Pilares Ético Polít - Const - Formación - Compet - Ciuda - 2
Pilares Ético Polít - Const - Formación - Compet - Ciuda - 2
Pilares Ético Polít - Const - Formación - Compet - Ciuda - 2
INTRODUCCIÓN
Esta formulación supone que el parámetro crítico y reflexivo de un buen ciudadano lo dan los
principios y los valores constitucionales, no las perspectivas morales (o de “vida buena” -Rawls-)
particulares de cada una de las personas que conviven en un territorio. De esta manera, la
respuesta debe ser producto de una aplicación de los valores y principios prescritos en la
Constitución Política a casos singulares problemáticos, que tienen, por ello, una respuesta
correcta.
Ahora bien ¿En qué consiste el ejercicio de la ciudadanía? ¿Quién es un ciudadano competente,
según el Ministerio de Educación Nacional y según la prueba Saber Pro? La respuesta es la
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siguiente: Aquella persona que demuestra que tiene el marco de comprensión del entorno
adecuado, lo cual significa que:
fundamentales.
• Conoce los derechos fundamentales de los individuos.
• Reconoce situaciones en las que se protegen o vulneran los
• Conoce los derechos sociales, económicos y culturales consagrados en la
Conocimiento derechos y deberes Constitución.
s que la Constitución • Conoce los derechos colectivos y del ambiente consagrados en la
consagra. Constitución.
• Conoce que la Constitución consagra deberes de los ciudadanos.
• Conoce las funciones y alcances de las ramas del poder y de los
• Conoce la organismos de control.
organización del • Conoce los mecanismos que los ciudadanos tienen a su disposición
Estado de acuerdo para participar activamente en la democracia y para garantizar el
con la Constitución. respeto de sus derechos.
Fuente: (ICFES-MEN, 2017, p. 43).
Así las cosas, la pregunta que se formula esta investigación es la siguiente: ¿Cuáles son los
pilares ético políticos sobre los cuales se sustentan el alcance y el sentido de los valores y
principios constitucionales fundamentales en la formación en competencias ciudadanas en el
ámbito de la educación superior en Colombia, que es evaluada por la prueba Saber Pro?
Con el fin de resolver esta pregunta, se ha dividido este trabajo investigativo en tres partes, a
saber: 1. Se hará una reflexión sobre los fines ético políticos que orientan la visión del
ordenamiento jurídico como transformador de la realidad social. 2. Se señalarán los valores y
principios consagrados en la Constitución. 3. Se estudiarán sentencias importantes de la Corte
Constitucional en donde se especifiquen los fundamentos filosófico políticos de los valores y
principios constitucionales aplicados a asuntos de esencial importancia para la formación en la
competencia de conocimiento en el módulo de Competencias ciudadanas, tales como: el
Estado social de derecho; el respeto por la dignidad humana y; la democracia y la participación.
4. Se señalarán algunas reflexiones a partir del trabajo investigativo desde una visión de
pedagogía constitucional, teniendo en cuenta lo exigido en el art. 41 de la Constitución.
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Por la importancia que ha tenido Carlos Gaviria en las discusiones sobre el papel de los
principios y valores constitucionales, es clave señalar, a manera de introducción a este acápite,
las líneas fundamentales de su propuesta ético política, expresadas en su conferencia
“Fundamentos éticos de la democracia”, pues revelan los marcos interpretativos generales
dentro de los cuales ha girado la significación del orden constitucional y jurídico nacional. En
efecto, para explicitar su propuesta de transformación democrática, el exmagistrado de la Corte
Constitucional recurre al mito planteado por Platón en el Gorgias, según el cual Prometeo, a
través de su hermano Epimeneo regaló a la humanidad la sindéresis, esto es, la capacidad de
establecer por sí mismos cuándo una acción es correcta y cuándo incorrecta, diferenciando la
maldad de la bondad. Este presupuesto es fundamental por cuanto, como su corolario, se
puede postular la capacidad de participación democrática de cada una de las personas en el
debate y la decisión sobre los asuntos relativos a la vida y la convivencia social: “En las
asambleas cualquier persona puede usar la palabra con el objeto de comunicar la idea que
tiene de la justicia, de una sociedad justa”. (Gaviria, 2012: 12).
i
Ver al respecto: Habermas, 2005.
