrenombre era el Cirgüelo así lo llamaba la gente y
no el Ciruelo como después corrigieron los académicos y letrados.
Dice René García Galeana, quien ha investigado a fondo nues-
tro personaje que: “Sus padres eran medieros de un pedazo de tierra
perteneciente a la hacienda de Cacalutla en cuyo perímetro estaba
enclavado el poblado donde sembraban maíz, frijol y algodón para
pagar el arriendo y cubrir las necesidades de una familia numerosa
integrada por nueve hijos, cinco de ellos varones que ayudaban en
las faenas diarias: Timoteo, Canuto, Fermín, Octaviano y Silvestre y
las mujeres Paulina, Luz, Eugenia y Enedina”.
Se casó con Ernestina Roldán de Teloloapan, con quien “solo
tuvieron tres hijos: Angelina nacida en 1920 y Juana en 1922, las
dos en Atoyac y Silvestre que nació en Acapulco el 8 de noviembre
de 1925 —comenta René García—, muriendo infortunadamente el
19 de junio de 1927”.
El Cirgüelo fue un hombre que se ganó el respeto de reacciona-
rios y agraristas, “fue un traidor” dicen algunos, para el pueblo fue
valiente y eso es lo que cuenta. “El Cirgüelo era un hombre delgadi-
to, alto y valiente, que se metía a los balazos, por eso era respetado.
Él no mandaba, iba por delante, con su pistola 45 mataba a los fede-
rales cuando era rebelde”. Así lo recordó don Juvencio Mesino. Y el
cronista de Atoyac Wilfrido Fierro escribe que “Su valor temerario
lo hizo digno de sus ascensos que durante la revolución fue alcan-
zando hasta llegar al grado de general brigadier”.
Según Crescencio Otero Galeana: “era alto, delgado, cara agui-
leña, moreno, bigote espeso negro y alacranado, de voz fina, de ca-
rácter gentil, estratega por naturaleza en la guerra. Sin haber tenido
estudios, apenas sabía leer y muy escasamente podía firmar, leal,
honrado y sincero, era valiente hasta la temeridad y noble con los
vencidos, además muy popular en todo el estado de Guerrero”.
Anituy Rebolledo Ayerdi señala que: “La fama del general revo-
lucionario Silvestre Castro, alias el Cirgüelo, su valor temerario, sus
494
Mil y una crónicas de Atoyac
498
Mil y una crónicas de Atoyac
logró salvarlo de que fuese derrotado y hecho prisionero por los za-
patistas, pasada ésta acción continúo su marcha hacia Chilpancingo.
II
La segunda proeza que emprendió el Cirgüelo fue cuando lo comi-
sionó, en 1917, el general Mariscal para ocupar la plaza de Chilpan-
cingo que estaba todavía en manos de los zapatistas. Según Wilfrido
Fierro, se abrió paso en todo el camino a base del fuego de sus armas
hasta lograr su cometido e instaló su cuartel en la capital del estado.
Mientras tanto los poderes de la entidad se establecían en Acapulco.
Su tercera audacia resultó de la caída literal del general zapatista
Heliodoro Castillo el 16 de marzo de 1917. De estos hechos López
Victoria registró que los gobiernistas al mando del coronel Antonio
Fernández y del mayor Silvestre Castro al frente de una columna
bien pertrechada cayeron de sorpresa sobre los alzados, cuando ocu-
paban Zumpango del Río y se entabló un duro combate. Castillo
y los suyos ofrecieron tenaz resistencia. “Se luchó con denuedo por
ambas partes y el jefe insurrecto resultó herido y rodó del caballo el
Encanto, mismo animal que sucumbió en la refriega… Heliodoro
Castillo no pudo escapar al perder su precioso corcel y para no caer
prisionero, al ver perdida la batalla, se privó de la vida”.
Su cadáver fue trasladado a Chilpancingo, en donde el mayor
Silvestre Castro, ordenó darle sepultura con honores y tomando su
espada dijo: “Esta espada no corresponde a ningún oficial, ni jefes
de mayor grado; esta espada con su dueño nunca habrá de rendirse
ante ningún peligro, ésta espada solamente corresponde a su dueño,
que con su pistola se quitó la vida antes de ser humillado; por lo tan-
to, el general Castillo permanecerá con ella eternamente” y mandó
que la espada fuera sepultada junto con él.
Renato Ravelo escribió que Heliodoro Castillo: “cayó en una
celada por responder a un reto de provocación personal” que le hizo
el Cirgüelo.
499
Víctor Cardona Galindo
503
Víctor Cardona Galindo
III
El cronista Luis Hernández Lluch escribió en la Monografía de San
Jerónimo que al Cirgüelo los sanjeronimeños lo sienten suyo “porque
sus grandes hazañas epopéyicas las realizó en este pueblo, la noche
del 30 de abril de 1918 contra las fuerzas de Fortunato Maycotte y
Rómulo Figueroa”.
De ese combate dice Alejandro Gómez Maganda “La colisión,
fue como puede suponerse: rabiosos choques exaltados por los gri-
tos enardecidos del noroeste y el sur. La Costa Grande que siguió
al Ciruelo, crepitó como una hoguera de pesadilla y los costeños,
amarrándose el cotón a la recia cintura y arremangándose los burdos
calzoncillos, para que su piel morena se confundiera con las sombras
de la noche… Caían como un ciclón sobre las loberas yaquis”.
Como ya mencioné, en la parte anterior, el combate duró toda
la madrugada y el ataque de los encuerados quedó en la memoria
de los costeños. Al amanecer del primero de mayo las tropas del
gobierno emprendieron la retirada por el camino de Las Tunas y
505
Víctor Cardona Galindo
manga del brazo izquierdo arremangada hasta el codo, esto para evi-
tar confusiones. Y al amanecer del 13 de junio las tropas de Rómulo
Figueroa llegaron por el rumbo de La Pindecua cayendo por sorpresa.
Los mariscalistas resistieron en las lomas del pueblo, se defendieron
con unos cañones que fabricó un francés llamado León Obé, pero
los federales tenían mejor artillería que ellos y los desalojaron de los
cerros, en donde dejaron abandonados los cañones de León Obé.
Wilfrido Fierro comenta que las fuerzas mariscalistas salieron
derrotadas en “en el Cerro Pedregoso que se encontraba al lado nor-
te de la población, donde les avanzaron dos cañones siendo esta la
razón para que la posteridad bautizara este lugar por El Cerrito del
Cañón”. Después de atacar la ciudad, cuando el grueso de los ma-
riscalistas se subió a la sierra, Figueroa y su gente se fueron rumbo
a San Jerónimo y en el camino fueron hostigados duramente por
pequeñas guerrillas de la gente del Cirgüelo.
Un mes después las fuerzas de Figueroa cayeron, el 12 julio, en
una emboscada preparada por el Cirgüelo, cuando caminaban rum-
bo al El Ticuí. Este combate que duró tres horas fue ganado por los
rebeldes. El gobierno sufrió numerosas bajas. Mientras los figueroís-
tas tomaron dos prisioneros que fueron ejecutados en el acto.
El Universal publicaba en su edición del 13 de julio de 1918:
“En el estado de Guerrero quedó exterminado el mariscalismo”
y decía que los cabecillas principales Arnulfo Radilla y Silvestre Cas-
tro (a) el Ciruelo, se internaron por el distrito de Montes de Oca (La
Unión) rumbo a Michoacán, “seguidos de 30 hombres solamente,
único contingente rebelde que pudo escapar de la persecución de las
tropas nacionales”.
En la nota el general Juan José Ríos encargado del despacho
de Guerra y Marina explicaba que ya se habían rendido ante Ma-
ycotte más de 600 hombres. El primero en deponer las armas fue
el coronel Florencio Maya que se pasó al bando del gobierno para
perseguir a los mariscalistas.
Pero ese mismo día, en que se publicaba la nota, las tropas leales
a Silvestre Castro se enfrentaron a las fuerzas de Maycotte y Figue-
507
Víctor Cardona Galindo
Ya el Cirgüelo se indultó
a Maycotte le pidió indulto
llegó con valor sobrado
a ese puerto de Acapulco…
El Cirgüelo ya se va
que triste queda su gente
se separa del estado
un hombre de los valientes…
IV
Silvestre Castro García, el Cirgüelo, después de haberse acogido al
indulto vivió en Teloloapan y luego regresó a Cacalutla donde estu-
vo entregado algún tiempo a labrar la tierra. Aunque consta que de
vez en cuando prestaba servicios al gobierno. René García encontró
un documento fechado el 27 de enero de 1919 donde el general
brigadier Crisóforo Ocampo certifica que durante el mes de octubre
de 1918 Silvestre Castro estaba viviendo en Teloloapan dedicado
al comercio y lo acompañó en una expedición militar al estado de
Morelos.
Aunque se asegura que apoyó a Álvaro Obregón cuando se su-
blevó en contra de Carranza, no hay muchos datos que sustenten
esta aseveración; lo que sí se sabe es que en esa ocasión muchos cam-
pesinos le pidieron que se levantara en armas a favor de Obregón,
pero tal vez no lo hizo porque los Figueroa secundaron al sonorense
en Guerrero y el Cirgüelo no comulgaba con ellos. Ese clan intrigaba
permanentemente en su contra. Muestra de ello es que en junio de
1922 Silvestre Castro fue arrestado por órdenes de Rómulo Figue-
roa que lo acusaba de estar implicado en una rebelión que estaba
promoviendo el general Salvador González, pero luego recuperó su
libertad cuando se demostró su inocencia. Por esas fechas Figueroa
estaba en contra de los agraristas y mandó a encarcelar también a
Amadeo Vidales, presidente municipal de Tecpan de Galeana.
De pronto otro acontecimiento vendría a trastocar la tranquili-
dad de la Costa Grande, Adolfo de la Huerta se rebeló en contra de
Álvaro Obregón y se vivió ese episodio de la historia que se llamó
“la rebelión delahuertista” que estalló el 5 de diciembre de 1923 y
Rómulo Figueroa la encabezó en el estado de Guerrero y en la Costa
Grande se puso al frente el presidente municipal de Atoyac, Rosalío
Radilla Salas.
512
Mil y una crónicas de Atoyac
516
Mil y una crónicas de Atoyac
El cariño desmedido
que la costa le brindó
le provocó a Fox envidia
y matarlo así intentó”.
518
Mil y una crónicas de Atoyac
II
De los ataques que sufrió Silvestre Mariscal en Acapulco, Wilfrido
Fierro dice que las fuerzas de Manuel Centurión, Pantaleón Añorve,
Tomás Gómez y Julián Blanco fueron azuzadas por la colonia espa-
ñola representada por Alzuyeta, Fernández, Quiroz y Cía., quienes
odiaban a Mariscal por el saqueo de la fábrica del Ticuí y deseaban
eliminarlo enviándole una de sus columnas a atacarlo a su cuartel.
524
Mil y una crónicas de Atoyac
Los comerciantes del puerto también influyeron para que con rapi-
dez fueran licenciadas las tropas mariscalistas.
En la tesis titulada La lucha agraria en la Costa Grande de Gue-
rrero. De la Revolución a la muerte de Juan R. Escudero (1911-1923)
que Ignacio Martínez y Gabino Olea escribieron para titularse como
profesores de historia en Escuela Normal Superior de uag en 1980
asientan que: “En Acapulco se había concentrado Julián Blanco con
Tomás Gómez y Manuel Villegas, los maderistas de B. Fernández
y Cía. de los Arenales, quienes habían denunciado los ataques de
Mariscal a su propiedad”.
Tal vez presintiendo más ataques de los españoles, Mariscal no
quiso licenciarse en Acapulco y pidió que vinieran hasta Atoyac,
donde entregaría las armas; por lo que hasta esta ciudad costeña
llegaron Julián Blanco, Tomás Gómez y Martín Vicario, quienes
fueron recibidos con ramilletes de flores por parte de muchas seño-
ritas de este lugar. Se trataba de héroes de la toma de Chilpancingo y
Vicario que había participado en la acción revolucionaria de Iguala.
“En el corredor de la escuela oficial, Mariscal presentó a su pue-
blo a los jefes Vicario, Blanco y Gómez que fueron recibidos con un
estruendoso aplauso”, anota Fierro Armenta. La colonia española
no únicamente influyó para el licenciamiento de las fuerzas ma-
riscalistas, también maniobró para que los cuerpos rurales fueran
habilitados de acuerdo a sus intereses. Era claro que Gómez y Julián
Blanco estaban al servicio de los españoles, pues mientras Martín
Vicario licenciaba las tropas de Mariscal, entregando dinero por ar-
mas, ellos atravesaron el río y se acuartelaron en las instalaciones de
la fábrica del Ticuí.
Custodio Valverde comenta en su libro: “En cuanto al general
Blanco, no se le licenció y se le mantuvo con el carácter de jefe in-
surgente en servicio activo. Después fue nombrado comandante de
fuerzas rurales, habiéndosele dado el mando del Cuerpo número 33
que más tarde fue el 25”.
Mientras Julián Blanco se quedaba como jefe de los cuerpos de
voluntarios en la Costa y Tomás Gómez era destacamentado en San
525
Víctor Cardona Galindo
Caballito Blanco
sácame de este arenal
que me vienen siguiendo
las tropas de Mariscal.
III
El 27 de septiembre de 1914, fuerzas blanquistas al mando de Tito
y Asiano Marín, Tomás Gómez, Canuto Reyes y Alberto González
desalojaron al mariscalista Julio Pérez de San Jerónimo el grande, se
530
Mil y una crónicas de Atoyac
dió entre ellos. Como recuerdo sus amigos le hacían una chanza que
le seguiría toda su vida, le decían que se parecía con los yaquis. Al
indultarse el Cirgüelo Toribio siguió combatiendo al lado de Timo-
teo Fierro hasta que se rindieron o murieron los principales líderes
de la revuelta.
Toribio Gómez también se levantó en armas junto a Feliciano
Radilla y Alberto Téllez, incluso iba entre los escogidos para sacar
a Juan R. Escudero de Acapulco. Después durante muchos años
perduró su amistad con doña María de la O. También participó
con los agraristas en el combate de Petatlán el 23 de enero de 1924
y después durante la revuelta del Plan del Veladero formó parte del
estado mayor del general Amadeo Vidales Mederos, por eso tuvo
una participación destacada en el combate del Morenal que fue el
28 de octubre de 1926 donde los vidalistas prácticamente acabaron
con un batallón de federales.
Después de la revolución se quedó a vivir en Los Valles don-
de cultivaba las parcelas que le tocaron después del reparto agrario.
Pero en la década de los treinta fue nombrado el jefe de los guardias
rurales de toda la región. “Tenía comandancias por todos lados. Sa-
lía a recorrer los pueblos donde era el jefe de armas”, recordó la tía
Enriqueta Galindo. Los rurales vestían de beige y Toribio siempre
andaba con un pelotón de gente armada. En el recuerdo quedó que
una vez salió con su gente y por el rumbo de San Vicente de Benítez
le mataron a tres de sus soldados entre ellos a Crispín Martínez.
Fue a principios de 1937 cuando se organizó el noveno batallón
del cuerpo de defensas rurales, por el mayor del ejército Alberto Orbe
Domínguez quien nombró comandante de la primera compañía a
Toribio Gómez Pino y el de la segunda compañía Crispín Ocampo
fue nombrado por el general Joaquín de la Peña días más tarde.
Un hecho muy sonado fue el pleito que sostuvieron los líderes
reservistas contra la familia Cortés de Cacalutla. Se dice Raymun-
do, Agripino, Francisco e Isidro Cortés querían deshacer la colonia
agrícola Juan R. Escudero y formar un defensa armada que actuara
a su favor.
540
Mil y una crónicas de Atoyac
Al pueblo en general
yo les vengo a noticiar
las desgracias que pasaron
en el pueblo de Atoyac…
542
Mil y una crónicas de Atoyac
II
Al principio eran los mismos. Juan y Gabino Mesino anduvieron
quince años con Toribio Gómez en las guardias rurales. Los viejos re-
cuerdan las escandalosas balaceras que se dieron en Los Valles. Toribio
andaba con su hijo Francisco Gómez y su sobrino Severiano Galindo
Iturio trabajando cuando se desató el tiroteo que se escuchó en todo el
pueblo. Atacaron hombres de otras comunidades y se lanzaron contra
Toribio que se escondió en un charco que se formaba de un escurri-
miento de agua, su gente fiel peleó y lo defendió salvándole la vida.
Años después Agustín Galindo Iturio, cuando estaba borracho,
se acordaba de esos acontecimientos diciendo: “Nosotros somos
bandidos, porque matamos, tangandam, tangandam” y hacía como
si disparara con un fusil. Eso valió para que a sus hijas les apodaran
las Tangandanes y las Bandidas.
La primera vez que le cayeron, entre otros, murió Margarito Me-
sino del Camarón, su cuerpo quedó enterrado “arribita” de la parcela
de la escuela, en el lugar conocido como El Mango de Amelio. Lo se-
pultaron en un petate bajo la fronda. Con el tiempo ese árbol produjo
unos mangos tan sabrosos que incluso tiernos eran dulces.
Se dice que Toribio mucho ayudaba a su familia, por eso en Los
Valles todos tenían que cuidarle la espalda y armó a todos sus so-
543
Víctor Cardona Galindo
brinos porque le mandaban recaditos que le iban a caer. Por eso esa
fue una balacera muy grande. Todos los niños corrían a esconderse
debajo de las camas. El combate fue en la parcela que Toribio tenía
cerca del Camposanto. El joven Francisco Gómez no se rajaba a la
hora de los balazos y Aurelio García Galindo también era valiente.
Después de la balacera llegó Juanita Galindo Gómez con un garrote
a regañar a los sobrinos por el escándalo, como no veía bien se an-
daba tropezando con los cadáveres. Al tocar los cuerpos inertes se
fue calladita para su casa.
La segunda vez que le cayeron murió Gabino Mesino también
del Camarón. “Se oía feo la balacera”. Toribio Gómez estaba pe-
gando un alambre cuando le cayeron varios armados. José Lezma
le descargó una escopeta automática y luego le tiró con la súper.
Gabino Mesino le disparó con un cerrojo. Pero Toribio se dejó caer
en una barranca y entre la polvareda no le dieron y al contestar mató
a Gabino Mesino. Se comentaba que después el hombre fuerte de
Los Valles le lloraba “porque ese muchachito era bueno”, cuando
se acordaba de Gabino. Se dice que las cosas se calmaron cuando
Benita Mesino se casó con Ángel Galindo Cabañas.
En los años cuarenta había muchos hombres armados de pis-
tola, machete o puñal que con gabán al hombro, siempre andaban
dispuestos para quien les diera el gusto. En este contexto emergió
fuerte la figura de Toribio Gómez, era el encargado de perseguir
a los enemigos del reparto agrario, pero también fue el encargado
de limpiar la región de todos aquellos ex revolucionarios que nadie
controlaba y se paseaban por los pueblos armados y haciendo des-
manes. Además también se encargaba de la persecución de bandidos
como el Garrobo de San Vicente de Benítez y la banda de Los Chive-
ros que asolaba el Filo Mayor.
Llegó el momento que los reservistas se dividieron, Crispín
Ocampo que era jefe del bajo ya no se llevaba con Toribio Gómez
el jefe de la sierra. Se dice que Nicolás Cabañas los quiso juntar
pero no hizo mucho. Por eso el 15 de diciembre de 1943 estuvo en
Atoyac el gobernador Rafael Catalán Calvo acompañado del jefe de
544
Mil y una crónicas de Atoyac
y desde muy chiquito ayudaba en las labores de “la corta del café.”
Como niño era cariñoso, amable y nunca fue grosero.
El Porvenir es una pequeña comunidad anclada en la parte me-
dia de la sierra, hasta 1955 para llegar a ella había que transitar
caminando a pie o montado en una bestia desde Atoyac. El camino
se recorría en aproximadamente ocho horas. La infancia de Lucio
como ya lo confirmó su madre transcurrió debajo de las matas de
café y habría crecido como todos los niños de esa época, jugando
con bolitas de lodo, haciendo sus juguetes con lo que se podía y co-
miendo limones dulces, frutillas y cajeles que se daban en abundan-
cia entre esa exuberante selva. En un tiempo en que los niños desde
los cuatro años ya tenían que trabajar, haciendo los mandados, lle-
vando bastimento y cortando café en pequeñas tirinchas.
A los cinco años de su separación, Rafaela se volvió a casar, esta
vez con Juan Serafín Martínez, quien se la llevó a vivir a San Martín
de las Flores. De ese matrimonio nacieron los otros hermanos de Lu-
cio Alejandro, Bartola, Juana, Manuel y Conrado. Pero la tragedia
cayó sobre la familia su padrastro fue asesinado por Natividad Paco,
jefe de la policía montada, en los tiempos del gobernador Raúl Caba-
llero Aburto. Por calumnias lo sacaron de su casa y lo asesinaron en
La Trozadura en la carretera Atoyac-Y Griega, junto a su hermano.
Don Simón Hipólito Castro, quien fue el primero en escribir
una semblanza del líder guerrillero en el libro Guerrero, amnistía
y represión, dice que conoció a Lucio Cabañas cuando todavía era
un niño y bajaba del Porvenir a Los Tres Pasos acompañando a su
abuelita Aldegunda a realizar el trueque que en aquellos tiempos se
acostumbraba en las comunidades de la sierra. “Ella elaboraba pan
que le cambiábamos por maíz, arroz, frijol y camarones, ya que el
ejido El Porvenir, donde él nació, es ciento por ciento cafetalero y
la comunidad donde yo viví, mitad cafetalera y mitad milpera. A
sus orillas hay un hermoso río donde abundaba el camarón, nuestro
principal alimento”.
Al morir la abuela Aldegunda Iturio de la Cruz, Facunda, Lucio
y Pablo Cabañas quedaron totalmente al cuidado de las hermanas
551
Víctor Cardona Galindo
II
A los 17 años Lucio Cabañas abandonó la casa de sus tías en Cayaco
para poder estudiar en Tixtla. Cursó el cuarto grado mientras traba-
jaba en el campo y vendía paletas de hielo. Por las noches trabajaba
como velador del hotel del señor Taide Valle. Por ser autodidacta
pudo saltarse el quinto grado y estudiar el sexto en la escuela normal
rural de Ayotzinapa. En el mismo lugar terminó la secundaria y la
normal. Se recibió de maestro a los 27 años y asistió a la ceremonia
de graduación con ropa sencilla, sin el traje de la ceremonia.
