Los Perros Necesitan Libertad1

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SINOPSIS

La salud comportamental del perro funciona e influye en sus conductas concretas como un todo, es la base que
sostiene no solo aquellos comportamientos de nuestro interés, sino la calidad de vida de nuestros perros, sus
posibilidades de integrarse felizmente en el mundo.
Las cuatro dimensiones de la salud comportamental: la física, la emocional, la cognitiva y la social, pueden ser
evaluadas objetivamente, así como cuidadas y mejoradas cuando sea necesario a través de los protocolos expuestos
en este libro.
Cambiar del paradigma de modificar conductas problemáticas al de analizar y construir la salud comportamental
requiere esfuerzo, porque nuestra cabeza está amueblada en base a eliminar o promover conductas concretas, pero
los resultados compensan sobradamente: perros felices e integrados que además mejoran su comportamiento de
forma sólida y profunda.
Debemos cambiar nuestra manera de entender la relación de nuestro perro con su casa, con nosotros, con los
otros perros... Debemos potenciar aquellas de sus capacidades que le permitan una mayor integración con personas
y con sus congéneres, así como empoderarse de su vida.
Hacerlo será el primer paso hacia una nueva y mejor manera de vivir juntos, de educarles y de intervenir en su
comportamiento.
Porque los perros necesitan libertad.
Índice
Portada

Sinopsis

PRÓLOGO: De qué Los perros necesitan LIBERTAD


“¡Amigos, no sólo no aceptéis a ningún amo, sino tampoco a ningún esclavo!” Bertolt Brecht. 0.
Gastón y el kiwi ¿Qué es un “buen perro”?
El Kiwigate
¿Es Gastón un “mal perro”?

1. ¿Los perros necesitan libertad?


La autonomía es la meta, no el camino: cultivar y sostener la libertad
Este libro de tecnología es una historia de amor: querer bien a los perros

2. La salud comportamental como base


El problema está en centrarse en el problema
Un paradigma diferente para intervenir en el comportamiento canino
La salud como premisa: un modelo global

3. El gestionalismo como enfoque


Gestionalismo y empoderamiento: Montessori para perros
Seamos totalmente sinceros: riesgos

4. El análisis y la intervención tetradimensionales como herramientas


De dónde venimos…
… Y hacia dónde vamos
Análisis e intervención tetradimensional

5. Los perros necesitan LIBERTAD como manual Qué es Los perros necesitan LIBERTAD: Un manual de
modificación del comportamiento canino… diferente
Cómo leer y usar Los perros necesitan LIBERTAD, más fácil de lo que parece
No tienes un índice, tienes un mapa
Los mapas ayudan, pero no te llevan a todos los sitios
Los perros necesitan libertad es una casa, no una montaña
Sin bibliografía (casi)
Los textos de La Caja Verde
Lo que se ha quedado fuera
¿Comprendes lo que haces? La responsabilidad de trabajar bien
Tu trabajo: adaptar, avanzar y dejar viejos estos libros

LIBRO I: CONOCER Y CUIDAR LA SALUD


COMPORTAMENTAL DE LOS PERROS

CAPÍTULO 1: Cómo se mide la salud comportamental


Medir lo inconmensurable: cuando reducir es necesario
El uso de modelos: no es todo o nada
Ahora y siempre: momentos que reflejan la vida
La intuición también cuenta
Finalmente: lo mejor es lo posible
La tecnología debe reducir, la comprensión no Nuestro modelo para analizar e intervenir en
la salud
comportamental
Feynman y los matrimonios felices: diseñar un test y testarlo
… Bueno, pero no tanto como parece
Las preguntas equivocadas y la correctas
Bases tetradimensionales de la salud comportamental
Cuándo analizar la salud comportamental
Los protocolos de trabajo COGNITIVO-EMOCIONAL y la mejora de la salud comportamental: un apunte
organizativo

CAPÍTULO 2: Salud física


El informe veterinario
Cuándo se pierde la salud física de manera general
Las bases de la salud física
Ausencia de patologías
Cuándo se pierde la salud física respecto a la presencia/ausencia de patologías
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la presencia/ausencia de patologías
Capacidades perceptivas
Cuándo se pierde la salud física respecto a las capacidades perceptivas
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a las capacidades perceptivas
Forma física y movilidad suficiente
Cuándo se pierde la salud respecto a la forma física
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la forma física, movilidad y expresión de patrones específicos
Entorno físico adecuado
Cuándo se pierde la salud respecto al entorno físico Cómo adecuar el entorno físico para mejorar
la salud comportamental
Tabla de las bases físicas de la salud comportamental y la manera de mejorar cada una de ellas

CAPÍTULO 3: Salud emocional


Cuándo se pierde la salud emocional de manera general
Las bases de la salud emocional
Trabajar la salud emocional
Autocontrol y control
Historial de autocontrol y control
Cuándo se pierde la salud emocional respecto al autocontrol y al control
Cómo mejorar el autocontrol y el control
Estabilidad emocional
Cuándo se pierde la salud emocional respecto a la estabilidad emocional
Cómo mejorar la estabilidad emocional
Balance emocional
Cuándo se pierde la salud emocional respecto al balance emocional
Cómo mejorar el balance emocional
Gestión de estados emocionales en perros sensibles
Resiliencia
Cuándo se pierde la salud emocional respecto a la resiliencia
Cómo mejorar la resiliencia
Nivel de estrés
Cuándo se pierde la salud emocional respecto al nivel de estrés
Cómo reducir el estrés
Relaciones sociales saludables
Cuándo se pierde la salud emocional respecto a las relaciones sociales saludables
Cómo hacer emocionalmente más saludables las relaciones sociales de los perros
Tabla de las bases emocionales de la salud comportamental y la manera de mejorar cada una de ellas

CAPÍTULO 4: Salud social


Pertenencia a un grupo social
Integración e interacción adecuada dentro de dicho grupo social
Conflictos
Miedo
Cuándo se pierde la salud social de manera general
Andamiaje social: necesario para subir hasta el cielo
Tutela: acompañamiento, coordinación y ¡glups! subordinación ¿Tutelar al perro?
¿Cuándo?
¿Cómo?
Las bases de la salud social
Comunicación
Cuándo se pierde la salud social respecto a la comunicación
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la comunicación
Empatía
Cuándo se resiente la salud social respecto a la empatía
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la empatía Intercambios afectivos
Cuándo se resiente la salud social respecto a los intercambios afectivos
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a los intercambios afectivos
Actividades conjuntas y entropía
Cuándo se pierde la salud social respecto a la actividades conjuntas Cómo mejorar la salud comportamental
respecto a las actividades conjuntas y la entropía
Gestión de conflictos
Cuándo se resiente la salud social respecto a la gestión de conflictos
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la gestión de conflictos
Socialización segura
Cuándo se pierde la socialización segura
Cómo mejorar la socialización segura
La socialización segura, la salud social y las jornadas de socialización
Un caso concreto de trabajo sobre la salud social, la socialización de los cachorros
Y otro caso concreto más: La educación de los perros jóvenes Tabla de las bases sociales de la salud
comportamental y la manera de mejorar cada una de ellas
La programación del trabajo sobre la salud social (y de la educación, dicho sea de paso)

CAPÍTULO 5: Salud cognitiva


Cuándo se pierde la salud cognitiva de manera general
Las bases de la salud cognitiva
Solución de problemas
Cuándo la solución de problemas afecta a la salud cognitiva Cómo mejorar la salud comportamental respecto a
la solución de problemas: a pensar se aprende
Interacción prospectiva con el entorno físico
Cuándo se pierde la salud cognitiva respecto a la interacción con el entorno
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la interacción prospectiva con el entorno: de mírame y sí
me toques Nivel de empoderamiento respecto al lugar donde vive Cuándo el perro no está suficientemente
empoderado del lugar donde vive
Cómo mejorar la salud comportamental respecto al empoderamiento del entorno: el mundo en sus patas
Relaciones sociales saludables
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a las relaciones sociales: ¿nunca te has aburrido de estar
entre gente simple? Tabla de las bases cognitivas de la salud comportamental y la manera de mejorar cada
una de ellas
Un último e importante punto: cómo mejorar la salud cognitiva del perro anciano

CAPÍTULO 6: La representación gráfica de la salud comportamental: aplicaciones, implicaciones y


beneficios Representación gráfica de la salud comportamental Las gráficas de salud comportamental
como herramientas de individualización de la ITC
Y el camino inverso: diseñar protocolos y servicios para mejorar la salud comportamental de (casi) todos los
perros
La representación gráfica de la salud comportamental cómo herramienta de análisis de poblaciones y servicios
Promoviendo la mejora continua de la salud comportamental a través de su representación gráfica
Correa floja, perro feliz y Déjate guiar: dos ejemplos de protocolos diseñados en base a necesidades colectivas de
cuidado y mejora de la salud comportamental
El paseo de la correa saludable: si lo vas a hacer todos los días, hazlo bien
La correa, más que un elemento de seguridad
Relajarse paseando, un seguro de salud comportamental
Correa floja, perro feliz: nuestro protocolo para construir el paseo saludable Noes antes que síes
Enseñar el paseo tranquilo
La distancia
La información que llega de la correa
La información social del guía
Las primeras veces importan
No morir es mejor, aunque hagamos trampa
Los hábitos no pueden ser excepcionales
Mezclar, probar y evaluar
Los encuentros sociales durante el paseo tranquilo
Déjate guiar: nuestro protocolo para construir el tránsito con arnés antitiro
El tránsito eficaz, el junto y el sentido de las cosas
Herramientas seguras para facilitar y educar el tránsito
Hacer fáciles las cosas fáciles

CAPÍTULO 7: Por último…


La restauración/cuidado/mejora de la salud comportamental: uno para todos y todos para uno
Si quieres cambiar algo debes cambiar tú primero

NOTAS
BIBLIOGRAFÍA

AUTOR

Colección Los perros necesitas LIBERTAD


Otros libros de Dogalia

© de la edición en castellano Dogalia, 2018


© Carlos Alfonso López García, 2018

Editor: Dogalia Ediciones www.dogalia.com


[email protected]

Diseño de cubierta:
G(L)astón in the Sky with K(D)iwis, Carlos Alfonso López y Eva
Alda sobre un diseño de Margot Matesanz

Maquetación ePub:
Rasgo Audaz, S.C. ragoaudaz.com ISBN: 978-84-949671-4-6
Toda forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser
realizada con la autorización de sus titulares, salvo la excepción prevista por la ley. Diríjase al editor si necesita
fotocopiar o digitalizar algún fragmento de esta obra.

La información y técnicas que este libro presenta solo tienen una finalidad informativa. Dado que cada situación
es única, consulte con un profesional antes de poner en práctica la información contenida en esta obra. Tanto el
autor como el editor declinan toda responsabilidad ante todo tipo de consecuencia negativa derivada del uso o
aplicación de cualquiera de los contenidos del presente libro.
Los perros necesitan LIBERTAD, este libro, ha costado y dolido más de lo que podría explicar, en muchos momentos
sentía que trabajaba contra mí para escribirse y he llegado a estar profundamente enfadado con él por sus
exigencias prolongadas y continuas.
Deseo intensamente que pueda encontrarse y llegue a entenderse con los lectores a quienes buscaba al forzarme
a ir más allá de mis planes, de mis deseos y, en muchos momentos, de mis capacidades.
No sé si existen estos lectores, pero él ha tenido plena confianza en que así es, yo he seguido su criterio. Espero
que haya acertado.

Carlos Alfonso López García


PRÓLOGO

DE QUÉ VA
LOS PERROS NECESITAN LIBERTAD

PRÓLOGO

“¡Amigos, no sólo no aceptéis a ningún amo, sino tampoco a ningún esclavo"


Bertolt
Brecht.

0. Gastón y el kiwi
En ocasiones los cambios en la tecnología del comportamiento son progresivos: la manera de ver las cosas va
modificándose poco a poco, se incorporan nuevas áreas de conocimiento, vamos sumergiéndonos en novedades y
reinterpretaciones que se nos infiltran de modo que al aplicar los viejos conceptos ya no nos sentimos igual de
cómodos. Casi sin notarlo nuestra manera de pensar, y por ello de interpretar lo que sucede, evoluciona.
Pero a veces algún suceso hace que le demos la vuelta a nuestras ideas consciente y rápidamente. Un momento
eureka, en el que algo muy concreto hace encajar de manera totalmente novedosa, pero perfectamente clara y
evidente, todo lo que sabíamos. Un momento de revelación que recoloca nuestro mundo.
Este libro propone un cambio de paradigma radical en la forma de analizar e intervenir en el comportamiento de
los perros. Y la manzana que cayó sobre mi cabeza para verlo fue la historia de Gastón y el kiwi.

❚ ¿Qué es un “buen perro”?


Cuando nos vamos a trabajar y dejamos a nuestros perros solos en casa esperamos encontrar las cosas como las
hemos dejado a nuestra vuelta. Si sucede así decimos que nuestro perro es un “buen perro”: no rompe nada durante
nuestra ausencia, no abre la basura o la nevera para darse un festín entre horas, ni rasca en paredes o puertas.
Obviamente todos quienes vivimos con perros, de manera más o menos consciente, intentamos facilitarlo no
dejándoles demasiadas tentaciones a su alcance: cerrarles la cocina, poner en alto unas zapatillas por las que ha
mostrado interés, o que no encuentre comida accesible son precauciones habituales.
Además sabemos que cuando hacen alguna trastada no suelen ser delicados o quedarse a medias: lo usual es
encontrarse en mil pedazos las zapatillas que hemos olvidado esconder, con algunos de ellos dentro de su
estómago, o descubrir que se ha comido el saco entero de pienso si la cocina se quedó abierta. Así que también
estamos cuidando de ellos, de su salud, de su seguridad, al favorecer que no puedan hacer este tipo de cosas.
El Kiwigate
Este es el pensamiento dominante en lo que respecta a la interacción de los perros con nuestras casas. Y también
era el mío, hasta que Gastón provocó el Kiwigate.
Gastón es uno de los malinois1 con los que vivimos, es el perro de Eva, mi mujer, y es uno de esos perros cuya
personalidad le lleva a actuar de una manera que socava por completo los cimientos más simplistas de lo que uno
piensa sobre ellos.
Como mucha gente, tenemos en una mesa de la cocina un gran frutero con abundantes piezas de fruta variada.
Un día llegó Gastón, delante nuestro se puso a dos patas, apoyando las delanteras en la mesa, y empezó a explorar
el contenido del frutero sin tocarlo. Eligió una pieza de fruta: un kiwi, la tomó con extrema delicadeza, con ella en
la boca se acercó a Eva para hacerle un pequeño saludo cariñoso y después se fue a su sofá, donde se la comió.
La verdad es que fue muy gracioso, pero de inmediato le dije a Eva que no podíamos dejarle hacer algo así, porque
nuestra cocina no tiene puerta y estábamos llamando al desastre. Yo imaginaba que esto nos llevaría a volver un
día a casa y encontrarnos el salón como si el asesino de la motosierra la hubiera tomado con un sombrero de Carmen
Miranda.
Pero Eva no lo veía igual, dijo que si la casa era también suya debía tener opción para actuar con una cierta
libertad, y que, al igual que nosotros podíamos coger una pieza de fruta de manera ocasional, él debería tener esa
misma posibilidad. No había roto nada, ni se había puesto en riesgo.
Insistí en que los perros no actuaban de ese modo, y que finalmente vaciaría el frutero, se pondría malo y nos
montaría una macedonia de restos que nos llevaría varias horas limpiar.
Y ella me dijo: veámoslo.
Maldito cientifismo.
El caso es que no tomamos medidas, y Gastón, al contrario de lo que yo suponía, actuaba cada vez con mayor
control y mesura: no todos los días tomaba algo del frutero, pese a poder hacerlo, nunca cogió más de una pieza
por vez, la elegía con total delicadeza y precisión: normalmente kiwis, pese a que había otras frutas que también
comía cuando se las dábamos, como las manzanas, que siempre tenemos para ellos.
Llegamos al punto de que yo preparaba el frutero de manera que si sacaba un kiwi el resto de la fruta cayera (sí,
es triste reconocerlo, pero allí estaba yo, intentando hacerle trampa a Gastón sin lograrlo), le sucedió dos veces y
después fue capaz de discriminar cuándo coger una pieza concreta causaría la caída del resto, eligiendo otra
diferente o, lo que es más sorprendente, optando por no tomar ninguna después de haber explorado su disposición
y comprobado que retirar cualquiera de sus favoritas provocaría la avalancha.
Como saben todos los lectores que viven en pareja, hay pocas cosas peores en un matrimonio que no tener razón
sobre un asunto doméstico en el que existen posturas enfrentadas. Una de ellas es no tener razón en un asunto
doméstico que se refiere a un tema en el que se supone que eres experto.
Pese a lo anterior yo insistía en que era mejor enseñarle a dejar de hacerlo. Y pasó a ser un tema de coloquio
recurrente, porque siempre que teníamos ocasión Eva y yo -actuando como abogado y fiscal- se lo exponíamos a
las personas cercanas y de confianza. Nos hemos reído y hemos debatido mucho sobre Gastón y el Kiwi. Incluso nos
hemos enfadado alguna vez.
Curiosamente, nuestros amigos menos relacionados con el mundo del perro creían firmemente que Eva tenía
toda la razón y que los hechos lo mostraban, sin embargo los entrenadores solían coincidir conmigo en que era
conveniente desterrar el comportamiento. No teníamos realmente argumentos sólidos, sino más bien algún tipo
de alarma interna que se nos encendía sin saber por qué.
La conducta de Gastón pulsaba nuestro botón del pánico.

¿Es Gastón un “mal perro”?


Y era porque Gastón no estaba siendo un “buen perro”: estaba cogiendo comida sin permiso.
Pero… ¿podíamos decir que estaba siendo un “mal perro”? Interactuaba con su entorno de una manera
inesperada, pero sin excesos, ni riesgos para su salud, nuestra tranquilidad o nuestro bolsillo.
Estaba portándose como un miembro más de la familia, actuando como si la casa fuera también suya y
moviéndose en ella con libertad, modificando el entorno, adaptándolo, para estar a gusto.
Y esta era la gran diferencia.
Lo cierto es que lo que nos hace considerar a un perro bueno –con respecto a su conducta en casa- es que cuando
no estemos se porte como un mueble: “yo a mi perro le dejo un hueso cuando me voy para que se entretenga y no
haga trastadas” “Huy, pues al mío no hace falta dejarle nada, no toca nada. ¡Es más bueno!”.
Sabemos que es posible, incluso que no es complicado lograrlo pero… ¿es justo que le pidamos a un perro que no
interactúe con su entorno objetual durante ocho horas? ¿que se porte como un invitado en su propia casa, con
cuidado de no tocar o desordenar nada? ¿nos gustaría, nos ayudaría a ser felices, aumentaría nuestro bienestar, no
poder cambiar nada en casa cuando estamos solos un largo tiempo: no poder encender la televisión, no poder ir a
la nevera, poner música o leer? ¿o sería más bien un freno para nuestro desarrollo y nos mermaría la posibilidad de
acceder a la felicidad?

Asturbox Edipo, Gastón para los amigos, protagonista del Kiwigate y motor de este libro. Diréis lo que queráis,
pero ¿tiene cara de culpable? Fotografía de Eva Alda, tutora y abogada defensora de Gastón.
Y al responder es cuando encajó todo de una nueva forma. Sin vuelta atrás.
Porque, (ahora) creo que esta es una de las cosas más injustas que les hacemos a los perros y refleja un paradigma
de convivencia con ellos, y consecuentemente de trabajo comportamental, que el conocimiento y forma de
entenderlos actual ha dejado obsoleto, solo la inercia y las ventajas unilaterales para nosotros que conlleva lo
mantienen.
Debemos cambiar nuestra manera de entender la relación de nuestro perro con su casa, con el entorno con el
que deberá relacionarse durante tantas horas de soledad.
Debemos darle capacidades para interactuar con ella, para gestionar su entorno. Debemos empoderarle de la
situación para que nuestra casa sea realmente su hogar y pueda convertirse en una parte y no en un freno de su
felicidad.
Hacerlo será un primer paso hacia una nueva y mejor manera de vivir juntos, de educarles y de intervenir en su
comportamiento.
Eva tenía razón, y que Gastón se sienta libre para comerse un Kiwi ocasional, si lo hace de manera adecuada, es
mejor opción que impedírselo y enseñarle a no hacerlo.
Porque no quiero que mis perros se sientan nunca más como invitados en su propia casa.
Porque los perros necesitan libertad.

1. ¿Los perros necesitan LIBERTAD?


El título de esta trilogía es una declaración de intenciones que quizá resulta injusta para quien lo encuentre
casualmente en un librería, induciéndole a la idea de que se encuentra ante una lectura ligera, cuando el hecho es
que es un texto técnico destinado a quienes trabajan, o desean trabajar, con y sobre el comportamiento de los
perros, a quienes trabajan con y para los perros. Si no es lo que buscas, aprovecha y devuélvelo ahora, que apenas
lo acabas de abrir.
Pero era necesario declarar de manera sencilla, clara y honesta las aspiraciones que subyacen a esta amplia
propuesta técnica, pues en caso contrario podría suceder que los árboles no nos dejasen ver el bosque: la
acumulación de técnicas, recursos y protocolos podrían impedirnos captar qué buscamos como objetivo óptimo,
como ideal de éxito, al intervenir en el comportamiento canino.
Y eso sería grave.
Porque este libro, en realidad toda esta serie de libros, tiene un fuerte compromiso con una óptica animalista y
busca unos resultados diferentes a los de otras propuestas de entrenamiento e intervención en el comportamiento
canino (lo que no las descalifica: sin duda otras maneras de trabajar con perros pueden ser válidas y eficaces cuando
las metas finales son otras).
La diferencia está en nuestras premisas…:
(1) …Debemos proveer a los perros de salud comportamental, en lugar de (-1) limitarnos a eliminar
problemas de comportamiento que nos molestan o incomodan.
(2) …Debemos promover su autonomía como individuos, haciéndoles capaces de gestionar su vida, de
empoderarse de ella, en la medida en la que sea posible, en lugar de (-2) buscar controlarles en todo momento
y/o supeditarles a nuestras exigencias, en muchos casos caprichosas y egoístas.
… Y consecuentemente en nuestros objetivos:
(3) Alcanzamos el éxito cuando los perros tienen el nivel de salud comportamental y de libertad suficiente
para integrarse activa y eficazmente en el entorno social y físico que les rodea, a la par que se desarrollan como
individuos únicos y diferenciados. El éxito no es (-3) que los perros nos resulten cómodos y les tengamos
controlados.
Porque los perros son tan diferentes entre sí –y debemos prepararles para expresarlo- como las personas, y toda
propuesta que iguale los perros con unas pautas genéricas de especie terminará siendo una rueda de moler
individualidades, por amable que pueda parecer inicialmente. ❚ La autonomía es la meta, no el camino: cultivar y
sostener la libertad

Buscar el desarrollo de la salud y la autonomía comportamental en ningún momento implica ser desordenados,
indolentes o desatentos en el proceso educativo, y es importante señalarlo, ya que se ha vuelto frecuente escuchar
frases como “dejar al perro ser perro” o “déjales entenderse entre perros”. Estos nuevos lugares comunes surgen
como reacción (y era necesaria una reacción) a los modelos de entrenamiento más consolidados, que maquinizan
al perro. Modelos basados en la enseñanza o eliminación de conductas concretas y la búsqueda de un máximo
control sobre el perro por parte de las personas, y que son incompatibles con (1) la expresión de su personalidad
propia, su “perronalidad”, además de impedir activa, consciente y deliberadamente (2) que alcancen una mínima
autonomía.
Pero esas afirmaciones bienintencionadas, en las que subyace la idea de que la mejor intervención sobre el
comportamiento canino es la no intervención están equivocadas, su espíritu es el correcto, pero su concreción en
formas de trabajo no. La respuesta no está en limitarnos a dejar al perro hacer lo que quiera, actuando libremente,
eso es negligente, peligroso e ineficaz cuando deseamos que logre la autonomía necesaria para un desarrollo pleno
y saludable que le permita acceder a la felicidad.
Los perros que cohabitan con personas tienen que gestionar una vida muy compleja: en ocasiones permanecen
solos durante horas en apartamentos, hacen salidas al parque, donde cada día pueden encontrar nuevos perros
con los que deben relacionarse con un mínimo de competencia, pasean por la ciudad… muchas cosas –y todas a la
vez- para las que resultan insuficientes tanto sus innatismos, como los sistemas tradicionales de entrenamiento o
la combinación de ambos.
Lo cierto es que los perros, como las personas en su niñez, necesitan de tutela 2 y guía hasta desarrollar las
capacidades necesarias para gestionar eficazmente su vida. La libertad solo puede darse en un terreno preparado,
no es algo que surja inevitablemente, sino que será consecuencia de dotar al perro de herramientas suficientes para
gestionarse a sí mismo, a los demás individuos con los que trate e incluso a su entorno físico.
Un perro que al quedarse solo destroce la casa, que al pasear por la ciudad muestre miedo o que reaccione con
agresión ante cualquier sujeto –perro o persona- desconocido no tiene posibilidades de ser libre. Más bien le espera
un penoso periplo por diferentes técnicas, muchas de ellas pensadas únicamente para lograr que deje de resultar
incómodo a las personas con las que convive, hasta que esas conductas sean corregidas.
Lo diré aquí por primera vez, y lo repetiré como una letanía a lo largo del libro, porque es algo fundamental: la
autonomía es la meta, no el camino.
❚ Este libro de tecnología es una historia de amor: querer bien a los perros

Podría limitarme (y así me lo han recomendado varias personas) a exponer nuestra propuesta de la manera más
aséptica posible y dejar que su eficacia hable por sí misma, olvidarme del amor, ni mencionarlo. Resulta tentador
puesto que este es un libro técnico, un manual, y está escrito –debe estarlode un modo neutro en su mayor parte,
pues busca la descripción cuidadosa y objetiva del trabajo para que pueda comprenderse y reproducirse.
Pero siempre he creído en las declaraciones de intenciones, en exponer con claridad lo que se siente respecto al
tema que se trata. En dar ocasión al lector de saber desde dónde habla quien le propone algo.
Yo soy entrenador de perros y les quiero, les quiero por cómo nos quieren ellos y por cómo piensan sobre el
mundo, les quiero por su emocionalidad que nos incluye, rodeándonos de un cariño tangible y espeso que funciona
como un amortiguador de las cosas tristes. Les quiero por su continuo esfuerzo por comunicarse con nosotros, por
usar su cognición social para entendernos mejor de lo que nosotros les entendemos, por ser capaces de abarcarnos
de manera fluida y carente de esfuerzo usando el cariño mientras nosotros apenas logramos la mitad con ellos. Y
porque les quiero escribo este libro, que tiene como objetivo expreso que podamos ayudarles a ser felices y libres.
Porque –en realidad- querer bien es centrarse en el otro, convertirle en protagonista mientras nos hacemos a un
lado. Usar el amor para conocerle, para entenderle como individuo autónomo con motivaciones propias y entidad
por sí mismo.
Querer bien es: (1) dejar de hablar sobre cómo nos sentimos y lo estupendos que somos por ello, (2) estudiar
cómo siente el otro y (3) qué puede cambiarse para hacerle sentir mejor.
Y para lograrlo con los perros, existen recursos eficaces y probados.
Para estudiarles tenemos la ciencia de base, por eso mi anterior libro, Tu perro piensa y te quiere, se centraba en
ella: en exponer los conocimientos actuales sobre cómo aprenden, se relacionan y actúan.
Los perros necesitan LIBERTAD está dedicado a lo que nosotros podemos hacer para mejorar su vida y facilitarles
el acceso a la felicidad, porque todo eso se consigue a través de la tecnología del comportamiento.
La tecnología del comportamiento es la forma de convertir nuestro cariño en una herramienta operativa para su
bienestar.