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democrático, las decisiones populares se definen a través del voto y éste es particular, sólo se
actualiza el voto que propugna por el interés colectivo cuando el fin que persigue cada uno
coincide con el de todos los demás. En este caso se logra el objetivo material que busca realizar
la democracia, a saber: el interés colectivo. Es en este sentido que deben entenderse los
principios constitucionales consagrados en el artículo 3 y 1 de la Carta Política que consagran la
soberanía popular como fuente exclusiva del poder público y el republicanismo democrático,
participativo, pluralista, fundado en el respeto por la dignidad humana, el trabajo, la solidaridad
y la prevalencia del interés general. Así, el magistrado afirma:
Esta idea combina entonces diferentes elementos de la teoría constitucional vigente que
pretende transformar la realidad social, política, económica y cultural del país:
1. Soberanía popular
2. Desarrollo del Estado social de derecho (garantía de los derechos fundamentales,
sociales, económicos y culturales, colectivos y de los pueblos, ecológicos)
3. Fundamento en la idea kantiana de dignidad humana y garantía de la autonomía
individual (libre desarrollo de la personalidad)
4. Principio de democracia participativa
De esta manera, a partir de la interpretación del proyecto político que orienta la interpretación
del texto constitucional, el Estado colombiano tiene como fin el desarrollo real de la idea de
Estado social de derecho, que siguiendo al precursor de la misma H. Heller pretende, en sentido
revolucionario someter la economía capitalista mundial, manejada por el mercado, a un
comando jurídico político nacional. Esto implica el paso de un Estado liberal a un Estado
socialista en el cual todos los ámbitos de la vida deberían estar programados a través de una
legislación planeadora, al mismo tiempo que el Estado y la sociedad se convierten, mediante la
voluntad política del pueblo soberano, en una unidad efectiva (“Wirkungseinheit”) que traslapa
y compenetra al Estado y la sociedad. De esta manera el concepto de democracia se extiende a
la totalidad de las condiciones de existencia bajo la pretensión de ordenar y reglar todas las
necesidades materiales y culturales de los seres humanos. (Cfr.: Vesting, 1992: 178)
i
“Para eso se requiere de ciudadanos autónomos y conscientes. En Colombia y en muchas sociedades parecidas a
la nuestra la gente vota precisamente (y extrañamente) por aquellos que van en contravía de sus intereses. Es
decir, no se explica cómo personas que tienen en mente proyectos políticos tan distintos a aquellos de conformar
una sociedad incluyente, obtengan amplias mayorías en las elecciones apoyados precisamente en los
damnificados.” (Gaviria, 2012: 19)
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En este mismo sentido, A. Mockus, referente moral y legal en Colombia, se propuso una utopía
realizable en el ámbito local y nacional que puede considerarse como un patrón moral de
constitución de un ciudadano consciente, solidario y respetuoso de las normas. Su propuesta
constituye un faro axiológico y deontológico sobre el cual puede pensarse la interpretación del
ordenamiento constitucional. Su iniciativa de intervención política se fundamenta en la idea de
la necesidad de que los colombianos aumenten de forma voluntaria su capacidad para: el
cumplimiento de las normas, celebrar y cumplir acuerdos y ayudarse mutuamente. Se trata
fundamentalmente de que el ciudadano colombiano sea capaz de actuar según su propia
consciencia (de forma veraz, diría Carlos Gaviria), de forma armónica con la ley y
solidariamente, participando en el diálogo público de forma crítica, reflexiva y propositiva.
(Mockus, 2003)
Es claro, entonces, que el espíritu constitucional se funda en una propuesta política que intenta,
como diría Mockus, armonizar los tres sistemas reguladores de nuestros actos (el legal, el
cultural y el moral). Se trata fundamentalmente de transformar la cultura política colombiana
(mediante un “mutuo esculpirse de la sociedad”) afectada por el uso indiscriminado y frecuente
de la violencia, un alto grado de intolerancia y una desbordada corrupción que carcome las
posibilidades de transformación social: “(…) es fundamental continuar transformando la
definición cultural de lo aceptable para que coincida con la ley”. (Mockus, 2003: 108).
Siguiendo la reflexión del profesor Mockus y aplicándola al asunto del que trata esta
investigación, existe una coincidencia en la doctrina constitucional del país acerca de que la
Constitución política de Colombia tiene una finalidad política consistente en una
“transformación colectiva” en aras de lograr hacer realidad la garantía de la dignidad humana
mediante la definición y aplicación de todo el ordenamiento constitucional y legal a la
realización de los valores y principios que en ella se consagran. Esto implica construir
comunidad. En efecto, la garantía de los derechos fundamentales, por ejemplo, exigen la
transitividad, esto es: el hecho de que “(…) una persona tiene derechos con otra en la medida
en que esta otra tiene un deber con la primera, pero a su vez esta última tiene el beneficio de
exigirle a la primera su derecho, entonces, el deber y los derechos son bidireccionales (…) La
transitividad de los derechos hace que los sujetos, como portadores de los mismos, se piensen
en comunidad.” (Vanegas, 2010:80). En este sentido, entonces, “(…) la pregunta de la labor de
los seres humanos en los derechos fundamentales tiene que dejar de ser por el origen y hay
que pasar a preguntar por el escenario que cada sujeto ayuda a construir y constituir como
futuro posible de nuestros descendientes”. (Vanegas, 2010: 80).
Una vez establecidos el sentido, objeto y proyección política del ordenamiento constitucional es
necesario considerar los valores y principios constitucionales y sus especificidades y relaciones
mutuas.
Que los valores se manifiesten en un plano axiológico quiere decir, además, que solo se
traducen en el ámbito normativo a través de normas que tienen como mandato realizarlos en el
más alto grado posible y tienen como corolario la consagración de tantas normas como sean
necesarias para lograr su realización en las distintas situaciones relevantes en la vida social y la
acción estatal. De esta manera, del valor se desprende un principio “abstracto y amplísimo” que
ordena realizar una determinada conducta orientada a crear un específico estado de cosas en el
mundo considerado como valioso. En este sentido Sánchez afirma inclusive que “(…) puede
afirmarse que no existe norma alguna de conducta que no se inspire en un “principio”, y por
tanto en un “valor”.” (Sánchez G., 2015: 644). Así lo establece la Corte Constitucional al señalar:
“Los valores representan el catálogo axiológico a partir del cual se deriva el sentido y la
finalidad de las demás normas del ordenamiento jurídico, pueden tener consagración explícita
o no; lo importante es que sobre ellos se construya el fundamento y la finalidad de la
organización política”. (Sentencia T-406 de 1992)
Así las cosas, para la Corte, con el establecimiento de valores constitucionales no se trata de la
simple enunciación de deseos de carácter simbólico sino de la proclamación de finalidades con
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esencial incidencia normativa que estructuran las relaciones entre quienes gobiernan y quienes
son gobernados e “irradian todo el tramado institucional” en el marco de una sociedad que se
propone superar sus limitaciones. Ahora bien, como los valores tienen una “textura
interpretativa abierta” y una eficacia interpretativa el legislador tiene la tarea de fijar sus
sentidos y establecer sus concreciones y alcances a través de leyes. Ahora bien, en casos
concretos la Corte tiene la potestad y el deber de recurrir a ellos en el caso que sean necesarios
para “resolver una situación específica o para valorar otras normas o instituciones”, en la
medida en que interpreta globalmente el derecho en relación con hechos específicos sin
pretender fundarse por sí sola en ellos para “fundamentar una decisión judicial”. (ver:
Sentencia T-406 de 1992).