A Lucio le gustaba hablar en público así lo conocieron Serafín
Núñez Ramos y Octaviano Santiago Dionicio. “Desde sexto año de
primaria empezó a hablar en las reuniones, a distinguirse. Era buen
orador siempre le gustó hablar en público” declaró al periódico Re-
forma su hermano Pablo Cabañas Barrientos.
En la escuela normal destacó como dirigente y buen orador,
entró de lleno a la política estudiantil convirtiéndose en dirigente
de la sociedad de alumnos; su primera acción política fue reunir a
los alumnos para exigir a los maestros cumplimiento de su trabajo,
porque sólo daban clases unas dos veces y se iban a descansar.
“Era el mes de febrero de 1956 cuando un joven campesino
como de dieciocho años de edad llegaba a la normal de Ayotzina-
pa”, comenta Vicente Estrada Vega entrevistado por Simón Hipóli-
555
Víctor Cardona Galindo
to. “Tanto el director como los maestros solamente nos daban clases
una a dos veces por semana, ya que se iban de asueto. Eso disgustó
a Lucio, que una tarde nos reunió para decirnos que procedíamos
del sector más pobre del país, el campesino, que si nuestros padres
con grandes sacrificios y quitándose el bocado de la boca nos man-
daban a estudiar para cambiar en algo nuestra situación, que no
era justo que siguiéramos el juego al director y a los maestros, que
deberíamos llamarlos y exigirles puntualidad. Así se hizo y una tarde
llamamos al director y maestros a una asamblea, donde les exigi-
mos puntualidad. Como no quisieron, solicitamos su remoción de
la normal y lo logramos”.
Algunos testimonios dicen que después del movimiento organi-
zado por Lucio, a raíz de la remoción de director y de los maestros,
hubo algunos pleitos y fue agredido con un puñetazo que le dejó
una cicatriz en la ceja. Ese movimiento logró que mejoraran las con-
diciones en la normal y desde allí Cabañas aumentó su popularidad
como líder natural. Arturo Miranda Ramírez y Carlos G. Villarino
en su libro El otro rostro de la guerrilla 40 años después escriben que
Lucio Cabañas ingresó a la escuela normal rural Raúl Isidro Brugos
de Ayotzinapa para concluir sus estudios de educación primaria en
un grupo que funcionaba como anexo a la normal para las prácticas
de los estudiantes de nivel profesional. “El grupo académico estaba
dirigido por la profesora María Ramírez, apodada la tortolita por su
pequeña estatura. Era muy apreciada y respetada por su capacidad
y seriedad académica. Maestra abnegada, quien prácticamente se
convirtió en la segunda madre de Lucio, a quien apoyaba y le daba
consejos, sobre todo en relación a sus problemas económicos y fa-
miliares”.
“En 1956, al ingresar a primero de secundaria, Lucio ya era
ampliamente conocido por todos los alumnos y maestros. A quienes
ingresamos ese año, provenientes de diferentes lugares nos causaba
extrañeza que siendo compañero de grupo y que se suponía también
era de nuevo ingreso ya lo conocieran tantos. Como es tradición en
los internados, nadie se escapaba de ser bautizado con sobrenombre
556
Mil y una crónicas de Atoyac
566
Mil y una crónicas de Atoyac
II
Aunque ya había pasado la revolución en nada había modificado la
vida de las familias costeñas. Desde los tiempos del porfiriato —dice
Crescencio Otero Galeana— los ciudadanos, como en otros lugares
del país, pagaban también la contribución personal que para enton-
ces era de veinticinco centavos mensuales para hombres y jóvenes y
aquél que no podía pagar por su miseria, entonces era apresado y lle-
vado a la cabecera distrital, o se echaba a huir por los montes como
un coyote, viviendo a salto de mata, para no caer en manos de los
temibles rurales, quienes constantemente los llevaban en “cuerdas” a
desempeñar trabajos forzados a lugares inhóspitos y mortales como
el Valle Nacional o a pelear contra los indios yaquis de Sonora.
Un hecho digno de contar pasó en los “Sanluises” municipio de
Tecpan. Por asesoría de Valente de la Cruz el pueblo había comen-
zado a tejer sombreros de soyate. Los españoles mandaron a quemar
los palmares de soyate y como retoñaron contrataron peones para
trozarlos definitivamente y así evitar que los pobladores buscaran
nuevas formas de vivir. En ese contexto se dio el movimiento agrario
primero y después el vidalismo.
Amadeo Sebastián Vidales Mederos fue hijo del matrimonio de
Valeriano Vidales León originario de Puebla y de Otilia Mederos
Bernal de Tecpan, nació el año de 1883 en la ciudad de Galeana, fue
el segundo hijo. De la pareja nacieron también: Eduardo Melitón,
Esther, Humberto, Matías, Josefina y Baldomero.
Ramón Sierra López escribe la biografía de Amadeo en su li-
bro Tecpan, historia de un pueblo heroico y dice que estudió en la
primaria Hermenegildo Galeana y por 1909 la familia se mudó a
vivir al puerto de Acapulco, donde se constituyeron en una organi-
zación con el nombre de Hermanos Vidales, para poder enfrentarse
al comercio de los españoles. Se dedicaban a la venta de telas, co-
mestibles, compra venta de semillas y productos vegetales; a armar
embarcaciones para transportar carga propia y ajena. Armaron dos
embarcaciones: el remolcador María y el mercante Otilia.
567
Víctor Cardona Galindo
Los Vidales eran los únicos comerciantes locales que les hacían
competencia a los acaparadores españoles. “La fama de los herma-
nos Vidales, por justos y honrados, alcanzó límites enormes, siendo
los más peligrosos rivales de los españoles; eso motivó que los hos-
tilizaran constantemente. Sus embarcaciones fueron encalladas, los
agentes iberos ponían en juego todas sus artimañas existentes para
que los productos de las costas no se les vendieran”, escribe Ramón
Sierra, quien agrega que Amadeo ingresó al Partido Obrero de Aca-
pulco fundado por Juan R. Escudero, quien se convirtió en el asesor
de los hermanos Vidales.
Amadeo medía un metro con sesenta y cinco centímetros de
estatura, tenía el pelo encrespado, de complexión robusta, bigotes
grandes y recortados, ojos verdes, frente ancha, tez clara, nariz me-
dio afilada y boca grande. En la lucha agrarista alcanzó el grado de
general brigadier y su hermano Baldomero el grado de coronel.
En 1920 tenía un billar en la plaza principal de San Jerónimo el
Grande municipio de Atoyac. En 1921 residía en su natal Tecpan.
Se dedicaba al comercio y simpatizaba con la lucha agrarista que
había emprendido el profesor Valente de la Cruz.
En las elecciones de diciembre de 1922, cuando Juan R. Es-
cudero ganaba por segunda ocasión la alcaldía de Acapulco tam-
bién triunfaban: Amadeo Vidales por el Partido Obrero de Tecpan y
Andrés Galeana Claudeville en Atoyac, quien posteriormente sería
destituido por la pandilla de Rosalío Radilla Salas.
Amadeo Vidales fungió como presidente municipal hasta el 12
de marzo de 1923. Siendo alcalde con licencia fue aprehendido el
19 de ese mismo mes y año por órdenes del general Rómulo Figue-
roa, jefe de operaciones militares del estado de Guerrero y encarce-
lado en la casa de la hacienda de San Luis la Loma.
En esos días el luchador agrarista y líder del Partido Obrero de
Tecpan Valente de la Cruz Alamar, asediado por militares y guar-
dias blancas se vio en la necesidad de armarse para defender su vida
y acompañado de sus correligionarios se refugió en la sierra. Dice
Otero: “Sabedor el maestro que su compañero Amadeo S. Vidales se
568
Mil y una crónicas de Atoyac
Valles. Por eso tenían que cuidar con rifle en mano al que firmaba
los documentos y llevaron a Margarito Lugardo a vivir a un paraje
donde le ponían guardias armadas. Un indito José Morales Cortés
al que llamaban el Acateco llevaba los papeles de la propaganda agra-
rista en las suelas de sus huaraches o metía los documentos en un
puro que venía masticando por todo el camino mientras jalaba sus
mulas cargadas de mercancía, para burlar la vigilancia de los rurales
y de las guardias blancas de los terratenientes. Así se carteaban los
agraristas de la sierra y muchos hombres que con todo y familia se
escondían en la espesura de la selva de la “mala justicia” que asolaba
estas tierras en esos tiempos.
Vicente Dionicio y sus hijos fueron peones de Octaviano Pe-
ralta, el terrateniente al que pertenecían las tierras de Los Valles.
Uno de ellos Luciano Dionicio Reyes anduvo en la revolución ma-
derista, fue maestro de música y perteneció a la banda que traía el
batallón del general Silvestre Mariscal. De regreso de la “bola” vivió
primero en La Frondosa y luego se fue a Los Valles. A principios de
los años veinte, muy en secreto Luciano Dionicio Reyes mantenía
comunicación con Juan R. Escudero, por medio del Acateco. Pero el
opositor acérrimo del terrateniente era Zacarías Martínez Vázquez
que usaba un cerrojo de caballería y una pistola 45 fajada. Zacarías
no sabía que Luciano se carteaba con los Escudero y le tenía des-
confianza. Un día la situación se tensó en el pueblo porque Zacarías
mandó llamar a Luciano. Todos los hermanos se quedaron en sus-
penso pensando que lo iba matar, pero al verlo lo abrazó porque se
había dado cuenta que tenía correspondencia con los Escudero. Así
se fue formando el núcleo agrarista de Los Valles, al que se sumó
Toribio Gómez Pino.
Cuando estalló ese movimiento en Atoyac las cosas estaban que
ardían, desde el 31 de marzo de 1923 fue depuesto el presidente
municipal Andrés Galeana Claudeville y se quedó en su lugar el
principal enemigo del agrarismo Rosalío Radilla Salas, Chalío.
Ese mismo año el 29 de octubre, como a las 6 de la mañana, fue
asesinado el líder agrarista Manuel Téllez Castro. La policía urba-
570
Mil y una crónicas de Atoyac
572
Mil y una crónicas de Atoyac
III
Una vez fundado el Partido Obrero de Acapulco, poa, los campesi-
nos se enteraban de los acontecimientos por el periódico Regenera-
ción. Dice José Carmen Tapia Gómez en su libro Feliciano Radilla
Ruíz. Un líder natural costeño: “Escudero había iniciado una fuerte
campaña contra Emilio Miaja, entonces administrador de la fábrica
de hilados y tejidos Progreso del Sur Ticuí… contra el mal trato que
se daba a los obreros. El citado jefe de la B. Fernández y Cía. no
dejaba a la gente del pueblo tomar agua del canal puesto que dicho
líquido alimentaba a la fábrica”.
Juan R. Escudero era estimado en la costa pues en más de una
ocasión había recorrido a caballo sus ciudades. “Escudero está pre-
sente en Atoyac y Tecpan en junio de 1920”, apunta Tapia. Fue
ese año cuando se fundó el primer Comité Agrario encabezado por
Justino Parra, Felipe Manzanares y Lorenzo Cabrera.
Coincidentemente esos años también llegó a radicar a Atoyac
Francisco Escudero, quien instaló una tienda de abarrotes en el cen-
tro de la ciudad y contrajo matrimonio con Trinidad Hernández
Rosas, familiar de Pilar Hernández de Corral Falso quien hizo una
gran amistad con Paco Escudero. Don Pilarcito sería más tarde uno
de los más connotados dirigentes del agrarismo regional.
La tienda de abarrotes permitía a Francisco Escudero —según
José Carmen— permanecer en la localidad para seguir dirigiendo
el trabajo político organizativo. Traía de Acapulco y distribuía entre
los campesinos el periódico Regeneración. Esto se sumaba al activis-
mo político que mantenía en Tecpan el maestro Valente de la Cruz
Alamar quien cada vez les abría los ojos a más campesinos que pe-
dían el reparto de tierras.
Los Escudero establecieron relaciones con don Pilar Hernández
de Corral Falso, también con el ex zapatista Manuel R. Radilla y con
su sobrino Feliciano Radilla Ruiz de Boca de Arroyo. En la cabecera
municipal de Atoyac se mantenían en contacto con Manuel Téllez
Castro y David Flores Reynada. Algunos arrieros llevaban cartas y
573
Víctor Cardona Galindo
IV
En los años veinte del siglo pasado la ciudad de Petatlán tenía cuando
mucho unos tres mil habitantes. Contaba con una gran plaza de la
que partían cuatro calles formadas por chozas, casas de adobe y alguna
que otra de ladrillo. El río era caudaloso y limpio. En ese escenario, y
578
Mil y una crónicas de Atoyac
del 23 de enero y día siguiente se les dio sepultura. A los ocho caídos
del bando agrarista se les sepultó dentro de ataúdes y los 34 muertos
delahuertistas, como ya no hubo cajas en el pueblo, se les enterró en
una fosa común.
Al recibir las cartas: Zacarías y Lucio Martínez, se reunieron con
muchos jefes agraristas y con sus compañeros y salieron rumbo a Te-
cpan, con objeto de sumarse a la columna del Cirgüelo, pero como
se demoraron en el camino de la sierra cuando llegaron a la costa
supieron que ya había pasado el combate de Petatlán.
Rosalío Radilla y su tropa huyeron a San Jerónimo el Grande,
de este lugar emprendieron la marcha a la sierra cafetalera pasando
por Atoyac, Los Llanos de Santiago, San Francisco del Tibor, El In-
fiernillo a salir a Tierra Colorada, rumbo a Chilpancingo donde se
fueron a sumar al general Rómulo Figueroa.
Por su parte el general Silvestre Castro, el Cirgüelo, después de
dar sepultura a los que cayeron en ese sangriento combate, salió de
Petatlán para Atoyac, donde hizo su entrada triunfal el primero de
febrero de 1924. Su ejército, tanto la caballería como la infantería,
venía en una ordenada columna de dos en fondo.
El general Castro marchaba en la descubierta acompañado del
Gobernador del Estado Rodolfo Neri y el general Valente de la
Cruz; le seguían Amadeo y Baldomero Vidales, Celerino Cortés,
Alberto Téllez, Jesús Pinzón, Mateo T. Ortiz, Pilar Hernández, Vi-
cente Dionicio Cabañas, Rafael Sánchez, Tránsito Rosas, Panuncio
Mendoza, Feliciano Radilla, Rafael Arteaga, Adrián Bello, Marcos
Navarrete, Matías y Florentino Mejía y otros jefes fondeados por la
bandera tricolor y la rojinegra.
Wilfrido Fierro comenta que la Marcha Dragona que tocaba
el clarín de órdenes hacía más emocionante el paso de la tropa. La
mayoría del pueblo atoyaquense se volcó a la calle Centenario (Juan
Álvarez) para recibir el contingente. El Cirgüelo fue aclamado y se
lanzaron muchas vivas y flores. Hasta que el desfile llegó al centro
de la ciudad, en donde hizo alto el personal como a las diez de la
mañana. Después de eso la tropa agrarista se acuarteló en lugares
582
Mil y una crónicas de Atoyac
V
Amadeo Sebastián y su hermano Baldomero Vidales Mederos parti-
ciparon decididamente en el movimiento agrarista-obregonista. Fue
muy destacada su participación en el combate de Petatlán. Después
584
Mil y una crónicas de Atoyac
En este contexto al ver que las cosas continuaban igual y que se-
guían hostigados permanentemente por los españoles de Acapulco,
Amadeo y Baldomero Vidales formaron el Movimiento Libertario
de Regeneración de la Economía Mexicana, cuyo programa social
fue el Plan del Veladero, proclamado el 6 de mayo de 1926, con el
que se inició un nuevo periodo de lucha cuyo principal escenario
fue el municipio de Atoyac.
El Plan del Veladero desconoció la cláusula décimo tercera del
Plan de Iguala de 1821, y pidió la expulsión de los españoles y la
confiscación de sus bienes. Firmaban dicho documento: el general
Amadeo Vidales, jefe del Movimiento Libertario; Baldomero Vida-
les, jefe de las Fuerzas Libertadoras; Roberto D. Fernández, jefe de
propaganda en el centro de la república; coronel Feliciano Radilla
Ruiz, jefe de propaganda en ambas costas de Guerrero; mayor Ma-
nuel Esteves, secretario; el general brigadier Pablo Cabañas Mace-
do; general Lucio Martínez; Miguel Luna; Florencio Guatemala;
coronel Pedro M. Cabañas; teniente coronel Pedro Medina; mayo-
res: Eligio Gutiérrez, Florentino S. Ramírez, Juan Vázquez, Marcos
Martínez, Baltasar Martínez, Hilario Camargo y Jesús R. Zamora;
capitanes primero: Loreto G. Gutiérrez, Jesús Tenorio, Cándido
Abarca, Epifanio Terrazas, Aurelio Martínez y Concepción F. Ra-
mírez; capitán segundo Heredia; tenientes: Abraham Alcaraz, Cirilo
G. Palacios y Palemón Gómez; subtenientes: Guadalupe Tenorio
y Ascensión Benítez. Y ubicaban como cuartel general del movi-
miento la localidad El Veladero, distrito de Tabares, municipio de
Acapulco, a los 6 días del mes de mayo de 1926.
La clausula 13 del Plan de Iguala expresaba: “Serán respetadas
las vidas y propiedades de los ciudadanos de ésta monarquía” y el
Plan del Veladero pedía la expulsión general de los españoles y la na-
cionalización de los bienes que manejaban. Tenía como única mira
destruir para siempre el poder de los hispanos, principalmente de
los explotadores de Acapulco.
Una vez proclamado el Plan del Veladero, el 7 de mayo de 1926
las fuerzas de los hermanos Amadeo y Baldomero Vidales atacaron
588
Mil y una crónicas de Atoyac
VI
“La más temprana guerrilla posrevolucionaria la encabezan Alberto
Téllez y Feliciano Radilla, quienes se alzan en 1924 en Atoyac; en
1925, en Tecpan se remonta Valente de la Cruz y un año después
agarran el monte los hermanos Amadeo y Baldomero Vidales enca-
bezando a las huestes del Plan del Veladero, que desde 1926 hasta
590
Mil y una crónicas de Atoyac
VII
El 28 de octubre de 1926, se libró un feroz combate entre vida-
listas y las fuerzas del coronel José Merino Bejarano, que salieron
derrotadas en el arroyo del Morenal. Los viejos de Los Valles todavía
recuerdan cuando el agua del arroyo bajaba roja de tanta sangre y al
sepultar los muertos, no cabían en las fosas, quedaban con los hua-
raches de fuera y los zopilotes les comían los pies.
Las cosas se pusieron más difíciles después de esta batalla, por
eso Amadeo Vidales cambió su campamento al Fortín del Cerro
596
Mil y una crónicas de Atoyac
Plateado. Dice José Carmen Tapia Gómez que “la vida de los cam-
pesinos de La Costa Grande guerrerense está profundamente ligada
al cerro Plateado, que fue ocupado por Morelos y Galeana en tiem-
pos de la lucha por la Independencia y en donde, más tarde, se llegó
a decir que Zapata y Villa organizarían un congreso”.
También arriba del Fortín está un lugar que se llama la Piedra
del Diablo, hay vestigios de un pueblo antiguo y muchos árboles
frutales. Se dice que durante mucho tiempo se refugió ahí el insur-
gente Vicente Guerrero y menciona una leyenda que algunos revo-
lucionarios calentanos escondieron en ese cerro parte del tesoro que
robaron en la aduana de Acapulco.
Antes de ese histórico combate, los vidalistas que se refugiaban en
la espesura de la selva asestaban cotidianamente golpes a los federales
que no sentían lo duro si no lo tupido. Por eso los soldados comen-
zaron a quemar los pueblos y a cortarles las trenzas a las mujeres que
encontraban en la zona del café, eso enfureció a los pronunciados y les
pusieron una emboscada en la cañada del arroyo del Morenal. El lugar
era conocido así porque había muchos árboles de moreno.
Felipe Reyes fue el primero que tiró. Fue una batalla sangrien-
ta, los vidalistas acabaron casi con todo el regimiento, quedaron
muchos muertos, algunos que sobrevivieron a la balacera fueron
colgados en los alrededores de Los Valles. Victorina Romero Ca-
bañas comentaba que el arroyo del Morenal bajaba rojo, porque
en su cauce quedaron muchos heridos que se desangraban, algunos
se acercaban a tomar agua y ahí morían. Con el paso del tiempo y
como testigo de aquella fecha quedó un conjunto de cruces espar-
cidas por el lugar.
Se recuerda que después de la refriega escaparon: un capitán, un
sargento y un corneta, pero les dieron alcance y los mataron en el
camino al cruzar el arroyo Grande. Fueron muchos los muertos. Los
vecinos de Los Valles hicieron una gran fosa en la entrada al pueblo,
donde enterraron a los muertos. Por unos días una pestilencia se
mantuvo en los contornos de la comunidad y los que pasaban por
ahí sentían que el mal olor los perseguía hasta llegar a la ciudad.
597
Víctor Cardona Galindo
vaban cuatro guías que iban por delante. Amadeo le dijo a Felipe
Reyes que dejara pasar a tres y le tirara al cuarto porque ellos tenían
la información que sólo eran tres pacíficos, y al cuarto Felipe Reyes
disparó y mató a Crispín Rojas que iba de guía obligado por los mi-
litares. Atrás iba un capitán que también murió al instante. Luego
se cerró el fuego”.
En Los Valles únicamente estaban las mujeres y los niños. “Se
escuchaba un solo bugido de tanto disparo cerrado —recuerda Pan-
cho Gómez— quien dice que después del combate los niños ju-
gaban con pedazos de madera imitando los disparos del “cerrojo
copetón” que suena dos veces, cuando dispara y cuando pega”.
A las dos horas los primeros soldados heridos llegaron a Los Va-
lles. El curandero Fidel Martínez no se daba abasto de curar tantas
heridas de bala, con lo que tenía a la mano. Durante muchos años,
en el solar de Pedro Gervasio, estuvieron dos sepulturas que fue-
ron borradas por el tiempo. También en el camino de Los Valles a
Mexcaltepec quedaron muchos enterrados. En la refriega murieron
también los guías Félix Castro y Eugenio Pinzón quienes fueron
asesinados por los federales. Emilio Mesino se escapó de milagro
porque se evadió entre el monte durante la balacera.