2. La salud comportamental como base

❚ El problema está en centrarse en el problema


Las intervenciones en el comportamiento canino han tendido históricamente a basarse, de un modo u otro, en la
conducta problemática, en el problema de comportamiento.
Desde aquellos acercamientos que hacían referencia a procesos subyacentes, como la bien conocida ansiedad por
separación, hasta los radicalmente conductistas basados en la topografía de la conducta, considerando que
“etiquetarla” dentro de algún denominador más profundo, como agresividad o miedo, constituía en el mejor de los
casos una distracción y en el peor un elemento autorreferencial que distorsionaría las medidas necesarias para
trabajar eficazmente.
Desde los reduccionismos más generalizantes, simplistas y erróneos, como los que veían la dominancia como eje
principal de la relación entre perros y personas, hasta los acercamientos categoriales veterinarios que
compartimentaban los problemas a través de una nosografía estricta.
Todos se centraban en el problema de conducta, en la conducta concreta que era un problema para nosotros.
Y por más que se avanzaba siempre se tenía la sensación, los profesionales siempre teníamos el runrún interno,
de que faltaba algo. De que había un factor de suerte en los éxitos completos, en esos casos que no solo mejoraban,
sino que llevaban al perro a una situación tal que parecía que nunca hubiera existido problema alguno. Parecía que
una mejora parcial y necesitada de andamiaje conductual era más real y lógica que la vuelta completa a la
normalidad. Que cuadraba mejor con la matemática conductual que desde cualquier óptica manejábamos.
Todos sabemos que detrás de una modificación del comportamiento que queda no bien, sino perfecta, lo que hay
siempre, más que un cliente satisfecho, es un profesional del comportamiento sorprendido.
Y el problema era centrarse en el problema.
El problema era no ver que es aquello que cimenta la salud comportamental lo que permitirá o no que, cuando
se modifique el comportamiento motivo de consulta, el perro no solo mejore, sino que pueda alcanzar o recuperar
una situación de normalidad, en el sentido más denso y positivo de la palabra.
El problema era trabajar sobre el problema única o principalmente, porque esa es la parte urgente, pero la
importante es restaurar la salud comportamental.
Y esto es algo ya entrevisto por los profesionales del comportamiento, existe una aspiración semiconsciente hacia
algo más profundo y sólido. Los buenos comportamentalistas, sean de la escuela que sean, prescriben medidas que
van algo más allá de las necesarias para afrontar el comportamiento o comportamientos concretos que son motivo
de consulta.
Todos recomiendan que el perro tenga actividades de calidad, ejercicio y salidas al campo, adiestramientos que
permitan interacciones positivas entre el perro y su familia, jornadas de juego para los cachorros…
En realidad todas estas medidas aspiran a la salud comportamental, tienden hacia ella.
Pero sin definir un modelo operativo, susceptible de ser analizado, evaluado y modificado, tenemos que
conformarnos con dar indicaciones intuitivas, ofrecer medidas basadas en generalidades o ideas amplias y difusas
sobre qué es la salud comportamental.
Tocamos de oído, y la intuición resulta un factor más determinante que el conocimiento consciente al hacerlo así,
pues no existía conocimiento sobre qué era y cómo podíamos medir la salud comportamental.
Hasta ahora sabíamos con detalle cómo analizar y afrontar el problema comportamental, cómo comprobar con
exactitud su evolución a consecuencia de nuestra intervención sobre él.
La mejora del problema era el ingrediente principal del plato que preparábamos para nuestros clientes, podíamos
medirlo con precisión de cirujano. Pero las pautas que iban más allá, esas que añadíamos para mejorar la salud
comportamental, no dejaban de ser el aliño, que añadíamos como quienes son inexpertos al cocinar: a ojo. Elegidas
como la mezcla y cantidad de especias con las que sazonamos un nuevo plato que ensayamos en casa. A veces nos
sale muy bien, otras no tanto y casi nunca queda perfecto.
No es lo mismo añadir nuestro toque de genio a una receta comprobada que improvisarla.

❚ Un paradigma diferente para intervenir en el comportamiento canino

La apuesta más ambiciosa de este libro no está en los protocolos que ofrece para tratar los diferentes problemas
comportamentales desde una óptica tetradimensional, pese a las novedades y mejoras que implican respecto a los
afrontamientos más tradicionales y limitados (y limitantes), sino en ofrecer, además, un (1) modelo operativo y
evaluable de salud comportamental y (2) medidas concretas para mejorarla como base de la intervención
profesional en el comportamiento canino.

Esto supone una propuesta de cambio radical (en su sentido literal: desde la raíz) en la manera de entender
nuestra profesión.
Supone dejar de dedicar el máximo de nuestros esfuerzos a “el problema”, y hacerlo a restaurar la salud, que es
el motivo subyacente de que algunos casos queden tan bien que nos sorprenden a nosotros mismos. La salud
comportamental es lo que diferencia el éxito esperable del éxito completo porque es la única base que puede
sostenerlo.
Esto no quiere decir que no afrontemos y trabajemos el problema, sino que dividamos nuestra atención en dos
frentes: (1) evaluar e intervenir en la salud comportamental y (2) evaluar e intervenir sobre el problema de conducta
concreto. Quiere decir que aunque arreglemos las ventanas rotas y los desconchones del edificio siempre
comprobaremos y aseguraremos antes la calidad de sus cimientos.
Es de suponer que nuestra propuesta en unos años se mejore y ajuste, aunque hemos trabajado mucho para
ofrecer un modelo eficaz y bien operativizado, que pueda usarse de manera sólida y segura. Este es el primer
acercamiento que existe de definición, evaluación e intervención sobre la salud comportamental canina. Y es
trabajo de toda nuestra profesión ir afinándolo y mejorándolo, nutriéndolo con el conocimiento colectivo.
Pero no tengo ninguna duda de que el paradigma basado en la evaluación, medición y cuidado de la salud
comportamental canina es el paso que nos toca dar.
No creo que exista vuelta atrás porque, además de las mejoras en el bienestar y acceso a la felicidad de los perros
que implica, el paradigma de intervención basado en la salud comportamental ofrece niveles de resultados que,
sencillamente, están en un nivel estratosféricamente superior respecto a los que ofrecía en su mejor día cualquiera
de los modelos de intervención que se enfocaban en el problema.

❚ La salud como premisa: un modelo global


A la hora de abordar la intervención comportamental en los perros, los trabajos basados en la conducta
problemática parten de dos paradigmas casi opuestos: el médico y el conductista.
El paradigma médico clasifica la aparición de determinadas conductas o conjuntos de conductas en determinadas
circunstancias como patológicos, asignándoles una categoría médica y un tratamiento más o menos estandarizado:
típico ejemplo es la ansiedad por separación. Es un modelo categorial basado en el concepto de enfermedad. Ya
mencioné en el anterior libro de esta colección que hoy día se considera desde todas las entidades relevantes en el
ámbito de la salud comportamental que este paradigma es inadecuado, sesgado e ineficaz (en personas, pero los
motivos aplican igualmente a otras especies). Actualmente se recomienda a los profesionales del comportamiento
y la salud mental abandonarlo, sustituirlo por modelos dimensionales, donde lo relevante es cómo determinados
comportamientos afectan a determinados aspectos globales –las dimensiones- que se consideran centrales en la
salud comportamental. Nuestra propuesta, el análisis e intervención tetradimensional en el comportamiento, nace
directamente de adaptarnos a esta recomendación general.
El paradigma conductista hace casi, casi, lo contrario al anterior: no valora las conductas como insalubres o
saludables, pues considera que asignarles valores de este tipo supone etiquetarlas de una manera que no solo es
inútil para trabajar con ellas, sino que dicha asignación de valores dificulta el análisis objetivo al incluir una
autorreferencialidad que convierte en circular y tautológica cualquier explicación: el perro es agresivo porque
muerde a otros perros y muerde a otros perros porque es agresivo. La pescadilla que se muerde la cola. Por ello el
modelo conductista se limita a describir las conductas, las relaciones funcionales que mantienen con los
estímulos/contextos donde aparecen, y proponer medidas que cambien esas relaciones funcionales para que las
conductas inadecuadas se eliminen y/o se promuevan las que consideremos adecuadas. Es un modelo que niega la
validez o utilidad de hacer valoraciones sobre los motivos “profundos” del comportamiento, niega el concepto de
enfermedad, y con ello también el de salud comportamental.
El paradigma médico nos permite limitarnos a recolectar datos, muchas veces sin necesidad de ver al perro en
ningún momento, y cuando encajan en una patología, en una categoría ya descrita, ofrecer pautas más o menos
estandarizadas, el conductista evita buscarle un marco interpretativo a lo que sucede y se enfoca en la conducta
que aparece en un momento concreto.
Considero que estos dos paradigmas son causantes de muchas de las limitaciones de visión y praxis que
arrastramos en nuestro sector profesional, donde parecemos agradecer los reduccionismos que nos permiten evitar
las exigencias de una visión global del comportamiento. Lo amplio parece darnos vértigo, somos una profesión con
agorafobia conceptual.
En nuestra propuesta el concepto central es el de salud, de acuerdo a la definición de la OMS:
La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o
enfermedades.
Una de las prioridades de cualquier profesional del comportamiento canino debe ser ir más allá de los
comportamientos y dirigir su actuación de manera profunda a facilitar, a buscar, a cuidar la salud comportamental
del perro que es necesaria para su bienestar y para que acceda a la felicidad, y que se definiría –de acuerdo con lo
anterior- como:
La salud comportamental es el estado de bienestar físico, emocional, cognitivo y social, y no solamente la ausencia
de afecciones o enfermedades, en lo que respecta a las capacidades comportamentales y al conjunto de las
conductas concretas que expresa el perro.
Una buena praxis profesional –de acuerdo a este nuevo paradigma que propongo- siempre evaluará y cuidará la
salud comportamental del perro, porque el comportamiento funciona de manera global y no podemos limitarnos a
trabajar sobre las conductas problemáticas, ni siquiera podemos limitarnos a trabajar sobre las causas directas de
una conducta problemática durante la situación en la que aparece. Aislar y trabajar la conducta problemática es
insuficiente. De hecho, bordea lo negligente.
La salud comportamental del perro funciona e influye en sus conductas concretas como un todo, por ello debemos
trabajarla de manera holística, pues es la base que sostiene no solo el comportamiento de nuestro interés, sino la
calidad de vida del perro, sus posibilidades de integrarse felizmente en el mundo.

3. El gestionalismo como enfoque


Tanto desde el paradigma conductista como desde el médico se llega a un enfoque práctico sobre el
entrenamiento y la modificación de la conducta basado en controlar al perro, evitando o promoviendo que lleve a
cabo determinadas conductas ante determinadas circunstancias o estímulos. Con este enfoque controlador el perro
no tiene opciones, la decisión sobre lo que debe hacer está tomada de antemano.
Cuando cambiamos el paradigma, cuando buscamos la salud comportamental, el control del perro no es un buen
enfoque para trabajar, porque usándolo es relativamente fácil que desaparezcan conductas inadecuadas, pero es
prácticamente imposible que llegue a mostrar todos los evaluadores objetivos que aseguran su salud
comportamental, que nos aseguran que es suficientemente feliz.
Para trabajar con la salud comportamental como premisa hay que hacer las cosas de otra manera, hay que
adoptar un enfoque gestionalista.
El enfoque gestionalista busca que el perro, ante el surgimiento de estímulos o situaciones que provocan
respuestas inadecuadas o insalubres, decida de forma autónoma y voluntaria un rumbo de acción adecuado y
saludable que le permita solventar eficazmente dicha situación o estímulo.
Esta forma de entender el trabajo comportamental no se centra en asociar conductas concretas a estímulos o
situaciones, ni depende del control como primera opción de afrontamiento/evitación de los problemas, sino que
aporta herramientas para empoderar al perro de la situación, dándole opción a resolverla con rumbos de acción
prospectivos, que se caracterizan porque pueden expresarse a través de diferentes conductas, algunas no conocidas
previamente por el perro, y no únicamente por una o varias que se hayan entrenado para dicha situación. El perro,
con nuestra ayuda, elige cómo afrontar la situación y una vez decidida su estrategia de afrontamiento podrá llevarla
a cabo de diferentes maneras.
El enfoque gestionalista busca crear las condiciones para que el perro opte voluntariamente por un rumbo
conductual adecuado, no centrándose en las conductas concretas, sino en los objetivos adaptativos que alcanzará.
Las ventajas de trabajar así son múltiples.
En primer lugar, una vez que el perro elije una manera adecuada y adaptativa de afrontar una situación
problemática tenderá a perseverar en ella sin depender de programas de refuerzo, como sucede al limitarnos a
enseñar conductas. Nos ha pasado a todos, cuando hemos visto que una determinada estrategia nos ha ido bien
para afrontar una cita, una entrevista de trabajo o cualquier otra situación concreta, la hemos mantenido y
adaptado a cada ocasión posterior en la que la hemos necesitado.
Además aportamos al perro un nivel de control de su vida y de sí mismo que le hace más autónomo, más capaz
de entender y afrontar este extraño mundo en el que le metemos. Esto ayuda a su madurez y salud emocional y
social. Al limitarnos a controlarle con órdenes, impedirle hacer cosas, castigar conductas concretas y/o premiar
otras, el perro empequeñece su comprensión del entorno y sus capacidades para afrontarlo exitosamente. Se
vuelve dependiente de nosotros y tiende a la inmadurez, a la dependencia emocional y social. Muchas veces lo que
parece un gran cariño es más bien la necesidad continua de las indicaciones de su humano para tomar la más mínima
decisión.
El enfoque gestionalista nos permite proveer al perro de recursos que usará de manera autónoma cuando se
encuentre con una situación problemática, aunque no hubiera nadie con él, siendo particularmente útil para todas
aquellas situaciones en las que sería perfecto que el perro actuase correctamente sin nuestra influencia directa.
Desde no comerse la basura del cubo cuando está solo, hasta no asustarse cuando suenan petardos, pasando por
ser competente en un encuentro con otros perros o personas desconocidas. En esos escenarios preferiríamos, sería
óptimo, que el perro eligiera voluntariamente no abrir la basura, pese a poder hacerlo, que después de la
detonación se autocontrolase y no generase miedo, o que sin decirle nada recibiera amistosamente al perro nuevo
que ha aparecido por el barrio. Estas son tres situaciones representativas de los tres ámbitos que explicaré en este
libro cómo gestionar: gestión del entorno objetual, gestión emocional y gestión relacional.
Debe señalarse que el gestionalismo tiene límites, y veremos cuándo se hace necesario aportar al perro ayuda
externa ante una situación inmanejable para él, pero nuestra primera opción siempre será ayudarle a comprender
qué sucede y cómo afrontarlo exitosa y felizmente.
Al trabajar desde un enfoque gestionalista abandonamos nuestro rol de adiestradores para asumir el de tutores:
tenemos en nuestras manos el desarrollo y adaptación feliz de los perros a las circunstancias en las que las personas
les obligamos a vivir. Para velar por sus derechos no debemos (-1) “programar”/”desprogramar” conductas buenas
o malas que nos eviten problemas a nosotros, sino ayudarles a (1) entender lo que sucede, a (2) conocer las posibles
opciones para afrontarlo y a (3) elegir la más saludable, dejando que esa elección se haga efectiva con la conducta
o conjunto de conductas que el perro decida adoptar.
Es cierto que existen circunstancias en las que el adiestramiento, enseñarle al perro una destreza y solicitársela
en un momento determinado, es necesario. Llamar al perro cuando terminamos el paseo, dejarle quieto mientras
entramos un momento a comprar algo o pedirle que camine a nuestro paso y junto a nosotros al cruzar una céntrica
y concurrida calle son necesidades de manejo reales que debemos ser capaces de llevar a cabo, es la otra mitad que
completa los conocimientos que ha de tener un profesional del comportamiento canino.
Pero, puesto que enseñar al perro a gestionar el mundo que le rodea y a sí mismo es la parte que más nos obliga
a entenderle, a cederle responsabilidades y a trabajar con él, en lugar de trabajarle a él, prefiero dejar para el
siguiente volumen los protocolos de adiestramiento COGNITIVO-EMOCIONAL. Aprendamos primero a ser sus
tutores, a ver el mundo con sus ojos, a velar porque lo comprenda y sea capaz de afrontarlo por sí mismo, con
nuestro apoyo, pero por sí mismo.
Además, el adiestramiento COGNITIVO-EMOCIONAL tiene exigencias técnicas que son difíciles de comprender sin
adoptar antes el enfoque gestionalista, hay protocolos que les parecerán innecesarios a quienes solo quieren que
el perro aprenda una conducta y la lleve a cabo cuando se le pide. El motivo es que buscamos que en el conjunto
de su vida el perro mantenga su autonomía, su capacidad de afrontamiento del mundo, que el adiestramiento no
le vuelva dependiente, inseguro, inmaduro y/o adicto al trabajo o a los refuerzos que usemos al enseñarle.
Asegurarnos de estar educando a un compañero, a un sujeto con derechos, y no programando una máquina.

❚ Gestionalismo y empoderamiento: Montessori para perros

El gestionalismo busca dotar de autonomía a los perros, lo que logramos al hacerlo es algo que parecen temer
muchas personas que los aman, pero que quizá los aman mal, lo que logramos es empoderarles de sus vidas.
El empoderamiento es el proceso por el que se dota a un sujeto de las herramientas necesarias para controlar su
propia vida en diferentes aspectos.
Cuando hablo de empoderar a los perros suele aparecer alguien, con un palillo metafórico entre sus dientes,
diciéndome que si pretendo que terminen votando.
Esta reducción al absurdo del argumento es tramposa y falsa. Obviamente los perros que viven con personas son
sujetos dependientes, que siempre requerirán tutela para gestionar adecuadamente algunos de los aspectos de
nuestro mundo.
Pero eso no implica que no debamos empoderarles en la medida en la que sea posible, no es una cuestión de
todo o nada, y quienes lo plantean así están usando un feo truco para darle apariencia de solidez a su deseo de
mantener un control férreo sobre los perros. Tampoco los niños pueden votar y eso no evitó que todo el trabajo de
María Montessori –que cambió por completo la forma de entender la educación- se basara en empoderarles a
través de su “casa de los niños”, donde no solo podían, sino que tenían que tomar decisiones y realizar
comportamientos de forma autónoma, consciente y autoevaluada.
Podemos, debemos, construir de manera equivalente “la casa de los perros”, el “mundo de los perros”, donde –
con las limitaciones que sean necesarias- los perros puedan adquirir el mayor nivel de gestión autónoma que sea
posible. Y eso pasa primero por que se gestionen a sí mismos, sus emociones, para que después puedan gestionar
el mundo que les rodea y así empoderarse de él.
La base del trabajo será enseñarles que existen opciones para autocontrolarse, para modificar su entorno físico,
para afrontar una relación nueva con otro sujeto… que son lícitas, que pueden realizar. Pero dentro de una serie de
normas, pues el no seguirlas traerá desbarajustes incómodos, como sucedía cuando Gastón tomaba una pieza de
fruta que hacía caer a las demás.
También deben existir límites, como haríamos con un niño y por los mismos motivos, el perro no puede
comprender las consecuencias de determinados actos y por ello no es posible que tenga una completa libertad de
acción: ni el niño puede entender que si dibuja en todas las paredes de casa obligará a sus padres a pintarla de
nuevo, ni el perro puede entender que divertirse destripando los sofás arruinará nuestra economía o que cazar al
gato del vecino está mal.
Animo a todos los lectores a que se sumen a quienes queremos construir un mundo para perros y personas que
conviven, donde los perros no tengan que actuar como invitados cuidadosos, donde puedan gestionarse a sí
mismos, sus necesidades y su entorno de la forma más autónoma posible.

❚ Seamos totalmente sinceros: riesgos


El ejemplo de Gastón y el kiwi ilustra los límites positivos a los que puede llegar un perro empoderado de su
entorno, de manera que conviertan nuestra casa en su casa, pero este proceso no está exento de algún riesgo
menor.
Excepcionalmente Gastón ha tomado de la encimera algún alimento que no debía coger, y en ocasiones en las
que estaba muy nervioso o hambriento ha tomado más de una pieza de fruta. Pero es algo excepcional, en sus
nueve años puede haberse excedido en este ejercicio de su autonomía cinco o seis veces.
Son problemas pequeños, pero debemos considerarlos al promover el empoderamiento de los perros. Cuando
alguien tiene libertad para tomar decisiones puede equivocarse y/o puede tomar algunas que no sean las que
hubiéramos preferido. Ese es el precio de tratar a los perros como sujetos autónomos, no parece excesivo. Al menos
a mí no me lo parece, aunque me moleste que en ocasiones Gastón se haya comido el ultimo de los kiwis y me
quede sin postre.

4. El análisis y la intervención tetradimensionales como herramientas

❚ De dónde venimos…
Los comportamentalistas caninos tenemos la mala costumbre de incorporar las novedades al trabajo activo con
el perro, a la intervención sobre su comportamiento, manteniendo inalterada la forma de analizarlo previa a dichas
innovaciones.
Compramos lo que funciona (al menos lo que funciona directamente sobre la conducta problemática), pero no
“compramos” los motivos por los que funciona. Esto lleva a que en lugar de una valoración ponderada sobre lo que
sucede, existan enormes saltos intuitivos desde el análisis hasta las pautas propuestas.
Por ejemplo, se podía (se puede) encontrar un análisis que atribuyera alguna conducta a que algo la reforzaba,
pero después, en las pautas prescritas, se hablaba de hacer tal o cual cosa para mejorar la gestión emocional, de
enriquecimiento ambiental para que expresara sus pautas de especie… ¿dónde está la relación directa entre el
análisis y la intervención?
Si no hemos analizado la calidad de la gestión emocional, ni el balance entre ocasiones y necesidad de expresar
conductas propias de la especie… no deberíamos proponer otra cosa que interrumpir el proceso de reforzamiento
que mantiene la conducta y/o plantear contracondicionamientos, enseñanza de conductas incompatibles…
Medidas acordes con nuestro análisis. No tiene sentido que el análisis no sea la base que sustenta la intervención
sobre el comportamiento.
Tener una manera eficaz de evaluar el comportamiento es un imperativo de cualquier propuesta técnica para
intervenir en él.

❚ … Y hacia dónde vamos


Esas discordancias entre análisis y pautas de intervención comportamental son consecuencia de querer
“aprovechar” cosas nuevas que se ve –que se siente casi- que funcionan, sin querer cambiar la concepción de fondo
del trabajo sobre el comportamiento canino.

Como desde la ITC proponemos un nuevo paradigma para tratar los problemas comportamentales, es necesario
exponer cómo entendemos el trabajo, qué diferencia nuestra forma de ver la cosas de la tradicional.

Tabla 1. Parámetros Tradicionales vs Parámetros del Análisis y la


Intervención Tetradimensional en el Comportamiento (ATC/ITC)

Por ejemplo, en nuestra propuesta no trabajaremos como finalidad las conductas de miedo o agresión que el
perro muestre en un determinado momento, sino como parte de un conjunto de acciones destinadas a restaurar
su salud y capacidades de gestión autónoma.
Evidentemente (que nadie se asuste) ofrecemos protocolos concretos para intervenir eficazmente en el
comportamiento del perro durante las situaciones concretas en las que aparece una conducta problemática, pero
eso sólo será una parte del trabajo.
Existen dos áreas de análisis e intervención: (1) el estudio y la búsqueda de la salud comportamental y (2) el
estudio y cambio de las conductas concretas. Esta visión es particularmente importante para el ámbito gestionalista,
es decir cuando nos referimos a conductas que el perro realiza (o deseamos que realice) de manera voluntaria y
autónoma para gestionar (1) sus emociones y/o (2) su entorno, (2A) objetual o (2B) social, adquiriendo con ello la
autonomía necesaria para su desarrollo pleno.
Así pues, el trabajo que planteamos tiene dos frentes principales:
1. Evaluar, mejorar y consolidar las bases de la salud comportamental delperro.
2. Evaluar, mejorar y consolidar la capacidad del perro de gestionar susemociones, su entorno social y su
entorno objetual para que modifique su conducta.
Podríamos decir que la reconstrucción de las bases de la salud comportamental es el trabajo que hacemos lejos
de la conducta problemática y la mejora de las capacidades de gestión es el que está directamente relacionado con
la situación en la que se manifiesta el problema, aunque ambos se influyen entre sí.
Trabajar sólo sobre la situación problemática, incluso mejorando la gestión de dicha situación, puede ser
suficiente en algunos casos, pero nunca es un trabajo óptimo y frecuentemente da lugar a la reaparición del
problema una y otra vez.
Sin conocer la salud comportamental del perro nuestras pautas para modificar la conducta podrían empeorarla o
alterarla.
Pero sin considerar también la conducta o conductas problemáticas nuestras pautas de cuidado de la salud
comportamental podrían resultar demasiado lentas o insuficientes para cambiarlas.
La evaluación comportamental no debería empezar enfocándose en la/s conducta/s que haya/n sido el motivo de
consulta. Lo primero es analizar la salud comportamental del perro, pues su estado determinará la manera de
intervenir en su comportamiento: ante una misma conducta podríamos – deberíamos- elegir medidas de
intervención totalmente diferentes según sea la salud comportamental de los perros que la manifiesten. Y esto no
puede hacerse de manera intuitiva.
Porque cada conducta concreta está relacionada con la salud comportamental del perro a nivel global, y da lo
mismo lo afinada que sea nuestra manera de analizarla, siempre será insuficiente. No es posible llegar a
conclusiones ni resultados sólidos sin evaluar e intervenir en ambas.

❚ Análisis e intervención tetradimensional


Nuestra propuesta, el trabajo COGNITIVO-EMOCIONAL, se basa en un modelo de análisis e intervención sobre el
comportamiento que toma en consideración cuatro dimensiones, la física, la emocional, la cognitiva y la social.
Para evaluar y promover la salud comportamental, el comportamiento adecuado y la autonomía de nuestros
perros usaremos, respectivamente, el Análisis Tetradimensional del Comportamiento y la Intervención
Tetradimensional en el Comportamiento. Refresquemos qué es cada cosa:

El Análisis Tetradimensional del Comportamiento3 es la forma de estudiar el comportamiento que parte de


considerarlo un sistema complejo con múltiples componentes que interactúan a través de diferentes procesos que
no son directamente observables, pero que pueden valorarse, al menos parcialmente, usando reglas de inferencia
estrictas entre el conocimiento sobre dichos procesos y el estudio objetivo del comportamiento observable,
asignando a cada comportamiento observable valores respecto a cuatro dimensiones: la física, la emocional, la
cognitiva y la social.
La Intervención Tetradimensional en el Comportamiento es toda actuación que busca modificar de manera
intencional y dirigida el comportamiento del perro tomando como referencia de inicio el Análisis Tetradimensional
del Comportamiento y usando como herramientas de progresión, evaluación y éxito tanto la evolución adecuada de
los valores dimensionales de los comportamientos como las conductas observables que muestre finalmente el perro.
El objetivo de Los perros necesitan LIBERTAD es convertir estas definiciones en herramientas útiles de trabajo,
ofrecer formas prácticas para que se pueda analizar el comportamiento de los perros de manera lo más objetiva
posible, así como protocolos aplicables para intervenir en él solucionando los problemas comportamentales motivo
de consulta, pero de tal manera que mejoremos la salud comportamental, y con ello el bienestar, la calidad de vida
de nuestros amigos caninos.

5. Los perros necesitan LIBERTAD como manual


Como lector sé perfectamente lo que se siente ante un texto –nunca mejor dicho- de estas dimensiones. Por eso
estoy agradecido a quien supera esa prueba inicial, comprándolo pese a su tamaño, y querría explicarle cómo y
porqué su lectura resultará más fácil de lo que las circunstancias harían suponer.
El volumen previo de esta colección, que la inicia, es un libro de teoría que expone lo que actualmente saben las
ciencias del comportamiento sobre cómo aprenden, se relacionan, se comunican y sienten los perros. Su propósito
era el conocimiento y la comprensión del perro, pero esto no se traducía inmediatamente en técnicas eficaces para
intervenir en su comportamiento, pudiendo generar incomodidad en el lector que las buscase.
Los perros necesitan LIBERTAD es muy distinto.

❚ Qué es Los perros necesitan LIBERTAD: Un manual de modificación del


comportamiento canino… diferente

Los entrenadores somos técnicos del comportamiento, no científicos, necesitamos una tecnología que convierta
los conocimientos que aporta la ciencia de base en herramientas aplicables en el día a día con nuestros alumnos
caninos y sus tutores.
El análisis y la intervención en el comportamiento son algo muy amplio, y para cubrir todo su espectro debemos
emplear diferentes formas de trabajar, muchas. Por eso este libro es tan gordo, tanto que puede resultar
abrumador. De hecho lo hemos dividido en tres para hacerlo más cómodo.
Su propósito es ofrecer un manual que permita evaluar el comportamiento del perro y ofrezca protocolos,
recursos y técnicas para modificarlo basándonos en los conocimientos antes mencionados4, buscando la salud
comportamental como cimiento y usando el gestionalismo como enfoque.
Puedes usarlo al modo más tradicional, aplicando sus contenidos para que el perro haga o deje de hacer
conductas, pero te permite, te propone y te anima a ir más allá: a intervenir en el comportamiento de los perros de
manera que la salud comportamental mejore y se mantenga óptima, puedes aprovechar este libro para modificar
su forma de interpretar lo que sucede en el mundo, logrando que lo comprenda mejor, sea capaz de gestionarlo de
manera adecuada por sí mismo y pueda integrarse felizmente en él. Tú decides.

❚ Cómo leer y usar Los perros necesitan LIBERTAD, más fácil de lo que parece

A lo largo de los tres libros en los que se divide Los perros necesitan LIBERTAD, vas a encontrarte con una serie de
protocolos ordenados, sistematizados y reproducibles para intervenir en el comportamiento canino a través de sus
dimensiones física, emocional, cognitiva y social de manera conjunta y coordinada. Cada protocolo cubre las
necesidades de una o varias áreas del trabajo con perros, esta especialización permite su uso óptimo y afinado, con
resultados de mucha calidad. Por supuesto estos protocolos pueden (¡y deben!) aplicarse de manera conjunta en
los casos que así lo requieran.
Recuerda en todo momento que lo que tienes en las manos es un manual, su objetivo es ayudarte a trabajar con
perros. Por ello su redacción, estructura y contenido están diseñados para aplicarse a la búsqueda de resultados
prácticos.