Es precisamente en cuanto todas las instituciones estatales están permeadas por la axiología
fundada en los valores constitucionales que una Constitución Política como la colombiana
puede ir más allá de ser un mero instrumento de control y limitación del poder político y
garantía de derechos constitucionales para convertirse en un instrumento de modelación y
transformación de las relaciones sociales. Los valores constitucionales se convierten así en faros
guías objetivos del esfuerzo del legislador y del Estado en general, quienes deben estar
obligados a realizarlos en su más amplia extensión posible. Vistos de esta manera, los valores se
convierten en verdaderos “(…) fines supremos del ordenamiento totalmente considerado,
metas que el Constituyente busca establecer en la realidad en toda circunstancia, y lleva a que
tengan eficacia en toda situación jurídica en que intervengan de algún modo (…) constituyen
(…) “líneas directivas” y sobre todo “impulsos”; obligan fundamentalmente a su respeto,
protección y promoción, debiéndose adoptar medidas adecuadas”. (Sánchez G., 2015: 650)
Se tiene entonces que los valores son el fundamento axiológico político de la relación entre el
sistema político (rama legislativa), la administración pública (Gobierno-Rama ejecutiva) y la
administración de justicia (Rama judicial) en cuanto son el sustento interpretativo de todo el
ordenamiento jurídico y le dan el sentido legal a los complejos tejidos relacionales que tienen
lugar en una sociedad frente a unos hechos específicos. De igual forma, constituyen la utopía
axiológica realizable, la idea regulativa, a cuya óptima realización debe aspirar todo el
entramado jurídico político de una sociedad.
Con respecto a los principios, la Corte Constitucional ha establecido que ellos establecen
“prescripciones jurídicas generales que suponen una delimitación política y axiológica
reconocida y, en consecuencia, restringen el espacio de interpretación, lo cual hace de ellos
normas de aplicación inmediata, tanto por el legislador como por el juez constitucional”
(Sentencia T-406 de 1992). De esta forma, los principios definen y estructuran la entidad
política y organizativa del Estado y la forma como se deben desplegar las relaciones entre el
Estado y los ciudadanos. No son, en este sentido objetivos futuros como los valores, sino
mandatos para el presente, sin los cuales la Constitución misma perdería su naturaleza
axiológico-jurídica. Se trata entonces, para expresarlo en forma heurística, de aquello que se
concreta en el ordenamiento jurídico para el presente de los valores-objetivos avizorados en el
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futuro: representan la encarnación hic et nunc de aquello quo effectum est, ut de los fines
programáticos. Como ellos hacen parte de la Constitución y están dotados de fuerza legal (art. 4
C. Pol.) son pauta obligatoria de interpretación legal que jamás pueden ser obviados en la
fundamentación de una decisión judicial (Ver: Sentencia T-406 de 1992). De esta manera, según
la Corte, los principios se diferencian de los valores no en cuanto a su naturaleza normativa sino
en cuanto a su eficacia: “Los valores son normas que establecen fines dirigidos en general a las
autoridades creadoras del derecho y en especial al legislador; los principios son normas que
establecen un deber ser específico del cual se deriva un espacio de discrecionalidad legal y
judicial”. (Sentencia T-406 de 1992). Los principios son más específicos que los valores y “(…)
tienen una mayor capacidad para ser aplicados para ser aplicados de manera directa e
inmediata, esto es, mediante una subsunción silogística. Los valores, en cambio, tienen una
eficacia indirecta, es decir, sólo son aplicables a partir de una concretización casuística y
adecuada de los principios constitucionales.” (Sentencia T-406 de 1992).
De esta manera, “(…) la Corte Constitucional colombiana ha considerado tanto a los valores
jurídicos como a los principios criterios de interpretación de la ley, así como normas jurídicas
que determinan la validez de las restantes del ordenamiento jurídico”. (Valencia, 2007: 67). En
este mismo sentido, Freixes y Remotti afirman, en el contexto español, que, al hacerse
positivos, los valores y principios se convierten en normas supremas del ordenamiento que
obligan al operador a realizar una determinada interpretación valorativa, ajustando la
aplicación de la norma a un orden axiológico preestablecido. Así las cosas, los valores y
principios deben impregnar de forma estructural y funcional la totalidad de las reglas jurídicas”.
(Ver: Freixes & Remotti, 1992: 98)
Ahora bien, en este contexto debemos hacer alusión los derechos constitucionales, pues estos,
cuyo estudio no es parte de este trabajo, son el desarrollo de los principios que a su vez
expresan en el presente los fines (valores) que guían el futuro del ordenamiento jurídico. En
efecto, según la Corte Constitucional (Sentencia T-406 de 1992), los derechos como concreción
de principios y valores constituyen también son un sistema axiológico, lo cual impide su
taxatividad. Esto implica que a pesar de que los derechos están consagrados en la parte
dogmática de la Carta (limitados en su aplicación inmediata en el art. 85 constitucional), el juez
puede proteger otros derechos, resultado de una interpretación sistemática del texto
constitucional. ( Cfr.: Daza & Quinche, 2013: 19-20).
De esta manera tenemos que los valores y principios constitucionales constituyen el eje
articulador y el horizonte de comprensión de toda actividad del Estado, de la sociedad y de los
ciudadanos y son el norte axiológico que permite orientar las acciones tendientes a transformar
y hacer del país un mejor espacio de vida y de existencia común. Son la idea regulativa que
permite coordinar el esfuerzo conjunto en pro de hacer del futuro un campo abierto que define
los cursos de acción del presente social y político. Así lo expresa, por ejemplo, Javier Valencia al
analizar la dogmática los derechos colectivos y ambientales. Para él, estos derechos constituyen
“(…) una nueva forma de construir sociedad y país, a partir de la prevalencia de lo público, lo
colectivo, lo que es de todos; de ahí que el valor solidaridad sea el eje sobre el cual se
reivindican y defienden estos derechos”. (Valencia, 2007: 108).