Escribe Wilfrido: “En aquella dura situación Merino se repliega
buscando la salida hacia Los Valles, en donde fue sitiado, viéndose
obligado a pedir refuerzo al mayor Lázaro Candelario que se encon-
traba en Atoyac. Al enterarse de los hechos el mayor Candelario,
salió inmediatamente a aquel lugar logrando salvar a Merino de que
fuesen aniquiladas sus fuerzas y quizá hasta de que cayera prisione-
ro. Los rebeldes siguieron atacándolo rudamente, teniéndole avan-
zadas en todo el camino hasta que regresaron a Atoyac, haciéndole
más bajas en los arroyos del Dominico, La Horqueta y el Rincón de
las Parotas. Ya para llegar a este último lugar y en el punto conoci-
do por El Jobero, fue muerto el joven voluntario Juan Cabañas la
Zorra, el primero de noviembre… También fueron avanzados un
capitán del 67 regimiento antes de llegar al arroyo de la Cruz y va-
rios soldados en el transcurso del combate. Unos meses después el
599
Víctor Cardona Galindo
Corrieron despavoridos
en busca de sus vasallos
el teniente ya cayó
un piquete le dio el Gallo.
600
Mil y una crónicas de Atoyac
VIII
Después de la muerte del coronel Jesús Merino Bejarano el gobier-
no mandó como jefe de la guarnición militar al sanguinario mayor
Jesús Villa quien, aprovechando la suspensión de garantías, asesinó
impunemente. Sobornó a los comerciantes, les cortó las trenzas a las
mujeres que encontraba en la zona rebelde y las tomaba prisioneras.
No tenía ninguna consideración con la gente. Un caso muy conoci-
do fue el de la señora Nicolasa Lezma, los soldados se la encontraron
en el camino a la sierra y le preguntaron por los revolucionarios, ella
les dijo que no había visto nada, pero más adelante los emboscaron
y hubo muchos muertos. Por eso vinieron por ella y estuvo presa en
el penal de Acapulco.
El 8 de diciembre de 1927, los vidalistas pusieron sitio en esta ciu-
dad a las fuerzas federales al mando del mayor Jesús Villa y comenzó
un combate que duró cuatro días. Los sitiadores se retiraron hasta el
12 dejando los alrededores regados de cadáveres que se descompo-
nían. Dice Wilfrido Fierro que en el segundo día de hostilidades, en
la calle capitán Emilio Carranza [Juan Álvarez norte] murió el subte-
niente Talavera y el soldado trompeta que lo acompañaba.
Los federales no se atrevieron a levantar los cadáveres debido a las
estratégicas posiciones que dominaban los rebeldes y fueron devora-
dos por los perros, puercos y zopilotes. La peste invadió la ciudad. La
gente que vivió esos días encerrada en sus casas, escuchando todo el
tiempo los tiros apenas comía y no soportaba el hedor. Comenta el
cronista de la ciudad que durante el último día del sitio, los rebeldes
se dedicaron a saquear los comercios e incendiaron el mercado muni-
cipal, donde estaba instalada la tienda de Onofre Quiñones Zárate, la
que después de ser saqueada fue devorada por las llamas.
A la media noche del 12 de diciembre entró por el lado de La
Pindecua el refuerzo del capitán Bustamante. Llegó procedente de
San Jerónimo en compañía de un grupo de voluntarios al mando
de Luis Vega. De manera sorpresiva lograron entrar a la población
desalojando a los rebeldes, quienes una vez más se refugiaron en la
603
Víctor Cardona Galindo
Después de eso, por las acusaciones de las que fue objeto ante
sus superiores y ante las autoridades judiciales de Tecpan, el 21 de
enero de 1928 Jesús Villa fue sustituido del mando como jefe del
sector militar y en su lugar quedó un llamado capitán Aguilar. Pero
como el general rebelde Amadeo Vidales, continuaba su movimien-
to subversivo en las costas de Guerrero, el gobierno de Plutarco Elías
Calles, ordenó su exterminio para pacificar la región. Por eso el jefe
de operaciones militares en el estado general Claudio Fox, envió al
coronel Miguel Henríquez Guzmán al frente de tres batallones y
de los voluntarios que comandaban: Antonio Martínez, el Chivero;
Francisco Lezma y Luis Vega quienes habían probado su valor en
el combate de San Jerónimo el Grande. Con esa fuerza atacaron a
Vidales el 11 de abril de 1928 en su cuartel general en el Fortín del
cerro del Plateado.
El ejército entró por el Filo Mayor, pero los vidalistas se dieron
cuenta. Le prendieron fuego al cerro y así contuvieron a las tropas
que fueron a salir por otro lado. Ese día le avisaron al general Vidales
que venían los soldados para atacarlos por Otatlán, por eso dispuso
que salieran las mujeres y los niños del campamento. “Apenas ha-
bíamos caminado como dos horas cuando se escuchó la balacera”,
recuerda don Francisco Gómez Dionicio.
Durante la incursión del coronel Miguel Henríquez Guzmán a
la sierra cafetalera, incendió todas las casas de los pueblos por donde
pasó, sus fuerzas fusilaron a los hombres que encontraron y a las
mujeres las raparon. Muchas fueron llevadas detenidas hasta Atoyac.
Sin embargo, Vidales siguió en esta zona cafetalera, pero ya no pre-
sentó combates frontales a los federales.
A partir de ahí el vidalismo se transformó en una guerra de gue-
rrillas y realizó ataques sorpresivos. Por el rumbo del Interior se mo-
vía un grupo de rebeldes encabezados por Pablo Cabañas Macedo
que de vez en cuando se enfrentaba a tiros con soldados de la fede-
ración. Por San Francisco del Tibor se movía el guerrillero Francisco
Vázquez y Gabino Navarrete Juárez no dejaba dormir a los guardias
de la fábrica de hilados y tejidos del Ticuí con hostigamiento perma-
605
Víctor Cardona Galindo
610
Mil y una crónicas de Atoyac
612
Mil y una crónicas de Atoyac
El secuestro de Figueroa
Hace cuarenta años, el 30 de mayo de 1974 la Brigada Campesina
de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres que encabezaba Lucio
Cabañas Barrientos, secuestró al senador y precandidato del pri a la
gubernatura de Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa. Lo mantuvo
103 días en su poder. En ese tiempo se desató la mayor represión
que se haya sufrido en la región. El secuestro del principal cacique
de Guerrero marcó el principio del fin de la guerrilla más conocida
del país.
El futuro gobernador Rubén Figueroa acudió el 30 de mayo
de 1974 a un encuentro pactado con Lucio Cabañas a la sierra de
Tecpan y después de una ríspida discusión política con Lucio y la
dirección política de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento el
615
Víctor Cardona Galindo
querido tratar con él para resolver los problemas que habían pro-
vocado el levantamiento armado significaba ir contra la lucha em-
prendida por el Partido de los Pobres. Además, la historia de los
movimientos sociales les había enseñado a los guerrilleros que el te-
ner trato con el poder político, casi siempre, significó la traición por
parte de éste: “Lucio jamás iba a querer tratos de esa naturaleza (…)
no había interés (…) precisamente porque teníamos conocimiento
de la historia, ¿no?, Jaramillo, Zapata y todos los líderes, que cuan-
do accedieron fueron traicionados (…) además que uno conocía ya
históricamente el papel que habían jugado los Figueroa con Zapata
(…) Y lo de Jaramillo con López Mateos quedó muy marcado y
nadie iba a aceptar, yo siento que Lucio no iba a aceptar y no iba
a entrar en ese tipo de negociaciones, porque además en la Brigada
había mucho convencimiento de que eso no eran soluciones”, sigue
Pedro Martínez.
Pero en marzo de 1974 Figueroa volvió a insistir por medio de
recados verbales por medio de Pascual y Luis Cabañas a quienes les
había hecho regalos. Se habla de un Volkswagen a cada uno y la pro-
mesa de puestos cuando fuera gobernador, si lograban la entrevista.
Por eso Pascual y Luis volvieron a solicitar en abril la entrevista.
Durante este periodo, llegó Luis Cabañas Ocampo, tío de Lucio
hasta El Salto Chiquito, donde acampaba la guerrilla reiterando la
propuesta. También fue rechazada. Luis regresó luego con otras car-
tas y finalmente la dirección del Partido de los Pobres, en la primera
semana de abril, aceptó la entrevista. El 12 de abril los dirigentes
guerrilleros enteraron al resto de los combatientes la existencia de
un Plan Grande. “Sólo estábamos enterados: la dirección, ‘Ricardo’
(a) la Chichalaca y yo que éramos los que salíamos a dejar las cartas
para Figueroa, y a veces hasta esperábamos la contestación”, escribe
un guerrillero en “Diario de un combatiente ii” en el libro Papeles
de la sedición o la verdadera historia político militar del Partido de los
Pobres, compilado por Francisco Fierro Loza.
Les informó que el Plan Grande estaba en puerta sin decirles de
que se trataba. Era una actividad que tal vez duraría de tres a seis
619
Víctor Cardona Galindo
II
El 28 de mayo de 1974 en el campamento de Los Alacranes, la
guerrilla inició la preparación de mochilas para abandonar el lugar
621
Víctor Cardona Galindo
y llevar a cabo “El plan grande”. Desde ese paraje las comisiones
se desplazaron hacia la ciudad. El combatiente Carlos buscaría dos
choferes, para mover una camioneta con víveres y Sabás haría el
primer contacto con Rubén Figueroa en San Jerónimo.
En el libro Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Una expe-
riencia guerrillera, un combatiente, al que le dan el seudónimo de
Juan, y del que queda claro se trata del mismo Carlos, explica: “El
28 de mayo se me comisiona para salir al medio urbano con el fin
de conseguir una camioneta y dos choferes y subir el 30 de mayo
por la carretera que va de Tecpan al Aguacatoso-Cabeceras, llevaría
bolillos y queso para los compañeros de la comisión que marcharían
hasta un lugar de la carretera para ‘recibir’ al viejo. Yo tendría que
salir temprano, ir atento viendo la carretera hasta encontrar una
contraseña que consistía en dos varas atravesadas en la carretera, ahí
estarían los compañeros, me bajaría con un chofer y el otro se regre-
saría con la camioneta. Por esa misma carretera subiría más tarde el
compañero Sabás con los ‘visitantes’”.
Ese mismo día 28 de mayo la guerrilla avanzó hacia lo profundo
de la sierra, donde se dividió en dos grupos: uno de 26 miembros
fue a esperar a Figueroa en la brecha que conduce al Aguacatoso y el
otro con un número mayor se dirigió al norte para ubicar un punto
de reunión. “Se presentaba la caída de la tarde, cuando la guerrilla
empezó a escalar la montaña con grandes cumbres, las cuales hacían
pesado el avance. Decidimos pernoctar a orillas de un arroyuelo y
pasar ahí la noche para continuar al día siguiente. Agotados por el
cansancio, se gozó de dicho descanso, el cual todo mundo aprove-
chó a sus anchas”, asentó Francisco Fierro Loza en el texto La verda-
dera historia de un secuestro.
Mientras el grupo mayoritario iniciaba su marcha para cumplir
con su tarea, el grupo de los 26 a pasos forzados avanzó toda la no-
che del 29 de mayo, para llegar al amanecer a orillas del río Tecpan,
mismo que corre paralelo a la brecha por la que llegaría el precandi-
dato a la gubernatura con su manojo de propuestas para que Lucio
abandonara las armas.
622
Mil y una crónicas de Atoyac
III
Dos guerrilleros con rifles y mochilas que surgieron del monte fue-
ron el comité de bienvenida para Figueroa. Luego que se dio la con-
traseña salieron de la maleza otros 12 hombres armados con m-2
627
Víctor Cardona Galindo
y fal. Más tarde llegarían los demás hasta completar los 26 que
componían la comisión de contacto con el futuro gobernador del
estado.
Con la llegada del senador, la mayor parte de la comisión se
concentró en la orilla de la carretera, “de donde se iniciaría la cami-
nata al fondo de la sierra”, comenta Francisco Fierro Loza. Al lle-
gar Figueroa, Gloria Brito, Febronio Díaz, Pascual Cabañas y Luis
Cabañas; todos fueron saludados de mano por los miembros de la
Brigada Campesina de Ajusticiamiento.
Pero a pesar del tono cordial con el que se dio el encuentro, lo
primero que hicieron los guerrilleros fue desarmar a los recién llega-
dos. Pedro Hernández Gómez, Ramiro les preguntó que armas por-
taban y comenzó a recogerlas, les dijo que las devolverían cuando
se fueran, que se trataba de una costumbre de la guerrilla. Figueroa
protestó, “no venimos en son de guerra, sino de paz. Tanto derecho
tienen ustedes como nosotros. Pero no vamos a discutir”, dijo.
Luis Cabañas estregó una pistola calibre 45, Figueroa una 380 y
en la combi llevaban una escopeta recortada calibre 12 que también
les fue recogida. Pero Gloria Brito se quedó con un arma de fuego
calibre 9 milímetros en su bolso de mano. Los guerrilleros sabrían
esto después porque cometieron el error de no revisarla. Por ser mu-
jer la creyeron inofensiva.
“Figueroa preguntaba por Cabañas con gesto de sospecha de
que algo andaba mal, dándosele la respuesta adecuada: que Lucio
tenía que llegar posteriormente a un lugar al cual se caminaría para
iniciar la entrevista. Lucio no se encontraba a lejana distancia, pero
no se acercaba porque Figueroa se pondría intransigente pidiendo
que se iniciara la plática en este lugar”, escribió Fierro Loza.
De manera rápida se iniciaron los viajes en la camioneta tras-
ladando la gente a Los Letrados. En el primer traslado se fue al
volante Febronio, iban con él Pascual, Luis y algunos combatientes.
El chofer de la guerrilla trajo la combi de regreso e hizo los otros
dos viajes. Los integrantes de la comisión que iba con Figueroa co-
mentaban con gusto su visita a la sierra, y su interés de escribir
628
Mil y una crónicas de Atoyac
Brito tomó la foto donde aparece Figueroa con Sixto Huerta, Sabás,
por un lado y por el otro Isaías Martínez, Enrique. Le rogó a Lucio
para que se tomara una foto con él, pero el jefe guerrillero no aceptó.
Además de la grabadora y la cámara Polaroid, Figueroa llevó de
regalo una mochila, que dijo le había regalado un embajador gringo
y Lucio en torno burlón, comentó: “entonces la vamos a llamar la
imperialista”. Lucio ni siquiera hizo caso de los regalos, los tomó y
luego los pasó a los demás compañeros.
“Con las luces del alba nos vimos Lucio y yo frente a frente.
Entonces le regalé una cámara fotográfica Polaroid con la cual se
tomaron las fotografías donde aparezco con él y otros, y una gra-
badora la cual registró la conversación; la discusión que entonces
tuvimos como comienzo del diálogo”. Al recibir la grabadora que le
llevó Figueroa, Lucio elogió la que ya tenía, “Esta registra hasta los
cánticos de los gallos. Todos mis actos están grabados”.
Esa mañana fue la primera en que Figueroa compartió con los
guerrilleros el té, que se hacía con hierbas aromáticas de la sierra.
El primer día también hubo queso con tortillas, después el senador
comería, aunque los guerrilleros no.
El tiempo transcurría para Figueroa tratando de convencer a
Lucio para iniciar las pláticas. Esa mañana del 31 de mayo, bajo
aquel árbol de verde follaje Lucio y Figueroa se apartaron por mo-
mento del grueso de la guerrilla, que aprovecha el senador para pro-
ponerle: “Lucio, puedes irte a la ciudad; ten la seguridad que allá
tendrás la mejor casa en una de las colonias más lujosas, carros a tu
disposición, dinero, mujeres y todo lo que necesites”.
Al poco rato llegó el desayuno, lo mejor que pudo conseguirse;
pero la inquietud de Figueroa provocaba que su comida estuviera
amarga; siempre estaba acosando a Lucio para que dialogaran y éste
lo eludía, argumentando desacuerdo en los temas a tratar. Después
del desayuno todos abandonaron aquél árbol. Se avanzó de prisa,
antes que la lluvia los alcanzara. Después de pasar por las pequeñas
cuadrillas de Pitos, Pitales y Letrados inicia la cumbre que ya es parte
de la sierra cafetalera, donde están unas pequeñas casas de cartón que
631
Víctor Cardona Galindo
VI
Lucio Cabañas grababa todos sus discursos. Antes que el senador
Figueroa cayera en sus manos. El guerrillero marcó su postura en
una de las reuniones efectuadas en la sierra. “Echeverría para no
estar mandando gente que esté siempre acá, mejor va a poner uno
de los suyos y va a poner a Rubén Figueroa, el senador ese, pariente
de aquellos Figueroa que traicionaron a Zapata”.
“Ahora Rubén Figueroa es zapatista, como Echeverría. Los que
mataron a Zapata, ahora son zapatistas ya que murió, también van a
ser genaristas. Ya Figueroa es genarista, si yo muero mañana también
va a ser cabañista. Entonces esta gente hipócrita así es de por sí”.
“Viene Figueroa y ya viene repartiendo tierritas, rompiéndole
un amparo al mismo gobernador, viene allí peleándose con ciertos
633
Víctor Cardona Galindo
El vientisiete de junio
del año setenta y cuatro
subieron los federales
a la sierra de Atoyac
buscando a Lucio Cabañas
queriéndolo asesinar…
639
Víctor Cardona Galindo
V
Dicen que Lucio Cabañas
secuestró a un rico priista
que cargó con él entero
por burgués y carrancista…
Un error se ha cometido
en nombre de la pobreza
yo le hubiera secuestrado
solamente la cabeza.
Judith Reyes
640
Mil y una crónicas de Atoyac
sorda y todos los días le anunciaba que sería fusilado al alba. Una
muchacha que aún no cumplía los veinte años de edad, se la pasaba
amagándolo con una pistola amartillada cuando le tocaba vigilarlo”.
Cuando estaban cerca del Aguacatoso los campesinos le lleva-
ron a Figueroa buena comida, que llegó por medio de un abogado
que recibió dinero de Rubén Figueroa Alcocer, el hijo del senador
que también sería gobernador. Había campesinos que conocían al
senador por que habían acudido a él para enfrentar al talamonte Al-
cibíades Sánchez a quien Figueroa le clausuró un aserradero. Por eso
el hijo del senador sabía inicialmente donde se encontraba su padre.
La versión oficial del Partido de los Pobres es que un colaborador
fue a comprar víveres a Tecpan y comentó al tendedero que el ali-
mento era para la brigada y éste telefoneó al hijo de Figueroa, quien
de inmediato mandó una camioneta de variados alimentos, “esto
hizo que rápido nos movilizáramos, saliendo la comisión que traía a
Figueroa hacia Río Chiquito. Nosotros preparábamos las mochilas
mientras otros despistaban al enemigo y a la gente del pueblo cerca-
no, para que no se supiera información hacia dónde nos dirigíamos;
siempre protegiendo al grupo que llevaba al viejo”.
Todavía de ese campamento salieron de nuevo Carlos y Sotero
para Acapulco a dejar el segundo comunicado que al parecer cayó
en manos del gobierno. Dice Carlos, “se nos dijo que no fuéramos
nosotros personalmente a dejarlos a algún periódico o a alguna ra-
diodifusora, si no que mandáramos a otra persona. Mandamos a un
colaborador y le dijimos que fuera a algún periódico, que le dijera
a un niño que le daba cierta cantidad de dinero con tal de llevar
los sobres al periódico y que regresara para darle otra cantidad; el
compañero al ver que el niño entra, se retiraría inmediatamente del
lugar. Regresó el compañero y nos dijo que le había hecho exacta-
mente como le habíamos ordenado. Llegó la noche y no se sabía
nada en los noticieros, amaneció y no salió nada en los periódicos.
Estuvimos todo el día sin saber absolutamente nada; ya en la noche
nos fuimos a Atoyac, esperamos que el comunicado saliera publi-
cado para llevarlo a los compañeros. Al día siguiente decidimos re-
643
Víctor Cardona Galindo
VI
En el segundo comunicado fechado el 10 de junio de 1974, el
Partido de los Pobres confirma que tiene en su poder al “senador
burgués, millonario y explotador Rubén Figueroa Figueroa y que
los dejaremos en libertad cuando la burguesía y el gobierno fede-
ral cumpla las peticiones revolucionarias que les haremos, después
del retiro de tropas y policías, tal como lo indicamos en el primer
comunicado. Hasta el momento, las tropas y policías no se han reti-
rado, por el contrario nos están persiguiendo arriesgando así la vida
del que dicen querer salga vivo; de tal situación y de lo que venga,
responsabilizamos a Hermenegildo (Pinochet) Cuenca Díaz”.
“A la burguesía y a sus funcionarios que afirman que hemos ten-
dido una trampa a Rubén Figueroa, les decimos: es cierto. Y recuer-
den señores burgueses carrancistas que ustedes tendieron otra peor
contra Emiliano Zapata; ustedes señores de la trampa y del crimen,
llamaron a Zapata a Chinameca para unírsele en su causa redentora
y lo recibieron a balazos; allí murió la esperanza del pueblo y por eso
hoy haremos la revolución socialista”.
646
Mil y una crónicas de Atoyac
rra. La gente recuerda que eran muy veloces, pasaban rumbo al Río
Chiquito y regresaban hacia el puerto de Acapulco.
El gobierno intentaba cortarles el paso a los rebeldes, porque el
16, la guerrilla se movió hacia el Río Chiquito. Rubén Figueroa le
contó a Luis Suárez que “Estaban a unos cuatrocientos metros de
un poblado, del que se oían ladrar los perros y el canto de los gallos.
Le dijeron a Figueroa que se trataba del barrio Río Chiquito. Toda
la fuerza guerrillera eran unos cien hombres, divididos en dos co-
lumnas. Setenta y tres formaban la Brigada de Apoyo, de la que sólo
veían diariamente a algunos de sus miembros, para intercambiar
alimentos e instrucciones. Allí estuvieron unos cuatro o cinco días”.
Como he venido diciendo, al cerrarse el cerco militar se les ter-
mina la alimentación y ante el hostigamiento aéreo del que estaban
siendo objeto, se consideró que el grupo era muy grande. Por eso
del primer campamento en el Río Chiquito salieron 35 guerrilleros
de los 103 que para ese entonces integraban la Brigada Campesina
de Ajusticiamiento.
El 18 de junio en una asamblea de toda la brigada, se les infor-
mó que se les concedía permiso “a todo aquel que quisiera asumir
sus propios riesgos, ya que todas las salidas de los municipios de Te-
cpan, San Jerónimo, y Atoyac estaban sitiadas, pues se decía que en
estos municipios habían sido concentrados más de 20,000 efectivos
del ejército y la policía política, así como las demás corporaciones
policiacas, así que con toda esa información pidieron permiso 35
compañeros de los cuales la mayoría salió bien de la sierra”, reme-
mora un guerrillero en el libro Lucio Cabañas y el Partido de los
Pobres. Una experiencia guerrillera en México.
