Los Perros Necesitan Libertad1
Los Perros Necesitan Libertad1
Los Perros Necesitan Libertad1
La salud comportamental del perro funciona e influye en sus conductas concretas como un todo, es la base que
sostiene no solo aquellos comportamientos de nuestro interés, sino la calidad de vida de nuestros perros, sus
posibilidades de integrarse felizmente en el mundo.
Las cuatro dimensiones de la salud comportamental: la física, la emocional, la cognitiva y la social, pueden ser
evaluadas objetivamente, así como cuidadas y mejoradas cuando sea necesario a través de los protocolos expuestos
en este libro.
Cambiar del paradigma de modificar conductas problemáticas al de analizar y construir la salud comportamental
requiere esfuerzo, porque nuestra cabeza está amueblada en base a eliminar o promover conductas concretas, pero
los resultados compensan sobradamente: perros felices e integrados que además mejoran su comportamiento de
forma sólida y profunda.
Debemos cambiar nuestra manera de entender la relación de nuestro perro con su casa, con nosotros, con los
otros perros... Debemos potenciar aquellas de sus capacidades que le permitan una mayor integración con personas
y con sus congéneres, así como empoderarse de su vida.
Hacerlo será el primer paso hacia una nueva y mejor manera de vivir juntos, de educarles y de intervenir en su
comportamiento.
Porque los perros necesitan libertad.
Índice
Portada
Sinopsis
5. Los perros necesitan LIBERTAD como manual Qué es Los perros necesitan LIBERTAD: Un manual de
modificación del comportamiento canino… diferente
Cómo leer y usar Los perros necesitan LIBERTAD, más fácil de lo que parece
No tienes un índice, tienes un mapa
Los mapas ayudan, pero no te llevan a todos los sitios
Los perros necesitan libertad es una casa, no una montaña
Sin bibliografía (casi)
Los textos de La Caja Verde
Lo que se ha quedado fuera
¿Comprendes lo que haces? La responsabilidad de trabajar bien
Tu trabajo: adaptar, avanzar y dejar viejos estos libros
NOTAS
BIBLIOGRAFÍA
AUTOR
Diseño de cubierta:
G(L)astón in the Sky with K(D)iwis, Carlos Alfonso López y Eva
Alda sobre un diseño de Margot Matesanz
Maquetación ePub:
Rasgo Audaz, S.C. ragoaudaz.com ISBN: 978-84-949671-4-6
Toda forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser
realizada con la autorización de sus titulares, salvo la excepción prevista por la ley. Diríjase al editor si necesita
fotocopiar o digitalizar algún fragmento de esta obra.
La información y técnicas que este libro presenta solo tienen una finalidad informativa. Dado que cada situación
es única, consulte con un profesional antes de poner en práctica la información contenida en esta obra. Tanto el
autor como el editor declinan toda responsabilidad ante todo tipo de consecuencia negativa derivada del uso o
aplicación de cualquiera de los contenidos del presente libro.
Los perros necesitan LIBERTAD, este libro, ha costado y dolido más de lo que podría explicar, en muchos momentos
sentía que trabajaba contra mí para escribirse y he llegado a estar profundamente enfadado con él por sus
exigencias prolongadas y continuas.
Deseo intensamente que pueda encontrarse y llegue a entenderse con los lectores a quienes buscaba al forzarme
a ir más allá de mis planes, de mis deseos y, en muchos momentos, de mis capacidades.
No sé si existen estos lectores, pero él ha tenido plena confianza en que así es, yo he seguido su criterio. Espero
que haya acertado.
DE QUÉ VA
LOS PERROS NECESITAN LIBERTAD
PRÓLOGO
0. Gastón y el kiwi
En ocasiones los cambios en la tecnología del comportamiento son progresivos: la manera de ver las cosas va
modificándose poco a poco, se incorporan nuevas áreas de conocimiento, vamos sumergiéndonos en novedades y
reinterpretaciones que se nos infiltran de modo que al aplicar los viejos conceptos ya no nos sentimos igual de
cómodos. Casi sin notarlo nuestra manera de pensar, y por ello de interpretar lo que sucede, evoluciona.
Pero a veces algún suceso hace que le demos la vuelta a nuestras ideas consciente y rápidamente. Un momento
eureka, en el que algo muy concreto hace encajar de manera totalmente novedosa, pero perfectamente clara y
evidente, todo lo que sabíamos. Un momento de revelación que recoloca nuestro mundo.
Este libro propone un cambio de paradigma radical en la forma de analizar e intervenir en el comportamiento de
los perros. Y la manzana que cayó sobre mi cabeza para verlo fue la historia de Gastón y el kiwi.
Asturbox Edipo, Gastón para los amigos, protagonista del Kiwigate y motor de este libro. Diréis lo que queráis,
pero ¿tiene cara de culpable? Fotografía de Eva Alda, tutora y abogada defensora de Gastón.
Y al responder es cuando encajó todo de una nueva forma. Sin vuelta atrás.
Porque, (ahora) creo que esta es una de las cosas más injustas que les hacemos a los perros y refleja un paradigma
de convivencia con ellos, y consecuentemente de trabajo comportamental, que el conocimiento y forma de
entenderlos actual ha dejado obsoleto, solo la inercia y las ventajas unilaterales para nosotros que conlleva lo
mantienen.
Debemos cambiar nuestra manera de entender la relación de nuestro perro con su casa, con el entorno con el
que deberá relacionarse durante tantas horas de soledad.
Debemos darle capacidades para interactuar con ella, para gestionar su entorno. Debemos empoderarle de la
situación para que nuestra casa sea realmente su hogar y pueda convertirse en una parte y no en un freno de su
felicidad.
Hacerlo será un primer paso hacia una nueva y mejor manera de vivir juntos, de educarles y de intervenir en su
comportamiento.
Eva tenía razón, y que Gastón se sienta libre para comerse un Kiwi ocasional, si lo hace de manera adecuada, es
mejor opción que impedírselo y enseñarle a no hacerlo.
Porque no quiero que mis perros se sientan nunca más como invitados en su propia casa.
Porque los perros necesitan libertad.
Buscar el desarrollo de la salud y la autonomía comportamental en ningún momento implica ser desordenados,
indolentes o desatentos en el proceso educativo, y es importante señalarlo, ya que se ha vuelto frecuente escuchar
frases como “dejar al perro ser perro” o “déjales entenderse entre perros”. Estos nuevos lugares comunes surgen
como reacción (y era necesaria una reacción) a los modelos de entrenamiento más consolidados, que maquinizan
al perro. Modelos basados en la enseñanza o eliminación de conductas concretas y la búsqueda de un máximo
control sobre el perro por parte de las personas, y que son incompatibles con (1) la expresión de su personalidad
propia, su “perronalidad”, además de impedir activa, consciente y deliberadamente (2) que alcancen una mínima
autonomía.
Pero esas afirmaciones bienintencionadas, en las que subyace la idea de que la mejor intervención sobre el
comportamiento canino es la no intervención están equivocadas, su espíritu es el correcto, pero su concreción en
formas de trabajo no. La respuesta no está en limitarnos a dejar al perro hacer lo que quiera, actuando libremente,
eso es negligente, peligroso e ineficaz cuando deseamos que logre la autonomía necesaria para un desarrollo pleno
y saludable que le permita acceder a la felicidad.
Los perros que cohabitan con personas tienen que gestionar una vida muy compleja: en ocasiones permanecen
solos durante horas en apartamentos, hacen salidas al parque, donde cada día pueden encontrar nuevos perros
con los que deben relacionarse con un mínimo de competencia, pasean por la ciudad… muchas cosas –y todas a la
vez- para las que resultan insuficientes tanto sus innatismos, como los sistemas tradicionales de entrenamiento o
la combinación de ambos.
Lo cierto es que los perros, como las personas en su niñez, necesitan de tutela 2 y guía hasta desarrollar las
capacidades necesarias para gestionar eficazmente su vida. La libertad solo puede darse en un terreno preparado,
no es algo que surja inevitablemente, sino que será consecuencia de dotar al perro de herramientas suficientes para
gestionarse a sí mismo, a los demás individuos con los que trate e incluso a su entorno físico.
Un perro que al quedarse solo destroce la casa, que al pasear por la ciudad muestre miedo o que reaccione con
agresión ante cualquier sujeto –perro o persona- desconocido no tiene posibilidades de ser libre. Más bien le espera
un penoso periplo por diferentes técnicas, muchas de ellas pensadas únicamente para lograr que deje de resultar
incómodo a las personas con las que convive, hasta que esas conductas sean corregidas.
Lo diré aquí por primera vez, y lo repetiré como una letanía a lo largo del libro, porque es algo fundamental: la
autonomía es la meta, no el camino.
❚ Este libro de tecnología es una historia de amor: querer bien a los perros
Podría limitarme (y así me lo han recomendado varias personas) a exponer nuestra propuesta de la manera más
aséptica posible y dejar que su eficacia hable por sí misma, olvidarme del amor, ni mencionarlo. Resulta tentador
puesto que este es un libro técnico, un manual, y está escrito –debe estarlode un modo neutro en su mayor parte,
pues busca la descripción cuidadosa y objetiva del trabajo para que pueda comprenderse y reproducirse.
Pero siempre he creído en las declaraciones de intenciones, en exponer con claridad lo que se siente respecto al
tema que se trata. En dar ocasión al lector de saber desde dónde habla quien le propone algo.
Yo soy entrenador de perros y les quiero, les quiero por cómo nos quieren ellos y por cómo piensan sobre el
mundo, les quiero por su emocionalidad que nos incluye, rodeándonos de un cariño tangible y espeso que funciona
como un amortiguador de las cosas tristes. Les quiero por su continuo esfuerzo por comunicarse con nosotros, por
usar su cognición social para entendernos mejor de lo que nosotros les entendemos, por ser capaces de abarcarnos
de manera fluida y carente de esfuerzo usando el cariño mientras nosotros apenas logramos la mitad con ellos. Y
porque les quiero escribo este libro, que tiene como objetivo expreso que podamos ayudarles a ser felices y libres.
Porque –en realidad- querer bien es centrarse en el otro, convertirle en protagonista mientras nos hacemos a un
lado. Usar el amor para conocerle, para entenderle como individuo autónomo con motivaciones propias y entidad
por sí mismo.
Querer bien es: (1) dejar de hablar sobre cómo nos sentimos y lo estupendos que somos por ello, (2) estudiar
cómo siente el otro y (3) qué puede cambiarse para hacerle sentir mejor.
Y para lograrlo con los perros, existen recursos eficaces y probados.
Para estudiarles tenemos la ciencia de base, por eso mi anterior libro, Tu perro piensa y te quiere, se centraba en
ella: en exponer los conocimientos actuales sobre cómo aprenden, se relacionan y actúan.
Los perros necesitan LIBERTAD está dedicado a lo que nosotros podemos hacer para mejorar su vida y facilitarles
el acceso a la felicidad, porque todo eso se consigue a través de la tecnología del comportamiento.
La tecnología del comportamiento es la forma de convertir nuestro cariño en una herramienta operativa para su
bienestar.
La apuesta más ambiciosa de este libro no está en los protocolos que ofrece para tratar los diferentes problemas
comportamentales desde una óptica tetradimensional, pese a las novedades y mejoras que implican respecto a los
afrontamientos más tradicionales y limitados (y limitantes), sino en ofrecer, además, un (1) modelo operativo y
evaluable de salud comportamental y (2) medidas concretas para mejorarla como base de la intervención
profesional en el comportamiento canino.
Esto supone una propuesta de cambio radical (en su sentido literal: desde la raíz) en la manera de entender
nuestra profesión.
Supone dejar de dedicar el máximo de nuestros esfuerzos a “el problema”, y hacerlo a restaurar la salud, que es
el motivo subyacente de que algunos casos queden tan bien que nos sorprenden a nosotros mismos. La salud
comportamental es lo que diferencia el éxito esperable del éxito completo porque es la única base que puede
sostenerlo.
Esto no quiere decir que no afrontemos y trabajemos el problema, sino que dividamos nuestra atención en dos
frentes: (1) evaluar e intervenir en la salud comportamental y (2) evaluar e intervenir sobre el problema de conducta
concreto. Quiere decir que aunque arreglemos las ventanas rotas y los desconchones del edificio siempre
comprobaremos y aseguraremos antes la calidad de sus cimientos.
Es de suponer que nuestra propuesta en unos años se mejore y ajuste, aunque hemos trabajado mucho para
ofrecer un modelo eficaz y bien operativizado, que pueda usarse de manera sólida y segura. Este es el primer
acercamiento que existe de definición, evaluación e intervención sobre la salud comportamental canina. Y es
trabajo de toda nuestra profesión ir afinándolo y mejorándolo, nutriéndolo con el conocimiento colectivo.
Pero no tengo ninguna duda de que el paradigma basado en la evaluación, medición y cuidado de la salud
comportamental canina es el paso que nos toca dar.
No creo que exista vuelta atrás porque, además de las mejoras en el bienestar y acceso a la felicidad de los perros
que implica, el paradigma de intervención basado en la salud comportamental ofrece niveles de resultados que,
sencillamente, están en un nivel estratosféricamente superior respecto a los que ofrecía en su mejor día cualquiera
de los modelos de intervención que se enfocaban en el problema.
El gestionalismo busca dotar de autonomía a los perros, lo que logramos al hacerlo es algo que parecen temer
muchas personas que los aman, pero que quizá los aman mal, lo que logramos es empoderarles de sus vidas.
El empoderamiento es el proceso por el que se dota a un sujeto de las herramientas necesarias para controlar su
propia vida en diferentes aspectos.
Cuando hablo de empoderar a los perros suele aparecer alguien, con un palillo metafórico entre sus dientes,
diciéndome que si pretendo que terminen votando.
Esta reducción al absurdo del argumento es tramposa y falsa. Obviamente los perros que viven con personas son
sujetos dependientes, que siempre requerirán tutela para gestionar adecuadamente algunos de los aspectos de
nuestro mundo.
Pero eso no implica que no debamos empoderarles en la medida en la que sea posible, no es una cuestión de
todo o nada, y quienes lo plantean así están usando un feo truco para darle apariencia de solidez a su deseo de
mantener un control férreo sobre los perros. Tampoco los niños pueden votar y eso no evitó que todo el trabajo de
María Montessori –que cambió por completo la forma de entender la educación- se basara en empoderarles a
través de su “casa de los niños”, donde no solo podían, sino que tenían que tomar decisiones y realizar
comportamientos de forma autónoma, consciente y autoevaluada.
Podemos, debemos, construir de manera equivalente “la casa de los perros”, el “mundo de los perros”, donde –
con las limitaciones que sean necesarias- los perros puedan adquirir el mayor nivel de gestión autónoma que sea
posible. Y eso pasa primero por que se gestionen a sí mismos, sus emociones, para que después puedan gestionar
el mundo que les rodea y así empoderarse de él.
La base del trabajo será enseñarles que existen opciones para autocontrolarse, para modificar su entorno físico,
para afrontar una relación nueva con otro sujeto… que son lícitas, que pueden realizar. Pero dentro de una serie de
normas, pues el no seguirlas traerá desbarajustes incómodos, como sucedía cuando Gastón tomaba una pieza de
fruta que hacía caer a las demás.
También deben existir límites, como haríamos con un niño y por los mismos motivos, el perro no puede
comprender las consecuencias de determinados actos y por ello no es posible que tenga una completa libertad de
acción: ni el niño puede entender que si dibuja en todas las paredes de casa obligará a sus padres a pintarla de
nuevo, ni el perro puede entender que divertirse destripando los sofás arruinará nuestra economía o que cazar al
gato del vecino está mal.
Animo a todos los lectores a que se sumen a quienes queremos construir un mundo para perros y personas que
conviven, donde los perros no tengan que actuar como invitados cuidadosos, donde puedan gestionarse a sí
mismos, sus necesidades y su entorno de la forma más autónoma posible.
❚ De dónde venimos…
Los comportamentalistas caninos tenemos la mala costumbre de incorporar las novedades al trabajo activo con
el perro, a la intervención sobre su comportamiento, manteniendo inalterada la forma de analizarlo previa a dichas
innovaciones.
Compramos lo que funciona (al menos lo que funciona directamente sobre la conducta problemática), pero no
“compramos” los motivos por los que funciona. Esto lleva a que en lugar de una valoración ponderada sobre lo que
sucede, existan enormes saltos intuitivos desde el análisis hasta las pautas propuestas.
Por ejemplo, se podía (se puede) encontrar un análisis que atribuyera alguna conducta a que algo la reforzaba,
pero después, en las pautas prescritas, se hablaba de hacer tal o cual cosa para mejorar la gestión emocional, de
enriquecimiento ambiental para que expresara sus pautas de especie… ¿dónde está la relación directa entre el
análisis y la intervención?
Si no hemos analizado la calidad de la gestión emocional, ni el balance entre ocasiones y necesidad de expresar
conductas propias de la especie… no deberíamos proponer otra cosa que interrumpir el proceso de reforzamiento
que mantiene la conducta y/o plantear contracondicionamientos, enseñanza de conductas incompatibles…
Medidas acordes con nuestro análisis. No tiene sentido que el análisis no sea la base que sustenta la intervención
sobre el comportamiento.
Tener una manera eficaz de evaluar el comportamiento es un imperativo de cualquier propuesta técnica para
intervenir en él.
Como desde la ITC proponemos un nuevo paradigma para tratar los problemas comportamentales, es necesario
exponer cómo entendemos el trabajo, qué diferencia nuestra forma de ver la cosas de la tradicional.
Por ejemplo, en nuestra propuesta no trabajaremos como finalidad las conductas de miedo o agresión que el
perro muestre en un determinado momento, sino como parte de un conjunto de acciones destinadas a restaurar
su salud y capacidades de gestión autónoma.
Evidentemente (que nadie se asuste) ofrecemos protocolos concretos para intervenir eficazmente en el
comportamiento del perro durante las situaciones concretas en las que aparece una conducta problemática, pero
eso sólo será una parte del trabajo.
Existen dos áreas de análisis e intervención: (1) el estudio y la búsqueda de la salud comportamental y (2) el
estudio y cambio de las conductas concretas. Esta visión es particularmente importante para el ámbito gestionalista,
es decir cuando nos referimos a conductas que el perro realiza (o deseamos que realice) de manera voluntaria y
autónoma para gestionar (1) sus emociones y/o (2) su entorno, (2A) objetual o (2B) social, adquiriendo con ello la
autonomía necesaria para su desarrollo pleno.
Así pues, el trabajo que planteamos tiene dos frentes principales:
1. Evaluar, mejorar y consolidar las bases de la salud comportamental delperro.
2. Evaluar, mejorar y consolidar la capacidad del perro de gestionar susemociones, su entorno social y su
entorno objetual para que modifique su conducta.
Podríamos decir que la reconstrucción de las bases de la salud comportamental es el trabajo que hacemos lejos
de la conducta problemática y la mejora de las capacidades de gestión es el que está directamente relacionado con
la situación en la que se manifiesta el problema, aunque ambos se influyen entre sí.
Trabajar sólo sobre la situación problemática, incluso mejorando la gestión de dicha situación, puede ser
suficiente en algunos casos, pero nunca es un trabajo óptimo y frecuentemente da lugar a la reaparición del
problema una y otra vez.
Sin conocer la salud comportamental del perro nuestras pautas para modificar la conducta podrían empeorarla o
alterarla.
Pero sin considerar también la conducta o conductas problemáticas nuestras pautas de cuidado de la salud
comportamental podrían resultar demasiado lentas o insuficientes para cambiarlas.