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Estos tres grupos de valores deben, entonces, permear y fundar todo el orden jurídico del
Estado y la sociedad de Colombia y todas las formas de interacción e interrelación de los
habitantes del territorio entre sí y con las instituciones creadas para hacer efectivos los
objetivos del Estado y del gobierno.
La Constitución señala en diez de sus artículos, de forma positiva, expresa, taxativa, el decálogo
de mandatos para el presente que configuran su naturaleza axiológica y jurídica. En el Título I
de la Constitución están especificados de la siguiente manera:
Art. 2. Fines de las autoridades de la República: Proteger a todas las personas residentes en
Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades; asegurar el
cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares.
Art. 6. Responsabilidad jurídica de los particulares y servidores públicos: Los particulares son
responsables por infringir la Constitución y las leyes y los servidores públicos, además por
omisión o extralimitación en el ejercicio de sus funciones.
Art. 7. Reconocimiento y protección de la diversidad étnica y cultural por parte del Estado.
Art. 8. Obligación por parte del Estado y de los particulares de proteger las riquezas culturales y
naturales.
Art. 10. El castellano como idioma oficial y en los territorios oficiales de los grupos étnicos sus
lenguas y dialectos. Enseñanza bilingüe en las comunidades con tradiciones lingüísticas propias.
Ahora bien, partir de todos los desarrollos constitucionales llevados acabo durante los últimos
casi treinta años, la Corte Constitucional ha cristalizado los siguiente dos ejes axiológicos,
deontológicos e interpretativos que le permiten fundar su tarea de control constitucional, a
saber: “(i) el sistema político democrático, participativo y pluralista (C-1040 de 2005), para en la
sentencia C-577 de 2014 derivar el marco democrático participativo y la participación política; y
(ii) el Estado social y democrático de derecho define nuestro diseño constitucional (C-551 de
2003), para en la sentencia C-579 de 2013 desprender el compromiso del Estado social de
derecho de respetar, proteger y garantizar los derechos de la sociedad (…)”. (Sentencia C-027
de 2018 -Subrayado propio)
En este sentido, las reflexiones siguientes se dividirán en tres acápites en los que se tratará
sobre el Estado social y democrático de derecho, el sistema político democrático, participativo y
pluralista y la dignidad y autonomía humanas (este último se adiciona dada la importancia
especial que tiene como fundamento del ordenamiento jurídico).
La Corte Constitucional señala que la palabra social no representa tan solo una “muletilla
retórica” que da elegancia filantrópica al texto constitucional, sino que hace referencia a
transformaciones institucionales complementarias de tipo cuantitativo y cualitativo a nivel
internacional. En lo cuantitativo se refiere a la ampliación de los derechos y su garantía en
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El Estado de bienestar, en efecto, es visto por la Corte como la transformación del Estado liberal
en un aparato político y administrativo que pretende jalonar toda la dinámica social y puede
ser, entonces, definido como “el Estado que garantiza estándares mínimos de salario,
alimentación, salud, habitación, educación, asegurados para todos los ciudadanos bajo la idea
de derecho y no simplemente de caridad (H.L. Wilensky, 1975).” (Sentencia T-406 de 1992). Por
su parte, el Estado Constitucional democrático representa el cambio jurídico-político
correspondiente a la implementación de ese Estado de bienestar, en cuanto el nuevo orden se
funda en “(…) nuevos valores-derechos consagrados por la segunda y tercera generación de
derechos humanos y se manifiesta institucionalmente a través de la creación de mecanismos de
democracia participativa, de control político y jurídico en el ejercicio del poder y sobre todo, a
través de la consagración de un catálogo de principios y de derechos fundamentales que
inspiran toda la interpretación y el funcionamiento de la organización política. (Sentencia T-406
de 1992). Ver también al respecto la Sentencia T-622 de 2016.
Se tiene así, una nueva concepción de la función y fin del Estado y su complejo entramado
institucional que busca la garantía de amplios derechos teniendo como faro orientador los
valores y principios de una sociedad democrática y justai.
i
En la Sentencia C-699 de 2015 la Corte aclara el concepto de Estado social de derecho de la siguiente manera: Se
trata no solamente de que“(…) el ser humano se erija en razón, fin último y límite al ejercicio de las competencias
de las autoridades públicas, sino aceptar que sobre éstas recaiga el cumplimiento de un conjunto de deberes
positivos de actuación (…) En esa dirección lo que garantiza la democracia no sólo es el contenido de las normas,
sino el procedimiento mediante el cual éstas son diseñadas, esto es, que la condición esencial de la democracia
sustancial está dada porque todos los sectores sometidos a una regla de convivencia, efectivamente participen en
su estructuración.” Ver también las sentencias C-551 de 2003, C-288 de 2012, C-010 de 2013.
ii
Ver: Sentencias: T-426 de 1992, T-505 de 1992, SU-747 de 1998 y C-1064 de 2001.
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En este orden de ideas, como desarrollo de la jurisprudencia a través de los últimos casi treinta
años, la Corte ha señalado, en la Sentencia T-622 de 2016 los mandatos y obligaciones
constitucionales del Estado social de derecho:
Esta misma sentencia caracteriza algunos principios que fundamentan el Estado de derecho
colombiano, los cuales revisten una importancia especial, de la siguiente manera:
b. Justicia social y distributiva: En relación con la justicia social se exige al Estado intervenir, de
acuerdo a los preceptos constitucionales, con el fin de crear las condiciones para las personas
i
Con respecto a la igualdad como un pilar estructural de la Constitución ver las sentencias C-588 de 2009, C-490 de
2011, C-249 y C-296 de 2012, y C-220 de 2017.
