El Don Del Espíritu Santo

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El don del Espíritu

El «don de Dios» es el Espíritu Santo, promesa que se hizo realidad en


Pentecostés. El itinerario que, a propósito del «don del Espíritu», sigue la
revelación según los textos de la Sagrada Biblia es: de la necesidad a la promesa
que llega de forma inminente, de la promesa a la realización, del don dado a los
efectos que produce.

Funciones específicas que tiene cada don

 El don de sabiduría da un conocimiento amoroso de Dios, de las personas


y de las cosas creadas por la referencia que hacen a Él. Solo se llega al
conocimiento de Dios por medio de la santidad y es, precisamente el
Espíritu Santo, el que pone este conocimiento al alcance de las almas
sencillas que aman a Dios. Este don está íntimamente unido a la virtud de
la caridad a la cual perfecciona que proporciona un conocimiento de Dios y
de las personas y dispone a las personas para poseer «una cierta
experiencia de la dulzura de Dios»., Santo Tomás de Aquino enseña que el
objeto de este don es el mismo Dios en primer lugar y, también, las cosas
de este mundo en cuanto se ordenan a Dios y de Él proceden.
 El don de entendimiento proporciona un conocimiento más profundos de
los misterios de la fe dándole una mayor penetración en los grandes
misterios sobrenaturales. Es un don que se concede a todos los cristianos
pero para que se desarrolle es necesario vivir en gracia de Dios y poner
empeño en crecer en la santidad personal. Perfecciona la virtud de la fe.
Este don es sumamente útil para los teólogos para que puedan penetrar en
lo más profundo de las verdades que Dios ha revelado y, posteriormente,
deducir las virtualidades contenidas en ellas mediante el razonamiento
teológico. Según dice Santo Tomas gracias a este don Dios es entrevisto
aquí abajo más fácilmente para quienes reciben este don, si bien los
misterios de la fe persistan rodeados de una cierta oscuridad.
 El don de ciencia facilita al hombre comprender lo que son las cosas
creadas como señales que llevan a Dios. Perfecciona la virtud de la fe y
enseña a juzgar rectamente todas las cosas creadas para ver en ellas la
huella de Dios. El Espíritu Santo hace percibir al hombre la sabiduría
infinita, la naturaleza, la bondad de Dios. San Francisco de Asís, iluminado
por este don, veía en todas las criaturas, incluso a seres inanimados o
irracionales, a hermanos suyos en Cristo.
 El don de consejo es el don mediante el cual el Espíritu Santo perfecciona
los actos de la virtud de la prudencia, es decir, a la elección de los medios
que se deben emplear en cada situación. No solo en situaciones en las que
se han de tomar grandes determinaciones sino también en los detalles más
pequeños de una vida corriente. El don de consejo es de gran ayuda para
mantener una recta conciencia. Catalina de Siena tuvo este don en grado
extraordinario ya que fue la mejor consejera y brazo derecho del papa
Gregorio XI al que convenció para que regresase de Avignon a Roma en
contra de las ideas de algunos cardenales. También disfrutó de este don
santa Teresita del Niño Jesús ya que desempeñó la tarea de «maestra de
novicias», para la que se requiere experiencia y madurez, en plena
juventud.
 El don de piedad tiene por objeto fomentar en la voluntad un amor filial
hacia Dios, al que considera como Padre, y un especial sentimiento de
fraternidad para con los hombres por ser hermanos e hijos del mismo
Padre. Dios quiere ser tratado con entera confianza por sus hijos los
hombres, siempre necesitados. El Espíritu Santo enseña y facilita a las
personas mediante este don, el trato confiado de un hijo para con su Padre.
Por esta razón, la plegaria favorita de los hombres para con su Padre Dios
es la que les enseñó Jesucristo: «Padre nuestro que estás en los cielos...».
Este don perfecciona la virtud de la fe.
 El don de fortaleza lo da el Espíritu Santo a las almas que necesitan
vencer los obstáculos y poner en práctica las virtudes. Jesucristo prometió a
sus apóstoles que serán revestidos por el Espíritu Santo de la fuerza de lo
alto. Este don refuerza la virtud del mismo nombre, la fortaleza, dándole
resistencia y aguante frente a cualquier clase de peligros y ataques y una
acometida fuerte del cumplimiento del deber a pesar de los obstáculos y
dificultades que encuentre. Este don se pone especialmente de manifiesto
en los mártires, pero también en la práctica heroica y callada de las virtudes
de la vida ordinaria que constituyen el «heroismo de lo pequeño».
 El don de temor de Dios es un temor filial, propio de hijos que se sienten
amparados por su Padre, a quien no desean ofender. Según Santa Teresa
de Jesús que ante tantas tentaciones y pruebas que el hombre ha de
padecer, Dios nos da dos remedios: «amor y temor». «El amor nos hará
apresurar los pasos, y el temor nos hará ir mirando adonde ponemos los
pies para no caer». Sin embargo no son buenos todos los temores. Está en
temor mundano de los que temen, sobre todo, a las desventajas sociales y
a los males físicos y huyendo de las incomodidades cuando sospechan que
ser fiel cristiano pueden causarles ciertas contrariedades. En este caso
están predispuestos a abandonar a Cristo y a la Iglesia. De aquí vienen los
respetos humanos. Existe otro temor, el temor servil que hace al hombre
apartarse del pecado por miedo a las penas del infierno. Puede ser bueno
para las personas alejadas de Dios, ser su primer paso de conversión y el
comienzo del amor. Como escribió San Juan Evangelista, el que teme no
es perfecto en la caridad El santo temor de Dios es el don del Espíritu
Santo que tuvo, junto con todos los demás, el alma de Jesucristo, de la
Virgen y el que tuvieron las almas santas. Este don es consecuencia del
don de sabiduría y su manifestación externa.
Frutos del Espíritu Santo
Los frutos sobrenaturales en el alma de quien no presenta oposición a las
inspiraciones del Espíritu Santo. La Iglesia Católica enseña, siguiendo lo que dice
San Pablo a modo de ejemplo, que son doce: caridad, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, y
castidad.

