CLÉRICO, M. L. Matrimonio Igualitario en Argentina
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Hecho el depósito que establece la ley 11.723
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Sexualidades y políticas en América Latina: el matrimonio igualitario
en contexto 7
Mario Pecheny y Rafael de la Dehesa
Una parte de mí
pesa y pondera.
Otra parte delira.
“Traduzir-se”
Introducción
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plantean que la sexualidad en última instancia se legitima por estar abierta a sus
consecuencias reproductivas.
Ahora bien, no obstante la confluencia de intereses y el hecho de compartir
adversarios (a saber: la Iglesia, los sectores conservadores, los sectores progre-
sistas y de izquierda que consideran estas inquietudes como secundarias), los
movimientos de mujeres y de gays/lesbianas han tenido dificultades en integrar
sus agendas y luchas, y en pocas oportunidades se han aunado para plantear sus
reivindicaciones en el espacio público e institucional.
Los clivajes y alianzas se hacen todavía más complejos al entrar nuevos
sujetos y nuevas cuestiones. En muchos países de la región, ha sido crucial la
aparición de los movimientos de travestis y transexuales, o trans, con demandas
específicas ligadas a la protección ante la violencia social y policial, al recono-
cimiento legal y social de su identidad de género y en casos a las condiciones
del trabajo sexual.
Finalmente, el estatus legal y social de la prostitución o el trabajo sexual (así
como la propia definición del “problema”) muestra hasta qué punto cualquier
análisis y posicionamiento en políticas sexuales es contextual y hasta qué punto
los derechos sexuales oscilan entre planteos victimistas y planteos políticos,
ambos atendibles y entendibles. Las ligazones (más o menos honestamente
planteadas) entre prostitución, trabajo sexual y tráfico de personas, implican
estructuras más amplias de sexualidad, patriarcado, violencia y capitalismo, y
han entrado en la agenda de movimientos sociales que están pugnando por dar
un marco políticamente inteligible a sus luchas.
Los cuestionamientos a la heteronormatividad se plantean cada vez más
desde los lugares más heterogéneos. La interseccionalidad de los ejes de opre-
sión (género, sexualidad, clase, raza, etnia, educación, estilos de vida, trabajo,
incluyendo el trabajo sexual, etc.), la complejidad de los fenómenos, se hacen
evidentes e imposibles de soslayar. Pero la organización de las demandas en
cuestiones, la construcción de issues decidibles o legislables, y el diseño e imple-
mentación de políticas públicas, implican la reducción de tal complejidad con
fines de objetivación política y procesamiento institucional. Y esta reducción es
problemática tanto para el análisis como para la articulación política.
En la medida en que los actores sociosexuales han pasado de una relación
de exterioridad al estado y la política (sobre todo durante los gobiernos autori-
tarios) a formas diversas de vinculación con los mismos, muchos han recono-
cido el valor de traducir sus reclamos en legislaciones y políticas públicas, aun
con limitaciones y ambigüedades. Han luchado no sólo por la inclusión de sus
demandas en las agendas de deliberación pública y de toma decisiones sino por
el derecho de participar en la conformación de los procesos político-formales
donde tales agendas se articulan, a nivel tanto nacional como internacional.
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Si las mujeres fueron protagonistas de las luchas durante y contra las dicta-
duras –desde las organizaciones de familiares y de derechos humanos, hasta
las organizaciones barriales populares de subsistencia económica en los re-
currentes períodos de crisis, con sus “ollas populares” y comedores comu-
nitarios–, en democracia se fueron desarrollando movimientos de mujeres
tanto de clases medias como de clases populares, con demandas específicas a
las mujeres (Molyneux, 1984).
En el último cuarto de siglo, los movimientos de mujeres y los movimientos
feministas (más fácil de distinguir analíticamente que empíricamente) fueron
diversificándose en su composición, reclamos e identidades. Los estudios sobre
movimientos sociales de mujeres y feministas, las teorías feministas latinoame-
ricanas, las respuestas más o menos dinámicas a los desafíos políticos y teóri-
cos, dan cuenta de un saludable estallido político e intelectual en un período
que en otros aspectos es calificable de reflujo social y reprivatización política.
Los encuentros de mujeres y de encuentros feministas, a nivel local, nacio-
nal, y regional, ya sea contemplando universalmente al colectivo mujeres o bien
segmentando por líneas de identidad e intereses (lesbianas, indígenas, universi-
tarias, etc.), sostenidos en el tiempo, constituyen un interesantísimo fenómeno
social y político al que se le ha prestado creciente análisis desde las ciencias
sociales (Álvarez et al., 2002).
Siguiendo la terminología propuesta por Nancy Fraser, estos espacios pú-
blicos subalternos, más focalizados en la deliberación y acumulación de fuerzas
simbólicas y organizacionales, que en la toma de decisiones, han sido cruciales
para la transversalización de las luchas femeninas en otros ámbitos. Los en-
cuentros de mujeres han permitido la articulación intersectorial e interpartida-
ria en torno a diversas cuestiones, como las cuotas de representación (adopta-
das como ley en diversos países como Argentina desde los años 1990s) hasta
la oposición al endurecimiento de las leyes de aborto. También han permitido
–no sin dificultades– la visibilización primero interna y luego hacia fuera de las
diferencias al interior del colectivo de mujeres.
La agenda de la salud reproductiva y, luego, de los derechos reproductivos, des-
plazó a la de las políticas demográficas (que toman a las mujeres como “objetos” de
políticas). Esta nueva agenda puso el acento en las mujeres en tanto poseedoras de
una subjetividad y un cuerpo inalienables –aun en un plano que permanece objeti-
vado, como es el de la salud, y vinculado a la vulnerabilidad y la doble victimización
ante las vicisitudes de “la naturaleza” (reproducción, gestación, enfermedades) y
ante los varones (violencia, ejercicio irresponsable de su sexualidad).
La promoción de la salud reproductiva ha permitido avances en términos
de derechos y la inclusión en la agenda política y de políticas públicas de cues-
tiones de género y sexualidad. En tiempos de despolitización, la salud sigue
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siendo uno de los pocos lenguajes políticos que mantiene un cariz universa-
lista. De ahí la adopción entusiasta de los recientemente inventados derechos
reproductivos, los cuales fueron progresivamente incluidos en las demandas de
ONGs, Conferencias, documentos internacionales y regionales, e instrumentos
normativos al nivel de cada país (Petchesky, 2003).
A las mujeres se les sumaron otros sujetos. Los movimientos homo-
sexuales de los años 1960s y 1970s, marginados por la derecha y desde-
ñados por las izquierdas, reaparecen en las transiciones usando el recu-
perado lenguaje de los derechos humanos. Si las consignas transgresoras
en nombre de la liberación sexual (que se sumaría a la liberación nacional
y social) dan lugar a un reformismo político-legal, aun para los más op-
timistas activistas y observadores la situación actual no deja de ser aus-
piciosa: las identidades, organizaciones, reivindicaciones y planteos polí-
ticos de individuos y grupos que no se ajustan al binarismo heterosexual
(lesbianas, gays, bisexuales, travestis y trans, intersex) han adquirido hoy
un derecho de ciudadanía, en términos de deliberación pública, legisla-
ción y políticas públicas (Cáceres et al., 2004; Cáceres et al., 2006; Cáceres
et al., 2008; De la Dehesa, 2010).
Hace muy pocos años era impensable la extensión del acceso al matrimonio
a parejas del mismo sexo, sancionada en Argentina en julio de 2010 (Corrales
y Pecheny, 2010), y hoy la unión civil ya es en varios países una medida tímida
que defienden incluso los sectores conservadores.
La epidemia de VIH/sida que afectó en sus inicios –y sigue haciéndolo–
de manera particularmente fuerte a varones gays y otros hombres que tienen
sexo con hombres, y a travestis, dio lugar en la región a respuestas sociales
sin precedentes que enfrentaron la “sinergia de estigmas” (Parker y Aggleton,
2003) de un modo virtuoso: promoviendo el respeto de derechos, el acceso
a la salud –sobre todo a los tratamientos anti-retrovirales– y la organización
de los implicados en movimientos y agrupaciones que politizaron no sólo la
seropositividad (Terto, 2000) sino la orientación sexual atravesada por la extre-
ma diversidad de experiencias sociales de la sexualidad y los relacionamientos
personales (Pecheny, 2003).
Dada la pregnancia del VIH/sida, en parte por el flujo de dinero y visibili-
dad que otorgó a los individuos, grupos y “problemáticas” gays, los primeros
años 1990s dejaron a las organizaciones de lesbianas en un relativo segundo
plano. La epidemia de VIH/sida no es el único ni principal factor de esta invi-
sibilidad relativa, ya que hay matrices culturales e históricas, ligadas a la división
entre público y privado, oficial y oficioso, etc., que han marcado la sociabilidad
política lésbica. Pero lo cierto es que los movimientos lésbicos –a caballo entre
los movimientos de mujeres / feministas y movimientos LGBT– recién están
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campo de batalla central con una multiplicidad de sujetos históricos y una reva-
lorización estratégica de la política electoral como vía de transformación social
(Stoltz Chinchilla, 1992; De la Dehesa, 2007).
El giro parlamentario de la izquierda, al compás de procesos de democra-
tización, ha tenido efectos contradictorios. Si, por una parte, desplazó el lugar
privilegiado del proletariado como sujeto histórico y promovió una ampliación
de la base de la izquierda para abarcar a diversos estamentos de la “sociedad
civil”, en muchos casos, su compromiso con las bases (cualesquiera fueren)
ha estado subordinado a cálculos político-partidarios y a la percepción de que
los derechos sexuales implican un alto costo electoral. A pesar de que algunos
partidos han creado secretarías o comisiones de la mujer, movimientos sociales
o diversidad sexual, para consolidar articulaciones con las bases, en la práctica,
estas oficinas a menudo juegan un papel coyuntural, en época de elecciones, y
pueden paradójicamente encapsular los debates en burocracias especializadas.
Más allá de la izquierda, la gran mayoría de los partidos en la región no ha
abarcado seriamente los derechos sexuales, aunque sus ejecutivos o grupos par-
lamentares en algunos casos hayan apoyado demandas específicas. Tales apo-
yos pueden responder a simpatías personales o, de nuevo, a cálculos político-
partidarios, en la medida en que los derechos sexuales pueden “venderse” al
electorado, incluso como marcador simbólico de un partido “moderno”.
Un caso aparte pero emblemático lo constituye el derecho al aborto. Los
partidos políticos populistas –incluso, por décadas, los partidos de izquierda–
eludieron el tema o bien, cuando se presenta la posibilidad porque el aborto
accede a la agenda pública, posponen su tratamiento con el argumento de que
no es el momento oportuno para un debate serio y maduro. Mientras tanto, en
América Latina se realizan cientos de miles de abortos clandestinos y tienen
lugar centenares de muertes de mujeres por complicaciones de abortos (Pe-
cheny, 2006), muertes evitables en condiciones adecuadas de pericia, seguridad
e higiene.
Las propias lógicas de los sistemas de partidos cercenan el debate sobre
aborto, cuando la competencia interpartidaria sigue una dinámica centrípeta.
La dinámica centrípeta alienta a los partidos a moderar su discurso y evitar
cualquier tema susceptible de alejar una porción decisiva del electorado. De
acuerdo con la percepción predominante en las clases políticas que evitan en-
frentar el veto de la Iglesia católica y otros grupos religiosos, el aborto polariza
opiniones y promueve una dinámica centrífuga. En consecuencia, la única po-
sición políticamente defendible es el estatus quo.
Los partidarios de conservar la ilegalidad del aborto (y algunos oportunis-
tas) no dudan en levantar el estandarte de la lucha por el derecho a la vida desde
la concepción, mientras que aquellos que son favorables a la despenalización,
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seccional podría proveer las bases para una política de alianzas o coaliciones en
torno a agendas colectivas más amplias, su traducción en política pública –que
responde a los imperativos institucionales de las agencias financiadoras, legis-
laturas, burocracias estatales, y otras arenas formales– corre el riesgo de mover
en otra dirección, al segmentar aún más la representación y representatividad
de la sociedad civil.
Desde el activismo, el tema de las desigualdades raciales y étnicas presentes
tanto en movimientos sociales por derechos sexuales como en colectivos socia-
les más amplios, se ha planteado en varios encuentros nacionales e internacio-
nales. En 1992, por ejemplo, más de trescientas representantes de 32 países se
reunieron en Santo Domingo para el Primer Encuentro de Mujeres Negras de
América Latina y el Caribe, organizado como una alternativa a la celebración
del quinto centenario de la Conquista. Entre otros puntos, las participantes
resaltaron las maneras en que el racismo y el sexismo se articulan para limitar
el acceso de mujeres afro-descendientes a la educación y el mercado laboral
y desafiaron al movimiento feminista en la región a incorporar el análisis del
3
racismo como eje político central.
Más recientemente, en el II Encuentro de Líderes Indígenas y Líderes Femi-
nistas, organizado en Lima en 2008 por representantes del Enlace Continental
de Mujeres Indígenas y la Campaña por una Convención Interamericana de
Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos, también fueron discutidas va-
rias tensiones entre los movimientos feministas e indígenas en la región, como
la importancia relativa que se da a los derechos individuales y colectivos en las
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respectivas agendas. Investigadoras que trabajan desde una perspectiva basada
en las teorías poscoloniales han reiterado algunos puntos planteados en estos
diálogos (Sierra, 2008; Prieto et al., 2008; Hernández Castillo, 2007). Según la
antropóloga Sylvia Marcos (2003: 2), por ejemplo, las prioridades políticas y
supuestos epistemológicos del movimiento feminista actual, influenciados por
agendas internacionales, dejan afuera las prioridades del movimiento de muje-
res indígenas: “Estamos insertas en el discurso feminista internacional global
y dominante y existe un cierto tipo de movimiento feminista en México que es
una derivación del movimiento en el ‘Norte’”.
Sin tener que calificar a los movimientos por derechos sexuales como ena-
jenados o incluso colonizadores, las aproximaciones a la sexualidad desde pers-
pectivas poscoloniales y de interseccionalidad llaman la atención a la pluralidad
de voces que existe dentro de ellos; a las dinámicas étnicas, raciales y regionales,
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6. “International Human Rights Law and Abortion in Latin America”, Human Rights Watch,
July 2005; Over Their Dead Bodies: Denial of Access to Emergency Obstetric Care and Therapeutic Abortion
in Nicaragua. Human Rights Watch. 19(2), October 2007; Michael Clulow (ed.), Derechos sexuales
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de Estudios de la Mujer-Honduras (CEM-H); One World Action), Diciembre de 2004. http://
www.oneworldaction.org.
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9. Pablo Meléndez, “Poco interés de parejas en legalizar concubinato: Ley, desde enero de 2008 la
Justicia reconoció solo 20 uniones en 180 solicitudes”, El País, Mayo 10, 2009, http://www.elpais.
com.uy/090510/pnacio-416069/nacional/poco-interes-de-parejas-en-legalizar-concubinato.
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aún son ocupados por varones. Entre electorados, por su parte, según datos
publicados por Latin-Barómetro en 2004, más de 30 por ciento de los encues-
tados concordaron con la declaración “los hombres son mejores líderes que
las mujeres” en 11 países de la región. En la República Dominicana, donde el
congreso aprobó una medida constitucional en el 2009 prohibiendo el aborto
en cualquier circunstancia, el número llegó al 50 por ciento (Htun, 2005). Ello
contrasta con la excelente imagen que concitaba Michelle Bachelet al finalizar
su mandato en Chile, y el hecho de que mujeres lideren el Poder Ejecutivo en
Costa Rica y Argentina, y una mujer haya sido electa presidenta en Brasil.
Más allá de una falta de compromiso o un conservadurismo enraizado, la
cautela de los gobiernos responde a cálculos electorales, ante la presión política
de la Iglesia Católica y otros grupos religiosos, y de los partidos ligados a ellos.
En Nicaragua, por ejemplo, poco antes de la elección de 2006, el congreso na-
cional, dominado por la Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y el
Partido Liberal Constitucionalista (PLC), votó por unanimidad la abolición del
aborto terapéutico cuando la vida de la mujer corre riesgo (permitido en el có-
digo penal desde 1893). A pesar de peticiones de grupos feministas, del Minis-
terio de Salud, y de la comunidad médica para posponer el voto hasta después
de la elección, ambos partidos precipitaron el proceso legislativo para congra-
ciarse con la Iglesia Católica (Kampwirth, 2003, Gago, 2007, Kane, 2008).
Según la feminista nicaragüense Sofía Montenegro (2006), la coyuntura de
ese país muestra una historia de concertación entre las dos principales fuerzas
políticas que paradójicamente subvirtió la apertura política en un contexto de
competencia electoral. Su análisis refleja una desafección respecto de la política
partidaria evidente en varios países de la región y resalta cómo lógicas institu-
cionalizadas en sistemas de partidos pueden impedir avances en los derechos
sexuales. En Chile, donde desde 1990 y por casi dos décadas el Partido Socia-
lista ha formado parte de la Concertación gubernamental, su coalición con
el Partido Demócrata Cristiano ha colocado claros límites en tales avances,
especialmente en el área de aborto (Ríos Tobar, 2007). Y aunque la aproba-
ción de una ley contra violencia doméstica en 2006 puede contarse como un
avance importante en Brasil, la dependencia del ejecutivo en la articulación de
consensos en un congreso sumamente conservador ha impedido progreso en
otras áreas. Mientras el gobierno de Lula lanzó un programa federal sin pre-
cedentes en 2004 bajo la divisa de Brasil sin Homofobia, los proyectos de ley
presentados por el movimiento LGBT en el país están paralizados, y los temas
del aborto y del matrimonio gay han jugado como carta electoral negativa en la
contienda presidencial de 2010.
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10. Pontificio Conselho para a Família, “Conclusões do encontro com políticos e legislado-
res da América”, Comunicado Mensal, Conferência Nacional dos Bispos do Brasil, June 1996, (45)502;
“III Encuentro de Políticos y Legisladores de América: Declaración de Buenos Aires – Familia
y Vida a los 50 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos”, August 5, 1999,
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/family/documents/rc_pc_family_
doc_05081999_buenos-aires_sp.html
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11. Secretariado Trans de ILGA, Uso de Silicón. T-Informa. 2(13), enero 2009, http://trans_esp.
ilga.org.
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12. Patricia Gainza, “Tendencias migratorias en América Latina”, Revista GLOOBALhoy, 27 de julio
de 2006, http://www.gloobal.net/iepala/gloobal/fichas/ficha.php?entidad=Textos&id=2047.
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13. Fernanda Sucupira, “FSM Caracas: Por um movimento GLBT ainda mais politizado”, Agen-
cia Carta Maior, January 26, 2006, http://agenciacartamaior.uol.com.br; “FSM: Conclusiones del
II Foro Social por la Diversidad Sexual.” 28 de febrero, 2005, http://movimientos.org.
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la sociedad con quienes los gobiernos tienen poca experiencia. Las ONGs pue-
den aportar un conocimiento especializado para establecer credibilidad con las
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poblaciones albo”.
La antropóloga social Jane Galvão (2000), con experiencia en el Programa
de Sida de Brasil, ha alertado sobre la “dictadura de los proyectos”. Galvão
resalta la creciente importancia de un paradigma basado en la salud pública que
busca intervenciones en los comportamientos de poblaciones específicas, prio-
rizando resultados cuantificables que pueden ser evaluados, por ejemplo, en la
determinación de fondos futuros, por encima de un paradigma que prioriza la
acción cultural y política, cuyos resultados son menos cuantificables. El prime-
ro, en efecto, reproduce el individualismo abstracto de la teoría económica y
política liberal, contemplando a los individuos-objetivo de las políticas como
consumidores libres para escoger prácticas sexuales en un mercado de ideas e
información. Tal reducción de cuestiones sexuales a puras cuestiones de salud,
aisladas de las otras dimensiones que las hacen fenómenos sociales y políticos,
es una operación ideológica que las sustrae de la estructura social de desigual-
dad (de clase, género, etc.) y de la historicidad que las explica y en las que es
pertinente actuar si se piensa en políticas públicas más allá de una “ingeniería
social fragmentaria”.
Un aspecto paralelo pero relacionado a estas tendencias es la transforma-
ción de sujetos sexuales en victimas sexuales y la reducción de demandas de
derechos a pedidos de reparación a víctimas. Con el eje centrado en la visión
negativa de los derechos sexuales, los sujetos son construidos víctimas de un
virus, de embarazos no buscados, de violencia, de desigualdades sociales y de
género, restando poco espacio para los proyectos colectivos e instalando la idea
de que los sujetos poderosos, que hablan y actúan públicamente, es decir los
sujetos políticos, son sospechosos. Cuanto más sexual una cuestión o un sujeto
parece ser, más político es en un sentido específico: como particular, interesa-
do, conflictivo. El desafío es cómo “sexualizar” y politizar las cuestiones y los
sujetos en una dirección democrática, en una dirección de justicia erótica.
Luego de los años setenta y la hegemonía del discurso de la liberación, la
comprensión de las posibilidades y limitaciones del discurso de salud pública
ha visto tres momentos. Primero, el amplio uso del discurso de la salud como
vehículo para la promoción de derechos sexuales. Segundo, el reconocimiento
del discurso de la salud como un obstáculo para la evolución de estos dere-
chos. Tercero, el cuestionamiento del lenguaje tanto de salud como de derechos
como formas de despolitizar las prácticas relativas a las sexualidades, reco-
14. “Brazil: Third AIDS and STD Control Project”, Project Information Document PID11512,
World Bank, November 15, 2002.
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Los peregrinos a la ley
Una tipología sobre discursos de expertos, jueces
y legisladores en torno a las demandas LGTB
y al matrimonio igualitario
Ernesto Meccia*
zados de varios discursos. En este sentido, la utilidad del método del tipo ideal
consiste en que puedan “especificarse” las características de cada discurso real
luego de la comparación con cada discurso del tipo ideal (Weber, 1993).