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puedan llevar una vida digna, en el marco de una sociedad solidaria que propugna por que los
derechos humanos logren una plena efectividad. De esta manera, las autoridades deben asumir
un rol activo y comprometerse en forma permanente con “(…) la promoción de la justicia social
y en la creación de condiciones generales de equidad a través de políticas públicas y planes de
desarrollo incluyentes y efectivos”. (Sentencia T-622 de 2016). En relación con la justicia
distributiva se estable la obligación de intervención económica de Estado con el fin de
garantizar la igualdad de oportunidades, la prosperidad general y la efectividad de los derechos,
deberes y principios constitucionales. De esta manera, “(…) la asignación de los recursos
económicos de una sociedad se deberá tender a privilegiar a los sectores menos favorecidos y,
que este principio, sirve de fundamento al diseño y ejecución de un régimen impositivo, a las
reglas de elaboración presupuestal, a la jerarquización del gasto y a la fijación de prioridades en
materia de prestación de los servicios públicos”. (Sentencia T-622 de 2016). Este interés
esencial por transformar la realidad social en pro de resolver los graves problemas que aquejan
al país en materia de justicia social está en el trasfondo de introducir el catálogo de derechos
económicos, sociales y culturales (arts. 42-77 de la Carta) y colectivos y medio ambiente (arts.
78-82 de la Carta) y mecanismos de protección y aplicación de los mismos (arts. 83-94). En este
sentido la búsqueda de la justicia social representa un claro proyecto de transformación política
y social en Colombia:
Por ello, la Corte ha señalado que en últimas la obligación que tiene el Estado de crear las
condiciones económicas y sociales en las cuales reine la justicia social no es un problema de
generación de recursos, sino fundamentalmente un problema de justicia distributiva, es decir,
político. Se trata de la manera como se reparten los beneficios y cargas sociales y de cómo se
subsanan los desequilibrios sociales que aquejan a la sociedad colombiana. (ver: Sentencia T-
406 de 1992)i.
c. Autonomía de las entidades territoriales: Dado que los entes territoriales son fundamentales
para el logro de la plena efectividad de los derechos humanos, el art. 288 de la Carta Superior
i
Frente al criterio de justicia distributiva a seguir en cada caso la Corte señala lo siguiente: “En ocasiones la norma
constitucional proporciona este criterio (…) Sin embargo, es posible que ella no sea lo suficientemente iluminadora
para resolver el caso sin llegar a consecuencias inaceptables o imposibles de llevar a cabo. En consecuencia, es
necesario que el juez haga uso de la "lógica de lo razonable" de tal manera que la solución final que adopte sirva,
ante todo, para proteger el derecho violado, y además tenga en cuenta las condiciones financieras de los entes
públicos. Si fuese necesario dar elementos de juicio en abstracto sobre la justicia distributiva (…) se podría recurrir
al principio de igualdad (…) a partir del cual toda distribución de recursos, para ser justa, deba mejorar al menos la
condición de los más desfavorecidos (…)”. (Sentencia T-406 de 1992).
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d. Pluralismo: A este respecto, el Estado debe proteger los derechos de las diferentes razas,
etnias, lenguas, sexos y creencias de tal manera que se den las condiciones para la tolerancia y
la convivencia pacífica, según lo establecido en “(…) el Preámbulo y en los artículos 1º
(democracia participativa y pluralista), 5º (supremacía de los derechos inalienables de la
persona), 13 (igualdad de derechos, libertades, oportunidades), 16 (libre desarrollo de la
personalidad), 26 (libertad para escoger profesión u oficio), 27 (libertad de enseñanza), 67
(derecho a la educación), 70 (acceso a la cultura), 71 (libertad en la búsqueda del conocimiento)
y 72 (protección del patrimonio cultural).” (Sentencia T-622 de 2016).
i. Bienestar general: Las autoridades del Estado deben priorizar la financiación de políticas,
planes y proyectos tendientes a satisfacer las necesidades en servicios públicos como salud,
vivienda, educación, agua potable, trabajo, infraestructura vial, ciencia y tecnología, etc. Este
mandato se expresa concretamente en los arts. 366 y 288 de la Constitución. Para la Corte, el
principio del Estado social de derecho implica buscar que todos los ciudadanos gocen de las
condiciones materiales y espirituales que hacen su vida sea digna, lo cual implica que el
concepto de bienestar comprenda el material, el físico, el sicológico y el espiritual. En este
sentido se cita a N. Bobbio y M. G. Villegas para quienes de lo que se trata es de que el Estado
haga efectivos los derechos humanos y reduzca la brecha entre los ideales establecidos por la
norma y la realidad social. (Ver: Sentencia T-622 de 2016).
Enfatizando lo señalado sobre la relevancia del principio del Estado social de derecho la Corte
en la Sentencia C-027 de 2018 señala que éste irradia todo el ordenamiento jurídico y por lo
tanto obliga a que cuando se interprete la Constitución esta interpretación deba hacerse de
forma sistemática y teleológica, en aras de lograr proteger los derechos de los menos
favorecidos de la sociedad. En este sentido, el Estado hace efectivos los derechos humanos
cuando: “(i) los respeta absteniéndose de interferir en su ejercicio o de adoptar medidas
discriminatorias que lo condicionen; (ii) los protege cuando evita intromisiones de terceros; y
(iii) los garantiza a través de autoridades públicas e instituciones organizadas para asegurar su
ejercicio, adoptando medidas razonables y procedimientos que permitan investigar, juzgar y
sancionar las graves violaciones a los DDHH e infracciones al DIH”. (Sentencia C-027 de 2018) i.
El principio de Estado social de derecho supone también un cambio en los ámbitos funcionales
del Estado, de tal manera que ya no mantiene una separación entre ellos sino un control activo
entre los mismos. Lo esencial de esta transformación consiste en que el juez se convierte en
una garantía de protección efectiva de los derechos “(…) un instrumento de presión frente al
legislador, de tal manera que este, si no desea ver su espacio de decisión invadido por otros
órganos, adopte las responsabilidades de desarrollo legal que le corresponden y expida las
normas del caso.” (Sentencia T-406 de 1992). Esta nueva función del juez se funda en los arts. 2,
5, 13 inc. 2, 228 y 4 en los cuales se establece frente al Estado que: tiene como fin servir a la
comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución; reconoce la primacía de los derechos
inalienables; promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva; considera que
el derecho sustancial debe prevalecer sobre los procedimientos; y respeta que la Constitución
es norma de normas, y prevalece sobre cualquier otra ley o norma jurídica. Así las cosas, afirma
la Corte: “Si la responsabilidad de la eficacia de los derechos mencionados estuviese sólo en
manos del legislador, la norma constitucional no tendría ningún valor y la validez de la voluntad
constituyente quedaría supeditada a la voluntad legislativa.” (Sentencia T-406 de 1992).