No tienes un índice, tienes un mapa


Utiliza el índice como un mapa, es muy detallado para ayudarte al máximo a ubicar lo que necesites leer en cada
momento, ve a lo que te parezca más directamente relacionado con el asunto que buscas y deja que lo que leas te
lleve a nuevas búsquedas en el índice para ampliar o ajustar la forma de abordar el caso. No intentes usarlo todo al
principio, podría ser mucho, vete incorporando lo más importante y lo que veas claro. Cuando te sientas cómodo
suma más cosas.
No te preocupes porque eso haga lento tu manejo inicial de los libros y la aplicación de su contenido,
progresivamente te será cada vez más fácil hacer conexiones y tener una visión amplia. Tu agilidad y capacidad para
analizar e intervenir en el comportamiento de los perros estarán creciendo de manera simultánea.
Veamos, someramente, qué partes, además de la que estás leyendo, componen este trabajo y cuáles son sus
objetivos, para ofrecerte una visión general.
Libro primero: CONOCER Y CUIDAR LA SALUD COMPORTAMENTAL
DE LOS PERROS
Objetivizar la salud comportamental de los perros, evaluarla y cuidarla es la propuesta más novedosa de este libro
y uno de los pilares del nuevo paradigma que propone, por lo que empezaremos viendo todo lo directamente
relacionado con ella.
• Análisis tetradimensional de la salud comportamental
Empezaremos nuestro trabajo evaluando la salud comportamental del perro, muchas veces su estado es la causa
profunda de los problemas, los agrava o dificulta su solución. Sin conocerlo, algunas de las medidas de intervención
sobre el comportamiento que tomásemos podrían empeorarlo en el medio o largo plazo. Analizar la salud
comportamental del perro es el punto de partida para diseñar cualquier propuesta de intervención.
• Intervención tetradimensional para mantener o mejorar la salud comportamental
Veremos cómo intervenir sobre la salud comportamental, trabajos que quizá no sean de utilidad para el cambio
directo del comportamiento motivo de consulta, pero necesarios para construir el bienestar y la felicidad del perro.
Serán el cimiento que sostendrá con firmeza lo que hagamos después enfocándonos en conductas más concretas.
Libro segundo: ANÁLISIS E INTERVENCIÓN TETRADIMENSIONAL EN EL
COMPORTAMIENTO CANINO
Esta parte contiene los protocolos para analizar e intervenir en la práctica totalidad de las conductas. Lo que
podemos hacer y la manera de hacerlo cuidadosamente explicado, para que lo utilices de manera segura y
consistente.
• Análisis tetradimensional de las conductas
Un análisis que aprovecha la amplitud de los conocimientos actuales, desde la clásica topografía de la conducta,
hasta los objetivos mentales y estados emocionales relacionados con ella. Porque la conducta no solo es lo que se
muestra, sino que está sostenida sobre factores menos evidentes, que deben incluirse en su evaluación para
conocerla en profundidad antes de plantearnos modificarla.
• Intervención tetradimensional en el comportamiento
Una vez analizadas –y nunca antes- tanto la salud comportamental como la conducta es cuando podremos
intervenir sobre ella. Y las posibilidades para hacerlo son tantas que es necesario hacer subdivisiones.
Esto no quiere decir que tengamos que limitar nuestro trabajo a uno u otro protocolo, en muchos casos el éxito
se logrará al emplear varios o apoyar una forma de intervención principal con recursos de otras. Cuando conozcas
y hagas tuyos los protocolos y recursos que se proponen verás que aprovecharlos es mucho más sencillo de lo que
parece.
• Protocolos y recursos tetradimensionales para mejorar la gestión del comportamiento
Aquí te ofrecemos el kit básico de la intervención comportamental COGNITIVO-EMOCIONAL, lo que sirve para casi
todo y puede aprovecharse de manera más amplia. Muchos de los protocolos más específicos son especializaciones
de estos, por lo que es conveniente conocerlos bien. Son nuestra base operativa, manejarlos con soltura permite
afrontar exitosamente la gran mayoría del trabajo, incluyendo la mejora de la salud comportamental del perro.
• Ética y deontología profesional
Quien escribe sobre qué hacer y cómo hacerlo para intervenir en la vida y salud de otros sujetos debería exponer
con detalle y sin ambigüedad su posición ética.
Si además, como es mi caso, se suma la condición de profesional de la intervención comportamental la necesidad
de que quienes pudieran contratarnos conozcan nuestra deontología se vuelve crítica, una exigencia de la buena
praxis profesional. No debemos dejar que nadie eluda esta responsabilidad con un par de frases biensonantes, que
a nivel práctico no nos permitan conocer la forma real de trabajar de un comportamentalista canino. Es una parte
detallada del libro, porque no solo expongo la ética y
deontología profesional de la empresa que dirijo, sino que intento dar herramientas para que cada
comportamentalista pueda definir la suya propia.
Es un buen lugar para empezar a leer si tienes dudas sobre si las propuestas que hago cuadrarán con tu manera
de entender la convivencia con los perros y con las formas que te parecen correctas para intervenir en su
comportamiento.
Libro tercero: GESTIÓN EMOCIONAL, GESTIÓN DEL ENTORNO OBJETUAL Y GESTIÓN DEL
ENTORNO SOCIAL DE LOS PERROS
Esta es la parte más extensa, porque implica exponer cómo adecuar todo lo anterior de acuerdo al/los ámbito/s
específico/s en el/los que deseamos que el perro gestione su comportamiento de forma autónoma. Además aporta
conocimientos extra y protocolos específicos respecto a cada uno de dichos ámbitos, para ajustar y llevar al máximo
los resultados de la intervención comportamental de enfoque gestionalista.
• Gestión emocional
Las emociones están presentes y son componente imprescindible de cualquier comportamiento. Todos los
protocolos que se exponen en este libro las toman en consideración.
Sin embargo, cuando las emociones dejan de funcionar de manera adaptativa, se requieren formas específicas de
trabajo para que el perro aprenda a gestionarlas adecuadamente, lo que constituye el objetivo de estos protocolos.
La mayoría de consultas sobre miedo, ansiedad o agresión se deben a problemas relacionados con la mala gestión
de las emociones y demandan un trabajo especializado para solucionarse.
• Gestión del entorno objetual
En muchos casos queremos que el perro actúe o deje de actuar en una situación en la que está solo, sin la
presencia ni la influencia de personas u otros perros, o sea: que gestione de manera autónoma su entorno objetual.
Este apartado también incluirá situaciones en las que, aunque haya personas y/o perros cercanos, el componente
social de la conducta sobre la que deseamos intervenir es muy bajo. Pueden ser ejemplos típicos no querer que el
perro acceda a algún mueble de la casa cuando está solo, típicamente la cama, o no comer basura durante los
paseos con su tutor.
• Gestión del entorno social
El tipo de relación, y las conductas derivadas de ella, que los perros establecen con otros perros y personas es uno
de los principales motivos de consulta a profesionales del comportamiento canino. Aplicar aquí formas de trabajar
válidas para el entorno objetual –algo más frecuente de lo que pudiera parecer- no solo limitará la calidad de
nuestros resultados, sino que puede afectar seriamente a las capacidades sociales afectivas y comunicativas de
nuestro perro, así como a su integración saludable y feliz con nosotros y/o con otros perros.

Los mapas ayudan, pero no te llevan a todos los sitios


Al empezar a moverte por Los perros necesitan LIBERTAD te recomiendo que no te limites a buscar en el índice y
leer sobre aquellos temas que ya son de tu interés: todos queremos saber qué piensa un autor sobre aquello que
conocemos en alguna medida, eso nos permite avanzar y ajustar nuestros conocimientos, mejorar nuestra práctica
y reflexionar con lucidez sobre nuevos aspectos que pueda presentarnos el texto.
Es normal planificar nuestros viajes haciendo las principales paradas en aquellos lugares bien conocidos, pues
sabemos que nos aportarán lo que buscamos.
Pero a veces lo que más permite disfrutar de un libro técnico, como de un viaje, es aventurarse en lo desconocido,
hacer lo imprevisto. Desviarnos de la ruta trazada y encontrar nuevos lugares, quizá alguno nos decepcione, pero
merece la pena probar, porque en lo inesperado nacen algunas de las serendipias más valiosas del conocimiento.
Vuelve de nuevo al índice y enfócate en los títulos que no hacen alusión a nada que ya sepas, que no tengas ni
idea de qué pueden tratar, elige alguno que te parezca evocador, búscalo y léelo. Sin pensar que debas entenderlo
por completo, simplemente disfruta haciéndolo.

Los perros necesitan LIBERTAD es una casa, no una montaña


Los libros muy extensos pueden percibirse como montañas difíciles de escalar, pero el carácter de manual de los
que tienes entre las manos te permite hacer excursiones cortas, trazar rutas de lectura de acuerdo al tiempo del
que dispongas en cada momento, abrirlo por un punto al azar, releer un capítulo a la luz de otro que acabas de
descubrir…
Si personalizas la manera de leerlos, ajustándola a ti, y te acercas a este volumen como a una comarca intrincada,
pero accesible y cercana, que puedes ir conociendo a tu ritmo, disfrutarás mucho más y su lectura se volverá
relajada, familiar y amable. Al escribirlo he buscado que fuera un libro que acogiese al lector que realmente
estuviera interesado en lo que dice.
Siéntete como en tu casa, porque lo he escrito para que lo habitemos – juntos- todos quienes queremos a los
perros y deseamos trabajar seriamente con ellos, para ellos.

❚ Sin bibliografía (casi)


Tu perro piensa y te quiere tenía una extensísima lista de referencias –más de setecientas- a artículos y libros, esto
se debía a que intenté que toda la bibliografía de esta serie estuviera allí, aunando las bases conceptuales de todo
el trabajo y sus validaciones/justificaciones científicas en el primer tomo, dejando así a los siguientes un carácter
más práctico y cómodo.
Pese a ello resulta inevitable añadir algunos libros: los que se mencionan a lo largo de este segundo volumen
deben referenciarse, también se amplían los conocimientos y descubro nuevas obras de interés que influyen en
nuestro trabajo y que merecen citarse. Por ello he incluido varias publicaciones, pero en lugar de hacerlo
exclusivamente en un apartado final de bibliografía las incluyo en las notas al final que amplían el texto principal en
aquellos puntos en los que son relevantes.

❚ Los textos de La Caja Verde


Muchas de las ideas que se encajan en Los perros necesitan LIBERTAD habían sido expuestas parcialmente en
artículos de mi blog, La Caja Verde, por ello he creído adecuado incorporar bastantes de estos artículos,
normalmente modificando el texto para adecuarlo al conjunto de este trabajo.
En la mayoría de ocasiones lo hago en las citas al final del libro, pero en otras lo he incorporado al texto principal,
pues he creído que era más adecuado. En todo caso el total de las importaciones supone menos del tres por ciento
del libro y casi siempre se ajustan, amplían y contextualizan, por lo que no creo que suponga problema alguno para
nadie, aunque ya conozca dichos textos de antemano.
❚ Lo que se ha quedado fuera
Este es un trabajo amplio y ambicioso, la totalidad de intervenciones tetradimensionales sobre el comportamiento
de un perro pueden diseñarse a partir de la información que se presenta aquí. Sirve para que el comportamentalista
canino pueda organizar, llevar a cabo y evaluar su trabajo.
Pero debo reiterar lo que he dejado fuera, lo que no va a encontrar el lector, para evitarle decepciones: no he
incluido los tres protocolos específicos para realizar adiestramiento, entendido este como la realización de
conductas coordinadas entre el guía y el perro, siendo el primero quien las dirige. Ese será el objeto del próximo
volumen (menos inmenso que este, lo prometo). Usando una nomenclatura “clásica” podríamos decir que este es
un texto de modificación del comportamiento canino, mientras que el siguiente lo será de adiestramiento.

❚ ¿Comprendes lo que haces? La responsabilidad de trabajar bien


En el mundo de la educación y gestión del comportamiento canino existe una cierta resistencia hacia el trabajo
conceptual. Tendemos a preferir que nos expliquen técnicas que obtengan resultados más que los conceptos sobre
los que esas técnicas se diseñan. La nuestra es una disciplina práctica, pero requiere de unos mínimos conocimientos
para ejercerse con calidad y eficacia.
Aprender técnicas y no los conceptos que las sostienen conlleva un problema: cuando fallan no sabemos qué
hacer, sabemos pilotar el comportamiento, pero no conocemos su mecánica interna. Mala cosa, puesto que se
supone que los “mecánicos” del comportamiento canino somos nosotros.
Si los entrenadores no asumimos la necesidad de formarnos para comprender la mecánica del comportamiento
estamos faltando a nuestros deberes profesionales y dejando sin asistencia de calidad a los perros cuando muestren
cualquier problema que para solucionarse requiera ir más allá de aplicar una técnica porque… ¿qué tiene más
sentido, que conozcamos unas técnicas para solucionar la ansiedad por separación o que sepamos cómo funciona
la ansiedad, cómo podemos mejorar su gestión y cómo prevenir su aparición en cualquier circunstancia?
Replicar fórmulas de diagnosis y pautas de tratamiento cuyo funcionamiento real no comprendemos, como en un
“aserejé”, y que tienen un ámbito muy limitado es una forma de ejercer la profesión que no solo es éticamente
dudosa, sino que deja sin atención de calidad a todos los perros que no cuadran claramente dentro de nuestras
“plantillas” de trabajo.
Para evitarlo, Los perros necesitan LIBERTAD requiere que el lector asuma el aprendizaje de conceptos como la
base de la formación de un entrenador de calidad, quien busque un recetario de técnicas para enseñar diferentes
“trucos” a su perro no está ante un texto adecuado para él, aunque las incluya.

Tu trabajo: adaptar, avanzar y dejar viejos estos libros


He escrito para quienes buscan un conocimiento que les permita la práctica profesional de intervenciones sobre
el comportamiento canino a través de una valoración ponderada por el conocimiento objetivo.
Ofrezco protocolos sistematizados, evaluables y reproducibles, pero que deben ser adaptados de manera
individual por el técnico especialista para ser aplicados a cada perro con el que trabajemos.
A lo largo del texto están desarrolladas las normas, el axioma y el cimiento técnico del trabajo COGNITIVO-
EMOCIONAL, las reglas de su aritmética interna, lo que permite que, conociéndolas y usándolas de manera
innovadora, puedan desarrollarse nuevas propuestas de trabajo.
Es responsabilidad de todos los profesionales que la tecnología del comportamiento siga avanzando, envejecer
las propuestas actuales y hacer otras nuevas que rápidamente sean superadas a su vez.
El buen arte es inmarcesible, la buena ciencia no. La buena ciencia es caduca, temporal. Este libro no es algo
estático, sino que debe ser usado por sus lectores como escalón para subir por encima de él.

LIBRO I
CONOCER Y CUIDAR LA SALUD COMPORTAMENTAL DE LOS
PERROS
CAPÍTULO 1
CÓMO SE MIDE LA SALUD COMPORTAMENTAL

“Si comprendieras la voluptuosidad de comprobar” Alejandra


Pizarnik.

Medir lo inconmensurable: cuando reducir es necesario


Una objeción que escucho frecuentemente por parte de algunos colegas cuando hablo de protocolos ordenados
y reproducibles para analizar e intervenir en el comportamiento canino es que, en realidad, ningún protocolo puede
tomar en consideración todas las variables que aparecen cuando de verdad uno se pone a trabajar con un perro:
aún dentro de la misma raza y línea de cría, incluso entrenándose para el mismo tipo de labor y con las mismas
técnicas surgen diferencias notables ¡Cuánto más al hablar de todas las posibilidades de adiestramiento y gestión
del comportamiento en cualquier raza de perro, con cualquier edad y en cualquier entorno!
Y si queremos analizar y mejorar la salud comportamental, que es un continuo en el que influye cada cosa que
haga el perro en cada momento del día, la cantidad de variables se vuelve infinita e inabarcable a efectos prácticos:
tendríamos que medir todo lo que le sucede en todos los instantes de su existencia.
La imposibilidad de abarcar la totalidad de factores que afectan a un fenómeno es un problema tecnológico
común, que puede resolverse suficientemente bien como para trabajar de manera consistente.

❚ El uso de modelos: no es todo o nada


Lo primero que se hace cuando se quiere medir algo en lo que influyen muchísimas cosas, a nivel operativo, es
que, sencillamente, no se toman en consideración todas las variables, lo que en algunos casos resultaría tan
complejo que nos bloquearía, y en otros simplemente sería imposible.
Porque no es necesario un análisis exhaustivo, sino uno suficientemente objetivo y representativo de la realidad
que se quiere medir.
Lo que hacemos es recurrir a modelos: simplificaciones de un problema que sólo tienen en consideración sus
aspectos más relevantes, dejando a un lado variables que causarían variaciones menores, pero que son casi
imposibles de tomar en consideración por la dificultad para medirlas y/o por su abundancia.
Pondré un ejemplo5:
Normalmente calcularíamos la trayectoria de una piedra lanzada al aire usando un modelo, una simplificación del
problema: solo tomaríamos en consideración el ángulo y fuerza del lanzamiento, junto a la aceleración de la
gravedad, despreciando la velocidad y dirección del viento, el índice de fricción de la piedra de acuerdo a su relieve
y forma, el tamaño de la mano que la lanza…
Lo hacemos así porque algunos datos influyen muy poco en la trayectoria de la piedra, pero conseguirlos y
añadirlos al cálculo resulta un dolor de cabeza importante. Usamos ese modelo sencillo porque incorporar más
variables no aporta una variación significativa del resultado y además es dificilísimo.

❚ Ahora y siempre: momentos que reflejan la vida


Una vez que hemos decidido las variables que tomaremos en consideración podemos aplicar otra forma de ahorro
de trabajo, que nos permite hacer una medición fiable sin morir en el intento: no las mediremos durante todo el
tiempo, sino que seleccionaremos, de entre todos los posibles, momentos adecuados y suficientes para hacerlo.
Buscaremos y elegiremos situaciones representativas suficientes de lo que deseamos medir.
Una situación representativa es aquella en la que el perro muestra a través de su conducta objetiva potenciales
variaciones que reflejan algún aspecto que deseamos conocer.
Elegiremos entre aquellas situaciones representativas que aparecerán repetida y sistemáticamente de manera
natural en el contexto/situación en el que nos interesa conocer el estado y la evolución de dichos aspectos.
Así, se podría tomar como dato relevante de determinados aspectos de la salud social de un perro el número, tipo
y duración de sus interacciones con otros sujetos en determinados momentos. Por ejemplo, la hora posterior a la
cena, cuando está junto a su familia con libertad para interactuar con ellos ¡y ellos tienen disponibilidad para medir
y anotar lo que sucede! Si pidiéramos lo mismo durante el desayuno, yendo con prisas para llegar al trabajo, no lo
harían bien o, simplemente, no lo harían. Si la evolución de las interacciones post-cena a lo largo del tiempo nos
muestra fiablemente el estado de algún aspecto de la salud social ¿para qué complicarlo?
Recuerda: no es necesario medir algo durante todo el tiempo para conocer su estado y evolución.

❚ La intuición también cuenta


El correcto uso de la intuición (que consiste en juntar conocimiento consciente, inconsciente y creencias de cada
uno) es completar y afinar los modelos para cada perro concreto, ahí está su aplicación. Esa es la parte que debe
aportar cada entrenador. Pero, como, inconscientemente, deseamos ver algunas cosas e ignorar otras, la intuición
ha de apoyar la medición objetiva, enriquecerla. No suplantarla.
Cuando, como contaba antes, me planteaban la imposibilidad de medirlo todo para analizar e intervenir en el
comportamiento, de fondo, lo que creían defender quienes lo hacían era la idea de que es bueno no medir, hacer
las cosas según surgen. Entonces yo siempre pregunto ¿y si el perro empieza a gruñir repetidamente? ¿y si se calma
o excita? ¿es indiferente para ellos que haga algo de lo anterior más o menos veces? No, claro que no, todos
tendemos a medir, al menos grosso modo, las cosas que creemos importantes en nuestro trabajo, y esto es bueno.
Pero le deja demasiado trabajo a la intuición, porque parte de datos insuficientes: cuanto mejor midamos, mejor
usaremos a la intuición y no al revés, porque la intuición completa lo que sabemos, no lo sustituye.
La medición objetiva, que será la base desde donde se eleve, su necesario nido, buscaremos que sea –eso sí- lo
más cómoda y fácil que sea posible, para que no nos agote, impidiendo así a la intuición desplegar sus alas y volar.

❚ Finalmente: lo mejor es lo posible


El estadístico porteño Walter Sosa decía que “en estadística lo mejor conspira contra lo bueno 6”, y es una muy
buena forma de expresarlo: siempre puedes incorporar más variables representativas a tu modelo, medirlas
durante más tiempo y en más ocasiones. Y los resultados serán mejores, pero también requerirán mayor inversión
de recursos. Sobre el papel es fácil sumar variables y momentos, pero a efectos prácticos necesitamos un modelo y
unos momentos de medición suficientemente buenos como para conocer el estado y la evolución de lo que
queremos saber. Bastante trabajo tenemos.
La mejora de los modelos de análisis del comportamiento estará en: (1) mejorar la fiabilidad respecto al mejor
que tengamos, haciendo el mismo esfuerzo para obtener y procesar los datos, (2) lograr un modelo con la misma
eficacia que el previo, pero que nos requiere un esfuerzo menor y solo en tercer lugar (3) desarrollar alternativas
que mejoren abrumadoramente la información que nos proporcionan los modelos actuales aunque impliquen una
mayor inversión de recursos (siempre con el límite de que han de ser viables para las condiciones reales en las que
se requerirá su uso).

❚ La tecnología debe reducir, la comprensión no


No debemos confundir el reduccionismo al estudiar las cosas, el que tiene que ver con negarse a aceptar lo que
dice la ciencia de base, y que resulta muy nocivo, con la reducción consciente y medida, con la simplificación, que
conlleva el desarrollo de tecnología. Cuando estudiamos el comportamiento debemos evitar reducir, pues nos
impide verlo como un fenómeno global y complejo, pero la tecnología para trabajar sobre él requiere el máximo
posible de sencillez para que el trabajo sea funcional y aplicable en nuestro día a día.

Nuestro modelo para analizar e intervenir en la salud comportamental


Diseñar esta primera forma para medir el estado de la salud comportamental canina e intervenir sobre ella ha
sido un trabajo difícil, ha requerido mucho tiempo y ha retrasado notablemente la escritura de este libro. Aún así
debe considerarse un modelo aproximado y (muy) mejorable, serán quienes elijan basar su trabajo en la salud
comportamental los que irán puliéndolo y ajustándolo.
Es importante reconocer y mostrar las debilidades y límites que tiene nuestra propuesta de análisis de la salud
comportamental, para hacerlo antes de exponerla explicaré cómo la desarrollamos.
En un modelo tetradimensional lo primero es definir ítems reconocibles que permitan valorar el estado de la salud
comportamental en cada una de las dimensiones, y en momentos lo más cotidianos y sencillos que sea posible. Para
el primer diseño empleamos (1) los datos que aportaban varios estudios sobre cómo se alteraban algunos
parámetros observables en determinadas situaciones y, como no era suficiente, añadiendo otros de acuerdo a (2)
nuestra experiencia para elegir situaciones que nos parecían representativas y fáciles de observar, como el
momento de reencuentro tras una separación, el tiempo en común en casa…
Combinamos lo anterior en una serie de ítems y los medimos en perros cuya salud comportamental, bienestar y
nivel de felicidad considerábamos óptimos, así como en otros que sufrían problemas comportamentales “clásicos”
(ansiedad por separación, reactividad…). De ahí obtuvimos los valores medios y descartamos algunos parámetros y
momentos de medición, que no se mostraban fiables o no resultaban tan sencillos de evaluar como preveíamos.

❚ Feynman y los matrimonios felices: diseñar un test y testarlo

Con los valores de perros saludables y problemáticos diseñamos un modelo inicial, pero como fiel lector de
Feynman, sabía que eso no era suficiente: Había que “testar el test” para validarlo, y me voy a permitir contar aquí
qué es eso de “testar el test” y porqué es importante, puesto que veo propuestas de intervención basadas en
evaluaciones similares a la nuestra, que pueden ser de calidad, pero en las que no se realiza esta segunda prueba y
eso las deja incompletas. Además, el ejemplo que usa Feynman va que ni pintado, porque se refiere a medición de
la felicidad, que es lo que hace posible la buena salud comportamental.
Feynman explicaba cómo en algunas revistas se ofrecían tests para medir el nivel de felicidad de los matrimonios:
cuántas veces se besaban, cuántas comidas hacían juntos, cuántas veces hablaban a lo largo del día, si hacían o no
hacían algunas cosas… Para diseñar estos tests se había observado a varios matrimonios considerados felices y se
habían usado algunos de sus comportamientos como patrón. Con esos valores medios era con lo que se estaba
comparando el lector que rellenaba el test.
Pero había un fallo en esta operativa que Feynman, con bastante guasa, señaló: no habían “testado el test”. Y por
eso no valía.
Para asegurar que los ítems y valores de medición eran correctos, antes de darlos por válidos y ofrecer el test a
los lectores, debía pasarse ese test a otro grupo de matrimonios felices y comprobar que ofrecían puntuaciones
altas, concordantes con las del primer grupo usado para diseñarlo. Sin esa segunda prueba el test no es fiable,
porque no se comprueba si al diseñarlo no “forzamos” inconscientemente nuestra observación para encontrar
cualquier cosa que tuvieran en común los matrimonios del primer grupo, aunque no estuviera ni remotamente
relacionada con su felicidad. Imagínate que se observa, casualmente, que todos desayunaban cereales y se incluye
como algo relevante para su felicidad. Sin pasar el test a otro grupo de matrimonios felices elegidos al azar, y entre
los que hubiera algunos que empezaran su día comiendo otras cosas, no podríamos saber que desayunar cereales
no era mas que una casualidad, sin influencia en su felicidad.
En nuestro caso, además de comprobar la fiabilidad de nuestro modelo con un segundo grupo de perros que
consideramos de salud comportamental óptima, lo hemos testado con un segundo grupo de perros con problemas
de comportamiento, para asegurarnos de que los valores se modificaban de manera significativa y homogénea
respecto a los primeros grupos usados para diseñarlo inicialmente.

❚ … Bueno, pero no tanto como parece


La operativa que hemos usado es de calidad, pero el número de perros que hemos evaluado, la muestra (sobre
todo en los grupos que tenían problemas comportamentales), es insuficiente para garantizar su fiabilidad completa.
Esto es por la dificultad de encontrar perros con problemas en todos y cada uno de los puntos concretos que
queríamos medir, recordemos que no bastaba con un solo grupo para cada punto concreto, sino que necesitábamos
dos: uno para diseñar el modelo, y otro para evaluarlo, para “testar el test”.
Aunque a día de hoy seguimos tomando datos para consolidar esta propuesta, decidí exponer ya este modelo de
análisis, pues lo creo suficientemente interesante y útil como para que pueda ser aprovechado y mejorado de
manera colectiva por todos los profesionales del comportamiento canino.

Las preguntas equivocadas y la correctas


Es importante terminar esta parte recordando que el análisis e intervención tetradimensionales en el
comportamiento están centrados en el concepto de salud comportamental, lo que convertimos en algo susceptible
de ser analizado y mejorado dándole las cuatro dimensiones que caracterizan nuestra propuesta.
Por eso partimos de analizar cómo es de saludable el comportamiento de cada perro en cada una de las
dimensiones, sabiéndolo buscaremos cómo mejorar aquellos puntos más débiles y evitaremos trabajos que
empeoren su salud comportamental.
El paradigma de búsqueda de salud hace que deje de tener sentido la búsqueda de la patología comportamental,
del punto exacto de ruptura donde podemos decir que el perro está enfermo y cómo se llama esa enfermedad. No
nos preguntaremos ¿cuándo un perro está comportamentalmente enfermo? Esa es una pregunta incorrecta.
No necesitamos, no debemos, buscar etiquetas de enfermedad a cada problema para diagnosticar ni para tratar
el comportamiento, sólo necesitamos saber objetivamente los puntos en los que se puede mejorar la salud
comportamental, porque ese es el objetivo: alcanzar la mejor salud comportamental posible. Y eso implica ir mucho
más allá de no estar enfermo.
Recordemos que en la última edición del DSM7 se explicita la importancia de abandonar los modelos categoriales
de diagnóstico, los que ponen “nombres” a las patologías, y emplear modelos dimensionales de análisis del
comportamiento, como este. Incluso se ha desarrollado otra herramienta alternativa para la diagnosis, el
Hierachical Taxonomy of Psychopatology (HiTOP), con una visión aún más dimensional en su acercamiento.
Pero tampoco debemos preguntarnos única o principalmente por una o varias conductas concretas, aislándolas
del conjunto de la vida del perro, sin darles más sentido que estar o no reforzadas, es necesario ir más allá: saber
cómo cada conducta influye y es influida por la salud comportamental.
No podemos ver las conductas como neutras –ni buenas ni malas- y considerarlas únicamente convenientes o
inconvenientes. Eso no es cierto: hay conductas buenas y malas para la calidad de vida del perro, para su salud
comportamental.
No podemos preguntarnos principalmente por la forma de la conducta y los estímulos que la controlan, porque
eso vacía de significado el concepto de salud y nos impide trabajar mejorando la calidad de vida del perro de manera
integral.
La pregunta correcta, la primera pregunta, siempre será ¿dónde y cómo puede mejorar la salud comportamental
de cada perro? Y para responderla es para lo que hemos visto todo lo anterior.