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Los peregrinos de la ley
diferencia” (Walzer, 1998: 25); aunque debe advertirse de inmediato que dife-
rencia “está” pero no es promovida por esta actitud, que es también una actitud
de tolerancia. En la tercera situación, la mayoría de los habitantes del lugar X
tienen la convicción de que las minorías o los recién llegados tienen todo el
derecho a ejercer sus derechos, independientemente de que no les agrade la
forma en que lo hacen y de que su modo de vida, en términos generales, no les
parezca paradigmático desde un punto de vista normativo. Hay que abstraerse
de reputar y/o actuar en contra de todo lo que no agrade a la mayoría, poner
un velo de ignorancia sobre ello, hasta olvidar lo desagradable si es posible,
porque existen cuestiones “de principios de no intromisión” que vale la pena
respetar en una sociedad civilizada. Esta es otra forma de tolerancia y la misma
es posible gracias al “estoicismo moral” de las mayorías (Walzer, 1998: 26). Por
último, existe una cuarta situación sustantivamente diferente que marca el fin
de la posibilidad de aplicar el concepto de la “tolerancia”. Si en una sociedad
nos encontramos con la actitud permanente de dar cabida a la diferencia y/o de
promoverla, no podrá decirse de ella que sea tolerante. Esa sociedad tiene un
ánimo multiculturalista o diferencialista; y por lo tanto, queda fuera del estudio
de la práctica de la tolerancia: “Y, aún más lejos en esa gama, nos encontramos
con la admisión entusiasta de la diferencia, bien sea una aprobación estética, si
la diferencia se toma como expresión cultural de la amplitud y diversidad de la
creación divina o del mundo natural; o bien una aprobación funcional, como
sucede con la defensa liberal del multiculturalismo, si se considera que la dife-
rencia es una condición necesaria del pleno desarrollo humano, un desarrollo
que ofrece individualmente a hombres y mujeres las diversas opciones que
hacen significativa su autonomía. Quizás esta última actitud quede fuera de mi
investigación: ¿cómo se puede decir que tolero lo que apruebo? Si quiero que
los otros estén aquí, en esta sociedad, entre nosotros, entonces no es que tolere
la otredad sino que la defiendo” (Walzer, 1998: 26).
Entonces: ¿de quiénes corresponde decir que son tolerantes? Para Walzer,
son tolerantes todas aquellas sociedades o personas que “admiten un espacio
para quienes tienen ciertas creencias que ellos no adoptan, para quienes reali-
zan determinadas prácticas que ellos no quieren imitar; con todo lo amplia que
sea su aprobación de la presencia de otros en el mundo” (Walzer, 1998: 26). En
otras palabras, son tolerantes aquellas personas que “coexisten con otros que
siguen siendo algo diferente a lo que ellos conocen, algo extraño y lejano. De
todas las personas que sean capaces de hacer eso, diré que poseen la virtud de
la tolerancia” (Walzer, 1998: 26).
Notemos cómo en las tres primeras situaciones la práctica de la tolerancia
posee un halo negativo, en el sentido que entiende la negatividad el liberalismo
político clásico: esta negatividad está en el origen de los famosos “derechos
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Discurso conservador
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ral. El Código Civil no discrimina, señor presidente, sino que establece requi-
sitos. Por ejemplo, establece que no pueden casarse el padre con el hijo, que
no pueden casarse menores de edad, que no pueden casarse entre hermanos.
Pero esto no significa discriminación” (diputado Favario, 2010). También de
“requisitos” nos habla la diputada Bertone (2010): “La heterosexualidad nece-
saria en la institución matrimonial en ninguna forma es superior o inferior a
otro tipo de uniones. Sostengo sencillamente que es distinta, y como diferente
debe así ser tratada en su aspecto normativo: con una legislación diferente.
[…] Pues bien, si la realidad social hoy nos plantea un escenario distinto,
con uniones entre personas de un mismo sexo que necesitan otro reconoci-
miento legal de su convivencia, estoy de acuerdo en que trabajemos en una
legislación especial para ese escenario, que la contemple adecuadamente, y
hablo desde la responsabilidad de haber planteado una alternativa que no
se consideró, perfectible si se quiere, pero alternativa al fin”. Por último,
la diputada Michetti (2010) manifiesta no tener inconvenientes en trabajar
legislativamente para que los tácticamente iguales tengan leyes hechas a su
medida, haciendo trizas –de nuevo– la noción de igualdad jurídica y reco-
nociendo sin pudores que el matrimonio debe ser monopolizado por la
heterosexualidad: “Quiero decir que estoy absolutamente convencida de lo
imprescindible que resulta respetar, reconocer y trabajar por los derechos
de los homosexuales y de las parejas homosexuales. En este sentido creo
que nuestro deber como legisladores nacionales, representantes de la socie-
dad, es actuar en consecuencia. Por eso hemos presentado una alternativa
de reconocimiento de los derechos civiles de las parejas del mismo sexo en
el dictamen de minoría”.
Este discurso entiende al individuo como una entidad autónoma que –legí-
timamente– busca la realización de su bienestar personal. El bienestar implica
un conjunto de acciones que no debe valorar la autoridad, ya que serían eleccio-
nes de índole privado que, por otra parte, no reflejan la totalidad del individuo.
Si se respeta la preservación de las manifestaciones privadas de las personas
(distintivas y parciales) y, en el plano público, se respeta activamente todo lo
que tienen en común, la relación (es decir, la separación) entre cultura y política
estaría equilibrada, y el bien común estaría en marcha.
Fue un discurso que apareció en los inicios del proceso de politización
LGTB. Una vez lograda la personería jurídica de la CHA en 1991 –por ejem-
plo– se hacía notar que el Estado ya no tenía nada más que hacer: la garantía
del derecho negativo de asociación representaba el límite justo a su accionar;
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Existe otro discurso liberal muy distinto y de mucha importancia para en-
tender los avances que existen. Apareció tímidamente en 1991 en el voto de
minoría de los jueces Santiago Petracchi y Carlos Fayt en el fallo que negó la
personería jurídica a la CHA, luego en varias intervenciones a favor de la Ley
de Unión Civil en 2002, en el fallo de la Suprema Corte que daba la personería
jurídica a ALITT, en 2006, en el fallo de la jueza Seijas de 2009 (el primero en
declarar la inconstitucionalidad de que no puedan contraer matrimonio dos
personas del mismo sexo) y, por último, en numerosas intervenciones legislati-
vas para la sanción del matrimonio igualitario. El discurso liberal de reconoci-
miento concede una supremacía intransable al individuo respecto de cualquier
noción de bien, en el sentido de que nunca debe perderse de vista que lo pri-
mero a respetar es el individuo más allá de cualquier configuración moral o
comunitaria porque –desde el punto de vista teórico de esta cosmovisión– la
preexistencia de las comunidades posee un carácter notoriamente ambivalente:
una moral comunitaria puede oprimir tanto como contener y dar identidad a
las personas.
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Los liberales del reconocimiento que quieren tolerar en serio son –como
los liberales abstencionistas– escépticos respecto de la eficacia del Estado to-
mando partido por una concepción del bien común. Pero –y ésta es la gran
diferencia de ellos– intentan a toda costa separar la cuestión valorativa de la
cuestión de la racionalidad de las instituciones que permitirían el surgimiento
y el amparo de esos mismos valores. En consecuencia, bien harían los poderes
del Estado si, en vez de perder la elegancia neutral indicando el valor de cier-
tas concepciones (discurso conservador), o en vez de querer redireccionar los
debates al terreno estéril de las libertades genéricas (liberal abstencionista), se
pusieran a mejorar el andamiaje legal existente y a corregir la dinámica de y/o
crear instituciones garantistas o promotoras de los derechos que reclaman las
organizaciones LGTB.
En suma, este discurso pareciera pensar en la creación de una forma (o
una “fórmula”) institucional pluralista y vacía de contenido, una especie de
regla-estructural-democrática-estatal que sólo atentaría contra sí misma si sus
contenidos los propusiera ella y no los representantes de la sociedad civil. Por
ejemplo, en una alusión indirecta a las misiones del Estado en los terrenos que
estamos tratando, en el voto en minoría de Petracchi en 1991 puede leerse: “El
reconocimiento por parte de una Universidad de una organización, no consti-
tuye una aprobación ni explícita ni implícita de aquella. […] La aprobación o
desaprobación fundadas en el asentamiento explícito del contenido de la de-
fensa de una postura es contraria a la esencia misma del objetivo universitario,
que es el pluralismo” (Suprema Corte, 1991). Esta línea discursiva es retomada
por el juez Fayt en el fallo de ALITT de 2006, fallo en el cual se radicalizan los
alcances de la regla estructural al afirmar explícitamente que debe entrar en el
escenario jurídico todo demandante colectivo con independencia de su natu-
raleza “sea que se trate de asociaciones, agrupaciones u opiniones ocasionales,
y en cualquier materia que se involucre, como de naturaleza política, religiosa,
moral, cultural, deportiva, sexual, etc.”. En un notable contraste con el discurso
del desconocimiento y el discurso conservador, en este discurso se tiene a un
poder del Estado que exhorta al mismo Estado a que renuncie a toda acentua-
ción valorativa; y en otro contraste con el discurso liberal abstencionista, aquí
se tiene un discurso que critica las distinciones hechas entre esfera privada y es-
fera pública porque entiende que la insistencia en la protección de las primeras
no es por sí mismo un indicador de neutralidad si la protección va acompañada
de la negativa del acceso al marco jurídico general. Dicho de otra manera, la to-
lerancia en serio del discurso liberal del reconocimiento también parece tomar
en serio la idea de neutralidad, reconociendo que la misma se mide no por la
indiferencia sino por la cantidad siempre creciente e indeterminada (en número
y en cualidades) de objetos a proteger.
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Por los tiempos del tratamiento legislativo y judicial del matrimonio iguali-
tario, este discurso impregna el fallo de la jueza Seijas de fines del 2009, cuando
declaró la inconstitucionalidad de que no puedan contraer matrimonio dos per-
sonas del mismo sexo en la Ciudad de Buenos Aires (fallo en respuesta al recur-
so de amparo presentado por Alejandro Freyre y José María del Bello): “Que la
igualdad que garantiza el artículo 16 de la Constitución, tal como lo interpreta
el representante del GCBA, no importa otra cosa que la prohibición de que se
establezcan exenciones o privilegios que excluyan a uno de lo que se concede a
otro en iguales circunstancias. Su formulación resumida suele expresarse en el
adagio: ‘igualdad entre iguales’. Así entendido, este derecho estaría emancipado
del principio de no discriminación, al dejar que el Estado determine la noción
de igualdad que será fuente de derechos. Es decir, bajo el amparo de aquel prin-
cipio se puede justificar la discriminación por origen racial, nacionalidad, por
orientación o identidad sexual”. Nótese la claridad de esta argumentación al
marcar la preeminencia indeclinable de la “igualdad jurídica” frente la “igualdad
fáctica” sostenida por el discurso del desconocimiento y el discurso conserva-
dor. Complementariamente, puede apreciarse cómo la noción de “minorías”
tiene un tratamiento “extramoral” (en otro gran contraste con aquellos discur-
sos), y son incorporadas como requisitos para la convivencia social: “La Corte
Suprema ha subrayado el grave defecto de interpretación en que incurren los
tribunales cuando en sus decisiones no otorgan trascendencia alguna a una
condición de base para la sociedad democrática, cual es la coexistencia social
pacífica. La preservación de ésta asegura el amparo de las valoraciones, creen-
cias y estándares éticos compartidos por conjuntos de personas, aun minori-
tarios, cuya protección interesa a la comunidad para su convivencia armónica.
La renuncia a dicha función traería aparejado el gravísimo riesgo de que sólo
aquellas valoraciones y creencias de las que participa la mayoría de la sociedad
encontraría resguardo, y al mismo tiempo, determinaría el desconocimiento
de otros no menos legítimos intereses sostenidos por los restantes miembros
de la comunidad, circunstancia ésta que sin lugar a dudas constituiría una seria
amenaza al sistema democrático que la Nación ha adoptado (arts. 1 y 33, CN)
(confr. Fallos: 329: 5266)”.
Otro ejemplo de la universalidad de la igualdad jurídica frente a las factici-
dades existentes podemos apreciarla en esta intervención legislativa, en la que
queda claro que quien tiene el poder de negar un derecho está sentando las
bases filosóficas y jurídicas para que en el futuro, ante un eventual reacomoda-
miento de fuerzas políticas y sociales, otra persona pueda utilizar el poder para
negarle los derechos de los que goza en la actualidad. Por eso, la premisa no
podría ser nunca que se estaría legislando para una minoría o para alguna cate-
goría social en particular; en realidad se legisla teniendo en cuenta la persona
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Los peregrinos de la ley
Final
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Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
públicas y colectivas, aun cuando sean objeto de fuerte regulación por parte del
Estado.9 En general, ha sido el accionar de los movimientos sociales el que ha
permitido una progresiva legitimación del tratamiento en el espacio público de
estos asuntos señalados como particulares.10 Los movimientos feministas y de
mujeres, primero, y grupos de lesbianas, gays y trans, más tarde, han puesto de
relieve el carácter público del género, la sexualidad y la familia, planteándolos
como asuntos públicos en un doble sentido: por una parte, como resultados de
la intervención de diversas fuerzas e instituciones sociales y políticas, así como
de las ideas hegemónicas de cada época;11 y por otra parte, como asuntos que
deben ser discutidos en el espacio público con miras a alcanzar políticas que
garanticen el ejercicio de los derechos.
“La máxima feminista de que ‘lo personal es político’ se ha expresado con
mayor claridad conceptual, haciendo referencia a que el dominio del cuerpo, la
sexualidad, el amor y los arreglos familiares son relaciones de poder marcadas
por las jerarquías y las desigualdades sociales. Podemos asegurar que en efecto,
lo que nos parece más natural de nosotros mismos, nuestra ‘sexualidad’, está en
realidad marcada por el poder.
Del reconocimiento de este atributo político de la sexualidad surge la idea
de que es necesaria la defensa de la integridad de la persona, pero también la
certeza de que el ejercicio del placer es un elemento de autonomía y de bienes-
tar corporal, mental y afectivo de los sujetos.”12
Tanto los espacios feministas y de mujeres, como el campo de la diversidad
sexual han contribuido con debates, conceptos y propuestas a la discusión de
ciertos tópicos en el espacio público. En este sentido, funcionan como espa-
cios públicos subalternos, tal como los entiende Fraser:13 //SEPARADO O
TODO JUNTO??//
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13. Fraser, op. cit., p. 115.
85
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2. Antecedentes
15. Hiller, Renata, Contornos sexuados del concepto de ciudadanía: interrogantes a partir de la Ley de Unión
Civil de Buenos Aires, Tesis de Maestría, 2009.
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16. En diciembre del 2002, junto a la reforma en Ciudad de Buenos Aires, se sancionó en la
provincia de Río Negro una Ley de Unión Civil, pero ésta nunca fue reglamentada.
17. Cuando se discutía en Argentina la posible reforma del Código Civil, en diciembre de 2009 la
Ciudad de México sancionó una nueva Ley de Matrimonio, ampliando la institución a las parejas
gay lésbicas. En agosto de 2010 la Corte Suprema Mexicana ratificó la constitucionalidad de la
ley, que había sido impuganada por sectores conservadores. Ese pronunciamiento de alcance
nacional abre la puerta a nuevas demandas en otras partes del pais.
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Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
Este uso estratégico de la vía judicial (utilizada por otros movimientos LGBT
latinoamericanos como el brasilero), se puso en práctica en nuestro país tardía-
mente: el primer recurso por matrimonio es presentado en el 2007.18 Entonces
la percepción de algunas organizaciones del campo de la diversidad sexual era
que la nueva composición de la Corte Suprema de Justicia favorecería aquella
estrategia. Tal vez –conjeturaban– podría suceder con el reconocimiento de las
parejas homosexuales aquello que entonces ocurriera con la Ley de Divorcio:
la existencia de un primer fallo supremo que instara al Congreso a tratar la
cuestión. Finalmente, también hubo demandas por el reconocimiento de ma-
trimonios gay-lésbicos celebrados en otros países.
19
A todas estas iniciativas el campo LGBT procuró otorgarle amplia di-
fusión. Para ello, los medios de comunicación fueron de central importancia
ya que dieron cobertura a la mayoría de estos eventos, instalando la temática
en la opinión pública. Asimismo, la demanda de reconocimiento legal de las
parejas gay lésbicas formó parte de las consignas de las Marchas del Orgullo
LGBT celebradas anualmente y fue un tema consultado por las organizaciones
del campo a candidatos y candidatas en diversas campañas. La articulación de
algunas organizaciones del campo LGBT (aquellas nucleadas en la Federación
Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans, FALGBT) con el Instituto
Nacional contra la Xenofobia, la Discriminación y el Racismo (INADI) colocó
la cuestión en el ámbito de las agencias estatales, pasando a formar parte de la
propuesta programática de esa institución.20 Sin embargo, la función de contra-
lor y propositiva del INADI impide conceptualizar esta incorporación como
un ingreso pleno de la cuestión a la “agenda institucional”.
Por el contrario, todas estas iniciativas nos hablan de la circulación de la de-
manda en el ámbito de lo que podría llamarse la “agenda sistémica” o en espa-
18. Las demandas interpuestas anteriormente por miembros de parejas gays o lésbicas no apun-
taban a la instalación del tema en la agenda política, sino a la resolución de los problemas que
estas parejas debían afrontar al no reconocerse su vínculo. Así, a modo de ejemplo pueden refe-
rirse demandas por propiedades inmuebles y por pensiones de viudez ante casos de fallecimiento
de uno de los cónyuges, así como una extensa trayectoria en el área de la cobertura social. Ver
CHA (Comunidad Homosexual Argentina): Informe Anual Sobre Violaciones a los Derechos Huma-
nos y Civiles en la República Argentina Basadas en la Orientación Sexual de las Personas y de las Personas
que viven con VIH/SIDA, 1998 [on line]. Disponible en: http://www.cha.org.ar/listado-articulos.
php?menu=10&cat=41.
19. En este trabajo se utilizan como equivalentes “movimiento de la diversidad sexual” y “movi-
miento LGBT”. La noción de campo (LGBT) procura poner de relieve el carácter conflictivo de
este espacio social (Meccia, 2006; Moreno, 2007).
20. INADI, Hacia un plan nacional contra la discriminación: la discriminación en Argentina, Buenos
Aires, INADI, 2005, p. 326.
89
Renata Hiller
dar un paso muy importante que era institucionalizar el debate” (dip. Ibarra,
entrevista RH). En nuestros términos, se trataba de hacer ingresar la cuestión
en la agenda institucional del Parlamento. Ello permitiría, en palabras de la en-
trevistada, “generar un debate en condiciones pares” en donde la presentación
de argumentos fuera el eje central de la discusión.
Entre finales de octubre y mediados de noviembre se realizaron tres reunio-
nes de comisiones conjuntas sin que se arribara a un dictamen que permita
debatir los proyectos en la Cámara de Diputados. Sin embargo, este primer
tratamiento institucional imprimió al proceso algunas marcas de origen que se
continuarían en los meses posteriores: la participación de profesionales con-
vocados como discurso experto y la ampliación del debate a fin de “escuchar
todas las campanas”. Si en principio ambos parecen poder conciliarse con una
perspectiva democrática, es necesario colocar algunas salvedades.
Por una parte, la participación de profesionales convocados como voces
expertas resultó un aporte para el debate (de hecho, varios de los autores de
este libro participaron en tal condición de las reuniones de Comisión a las que
fueron convocados). Propusieron discusiones y esgrimieron argumentos útiles
a los legisladores, quienes serían encargados de dirimir la cuestión. La calidad
de voz experta fue reservada a algunas disciplinas, fundamentalmente el Dere-
cho (constitucional y de familia) y la Psicología. La antropología, la historia, la
ciencia política o incluso la lingüística (habida cuenta del debate “terminológi-
co”) fueron relegadas a posiciones marginales o inexistentes, lo que habla de
algunos supuestos en torno a qué conocimientos son relevantes en la materia.
Más aún, la ciencia no puede resolver lo que son, en definitiva, problemas
políticos. La racionalidad científica comporta reglas y procedimientos diferen-
tes respecto de la discusión política, por lo que solapar una con la otra conlleva
riesgos que requieren ser atendidos. Si bien hoy la mayoría de las disciplinas
admiten el pluralismo metodológico y no hay la pretensión de una única verdad
científica, también hay reglas de validación y control que permiten contrastar
teorías y “hallazgos” científicos. En la convocatoria de profesionales se presen-
taron en pie de igualdad posicionamientos teóricos que, en el plano académico,
no gozan de la misma autoridad y difusión. Cuando pretende hacerse valer el
discurso científico en base a una legitimidad que ni siquiera posee, la tensión re-
ferida entre cientificidad y debate democrático se torna todavía más acuciante.
Por otra parte, que todas las opiniones pudiesen ser escuchadas resultó un
asunto problemático, por cuanto algunas de aquellas voces resultaban, en sí
mismas, discriminatorias. Encontramos aquí uno de los dilemas clásicos de
los sistemas democráticos: ¿pueden tener participación aquellas posiciones que
impugnan la libertad e igualdad propias del sistema? En lo que refiere a los
debates en Comisión, una de las cuestiones que sus responsables tuvieron que
91
Renata Hiller
22. Trascripción tipográfica de la Reunión del 5/11/2009 de las Comisiones de Legislación Ge-
neral y Familia, Niñez y Adolescencia de la Cámara de Diputados.
23. Carlos Figari, Página/12, 13/11/2009.
24. Alejandro Bulacio, Exposición en la Reunión de Comisión, 5/11/2009.
92
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
29. Kingdon, John, Agendas, alternatives and public policies. Boston, Little Brown, 1984.
30. Mc. Adam, Doug; Mc Carthy, John y Zald, Mayer, “Oportunidades, estructuras de moviliza-
ción y procesos enmarcadores: hacia una perspectiva sintética y comparada de los movimientos
sociales”, en Mc. Adam, Doug, Mc Carthy, John y Zald, Mayer (comps.), Movimientos sociales:
perspectivas comparadas. Oportunidades políticas, estructuras de movilización y marcos interpretativos culturales,
Madrid, ISTMO, 1999, pp. 21-46.
94
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
31. Grossberg, Lawrence, “Stuart Hall sobre raza y racismo: estudios culturales y la práctica del
contextualismo”, en Revista Tabula Rasa Nº 5, julio-diciembre, Bogotá, 2006, p. 56.
95
Renata Hiller
sentante del Poder Ejecutivo de la Ciudad (por aquellos días complicado en una
causa por escuchas ilegales a familiares de víctimas del atentado a la AMIA....
¡y a miembros de su propia familia!) informa que no apelará la medida. Los peti-
cionantes solicitan turno para casarse el primero de diciembre, día internacional
de la lucha contra el VIH/SIDA. Pero entretanto la Corporación de Abogados
Católicos interpone varios recursos de nulidad hasta que uno de ellos es atendido
por la jueza Gómez Alsina (sobre la que luego recaerían varias otras acciones de
estos abogados), al interpretar que un fallo de la justicia porteña en lo contencioso
administrativo no podía declarar la inconstitucionalidad de artículos del Código
Civil. El primero de diciembre, y con amplia cobertura mediática, la boda no pudo
ser realizada. Sin embargo, gracias a cierto artilugio legal, la pareja Freyre-Di Bello
logra casarse: lo hacen finalmente en Tierra del Fuego, el 28 de diciembre.