La evaluación comportamental no debería empezar enfocándose en la/s conducta/s que haya/n sido el motivo de
consulta. Lo primero es analizar la salud comportamental del perro, pues su estado determinará la manera de
intervenir en su comportamiento: ante una misma conducta podríamos – deberíamos- elegir medidas de
intervención totalmente diferentes según sea la salud comportamental de los perros que la manifiesten. Y esto no
puede hacerse de manera intuitiva.
Porque cada conducta concreta está relacionada con la salud comportamental del perro a nivel global, y da lo
mismo lo afinada que sea nuestra manera de analizarla, siempre será insuficiente. No es posible llegar a
conclusiones ni resultados sólidos sin evaluar e intervenir en ambas.
Los entrenadores somos técnicos del comportamiento, no científicos, necesitamos una tecnología que convierta
los conocimientos que aporta la ciencia de base en herramientas aplicables en el día a día con nuestros alumnos
caninos y sus tutores.
El análisis y la intervención en el comportamiento son algo muy amplio, y para cubrir todo su espectro debemos
emplear diferentes formas de trabajar, muchas. Por eso este libro es tan gordo, tanto que puede resultar
abrumador. De hecho lo hemos dividido en tres para hacerlo más cómodo.
Su propósito es ofrecer un manual que permita evaluar el comportamiento del perro y ofrezca protocolos,
recursos y técnicas para modificarlo basándonos en los conocimientos antes mencionados4, buscando la salud
comportamental como cimiento y usando el gestionalismo como enfoque.
Puedes usarlo al modo más tradicional, aplicando sus contenidos para que el perro haga o deje de hacer
conductas, pero te permite, te propone y te anima a ir más allá: a intervenir en el comportamiento de los perros de
manera que la salud comportamental mejore y se mantenga óptima, puedes aprovechar este libro para modificar
su forma de interpretar lo que sucede en el mundo, logrando que lo comprenda mejor, sea capaz de gestionarlo de
manera adecuada por sí mismo y pueda integrarse felizmente en él. Tú decides.
❚ Cómo leer y usar Los perros necesitan LIBERTAD, más fácil de lo que parece
A lo largo de los tres libros en los que se divide Los perros necesitan LIBERTAD, vas a encontrarte con una serie de
protocolos ordenados, sistematizados y reproducibles para intervenir en el comportamiento canino a través de sus
dimensiones física, emocional, cognitiva y social de manera conjunta y coordinada. Cada protocolo cubre las
necesidades de una o varias áreas del trabajo con perros, esta especialización permite su uso óptimo y afinado, con
resultados de mucha calidad. Por supuesto estos protocolos pueden (¡y deben!) aplicarse de manera conjunta en
los casos que así lo requieran.
Recuerda en todo momento que lo que tienes en las manos es un manual, su objetivo es ayudarte a trabajar con
perros. Por ello su redacción, estructura y contenido están diseñados para aplicarse a la búsqueda de resultados
prácticos.
LIBRO I
CONOCER Y CUIDAR LA SALUD COMPORTAMENTAL DE LOS
PERROS
CAPÍTULO 1
CÓMO SE MIDE LA SALUD COMPORTAMENTAL
Con los valores de perros saludables y problemáticos diseñamos un modelo inicial, pero como fiel lector de
Feynman, sabía que eso no era suficiente: Había que “testar el test” para validarlo, y me voy a permitir contar aquí
qué es eso de “testar el test” y porqué es importante, puesto que veo propuestas de intervención basadas en
evaluaciones similares a la nuestra, que pueden ser de calidad, pero en las que no se realiza esta segunda prueba y
eso las deja incompletas. Además, el ejemplo que usa Feynman va que ni pintado, porque se refiere a medición de
la felicidad, que es lo que hace posible la buena salud comportamental.
Feynman explicaba cómo en algunas revistas se ofrecían tests para medir el nivel de felicidad de los matrimonios:
cuántas veces se besaban, cuántas comidas hacían juntos, cuántas veces hablaban a lo largo del día, si hacían o no
hacían algunas cosas… Para diseñar estos tests se había observado a varios matrimonios considerados felices y se
habían usado algunos de sus comportamientos como patrón. Con esos valores medios era con lo que se estaba
comparando el lector que rellenaba el test.
Pero había un fallo en esta operativa que Feynman, con bastante guasa, señaló: no habían “testado el test”. Y por
eso no valía.
Para asegurar que los ítems y valores de medición eran correctos, antes de darlos por válidos y ofrecer el test a
los lectores, debía pasarse ese test a otro grupo de matrimonios felices y comprobar que ofrecían puntuaciones
altas, concordantes con las del primer grupo usado para diseñarlo. Sin esa segunda prueba el test no es fiable,
porque no se comprueba si al diseñarlo no “forzamos” inconscientemente nuestra observación para encontrar
cualquier cosa que tuvieran en común los matrimonios del primer grupo, aunque no estuviera ni remotamente
relacionada con su felicidad. Imagínate que se observa, casualmente, que todos desayunaban cereales y se incluye
como algo relevante para su felicidad. Sin pasar el test a otro grupo de matrimonios felices elegidos al azar, y entre
los que hubiera algunos que empezaran su día comiendo otras cosas, no podríamos saber que desayunar cereales
no era mas que una casualidad, sin influencia en su felicidad.
En nuestro caso, además de comprobar la fiabilidad de nuestro modelo con un segundo grupo de perros que
consideramos de salud comportamental óptima, lo hemos testado con un segundo grupo de perros con problemas
de comportamiento, para asegurarnos de que los valores se modificaban de manera significativa y homogénea
respecto a los primeros grupos usados para diseñarlo inicialmente.
Al escribir sobre la salud comportamental, he tenido que tomar la primera de las decisiones difíciles respecto a la
organización del contenido.
En una obra de estas características es inevitable someter al lector a viajes entre capítulos e incluso entre libros
en un momento u otro, y aquí se hace patente.
Muchos de nuestros protocolos generales de trabajo, incluidos en el segundo libro de Los perros necesitan
LIBERTAD, podrían incluirse en esta parte (por ejemplo: los espacios de juego y calma o la construcción del código
de comunicación), y algunos de los que están aquí podrían moverse sin problema a los protocolos generales (por
ejemplo: los trabajos de reducción del estrés o las jornadas de socialización). He optado por poner en este libro los
que están más enfocados en lograr mejoras específicas para alguna de las cuatro dimensiones de la salud
comportamental, permitiendo su aprovechamiento para dicho objetivo, y dejando los que sirven para un espectro
más amplio en el segundo libro, centrado en protocolos generales, queriendo evitar que se haga una interpretación
reducida de su ámbito de aplicación.
Pero incluso a esta norma le he aplicado una excepción: expongo el andamiaje social, que es la forma en la que
podemos sostener emocionalmente al perro y ayudarle ante cualquier situación que le genere un problema y en la
que podamos acompañarle, por ello nos servirá no solo para mejorar su salud en las cuatro dimensiones, sino que
será imprescindible para afrontar las intervenciones sobre comportamientos problemáticos.
Sin embargo he creído mejor ponerlo aquí por ser el andamiaje social necesario para la salud comportamental
del perro. Además somos nosotros, las personas, quienes tenemos toda la responsabilidad en lograr que sea de
calidad, y es necesario comprender y proveer al perro de andamiaje social para ejercer una tutela responsable, que
combine cuidarle con desarrollar al máximo sus capacidades de gestión autónoma. Por ello he optado por ubicarlo
donde están los cimientos, lo que permitirá a nuestros perros no únicamente solucionar sus problemas de
comportamiento, sino ser autónomos y felices. Creo que ha sido una decisión acertada.
CAPÍTULO 2
SALUD FÍSICA
“Esta existencia a cambio de comida no nos puede salvar ya” Ünit Yaşar Oğuzcan.
La salud física es necesaria como cimiento del conjunto del análisis tetradimensional del comportamiento. Toda
valoración debe empezar por evaluarla, cuando el hardware no funciona bien es difícil que el software lo haga.
La salud física (a efectos comportamentales) es el estado en el que el perro no tiene ningún tipo de disfunción,
enfermedad o merma de sus capacidades fisiológicas que le impida ejercer sus funciones con normalidad suficiente
como para acceder al bienestar.
❚ El informe veterinario
Obviamente la salud física es determinante para el comportamiento saludable, por ello el examen veterinario
debería ser una rutina ante cualquier intervención sobre el comportamiento que pueda tener su origen – total o
parcial- en problemas médicos que puedan aparejar –directa o indirectamente- comportamientos anómalos.
Muchos comportamentalistas caninos obvian el informe veterinario en muchos casos en los que sería necesario.
No lo piden por (1) el engorro, (2) el sobrecoste que supone, y además porque (3) incluir a otra figura con
capacitación y autoridad técnica tiende a generarles inseguridad. Algo que no es un absurdo, ni se debe –no
completamente al menos- a complejos u otros motivos espurios.
Sucede, en primer lugar que el modelo veterinario de acercamiento al comportamiento es un modelo médico
estrictamente categorial y enfocado en definir patologías comportamentales y no en la salud, un modelo que, como
vimos, ha sido desaconsejado por ineficaz y peligroso en el DSM V para la diagnosis y tratamiento comportamental.
Además en muchos casos los conocimientos comportamentales en los que se basa son obsoletos, parciales o
insuficientes, algo que se intenta compensar con demasiada frecuencia con argumentos de autoridad.
Por último ha existido –aunque ya está remitiendo- un (ridículo) enfrentamiento entre ambas profesiones sobre
a cuál de ellas corresponde el tratamiento comportamental del perro. Lo cierto es que este debate parecía deberse
más a los intentos de “apropiarse” un mercado creciente que a los motivos técnicos y éticos que se esgrimían desde
cada lado. Y es que resulta evidente que nuestros colectivos requieren mantenerse especializados y coordinados
entre sí para ofrecer resultados globales de calidad.
Entiendo la incomodidad del comportamentalista ante la idea de potenciales desencuentros con un profesional
de la máxima confianza para el tutor del perro al que tratamos, un perro al que normalmente el veterinario ha
cuidado desde su llegada a la casa. Además los veterinarios son una potencial fuente de prescripción para nuestros
servicios, lo que contribuye a generar tensión en nuestras relaciones.
Sin embargo nada de esto justifica que no se pida un informe veterinario como parte sistematizada de nuestro
protocolo de intervención comportamental cuando es mínimamente razonable hacerlo, aunque en el noventa y
nueve por ciento de las ocasiones dicho informe no tuviera ninguna influencia posterior en nuestro trabajo
estaríamos dando un servicio insuficiente –como mínimo- al uno por ciento restante de los perros por un motivo
evitable con una buena praxis. Y eso es negligencia.
Cuando corresponda, al inicio de nuestro trabajo y de manera inexcusable, pediremos un informe veterinario del
perro, nos guste o no, nos incomode o no, nos cause dolores de cabeza o no. Es lo que hay.
Veterinarios y comportamentalistas debemos colaborar, y para ello es necesario entender que los objetivos
principales de los buenos profesionales de ambos campos son los mismos: mejorar la calidad de vida y el acceso a
la felicidad de los perros. Con esto en la cabeza será más fácil entablar una relación fructífera. Seguirán existiendo
momentos tensos, pero irán a menos por ambas partes, hasta resultar residuales.
❚ Ausencia de patologías
La primera cosa que debería hacer cualquier profesional del comportamiento antes de iniciar una intervención es
comprobar, mediante diagnóstico veterinario si fuera necesario, que el perro no sufre ninguna enfermedad física.
Muchas patologías fisiológicas son causantes directas de problemas de comportamiento e incompatibles con un
estado de bienestar y con el acceso a la felicidad, y la práctica totalidad tienen el potencial de alterar de algún modo
el comportamiento del perro.
❚ Capacidades perceptivas
Los sentidos de los perros son relevantes para captar la información de su entorno físico y social. Aunque la merma
o pérdida de alguno de ellos no es incompatible con su bienestar –perros ciegos y sordos pueden disfrutar de una
vida plena- hemos de conocer la existencia de estas alteraciones sensoriales en caso de existir y adaptarnos a ellas.
Algunas alteraciones sensoriales son particularmente relevantes para el desenvolvimiento del perro en su entorno
social: los perros emiten señales intencionales e involuntarias que sirven para que otros perros sepan cómo actuar
respecto a ellos. Cuando estas señales no son recibidas correctamente puede afectarse la convivencia y la gestión
relacional de quien no las recibe.
Recuerdo un Shar Pei que, por las arrugas de sus ojos, no podía ver bien la señalética de otros perros, además al
intentar mirarles con detalle las pestañas entrópicas le molestaban, lo que asociaba con lo que estuviera mirando,
llevándole a mostrar conductas agresivas hacia otros perros con facilidad. Tras operarle para que pudiera ver
correctamente empezó poco a poco, y ayudado por pautas comportamentales, a establecer relaciones caninas
amistosas, hasta el punto de que finalmente actuaba como todo un relaciones públicas en el parque por el que
paseaba.
También es frecuente que perros sordos se sorprendan cuando encuentran una persona o perro muy cerca suyo,
sin que hayan podido captarle antes de acercarse, y esto puede provocarles reacciones adversas.
Los arneses táctiles permiten a los perros ciegos percibir obstáculos frontales con tiempo
suficiente para gestionarlos con seguridad. Fotografía gentileza de OrtoCanis.
Pero, nuevamente, debe hacerse un proceso de adaptación al arnés, aquí el riesgo es que el perro, al moverse
con libertad con él puesto, pueda golpear inesperada y fuertemente algo con el arnés y que se le trasmita una
sensación desagradable, causando el efecto contrario al deseado. Pueden llegar incluso a no querer moverse tras
topar violentamente contra algo.
Nos aseguramos de que las primeras informaciones recibidas desde el arnés sean suaves, claras y que se
produzcan con el perro emocionalmente estable. Un paseo de la correa, con el perro tranquilo, en el que el arnés
no golpee fuerte contra nada, sino asegurándonos de que haga contactos suaves suele ser suficiente. Pero si el
perro es muy sensible podemos hacer un paso previo, que consistirá en moverle del arnés, el contacto agarrando
nosotros el arnés y usándolo como “asa” para cambiar la dirección del paseo del perro es muy eficaz y le provee de
una sensación no percusiva, óptima para evitar sobresaltos y malas experiencias iniciales.
Gestión de cambios
Pero, por supuesto, nuestro trabajo para mejorar la salud comportamental del perro con discapacidad sensorial
no acaba con la recomendación de usar asistencias técnicas. Hay trabajo comportamental que hacer.
El trabajo emocional tiene su propio apartado, pero no está de más recordar su importancia en perros con
discapacidades sensoriales: la introversión o inseguridad que mencionaba antes son problemas emocionales
causados por la falta de adaptación a su discapacidad y debemos atenderlos. En estos casos es frecuente la
necesidad de reconstruir en paralelo las bases sobre las que se sostiene su salud emocional.
Formas de acercamiento, debemos buscar y sistematizar cómo acercarnos a los perros con discapacidades
sensoriales, de manera que podamos ser percibidos lo antes posible, evitando aparecer de golpe a su lado o tocarles
cuando no lo esperan.
Los perros sordos o ciegos (las dos discapacidades sensoriales más frecuentes) pueden sorprenderse o asustarse
cuando hacemos un cambio en el entorno, al encontrarse de golpe a un sujeto social –nosotros, otra persona u otro
perro- a su lado, o al notar que son tocados sin haber percibido el acercamiento de quien lo hace. Estas son
situaciones potencialmente insalubres.
Las formas de acercamiento adecuadas son aquellas en las que el perro percibe con anticipación suficiente a los
sujetos que se le acercan para evitar la sorpresa ante su aparición o contacto, idealmente deberían ser percibidos
antes de entrar en su distancia de conflicto.
Por ejemplo, podemos acercarnos a un perro ciego hablándole. Con un perro sordo el acercamiento será frontal,
por delante, de manera que tenga ocasión de vernos.
Los avisos son una forma importante de ayudar a gestionar los cambios, puesto que no siempre es posible que
todo el mundo se acerque correctamente, debemos tener alguna forma de avisarle sobre la cercanía de un tercero
que no conoce o no respeta la manera adecuada de presentarse ante el perro con discapacidad sensorial.
Un aviso es una información sensorial originalmente neutra que es presentada de manera no sorprendente
antecediendo a una información sensorial que podría resultar sorprendente, de manera que el perro pueda aprender
a prever la aparición de la información sensorial potencialmente sorprendente para gestionarla adecuadamente a
nivel emocional y tener la posibilidad de responder a dicha aparición con conducta voluntaria y controlada.
Por ejemplo, un par de vibraciones cortas con el collar de vibración o tensar y destensar dos veces la correa con
la que le estemos paseando pueden ser buenas maneras de avisar a un perro sordo o ciego de que se le acerca un
individuo, pudiendo así localizarlo y prepararse para la interacción con él. En cada caso y situación debemos diseñar
formas de aviso suficiente para evitar (o al menos minimizar) las sorpresas sociales. Recordemos que es un recurso
recurrente (y eficaz) en las películas de terror el que alguien se gire y se encuentre de golpe a una persona que no
estaba allí, para los perros no es diferente.
Pero no solo las interacciones sociales pueden mejorarse, también la manera de afrontar cambios físicos del lugar
donde vive, como nuevos muebles, reubicación de los antiguos, cambios de suelo… pueden facilitarse con una
adecuada presentación de cambios del entorno.
La presentación de cambios del entorno es la manera sistematizada y reproducible de acercar a un perro de
manera segura, permitiéndole reconocerla y explorarla, a alguna modificación de su entorno físico que podría
sorprenderle o dañarle debido a su dificultad para captarla con antelación.
Es muy eficaz acercar al perro tranquilo y activo hacia la novedad, con medidas de seguridad como llevarle de la
correa para limitar sus movimientos iniciales y así evitar que se sorprenda o tope con la novedad, promoviendo que
la explore y conozca de manera pausada y tranquila, incluso haciendo trabajos de olfato cerca para facilitarlo.
Pero también la forma de introducir cambios en el entorno es relevante, a veces nos gusta renovar por completo
nuestra casa: mobiliario, suelos ¡incluso quitar o poner alguna pared o puerta! Esto para un perro ciego puede ser
algo muy intenso emocionalmente y duro de afrontar, particularmente si hablamos de un perro geriátrico que
puede tener sus capacidades cognitivas algo mermadas. En personas ancianas los cambios bruscos de rutina, sobre
todo los que incluyen novedades, parecen potenciar la aparición de disfunciones cognitivas propias de la vejez. En
los perros no tendría porqué ser diferente.
La forma correcta de introducir cambios en el entorno es progresivamente, esperando a que el perro con
disfunción sensorial los conozca y aprenda de uno en uno. Cuando esto no es posible debemos diseñar siempre un
trabajo de soporte emocional, de acuerdo a lo expuesto al hablar de salud y gestión emocional, para evitar que la
acumulación de novedades en su hogar genere inseguridad, sobreexcitación o malestar en el perro.
Una forma particularmente efectiva de avisar de los cambios –sobre todo de los bruscos- es marcarlos con algún
olor característico que hayamos destinado a este fin, por ejemplo aroma de salvia, que pulverizaremos
sistemáticamente en los lugares donde hayamos introducido un cambio, así el perro sabrá desde una distancia
suficiente que algo es distinto y podrá acercarse en “modo explorador”, evitando los riesgos de golpearse,
sorprenderse, desorientarse o incluso asustarse. Convertimos la situación potencialmente negativa en parte de
nuestro programa de enriquecimiento ambiental. En algunas ocasiones en las que hemos realizado esta forma de
marcado de las novedades, pudimos comprobar cómo los perros generaban unas expectativas muy positivas ante
la posibilidad de explorarlas, prefiriéndolas en algunos casos a los trabajos de olfateo, y compensando
perfectamente el riesgo de inhibición exploratoria que podría generar una discapacidad sensorial en un ambiente
imprevisible.