Bases tetradimensionales de la salud comportamental


Ya vimos que la OMS definía la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social”. Si nos
fijamos, aporta tres dimensiones del bienestar: la física, la mental y la social. Es muy cercano a nuestro modelo
tetradimensional, sencillamente desdoblamos la dimensión mental en cognitiva y emocional, porque resulta más
útil y afinado para analizar e intervenir en la salud comportamental.
A partir del siguiente capítulo desglosaremos aquello que debemos buscar en un perro adulto
comportamentalmente sano8, concretando de manera operativa en qué consiste la salud comportamental, cómo
evaluarla y cómo mejorarla de manera práctica para cada una de estas cuatro dimensiones: la física, la emocional,
la cognitiva y la social.

Cuándo analizar la salud comportamental


Es obvio que antes de iniciar una intervención en el comportamiento de un perro debemos evaluar el estado de
su salud comportamental, pero también podemos volver a comprobarlo cuando…
… Se hayan aplicado durante un tiempo suficiente pautas para mejorarla en alguna/s de su/s dimensión/es.
… Aparezcan por cualquier motivo cambios sustanciales en la vida del perro, como serían mudanzas, pérdida de
un miembro de la familia o incorporación de un nuevo miembro.
… Se estén aplicando medidas para modificar alguna conducta del perro, comprobando así que lo que hacemos
no solo es eficaz para la conducta sobre la que intervenimos, sino que mantiene o mejora la salud
comportamental.
… El perro muestra cambios significativos e imprevistos en su comportamiento general.
… Antes de terminar una intervención comportamental, para asegurarnos de que además de los objetivos
conductuales hemos mejorado la salud comportamental del perro con quien trabajamos.
El primer análisis de la salud comportamental que hagamos nos da el estado inicial del perro, pero es la
comparación con el/los análisis posteriores lo que nos permitirá conocer su evolución en un sentido u otro.
Una vez analizada la salud comportamental en sus cuatro dimensiones sabremos dónde debemos mejorarla o
fortalecerla, y a la hora de intervenir en ella lo haremos también de manera tetradimensional: implementando
medidas para mejorar cada una de las bases que la sostienen.
❚ Los protocolos de trabajo COGNITIVO-EMOCIONAL y la mejora de la salud
comportamental: un apunte organizativo

Al escribir sobre la salud comportamental, he tenido que tomar la primera de las decisiones difíciles respecto a la
organización del contenido.
En una obra de estas características es inevitable someter al lector a viajes entre capítulos e incluso entre libros
en un momento u otro, y aquí se hace patente.
Muchos de nuestros protocolos generales de trabajo, incluidos en el segundo libro de Los perros necesitan
LIBERTAD, podrían incluirse en esta parte (por ejemplo: los espacios de juego y calma o la construcción del código
de comunicación), y algunos de los que están aquí podrían moverse sin problema a los protocolos generales (por
ejemplo: los trabajos de reducción del estrés o las jornadas de socialización). He optado por poner en este libro los
que están más enfocados en lograr mejoras específicas para alguna de las cuatro dimensiones de la salud
comportamental, permitiendo su aprovechamiento para dicho objetivo, y dejando los que sirven para un espectro
más amplio en el segundo libro, centrado en protocolos generales, queriendo evitar que se haga una interpretación
reducida de su ámbito de aplicación.
Pero incluso a esta norma le he aplicado una excepción: expongo el andamiaje social, que es la forma en la que
podemos sostener emocionalmente al perro y ayudarle ante cualquier situación que le genere un problema y en la
que podamos acompañarle, por ello nos servirá no solo para mejorar su salud en las cuatro dimensiones, sino que
será imprescindible para afrontar las intervenciones sobre comportamientos problemáticos.
Sin embargo he creído mejor ponerlo aquí por ser el andamiaje social necesario para la salud comportamental
del perro. Además somos nosotros, las personas, quienes tenemos toda la responsabilidad en lograr que sea de
calidad, y es necesario comprender y proveer al perro de andamiaje social para ejercer una tutela responsable, que
combine cuidarle con desarrollar al máximo sus capacidades de gestión autónoma. Por ello he optado por ubicarlo
donde están los cimientos, lo que permitirá a nuestros perros no únicamente solucionar sus problemas de
comportamiento, sino ser autónomos y felices. Creo que ha sido una decisión acertada.

CAPÍTULO 2
SALUD FÍSICA

“Esta existencia a cambio de comida no nos puede salvar ya” Ünit Yaşar Oğuzcan.

La salud física es necesaria como cimiento del conjunto del análisis tetradimensional del comportamiento. Toda
valoración debe empezar por evaluarla, cuando el hardware no funciona bien es difícil que el software lo haga.
La salud física (a efectos comportamentales) es el estado en el que el perro no tiene ningún tipo de disfunción,
enfermedad o merma de sus capacidades fisiológicas que le impida ejercer sus funciones con normalidad suficiente
como para acceder al bienestar.
❚ El informe veterinario
Obviamente la salud física es determinante para el comportamiento saludable, por ello el examen veterinario
debería ser una rutina ante cualquier intervención sobre el comportamiento que pueda tener su origen – total o
parcial- en problemas médicos que puedan aparejar –directa o indirectamente- comportamientos anómalos.
Muchos comportamentalistas caninos obvian el informe veterinario en muchos casos en los que sería necesario.
No lo piden por (1) el engorro, (2) el sobrecoste que supone, y además porque (3) incluir a otra figura con
capacitación y autoridad técnica tiende a generarles inseguridad. Algo que no es un absurdo, ni se debe –no
completamente al menos- a complejos u otros motivos espurios.
Sucede, en primer lugar que el modelo veterinario de acercamiento al comportamiento es un modelo médico
estrictamente categorial y enfocado en definir patologías comportamentales y no en la salud, un modelo que, como
vimos, ha sido desaconsejado por ineficaz y peligroso en el DSM V para la diagnosis y tratamiento comportamental.
Además en muchos casos los conocimientos comportamentales en los que se basa son obsoletos, parciales o
insuficientes, algo que se intenta compensar con demasiada frecuencia con argumentos de autoridad.
Por último ha existido –aunque ya está remitiendo- un (ridículo) enfrentamiento entre ambas profesiones sobre
a cuál de ellas corresponde el tratamiento comportamental del perro. Lo cierto es que este debate parecía deberse
más a los intentos de “apropiarse” un mercado creciente que a los motivos técnicos y éticos que se esgrimían desde
cada lado. Y es que resulta evidente que nuestros colectivos requieren mantenerse especializados y coordinados
entre sí para ofrecer resultados globales de calidad.
Entiendo la incomodidad del comportamentalista ante la idea de potenciales desencuentros con un profesional
de la máxima confianza para el tutor del perro al que tratamos, un perro al que normalmente el veterinario ha
cuidado desde su llegada a la casa. Además los veterinarios son una potencial fuente de prescripción para nuestros
servicios, lo que contribuye a generar tensión en nuestras relaciones.
Sin embargo nada de esto justifica que no se pida un informe veterinario como parte sistematizada de nuestro
protocolo de intervención comportamental cuando es mínimamente razonable hacerlo, aunque en el noventa y
nueve por ciento de las ocasiones dicho informe no tuviera ninguna influencia posterior en nuestro trabajo
estaríamos dando un servicio insuficiente –como mínimo- al uno por ciento restante de los perros por un motivo
evitable con una buena praxis. Y eso es negligencia.
Cuando corresponda, al inicio de nuestro trabajo y de manera inexcusable, pediremos un informe veterinario del
perro, nos guste o no, nos incomode o no, nos cause dolores de cabeza o no. Es lo que hay.
Veterinarios y comportamentalistas debemos colaborar, y para ello es necesario entender que los objetivos
principales de los buenos profesionales de ambos campos son los mismos: mejorar la calidad de vida y el acceso a
la felicidad de los perros. Con esto en la cabeza será más fácil entablar una relación fructífera. Seguirán existiendo
momentos tensos, pero irán a menos por ambas partes, hasta resultar residuales.

❚ Cuándo se pierde la salud física de manera general


De manera amplia podemos decir que se pierde la salud física en caso de que se den una o varias de las siguientes
condiciones:
− Cuando el perro está enfermo (esta era fácil).
− Cuando el perro no puede percibir adecuadamente lo que sucede.
− Cuando, por motivos físicos, al perro le es difícil o incómodo moverse con normalidad.
− Cuando por motivos físicos el perro no puede expresar patrones comportamentales propios de la especie.
− Cuando por motivos físicos el perro no puede realizar voluntaria y positivamente comportamientos propios de
su especie.

Las bases de la salud física


Quizá sea al hablar de fisiología cuando más frecuentemente se iguala el concepto de salud con la ausencia de
enfermedad, y eso, como hemos visto, es condición necesaria, pero no suficiente.
Existen más causas de pérdida física de la salud comportamental que la enfermedad, para operativizar la
evaluación de estas variables es conveniente conocer cuáles son las bases sobre las que reposa el estado de salud
física respecto al comportamiento. Así podremos comprobar con facilidad si alguna está alterada o es mejorable y
actuar en consecuencia.
Veremos que muchas de las causas de pérdida de salud física pueden evaluarse y mejorarse sin necesidad de la
colaboración de un veterinario, aunque otras requerirán inevitablemente de su participación.
Las bases de la dimensión física de la salud comportamental son:
1. Ausencia de patologías
2. Capacidades perceptivas
3. Alimentación adecuada
4. Forma física y movilidad suficiente
5. Entorno físico adecuado
Estudiémoslas una por una en detalle.

❚ Ausencia de patologías
La primera cosa que debería hacer cualquier profesional del comportamiento antes de iniciar una intervención es
comprobar, mediante diagnóstico veterinario si fuera necesario, que el perro no sufre ninguna enfermedad física.
Muchas patologías fisiológicas son causantes directas de problemas de comportamiento e incompatibles con un
estado de bienestar y con el acceso a la felicidad, y la práctica totalidad tienen el potencial de alterar de algún modo
el comportamiento del perro.

Cuándo se pierde la salud física respecto a la presencia/ausencia de patologías


Obviamente cuando aparecen patologías consideraremos que no hay un estado de salud física, pero debemos ir
más allá al pensar en la salud comportamental.
Cuando existe patología física debemos evaluar si es compatible con la salud comportamental, pues no todas las
enfermedades impiden el acceso al bienestar o afectan al conjunto del comportamiento del perro.
Veamos los posibles casos:
− El comportamiento se altera en su conjunto y es incompatible con el bienestar del animal y con su salud
comportamental: típicamente cualquier patología que cause dolor continuado o recurrente, como podría ser
la hidrocefalia. Recuerdo un westie que tenía problemas severos de agresión a consecuencia de una
hidrocefalia leve que habían intentado solucionar a través de diferentes medidas puramente
comportamentales, obviamente sin resultados. Si se hubiera realizado un análisis veterinario exhaustivo se
habría respondido rápidamente y con eficacia, en lugar de marear la perdiz llevando al perro de un
comportamentalista a otro, hasta que por fin se decidió hacer una exploración física.
− El comportamiento se altera en su conjunto y es compatible con el bienestar del animal: típicamente cualquier
patología que afecte a la funcionalidad del animal sin causarle dolor, como sería una rotura ósea que al soldar
causara cojera permanente, pero ningún dolor. Un ejemplo sería Lua, la border collie de la entrenadora Cristina
Navarro, que tras una lesión no podía mover con normalidad una de sus patas delanteras, pero que al no tener
dolor seguía disfrutando de jugar, correr ¡e incluso de recorrer a su ritmo y modo pistas de agility!
Lua y su tutora, la entrenadora Cristina Navarro, disfrutando del Agility de manera segura.
Fotografía Marc Miravitlles.

− El comportamiento se altera en condiciones concretas y es incompatible con el bienestar del animal:


típicamente cualquier patología que cause dolor intenso en determinadas condiciones, como podrían ser
lesiones cervicales que molestaran durante el juego. Esto es algo que le sucede a mi perra Ela y que, en su vejez,
la lleva a generar miedo ante la idea de jugar con otro perro grande y vehemente por asociarlo al dolor de su
cuello.
− El comportamiento se altera en condiciones concretas y es compatible con el bienestar del animal:
típicamente cualquier patología que cause dolor leve en determinadas condiciones, como podría ser una herida
que al tocarla molestase al perro. Recuerdo que Cata, mi malinois, durante una salida al campo se hirió una
mejilla con alguna planta espinosa. Después le sucedía que si al acariciarla inconscientemente le tocabas la
herida se ponía nerviosa y se cambiaba de lado para que continuaras acariciándola, pero en la mejilla buena.
− El comportamiento no se altera cuando el animal está tratado y es compatible con el bienestar del animal:
típicamente patologías de larga duración o crónicas que bajo tratamiento son asintomáticas o prácticamente
asintomáticas, como podría ser la leishmania. Los dos malinois con los que convivo son positivos en esta
enfermedad hace años y han tenido una vida normal, plena y feliz durante muchos años gracias a los
tratamientos que la mantienen controlada.
Obviamente, cuando la patología es compatible con el bienestar del animal podremos intervenir en su
comportamiento con las precauciones necesarias.
Cuando la patología es incompatible con el bienestar del animal debe ser el veterinario quien tome las riendas
respecto a esta dimensión, si bien podremos aportar pautas comportamentales que ayuden y faciliten el
tratamiento veterinario, además de otras de manejo y convivencia que permitan que el perro tenga la menor
merma posible de su calidad de vida durante el tratamiento.
Veamos qué hacer en cada caso.

Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la presencia/ausencia de patologías


Adaptarnos a lo que hay… ¡y mejorarlo!
Cuando exista alguna patología física y sepamos cómo afecta al perro, podremos planificar el conjunto de la
intervención comportamental de manera que mejore su calidad de vida al máximo y nos permita alcanzar los
objetivos comportamentales que no comprometan su bienestar en otros aspectos.
• Si existen patologías que alteran el comportamiento en su conjunto y son incompatibles con el bienestar del
animal y con su salud comportamental
El veterinario las tratará y nosotros propondremos medidas de apoyo: trabajos de olfato o paseos tranquilos para
perros durante los postoperatorios o para aquellos que no puedan/deban moverse de manera brusca, tareas
absorbentes y enriquecimiento ambiental para los que deben permanecer en casa… En cada caso debemos explorar
cuáles de entre las propuestas que se hacen en este libro pueden ayudar a cada perro concreto.
La intervención comportamental como medida colateral al tratamiento veterinario en patologías que impiden el
bienestar del perro debería ser algo frecuente, pues resulta particularmente beneficiosa para ellos, que no pueden
comprender su situación, ni prever su recuperación. Aportarles herramientas para que su comportamiento se
adapte a las limitaciones – temporales o permanentes- que su patología y/o tratamiento requieran es facilitarles el
máximo nivel de calidad de vida posible.
Los perros enfermos, geriátricos o con discapacidad no parecen estar en el radar de los comportamentalistas,
pero están entre los que más podrían beneficiarse de ser guiados hacia comportamientos adaptativos para su
situación.
Recuerdo que los últimos años de mi perro Ibo teníamos que usar una silla de ruedas para sus paseos, sin ella
estaba obligado a permanecer tumbado o emplear sus patas delanteras para “arrastrar” las traseras, y así
desplazarse. Era un perro muy dinámico (era IPOIII) y llegamos a pensar en eutanasiarle 9, pero decidimos hacer un
análisis comportamental para saber si era posible implementar pautas que le ayudasen a mantener un bienestar
suficiente.
Y lo cierto es que lo era: en primer lugar pusimos en toda la casa unos suelos deportivos especiales que le
facilitaban agarrarse con sus patas delanteras y así desplazarse a voluntad con un esfuerzo mínimo, también
incluimos diversos trabajo de olfato, entre ellos, tapices y alfombras específicamente diseñados para buscar comida
en ellos que le mantenían divertido y activo durante horas. Además de un programa para enseñarle a moverse con
máxima competencia en la silla de ruedas, que le permitió seguir disfrutando de sus salidas cotidianas y
acompañarnos y divertirse en nuestros viajes (recuerdo que el último fue al selectivo de RCEPPA de Galicia del año
2008, en el que participé con mi perra Ela).
En el futuro espero que todos los perros con problemas de este tipo reciban tratamiento comportamental y
puedan ser ayudados a disfrutar al máximo de su vida.
• Si el comportamiento se altera en su conjunto y es compatible con el bienestar del animal
En este caso incluiremos los cambios comportamentales debidos a la patología en nuestro análisis y trabajaremos
tomándolos en consideración.
Así, podríamos encontrar que un perro con problemas de micción en casa tuviera algún problema físico que le
impidiera aguantarse hasta la hora de las salidas, y sabiendo esto podríamos entrenarle a usar empapadores que
colocásemos en los lugares menos molestos de su hogar. Demasiadas veces se corrige o intenta trabajar alguna
conducta que no puede lograrse por un problema físico mediado. Y pienso, por ejemplo, en pedir (cuando no exigir)
tumbados en esfinge a perros con artrosis u otros problemas articulares. Lo peor es que a veces se consigue, y el
perro tendrá y aguantará dolor al realizar la conducta durante el resto de su vida.
• Si el comportamiento se altera en condiciones concretas y es incompatible con el bienestar del animal
Adaptaremos nuestra intervención en las condiciones en las que el comportamiento está alterado por motivos
físicos, limitándonos a programar pautas que mejoren su bienestar en dichos momentos. Trabajaremos con
normalidad fuera de ellos.
Antes mencionaba el caso de Ela y su lesión cervical, que le hacía asustarse al jugar con otros perros. Intentamos,
pero no logramos del todo (tenía más de diez años y ya no era tan plástica conductualmente), enseñarle conductas
de juego alternativas. Sin embargo, su lesión no afectaba a su comportamiento en circunstancias en las que no hacía
movimientos bruscos del cuello: así, por ejemplo, la enseñamos a subirse al sofá con las patas delanteras cuando
su artrosis de cadera le impedía saltar a él con las traseras.
Para no dejar a los lectores con la tristeza de suponer que Ela ya no ha podido jugar más con otros perros,
comentaré que Cata, nuestra malinois, ha sido capaz de adaptar su manera de jugar a la de Ela, y así mantiene al
menos a una compañera de juegos. No es perfecto, pero es suficiente, lo que no es poca cosa.
• Si el comportamiento se altera en condiciones concretas y es compatible con el bienestar del animal
Aquí nuestro trabajo suele requerir únicamente ajustes leves, pero importantes para no desbaratar la calidad de
los resultados al trabajar en alguna de las circunstancias afectadas por el problema físico. Como el problema del
perro es menor resulta fácil descuidarnos, pero un problema de salud mínimo, una pequeña molestia física, puede
resultar un auténtico troyano, que desde dentro y poco a poco socave o impida la consistencia del cambio
conductual y el acceso a la felicidad del perro.
Recuerdo un galgo que se alteraba emocionalmente al quedarse solo, el problema clásico al que se denomina
ansiedad por separación. Había tenido una historia difícil, le habían rescatado de una vida dura (y previsiblemente
corta). Cuando intentábamos que se calmase y descansara en soledad tuvimos un problema, el avance se detuvo.
Era extraño, hasta ese momento iba bien dirigido, las respuestas del perro eran claras y ordenadas, todo parecía
previsible. Todo menos el parón en su progreso.
Exploramos y descubrimos que era un problema físico menor el que socavaba el trabajo: era un perro muy
delgado, y al tumbarse sobre un suelo duro estaba incómodo. Para evitarlo disponía de acceso a un estupendo sofá
y tenía un par de colchones cuya comodidad hubiera satisfecho a la princesa del guisante, uno en la habitación de
sus tutores y otro en el salón de la casa, que alternaba con el sofá cuando las personas insistían en usarlo
impidiéndole estirarse en él a gusto.
Pero el salón estaba muy separado de la puerta de la casa por un largo pasillo, y cuando se quedaba solo se
acercaba a dicha puerta de salida, como es frecuente con perros con un apego excesivo. Cuando, por efecto de la
intervención empezó a aceptar la ausencia de sus personas queridas, empezó a tumbarse en el pasillo, por no
alejarse demasiado de la puerta por la que salían. Este es un punto intermedio de mejoría frecuente, que suele
superarse con facilidad, pero en este caso la incomodidad del suelo del pasillo para los prominentes huesos del
galgo impedía que llegase a un estado emocional de calma, causando un punto de estancamiento en la mejora
emocional.
Algo tan sencillo como desplazar su colchoneta del salón al pasillo (posteriormente se compró una tercera para
esto) nos devolvió al ritmo de avance normal, permitiendo que solventásemos por completo su problema. Y es que
las pequeñas incomodidades físicas, las chinas en el zapato, son lo que impiden el avance hasta el éxito completo
en muchas más ocasiones de las que podríamos suponer.
• El comportamiento no se altera cuando el animal está tratado y es compatible con el bienestar del animal
En este caso realizaremos nuestra intervención en el comportamiento de manera normalizada, aunque
manteniendo la problemática del perro en el rabillo del ojo: quizá un perro con leishmania pueda empeorar si
trabaja con un estrés excesivo o continuado (tuvimos que limitar mucho qué hacer con Gastón debido a este
motivo), algo que quizá no podamos notar inicialmente, pero que podría mermar su calidad de vida en el largo
plazo. Garantizar que usaremos la técnica menos invasiva de entre las eficaces para mejorar un problema es una
obligación profesional – que estudiaremos con detalle en el siguiente libro- en todos los casos que se hace
particularmente relevante en estos.
Por supuesto nada de lo anterior sustituye a los cuidados veterinarios, de los que un perro debe ser provisto en
atención no solo a sus derechos más básicos y urgentes, sino de acuerdo a la legislación que, paso a paso, va
ayudando a que los cuidados mínimos, evidentes para quienes los conocemos, de los animales (o al menos de
algunos de ellos) sean de obligado cumplimiento.

❚ Capacidades perceptivas
Los sentidos de los perros son relevantes para captar la información de su entorno físico y social. Aunque la merma
o pérdida de alguno de ellos no es incompatible con su bienestar –perros ciegos y sordos pueden disfrutar de una
vida plena- hemos de conocer la existencia de estas alteraciones sensoriales en caso de existir y adaptarnos a ellas.
Algunas alteraciones sensoriales son particularmente relevantes para el desenvolvimiento del perro en su entorno
social: los perros emiten señales intencionales e involuntarias que sirven para que otros perros sepan cómo actuar
respecto a ellos. Cuando estas señales no son recibidas correctamente puede afectarse la convivencia y la gestión
relacional de quien no las recibe.
Recuerdo un Shar Pei que, por las arrugas de sus ojos, no podía ver bien la señalética de otros perros, además al
intentar mirarles con detalle las pestañas entrópicas le molestaban, lo que asociaba con lo que estuviera mirando,
llevándole a mostrar conductas agresivas hacia otros perros con facilidad. Tras operarle para que pudiera ver
correctamente empezó poco a poco, y ayudado por pautas comportamentales, a establecer relaciones caninas
amistosas, hasta el punto de que finalmente actuaba como todo un relaciones públicas en el parque por el que
paseaba.
También es frecuente que perros sordos se sorprendan cuando encuentran una persona o perro muy cerca suyo,
sin que hayan podido captarle antes de acercarse, y esto puede provocarles reacciones adversas.

Cuándo se pierde la salud física respecto a las capacidades perceptivas


Cuando se pierde algún sentido de manera que la gestión del entorno físico o social no pueda hacerse de manera
eficaz.
Cuando existe alguna merma perceptiva en algún sentido, de modo que no se puede interpretar o se interpreta
incorrectamente la información del entorno físico y, sobre todo, del social.
Cuando el uso de algún sentido causa molestias, de manera que se asocien emociones negativas o se opte por no
interesarse por situaciones relevantes para la competencia social o la gestión del entorno físico.

Cómo mejorar la salud comportamental respecto a las capacidades perceptivas


Cuando un perro tiene limitaciones en su percepción del mundo su conducta puede alterarse, para ayudarle
disponemos de diferentes herramientas de intervención comportamental.
La disminución de las capacidades auditivas y/o visuales no es algo excepcional como pudiera parecer en un
primer acercamiento, sino algo frecuente en perros geriátricos, y, si tenemos la suerte de ver envejecer a nuestro
perro, es casi seguro que tendremos que afrontar alguna de ellas.

Ayudas técnicas a la discapacidad


En primer lugar quiero mencionar las ayudas técnicas para asistir a perros con discapacidades sensoriales, porque
a veces parece que todas las pautas que recomiende un comportamentalista tienen que ser conductuales, pero con
frecuencia las ayudas técnicas están entre las más relevantes, las más sencillas y las que mejor pueden ayudar al
perro a recuperar la seguridad en sí mismo y el interés por interactuar con su entorno.
Las dos ayudas técnicas más importantes de asistencia sensorial son los collares de vibración para perros sordos
y los arneses táctiles para perros ciegos.
Los collares de vibración para perros sordos vibran de manera similar a como lo hace un móvil cuando pulsamos
un botón en un mando a distancia. Esto sirve para informarle de que nos vamos a dirigir a él y/o para enseñarle
acciones que debe realizar a distancia de su tutor, como acudir a la llamada o detenerse ante una situación de
riesgo. La mejora que implica que podamos enseñarle consistentemente conductas como la llamada no es menor,
un perro puede aumentar mucho su calidad de vida cuando puede ser soltado de manera segura en sus paseos.
Sí es importante, debido a que el elemento sorpresa que supone la aparición de la vibración podría generar miedo
en el perro, hacer una presentación adecuada de estos collares.
Recomiendo que el perro vea el collar en nuestra mano, promoviendo que lo explore y vea que vibra, para ello
podemos poner también varios trocitos de comida en nuestra mano, junto al collar. Tras esta presentación (si
resulta exitosa) podemos ponérselo y mantenerlo sujeto por la correa para bloquear respuestas reactivas que
pudieran afectar la buena relación del perro con el collar, cuando esté atento lo activaremos y le ofreceremos algo
de comida, después, al activarlo, es buena idea iniciar un trabajo de olfato. Cuando el perro reconoce la vibración,
pero no se inquieta por su aparición sino que genera un estado emocional positivo, es cuando podremos iniciar la
enseñanza de las conductas de manejo y convivencia con él.
Los arneses táctiles para perros ciegos llevan un arco delantero de material relativamente rígido fijado a un arnés
“tradicional” que al tocar un obstáculo se lo trasmite táctilmente al perro, funcionando de manera equivalente a la
de los bastones (o líneas) que usan las personas con discapacidad visual para transitar por las calles. Así se permite
que los perros puedan gestionar su entorno físico sin tropezar, adaptarse a cambios de ubicación o modificaciones
en su casa de manera rápida y emocionalmente segura. Estos arneses son una auténtica bendición para los perros
que no pueden ver, algunos cambian por completo cuando empiezan a usarlo: perros que parecían retraídos o
cuidadosos se descubren como activos, entusiastas y aventureros. Resulta muy emocionante estar ahí y ser parte
del cambio hacia la felicidad con tan solo hacer una recomendación de compra.

Los arneses táctiles permiten a los perros ciegos percibir obstáculos frontales con tiempo
suficiente para gestionarlos con seguridad. Fotografía gentileza de OrtoCanis.