La apelación ante el poder judicial permite a los ciudadanos y a las organiza-
ciones de la sociedad civil proteger sus derechos, plantear demandas y eventual-
mente usar los poderes coactivos del Estado para perseguir sus intereses. De allí
que algunos autores consideren esta estrategia como una “forma paradigmática
de participación política ciudadana en democracia”.32 Además, la judicialización
de los conflictos puede resultar una vía efectiva para los movimientos sociales en
pos de legitimar y obtener reconocimiento institucional de sus reclamos. En este
sentido, el caso Freyre-Di Bello (y los que lo seguirían en el 2010), además de per-
seguir “objetivos prácticos” (reconocimiento del vínculo, acceso a los derechos
derivados del matrimonio) procuraban también “metas expresivas”:
“...decíamos ‘¡sí, podemos!’: se puede tener VIH, se puede ser gay, te-
ner un proyecto de vida, tener un sueño, concretarlo, la Justicia nos da
la razón. Empiecen a reclamar por sus derechos, porque tenemos razón.
Nosotros, todos, tenemos razón” (Alex Freyre, entrevista RH).
Sin embargo, esta estrategia implica también una serie de paradojas: la trans-
formación de problemas políticos en cuestiones legales conlleva su traducción
a un discurso específico (el jurídico-legal) al cual la mayoría de la población
no accede. A su vez, la remisión de los asuntos al poder judicial deposita la
resolución de los conflictos en el poder menos representativo de la República.33
‘última palabra’ institucional” (Gargarella, Roberto, “Piedras de papel y silencio: la crisis política
argentina leída desde su sistema institucional”, En Teoría y crítica del derecho constitucional, Buenos
Aires, Abeledo Perrot, 2008).
34. Pecheny, Mario, “La construcción de cuestiones políticas como cuestiones de salud: la ‘des-
sexualización’ como despolitización en los casos del aborto, la anticoncepción de emeregencia
y el VIH/sida en la Argentina”, Trabajo presentado en el XXVIII International Conference de la Latin
American Studies Association, Río de Janeiro, junio 2009.
35. Smulovitz, idem, p. 20.
97
Renata Hiller
Antes de avanzar en las etapas posteriores del debate, cabe hacer algunas
reflexiones acerca de cómo fue definido y visibilizado el asunto en este primer
momento del proceso, en particular en el espacio público mediático. Focalizar
en este ámbito específico durante esta primera etapa resulta de particular inte-
rés, puesto que es allí, en las primeras coberturas de la noticia (y en su misma
conformación como “noticia”) donde el debate se abre hacia otros públicos y se
delinean las primeras definiciones de la cuestión.
El espacio mediático filtra, procesa y reformula los discursos de los demás
espacios públicos, de maneras que le son específicas. A la vez, funciona como
un escenario de amplificación. Gracias a su masividad muchas veces puede im-
poner su propia agenda (la agenda de los medios) en otros públicos.
Colocar la mira en el espacio mediático debe tomar en consideración que el
debate sobre la posible ampliación del estatuto matrimonial se presenta en un
contexto especialmente álgido en cuanto a los vínculos de este espacio y otros
ámbitos políticos. Las tensiones entre algunos medios de prensa y el Gobierno
nacional atraviesan la coyuntura e imprimen rasgos particulares (y ciertamente
paradójicos) a las coberturas, que irán sufriendo modificaciones conforme la
demanda sea más o menos alineada como una “iniciativa K” (del Gobierno
nacional). En este sentido resulta interesante contrastar las distintas posturas
sostenidas por algunos diarios: La Nación, opositor al Gobierno y a las inicia-
tivas; Clarín, también opositor al Gobierno, pero sin postura clara respecto del
matrimonio lésbico-gay, Página/12 favorable al Gobierno y a la iniciativa, y
Crítica, opositor al Gobierno y aunado a la iniciativa.37
Pocas veces como en ésta un tema vinculado a la diversidad sexual concitó
el interés de los medios durante tantos días, con una cobertura tan periódi-
ca. Una cobertura intensa, que luego se continuaría en etapas posteriores del
debate, encuentra en este primer lapso (dos meses entre fines de octubre y
diciembre de 2009) referencias al asunto casi diarias. Tomando bajo análisis los
diarios La Nación, Clarín, Página/12 y Crítica es posible registrar rasgos comunes
36. A diferencia del saber político que intenta conocer y comprender a los demás actores sociales,
la gestión de Mauricio Macri pareciera definir los escenarios a partir de su deseo. Ello ha llevado
a que en reiteradas oportunidades subestime el poder de aquellos actores que, simplemente, no
le parecen legítimos o relevantes. Si otrora fueron los sindicatos que nuclean a los empleados de
la ciudad o las “internas” de la Policía Federal, en este caso mostró una inusitada valentía (casi
rozando con la ingenuidad) ante los “castigos” que pudieran sucederse desde Iglesia Católica.
37. Lamentablemente Crítica dejó de publicarse hacia fines de abril del 2010, por lo que no pode-
mos conjeturar cuál hubiese sido el curso de su cobertura cuando en la etapa de resolución hubo
un vuelco de la Presidencia a favor del matrimonio gay-lésbico.
98
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
Crítica optó por poner el carro delante de los caballos y tituló (el 28 de oc-
tubre): “Mayoría de votos favorables al matrimonio gay”. “Optimismo” fue el
tono de la nota, donde se plasman las voces de María Rachid y las autoras del
proyecto. La definición del asunto la ofrece Rachid: “Queremos los mismos
derechos con los mismos nombres porque lo contrario significa que el Estado
nos siga tratando como ciudadanos y ciudadanas de segunda”. Se insiste sobre
el consenso y apoyo que tendría la modificación, tanto dentro del Parlamento
como por parte de la sociedad, aunque también resulta una manera de con-
vocar al kirchnerismo: se les recuerda la declaración favorable del jefe de Ga-
41
binete (Aníbal Fernández), se dice que “la ley depende del oficialismo” y se
cuestiona: “Cristina deberá decidir si su política de derechos humanos incluye a gays y
lesbianas” (Crítica, 28/10/09).
De allí en más, las coberturas continuarían en los días subsiguientes con
crónicas, editoriales sobre el tema y columnas de opinión como la de Paula
Viturro publicada en Clarín o la de La Nación, de Diana Cohen Agrest, licen-
ciada en filosofía que indicaba las tasas de homosexualidad entre chimpancés
y cacatúas enanas y señalaba la “fidelidad” de los cisnes. Rachid publicó una
carta en Página/12 el día que se realizaría la segunda reunión de Comisiones y
no faltaron entrevistas a Alex Freyre y José María Di Bello, una vez conocido
el fallo Seijas.
Pese a las diferencias consignadas entre los distintos medios respecto de sus
posturas ante el gobierno y ante las iniciativas en pos del matrimonio gay lés-
bico, es posible encontrar un denominador común: de acuerdo a la cobertura
inicial de los medios de comunicación, este era un debate sobre “matrimonio
gay”. Así parecía rotularse el asunto en aquel entonces, invitando a preguntar-
nos sobre las razones y efectos de esta economía verbal.
En primer lugar el término “matrimonio gay” no incluye (al menos en nues-
tros contextos latinos) la asociación con gays y lesbianas, sino sólo con los
primeros. Eso a su vez se vio reforzado, en la cobertura mediática, por las imá-
genes seleccionadas para acompañar las notas: generalmente parejas de varones
(obviamente esto se multiplicó a partir del fallo Seijas, con el álbum de Freyre y
41. En entrevista con Bruno Bimbi, en junio de 2009, el entonces Ministro de Justicia y Segu-
ridad había respondido: “Toda la vida estuve en desacuerdo con que las parejas homosexuales
puedan adoptar, y un día tuve la valentía de decir que me convenciste” (Crítica, 16/6/2009).
100
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
“Puestos a opinar, Onaindia está de acuerdo con que la ley debe re-
conocer el derecho de las personas homosexuales de quedar en igualdad de
42. El investigador brasileño Luiz Mello cuenta que con motivo de discutirse el Proyecto de Par-
cería Civil en una Comisión Especial de la Cámara de Diputados brasilera durante el año 1996 se
hicieron una serie de audiencias. En una de ellas se exhibió el film The Marguerethe Cammermeyer
Story, que narra el universo de relacionamiento amoroso entre dos mujeres y las dificultades que
tienen que enfrentar. Y dice Mello: “La exhibición de este film fue motivada por la ausencia de
mujeres lesbianas, con relativa proyección nacional, dispuestas a participar como expositoras en
una audiencia pública en la Comisión” (Mello, Luiz, Novas Famílias. Conjugalidade homossexual no
Brasil contemporâneo, Río de Janeiro, Garamond, 2005, p. 62).
43. En la reunión de Comisiones conjunta realizada el 5 de noviembre Onaindia había sostenido:
“Creo que los proyectos son idóneos; considero que con ellos se mejora enormemente la calidad de
101
Renata Hiller
tratamiento que las heterosexuales. Loñ también postula que no se les puede
negar una figura similar a la del matrimonio, como una unión civil de mayor alcance
que la actual” (La Nación, 13/11/09, el resaltado es mío).
vida de los habitantes de nuestro país” (trascripción tipográfica de la Reunión del 5/11/2009 de las
Comisiones de Legislación General y Familia, Niñez y Adolescencia de la Cámara de Diputados).
102
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
pre lo vivimos muy naturalmente”. La nota se tituló “El error es pensar que las
familias diversas somos diferentes” (Página/12, 15/11/09, el resaltado es mío).
El discurso de la normalidad puede tener tanto que ver con una estrategia
del movimiento LGBT como con el tratamiento que los medios hayan deci-
dido darle a la cuestión. Aquí se considera que hubo más de lo segundo, en
vista de algunos signos que desde el movimiento LGBT intentaron imprimirse,
como la fecha solicitada por Freyre y Di Bello para contraer matrimonio o su
carta de presentación como activistas LGBT y por los derechos de personas
viviendo con VIH/sida. A su vez, también es cierto que esta postura “crítica
militante” fue utilizada peyorativamente por La Nación para indicar “intereses
ocultos” tras aquel reclamo de matrimonio (“Una decisión estratégica de la
militancia homosexual. Dicen que, más allá del amor, persiguen un fin para su
comunidad”, título de La Nación, 14/11/09).
Las historias de vida, la “naturalidad” y la semejanza con las parejas y fa-
milias heterosexuales parecen haber constituido el ropaje de gala con el que
los medios de comunicación comenzaron a vestir a la diversidad sexual para el
matrimonio en ciernes. El propio proceso político imprimiría nuevos sentidos,
consolidando esta imagen en algunos casos y disputándola en otros...
Los primeros meses del 2010 estarán marcados por nuevos fallos habilitan-
do el matrimonio de parejas gay lésbicas: el 24 de febrero la jueza Liberatori
(quien en noviembre había ordenado la cobertura del tratamiento de fertiliza-
ción a una pareja de lesbianas) ordenó al Registro Civil realizar una boda entre
dos varones basando su argumento en que la ley (tal como estaba vigente) no
prohibía el matrimonio entre personas del mismo sexo. Rechazaba el planteo
de inconstitucionalidad de los artículos 172 y 188 del Código Civil e indicaba
que las uniones homosexuales se trataban de una situación no prevista por “el
codificador”, por lo que era necesario realizar una interpretación dinámica y
acorde a los principios generales del derecho (fallo Liberatori sobre el pedido
de Bernath y Salazar Capón).
En abril llegaría el primer casamiento entre dos mujeres: “Norma y Cachi-
ta” (como serían conocidas a través de los medios de comunicación) instalarían
una nueva imagen al mostrar el vínculo amoroso entre dos mujeres jubiladas,
juntas hacía más de treinta años, vecinas de Parque Chas.44 Alejándose de defi-
niciones esencialistas de la homosexualidad, netamente victimistas o triunfalis-
tas, narraban cómo se había gestado su amor al conocerse en Colombia, donde
103
Renata Hiller
una de ellas había llegado exiliada. Una era la esposa del primo de la otra. De
ese modo se conocía la gente y así se conocieron también ellas. Al referir la
relación con sus familias, se señalaba:
De ese modo, estas mujeres indicaban aquel lugar mucho más paradójico
del lesbianismo, y sobre todo del lesbianismo de hace varias décadas: violento,
sí (por ejemplo en las terapias “de cura”, que atravesó una de ellas), pero sobre
todo sembrado de silencios y sobreentendidos que hacen a otros modos de
invisibilidad.
Cuando la reforma del Código Civil se discutiera en la Cámara de Diputa-
dos ya cinco parejas habían contraído matrimonio. //Al momento de discu-
tirse la reforma del Código Civil en la Cámara de Diputados ya cinco parejas
habían contraído matrimonio.// Todas ellas, abonadas por una alta cuota de
publicidad mediática, contribuyeron al argumento de los propulsores de la ini-
ciativa, sedimentando aquello de que “nuestras familias ya existen”.
Mientras tanto, hasta llegar al debate del 4 de mayo de 2010, se fue con-
solidando una alianza parlamentaria a favor de la iniciativa.45 En febrero, en
conferencia de prensa, legisladores de distintos partidos políticos adelantaron
su postura favorable a la reforma. Algunos hablaron en representación de su
bloque (Proyecto Sur, Solidaridad e Igualdad, Socialismo); otros, cuidaron sus
palabras y aportaron a título personal (como Adrián Pérez, de la Coalición
44. La tapa de Crítica (10/4/2010) es un primer plano de las esposas besándose. Por aquellos
días mi primo de 20 años diría que esa imagen “le daba impresión”, no porque se tratase de dos
mujeres, sino porque eran viejas y no estaba acostumbrado a ver viejos besándose. La sexualidad
en la tercera edad también comporta un régimen de visibilidad acotado...
45. Podríamos incluso postular la conformación de una alianza parlamentaria articulada a través
de una agenda común en torno a derechos sexuales y reproductivos. En el mes de marzo de 2010
más de treinta diputados presentaron un nuevo proyecto de despenalización del aborto (Expte.
0998/10). Todos ellos luego también votarían a favor de la reforma de matrimonio. (En mayo
se sumarían otros tantos adherentes. A excepción del Dip. Kenny, los demás también dieron su
voto afirmativo a la ampliación del matrimonio).
104
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
Cívica). Hubo una especial atención a las palabras de Agustín Rossi, presidente
del bloque del Frente para la Victoria, quien entonces expresó el apoyo de su
bloque. Posteriormente Alejandro Rossi (hermano del primero, también dipu-
tado por el FPV/PJ e integrante de una de las comisiones donde se discutió la
iniciativa) sería más cauteloso, permitiéndose “una opinión personal no parti-
daria”. Estas ambivalencias al interior del partido oficialista son indicativas de
procesos similares en los demás partidos mayoritarios.
Al interrogarnos sobre el rol de los partidos políticos en este proceso, no
puede afirmarse que hayan resultado completamente irrelevantes, pero tam-
poco disciplinadamente inapelables. Nociones tales como “disciplina partida-
ria” y “libertad de conciencia” tienen que ser profundizadas atendiendo a los
contextos específicos que atraviesan las demandas. Localizado en el escenario
posterior a las elecciones de junio de 2009 donde el oficialismo había perdido
su hegemonía, y a cinco meses de la renovación de las Cámaras, éste era el pri-
mer proyecto de peso que lograba obtener quórum para ser debatido. Esta vo-
tación, por tanto, implicó “desmenuzar” cuáles eran las alianzas que se habían
forjado para la elección anterior, y qué realineamientos podían sucederse de allí
en adelante, respetando, o no, las fronteras de las listas partidarias.
Fueron pocos los partidos que con cinco o más diputados (86% de la Cámara)
tuvieron un voto unánime: el Movimiento Proyecto Sur (5 bancas, a favor); GEN
(ídem); Nuevo Encuentro Popular y Solidario (ídem); Partido Socialista (6 bancas, a
favor) y el Partido Peronista (6 bancas, en contra). En términos de homogeneidad
partidaria, los siguieron la Coalición Cívica (19 bancas, 84% a favor) y el Peronismo
Federal (28 bancas, 78% en contra). Resulta llamativo que en el caso de estos dos
partidos, sus presidentes de bloque se apartaron del voto mayoritario del partido:
Carrió (de la Coalición Cívica) se abstuvo y Solá (del Peronismo Federal) votó a
favor. Votaron divididos, pero con mayoría en contra: la UCR (43 bancas, 53% en
contra), el PRO (11 bancas, 54% en contra) y el Frente Cívico de Santiago del Es-
tero (7 bancas, 57% en contra). Finalmente, el Frente para la Victoria también votó
dividido, pero con mayoría a favor (85 bancas, 54% a favor).
Si avanzamos sobre la etapa posterior de debate en la Cámara de Senadores,
resulta más complicado hacer un análisis de este tipo, ya que allí casi el 40%
de las bancas están ocupadas por partidos provinciales, cada cual con uno o
dos representantes. Baste entonces decir que en los otros dos únicos partidos
(Frente para la Victoria, 31 bancas, y UCR, 14 bancas) las balanzas de los sena-
dores se inclinaron hacia la postura que había sido mayoritaria en Diputados:
ambos pasaron de un 53 o 54% de homogeneidad al 64%. En el primer caso, a
favor; en el segundo, en contra.
En vistas de que la adscripción partidaria difícilmente puede ser la variable
para comprender la inclinación del voto de los representantes, será interesante
105
Renata Hiller
46. Tow, Andy, “El voto familiar I y II” [on line]. Disponible en http://towsa.com/wor-
dpress/2010/05/10/el-voto-familiar/.
47. Verón, Eliseo, “La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política”, en
AAVV, El discurso político. Lenguajes y acontecimientos, Buenos Aires, Hachette, 1987, pp. 11-26.
106
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
te, éste puede ser definido como otro de los espacios públicos que elaboran y
hacen circular discursos. No se trata de un espacio público subalterno (tal como
definiéramos al campo LGBT) ya que no comparte ninguna de las condiciones
de subordinación de aquel: la heteronomia (ser designados por otros), la invisi-
bilidad y la desigualdad jurídico-política. Lo nominamos “reactivo” por cuanto
no se liga a exigencias de transformación, sino que demanda el sostenimiento
del statu quo. En nuestro caso, este espacio público estará casi monopolizado
por el activismo religioso. Esto es: en este espacio se nuclean y predominan
agentes más o menos vinculados a instituciones religiosas. Sin embargo, caben
dos aclaraciones: por una parte, el campo del activismo religioso resultó ser un
espacio de disputa mucho menos homogéneo que lo que una primera mirada
podría suponer. Fueron varios los representantes y miembros de distintos cre-
dos religiosos que se expresaron a favor de incluir a las parejas gay lésbicas en
la institución del matrimonio, participando de reuniones de Comisión y articu-
lándose en actividades conjuntas.
Por otra parte, el espacio público reactivo no define su “religiosidad” por
el tipo de argumentos esgrimidos, sino que su discurso se aproxima a lo que
Vaggione caracteriza como “secularismo estratégico”:
“El concepto de secularismo estratégico se propone para explicitar el despla-
zamiento en las principales argumentaciones utilizadas por el activismo reli-
gioso para oponerse a los derechos sexuales y reproductivos. Si bien el uso de
justificaciones ‘seculares’ no es novedoso para la Iglesia católica, las mismas
han devenido el eje central de las participaciones públicas del activismo reli-
gioso conservador. Discursos científicos, legales o bioéticos tienen un papel
privilegiado en las políticas de la sexualidad, lo que implica un desplazamiento,
aunque sea puramente estratégico, hacia justificaciones seculares. La defensa de
las posturas religiosas tradicionales se realiza, cada vez más, sin referencia a lo
sagrado, a Dios o a la doctrina oficial. Se intensifican, en cambio, argumentos
que más allá de su calidad son exclusivamente seculares”.49
Al interior de este espacio reactivo conviven diversas estrategias, actores y
discursos en circulación. En principio puede señalarse la creciente participa-
ción de las iglesias evangélicas en este debate, en una corriente similar a la que
se observa en otros procesos políticos vinculados a la sexualidad y el género en
la región.50 Como indica Jones, los sectores evangélicos (tal vez por la misma
pluralidad de actores institucionales que comprende) lejos de abonar in toto a la
48. La noción de espacio público reactivo articula la propuesta de espacios públicos de Fraser y el
concepto de politización reactiva de Vaggione (2005; 2009).
49. Vaggione, Juan Marco, “Sexualidad, religión y política en América latina”, Trabajo preparado
para los Diálogos Regionales, Río de Janeiro, agosto 2009, pp. 35-35. // ver pàgs//
107
Renata Hiller
50. Sardá, Alejandra, “Recoverign the lost memories of bravery: Latin american Non-normative
Sexualities in the 21st Century”, en Dubel, Ireen y Hielkema André (eds.), Urgency required. Gay
and lesbian rights are human rights, Netherlands, Hivos, 2008, pp. 94-203.
51. Jones, Daniel, “Evangélicos y matrimonio gay: actores e intervenciones evangélicas en los
debates sobre reconocimiento legal de parejas del mismo sexo en Argentina (2002-2010)”, Tra-
bajo presentado en X Jornadas de Historia de las Mujeres y V Congreso Iberoamericano de Estudios de Género,
Luján, septiembre 2010, p. 12.
52. Agencia Informativa Católica Argentina (AICA), “Carta del cardenal Jorge Mario Bergoglio,
arzobispo de Buenos Aires, a las Monjas Carmelitas de la Arquidiócesis de Buenos Aires”, 22 de
junio de 2010 [on line]. Disponible en http://www.aica.org/docs_blanco.php?id=463.
108
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
nes previas, pero difícilmente sea una tarjeta de invitación a conservar entre aque-
llos que se alejan (aunque sea un poco) de cualquier fundamentalismo religioso.
A la vez que se observa un déficit en el discurso hacia los destinatarios, tam-
poco parece que haya habido un uso estratégico de los pro-destinatarios (o di-
cho en otros términos, de la “tropa propia”). En el trabajo de campo realizado
durante el proceso fue posible observar grupos organizados que participaban
como público de las reuniones de Comisión:53 su ingreso estaba generalmente
garantizado (haciéndolo muchas veces en gran número y con listas confeccio-
nadas previamente). Sin embargo, su presencia no era una constante en los
pasillos o el Hall de la Cámara. Tampoco durante las entrevistas los legisladores
mencionaron otras modalidades de acción, como sí refirieron haber conocido
al debatirse otros asuntos vinculados a los derechos sexuales y reproductivos
(fundamentalmente el aborto). La creatividad desplegada por el activismo reli-
gioso en aquellas circunstancias (repartiendo escarpines, por ejemplo), en esta
oportunidad se vio opacada por carteles hechos a mano, con dibujos infantiles
y leyendas como “Matrimonio es papá y mamá”, “Sí al matrimonio xx-xy”
o “Dios quiere papá y mamá”.54 Los carteles impresos, difundidos en la vía
pública y la convocatoria masiva a la movilización fueron estrategias utilizadas
mucho después (y, podríamos aventurar, tardíamente).