En este contexto, la acción de tutela, consagrada en el art. 86 de la Carta, adquiere una
importancia fundamental por cuanto representa el medio a través del cual los jueces hacen
i
En este contexto la Corte remite a la sentencia C-579 de 2013, reiterada en la C-577 de 2014.
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efectivos los derechos. Con la nueva estrategia se otorga “(…) de manera prioritaria al juez, y no
ya a la administración o al legislador, la responsabilidad de la eficacia de los derechos
fundamentales (…) los derechos son aquello que los jueces dicen a través de las sentencias de
tutela.” (Sentencia T-406 de 1992)
Por ello, afirma la Corte, frente al problema ya planteado por Aristóteles, según el cual es
necesario que el juez con su intervención adapte, corrija y acondicione la aplicación de la
norma, en el marco del Estado social de derecho el juez, al ejercer su función, se convierte en
“(…) un elemento indispensable para mejorar las condiciones de comunicación entre el derecho
y la sociedad, es decir, para favorecer el logro del valor justicia (de la comunicación entre
derecho y realidad), así ello conlleve un detrimento de la seguridad jurídica.” (Sentencia T-406
de 1992). En esta medida, se da importancia al contenido material de la norma sobre la
importancia formal de la misma. Es precisamente ésta nueva forma, sistemática y teleológica,
de afrontar la hermenéutica del texto constitucional que permite entender la lógica de los fallos
favorables de la Corte Constitucional en relación con la paz y la tutela de los derechos de
segunda, tercera y cuarta generación.
Como conclusión se puede traer entonces a colación la síntesis que realiza la Corte de lo
expuesto en la Sentencia T-460 de 1992, según la cual:
Par la Corte, el principio del respeto por la dignidad humana es tanto un valor superior, como
un principio fundante del Estado social de derecho y un derecho fundamental autónomo (Cfr.:
Velasco, 2013: 83-84). En efecto, la jurisprudencia establece que la dignidad humana “(…) es el
presupuesto esencial de la consagración y efectividad de todo el sistema de derechos y
garantías contemplado en la Constitución. De esta manera, la dignidad se erige como un
derecho fundamental de eficacia directa cuyo reconocimiento general compromete el
fundamento político del Estado colombiano”. (Sentencia T-622 de 2016) i.
Ahora bien, el principio de dignidad humana constituye el eje fundante del Estado social de
derecho en la medida en que no se entiende de forma abstracta sino en su dimensión material
y concreta, en la medida en que, entendida en sus dimensión sistémica, humanista y teleológica
“para nuestro constitucionalismo no basta simplemente que la persona exista, es necesario que
exista en un marco de condiciones materiales, culturales y espirituales que permitan vivir con
i
Una discusión filosófica al respecto se encuentra en Habermas, 2010.
20
dignidad”. (Sentencia T-622 de 2016). Esto conecta el concepto de dignidad humana con el de
justicia social y distributiva, solidaridad, prevalencia del interés general, etc., con los que los
une un mismo objetivo: la creación de las condiciones para el ejercicio pleno de los derechos
consagrados en la Constitución.
1994, T-036 de 1995, T-645 de 1996, T-572 de 1999 y T-879 de 2001, en las que establece la
obligación de no someter a las personas a tratos crueles , inhumanos o degradantes, a violencia
intrafamiliar, a trabajos forzados, a circunstancias que conlleven poner en riesgo la integridad
física, etc.
Otro de los cambios fundamentales que introdujo la Constitución de 1991 en Colombia hace
referencia a la democracia y la participación ciudadana. En efecto, en ella se afirma la necesidad
de que el Estado y las autoridades garanticen el derecho de los ciudadanos a conformar, ejercer
y controlar el ejercicio del poder político (art. 40 constitucional), lo cual supone como uno de
sus fines esenciales, “facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la
vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación” (art. 2 constitucional). De esta
manera, para la Corte, el ciudadano tiene derecho a participar directamente en el ejercicio del
poder político, en el marco de una democracia participativa (no solamente representativa),
según lo establecido en el art. 3 constitucional, que reza lo siguiente: “La soberanía reside
i
A este respecto la Corte desarrolla una aclaración sobre cada una de las perspectivas de este aspecto funcional,
que para los fines y dentro de la delimitación del problema de investigación de este trabajo, no viene al caso
afrontar, por lo que se remite al lector a los señalado en esta sentencia.
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exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma
directa o por medio de sus representantes (…)”.
Por su parte, en la Sentencia T-066 de 2015 la Corte afirma que con la introducción de la
democracia participativa no se pretende “restarle importancia al ejercicio del derecho a elegir a
sus gobernantes”, de lo que se trata es de “darle efectividad a la representación que los
gobernantes ejercen, en la medida en que se crearon mecanismos o de canales que permiten
su control. De igual forma hacen efectiva la garantía a los ciudadanos de que sus
representantes van a ser fieles al mandato y la confianza que a ellos ha sido conferida. En
armonía con esta nueva perspectiva la Sentencia C-150 de 2015 establece que el carácter
democrático del orden político, social y jurídico al que obliga la Constitución implica, entre otras
cosas, lo siguiente:
La democracia es, entonces, fuente de legitimidad del poder político en cuanto ella es expresión
de la soberanía del pueblo. De igual manera, ella es fundamento de derechos y obligaciones en
la medida en que a través de su desarrollo y realización se reconoce y tutela la participación
ciudadana en la conformación y control del poder político. Finalmente, la democracia es
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expresión de la forma como el poder debe operar y de los espacios en los cuales debe hacerse
efectiva en cuanto establecer reglas de funcionamiento y toma de decisiones. (Cfr.: Sentencia
C-150 de 2015)i.