Entrenamiento de desarrollo perceptivo
Adaptarse a una percepción del mundo limitada es algo que la mayoría de los perros hacen por sí mismos con
gran eficacia: es habitual que quienes viven con perros sordos o ciegos tarden un tiempo en descubrir su
discapacidad.
Sin embargo este proceso puede optimizarse si les ayudamos a entrenar sus capacidades olfativas y táctiles,
afinándolas.
Trabajos de olfato, el comodín del bienestar y la felicidad canina (cuando no sepas qué hacer haz olfato), de
diferente tipo son de gran ayuda, y todos los entrenadores medianamente competentes conocen una suficiente
variedad de ellos. Hay todo un apartado dedicado a ello en la parte del libro que describe nuestros protocolos
generales.
Menos conocido es el entrenamiento háptico, que, en su definición operativa, va algo más allá de lo meramente
táctil, haciendo referencia a “la percepción del individuo del mundo adyacente a su cuerpo mediante el uso de su
propio cuerpo” 10 e implica un proceso ordenado de entrenamiento para que el perro sienta que su cuerpo le servirá
como herramienta de conocimiento, de exploración, del mundo. Podríamos decir que lo táctil tendría una cualidad
más pasiva, mientras que lo háptico es más prospectivo: no solo recibimos información al tocar algo, sino que
movemos la manos a su alrededor para conocer su forma y dimensiones, lo apretamos para ver su dureza… ese es
el sentido de háptico como recurso técnico: enseñar la exploración prospectiva y eficaz a través del tacto.
¿Qué cosas le podemos enseñar en un entrenamiento háptico?
− Exploración de novedades: Le enseñaremos a acercarse a nuevos objetos y tocarlos con su nariz, esto puede
hacerse con un olor atractivo (o una gama de olores) sumado a una superficie del objeto a explorar agradable
y facilitadora, como la felpa o el cuero. Buscamos que el perro aprenda a iniciar el contacto con un objeto nuevo
usando una parte sensible de su anatomía, que le garantice actuar con cuidado y recoger suficiente información
de detalle sobre dicho objeto (es estable o inestable, qué tamaño tiene…), permitiéndole una interactuación
con él afinada y segura.
− Primer contacto social: El objetivo es el mismo que la exploración de novedades, pero referido a
interactuar con sujetos sociales como perros o personas. Aquí tendremos dos frentes de actuación:
1. Ofrecer un primer contacto social táctil: El perro explorará a una nueva persona o perro, después de ser
avisado de su presencia según se indicaba en el punto anterior, usando su olfato. Si desea iniciar un contacto
social táctil con dicha persona es óptimo enseñarle a tocarle con los laterales de su cara, lo que (1) da
continuidad natural al olfateo, (2) impide que el perro sea demasiado brusco o (3) poco claro en sus
intenciones. Para entrenarlo le daremos suficiente volumen al siguiente ejercicio: una persona querida le
deja al perro sus manos a oler y tras hacerlo le acaricia los laterales de la cara, cuando el perro está
disfrutando de las caricias puede interrumpirlas brevemente para que el perro le reclame continuar
tocándole la mano con la cara. Cuando lo hace continúan las caricias. Debe señalarse que a algunos perros
no les gusta esta forma de primer contacto o les cuesta aprenderla, si es así pueden buscarse alternativas
como que el perro toque con su cuerpo a la persona o apoye su cabeza sobre ella, son contactos menos
sutiles y afinados, pero si el perro los prefiere son los adecuados.
2. Recibir un primer contacto social táctil: Aquí debemos elegir una zona del perro que no resulte muy
sensible como primer lugar para ser tocado con suavidad al iniciar un contacto social, lo que se hará después
de que él ofrezca un primer contacto.
Así un perro ciego, tras escuchar a una nueva persona, olerla y ofrecerle una interacción amigable sabrá dónde
será tocado inicialmente. Esto es importante para su seguridad emocional, pues un contacto tosco y/o en un
lugar inadecuado es algo muy incómodo para cualquier perro, pero aún más para los que no pueden verlo venir.
− Equilibrio y desplazamiento seguro: También enseñaremos al perro a caminar sobre diferentes tipos
de suelos preparando actividades de “avanza y resuelve”, en las que obtendrá comida por ir avanzando
voluntaria y tranquilamente sobre ellos. Tiene una importancia particular enseñar a los perros ciegos a
gestionar superficies inestables, aprendiendo a equilibrarse sobre ellas o a valorar cuándo el desequilibrio es
tan pronunciado que no conviene intentar pasar sobre ellas.
− Entrenamiento sensorial: En el próximo volumen de esta colección hay un amplio apartado dedicado al
entrenamiento sensorial, que nos permite llegar mucho más lejos en el adiestramiento colaborativo de lo que
llegan los modelos actuales. Y es que los sentidos pueden afinarse, algo muy interesante con el tacto si el perro
tiene una discapacidad visual, auditiva o ambas (algo no infrecuente durante la vejez). Para lograrlo
enseñaremos, por ejemplo, diferentes contactos con nuestra mano como señales de entrenamiento, en
particular es muy eficaz que tocar al perro en una misma parte de su cuerpo tenga significados diferentes según
el nivel de presión o movilidad de nuestra mano: usando la diferencia de presión podríamos hacer que un
contacto suave en el lateral significara tumbarse, uno algo más firme sentarse y un tercero con mayor firmeza
ponerse de pie, o bien, usando cambios de movilidad, la mano quieta puede ser la señal para tumbarse, si
movemos la muñeca y le damos unos centímetros de movilidad hacia un lado sentarse, mientras que cerrarla
y abrirla apoyada en el mismo lugar puede significar ponerse de pie. Existen cientos de posibilidades que afinan
el tacto del perro, mejorando su capacidad háptica para relacionarse y entender su mundo a través de ella.
Entrenamiento comunicativo y relacional
También puede ser necesario mejorar las capacidades comunicativas y/o relacionales del perro que sufre una
discapacidad sensorial, pues podrían no ser capaces de recibir determinadas señales intencionales de otros perros
o personas, así como de emitir ellos señalética social de forma competente.
Por ello deben enseñarse conductas comunicativas y relacionales (cómo acercarse, cómo responder ante las
conductas de otro perro…) que faciliten su interactuación social. Veremos cómo hacer esto al hablar de la gestión
relacional.
Debe señalarse que en algunos casos la comunicación, emitida y/o recibida, podría ser insuficiente para asegurar
la capacidad del perro de gestionar correctamente algunas situaciones sociales tensas y/o ambiguas, por lo que
intentaremos evitárselas en la medida de lo posible.
❚ Forma física y movilidad suficiente
Los perros son animales muy físicos, y sus capacidades físicas, como decía en Tu perro piensa y te quiere,
determinan en buena medida cómo se percibe una situación, qué se aprende de ella y cuál será la manera de
gestionarla. Una misma actividad se percibirá como divertida o abrumadora dependiendo del nivel de exigencia
física que le requiera a cada participante, y se afrontará y experimentará de manera consecuente.
La merma de la movilidad, la falta de forma física y/o el sobrepeso pueden dificultar la salud e incluso impedirla,
por ello el análisis tetradimensional del comportamiento debe incluir su evaluación.
Las capacidades cognitivas, emocionales, sociales y comunicativas del perro están influidas por su estado de forma
física y por su capacidad para moverse a sí mismo.
Algunas insuficiencias de movilidad y forma física pueden estar determinadas por la selección morfológica
extrema que hemos realizado en algunas razas, y que en mi opinión supone un tipo refinado y cruel de maltrato y
abuso, como pueda suceder con las dificultades respiratorias de los bulldog o las dificultades y riesgos que supone
subir escalones para los corgies. En estos casos debemos adaptar la intervención comportamental, ofreciendo
pautas de cuidado de la salud coordinadas con el veterinario. Será particularmente importante para estos perros
mantener una forma física adecuada y evitar cualquier tipo de sobrepeso.
Pero mi compañera de trabajo María José Herrero decía que mi afirmación era absurda, que todos los perros
preferían un buen colchón, e hizo lo mejor que podía hacer para que yo me diese cuenta: proponerme evaluarlo de
manera objetiva, como un experimento.
Así deje alfombras en sus sitios favoritos y cerca de ellas coloqué colchones. Veríamos qué elegía.
Pues… qué os voy a contar. Obvia y razonablemente Ibo prefirió una y otra vez los colchones. Es lo que tiene la
observación objetiva, que te da la certeza sobre lo que está sucediendo.
Como buen converso ahora tengo un punto de radicalidad y exceso en este punto, observo compulsivamente los
hábitos de descanso de mis perros para elegir las camas más adecuadas: Gastón prefiere tener la cabeza apoyada
en alto, Cata apoyar su cuerpo a lo largo y Ela estar bien expandida, así que les tengo bien provistos de lo que les
gusta a cada uno, y aunque en ocasiones intercambien sus sitios lo cierto es que la estadística de ocupación nos
muestra que hemos acertado en sus preferencias.
• No dónde: dóndes
Ya hemos encontrado la cama perfecta para nuestro perro, la siguiente pregunta lógica es dónde colocarla, y
planteada de ese modo la cuestión no puede responderse correctamente.
Porque no hay un único lugar o tipo de lugar que sea el correcto para colocar una única cama para el perro.
Como mínimo debe haber dos camas y dos ubicaciones.
Áreas comunes: todos los perros necesitan y desean estar junto a su grupo social, descansar juntos contribuye a
la sincronía y buen funcionamiento del grupo. Por tanto es necesario que haya al menos una cama para el perro (o
un sofá/sillón a su disposición) en el lugar de relajación común de la casa, típicamente el salón.
Yo, además, tengo camas para ellos en el resto de lugares comunes de casa: en el dormitorio, en mi despacho y
en una gran terraza que hay frente a él, que usamos para tomar algo a media mañana o al caer la tarde. También
en mi gimnasio hay una cama para Ela o Cata, es un espacio relativamente pequeño y solo las dejo entrar de una
en una cuando estoy usándolo, porque todos no cabríamos. Gastón, por cierto, tiene interés cero en estar allí
mientras se mueven barras, sacos y kettlebells. No le asustan, pero le molestan. En general a Gastón no le gusta
que las personas estemos moviéndonos demasiado cuando descansa. Creo que considera que el servicio debería
ser discreto y se sorprende cuando no actuamos de manera acorde a esa idea.
Espacios privados: pero los perros, como nosotros, también necesitan tener la opción de retirarse a descansar en
algún lugar privado alguna vez. Esto es particularmente apetecible después de una ocasional sobreabundancia de
estímulos o después de algún episodio emocionalmente tenso.
Por tanto debemos tener al menos dos camas para nuestro perro, una en la zona colectiva y otra a la que retirarse
solo. Así podrá elegir.
Obviamente, si tenemos, como es mi caso, varias camas en las zonas comunes el perro usará como retiro privado
aquellas ubicadas en habitaciones donde no estemos en ese momento: así puede retirarse al dormitorio mientras
que estamos todos en el salón o viceversa en caso de que desee un poco de descanso íntimo.
Cubrir las posibilidades de descanso en grupo o individual es aportar al perro la sensación de seguridad emocional
y social que es uno de los pilares que sustentan la felicidad.
• Camas, sofás, divanes y demás muebles para personas
Un último punto a tocar respecto a los lugares de descanso es saber qué sucede con que los perros usen o no los
sitios donde descansamos las personas ¿es terrible que el perro suba a la cama? ¿es terrible que NO suba? ¿existe
una forma única de gestionar esto correctamente?
En el mundo del entrenamiento tenemos la pésima costumbre de movernos entre opiniones radicales: hace unos
años dejarles subirse a la cama o al sofá con nosotros era una terrible muestra de antropomorfismo y un ejemplo
de mala educación. Los clientes no nos lo contaban: ¡nos lo confesaban!, avergonzados de su terrible falta, que
estaban dispuestos a enmendar para el bien de toda la familia ¡¡Nunca hubieran pensado que era tan grave!! (y no
lo era).
India descansando en el sofá de la casa que comparte con su tutora Candela Gallego.
Fotografía Candela Gallego.
Pero ahora, en un desplazamiento al otro extremo, quienes educamos perros nos dedicamos a enseñar fotografías
con nuestros perros en la cama con nosotros (pusimos en redes sociales una mía escribiendo en la cama con Gastón
tumbado al lado y tuvo el doble de comentarios y “me gusta(s)” que el más cuidado de mis artículos, lo que por
cierto, es bastante triste para mí), acaparando el sofá o, en general, mostrando su absoluta confianza en que los
muebles destinados al descanso humano son de su libre disposición. Acompañamos esto de aserciones sobre que
esta es la manera correcta de convivir con un perro, y que quienes no lo hacen así son poco menos que tiranos
arcaicos, ignorantes que no conocen las capacidades y necesidades sociales de los perros.
Así que ahora quienes se sienten culpables al hablar con los profesionales son quienes no dejan al perro subirse
a la cama o al sofá. Inversión total.
Cómo somos. De verdad.
Ambas posturas están equivocadas, que el perro use y comparta camas, sofás y similares no es ni un problema,
ni una necesidad para el bienestar y el acceso a la felicidad del perro. Si le proveemos de lugares adecuados de
descanso podemos conservar libres de pelos nuestros muebles sin mayor problema. Pero si deseamos que nos
acompañen y descansar juntos tampoco pasa nada.
En nuestro caso, los perros tienen libre acceso a sofás y camas, incluso tenemos una especie de cama-diván
gigante para tumbarnos todos juntos en el salón, cerca del sofá. Sin embargo, como duermo fatal, cuando estamos
en la cama solo pueden subir un momento para saludarnos, pero no compartirla durante las horas de sueño. Para
dormir por la noche tenemos en la habitación cuatro camas para ellos, rodeando la nuestra (levantarse al baño de
noche implica ser bastante cuidadoso con dónde pisas), lo que les permite elegir entre estar por el resto de camas
de la casa, a su aire, o junto a nosotros. Ya podéis imaginar dónde duermen con más frecuencia.
Así que dejemos de adoctrinar, en ningún sentido, y empecemos a informar. Quitemos de la espalda de quienes
conviven con los perros y les quieren toda la basura radical en uno u otro sentido, usemos el conocimiento actual
para hacer lo correcto.
Temperatura
El papel de la temperatura es muy relevante, y a veces no se le atribuye la importancia que tiene. Debemos
cumplir con nuestra obligación como tutores de proveer a los perros de una temperatura adecuada, aquella que les
permite el confort tanto en el descanso como al realizar sus actividades cotidianas.
Quiero incidir en esto, existen otras circunstancias en las que podemos ser comprensivos con limitaciones del
tutor a la hora de darle un entorno óptimo a sus perros en algunos aspectos: el tipo de vida, los horarios y otras
exigencias insoslayables pueden hacer que las salidas sean menos largas que lo óptimo o a lugares menos
interesantes de lo deseable. Pero no existe concesión posible con respecto a la temperatura: mantener al perro a
temperaturas incómodas es maltrato, resulta incompatible con los mínimos de bienestar que debemos garantizar
e impide su acceso a la felicidad, por lo que ha de ser corregido o se debe realojar al perro. Sin más.
“Extras”: comida rica, juguetes nuevos…
Un elemento común del bienestar percibido es que además de estar garantizados los recursos, la comodidad y la
seguridad, pueden aparecer u obtenerse ocasionalmente elementos con un valor adicional. Darle a tu perro los
restos del yogur que te comes, o dejarle jugar con la caja de Amazon una vez has sacado su contenido puede que
sea mucho más beneficioso de lo que supones.
Que de vez en cuando le aportemos a nuestros perros un extra es muy beneficioso para ellos, siempre que no sea
algo continuo (dejaría de ser un extra) ni sustituya a los recursos normales (que el perro sólo coma yogures y se
niegue a comerse su comida). Y esto sí puede ser usado para entrenarles, los extras son elementos ideales para
motivarles, pero sin necesidad de limitar su aparición al entrenamiento. No hace falta. No es mejor. No te dará un
adiestramiento de más calidad. Solo te aporta la sensación de controlar la situación. Y esa es justamente la
sensación que debemos abandonar, que debemos aprender a evitar.
Enriquecimiento ambiental
Incluir estímulos de interés para el perro en su entorno, enriquecerlo, es una manera de mejorarlo. Puntos de
olor, comidas apetecibles en sorprendentes presentaciones: heladas, dentro de complicados juguetes …
Sin embargo, y aunque lo usaré en pro de la claridad cuando sea conveniente, el término enriquecimiento
ambiental no es el que más me gusta, mi primera objeción es práctica: mete dentro de la misma categoría a
elementos de mejora de salud cognitiva, emocional, física e incluso social, lo que resulta menos operativo que
dividirlo en subconjuntos. Así los juguetes interactivos funcionan como una solución de problemas y mejora la salud
cognitiva principalmente, los olores de animales de otras especies son una estimulación más emocional y la
inclusión de compañeros de su especie (o de otras que acepta como amigos) es algo principalmente social…
Pero además es que dar esa relevancia al término ambiente da como resultado, no sé si voluntario, pero en todo
caso destructivo en su fondo, el positivizar la idea de que puede ser aceptable, incluso molón, que un animal
permanezca toda su vida en una jaula. No en vano el concepto de enriquecimiento ambiental surge en el ámbito de
zoos y granjas, negocios que explotan de una u otra manera a animales enjaulados, con más lujo o con más espacio,
pero enjaulados. Y ya se sabe que la solución no es encontrar jaulas más grandes o mejores, sino evitar el
enjaulamiento continuado y sistemático.
Además muchas de estas medidas beneficiosas resulta que se pueden llevar a cabo fuera de lugares cerrados, de
hecho la mayoría aparecen espontáneamente y funcionan mejor al llevar al perro a lugares como el campo.
Por tanto, aunque use el término (que se vea que lo conozco, jo), prefiero exponer y explicar cada una de las
medidas usualmente encuadradas como enriquecimiento ambiental en otros puntos que las encuadran mejor, que
hacen más fácil el diseñarlas y aplicarlas y que las desvinculan de las jaulas.
Porque quizá sea necesaria vaciarlas primero de excusas y justificaciones.
❚ Tabla de las bases físicas de la salud comportamental y la manera de mejorar cada
una de ellas
CAPÍTULO 3
SALUD EMOCIONAL
❚ Autocontrol y control
En psicología, existe un concepto muy relacionado con la forma de un individuo de sentir el mundo, de sentirse
en el mundo como parte activa, y por ello, de relacionarse con él, el concepto de locus control interno.
El locus control interno es la capacidad de un perro para sentir que lo que sucede en situaciones de interés está
controlado por sus acciones voluntarias, sobre sí mismo y sobre su entorno, y que serán estas las que determinen su
éxito al afrontarlas.
A este concepto se opone el de locus control externo, que hace referencia a la sensación de que las cosas que
suceden son independientes de lo que hagamos, y que, por cierto, sería lo que provoca la indefensión aprendida.
Es fácil ver que la calidad del locus control interno será fundamental para el empoderamiento del perro de sí
mismo y de su entorno, para su bienestar y su acceso a la felicidad. Mejorarla es un imperativo en los problemas
emocionales, sobre todo en los relacionados con miedo, ansiedad y agresividad.
