Jorge Gómez Pinilla
Jorge Gómez Pinilla
Jorge Gómez Pinilla
“Una mujer joven termina su jornada laboral, llega a su hotel, se baña y se arregla para salir a cenar
con una pareja de amigos. Alguien golpea en su habitación. Ella mira por el rabillo de la puerta, es
su jefe. Abre, “Él” la empuja. Con el dedo índice derecho le ordena que haga silencio. Ella, que
siempre tiene fuerza, la pierde, aprieta los dientes y le dice que va a gritar. “Él” le responde que
sabe que no lo hará. La viola”.
Llama la atención la coincidencia en el estilo “literario” de ambos párrafos (como si Vicky hubiera
copiado el de Claudia), y la diferencia básica reside en que el primero se refiere a un jefe
acosador, mientras el segundo es un violador. Y es cuando llegamos a la pregunta del millón:
¿quién es quién en cada caso?
Hasta donde se sabe, ninguno de los otros jefes que Claudia ha tenido en su vida laboral reúne tales
características. Aquí van en orden cronológico, para que ustedes juzguen: Juan Carlos y Andrés
Pastrana, (Álvaro Uribe), Felipe López, Yamid Amat, Juan Gossaín, Julio Sánchez Cristo, Hernán
Peláez, Gustavo Gómez Córdoba.
No se trata aquí de revolcar la herida por un suceso doloroso al que en defensa de su propio silencio
la misma agraviada no se ha vuelto a referir, pero se trata de algo imposible de ignorar cuando
Vicky Dávila dedica su más reciente columna en Semana a denunciar a un anónimo “jefe
acosador”, mientras omite adrede el protuberante caso que involucra al protagonista de una
columna suya anterior y titulada “El plan contra Uribe”.
Es obvio que se trata de dos jefes agresores diferentes, pero ahí no radica el meollo del “asunto”,
sino en la diferencia entre una erección palpable (la del jefe de la amiga de Vicky) y una
penetración inevitable, ya sabemos de quién contra quién.
Doña Vicky está en su derecho de montar lo que en términos de audiencia sería un exitosísimo
paredón mediático contra reales y supuestos abusadores, todos en la misma colada, quizás en
reminiscencia (¿o plagio?) del también exitoso programa Caso Cerrado de la doctora Ana María
Polo en Telemundo, donde cuenta casos como el de la mujer que confesó haber acusado a su
padre de haberla violado y “por ello cumplió años en prisión, pero todo fue una mentira para
librarse del él”.
Allá la responsabilidad —o irresponsabilidad— que les cabrá desde lo legal tanto a Semana
TV como a su protagonista estrella (digamos que parece una columna libreteada por mano ajena),
pero, si quiere emprender un proyecto tan cuestionable desde lo periodístico, yéndonos tan solo al
terreno de la ética sería conveniente que antes de emitir su primer capítulo se pronunciara en torno
al “abultado” tema de que por señalar al jefe acosador prefirió omitir el del jefe violador:
¿A quién cree Vicky Dávila que aludía Claudia Morales en la columna ya citada? ¿Considera que
su admirado Álvaro Uribe desde ningún punto de vista puede ser catalogado como el principal
sospechoso de haber violado a una subalterna suya en la habitación de un hotel en la que luego de
irrumpir le hizo a su víctima la señal de ordenar silencio poniendo el dedo índice derecho sobre su
boca? Mejor dicho, ¿cree Vicky Dávila que la acusación de violador que cada cierto tiempo
revienta forma también parte del fementido “plan contra Uribe” para dañar su prestigio? Y que
conste, por si las moscas: no pretendo acusar a nadie, menos a Uribe; son simples preguntas sueltas.
DE REMATE. Tiene razón doña Vicky en que “hoy Uribe es inocente de todo lo que lo acusan,
hablando en estricto derecho”. Pero omite contar que a su vez es sujeto sub judice, pues carga a
cuestas con dos investigaciones que le abrió la Corte Suprema de Justicia, y por una de ellas fue
llamado a indagatoria. ¿Por qué? Porque —también aquí— es sospechoso de los delitos por los
cuales se le investiga.
En los despachos más altos de la Policía consta que varios meses antes del retiro de Buitrago, el
Ejecutivo estaba pidiendo su cabeza y que, como premio de consolación, le iban a ofrecer un
cargo en el exterior. Finalmente, el general renunció por dignidad pero sin bajar la cabeza: en su
carta afirmó que “los principios no se negocian”. María Jimena recuerda que cuando su relevo se
produjo, se comentó que el retiro del alto oficial se debía a la presión de Abelardo de la Espriella,
abogado y amigo del extraditable Saab; abogado y amigo, simultáneamente, del expresidente
Andrés Pastrana, de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez y del ministro de Defensa y superior
jerárquico de Buitrago, Carlos Holmes Trujillo. (Imagínense: el general iba tras Saab cuyo
apoderado era el mismo del ministro Trujillo).
De la Espriella ha negado la versión sobre su incidencia en la salida del general e incluso aseguró
que Buitrago aclararía el rumor, cosa que, hasta hoy, no ha ocurrido. Por su parte, Pastrana
celebró la renuncia del exdirector de la Polfa en varios trinos que publicó en su cuenta de Twitter.
Y, además, replicó que “meses antes de la ‘irrevocable’ carta del gral. Juan Carlos Buitrago
informé al @mindefensa sobre temas que a él (Carlos Holmes Trujillo) le correspondería explicar”.
El misterio no se resolvió porque, de nuevo, el exalto oficial se negó a hablar con la prensa y
Trujillo no ha abierto la boca. Pero como nada hay oculto bajo el sol, con la feliz captura de Saab
en Cabo Verde, ha quedado expuesta la mugre bajo la alfombra. Akerman advierte, de acuerdo
con las investigaciones de Gerardo Reyes, que el abogado De la Espriella, en su tarea de
representar jurídicamente a Saab, pudo entrar en conflicto con normas de la Oficina de Control de
Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Únicamente con la
evolución de los hechos y el tiempo, se constatará si eso es así. En cuanto al expresidente
Pastrana, sorprende que su inseparable jefe de seguridad por muchos años, el coronel de la
Policía Faxir Ramírez Horta, por quien armó una pataleta, en 2014, cuando lo iban a relevar de su
esquema, sea actual subdirector de la Polfa, misma entidad de la que el gobierno Duque quería
separar a Buitrago. Va siendo hora de conocer la verdad sobre este escandaloso episodio de la
vida pública del país. Se entendería, entonces, el contexto de la frase que pronunció Buitrago
frente al ministro de Defensa, en diciembre pasado: “Las injerencias indebidas externas con
cálculos políticos e intereses contrainstitucionales lesionan el honor policial”.