La Sentencia C-150 de 2015 cita además otras sentencias de la Corte (T-540 de 1992, C-089 de
1994, C-674 de 2008, C-490 de 2011) en las que se expresa y establece cómo la democracia
participativa constituye un eje esencial del ejercicio del poder político en Colombia, razón por la
cual su realización efectiva es un valor, un principio y un derecho articulador de todo el
ordenamiento jurídico y de la vida ciudadana iii. De igual forma se establece que la efectividad
de la participación se hace posible en la medida en que existen “(…) reglas e instituciones que
salvaguarden el pluralismo, la transparencia y la libertad de los ciudadanos de manera tal que
(i) se garantice, en condiciones de igualdad, la intervención en los procesos democráticos de
todos los ciudadanos, grupos y organizaciones y (ii) se asegure que las manifestaciones de los
ciudadanos en todos los mecanismos de participación sea completamente libre y, en
consecuencia, genuina”. (Sentencia C-150 de 2015).
Finalmente, la Sentencia C-027 de 2018 resalta la importancia que en todo este tejido
democrático institucional deben jugar los partidos y los movimientos políticos y las
agrupaciones significativas de ciudadanos, en la mediada en que expresan, en el proceso de la
configuración real de la vida democrática, los intereses y exigencias frente a la agenda y las
políticas públicas y canalizan el pluralismo político e ideológico presente en la sociedad
(visiones usualmente contradictorias y juxtapuestas de la realidad social y política). En este
orden de ideas, estos agentes de movilización de las demandas y preferencias electorales
deben mantener en su interior una identidad ideológica y política y unos procedimientos y una
infraestructura que le permitan realizar de forma adecuada la integración del pluralismo
ciudadano en planes y proyectos posibles de realizar una vez se conviertan en actores de la
agenda pública.
El modelo de evaluación, en el que se sustentan las pruebas Saber Pro, parte del supuesto de
que para ser un buen ciudadano un colombiano debe tener la capacidad de pensar lo social
teniendo en cuenta los hechos sociales reales, los discursos y las opiniones diversas y plurales
que circulan al interior del país y el mundo en el marco de una interpretación del texto
constitucional que tenga como su plano de comprensión los fines y principios que rigen el
ordenamiento jurídico. En el sentido de Wallerstein: “Ningún científico puede ser separado de
su contexto físico y social (…) la creencia generalizada en una neutralidad ficticia ha pasado a
ser un obstáculo importante al aumento del valor de verdad de nuestros descubrimientos (…)”.
(Wallerstein, 1998, p. 82). Esto significa, entre otras cosas, que cuando se reflexiona sobre lo
social se está tomando partido por una determinada forma de analizar lo que acontece en el
mundo social, esto es, desde unos criterios críticos, que le apuntan a modificar las estructuras
sociales consideradas injustas o no apropiadas en relación con los objetivos de una humanidad
i
Respecto a la participación política de los grupos minoritarios y la paz, la Sentencia C-027 cita también la
sentencia C-579 de 2013.
25
que busca la protección del medio ambiente, la superación de las relaciones de exclusión social
y pobreza, la violación de los derechos de igualdad, libertad y no discriminación y el no
cumplimiento de la obligación de solidaridad a nivel nacional e internacional. Se trata, en
últimas, de hacer teoría a partir de la búsqueda de un mundo en el que los cursos de acción
sociales estén dirigidos a lograr la paz, la inclusión y el mejoramiento de las condiciones de vida
de los más pobres o menos privilegiados de la sociedad.
Así mismo, en el marco de los canales de comunicación a nivel masivo (radio, prensa en papel y
electrónica, televisión e internet) disponibles en la actualidad, un buen ciudadano debe tener la
capacidad para comprender la lógica de los discursos, de tal manera que pueda encontrar en su
construcción y presentación los sutiles quiebres que permitan escudriñar intenciones, prejuicios
y concepciones de quienes los emiten. En este sentido, el estudiante debe tener la capacidad
para analizar a profundidad el texto que se le presenta y ser capaz de decidir cuál es la
respuesta correcta dada las premisas que se proponen en la formulación de la tarea de
evaluación de la pregunta. Su análisis debe darse trascendiendo niveles metacognitivos como el
tácito, el pensativo, el estratégico, para llegar al reflexivo, en el cual el estudiante no solo
comprende la coherencia y las implicaciones sistémicas y multiperspectivistas de un caso
problemático específico sino que debe ser capaz de reflexionar sobre el mismo, jugando de
forma abstracta y descentrada, entendiendo asuntos con los cuales no está familiarizado, con
rapidez y eficacia, y ubicándose en contextos diferentes a los que maneja habitualmente y,
finalmente, aplicando el conocimiento adquirido a casos concretos y en situaciones diversas y
complejas.
Así las cosas, los estudiantes deben ser conscientes de que al responder las preguntas están
realizando un ejercicio no neutral, esto es, deben ponerse en situación apropiada para
encontrar la respuesta políticamente correcta, pues de lo contrario van a plasmar sus
concepciones singulares de la sociedad, la política y la convivencia social, y eso es precisamente
lo que la prueba no está pidiendo. Se exige la adopción de una perspectiva de análisis en la cual
los valores y principios constitucionales, expresados en el preámbulo, la postulación de la lista
de los derechos fundamentales, políticos, económicos, sociales, culturales y de los pueblos,
además de las formas de participación política y social y de control del poder político, judicial y
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Así las cosas se tiene que los conocimientos que evalúa la prueba Saber Pro están relacionados
con los valores y principios constitucionales, por lo que el proceso de enseñanza y aprendizaje
debe estar asociado a la reflexión en torno a lo establecido en la Carta Política del país,
especialmente según lo establecido como fines de la educación en su art. 67, a saber: “(…) La
educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la
democracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento cultural,
científico, tecnológico y para la protección del ambiente”.