Pero hay un problema operativo importante: el locus control interno en personas se mide a través de preguntas
sobre su manera de percibir y sentir determinadas situaciones. Este ya es un método (muy) cuestionable para los
seres humanos, por la carga de subjetividad en las respuestas, pero el perro es que, directamente, no puede
contarnos sus sensaciones. Para objetivizar su evaluación (y posteriormente para mejorarlo) tenemos que
estudiarlo a través de dos conceptos que lo determinan: el autocontrol y el control.
El autocontrol es la capacidad voluntaria de regular y dirigir la emoción ante la aparición de situaciones que la
activen.
El control es la capacidad de interactuar y responder de forma prospectiva, a través de conducta voluntaria, ante
el estímulo y/o situación que activa la emoción.
El autocontrol es la capacidad de actuar sobre sí mismo, mientras el control es la capacidad para actuar sobre el
entorno. Son complementarios, sin autocontrol no es posible el control. Por ello, evaluando este segundo sabremos
que está logrado el primero.
Y el control se puede conocer objetiva y fiablemente a través del comportamiento observable del perro en una
situación que tenga valor emocional: cuando ofrece conductas voluntarias y proactivas para gestionarla hay control,
cuando aparecen conductas involuntarias y reactivas no lo hay.
El nivel de control del perro no solo es relevante para su salud comportamental, sino que está profundamente
relacionado con la mayoría de problemas emocionales, aunque la dirección de su relación con ellos no está
completamente clara: no podemos saber si es la pérdida de control la que lleva a problemas como la pereza
aprendida21, la reactividad, los automatismos, los mencionados bloqueos y la temida indefensión aprendida22 o, por
el contrario, son esos problemas los que hacen que se pierda el control progresivamente. Es una discusión bizantina:
probablemente es un camino de dos direcciones que se influyen mutuamente.
En todo caso se ha comprobado que la restauración de un control al menos parcial de la situación que genera una
emoción negativa disminuye de manera radical sus efectos nocivos, tanto físicos como emocionales, permitiendo
cambios conductuales e inducción de emociones alternativas que mejoran dichos problemas.
El historial de autocontrol y control debe arrojar un balance sustancialmente positivo, mantener o restaurar este
balance no es únicamente necesario para que el perro esté emocionalmente sano, sino que será necesario para
cualquier trabajo sobre problemas emocionales. Finalmente es el historial de autocontrol y control el que
determinará el afrontamiento, nivel de activación y calidad de la gestión de las emociones del perro. Y esto importa
para casi todo.
Si nos fijamos, en esta definición, no hemos puesto dos balanzas simétricas para calcular el historial: en el lado
positivo está la conducta voluntaria, pero en el lado negativo no está la involuntaria y reactiva de forma expresa,
sino por exclusión: en el lado negativo está toda la conducta que no contamos como voluntaria.
Blanca Gallego puede dejar el plato en la mesa. Trece tiene control y autocontrol bien
desarrollados. Fotografía Candela Callego.
Esto es así porque entremedias de las dos opciones obvias –conductas voluntarias e involuntarias- existe una
tercera: los bloqueos (un problema emocional que estudiaremos más adelante), que consisten en no querer
reconocer la situación, negarse a percibirla. Aparece el problema y el perro mira para otro lado, como si no pudiera
ver lo que sucede.
Resulta difícil determinar en qué medida los bloqueos son conducta voluntaria o involuntaria, pero al no permitir
al perro interactuar con la situación suficientemente como para resolverla de forma activa, y además ser
emocionalmente insalubres, a efectos prácticos, los consideraremos como muestras de ausencia de control, y los
contabilizaremos en el lado “malo” del historial.
La importancia de lograr un historial de autocontrol y control positivo es uno de los argumentos más sólidos contra
los “trabajos emocionales de salón”, en los que la eficacia del tratamiento de un problema emocional depende por
completo de las sesiones con el entrenador. Sin aportar recursos para que el perro logre autocontrol y control
durante las situaciones de su vida cotidiana, habrá un alto nivel de fracasos o recidivas. Aunque se consigan avances
claros y reconocibles, estos no se consolidarán si existen más situaciones cotidianas en las que el perro no consigue
el autocontrol y el control de la situación que sesiones con el entrenador. Un buen trabajo emocional siempre estará
diseñado de manera que sea posible que el perro consiga un historial positivo de autocontrol y control.
❚ Estabilidad emocional
La estabilidad emocional es la capacidad de mantener la emoción durante su tiempo de activación dentro de un
rango limitado de intensidad, es decir sin que la intensidad emocional sufra grandes variaciones, y de tal manera
que dentro de dicho rango sea posible el afrontamiento al menos parcialmente cognitivo de la situación/estímulo
que provoca la emoción.
Mantener cualquier emoción dentro de un rango estable durante su activación, facilitará su correcta gestión y
mejorará la salud emocional. Obviamente siempre que este rango sea inferior al rapto emocional, donde el perro
pierde el control de sí mismo.
Es razonable, cuando las emociones suben y bajan resulta muy difícil mantener una línea consistente y
homogénea de actuación, puesto que en los momentos más altos pueden aparecer conductas reactivas que nos
saquen de ella y en los más bajos falta de interés para continuarla.
La estabilidad emocional permite un afrontamiento y gestión óptimos de las situaciones emocionales, mejorando
la conversión de la emoción en motivación, que es lo que hace posible la actuación homogénea y consistente, así
como la activación de procesos cognitivos para elegir cuál es la mejor forma de resolverlas. Por el contrario, los
altibajos emocionales empeorarán la gestión y salud emocional, porque impiden que podamos empoderarnos de
la situación y afrontarla de manera equilibrada y con una estrategia continuada, tanto más cuanto más fuertes y
abundantes sean.
Por ello, la estabilidad emocional es un factor relevante en la salud emocional y facilita la superación de
problemas, mientras que los altibajos emocionales los potencian, muy especialmente aquellos relacionados con
miedo y agresión.
❚ Balance emocional
El balance emocional es el resultado de la suma hipotética de todas las emociones que el perro ha sentido a lo
largo de un periodo concreto de tiempo.
La salud emocional tiene mucho que ver con la contabilidad: el conjunto del total de las emociones que el perro
siente a lo largo de un periodo será muy relevante para la calidad de vida del animal y para su afrontamiento
saludable y superación de los problemas que pudieran surgir.
Como veíamos antes, para una salud emocional sólida el perro debería mantener un estado emocional (1) positivo
y (2) estable, pero ¿en qué porcentaje? Pues lo cierto es aquí nos movemos en el terreno de la hipótesis, nosotros
trabajamos con un cálculo que hemos comprobado empíricamente que es bastante seguro: buscamos que el perro
tenga una emocionalidad de este tipo en aproximadamente un ochenta por ciento del tiempo que está despierto
(no sabemos evaluar fiablemente la emocionalidad durante el sueño, por lo que no lo incluiremos en la medición).
Es importante tomar en consideración que el tiempo de emocionalidad positiva, pero lleno de altibajos, como en
muchas ocasiones sucede el saludarnos al llegar a casa o cuando juegan con pelotas o frisbees cuenta en el lado
negativo si los perros no están preparados para mantenerse estables a través de algún protocolo de juego ordenado
y colaborativo, como el espacio de juego que proponemos en nuestros protocolos generales.
Ningún perro aprende por sí mismo a estabilizarse emocionalmente durante los juegos de este tipo, ese es el
motivo por el que es relativamente peligroso que su diversión principal consista en ellos, lo que puede causarles
adicción, y, sin ir tan lejos, debilitar su salud comportamental y sus capacidades de gestión emocional. Por supuesto
no pasa nada si son ocasionales, aunque la mejor opción siempre es trabajar para convertirlo en colaborativo y
autocontrolado, en cuyo caso el tiempo que pase jugando sumará en el lado positivo del balance emocional.
También el tiempo tumbado tranquilo –sin llegar a dormirse- cuenta a favor, mientras que el tiempo en el que se
siente ansiedad, aunque no se genere mucha conducta activa, cuenta en contra de un balance saludable. Por eso
en algunos casos de perros que muestran ansiedad durante el tiempo que permanecen solos en casa es muy difícil
restaurar un buen balance emocional hasta que se elimina dicha ansiedad ¡¡acumula demasiado tiempo en números
rojos emocionales como para que sea fácil compensarlo!!
Entrenamos la gestión de la frustración, su disipación sin consecuencias, de manera natural e inconsciente cuando
le retiramos de la boca ese envase de comida que intenta tragarse o un palo lleno de pinchos que ha elegido como
juguete durante un paseo, pero hacerlo así exclusivamente no nos garantiza el éxito: un perro podría desear
demasiado algo que le quitamos y generar una frustración excesiva, o, al contrario, no ofrecernos ocasiones
suficientes porque no coja nada inadecuado.
• Una breve digresión sobre “educación natural” y dejar a los perros a su p**a bola
Y aquí hago un paréntesis explicativo, relacionado con esa afición por ir de un extremo al otro que tenemos los
comportamentalistas caninos.
Ahora son tendencia algunas propuestas que no impiden al perro agarrar nada que desee porque eso puede
interferir en su desarrollo “natural”, limitándose nuestra tutela en este aspecto a no llevarle a lugares donde lo que
puede coger con la boca sea peligroso. Obviamente esta es una sobrerreacción ante las propuestas anteriores de ir
prohibiendo a los cachorros coger nada con la boca para que no aprendieran a hacerlo a través de repetirlo de
manera exitosa. Nuevamente ¿por qué somos así? ¿por qué parecemos disfrutar con propuestas que buscan ser
simétricamente opuestas a las anteriores? ¿las cosas son así? No, claro que no.
Es normal que se reaccione ante la óptica hipercontroladora y el reduccionismo conductista que sostienen la idea
de que si el perro nunca realiza una conducta (y por ello no se refuerza ni siquiera de manera respondiente, pues
estas conductas serían contingencias de dos términos) no la podrá aprender. Esto es intrínsecamente falso y pueden
generar problemas emocionales en un seguimiento demasiado estricto, por el empobrecimiento y limitaciones que
implica durante el desarrollo del perro, una época en la que requieren estimulación e interacción con su entorno.
Pero no son menos falsas, por irse al extremo opuesto:
1. La idea de que el día a día es una forma suficiente y óptima de mejorarla resiliencia. Nuestros perros se
encuentran en circunstancias muy diversas, que afrontan con actitudes y comportamientos variados, hacer
equivalencias con teóricas situaciones de crecimiento y desarrollo “en la naturaleza y en un grupo canino” es,
básicamente, una paja mental: los perros han evolucionado para adaptarse a convivir con nosotros y el entorno
humano es incomprensible e inmanejable para ellos sin que les tutelemos.
2. La idea de que dejarles interactuar libremente con su entorno es elsúmmum de la salubridad emocional y
el correcto desarrollo de los perros como sujetos comportamentalmente saludables. La necesidad de aprender
a gestionar la frustración choca con esta idea, que en realidad es tan reducida conceptualmente como su
contraria: como el perro habrá “experimentado” (vaya usted a saber qué quieren decir con esto, que suena –y
probablemente es- como un eco New Age) lo suficiente con todo abandonará lo insalubre, lo malo, para
siempre y de manera voluntaria, mientras que al quitarle las cosas de la boca aumentamos su interés por ellas
y le condenamos a buscarlas el resto de su vida con fruición. Este interesante giro argumental, parece combinar
psicoanálisis con algún tipo de (falaz) naturalismo28, puede resultar atractivo, pues su lógica interna parece
consistente. Sin embargo no existe ningún dato objetivo, ninguna investigación seria, que haya comprobado
que esto sucede. Es, sencillamente, una proyección, que hace que quienes desean creer en ello usen sus sesgos
para “ver” que funciona y es cierto. Pero no lo es.
Nuestros perros se encuentran en circunstancias muy diversas, que afrontan con actitudes y comportamientos
variados propios de su individualidad. Sabemos que han evolucionado para adaptarse a convivir con nosotros –así
que no es cierto que seamos un elemento de distorsiónnos comprenden y se comunican con nosotros de manera
excepcional, pero nuestro entorno físico, en particular el urbano, les resulta peligroso sin nuestra tutela. Y esa tutela
no puede consistir únicamente en que no puedan equivocarse o que actúen con total libertad en un entorno
controlado. Está en un punto medio, donde el perro tiene la capacidad de practicar y desarrollar sus
potencialidades, pero donde también aprende una serie de reglas y formas de gestionar el entorno que dependen
de nosotros.
Hacer equivalencias estrictas entre la educación del perro y teóricas (-1) situaciones de crecimiento y desarrollo
“en la naturaleza y en un grupo canino libre” o con (-2) otras que sólo existen en los laboratorios no puede llevarnos
a modelos funcionales de trabajo. Lo cierto es que creer que, bien la libertad de acción, bien el control completo
durante el día a día es una forma suficiente y óptima de educarles en general, o de – y aquí vuelvo hábilmente al
tema- mejorar su resiliencia es un error.
Volviendo al tema… El perro (nosotros) y las uvas
La fábula de la zorra y la uvas inalcanzables es una buena muestra de situación frustrante, que termina
gestionándose bien. Pero si la zorra estuviera acompañada de quienes la quieren bien, y le dieran apoyo le resultaría
más sencillo, seguro y saludable lograr gestionar su frustración y, consecuentemente, mejorar su resiliencia. Así que
para lograrlo vamos a meter a nuestro perro en una situación equivalente, pero con la diferencia de que contará
con nuestro apoyo desde el principio.
Como hemos visto, para el desarrollo de la resiliencia no podemos confiar en que el entorno proveerá, pero
podemos plantear muchos trabajos sencillos entendiendo cómo funciona el “kit básico” de mejora de la resiliencia,
que es una secuencia muy sencilla: (1) situación en la que el perro se siente socialmente arropado + (2) frustración
leve sobre algún objetivo de carácter individual + (3) cariño y conexión emocional activa entre el perro y un sujeto
querido hasta que se desconecta por completo de su objetivo.
La existencia de una red social saludable es el factor que más ayuda a desarrollar los máximos de resiliencia
posibles, pero el segundo es que las situaciones que no sea capaz de resolver resulten negativas de manera suave.
Esto es porque la frustración de alta intensidad crea huellas emocionales insalubres, favorece la reactividad y la
pérdida de control y con ello, como efecto colateral, disminuye la posibilidad de percibir que se está con alguien
querido, lo que hace desaparecer los beneficios de sentirse sostenido por el cariño durante ese momento difícil.
(1) Nuestra primera medida, el inicio de la secuencia de trabajo, es asegurarnos que el perro tiene en marcha
sus motores sociales, que recibe nuestro afecto y responde a él: podemos decirle palabras cariñosas y el perro
responde a ella ofreciéndonos su atención y generando señales afiliativas hacia nosotros para evaluar esto. Si el
perro es incapaz de conectar de este modo con nosotros no estamos en las mejores condiciones para entrenar la
resiliencia. Como muchos perros al pasear tienen dificultades para lograrlo, puede ser una buena idea, ante las
dudas, trabajar dentro de casa, donde la mayoría de perros responde perfectamente al cariño ofrecido por las
personas que le quieren.
(2) Cuando se cumple la condición anterior, prepararemos algo que deseey que, de algún modo, le
impediremos alcanzar. Pero la intensidad con la que quiera alcanzarlo no debe ser muy fuerte, lo que podemos
lograr con:
a) La calidad de lo que ofrecemos –por ejemplo podríamos poner un pocode su pienso en una pequeña jaula
fijada al suelo para que no pueda comerlo, incluso podemos bajar más su valor usando un pienso light de esos
que hacen que los perros se planteen pedirnos el libro de reclamaciones.
b) El estado previo del perro, podemos hacer el ejercicio de mejora de laresiliencia después de que haya
comido o cuando esté muy cansado tras un buen paseo, para que así sea él quien se encuentre en una situación
que le haga estar poco insistente.
Para impedirle que alcance su objetivo podemos limitarnos a dejarlo accesible al olfato, pero inalcanzable, como
al fijar la jaulita con comida a algún sitio, y simplemente esperar a que abandone sus intentos de comerla para ir al
siguiente paso, sin embargo esta táctica hace largo e impredecible el trabajo: unos días puede tardar mucho y otros
muy poco. Así que podemos usar recursos que tengamos para acelerarlo, el uso del no informativo –cuyo
entrenamiento se expone en nuestros protocolos generales- es una opción que acelera mucho los resultados y que
además facilita que el perro se mantenga conectado con nosotros durante todo el proceso.
Pero no es la única manera, a mí, por ejemplo, me gusta hacer de vez en cuando algún juego de “vamos Toby,
corre conmigo…” en el que alargo el tiempo y, cuando el perro empieza a considerar que quizá no merece la pena
tanto esfuerzo para lograr la comida/juguete, me dirijo hacia algún lugar donde pueda dejar el plato fuera de su
alcance y su vista, no entregándoselo. Provoco un nivel bajo de frustración en un perro que habitualmente hace
este juego y logra la comida/juguete sistemáticamente (no puede hacerse sin este prerrequisito de historial de
éxito), pero lo hago en un momento en el que baja su interés. Estas dos condiciones: historial de éxito y descenso
del interés, aseguran que será capaz de superar sin problemas el malestar emocional que le producirá no lograr su
objetivo, mejorando su resiliencia.
(3) Cuando el perro ha abandonado su objetivo le ofrecemos cariño y le proveemos de andamiaje social (de nuevo
remito a los protocolos generales para saber cómo entrenar y usar el andamiaje social de manera óptima y
estructurada) para que la frustración se disipe saludablemente y la resiliencia mejore. Nuevamente hemos de
evaluar si lo recibe a través de su atención sobre nosotros y la aparición de señalética afiliativa, si bien debemos
considerar que en estas circunstancias emocionales pasarán dos cosas: (1) la afiliación será menor que la que
teníamos al inicio, pues el proceso de renuncia por el que ha pasado le afecta, además (2) puede aparecer señalética
ambigua o alguna conducta que indique estrés en el perro. Esto es normal y no resulta problemático si también
aparece una afiliación de calidad, si no es así es que la dificultad ha sido demasiado alta. En caso de suceder esto
nosotros disponemos de un comodín: nuestros protocolos del espacio de calma, del paseo tranquilo y los trabajos
de olfato, que nos aseguran que el perro terminará positiva y relajadamente la situación. Sin ellos podríamos
plantearnos alguna alternativa casera, como esparcir comida por el suelo para que la busque, pero lo mejor sería
trabajar con intensidades menores, que no requieran reajuste posterior.
❚ Nivel de estrés
El estrés no es por sí mismo un problema, es un mecanismo adaptativo necesario, eficaz y conveniente para
afrontar las situaciones novedosas. Pero cuando se pone en marcha demasiadas veces y/o con demasiada
intensidad, cuando el cuerpo no tiene tiempo suficiente para recuperarse de la sobreactivación física que genera
en el organismo, va acumulándose un nivel cada vez mayor de estrés residual, lo que a partir de un determinado
punto será incompatible con la salud emocional del perro.
El estrés residual, potencia la reaparición del estrés ante nuevas situaciones que no hubieran sido estresantes sin
él, y dificulta la gestión de las emociones, particularmente de las negativas. La reducción de estrés, en caso de ser
necesaria, será un trabajo fundamental para restaurar la salud emocional del perro.
Trabajos de olfato: Promueven la concentración relajada, la motivación mantenida, las estrategias de solución
que requieren continuidad y consistencia en el comportamiento, por todo ello generan estados emocionales
óptimos y recursos de afrontamiento que potencian la buena gestión emocional. Son un gran recurso para mejorar
los problemas de estrés.