Pero, nuevamente, debe hacerse un proceso de adaptación al arnés, aquí el riesgo es que el perro, al moverse
con libertad con él puesto, pueda golpear inesperada y fuertemente algo con el arnés y que se le trasmita una
sensación desagradable, causando el efecto contrario al deseado. Pueden llegar incluso a no querer moverse tras
topar violentamente contra algo.
Nos aseguramos de que las primeras informaciones recibidas desde el arnés sean suaves, claras y que se
produzcan con el perro emocionalmente estable. Un paseo de la correa, con el perro tranquilo, en el que el arnés
no golpee fuerte contra nada, sino asegurándonos de que haga contactos suaves suele ser suficiente. Pero si el
perro es muy sensible podemos hacer un paso previo, que consistirá en moverle del arnés, el contacto agarrando
nosotros el arnés y usándolo como “asa” para cambiar la dirección del paseo del perro es muy eficaz y le provee de
una sensación no percusiva, óptima para evitar sobresaltos y malas experiencias iniciales.
Gestión de cambios
Pero, por supuesto, nuestro trabajo para mejorar la salud comportamental del perro con discapacidad sensorial
no acaba con la recomendación de usar asistencias técnicas. Hay trabajo comportamental que hacer.
El trabajo emocional tiene su propio apartado, pero no está de más recordar su importancia en perros con
discapacidades sensoriales: la introversión o inseguridad que mencionaba antes son problemas emocionales
causados por la falta de adaptación a su discapacidad y debemos atenderlos. En estos casos es frecuente la
necesidad de reconstruir en paralelo las bases sobre las que se sostiene su salud emocional.
Formas de acercamiento, debemos buscar y sistematizar cómo acercarnos a los perros con discapacidades
sensoriales, de manera que podamos ser percibidos lo antes posible, evitando aparecer de golpe a su lado o tocarles
cuando no lo esperan.
Los perros sordos o ciegos (las dos discapacidades sensoriales más frecuentes) pueden sorprenderse o asustarse
cuando hacemos un cambio en el entorno, al encontrarse de golpe a un sujeto social –nosotros, otra persona u otro
perro- a su lado, o al notar que son tocados sin haber percibido el acercamiento de quien lo hace. Estas son
situaciones potencialmente insalubres.
Las formas de acercamiento adecuadas son aquellas en las que el perro percibe con anticipación suficiente a los
sujetos que se le acercan para evitar la sorpresa ante su aparición o contacto, idealmente deberían ser percibidos
antes de entrar en su distancia de conflicto.
Por ejemplo, podemos acercarnos a un perro ciego hablándole. Con un perro sordo el acercamiento será frontal,
por delante, de manera que tenga ocasión de vernos.
Los avisos son una forma importante de ayudar a gestionar los cambios, puesto que no siempre es posible que
todo el mundo se acerque correctamente, debemos tener alguna forma de avisarle sobre la cercanía de un tercero
que no conoce o no respeta la manera adecuada de presentarse ante el perro con discapacidad sensorial.
Un aviso es una información sensorial originalmente neutra que es presentada de manera no sorprendente
antecediendo a una información sensorial que podría resultar sorprendente, de manera que el perro pueda aprender
a prever la aparición de la información sensorial potencialmente sorprendente para gestionarla adecuadamente a
nivel emocional y tener la posibilidad de responder a dicha aparición con conducta voluntaria y controlada.
Por ejemplo, un par de vibraciones cortas con el collar de vibración o tensar y destensar dos veces la correa con
la que le estemos paseando pueden ser buenas maneras de avisar a un perro sordo o ciego de que se le acerca un
individuo, pudiendo así localizarlo y prepararse para la interacción con él. En cada caso y situación debemos diseñar
formas de aviso suficiente para evitar (o al menos minimizar) las sorpresas sociales. Recordemos que es un recurso
recurrente (y eficaz) en las películas de terror el que alguien se gire y se encuentre de golpe a una persona que no
estaba allí, para los perros no es diferente.
Pero no solo las interacciones sociales pueden mejorarse, también la manera de afrontar cambios físicos del lugar
donde vive, como nuevos muebles, reubicación de los antiguos, cambios de suelo… pueden facilitarse con una
adecuada presentación de cambios del entorno.
La presentación de cambios del entorno es la manera sistematizada y reproducible de acercar a un perro de
manera segura, permitiéndole reconocerla y explorarla, a alguna modificación de su entorno físico que podría
sorprenderle o dañarle debido a su dificultad para captarla con antelación.
Es muy eficaz acercar al perro tranquilo y activo hacia la novedad, con medidas de seguridad como llevarle de la
correa para limitar sus movimientos iniciales y así evitar que se sorprenda o tope con la novedad, promoviendo que
la explore y conozca de manera pausada y tranquila, incluso haciendo trabajos de olfato cerca para facilitarlo.
Pero también la forma de introducir cambios en el entorno es relevante, a veces nos gusta renovar por completo
nuestra casa: mobiliario, suelos ¡incluso quitar o poner alguna pared o puerta! Esto para un perro ciego puede ser
algo muy intenso emocionalmente y duro de afrontar, particularmente si hablamos de un perro geriátrico que
puede tener sus capacidades cognitivas algo mermadas. En personas ancianas los cambios bruscos de rutina, sobre
todo los que incluyen novedades, parecen potenciar la aparición de disfunciones cognitivas propias de la vejez. En
los perros no tendría porqué ser diferente.
La forma correcta de introducir cambios en el entorno es progresivamente, esperando a que el perro con
disfunción sensorial los conozca y aprenda de uno en uno. Cuando esto no es posible debemos diseñar siempre un
trabajo de soporte emocional, de acuerdo a lo expuesto al hablar de salud y gestión emocional, para evitar que la
acumulación de novedades en su hogar genere inseguridad, sobreexcitación o malestar en el perro.
Una forma particularmente efectiva de avisar de los cambios –sobre todo de los bruscos- es marcarlos con algún
olor característico que hayamos destinado a este fin, por ejemplo aroma de salvia, que pulverizaremos
sistemáticamente en los lugares donde hayamos introducido un cambio, así el perro sabrá desde una distancia
suficiente que algo es distinto y podrá acercarse en “modo explorador”, evitando los riesgos de golpearse,
sorprenderse, desorientarse o incluso asustarse. Convertimos la situación potencialmente negativa en parte de
nuestro programa de enriquecimiento ambiental. En algunas ocasiones en las que hemos realizado esta forma de
marcado de las novedades, pudimos comprobar cómo los perros generaban unas expectativas muy positivas ante
la posibilidad de explorarlas, prefiriéndolas en algunos casos a los trabajos de olfateo, y compensando
perfectamente el riesgo de inhibición exploratoria que podría generar una discapacidad sensorial en un ambiente
imprevisible.
Entrenamiento de desarrollo perceptivo
Adaptarse a una percepción del mundo limitada es algo que la mayoría de los perros hacen por sí mismos con
gran eficacia: es habitual que quienes viven con perros sordos o ciegos tarden un tiempo en descubrir su
discapacidad.
Sin embargo este proceso puede optimizarse si les ayudamos a entrenar sus capacidades olfativas y táctiles,
afinándolas.
Trabajos de olfato, el comodín del bienestar y la felicidad canina (cuando no sepas qué hacer haz olfato), de
diferente tipo son de gran ayuda, y todos los entrenadores medianamente competentes conocen una suficiente
variedad de ellos. Hay todo un apartado dedicado a ello en la parte del libro que describe nuestros protocolos
generales.
Menos conocido es el entrenamiento háptico, que, en su definición operativa, va algo más allá de lo meramente
táctil, haciendo referencia a “la percepción del individuo del mundo adyacente a su cuerpo mediante el uso de su
propio cuerpo” 10 e implica un proceso ordenado de entrenamiento para que el perro sienta que su cuerpo le servirá
como herramienta de conocimiento, de exploración, del mundo. Podríamos decir que lo táctil tendría una cualidad
más pasiva, mientras que lo háptico es más prospectivo: no solo recibimos información al tocar algo, sino que
movemos la manos a su alrededor para conocer su forma y dimensiones, lo apretamos para ver su dureza… ese es
el sentido de háptico como recurso técnico: enseñar la exploración prospectiva y eficaz a través del tacto.
¿Qué cosas le podemos enseñar en un entrenamiento háptico?
− Exploración de novedades: Le enseñaremos a acercarse a nuevos objetos y tocarlos con su nariz, esto puede
hacerse con un olor atractivo (o una gama de olores) sumado a una superficie del objeto a explorar agradable
y facilitadora, como la felpa o el cuero. Buscamos que el perro aprenda a iniciar el contacto con un objeto nuevo
usando una parte sensible de su anatomía, que le garantice actuar con cuidado y recoger suficiente información
de detalle sobre dicho objeto (es estable o inestable, qué tamaño tiene…), permitiéndole una interactuación
con él afinada y segura.
− Primer contacto social: El objetivo es el mismo que la exploración de novedades, pero referido a
interactuar con sujetos sociales como perros o personas. Aquí tendremos dos frentes de actuación:
1. Ofrecer un primer contacto social táctil: El perro explorará a una nueva persona o perro, después de ser
avisado de su presencia según se indicaba en el punto anterior, usando su olfato. Si desea iniciar un contacto
social táctil con dicha persona es óptimo enseñarle a tocarle con los laterales de su cara, lo que (1) da
continuidad natural al olfateo, (2) impide que el perro sea demasiado brusco o (3) poco claro en sus
intenciones. Para entrenarlo le daremos suficiente volumen al siguiente ejercicio: una persona querida le
deja al perro sus manos a oler y tras hacerlo le acaricia los laterales de la cara, cuando el perro está
disfrutando de las caricias puede interrumpirlas brevemente para que el perro le reclame continuar
tocándole la mano con la cara. Cuando lo hace continúan las caricias. Debe señalarse que a algunos perros
no les gusta esta forma de primer contacto o les cuesta aprenderla, si es así pueden buscarse alternativas
como que el perro toque con su cuerpo a la persona o apoye su cabeza sobre ella, son contactos menos
sutiles y afinados, pero si el perro los prefiere son los adecuados.
2. Recibir un primer contacto social táctil: Aquí debemos elegir una zona del perro que no resulte muy
sensible como primer lugar para ser tocado con suavidad al iniciar un contacto social, lo que se hará después
de que él ofrezca un primer contacto.
Así un perro ciego, tras escuchar a una nueva persona, olerla y ofrecerle una interacción amigable sabrá dónde
será tocado inicialmente. Esto es importante para su seguridad emocional, pues un contacto tosco y/o en un
lugar inadecuado es algo muy incómodo para cualquier perro, pero aún más para los que no pueden verlo venir.
− Equilibrio y desplazamiento seguro: También enseñaremos al perro a caminar sobre diferentes tipos
de suelos preparando actividades de “avanza y resuelve”, en las que obtendrá comida por ir avanzando
voluntaria y tranquilamente sobre ellos. Tiene una importancia particular enseñar a los perros ciegos a
gestionar superficies inestables, aprendiendo a equilibrarse sobre ellas o a valorar cuándo el desequilibrio es
tan pronunciado que no conviene intentar pasar sobre ellas.
− Entrenamiento sensorial: En el próximo volumen de esta colección hay un amplio apartado dedicado al
entrenamiento sensorial, que nos permite llegar mucho más lejos en el adiestramiento colaborativo de lo que
llegan los modelos actuales. Y es que los sentidos pueden afinarse, algo muy interesante con el tacto si el perro
tiene una discapacidad visual, auditiva o ambas (algo no infrecuente durante la vejez). Para lograrlo
enseñaremos, por ejemplo, diferentes contactos con nuestra mano como señales de entrenamiento, en
particular es muy eficaz que tocar al perro en una misma parte de su cuerpo tenga significados diferentes según
el nivel de presión o movilidad de nuestra mano: usando la diferencia de presión podríamos hacer que un
contacto suave en el lateral significara tumbarse, uno algo más firme sentarse y un tercero con mayor firmeza
ponerse de pie, o bien, usando cambios de movilidad, la mano quieta puede ser la señal para tumbarse, si
movemos la muñeca y le damos unos centímetros de movilidad hacia un lado sentarse, mientras que cerrarla
y abrirla apoyada en el mismo lugar puede significar ponerse de pie. Existen cientos de posibilidades que afinan
el tacto del perro, mejorando su capacidad háptica para relacionarse y entender su mundo a través de ella.
Entrenamiento comunicativo y relacional
También puede ser necesario mejorar las capacidades comunicativas y/o relacionales del perro que sufre una
discapacidad sensorial, pues podrían no ser capaces de recibir determinadas señales intencionales de otros perros
o personas, así como de emitir ellos señalética social de forma competente.
Por ello deben enseñarse conductas comunicativas y relacionales (cómo acercarse, cómo responder ante las
conductas de otro perro…) que faciliten su interactuación social. Veremos cómo hacer esto al hablar de la gestión
relacional.
Debe señalarse que en algunos casos la comunicación, emitida y/o recibida, podría ser insuficiente para asegurar
la capacidad del perro de gestionar correctamente algunas situaciones sociales tensas y/o ambiguas, por lo que
intentaremos evitárselas en la medida de lo posible.
❚ Forma física y movilidad suficiente
Los perros son animales muy físicos, y sus capacidades físicas, como decía en Tu perro piensa y te quiere,
determinan en buena medida cómo se percibe una situación, qué se aprende de ella y cuál será la manera de
gestionarla. Una misma actividad se percibirá como divertida o abrumadora dependiendo del nivel de exigencia
física que le requiera a cada participante, y se afrontará y experimentará de manera consecuente.
La merma de la movilidad, la falta de forma física y/o el sobrepeso pueden dificultar la salud e incluso impedirla,
por ello el análisis tetradimensional del comportamiento debe incluir su evaluación.
Las capacidades cognitivas, emocionales, sociales y comunicativas del perro están influidas por su estado de forma
física y por su capacidad para moverse a sí mismo.
Algunas insuficiencias de movilidad y forma física pueden estar determinadas por la selección morfológica
extrema que hemos realizado en algunas razas, y que en mi opinión supone un tipo refinado y cruel de maltrato y
abuso, como pueda suceder con las dificultades respiratorias de los bulldog o las dificultades y riesgos que supone
subir escalones para los corgies. En estos casos debemos adaptar la intervención comportamental, ofreciendo
pautas de cuidado de la salud coordinadas con el veterinario. Será particularmente importante para estos perros
mantener una forma física adecuada y evitar cualquier tipo de sobrepeso.

Cuándo se pierde la salud respecto a la forma física


Cuando el desplazamiento en su entorno cotidiano se hace agotador, difícil o doloroso.
Cuando el juego físico de cualquier tipo –no solo el extremadamente activo- con otro perro o persona es agotador,
difícil o doloroso.
Cuando desplazarse al trote durante unos minutos a temperaturas frescas es agotador, difícil o doloroso.
Cuando el sobrepeso impide o dificulta claramente que el perro tenga movilidad suficiente para explorarse a sí
mismo, levantarse, desplazarse o reposar con naturalidad.
Cuando expresar –realizar- los patrones de actividad propios de la especie se hace agotador, difícil y/o doloroso.

Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la forma física, movilidad y expresión de


patrones específicos
Los cimientos: la alimentación
Veamos algo sencillo: alimentar saludablemente a nuestro perro es una necesidad fisiológica para que pueda
desarrollarse saludable y felizmente, esto podría parecer una obviedad en un libro que principalmente se distribuirá
en países desarrollados, donde existe una potente industria de la alimentación de “mascotas”11.
Muy al contrario, sucede que esa industria ha consagrado algunas prácticas de alimentación que poca relación
guardan con lo saludable, empleando ingredientes que solo con una gran imaginación podríamos considerar como
tales en caso de encontrarlos sin procesar ante nosotros: pelos, picos, ceniza…
Además se emplean determinadas formas de procesarlos que –aparte de la casi imprescindible mejora estética
para lograr la venta de algo con los antedichos ingredientes- eliminan buena parte de los nutrientes que pudieran
contener, por ello se hace necesario señalar la importancia de explorar lo que realmente usamos para alimentar a
nuestros perros.
No digo que toda forma de alimento procesado sea insalubre o insuficiente, de hecho no es así, y también se debe
evitar caer en las redes de los especuladores alimentarios del otro lado: los que afirman que sólo los (por “sus”)
productos completamente naturales son una opción sana. Quienes actúan así reducen la verdad cierta de que
existen muchas malas prácticas en la industria alimentaria de perros y muchos alimentos procesados de pésima
calidad a un afirmación absoluta, que les permite hacer de su competencia un “malo de película” y basar toda su
(lucrativa) campaña en esa falsa idea.
Este es un tema objeto de mi interés, pero no estoy suficientemente cualificado para tratarlo en un libro técnico,
haciendo que mis opiniones puedan pasar por conocimientos al “juntarlos” a otras áreas que sí soy competente
para exponer aquí. Por cierto, esta trampa de poner algo que no tiene más peso que una opinión personal al lado
de argumentos técnicos de calidad sobre otros asuntos es uno de los trucos más usados por quienes escriben
(¿escribimos?) libros sobre comportamiento canino. Y es una buena cosa estar alerta para no dejarnos engañar,
tragándonos las creencias del autor solo porque nos las da a comer junto a sus conocimientos. Hagamos como
muchos de nuestros perros y disfrutemos del queso mientras escupimos (ante la desesperación de quien ha
preparado la trampa) la pastilla que les han intentado colar con él.
Por tanto recomiendo a todo el mundo que (1) busque información de calidad sobre este tema, esquivando los
maximalismos, las conspiranoias, las defensas cerriles y toda la basura anti o pro industria que se va a encontrar,
que (2) vea cómo está realmente la cosa y que (3) haga una elección informada de algún tipo de alimentación no
solo suficiente, sino saludable para su perro.
Entrenar la felicidad: hacia una fisiología (accesible) del bienestar
En un momento en el que la plasticidad cerebral está de moda y se emplea como base de muchas (demasiadas)
propuestas de trabajo comportamental – en cualquier especie- que ofrecen la felicidad, existen grandes riesgos
cuando se empieza a hablar de fisiología del comportamiento y en particular de fisiología de la felicidad. Desde el
peligroso deslizamiento hacia la pseudociencia, que (ab)usa de los descubrimientos de la neurociencia,
(per)vertiéndolos como cantos de sirena en los oídos de sus potenciales clientes en forma de técnicas milagrosas
(en el aspecto más literal: sería un milagro que funcionaran) y que están inundando por completo, como un veneno
musical, fragante y hermoso, nuestra disciplina profesional, hasta la dificultad cierta que encuentran los
comportamentalistas serios para aprovechar, para aplicar en su día a día, estos conocimientos reales de la fisiología
del comportamiento de manera objetivamente eficaz.
En un momento así debería tranquilizarnos saber que sí disponemos de una herramienta fisiológica de mejora del
bienestar y potenciación del acceso a la felicidad, una herramienta que es fácilmente operativizable, permitiendo
un trabajo directo eficaz y mensurable: la forma física, la movilidad y la posibilidad de expresar patrones propios de
su especie son tres piezas fundamentales para que el perro (y nosotros, por cierto) tengamos una vida plena.
Porque moverse con libertad y comodidad puede ser la línea de perdida de la salud, pero no basta para que la
forma física sea un agente activo del bienestar.
Podemos dar a nuestros perros un nivel de desarrollo y expresión física que le lleven a mejorar de manera
permanente y duradera su estado emocional, que le lleven de verdad, ahora sí, hacia la felicidad.
Veamos cómo hacerlo.
Entrenamiento físico
El entrenamiento es una de las mejores maneras de potenciar la salud comportamental a través de la forma física
del perro, pero tenemos que hacer unas consideraciones previas.
Las personas que practicamos deporte con frecuencia buscamos la intensidad máxima, el esfuerzo mantenido
más allá de cuando nuestro cuerpo desea parar. Yo mismo practico hace muchos años Crossfit, un deporte en el
que si vomitas del esfuerzo te regalan una camiseta (¡conociste a Pukie!). Yo tengo dos. Y bien orgulloso que estoy
:-D.
Pero nosotros elegimos cómo de duro nos entrenamos, una elección que no tenemos derecho a hacer por un
tercero cuyo bienestar tutelamos: un perro siempre debe tener opción a (1) no iniciar, (2) abandonar y/o (3)
descansar cuando lo desee en cualquier entrenamiento físico que le ofrezcamos realizar. Si esto no se cumple
estamos vulnerando sus derechos y abusando de nuestra posición de poder.
Cosas tan sencillas como, si le tiramos la pelota, que el perro pueda tumbarse con ella y no sigamos
sobreexcitándole con otra pelota para que piense que si descansa se perderá lo bueno, o darle opción de no
acompañarnos cuando vamos a practicar carrera a pie, hasta otras más serias: no obligar a un perro a correr atado
a una cinta, si deseamos usar una cinta de carrera debemos enseñarle a abandonarla cuando desee y no atarle,
para que así tenga la opción de irse si se agota, se siente mal o, simplemente, se aburre.
A partir de ahí podemos empezar a pensar en cómo ejercitarle, el estado de forma física ha demostrado relación
directa y causal12 con la capacidad y calidad de aprendizaje, además de facilitar no solo la realización de tareas con
componente físico, sino de disfrutar ante la idea de afrontarlas.
Al escribir sobre las precauciones al entrenar a un perro siempre queda suspendida en el texto una incorrecta
sensación de fragilidad. En absoluto pretendo esto: los perros son, en general, una especie muy física y potente, y
no debemos convertirles en otra cosa, sino ayudarles a desarrollar estas características. Sencillamente aviso de que
esta predisposición y dureza ante la actividad física no debe hacer que nos descuidemos y hagamos involuntaria
dejación de nuestra responsabilidad como tutores.
Elección de actividades
La primera y principal premisa de la preparación física es adaptarse al individuo concreto. Lo que es saludable y
eficaz para un deportista de élite es desmesurado y nocivo para una persona de mediana edad que vuelve a practicar
deporte después de años de sedentarismo con el objetivo de mejorar su salud. Simétricamente lo que sería
adecuado para esta persona probablemente sería insuficiente para el deportista.
Y en los perros existen muchas más diferencias entre sujetos: perros de apenas dos kilogramos en los que las
bajadas de azúcar son un riesgo real y otros gigantes que pueden machacarse las articulaciones con facilidad, perros
con patas tan cortas que su espalda está en riesgo permanente, perros braquicéfalos que apenas pueden respirar
cuando se acelera su pulso, perros de colores oscuros cuya temperatura sube enormemente cuando les da el sol…
Por tanto debemos ser cuidadosos, afortunadamente existen unas cuantas maneras de que los perros nos ayuden
a lograrlo:
• Actividades acordes a la especie
Los perros desean perseguir y cazar, jugar tirando de cosas con la boca, revolcándose, mordiéndose y gruñendo
inofensivamente, desean correr… en resumen: desean expresar aquellos patrones conductuales propios de su
especie. Es una obligación dejarles hacerlo en un marco seguro para ellos y para terceros.
Hace algún tiempo, como consecuencia de un conductismo pacato, ignorante y de mala calidad, se proponía no
dejar a los perros jugar mordiéndonos ni tironear de juguetes, porque indirectamente se potenciaba que pudieran
morder (nos). Afortunadamente esta época de oscuridad ha pasado, pero su (lúgubre) recuerdo debe mantenernos
alerta de los riesgos de contemplar las conductas aisladas, de no ver a los perros como especie con características
propias.
Las actividades que ofrezcamos a nuestros compañeros caninos deben permitirles emplear sus patrones
conductuales especie-específicos, grábatelo a fuego, y cuando escuches propuestas que lo impiden, que lo evitan
¡¡sal corriendo de ahí!!
Así podemos entender lo buenas y saludables –siempre que se entrenen de manera técnica y éticamente
adecuada- que resultan actividades como el pastoreo, la protección o el Agility. Cuando alguien ve en ellas un
problema per se sencillamente está exponiendo su falta de conocimiento y debemos ayudarle a informarse antes
de que nos volvamos a encontrar en una situación tan triste para los perros como las que he contado. ¿Realmente
no dejarles jugar con nosotros a tirar de un trapo le pareció a alguien saludable alguna vez? Es importante hacer
didáctica de esto, o actividades potencialmente muy beneficiosas, como el entrenamiento de protección o el Agility,
pueden terminar por resultar sospechosas ante quienes no sepan reconocer en ellas una forma de los perros de
expresar sus patrones conductuales intrínsecos, los que les convierten en perros y les permiten disfrutar de serlo.
• Actividades acordes a la morfología
Debemos adecuarnos a la morfología de cada perro, así en perros braquicéfalos tendremos que emplear o bien
actividades de corta duración, más anaeróbicas, y si deseamos hacer un trabajo para mejorar su resistencia podrán
ser más convenientes los paseos al ritmo que el perro desee que la carrera, el tiro de pulka o la bicicleta. Para perros
con patas cortas evitaremos saltos y acciones de trepa, promoviendo aquellas que fortalezcan la espalda
progresivamente, como nadar o –más sencillo- los juegos suaves de morder y tirar de lo mordido. También
problemas morfológicos permanentes deben tomarse en consideración, displasia, cauda equina y otras alteraciones
llevan aparejadas restricciones y recomendaciones veterinarias. Esto sucede igual con las lesiones permanentes,
Gastón, probablemente por la leishmania que sufre desde cachorro, se rompió el treinta por ciento del ligamento
cruzado de su rodilla. Eliminamos saltos y trabajo de protección y mantiene su nivel de actividad normal sin haber
sido operado, quizá más adelante el ligamento termine por romperse, pero ahora disfruta del ejercicio y de un nivel
de actividad envidiable.
• Actividades acordes al clima
Tampoco es igual lo que se puede hacer en cada estación del año, los perros son muy sensibles al calor y en lugares
con estaciones cálidas y soleadas será conveniente cambiar las carreras, e incluso quizá los paseos, por actividades
acuáticas, como la natación, que es algo que con un mínimo entrenamiento la mayoría de los perros disfruta mucho.
También con el frío se deben tomar precauciones, haciéndose muy relevante la necesidad de calentar antes de
ejercicios de alta intensidad, bruscos o explosivos, como la protección e incluso la obediencia de IPO, el Agility y
muchos otros.
• Actividades acordes a la edad
Los cachorros, físicamente en formación, no han de ser exigidos más allá de su deseo de actividad, dándoles
siempre ocasión de mostrar si desean descansar y en cuanto sea así debemos dejarles hacerlo, llevarles en brazos
si hemos sobreestimado la longitud del paseo es una buena opción. Igualmente saltos, quiebros y movimientos
bruscos/explosivos deberían evitarse hasta la madurez física. Aunque sean los que se llevan a cabo en la disciplina
que practiquemos.
Los perros geriátricos por su parte requieren una atención especial, la peor opción es dejarles sin hacer ejercicio.
La merma física implicará merma cognitiva y emocional, un físico funcional se hace necesario para mantener la
seguridad en sí mismo cuando los sentidos y/o otras afecciones, como la artrosis, hacen menos eficaz su interacción
física con el mundo que les rodea. Es fácil que caigan en la introspección y la tristeza si moverse les lleva a
enfrentarse a miedos, limitaciones, dolor y dudas. Los paseos, los juegos activos y toda la actividad física que pueda
adaptarse a su ritmo (quizá jugar con otros perros jóvenes en el parque sea demasiado brusco o incómodo) deben
ser una prioridad en el cuidado del perro geriátrico.
• Actividades acordes a la forma física actual del perro
Aunque un perro sea de una raza especialmente dotada para el ejercicio, o, al contrario, de una menos dotada,
no debemos decidir su nivel de actividad por estos factores. Su forma física en el momento de empezar el programa
de entrenamiento es el punto de partida, aunque luego sus capacidades innatas puedan marcar el de llegada.
Como mencionaba en el anterior libro: a mí me gusta clasificar las actividades físicas en leves, moderadas e
intensas, y partiendo de aquí dosificarlas y emplearlas de acuerdo a cada perro. Cuando un perro hace (1) más de
cinco unidades de actividad física leve (típicamente una hora de paseo suelto por un entorno divertido sería una
unidad) a la semana, o (2) dos unidades de manera continuada, sin agotarse, se pueden prescribir dos unidades de
actividades físicas moderadas (típicamente una hora de canicross sería una unidad). Entre las sesiones de actividad
física es recomendable hacer un descanso de al menos un día para optimizar su efecto ¡¡Realizar las cinco unidades
seguidas sería agotador y no lograríamos los beneficios que buscamos!!
De manera equivalente, cuando un perro realiza (1) cinco unidades de actividad física moderada a la semana, o
(2) dos de manera continuada, sin agotarse será el momento de introducir un par de unidades de actividades físicas
intensas (típicamente media hora de Agility o pastoreo, o cerca de quince minutos de trabajo de protección o de
carrera intensa serían unidades). Subir a partir de ahí exige cuidado y programación de periodos de descanso activo
para seguir progresando, siendo cauteloso al incrementar una unidad de actividad física moderada o intensa cada
vez que el perro va pudiendo realizar sin agotarse cuatro unidades más de una u otra.
Estas fórmulas no son exactas, pero permiten avanzar con una razonable seguridad y evaluadores suficientes para
no sobreexigir al perro.
• Ayudas técnicas
Chalecos refrigerantes para las actividades veraniegas, botas de protección para las que puedan lesionar sus
patas, chalecos de flotación para aprender a nadar o para facilitar la seguridad de los perros ancianos al hacerlo…
Hoy día existe una industria de material técnico que facilita a los perros la realización de actividades deportivas
outdoor junto a personas, infórmate sobre todas las cosas que podrían ayudarte a entrenar a/con tu perro de
manera fácil y segura.
• Gustos
Este es muy importante para mí, y casi debería encabezar el apartado. Cada perro mostrará preferencias por un
tipo de actividad, si le observamos será fácil encontrarlas y basarnos en ellas para diseñar su plan de entrenamiento.
Por ejemplo, lo que más le gusta a Gastón son los paseos en grandes extensiones de naturaleza, donde corre
largamente y parece disfrutar extendiéndose hasta donde se pierde la línea de horizonte, sin embargo Ela siempre
ha preferido actividades más explosivas, como el trabajo de protección o perseguir pelotas, (o conejos, seamos
sinceros), Cata, por su parte, disfruta principalmente cuando tiene que hacer algo coordinada con otro individuo. Si
la sacas sola y no le dedicas atención irá olfateando tranquila y no correrá salvo excepcionalmente, pero estará
encantada de sumarse a Gastón o a Ela en sus actividades.
El entrenamiento fino: propiocepción y equilibrio
El trabajo de mejora de la propiocepción y el equilibrio no sólo sirven para conseguir complejas habilidades
caninas, que son cuestionables como fin en sí mismas13, también aporta una serie de beneficios globales que hace
recomendable su entreno en todos nuestros perros, llegando a tener utilidad terapéutica en algunos casos.
Por ejemplo: muchos perros tienen una mala percepción de su parte trasera, esto hace que se sientan inseguros
al tropezar sus patas posteriores con alguna cosa, al intentar andar hacia atrás o, simplemente, al moverse por
entornos abigarrados y notar que algo les toca el tercio posterior. Algo importante, por ejemplo, para los perros de
terapia que tendrán que trabajar en lugares cerrados, con múltiples “cacharros” con los que puede toparse su parte
de atrás, si su propiocepción no está entrenada es fácil que el perro (que ya está en un ambiente generador de
estrés) tenga una respuesta emocional excesiva que le pueda llevar a negativizar la situación de trabajo e incluso
dar al traste con la sesión.
También los perros sensibles y muy activos (como muchos malinois y border collies) suelen mostrar una alta
emocionalidad al verse sorprendidos por algo que toca su parte trasera, esta sobreactivación fácilmente puede
convertirse en miedo, dando lugar a problemas. Si el perro tiene una buena propiocepción de dicha parte trasera
la respuesta de sorpresa no desaparecerá del todo, pero disminuirá notablemente, evitando que aparezcan y se
fijen las reacciones emocionales negativas.
Otros perros, sin necesidad de sentirse sorprendidos, son demasiado sensibles a la manipulación o contacto con
alguna parte de su cuerpo, típicamente las patas, ofreciendo reacciones negativas al hacerlo.
Entrenar al perro a tocar y mantener el contacto con targets 14 usando aquellas partes de su cuerpo
que provocan una respuesta emocional excesiva es una medida excelente para aplicar la propiocepción y
autoconciencia física a la mejora de la conducta y de la salud comportamental de los perros. Perros que se alteran
cuando les tocan, por ejemplo, las patas pueden eliminar por completo su problema si les moldeamos que toquen
un target con ellas. Un trabajo sin conflictos ni malestar emocional.
Cuando se consigue un contacto consistente con el target se logra un estado emocional positivo que podremos
generalizar con facilidad, además al ser el perro el que decide tocar y mantener el contacto es proactivo durante el
avance del trabajo y no tienen por qué aparecer reacciones problemáticas. Hemos usado esta técnica muchas veces
con perros que después de una operación no se atrevían a usar la extremidad operada, con el consiguiente riesgo
de atrofia, así empezaban a utilizarla voluntariamente, mostrando confianza y seguridad crecientes: en pocas
sesiones apoyaban y andaban con normalidad.
Es muy importante, para el objetivo que buscamos que el perro mantenga estable y calmadamente la parte de su
cuerpo en contacto continuado con el target, es decir que realice un target estático. Tocarlo rápido y alejarse, un
target dinámico, puede generar una emocionalidad inestable, una sensación de urgencia y, en general, una
activación del perro opuesta a la deseada para aportarle seguridad y salud emocional.
No digo que entrenar el contacto rápido y vigoroso con targets sea malo o inútil, de hecho los targets dinámicos
son una herramienta de trabajo genial para las zonas de contacto de Agility, el rodeado de revires y otros muchos
objetivos de adiestramiento. Sencillamente no son terapéuticos al fin aquí buscado.
En general el trabajo de propiocepción permite que animales muy nerviosos y sensibles mejoren su calidad de
vida, generen menos estrés y disminuyan sus reacciones emocionales exageradas al sorprenderse o asustarse, así
como que los más grandes y torpones mejoren su cinestesia 15 y con ello su manera de mover su cuerpo por el
mundo.
El entreno del equilibrio tiene un similar efecto terapéutico: al destinar buena parte de su atención a mantenerse
equilibrado el perro recibirá la información del entorno atenuada, con lo que reaccionará menos y la
desensibilización a cualquier estímulo problemático será más rápida y eficaz.
En estos casos debemos entrenar siempre con aproximaciones sucesivas, pidiendo al perro que suba poco a poco
al elemento inestable: primero una pata, luego apoyando las dos delanteras en la superficie insegura, después
quitando una de las traseras del suelo… esta progresión permite que el perro vaya conociendo el elemento, su
consistencia, la forma en la que se mueve y así adaptándose progresivamente a su desequilibrio. Si el perro se sube
de golpe a la primera repetición es fácil que se caiga, se lesione o se asuste al intentar mantenerse equilibrado.
Quiero mencionar que se ha generalizado el uso de pelotas de Pilates para que los perros suban progresivamente
a ellas y se mantengan allí arriba de manera estable. Si bien esta práctica es muy eficaz para mejorar el equilibrio
supone un alto nivel de riesgo, pues al resbalar una pata puede fácilmente lesionarse o asustarse, lo que implica
una lesión emocional.
Es mucho más seguro usar elementos que tienen una semiesfera en la parte de abajo, pero que son planos y duros
en la superficie de apoyo, esto evita el riesgo de resbalar o de girar el elemento de apoyo con un movimiento brusco
o inesperado, manteniendo íntegros los beneficios del trabajo. Dentro de estos elementos los hay grandes, como
los Bosus, que permiten que el perro suba entero de manera equivalente a como hace con la pelota de Pilates, o
más pequeños, de manera que pueda subir una sola pata o dos a uno de ellos, pudiendo usarse varios. Ambos tipos
son muy eficaces, y disponer de los dos nos permitirá un máximo de progresiones y entrenamientos personalizados,
por lo que son una opción casi ideal. El casi es porque son notablemente más caros que las pelotas a las que deberían
sustituir, nada es perfecto, pero para ayudar a decidirse por esta opción, que es mejor y más segura, diré que la
durabilidad de estos elementos es mucho mayor que la de las pelotas. Algo es algo.
Y para los alumnos de EDUCAN (o quienes hayan leído antes la parte de gestión emocional que esta, que no todos
leemos en orden): sí, habéis acertado, todos estos trabajos tienen un componente de mejora emocional y por ello
se entrenan de manera piramidal. Podéis apuntaros un mini-punto.
Regularidad y descanso
Una característica del entrenamiento es que debe ser sistemático, de nada sirve que el perro pase un fin de
semana al mes de intensa actividad si el resto del tiempo no le soltamos de la correa y pasa el día en el sofá.
Paseos cotidianos suficientemente largos y al menos dos o tres sesiones a la semana de entrenamiento, con
duración variable según sea la actividad, es una buena fórmula de partida: nos plantea objetivos cotidianos
asequibles y nos compromete a sumar actividades físicas extra suficientes para que nuestro perro mejore y disfrute.
Cuando nuestro perro esté en buena forma debemos recordar (1) separar suficientemente las sesiones de
ejercicio intenso y (2) programar periodos de descanso activo y (3) ciclos de intensidades variables dentro de su
entrenamiento: pocas cosas limitan más el desarrollo físico que hacer siempre el máximo de ejercicio que podemos.
La recuperación y la planificación son las grandes olvidadas por parte de quienes tienen perros en forma y gustan
de verlos entregándose al máximo.
Sobre la importancia del descanso volveremos en varios momentos a lo largo del libro.
Masaje y fisioterapia
El masaje y la fisioterapia son maneras eficaces de inducir/facilitar la calma de forma física, de curar al perro de
microlesiones y de prepararle/recuperarle para actividades deportivas.
Tengo la convicción de que estas son áreas de trabajo emergentes que poco a poco se irán incorporando a la
cotidianeidad de la convivencia con perros, lo que facilitará mucho encontrar un buen especialista.
Quiero avisar del surgimiento de prácticas pseudocientíficas, que usan los beneficios del masaje como la mitad
cierta de sus medias verdades, apoyando con los resultados físicos reales discursos falsos sobre las causas de estos
beneficios: “energías”, “equilibrios universales” y otros grandes hits de la basura New Age de segunda generación
suelen ser sus “explicaciones”. Recordemos que su principal trampa es mostrarnos algo que sí funciona (el masaje
ha documentado una y otra vez sus beneficios) y cuando vemos la eficacia y tenemos una buena predisposición
aprovechan ese (1) estado emocional adecuado y la (2) tendencia de nuestro cerebro a preferir una mala explicación
a ninguna explicación (nos gusta saber porqué sucede algo, y eso es lo que usan a su favor) para “colarnos” la
trampa: una explicación bizarra sobre el porqué de dicho funcionamiento.
Así que masaje y fisioterapia sí, pero con cuidado de no alimentar peligrosas mentiras. Que yo he escuchado como
decían que a un perro con el rabo amputado se le debía dar masaje “en el lugar donde estaría el rabo” (o sea: en el
aire) y que será eficaz porque el aura de la cola sigue ahí. Os lo juro. Y bien serios y graves que se ponían para soltar
esta perla.
Pero estos son únicamente los primeros pasos: sigamos aprendiendo
No es posible hacer aquí un texto lo suficientemente detallado sobre cómo adecuarse a cada una de estas
variaciones, sería un auténtico libro dentro de un libro. Empieza a existir literatura de calidad al respecto, aunque
poca está traducida a nuestro idioma y, por desgracia, algunos textos emplean las fórmulas de simplificación
excesiva tan comunes en todo lo que se escribe acerca de los perros 16, pero aún así, siempre manteniendo afilado
nuestro sentido crítico, recomiendo explorarlos.