En los primeros momentos el activismo religioso se manifestó fundamen-
talmente: a) vía estos grupos de asistentes a las reuniones de Comisión en la Cá-
mara de Diputados, b) participando profesionales de Universidades confesio-
nales como discurso experto en las reuniones de Comisión, y c) por medio de
asociaciones de abogados que actuaron como litigantes en causas judiciales.55 A
nivel de la Jerarquía Católica, hubo diversos pronunciamientos públicos.56 Una
vez más, estos pronunciamientos (más allá de su capacidad de influencia sobre
53. Aquí refiero especialmente a las reuniones de Comisión de la Cámara de Diputados realiza-
das en la Ciudad de Buenos Aires.
54. Tomados de las notas de campo de la reunión conjunta de Comisiones (15/4/2010).
55. Para ampliar sobre el accionar de organizaciones de la sociedad civil del activismo religioso,
puede consultarse el Informe “Derecha Religiosa en América Latina, Principales Estrategias de
Acción”, de Católicas por el Derecho a Decidir, Córdoba.
56. A los ya citados pueden sumarse el comunicado de febrero del 2010, en el que el presidente
de la Conferencia Episcopal Argentina exigió al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
que apele el segundo fallo que permitió la celebración de un matrimonio gay lésbico. Cuando se
realizaron las audiencias en el interior del país, en San Luis, el obispo local expresó que los gays
“no son una familia porque no pueden tener hijos” y propuso que la homosexualidad era “una
tendencia contra la que se puede luchar y vencer”. También hubo pronunciamientos por parte
del arzobispo de San Juan, Alfonso Delgado, del arzobispo de Córdoba, Carlos Ñáñez, y del
arzobispo auxiliar de La Plata, Antonio Marino, entre otros.
109
Renata Hiller
57. Agencia Informativa Católica Argentina (AICA), “Mons. Aguer denunció presiones para
votar el ‘matrimonio’ gay”, 5 de julio de 2010 [on line]. Disponible en http://www.aica.org/
index.phpmodule=displaystory&story_id=22364&edition_id=1279&format=html&fe
ch=2010-07-05.
110
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
6. Significados de la Igualdad
El principio de igualdad fue el eje central sobre el cual los propulsores ar-
ticularon la demanda de matrimonio. “Los mismos derechos con los mismos
nombres” era el lema que hacía énfasis, más que en el instituto reclamado, en la
necesidad de deslegitimar prácticas discriminatorias hasta entonces sostenidas
por el Estado. Esta definición del asunto “enmarcó”60 la demanda incribién-
dola históricamente y haciéndola inteligible a través de la asociación con otras
análogas como el voto femenino o la equiparación sancionada en la década de
1980 entre los hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio.
58. Tarrow, Sidney, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Ma-
drid, Alianza, 1997.
59. Koopmans, Ruud y Statham, Paul, “Ethnic and Civic Conceptions of Nationhood and the
Differential Success of the Extreme Right in Germany and Italy”, en Giugni, Marco, McAdam,
Doug y Tilly, Charles (eds.), How Social Movements Matter, Minneapolis, University of Minnesota
Press, 1999, p. 228.
60. El término frame/marco es tomado de Goffman por Snow y Benford para referir al “esquema
de interpretación que permite localizar, percibir, identificar y etiquetar determinados aconteci-
111
Renata Hiller
mientos dentro del espacio vital y en el mundo en general” (Snow, David y Benford, Robert:
“Ideology, Frame Resonance, and Participant Mobilization”, en American Sociological Review Vol.
51, 1988, p. 464). Así, el concepto de framing, en el marco de los estudios sobre movimientos
sociales, pretende contribuir a la comprensión de la emergencia de la acción colectiva, indicando
los símbolos culturales y valores políticos que dan sentido y constituyen marcos interpretativos
de nuevas demandas, iniciativas o disputas. Como se verá, en los procesos de framing no sólo in-
tervienen los movimientos sociales (como en este caso, el de la diversidad sexual), sino también
otros actores, incluso antagónicos.
112
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
61. “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral
pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de
los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni
privado de lo que ella no prohíbe” (Art. 19 de la Constitución Nacional).
62. Verón, op. cit.
113
Renata Hiller
63. Como ejemplo de este argumento puede consultarse la intervención de Elcira Nazar Espeche
(profesora de filosofía de la Universidad Católica de La Plata), durante la reunión de Comisión
de Legislación General del Senado (22/6/2010).
64. Tanto De la Dehesa en México como Fassin en Francia refieren cómo al momento de discu-
tirse al establecimiento de cuotas de género en las listas de candidatos se refirió a los derechos de
las minorías sexuales, confrontándolos. En un caso, temiendo que luego se reclame la “cuota de
maricas”; en el otro, subrayando y naturalizando la diferencia sexual para justificar la necesidad
de una ley de ese tipo. Ver: De la Dehesa, Rafael, Queering the public sphere in Mexico and Brazil,
Duke University Press, 2010, p. 47, y Fassin, Eric y Feher, Michel, “Parité et PaCS: anatomie
politique d´un rapport”, en Borrilo, Daniel, Fassin, Eric y Iacub, Marcela (dirs.), Au-delà du PaCS.
L’expertise familiale à l’épreuve de l’homosexualité, París, PUF, 1999, pp. 13-44.
114
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
vista de las posibles reconfiguraciones del espacio reactivo que, como indicara
Vaggione, hace un uso estratégico de los argumentos seculares, en este caso, los
promovidos desde el feminismo y los movimientos de mujeres.
Es en este escenario, por tanto, que se plantea el debate sobre la posible inclu-
sión de las parejas gay-lésbicas en el matrimonio: ya no se trata de obtener o no los
derechos (que, excepto la adopción, parecieran aceptar todos), sino de los signifi-
cados de la igualdad y las políticas particulares para concretarla. La igualdad que se
pondrá en debate a partir del reclamo de matrimonio es una igualdad política, antes
que “contrastiva”. En este sentido, vale recordar la distinción que realizara la histo-
riadora Joan Scott al intentar desmontar el binomio (tan caro a ciertas discusiones
feministas) entre “igualdad y diferencia”. Para ello, se servirá de los aportes de la
teoría posestructuralista para intentar rearticular valores de sinonimia y antonimia.
Así dirá que lo que se opone a la igualdad no es la diferencia, sino la inequidad
o falta de equivalencia, “la noncommensurability (la falta de medidas comunes)”. La
igualdad política, precisamente, supone la existencia de diferencias que (sin embar-
go) no son consideradas como relevantes en términos de ciudadanía:
“La igualdad en la teoría política de derechos que está detrás de los reclamos
de justicia que llevan a cabo grupos excluidos, significa ignorar las diferencias
entre individuos para un propósito en particular y en un contexto particular.
Michael Walzer lo expresa del siguiente modo: ‘el significado de raíz de igualdad
es negativo: el igualitarismo tiene sus orígenes en políticas abolicionistas. Trata
de eliminar no todas las diferencias, sino un grupo particular de diferencias, y
un grupo diferente en diferentes épocas y lugares’ […] La noción política de
igualdad, por tanto, incluye un reconocimiento de la existencia de la diferencia:
más aún, depende de tal reconocimiento. Las exigencias de igualdad se basaron
siempre en argumentos implícitos y generalmente no reconocidos a favor de la
diferencia: si los individuos o grupos hubieran sido idénticos o los mismos, no
habría habido necesidad de pedir la igualdad.”65
Las discusiones sobre matrimonio civil operaron entonces como un esce-
nario de disputa en torno a cómo conciliar el reconocimiento de una sociedad
diversa y plural junto con la igualdad de derechos y el acceso equitativo a la
ciudadanía. Entonces la demanda comenzaría a ser nombrada y reconocida
bajo un nuevo rótulo: “matrimonio igualitario”.66
65. Scott, Joan, “Reconstruir igualdad versus diferencia: usos de la teoría posestructuralista para
el feminismo”, en Revista Feminaria Año 7 Nº 13, noviembre 1994, pp. 1-9. Ver también Walzer,
Michael, Spheres of justice: a defense of pluralism and equality, Nueva York, Basic Books, 1983.
66. De dónde salió el término y quién lo dijo por primera vez puede quedar en el terreno de los
mitos urbanos. De acuerdo al relevamiento documental, cobra mayor circulación en las primeras
semanas de julio: hay un registro fotográfico del acto del 9 de julio en Tucumán donde detrás
de Cristina Fernández se lee: “H.I.J.O.S. apoya la ley de matrimonio igualitario”. También la
115
Renata Hiller
67. Discurso del presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en el pleno del
congreso de los diputados para defender la reforma del Código Civil, Madrid, 30 de junio de 2005.
117
Renata Hiller
68. Se realizaron audiencias en Resistencia (Chaco), Corrientes, Salta, San Fernando del Valle de
Catamarca, San Miguel de Tucumán, Córdoba, San Juan, San Salvador del Jujuy y Mendoza. Lla-
mativamente, ninguna de la región patagónica (más tarde se planeó una audiencia en Neuquén,
pero no llegó a realizarse).
118
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
120
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
121
Renata Hiller
8. A modo de cierre
74. Durante varios meses la iniciativa había transcurrido sin que el espacio LGBT convocara a
sus prodestinatarios. Esa situación se revertiría hacia el 28 de junio, con la organización de un
festival. Luego se organizarían “ruidazos” en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires y en
otras localidades para “revertir” la marcha en contra del 13 de julio. En todos los casos, la moda-
lidad propuesta apuntaba a la visibilidad del espacio, más allá del número efectivo de asistentes.
122
Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina
Parafraseando a Fraser, no hay una prueba más dramática del aspecto eman-
cipatorio de lo público77 que la manera como estos acontecimientos capacitaron
transitoriamente a muchas personas a hablar de su homosexualidad, o de la de
sus padres, o de la de sus hijos.... La difusión del debate en esferas informales y la
visibilidad mediática que tuvieron las sexualidades no heterosexuales durante el
proceso generaron reconfiguraciones también en términos de visibilidad pública.
Como dijéramos al comienzo, no es posible todavía conjeturar qué efectos aca-
rreará esto en el largo plazo o si esos procesos de visibilidad se revertirán.
A su vez, los modos en que se hicieron visibles gays y lesbianas durante el pro-
ceso no están exentos de paradojas. La obliteración del sexo operada en el debate
y la normalización de las parejas gay lésbicas (en aquella línea de “ejemplaridad”
referida por Mariano Fernández Valle en esta compilación) conlleva dificultades
respecto de otros modos de articular los vínculos erótico-afectivos. Y ello no cuen-
ta solamente para quienes se apartan de la heterosexualidad. La centralidad del vín-
culo conyugal como vector de asignación de derechos no fue puesto en entredicho.
A su vez, la revalorización de la “pareja” operada en el debate resulta cuanto menos
sorprendente habida cuenta de la contemporaneidad entre este debate y resonados
casos de violencia conyugal.78 Los debates en torno a la posible ampliación del
estatuto matrimonial podrían haber funcionado como un escenario propicio para
discutir a su vez algunos de los supuestos en torno al vínculo conyugal. Sin embar-
go, a excepción de algunas intervenciones,79 esa conexión no fue establecida.
Aun con estos recaudos somos de la idea de que el matrimonio gay lésbico
(lejos de obturar futuros debates, como plantean las voces críticas) puede cons-
tituir un escalafón a partir del cual discutir públicamente otros asuntos. Tanto los
argumentos esgrimidos como las transformaciones operadas en el espacio público
indicaron, más allá de los resultados, la inmanencia del orden social. Esto es: el de-
bate mostró que son las sociedades las que definen y redefinen sus propias normas.
Ello multiplica la posibilidad de que emerjan nuevas demandas y sujetos políticos.
Y así como no hay principios trascendentes en una sociedad, tampoco hay
leyes ineludibles para el accionar político. La política no se sirve de motivos
morales (la ley no salió porque fuera “más justa”), ni del cálculo estratégico de
un solo actor. En la política intervienen el azar, la sorpresa y la mayor o menor
inteligencia para medir el partido. En ese cruce entre fortuna, acción política e
inmanencia es que puede pensarse la democracia.
77. La autora refiere al caso Clearence Thomas (en torno al abuso sexual) y señala cómo ello
permitió que por primera vez muchas mujeres contaran sus propias experiencias al respecto. Ver
Fraser, op. cit., p. 159.
78. En el verano del 2010 un músico integrante de la banda Callejeros quemó a su pareja, cau-
sándole finalmente la muerte. El caso fue acompañado por una amplia cobertura mediática que
contribuyó a la vibilización de otros casos y de la problemática.
79. Ver por ejemplo la intervención de la Dip. Chieno, sesión del 4 de mayo de 2010, HCDN.
124
Matrimonio y diversidad sexual: el peso
del argumento igualitario
Roberto Gargarella
125
Roberto Gargarella
3. Habrá que decir, además, que la idea del caso resulta, en tal sentido, también reaccionaria, ya
que nos pretende inermes frente al pasado, dominados por él, e incapacitados para ponernos de
pie frente a él, para reclamar el fin de injusticias que suelen anidar, también, en las concepciones
dominantes en torno a los conceptos utilizados.
4. Retomo en esta sección una argumentación que utilizara en mi texto “Constitucionalismo
y privacidad”, publicado en R. Gargarella (ed.), Teoría y Crítica del Derecho Constitucional, Buenos
Aires: Abeledo Perrot, 2009.
5. H. Hart, “Moral Populism and Democracy”, en Law, Liberty and Morality, Oxford: Oxford
University Press, 1998.
127
Roberto Gargarella
128
Matrimonio y diversidad sexual: el peso del argumento igualitario
favor de algunos y en contra de otros tal vez –como ocurría entonces, con el
caso de la homosexualidad– para considerar un delito lo que otros consideran
una parte integral de sus vidas).
En segundo lugar –agregaba Hart– aun si por hipótesis aceptáramos que es
posible reconocer cuáles son los rasgos morales predominantes en la sociedad, to-
davía tendríamos un largo trecho por recorrer, hasta llegar a acordar con posiciones
como las de Devlin. Hart atacaba, entonces, el reclamo empírico presentado por
Devlin, y conforme al cual los cambios radicales en las creencias morales de la so-
ciedad implicaban algo así como la disolución de la misma. Por qué, se preguntaba
Hart, es que debemos aceptar una afirmación como ésta cuando es dable pensar
exactamente lo contrario, esto es, que las sociedades, periódicamente, cambian pro-
fundamente sus valores y siguen existiendo tal como lo hacían hasta entonces, y
tal vez en mejores condiciones que antes. ¿Por qué no pensar que las sociedades
evolucionan en sus convicciones, y atraviesan por períodos de cambios dramáticos
en sus valores, sin por ello verse enfrentadas a ningún escenario apocalíptico, como
el sugerido en la puntura presentada por Devlin? //Puntura ?//
El tercer argumento de Hart era, sin embargo, el más importante. Confor-
me al filósofo inglés, aun si conociéramos cuáles son los rasgos morales domi-
nantes en nuestra comunidad, y tuviéramos la certeza de que un cambio en los
mismos llevaría a que nuestra sociedad deje de ser lo que es, aun así, no resul-
taría claro por qué es que deberíamos acompañar a Devlin todo a lo largo de
su razonamiento. Para sostener este punto, Hart insistía en una distinción muy
importante, entre lo que podemos denominar la moral “convencional” de una
sociedad, y la moral “crítica” o “ideal”. La idea es que la moral “convencional”
o dominante no se superpone con la moral “crítica”. Para decirlo de un modo
sencillo, los valores dominantes no merecen ser defendidos (cual si fueran valo-
res ideales) por el mero hecho de ser valores dominantes. Los mismos pueden
ser, en efecto, los valores mayoritarios dentro de nuestra comunidad, pero al
mismo tiempo valores (que tenemos razones independientes para considerar)
inaceptables (i.e., en una comunidad en donde predomina la intolerancia, la
mentira, las prácticas corruptas). Sostener, como sostiene Devlin, que los va-
lores dominantes merecen siempre la protección de las leyes resulta, cuanto
menos, apresurado. Entre lo primero y lo segundo hay un trecho muy largo,
que debe ser justificado: del hecho de que ciertos valores sean los dominantes
no se sigue que tengamos razones para apoyarlos (o para combatirlos).
Por supuesto, decir esto no requiere que sepamos, de antemano, cuáles son
los valores ideales –los valores que sí merecerían ser defendidos–. Tal vez nun-
ca tengamos certeza acerca de ello. Sin embargo, lo dicho no niega lo anterior,
esto es, que determinados valores no se convierten en valores que merecen ser
respaldados (o atacados) con la fuerza estatal por el mero hecho de ser los va-
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Roberto Gargarella
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Roberto Gargarella
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Matrimonio y diversidad sexual: el peso del argumento igualitario
7. J. Rawls, A Theory of Justice, Cambridge: Harvard U.P., 1971; W. Kymlicka, Contemporary Political
Philosophy, Oxford: Oxford U.P., 1994.
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Roberto Gargarella
134
Matrimonio y diversidad sexual: el peso del argumento igualitario
que dicen que los judíos son más codiciosos, o las mujeres más histéricas que
los varones. ¿Qué es lo que tales estudios nos estarían diciendo, si es que algo,
sobre los judíos o las mujeres, en tanto sujetos de derechos? Dichos estudios,
por caso, no dicen nada acerca de las virtudes especiales que –por medio de
otros prejuicios similares– podríamos extender a tales grupos (los judíos como
especialmente protectivos de los miembros de su grupo; las mujeres como
motivadas por una “lógica del cuidado”).10
Peor aún, tales estudios omiten toda otra referencia que (también prejui-
ciosamente) podríamos extender a otros grupos, de modo previo a alguna re-
flexión sobre los modos en que asignar derechos. //asignan// Por caso, a la
hora de pensar sobre los derechos al matrimonio o a la adopción, podríamos
considerar generalizaciones del tipo: los “blancos son más racistas que los ne-
gros”, o los “varones son más violentos que las mujeres”. No sería difícil encon-
trar estudios estadísticos capaces de ratificar tales pautas de comportamiento. Sin
embargo, ¿cuál sería el sentido de que el derecho se comprometiera con este tipo
de estudios (ahora más balanceados), a la hora de reflexionar sobre los derechos
que le corresponden a cada uno, en materia de matrimonio o adopciones?
En efecto, si estadísticamente se probara que, por caso, los varones son
mucho más violentos que las mujeres, y mucho más discriminadores que los
homosexuales, ¿cuál sería la razón para privar a “todos” los varones de sus dere-
chos? (i. e., de su derecho a adoptar). De modo más específico y más relevante,
¿qué es lo que dichas cifras nos dirían sobre los derechos que le corresponden a
Juan o a Pedro, en tanto varones heterosexuales? Contra lo que dicha generali-
zación impropia sugiere, lo que el derecho debería hacer, en cambio, es resolver,
caso por caso, si (por ejemplo) el varón adoptante forma parte o no del colectivo
tendencialmente más violento, o más discriminador y no, simplemente, presumir
que lo hace, y privarlo por tanto de derechos que podrían corresponderle sin
problemas. La ofensa incorporada de este modo en el Informe –en cuanto a los
modos de pensar derechos, y frente a minorías tradicionalmente discriminadas
por el Estado– socava, desde un inicio, la autoridad del mismo.
Por lo demás, conviene recordar que, a partir de tan cuestionables estadísti-
cas y generalizaciones, el Informe sugiere una respuesta insistente, relacionada
inequívocamente con la restricción de los derechos de los homosexuales (ya sea
para contraer matrimonio o para adoptar, actos que sí se les permite hacer a la
mayoría de los demás grupos).
10. Más todavía: aun si aceptáramos el contenido de reportes médicos como los citados (cosa que no
hago), podría decirse que males como los descriptos (“histeria”, “nerviosismo”) surgen de la tremen-
da discriminación que en el mismo informe auspicia –discriminación que, para colmo, se pretende
que el derecho refuerce–. ¿Cuál debería ser, entonces, la reacción del derecho, frente a tal comproba-
ción? ¿Fortalecer los esquemas de conducta que terminan en perjudiciales discriminaciones?
136
Matrimonio y diversidad sexual: el peso del argumento igualitario
11. El Informe de la Universidad Austral incurre en otros problemas teóricos serios. Ante todo, y
como –según vimos– es habitual, el mismo quiere resolver muchas de las cuestiones que aborda
definiendo, de antemano, los conceptos que quiere estudiar –típicamente, el de matrimonio–. Se
trata de un típico caso de petición de principios, ya que el informe asume entre sus premisas la
misma proposición que pretende probar. Por otro lado, todo el informe se encuentra recorrido
por una idea extraña sobre los derechos. Se dice, por ejemplo, que no existe un derecho fun-
damental a adoptar, pero sí un derecho –del menor– a ser socialmente amparado. Los autores
deberían dar cuenta de las razones que avalan y justifican estas ideas acerca de la extensión y
límites de los derechos de las personas. Por lo demás, y en relación con el punto anterior, la
única razón importante que da el informe para sostener las discriminaciones que propicia es la
de la igualdad: homosexuales y heterosexuales merecen distinto trato porque son diferentes. Para
ello, lamentablemente, el informe recurre a la idea, tan trillada como vacua, según la cual “es tan
injusto tratar diferente a los iguales, como igual a lo que es distinto”. Pero ya examinamos los
problemas propios de este tipo de apelaciones. Sin cambiarle una coma, la misma frase permitiría
discriminar a la comunidad negra, por su color de piel, y a los árabes, simplemente por serlo.
Lo que importa no es, entonces, la existencia de diferencias (siempre las hay), sino si se trata de
137
Roberto Gargarella
Conclusiones
diferencias moralmente relevantes para el propósito en juego (y ya vimos por qué los reportes
ofensivamente citados como respaldo, en este sentido, no merecen ser tomados en cuenta).
138
El matrimonio igualitario y los principios
constitucionales estructurantes de igualdad
y/o autonomía*
Laura Clérico
I. Introducción
H ace más de una década Eskridge escribía que no había nada nuevo sobre el
reconocimiento de la existencia de “matrimonios entre personas de un mis-
mo sexo”, en tanto se encontraba documentada su existencia en cientos de orga-
nizaciones políticas incluyendo muchos de los nativos en América.1 Sin embargo
a renglón seguido advertía que la institución había permanecido desconocida en
el occidente moderno. Por último, pronosticaba que “esto está por cambiar en
breve, porque las activistas lesbianas y homosexuales han luchado por todos sus
derechos matrimoniales en los países de occidente con mayor éxito”.2
El pronóstico de Eskridge se está cumpliendo en parte. Desde el 2000 has-
ta el 2010, diez Estados3 reconocieron en su legislación de derecho común el
* Estoy muy agradecida por sus valiosos comentarios sobre el tema a Carolina V. Opiella, Liliana
Ronconi, Gustavo Beade, Martín Aldao y Sebastián Scioscioli.
