Filosofía Pasado y Presente

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Filosofía Pasado y Presente

En el contexto de la filosofía contemporánea, la noción de posmodernidad es uno de


los temas más recurrentes y fundamentales. Esto se comprueba por la abundante
bibliografía, sobre todo, a partir de los años ochenta del pasado siglo y luego de la
publicación del libro La condición postmoderna (1979), del filósofo francés J. F.
Lyotard, que haría famosa la expresión. La cuestión central del debate estriba en la
redefinición histórica de nuestra situación actual, es decir, en el intento por saber en
qué momento nos encontramos. Dándole un matiz de carácter de filosofía de la
historia, puede expresarse así: ¿se vive en una cultura diferente o en una época
distinta? Claro está, que la intención de esta pregunta no se reduce a meras
cuestiones cronológicas, sino en lo que se distingue del tiempo que antecede al
ahora de nuestra humanidad. Precisamente, lo que quiere indicar el prefijo post de
postmoderno es, al decir de Gianni Vattimo, tanto una despedida del fundamento o
idea de fundamentación con todo lo que dicho concepto, como una desorientación y
desintegración tanto de la concepción del mundo de la modernidad, como de sus
andamiadas categoriales, en función de las vicisitudes de una humanidad que
pretendía acercarse al modelo de un progreso ilimitado. Entre los argumentos que
pueden recogerse en dicha discusión, está la propuesta de Vattino del pensamiento
débil, y lo que catalogamos como una de sus tantas premisas en su idea de
ablandamiento de las estructuras metafísicas, nos referimos al integracionismo del
filósofo español José Ferrater Mora, tan desatendido, y nos parece que por primera
vez en un ensayo de esta naturaleza se toca la relación que queremos mostrar. En
el transcurso de nuestro texto, nos referiremos a estas dos formas sin la intención
de rechazar otras de igual importancia y sin la necesidad de realizar un abordaje
complejo, sólo con la única intención de mostrar algunas coincidencias en ambas
posiciones y abrir un camino posible en la investigación en torno a lo posmoderno
en filosofía.
En todo el recorrido existencial entre nacimiento y muerte, la humanidad occidental
siempre ha tenido la preocupación por redefinir su situación, de ahí que elabore
proyectos para ubicarse en el mundo. No se trata de la búsqueda de una identidad
abstracta, sino de una definición de los límites de la existencia y la historia que le
acompaña. Por eso, la elaboración de una filosofía de la historia que dé con las
respuestas a las preguntas sobre los chances y vicisitudes que acompañan al
hombre y de buscar nuevas respuestas a nuevos acontecimientos. Fueron
Nietzsche y más tarde Heidegger, quienes intentaron pensar una consumación del
ser en virtud y relación del proceso de la historia de Occidente como cumplimiento
de la metafísica. Lo que esta mirada trasluce no es más que la comprensión de la
propia historia como proceso del nihilismo y entender éste como procedencia de la
misma historia de la metafísica del ser. Los resultados de dicha posición son
diversos: desde una filosofía del agotamiento, que implica un ensayo sobre las
transmutaciones de todos los valores a partir la reflexión del envío Filosofía
dominicana: pasado y presente 39 de la tradición o de las formas a que responde,
hasta una filosofía que narra la historia del fin de la filosofía de la historia. Así,
Nietzsche mostró que los valores impulsados por la metafísica tradicional y moderna
han perdido centro absoluto, frente a las nuevas configuraciones de la sociedad, lo
que por su parte implica nuevas exigencias. Mientras Heidegger concibió la
disolución de la metafísica en su propia idea del ser como fundamento. Motivada por
esta iniciativa filosófica, surge la propuesta de Vattimo (y otros) conocida como el
pensamiento débil, que pretende dar respuesta a este mensaje en un momento al
que se considera posmoderno o posmetafísico, términos que no dejan de tener
ciertas contradicciones pero que son empleados para expresar la situación en que
nos encontramos, y que intentan reconstruir un nuevo tipo de racionalidad, lejos de
los caracteres metafísicos, fundacionales y perentorios, para acercarse más al
debilitamiento de los significados, a lo difuso y lo cercano, al juego indefinido y
variado de la interpretación, a lo humano, demasiado humano. Esto, no por razones
simplemente teoréticas (aquello es lo falso, esto es lo verdadero) sino más bien
prácticas o éticopolíticas.
El pensamiento metafísico de la modernidad (pensamiento fuerte) finalmente se
muestra enemigo de la libertad y la historicidad del existir. Así lo contemplaron tanto
Nietzsche y Heidegger, como también una variedad de pensadores
contemporáneos. Según lo ha narrado Gianni Vattimo, el pensamiento débil nace en
1970 en relación con la crisis de las ideologías revolucionarias. El mismo Vattimo ha
confesado: El pensamiento débil se desarrolló en estos años como un esfuerzo por
imaginar una posibilidad de transformación social desde el interior del capitalismo
tardo-moderno, de acuerdo con la idea de esos movimientos de liberación internos a
la sociedad capitalista que no implican como condición de realización la toma de
poder en el sentido clásico leninista. Hay una posibilidad de emancipación que
aprovecha las oportunidades concretas de transformación en vez de continuar
mitificando una hipotética toma del poder. Esta aseveración coloca el pensamiento
débil en su más profunda intención; siendo ésta de carácter político, no deja de
sostener un vínculo directo con la sociedad y los problemas que en ella se tejen
como respuestas a las propias condiciones impuestas. Es por tanto, una filosofía
ligada a situaciones prácticas cuya finalidad es aportar a nuevas visiones del mundo
nuestro sin necesidad de recurrir a métodos violentos y partidarios. Su vocación es
la interpretación y el diálogo, la reformulación y el planteamiento de perspectivas
más cercanas a la realización de los intereses de las personas. Pero sobre todo,
ofrecer posibles vías integrales y de conjunto que puedan orientar una verdadera
interpretación de la existencia en la tardo-modernidad.