❚ Entorno físico adecuado


Al analizar la dimensión física de la salud comportamental tenemos que abrir nuestro enfoque, puesto que no
solo la determina lo que sucede dentro del perro, sino su relación con lo que le rodea, con el lugar en el que se
encuentra, con su ecología.
Un perro puede perder su salud comportamental por encontrarse en un entorno físico inadecuado, y si solo
tomamos en consideración al perro quizá en algunos casos no hallaríamos problemas –y por tanto no podríamos
solucionarlos- que se harían evidentes y fácilmente reconocibles al evaluar dónde vive.

Cuándo se pierde la salud respecto al entorno físico


Cuando el entorno físico es incompatible o está empobrecido respecto al umwelt17 del perro. Por ejemplo, un
lugar que se limpiase constantemente con detergentes muy fuertes podría ser incompatible con la salud física del
perro por la continua sobreestimulación –que puede llegar a ser muy dañina- de su olfato. También si se le mantiene
constantemente en un lugar donde no existe ninguna estimulación olfativa estaremos obligándole a vivir en un
entorno empobrecido, incompatible con su bienestar y por ello con su salud.
Cuando el entorno físico no promueve y/o implica limitaciones constantes para expresar conductas propias de
la especie. Por ejemplo, un perro que viviera constantemente en un suelo muy resbaladizo que le hiciera imposible
corretear o expresar su alegría.
Cuando el entorno físico implica limitaciones de movilidad, como sucede con los perros que viven confinados en
pequeñas terrazas. Otro triste ejemplo es la costumbre de adiestradores y criadores de hacer que los perros a su
cargo permanezcan permanente o principalmente en trasportines18, porque “así están más tranquilos”, de donde
solo salen en un par de ocasiones al día para breves paseos. En realidad esto podría generar anhedonia19,
suponiendo un caso de maltrato discreto, porque no se ve sufrimiento, como sí suele reconocerse en los perros que
están en terrazas, continuamente ansiosos y estresados. Pero se está privando al perro de algunos de sus derechos
fundamentales, impidiendo su bienestar y sus posibilidades de acceder a la felicidad. Y es por pura comodidad de
quien los mantiene así, que puede estar más cómodo, mantener más perros de los que podría tener saludablemente
en el espacio del que dispone o, sencillamente, olvidarse de ellos hasta que llegue el momento del paseo, de su
entrenamiento o cuando tengan a bien acordarse.
No es una forma de tener los perros tranquilos, es un modelo de tenencia intensiva que ilustra cómo
objetualizamos a los animales casi sin darnos cuenta, incluso a los que más queremos.
Cuando el entorno físico implica limitaciones sensoriales continuadas, típicamente la privación de luz, como
sucede muchas veces en el caso anterior: perros que viven en trasportines y estos se mantienen en lugares oscuros
para que los perros no se activen y facilitar que pasen –que gastensus vidas durmiendo en cajas.
Cuando el entorno físico mantiene de manera continuada una temperatura desagradable para el perro. El
exceso de frío o calor se ha mostrado como muy relevante no solo en el comportamiento del perro, sino en su
desarrollo en etapas tempranas, por tanto para evaluar su salud debemos comprobar que la mayoría del tiempo
del perro trascurre en la comodidad térmica.

Cómo adecuar el entorno físico para mejorar la salud comportamental


Para el bienestar físico no solo cuenta cómo estás, sino dónde estás.
No es lo mismo trabajar a un perro cuando considera que está en un entorno de supervivencia que cuando está
en uno de bienestar.
Las viejas y mezquinas ideas de que el perro sólo coma o sea acariciado cuando trabaja, de racionar y mantener
al mínimo juguetes, premios extra de comida e incluso camas cómodas impiden que un perro alcance el bienestar.
Aunque obtengan resultados conductuales lo hacen a costa de imposibilitar su felicidad.
El maltrato y las amenazas físicas son el primer nivel de las tiranías, lo que las establece. Pero se mantienen por
el control de los recursos, manteniendo en carencia y dependientes de nuestra generosidad a los otros sujetos del
grupo. El control económico, el control del entorno físico, es el segundo nivel de una dictadura, el que la prolonga.
Nunca lo olvidemos, porque es muy fácil que caigamos en ello.
Para cuidar la salud comportamental del perro, para que acceda a los mínimos de bienestar es necesario cubrir
unos cuantos mínimos que le alejen de esa situación de “lucha por la supervivencia” que la épica de saldo de algunas
propuestas de entrenamiento intentan vendernos para mantener el control sobre el perro a través del
racionamiento y la sensación de dependencia. El perro debe estar y sentirse cómodo y seguro en su entorno físico.
La comodidad y la seguridad del entorno son aportadas por un mínimo de elementos que debemos evaluar y
completar en caso de que sea necesario, un (1) buen lugar de descanso, como pueda ser una colchoneta o similar,
ubicado en él/los espacio/s adecuado/s, una (2) temperatura saludable, (3) que no aparezcan de manera frecuente
estímulos que provoquen (3) miedo o agresión (4) alguna opción de enriquecimiento ambiental que les permita
actuar de acuerdo a su etología, como podrían ser el acceso a juguetes o elementos con los que interactuar de
manera lúdica y, por supuesto, (5) acceso a agua fresca y (6) alimentación saludable.
El miedo y la agresión se verán con detalle al hablar de emociones, y el acceso al agua resulta algo obvio y sencillo,
no necesita aclaración alguna. Pero sí conviene ampliar un poco respecto a los lugares de descanso y la temperatura.
Lugares de descanso
Entendemos los lugares de descanso, a efectos prácticos, como el conjunto de los (1) elementos que facilitan la
comodidad del perro (camas, mantitas…) y su (2) ubicación dentro de su lugar de estancia, temporal o permanente.
Proveer de un buen descanso es una obligación de tutela responsable, así que hemos de ver la manera de
operativizarlo para garantizarnos el éxito.
• Sobre camas, suelos y perros que saben lo que quieren
Los elementos para aportar comodidad son importantes, y es buena cosa afinar nuestra mirada para descubrir las
preferencias de cada perro.
Cuando un entrenador afirma que un/su perro es “duro” y no le importan esas cosas no solo está equivocado,
sino que muestra que su capacidad de observación está secuestrada por sus sesgos e ideas preconcebidas. Y para
ilustrarlo contaré cómo me di cuenta de esto y dejé de pensarlo, porque sí:
yo fui de esos.
Mi perro Ibo, que aparece en mi primer libro20, era un tipo serio y fuerte. Y yo, bastante llenito de lugares comunes
sobre estos temas, no pensaba en ponerle una cama mullida. Tenía una alfombra y punto. Él no necesitaba más. Él
no quería más (ya sabéis, por aquello de que era serio y fuerte, como un chiste de Chuck Norris llevado a la vida
real: Chuck Norris duerme en un colchón de faquir, pero lo encuentra blando).
Ela v. Rosenbach IPO III y Cata, Zedida de la Serralada, descansando en su patio con sendas
pelotas. Mis perritas por siempre. Os quiero. Fotografía Eva Alda.

Pero mi compañera de trabajo María José Herrero decía que mi afirmación era absurda, que todos los perros
preferían un buen colchón, e hizo lo mejor que podía hacer para que yo me diese cuenta: proponerme evaluarlo de
manera objetiva, como un experimento.
Así deje alfombras en sus sitios favoritos y cerca de ellas coloqué colchones. Veríamos qué elegía.
Pues… qué os voy a contar. Obvia y razonablemente Ibo prefirió una y otra vez los colchones. Es lo que tiene la
observación objetiva, que te da la certeza sobre lo que está sucediendo.
Como buen converso ahora tengo un punto de radicalidad y exceso en este punto, observo compulsivamente los
hábitos de descanso de mis perros para elegir las camas más adecuadas: Gastón prefiere tener la cabeza apoyada
en alto, Cata apoyar su cuerpo a lo largo y Ela estar bien expandida, así que les tengo bien provistos de lo que les
gusta a cada uno, y aunque en ocasiones intercambien sus sitios lo cierto es que la estadística de ocupación nos
muestra que hemos acertado en sus preferencias.
• No dónde: dóndes
Ya hemos encontrado la cama perfecta para nuestro perro, la siguiente pregunta lógica es dónde colocarla, y
planteada de ese modo la cuestión no puede responderse correctamente.
Porque no hay un único lugar o tipo de lugar que sea el correcto para colocar una única cama para el perro.
Como mínimo debe haber dos camas y dos ubicaciones.
Áreas comunes: todos los perros necesitan y desean estar junto a su grupo social, descansar juntos contribuye a
la sincronía y buen funcionamiento del grupo. Por tanto es necesario que haya al menos una cama para el perro (o
un sofá/sillón a su disposición) en el lugar de relajación común de la casa, típicamente el salón.
Yo, además, tengo camas para ellos en el resto de lugares comunes de casa: en el dormitorio, en mi despacho y
en una gran terraza que hay frente a él, que usamos para tomar algo a media mañana o al caer la tarde. También
en mi gimnasio hay una cama para Ela o Cata, es un espacio relativamente pequeño y solo las dejo entrar de una
en una cuando estoy usándolo, porque todos no cabríamos. Gastón, por cierto, tiene interés cero en estar allí
mientras se mueven barras, sacos y kettlebells. No le asustan, pero le molestan. En general a Gastón no le gusta
que las personas estemos moviéndonos demasiado cuando descansa. Creo que considera que el servicio debería
ser discreto y se sorprende cuando no actuamos de manera acorde a esa idea.
Espacios privados: pero los perros, como nosotros, también necesitan tener la opción de retirarse a descansar en
algún lugar privado alguna vez. Esto es particularmente apetecible después de una ocasional sobreabundancia de
estímulos o después de algún episodio emocionalmente tenso.
Por tanto debemos tener al menos dos camas para nuestro perro, una en la zona colectiva y otra a la que retirarse
solo. Así podrá elegir.
Obviamente, si tenemos, como es mi caso, varias camas en las zonas comunes el perro usará como retiro privado
aquellas ubicadas en habitaciones donde no estemos en ese momento: así puede retirarse al dormitorio mientras
que estamos todos en el salón o viceversa en caso de que desee un poco de descanso íntimo.
Cubrir las posibilidades de descanso en grupo o individual es aportar al perro la sensación de seguridad emocional
y social que es uno de los pilares que sustentan la felicidad.
• Camas, sofás, divanes y demás muebles para personas
Un último punto a tocar respecto a los lugares de descanso es saber qué sucede con que los perros usen o no los
sitios donde descansamos las personas ¿es terrible que el perro suba a la cama? ¿es terrible que NO suba? ¿existe
una forma única de gestionar esto correctamente?
En el mundo del entrenamiento tenemos la pésima costumbre de movernos entre opiniones radicales: hace unos
años dejarles subirse a la cama o al sofá con nosotros era una terrible muestra de antropomorfismo y un ejemplo
de mala educación. Los clientes no nos lo contaban: ¡nos lo confesaban!, avergonzados de su terrible falta, que
estaban dispuestos a enmendar para el bien de toda la familia ¡¡Nunca hubieran pensado que era tan grave!! (y no
lo era).
India descansando en el sofá de la casa que comparte con su tutora Candela Gallego.
Fotografía Candela Gallego.

Pero ahora, en un desplazamiento al otro extremo, quienes educamos perros nos dedicamos a enseñar fotografías
con nuestros perros en la cama con nosotros (pusimos en redes sociales una mía escribiendo en la cama con Gastón
tumbado al lado y tuvo el doble de comentarios y “me gusta(s)” que el más cuidado de mis artículos, lo que por
cierto, es bastante triste para mí), acaparando el sofá o, en general, mostrando su absoluta confianza en que los
muebles destinados al descanso humano son de su libre disposición. Acompañamos esto de aserciones sobre que
esta es la manera correcta de convivir con un perro, y que quienes no lo hacen así son poco menos que tiranos
arcaicos, ignorantes que no conocen las capacidades y necesidades sociales de los perros.
Así que ahora quienes se sienten culpables al hablar con los profesionales son quienes no dejan al perro subirse
a la cama o al sofá. Inversión total.
Cómo somos. De verdad.
Ambas posturas están equivocadas, que el perro use y comparta camas, sofás y similares no es ni un problema,
ni una necesidad para el bienestar y el acceso a la felicidad del perro. Si le proveemos de lugares adecuados de
descanso podemos conservar libres de pelos nuestros muebles sin mayor problema. Pero si deseamos que nos
acompañen y descansar juntos tampoco pasa nada.
En nuestro caso, los perros tienen libre acceso a sofás y camas, incluso tenemos una especie de cama-diván
gigante para tumbarnos todos juntos en el salón, cerca del sofá. Sin embargo, como duermo fatal, cuando estamos
en la cama solo pueden subir un momento para saludarnos, pero no compartirla durante las horas de sueño. Para
dormir por la noche tenemos en la habitación cuatro camas para ellos, rodeando la nuestra (levantarse al baño de
noche implica ser bastante cuidadoso con dónde pisas), lo que les permite elegir entre estar por el resto de camas
de la casa, a su aire, o junto a nosotros. Ya podéis imaginar dónde duermen con más frecuencia.
Así que dejemos de adoctrinar, en ningún sentido, y empecemos a informar. Quitemos de la espalda de quienes
conviven con los perros y les quieren toda la basura radical en uno u otro sentido, usemos el conocimiento actual
para hacer lo correcto.
Temperatura
El papel de la temperatura es muy relevante, y a veces no se le atribuye la importancia que tiene. Debemos
cumplir con nuestra obligación como tutores de proveer a los perros de una temperatura adecuada, aquella que les
permite el confort tanto en el descanso como al realizar sus actividades cotidianas.
Quiero incidir en esto, existen otras circunstancias en las que podemos ser comprensivos con limitaciones del
tutor a la hora de darle un entorno óptimo a sus perros en algunos aspectos: el tipo de vida, los horarios y otras
exigencias insoslayables pueden hacer que las salidas sean menos largas que lo óptimo o a lugares menos
interesantes de lo deseable. Pero no existe concesión posible con respecto a la temperatura: mantener al perro a
temperaturas incómodas es maltrato, resulta incompatible con los mínimos de bienestar que debemos garantizar
e impide su acceso a la felicidad, por lo que ha de ser corregido o se debe realojar al perro. Sin más.
“Extras”: comida rica, juguetes nuevos…
Un elemento común del bienestar percibido es que además de estar garantizados los recursos, la comodidad y la
seguridad, pueden aparecer u obtenerse ocasionalmente elementos con un valor adicional. Darle a tu perro los
restos del yogur que te comes, o dejarle jugar con la caja de Amazon una vez has sacado su contenido puede que
sea mucho más beneficioso de lo que supones.
Que de vez en cuando le aportemos a nuestros perros un extra es muy beneficioso para ellos, siempre que no sea
algo continuo (dejaría de ser un extra) ni sustituya a los recursos normales (que el perro sólo coma yogures y se
niegue a comerse su comida). Y esto sí puede ser usado para entrenarles, los extras son elementos ideales para
motivarles, pero sin necesidad de limitar su aparición al entrenamiento. No hace falta. No es mejor. No te dará un
adiestramiento de más calidad. Solo te aporta la sensación de controlar la situación. Y esa es justamente la
sensación que debemos abandonar, que debemos aprender a evitar.
Enriquecimiento ambiental
Incluir estímulos de interés para el perro en su entorno, enriquecerlo, es una manera de mejorarlo. Puntos de
olor, comidas apetecibles en sorprendentes presentaciones: heladas, dentro de complicados juguetes …

Bolo, compañero de Marcos González, disfrutando de la manguera en su jardín. Existen


muchas formas de que nuestro perro se divierta en su entorno, esta requiere que le sequemos
antes de entrar en casa. Fotografía Marcos González.

Sin embargo, y aunque lo usaré en pro de la claridad cuando sea conveniente, el término enriquecimiento
ambiental no es el que más me gusta, mi primera objeción es práctica: mete dentro de la misma categoría a
elementos de mejora de salud cognitiva, emocional, física e incluso social, lo que resulta menos operativo que
dividirlo en subconjuntos. Así los juguetes interactivos funcionan como una solución de problemas y mejora la salud
cognitiva principalmente, los olores de animales de otras especies son una estimulación más emocional y la
inclusión de compañeros de su especie (o de otras que acepta como amigos) es algo principalmente social…
Pero además es que dar esa relevancia al término ambiente da como resultado, no sé si voluntario, pero en todo
caso destructivo en su fondo, el positivizar la idea de que puede ser aceptable, incluso molón, que un animal
permanezca toda su vida en una jaula. No en vano el concepto de enriquecimiento ambiental surge en el ámbito de
zoos y granjas, negocios que explotan de una u otra manera a animales enjaulados, con más lujo o con más espacio,
pero enjaulados. Y ya se sabe que la solución no es encontrar jaulas más grandes o mejores, sino evitar el
enjaulamiento continuado y sistemático.
Además muchas de estas medidas beneficiosas resulta que se pueden llevar a cabo fuera de lugares cerrados, de
hecho la mayoría aparecen espontáneamente y funcionan mejor al llevar al perro a lugares como el campo.
Por tanto, aunque use el término (que se vea que lo conozco, jo), prefiero exponer y explicar cada una de las
medidas usualmente encuadradas como enriquecimiento ambiental en otros puntos que las encuadran mejor, que
hacen más fácil el diseñarlas y aplicarlas y que las desvinculan de las jaulas.
Porque quizá sea necesaria vaciarlas primero de excusas y justificaciones.
❚ Tabla de las bases físicas de la salud comportamental y la manera de mejorar cada
una de ellas

Tabla 2: Bases físicas de la salud comportamental y protocolos y


recursos para su mejora.

CAPÍTULO 3
SALUD EMOCIONAL

“La fuerza que por el verde tallo nutre la flor”


Dylan Omas.
Lo primero es, como siempre, definir de manera útil el concepto de salud emocional respecto al comportamiento,
pues sin hacerlo no podremos dirigirnos correctamente hacia ella y evaluarla. En este caso es doblemente
importante, porque el apellido “emocional” ha sido frecuentemente prostituido por quienes prefieren moverse en
la indefinición y la pseudociencia. Si antes hablaba de agorafóbicos conceptuales ahora podría hablar de proxenetas
conceptuales.
La salud emocional es el correcto uso de las emociones para adaptarse eficazmente al entorno percibido en el que
se encuentra el perro y alcanzar un estado promedio de bienestar.
Como veremos, la salud emocional tiene mucho que ver y está indisolublemente unida con la correcta gestión
emocional.

❚ Cuándo se pierde la salud emocional de manera general


El perro habrá perdido su salud emocional cuando se da de manera cotidiana, al menos varias veces por semana,
alguna de las siguientes situaciones:
− Las emociones que activa el perro no son las adecuadas para responder eficazmente a las situaciones que las
activan.
− La gestión de las emociones que hace el perro no le ayuda a adaptarse a la situación.
− Es incapaz de evaluar que se encuentra seguro tras los eventos emocionales.
− No puede calmarse tras los eventos emocionales.

Las bases de la salud emocional


Para operativizar lo anterior de manera fiable debemos desglosarlo más, llevándolo a un plano operativo para
saber cuándo y cómo se pierde la salud emocional.
Existen seis puntos concretos sobre los que reposan el bienestar y la salud emocional del perro, al plantearnos
cualquier trabajo relacionado con un problema emocional debemos evaluarlos y mejorarlos si es conveniente.
1. Autocontrol y control
2. Estabilidad emocional
3. Balance emocional
4. Resiliencia
5. Nivel de estrés
6. Relaciones sociales saludables
Estos puntos interactúan y se sinergizan, construyendo los cimientos de las capacidades que permiten la salud
emocional y las capacidades de gestión emocional.