1. Ver Eskridge, W.N., The Case for Same-Sex Marriage, 1996, capítulo 2.
2. Eskridge, W.N., “La discusión del matrimonio entre personas del mismo sexo y tres conceptos
de igualdad”, Rev. de la Univ. de Palermo, Buenos Aires, 2000, p. 218. Ver en este libro el capítulo
escrito por Hiller, R., “Matrimonio igualitario y espacio público en Argentina”.
3. Holanda (2000), Bélgica (2003), España (2005), Canadá (2003, respecto de algunos estados fe-
derados, y en el año 2005 para todo el estado federal), Sudáfrica (2006), Noruega y Suecia (2009),
Portugal, Islandia y Argentina (2010). En los EEUU de Norteamérica lo han reconocido
139
Laura Clérico
algunos estados estaduales; en diciembre de 2009, en México, el Distrito federal. V., Herrera,
M., “Adopción y ¿homo-parentalidad u homofobia? Cuando el principio de igualdad manda”,
JA, 22/9/2010, pp. 3-24.
4. Sobre las diversas denominaciones del matrimonio entre personas del mismo sexo, ver en
este libro el trabajo de Fernández Valle, M., Después del matrimonio igualitario, nota al pie de
página nº 3.
5. Ver un análisis de los discursos sobre el matrimonio igualitario, en Meccia, E. //EN ESTE
LIBRO ?///
6. Ver por ejemplo casos: “Minister of Home Affairs v. Fourie” y “Lesbian and Gay Equality
Project v. Minister of Home Affairs”, Corte Constitutional de Suadáfrica, 1.12.2005; sentencias
de la Corte de Apelaciones de Ontario y British Columbia en Canadá, y las Cortes Supremas de
California, Connecticut, Iowa (03/04/2009) y Massachusetts (caso “Goodrige v. Department
of Public Health”, 18.11.2003) en EEUU de Norteamérica. En Argentina: ver Contencioso
Administrativo Tributario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: “Freyre Alejandro y otro
c/ GCBA s/ Amparo (expte. N 34292/0)”, Juzgado del Fuero N° 15; “Canevaro Martín y otro
c/ GCBA s/ Amparo (expte. N 36410/0)”, Juzgado del Fuero N 13; “Fernández Alberto Daro
y otro c/ GCBA s/ Amparo (Expte. N 36320)”; “D., V. y otra”, Tribunal en lo Criminal de Mar
del Plata, número 2, mayo-2010, entre otros.
7. Ver “Schalk y Kopf v. Österreich”, TEDH, 24.06.2010, párr. 28, 62, 96, 98, 105, 108 del voto
de la mayoría; para un análisis detallado y crítico de la sentencia, ver Kemelmajer de Carlucci, A./
Herrera, M., “El principio de no discriminación en una reciente sentencia del Tribunal Europeo
de Derechos Humanos. Una cuestión en movimiento desde el ámbito regional y una responsa-
bilidad desde el ámbito estatal”, La Ley, Buenos Aires, 6/07/2010.
8. La Corte Constitucional italiana emitió sentencia (Nro. 138, 14/4/2010), respecto de este
y otros planteos el 14 de abril de 2010. La sentencia se produjo en el marco de los juicios de
140
El matrimonio igualitario y los principios constitucionales...
Existen todavía otras prácticas en las que si bien no fue reconocido aún ni
legislativa ni judicialmente el matrimonio igualitario, aunque sí la unión civil9 o
algún tipo de reconocimiento jurídico menor,10 existe jurisprudencia constitu-
cional que si se tomara en serio en términos de igualdad y/o autonomía debería
llevar necesariamente a la declaración de inconstitucionalidad de las leyes civi-
les que lo siguen negando.
Entiendo que el Tribunal Constitucional Federal alemán con su sentencia
sobre transexuales del 200811 ha abierto el camino para el reconocimiento
del matrimonio igualitario.12 El Tribunal decidió la inconstitucionalidad del § 8
párr. 1 Nro. 2 de la Ley de Transexuales en tanto ponía como condición para el
cambio del asiento del nombre y otros datos por el Registro Civil de la persona
transexual operada, de estado civil casada, que debía antes divorciarse para que
legitimidad constitucional de los arts. 93, 96, 98, 107, 108, 143 143bis y 156bis del Código Civil,
promovidos por el Tribunal de Venecia por resolución del 3 de abril de 2009 y por la Cámara de
Apelaciones de Trento por resolución del 29 de julio de 2009 inscriptas en los números 177 y
248 del registro de sentencias del año 2009. En ambos casos los juicios ordinarios se originaron
porque dos parejas (cada una formada por personas del mismo sexo, respectivamente) atacaron
en los tribunales la decisión de los correspondientes oficiales del registro civil de la comuna de
Venecia y Trento, que se habían rehusado a proceder a la publicación del matrimonio requerido
por los oponentes, por no estimar admisible en el ordenamiento italiano el matrimonio entre
personas del mismo sexo. La cuestión de legitimidad constitucional de fondo que los tribunales
someten a consideración de la Corte es si, la interpretación en conjunto de las normas anterior-
mente citadas del Código Civil italiano, en tanto no permitirían a las personas contraer matrimo-
nio con personas del mismo sexo, son compatibles con las normas de la Constitución italiana
que consagra los derechos inviolables de las personas que incluye el derecho de vivir libremente
la opción de pareja escogida (art. 2), el principio de no-discriminación arbitraria (art. 3), los
derechos de la familia (art. 29) y las normas del derecho internacional de los derechos humanos
(art. 117, inciso primero) que tenderían hacia el reconocimiento del matrimonio igualitario. La
sentencia de la Corte Constitucional con una argumentación escueta –y a mi entender poco
convincente– declara inadmisible la cuestión de legitimidad constitucional respecto del planteo
relacionado con los arts. 2 y 117 de la Constitución italiana e infundada respecto de los arts. 3 y
29 de la Constitución. Analizo críticamente esta sentencia en: Clérico, L., “La lucha por el reco-
nocimiento del matrimonio igualitario: la sentencia N° 138 de la Corte Constitucional italiana del
14 de abril de 2010 bajo la lupa de los principios estructurantes de igualdad y autonomía”, Revista
de Derecho de Familia, Jurisprudencia Argentina-Abeledo Perrot, 2010 (en prensa).
9. Es el caso de Alemania.
10. Como en el caso de Italia.
11. BVerfGE 121, 175. [La sigla corresponde a Tribunal Constitucional Federal alemán, 121 al
número del tomo y 175 a la primera página del fallo].
12. Ver Stüber, S., “Personenstandsrechtliche Anerkennung verheirateter Transsexueller”, Juris-
tische Zeitung, enero 2009, p. 50.
141
Laura Clérico
19. Ver Fernández Valle, M., “Matrimonio y diversidad sexual”, en Gargarella/Alegre, Teoría y
Crítica del Derecho Constitucional, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2008, pp. 601-618; cfr. Burt, B., “Regu-
lando la sexualidad. Libertad frente a igualdad” en AAVV, Seminario en Latinoamérica de Teoría Constitu-
cional y Política (SELA), Derecho y Sexualidades, Buenos Aires, 2010, p. 42. Además, el Alto Comisionado
para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas advirtió al respecto que: “Ni la existencia de
leyes nacionales, ni la prevalencia de la costumbre pueden justificar jamás el abuso, los ataques, la
tortura e incluso los asesinatos a los que se ven sometidos las personas gays, lesbianas, bisexuales y
transgénero debido a quiénes son o a cómo se percibe que son. Debido al estigma asociado a las cues-
tiones relacionadas con la orientación sexual e identidad de género, la violencia contra las personas
LGBT a menudo no se denuncia, quedando indocumentada y finalmente sin penalizar. Raras veces
genera debate público o indignación. Este vergonzoso silencio es la negación máxima del principio
fundamental de universalidad de los derechos humanos”. Declaración de la Oficina del Alto Comi-
sionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos para la Conferencia Internacional sobre
los Derechos Humanos de las personas LGBT, Montreal, 26 de julio de 2006, disponible en: www.
unhchr.ch/huricane/huricane.nsf/0/B91AE52651D33F0DC12571BE002F172C?opendocument.
144
El matrimonio igualitario y los principios constitucionales...
Esto alcanza de lleno el mandato de igualdad que dice que si no hay ninguna
razón suficiente para permitir un trato desigual, entonces está ordenado un tra-
to igual.21 Pero, ¿por qué se les niega algo si están en igualdad de circunstancias
relevantes? Tomo por relevantes la voluntad de tener pareja, de gozar de las
protecciones y derechos que surgen de la regulación legal del matrimonio.22
Respecto del matrimonio igualitario lo curioso es que tanto quienes se pronun-
cian en contra como aquellos que están a favor, argumentan bajo la estructura de la
igualdad. Sin embargo, se diferencian en un punto crucial: la fórmula de igualdad.23
20. Nancy Fraser, “La justicia social en la era de la política de la identidad: Redistribución, reco-
nocimiento y participación”, en Fraser/Honneth, ¿Redistribución o reconocimiento?, Morata-Padeia,
Madrid/Coruña, 2006, pp. 36-37 (cursiva agregada).
21. Alexy, R., Teoría de los Derechos Fundamentales, CEC, Madrid, p. 360.
22. Incluso el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en su sentencia del 24/06/2010, “Schalk
y Kopf vs. Austria”, parte en forma correcta del presupuesto de que los actores, pareja de per-
sonas del mismo sexo, “estaban en una situación similar a las parejas de distinto sexo”. Sin em-
bargo, el Tribunal en su posición mayoritaria concluye que no hubo discriminación por parte del
Estado austríaco que no reconoce el matrimonio igualitario. En este punto, es más convincente
el voto en disidencia de los jueces Rozakis, Spielmann y Jebens, quienes critican a la posición
mayoritaria en tanto el Gobierno austríaco no esgrimió argumento alguno para la diferencia de
trato, fundándose tan sólo en su margen de apreciación. Y agregan que en tanto no dieron argu-
mento no sería posible escudarse en este margen, “de hecho, sólo en caso de que las autoridades
nacionales ofrezcan fundamentos de justificación, la Corte puede interpretar, teniendo en cuenta
la presencia o la ausencia de un enfoque común [entre las legislaciones de los estados partes],
que están mejor ubicados que ella para tratar eficazmente la cuestión”, párr. 8. Queda claro que
el margen de apreciación de los Estados no es una razón de peso suficiente para justificar una
diferencia de trato ni menos aún para ser la primera y única ratio (cursiva agregada).
23. Ver este punto ya en Eskridge, W., “La discusión del matrimonio entre personas del mismo
sexo y tres conceptos de igualdad”, Rev. de la Univ. de Palermo, Buenos Aires, 2000. p. 218. El uso
de diversas fórmulas de igualdad se puede seguir en el debate que se generó los días 14 y 15 de
julio de 2010 en la Cámara de Senadores de la Nación Argentina en ocasión de la aprobación
145
Laura Clérico
de la inclusión del matrimonio igualitario, que luego fuera promulgada como Ley 26.618, ver
versión taquigráfica en: www.senado.gov.ar.
24. Ver esta posición en la sentencia recaída en el expediente en el que tramitó la sentencia N°
138 de la Corte Constitucional italiana del 14 de abril de 2010.
25. Argumento de la defensa del Estado: “No existiría violación al principio de igualdad, según
el art. 3 de la Constitución, porque éste impone un tratamiento igual para situaciones iguales y
un tratamiento diferenciado para situaciones de hecho distintas”.
26. Ver “Plessy vs. Ferguson”, 163 U.S. 537 (1896).
27. 347 U.S. 483 (1954).
28. Ver esta misma advertencia en el caso “Freyre Alejandro y otro c/ GCBA s/ Amparo (expte.
N 34292/0)”, Juzgado del Fuero CAyT Nro. 15, en el que se declaró la inconstitucionalidad del
art. 172 del Código Civil argentino antes de la reforma de 2010 que no admitía el matrimonio
igualitario.
29. Varios Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos prohíben discriminar por “cual-
quier otra condición social”, tal y como se recoge en el artículo 2.2 del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que de acuerdo con el desarrollo interpretativo
incluye la prohibición de discriminación por orientación sexual, según fue interpretado reciente-
mente en la Observación General del Comité de DESC de Naciones Unidas, No. 20, mayo 2009.
Así, se sostuvo que los Estados partes tienen la obligación de cerciorarse de que las preferencias
sexuales de una persona no constituyan un obstáculo para hacer realidad los derechos que reco-
146
El matrimonio igualitario y los principios constitucionales...
noce el Pacto. Ver asimismo Informe sobre Derechos Humanos e Identidad de Género, Estras-
burgo, 29 de julio de 2009, CommDH/IssuePaper(2009)2, elaborado por Thomas Hammarberg,
Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa. /ver nums./
30. Se aplica examen estricto de igualdad, en: Contencioso Administrativo Tributario de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: “Freyre Alejandro y otro c/ GCBA s/ Amparo (expte. N 34292/0)”;
“Canevaro Martín y otro c/ GCBA s/ Amparo (expte. N 36410/0)”, Juzgado del Fuero N 13;
“Fernández Alberto Daro y otro c/ GCBA s/Amparo (Expte. N 36320)”, entre otros.
31. Ver Fernández Valle, M., trabajo publicado en este libro, op. cit., nota el pie de página nº 2.
32. Dworkin, R., El imperio de la Ley, Gedisa, Barcelona, 1992, p. 269: “la raza y otros rasgos de
distinción similares son especiales sólo porque la historia sugiere que algunos grupos son más
propensos a que se les niegue la consideración debida, de modo que las decisiones políticas que
actúan en su contra deberían ser tomadas en cuenta con especial sospecha”. Además, v., Bianchi,
E. y Gullco, H. V., “La cláusula de igualdad: hacia un escrutinio más exigente”, JA 2001 I 1241;
Clérico, L. y Schvartzman, S., “‘Repetto’ revisitado: a propósito del fallo del Trib. Sup. Ciudad Bs.
As. sobre acceso a la docencia en el caso de los extranjeros”, LL Supl. Const. 2005 (octubre), p.
38; Treacy, G., “La utilización de categorías sospechosas como técnica para controlar la discrimi-
nación hacia los extranjeros”, JA 2006 IV, 29/11/2006; Gargarella, R., “Cómo no debería pen-
sarse el derecho a la igualdad. Un análisis de las opiniones disidentes en el fallo ‘Reyes Aguilera’”,
JA 2007 IV, ps. 67 74. S. ampliación de las “categorías sospechosas” en el derecho constitucional
norteamericano, ver Helfand, M., “The usual suspect classifications: criminals, aliens and the
future of the same-sex marriage”, U. Pa. J. Const. Law, 2009.
33. Ver Tribunal Europeo de Derechos Humanos en su sentencia del 24/06/2010, “Schalk y
Kopf vs. Austria”, párr. 97, entre otros: “On the one hand the Court has held repeatedly that,
just like differences based on sex, differences based on sexual orientation require particularly
serious reasons by way of justification (v. casos Karner, § 37; L. and V. v. Austria, § 45; and Smith
and Grady, § 90)”. Sin embargo, parece relativizar lo anteriormente sostenido cuando agrega:
“On the other hand, a wide margin is usually allowed to the State under the Convention when
it comes to general measures of economic or social strategy (v., Stec and Others v. the United
Kingdom [GC], no. 65731/01, § 52, ECHR 2006-VI)”. Ver crítica a esta relativización en nota
18 de este trabajo.
147
Laura Clérico
tucional Federal alemán,34 sostiene, por ejemplo, que se debe exigir una justificación
agravada cuando la desigualdad de trato se basa sobre la orientación sexual de las
personas. Esta exigencia agravada la justifica en las prohibiciones de discriminación
del Art. 3 IIII LF en relación con el derecho al desarrollo de la personalidad del Art.
2 I en vinculación con el principio de dignidad del Art. 1I LF que a su entender se
condice con el desarrollo que se da en el derecho europeo.
En resumen, cuando se está en presencia de una restricción muy intensiva
de un derecho de prestación, que atañe a una cuestión central de la autonomía
y los afectados conforman un grupo de personas que histórica y sistemática-
mente han sido excluidos, entonces se trata de una violación al mandato de
proporcionalidad/razonabilidad de las leyes por insuficiencia de la respuesta
de la medida estatal. Esto implica: (a) además de la presunción en contra de la
proporcionalidad de la omisión o acción insuficiente; (b) la carga de la argu-
mentación en cabeza de aquellos que alegan la proporcionalidad de la omisión
o acción insuficiente, por lo general, el estado; (c) una exigencia agravada de
justificación, la desproporcionalidad de la omisión o acción insuficiente sólo
puede ser revertida si quien tiene la carga de la argumentación logra alegar y
justificar razones más que importantes; (d) una regla epistémica, que dice que
si persisten dudas al final de la argumentación, queda la omisión o la acción es-
tatal insuficiente como no-proporcional. / los GUIONES QUEDAN FEO//
Esto deviene de una interpretación progresiva de la ley de la ponderación, que
dice: cuanto más se interfiere en la realización de un derecho en su función de
prestación positiva, dejándolo casi sin posibilidad de realización alguna, tanto
más fuerte será su capacidad de resistencia, es decir, su peso, y la fuerza de
las razones que pretenden justificar (esa falta de realización) deben crecer de
forma “más que proporcional”35 (“sobreproporcional”), de forma tal que una
interferencia en ese ámbito pueda ser justificada.36
Por todo ello, ¿qué argumentos desarrollan quienes sostienen la posición negato-
ria del matrimonio igualitario para justificar que no existe violación a la prohibición
34. Ver BVerfGE, sentencia del 07.07.09 (1 BvR 1164/07), párr. 87-88.
35. Alexy, R., Theorie der Grundrechte, Suhrkamp, Frankfurt/Main, 1995, p. 271 [Hay traducción
al castellano por E. Garzón Valdés: Teoría de los derechos fundamentales, Centro de Estudios Cons-
titucionales, Madrid, 1993; y 2da. ed. ampliada, traducción de C. Bernal Pulido, Madrid, 2007].
36. Ver Clérico, L., “El examen de proporcionalidad: entre el exceso por acción y la insuficien-
cia por omisión o defecto, El principio de proporcionalidad en el Estado constitucional”, M.
Carbonell (comp.), Bogotá, Universidad del Externado, 2007, pp. 100-133; reimpresión en M.
Carbonell (ed.), El principio de proporcionalidad y la interpretación constitucional, Min. de Justicia y De-
rechos Humanos, Quito, 2008, pp. 125-173, y Clérico, L., El examen de proporcionalidad en el derecho
constitucional, EUDEBA, Buenos Aires, 2009, pp. 205, 282 y 363.
148
El matrimonio igualitario y los principios constitucionales...
participar a la par con los demás, a causa de unas disposiciones económicas injustas y, lo que
viene más al caso algunos carecen de posición social, merced a unos patrones institucionalizados
de valor cultural que no son equitativos. A pesar de la contradicción y la complejidad culturales,
los patrones de valor que impiden la paridad siguen regulando la interacción en las instituciones
sociales más importantes; prueba de ello son la religión, la educación y la ley. Sin duda esos pa-
trones de valor no configuran una red perfecta, coherente, omniabarcadora e irrompible, como
en la sociedad regida por el parentesco, y ya no se dan por supuestos. Sin embargo, las normas
que favorecen a los blancos, europeos, heterosexuales, hombres y cristianos están institucionali-
zadas en muchos lugares de todo el mundo. Siguen impidiendo la paridad de participación y, en
consecuencia, definiendo los ejes de subordinación de estatus”: Nancy Fraser, “La justicia social
en la era política de la identidad: Redistribución, reconocimiento y participación”, op. cit., p. 80.
41. Ver crítica a la posición originalista en: Gargarella, R., La dificultosa tarea de la interpretación
constitucional, op. cit., pp. 123-148.
42. Ver este argumento en su doble sentido, por ejemplo, en la intervención de los senadores
nacionales: Petcoff Naidenoff (UCR-Formosa) y María Higonet (PJ-La Pampa), que se pronun-
ciaron en contra de la modificación de las normas civiles para incluir el matrimonio igualitario.
Debate del 14 y 15/07/2010, ver versión taquigráfica, pp. 90, 92, 102, en: www.senado.gov.ar.
151
Laura Clérico
43. Ver las intervenciones del senador nacional Miguel Pichetto (FpV-Río Negro), de la senadora
nacional Blanca Osuna (FpV-Entre Ríos), de la senadora nacional Norma Morandini (Frente
Cívico-Córdoba), Rubén Giustiniani (Socialista-Santa Fe) a favor de la inclusión del matrimonio
igualitario y, el primero con referencia al discurso pronunciado por el Ministro de Justicia de Es-
paña en ocasión de la reforma del Código Civil para inclusión del matrimonio igualitario, Debate
del 14 y 15/07/2010, ver versión taquigráfica, pp. 78-79, 116, 147, 164, en: www.senado.gov.ar.
44. En cambio otro es el principio cuando se trata de interpretación de competencias de los
órganos estatales, las palabras afirmativas pueden ser interpretadas como negación de lo no
reconocido. Esta regla de interpretación fue aplicada, por ejemplo, en “Marbury vs. Madison” [1
Cranch (5 U.S.) 137, 2 L. Ed. 60, hay versión en castellano publicada en Miller, Jonathan - Gelli,
María Angélica - Cayuso, Susana, Constitución y Poder Político, Buenos Aires, Astrea, tomo I, pp.
1-16], y receptada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación argentina en “Sojo” –CSJN-Fa-
llos, 32:120–, para acotar el alcance de la competencia originaria de la Corte. La competencia se
limitaba así a los supuestos expresamente enunciados e implicaba negación de todos aquellos no
enunciados, no podía ampliarse por vía legislativa ni judicial. Los ejemplos de aplicación de esta
regla se encuentran en el ámbito de delimitación de las competencias de los órganos estatales,
en el que rige el principio según el cual los órganos poseen sólo las competencias expresamente
atribuidas o las que surjan de una interpretación razonable de estas últimas. Sin embargo, no sería
de aplicación en el ámbito de interpretación de los derechos. En ella rige el principio de libertad
establecido en la segunda parte del art. 19 de la Constitución Nacional argentina, según el cual
todo lo que no está expresamente prohibido está permitido. Por todo ello, no se puede desconocer ese
derecho sólo por la razón de que éste no se encuentre expresamente enumerado en la Constitución.