Las corporaciones policiacas actuaban sobre los pueblos, ese 18
de junio de 1974 la policía judicial del estado detuvo en la comuni-
dad de Los Valles al campesino Maurilio Castro Castillo. La judicial
lo entregó al ejército que lo llevó al campo militar uno, donde fue
visto por Lucio Castillo Gervasio quien también fue apresado dos
días después. Lucio Castillo fue liberado mientras Mauricio Castro
está desaparecido.
648
Mil y una crónicas de Atoyac
bere a los presos políticos; así quedarán en libertad todos los presos
comunes”, por eso muchos llegaron dudar de su autenticidad.
Recordaba Figueroa que una madrugada, la comisión de cus-
todia y los detenidos partieron, siguiendo la margen del río Tecpan
y que encontraron gente que al parecer era de Sinaloa y que unos
amapoleros les prestaron unas bestias a los guerrilleros para trasla-
darse. “Desde el 30 de mayo hasta el 25 de julio estuvimos en cuatro
campamentos, recorrimos la selva guiados por los hombres de la
amapola y la mariguana, que dominaban esas grandes áreas”.
El 28 de junio, El Heraldo informaba: “Más de 18 mil soldados
cercaron la zona de las sierra en que se supone se encuentra Lucio
Cabañas, y a través de todos los medios avanzan hasta lo más re-
cóndito en su intento por rescatar al senador Rubén Figueroa y sus
acompañantes (…) Todas las vías de acceso hacia la zona cercada se
encuentran bajo el control militar. Nadie puede salir ni entrar sin
ser registrado y plenamente identificado. Las barreras impuestas han
arrojado un sinnúmero de detenidos, así como el decomiso de miles
de armas. Muchas de alto poder como metralletas y rifles m-1”.
“Las tropas iniciaron su avance hacia la sierra desde las ciudades
de Chilpancingo, Iguala, Arcelia, así como de los poblados de Tierra
Caliente, Tecpan, Atoyac, Petatlán, La Unión y el puerto de Acapul-
co. Las acciones se encuentran reforzadas por personal de la Policía
Judicial del Estado y del Servicio de Inteligencia Militar, quienes se
han apostado en las laderas de la sierra”, escribía ese 28 de junio,
Arturo González, enviado especial del Heraldo.
La voz de un guerrillero participante en esa acción dice: “En los
últimos días de junio, salimos de ese campamento y nos fuimos mu-
cho más arriba, hicimos campamento, permanecimos varios días ahí
(…) comenzamos a sentir la dureza de la represión, poco a poco los
campesinos llevaban menos alimentos, la ración se fue aminorando:
té en la mañana, una o dos tortillas a medio día y té en la noche.
Llegan al poblado del Río Chiquito tres mil soldados, abastecidos por
tres helicópteros, dos grandes y uno chico, que diariamente aterriza-
ban hasta tres o cuatro veces. Empiezan a registrar los montes aleda-
651
Víctor Cardona Galindo
VI
Rubén Figueroa Alcocer estableció su centro de operaciones en la
calzada Pie de la Cuesta de Acapulco, donde funcionaban las ofici-
nas de Autotransportes Figueroa y ahí se concentró también Carlos
Bonilla Machorro, en espera de las comunicaciones de la guerrilla.
Estaban resguardados todo el tiempo por agentes de la Dirección
Federal de Seguridad. Al transcurrir los días y al no establecerse el
diálogo directo con los secuestradores, Rubencito consiguió un per-
miso en la Secretaría de Gobernación para utilizar los medios de
comunicación.
Por eso en la radio se comenzó a difundir un anuncio el 28 de
junio. Se transmitía cada media hora y ahí el sacerdote Bonilla Ma-
chorro se dirigía a Lucio, decía entre otras cosas: “Desde hace veinte
días ando con mi amigo el profesor Inocencio Castro, tratando de
comunicarme con usted. Me ofrezco como enlace para un diálogo
conciliatorio entre la familia del senador Figueroa y usted… Le su-
plico que el conducto para establecer contacto conmigo, sea esta
misma radiodifusora rcn del puerto de Acapulco”.
Mientras en la sierra, Figueroa pronunció ante los guerrilleros
el discurso que iba a decir en una de las convenciones que lo nom-
652
Mil y una crónicas de Atoyac
donde se divisaba El Plan del Carrizo. En ese pueblo había una pista
de aterrizaje de la familia Vargas, de ahí despegaban los helicópteros
para vigilar la zona.
Fue el 13 de julio cuando el grupo que tenía al secuestrado par-
tió por la mañana, el otro donde iba Lucio y toda la dirección de
la brigada partió por la tarde. “Nosotros partimos por la tarde del
mismo día. Avanzamos hasta muy tarde llegando hasta un lugar de-
nominado Monte Alegre, ya en esta zona la situación alimenticia
se comenzó a resolver, porque ya mitigamos el hambre con pláta-
nos verdes hervidos. Aquí encontramos muchas huellas frescas de
emboscadas del ejército”, comenta un miembro del Partido de los
Pobres.
Cerca de ahí, unos guerrilleros que salieron el 12, cayeron en
una emboscada que les tendieron miembros del ejército, que para
ese tiempo ya estaban en el monte. Habían abandonado los operati-
vos que realizaban únicamente por veredas y carreteras. Ya se metían
a la maleza que había sido reino exclusivo de los guerrilleros. Según
la versión oficial de la guerrilla, en esa emboscada agarraron a Arse-
nio y Anselmo éste último que era de San Martín, después se dedicó
a delatar y entregó a mucha gente.
Esta escaramuza parece tratarse del encuentro armado que se
registró el 13 de julio de 1974 en las cercanías de La Gloria, entre
el ejército y miembros del grupo de Lucio Cabañas, que la división
de investigaciones históricas de la Fiscalía Especial registró, don-
de hubo contingencias para ambos lados, porque los jefes militares
pidieron “atención para los soldados heridos,” pero no especifican
cuantos ni la gravedad. En cuanto a la gente de Lucio, el ejército
detectó a cinco personas que huyeron. Tres de ellos fueron aprehen-
didos el 14 julio por una patrulla de la 35 zona militar, establecida
en La Gloria. Uno de los guerrilleros que iba herido se metió a una
vivienda y se reguardó atrás de la chimenea, pero ya los soldados le
seguían de cerca el rastro de sangre.
Según lo recabado por la fiscalía el secretario de la Defensa, Her-
menegildo Cuenca Díaz, fue informado de esto y un helicóptero fue
657
Víctor Cardona Galindo
VIII
Corría el mes de julio de 1974, los campesinos salían a sus milpas
pero sin bastimento. Trabajaban hasta donde aguantaban el hambre
y de regreso al pueblo, tenían que reportarse con el oficial al mando
de la partida militar. En los retenes no dejaban pasar pilas, radios, ni
medicinas. Ya las familias no contaban con pastillas ni para la dia-
rrea. Toda la persona que intentaba llevar un poco más de comida
o quería pasar medicinas era acusada de colaborar con la guerrilla.
Aislados los guerrilleros comían plátanos, cajeles, camote de plata-
nillo y limón dulce que encontraban en las huertas abandonadas.
Los sierreños todos los días comentaban con azoro, “ayer se
llevaron a fulano y hoy agarraron a zutano”. Las detenciones eran
constantes. El 18 de julio de 1974, en corrales del Río Chiquito,
fueron apresados por soldados al mando del mayor Francisco Es-
cobedo, Mariano Serrano Zamora, Zenón Zamora Hernández, Jor-
ge Alberto Almogabar Ríos y Herminio Navarrete. Ya la mayoría de
las casas de esa pequeña comunidad estaban ocupadas por la tropa,
que se comía las gallinas y todos los víveres de los campesinos. Por
eso los habitantes de ese lugar tuvieron que emigrar a la ciudad de
658
Mil y una crónicas de Atoyac
IX
En ausencia, porque estaba en poder de la guerrilla del Partido de
los Pobres, el 23 de junio de 1974, Rubén Figueroa Figuera fue pos-
tulado candidato del pri la gubernatura del estado de Guerrero en
una convención en Chilpancingo. El jefe del partido oficial, Jesús
Reyes Heroles, aprovechó su discurso en el acto celebrado en el cine
Guerrero, para lanzar una cadena interminable de ataques a los gue-
rrilleros y en especial a su líder Lucio Cabañas Barrientos.
Jesús Reyes Heroles aseguró que vivíamos en una apertura de-
mocrática y calificó: “en todo terrorista hay una maniático con
impotencia política e incapacidad organizadora”. Ya el 9 junio en
Taxco, el sector popular del pri había realizado una asamblea para
declarar a Rubén Figueroa como su candidato a la gubernatura. Por
eso el propio Figueroa, trató de convencer a Lucio Cabañas para que
lo dejara asistir a esa reunión, incluso le sugirió que alguno de los
brigadistas lo acompañara.
“Déjame ir, es más, que vaya uno de tus hombres como delega-
do a la convención, y no creas que lo voy a exhibir —dice— nada
más para que vea y que me postulen candidato’, y ya Lucio le decía
‘no, no se desespere, a usted de todos modos lo van a postular can-
didato, va a ganar las elecciones, o sea, no se preocupe”, recuerda
Manuel en una entrevista hecha por Eneida Martínez.
664
Mil y una crónicas de Atoyac
X
El 5 de agosto de 1974, el general Salvador Rangel Medina fue re-
levado de la comandancia de la 27 zona militar y en su lugar, fue
nombrado el general Eliseo Jiménez Ruiz, quien fungía como co-
mandante de la 35 zona militar con sede en Chilpancingo y había
tenido bajo su mando la operación Luciérnaga, que acosó a la gue-
rrilla al norte del municipio de Coyuca de Benítez en sus límites con
Chilpancingo.
La noticia del cambio en el mando militar se publicó el 6 de
agosto en Ultimas Noticias, ese día Enrique Díaz Clavel escribía:
“Esta mañana tomó posesión de la comandancia de la 27 zona mili-
tar, el general Eliseo Jiménez Ruíz, el octavo jefe militar en la abrup-
ta región serrana, desde que Lucio Cabañas se internó en ella en
1967… Los generales que han dirigido las operaciones en la 27 zona
militar durante los últimos siete años, esto es, casi un comandante
por año, son: Salvador de Toro Morales, Manuel Enríquez Rodrí-
guez, Miguel Bracamontes García, Álvaro García Taboada, Joaquín
Solano Chagolla, Salvador Rangel Medida y ahora Eliseo Jiménez
Ruíz”.
Al día siguiente de su nombramiento, Jiménez Ruiz envió al
secretario de la Defensa Nacional un plan de operaciones contra Lu-
cio Cabañas, en el que proponía organizar seis agrupamientos con
sus respectivos mandos y áreas de responsabilidad. A los que se les
encomendaría como parte de su misión, el “control de víveres y per-
sonas sobre las rutas que conducen a la sierra y procedentes de ella”.
670
Mil y una crónicas de Atoyac
blados que los cabañistas habían visitado. Por otro lado, “las fuerzas
castrenses venían sofisticando los medios y métodos para atacar con
mayor efectividad a la guerrilla y a los pobladores. Esta situación la
llegó a constatar la columna encabezada por Lucio, es decir, ya no
eran los soldados comunes y corrientes que estaban persiguiéndolos,
sino militares entrenados específicamente en tácticas antirrevolucio-
narias”, escribió Eneida Martínez.
Esto lo confirma el guerrillero Carlos. “Cuando llegamos a la
casa, se nos informó que habían llegado a hacer un registro unos
guachos muy diferentes a los demás, que iban vestidos de tigres y
eran altos y negros, que rodearon la casa y separaron a todos los
miembros de la familia interrogándolos por separado, maltratán-
dolos y preguntando que dónde estaba la gente armada, que dónde
estaba Lucio”.
“En otras palabras, las llamadas fuerzas especiales se estaban en-
cargando de realizar el trabajo para lo cual no estaba adiestrado el
militar común y corriente y era de esperarse que la presencia de
dichas fuerzas iría en aumento”, comenta Eneida.
Días después, cuando el grupo había salido de la zona de Río
Chiquito, se enteraron por una mujer lo que había pasado con Lá-
zaro, “la señora nos dice (...) que el compañero que ahí habíamos
dejado herido, había sido detenido, resulta que apenas salimos no-
sotros de dejar al herido, el dueño de la casa fue inmediatamente a
delatarnos y a informarle a los guachos del herido (...) con lujo de
fuerza sacaron al compañero herido, lo hicieron caminar, se le subie-
ron en el pie herido, lo patearon (...) luego lo pusieron en la cancha
deportiva del pueblo, amarrado y al rayo del sol, y ahí lo tuvieron
sin darle de comer ni de beber, hasta que ese mismo día —ya muy
tarde— vino un helicóptero y se lo llevó”.
Esta información concuerda con el reporte interno del ejército,
que encontró la fiscalía, el 11 de agosto de 1974, reporta que, gru-
po Vallecitos, grupo Guerrero, grupo Escobedo, grupo Francisco,
grupo Vicente, grupo Cacao y grupo Martín, capturaron sobre Río
Chiquito un ‘paquete herido’.
675
Víctor Cardona Galindo
XI
De acuerdo al estudio realizado por la Fiscalía Especial, el ejército
hizo un censo de la población civil de la sierra, obligándola a con-
centrase en los pueblos más grandes en torno a los cuales se ten-
dió un cerco militar, la población fue obligada a dejar los pueblos
pequeños y dispersos, con todo y sus animales, abandonando los
cultivos, fue así como los pueblos fantasmas se convirtieron en cuar-
teles de militares, “hubo habitantes que huyeron a poblados a donde
tenían familiares o amistades que los acogieran, o reconcentrados en
los poblados mayores, de donde dependían, o salieron de la región
exiliados a donde pudieron, a este tipo de desplazamiento forzado,
se le conoce como ‘aldea vietnamita’”.
Dice la Fiscalía Especial, “tenemos registro de que durante este
tiempo se aplicó esta práctica, cuando menos en los siguientes veinte
barrios y poblados: barrio de los Martínez y La Peineta —ambos en
el ejido de San Francisco del Tibor—; El Molote; La Junta de los
Ríos —delante de la Remonta—; Agua Zarca; Cerro Prieto de los
Pinos, La Pascua y el Refugio —estos tres fueron concentrados en El
Quemado—; El Carrizo; La Cebada; El barrio de las Cuevas —que
fue concentrado a la Vainilla—; El Escorpión —donde sólo se quedó
a vivir don Margarito Mesino… Salto Chiquito —también llamado
El Saltito—, El Posquelite, El Sombrero —de donde desaparecieron
a Francisco Castro Castañeda—; y El Suspiro. Todas estas eran pobla-
676
Mil y una crónicas de Atoyac
XII
Ignacio Zamora Román fue detenido el 17 de agosto de 1974, por
soldados del 19 batallón de infantería, que lo bajaron de un camión
Flecha Roja en el retén del Súchil municipio de Tecpan Galeana,
una persona lo señaló como miembro de la guerrilla y fue llevado
por personal militar al cuartel de Atoyac, que funcionaba como un
campo de concentración y tortura.
También el 17 de agosto de 1974, toda la comunidad de Corra-
les de Río Chiquito abandonó sus casas, se fueron todos del lugar, la
mayoría se dirigió a San Juan de las Flores y al Ticuí, donde tenían
familiares, dejaron todas sus pertenencias, no quedaron civiles, úni-
camente militares, después todo el barrio fue ocupado por el ejérci-
to, las tropas al mando del mayor Francisco Escobedo se metieron a
las casas, se comieron los marranos, desaparecieron el café, quema-
ron la ropa, se llevaron los sarapes nuevos que había, se abastecieron
de las vacas, no dejaron nada de maíz ni frijol que los campesinos
tenían para el sustento, no permitieron regresar a trabajar las huer-
tas, las cosechas de ese año se perdieron y los animales se extraviaron
en el monte, quemaron casas, cavaron hoyos en los patios y solares
para hacer trincheras. Cuando la mitad del pueblo regresó en enero
de 1975 el lugar estaba destruido.
A mediados de agosto de 1974, los bombardeos continuaban.
“El Otatillo es un lugar que está al norte de Los Tres Pasos, en el eji-
682
Mil y una crónicas de Atoyac
Cabañas Barrientos, desde hacía varios días tenía copados los cami-
nos que conducen a ese lugar, confundiendo a los pescadores con
guerrilleros abriendo fuego sobre ellos, con el resultado descrito”.
El día del enfrentamiento, cinco campesinos fueron al arroyo
buscando la vida, en la tarde se ataron sus morrales con cuerda a la
cintura, tomaron sus linternas y los machetes, caminaron rumbo al
arroyo de Caña de Castilla a camaronear. Ellos eran: Adauto Olea
Hernández, Sergio y Marcelo Tabares, Adolfo Solís, y Olé en ese
tiempo marido de Aleja Gallardo. Mariano Radilla les había presta-
do una lámpara de carburo, ya venían de regreso con los camarones,
cuando salieron al camino de Huerta de las López, se desató la bala-
cera y ellos quedaron en medio del combate.
Así mojados como venían, con sus machetes escarbaron con an-
siedad y se enterraron entre la basura, para cubrirse de los disparos,
ahí permanecieron enterrados entre las hojas hasta que el ejército los
sacó a golpes y se los llevó detenidos, Adauto jamás regresó.
Se comenta que Adauto se puso a discutir con los soldados y
estos lo golpearon mucho. Al día siguiente, el 22 de agosto, cuando
los del pueblo fueron encabezados por el comisario para pedir su
libertad, encontraron que en el lugar había mucha sangre regada,
los casquillos se recogían por puños, doña Bucha Hernández se los
echaba en el mandil, pero el comisario no la dejó traer ninguno,
también los soldados no dejaron pasar a los ganaderos que ordeña-
ban por ese rumbo, hasta que recogieron todo.
El 25 de agosto, en el transcurso del día, surcaron el cielo de Ato-
yac, ocho helicópteros de la Fuerza Aérea, que venían a sumarse a la
persecución del guerrillero Lucio Cabañas Barrientos y en busca del
senador Rubén Figueroa. Ese día soldados del 27 batallón detuvieron
en la cabecera municipal a Pedro Castro Nava, Mardonio Flores Ga-
leana y a Rosalío Castrejón Vázquez. Y en la carretera en un retén caía
en manos de los militares el cívico Rosendo Radilla Pacheco.
Rosendo Radilla Martínez declaró que su padre y él, fueron de-
tenidos cuando viajaban a Chilpancingo, tras haber sido parados en
un retén militar instalado en la colonia Cuauhtémoc, “en ese tiempo
687
Víctor Cardona Galindo
XIII
Después de la escaramuza del 21 de agosto, Lucio Cabañas y su gen-
te se refugiaron en la sierra de Tecpan de Galeana. Estaban ya fuera
de su territorio, lejos de esa red de colaboradores que en el munici-
pio de Atoyac los había mantenido tanto tiempo en la sierra. Allá la
gente era más desconfiada y tenía menos compromiso con la lucha.
La otra parte de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, que
movía a Rubén Figueroa y acompañantes, caminó con dificultad
por debajo de frondosos árboles, hasta llegar a la zona de esas her-
mosas y majestuosas palmeras de cayaco, de las que se saca tuba y de
cuyos frutos se extrae un aceite de fina calidad.
Durante la travesía, en breves lapsos, Luis Cabañas hacía plática
a los guerrilleros, les decía que el maestro Lucio tenía razón. Ya en
las inmediaciones del cerro del Zanate le había secado la herida de
la operación con la que llegó a la sierra. Caminaba como la gente del
campo y se le veían bien, a veces hasta alegre.
Pascual se portaba déspota, se notaba claramente que estaba del
otro lado, con Figueroa. A Luis le preocupaba la secretaria Gloria
Brito, porque era mujer de ciudad y no estaba preparada para la vida
del campo.
A la secretaria de la Comisión del Balsas, Gloria Brito, mien-
tras estuvo en la sierra no se le notó el embarazo. No tuvo ningu-
na deferencia con las guerrilleras, no les dirigió ninguna palabra de
amistad. Como ella, seis milicianas estaban embarazadas y sin em-
bargo buscaban afanosamente huevos de paloma y de codorniz para
dárselos. Gloria se los tomaba para soportar el hambre en aquellos
campamentos y caminos de la intrincada selva de Atoyac. Procura-
ban que Gloria comiera primero y mejor, pero la veían tan “estirada”
688
Mil y una crónicas de Atoyac
que una ocasión una guerrillera comentó: “Hay que buscar huevos
de culebra para que le demos”, fue sólo una expresión.
Una ocasión cuando caminaban en las cercanías de Río San-
tiago, Gloria Brito se desmayó “fue como a las tres de la tarde de
ese día cuando íbamos a empezar la marcha y fue en ese momen-
to cuando se desmayó la secretaria del viejo y tuvimos que esperar
hasta que se controlara un poco y pudiéramos seguir”, comenta un
guerrillero de nombre Moisés.
Al pasar cerca del Ocotal se sumó nuevamente a la Brigada Cam-
pesina de Ajusticiamiento, Martín Nario Organes, Samuel, quien
llegó acompañado de siete campesinos miembros de una sola fami-
lia, con él eran ocho, la familia iba encabezada por Talante un viejo
de unos 60 años de edad con rasgos indígenas, se incorporó con sus
tres hijos y sus tres nueras. Ismael el mayor era esposo de Rosalba;
el Volador estaba casado con Celia y Rufino era pareja de Minerva,
llegaron un día lunes y contaron que habían recibido vejaciones por
parte del ejército, por eso se unieron a la guerrilla, explicaron que
un buen día llegaron a sus casas los soldados y arrasaron con sus
sembradíos de maíz y con sus chivos, junto con sus esposas estuvie-
ron un tiempo prisioneros en el cuartel de Atoyac, donde vieron a
Lázaro —detenido en El Río Chiquito— “a quien tenían vendado
de los ojos y atado de pies y manos”. El Volador, hijo de Talante,
tenía unos 20 años y era un excelente conocedor de la sierra, por eso
le dieron la comisión de guía.
Esos días el ejército enfiló sus baterías hacia la sierra de Tecpan
y el 27 de agosto en Fincas Viejas, recuperó un fal y un mosquetón
que la guerrilla le había quitado a soldados del 50 batallón de infante-
ría, durante la primera emboscada el 25 de junio de 1972. Los guerri-
lleros con Lucio a la cabeza estaban cerca, el 29 de agosto caminaron
todo el día y por la tarde se mojaron porque les llovió muy fuerte,
“casi oscureciendo detuvimos la marcha, descansamos junto a un ma-
rihuanal, ahí se puso a hervir maíz y frijol y aquello salió sabrosísimo,
era la primera vez que lo comíamos, no recuerdo que compañero dio
la idea, se hizo una pequeña reunión y nos dormimos”.