Conductas tranquilizantes: El autocontrol y la vuelta a la calma pueden facilitarse enormemente llevando al
perro a realizar una conducta que corte la sobreactivación generada por el estrés o que la canalice en un
comportamiento controlado. Esto puede hacerse tanto con modelados cómodos, un recurso muy útil, eficaz y
sencillo, como usando los espacios de juego y calma. Ambas cosas se explicarán con detalle más adelante.
Reconstrucción de la relación social: La falta de armonía en la convivencia con los individuos queridos por
el perro y que conforman su grupo social es un fuerte generador de estrés. Ante problemas de estrés siempre
debemos evaluar la calidad de las relaciones sociales del perro y, en caso de que no sean óptimas, mejorarlas. El
buen encaje social es quizá la mejor medida para evitar el estrés nocivo en un perro. Las normas de coordinación y
subordinación razonables y ordenadas son el primer elemento a reconstruir, sobre todo si el perro está adiestrado
de una manera abusiva.
Esto veremos cómo hacerlo al hablar de la dimensión social de la salud comportamental y al exponer los
protocolos generales y relacionales.
Reconstrucción del entrenamiento: No solo el entrenamiento abusivo es generador de estrés, las
incoherencias, inconsistencias o, sencillamente, el desorden en el entrenamiento son poderosos generadores de
estrés. Debemos evaluarlo para reconstruirlo en caso de ser necesario.
Cómo construir un entrenamiento saludable se explicará al hablar de los protocolos de adiestramiento
COGNITIVO-EMOCIONAL, en el siguiente libro de esta colección.
Prendas anti-estrés: Existen diferentes tipos, como camisetas, vendas, gomas planas para el hocico… que a
través del efecto calmante que tiene la presión moderada y continua sobre el cuerpo del perro, así como de otros
mecanismos fisiológicos y etológicos pueden ayudarle a superar el estrés. Estas prendas pueden ponerse durante
un tiempo antes de la situación estresante, para disminuir la activación del estrés, y/o de manera relativamente
continuada durante los momentos de vida normal para eliminar el estrés residual e inducir –o al menos facilitar-
calma.
Aumento del ratio de problemas solucionados: Aunque el ratio óptimo para el aprendizaje sea 80/20
de éxitos/fracasos, cuando los perros tienen problemas de estrés puede convenir aumentar el porcentaje de éxito
ante los problemas para generar una mayor seguridad emocional del perro en sus recursos de afrontamiento. Para
ello disponemos de dos caminos principales (1) adecuar el nivel de dificultad y (2) darle ayudas al perro para resolver
correctamente cuando le esté resultando demasiado difícil hacerlo. En algunos casos se hace necesario llegar
prácticamente hasta un 100% de éxitos.
Masaje: La inducción de calma física que aporta el masaje de calidad es de gran ayuda para recuperarse del
estrés y dificultar su aparición.
Feromona Apaciguante Canina (DAP): Las feromonas son sustancias químicas segregadas por una especie
para provocar determinadas conductas al ser captadas por otros individuos, normalmente de la misma especie. En
los perros, las hembras lactantes segregan una feromona destinada a calmar a los cachorros, esta feromona se ha
sintetizado y puede usarse como elemento de ayuda para eliminar el estrés o prevenirlo. Existe en diferentes
presentaciones, normalmente collares y difusores, estos últimos suelen ser mucho más eficaces por la continuidad
y homogeneidad de liberación de la sustancia que permiten.
Compañía y cariño: Sabemos que la compañía de un individuo querido en las situaciones estresantes hace
que estas se perciban de manera más positiva y se genere una activación menor del estrés. Si esa persona querida
además da muestras de cariño y apoyo cuando el perro inicia alguna estrategia adecuada para solucionar dicha
situación aumentamos el efecto normalizador de su presencia. La persona de referencia también puede aportar
ayudas para que el perro encuentre la solución, como veíamos al hablar del ratio de problemas solucionados.
Actividades lúdicas: Las actividades lúdicas que exigen concentración, autocontrol y aprendizaje de destrezas
cuando se hacen de manera voluntaria y son emocionalmente positivas resultan óptimas para recuperarse del
estrés y prevenirlo.
Aunque recomendamos el uso del espacio de juego, que nos permite dosificar y regular perfectamente la manera
de jugar del perro, cualquier juego es valioso, jugar con otros perros en el parque, con personas queridas de manera
intuitiva…
Aumento de actividades sociales: Las actividades sociales sencillas, colaborativas y poco exigentes tienen
un efecto normalizador y reductor del estrés, por lo que es buena idea aumentarlas. El adiestramiento puede tener
este efecto cuando se realiza de manera adecuada a nivel técnico y enfatizando el proceso de enseñanza-
aprendizaje, sin priorizar los resultados.
Paseos tranquilos: El pasear a un ritmo suave, sin metas de llegada concretas y atendiendo al entorno objetual
de manera relajada es una de las mejores maneras de eliminar estrés residual. Luego aprenderás a hacerlo con
nuestro protocolo Correa floja, perro feliz.
Curas de reposo: Hace tiempo se consideraban una de las mejores maneras de eliminar estrés, aunque ahora
se sabe que son más eficaces las actividades lúdicas y sociales, las curas de reposo siguen siendo una opción viable
para algunos casos.
Análisis tetradimensional del trabajo de reducción del estrés
Para algunos de nuestros protocolos más amplios o complejos disponemos de un desglose detallado sobre qué
queremos lograr en cada una de las dimensiones del comportamiento del perro con su aplicación y qué motores
comportamentales deben provocar principalmente los cambios.
Denominamos coloquialmente “motores” de comportamiento a los diferentes procesos y mecanismos que
pueden llevar a un perro a generar conducta, tales como el condicionamiento clásico, el estado emocional o el
condicionamiento operante. Puesto que en nuestra propuesta es relevante cuál o cuáles de ellos son los principales
responsables en los diferentes protocolos, lo indicamos de manera que no tengamos el problema de estar logrando
conducta a través de mecanismos que no tendrán los efectos amplios que deseamos en las cuatro dimensiones del
perro.
El plantear objetivos tetradimensionales mensurables/observables –ya sea directa o indirectamente- nos permite
no perdernos en lo que buscamos, evaluar fiablemente el avance y comprobar la solidez de la intervención
comportamental.
Así pues, respecto al trabajo de reducción del estrés tendríamos que:
• Motores de comportamiento
– MOTOR PRINCIPAL DE CONDUCTA/APRENDIZAJE: Emoción.
– MOTORES SECUNDARIOS DE CONDUCTA/APRENDIZAJE: Aprendizaje respondiente, afecto, aprendizaje
operante y solución de problemas.
• Objetivos tetradimensionales OBJETIVOS FÍSICOS:
− Conseguir relajación corporal.
− Restaurar los ciclos de sueño saludable.
− Restaurar el apetito.
− Mejorar o eliminar síntomas físicos del estrés: caída del pelo o poca calidad del mismo, jadeo excesivo…
− Desactivar la activación fisiológica de corto plazo que provoca el estrés y llevar al perro al estado saludable de
homeostasis física.
OBJETIVOS EMOCIONALES
− Conseguir que el perro se calme y estabilice emocionalmente.
− Eliminar la emocionalidad negativa ante situaciones nuevas o potencialmente agradables.
− Disminuir las respuestas excesivamente emocionales.
− Estabilizar el humor.
− Eliminar el nerviosismo.
− Mejorar la conversión de emoción en motivación mantenida.
− Eliminar la ansiedad.
− Restaurar la calidad y duración de la fase de resistencia al estrés29.
OBJETIVOS COGNITIVOS
− Restaurar las capacidades de aprendizaje.
− Restaurar y estabilizar las conductas del perro, tanto las solicitadas por el tutor como las realizadas por él de
manera autónoma.
− Restaurar y potenciar la actuación prospectiva del perro.
− Promover la aparición de conductas de bienestar o confort. − Mejorar la capacidad de
concentración.
OBJETIVOS SOCIALES
− Restaurar la relación social saludable y la confianza del perro en las personas y/o perros con los que convive.
− Disminuir las señales de apaciguamiento y/o amenaza.
− Reconstruir la relación social con el perro de manera que sea un estabilizador del humor, un anclaje
motivacional para realizar comportamientos saludables y un generador de calma, confianza y seguridad en sí
mismo.
− Construir una relación responsiva con el perro, en la que adaptamos nuestra activación tetradimensional
respecto a la situación y momento, para que le sirva de apoyo continuado ante nuevas situaciones.
Cómo hacer emocionalmente más saludables las relaciones sociales de los perros
Desarrollaremos el tema de las relaciones sociales más adelante, pero es necesario al menos mencionarlo aquí y,
además, recordar que la salud comportamental es un todo y que sus dimensiones dependen unas de otras para
ofrecer un conjunto sólido. La emocionalidad saludable no es posible sin unos mínimos relacionales.
Debemos intervenir en la conducta del perro y en su entrenamiento no solo desde el cariño sino usando el cariño
de forma activa y ética para construir el trabajo. Como he dicho antes: basta de hablar de cariño y luego usar solo
refuerzos individuales, la motivación social debe pasar a ser nuestra principal herramienta técnica, el cimiento del
entrenamiento y la educación.
Cómo construir un entrenamiento saludable se explicará en el siguiente volumen, al hablar de los protocolos de
adiestramiento COGNITIVOEMOCIONAL. No os quejéis, please ¿no habéis visto el tamaño que ya tiene este? Pues
eso.
Los perros necesitan de un mínimo de tiempo relajado en común con las personas y/o perros con los que conviven
sin estar realizando ninguna labor concreta destinada a un fin. En todos los mamíferos sociales el tiempo en común
dedicado a la interacción cariñosa es un reconstructor de la relación social y un cimiento de la salud emocional.
El perro es un animal social, para ser feliz y socialmente saludable debe tener un entorno social, conviviendo y
manteniendo contacto continuado, suficiente y positivo con otros sujetos.
La búsqueda de la salud comportamental en esta dimensión del perro es central en las intervenciones sobre el
comportamiento canino, algo que de manera más o menos consciente, más o menos intuitiva, sabemos todos los
profesionales del comportamiento canino.
Los perros aislados no tienen posibilidad de desarrollarse saludablemente. Por tanto sabemos que el perro debe
tener relaciones sociales, pero ¿cuánto es lo adecuado? ¿cuantas más mejor? ¿con perros y con personas?
La felicidad del perro y su salud social no implica, ni que deba ser capaz de hacerse amigo de cada perro o persona
que conozca, ni que deba encontrarse en una posición jerárquica determinada. Son nuestras ideas preconcebidas,
nuestros sesgos, quienes nos susurran que unamos la idea de salud social con nuestros prejuicios, con nuestras
creencias, en un sentido u otro para darles carta de existencia y solidez.
Por eso lo primero que debemos hacer es definir qué es la salud social y de esa definición sacar cuánto es ese
“suficiente y positivo”.
La salud social es la influencia en el bienestar de un individuo que tienen su (1) capacidad para interactuar e
integrarse con otros sujetos y (2) las interactuaciones e integración con su grupo social.
De aquí deducimos que hay dos cosas necesarias para que el perro pueda aspirar a la salud social, la primera está
implícita en la definición: la pertenencia a un grupo social. La segunda se menciona de forma explícita: la forma de
interactuar con dicho grupo social y la calidad de su integración en él. Analicémoslas.
Conflictos
Las situaciones de conflicto son parte de la organización dentro del grupo social, pues sirven para regular las
relaciones de sus miembros entre sí, además de para gestionar los recursos, pero pueden hacer imposible la salud
social…
A. ...Cuando son muy frecuentes, incluso si se solventan sin llegar a la pelea. Es evidente que una relación
en la que cada vez o casi cada vez que se interactúa surge un conflicto es insalubre, aunque no se llegue a la
pelea. La acumulación de tensión emocional que implica es incompatible con la salud. Por ello, cuando más
de un veinte por ciento de interacciones sociales son conflictivas la salud social empieza a resentirse.
B. ...Cuando los conflictos provocan peleas con frecuencia. Los perros tienen una señalética que les permite
ritualizar sus conflictos, solventándolos sin necesidad de pelear. Cuando un conflicto termina en pelea o
agresión es que estos mecanismos sociales no han funcionado correctamente. Entre perros del mismo grupo
social pueden surgir excepcionalmente peleas o agresiones, pero si es frecuente que sus conflictos lleguen a
ese punto su salud social está tocada. Con respecto a personas es más grave, y la agresión no ritualizada hacia
una persona implica siempre un problema social.
Miedo
He incluido, lo que puede resultar chocante, la posibilidad anecdótica de la aparición de miedo en interacciones
sociales saludables. Esto debe ser explicado, para evitar sobreinterpretaciones problemáticas, ya sea para los
perros, ya sea para la imagen del autor ante los lectores.
En las relaciones sociales pueden surgir, aunque sea muy escasamente, situaciones en las que la interacción con
otros individuos cause miedo al perro sin que exista abuso o maltrato.
Los perros pueden asustarse por acciones de personas queridas ante situaciones como una caída con cajas, una
reacción de dolor al golpearnos el perro cuando nos saluda (ya sabemos que, debido a la ley de Murphy, tienen una
gran capacidad para acertar donde más duele), o al vernos con una ropa particularmente extraña, voluminosa o
estridente.
Con otros perros queridos pueden suceder interacciones bruscas durante el juego que les hagan caer, causándoles
fuerte sorpresa y/o algo de dolor, lo que puede hacer que se muestren asustados. Por ejemplo: recuerdo cómo una
vez Cata jugando con Gastón le hizo caer del sofá, él que es mucho más fuerte, pero también muy sentido, se mostró
profundamente asustado y durante un buen rato no quiso acercarse a ella. Incluso a la hora de dormir evitó hacerlo
cerca suyo, por si acaso. Al día siguiente todo estaba olvidado y eran nuevamente los mejores amigos.
Son estrictamente estas situaciones que he descrito por las que no se puede excluir la aparición de interacciones
que causen miedo dentro de una relación saludable, jamás por pegar al perro, intimidarle u otros abusos voluntarios
equivalentes.
¿Tutelar al perro?
Vemos que la base de que la tutela sea lícita está en que el otro sujeto no pueda cuidarse completamente por sí
mismo en sus circunstancias normales de vida ¿esto sucede en el perro?
El perro debe integrarse en un entorno social y físico complejo, que no puede gestionar por sí mismo: la necesidad
de vacunas, las normas de tránsito seguro en las zonas urbanas, la relación con otros sujetos de diferentes especies
(no se puede uno comer al gato del vecino) y, en general, habitar en el que es nuestro nicho ecológico hace que el
perro doméstico que convive con personas sea incapaz de cuidarse y desarrollarse por sí mismo de manera
suficiente. De hecho la ciencia del comportamiento nos muestra que buena parte de las adaptaciones evolutivas
que han tenido se dirigen hacia una mayor dependencia y aceptación de las decisiones de las personas con las que
conviven. La importancia y eficacia del andamiaje social es consecuente con ello.
Por tanto el perro debe ser considerado de manera equivalente a un menor, pues se encuentra en el mismo caso:
no puede decidir vacunarse o ir a la escuela, cosas que perros y niños preferirían no hacer porque no entienden los
beneficios que implican para su seguridad y desarrollo. Incluso la manera de cruzar un calle ha de ser decidida por
el tutor para la seguridad de los tutelados.
Lo cierto, es que decidimos por el perro y además este no tiene posibilidad, ni capacidad para hacerlo respecto a
elementos fundamentales de su seguridad y calidad de vida: no puede elegir el alimento más adecuado, no puede
decidir cuándo y dónde ir, no puede saber cuál es el efecto de la vacunación, y por ello no puede decidir vacunarse…
quien plantea la horizontalidad en la relación con el perro se limita a usar eslóganes: con los niños y los perros la
relación es necesariamente vertical, pero no por rollos de dominancias o deseos de poder y control, sino por su
misma naturaleza. Es asumiendo lo inevitable de esa verticalidad como podremos organizarla de manera ética,
como una tutela, y buscando que esté al servicio del tutelado.
Ahora bien, decidir, imponer límites y exigir comportamientos a otro sujeto no es moco de pavo, por eso existen
unas reglas que nos garanticen no abusar de la tutela.
¿Cuándo?
Estas decisiones, límites y acciones solo pueden ser tomadas por el tutor contrariamente respecto a los deseos
del tutelado en aquellos casos en los que el tutelado no tenga la capacidad suficiente para comprender las
implicaciones de su comportamiento en su desarrollo y bienestar presente y/o futuro, debiéndose tomar siempre
con el objetivo de mejorar dichos desarrollo y bienestar del tutelado, y no el de obtener ningún beneficio directo
para el tutor.
• Límites a los límites
El tutor no puede actuar libremente para imponer decisiones y acciones al tutelado, su criterio estará siempre
subordinado a dos limitaciones básicas: (1) si el tutelado puede decidir por sí mismo correctamente el tutor no debe
decidir por él, (2) sus decisiones estarán basadas en las evidencias objetivas de que son la mejor opción para el
tutelado. Desarrollemos un poco estos conceptos.
En los casos en los que el tutelado pueda elegir correctamente su actuación de manera autónoma no solo se le
debe permitir, sino que es una obligación del tutor promover que lo haga. Así, no sería una tutela ética el impedir a
un niño jugar con otros por su raza o no dejar sistemáticamente a un perro de pelo largo y blanco jugar con otros
para evitar que se manche. Esa es, por cierto, la misma base conceptual que sostiene el enfoque gestionalista,
buscando su máximo desarrollo autónomo.
Como hemos visto, tampoco deberíamos buscar que el perro al quedarse solo en casa no interactuase con su
entorno y lo modificase, sino que debemos promover que se sienta libre para interactuar con él, pero de manera
compatible con las normas de convivencia social.
Lo que los perros puedan decidir por sí mismos adecuadamente no debe ser decidido por el tutor.
Las decisiones, límites y acciones que el tutor imponga al tutelado no pueden ser caprichosas, deben estar
justificadas de acuerdo a los conocimientos del momento sobre lo que será más saludable y adecuado para el
tutelado, incluso cuando estas decisiones, límites y acciones fueran en contra de las creencias del tutor.
Puesto que ahora el conocimiento muestra que la vacunación temprana es la mejor elección tanto para cuidar la
salud pública, como para cuidar la salud individual del tutelado, el tutor está obligado a decidir en consecuencia y
vacunar al perro (o niño). Aunque crea que las vacunas no tienen efecto.
Las decisiones de tutela responsable deben basarse en la evidencia y no en las creencias.
¿Cómo?
En muchos casos la tutela se ejerce de manera indirecta, sin necesidad de la interacción entre tutor y tutelado,
como al elegir la alimentación o lugares de descanso del segundo, o, como en el Kiwi-gate, donde Eva ejerció como
tutora velando por los derechos de Gastón a gestionar su entorno de forma autónoma, siempre que lo hiciese de
manera socialmente adecuada y segura.
Tutelar en estos casos implica tomar decisiones respecto a promover, permitir o impedir el acceso a unos u otros
recursos, elementos o posibilidades de acción de la manera más concordante con lo expuesto antes, que debe
buscar el bienestar y felicidad a largo plazo del perro.
Pero para la intervención comportamental nos interesa definir cómo emplear la tutela a modo de herramienta de
trabajo en las situaciones en las que perro y tutor están presentes y en las cuales tendremos que actuar de un modo
u otro para ayudar al perro a resolverlas de la manera más conveniente. Y esto implica usarla para construir un
andamiaje social consistente y eficaz.
Para que sea de máxima ayuda para el afrontamiento exitoso de situaciones la tutela debe mostrarse sólida en
tres aspectos: ofrecer (1) acompañamiento, que definiremos enseguida, unido a normas de (2) coordinación y (3)
subordinación razonables y ordenadas son los elementos molares de la tutoría responsable.