Este precepto constitucional fue especificado en la Ley 115 de 1994, en cuyo artículo 5º se
establecen los siguientes fines de la educación (en el ámbito ético político), en conformidad con
el art. 67 de la Constitución Política, según el cual se debe formar para: El pleno desarrollo de la
personalidad; el respeto a la vida y a los demás derechos humanos, a la paz, a los principios
democráticos, de convivencia, pluralismo, justicia, solidaridad y equidad, así como en el
ejercicio de la tolerancia y de la libertad; la participación de todos en las decisiones que los
afectan en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; el respeto a la
autoridad legítima y a la ley, a la cultura nacional, a la historia colombiana y a los símbolos
patrios; el estudio y la comprensión crítica de la cultura nacional y de la diversidad étnica y
cultural del país, como fundamento de la unidad nacional y de su identidad; la creación y
fomento de una conciencia de la soberanía nacional y para la práctica de la solidaridad y la
integración con el mundo; la adquisición de una conciencia para la conservación, protección y
mejoramiento del medio ambiente, de la calidad de la vida, del uso racional de los recursos
naturales, de la prevención de desastres, dentro de una cultura ecológica y del riesgo y la
defensa del patrimonio cultural de la Nación.
Además, según la misma Ley 115 de 1994 (art. 13), todos los niveles de la educación en
Colombia deben buscar el desarrollo integral de los educandos mediante acciones
estructuradas encaminadas a:
Estos artículos señalan con suficiente claridad las características que debe tener la educación en
general en Colombia y establecen la ruta que deben seguir las instituciones educativas a nivel
nacional respecto de la formación ciudadana. En este sentido, no deja la libertad a las
instituciones para impartir cualquier tipo de orientación valorativa de la vida social, sino que las
obliga a educar de acuerdo con unos precisos contenidos y formas de pensar, propios del
espíritu constitucional.
Por su parte, la Ley 30 de 1992, que establece los parámetros organizativos de la educación
superior, postula, en el artículo 6°, algunos objetivos que están directamente ligados con los
niveles inferiores de la educación que se imparte en el país y señalan los parámetros que debe
orientar el aprendizaje de los contenidos propios de las competencias ciudadanas, en el ámbito
universitario, a saber: “d) Ser factor de desarrollo científico, cultural, económico, político y ético
a nivel nacional y regional (…). i) Promover la preservación de un medio ambiente sano y
fomentar la educación y cultura ecológica. j) Conservar y fomentar el patrimonio cultural del
país.”
De esta manera, es necesario que todas las instituciones de educación establezcan estrategias
de enseñanza y aprendizaje que permitan a los estudiantes el conocimiento de los
fundamentos de la vida social colombiana en el marco de un modelo pedagógico que valore y
desarrolle el pensamiento crítico y la capacidad de tolerancia, solidaridad y compromiso social
de los estudiantes. Como marco general, el proceso formativo debe estar orientado a la
realización de los dispuesto en el art. 41 del ordenamiento constitucional el cual señala para
todas las instituciones de educación la obligación de estudiar la Constitución y de fomentar
“prácticas democráticas para el aprendizaje de los principios y valores de la participación
ciudadana”.
Así se puede concluir que sin el conocimiento de los criterios de valoración establecidos en el
texto constitucional, sin el conocimiento de la estructura básica del Estado colombiano, sin la
comprensión del funcionamiento del andamiaje institucional y sin la interiorización del
horizonte de comprensión político ideológico de la vida social que establece la Constitución
Política, no es posible responder en forma exitosa las preguntas sobre competencia ciudadana
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formuladas en las pruebas Saber Pro. Ellas suponen, en efecto, una visión clara sobre la
importancia que los principios y valores constitucionales tienen en la transformación de las
estructuras sociales y en la defensa de los derechos fundamentales, económicos, sociales y
culturales y la búsqueda de la paz y la justicia social propios de un contexto constitucional que
propone, como horizonte jurídico político de la sociedad colombiana, la superación del Estado
de derecho mediante la implantación de un Estado Social del Derecho. Cuando se pregunta al
estudiante sobre algún asunto relacionado con la vida social se pide de él una respuesta acorde
con los valores constitucionales progresistas propios de la Constitución de 1991. Dicho en
términos más coloquiales: No se busca que, en ejercicio de la libertad de expresión y del
pluralismo liberal, el estudiante exprese, frente al asunto problemático que se expresa en la
pregunta, cuál es la respuesta que él considera válida desde su propia visión de mundo o, como
diría Rawls, desde su respectiva “doctrina comprensiva”; se trata, por el contrario, de captar
con precisión lo que, de acuerdo con una comprensión progresista del texto constitucional, es
lo correcto. De esto se trata entonces la formación universitaria en Colombia, de acuerdo con
los parámetros establecidos por el MEN y el ICFES, que son evaluados en la prueba, Saber Pro, a
saber: de promover factores de cambio dentro del marco de los principios y valores
constitucionales que establecen como fin de la educación la promoción de la libertad, la
igualdad, la participación, la justicia y la paz.
En este sentido, una propuesta pedagógica que tenga como fin desarrollar un proceso de
enseñanza y aprendizaje de los valores y principios constitucionales debe en concreto incluir los
siguientes contenidos:
1. Fundamento en la idea kantiana de dignidad humana y garantía de la autonomía
individual (libre desarrollo de la personalidad)
2. Soberanía popular: participación política ciudadana-estructura del Estado
3. Desarrollo del Estado social de derecho y neoconstitucionalismo (garantía de los
derechos fundamentales, sociales, económicos y culturales, colectivos y de los pueblos,
ecológicos); sistema económico y justicia distributiva.
Bibliografía