689
Víctor Cardona Galindo
XIV
Hoy hace cuarenta años. El 8 de septiembre de 1974, el ejército
rescató al senador Rubén Figueroa en el lugar conocido como La
Pascua, en la sierra de Atoyac, después de estar 103 días en manos
de la guerrilla de Lucio Cabañas. Su familia había pagado 25 millo-
nes de pesos por su vida y los otros 25 esperaban depositados con
el obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo. Lo malo es que el
grupo que lo custodiaba nada sabía de eso porque el ejército había
detenido a todos los correos.
Un día antes, el 7 de septiembre, el candidato del pri a go-
bernador, intentó escapar, aprovechando la confusión que causó la
caída de Juan, cuando una comisión de guerrilleros que exploraba
el camino topó con el ejército. Sobre este hecho Rubén Figueroa
diría a Luis Suárez: “No cayeron los tres porque aquellos soldados
no tenían armas automáticas, sino fusiles de cerrojo… Dije a Gloria
que me fugaría en el camino, y que si el ejército volvía a tener con-
tacto, correría hacia él. Se había conocido una carta de Lucio donde
decía que había fracasado que no les darían a los presos. Por lo tanto
nos liberaría, mandándonos a Acapulco. A Gloria le recomendaba
que se cuidara de la flebitis, y a Febronio le expresaba las gracias
por darle lecciones de marxismo. A sus tíos Luis y Pascual les pedía
disculpas por las molestias… Añadía Lucio que empezarían los días
difíciles y atribuía al ejército la intención de matarme para echarle la
694
Mil y una crónicas de Atoyac
XV
El ejército logró construir una red de soplones, reclutados a veces
con engaños y amenazas de entre los jóvenes desempleados, a los
cuales el gobierno les prometió empleos en actividades culturales y
deportivas. Después de ser enganchados los sacaba de las comuni-
dades y los integraba a la tropa para al finalmente regresarlos clan-
destinamente al interior de sus pueblos de origen como orejas y ma-
drinas. Aunque también hubo soplones que únicamente lo hicieron
para recibir una palmadita en el hombro de algún oficial. Creían
que estar bien con los soldados era estar bien con “el gobierno”.
“Durante los primeros 26 días de operaciones, independiente-
mente de la acción militar; se han efectuado reuniones con los co-
misarios municipales, comisariados ejidales, asociados del Instituto
Mexicano del Café, maestros que trabajan en escuelas del área y con
los campesinos de sus propias comunidades, con lo cual se ha logra-
do que la actitud de la población civil, que antes se mostraba hostil,
altanera y expresaba apoyo al gavillero, haya cambiado, ya ahora se
700
Mil y una crónicas de Atoyac
raron los soldados, más que sus fusiles de alto poder. De acuerdo a los
datos recogidos por don Simón ahí cayeron Sabás y el Zarco.
El grupo de los ocho avanzó con Ramón al frente cerca de una
carretera volvieron a encontrarse con los soldados. Se escondieron
ya no pudieron hacerle frente porque eran pocos y con pocas mu-
niciones. “Todos llevábamos armas, porque alcanzamos a agarrar
las que habían dejado los compañeros que salieron, unos llevaban
pistolas, otros llevaban rifles, yo no alcancé a agarrar rifle, yo nada
más llevaba la pistola”, dice Rosario.
Un testigo presencial, entrevistado por Simón Hipólito, le relató
que después de que terminó la batalla, “como a los veinte minutos,
pasaron o llegaron adonde él estaba arrancando su frijol ocho jóve-
nes, cuatro hombres y cuatro muchachas, todos venían armados y
cargando mochilas; las muchachas vestían pantalones. Le pidieron
algo de comer y sólo pudo ofrecerles elotes asados que devoraron así
de rápido. Le pidieron agua y les dio... Una de las muchachas llora-
ba; le preguntó a un joven qué le pasaba y le contestó: ‘es que allí en
el enfrentamiento le mataron al Zarco, su marido’”.
Los ocho sobrevivientes, de los que se tiene noticas, se refugia-
ron en un cerro cercano al Cucuyachi. “Por ahí en unas palmas, en
un arroyo, ahí tardamos un mes enterito sin comer, salíamos nada
más... comíamos hojas de ciruelo, era la único que comíamos y agua
del arroyo, sin probar tortilla sin probar nada, lo único que salimos
a una milpa a comer elotes crudos”, comenta Rosario.
Luego contactaron a un campesino, “un viejito que nos llevó
ropa, que no le conocí el nombre, nos llevó pollo en un traste y ese
fue él que salió a comprar. Ramón le dio dinero para que nos com-
prara ropa”, recuerda Rosario. De ese cerro cercano al Cucuyachi
salieron el dos de noviembre Kalimán, Minerva, Celia y Rosario,
dejaron allá a Ramón, Martha, Esteban y Germán. “y salimos a la
carretera, nada más nosotros, cuatro personas y ellos se quedaron.
En Atoyac cambiamos los billetes que nos había dado Ramón y cada
quien le dio por su lado”. De ahí Rosario se quedó en Atoyac y no ha
vuelto a ver a sus compañeros.
705
Víctor Cardona Galindo
XVI
“Hermano”, fue la primera palabra pronunciada por Figueroa, al ver-
se con el general Cuenca Díaz, a quien abrazó efusivamente en su ale-
gre reunión de Atoyac de Álvarez. El secretario de la Defesa Nacional
subió al senador a un helicóptero, para llevarlo al puerto de Acapulco
y luego en un avión a la Ciudad de México. Después de un chequeo
en el hospital militar, el 9 de septiembre Figueroa llegó a su casa.
El general Cuenca Díaz dijo a Rodolfo Guerrero, reportero
El Universal, que: “Los maleantes sufrieron numerosas bajas entre
muertos y heridos… El ejército mexicano solamente sufrió una sola
baja: un soldado herido… El personal militar detuvo a varios ga-
villeros, pero hasta la noche se ignoraba cuantos y quienes son”, la
nota se publicó el 10.
Según El Universal, Febronio Díaz tenía una herida de bala en
el hombro izquierdo. Luis Cabañas tenía una pierna gangrenada y
una infección en el pulmón. Gloria Brito esposa del capitán Eden-
sión Neftalí Díaz Marroquí, fue trasladada inmediatamente con su
familia a la Ciudad de México.
Con las torrenciales lluvias que provocó el huracán Norma, el 10
de septiembre llegó procedente de la Ciudad de México el cadáver
706
Mil y una crónicas de Atoyac
Los cívicos
El general Raúl Caballero Aburto tomó posesión el primero de abril
de 1957, como gobernador constitucional del estado de Guerrero.
Su gobierno se caracterizó por ser represivo y por cometer muchos
asesinatos en busca de una supuesta seguridad y justicia para la en-
tidad. A un mes de haber iniciado su mandato, Caballero puso en
marcha una campaña de despistolización, que sirvió de pretexto a su
policía para los allanamientos de domicilios, atropellos y violaciones
a las garantías individuales de los guerrerenses.
Algunos adultos mayores recuerdan que durante su mandato, se
vivió la mayor seguridad pública de que se tenga memoria: “Porque
podías dejar la puerta abierta de la casa toda la noche y el café en
el campo. Nadie se robaba nada”. En ese tiempo, a los presuntos
delincuentes se les aplicaba la ley fuga, así únicamente se hubieran
robado una gallina o unas cuantas mazorcas.
712
Mil y una crónicas de Atoyac
Empezaron a matar
del estado de Guerrero
acabó con Atoyac
un pueblo de los primeros…
De la cárcel de Atoyac
la policía los sacó
pasando la Trozadura
Tibe Paco los mató.
713
Víctor Cardona Galindo
715
Víctor Cardona Galindo
716
Mil y una crónicas de Atoyac
II
Rosendo Radilla Pacheco fue secretario general del Comité Regio-
nal Campesino de 1956 a 1960. “En torno al Comité Regional
Campesino, se fueron nucleando los que después serían los cívicos,
los detenidos-desaparecidos y exiliados en la época de la guerrilla,
en torno a la Asociación Local de Cafeticultores, los que se enrique-
cieron a costa de los productores y siguieron viviendo para disfrutar
sus riquezas”, escribió su hija Andrea Radilla Martínez, quien vivió
esos momentos, en su libro: Poderes, saberes y sabores. Una historia de
resistencia de los cafeticultores Atoyac, 1940-1974.
El Comité Regional Campesino era un actor importante en la
vida del municipio, gestionaba beneficios como: centros de salud y
escuelas, pero además era la instancia que defendía a los agricultores
de las injusticias, tal vez así conocieron a Genero Vázquez Rojas,
quien representaba las gestiones de muchos campesinos ante el De-
partamento Agrario Nacional.
En 1957 la empresa Maderas Papanoa, realizaba explotaciones
en: San Vicente de Jesús, San Vicente de Benítez, San Francisco del
Tibor y El Paraíso. Se había comprometido construir escuelas en
San Francisco del Tibor, El Paraíso y San Vicente de Benítez; como
ayudarlos para lograr la introducción de agua potable y mejorarles
sus vías de comunicación. Había una fuerte oposición a esta ex-
plotación del Comité Regional Campesino, encabezado por Radilla
Pacheco, de la Asociación Regional de Cafeticultores y de la Liga
719
Víctor Cardona Galindo
Revolución campesina
es el lema del momento
en la sierra de Atoyac
ya se siente el movimiento…
Primero latifundistas
después vino el agrarismo
ahora Benito Fierro
el padre del caciquismo…
En Atoyac ya se siente
el rigor de la reacción
ya tiene su monopolio
sin piedad ni compasión.
III
Después que la policía disolvió el mitin del 11 de diciembre de
1960, al día siguiente, aniversario de la aparición de la virgen de
Guadalupe, cuando todo el pueblo estaba de fiesta, a las 8 de la
noche la gente se congregó de nuevo y realizó otra manifestación
en contra del gobernador. Esa marcha nocturna con antorchas, a la
que llamaron cabalgata, pareció un homenaje más a la morenita del
Tepeyac.
Nuestro cronista Wilfrido Fierro, en la Monografía de Atoyac,
dejó asentado que nuevamente el 12 de diciembre a las 8 de la no-
che, gente del pueblo y los estudiantes del Frente Revolucionario
Zapatista, se reunieron frente a las oficinas de la Asociación Local de
Cafeticultores, ubicada en la casa del señor Bartolo Téllez Fierro, en
la avenida Juan Álvarez sur 50, y desde ese lugar partieron tras una
camioneta equipada con un altoparlante y recorrieron las principa-
les calles de la ciudad. “La muchedumbre portaba sendas antorchas
y lanzaba mueras al general Raúl Caballero Aburto, gobernador del
estado, haciendo la parada frente al palacio municipal en donde
los estudiantes Lucio Cabañas Barrientos de la escuela normal de
725
Víctor Cardona Galindo
postura; ayer quedaron rotas mis ilusiones al ver que aquel, a quien
brinde toda mi fe y admiración porque sería la garantía del pueblo
Guerrerense, defraudaba con estos hechos sangrientos sus promesas;
es por eso que hoy me uno a los míos, los del pueblo, para protestar
también y pedir la desaparición de los poderes del estado”. Leonar-
do Santiago —según Wilfrido— lamentó también que la presiden-
cia municipal estuviera en manos de un “títere”, que lo bailan los
“cerebros de Melcocha” en referencia al secretario municipal Mario
Mendoza Vega y al asesor jurídico Benjamín Manzanares.
De acuerdo al testimonio escrito de Wilfrido y lo dicho por
los testigos, haciendo uso de su gran elocuencia, Medardo Reyes
Gudiño fue el último en abordar el micrófono “echando denuestos
en contra del gobernador Caballero Aburto”. Medardo explicó a la
concurrencia que el presidente de la República, Adolfo López Ma-
teos, había visitado los diferentes estados de la República Mexicana,
pero que al estado de Guerrero no había venido porque el gobier-
no actual no había hecho obras. “Es una vergüenza señores, que el
presidente venga a visitarnos, pues en vez de obras encontrará luto,
llanto y dolor entre innumerables viudas que ha dejado la admi-
nistración caballerista. Él dice —se refirió al gobernador— que ha
construido carreteras, ¿qué carreteras, la que conduce a su mansión
que tiene ubicada en la playa del Guitarrón? Que ha construido es-
cuelas, pues sabemos que las de Tecpan, Coyuca y San Jerónimo de
Juárez fueron construidas por la iniciativa privada, y la de este lugar
se construye con el dinero que se obtuvo de las reinas de las fiestas,
del carnaval del año pasado”. Luego hizo señalamientos al comité
pro-construcción y al comité de padres de familia de la escuela pri-
maria Juan Álvarez.
El mitin celebrando la noche del 12 de diciembre, terminó en
completo orden. Comenta Wilfrido: “La federación guardó las me-
didas de protección a los manifestantes, ya que con anticipación ha-
bían solicitado el permiso a las autoridades municipales y al coronel
Manuel Olvera Fragoso, comandante del 59 batallón de reservas,
para que mantuviera el orden”.
727
Víctor Cardona Galindo
del pri, manipuladas por explotadores”. Por ello más tarde, a prin-
cipios de 1964 los cafetaleros se reunirían en El Paraíso, para fundar
la Unión de Productores Independientes del Café (upic) y nombrar
como su dirigente a Pedro Contreras Javier.
Al formarse el comité cívico de Atoyac, a él se incorporaron
cafetaleros, copreros, maestros y pequeños comerciantes. El comité
quedó encabezado por Rogelio Juárez Godoy. Hubo sectores como
los ganaderos y los grandes comerciantes que no vieron con simpatía
éste comité, porque simpatizaban con el caballerismo. Sin embar-
go los cívicos no se quedaron solamente en la cabecera municipal,
Genaro los motivó para que se formaran pequeños núcleos en las
comunidades.
Andrea Radilla entrevistó a don Luis Serafín, quien le dijo: “Ge-
naro Vázquez había girado instrucciones para que la gente de la sie-
rra se pusiera de acuerdo con los de Atoyac y participáramos en la
parada cívica instalada en la alameda de Chilpancingo, frente a la
Universidad, nos trasladamos a Atoyac gente de San Martín, de San
Vicente de Jesús, de Agua Fría, del Cerro Prieto y de San Andrés
de la Cruz”. Antonio Sotelo dice que en 1960, en la parada cívica
contra Caballero Aburto, entre los más decididos y noveleros se en-
contraban los de Atoyac.
Al plantón de Chilpancingo asistieron muchos atoyaquenses,
pero con más frecuencia estuvieron los líderes del movimiento: Jesús
Hipólito Rebolledo, Rogelio Juárez Godoy, Rosendo Radilla Pache-
co, Elisa Flores e Hilda Flores Solís.
“Quienes estuvieron varios días en la parada cívica en Chilpan-
cingo —dice Andrea—, comentaban que había un ambiente de
fiesta y eso es lo que se sentía en todo el estado, una ‘lucha festiva’ de
ruptura momentánea de la cotidianidad con color y olor a sangre y
dolor por la muerte de los suyos, por la humillación de un gobierno
estatal. Aún en las condiciones de desgracia, el guerrerense festeja,
canta, baila”.
El movimiento crecía cada día más y más, por ello el 26 de
diciembre de 1960, en la casa de Rogelio Juárez Godoy miembro
730
Mil y una crónicas de Atoyac
IV
Muchos autores hacen hincapié en la simpatía que la Revolución
Cubana despertó en algunos dirigentes del movimiento anticaballe-
rista, como es el caso del cívico atoyaquense Rogelio Juárez Godoy,
quien decía en sus discursos que esa revolución era una alternativa
para quienes deseaban mejores condiciones de vida para sus hijos, y
Gregoria Nario también de Atoyac, entrevistada por Andrea Radi-
lla, dijo que compartía la idea de que si el socialismo aseguraba a sus
hijos comida, educación, salud y recreo, pues entonces “el camino
está marcado para nosotros”.
Otro es don José Téllez quien dice: “Las noticias de la revolu-
ción cubana nos llegaban por radio, en onda corta, Lucio Cabañas
hablaba de ella en los mítines contra Caballero Aburto, otros ora-
dores también decían lo que se estaba logrando en Cuba, Imperio
Rebolledo era uno de ellos, parecía que había una esperanza de que
las cosas cambiaran para nosotros, ya estábamos cansados de tanto
robo de los acaparadores y del banco”.
731
Víctor Cardona Galindo
Esas eran algunas de las ideas que estaban presentes en los discur-
sos. Pero volviendo a la dinámica del conflicto, atoyaquenses como
Lucio Cabañas estuvieron presentes en momentos cruciales de esta
lucha, por ejemplo, cuando el primero de noviembre de 1960 el
congreso local derogó la Ley Orgánica de la Universidad Autóno-
ma de Guerrero, se resolvían las demandas universitarias, pero ellos
decidieron seguir luchando hasta la desaparición de poderes. Dice
Román Román: “Un grupo de estudiantes encabezados por Jesús
Araujo y otro de maestros universitarios, fueron partidarios de le-
vantar la huelga una vez satisfechas las demandas planteadas al go-
bernador. Sin embargo, estudiantes como Imperio Rebolledo, Saúl
Mendoza, Jorge y Bernardino Vielma, Lucio Cabañas y Evita Sal-
merón, entre otros, promovieron el acuerdo de continuar la huelga,
después que el gobierno del estado satisfizo el pliego de demandas
planteado por los universitarios”.
El régimen mostró su intolerancia el 30 de diciembre de ese
año, cuando el ejército masacró una manifestación popular en Chil-
pancingo donde murieron 16 personas y quedaron 54 heridos. Esta
represión cimbró todo el estado, en las principales ciudades el co-
mercio cerró sus puertas en señal de luto y protesta, también se
realizaron acciones de represalia contra los caballeristas: tomando
alcaldías y haciendo escarnio público de los políticos afines al gober-
nador. Escribió Salvador Román Román que en Atoyac de Álvarez,
“Lucio Cabañas y otros antigobiernistas trataron de obligar a su al-
calde Raúl Galeana a renunciar al puesto, pero el ejército lo evitó”.
El primero de enero de 1961, a las dos de la tarde, estudiantes
encabezados por el universitario Jesús García Galeana, militantes
del Frente Zapatista y muchos ciudadanos atoyaquenses, realizaron
un mitin frente al edificio de la escuela Juan Álvarez. Ese día en una
acción represiva el comandante de la policía urbana, mayor Adal-
berto Lira Torres, les decomisó el aparato de sonido a los manifes-
tantes, que luego marcharon por las calles de Atoyac. La multitud al
pasar por la oficina de la sub-recaudación de rentas desprendieron
el rótulo y lanzaron mueras a Raúl Caballero Aburto. Apedrearon
732
Mil y una crónicas de Atoyac
V
En el periodo que debería cubrir Raúl Galeana Núñez, hubo seis
presidentes municipales, y fue en ese tiempo cuando surgieron los
primeros visos de inconformidad ante el estado de cosas que im-
peraban en la escuela primaria Juan Álvarez, ubicada a un costado
de la alcaldía. Ya las denuncias contra la directora Julia Pazo Piza
afloraban de vez en cuando.
Por eso la sociedad de padres de familia se sintió agredida con
el discurso de Medardo Reyes Gudiño en contra de la directora Ju-
lia Paco, pronunciado el día de la toma de posesión de la comuna
cívica, y en respuesta el presidente del comité de dicha sociedad
Wilfrido Fierro Armenta convocó a una reunión, que se llevó a cabo
el 15 de enero de 1961. Es el mismo Wilfrido que en su Monografía
de Atoyac, dice que dicha reunión dio principio a las 10 horas, en
la dirección del plantel, que funcionaba en ese entonces en la casa
6 de la calle Independencia, propiedad del señor Agustín Galeana,
porque el edificio de la escuela estaba en construcción.
737
Víctor Cardona Galindo
Salvador Román Román dice, “tal como sucedió con los cívicos
de Iguala, los de Atoyac también tomaron el acuerdo de integrar un
consejo municipal, donde estuvieran integradas personas con bajo
perfil político y ajenas a su asociación, pero con buena imagen so-
cial que les aportara simpatías y apoyos populares, en pretensión de
darle legitimidad a su gobierno”.
El autor del libro Los cívicos guerrerenses: del sueño democráti-
co al plomo de la realidad 1960-1963, escribió que Rosendo Téllez
no era de la acg y solamente fue puesto como alcalde para que
fuera aceptado por el pueblo y, junto con él, los cívicos. Por esa
razón buscaron gente honesta que encabezara el consejo, sin que
esto significara que los cívicos no lo fueran, por eso la planilla de
Rosendo Téllez fue plural. A decir de Félix Roque, don Rosendo era
de avanzada edad y sus familiares no aprobaban que se juntara con
los alborotadores.
Aunque la versión de Román Román, se contradice con testi-
monios como el de Donaciano Pino Vargas, quien en ese tiempo
era estudiante, y asegura que los universitarios que venían de Chil-
pancingo a promover la lucha cívica y la huelga de la universidad,
llegaban a reunirse en una barda de la casa de don Rosendo Téllez
ubicada en la calle Grande, hoy Vicente Guerrero, lo que quiere
decir que el primer edil, tenía una trayectoria dentro de la lucha
anticaballerista.
Dice López Limón en su tesis doctoral: Historia de las organi-
zaciones político-militares de izquierda en México (1960-1980), al
hablar de la crisis al interior de la comuna, dice que los cívicos lle-
garon a la alcaldía “sin programa constructivo ni más cohesión que
el común antiaburtismo, de modo que, cuando el poder se les viene
encima, emergen todas sus miserias y debilidades”.
En el periodo de don Rosendo Téllez Donaciano Pino tuvo el
cargo de delegado del Registro Federal de Electores, Sebastián Cas-
tro Radilla fue el oficial mayor. Por primera vez se le dio oportuni-
dad de ocupar cargos importantes a las mujeres, por ejemplo Ro-
mana Radilla Martínez estuvo un tiempo encargada de la Secretaría
741
Víctor Cardona Galindo
VI
El presidente del nuevo concejo municipal, Félix Roque Solís, un
joven de 26 años de edad, también estuvo vinculado como líder
del pequeño comercio a la lucha anticaballerista y fue regidor en la
comuna de Raúl Galeana, a la que renunció. Esta administración
cívica que fungió a partir del 29 de mayo de 1961 al 18 de septiem-
bre de 1962 es quizá la más polémica en la historia de Atoyac por
los errores políticos que cometió, cayó en actos de corrupción que le
provocaron mucha impopularidad y los priistas buscaron todas las
formas posibles para boicotearla.