152
El matrimonio igualitario y los principios constitucionales...
discriminación por “orientación sexual”,45 con lo que mal puede ser utilizado
el silencio descontextualizado de una norma para negar automáticamente el
reconocimiento de un nuevo alcance al derecho de matrimonio. Además, tanto
los Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos y varias de las cons-
tituciones occidentales contienen cláusulas sobre “derechos implícitos y/o in-
nominados”. Así, el art. 29, inc. c) de la Convención Americana de Derechos
Humanos, dice: “Ninguna disposición de la presente Convención puede ser
interpretada en el sentido de: c. excluir otros derechos y garantías que son in-
herentes al ser humano o que se deriven de la forma democrática representativa
de gobierno”. A su vez, varias constituciones del contexto interamericano46
contienen cláusulas semejantes siguiendo la enmienda IX de la Constitución
de los Estados Unidos, introducida en 1791, “la enumeración en esta Consti-
tución de ciertos derechos no podrá alegarse para negar o menoscabar otros
retenidos por el Pueblo”. La Constitución norteamericana de 1787 no contenía
este artículo ni otro similar. El propósito de la inclusión de la enmienda IX47
habría sido alejar los temores de que una enumeración de derechos pudiera no
ser suficiente “como para cubrir todos los derechos esenciales, y de que la men-
ción específica de ciertos derechos pudiera ser interpretada como la negación
de que otros estuvieran protegidos”.48
45. Ver Observación General del Comité de DESC de Naciones Unidas, No. 20, mayo 2009. A su
vez, resulta de interés en este contexto advertir que el 17 de septiembre de 2010 la Comisión Intera-
mericana de Derechos Humanos presentó en la Corte Interamericana de Derechos Humanos una
demanda contra Chile en el caso Karen Atala e hijas. El caso trata sobre la discriminación y la inter-
ferencia arbitraria en la vida privada y familiar que experimentó Karen Atala debido a su orientación
sexual. En el Informe de Fondo 139/09, la Comisión concluyó que el Estado de Chile era responsable
por la discriminación contra Karen Atala en el proceso judicial que resultó en el retiro del cuidado
y custodia de sus hijas. Este caso permitirá a la Corte IDH pronunciarse por primera vez sobre la
incompatibilidad de este tipo de discriminación con la Convención Americana; ver comunicado de
prensa disponible en: http://www.cidh.oas.org/Comunicados/Spanish/2010/97-10sp.htm.
46. Ver, al respecto, Gros Espiell, H., “Los derechos humanos no enunciados o enumerados
en el constitucionalismo americano y en el artículo 29.c) de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos”, Anales de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, T.
XXXVIII, 1998, p. 89.
47. “Griswold vs. Connecticut”, voto concurrente del juez Goldberg: “Fue introducida en el
Congreso por él (se refiere a Madison) y pasó por las Cámaras con poco o ningún debate y vir-
tualmente sin cambios de redacción”. Sobre la discusión acerca de la historia de la enmienda IX,
ver Ely, J., Democracia y desconfianza. Una teoría del control constitucional, Siglo del Hombre Editores,
Bogotá, 1997, pp. 53-61.
48. Story, Comentario sobre la Constitución Federal de los Estados Unidos, Buenos Aires, T. II, p. 597.
En la actualidad la doctrina norteamericana parece evaluar la importancia de esta enmienda por
153
Laura Clérico
su mayor o menor aplicación por la Suprema Corte de Justicia. Fue aplicada en “Griswold vs.
Connecticut” [381 U.S. 479 (1965) en el que se declaró por mayoría la inconstitucionalidad de
una ley estadual que prohibía la prescripción de anticonceptivos por ser violatorio del derecho
a la privacidad], seguido por (la disidencia en) “Bowers vs. Hardwick” [478 U.S. 186 (1986) en el
que se sostuvo (en una decisión 5-4) la constitucionalidad de las leyes del estado de Georgia que
sancionaban penalmente la sodomía consensuada aun en un ámbito privado, en el caso se trataba
de dos personas adultas homosexuales] y en “Lawrence vs. Texas” [539 U.S. 558 (2003) en el
que se aparta de “Bowers” ya que declaró la inconstitucionalidad de una ley del estado de Texas
que determinaba que “una persona comete ofensa (criminal) si se compromete en una relación
sexual ‘desviada’ con otro individuo del mismo sexo”, esa conducta coincidía en su descripción,
por lo general, con la sodomía. Estas prácticas no podían ser sujetas a sanción y conforman el
derecho a la privacidad de las personas.] Sobre la discusión actual de esta enmienda, v., por ejem-
plo, Michelman, F., “Unenumerated rights under popular constitutionalism”, 9 U. Pa. J. Const. L.
121, 126 (2006). Así, desde hace algunos años algunos reviven la discusión sobre la cuestión de
los derechos no-enumerados en la constitución para arremeter en particular contra el “derecho
de privacidad” desarrollado en la línea de los casos “Griswold vs. Connecticut”, “Roe vs. Wade”,
“Lawrence vs. Texas”, entre otros. Estos ataques provienen de posturas que sostienen métodos
de interpretación constitucional textualistas y originalistas, varias de las cuales coinciden en una
interpretación conservadora de la constitución [ver Gargarella, R., La dificultosa tarea de la interpre-
tación constitucional, op. cit., pp. 123-148.]. Otros en cambio advierten sobre la necesidad de realizar
un análisis político de la aplicación del artículo. Advierten que tanto desde las corrientes conser-
vadoras como liberales progresistas se ha argumentado a favor de los derechos no-enumerados.
La diferencia radica, empero, en el tipo de derechos que surgiría de la interpretación de los de-
rechos no-enumerados [Tushnet, M., “Can You Watch Unenumerated Rights Drift?”, University
of Pennsylvania Journal of Constitutional Law, October, 2006, (9 U. Pa. J. Const. l. 209)]. Entonces la
disputa se traslada al debate sobre la interpretación más correcta de la constitución. Justamente
en el marco de esta disputa, otros, entienden que el problema de la no-enumeración es una
ventana para que puedan ser aplicados por los jueces los derechos provenientes de los catálogos
de derechos de los instrumentos internacionales de derechos humanos en el ámbito interno.
[Kersch, K., “Everything is enumerated: The developmental past and future of an interpretative
problem”, University of Pennsylvania Journal of Constitutional Law, October, 2006.].
154
El matrimonio igualitario y los principios constitucionales...
49. Ver Clérico, L., comentario art. 33 de la Constitución Nacional, en: Sabsay/Manili, Cons-
titución de la Nación Argentina, Hammurabi, Buenos Aires, 2009, pp. 1222-1261; Herrera, M.,
“Adopción y ¿homo-parentalidad u homofobia? Cuando el principio de igualdad manda”, JA,
22/9/2010, pp. 3-24.
50. Ver debate que se generó durante los días 14 y 15 de julio de 2010 en la Cámara de Senadores
de la Nación Argentina en ocasión de la aprobación de la inclusión del matrimonio igualitario,
que luego fuera promulgada como Ley 26.618, v., por ejemplo, pp. 47, 63, 65, 102, 105, versión
taquigráfica en: www.senado.gov.ar.
51. Corte Constitucional italiana, sentencia Nro. 138, 14/4/2010 (cursiva agregada).
155
Laura Clérico
52. V., Ferreres Comella, V., Justicia constitucional y democracia, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1997, pp. 248 y 256.
53. Ver al respecto el trabajo de Borillo, D., Uniones del mismo sexo y libertad matrimonial y Borillo,
D., Homofobia, Bellaterra, Barcelona, 2001.
54. Además, ver incluso la sentencia “Goodwin v. Reino Unido”, Tribunal Europeo de Dere-
chos Humanos, sentencia del 11.7.2002, en la que se señaló: el artículo 12 asegura el derecho
fundamental de un hombre y una mujer a casarse y formar una familia. Sin embargo, el segundo
aspecto no es una condición del primero y la incapacidad de cualquier pareja de concebir o criar a
un niño no puede ser considerada, por sí sola, como que elimina su derecho a gozar de la primera
parte de esa disposición” (párr. 98).
156
El matrimonio igualitario y los principios constitucionales...
adquieran aptitud para ‘adoptar’ niños o niñas”. Sin embargo, y como bien se
establece en algunas intervenciones de los debates parlamentarios que recono-
cen el matrimonio igualitario, los fallos favorables e informes científicos, este
argumento es sumamente débil.
Primero, el hecho de que se incluya el matrimonio igualitario no modifica la
situación actual de las personas frente a la adopción, habida cuenta de que varias
legislaciones civiles (entre otras el artículo 315 del Código Civil argentino en su
versión anterior a la reforma de la ley 26.618, es decir, por ley 24.779) permite “ser
adoptante [a] toda persona que reúna los requisitos establecidos en el respectivo
Código cualquiera fuese su estado civil.55 Es decir, con anterioridad al debate sobre ma-
trimonio igualitario, las personas solteras podían adoptar, incluso en algunas legisla-
ciones que no reconocen aún el matrimonio igualitario pero sí las uniones civiles y
permiten la adopción conjunta por parejas del mismo sexo.56 Los procedimientos
de adopción establecen mecanismos para considerar la idoneidad del solicitante
para la crianza y ejercicio de responsabilidades parentales a la luz del interés supe-
rior del niño, debiendo ser irrelevante la orientación sexual de la persona.57
Segundo, y más allá de los pretextos que encierran estereotipos y prejuicios
y que expresa o implícitamente relacionan “homosexualidad” con “perver-
sión”, “pedofilia”, etc.,58 se suele alegar que las parejas heterosexuales estarían
en mejores condiciones para criar a los niños adoptados que las del mismo
sexo. Por el contrario, abundan las investigaciones que arrojan como resultados
que no “es posible observar más consecuencias negativas o desventajosas en
los niños criados por parejas o personas del mismo sexo que en aquellos que
viven con padres heterosexuales”.59
Tercero, se basan en un temor que fue analizado críticamente y con preci-
sión en un documento firmado por más de seiscientos investigadores del Con-
sejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) presen-
tado en el Senado de la Nación Argentina a favor del matrimonio igualitario:
55. “Canevaro Martín y otro c/ GCBA s/ Amparo (expte. N 36410/0)”, Juzgado del Fuero N
13, sentencia del Dr. Scheibler.
56. V., Herrera, M., “Adopción y ¿homo-parentalidad u homofobia? Cuando el principio de
igualdad manda”, JA, 22/9/2010, pp. 3-24 (13).
57. Ver la prohibición de discriminación a la solicitante de adopción por su orientación sexual;
se trataba de una mujer soltera lesbiana, en un procedimiento de adopción simple, en “E. B vs.
Francia”, TEDH, 22/01/2008.
58. Ver www.conicet.gov.ar/NOTICIAS/portal/noticia.php?n=6032&t=4; Figari, C., Sexua-
lidad, Religión y Ciencia. Discursos científicos y religiosos acerca de la sexualidad. Córdoba: Encuentro
Grupo Editor, 2007.
59. Ver Herrera, M., “Adopción y ¿homo-parentalidad u homofobia? op. cit., pp. 3-24 (8), con
trabajo y referencia a numerosas investigaciones de campo.
157
Laura Clérico
158
El matrimonio igualitario y los principios constitucionales...
60. El documento fue redactado por Figari, y publicado como Figari, C., “Per scientiam ad
justitiam! Matrimonio igualitario en Argentina”. Mediações. Revista de Ciências Sociais, Londrina,
Brasil, 2010, pp. 125-145 (cursiva agregada), disponible en: http://carlosfigari.wordpress.com/
61. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos en su sentencia del 24/06/2010, “Schalk y
Kopf vs. Austria”, sostiene que “la Corte partirá de la premisa de que las parejas del mismo sexo
son tan capaces como las parejas de sexo diferente de formar relaciones de compromiso estables.
En consecuencia, se encuentran en una situación similar a una pareja de sexo diferente en cuanto
a su necesidad de reconocimiento legal y a la protección de su relación”, ver párr. 99. Ver nota
al pie Nro. 22 de este trabajo.
159
Laura Clérico
asociativa se deberían modificar las normas del derecho civil para incluir el
reconocimiento del matrimonio igualitario. ¿Por qué excluirlo?
El único “pretexto” que les queda a quienes están en contra del matrimonio
igualitario es la “orientación sexual” y esto es discriminatorio. Se está privile-
giando una interpretación de matrimonio desde un patrón cultural en parte
dominante pero no único y que responde a un posible modelo de decisión
autónoma. El problema es la falta de reconocimiento de la diversidad.
Así, la exclusión viola el principio de autonomía y diferencia. La voluntad
de contraer matrimonio sólo podría darse entre un varón y una mujer. Esta
interpretación se basa sobre una concepción del bien común que apelaría a
la “moral” como “moral de la mayoría”. Sin embargo, esta interpretación no
pasaría, según entiendo, el test de constitucionalidad estricto que exigiría cual-
quier constitución que reconozca como principio estructurante el de autono-
mía como, por ejemplo, se lo reconoce en el art. 2 de la Constitución italiana
y en tantas otras constituciones europeas y del contexto interamericano. Por
ejemplo, es la propia Corte Constitucional italiana quien admite que el art. 2
“reconoce y garantiza los derechos inviolables del hombre, como individuo en
las formaciones sociales donde se desarrolla su personalidad, en el contexto de
una valorización del modelo pluralístico, se computa incluso la unión homosexual.
Se trataría del derecho fundamental de vivir libremente la condición de ‘pareja’, obtenien-
do –en los tiempos, formas y límites establecidos por la ley– el reconocimiento
jurídico con los derechos conexos y deberes”. Sin embargo, la Corte constitu-
cional no parece honrar este contenido constitucional en clave de autonomía.62
¿Qué implica la autonomía? La posibilidad de determinar el propio plan de
vida de acuerdo con las creencias, cosmovisiones de cada persona, de acuer-
do con sus propios estándares morales, esto incluye la decisión de vivir o no
en pareja. Esta decisión goza de especial protección en virtud del artículo 2
de la Constitución italiana –y del art. 19,63 por ejemplo, de la Constitución
62. Ver Corte Constitucional italiana, sentencia Nro. 138 del 14 de abril de 2010.
63. El test del art. 19 CN es aplicado por la Corte en “Alitt” (Asociación Lucha personas Traves-
tis y Transexuales). En “Alitt”, la cuestión debatida se refería a la denegación arbitraria de la per-
sonería jurídica de una asociación para la defensa de los derechos de los travestís y transexuales a
la luz del derecho a la asociación del art. 14 y 19 de la CN. La cuestión presenta similitudes prima
facie con el caso del derecho a casarse de dos personas del mismo sexo, porque en ambos casos
se trata del ejercicio de un derecho civil que expresa la voluntad de unión para el desarrollo de un
proyecto común y no se les permite ejercerlo por la orientación sexual de los participantes. La
Corte advierte en Alitt, que si “no se otorga trascendencia alguna a una condición de base para
una sociedad democrática como es la coexistencia social pacífica, cuya preservación asegura el
amparo de las valoraciones, creencias y estándares éticos compartidos por conjuntos de perso-
nas, aun minoritarios, cuya protección interesa a la comunidad para su convivencia armónica. La
160
El matrimonio igualitario y los principios constitucionales...
renuncia a dicha función […] traería aparejado el gravísimo riesgo de que sólo aquellas valoracio-
nes y creencias de las que participa la concepción media o la mayoría de la sociedad encontraría
resguardo, y al mismo tiempo, determinaría el desconocimiento de otros no menos legítimos
intereses sostenidos por los restantes miembros de la comunidad, circunstancia ésta que sin lugar
a dudas constituiría una seria amenaza al sistema democrático que la Nación ha adoptado (arts. 1
y 33 CN.)”. CSJN, 21/12/2006, con cita de “Portillo”, CSJN-Fallos, 312:496.
64. Ver Fraser, N., “La justicia social en la era política de la identidad: Redistribución, reconocimiento
y participación”, op. cit., p. 172: “las consecuencias de la igualdad de autonomía se explican en una
teoría de la justicia cuyo principio fundamental es la paridad de participación. Este principio, deon-
tológico y no sectario, asume tanto la razonabilidad del desacuerdo ético como la igualdad de valor
moral de los seres humanos. En principio, es compatible con todas las formas de entender la vida
buena que respeten la igualdad de autonomía, tanto de quienes suscriben una determinada forma de
ver las cosas como la de quienes no. Sin embargo, al mismo tiempo, la paridad participativa articula
una interpretación específica de lo que exige ese respeto. Rechaza, por insuficientes, las ideas formales
de igualdad y mantiene que, para respetar la igualdad de autonomía y de valor moral de los demás, es preciso concederles
el estatus de pleno derecho en la interacción social. Eso significa, además, garantizar que todos tengan acceso a
los prerrequisitos institucionales de la paridad participativa, sobre todo a los recursos económicos y a
la posición social necesarios para participar por igual con los demás. Desde este punto de vista, todo
lo que supone un recorte de la paridad participativa constituye una negación de la igualdad de respeto,
y la negación del acceso a los prerrequisitos de la paridad participativa es una burla del compromiso
profesado de la sociedad con la igualdad de autonomía” (cursiva agregada).
65. CSJN, 21/12/2006.
161
Laura Clérico
Incluso aquellos que reconocen que existe una obligación de hacer po-
sitivo para incluir el matrimonio igualitario, podrían seguir incurriendo en
discriminaciones arbitrarias, si concluyeran, por ejemplo, en admitir el ma-
trimonio entre personas del mismo sexo pero “con otro nombre”. Algunos
otros están a favor de la unión civil pero no del matrimonio sea con igual o
66. Ver Dworkin R., Taking Rights Seriously, Cambridge/Massachusetts, 1978, p. 234.; Nino, C. S.,
Fundamentos de Derecho Constitucional, Astrea, Buenos Aires, 1992, p. 700 sgts.
67. Ver en el contexto argentino, caso “Sejean” (CSJN, 27/11/1986). En este sentido la Corte sos-
tuvo: “para que una ley de matrimonio civil sea compatible con el sistema de libertad consagrado en
nuestra Constitución, debe serlo también con la neutralidad confesional que ésta adopta, de modo
tal que esa ley no obstaculice la plenitud de la garantía constitucional de profesar cualquier religión
o no profesar ninguna. De este modo resultaría violatorio del art. 14 de la Constitución Nacional
imponer coactivamente alguno de los principios de las diversas religiones que coexisten en nuestra
sociedad. […] Esto es así, porque la Constitución Nacional protege la libertad de todos los habi-
tantes de la Nación que no profesan el credo católico, de concebir sus vinculaciones matrimoniales
con alcances distintos que los que establece esa religión en particular” (“Sejean”, op. cit., voto del
Dr. Petracchi). Este argumento es retomado en el reciente fallo “Canevaro” para concluir que: “Se
advierte así que, desde una perspectiva exclusivamente jurídica, tampoco puede fundarse la prohibi-
ción cuestionada en los dictados de alguna religión en particular, aun cuando ésta fuese mayoritaria
en nuestro seno”, ver “Canevaro Martín y otro c/ GCBA s/ Amparo (expte. N 36410/0)”, Juzgado
del Fuero N 13, sentencia del Dr. Scheibler, punto 9.2.d).
68. Se trata de una obligación positiva, este punto es identificado con claridad en la disidencia de
los jueces Rozakis, Spielmann y Jebens en el caso “Schalk y Kopf vs. Austria”, op. cit., ver nota
Nro. 22 de este trabajo.
162
El matrimonio igualitario y los principios constitucionales...
69. Sobre la prohibición de insuficiencia en general, ver Clérico, L., “Das Untermaßverbot
und die Alternativitätsthese”, en: Clérico/Sieckmann, Grundrechte, Prinzipien und Argumentation,
Baden-Baden, 2009, pp. 151-164; cfr. Alexy, R., “Zur Struktur der Grundrechte auf Schutz”,
en: Sieckmann (ed.), Die Prinzipientheorie der Grundrechte. Studien zur Grundrechtstheorie Robert Alexys,
Baden-Baden 2007, pp. 105-121; Clérico, L., “Proporcionalidad, prohibición de insuficiencia y la
tesis de la alternatividad”, Suplemento de Derecho Constitucional, La Ley, Buenos Aires, 25/09/2010.
70. Fraser, N., “La justicia social en la era política de la identidad: Redistribución, reconocimiento
y participación”, op. cit., pp. 36, 42 y 45: “ser reconocido de forma errónea es [...] ser represen-
tado por unos patrones institucionalizados de valor cultural de un modo que impide la partici-
pación como igual en la vida social... Como ejemplos podemos señalar las leyes matrimoniales
163
Laura Clérico
V. Consideraciones finales
que excluyen a las parejas del mismo sexo como ilegítimas...”. Para que la paridad participativa
pueda darse tienen que cumplirse dos condiciones: una condición objetiva y otra intersubjetiva.
La condición objetiva dice que la “distribución de recursos materiales debe hacerse de manera
que garantice la independencia y la ‘voz’ de todos los participantes”. La condición intersubjetiva
requiere que “los patrones institucionalizados de valor cultural expresen el mismo respeto a to-
dos los participantes y garanticen la igualdad de oportunidades para conseguir la estima social”.
71. Ver Fernández Valle, M., Después del matrimonio igualitario, op. cit., apartado II.2.
72. Fraser, N., “La justicia social en la era política de la identidad: Redistribución, reconocimien-
to y participación”, op. cit., p. 77. Ver Eskridge, W., N., The Case for Same-Sex Marriage, 1996;
Eskridge, W., “La discusión del matrimonio entre personas del mismo sexo y tres conceptos de
igualdad”, Rev. de la Univ. de Palermo, Buenos Aires, 2000, p. 218.
164
El matrimonio igualitario y su impacto en el
derecho de familia: antes y después de la reforma
Martín Aldao*
* Este trabajo hubiese sido imposible sin una cantidad de aportes. En términos generales, y me
parece necesario destacarlo, la militancia de la Federación Argentina LGBT –acompañada por
otros sectores de la sociedad– sin la cual aún nos encontraríamos en la situación de desigualdad
respecto de los derechos de la comunidad LGBT que predomina en el resto del mundo. Ya en
lo que hace a la redacción de este trabajo en particular, no hubiese sido posible sin los aportes
de Laura Clérico y de los participantes en el taller “Matrimonio entre personas del mismo sexo:
un abordaje desde el mandato de igualdad (igualdad en la distribución / en el reconocimiento;
igualdad jurídica / igualdad fáctica)”, dictado en la Facultad de Derecho-UBA durante el se-
gundo semestre del año 2010, y con quienes tuve la oportunidad de discutir muchas de las tesis
presentadas en este escrito.
165
Martín Aldao
1. Los cambios
Todas las referencias a la institución del matrimonio que contiene nuestro ordena-
miento jurídico se entenderán aplicables tanto al matrimonio constituido por DOS (2)
personas del mismo sexo como al constituido por DOS (2) personas de distinto sexo.