Trabajar la salud emocional


Una parte muy diferenciadora de nuestra propuesta es mejorar estas bases de la salud emocional en todas las
intervenciones sobre el comportamiento en las que sea posible, particularmente en aquellas centradas en
problemas emocionales.
Este es un primer nivel de intervención, que puede –que debe- realizarse tanto cuando hay problemas
emocionales que tratar, como sin ellos, simplemente como herramienta para mejorar la calidad de vida, bienestar
y acceso a la felicidad del perro. La emocionalidad saludable sostiene las capacidades sociales, la correcta activación
cognitiva y la interactuación provechosa con el entorno.
Mejorar, consolidar o reconstruir si no fueran saludables, las bases de la salud emocional de los perros es igual
que vacunarlos: no soluciona un problema, sino que evita su aparición, previene en lugar de curar, cuida la salud en
lugar de atacar la enfermedad. Es el cimiento de la salud comportamental de los perros, e incorporar su cuidado y
mejora como elemento básico de la intervención profesional en su comportamiento es el futuro del trabajo ético y
eficaz, quienes antes lo sistematicen tendrán una ventaja competitiva estratégica respecto a los que se apunten en
una segunda ronda, como ya ha pasado con la cognición canina y otros conocimientos actualizados que sustituían
a viejos modelos de intervención.
Trabajar las bases de la salud emocional tiene una ventaja importante, al hacerse fuera del problema emocional
en caso de haberlo, empleando técnicas y medidas sencillas, permite al tutor del perro llevarlo a cabo sin esfuerzo
y durante la vida cotidiana del perro. Puede ejercer una tutoría responsable con facilidad y continuidad.
Esto es muy relevante, pues uno de los principales problemas que se han ido enquistando en la práctica tradicional
de la modificación de comportamientos emocionales (típicamente miedo y agresión) es la costumbre de trabajar
únicamente en sesiones preparadas, evitando cualquier situación en la que el perro pueda activar las conductas
emocionales, exigiéndose a los tutores medidas irrealizables de facto: no salir a la calle en horarios normales
durante los muchos meses que puede durar un tratamiento, evitar encontrarse con perros o personas durante los
paseos si el miedo o la agresión es hacia ellos…
Esta escalada de medidas exageradamente rigurosas ha llegado a un punto de no retorno, que pone a los tutores
en la situación, durísima emocionalmente, de fallar cuando intentan seguir todas las indicaciones del profesional
que les asesora, además de ser usada sistemáticamente por profesionales del comportamiento canino
desaprensivos para cargar la responsabilidad de su posible fracaso en el cumplimiento incompleto de sus
instrucciones, mientras que se arrogan el total de los méritos ante un éxito, pues pese a la insuficiencia de su cliente
han sido capaces de solucionar el problema.
Nos encontramos así con una actuación que es claramente poco ética y que está dañando la imagen y credibilidad
del conjunto de los profesionales especializados en la gestión del comportamiento.
Afortunadamente el conocimiento de las bases de la salud emocional y el trabajo sobre ellas nos ofrece una buena
alternativa para que quienes viven con los perros y les quieren puedan ayudar eficaz, fácil y consistentemente a
construir su salud emocional y a mejorar sus problemas emocionales.
Recuerda: no creemos que sea una praxis completa ni que promueva la salud comportamental del perro, y con
ello su bienestar, ninguna forma de trabajo que sólo se centre en corregir las conductas problemáticas (sé que ya
lo he dicho antes, y también que lo volveré a decir).

❚ Autocontrol y control
En psicología, existe un concepto muy relacionado con la forma de un individuo de sentir el mundo, de sentirse
en el mundo como parte activa, y por ello, de relacionarse con él, el concepto de locus control interno.
El locus control interno es la capacidad de un perro para sentir que lo que sucede en situaciones de interés está
controlado por sus acciones voluntarias, sobre sí mismo y sobre su entorno, y que serán estas las que determinen su
éxito al afrontarlas.
A este concepto se opone el de locus control externo, que hace referencia a la sensación de que las cosas que
suceden son independientes de lo que hagamos, y que, por cierto, sería lo que provoca la indefensión aprendida.
Es fácil ver que la calidad del locus control interno será fundamental para el empoderamiento del perro de sí
mismo y de su entorno, para su bienestar y su acceso a la felicidad. Mejorarla es un imperativo en los problemas
emocionales, sobre todo en los relacionados con miedo, ansiedad y agresividad.
Pero hay un problema operativo importante: el locus control interno en personas se mide a través de preguntas
sobre su manera de percibir y sentir determinadas situaciones. Este ya es un método (muy) cuestionable para los
seres humanos, por la carga de subjetividad en las respuestas, pero el perro es que, directamente, no puede
contarnos sus sensaciones. Para objetivizar su evaluación (y posteriormente para mejorarlo) tenemos que
estudiarlo a través de dos conceptos que lo determinan: el autocontrol y el control.
El autocontrol es la capacidad voluntaria de regular y dirigir la emoción ante la aparición de situaciones que la
activen.
El control es la capacidad de interactuar y responder de forma prospectiva, a través de conducta voluntaria, ante
el estímulo y/o situación que activa la emoción.
El autocontrol es la capacidad de actuar sobre sí mismo, mientras el control es la capacidad para actuar sobre el
entorno. Son complementarios, sin autocontrol no es posible el control. Por ello, evaluando este segundo sabremos
que está logrado el primero.
Y el control se puede conocer objetiva y fiablemente a través del comportamiento observable del perro en una
situación que tenga valor emocional: cuando ofrece conductas voluntarias y proactivas para gestionarla hay control,
cuando aparecen conductas involuntarias y reactivas no lo hay.
El nivel de control del perro no solo es relevante para su salud comportamental, sino que está profundamente
relacionado con la mayoría de problemas emocionales, aunque la dirección de su relación con ellos no está
completamente clara: no podemos saber si es la pérdida de control la que lleva a problemas como la pereza
aprendida21, la reactividad, los automatismos, los mencionados bloqueos y la temida indefensión aprendida22 o, por
el contrario, son esos problemas los que hacen que se pierda el control progresivamente. Es una discusión bizantina:
probablemente es un camino de dos direcciones que se influyen mutuamente.
En todo caso se ha comprobado que la restauración de un control al menos parcial de la situación que genera una
emoción negativa disminuye de manera radical sus efectos nocivos, tanto físicos como emocionales, permitiendo
cambios conductuales e inducción de emociones alternativas que mejoran dichos problemas.

Historial de autocontrol y control


El historial de control y autocontrol es el balance entre las ocasiones en las que se ha resuelto una misma situación
a través de conducta voluntaria y aquellas en las que no se ha hecho 23 a lo largo de un periodo de tiempo.

El historial de autocontrol y control debe arrojar un balance sustancialmente positivo, mantener o restaurar este
balance no es únicamente necesario para que el perro esté emocionalmente sano, sino que será necesario para
cualquier trabajo sobre problemas emocionales. Finalmente es el historial de autocontrol y control el que
determinará el afrontamiento, nivel de activación y calidad de la gestión de las emociones del perro. Y esto importa
para casi todo.
Si nos fijamos, en esta definición, no hemos puesto dos balanzas simétricas para calcular el historial: en el lado
positivo está la conducta voluntaria, pero en el lado negativo no está la involuntaria y reactiva de forma expresa,
sino por exclusión: en el lado negativo está toda la conducta que no contamos como voluntaria.
Blanca Gallego puede dejar el plato en la mesa. Trece tiene control y autocontrol bien
desarrollados. Fotografía Candela Callego.

Esto es así porque entremedias de las dos opciones obvias –conductas voluntarias e involuntarias- existe una
tercera: los bloqueos (un problema emocional que estudiaremos más adelante), que consisten en no querer
reconocer la situación, negarse a percibirla. Aparece el problema y el perro mira para otro lado, como si no pudiera
ver lo que sucede.
Resulta difícil determinar en qué medida los bloqueos son conducta voluntaria o involuntaria, pero al no permitir
al perro interactuar con la situación suficientemente como para resolverla de forma activa, y además ser
emocionalmente insalubres, a efectos prácticos, los consideraremos como muestras de ausencia de control, y los
contabilizaremos en el lado “malo” del historial.
La importancia de lograr un historial de autocontrol y control positivo es uno de los argumentos más sólidos contra
los “trabajos emocionales de salón”, en los que la eficacia del tratamiento de un problema emocional depende por
completo de las sesiones con el entrenador. Sin aportar recursos para que el perro logre autocontrol y control
durante las situaciones de su vida cotidiana, habrá un alto nivel de fracasos o recidivas. Aunque se consigan avances
claros y reconocibles, estos no se consolidarán si existen más situaciones cotidianas en las que el perro no consigue
el autocontrol y el control de la situación que sesiones con el entrenador. Un buen trabajo emocional siempre estará
diseñado de manera que sea posible que el perro consiga un historial positivo de autocontrol y control.

Cuándo se pierde la salud emocional respecto al autocontrol y al control


Cuando el perro se enfrenta de manera cotidiana, unas diez veces por semana, a situaciones emocionalmente
intensas y responde a ellas de manera reactiva o bloqueándose, sin ser capaz de mostrar un mínimo de autocontrol
y control. Esto, así planteado puede ser difícil de operativizar en los casos menos evidentes, pero podemos
objetivizar la evaluación a través de dos situaciones tipo.
1. Si el perro se enfrenta a situaciones emocionalmente negativas de manera reactiva con frecuencia, diez
ocasiones o más, y no las resuelve eficazmente. Lo que comprobaremos porque su capacidad posterior de
recibir información con valor emocional positivo decrece: típicamente después de mostrar una respuesta
reactiva de miedo, agresión o ansiedad, y ya sin el estímulo que la activó cerca, el perro no aceptaría comida o,
de hacerlo, sería con mucha menos intensidad y atención de los que mostraría normalmente.
El anterior es un test fiable, pero existen muchos perros que no afrontan situaciones emocionalmente negativas
de manera cotidiana, o al menos no suficientes como para evaluar el control y el autocontrol. Como no sería
razonable, ni ético exponerle a eventos negativos evitables de cara a tener más datos, mediremos el autocontrol y
el control usando emociones positivas.
2. Si el perro después de activar respuestas reactivas a emociones de valencia positiva –típicamente al
excitarse a la llegada de alguien querido a casa, o después de jugar con pelotas u otros perros- es incapaz de
realizar consistentemente conductas sencillas que conozca bien –por ejemplo sentarse-, y que le solicitemos
durante el tiempo de excitación positiva posterior a la situación que activaba la emoción positiva. Cuando el
perro no logra controlarse (y con ello no realiza la conducta solicitada) en más del cincuenta por ciento de las
ocasiones que se le pide tenemos problemas de autocontrol y control.
Para evitar un efecto de entrenamiento, que alterase el test, deberíamos medir una sola vez por día o, al menos,
una sola vez por situación. Es decir: si le pedimos el sentado cuando se excita al llegar nosotros a casa, únicamente
se lo pediremos una vez al día, o, si lo hacemos por situación, pediremos un único sentado por cada una de las veces
que entremos en casa ese día. También es buena idea usar diferentes situaciones representativas y pedirle
diferentes conductas.
Es importante recalcar cómo debe ser la/s conducta/s que solicitemos al perro para testar el autocontrol y el
control ante emociones positivas: (1) sencilla, se trata de comprobar las capacidades mínimas de autocontrol y
control, las conductas complejas requieren niveles altos en ambos parámetros, que no son requisito necesario para
la salud emocional, (2) bien conocida, es decir no recién aprendida, no inconsistente, (3) aprendida con valencia
emocional positiva, no valdría una conducta enseñada en una emocionalidad negativa. Si el perro no conoce
ninguna conducta de este tipo podemos enseñársela: el sentado es la opción más sencilla y eficaz. También insistir
en que se le pedirá que realice la conducta cuando la situación ya no es de máxima excitación: si es al saludarnos
cuando ya hayamos entrado y nos sentemos tranquilos, si es con un juguete después de guardarlo y si es con un
perro cuando se haya ido a una distancia razonable.

Cómo mejorar el autocontrol y el control


Importa y es importante
Un gran número de perros no reciben ninguna formación para desarrollar sus capacidades de autocontrol y
control, lo que dificulta su manejo y tenencia, privándoles de un importante recurso de salud emocional, pues ante
el surgimiento de situaciones emocionales intensas se verán arrastrados inevitablemente por sus reacciones
iniciales, siendo esto particularmente importante en el desarrollo de problemas de agresión y en la convivencia
provechosa con otros perros y personas. Cuando el perro no tiene autocontrol y control mantendrá una
dependencia continua de nosotros o de medidas de seguridad para ser capaz de afrontar las diferentes situaciones
emocionales, sin autocontrol y control la libertad es imposible o peligrosa.
Aquellos que defienden maquinizar al perro para ser nosotros quienes les controlemos a través de órdenes, como
si de un mando a distancia se tratase, parten –sin saberlo- de modelos de entrenamiento que destruyen las
capacidades de autocontrol del perro, haciendo así necesaria nuestra dirección para que actúe de manera
adecuada. Una profecía autocumplida: entrenan controlando al perro, porque él no es capaz de hacerlo, y al
entrenar así destruyen su autocontrol, de forma que al final se vuelve cierta esa incapacidad que usaban como
punto de partida.
La base, el cimiento, de la capacidad gestionalista global necesaria para una autonomía suficiente al relacionarse
e interactuar con el mundo es una adecuada capacidad de autocontrol y control. Cuidarla y potenciarla es una parte
central de cualquier trabajo gestionalista, no solo de las intervenciones en la salud y/o el comportamiento, sino de
la educación básica del perro.
El entrenamiento del autocontrol y del control son una necesidad educativa si deseamos que nuestro perro pueda
iniciar su búsqueda activa de la felicidad.
Cómo se trabajan el autocontrol y el control
Cualquier situación en la que hagamos al perro resolver problemas o tareas a través de comportamientos no
exuberantes y/o complejos sirven para mejorar el control, desde los juguetes interactivos hasta el seguimiento de
rastros. Desde la búsqueda de la pelota escondida hasta la petición de alejarse de algo deseado para obtenerlo,
todos son buenos entrenamientos del control y, consecuentemente, del autocontrol.
Pero podemos hacernos las cosas más sencillas.
Los trabajos para mejorar el autocontrol y el control del perro son muy diversos, pero si te fijas, parten de una
premisa general: el perro se encuentra en una situación de interés emocional y tiene que realizar una conducta
voluntaria y prospectiva para solventarla.
Eso implicará que el perro es capaz de convertir la emoción en motivación, generar objetivos mentales y proyectar
qué rumbos conductuales serán los mejores para alcanzarlos, mostrando y mejorando de manera evaluable su
capacidad de control de las situaciones y con ello de autocontrol de sí mismo.
Es muy importante que la conducta que ofrezca el perro sea claramente reconocible por nosotros como voluntaria
y necesitada de autocontrol para realizarse, por ejemplo: que un perro sostenga en su morro un trozo de comida
apetitosa sin comerlo –un trabajo muy sencillo y eficaz para mejorar el autocontrol- es objetivo, porque sabemos
que sin autocontrol se lo tragaría de inmediato. Pero tirarle comida al aire para que la cace no nos valdría, porque
no podríamos asegurar si al atraparla simplemente está reaccionando para conseguir lo que desea.
Teniendo en cuenta esta necesidad de trabajar sobre conductas objetivamente voluntarias y reconociblemente
autocontroladas podrás diseñar un número infinito de ellos, usando los que propongo como inicio, como punto de
partida, hasta que hayas desarrollado los tuyos.
Para entrenar el autocontrol el mínimo necesario es enseñar al perro que existen opciones conductuales ante una
situación emocional más allá de las respuestas reactivas y lograr que elija alguna de esas opciones de conducta
voluntaria cuando surja la situación emocional, y existen tres forma de hacerlo:
1. Afrontar la situación de manera prospectiva, realizando una conducta determinada para lograr el éxito, lo
que nos permite trabajar el autocontrol principalmente a través de las capacidades del perro para hacer para
generar conducta voluntaria.
Un ejercicio de este tipo que me gusta mucho es pedirle al perro que rodee algo, un árbol por ejemplo, para lograr
un premio que tengo y muestro en mi mano, como una pelota o un trocito de comida. El tener que alejarse de
lo que desea, realizar una conducta que le requiere separarse de su objetivo, implica mucho autocontrol.
Podríamos decir que pasamos del premio al sueldo: el perro acepta hacer algo que le pedimos a cambio de
recibir algo que desea.
A mí me gusta hacer progresar este ejercicio eligiendo varios árboles, colocándome en un punto central entre
ellos, desde donde le pido al perro que rodee uno u otro árbol en un orden aleatorio, haciendo largas secuencias
de trabajo. Esta forma de trabajar era el elemento central de los primeros protocolos de adiestramiento
COGNITIVO-EMOCIONAL y sigue pareciéndome una parte integral de cualquier proceso de educación canina.
2. Mantenerse quieto, sin generar conducta hacia su objetivo, hasta que se dan determinadas condiciones.
Con esto unimos las capacidades del perro de no hacer con las de hacer, de forma que se conecten y trabajen
en conjunto.
El ejercicio básico de esta familia sería el que ya he mencionado: colocarle algo que desee, un juguete o comida,
encima de su nariz y pedirle que lo mantenga allí hasta que le digamos. Cuando les sentamos delante de su plato
hasta darles una indicación para que coman estamos haciendo también un trabajo de este tipo.
Podemos hacer progresar los ejercicios de este grupo de muchas maneras: más tiempo, más cercanía… Una
progresión típica y relativamente difícil para el perro es que sostenga en su boca un trozo de comida deseada
hasta que le digamos que se la coma.
3. Abandonar la situación, apartándose de manera voluntaria y activa de ella. De esta forma trabajamos el
autocontrol principalmente desde las capacidades del perro de no hacer.
Es frecuente ver trabajos de los dos tipos anteriores, pero mucho menos de este. Y sin embargo es igual de
importante para el entrenamiento del autocontrol ante emociones positivas, y mucho –mucho, mucho- más
cuando las emociones son negativas. Algo relevante más allá de la salud comportamental, porque nos ayudará
a evitar y solucionar problemas emocionales, particularmente los que tienen que ver con miedo y agresión.
Los ejercicios que yo empleo para esto tienen un denominador común, el perro yendo con una correa larga debe
separarse moviéndose tranquilo y sin tensar la correa de algo que le provocaría una respuesta emocional
reactiva diferente. Así puedo trabajarlos en situaciones cotidianas. Por ejemplo: paso cerca de un sitio donde
hay apetecible basura, el perro la huele y debe apartarse de ella. Podría hacerse lo mismo poniendo cebos de
comida, pero prefiero usar situaciones reales, que me dan más opciones de trabajo y me permiten facilitarme el
entrenamiento cotidiano del autocontrol.
Un ejercicio de este tipo que uso mucho con aquellos de mis perros más temperamentales es pasear de la correa
por una zona de chalets, lo que no es difícil para mí que vivo en una, cuando otro perro les ladra desde una valla
deben separarse de él de esta manera, sin tensar la correa ni correr. Obviamente su respuesta reactiva inicial
sería ladrarles como respuesta.
En los tres tipos de trabajo hemos de (1) inducir o enseñar al perro respuestas alternativas a las que mostraría de
manera espontánea –cuando implica pérdida de autocontrol/control- y después, una vez conseguida la respuesta
alternativa, (2) le daremos opción de elegir cómo actuar cuando aparece la situación emocional: de la manera
reactiva o de la autocontrolada. Y aquí empiezan nuestros fallos, fallos que revelan problemas de fondo.
El principal es que entrenadores y tutores se anticipan e impiden que el perro elija incorrectamente (o
correctamente), lo que puede mejorar el adiestramiento “militar” del perro pero en ningún caso su autocontrol.
Por ejemplo, en el ejercicio de rodear los árboles, alejándose de su premio, mucha gente guarda el premio en el
bolsillo para facilitar que el perro rodee ¡¡pero no estoy trabajando esa conducta sino el autocontrol!! Si lo que
desea obtener no está presente y el perro no es consciente de separarse de su objetivo no entreno el autocontrol.
Otro ejemplo, más complejo, lo tenemos cuando el perro mira hacia la basura o hacia el perro que le ladra y su
guía rápidamente lo impide y le redirige de inmediato con la voz o la correa, pero así no está eligiendo. Hay que
dejar, con la correa floja, que el perro atienda al estímulo que activa su emocionalidad y esperar hasta que decida
irse o se deje llevar de manera reactiva, si no le damos opción de elegir no mejoramos el autocontrol.
Pero es que mucha gente, entrenadores incluidos, no logran la elección adecuada por parte del perro. Y ante eso
optan por no dejarle elegir.
Cuando el perro no es capaz de elegir correctamente en una situación normal de este tipo es porque falla uno de
los cimientos necesarios para lograr el éxito en este trabajo, hay un paso intermedio que es necesario construir: la
capacidad del perro para alejarse, para abandonar activamente la situación emocional.
Para lograrlo el perro debe tener su capacidad de no hacer suficientemente desarrollada, y eso es lo que falta
normalmente, lo que impide el resultado correcto.
Ya conté en mi anterior libro que uno de los problemas del entrenamiento es que no se entrena la capacidad del
perro de dejar de hacer, sino que para que abandone algo inadecuado lo que se hace sistemáticamente, y es algo
insalubre y peligroso, es ofrecerle hacer otra cosa como alternativa.
Y aquí tenemos un caso práctico de cómo dos choques conceptuales entre conductistas y cognitivos impiden el
avance eficaz de muchos entrenadores a la hora de tutelar y mejorar la capacidad de autocontrol del perro y, a
partir de ahí, para ayudarle a una correcta gestión emocional. Cómo entendemos el comportamiento determina
cómo entrenamos y lo que podemos lograr.
Hacer y no hacer: el necesario equilibrio entre el Yin y el Yang
El primer choque de conceptos está en diferenciar o no entre hacer y no hacer, algo central en un enfoque
cognitivo y que no se reconoce como relevante en los conductistas.
Hoy sabemos que se usan diferentes partes del cerebro para hacer activamente una conducta y para dejar de
hacerla, para frenarla. Ambas deben desarrollarse en paralelo para lograr salud emocional y, en particular,
autocontrol. Pensemos que cuando el cerebro se pone en “modo hacer” es como si pisamos el acelerador de un
coche, obviamente necesitaremos un freno igual de potente para mantener el autocontrol emocional ¡¡para tener
la posibilidad de parar si es necesario!! El freno es lo que permite el autocontrol.
Pero desde una óptica conductista se reducen las cosas: todo es conducta, cuando un perro deja de hacer una
conducta siempre hará otra. Siguiendo la anterior analogía con el coche, frenar es sencillamente una conducta que
no puede realizarse a la vez que acelerar, por lo que lo importante para cesar en una conducta es construir alguna
conducta alternativa e incompatible con la primera.
Esto es falaz, porque es cierto, pero en realidad no es cierto: una trampa muy propia del peor conductismo que
ha llegado al mundo del perro (y que es una triste parodia del conductismo más serio), obviamente si no
consideramos que haya nada “detrás” de una conducta, ningún objetivo interno que se desea lograr a través de
ella, todas serán iguales.
Pero cuando se parte de la existencia de objetivos mentales a los que el perro aspira vemos que no es igual una
cosa que otra, porque dejar de hacer algo tiene que ver con la conducta en marcha, con activar la parte de no hacer
del cerebro para frenarla, mientras que otras conductas alternativas tiene que ver con que la atención del perro
cambie: el cerebro mantiene activa la parte de hacer y lo que se hace es ofrecer otra cosa para recibir esa
aceleración, no busca parar, sino redirigir.
Obviamente al redirigir la conducta sin activar la parte del cerebro de no hacer seguimos potenciando el
acelerador del perro, sumando caballos a su conducta activa sin mejorar, más bien debilitando, la potencia del
freno.
Y esto tiene que ver con el segundo choque conceptual, para una óptica cognitiva no todas las conductas son
iguales, debemos diferenciar entre productos conductuales y subproductos conductuales.
Productos y subproductos conductuales: aprender a soltar una pelota no es igual que
aprender a morder otra
Un producto conductual es toda conducta que es usada como herramienta principal del perro para responder o
resolver una situación y que, en caso de conducta voluntaria, es directamente concordante con los objetivos
mentales del perro.
Un subproducto conductual es toda conducta que aparece como consecuencia inevitable de la producción
conductual y que, en caso de conducta voluntaria, no es directamente concordante con los objetivos del perro.
Y es que incluso en un nivel muy sencillo podríamos encontrar algunas diferencias en las propuestas de trabajo
según hablemos de relaciones funcionales o de representación de objetivos mentales, de hacer o de no hacer, de
productos o de subproductos conductuales.
Veamos un ejemplo muy sencillo con la conducta de enseñar a soltar una pelota con la que el perro está jugando:
Una técnica usada habitualmente por los entrenadores es ofrecerle al perro otra pelota igual de atractiva después
de dar la señal de suelta, esto hace que el perro suelte muy rápido la que tiene en la boca para poder agarrar la que
acaba de aparecer, en algunos casos puede ayudarse al perro tocándole ligeramente la lengua o de otros modos
para facilitar las primeras sueltas. Al cabo de una serie de sesiones el perro soltará tras escuchar el suelta aunque
no vea de inmediato la otra pelota.
Desde una óptica cognitiva creemos que la anterior es una técnica conceptualmente inadecuada para mejorar la
salud emocional del perro, en particular el autocontrol. Preferimos hacerlo de otro modo: interrumpimos el juego
cuando el perro tiene la pelota sujeta en su boca, le damos la señal de soltar para que abra la boca y entregue la
pelota, mantenemos la pelota delante de él hasta que se estabilice sin intentar morderla (la segunda forma de
trabajar el autocontrol), tras lo cual seguimos jugando con la misma pelota que acaba de soltar, dándole de nuevo
ocasión de morderla. Como con la técnica anterior, y solo si es necesario, podríamos tocar ligeramente la lengua
del perro o emplear ayudas similares para facilitar las primeras sueltas. Después de una serie de repeticiones el
perro, como con la técnica anterior, soltará al escuchar suelta.
Desde una óptica conductista ambas técnicas serían intercambiables, puesto que al desaparecer la consecuencia
(aparece una segunda pelota o se interrumpe el juego) la conducta de soltar queda bajo control del estímulo
discriminativo, la señal suelta. Es más, sería más recomendable la primera técnica, que usa refuerzo positivo: suma
algo deseado al ambiente, la segunda pelota, que la segunda técnica, que usa el castigo negativo: resta algo deseado
del ambiente, el juego, hasta que suelta, lo que hace porque reducimos la conducta de mantener la mordida tras la
palabra suelta.
Sin embargo si consideramos los objetivos mentales el análisis resulta muy diferente.
La primera técnica en realidad no genera el objetivo de soltar, que activaría la parte del cerebro del perro del no
hacer, la más importante para la mejora del autocontrol. En realidad con la primera técnica el perro genera el
objetivo mental de morder la segunda pelota, soltar la primera es un subproducto conductual, no la conducta que
aprende a hacer, sino algo inevitable para realizar la conducta de coger la segunda pelota, que es el producto
conductual. El perro mantiene activa y potencia la parte de su cerebro relacionado con hacer, e hipertrofiarla de
esta manera durante el juego es uno de los mecanismos que promueve la adicción24 a la pelota, pues no genera
ningún autocontrol (más bien lo dificulta, es como apagar un fuego con gasolina). En realidad enseñamos una
conducta incompatible con mantener la primera pelota en la boca, dejando al perro sobre el hacer, sin que tenga
que frenarse, autocontrolarse emocionalmente, para soltar.
Así tenemos que en el primer caso el perro al soltar –un subproducto conductual de agarrar la segunda pelota-
tiene el objetivo mental de coger la otra pelota, lo que le excita y promueve la adicción, mientras que en el segundo
tiene el objetivo de soltar la pelota –soltar es el producto conductual- para que volvamos a jugar, lo que le obliga a
calmarse y promueve el autocontrol.
Como vemos es muy diferente el análisis y la decisión de trabajo consecuente que pueden hacerse según elijamos
una óptica cognitiva o conductista.
Mucho más que hacer: algunas ideas grandes…
Además de lo antes indicado, para trabajar el autocontrol serán muy útiles varios de nuestros protocolos
generales, que veremos más adelante, y que combinan un entrenamiento efectivo del control y del autocontrol con
muchas otras ventajas: los espacios de juego y calma, además del entrenamiento del no informativo.
También es óptimo para ayudar al perro a mejorar su control y su historial de control el trabajo de paseo tranquilo
que construimos con el protocolo Correa floja, perro feliz, que se explica en detalle al final de este libro.
Por supuesto, el adiestramiento realizado desde los motores sociales del comportamiento y basado en el afecto
y la comunicación social ayuda al autocontrol y el control emocional del perro. Cuando el adiestramiento emplea el
complejo entramado de capacidades cognitivas y afectivas sociales de los perros construimos una red de seguridad
emocional que inicialmente lo hace más trabajoso, pero que sostiene al perro con una seguridad impensable con el
uso principal de motivaciones egoístas y cortoplacistas.