Comenta Salvador Román Román, “a casi dos meses de iniciada
la administración de Félix Roque, hubo una ofensiva de los priistas
en contra de los cívicos del concejo. Mediante escrito dirigido a los
secretarios de Gobernación, de la Presidencia y de la Defensa Nacio-
743
Víctor Cardona Galindo
pesos por peaje a los vehículos para arreglar el paso. Pero posterior-
mente el vado en referencia fue arreglado por el doctor José Becerra
Luna, quien mandó su tractor a reparar el camino sin costo para la
población.
Las cosas se calentaban, en noviembre de 1961 aparecieron en
las principales fachadas de la ciudad, “sendos pasquines y caricaturas
contra el periodista Rosendo Serna Ramírez, lanzados y fijados por
alumnos de la escuela secundaria, que dirige el rojillo Raymundo
Benavides. Con esta actitud se deja entrever la baja calidad moral y
cultural de los estudiantes que azuzados por políticos están prestán-
dose a servir de instrumentos en sus maquinaciones”. Benavides fue
acusado de comunista y a partir de esta fecha comenzó la gestión
para quitarlo de la dirección de la secundaria.
El conflicto por la escuela Herminia L. Gómez continuaba, el 6
de diciembre arribó a esta población el procurador general de jus-
ticia en el estado José Bello y Bello, para continuar las investigacio-
nes sobre el lanzamiento de muebles, cuadros de héroes, banda de
guerra y bandera, así como el cierre de la escuela primaria federal
Herminia L. Gómez. En esta ocasión dio posesión del edificio a la
sociedad de padres de familia del citado plantel, asegurando que
consignaría a las autoridades judiciales del orden federal a los que
resultaran responsables.
La actividad política de los estudiantes permanecía del 17 al
21 de diciembre se celebró en el cine Álvarez de esta ciudad, una
convención de estudiantes de segunda enseñanza, para formar la Fe-
deración Estudiantil Guerrerense. Con la participación de escuelas
de Chilpancingo, Iguala, Tixtla y Ayotzinapa. “El acto de apertura
estuvo a cargo del licenciado Braulio Maldonado, quien dijo en su
pieza oratoria: ‘El deber del estudiantado, es de participar en la vida
del pueblo de México y en los problemas que confronta la Patria’”.
Para el desarrollo de este congreso, ayudaron económicamente las
autoridades municipales cívicas que encabeza Félix Roque Solís.
Braulio Maldonado era miembro del Frente de Liberación Nacional
que se había formado ese año.
747
Víctor Cardona Galindo
VII
Luis Cabañas Ocampo fue hijo del coronel zapatista Pedro Cabañas
Macedo, era un hombre inteligente, bueno para dirigir, valiente leal
a su pueblo, con habilidad para escribir más que para hablar. Traba-
jó como profesor en la escuela primaria de San Vicente de Benítez
y en Atoyac, perteneció al Frente Zapatista. Era el ideólogo de los
cívicos, fue quien redactó los principios de la Organización de la
Juventud Revolucionaria Atoyaquense, muchos consideran que era
de la misma línea que su sobrino Lucio Cabañas Barrientos.
Cabañas Ocampo en los tiempos más difíciles de la lucha an-
ticaballerista propuso a Genaro Vázquez levantarse en armas. No
únicamente manejaba con maestría la pluma, también era hombre
de armas tomar.
El 4 de marzo de 1962, Luis fue herido en el poblado del Paraí-
so, cuando estaba en una fiesta, por un individuo llamado Inocencio
Ríos. “La esposa de Cabañas, Adolfina Pino, al ver a su esposo heri-
do y en el suelo le sacó la pistola que portaba en la cintura y disparó
la carga sobre el agresor, matándolo en el acto”, escribió Salvador
Román.
749
Víctor Cardona Galindo
Vázquez y José Suárez Téllez, quien dijo entre otras cosas, “dirán los
que están presenciando este acto, allí está un loco rodeado de otros
que lo acompañan. Efectivamente estamos locos, pero por defender la
causa de nuestros derechos ciudadanos para que no sean burlados por
el espantapájaros del pri que trata de imponernos sus candidatos”.
Los priistas realizaban también su reacomodo para recuperar el
poder arrebatado por los cívicos. El 6 de octubre, en las oficinas del
pri de Acapulco, el periodista Luis Ríos Tavera fue declarado can-
didato a la presidencia municipal de Atoyac, en presencia del presi-
dente del comité municipal de ese partido Tomás Fierro de León y
del periodista Rosendo Serna Ramírez.
El doctor Juan José Becerra Luna encabezó el comité de recep-
ción del candidato del pri a gobernador Raymundo Abarca Alar-
cón quien arribó a esta ciudad el 18 de octubre de 1962, a medio
día. Dice Wilfrido que “la población le brindó un apoteótico re-
cibimiento. En el templete que se hizo en la acera del edificio de
la escuela Juan Álvarez, se desarrolló el programa haciendo la pre-
sentación del candidato el diputado federal Neftali Mena y Mena,
el ingeniero Fernando Hernández Sánchez, le dio la bienvenida a
nombre del pueblo, el periodista Luis Ríos Tavera en nombre de los
periodistas de Acapulco le expuso en su pieza oratoria el problema
de los cafeticultores. Los oradores de referencia son aspirantes a la
presidencia municipal del lugar. Para finalizar, habló el candidato
Abarca Alarcón, diciendo entre otras cosas esto: El movimiento co-
mercial de Atoyac de Álvarez revela que la iniciativa privada trabaja
arduamente por un bienestar económico. Se ha expresado con justi-
cia que Atoyac, ha sufrido el cáncer virulento de autoridades venales
que confundiendo la obligación de servir lealmente a los intereses
ciudadanos, han abordado la nave municipal para repartirse el botín
de una piratería deleznable. Vamos a servir a nuestro pueblo, pero
con verdadero espíritu de trabajo”. Después de atender diversas co-
misiones de la población a las cuatro de la tarde el candidato a go-
bernador asistió a un banquete que el comité de recepción le ofreció
en la Cueva del Club de Leones.
754
Mil y una crónicas de Atoyac
VIII
Los cívicos sostuvieron la candidatura de Bertoldo Cabañas Ocam-
po para la presidencia municipal, quien se enfrentó a Luis Ríos Ta-
vera. El priista comenzó su campaña política el 14 de noviembre
de 1962, con la visita al Humo, Ciruelar y Alcholoa, poblaciones
cercanas a la cabecera, mientras el Comité Municipal Electoral, in-
tegrado por Felicitos Godoy Cabañas y Elizabeth Flores Reynada, le
negaba el registro.
Fue el presidente del comité municipal del pri Tomás Fierro
de León quien se presentó al palacio municipal a registrar ante el
Comité Electoral la planilla de Luis Ríos Tavera, pero el presidente
Felicitos Godoy Cabañas no la registró porque no cumplía con los
requisitos que marcaba la ley electoral de ese tiempo. “Fierro de
León abandonó el palacio municipal temeroso de ser linchado por
un grupo de placeras”, comenta Wilfrido.
“Lo que pasó —dice Felicitos Godoy— es que la planilla que
presentó Tomás Fierro estaba en blanco, no tenía la firma ni los
sellos del comité del pri”. Al otro día llegó el agente del ministerio
755
Víctor Cardona Galindo
vor del pri. Ese día fuerzas fedérales del 32º batallón, patrullaron la
ciudad para guardar el orden. “No hubo incidente que lamentar, los
manifestantes se retiraron a sus casas a las 10:30 horas de la noche,
solamente la detención de dos taveristas que hizo la policía urba-
na por el hecho de haber gritado que viviera el pri”, asentó Fierro
Armenta como muestra que los cívicos usaban el poco poder que
tenían también para reprimir a sus enemigos.
El 6 de diciembre de 1962 a las 9 de la mañana, se contaron los
votos en el despacho de Rosendo Serna Ramírez donde se acumula-
ron 2 mil 187 votos a favor de los candidatos del pri. Ahí mismo Je-
sús Bello Soberanis por el comité electoral y Benjamín Manzanares
por la junta computadora hicieron entrega de las credenciales a los
regidores propietarios y suplentes que fungirán como autoridades
municipales durante el trienio 1963-1965.
En San Jerónimo de Juárez, a las 11 horas 30 minutos del 8 de
diciembre, mientras se celebraba un mitin de la acg, para protes-
tar por el fraude electoral, soldados del 32º batallón de infantería
detuvieron alrededor de 50 ciudadanos y a los líderes cívicos Roge-
lio Juárez Godoy, Fernando Sánchez Barrera, Armando Sandoval,
Joaquín Isla, Teodoro Bello, Clemente Benavides, Sabino Rodrí-
guez, y Donaciano Pino. A la mayoría se encarceló en los separos
del ayuntamiento de ese lugar y fueron liberados el mismo día, pero
los líderes fueron llevados por militares al puerto de Acapulco. La
población temía que los fueran a fusilar y para evitarlo hicieron un
plantón en el zócalo para demandar su libertad, lo que lograron
hasta el 15 por la tarde.
Luego la tarde del 13 de diciembre, fueron aprehendidos por
agentes de la policía federal Luis Cabañas Ocampo, Esteban y Ra-
món Sarabia y llevados al puerto de Acapulco. Los hermanos Sarabia
fueron dejados libres inmediatamente, mientras Cabañas Ocampo
fue conducido a la Ciudad de México. Wilfrido al hacer una hipó-
tesis de la detención escribió: “corre la versión de que los hermanos
Sarabia revelaron a los agentes al calor de las copas en un centro de
la Zona Roja, de que se iban a levantar en armas con su jefe Luis.
758
Mil y una crónicas de Atoyac
Sin embargo otros creen que se deba a los últimos mítines de pro-
testa que han organizado en contra del pri, y el régimen actual, la
Asociación Cívica Guerrerense en esta ciudad y demás pueblos de
la Costa Grande”.
Desde el 29 de diciembre a las 12 de la noche fuerzas federales
del 32º batallón de infantería, al mando del coronel Manuel Olve-
ra Fragoso y del teniente Benito Martínez Sosa, tomaron el pala-
cio municipal con el pretexto de resguardar el orden para la próxima
toma de posesión de Ríos Ravera y su cabildo. La comuna cívica en-
cabezada por Medardo Reyes Gudiño se negó a entregar el gobierno
a los priistas y se preparaba para entregarle a Bertoldo Cabañas, por
eso el ejército patrullaba la ciudad y tenía instalada avanzadas en el ca-
mino a la sierra, porque se esperaba una repuesta contundente de los
cívicos. También que los Cabañas tenían mucho arraigo en la sierra.
Ya a las 9 de la noche del 31, un grupo reducido de cívicos se
reunió frente al palacio municipal, para darle posesión a Bertoldo
Cabañas, pero las fuerzas del 32º batallón ya estaban posesionadas
del inmueble y patrullaban la ciudad. El alcalde Medardo Reyes
Gudiño después de sacar sus documentos de la presidencia, se incor-
poró a los cívicos que estaban en protesta por el fraude electoral y a
las 12 de la noche los dirigentes se reunieron en la casa de Elizabeth
Flores Reynada.
El primero de enero de 1963 a las 11 y media de la mañana
tomó posesión el presidente municipal Luis Ríos Tavera acompaña-
do por sus regidores y de Antonio Morales Alarcón, subprocurador
de Justicia en del estado quien asistió en representación del gober-
nador Arturo Martínez Adame.
A partir de aquí se fortalecía una clase política muy cercana a la
escuela Juan Álvarez y a la parroquia local. “Durante el trayecto de
la habitación de Ríos Tavera, cita en avenida General Juan Álvarez
12 norte al palacio, las fuerzas del 32º batallón tenían redoblada la
vigilancia para evitar cualquier acto agresivo”, nos dice Wilfrido.
Ese día los líderes cívicos: Medardo Reyes Gudiño, Pedro Ar-
zeta, Bertoldo y Luis Cabañas se remontaron a la sierra para para
759
Víctor Cardona Galindo
761
Víctor Cardona Galindo
II
Don Rosendo Radilla Pacheco quien dejó huellas profundas en el
pueblo de Atoyac era el resultado del trabajo constante y era el pro-
totipo del campesino que se benefició con las políticas cardenistas.
El general Lázaro Cárdenas les entregó las tierras y ellos cumplieron
con su parte haciéndolas producir cosechando maíz, café, copra y
criando ganado.
Como ya hemos venido hablando, Rosendo ponía parte de su
tiempo y recursos al servicio de la comunidad, por ello también en
la administración municipal 1953-1954 siendo presidente munici-
pal Ceferino Nogueda Pinzón, fungió como vocal de la comisión de
agricultura y política rural que presidía el regidor Sixto Ruíz Téllez.
Era elegante en su vestir. Cuando iba a una comisión a la Ciu-
dad de México lo hacía con traje y corbata. Él conocía todos los
recovecos de la cuestión agraria. Después del paso del huracán Tara,
encabezó una comisión que fue a la capital de la República para
solicitar el desazolve del canal que estaba al margen derecho del
río, a la altura de Huanacaxtle. Muchas veces en esas comisiones lo
acompañaron: Sebastián Castro Radilla y don Isabel López Piedra.
Era un hombre de familia muy querido por sus hijos, cuando
fue detenido y desaparecido por el ejército, se ocupaba de cuidar a
su madre que se había roto una pierna y no podía caminar. Ella se
773
Víctor Cardona Galindo
775
Víctor Cardona Galindo
776
Mil y una crónicas de Atoyac
III
Cuando Rosendo Radilla llegó a tener 50 cabezas de ganado, mu-
chas ancianas pobres acudían a su casa religiosamente todas las ma-
779
Víctor Cardona Galindo
En el estado de Guerrero
municipio de Atoyac
secuestraron a Rosendo
en un retén militar…
Activista cantautor
era Rosendo Radilla
le cantaba a la justicia
y también a la guerrilla.
Mujica, Juan. Fue abatido por las balas del ejército al intentar cruzar
la carretera cuando cumplía una comisión de reconocimiento del
terreno.
También a Pedro Castro Nava 35 años se lo llevaron los solda-
dos del centro de la cabecera municipal el 25 de agosto de 1974, el
mismo día que en un retén detenían a don Rosendo.
En sus reportes la Secretaría de la Defensa Nacional, Sedena,
habla del Plan Atoyac. El 9 de agosto de 1974 se informa que en
Rancho Alegre se tuvo contacto con la guerrilla “se logró establecer
contacto con el enemigo logrando herir a un gavillero y capturar la
primera arma perteneciente a la gavilla, una carabina m-1”. El 11 de
agosto capturaron al herido de Rancho Alegre “el detenido informó
que existen tres grupos: el de Lucio, el que conduce al senador y los
del grupo 18 de mayo”.
El 25 de agosto “se tiene un encuentro con un grupo de gaville-
ros que trataban de romper el cerco; resultando muerto un indivi-
duo conocido con el alias de Juan. El 27 de agosto en Fincas Viejas
se recuperó un fal y un mosquetón de los que fueron despojados
por elementos del 50 batallón el 25 de junio de 1972, durante la
primera emboscada.
“Durante los primeros 26 días de operaciones independiente-
mente de la acción militar; se han efectuado reuniones con los co-
misarios municipales, comisariados ejidales, asociados del Instituto
Mexicano del Café, maestros que trabajan en escuelas del área y con
los campesinos de sus propias comunidades, con lo cual se ha logra-
do que la actitud de la población civil, que antes se mostraba hostil,
altanera y expresaba apoyo al gavillero, haya cambiado, ya ahora se
reciben muestras de solidaridad al gobierno y la gente empieza a
cooperar con informes; además el cabecilla ya no se atreve a llegar a
los poblados”.
Lo anterior son los resultados del Plan Atoyac que informaba
el comandante de la 27 zona militar Eliseo Jiménez Ruíz el 5 de
septiembre de 1974, según un documento encontrado en el Archivo
General de la Nación.
782
Mil y una crónicas de Atoyac
necieron escondidos entre las hojas hasta el ejército los sacó a golpes
y se los llevó detenidos. Dicen que Adauto no se dejó alegó con los
soldados por eso lo golpearon mucho.
Al otro día todos los del pueblo encabezados por su comisario
los fueron a buscar pero ya los militares se los habían llevado. Encon-
traron mucha sangre regada, los cascajos se recogían a puños, doña
Bucha Hernández se los echaban en el mandil, pero el comisario no
la dejó traer ninguno. El 22 por la mañana los soldados no dejaron
pasar a los que ordeñaban por ese rumbo hasta que recogieron todo.
De los detenidos ese día únicamente Adauto Olea ya no regresó.
Él era de 1931 trabajaba en Elektra de Acapulco, sus jefes le daban
días porque les llevara camarones. Era del Ticuí tenía 10 hijos que
quedaron en la orfandad. Se le recuerda como un campesino muy
cariñoso, que no era chocante a la hora de comer, comía lo que
hubiera. De él nada se supo porque los que salieron del cautiverio
venían penados y nunca quisieron hablar.
Hasta la fecha no se sabe que hizo el ejército con los desapareci-
dos. De aquel tiempo se habla de los famosos vuelos de la muerte.
Se dice que entre agosto de 1975 y enero de 1979, presuntamente
se realizaron 30 vuelos para tirar al mar a 143 disidentes. Eduar-
do López Betancourt, procurador de Justicia y secretario general de
Gobierno durante la administración de Rubén Figueroa Figueroa,
en una entrevista que concedió a Misael Habana de los Santos, de-
claró que de la zona militar de Acapulco salían cadáveres y personas
vivas que eran tiradas al mar abierto. Aseguró que durante los años
setenta de la base aérea militar de Pie de la Cuesta salían aviones con
cadáveres y personas vivas para ser tiradas al mar.
Arturo Miranda Ramírez en su tesis: La violación de los derechos
humanos en el estado de Guerrero durante la Guerra Sucia; una herida
no restañada. Hizo varias entrevistas a víctimas de la Guerra Sucia y
encontró que muchos de los que estuvieron prisioneros en la base
aérea de Pie de la Cuesta sufrieron torturas psicológicas y era común
que les dijeran que serían tirados vivos al mar. Pero además algunos
sobrevivientes de la sala de tortura del cuartel de la colonia Mártires
784
Mil y una crónicas de Atoyac
en Atoyac, comentan que cada vez que sacaban a alguien los solda-
dos les decían: “se van a dar un banquete los pescados”.
En 1978 la Afadem documentó un total de 810 casos de perso-
nas desaparecidas y hasta 2014 van arriba mil 300 casos. Desde los
setentas la búsqueda no ha cesado ya ancianas las madres, hermanas
y esposas recuerdan como dormían en los corredores de casas desco-
nocidas. En el zócalo de Acapulco estuvieron en huelga de hambre
22 días. Ahí estuvieron: Yoyita, la Güera Serrano, doña Chana, Goyo
Radilla y doña Romana. En el cuartel de Atoyac llegaban hasta la
pluma y les decían que ahí no era cárcel.
De las gestiones ante el gobierno federal lograron que el pro-
curador Oscar Flores Sánchez con todo el cinismo respondiera a la
prensa internacional el miércoles 24 de enero de 1979, que de los
314 desaparecidos que el funcionario tenía en su lista, 154 murie-
ron en enfrentamientos con la policía, tres estaban presos senten-
ciados, 89 prófugos, 63 que se desconocía su paradero y dos habían
muertos en intentos de fuga, que a otro le estalló una bomba y uno
más que no supo que le pasó.
Para agosto de 1979 la agrupación encabezada por el doctor
Felipe Martínez Soriano, tenía tomada la embajada de Suiza para
presionar al gobierno, a fin de que éste cumpliera la Ley de Amnistía
y la presentación de todos los desaparecidos por motivos políticos
de México.
A principios de los ochenta se hablaba que en el fraccionamien-
to Copacabana había 30 pozos artesianos con cadáveres. Se inició la
investigación el 26 de agosto de 1980 y el 9 de septiembre se dio a
conocer a los medios. Posteriormente, el 15 de septiembre de 1980
la policía judicial allanó 20 viviendas de los cuidadores de la residen-
cia de Copacabana y finalmente el 18 de noviembre, 8 elementos
del 46 batallón supervisaron 6 de los 30 pozos, según la revista Pro-
ceso del 13 de octubre de 1980. Después el 31 de agosto de 1981,
Rubén Figueroa Figueroa declaraba a la revista Proceso “Los desapa-
recidos no están desaparecidos, están localizados, y se encuentran en
la panza de los zopilotes”.
785
Víctor Cardona Galindo
IV
En más de 20 años de búsqueda oficial no han podido dar con
Rosendo Radilla Pacheco ni con los demás desaparecidos políticos.
Desde la creación de la Comisión Nacional de los Derechos Hu-
manos, cndh, en 1990, la Fiscalía Especial y la coordinación de
investigación de la Procuraduría General de la República, pgr, lo
más relevante ha sido la entrega de los restos de los guerrilleros, Lino
Rosas Pérez René y Esteban Mesino Martínez Arturo que murieron
con Lucio Cabañas en el combate del 2 de diciembre de 1974.
El 6 de junio de 1990 por decreto presidencial se creó la cndh
que vino a sumarse al trabajo que antes hicieron el Frente Nacio-
nal Contra Represión dirigido por Rosario Ibarra de Piedra, mismo
que posteriormente se transformó en el Comité Eureka y el Frente
Nacional de Defensa de Presos Políticos, por el doctor Felipe Martí-
nez Soriano. Luchaban por la defensa de los derechos humanos y la
presentación con vida de los desaparecidos. Uno con métodos más
radicales que el otro pero se movían por los mismos objetivos.
Algunos reportes señalan que el asesinato de la activista Norma
Corona en 1990 fue uno de los hechos que obligaron al entonces
presidente Carlos Salinas a conformar la cndh, otros dicen que fue
un requisito que los otros países pusieron para firmar el Tratado
de Libre Comercio. En 1992 una reforma constitucional le otorgó
personalidad jurídica propia. Posteriormente la ley de la cndh le
concedió a la institución la posibilidad de diseñar sus propias reglas
internas y administrar sus recursos.
Desde su creación la cndh abrió un programa de investigación
sobre las desapariciones forzadas de la década de los setentas. Por
ello entre 1999 y el año 2001 la comisión realizó trabajo de campo
en Atoyac donde entrevistó a las familiares que estuvieron dispues-
tos a dar su testimonio.