Los integrantes de las familias cuyo origen sea un matrimonio constituido por DOS
(2) personas del mismo sexo, así como un matrimonio constituido por personas de dis-
tinto sexo, tendrán los mismos derechos y obligaciones.
ambos cónyuges.5 Entre las causales de nulidad relativa definidas por el artículo
220 reemplaza la referencia a la esposa con el término cónyuge en su primer in-
ciso, referido al casamiento entre menores de 18 años.6 En el inciso primero del
artículo 264, referido al ejercicio de la patria potestad, reemplaza la referencia al
“padre y a la madre” por la referencia a los cónyuges.7 La nueva redacción del
artículo 264ter, relativo al desacuerdo respecto de la patria potestad, también se
limita a reemplazar el binomio padre y madre por el plural padres.8 Lo mismo
ocurre en el caso del artículo 272, respecto a la responsabilidad alimentaria.9
El artículo 287 atribuye el usufructo de los bienes de los hijos a los cónyuges
en lugar de restringirlo al padre y a la madre.10 En el artículo 291, en el que
se establecen las cargas de dicho usufructo, la nueva redacción reemplaza la
referencia al padre y a la madre por la referencia a los padres.11 El artículo 294,
que establece el régimen de administración de los bienes de los hijos, también
se limita a reemplazar, en su nueva redacción, el binomio padre o madre por
el plural padres.12 Otro tanto ocurre en el caso del artículo 296, referido a los
deberes del cónyuge supérstite.13 En lo que respecta a las causales de pérdida
de la patria potestad, reguladas en el artículo 307, las múltiples referencias al
binomio padre o madre son también reemplazadas por el término cónyuge.14
En los artículos 324 y 332 la referencia a la viuda o viudo adoptante es reem-
plazada por la expresión cónyuge sobreviviente15 Las referencias a los abuelos
y abuelas, bisabuelos y bisabuelas en los artículos 354 a 356 son reemplazadas
por los términos abuelos y bisabuelos.16 En el artículo 360, referido a hermanos
unilaterales y bilaterales, también se reemplaza padre y madre por cónyuges.17
El artículo 476 modifica la referencia al marido a la mujer en tanto curado-
res legítimos uno del otro, utilizando, nuevamente, el término cónyuge.18 Otro
tanto ocurre con el artículo 478, que determina el ejercicio de la curatela en lo
que atañe a los hijos.19 El artículo 1217, que regula las convenciones previas al
matrimonio, también se limita a reemplazar las referencias a esposo y esposa
por el término cónyuge.20 En la misma línea, el artículo 1275, inciso segundo,
referido a los gastos para reparo y conservación de los bienes particulares de
los esposos, reemplaza el binomio marido o mujer por el término cónyuge.21
Idéntica modificación se verifica en el caso del artículo 1299, referido a la se-
paración de bienes;22 de los artículos 1300 y 1301, referidos a las obligaciones
vigentes durante y después de la separación,23 y del 1315 referido a los bienes
gananciales.24 Se mantiene la proscripción del contrato de venta entre marido
y mujer, ahora redactada en términos de cónyuges en el artículo 1358.25 Del
artículo 1807, referido a la proscripción de donaciones, sólo se altera el inciso
segundo, reemplazando el término marido por el término cónyuge.26 Se elimi-
na, en el artículo 3292, la referencia a marido y mujer, reemplazándolas por el
término cónyuges en lo que atañe a las causales de indignidad en la sucesión.27
Otro tanto ocurre con los artículos 3969 y 3970, referidos a la suspensión de
la prescripción de deudas entre cónyuges.28 Por su parte, el artículo 36 de la
ley que rige el Registro Civil ahora admite la posibilidad de registrar apellido y
nombre de los padres cuando éstos fuesen del mismo sexo.29
En lo que a las modificaciones mencionadas respecta, lo que se ha al-
terado no es la estructura del régimen de familia, sino las condiciones de
legitimación para ejercerlo, y esto dista mucho de poder ser considerado un
cambio de paradigma.30 No quiero decir con esto que no se haya dado un
gran paso en términos de reconocimiento simbólico con la reforma, pero sí
me parece importante caracterizar adecuadamente las consecuencias jurídi-
cas de la misma. Para comprender este proceso puede resultar útil recurrir
a la distinción trazada por N. Fraser entre acciones afirmativas y acciones
31. Cf. Fraser, N., “La justicia social en la era política de la identidad: Redistribución, recono-
cimiento y participación”, en Fraser, N. y Honneth, A. ¿Redistribución o Reconocimiento?, Morata,
Madrid, 2006, p. 71.
32. Art. 4º, Ley 26.618.
33. Art. 16º, Ley 26.618.
169
Martín Aldao
34. Cf. Solari, N., “Régimen de tenencia de hijos”, en Suplemento Especial Matrimonio Civil 2010,
La Ley, Buenos Aires, 2010.
35. Me refiero a las objeciones atendibles; el resto ya han sido tratadas en otros cpítulos de este libro.
170
El matrimonio igualitario y su impacto en el derecho de familia...
36. Cf. Young, I.M., “Polity and Group Difference: A Critique of the Ideal of Universal Citi-
zenship”, en 99 Ethics, 2, 1989; y Fraser, N., “Pensando una nueva esfera pública”, en Iustitia
Interrupta: Reflexiones críticas desde la posición post-socialista. Siglo del Hombre, Bogotá, 1997.
171
Martín Aldao
3. Conclusiones
172
Después del “matrimonio igualitario”
I. Introducción
denominaciones, sólo dejar sentado que se ha referido el tema como “matrimonio gay”, “matrimonio
entre personas del mismo, igual o idéntico sexo”, “matrimonio LGTBI” (y los diferentes posiciona-
mientos de cada letra de la sigla), “matrimonio no discriminatorio”, “matrimonio para todos y todas”
y “matrimonio igualitario”, entre otras denominaciones. Creo que pueden derivarse consecuencias
positivas de esa alternancia, en tanto permite discutir los campos de inclusión y exclusión que cada
uno de los “nombres” genera. Aquí me referiré mayormente a “matrimonio igualitario”, en tanto es
una de las formas que mayor notoriedad alcanzó en el ámbito público recientemente.
4. Señala Moreno, que “[c]on el término heteronormatividad nos referimos a la institucionaliza-
ción de la heterosexualidad como categoría universal, coherente, natural y estable, que funciona
como patrón de prácticas y sentidos sexuales, relaciones afectivas y modos de ser y estar en el
mundo. Esta noción nos permite dar cuenta de la construcción de normas, hábitos e institucio-
nes que privilegian la heterosexualidad y que devalúan las prácticas no heterosexuales y a quienes
las realizan”. Ver Moreno, Aluminé, “La invisibilidad como injusticia. Estrategia del movimiento
de la diversidad sexual”, en Todo sexo es político, Libros del Zorzal, 2008, pp. 217-218.
5. Señala Libson que “[l]os efectos derivados de la heteronormatividad no sólo forman parte de los
diversos sentidos comunes de una sociedad excluyente, sino también de las representaciones sociales
que, incluso entre aquellos y aquellas que experimentan la discriminación, las reproducen”. Ver Lib-
son, Micaela C., “Parentalidades gays y lesbianas. Una mirada sobre la discriminación y la exclusión”,
en Cuadernos del INADI Nº 2 –Agosto, 2010–, disponible online en: http://cuadernos.inadi.gob.ar/
numero-02/micaela-libson-parentalidades-gays-y-lesbianas [visitado por última vez el 19/10/2010].
El citado trabajo analiza de forma más amplia la discriminación social, simbólica y jurídica –y sus
desigualdades al interior del colectivo– que afectan a familias compuestas por gays y lesbianas.
174
Después del “matrimonio igualitario”
8. Sobre esto, una apreciación. Es cierto que la reforma traerá aparejadas consecuencias deriva-
das de su articulación con otras normas, resolución de contradicciones u oscuridades, diversos
problemas interpretativos, nuevas reformas, etc. Creo, por un lado, que habrá que dar adecuado
seguimiento a cómo estos asuntos vayan resolviéndose, en tanto posiblemente allí se filtren nu-
merosos sesgos y prejuicios contra las diversidades. No me extenderé en esta nota sobre eso, ya
que es un aspecto que señalo en el cuerpo principal del texto. Por otro lado, en ese seguimiento
también habrán de aparecer nuevos espacios y oportunidades de intervención política.
9. Ver Young, Iris Marion, La justicia y la política de la diferencia (traducción de Silvina Álvarez),
Ediciones Cátedra, 2000, pp. 102-106.
10. Ver en este último sentido, Vaggione, Juan Marco, “Las familias más allá de la heteronorma-
tividad”, en Motta, Cristina y Sáez, Macarena (comps.), La mirada de los jueces. Sexualidades diversas
en la jurisprudencia latinoamericana, Siglo del Hombre Editores, Bogotá, 2008, p. 16.
11. Ver, entre otros, la carta del cardenal Bergoglio, enviada el 22/06/2010 a las Monjas Carme-
litas de Buenos Aires, días antes de la votación en el Senado de la Nación.
176
Después del “matrimonio igualitario”
existentes –no sólo sexuales, por supuesto– en el limitado terreno del matrimo-
nio civil. El Informe entregado al Senado de la Nación y suscrito por más de
seiscientos profesionales del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET), señalaba de manera atinada que el reclamo por el “ma-
trimonio igualitario”: “…no supone que el matrimonio sea la forma exclusiva
de organización de la sexualidad y del parentesco, ni quita valor a otras formas
no matrimoniales de arreglos familiares, sino que pretende –meramente– co-
rregir la aplicación desigual de una norma jurídica”. A su vez, el acceso al ma-
trimonio no agota las demandas de igualdad civil, política y social que deben
seguirse construyendo para hacer viable la vida de la gente LGBTTI. “Es im-
portante recordar que la ‘lucha’ por nuevos derechos debe ser constantemente
rescatada como una lucha política en la que la reasignación de derechos es sólo
estratégica, esto es, que por sí misma no implica democratización (Vaggione,
2008, p. 21)”.12
Entonces, en términos similares, no reivindico aquí al matrimonio como
única forma asociativa posible, ni como la mejor existente (¿para quién, cuán-
do, en qué condiciones y por qué?). Tampoco creo que el Estado deba ser el
único espacio de legitimación posible, aunque no niego en absoluto el rol de
importancia que le cabe en la garantía cotidiana de nuestros derechos a través
de muy diversas acciones y políticas.13 Creo que la reforma analizada puede ins-
cribirse dentro de aquellos intentos por ampliar los marcos de reconocimiento,
12. Ver Figari, Carlos (redactor), Per scientiam ad justitiam! Matrimonio igualitario en Argentina. La
cita incorporada al párrafo corresponde a Vaggione, Juan Marco, “Las familias más…”, op. cit.,
pp. 13-87. Una mirada interesante sobre algunos límites y tensiones derivadas de la demanda de
“matrimonio igualitario” pueden verse en Butler, Judith, “¿El parentesco es siempre de antema-
no heterosexual?”, en Conversaciones feministas. Parentesco, Ediciones Ají de Pollo, 2009. Afirma la
autora citada: “Para un movimiento social progresista, incluso uno que quizá desea presentar el
matrimonio como una opción para las personas que no son heterosexuales, la propuesta de que
el matrimonio deba convertirse en la única forma de sancionar o legitimar la sexualidad es de un
conservadurismo inaceptable”.
13. Las discusiones sobre matrimonio abren un campo fértil de debate, no sólo acerca del Estado
como agente legitimador sino también acerca de las condiciones mismas de esa legitimación. Es
claro para mí que existen variables razonables que permiten/imponen trazar campos de legiti-
midad y que el Estado tiene un rol que cumplir allí, por ejemplo, a través de políticas públicas
y firmes acciones dirigidas contra las asimetrías, el abuso, la discriminación y la violencia. No
creo que ese sea el punto. Creo que el punto –o uno de ellos– es más bien indagar en cuáles son
efectivamente los compromisos preferentes que el Estado viene tomando, qué consecuencias
generan y en quiénes, y si son efectivamente sostenibles. En este caso en particular, es impor-
tante explotar el pensamiento y la imaginación política más allá del matrimonio, para mantener
abiertas las discusiones y empujar sus límites.
177
Mariano Fernández Valle
14. Señalaba el juez Sachs en el pionero fallo de la Corte Constitucional de Sudáfrica (2005)
que habilitó la reforma de su régimen matrimonial, que deben evitarse remedios para diferentes
situaciones que en aras de ofrecer una igual protección a todas las parejas, se traduzcan en razón
del contexto y su aplicación, en nuevas formas de marginalización. Ver “Minister of Home
Affairs and another v. Fourie and another”, Case C.C.T. 60/04, 1/12/2005, párrafo Nº 150
entre otros. Ver también Fernández Valle, Mariano, “Matrimonio y diversidad sexual: la lección
sudafricana”, en Gargarella, Roberto (coord.), Teoría y Crítica del Derecho Constitucional. Tomo II,
Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2008, pp. 601-618.
15. Es decir, una pregunta válida (y urgente) es por qué en un horizonte político igualitario
habríamos de pensar que ciertos derechos deben estar atados a, por ejemplo, el estado civil. Es
claro que muchos de los beneficios y derechos derivados del matrimonio podrían universalizarse
y desprenderse del estado civil de las personas, garantizando condiciones más amplias de ejerci-
cio de ciudadanía, sin afectar a quienes no les interesa acceder a ciertos regímenes específicos, no
han podido hacerlo o disienten con las regulaciones que los determinan. Volveré sobre esto en
la conclusión, para reflexionar de cara al futuro.
178
Después del “matrimonio igualitario”
del peso de los actores sociales y políticos –entre ellos, las siempre presentes
jerarquías eclesiásticas–, ni de las posibilidades del diseño institucional en con-
textos y momentos específicos. No es necesario partir hacia otras latitudes para
verificar estas transformaciones, en tanto nuestros diferentes momentos socio-
históricos también las reflejan.
Sancionada la norma, creo que son varios los análisis posibles. Por lo menos
eran dos las dimensiones cubiertas por la discusión de “matrimonio igualita-
rio”: una vinculada a un conjuntos de derechos, prerrogativas y responsabi-
lidades asociados al régimen, que hasta el momento sólo se encontraban a
disposición de parejas “heterosexuales” y otra vinculada al (devaluado) estatus
de ciudadanía que dicha exclusión supone para personas “no heterosexuales”,
marginadas por razones arbitrarias, discriminatorias y usualmente violentas. Si
bien este enfoque reduce en exceso,16 es útil a los efectos de lo que pretendo
señalar a continuación.
Así, es posible preguntarse ahora por las posibilidades efectivas de acceder a
esos derechos y beneficios antes negados –o limitados a opciones restrictivas–
y, a la par, por el grado en que se reconfigurarán los simbolismos existentes, de
manera tal de aspirar a una verdadera igualdad sustantiva. En otras palabras,
con la ley en las manos podemos detenernos tanto en sus condiciones de ac-
cesibilidad y disponibilidad, como en su real impacto en las vivencias/expe-
riencias de una enorme diversidad de personas cuyos derechos son violados de
manera persistente.
III.1.
16. Son muchos los aspectos que en este trabajo aparecen “reducidos en exceso”, en tanto el
campo de discusión en la materia está en abierta construcción, impugnación, tensión, transfor-
mación y apertura.
17. Con anterioridad a la reforma legal, tomaron estado público cerca de una decena de senten-
cias judiciales que habilitaron matrimonios entre parejas compuestas por personas “del mismo
sexo”, casi todas en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. El contundente fallo judicial que
179
Mariano Fernández Valle
han logrado convencernos de ello, pero también del rol que el derecho puede
tener en la transformación de esos patrones.18 La situación legal es sin duda un
indicador de la situación general de diversos grupos –y de cómo estos grupos
son mirados–, pero es indudable que el análisis debe ser mucho más amplio,
en tanto permanentemente y en todos los ámbitos se ponen en juego las rela-
ciones de poder entre las personas que coexisten en una sociedad determinada.
Aun cuando el derecho conserva un importante poder simbólico, algunos de
sus alcances son limitados si no se acompañan de otras medidas. Es entonces
legítima la pregunta acerca de cómo operará en el futuro la ampliación legal
reconocida y de cuál será su impacto en el ámbito general de las relaciones
familiares-afectivas.
Obstáculos sociales
20. Esta mirada apunta al rol de todas las personas tanto en la construcción de las desigualdades
(en un sentido opresivo) como en la resistencia contra ellas (en un sentido emancipador).
21. Con anterioridad a la reforma legal, el citado trabajo de Libson hacía referencia a la situa-
ción de padres gays y madres lesbianas que teniendo hijos o hijas de relaciones heterosexuales
anteriores, al dar a conocer su orientación sexual sufrieron acciones a efectos de que el Estado
evalúe sus capacidades de paternidad y maternidad. Sostiene la autora: “…considerar la impor-
tancia de ejercer libremente el derecho a ser padres y madres a parejas no heterosexuales, implica
fuertes consideraciones que exceden incluso el campo de lo jurídico. Romper con el esencia-
lismo de la heteronormatividad, y sus efectos sociales, simbólicos y jurídicos discriminatorios
es seguramente una de las primeras tareas a realizar”. Ver Libson, Micaela C., “Parentalidades
gays y lesbianas…”, op. cit. Por otro lado, el ejemplo más difundido en la región posiblemente
sea el caso “Atala, Karen e hijas c. Chile” (petición Nº 1271-04), que recientemente fue enviado
por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) hacia la Corte Interamericana
de Derechos Humanos (Corte IDH), luego de que el Estado de Chile no cumpliera con las
recomendaciones contenidas en el Informe de Fondo emitido por el primer órgano citado. A
continuación, se trascriben fragmentos del comunicado de prensa de la CIDH al respecto: “[e]l
17 de septiembre de 2010, la CIDH presentó una demanda en el caso Karen Atala e hijas, el cual
se relaciona con el trato discriminatorio y la interferencia arbitraria en la vida privada y familiar
que experimentó Karen Atala debido a su orientación sexual. En el Informe de Fondo 139/09,
la Comisión concluyó que el Estado de Chile era responsable por la discriminación contra Ka-
ren Atala en el proceso judicial que resultó en el retiro del cuidado y custodia de sus hijas. El
caso también se relaciona con la inobservancia del interés superior de sus hijas, cuya custodia y
cuidado la Comisión consideró que fueron determinados en violación de sus derechos. El caso
181
Mariano Fernández Valle
costos inadmisibles (el retiro del apoyo familiar y del círculo íntimo; la exclusión
de diversos espacios; la hostilidad, el prejuicio y la violencia, etc.), es dable creer
que el acceso seguirá fuertemente condicionado. La apropiación de los espacios
públicos (o romper con ciertas regulaciones arbitrarias propias de la rígida dicoto-
mía público/privado) es un proceso marcado por variadas dificultades y sin lugar a
dudas existe una distancia importante entre los caminos que abren el activismo y el
movimiento social, y la efectiva posibilidad de recorrerlos por la ciudadanía en ge-
neral. Uno de los desafíos será entonces trabajar en esa distancia, ejercer múltiples
resistencias y buscar los apoyos necesarios (personales, institucionales, legales) para
revertir las consecuencias de ámbitos hostiles que puedan presentarse.
Por su parte, en tanto el registro y análisis de muchos de estos obstáculos
remite al tiempo anterior al debate/sanción de leyes “más igualitarias” (por
caso, la nueva ley de matrimonio), habrá que esperar a ver cómo la igualdad
jurídica y simbólica reconfigura/balancea las relaciones de poder existentes //
reconfigura Y/O balancea// entre los diferentes actores sociales, de forma
tal de revertir efectivamente esos obstáculos y no, por el contrario, de ofrecer
un nuevo espacio/oportunidad // espacio U oportunidad// para que éstos
hagan estragos. Si este último fuera el caso, quedarían al descubierto todas
las contradicciones de un sistema que se presenta como igualitario sólo en lo
formal, sin tocar ni transformar las estructuras socio-culturales requeridas para
que esa igualdad sea vivida y disfrutada.22
Obstáculos institucionales
se envió a la Corte IDH porque la CIDH concluyó que el Estado no cumplió con las recomen-
daciones contenidas en el Informe de Fondo”. Ver “CIDH presenta demanda sobre Chile ante
la Corte Interamericana”, del 20/09/2010, disponible online en: http://www.cidh.org/comuni-
cados/spanish/2010/97-10sp.htm [visitado por última vez el 19/10/2010].
22. Años atrás, Figari hablaba de la “paradoja latinoamericana entre lo institucional y lo cultural”,
precisamente para analizar las posibles consecuencias de sancionar leyes que consagran derechos
dentro de sistemas donde sus destinatarios continúan perseguidos por su comunidad. Ver Figa-
ri, Carlos, “Política y sexualidad abajo del Ecuador: normalización y conflicto en las políticas
glttbi de América Latina”, en Orientaciones: revista de homosexualidades, Madrid, Volumen 11, 2006.
políticas glttbi // GLTTBI //
23. Por supuesto que estas afirmaciones no hablan de “todas” las personas que integran los sis-
temas institucionales, ni necesariamente del sistema institucional en sí mismo (aunque existe una
182
Después del “matrimonio igualitario”
llos poderes que con virulencia se oponen a lo que deben cumplir. Como suele
indicarse, ejemplos paradigmáticos de estos obstáculos son los que enfrenta la
acción contra la discriminación y la violencia de género. Las experiencias de
Latinoamérica en general señalan consistentemente cómo diferentes reformas
legales impulsadas por organizaciones de mujeres y feministas son obstacu-
lizadas y/o privadas de efecto por la actitud de muchas de las personas que
las operan,24 así como por los sesgos/prejuicios que persisten en los diversos
ámbitos institucionales (la administración pública y el sistema de justicia, entre
otros). En ocasiones, estos sesgos y prejuicios aspiran al cobijo institucional, tal
sería el caso de funcionarios que alegan objeción de conciencia en los ámbitos
de la función pública, algunos de las cuales ya se han expresado con relación
a la nueva ley de “matrimonio igualitario”.25 En otros casos, no es necesario
llegar a ese complejo nivel de discusión,26 en tanto existen sutiles y finas prác-
ticas que sin exposición alguna tienen capacidad de dejar sin efecto lo que las
leyes prescriben, o de someterlo a una incómoda operatividad. Otra vez, no
se requiere que esto efectivamente suceda, sino que basta la representación de
que esto puede suceder para que opere como obstáculo y active las resistencias
de un conjunto de la población. Por otro lado, es posible que estos obstáculos
institucionales no necesariamente tengan consecuencias impeditivas, ni éstas
deben exigirse para considerarse como tales, en tanto no sólo se trata de acce-
der a derechos (dimensión material) sino también de acceder en condiciones de
clara dimensión estructural), sino que denuncian la comprobada persistencia de prácticas que
atentan contra el efectivo acceso, goce y garantía de derechos reconocidos, que impactan con
particular incidencia en ciertos grupos sociales.