• Acompañamiento: el bueno
Hemos contado que el afrontamiento de situaciones estresantes es mejor cuando se hace acompañado de uno o
más individuos queridos, pero esto no es tan sencillo. El efecto del acompañamiento depende de tres factores: (1)
calidad de la relación, (2) perceptibilidad y (3) actividad del acompañante.
El cariño es la base del acompañamiento, pero si la relación es tensa, emocionalmente inestable o provoca
inseguridad, miedo u otras emociones negativas en el perro, su efecto disminuye hasta casi disiparse. Y aunque
quede algo del efecto de acompañamiento puede no ser suficiente para ser la base de un andamiaje social sólido y
operativo.
Además el acompañamiento es eficaz siempre y cuando la presencia del acompañante sea percibida por el perro.
Es decir, que si el perro se acercase, por ejemplo, a otro perro con el que no supiera relacionarse competentemente
y al atenderle deja de percibirnos por completo el efecto de acompañamiento disminuye, pudiendo incluso
desaparecer. Debemos ser capaces de mantenernos conectados con el perro durante las situaciones que tenga que
gestionar para poder servirle de ayuda, y es muy frecuente que justo entonces se desconecte por completo de
nosotros para enfocarse al máximo en el problema que afronta ¿no has visto cómo deja de percibirte un perro al
relacionarse con otro que le hace sentir incómodo? ¿no has notado que cuando encuentra un olor intensamente
interesante no te escucha e incluso se sorprende cuando “apareces” a su lado? En esas situaciones no le estás
acompañando, de andamiaje social ni hablamos.
Pero no basta que nos perciba también lo que hagamos influye en la sensación de acompañamiento. ¿Nunca has
ido a una fiesta en la que no conocías a nadie con un amigo que, nada más llegar, te deja solo y empieza a hablar
con el resto de invitados como si no existieses? Aunque esté ahí no nos sentimos acompañados, más bien lo
contrario. Si nuestra actitud es de indiferencia social no habrá acompañamiento alguno, incluso puede deteriorar
la calidad de nuestra relación afectiva con el perro, por ejemplo en las lúgubres sesiones de moldeado libre con
clicker, donde se pedía que el entrenador estuviera como un palo mientras el perro intentaba resolver estresantes
y caprichosos acertijos. Los perros aprendían que sus peticiones de ayuda y atención eran ignoradas, y, tras un
terrible estrés, abandonaban la idea de que les ayudaríamos cuando lo necesitasen.
• Coordinación: el feo
No suelen existir problemas intuitivos para entender la importancia de la coordinación, sin la cual no podría existir
el andamiaje social, la “herramienta” a nivel global con la que más y mejor podremos ayudar al perro a resolver
situaciones emocionales y/o relacionales complicadas para él.
La coordinación implica que perro y guía sean capaces de adaptar sus comportamientos a los que realiza el otro,
de manera que se favorezca que el perro alcance algún tipo de éxito en la situación en la que se encuentra. Que el
guía haga aquello que el perro necesita para avanzar en la dirección deseada.
Así puedo usar el código de comunicación para indicarle que está en el rumbo correcto o incorrecto, que lo que
elige me provoca unas u otras emociones sociales, puedo usar la correa para ayudarle a acercarse a algo o alguien
más allá de lo que haría por sí mismo, o para que se separe si necesita ser “rescatado” de una situación tensa en la
que sus emociones le impiden autocontrolarse lo suficiente como para apartarse por sí mismo antes de que
empeoren las cosas.
Puede parecer “feo” un trabajo gestionalista en el que el guía es muy activo, sobre todo en las dimensiones
emocional y social, porque a todos nos gustaría que el perro resolviera las situaciones de manera autónoma. Pero
los perros con problemas o bien se limitarán a quedarse en su zona de confort (donde pueden actuar sin que
aparezca ansiedad, ni malestar emocional y manteniendo su conducta completamente bajo control voluntario,
cognitivo), sin avanzar o lo harán de manera extremadamente lenta, insuficiente para alcanzar todo su potencial de
mejora. Al coordinarnos con él y darle soporte para saber qué hacer y cómo de bien está actuando podemos llevarle
hasta el máximo de mejora posible, de la mano, es cierto, pero una vez que el perro llegue allí empezaremos a
promover su autonomía.
La autonomía es el objetivo, pero no siempre puede ser el camino ¿lo he mencionado ya?
No lo es cuando el perro tiene problemas emocionales y/o relacionales serios. Abandonemos la idea de que
avanzará solo, porque es falsa e impide que llevemos a cabo una tutela responsable y le dotemos de un andamiaje
social suficiente.
• Subordinación: ¿el malo?
Otra cosa es hablar de subordinación, que a poco que conozcamos los abusos y maltratos a los que se ha sometido
a los perros históricamente, nos sonará a eufemismo para maquillar el uso de castigos, golpes o excesos autoritarios
para forzarles a realizar lo que deseemos. Para justificar con un lenguaje adecuado y estético que “debemos
demostrarles quien manda” (léase recio) y ese tipo de cosas asociadas30.
Esto es un problema, porque como sobrerreacción colectiva, y para evitar parecer sospechosos de trabajar de
formas abusivas, se evita hablar de la subordinación, de su importancia. Pero la subordinación es no solo
conveniente, sino imprescindible para llevar a cabo una tutela responsable. Es más, no solo es imprescindible, sino
que es inevitable y, empleada de acuerdo a los criterios de tutela responsable, buena para el perro.
Pero debe limitarse a que impidamos al perro hacer aquellas cosas que sabemos que le perjudicarán y llevarle a
que opte por las que serán beneficiosas para él, eso sí: siempre de la manera más amable que sea eficaz. Cuando
llevamos al perro a ser vacunado o le apartamos del cubo de basura con la correa estamos subordinando su
comportamiento a nuestros deseos, obligándole a actuar de una manera que no desea. Es lícito hacer esto, es lícito
y necesario subordinar al perro, pero no es lícito hacerlo de cualquier manera. Como decía (y como se explica en
detalle al hablar de ética y deontología al final del siguiente libro) debemos hacerlo de la forma más amable que
resulte eficaz, de la menos dañina para el perro. La necesidad de subordinación nunca es una justificación para el
maltrato.
❚ Comunicación
El perro necesita ser capaz de comunicarse con otros sujetos sociales, para ello debe primero (1) desear
comunicarse, después (2) emitir señalética social adecuada y ser capaz de (3) recibir e (4) interpretar correctamente
la que emiten otros sujetos.
Cuándo se pierde la salud social respecto a la comunicación
Cuando el perro no intenta comunicarse, emitir y/o recibir, con los sujetos queridos.
Cuando el perro no es capaz de comunicarse eficazmente, no emite señales adecuadas y/o no recibe o interpreta
bien las de otros sujetos queridos.
Este punto parece corto, lo sé, pero por ahora es suficiente. Se ampliará a lo largo del libro.
❚ Empatía
La capacidad para recibir y responder a los estados emocionales de los otros miembros del grupo social, la
empatía, es muy relevante para la convivencia y cuando no funciona adecuadamente en uno o varios individuos se
hará muy difícil o incluso imposible que el grupo funcione eficazmente, pudiendo ser un generador no solo de
problemas, sino de infelicidad permanente para el perro.
Es importante evaluar la empatía: pudiera suceder que un perro con limitaciones en este aspecto no generase
problemas reconocibles, sino que tenga una interacción insuficiente con el resto de personas y/o perros de la casa,
entrando en un aislamiento que impida su desarrollo pleno como animal social. En estos casos, por no ser el
comportamiento molesto o vistoso en ningún aspecto, los tutores del perro quizá no buscasen soluciones que le
permitieran integrarse felizmente con quienes le quieren.
❚ Intercambios afectivos
Un intercambio afectivo es la situación en la que al menos dos individuos interactúan con el único o principal fin
de que la interactuación les aporte un contacto emocional positivo por sí misma.
El afecto es la herramienta adaptativa que cohesiona los grupos de mamíferos sociales, los intercambios afectivos
son un elemento estructural para sostenerlos.
Para mantener la salud social debe haber suficientes intercambios afectivos de calidad.
Bicho de Fontemordant y Gastón, Asturbox Edipo, durante un intercambio afectivo (y Gastón
ganándose un sitio en el cielo, de paso). Fotografía Carlos Alfonso López.
❚ Gestión de conflictos
Otra de las capacidades centrales sobre las que reposa la salud social es la manera de gestionar los conflictos
entre los miembros del grupo, pues sin que existan mecanismos eficaces para evitar que cada problema entre ellos
se convierta en una pelea sería inviable la misma existencia del grupo social: tendría más inconvenientes y riesgos
que beneficios.
Los perros, como animales sociales que son, tienen herramientas para evitar llegar a la pelea cuando surgen
problemas entre ellos. Sin embargo estas herramientas pueden estar desafinadas por falta de uso, pueden tener
un historial de uso inadecuado o pueden estar limitadas por otros factores, como la expresión, tamaño o movilidad
de un sujeto.
Por esto es importante señalar que algo que muchos suponen que es una condición de las jornadas de
socialización no es tal, me refiero a la interacción libre entre los participantes, como se ve tanto en el ejemplo de la
labradora ultratolerante como de la dignísima shiba inu. En estos casos la interacción libre no solo no ayuda al
efecto socializador, sino que lo impide por completo. Es estupendo cuando una jornada de socialización permite a
sus participantes correr y jugar libres, pero esto no siempre es posible. En muchas ocasiones el contacto controlado,
ayudados por correas, estructuras de andamiaje social provistas por el tutor y construcción previa de conductas de
acercamiento competente son imprescindibles para el efecto deseado.
Una vez más: la autonomía y libertad del perro (en este caso para relacionarse competentemente) son la meta,
pero no necesariamente el camino para alcanzarlas.
Eso de que los perros se entienden y se ajustan por sí mismos es en el mejor de los casos una exageración
bienintencionada y en el peor una memez peligrosa para los perros cuya seguridad y salud tutelamos.
La cadena de tiendas deportivas Decathlon permite a los perros acceder a sus instalaciones, y
allí tienen estas pasarelas para probar zapatos de montaña. Dos por uno para Bicho de
Fontemordant: un sitio nuevo y un juego de avanza y resuelve. Fotografía Eva Alda.
Son situaciones que provocan una cierta inseguridad en el perro, que tiene la opción de no
abordarlas/abandonarlas si esta inseguridad le incomoda en demasía, o de avanzar consiguiendo premios y
refuerzos de diferente índole hasta completar el recorrido.
Las casas de la risa son situaciones en las que el perro tiene la opción de entrar en un entorno objetual que le provoca
una cierta inseguridad inicial, física y/o emocional y permanecer en él durante un tiempo realizando conducta
activa mientras mantiene una emocionalidad positiva reconocible para lograr algún refuerzo positivo del ámbito
objetual.
Como ejemplo de casa de la risa tendríamos las piscinas de bolas en las que hubiéramos colocado comida, de
manera que el perro tiene que entrar en ella e ir apartando las bolas para buscarla. También los laberintos de
sillas que hacen que el perro entre a buscar trocitos de comida entre sus patas, o las piscinas de globos
conteniendo comida, que el perro debe explotar para obtener, son casas de la risa clásicas ¡Pero si lo haces ten
cuidado con los perros que intentan comerse el plástico del globo! Para evitarlo no uses comida húmeda que
lo impregne de un olor apetitoso.
Ofrecemos al perro la posibilidad de abordar un ambiente que no controla por completo y permanecer en él
de manera interactiva, normalmente sin que pueda transitarlo de manera completamente cómoda.
Si nos fijamos, ambos protocolos tienen en común que:
(1) El perro puede elegir si entra o no entra voluntariamente, esto es devital importancia para que nunca se
encuentre en situaciones que sean demasiado para él: si no entra por sí mismo y le forzamos a hacerlo
podríamos estar poniéndole en una situación abrumadora.
(2) El perro puede abandonarlo en el momento en el que lo desee, por losmismos motivos que antes no debe
suceder que una vez dentro sienta que está atrapado35.
Por supuesto lo que sí podemos hacer es ofrecerle andamiaje social e incentivos interesantes –normalmente
en forma de comida muy apetecible- para que decida que le merece la pena afrontar el entorno novedoso y
cruzarlo/permanecer en él. Ese es justamente nuestro trabajo.
(3) Potencian el afrontamiento proactivo, la correcta gestión emocional, lapropiocepción, el autocontrol y la
generación de objetivos mentales prospectivos, así como la gestión de estímulos y/o situaciones aversivas. Lo
que diferencia un juego de avanza y resuelve de una casa de la risa es que en el primero el perro debe entrar y
cruzarlo, yendo del punto A al punto B, para lograr lo que le interesa mientras que el segundo debe entrar y
permanecer allí haciendo algo para obtener su objetivo. Esto es importante para su diseño.
Los juegos de avanza y resuelve son más eficaces para lograr un afrontamiento más corto, activo y resolutivo
de la situación, que prepara al perro para solventar asertivamente situaciones puntuales de incomodidad, al
tener un final marcado, mientras que las casas de la risa plantean una mayor calma, tiempo de permanencia y
afrontamiento calmado, ayudando al perro a desarrollar las capacidades necesarias para optimizar, adaptarse
y positivizar ambientes subóptimos en los que deba permanecer un tiempo.
¿Cuándo y cuánto tenemos que socializar a nuestros cachorros?
Hemos visto lo que tenemos que hacer, pero es necesario incidir en el momento adecuado. Es evidente que lo
ideal es hacerlo durante los periodos sensibles del cachorro, pero eso no implica (-1) ni que sólo trabajemos en ese
periodo, (-2) ni que si por cualquier motivo, una enfermedad del cachorro por ejemplo, se hace imposible o
insuficiente socializarle en ese lapso todo esté perdido.
Durante toda la cachorrez del perro hemos de proveerle de experiencias relacionales y objetuales de calidad, pero
se ha comprobado que déficits de socialización en periodos sensibles pueden compensarse en mayor o menor
medida con trabajo de socialización posterior. Así que el periodo sensible debe considerarse un marco de trabajo
perfecto, pero no exclusivo para socializar al cachorro.
• Más NO es mejor
Tenemos una definición que nos permite ver qué tipos de cosas debemos hacer, pero aún no es suficiente para
empezar a trabajar.
Ya conocemos la medicina, pero aún no sabemos la dosis. Y es bueno recordar el aforismo de Paracelso: en la
dosis está el veneno. Lo que causa el efecto beneficioso de un fármaco es su dosificación, la gente se suicida con las
mismas pastillas que le curarían tomadas en mucha menor dosis. Pero si se diluye demasiado desaparece el efecto
por completo, como sucede con la homeopatía.
Debemos olvidarnos de la idea de “cuanto más, mejor” y determinar objetivamente cuántas situaciones de
socialización son las adecuadas respecto a un periodo de tiempo para que el trabajo sea de calidad.
Ahora hablo con mucha seguridad de que más no es mejor, pero esto no siempre fue así. Yo también tenía la
intuición de que si podía llevar a los cachorros continuamente a lugares nuevos y a conocer otros individuos les
estaría socializando de la mejor manera posible. Yo también he pasado el síndrome del entrenador que vive en el
campo y que siente que no está dándole a su cachorro toda la variedad y cantidad de experiencias que debería, y
he intentado compensarlo dedicando todo mi tiempo libre a llevarle en el coche de un sitio a otro.
Pero hace unos años empezó a intrigarme que se veían muchos perros –en particular de razas sensibles- en manos
de competidores o profesionales del comportamiento canino que mostraban miedos e inseguridades que se
achacaban a una mala socialización. En concreto a déficits de socialización: el perro no había ido a tantos sitios
como debía.
Lo cierto es que había muchos de ellos que recibieron lo que entonces yo creía que era un trabajo modélico de
socialización: desde que el cachorro llegaba a casa con una edad correcta, criado por un criador responsable y
amante de la raza se le empezaba a llevar a mil sitios y situaciones nuevas. Se reservaban tardes para ir al
aeropuerto, a las fiestas del barrio, al centro comercial…
Todos los días se trabajaba para evitar que el cachorro llegara a ser uno de los ejemplares que se afectaban
exageradamente, además en muchos casos los tutores preocupados de estos perros eran profesionales o
competidores del adiestramiento, con un nivel de conocimiento, experiencia e implicación superior a la media.
Al hacer un pequeño censo (sin rigor de estudio) entre conocidos encontré un dato preocupante: en estas razas
sensibles, el porcentaje de perros con miedos/sensibilidades era igual entre aquellos cuya socialización
aparentemente era modélica y entre los que estaban a la buena de Dios, criándose en perreras u otros tipos de
aislamiento.
Esto nos podría llevar a pensar que este problema era totalmente innato y resultaba indiferente lo que hiciésemos
durante el tan temido periodo crítico.
Pero había dos datos que nos decían que esto no era así:
• El primero, el más general, eran los estudios en un abanico más ampliode razas que mostraban que los
individuos aislados tenían más problemas que los que entendemos por bien socializados.
• El otro era más especifico, si tomábamos un tercer grupo de individuosde estas razas, los que se habían
criado con lo que podríamos llamar un nivel intermedio de experiencias de socialización, encontrábamos que eran
estos los que mostraban un número sustancialmente menor de problemas.
Este grupo eran en su mayoría los que vivían y se habían criado con particulares, que llevaban el perro a los
mismos sitios de paseo una y otra vez, también había entre ellos profesionales menos entusiastas, que cuando
podían iban a algún sitio nuevo, pero sin hacer de ello una obligación diaria. Y eran los que tenían más calidad de
carácter en sus perros.
Obviamente se deduce que hay un rango óptimo de salidas a sitios nuevos, pero a mi me interesaba saber el
porqué más que encontrar dicho rango a través de un análisis estadístico.
Intentemos acotar el límite máximo ¿sería bueno que el cachorro estuviera veinticuatro horas haciendo trabajos
de socialización? Parece evidente que no: necesita dormir y descansar en algún momento. Este es el argumento
que, detallándolo, nos permite encontrar los máximos adecuados.
Porque toda experiencia de socialización de las descritas implica generar estrés en el perro, al fin y al cabo el
estrés es una respuesta para adaptarse a lo nuevo y la socialización se basa en gran medida en ofrecer novedades
de diferente tipo al cachorro.
El estrés genera una activación extra del organismo. Aunque se supere correctamente será necesario un tiempo
mínimo para que el perro se recupere y no acumule estrés residual, esto sucede también con los procesos de eustrés
(estrés con valencia emocional positiva).
Al hacer tantas salidas a ambientes nuevos los perros más sensibles se sometían a una activación continua del
estrés: cuando llegaba la siguiente salida aún no se habían podido recuperar, hasta llegar al punto donde la
acumulación de estrés residual hacía el mismo efecto nocivo que la falta de socialización. Y quien piense que no hay
que recuperarse del estrés positivo que después de una vacaciones activas y estimulantes no vuelva a decir que
necesita un par de días de recuperación antes de volver al trabajo.
Por lo anterior, debemos tomar preocupación especial en que el cachorro se recupere y elimine el estrés residual
correctamente: jugando con perros o personas conocidas en un ambiente seguro, recordemos que personas y
lugares habituales (¡y seguros!) son un inductor de calma en mamíferos sociales. Además en la socialización es más
importante la interacción continuada con individuos conocidos (miembros del grupo familiar y grupos con contacto
continuado y frecuente) que la introducción en ambientes nuevos, y nosotros trabajábamos como si el único
elemento socializador fuera lo novedoso. Error.