En 1974 se hablaba del Grupo Sangre. La maestra Ángeles Mag-
daleno Cárdenas directora de Análisis e Información Histórica de la
fiscalía especial desempolvó del Archivo General de la Nación, agn,
786
Mil y una crónicas de Atoyac
V
El 29 y 30 de agosto de 1992, se constituyó en un congreso del Co-
mité Nacional Independiente, cni, realizado en Atoyac, el Comité
Municipal de Presos y Desaparecidos Políticos donde a propuesta
de Jesús Cardona Radilla quedó como presidenta Tita Radilla Mar-
tínez. La presidenta del nuevo comité comenzó a recibir denuncias
en una mesita instalada en la plaza principal de Atoyac.
Escribió Gloria Leticia Díaz en la edición especial número 33 de
la revista Proceso: “En los primeros años cada domingo Tita ponía
una mesita en el zócalo de Atoyac con tres sillas y una máquina de
escribir. Familiares de desaparecidos llegaban con las fotos de sus
seres queridos y le contaban sus historias una y otra vez… hasta que
se llenó de dolor”.
Fue en 1992 cuando el tema de los desparecidos políticos co-
menzó a ventilarse en los medios locales de comunicación. En ese
tiempo Felipe Fierro Santiago ya era profesor en la cabecera munici-
pal y como corresponsal del Suriano y después de la revista Contro-
versia se comprometió con el tema, Aurelia Pérez Cano del cni reco-
rría las redacciones de los diarios en Acapulco dejando los boletines
y con la fundación del Sur en 1993 a través de Maribel Gutiérrez los
familiares tuvieron voz. Antes, las huellas de ésta lucha únicamente
podían seguirse en las revistas de la Universidad de Guerrero y nivel
nacional a través de Proceso.
Pero también el 18 de diciembre de 1992, la Organización de
las Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre la Protección de
todas las personas contra la desaparición forzada.
Con la llegada de Rubén Figueroa Alcocer a la gubernatura en
abril de 1993, el pasado regresó y la gente en Atoyac vivió temerosa
que las cosas se volvieran a repetir. Más cuando aparecían por todos
lados libelos de la guerrilla y el temor al gobernador de quien se dice
792
Mil y una crónicas de Atoyac
VI
Desde los setenta la lucha por la presentación con vida de los des-
parecidos ha sido permanente. Pero uno de los años que más sobre-
salió en esa actividad fue 1994. El 10 de julio de ese año, un grupo
de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, ocss, acudió a
casa Guerrero para entrevistarse con el gobernador Rubén Figueroa
Alcocer, donde exigieron la libertad de José Guadalupe Guzmán,
uno de sus líderes que estaba prisionero, y un pliego petitorio que
contemplaba: agua potable, despensas, cartón para el techo de vi-
viendas, carreteras, puentes y el drenaje, a todo esto Figueroa dijo
que sí, pero cuando llegaron al punto de la presentación de los desa-
parecidos políticos la negociación se rompió, el gobernador los ame-
nazó y abandonó las pláticas.
El líder de la ocss, Benigno Guzmán contó en esa ocasión a la
revista Proceso: “Le presentamos el pliego al gobernador. Dijo que
a Lupe lo iban a liberar, y que el agua, las despensas y el cartón, las
carreteras, el puente, el drenaje, todo eso nos lo iba a dar. A todo
dijo que sí. Cuando llegó el punto de la presentación de los desa-
parecidos políticos, el gobernador dijo que mucho pedíamos a los
desaparecidos y que a esos ya se los había llevado la chingada, que
ya no tenían vuelta”.
Por iniciativa de la Federación Latinoamericana de Asociaciones
de Familiares de Detenidos Desaparecidos, Fedefam, la última semana
de mayo se conmemora la semana internacional de detenido desapa-
recido y el 30 de agosto el día internacional de detenido desaparecido.
Por eso el 30 de agosto de 1994 el Comité Nacional Indepen-
diente encabezado por Aurelia Pérez Cano y Tita Radilla Martínez
realizaron una marcha de la preparatoria 22 al zócalo, al grito de:
“Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
798
Mil y una crónicas de Atoyac
los cimientos de una sociedad más justa, donde todos tengan para
vivir en sus pueblos, educación, medicinas y mejores viviendas.
Mientras se desarrollaba la misa afuera de la capilla se instaló
una mampara con 140 fotos de los desaparecidos y una manta que
decía “Desaparecidos presentación. Exigimos respeto a los derechos
humanos, civiles y políticos”, mientras una comisión encabezada
por Tita, Isaías y Marcos Loza, levantaban testimonios.
Luego en ese mismo octubre del 2000 en una misa ofrecida en
la parroquia de Santa María de la Asunción el sacerdote Pedro Rum-
bo Alejandri resaltó que “la riqueza política y militar debe ser en be-
neficio de todos los ciudadanos… el evangelio invita a no apegarse
a la riqueza material porque ciega el corazón y provoca injusticias”,
eso lo dijo ante unos 50 familiares encabezados por Tita Radilla,
Isaías, Hilario y Wilibaldo Rojas, quienes instalaron en el portal de
la iglesia una exposición fotográfica de los desaparecidos.
El 23 de octubre de 2000 por la noche, dirigentes del prd y fa-
miliares de desaparecidos presentaron ante la delegación estatal de la
pgr de Chilpancingo una denuncia penal contra el mayor retirado
Elías Alcaraz Hernández, por los delitos de genocidio, desaparición
forzada, privación ilegal de la libertad y lo que resulte en agravio de
civiles a quienes se les secuestró, torturó en la década de los setenta.
Familiares de desaparecidos encabezados por Enrique González
Ruíz, se reunieron con diputados federales, el 28 de octubre del
2000, estuvieron los legisladores del pan, Pablo Arnaud Carreño,
Saúl Yoselovitz y Gumersindo Álvarez; así como los del prd, Norma
Reyes Terán, Genoveva Domínguez, Petra Santos y Miguel Bortoni.
Esa reunión fue moderada por Joel Iturio Nava hijo del desapa-
recido Doroteo Iturio de Jesús y Andrea Radilla Martínez hija de
Rosendo Radilla. Al final se hizo una marcha que llegó hasta las
instalaciones del Colegio de Policía antes el 49 batallón de infantería
ahora Ciudad de los Servicios.
El 29 de noviembre del 2000, la Afadem entregó el primer pa-
quete de denuncias a la pgr. Y el 20 de marzo de 2001 realizó una
marcha con la participación de los integrantes de la Afadem, que
801
Víctor Cardona Galindo
VII
Ante la denuncia de los vecinos, el martes 15 de marzo del 2001,
peritos de la Procuraduría General de la República acompañados de
visitadores de la cndh realizaron excavaciones en la comunidad de
Los Tres Pasos. Las diligencias fueron en el patio de la vivienda, de
Guadalupe Gervasio Barrientos tía de Lucio Cabañas, que durante
la guerrilla fue utilizada por los soldados como cuartel.
Se escarbó un hoyo de dos metros de diámetro por uno de pro-
fundidad de donde extrajeron 23 pedazos óseos y un trozo de tela
que fueron trasladados a la Ciudad de México para ser analizados
por peritos de la pgr y del Instituto Nacional de Antropología e
Historia, inah. Luego la Procuraduría en el boletín número 234/01
emitido el 18 de mayo del 2001, dijo que realizó un estudio en
colaboración con el inah y que los antropólogos físicos, Arturo Ro-
mano Pacheco y José Francisco Ortiz, después de haber estudiado
macroscópicamente los 23 fragmentos recogidos determinaron que
se trataba de residuos óseos de un equino.
Muchos luchadores sociales cuestionaron el resultado. Tita Ra-
dilla Martínez dudó que los restos fueran de caballo, porque en la
sierra no acostumbran a enterrar a los animales y menos con ropa,
por los pedazos de tela encontrados en el lugar de la excavación.
Días más tarde, el miércoles 28 de marzo de 2001, visitadores de
la cndh también realizaron excavaciones en la comunidad de Agua
Zarca, en los terrenos de don Francisco Sánchez Domínguez, donde
se han reportado indicios que el ejército enterró civiles muertos des-
pués del enfrentamiento de La Pascua el 8 de septiembre de 1974,
cuando rescataron al senador Rubén Figueroa.
Los visitadores: Francisco Javier Dávila López, Armando Ara-
gón Andrade y Luis Darío Islas Pérez, acompañados del personal
de protección civil del ayuntamiento de Atoyac, de la auxiliar del
ministerio público del fuero común Lourdes Magaña Flores y del
perito en criminalística Carlos Canseco Alberto fueron en busca de
lo que la prensa llamó “el panteón olvidado”. En ese lugar los traba-
804
Mil y una crónicas de Atoyac
814
Mil y una crónicas de Atoyac
815
Víctor Cardona Galindo
II
La vida de Zohelio Jaimes Chávez estuvo marcada por su presencia
en los momentos cruciales de nuestra historia reciente. Muchas ve-
ces nos contó que cuando cursaba segundo año de primaria su padre
Gonzalo Jaimes lo llevó a Tixtla, al internado 21 donde estuvo dos
meses esperando que le otorgaran una beca, pero como nunca le
llegó se regresó a seguir estudiando en la escuela de su comunidad
donde únicamente había clases hasta cuarto año.
Fue en uno de esos viajes a Tixtla cuando le tocó el sepelio de los
caídos en la masacre del 30 de diciembre de 1960, vio el día primero
de enero el desfile de los ataúdes, por las calles de Chilpancingo.
Recordaba “me tocó, era muy triste, yo estaba chavo, tenía 7 u 8
años, en la tarde estábamos esperando el camión para Tixtla. Eso me
quedó muy grabado”.
Zohelio contó su testimonio y le dio su historia de vida a todos
los que fueron a buscarlo a su despacho de la Coalición de Ejidos,
siempre dejaba bien clara su postura política y sus prioridades como
luchador social, el café, la vía campesina, los transgénicos y los desa-
parecidos políticos. Muchos investigadores y periodistas lo trataron
y lo quisieron. Luis Hernández Navarro lo colocó a la altura de Ál-
varo Ríos aquel líder agrario chihuahuense que más tierras repartió
a los campesinos.
Se preocupaba mucho por el rescate de la historia regional, pro-
movió la edición de la revista Cronos, lo que el tiempo no disuelve y
diversas publicaciones más. Fue también presentador del libro El
último disparo de Felipe Fierro Santiago. Lo recuerdo últimamente
asistiendo a los eventos de la Converdad, a la lectura de fragmentos
de mi novela El sendero de los cacahuananches y al velorio de la maes-
tra Hilda Flores Solís.
Personalmente conocí a Zohelio Jaimes Chávez el 18 de agos-
to de 1988 en el centro social Lido cuando inició el Segundo En-
cuentro Nacional Campesino que terminó el 20 de ese mismo mes.
Esa vez con la presencia de más de 60 organizaciones se discutió el
816
Mil y una crónicas de Atoyac
817
Víctor Cardona Galindo
bado con sábado asistían a buscar puntos, pues además de los antes
mencionados, se habían incorporado otros dos elementos, Delfino
Jiménez Mendoza y Ricardo Jones Ocampo, por lo que los internos
esperábamos los sábados culturales con ganas de disfrutar el partido,
sobre todo el triunfo del equipo del penal. Para esos sábados cultu-
rales, la dirección del penal permitía la visita de esposas, novias o
concubinas para echar porras a su equipo, mismos que salían al tér-
mino del partido. Tiempo después y a petición nuestra, se logró que
la visita se quedara a esos eventos deportivos ya que la visita familiar
era hasta el otro día domingo. Así fue como se logró un pequeño
pero importante beneficio para la población carcelaria”.
“Como era de esperarse, el básquetbol dio muchas satisfacciones
a los internos y todo gracias a la destreza de los inocentes llevados
a prisión para justificar los medios represivos del Estado mexicano.
Esos acontecimientos nos hacia olvidar a muchos el encierro y hasta
las penurias de nuestras familias. Recuerdo que en ese torneo brilló
todo el equipo, pero sobre todo Benito Manrique que con un tiro
desde la esquina y casi sin ángulo de tiro, encestaba la pelota con
precisión milimétrica, logrando encestes increíbles. Por otra parte
Francisco Vargas Vinalay, Franco, que siendo de baja estatura, tenía
un triple hecho dando grandes saltos y depositando suavemente la
pelota dentro del aro. La defensa férrea de Delfino Jiménez y Ricar-
do Jones Ocampo que al mismo tiempo que defendían, repartían
juego a Benito, Francisco y Zohelio que tenía el tiro clásico, “po-
niendo una mano adelante y otra atrás de la pelota, se levantaba y
quedaba suspendido en el aire, misma que al soltarla le hacía dar un
giro jalando por lo que iba rodando al revés y en forma casi recta
y al llegar al aro como que perdía fuerza y se clavaba en la piolas”.
“Como podemos imaginar otra vez la final del año anterior, la
revancha esperada: Penal Uno-Fiesta Americana. El encuentro fue
reñido, peleado palmo a palmo, pero esta vez Benito Manrique fue
el verdugo de ese equipo bizarro llamado Fiesta Americana. Sin em-
brago los ‘campes’ obtuvieron el gusto de levantar el trofeo, pues
días después obtendrían su libertad, bajo una amnistía poco clara.
821
Víctor Cardona Galindo
III
Al salir de la cárcel, el joven campesino se incorporó a las activida-
des de su familia y después de una pequeña estadía en las labores
del campo, trabajó en el Instituto Mexicano del Café, Inmecafé, al
mismo tiempo que comenzó las gestiones para mejorar la vida de
los cafetaleros todavía en el periodo del gobernador Rubén Figueroa
Figueroa, quien en una ocasión le ofreció poner todo el ganado de
un rancho a su nombre. Zohelio le contestó: “No vengo a pedir
nada a nombre mío”.
A partir de 1979, Jaimes Chávez se comprometió con los cafe-
taleros de la Costa Grande y para 1980 era uno de los principales
promotores del movimiento campesino en la región, inicialmente
con la Coordinadora Regional de Productores de Café de la Costa
Grande. También fue una activo sindicalista, en 1983 fue electo
secretario general de la sección viii del sindicato del Inmecafé, co-
rrespondiente al estado de Guerrero y presidente del comité nacio-
822
Mil y una crónicas de Atoyac
Zohelio Jaimes Chávez, dijo a los zapatistas que esa era su casa, que
se sintieran a gusto, que en Atoyac como en Chiapas también se
sufría la represión e invitó a constituir un movimiento amplio para
rescatar al país del exterminio a que estaba siendo sometido. Los
zapatista volvieron el 17 de marzo a la Coalición donde Zohelio
expresó que la lucha del ezln era la lucha de todos.
En el 2002 en la ix Asamblea Nacional de Unorca realizada en
San Cristóbal de las Casas, fue electo parte de la Comisión Ejecutiva
Nacional, con esa posición participó activamente en las moviliza-
ciones de esa organización para integrar el movimiento “El campo
no aguanta más”, que promovió el 2003 los 10 días de huelga de
hambre en el Ángel de la Independencia donde Zohelio fue un ele-
mento activo.
Desde el 2005 fue miembro de la Coordinadora Nacional de
la Unorca, por eso durante los días 27 y 28 de agosto de 2010, se
llevó a cabo la Asamblea Nacional aquí en Atoyac para celebrar los
25 años de vida de la Unorca y 30 de la Coalición de Ejidos de la
Costa Grande. En el discurso de bienvenida Zohelio Jaimes dijo que
ninguna organización y ningún gobierno pueden serlo sin las bases.
Recordó que cuando inició la organización campesina las primeras
reuniones se hicieron de manera clandestina. La iniciaron 11 com-
pañeros que ingresaban a las asambleas cada cinco minutos para no
despertar sospechas, en ese tiempo era muy complicado reunirse
porque la Costa Grande estaba en estado de sitio. En ese discurso
también llamó a retomar el rumbo que se le impuso al movimiento
campesino en los ochentas.
A últimas fechas Zohelio era colaborador de la Comisión de la
Verdad del estado de Guerrero, misma que se había convertido en
una de sus prioridades y les facilitó una oficina en las instalaciones
de la organización.
Zohelio también tuvo una intensa actividad internacional. En
1989 participó como delegado a la conferencia “Mejoramiento de
la producción y alternativas de la comercialización del café, grupo
otros suaves”, realizada en San Pedro Sula, Honduras. Fue instructor
826
Mil y una crónicas de Atoyac
tudio nos hacía conocernos más de cerca y ahí, tanto había compa-
ñeros de la región de Tierra Caliente, como de la región montañosa
de Tlapa, como bullangueros costeños de la Chica y de la Grande;
un hombre anciano dirigía la escuela, el gran educador y misionero
del abc, en los medios rurales e ilustre hombre, el maestro Raúl
Isidro Burgos”.
“La excelsa labor educativa del maestro Raúl Isidro Burgos le
valió que en vida, por iniciativa de los propios alumnos normalistas,
se sustituyera el nombre de Escuela Normal Rural Conrado Abun-
des por el de Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos. Este fue el
merecido reconocimiento al maestro rural que no escatimó tiempo
en la organización de sus alumnos para que en el campo, se rozaran
hombro con hombro con los campesinos, apoyándolos”, comenta
Mejía.
En 1934 el alumnado era mixto. Las alumnas, llegadas de di-
versos lugares del estado de Guerrero, dormían en la planta alta, los
hombres, en la planta baja. Las clases en el amplio comedor, pues
faltaban construir aulas para las clases diarias.
“Para el año de 1934, la Secretaría de Educación Pública dis-
puso un nuevo programa de preparación para los futuros maestros
rurales de la República y cambió el nombre de Escuelas Normales
Rurales por el de Regionales Campesinas, con un plan de estudios
de tres años en vez de dos”.
Desde su fundación la normal de Ayotzinapa gozó de una prác-
tica democrática, donde los alumnos tuvieron los mismos derechos
que los docentes. Se elegía la sociedad de alumnos y participan todos
en la elaboración de los reglamentos internos. Durante la dirección
de Hipólito Cárdenas, éstas prácticas mejoraron, con el agregado
que se informaba a los normalistas del diario acontecer fortalecien-
do en los estudiantes su capacidad de análisis.
“Llegó a la escuela el culto ingeniero Hipólito Cárdenas Deloya,
quien hizo una transformación radical a la misma y comenzaron
a mezclarse ideas de hombres extranjeros terminados en in y tov,
como Stalin, Bugarín, Molotov, etc., y a llegar la literatura rusa con
832
Mil y una crónicas de Atoyac
nuevas ideas que encontraron ‘adictos’, así como a formarse las cé-
lulas comunistas donde se trataban las marchas de la escuela que los
mismos alumnos nos imponíamos y algunos otros asuntos emana-
dos del buró político del Partico Comunista Mexicano, pcm, cuyo
principal dirigente eran era el finado Hernán Laborde”, escribió Ra-
miro Duarte Muños en su libro Copra. Una visión social del cultivo
coprero en la Costa Grande a mediados del siglo xx.
De hecho, la fundación del pcm en Guerrero, se le atribuye ade-
más de Hipólito Cárdenas, al profesor atoyaquense Silvestre Gómez
Hernández, Miguel Arroche Parra y a Pedro Ayala Fajardo. El pcm
tuvo en la normal de Ayotzinapa su principal bastión.
Aunque el Partido Comunista ya tenía presencia en Ayotzinapa
desde antes de la llegada de Hipólito Cárdenas. Cuando Othón Sa-
lazar llegó a esa normal entró en contacto con el periódico del Parti-
do Comunista, La Voz de México, “lo que le permitió enterarse de las
noticias de la vida nacional. El profesor Raúl Isidro Burgos, director
de la normal, recordaba que el estudiantado era muy radical, que
existía una célula del pcm que controlaba la dirección estudiantil del
alumnado. Su consejero áulico era el profesor Palemón Moncayo, él
influyó mucho en la formación de Othon”, recogen Noé Ibáñez y
Catalina Isabel Cabañas en el libro Othón Salazar Ramírez una vida
de lucha.
Cuando Ramiro Duarte Muñoz egresó de la normal, fue envia-
do como maestro a la comunidad del Ciruelar, municipio de Ato-
yac. Ya para 1943, Isidoro Meza encabezaba una célula del Partido
Comunista en la cabecera municipal a la que se integró. Luego por
motivos de su actividad política, el profesor Meza sería asesinado en
Acapulco.
Desde los años treinta la normal de Ayotzinapa ha organizado
huelgas para hacerse escuchar por los gobiernos, del estado y federal,
por ello, tal vez, la historia de represión a la normal de Ayotzinapa
venga desde 1940, cuando el ejército tomó las instalaciones, detuvo
a los maestros y al comité estudiantil. Durante el asalto, los militares
desnudaron a los normalistas y los encarcelaron durante tres años.
833
Víctor Cardona Galindo
II
Ese movimiento logró mejorar las condiciones en la normal y desde
allí Cabañas aumentó su popularidad como líder natural. Arturo
Miranda Ramírez y Carlos G. Villarino en su libro El otro rostro
de la guerrilla 40 años después, escriben que Lucio Cabañas ingresó
a la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Brugos de Ayotzinapa para
concluir sus estudios de educación primaria en un grupo que fun-
cionaba como anexo a la normal para las prácticas de los estudian-
834
Mil y una crónicas de Atoyac
bre de ese año Wilfrido Fierro escribió: “A partir de esta fecha y du-
rante los días 18, 19, 20 y 21 respectivamente se celebrará en el cine
Álvarez de esta ciudad, una Convención de Estudiantes de Segunda
Enseñanza, para formar la Federación Estudiantil Guerrerense. Los
patrocinadores son las escuelas de Chilpancingo, Universidad de
Guerrero, Iguala, Tixtla y Ayotzinapa. El acto de apertura estuvo
a cargo del licenciado Braulio Maldonado, quien dijo en su pieza
oratoria: ‘El deber del estudiantado, es de participar en la vida del
pueblo de México y en los problemas que confronta la patria’. Para
el desarrollo de este congreso, ayudaron económicamente las auto-
ridades municipales que encabeza Félix Roque Solís”.
Uno de los guerrilleros más conocidos, Carmelo Cortés Castro,
al terminar la primaria, continuó sus estudios en el internado de
la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos a donde ingresó en
1962 para cursar la secundaria. Durante el ciclo escolar 1964-1965,
fue miembro del Comité Nacional de la Federación de Estudiantes
Campesinos Socialistas de México, fecsm. Concluida la secundaria,
salió del internado para continuar sus estudios en la Universidad
Autónoma de Guerrero, en la preparatoria uno de Chilpancingo,
porque quería ser abogado.