24. Ver por ejemplo, Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Acceso a la justicia para
mujeres víctimas de violencia en las Américas, 2007, disponible online en:
http://www.cidh.org/women/acceso07/indiceacceso.htm [visitado por última vez el
19/10/2010], entre muchos otros.
25. Crónicas periodísticas, con posterioridad a la sanción de la ley de “matrimonio igualitario”,
informaron sobre posibles casos de “objeción de conciencia” de funcionarios y funcionarias de
registros provinciales frente a su efectivo cumplimiento. Si bien no fueron muchos, es necesario
poner el ojo allí, de manera tal de forzar al Estado a que ofrezca las debidas garantías para la
aplicación de la ley, principalmente de cara a la existencia de localizaciones geográficas alejadas,
pequeñas y con escaso personal administrativo. Algunos riesgos de la objeción de conciencia
en este campo, pueden verse en INADI, Informe Técnico. Sobre dictamen Ley Unión Civil (Exp. CD-
13/10), 12/07/2010, pp. 16-19.
26. Sobre los alcances de la objeción de conciencia, principalmente cuando pone en riesgo el
efectivo acceso a derechos legales y constitucionales, ver Alegre, Marcelo, “Opresión a concien-
cia. La objeción de conciencia en la esfera de la salud sexual y reproductiva”, en AAVV, Derecho
y Sexualidades, Libraria, 2010.
183
Mariano Fernández Valle
27. Baste decir aquí que este monopolio siempre es criticable y no hace más que demostrar el
enorme peso que ciertas perspectivas tienen en la definición de la estructura social y política.
28. Sobre los usos de la información científica como discurso legal y las tensiones-desafíos que
acarrea en el reclamo por derechos sexuales y reproductivos, ver Vaggione, Juan Marco, op. cit.,
pp. 76-87.
29. Figari, Carlos (redactor), Per scientiam ad…, op. cit.
30. Ídem. La cita demuestra que al Informe no le escapan las tensiones que, en determinados
contextos, implica la utilización de la información científica. Aquí, el objetivo perseguido es el
de contrarrestar aquellos discursos que han servido para validar toda clase de esencialismos,
estereotipos y prejuicios alrededor de las sexualidades.
184
Después del “matrimonio igualitario”
31. Sobre estas dinámicas y algunas de sus limitaciones, ver también Hiller, Renata, “Matrimonio
igualitario y espacio público”, apartado 3 y apartado 7, incorporado a este libro. La autora ofrece
una mirada crítica sobre los discursos expertos, a la par que se repara en las posibilidades/dificul-
tades de participación política de grupos desaventajados en sociedades marcadas por la asimetría.
32. En otras palabras, es claro que la ruptura del parámetro heterosexual que supone la reforma
comentada no resuelve por sí misma la existencia de muchos otros parámetros que regulan las
vivencias, cualquiera sean éstas (y mucho más allá de las orientaciones sexuales). Si la reforma
únicamente logra agregar a la competencia por el reconocimiento debido a un conjunto de per-
sonas capaz de ser asimilado a las mismas normas de “normalidad”, “moralidad” y “decoro” que
se vienen construyendo tradicionalmente, es posible que la transformación sea limitada y afecte
irrazonablemente a otras personas.
185
Mariano Fernández Valle
también es posible tirar por la borda los argumentos que de alguna manera re-
sultaron casi obligatorios: ni las familias homoparentales son mejores que otras
ni podemos jurar que criaremos hijos e hijas completamente sanos. ¿O acaso
hay alguien que sea capaz de comprometerse con tales juramentos?” […] “…
los casados por venir no tienen por qué demostrar que son capaces de relevar
con hipereficacia las prácticas fallidas del casamiento con figuritas hechas se-
gún distribución de baños en bares. El otorgamiento de igualdad de derechos
no debe empañarse con la diferencia de requisitos. […] Puede ser para póster,
pero el derecho a tener hijos o adoptarlos no tiene que confundirse con un
relevo del Estado en su función de sostén para la infancia arrasada. No debería
exigírsele al casamiento gay ni tareas filantrópicas ni ejemplares”.33
En otras palabras y en términos generales, es evidente que con total inde-
pendencia de la identidad sexual, de género –o su expresión– y la orientación
sexual, las personas pueden establecer vínculos virtuosos o destructivos con
otras personas (o consigo mismas), lidiar bien o mal con diferentes situaciones,
comportarse de tal o cual manera –loables, condenables; responsables, irres-
ponsables; etc.–. El problema es que ese “punto de partida discriminatorio”
envíe una sospecha permanente en un sentido determinado.34 Las generaliza-
ciones positivas y negativas reducen en exceso, distorsionan y se alimentan de
prejuicios, con previsibles perdedores y ganadores. Si algunas diferencias han
de ser consideradas, serán aquellas que permitan exponer las prácticas hostiles
y opresivas que las han construido y cristalizado, no ya para validarlas sino pre-
cisamente para desarticularlas.
Para terminar, en tanto aquellas personas que de forma intensa se opusie-
ron a la reforma legal siguen teniendo influencia en los ámbitos de aplicación/
interpretación de las leyes y dado que nada permite suponer, al menos lineal-
mente, que las nuevas miradas de la conformación familiar que la reforma “re-
conoce” tengan poder tal como para disciplinar fácilmente a sus detractores –y
sacar del terreno de la duda a quienes persistan en él–, es que no deben perder-
se de vista estos aspectos. Todavía en mayor medida si se acepta que el derecho
tiene una textura lo suficientemente abierta como para filtrar posicionamientos
33. Ver Moreno, María, “Arroz y vamos por más”, en Suplemento Soy, Página/12, del 16/07/2010.
34. Expresaba con claridad el comunicado firmado por varias organizaciones en el Encuentro
Nacional de Familias Homoparentales, realizado en Rosario los días 5 y 6 de junio de 2010, que
“…No reconocemos un modelo o una familia que pueda ser considera ‘normal’. Menos aún una
familia en relación a la cual se evalúe al resto. La insistencia en tener que demostrar normalidad
conlleva implícita la patologización de la existencia gltb, es heterosexista y ejerce un efecto nefas-
to sobre nuestras familias y sobre nuestrxs hijxs, sometidxs a escrutinio constante…”. Disponi-
ble online en: http://www.agendadelasmujeres.com.ar/index2.php?id=3¬a=8339 [visitado
por última vez el 28/10/2010].
186
Después del “matrimonio igualitario”
35. Un buen ejemplo de cómo se filtran estos posicionamientos puede verse en las discusiones
sobre el acceso amplio, efectivo, seguro y en condiciones de libre elección a derechos sexuales
y reproductivos en general, a los supuestos de aborto habilitados por las leyes penales hace casi
cien años y, por supuesto, a las postergadas discusiones sobre los abortos que permanecen cri-
minalizados, aun cuando hacen a las experiencias cotidianas de una innumerable y heterogénea
cantidad de mujeres e impactan con particular brutalidad en aquellas más jóvenes y pobres.
36. Muchas dificultades legales derivadas de la norma y, en general, del sistema jurídico vigente,
se sintetizan en Suplemento Soy, Página/12, “20 preguntas antes del sí, quiero”, del 17/09/2010,
disponible online en: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-1618-2010-09-17.
html [visitado por última vez el 19/10/2010]. Con anterioridad a la reforma, un útil cuadernillo
con preguntas, respuestas y posibilidades legales para la exigencia de derechos de familias de les-
bianas madres fue publicado por el grupo de acción política Lesmadres. Ver Lesmadres, “Nuestras
familias y sus leyes: situación y resguardos legales”, del 6/2010, disponible online en: http://www.
lesmadres.com.ar/recursos/cuadernillo_legales.pdf [visitado por última vez el 19/10/2010]. Di-
cho trabajo es un buen ejemplo de las diferentes formas que pueden imaginarse/ensayarse para la
exigencia y protección de derechos, dentro de contextos sociales/legales restrictivos y desiguales.
37. “...La creatividad no es muy valorada desde la perspectiva de los derechos humanos o desde
la del desarrollo, a pesar de que es un elemento central para desaprender los aspectos nocivos de
determinadas culturas”; testimonio de una mujer lesbiana del Ecuador, citado en Human Rights
Watch, Por el mismo camino, por caminos diferentes, del 06/2009, disponible online en: http://www.
hrw.org/es/node/83697/section/8 [visitado por última vez el 24/10/2010].
187
Mariano Fernández Valle
II.2.
43. La experiencia española tuvo presencia e incidencia en los debates y en las estrategias llevadas
adelante en nuestro país. Así, por ejemplo, en las reuniones de comisión celebradas en la Cámara
de Diputados, previas a la votación en el recinto, expusieron personas pertenecientes tanto a la
Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de España (FELGTB) como
al Partido Socialista Español (PSOE). Esto se enmarca en una utilización todavía más amplia
de la experiencia internacional en el ámbito doméstico. Sobre esto último, ver Corrales, Javier y
Pecheny, Mario, “Six reasons why Argentina legalizad gay marriage first”, publicado en Americas
Quarterly, disponible online en:
http://www.americasquarterly.org/node/1753 [visitado por última vez el 31/10/2010].
44. Estos datos pueden verse en Instituto Nacional de Estadística de España: nota de prensa
del 16 de junio de 2006, disponible online en: http://www.ine.es/prensa/np418.pdf; Nota de
prensa del 3 de julio de 2007, disponible online en: http://www.ine.es/prensa/np460.pdf; Nota
de prensa del 3 de julio de 2008, disponible online en: http://www.ine.es/prensa/np507.pdf;
Nota de prensa del 4 de junio de 2009, disponible online en: http://www.ine.es/prensa/np552.
pdf; Nota de prensa del 22 de junio de 2010, disponible online en: http://www.ine.es/prensa/
np600.pdf [sitios visitados por última vez el 19/10/2010].
45. Ver FELGTB, disponible online en: http://www.felgtb.org/es/notas-de-prensa/mas-de-18-000-
matrimonios-contabilizados-entre-personas-del-mismo-sexo [visitado por última vez el 19/10/2010].
46. Como señala Hiller en su texto en este libro, sorprende y es de lamentar que los debates
sobre la ampliación del régimen matrimonial no hayan funcionado como ambiente propicio
para discutir algunos supuestos en torno al vínculo conyugal, habida cuenta de la persistencia
190
Después del “matrimonio igualitario”
a habilitar nuevas discusiones sobre estos arreglos, que podría también ayudar
a explicar las aparentes diferencias que muestran las experiencias señaladas–,
existe un hecho fácil de corroborar. Este es, que muchas parejas de mujeres
–lesbianas, bisexuales, etc. [o percibidas como tales]–47 pueden querer o reque-
rir casarse y que, en ese intento, pueden representarse o vivir obstáculos adi-
cionales para llevar a la práctica sus intenciones. Estos obstáculos pueden ser
analizados a través de un enfoque que se detenga en la interacción de diversas
variables de discriminación existentes (orientación sexual, clase social, edad,
localización geográfica, etc.). Así, detenerse en las posibles barreras –asociadas
a roles sociales genéricos estereotipados de varones y mujeres en la sociedad; a
condiciones de pobreza y precariedad laboral más acentuadas en la población
femenina; a una organización política debilitada por patrones sexistas; a con-
diciones de visibilidad que acarrean numerosos perjuicios; a un menor acceso
al poder, a las instituciones,48 a la información y a las instancias de reclamo;
a temores asociados a perder derechos y relaciones en contextos violentos/
hostiles (el empleo;49 la tenencia, custodia y contacto con hijos/as;50 el apoyo
y difusión –paralela a los debates– de brutales violencias contra las mujeres en el ámbito in-
trafamiliar. Amplia literatura señala cómo las relaciones de poder que tienen lugar en espacios
frecuentemente “idealizados” se cobran la vida, la integridad y la salud de una enorme cantidad
de personas anualmente, en su mayoría mujeres y niñas/os, sin una intensa actividad del Estado
en materia de prevención, investigación y reparación.
47. Si bien no lo he mencionado hasta el momento, un problema para este análisis es el que
se deriva del hecho obvio de que no todos los varones que se unen con varones, ni todas las
mujeres que se unen con mujeres, ni todas las mujeres que se unen con varones, se autodefinen
necesariamente a sí mismos –y a sus parejas– como homosexuales, bisexuales o heterosexuales,
en tanto las variantes de identidad son mucho más amplias. Que baste, por lo menos, la mención
y la necesidad de reparar/profundizar en ella.
48. Son numerosos los estudios que muestran las dificultades adicionales de las mujeres a la hora
de acceder a los mecanismos institucionales para hacer valer sus derechos. Puede verse Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, Acceso a la…, op. cit.
49. Sobre la discriminación de mujeres lesbianas en el ámbito del trabajo en diferentes países de
América, puede verse La invisibilidad aseguraba el puchero…, op. cit. El mencionado trabajo también
ofrece datos de contexto importantes para entender el posicionamiento de mujeres lesbianas
dentro de sociedades y economías cruzadas por la desigualdad.
50. Ver nota al pie Nº 20. También señala Libson, op. cit., “…las situaciones de indefensión de
las madres que han tenido hijos o hijas en uniones heterosexuales anteriores y que, cuando se
dio a conocer su orientación sexual lesbiana, el padre ha accionado en el Estado para quitarle
la criatura a la madre o para que el Estado evalúe las capacidades de maternaje”. Y mencionaba
antes de la reforma que “[e]n la actualidad, las cuestiones alrededor del matrimonio y de la pa-
rentalidad no heterosexual encuentran puntos de contacto e, incluso, estrategias comunes desde
parte del activismo LGTTBI”.
191
Mariano Fernández Valle
51. A modo de ejemplo de los déficit existentes, a propósito de la reciente “Ley de protección
integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que
desarrollen sus relaciones interpersonales” (Ley Nº 26.485, de 2009), Marcela Rodríguez llamaba
la atención sobre algunos de sus nudos problemáticos, entre ellos la existencia de un modelo o
tipo “hegemónico” de mujer, que no necesariamente alcanza a cubrir y dar respuestas efectivas
a mujeres con experiencias cruzadas por distintas variables; entre ellas, la diversidad sexual. Ver
Rodríguez, Marcela, “Ley de protección integral contra la violencia de género. Avances, retro-
cesos y desafíos” (de próxima publicación), presentado en el Encuentro Internacional sobre
Violencia de Género, organizado por la Defensoría General de la Nación, Facultad de Derecho,
Universidad de Buenos Aires, 10 y 11 de junio de 2010. El Decreto Nº 1011/2010, que regla-
menta la ley citada, tampoco repara en la orientación sexual como causal de discriminación y
violencia, ni en aspectos relacionados.
52. Ver Libson, Micaela y Hiller, Renata, capítulo 7, “Unión civil y adopción”, en Jones, Daniel,
Libson, Micaela y Hiller, Renata (eds.), Sexualidades, política y violencia. La Marcha del Orgullo GLTTBI
Buenos Aires 2005, Antropofagia, 2006, pp. 68-69. Allí se incorporan diversos capítulos que pre-
sentan y analizan los resultados de una encuesta aplicada a asistentes a la Marcha del Orgullo 2005.
192
Después del “matrimonio igualitario”
53. Algunos apuntes sobre este discurso pueden verse en Viturro, Paula, “Reflexiones acerca del
litigio en materia de géneros y sexualidades”, en Equipo Latinoamericano de Justicia y Género-
ELA, Derechos de las mujeres y discurso jurídico: Informe anual del observatorio de sentencias judiciales 2009,
año 2010, pp. 119-121. // Observatorio de Sentencias Judiciales ???///
54. Figari, Carlos (redactor), Per scientiam ad…, op. cit.
55. Ver Berkins, Lohana y Fernández, Josefina (coords.), La gesta del nombre propio. Informe sobre la
situación de la comunidad travesti en la Argentina, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires,
2005. Ver también Maffía, Diana (comp.), Sexualidades Migrantes. Género y Transgéneros, Ed. Femi-
naria, 2003; Fernández, Josefina, Cuerpos desobedientes, Ed. Edhasa, Buenos Aires, 2004; y Jones,
Daniel, Libson, Micaela y Hiller, Renata (eds.), Sexualidades, política y violencia. La Marcha del Orgullo
GLTTBI Buenos Aires 2005, Ed. Antropofagia, 2006. En este último estudio citado se incorporan
algunos comentarios y reflexiones sobre datos de la encuesta, relacionados con las personas trans
frente al reconocimiento legal de las parejas “del mismo sexo” (ver capítulo 7, “Unión civil y
adopción”, op. cit.).
193
Mariano Fernández Valle
56. La Corte Suprema de Justicia de la Nación reconoció abiertamente que los prejuicios que
sufre la diversidad sexual reconocen “…antecedentes históricos universales con terribles con-
secuencias genocidas, basadas en ideologías racistas y falsas afirmaciones a las que no fue ajeno
nuestro país, como tampoco actuales persecuciones de similar carácter en buena parte del mun-
do, y que han dado lugar a un creciente movimiento mundial de reclamo de derechos que hacen
a la dignidad de la persona y al respeto elemental a la autonomía de la conciencia…” (párrafo
16). Por su parte, respecto de la colectividad travesti-transexual, la Corte admitió que ha sido
victimizada “…de modo gravísimo, a través de malos tratos, apremios, violaciones y agresiones,
e inclusive con homicidios” y que “[c]omo resultado de los prejuicios y la discriminación que les
priva de fuentes de trabajo, tales personas se encuentran prácticamente condenadas a condicio-
nes de marginación, que se agravan en los numerosos casos de pertenencia a los sectores más
desfavorecidos de la población, con consecuencias nefastas para su calidad de vida y su salud,
registrando altas tasas de mortalidad, todo lo cual se encuentra verificado en investigaciones
de campo” (párrafo 17). Ver CSJN, “Asociación Lucha por la Identidad Travesti - Transexual
(ALITT) c/ Inspección General de Justicia”, año 2006. Estos reconocimientos se han quedado
en lo meramente declarativo y a cinco años de dicha decisión, no puede decirse que la situación
general haya variado en demasía.
57. Ver Berkins, Lohana, “Un itinerario político del travestismo”, en Maffia, Diana (comp.),
Sexualidades Migrantes…, op. cit., pp. 127-137. // Mauro ï o Mauro Ï ??//
58. Algunas reflexiones sobre estas materias pueden verse en Cabral, Mauro ï, “Ante la ley”,
publicada en Suplemento Soy, Página/12, el 30/7/2010, disponible online en: http://www.
pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-1515-2010-07-30.html [visitado por última vez el
24/10/2010].
59. Con posterioridad a la sanción de la ley de “matrimonio igualitario”, se activaron las discu-
siones sobre leyes de “identidad de género”, a propósito de disímiles proyectos presentados por
194
Después del “matrimonio igualitario”
Finalmente, como corolario, creo que existe un aspecto que tampoco puede
perderse de vista a la hora de analizar obstáculos, desafíos y oportunidades.
Esto es, prestar atención a las especificidades locales. Es claro que mucha de
la información que he utilizado para articular las ideas precedentes, se modi-
fica según el diverso paisaje que arroja nuestro sistema federal; diversidad que
puede apreciarse en las imágenes/representaciones sobre las sexualidades y su
visibilidad; en los regímenes legales vigentes; en las características de la estruc-
tura institucional –administrativa, política y judicial–; en la existencia (o no) de
mecanismos de reclamo, denuncia y protección de derechos; en los recursos
económicos; en las particularidades socio-demográficas y geográficas; en el rol
de actores sociales/políticos conservadores y progresistas; en la influencia de
las jerarquías eclesiásticas (particularmente, la cúpula de la Iglesia Católica); etc.
Así, nuestra organización federal posiblemente marque experiencias disímiles,
muchas de las cuales se reprodujeron a lo largo de los debates sobre la ley de
“matrimonio igualitario”, a través de las experiencias, biografías y sensaciones
de personas, parejas y colectivos LGTBI de diferentes lugares. Nuestro país,
frente a este y otros temas vinculados a derechos fundamentales –típicamente,
aquellos relacionados con derechos sexuales y reproductivos–,60 en la práctica
reconoce tantos sistemas de acceso a derechos como unidades territoriales-
administrativas posee. Los debates previos a la reforma dejaron al descubierto
que las formas que adquiere la discriminación social e institucional [y la resis-
tencia contra ellas] no es la misma a lo largo y ancho del país. En tal sentido,
sin introducirse en todas las salvedades que podrían señalarse, así como en
la revisión de posibles representaciones distorsionadas, 61 es claro que un
análisis que pierda de vista las particularidades de contextos específicos
resultará incompleto y perjudicará con particular énfasis a los colectivos
IV. Conclusiones
62. Sostiene Figari que “[e]l diseño de cualquier política de ampliación de derechos, sexuales o no,
pasa por entender que somos modelos de sociedades donde de manera particular coexisten rasgos
premodernos, regiones con modernizaciones diferenciadas y marcas posmodernas vía globaliza-
ción que pretende ser cada vez más acelerada”. Ver Figari, C., “Política y sexualidad”, op. cit.
196
Después del “matrimonio igualitario”
suelen moverse a la misma velocidad que aquello que debe ser reconocido. Las
relaciones de interdependencia –emocional, económica, etc.– que las personas
establecemos, ¿están necesariamente atadas a la sexualidad? ¿Involucran sólo
a dos personas? ¿Se construyen únicamente bajo el mismo techo? ¿Se parecen
en algo a los afiches y a las figuritas de las marchas conservadoras? Sentimos,
deseamos, imaginamos, necesitamos y exigimos de maneras diversas. Hay que
evaluar ahora lo que se tiene, de-construirlo e ir más allá de eso, explorando
alternativas, debatiendo y superando los criterios que han implicado la segrega-
ción de diferentes identidades, no sólo sexuales.67
Finalmente, una discusión más profunda y desafiante es aquella que empie-
ce a reflexionar detenidamente acerca de cómo desligar los derechos básicos
que hacen a la justicia social y a la vida digna en todas sus etapas, de elementos
tales como el estado civil o las formas de unión que elegimos, si así lo hacemos.
Son derechos demasiado importantes como para conectarlos con los criterios
equivocados. Es el hecho de ser personas el que en cualquier lugar, en cualquier
momento y en cualquier circunstancia debiera garantizarnos efectivamente la
posibilidad de gozar de los derechos más básicos.
67. El documento Beyond same-sex marriage. A new strategic vision for all our families & re-
lationships, del 26/07/2006, ofrece diferentes ejemplos para pensar tanto en las diversidades
existentes (personales, familiares, sociales) como en las posibilidades de su reconocimiento
y respeto, de manera tal de acceder a un flexible conjunto de beneficios económicos y op-
ciones, independientemente de factores relacionados con la orientación sexual, la raza, el
género, la identidad de género, la clase o el estatus de ciudadanía. El documento completo y
las adhesiones desde el activismo/academia, pueden verse online en: http://beyondmarriage.
org/BeyondMarriage.pdf [visitado por última vez el 21/10/2010].
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