En primer lugar figura el amor ya que el amor, la caridad es la primera


manifestación de la unión del cristiano con Jesucristo. Al fruto principal del Espíritu
Santo «sigue necesariamente el gozo, pues el que ama se goza en la unión con
el amado»; El amor y la alegría dejan en el alma la paz, «la tranquilidad en el
orden» como la define San Agustín. La Iglesia Católica enseña que esta plenitud
de amor, gozo y paz solo se alcanzará en el cielo y, mientras tanto, para superar
los obstáculos que se presentan en la tierra se debe dejar guiarse por el Paráclito
consiguiendo el don de la paciencia para sobrellevarlos con buen ánimo. La
longanimidad, parecida a la paciencia, es una disposición estable por la que se
espera el tiempo que Dios quiera antes de alcanzar las metas deseadas. Los
siguientes dones que menciona San Pablo están relacionados con el prójimo: la
bondad es una «disposición estable» que inclina a la persona a desear todo tipo
de bienes para los demás. La benignidad es precisamente esa disposición de
hacer el bien a los demás que la voluntad desea mediante el don de la bondad.
Totalmente relacionada con la bondad y la benignidad está la mansedumbre,
que es como la perfección de aquellas dos. Quien posee este don no se
impacienta ni tiene sentimientos rencorosos contra quien la ofende.

Los tres restantes frutos, la modestia, la continencia y la castidad están


relacionadas con la virtud de la Templanza. Mediante el don de la modestia la
persona sabe comportarse de forma justa y equilibrada ante las diferentes
situaciones; conoce sus talentos pero no los empequeñece ni los aumenta ya que
no son fruto de sus trabajos sino que es un don de Dios. La persona modesta
resulta atrayente porque exterioriza sin quererlo una sencillez y un orden interior.
Mediante los dones de la continencia y la castidad la persona que los
posee está atenta para evitar lo que pueda empañar su pureza exterior e interior.

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