Rosario de La Resurreción

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PRIMER MISTERIO

Jesús resucitado se presenta a su Madre, la Virgen Santísima.

Pidamos a nuestra Madre santísima la gracia de la fidelidad y una confianza firme en Jesús vivo para que se nos
muestre en el momento oportuno.

Contempla a María en Oración. Ella está postrada en una casita que posiblemente le han prestado, en las
afueras de Jerusalén, entregando a Dios todo lo que hay en su oración. Cuantos recuerdos afloran a su mente,
cuantos sentimientos dormidos despiertan en su corazón, la promesa del Arcángel Gabriel, la efusión del
Espíritu Santo, por la cual Dios se encarno en su vientre, el nacimiento en Belén, la huida a Egipto, el Niño Jesús
creciendo, sus primeros pasos, las primeras palabras, las risas y el asombro junto con José cada nuevo gesto de
Jesús…
En todos estos recuerdos hay dolor, pero también hay agradecimiento por todo lo vivido y sobre todo, hay
esperanza. Pues tiene la certeza de que su Hijo está por resucitar.

Puedes imaginar cómo, de pronto, se abre la puerta de la casa y con los primeros rayos del sol de la mañana
entra Jesús con su Cuerpo glorificado. ¿Cómo habrá sido ese encuentro entre la madre y el Hijo? ¿Cómo habrá
sido la mirada entre María y Jesús? Puedes pedirle al Espíritu Santo que te conceda la gracia de sentir
internamente el amor de ese encuentro.

SEGUNDO MISTERIO

Jesús resucitado se aparece a María Magdalena junto al sepulcro.

Nos dice el Cantar de los Cantares:


En mi lecho, durante la noche, busque al amado de mi alma. ¡Lo busque y no lo encontré! Me levantare y
recorreré la ciudad, por las calles y las plazas, buscare al amado de mi alma. ¡Lo busque y no lo encontré! Me
encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: “¿Han visto al amado de mi alma?” Apenas los
había pasado, encontré al amado de mi alma. Lo agarre y no lo soltare.

Contempla a María Magdalena sentada sobre la roca exterior del sepulcro, mirando e interior vacío, la cabeza
apoyada sobre la dura piedra, cansada de tanto dolor, de tanta perdida, de tanta incomprensión. Mientras esta
allí quebrantada, porque se han llevado el cuerpo de su Señor; va rememorando cómo el encuentro con Jesús,
cambió su vida. Ella no conocía el verdadero amor, hasta que Dios, con su delicadeza y respeto, sanó su
identidad de mujer y le devolvió la dignidad perdida por el respeto, sanó su identidad de mujer y le devolvió la
dignidad perdida por el pecado. Él le enseñó que era posible volver a empezar y en la mirada pura y dignificada
de Jesús comenzó a verse a sí misma de un modo nuevo, diferente.

También a ti en este día, se te acerca el Señor Resucitado y te llama por tu nombre (siente en tu interior, con lo
oídos del amor, la voz de Jesús pronunciando tu nombre…)

TERCER MISTERIO

Jesús Resucitado se aparece nuevamente a los discípulos en la pesca milagrosa.

Contempla a los discípulos que están pescando sobre la barca, la cual se mueve suavemente por el arrullo de las
olas. Aún no ha amanecido y en el frío de la madrugada se respira la perplejidad pues Jesús Resucitado ya no
pasa tanto tiempo con ellos. Al menos en la forma visible en que antes lo percibían. ¡Cuantas veces comenzamos
a valorar los momentos en que tuvimos fervor espiritual, recién cuando nos toca atravesar etapas de aridez y
sequedad!
Imagina que tu también estas en la barca con los apóstoles. No se habla mucho, hay poco que decir. Sabemos
que quien ahora tiene que hablar es Jesús. Él lo hará en el momento en que crea que es mejor hacerlo. Mientras
tanto esperamos y confiamos.

Al que creían muerto está vivo. Qué alegría… pero también cuantas preguntas se elevan ahora desde sus
corazones a sus mentes: ¿Qué querrá Jesús que hagamos ahora? Se preguntan algunos de los discípulos; ¿me
habrá perdonado por haberlo negado? Se pregunta Pedro… Y así en sus corazones hay más preguntas que
respuestas… En sus corazones experimentan ahora más incertidumbres que certezas. ¿Qué preguntas tenemos
para él? ¿Qué querrá el Señor que hagamos después de su resurrección?

CUARTO MISTERIO

Jesús resucitado se aparece a Tomás y a los demás discípulos que a causa del miedo están encerrados en el
cenáculo.

Contempla el interior del Cenáculo y los discípulos alterados por la noticia de que hallaron el sepulcro vacío. Es
que en ese momento, vacíos también estaban sus corazones, vacíos de fe, de esperanza y de alegría. Las puertas
y las ventanas cerradas hacen que el lugar esté oscuro o iluminado tenuemente de manera artificial y que el aire
se haya vuelto pesado y rancio por las lámparas de aceite, pero sobre todo por el vacío y a la vez, la pesadez que
sienten los discípulos. En un ambiente así se hace hasta difícil respirar.

Cuando Jesús Resucitado se presenta debe invocar sobre ellos una nueva efusión de su Espíritu de paz,
diciéndoles: “La paz esté con ustedes” este es el Shalom que tiene como objetivo no solo saludarlos, sino
también exorcizar el miedo y la turbación que experimentan, pues piensan que están viendo un fantasma.

Pídele al Señor que sople sobre ti en este momento y siente en tu alma como te saluda con el Shalom, de modo
que su paz arroje fuera de tu mente y de tu alma lo que no te deja tener la vida plena, lo que te impide dejar
vivir a Jesús resucitado en tu corazón.

QUINTO MISTERIO

Jesús Resucitado se aparece a los discípulos de Emaús

Contempla en tu interior a estos dos hombres que, desanimados y tristes, caminan desde Jerusalén hacia
Emaús. Contémplalos como los habrá contemplado el mismo Jesús. Escucha su conversación desesperanzada y
sus discusiones, como la habrá escuchado Nuestro Señor y acércate a ellos como el Maestro se acerco. Quizás
ellos te reflejen algún aspecto de tu vida o de lo que estás viviendo.

Él se acerca cada día para ayudarte a caminar cuando estas cansado, él se acerca como caminante silencioso
para corregir la dirección de tus pasos, cuando estas caminando de manera equivocada, él se acerca cada vez
que lo llamas por su nombre. Dile ahora: “Jesús amado, divino caminante de Emaús, acércate a mí, habla a mi
corazón y enséñame tus caminos.”

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