También el tiempo de descanso es importante. Los masajes ayudan si el perro los acepta (en Dinamarca y Noruega
empiezan a ser habituales los masajistas de perros a domicilio, y los agilitistas son uno de sus principales clientes).
El máximo de socialización es conceptualmente claro: cuando después de una sesión el perro muestra haberse
recuperado por completo del estrés que le ha causado podemos hacer otra.
Con respecto al mínimo de sesiones no es tan sencillo, intenté evaluarlo de manera operativa como hago con las
sesiones de entrenamiento, considerando que estaba en el punto donde no existía un cambio en la dirección
deseada de una sesión a otra, pero al hablar de socialización los cambios a veces son demasiado indirectos o pueden
no producirse por motivo de diferencias en el comportamiento de otros individuos.
El rango mínimo que planteo es de una sesión cada dos semanas para cada uno de los tipos de actividad, pero
esta es una frecuencia que hemos determinado exclusivamente de manera empírica: comprobando que con ella se
obtiene en la mayoría de los casos una socialización saludable, pero quizá el mínimo real sea aún menor. No lo
sabemos.
En todo caso consideramos que la frecuencia óptima de trabajo es de dos, máximo tres, salidas semanales a lo
nuevo –sea un nuevo entorno objetual, o la interacción con nuevos sujetos sociales- y que a partir de ahí empieza
el riesgo de exceso.
¡Pero de jugar con los amiguetes y resolver no hay más límite que el del cansancio! Así que: Más parque y menos
experiencias nuevas. Más juguetes interactivos y menos aeropuertos.
Sí debe señalarse que las experiencias de novedad social tienden a reducir la atención sobre las novedades
objetuales que aparezcan simultáneamente. Teniendo esto en cuenta podemos ajustar aún más nuestro trabajo: el
centro canino a donde acudimos a una jornada de socialización no contará como nuevo entorno si el cachorro solo
se fija en sus nuevos amigos. Esto puede aprovecharse: si nos planteamos llevar los cachorros a un lugar nuevo muy
complicado, como por ejemplo al metro, que sea un grupo y no un solo perro puede facilitar que se fijen un poco
menos en todas las cosas extrañas y las acepten con más facilidad. Porque con los amigos todo es más divertido y
se contempla con otros ojos. Y es que las capacidades sociales de los perros no están solo para que nos quieran,
sino para ayudarles a entender, aceptar y empoderarse de un entorno tan extraño como el de las personas.
❚ Tabla de las bases sociales de la salud comportamental y la manera de mejorar cada una de
ellas
Tabla 4: Bases sociales de la salud comportamental y protocolos y recursos para su mejora.
❚ La programación del trabajo sobre la salud social (y de la educación, dicho sea de paso)
Hemos visto que, en muchos aspectos, la salud social depende de lo que sucede en porcentajes del tiempo total
de interacciones sociales.
Esto tiene consecuencias, al planificar la mejora de la salud social o al plantearnos una intervención
comportamental referida a comportamientos principalmente sociales debemos adecuar lo que hagamos al objetivo
amplio de alcanzar o mantener los porcentajes saludables de tiempo social de calidad.
A causa de la necesidad de este equilibrio porcentual para mantener la salud social programaremos nuestras
medidas de intervención, tanto para (1) mejorar la salud social, como para (2) trabajar sobre el problema relacional
–en caso de haberlo- de manera que se tome en consideración cómo afectarán al cómputo del conjunto del tiempo
social del perro.
Y no siempre se hace, los entrenadores tendemos a una visión demasiado enfocada en la conducta o la sesión
concreta de trabajo, no dándole la importancia suficiente a la manera en la que nuestro trabajo puntual encaja y
afecta al conjunto de la vida del perro. Una de las ideas que se reiteran en este libro es la importancia de abandonar
el sobreenfoque actual en el problema, mirándolo como a través de una mira telescópica, y empezar a basarnos en
la visión de conjunto, en el gran angular que nos permite ver al perro en toda su extensión.
Recordemos que la educación, el desarrollo de las capacidades de competencia social, es un fenómeno emergente
que superviene del correcto desarrollo e interacción de todas y cada una de las dimensiones de la salud
comportamental: la emocional, la física, la cognitiva y, particularmente, la social. Por ello, enfocarnos en una
situación problemática y trabajar de forma insistente y repetitiva sobre ella podría alterar el balance necesario para
que se construya la salud comportamental. La educación no es la suma del aprendizaje adecuado para cada
situación social, sino la construcción y aplicación de una serie de capacidades de base. Solucionar un problema
relacional que causa peleas en un perro que no tiene intercambios afectivos o actividades conjuntas suficientes y
de calidad es, sencillamente, inviable, porque las capacidades de gestionar conflictos se desarrollan en gran medida
sostenidas por dichos intercambios afectivos y actividades conjuntas.
La educación superviene de un conjunto de características que se dan de manera simultánea y coordinada, no de
la solución de un problema de comportamiento. La educación no surge de la ausencia de problemas sociales, una
vez más el enfoque de “quien no está mal es que está bien” es destructivo para ayudar a nuestros perros a
desarrollar sus competencias en un nivel que les permita su desempeño autónomo en su entorno, en este caso, en
su entorno social. Solucionar problemas de comportamiento no es educar, y los entrenadores todavía tendemos a
pensar equivocadamente sobre este punto.
Es, por ejemplo, usual que al trabajar sobre un problema relacional incidamos tanto en sesiones que “enfrentan”
al perro a su problema, que rompamos los porcentajes saludables de una socialización segura, necesarios para
mantener su salud social. Esta forma de actuar, por desgracia frecuente, va minando su salud social y no permite el
éxito a largo plazo, aunque en el momento podamos controlar la situación concreta que detonaba el problema
relacional. El resultado es pan para hoy y hambre para mañana, podemos estropear cosas más relevantes que la
que arreglamos.
Cualquier intervención sobre la conducta social de los perros debe programarse tomando en cuenta cómo
afectará al tiempo total de interacción social de cada perro concreto.
La consecuencia directa es que suele ser necesario aumentar el volumen de tiempo social de calidad cuando
intervengamos en un comportamiento relacional problemático, y hay que grabárselo a fuego en la cabeza: si hago
tres sesiones semanales en las que llevo al perro a una situación conflictiva será más que probable que tenga que
hacer cinco o seis sesiones de actividades sociales integradoras para que compensen el efecto negativo sobre la
salud social de las primeras.
Una forma fácil de recordarlo es asumir que a cada sesión de trabajo sobre un problema le correspondan al menos
dos sesiones destinadas a dar volumen al tiempo social de calidad del perro.
Es decir, que cualquier trabajo de calidad que toque esta dimensión del perro debe programarse de manera que
aportemos suficiente volumen de tiempo social de calidad como para mantener la salud social en su conjunto.
Existen, como para las demás dimensiones de la salud comportamental, una serie de protocolos que nos permiten
mejorar aquellas bases de la salud social que lo requieran, sin embargo a causa de la amplitud de los factores
determinantes para la salud social, que no se limitan al sujeto concreto, sino que incluyen a todo su grupo social y
sus circunstancias, debe hacerse una lectura amplia de cualquier propuesta de trabajo, entendiendo que su
aplicación influirá en el conjunto de la salud social de cada uno de los integrantes del grupo.
CAPÍTULO 5
SALUD COGNITIVA
“Y comprender qué hizo este valle feliz”
Víctor Hugo.
El cerebro de los perros, como el nuestro, está diseñado para lograr un nivel suficiente de comprensión y control
de su entorno. La visión de que el perro actúa únicamente respondiendo a los estímulos externos que se le
presentan es equivocada e insalubre, debemos abandonarla para que nuestros perros puedan alcanzar la madurez
y salud cognitiva. Los perros – cuando tienen ocasión de hacerlo- actúan de manera intencional y prospectiva para
modificar el lugar donde se encuentran de acuerdo a los objetivos mentales que puedan tener.
La salud cognitiva es el desarrollo y uso cotidiano de las capacidades mentales necesarias para comprender
mínimamente el funcionamiento de su entorno y hacer inferencias sobre cómo puede afectar a dicho funcionamiento
su conducta, permitiendo al perro actuar de manera prospectiva para modificarlo en su beneficio en lugar de
limitarse a reaccionar a él.
La salud cognitiva permite empoderar al perro de su vida, gestionando en un cierto nivel lo que sucede a su
alrededor. Cosas tan sencillas como ver a un perro colocar su mantita de manera que quede abultada para apoyar
la cabeza muestran que tiene la capacidad y la voluntad de adaptar su lugar de descanso a su gusto y que no se
limita a responder al entorno, sino que intenta activamente transformarlo de acuerdo a sus objetivos mentales.
Por desgracia, que los perros no se conformen con lo que hay y lo modifiquen suele generar inquietud en las
personas que viven con ellos, ya vimos que el “buen perro” parece ser el que asume que no debe tocar nada en su
casa. Esto puede llevar al perro a la apatía, al aburrimiento y destruir su salud cognitiva, por ello se hace imperativo
que cambiemos este modelo de “buen perro” y busquemos que entienda cómo funciona su entorno y tenga un
cierto nivel de libertad para adaptarlo a sus deseos, en lugar de aceptar un entorno intocable e incomprensible.
❚ Solución de problemas
El perro necesita interactuar frecuentemente con situaciones novedosas en las que deba actuar de manera
intencional e innovadora para llegar a una solución exitosa, que sea gratificante para él.
Los perros deben emplear de manera sistemática sus capacidades de prospección, inferencia y resolución de
problemas para tener una salud comportamental óptima, pues son elementos centrales en la construcción de una
cognición operativa y afinada.
Quizá donde más se han generalizado prácticas que afectan negativamente a la salud cognitiva por parte de los
profesionales del entrenamiento es respecto a este punto. El empleo de refuerzos ciegos en lugar de referenciales,
el abuso y mal uso de reforzadores condicionados como el clicker a través de procesos de moldeado libre, tiene
múltiples efectos nocivos, sociales, emocionales y cognitivos. Más adelante tienes mucha información sobre
refuerzos referenciales y ciegos.
A nivel cognitivo se ha observado de manera repetida que los perros entrenados continuada y consistentemente
con refuerzos ciegos, son incapaces de hacer inferencias y solucionar problemas para acceder a refuerzos
referenciales ¡¡De hecho son perros que no pueden emplearse en investigación cognitiva porque esta manera de
enseñarles daña sus capacidades de gestión prospectiva y autónoma del entorno!!
Afortunadamente la capacidad de solución de problemas, al contrario que el resto de las bases de la salud
cognitiva, no requiere activación prácticamente diaria. Con que el perro disponga de varias ocasiones para
resolverlos cada mes podremos mantener la salud cognitiva. Muchas veces, basta con salir al campo para que el
perro encuentre situaciones que le estimulen a ello: cómo acceder a una madriguera interesante, cómo encontrar
su pelota en un lugar nuevo, lleno de olores y estímulos, o localizar el palo que le hemos tirado entre un montón de
palos…
Una vez conseguido el estado emocional adecuado, lo siguiente es lograr que el perro no se exceda en su
entusiasmo al morder la manta cuando se la ofrecemos ¡después de todo le estamos ofreciendo una ocasión que
fácilmente puede ser interpretada como una invitación a jugar a morder y tirar! Para ello el perro lleva un collar
ancho y cómodo, al que tengo atada la correa, para que, cuando agarra la manta con la boca, le podamos guiar con
ella suavemente hacia el sitio óptimo de descanso (que será diferente en cada perro y en cada situación, buena
parte del trabajo previo consiste en definir dónde preferirá descansar ese perro en ese momento). Al ayudarle a ir
con la correa se minimiza la tendencia a disputar o romper la manta, potenciándose que la sujete durante el
desplazamiento sin dejarla caer.
El último punto será, llegados al lugar de descanso, pedirle que la suelte y ayudarle a tumbarse en ella. En algunos
perros puede bastar con pedirle soltar y señalarle la mantita para que se tumbe, pero en perros con más pulsión de
mordida podemos incluir alguna pequeña acción relajante tras soltar: podríamos llevarle al espacio de calma, por
ejemplo. En el caso de Gastón en ocasiones le esparcía algo de comida por el suelo para que, además del efecto
relajante típico del olfato, tuviera que hacer un último esfuerzo de búsqueda que le terminara de agotar
mentalmente, como en su caso el lugar donde llevábamos la alfombra era la amplia terraza de casa, al terminar con
la comida no había otro lugar de descanso cómodo y cercano.
Habrá observado (el lector crítico) que he hablado del riesgo de exceso de entusiasmo al morder su camita y de
cómo evitarlo, pero no del caso contrario: qué hacer cuando al perro no le gusta jugar a morder y no tiende a cogerla
con la boca al ofrecérselo. No lo he mencionado porque en estos casos no tenemos éxitos sistemáticos en este
protocolo.
Aunque existen muchas observaciones de perros sin gusto por los juegos de mordida que desplazan sus camas
hasta los lugares de descanso que prefieren, no logramos (nosotros, en este momento, quizá lo consigamos
mañana, o mejor: quizá seas tú quien sistematice cómo hacerlo) enseñarlo de manera consistente a perros que no
hubieran mostrado ya tendencia a hacerlo, en cuyo caso estamos moldeando y haciendo crecer lo que ya aporta el
perro, pero no enseñándolo por completo.
También debemos plantearnos qué limites debe respetar el perro a la hora de buscar su descanso: quizá no
consideremos adecuados todos los sitios en los que desee hacerlo (nuestra cama o sillón favorito), ni que agarre
cualquier cosa que pudiera usar como mantita (nuestra colcha, el abrigo que hemos dejado sobre la silla…). El
trabajo es muy sencillo:
(1) Respecto a la elección de la cama: pondremos al lado de la mantita ocama adecuadas otras opciones
inadecuadas, como abrigos, mantas nuestras u otras que sepamos que podrían tentarle. Le indicamos que
agarre su camita, si elige una inadecuada le informamos de que su elección es incorrecta con el no informativo
y le pedimos que elija nuevamente. Cuando elige la suya le confirmamos la elección con el muy bien, y
continuamos la secuencia de transporte de la camita al lugar de descanso. Empleo las indicaciones del código
de comunicación que aprenderás a enseñar más adelante, pero recuerda que siempre puedes elegir otra.
(2) Respecto al lugar para descansar: indicamos al perro que agarre y transporte su manta o camita cerca de
algún lugar de descanso vetado, pero apetecible para él. Si intenta ocuparlo le indicaremos que su elección es
incorrecta y le ayudaremos a dirigirse hacia un sitio lícito y apetecible actuando de manera equivalente a la del
punto anterior.
Por supuesto, si durante el trabajo de empoderamiento de su descanso hace intenciones de agarrar como cama
algo inadecuado o de dirigirse a un sitio vetado, no tendremos que esperar hasta el final para informarle de que es
una opción incorrecta con el no y para ayudarle a elegir la correcta, sino que lo haremos en ese mismo momento.
Aún así suele ser conveniente realizar la fase final de entrenamiento de límites.
• Y mañana más
Es importante señalar que las acciones de empoderamiento son el protocolo más nuevo y menos ensayado de
cuantos planteo en este libro, lo que hace que sus posibilidades estén menos desarrolladas de lo que podrían. Será
labor de los lectores seguir desplegándolo, empleando sus capacidades, conocimientos y observaciones casuales de
perros que, de algún modo, se han empoderado de su entorno (recuerdo que una alumna al exponer este protocolo
recordó a la perra de su abuela, que se tiraba a sí misma la pelota escaleras abajo varias veces cuando deseaba
jugar).
Quizá mañana podamos enseñar a un perro a abrir o cerrar las cortinas cercanas a su lugar de descanso para
disminuir la luz o tener un paisaje que observar a través de la ventana, según prefiera, quizá podamos ayudarle a
descubrir que puede. Quitémonos de la cabeza esa idea de que un perro que “juega solo” es algo triste, patológico 39
o amenazante para nuestra posición de “líderes” (que sustentan ese “liderazgo” en el control férreo y
administración cicatera de los recursos).
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a las relaciones sociales: ¿nunca te has
aburrido de estar entre gente simple?
Cuando se recomienda decirle a los perros siempre las mismas cosas, en el mismo tono neutro para que nuestras
palabras sean un estímulo siempre igual, que favorezca que el perro responda de forma homogénea se está dando
un mensaje que no solo es falso, sino que es muy dañino para él.
Como veíamos en el anterior libro, los perros no responden a las señales de los sujetos sociales de la misma
manera que a las del ámbito objetual, cuando un sujeto social se dirige a ellos, cuando les habla una persona a la
que quieren, les importa mucho la emocionalidad de las señales que emitimos. El valor emocional gradúa la señal,
y es enriquecedor para el perro que exista esa graduación para ejercitar sus capacidades emocionales sociales.
Que el perro note que estamos no solo contentos o calmados, molestos o satisfechos, sino que reconozca y valore
cuánto lo estamos hace que nuestra relación se afine, que se enriquezca y se vuelva más íntima.
Para ello debemos entrenar y usar de manera cotidiana un código de comunicación en el que todas nuestras
indicaciones sean graduables, así nuestro muy bien siempre implicará que está actuando correctamente, pero
cuando lo demos con más o menos excitación deberá ser, además, interpretado como una invitación a activarse en
determinada medida, mientras que las mismas palabras calmadas seguirán significando que su rumbo conductual
nos parece adecuado, pero además relajarle. Quien equipara una confirmación social con una “señal de
continuación” o tiene diferentes indicaciones de pretendido valor social para la misma indicación (una palabra para
el muy bien activo, otra para el tranquilo…) o bien es un conductista con piel de cognitivo, o bien no ha entendido
nada sobre cómo funciona la cognición social.
Y esto debe ser bidireccional, debemos estar atentos a captar la señalética social, de bienestar y de estrés de
nuestros perros, de cada uno de ellos –no sólo las señales generales que les son comunes a todos- para así
responder a sus mínimas indicaciones graduadas. Gastón cuando está incómodo camina de un modo ligeramente
diferente, sus pasos son más cortos y sus uñas suenan un poco en el suelo de casa, cuando esto sucede Eva es capaz
de reconocerlo inconscientemente y despertarse del más profundo de los sueños para ver qué le molesta. Para
liberar a nuestros perros, para dotarles de autonomía, deben sentir que son escuchados y bien interpretados, eso
le dará a la relación con nosotros la consistencia necesaria para que sea el cimiento de confianza necesario que les
convertirá en adultos funcionales, seguros de sí mismos, competentes socialmente y empáticos con otros.
La riqueza y finura que aportan a las relaciones sociales las señales graduadas es imprescindible para que el perro
desarrolle su cognición social competentemente, no nos limitemos al código de comunicación: sonreírles, mirarles
con cariño o molestos, todas esas cosas que algunos de entre los peores entrenadores han querido desterrar, son
las semillas que bien cuidadas harán aflorar y extenderán todas las capacidades y posibilidades de los perros para
establecer relaciones.
❚ Tabla de las bases cognitivas de la salud comportamental y la manera de mejorar cada una
de ellas
❚ Un último e importante punto: cómo mejorar la salud cognitiva del perro anciano
En un libro sobre autonomía y empoderamiento, sobre intervenciones comportamentales destinadas a lograr la
felicidad de los perros es importante incidir en los perros ancianos, cuyo riesgo de merma en los aspectos anteriores
es evidente.