Al integrarse a la Universidad Autónoma de Guerrero, Carmelo
Cortés encabezó una protesta en contra de las autoridades univer-
sitarias. Pero a raíz de ese movimiento estudiantil fue expulsado el
7 de abril de 1965 junto con otros de sus compañeros. A los pocos
días los expulsados se apoderaron del edificio de la universidad, apo-
yados por alumnos de la normal de Ayotzinapa, colocaron una ban-
dera rojinegra y una manta que decía “El estudiantado universitario
no puede permitir que se traicionen los principios y dignidad uni-
versitaria”. El 8 hubo Consejo Universitario, que acordó denunciar
por despojo a los estudiantes que tenían en su poder el edificio. Ese
día a las 19 horas, hubo una manifestación y mitin de estudiantes
adictos al rector frente al palacio de gobierno.
En ese tiempo, como ahora, la represión contra el movimiento
social era la principal agenda del gobierno, el 9 de noviembre de
838
Mil y una crónicas de Atoyac
III
Hasta encontrarlos. “Porque vivos se los llevaron y vivos los queremos”.
IV
Desde 1937 los alumnos de Ayotzinapa venían exigiendo que el
personal docente estuviera completo y con la preparación requerida,
en aquel tiempo como ahora, carecían de camas suficientes y mu-
chos alumnos dormían en el suelo frío. Eran presa de los zancudos
y algunos padecían paludismo. La escuela carecía de herramientas y
maquinaria para los talleres y las labores agrícolas. La cuota que reci-
bían para la alimentación era de 50 centavos diarios por alumno. La
institución padecía el acoso de supervisores que llegaban sin avisar y
siempre buscaban minuciosamente las fallas.
Los estudiantes planteaban sus demandas a cualquier represen-
tante del gobierno que llegara a visitarlos. Al encontrar oídos sordos,
846
Mil y una crónicas de Atoyac
vez más viles. Mientras los alumnos cada vez presionaban más para
exigir la salida de su calumniador y la fecsm también se moviliza-
ba preparando la huelga general de los estudiantes campesinos y
logrando la solidaridad del snte y de los campesinos en torno a
los alumnos de Ayotzinapa. Pérez Guerrero había hecho creer a las
autoridades que el pueblo humilde odiaba a los normalistas, pero se
dio contra la pared cuando la mayoría del pueblo se solidarizó con
los tortugos.
“Los lectores confiados en las letras de molde de la prensa mer-
cenaria, prostituta y venal, dedicada a combatir enconadamente a
toda causa del pueblo, presentó en grandes titulares la bazofia se-
cretada por el cerebro enajenado del que ocupaba la dirección de la
escuela, cuyo texto acusaba a maestros y alumnos de haber ultrajado
y quemado la bandera nacional. No tuvieron el menos respeto al
público al afirmar que los estudiantes la habían pisoteado y que-
mado, izando en su lugar la rojinegra”, escribiría Cárdenas Deloya.
El gobierno de Ávila Camacho, en vista del escándalo provoca-
do por los de Ayotzinapa y para calmar a la opinión pública, proce-
dió sin ninguna prueba que los incriminara en contra los alumnos
y maestros de la institución. Reprimiéndolos sin consideración y
llevando a los dirigentes a la cárcel.
El dos de mayo se presentó el gobernador Carranco a la escue-
la acompañado del procurador de Justicia del estado, su secretario
particular, el inspector de zona de Tixtla profesor Alberto González
Valle, el presidente municipal de Tixtla y el coronel Badillo, con una
sección de infantería del 37 batallón y otra más de Chilpancingo,
la guarnición de Tixtla, la policía del estado uniformada, la policía
judicial y un séquito de periodistas.
La tropa militar se colocó en lugares estratégicos y pusieron sitio
a la escuela. “Daban órdenes altisonantes y ejecutaban maniobras,
aplicando sus flamantes conocimientos militares. En poco tiempo,
la escuela estuvo sitiada por el ejército, con sus fusiles en posición de
tiradores y bayonetas caladas, listos para la carga. El campo estaba
dispuesto para atacar por todos los flancos y la retaguardia bien pro-
849
Víctor Cardona Galindo
por inepto y porque era el autor de las calumnias que de manera sis-
temática se fraguaban en Tixtla por lo sinarquistas contra alumnos
y alumnas”.
Después del simulado mitin de Tixtla, con periodistas y com-
parsas, Pérez Guerrero salió a Chilpancingo a entrevistarse con el
gobernador y como resultado de esto, el coronel Badillo salió con
un pelotón del 37 batallón y llegó a la escuela a detener a nueve
jóvenes de la sociedad de alumnos. Después de ser detenidos fueron
llevados al cuartel de la partida militar en Tixtla, donde los golpea-
ron a culatazos, mientras el coronel se regresó a Ayotzinapa, arrancó
un cuadro de Carlós Marx y encerró a los alumnos en el comedor
donde los amenazó para obligarlos a firmar un acta donde se desis-
tían de sus demandas, sin embargo nada logró y algunos estudiantes
fueron aislados y retenidos en una camioneta militar.
Los alumnos contestaron, “ese director nos ha calumniado y
quiere destruir la escuela, que es la única donde pueden estudiar los
hijos de los pobres que no tienen bienes para pagarnos los estudios
(…) Estamos exigiendo a la Secretaría de Educación que cumpla
con la ley y con sus compromisos con ésta escuela, porque nos tie-
nen abandonados a pesar de tener presupuesto aprobado para aten-
der nuestras necesidades”. El coronel los amenazó: “Ahí tengo una
camioneta disponible para llevar a los rebeldes a tirarlos a otro lado,
donde no se vuelva a saber de ellos”, ni así se doblaron en sus de-
mandas los estudiantes.
Los detenidos: Modesto Álvarez, Ezequiel Pérez, Efrén Hernán-
dez, Daniel Ramos, Rafael y Pablo Añorve, Luis G. López, Miguel
Alonso y Estanislao Córdova, fueron acusados por los ultrajes a la
bandera. Al caérseles en teatrito de que habían quemado el lábaro
patrio quisieron justificar el ultraje con el hecho de que el alumnos
Modesto Álvarez tenía entre sus pertenencias una bandera que le
había entregado el general Lázaro Cárdenas para la escuela y no se
habían hecho los honores correspondientes para recibirla.
Los testigos comprados “aseguraron que alumnos y maestros,
sociedad de alumnos, comité de huelga, delegación sindical, se re-
851
Víctor Cardona Galindo
V
Una vez localizados los restos del guerrillero Lucio Cabañas Barrien-
tos, en el año 2002, fueron homenajeados en distintos puntos del
estado de Guerrero. En la fecha en la que se cumplieron 28 años de
su muerte. Los restos fueron llevados a las instalaciones de la Escuela
Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, donde se graduó
como maestro rural en 1963. Su alma mater lo cobijó de nuevo.
“—Ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo—, la frase de
Cabañas, se pudo leer en uno de los muros de la escuela, ubicada a
12 kilómetros de Chilpancingo”, registró aquella ocasión la prensa
nacional. El diario Reforma entrevistó a la profesora Estela Cervan-
tes, encargada de la biblioteca de la normal, quien conoció a Lucio
cuando cursaba la secundaria en la institución. Ella lo describió:
“Era muy listo y ya era líder en su grupo. En la normal siempre
sacó buenas calificaciones. Cuando se fue de guerrillero a la sierra
nunca les dijo a los estudiantes de la escuela que se fueran con él,
siempre fue respetuoso”. Sin embargo, varios ex alumnos de Ayotzi-
napa lo siguieron a la sierra, como Inocencio Castro, Rafael Castro,
852
Mil y una crónicas de Atoyac
VI
El 12 de diciembre de 2011, de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro
Burgos, de Ayotzinapa, salieron unos 400 estudiantes a manifestarse
en demanda de solución a su pliego petitorio y pedir una audiencia
con el gobernador Ángel Aguirre Rivero. Los estudiantes se traslada-
ron a Chilpancingo en seis autobuses. Llegaron alrededor de las 11
de la mañana a las afueras de la ciudad y cerca de la desviación hacia
Tierra Colorada, frente al hotel Parador del Marqués, bloquearon
la carretera.
Los jóvenes normalistas que, como es su costumbre, cubrían sus
rostros con paliacates y playeras. Querían plantear al gobernador los
problemas de la normal, como la reanudación de clases suspendidas
por un paro de maestros, la ampliación de la matrícula y plazas para
los egresados.
Y como es usanza en todos los gobiernos autoritarios, antes que
los funcionarios que puedan resolver, se presentan los cuerpos repre-
sivos. El bloqueo llevaba una hora cuando llegó al policía federal,
acompañados de preventivos estatales y ministeriales. La agresión
de los cuerpos policiacos fue directa. Los disparos duraron entre 15
a 20 minutos. Los alumnos se defendieron con piedras y otros co-
rrieron a cubrirse. De pronto personas ajenas al movimiento incen-
diaron una bomba despachadora de la gasolinera Eva ii, arrojándole
una bomba molotov. El trabajador Gonzalo Rivas Cámara intentó
apagar el fuego de la bomba en llamas y se quemó al explotar una
garrafa de gasolina, que se encontraba cerca del artefacto incendia-
do. El trabajador murió el domingo uno de enero del 2012. Fuentes
gubernamentales le atribuyeron al dirigente campesino de Coyuca
Benítez, Luis Olivares este atentado.
858
Mil y una crónicas de Atoyac
tivos del alcalde de Iguala, José Luis Abarca, para ordenar por radio
el ataque a los normalistas el 26 de septiembre.
VII
Luis Olivares Enríquez, dirigente de la Organización Popular de
Productores de la Costa Grande, oppcg, quien fuera acusado del
incendio de la gasolinera Eva ii, en los hechos del 12 de diciembre
del 2011, fue asesinado con su pareja, Ana Lilia Gatica Rómulo,
dentro de su casa en la colonia Fuerte Emiliano Zapata en Coyuca
de Benítez el 10 de noviembre del 2013. Precisamente cuando la re-
presión se había desatado en otras partes del estado contra dirigentes
sociales ligados al movimiento normalista.
Ante el asesinato de Luis Olivares, los estudiantes de la escuela
normal rural de Ayotzinapa, llamaron a las organizaciones sociales,
intelectuales, académicos, periodistas y al pueblo en general a rever-
tir las tendencias autoritarias de Guerrero y en un boletín que circu-
ló, ese mismo día del crimen, contabilizaban 13 luchadores sociales
asesinados durante el gobierno de Ángel Aguirre Rivero.
La tarde de ese 10 de noviembre, policías comunitarios, maes-
tros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en
Guerrero, ceteg, y estudiantes de la Normal rural de Ayotzinapa
marcharon en Chilpancingo para exigir la liberación inmediata del
promotor de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunita-
rias, crac, en Tixtla, Gonzalo Molina González, quien había sido
detenido el 6 de noviembre de 2013 en la carretera federal Chilpan-
cingo-Tixtla, acusado de terrorismo, privación ilegal de la libertad
y robo.
Cuando el contingente regresaba a Tixtla, la noche de ese 10 de
noviembre, se dio un enfrentamiento a pedradas entre elementos de
la policía comunitaria de Tixtla y estudiantes de Ayotzinapa contra
la policía estatal y efectivos del ejército mexicano, que dejó tres le-
sionados, dos estudiantes y un policía. El encuentro fue a las 20:30
cerca de la central de autobuses de Chilpancingo, sobre la lateral del
864
Mil y una crónicas de Atoyac
escuchar que dentro de ese bosque salía una multitud de voces (…)
Eran los naturales que por todo almuerzo comían los sabrosos fru-
tos, que a la sazón se encontraban tirados bajo las sombras de cor-
pulentas palmeras. Ante aquella alharaca de revolucionarios noveles,
el cura Morelos quiso darles una lección por el descuido en que se
encontraban y, al efecto, ordenó que se les marcara el ‘quien vive’,
y como en su vida jamás habían oído gritos guerreros ni tampoco
sabían cómo contestarlos, resultó que cuando escucharon la pala-
bra amenazante de hacerles fuego, respondieron con la exclamación
¡Santo Dios! Al escuchar estas ingenuas palabras, Morelos se adelan-
tó y llegando hasta ellos les trató con amabilidad y cariño, diciéndo-
les: ‘No hijos, cuando oigan estos gritos, contestarán: ¡La América!
o ¡La Virgen de Guadalupe!’
Después del incidente, muy contentos, los naturales prosiguie-
ron el camino en compañía de cura Morelos, para acampar en Co-
yuca de Benítez, Bajos del Ejido, El Ejido Viejo y Pie de la Cuesta.
Al llegar al puerto de Acapulco su contingente ya rebasaba los mil
hombres. Aunque mal armados iban todos dispuestos a dar la vida
por lograr la independencia.
Una vez consumada la independencia, la zona no quedó en paz,
dice Francisco Gómezjara, en Bonapartismo y lucha campesina en la
Costa Grande de Guerrero, citando a Orozco y Berra: “La de Ato-
yac… esta población se componía, en su tercera parte, de familias
descendientes de gente blanca; pero en el año del 30 [1830] se su-
blevaron una noche los indígenas contra los de razón, matando a
balazos a algunos hombres y mujeres, de cuyas resultas huyeron los
que quedaron para otros puntos abandonando sus casas; causa por-
que en el día son todos naturales”.
También en Tecpan ocurrió algo similar cinco años después. “A
ejemplo de los indígenas de Atoyac y adunado con ellos, se sublevó
en septiembre de 1835, contra los de razón y asesinaron a las once
del día 15 de dicho mes al primer alcalde, al subprefecto y al admi-
nistrador de alcabalas; y podían haber sacrificado a más víctimas si
no se hubieran fugado precipitadamente”.
871
Víctor Cardona Galindo
875
Víctor Cardona Galindo
II
Tenía siete años que el levantamiento del general Jiménez había ter-
minado, cuando se vino la llamada Guerra de los Pinzones en 1884.
Muchos atoyaquense abrazaron esa causa, donde uno de los valero-
sos capitanes fue el bisabuelo de Lucio Cabañas, Doroteo Cabañas
Calderón.
El Fénix, 49, que se publicó el 16 de diciembre de 1876, dice
que la señora Josefa Amaro Galeana peleaba la posesión del predio
Las Huertecillas que le fue despojado por el finado coronel Eugenio
Pinzón y se condenó a los descendientes del despojante al pago de
costas, daños y perjuicios con previa justificación de la parte acto-
ra. El fallo a favor de Amaro se dio el día 28 de octubre de 1876,
firmado por Martín Solís juez de primera instancia del distrito de
Galeana. A partir de ahí los Pinzones acudieron a los buenos oficios
de sus amigos en el gobierno, pero no encontraron apoyo porque la
contraparte pertenecía a la también poderosa familia Galeana.
Se dice que las injusticias del gobierno que presidía Manuel
González, el acoso del gobernador del estado Diego Álvarez y el
pleito de tierras en el predio Huertecillas, dio origen al movimiento
armado del año 1884, promovido por los hermanos Pinzón, que
llevó como jefe a Dámaso Reyes, el general Zoyate. Estas fuerzas su-
blevadas fueron atacadas por primera vez en la cuadrilla del Humo
municipio de Atoyac. Después de este combate, los pinzones tuvie-
ron que resistir la embestida de la fuerzas federales de los batallones
de infantería 4º, 8º y 24º que comandaban Pioquinto Huato, Gre-
gorio Ney y Esteban Morales respetivamente y que estaban bajo las
órdenes del coronel Canuto Neri.
“La población de Atoyac tuvo que soportar una de la situaciones
más difíciles de sus tragedias; sus casas fueron objeto de incendios y
de igual suerte corrieron las cuadrilla del Salto, Mexcaltepec y Cerro
Prieto. Sin embargo ante todas esta vicisitudes, las valientes fuerzas
de los pinzones soportaron el embate de sus perseguidores, disemi-
nándose en lugares estratégicos en toda la comarca, integradas por
876
Mil y una crónicas de Atoyac
III
El grupo, ya con Genaro, huyó en una automóvil a toda velocidad,
tras de ellos salió el 49 batallón de infantería, eran dos secciones
de militares al mando del mayor Ángel Román León Pérez. Y en el
puente que se encuentra en la prolongación de las calles de Álvarez,
881
Víctor Cardona Galindo
café, ajonjolí, coco, etc, motivo por el cual el pueblo está en contra
del gobierno.
“Nosotros no peleamos huesos, queremos que se vea lo que tra-
bajamos, queremos escuelas, empresas en que trabajar y ya que vea-
mos lo que le pedimos entonces tendrá derecho a vigilarnos, como
buen gobernante, eso es todo lo que queremos Sr. Presidente”.
La policía política atribuyó este volante a Juan García Fierro,
presidente del Club de Jóvenes Democráticos de Atoyac, a Juan
Mata Severiano dirigente del Partido Comunista en la Costa Gran-
de, a Hilda Flores Solís a quien en todo momento identificaron
como miembro de la Asociación Cívica Guerrerense y a Samuel
Adame dirigente de la Central Campesina Independiente.
Los informes policíacos también ubicaban como conspiradores
a Pablo Tapia Valente del Bloque de Comisariados Ejidales y síndico
de Atoyac, a quien en todo momento el presidente municipal La-
dislao Sotelo Bello le echaba tierra con la policía. Responsabilizaban
también a Jesús Hipólito Rebolledo, secretario de Comité Regional
Campesino, según el informe de la Dirección de Investigaciones
Políticas del 20 de mayo de 1969.
IV
En las primeras campañas de 1969, el ejército se planteó realizar las
prácticas de los médicos y enfermeros militares en Atoyac, para devol-
ver la confianza y cariño hacia ese instituto armado, reestructurar to-
talmente el 59 cuerpo de defensas rurales con sede en Atoyac, armar y
apoyar con la mayor discreción a miembros de la familia Torreblanca
de San Jerónimo para que hostilizaran y diseminaran a los Cabañas.
Intentaban con estas acciones socavar el apoyo popular a la na-
ciente guerrilla, porque se decía que los “reservistas” armados es-
taban al servicio de la familia Cabañas. También se proponían el
relevo de algunos mandos militares coludidos con “maleantes” y
contratar personas para sacar información a los campesinos a cam-
bio de ayuda económica.
887
Víctor Cardona Galindo
V
Una vez que Carmelo Cortés Castro concluyó la secundaria en la
normal de Ayotzinapa, ingresó a la Universidad Autónoma de Gue-
rrero, uag, y ya en la escuela preparatoria uno, comenzó a escribir
su propia historia como miembro de las juventudes comunistas, que
tenían su bastión de lucha en la Casa del Estudiante Guerrerense. El
futuro guerrillero atoyaquense se erigió como el principal dirigente
del movimiento estudiantil universitario.
Por medio de los informes de la desaparecida Dirección Federal
de Seguridad, podemos dar seguimiento al movimiento de aquel
tiempo. El 16 de agosto de 1966 hubo una reunión en Chilpancin-
go, donde estuvieron Juan Castro, Carmelo Cortés, Arnulfo Mo-
rales, Pedro Helguera y Joel Cortés Barona, se preparaba un movi-
miento.
El 13 de octubre circuló en Acapulco una carta abierta dirigida
al pueblo de Guerrero, firmada por el Frente Universitario Guerre-
rense, fug, que presidía Carmelo Cortés Castro, era en contra del
rector de la uag, Virgilio Gómez Moharro, a quien acusaban de
893
Víctor Cardona Galindo
899
Índice
Presentación …7
Vida cotidiana.
Del mar a la sierra
La Piedra del Diablo …9
Fidencio Benavides Castro, un destacado boxeador … 10
Algunas otras calamidades … 12
El Salto Grande, un lugar de recreo … 15
¿Dónde ir a comer en Atoyac? … 18
Los cocodrilos siempre han estado aquí … 20
La enfermedad de Lázaro … 25
El Nache … 26
Un recorrido por mi ciudad … 30
Nuevos arbolitos en nuestro paisaje urbano … 51
El silencio del viento … 52
El triángulo de “la ciudad perdida” … 55
Dos hombres del saber … 58
La compañía minera: Los Tres Brazos … 62
Entre periodistas te veas… Juan Damián Cabrera … 67
Doctor Antonio Palós Palma … 69
Mi lindo pueblito y María la Voz … 75
Máximo Gómez Muñoz … 79
La feria en los tiempos de la violencia … 86
Cuando los cafetaleros viajaban en avioneta … 92
El corrido de los hermanos Zequeida … 97
La guerra sucia
Octaviano: seguro al pri dale duro … 105
Testimonio de la ocupación militar: Los Valles … 140
La ocupación militar: El Rincón de las Parotas … 146
Historia del cuartel militar … 152
Rosendo Radilla Pacheco … 163
Hilda Flores Solís: luchadora social incansable … 176
Simón Hipólito Castro … 182
Carmelo Cortés Castro … 188
Crónicas de aire,
tierra y fuego
Las apariciones de la virgen de Guadalupe … 195
La fábrica de hilados y tejidos Progreso del Sur Ticuí … 202
Así recordamos a Ignacio Manuel Altamirano … 220
El carnaval … 234
Festividades de Semana Santa: la Feria del Café … 240
Las reinas de la feria … 247
Festividades de Semana Santa: el encuentro … 253
Nuestro café … 259
El Nanche … 277
18 de mayo de 1967 … 283
Los alumnos de Serafín … 318
Rosa Santiago Galindo … 320
La escuela real … 326
La Pintada … 337
Agua desbocada … 349
El agua potable … 374
El Tara … 380
Arte y cultura
Día de Muertos en Atoyac … 387
Leyendas de mi pueblo: el Cuera Negra … 393
Graffiti arte urbano en Atoyac … 404
Corral Falso: tierra de músicos … 408
Preparatoria 22 … 413
Nuestra comida tradicional … 419
El Santito … 425
Veredita … 433
Ticuiseña … 440
Mi lindo Ticuí … 446
Voces del Ticuí … 453
Esos jardines de la sierra … 459
La danza del Cortés … 465
El corte del café … 474
Tirsa Rendón Hernández y La isla de la Pasión … 480
Salvador Téllez Farías:
hombre de teatro y escritor de leyendas … 488
Caminos de libertad
Silvestre Castro García: el Cirgüelo … 493
Los revolucionarios atoyaquenses … 518
Toribio Gómez Pino … 537
Lucio Cabañas Barrientos, Chío … 549
El Plan del Veladero … 561
Así era Lucio Cabañas … 608
El secuestro de Figueroa … 615
Los cívicos … 712
Camino a Los Valles … 761
EL primer centenario de Rosendo Radilla Pacheco … 767
Zohelio Jaimes Chávez … 809
Ayotzinapa: una historia de lucha … 828
Levantamientos recurrentes en la región de Atoyac … 869
Esta obra se terminó en septiembre de 2015.
Se utilizó tipografía Adobe Garamond Pro.
La edición estuvo al cuidado de Alfredo Castro.