A nuestro juicio, la posmodernidad, como ausencia de «valor absoluto», es la


conciencia de que el mundo tardo-moderno no puede interpretarse ya desde el
horizonte de la metafísica tradicional. Entonces, ¿qué ha pasado con esta visión que
fundó la modernidad tras la experiencia nihilista de la historia de Occidente? Se ha
consumido por la ciencia-técnica misma y por los procesos de racionalización de lo
social, que durante siglos fueron llevados a cabo por instituciones de diversas
índoles.
Si la modernidad se caracteriza por una racionalidad rígida que pretende fundar un
único valor de las cosas, es decir, un mundo verdadero, ella misma se quiebra a
favor de lo incalculable, de las informaciones e interpretaciones que se construyen
alrededor de lo que podría ser ese mundo, a parte de las construcciones de diversos
discursos científicos que cada vez más hablan de objetos extraños a la cotidianidad,
en el sentido de que es imposible su manipulación y dominio por nosotros. 1 J. M.
Herrera y J. Lasaga, Gianni Vattimo, filósofo de la secularización (entrevista),
Revista de Occidente No. 104, 1989, p. 115. Filosofía dominicana: pasado y
presente 41 Pero, también, la historia como proceso real y unitario queda
diseminada en pluralidades de historias, gracias a la estrecha relación que
mantenemos con los más medias y su capacidad de ordenar y trasmitir información,
que no sabemos realmente dónde son obtenidas, haciendo desaparecer a nuestra
vista el referente de la misma tal como si fuese una bocanada de humo. En este
contexto, la posmodernidad no sólo es reescritura de la modernidad como piensa
Lyotard (1996), sino también el deseo por identificar las tensiones que fueron y son
producidas por ésta, pero sobre todo del realce y descubrimiento de las paradojas
que son y fueron enmascaradas por la intención de desplegar la idea de fundamento
de la metafísica. La posmodernidad puede así entenderse como el notario que
levanta acta de estas paradojas y hendeduras de la modernidad. Sin embargo, la
posmodernidad no pretende cancelar, sin más, la concepción de la razón, la historia,
la sociedad, sino des-potenciar el carácter absoluto, que pretendieron dichas
concepciones. No se trata de algo mecánico, sino de dar a conocer cuáles han sido
los valores que promovieron tales cosmovisiones. De que tales valores en que han
sido estructuradas éstas (pienso en Nietzsche) son interpretaciones y son
solamente valores humanos que nos han llegado por un largo camino: las
vicisitudes de los grupos, los individuos, las condiciones sociales… Si la
posmodernidad significa una revolución cultural, ésta tiene que entenderse, para
liberarla de ambigüedades, en la dirección de cambios y desestabilización de
paradigmas en el sentido kuhniano.

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