La tercera edad del perro puede conllevar perdidas en las capacidades sobre las que reposa su salud
comportamental, pero no por ello debemos hacer un razonamiento al revés que nos lleve a suponer que toda
pérdida de capacidades de un perro anciano es inevitable e irreversible. Al contrario, debemos evaluar e intervenir
para recuperar y mejorar su salud comportamental de acuerdo a todo lo explicado. Quizá sea una guerra que
finalmente no ganemos, pero es sorprendente las muchas pequeñas e inesperadas victorias que se obtienen cuando
dejamos de resignarnos. Lo mucho que se retrasa la pérdida de su calidad de vida cuando luchamos por mantenerla.
Las mejorías, el retraso del deterioro y el mantenimiento del bienestar, de la autonomía y de la felicidad que se
consiguen al trabajar la salud comportamental del perro anciano son impresionantes. Y ese no solo es el mejor
regalo que podemos hacerles, es el mínimo que les debemos a quienes durante toda su vida han dependido de
nuestra tutoría responsable. Ser tutor de un perro es, cuando se cumplen los ciclos naturales, una experiencia
hermosísima y terrible a la vez, porque estamos allí a los dos lados de su vida, cuando es cachorro y necesita ayuda
para desarrollarse y lograr empoderarse al máximo de todo cuanto le rodea, y cuando es anciano y empieza a
mermar esa misma capacidad de ser autónomo. Nuestra tutoría es su red de seguridad tanto en sus primeros pasos
en el mundo como en los últimos, y nuestra responsabilidad es aún mayor el segundo caso: ya nos ha regalado su
cariño, su energía, ahora hay que sostenerle para que pueda llegar hasta el final lúcido, sano y disfrutando de
nosotros. Nunca solo y aislado, nunca dejado de nuestra mano. Implicarse con los perros ancianos es la medida de
la justicia y eficacia de nuestro amor por ellos.
Para los perros geriátricos es muy importante el trabajo de olfato, y para ellos desarrollaremos su uso al hablar
de nuestros protocolos de trabajo de olfato.
También deberíamos de hacer intercambios afectivos personalizados, protocolo que veremos después, para
reaprender la manera de hacer efectivo nuestro cariño a nuestros perros: demasiadas veces seguimos intentando
relacionarnos con ellos del mismo modo que hacíamos en su plenitud, y es muy probable que esa no sea la manera
en la que prefieran hacerlo en su tercera edad. A veces el alejamiento y disminución del vínculo afectivo con
nuestros perros mayores es consecuencia de nuestra incapacidad para adaptarnos a los cambios que tienen al
envejecer en mucha mayor medida que a sus mermas físicas y/o sensoriales.
La interacción prospectiva y el empoderamiento del entorno también pueden volverse más tranquilos y seguros,
más adecuados a nuestros perros mayores. A mi perra Cata, con la edad, le apetecía a veces descansar sola, sin que
Gastón la molestara, así que colocamos uno de sus colchones tras la puerta de nuestra habitación, de tal modo que
la empuja y la mantiene casi cerrada, y le hemos enseñado que puede empujarla para abrirla lo suficiente como
para entrar (o salir) y dormir sola cuando lo desee. Así puede decidir cuándo ha tenido bastante de la vorágine social
de casa.
Quered mucho a vuestros perros ancianos y enseñad a querer bien a los suyos a quienes os contraten, si hacéis
eso estaréis construyendo un mundo mejor y cumpliendo con nuestra parte de ese contrato tácito por el que los
perros nos entregaron su corazón. Pedían tan poco a cambio que es fácil pensar que no les debemos nada, pero no
caeremos en ese error.
CAPÍTULO 6
LA REPRESENTACIÓN GRÁFICA DE LA SALUD
COMPORTAMENTAL:
APLICACIONES, IMPLICACIONES Y
BENEFICIOS
Reflejar en un gráfico la salud comportamental de un perro es una herramienta ventajosa, pues nos permite saber
de un vistazo dónde es más débil y dónde es consistente, sin necesidad de perdernos en un gran número de datos.
Nuestra propuesta para este gráfico, este saludcomportamentalograma, es simbolizar la salud comportamental
a través de un círculo dividido por dos líneas de diámetro, una horizontal y otra perpendicular a ella, que nos darán
cuatro sectores del círculo iguales, cada uno de los cuales representará cada una de las dimensiones de la salud
comportamental.
Esas cuatro partes estarán a su vez divididas internamente en sectores por líneas de radio, teniendo tantos
sectores como bases tenga cada dimensión de la salud comportamental representada, así el cuadrante de la salud
física estaría dividido en cinco, que corresponderían a: (1) ausencia de patologías, (2) capacidades perceptivas, (3)
alimentación adecuada, (4) forma física/movilidad y (5) entorno físico adecuado. El cuadrante de la salud emocional
estaría dividido en otros cinco sectores (puesto que la última de sus bases, las relaciones sociales saludables, tienen
su propio cuadrante), el de la salud social en seis y el de la salud cognitiva en tres (puesto que la última de sus bases,
como pasaba en la salud emocional, son las relaciones sociales saludables).
Cada sector es una porción de la tarta de la salud comportamental y, como hacíamos cuando jugábamos al Trivial
Pursuit, debemos trabajar para conseguir todos los “quesitos” que llenarán nuestro círculo.
Pero además, puesto que los mínimos de salud no implican una calidad de vida óptima, que es nuestra aspiración,
hemos añadido otra división: dentro del círculo trazaremos otro, con un radio de la mitad del mayor, que dividirá
en dos cada uno de los sectores. Esto nos permitirá reflejar gráficamente tres niveles de calidad en cada una de las
bases de las salud comportamental: un sector completamente vacío implicaría salud insuficiente, un sector con la
mitad interior, la que tiene forma de porción de tarta, rellena indicaría salud suficiente y uno completamente lleno,
en el que también estuviera coloreado el trapecio circular exterior, el que es como el corte de un anillo, refleja
buena salud, todo respecto a la base representada por ese sector en concreto.
A efectos de reflejarlo gráficamente, consideraremos salud insuficiente y dejaremos vacío el sector de una de las
bases de la salud comportamental cuando no se den los mínimos indicados para ella. Será suficiente cuando los
mínimos se cumplan por los pelos y buena cuando se superen ampliamente.
Aunque nosotros hemos elegido para cada dimensión de la salud comportamental una gama concreta de colores,
amarillos para la física, rojos para la emocional, azules para la cognitiva y verdes para la social (en el siguiente gráfico
los colores están representados por tramas, pero después podrás ver uno a todo color), es igualmente válido hacerlo
con un solo color, aunque la división por colores facilita la identificación rápida de las dimensiones con problemas.
Correa floja, perro feliz y Déjate guiar: dos ejemplos de protocolos diseñados en base a
necesidades colectivas de cuidado y mejora de la salud comportamental
La idea de buscar las necesidades de salud comportamental de un colectivo de perros para ofrecerles algún tipo
de propuesta profesional de mejora estandarizada se ilustra muy bien a través de la explicación de dos de nuestros
protocolos: correa floja, perro feliz y déjate guiar, que se refieren a cómo pasear y transitar (veremos que no es lo
mismo) con la correa.
Todos los perros que viven en la ciudad usan correa de manera regular, convertir ese hecho en una herramienta
para lograr su felicidad es una ventaja competitiva y una mejora para su vida. Máxime cuando la forma habitual de
gestionar esta situación cotidiana suele ser insalubre: tirando, excitándose y potenciando estados emocionales
negativos.
Si nos fijamos esta manera de ir de la correa no solo es incómoda para la persona que lucha para evitar ser
arrastrada, también empeora casi todas las bases de la salud comportamental del perro que tira:
1. Respecto a la emoción disminuye el control y autocontrol del perro,hace prácticamente imposible la
estabilidad emocional, aporta tiempo de emocionalidad insalubre al balance emocional, disminuye la resiliencia
del perro y aumenta su nivel de estrés.
2. En la dimensión social impide la comunicación eficaz y la empatía, esuna actividad desintegradora y
generadora de entropía, resulta incompatible con un intercambio afectivo saludable, empeora las capacidades
del sobreexcitado perro para gestionar cualquier posible conflicto y, desde luego, por muchos congéneres que
vea durante su paseo no aportaremos ni un microsegundo de socialización segura a su vida.
3. La cognición no sale mucho mejor parada, tirando como loco es imposible la interacción prospectiva con
el entorno y la solución de problemas. Obviamente no empeora el empoderamiento del lugar en el que vive el
perro, porque sucede fuera de él, pero solo eso se salva.
4. La dimensión física, es la que menos se afecta, incluso se podría decirque tirar de la correa aporta ejercicio
físico. Pero, desde luego, ni es la actividad adecuada para lograrlo, ni aunque lo fuese compensaría el
empeoramiento generalizado de las demás dimensiones de la salud comportamental.
❚ El paseo de la correa saludable: si lo vas a hacer todos los días, hazlo bien
En ocasiones no es posible o conveniente dejar libres a nuestros perros durante el paseo, ya sea porque están con
alguna lesión, ya sea porque paseamos por un lugar donde no es posible soltarlos. Y cuando vivimos en una ciudad
estas circunstancias pueden ser muy frecuentes.
Esta es una situación con la que todos nos encontraremos, y que es importante comprender, para actuar de la
manera más adecuada para promover la salud comportamental. Y la base para entender bien qué hacer es muy
sencilla: cuando el perro está paseando libre, su atención, debe estar principalmente puesta en el plano objetual,
en explorar, interactuar y relacionarse con su entorno físico, que es al que puede acceder y disfrutar. El mejor paseo
(para él) con correa es el que permite actuar así. Si el perro durante sus paseos está concentrado en nosotros y en
lo que le digamos no tendrá un tiempo de desconexión saludable y no estaremos cubriendo sus necesidades de
bienestar.
El riesgo de dependencia puede promoverse por la forma de relación entre el perro y sus tutores o por el tipo de
entrenamiento, lo que estudiaremos al hablar de protocolos relacionales y en el posterior volumen de esta colección
al hablar de adiestramiento, pero, si existe una herramienta de uso cotidiano que tiende a conectarnos con el perro
y a darnos un peso específico en su relación con el mundo es la correa. Así que la forma de usarla será determinante
en la calidad de vida del perro.
❚ Correa floja, perro feliz: nuestro protocolo para construir el paseo saludable
Pero, aceptémoslo, si existe algo necesario para moverse con los perros en nuestro mundo de personas es la
correa, tanto a nivel legislativo como práctico es una necesidad llevar al perro atado en determinados momentos y
lugares. Tenemos que convivir con ella, tenemos que asumirla como parte inevitable de la vida del perro y conseguir
que sea un aliado para construir su bienestar, también a la hora de pasear tranquilo y desconectado de nosotros
¿Cómo instruir a un perro para caminar con la correa de manera relajada y enfocada en el entorno objetual?
Noes antes que síes
• El paseo tranquilo NO sirve para…
Para empezar a explicar cómo enseñar el paseo tranquilo es importante recordar qué estamos haciendo, pero
sobre todo recalcar qué NO estamos haciendo y qué NO buscamos con este trabajo:
1. No es una herramienta de manejo para transitar con el perro del punto A al punto B, es importante hacer
hincapié en esto. Este tipo de paseo no nos servirá para que el perro no tire cuando le llevamos al parque, del
mismo modo que no se disfruta de pasear hacia nuestro trabajo o para llegar al cine a ver un película. El paseo
tranquilo es su propia ruta y motivación. Es un objetivo en sí mismo, no un recurso para alcanzar otro objetivo.
2. No es una manera de evitar que el perro intente acercarse o alejarse de cosas que le causan máximo
interés, como podría ser encontrar a su mejor amigo o peor enemigo, el parque, perra en celo… Dentro de las
sobrelecturas del paseo tranquilo una de las peores es la que intenta usarlo como herramienta principal de
gestión emocional. Podemos influir en el rumbo del perro durante el paseo, pero solo mientras que su emoción
sea media, cuando es alta usar la norma de “consigues acercarte/alejarte de lo que deseas si lo haces bien”
debería hacerse a través de un trabajo de modelado e implicando más cosas, un trabajo que sí debe ser apoyado
por andamiaje social y otros elementos auxiliares. Intentar enseñar a un perro a gestionar sus emociones
desbordantes a través del paseo tranquilo es negligente, puede llegar a ser cruel y resulta ineficaz. Excepto
para destruir el paseo tranquilo como fuente de relajación y salud para el perro.
Para todo esto tenemos o bien la conducta de junto, o bien el trabajo de modelado con correa, o bien el paseo
dirigido con arnés de pecho que también explicaré aquí brevemente por su utilidad para manejar al perro durante
el tránsito por la calle sin necesidad de adiestramiento.
Porque un paseo tirando de la correa, un desplazamiento para ir al parque, un trabajo de junto NO son relajantes
para el perro, aunque sean necesarios y puedan ser disfrutados por él.
• El paseo tranquilo SÍ es para…
Y de lo que se trata es de enseñar al perro a pasear de forma calmada en un lugar donde no existan estímulos de
alto valor emocional (como decía: una perra en celo, un perro amigo o enemigo…) donde no quiero o no puedo
soltarle, para que dicho paseo sea relajante y le ayude a eliminar todo estrés residual acumulado a lo largo del día,
por lo que este trabajo no solo permite al perro disfrutar y mejorar la salud comportamental, sino que es un valioso
recurso terapéutico para reducir el estrés y para alcanzar un balance emocional positivo.
Buscamos construir el paseo DEL perro, no nuestro paseo: es un regalo para él, nosotros nos limitaremos primero
a enseñárselo y después a acompañarle mientras lo disfruta.
Recuerda: no solo debe poder moverse, oler, ir por donde le apetezca y a su ritmo sino que ha de ser consciente
de ello.
La distancia
La primera cuestión surge naturalmente ¿a qué distancia mínima debe estar el perro del guía para aligerar
suficientemente su influencia social?
Encontramos la respuesta en la etología, y reiteraré las cosas que ya hemos comentado: la distancia donde es más
relevante la dimensión social es la llamada distancia individual, que en los perros –como media- suele implicar
menos de dos metros de separación entre los individuos, a partir de ahí, podemos conseguir mantener la atención
del perro en el plano social, pero su tendencia es enfocarse más en otras cosas.
Entonces ¿cuál es la correa más adecuada para promover un comportamiento seguro y saludable? Sin duda las
correas largas, de unos tres metros, son las óptimas y nuestras favoritas.
Las correas de tres metros permiten que el perro salga de nuestra distancia individual y pueda sentirse autónomo
al actuar, dejándonos un largo de correa suficiente para operar con ella.
Además, si vamos con una correa corta el perro, intentará salir de nuestra distancia individual, piensa en cómo
tomamos distancia con otros sujetos cuando estamos a la nuestra, por ejemplo en los ascensores: si nos ponemos
demasiado cerca de alguien automáticamente aumentará la distancia para “sacarnos” de su distancia individual. El
perro hará lo mismo cuando esté a lo suyo, pero si lleva una correa corta la consecuencia de esta acción de separarse
será que tirará de la correa, al hacerlo nosotros tenderemos a tirar en dirección contraria para sujetarle y se
generará un reflejo de oposición (la tendencia involuntaria de los individuos a ejercer una fuerza opuesta e igual a
cualquiera que tire de ellos o les empuje, y que es básica para el equilibrio y el desplazamiento eficaz) lo que hará
al perro tirar aún más, y a nosotros sujetarle más fuerte, entrando en un ciclo que potencia fuertemente que el
perro tire.
Estas correas largas permiten la autonomía del perro porque puede tomar una distancia de nosotros suficiente,
pero eso hay que enseñarlo, porque es seguro que su historial previo con la correa ni mucho menos ha promovido
esta sensación.
En algunos casos hemos empleado correas más largas, de hasta cinco metros, para la enseñanza inicial del paseo
tranquilo en perros de emocionalidad desbordante y muy activos. Cuando se ha enseñado ya el paseo tranquilo
podremos progresivamente reducir el largo de la correa hasta los tres metros originales. Es importante señalar que,
por la necesidad de estar fuera de nuestra distancia individual, no es posible ni debe buscarse acortar la correa por
debajo de un mínimo de dos metros, con una correa más corta –aunque el perro no tire- no estará disfrutando de
un paseo tranquilo con todos sus beneficios.
❚ Déjate guiar: nuestro protocolo para construir el tránsito con arnés antitiro Transitar
versus pasear
En ocasiones salimos a la calle con nuestro perro para ir a algún sitio, no para pasearle. Desde llevarlo de casa al
parque donde le soltamos, hasta visitar al veterinario del barrio o ir a recoger a los niños al colegio. Esta acción es
transitar.
Transitar, andar por la calle para ir de un sitio a otro, es una acción del ámbito objetual diferente a pasear, andar
por placer o hacer ejercicio, normalmente al aire libre42.
Cuando transitamos con nuestro perro por la ciudad con el objetivo de cubrir un trayecto concreto entre el punto
A de partida y el punto B de llegada no estamos haciendo un paseo tranquilo, el perro no puede elegir qué dirección
tomar ni pararse a voluntad. Pero es necesario hacer este tránsito de manera cómoda y segura, además de eficaz.
Tenemos que saber cómo transitar con nuestro perro de manera que, aunque no obtengamos todos los beneficios
del paseo tranquilo, el tránsito sea saludable para él.
CAPÍTULO 7
POR ÚLTIMO…
Asociación Americana de Psiquiatría (2013). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM 5. Arlington, VA:
Asociación Americana de Psiquiatría.
Fugazza, C. (2011). Do As I Do. España: Dogalia.
Gowers, T. (2014). Matemáticas: Una breve introducción. Madrid: Alianza Editorial.
Hare, B. (2013). Genios. Santiago de Compostela: KNS Ediciones.
Kaminski, J. (2014). The Social Dog: Behaviour and Cognition. Oxford: Elsevier.
López García, C.A. (2004). Adiestramiento cognitivo-emocional. Madrid: Díaz de Santos.
López García, C.A. (2014). Tu perro piensa y te quiere. España: Dogalia.
Sosa Escudero, W. (2014). Qué es (y qué no es) la estadística. Buenos Aires: Editorial Siglo XX.
AUTOR
Carlos Alfonso López García es fundador de EDUCAN, la empresa de educación canina y formación de
entrenadores profesionales más grande de Europa, desde donde, a finales de los noventa, empezó a desarrollar
técnicas de entrenamiento basadas en las capacidades cognitivas, emocionales y sociales de los perros,
abandonando el adiestramiento centrado en aprendizaje asociativo a través de condicionamiento operante.
El éxito de su propuesta, el entrenamiento cognitivo-emocional, le ha llevado a impartir formación por todo el
mundo para evolucionar adiestramientos y adiestradores conductistas hacia un modelo de educación cognitivo-
emocional.
Para cuerpos oficiales de diferentes países ha diseñado entrenamiento cognitivo-emocional aplicado a búsqueda
y rescate, localización de estupefacientes, cadáveres y explosivos, intervención y obediencia.
Para empresas de entrenamiento comercial ha desarrollado intervenciones comportamentales para la
convivencia y manejo cómodo, seguro y responsable de perros, así como innovadoras y eficaces propuestas de
gestión emocional para tratar problemas de miedo, agresión, ansiedad o estrés.
Asesora a deportistas implicados en el bienestar y felicidad de sus perros de las disciplinas de IPO, OCI, Agility,
Ring francés... Mostrando que, cuando el perro entiende lo que hace y trabaja en equipo con un guía al que quiere
y por el que se sabe querido, los resultados pueden alcanzar la excelencia.
Organiza encuentros y espacios de diálogo entre la ciencia de base y los entrenadores, habiendo colaborado con
científicos y entidades de investigación de primer nivel, como The Alex Foundation y su directora Irene Pepperberg
o Josep Call, director del Wolfgang Köhler Primate Research Center.