❚ Estabilidad emocional
La estabilidad emocional es la capacidad de mantener la emoción durante su tiempo de activación dentro de un
rango limitado de intensidad, es decir sin que la intensidad emocional sufra grandes variaciones, y de tal manera
que dentro de dicho rango sea posible el afrontamiento al menos parcialmente cognitivo de la situación/estímulo
que provoca la emoción.
Mantener cualquier emoción dentro de un rango estable durante su activación, facilitará su correcta gestión y
mejorará la salud emocional. Obviamente siempre que este rango sea inferior al rapto emocional, donde el perro
pierde el control de sí mismo.
Es razonable, cuando las emociones suben y bajan resulta muy difícil mantener una línea consistente y
homogénea de actuación, puesto que en los momentos más altos pueden aparecer conductas reactivas que nos
saquen de ella y en los más bajos falta de interés para continuarla.
La estabilidad emocional permite un afrontamiento y gestión óptimos de las situaciones emocionales, mejorando
la conversión de la emoción en motivación, que es lo que hace posible la actuación homogénea y consistente, así
como la activación de procesos cognitivos para elegir cuál es la mejor forma de resolverlas. Por el contrario, los
altibajos emocionales empeorarán la gestión y salud emocional, porque impiden que podamos empoderarnos de
la situación y afrontarla de manera equilibrada y con una estrategia continuada, tanto más cuanto más fuertes y
abundantes sean.
Por ello, la estabilidad emocional es un factor relevante en la salud emocional y facilita la superación de
problemas, mientras que los altibajos emocionales los potencian, muy especialmente aquellos relacionados con
miedo y agresión.

Cuándo se pierde la salud emocional respecto a la estabilidad emocional


Cuando el perro se enfrenta de manera cotidiana, al menos diez veces por semana, a situaciones que le llevan a
continuos altibajos emocionales, lo que reconoceremos a través de variaciones en las conductas que adopta para
responder a ellas.
Típicamente la forma habitual del perro (o al menos una forma frecuente) de abordar situaciones emocionales
sería alternando picos de máxima intensidad, con descensos abruptos en la energía que invierte en su conducta
durante la situación.

Cómo mejorar la estabilidad emocional


Es evidente que minimizar las actividades que generan altibajos emocionales, que llegan a niveles de excitación
que debilitan o hacen desaparecer el autocontrol, es importante para mejorar la estabilidad emocional.
Pero esto no es suficiente en muchos casos, cuando los perros son muy activos y dinámicos por naturaleza, podría
ser una necesidad básica ofrecerles ocasiones para realizar actividades muy físicas, e inevitablemente excitantes,
sin las cuales podrían deprimirse, buscar formas insalubres de dar salida a su necesidad de gasto energético o,
simplemente, no acceder a la felicidad.
Respetar la individualidad de cada perro es ofrecerle hacer el tipo de cosas que desea hacer, que disfruta
haciendo. Pero sin romper la norma básica de tutoría responsable que nos dice que cualquier actividad que les
permitamos hacer debe resultar saludable en el largo plazo y no causar efectos nocivos a nuestro tutelado.
Hemos trabajado mucho en la búsqueda de una solución al problema de cómo ofrecer –de manera saludable-
conductas activas y excitantes a los perros que disfrutan de ellas y las prefieren a cualquier otra. Cómo hacerlo sin
altibajos emocionales, evitando así la adicción y otros muchos problemas emocionales serios en el medio plazo.
La mejor manera de mejorar la estabilidad emocional es enseñando y luego realizando actividades en las que:
(1) Podamos ir aumentando el autocontrol del perro de manera concordante con la excitación, permitiendo
así que esté cada vez más activo sin riesgos.
(2) La atención y coordinación con otro individuo, el guía, sean necesariaspara mantener la actividad en
marcha y hacerla avanzar, logrando así una coordenada social que nos permite ayudarle a gestionar sus
emociones más exuberantes a través de un potente andamiaje social 25.
(3) El perro deba ser capaz de recibir información desde varios sentidos,haciendo que deba mantener una
activación cognitiva que nos vacunará contra la reactividad y otros problemas emocionales. Si tienes que pensar
en varias cosas mientras estás haciendo algo excitante tu cabeza se mantendrá en su sitio.
Con estos objetivos nosotros hemos desarrollado y usamos para mejorar la estabilidad emocional una forma
especial de juego, el espacio de juego, y un protocolo de vuelta a la calma, el espacio de calma, en caso de aparecer
sobreexcitación (así como un modelo de entrenamiento que evita la adicción y obsesión por los refuerzos
individuales). Encontrarás ambas en la parte dedicada a nuestros protocolos generales, pero, mientras, hay un
trabajo sencillo que puedes hacer si estás ante un problema menor de inestabilidad emocional.
“Vamos Toby, corre conmigo, acompáñame a jugar…”
En las películas familiares de sobremesa suele haber una escena en la que un perro corre al lado de un niño, que
le habla –gritando normalmente- feliz y excitado por lo bien que se lo pasan juntos, mientras lleva en su mano un
bocadillo o va pateando un balón. Y yo siempre pienso que en la práctica totalidad de situaciones reales lo que
sucedería es que los altibajos emocionales que le generarían al perro el niño voceando y la carrera irregular le
llevarían a robarle la pelota/bocadillo que tan alegremente exhibe ante él. Hay adiestramiento detrás de esas
escenas.
Pero, si se logra, sería perfecto para entrenar la estabilidad emocional, porque el perro se encuentra en una
situación con circunstancias que potencian los altibajos emocionales: la pelota/comida se mueve ahora más cerca,
ahora más lejos de él, el niño se mueve con velocidad y rumbo errático y le habla chillando y excitadísimo.
Podemos entrenar replicando, con mayor control y progresividad, la escena de “Vamos Toby, corre conmigo,
acompáñame a jugar…”.
Sencillamente coge el comedero de tu perro, lleno of course, y cuando te vea e intente pedirte su comida ponte
a caminar mientras le hablas con cariño, si va a tu lado sin altibajos confírmale con la voz, dile que lo está haciendo
bien, cuando salte por un punto alto de la emoción dile suavemente y sin enfado que eso no es lo que quieres, no
necesitas ni siquiera montar el no informativo: basta con que uses un tono de decepción para trasmitírselo. Si, en
los puntos más bajos de la emoción, se aleja de ti y se desconecta de la situación, llámale y ofrécele la comida.
Cuando lleve un rato yendo a tu lado con una conducta autocontrolada, estable y homogénea dile “ahora lo has
conseguido” y dale su comida.
Progresivamente podrás hacer cambios bruscos de ritmo o de dirección, alargar o acortar el tiempo antes de girar,
bajar el plato de comida hasta la altura de sus ojos o moverlo tentadoramente… todas esas situaciones inicialmente
generarían altibajos emocionales, cuando vas logrando que se mantenga estable en esa situación y te escuche,
esperando que le digas que lo ha conseguido, vas mejorando su estabilidad emocional.
Por supuesto, puedes hacer este mismo ejercicio con una pelota, un frisbee o cualquier cosa que le guste y le haga
difícil mantenerse estable ante su presencia continuada y variable. Pero, eso sí, no le pidas demasiado al principio,
la estabilidad emocional se mejora poco a poco. Un perro no se convierte en un maestro yogui de un día para otro.
Un trabajo sencillo, muy divertido y que mejora sustancialmente las capacidades que cimentan la salud emocional
de tu perro. Todo un must have.

❚ Balance emocional
El balance emocional es el resultado de la suma hipotética de todas las emociones que el perro ha sentido a lo
largo de un periodo concreto de tiempo.
La salud emocional tiene mucho que ver con la contabilidad: el conjunto del total de las emociones que el perro
siente a lo largo de un periodo será muy relevante para la calidad de vida del animal y para su afrontamiento
saludable y superación de los problemas que pudieran surgir.
Como veíamos antes, para una salud emocional sólida el perro debería mantener un estado emocional (1) positivo
y (2) estable, pero ¿en qué porcentaje? Pues lo cierto es aquí nos movemos en el terreno de la hipótesis, nosotros
trabajamos con un cálculo que hemos comprobado empíricamente que es bastante seguro: buscamos que el perro
tenga una emocionalidad de este tipo en aproximadamente un ochenta por ciento del tiempo que está despierto
(no sabemos evaluar fiablemente la emocionalidad durante el sueño, por lo que no lo incluiremos en la medición).
Es importante tomar en consideración que el tiempo de emocionalidad positiva, pero lleno de altibajos, como en
muchas ocasiones sucede el saludarnos al llegar a casa o cuando juegan con pelotas o frisbees cuenta en el lado
negativo si los perros no están preparados para mantenerse estables a través de algún protocolo de juego ordenado
y colaborativo, como el espacio de juego que proponemos en nuestros protocolos generales.
Ningún perro aprende por sí mismo a estabilizarse emocionalmente durante los juegos de este tipo, ese es el
motivo por el que es relativamente peligroso que su diversión principal consista en ellos, lo que puede causarles
adicción, y, sin ir tan lejos, debilitar su salud comportamental y sus capacidades de gestión emocional. Por supuesto
no pasa nada si son ocasionales, aunque la mejor opción siempre es trabajar para convertirlo en colaborativo y
autocontrolado, en cuyo caso el tiempo que pase jugando sumará en el lado positivo del balance emocional.
También el tiempo tumbado tranquilo –sin llegar a dormirse- cuenta a favor, mientras que el tiempo en el que se
siente ansiedad, aunque no se genere mucha conducta activa, cuenta en contra de un balance saludable. Por eso
en algunos casos de perros que muestran ansiedad durante el tiempo que permanecen solos en casa es muy difícil
restaurar un buen balance emocional hasta que se elimina dicha ansiedad ¡¡acumula demasiado tiempo en números
rojos emocionales como para que sea fácil compensarlo!!

Cuándo se pierde la salud emocional respecto al balance emocional


Cuando al explorar, mediante entrevista y observación, la emocionalidad cotidiana del perro la suma del tiempo
de (-1) emociones negativas y (-2) emociones positivas que generan altibajos emocionales superan un veinte por
ciento del total de las que siente durante un periodo de tiempo prolongado, al menos de varias semanas.
A veces es muy sencillo encontrar estos valores, pero otras veces se hace necesario formar a los tutores para
reconocer en su perro tanto señales afiliativas/agonísticas, como conductas que muestran bienestar/disconfort en
su perro, dándoles una lista de situaciones diarias donde observarlas para obtener una visión correcta del balance
emocional.

Cómo mejorar el balance emocional


Una de las cosas que resultan sencillas de trabajar es la mejora del balance emocional: sencillamente tenemos
que anotar el tiempo y, sobre todo, las situaciones en las que un perro tiene (-1) un estado emocional negativo
prolongado a lo largo del día, las (-2) veces puntuales que se asusta o muestra agresión y las que tiene una (-3)
emocionalidad positiva inestable y contrarrestarlo dándole horas de tiempo dentro de un estado emocional positivo
y estable.
Recomendaciones para el aprovechamiento de nuestros protocolos generales como herramientas de mejora del
balance emocional serían: hacer trabajo de olfato, sesiones de vinculación afectiva, espacios de juego y calma,
salidas sociales, entrenamiento coordinado…. Por supuesto la calidad de lugares de estancia y descanso es muy
relevante para lograrlo.
Pero cualquier actividad que implique autocontrol y valencia emocional positiva será eficaz al respecto: las caricias
deseadas, táctiles u orales, el intercambio afectivo ordenado y las salidas a sitios con olores interesantes, sin
necesidad de hacer trabajo de olfato alguno, pueden ayudarnos también a conseguir este objetivo.
¡No queremos que nuestro perro esté nunca en números rojos emocionales! Si tenemos actividades que le calman
y alegran sin sobreexcitarle, sean las que proponemos aquí u otras, podremos compensar con ellas las malas
experiencias emocionales que aparezcan en su día a día.
Pero esto puede afinarse:
(1) En primer lugar eligiendo, siempre que sea posible, generar el tiempo de emocionalidad saludable en
situaciones que antes tenían emocionalidad insalubre, así no solo aumentamos la parte positiva del balance
emocional, sino que restamos tiempo de la negativa. Un dos por uno.
Cosas tan sencillas como colocar un juguete interactivo o la comida en el momento en el que salimos de casa
para perros que, sin llegar a generar ansiedad, sienten cierto malestar al vernos marchar. Sistematizar el
saludarles llevándoles al espacio de calma, jugar dentro del espacio de juego y enseñarles a autocontrolarse
cuando les vamos a poner de comer no solo son formas de lograr una emocionalidad positiva, sino que
contrarrestan pequeños (o no tan pequeños) momentos cotidianos que van restando enteros a la salud
emocional de nuestro perro.
(2) También existen estados emocionales que se compensan entre sí mejorque otros.
La calma, a través del espacio específico para lograrla, con masajes o simplemente acariciando al perro mientras
permanece en el sofá a nuestro lado, es ideal para compensar la agresión y la sobreexcitación positiva. Una de las
cosas que más le gustan a Gastón, y que le ayuda enormemente a compensar los efectos de su carácter hiperactivo
es tumbarse en una gran terraza que tenemos parar mirar lo que sucede en el campo de enfrente. Cuando llueve
durante unos días y no le dejamos estar allí varias horas se encuentra más nervioso y excitable, es claramente su
tiempo de calma, y creo que él sabe perfectamente el bien que le hace. Es su forma de meditación personal.
Las actividades positivas que implican un nivel de actividad medio son perfectas para compensar el tiempo que el
perro haya sufrido ansiedad, el paseo tranquilo, o pasear sueltos por sitios en los que el perro no se excite mucho
o el trabajo de olfato largo y con un ritmo de búsqueda relajado.
Para reparar los efectos del miedo nada mejor que lo relacionado con juego activo: salidas a lugares deseados,
encuentros con amigos caninos, activación del espacio de juego, entrenamiento deportivo siempre que se realice
empleando motores sociales y se potencie el autocontrol… Practicar Agility dos o tres días por semana con
frecuencia es la pieza que termina logrando la felicidad de un perro medroso o inseguro. Y no suele tomarse en la
consideración que merece.
En todo caso recuerda que todo esto se resume en encontrar/entrenar actividades que activen en el perro
emociones adecuadas para (1) salir de las inadecuadas, (2) compensarlas y (3) así lograr que el balance entre
números rojos (las emociones negativas y/o insalubres) y números negros (las emociones positivas y/o saludables)
siempre salga a favor de las segundas.
Aunque debería medirse la emocionalidad en su conjunto para saber cuándo y cuánto debemos compensar un
balance negativo, lo cierto es que cuando las cosas están bien puede generar una cierta pereza el calcular todo el
tiempo el balance emocional del perro. Una buena norma para ahorrar trabajo es poner en práctica las actividades
que generan emociones positivas/saludables el triple de tiempo del que el perro haya mostrado una emoción
negativa o inestable. Si ha estado asustado o agresivo quince minutos tras un encuentro desafortunado deberíamos
darle unos cuarenta y cinco minutos de calma o alegría autocontrolada. Así podemos hacer un cálculo rápido de lo
que necesitamos cada día para que el balance emocional de nuestro perro resulte positivo, puede parecer algo poco
afinado, pero funciona mucho mejor de lo que puedas suponer, tanto a la hora de cuidar la salud emocional del
perro, como de facilitar a sus tutores una norma clara y sencilla para hacerlo.
Gestión de estados emocionales en perros sensibles
Un caso concreto que debe mencionarse al hablar del trabajo para la salud emocional, y en particular al pensar
en el balance emocional, es la gestión de los estados emocionales en los perros sensibles, pues son los que más
fácilmente pueden sufrir experiencias traumáticas, acumular emocionalidad negativa, estrés residual…
Los perros sensibles deben ser tutelados para desarrollar unas capacidades de gestión emocional que le permitan
no afectarse negativamente por su condición, que le llevará a sobrerreaccionar ante estímulos o situaciones que
para la media de los perros no serían problemáticos.
Proveerles de una red de medidas que tomen en cuenta su condición y no se limiten a evitarles situaciones
emocionalmente activantes, sino que las dosifique, prepare y planifique de modo que el perro pueda gestionarlas
correctamente para, progresivamente, empoderarse de ellas, es un imperativo del cuidado de su salud
comportamental.
¿Qué es un perro sensible? ¿Qué es una raza sensible?
Como siempre que hablamos de algún concepto nuevo e importante hay que empezar con definiciones:
La sensibilidad se define como la capacidad de los seres vivos de captar y, eventualmente, responder a estímulos.
Consecuentemente, el umbral mínimo de sensibilidad es la menor intensidad objetiva (mensurable de algún modo
objetivo: decibelios, distancia…) que debe alcanzar un estímulo para ser percibido por un perro en concreto.
La sensibilidad, en un sentido más amplio y práctico –que es el que nos interesa- es la relación entre el nivel
objetivo (mensurable de algún modo objetivo: decibelios, distancia…) de intensidad de algún estímulo y la intensidad
de la respuesta subjetiva del perro a él.
Pero lo que nos interesa es saber a qué llamamos “perros sensibles”, porque es un concepto que todos
manejamos y que podría operativizarse mejor si lo definimos con exactitud (como todo).
Denominamos perros sensibles a aquellos que (1) tienen un umbral mínimo de sensibilidad menor que la media,
es decir que requiere menor intensidad de algún estímulo para captarlo y responder a él que la media de los perros,
y/o que (2) responden de manera física y/o emocionalmente más intensa que la media de los perros ante aquellos
estímulos que se le presentan por encima de su umbral mínimo de sensibilidad, particularmente ante los de baja
intensidad, lo que se reconoce en una respuesta conductual más pronunciada que la que tendría dicha media del
conjunto de los perros.
Podríamos decir, más coloquialmente, que cuando ante estimulaciones de bajo nivel se dan respuestas
conductuales muy intensas consideramos que un perro es sensible, cuando esta característica es común a una
proporción alta de los individuos de una raza –por encima de la media del conjunto de todos los perros- podríamos
afirmar que estamos ante una raza sensible (si tienes dudas ante la idea de asociar razas con tendencias
comportamentales te recomiendo que vayas a la parte de estos libros de ética y deontología profesional y leas el
apartado falacia de la tabula rasa: la igualdad de razas.)
Razas y perros sensibles: quienes más necesitan tutela inteligente
Lo cierto es que el concepto de raza sensible es operativo, pues muchos perros de estas razas sensibles e
inteligentes, por ejemplo, border collie, shetland, pastores australianos o malinois, muestran problemas de
acumulación y gestión de emociones negativas, y sabiendo esto podemos programar medidas de ayuda antes de
que aparezcan problemas reconocibles.
Considero válido y práctico el concepto de raza sensible porque permite hacer una política preventiva que puede
evitar problemas, sufrimiento y mala relación con su entorno a muchos perros.
Es normal que razas sensibles, que muestran respuestas vehementes con facilidad, puedan afectarse
puntualmente por algo que les suceda. Si no se les enseña a gestionar correctamente las emociones negativas
pueden terminar generando inseguridad, respuestas miedosas e incluso problemas más severos.
Las emociones se asocian por condicionamiento clásico, además es frecuente que aparezcan procesos de
autoalimentación del estado emocional: el tener miedo (el conjunto de estado interno, reacción fisiológica y
tendencia a la acción) genera más miedo por sí mismo, sin que haya necesidad a partir de ese punto de más
estímulos externos. Cuando esto sucede la asociación no puede ser simplemente extinguida, y ahí es donde empieza
a gestarse el problema, la bola de nieve que si empieza a rodar se agrandará continuamente, además será frecuente
que empiece a asociar otras cosas a ese miedo.
Es fundamental para la calidad de vida de un perro estar preparado para gestionar correctamente los estados
emocionales negativos o tendremos poca tolerancia y mala gestión del estrés, tendencia a la inconsistencia de las
conductas, inseguridad e infelicidad del perro.
Debemos poner al perro en situaciones que perciba como emocionalmente negativas, eso sí en niveles muy bajos.
Por ejemplo: ofreciéndole interactuar con un suelo inestable o ruidoso.
Sumamos a la situación algo de interés para el perro, por ejemplo unos trocitos de comida apetitosa, y creamos
un pequeño conflicto: quiero la comida, pero no entrar a la zona con el suelo extraño.
Es importante que el perro decida si le compensa afrontar lo negativo o no, si decide hacerlo va a estar
aprendiendo algo mucho más importante que hacer positivo el suelo: aprenderá que aunque tenga una emoción
negativa puede decidir, que puede afrontarla, y que con ese afrontamiento voluntario del miedo consigue
resultados exitosos y llega a un estado emocional positivo. Le estamos enseñando a gestionar correctamente el
miedo, no eliminándolo de un punto concreto. Esto produce una gran mejora de su autocontrol y le da las
herramientas para empoderarse de su mundo a pesar de su sensibilidad.
El refuerzo debe ser referencial, es decir: estar relacionado con algún objetivo mental del perro, y usaremos una
dificultad cada vez mayor, pero ascendiendo en forma de sierra dentada: por cada dos o tres avances debemos
programar unas cuantas sesiones con criterios de dificultad que ya hubiera superado ampliamente, consolidando
su sensación de controlar el ambiente.
Es importante sustituir el refuerzo ciego tradicional –en el que aparece la comida por algo que el perro no podía
prever que la haría aparecer, por ejemplo: pisa al suelo y yo saco de mi bolsillo un trozo de comida que le entrego-
por el refuerzo referencial, que el perro puede prever que obtendrá si decide hacer algo: veo la comida ahí dentro
y si la quiero tendré que entrar a por ella, vamos a tocar este suelo raro para ver cuán peligroso es, para que pueda
valorar bien qué haré. Es ese efecto de valoración subjetiva lo que mejora sus capacidades de afrontamiento de la
situación y de gestión de las emociones26.
Un perro sensible siempre sentirá que camina sobre una lámina de vidrio a gran altura cuando afronta
determinadas situaciones, pero con este trabajo podemos lograr que esa lámina vaya haciéndose cada vez más
gruesa y firme, añadiéndole capas y capas de solidez. Al final, aunque el perro siga sintiendo que camina sobre algo
trasparente y que debajo hay una gran caída, sabrá que es seguro para él y que podría incluso saltar sin riesgo.
Quizá nunca deje de ver la posibilidad de caer, pero ahora puede afrontarla con seguridad y decidir sobre cuándo
le merece la pena avanzar.
Además trabajar de este modo implica la solución de problemas, que genera motivación intrínseca:
conseguiremos que afrontar la situación que anteriormente le generaba tensión y le colocaba a un paso del miedo
resulte divertido y un fin por sí mismo, con lo que habremos “vuelto la tortilla” de la asociación emocional.
Pero si sólo hacemos esto, aunque mejoremos al perro para afrontar un tipo de problema concreto, no estamos
terminando de prepararle para gestionar correctamente emociones negativas.
A partir de que superemos estos primeros problemas seguiremos trabajando: dentro de sus sesiones de
adiestramiento usaremos ocasionalmente estímulos aversivos de baja intensidad (una goma del pelo en una pata,
un post-it en una oreja…) para que vea que trabajando accede a un estado emocional positivo aunque aparezcan
ligeras incomodidades. Que normalice su presencia y sepa apartar las molestias a un segundo plano de su
percepción, colocarlas en el fondo de su atención. O, si quieres ser conductista en tu manera de pensar, habituarse
a ellas (aunque creo que lo que se logra queda minimizado al usar este término).
Debemos conseguir que el perro pueda acceder a un estado emocional positivo más que evitar a toda costa los
estímulos aversivos, hay mucha confusión entre estímulo aversivo y estado emocional negativo y eso lleva a
cuidados sobreprotectores muy nocivos en los perros sensibles, particularmente en los cachorros. Resumiendo:
emplea aversivos de baja intensidad en situaciones emocionalmente positivas, de tal manera que no dejen de serlo
por la aparición de dichos aversivos. Si el perro abandona la emocionalidad positiva estás haciéndolo mal.
Todos los perros precisan desarrollar herramientas de gestión de las situaciones negativas, esta necesidad se
vuelve crítica en los perros sensibles. Es nuestra labor introducir elementos suavemente aversivos para enseñarles
a superarlos, no evitándolos, sino afrontándolos y generando estados emocionales positivos al hacerlo, sin esto no
les estaremos preparando para tener una calidad de vida óptima.
❚ Resiliencia
La resiliencia es la capacidad de un individuo de (1) recuperarse después de haber sufrido experiencias
emocionales negativas que no hayan podido solucionarse adecuadamente y de (2) afrontar correctamente nuevas
situaciones estresantes.
La resiliencia es principalmente innata, pero puede potenciarse a través de la mejora de la gestión emocional y
de la confianza en sus capacidades de autocontrol y control, que sostienen la salud emocional en gran medida.
Además el correcto desarrollo y uso frecuente y saludable de sus capacidades afectivas y sociales son factores
asociados a mejoras en la resiliencia. Parece que disponer de una red social sólida y relacionarse con otros
individuos queridos ayuda a la mejora de esta capacidad.
Es importante señalar que la sobreprotección de los cachorros, impedir que tengan experiencias ligeramente
aversivas que puedan superar por sí mismos, hace que no puedan entrenar sus recursos para dejar de hacer, para
abandonar una conducta motivada sin generar frustración, y por ello frenan el desarrollo de la resiliencia,
generando perros susceptibles al estrés y a la frustración.

Cuándo se pierde la salud emocional respecto a la resiliencia


Cuando el perro no es capaz de recuperarse y recobrar la calma en un tiempo corto, aproximadamente una hora,
después de abandonar una situación emocional negativa que le ha afectado claramente.

Cómo mejorar la resiliencia


Dar al perro estímulos y situaciones aversivas de baja intensidad que pueda afrontar y solucionar es muy relevante
para su desarrollo saludable, esto puede hacerse desde en las típicas puppy parties que incluyen pasar por suelos
inestables o incómodos de algún modo, hasta haciendo que el perro se habitúe a su correa para llegar al parque,
pasando por ponerle un post-it en el hocico para que al quitárselo nos ofrezca la conducta de “triste”.
El trabajo es similar al de los perros sensibles, aunque aquí el objetivo no sea mejorar el afrontamiento de la
situación, sino generar recursos para recuperarse de la tensión emocional que supone: todo lo que implique
generarle una molestia menor, que el perro solucione con su comportamiento activo y asertivo es mejorador de la
resiliencia, siempre que estas molestias sean contrabalanceadas con un mayor tiempo de trabajo emocionalmente
positivo, pues el balance emocional positivo sostiene en el tiempo los avances obtenidos, mientras que el negativo
los desmonta.
También mejoran la resiliencia: (1) enseñar amablemente al perro a dejar de hacer algo que deseara, para lo que
nosotros enseñamos el no informativo, (2) jugar aceptando límites y normas, para lo que empleamos el espacio de
juego, y (3) conectar sus capacidades de gestión de aversivos (siempre en el nivel de molestia y sin la aparición de
miedo) con las de gestionar apetitivos incluyendo ambos en algunos ejercicios o actividades. Son buenos
colateralmente (4) todos los trabajos de autocontrol y control.
… Y una manera sencilla y eficaz de mejorar la resiliencia para terminar
Además de todo lo anterior, podemos trabajar de manera directa, fácil y segura sobre uno de los procesos
relevantes en la resiliencia: (5) la gestión de la frustración. Definamos de manera operativa este proceso/respuesta
emocional.
La frustración es la respuesta emocional activante y negativa ante la imposibilidad de alcanzar un objetivo
comportamental valioso debido a algún tipo de resistencia, oposición o impedimento perceptible 27.

Entrenamos la gestión de la frustración, su disipación sin consecuencias, de manera natural e inconsciente cuando
le retiramos de la boca ese envase de comida que intenta tragarse o un palo lleno de pinchos que ha elegido como
juguete durante un paseo, pero hacerlo así exclusivamente no nos garantiza el éxito: un perro podría desear
demasiado algo que le quitamos y generar una frustración excesiva, o, al contrario, no ofrecernos ocasiones
suficientes porque no coja nada inadecuado.
• Una breve digresión sobre “educación natural” y dejar a los perros a su p**a bola
Y aquí hago un paréntesis explicativo, relacionado con esa afición por ir de un extremo al otro que tenemos los
comportamentalistas caninos.
Ahora son tendencia algunas propuestas que no impiden al perro agarrar nada que desee porque eso puede
interferir en su desarrollo “natural”, limitándose nuestra tutela en este aspecto a no llevarle a lugares donde lo que
puede coger con la boca sea peligroso. Obviamente esta es una sobrerreacción ante las propuestas anteriores de ir
prohibiendo a los cachorros coger nada con la boca para que no aprendieran a hacerlo a través de repetirlo de
manera exitosa. Nuevamente ¿por qué somos así? ¿por qué parecemos disfrutar con propuestas que buscan ser
simétricamente opuestas a las anteriores? ¿las cosas son así? No, claro que no.
Es normal que se reaccione ante la óptica hipercontroladora y el reduccionismo conductista que sostienen la idea
de que si el perro nunca realiza una conducta (y por ello no se refuerza ni siquiera de manera respondiente, pues
estas conductas serían contingencias de dos términos) no la podrá aprender. Esto es intrínsecamente falso y pueden
generar problemas emocionales en un seguimiento demasiado estricto, por el empobrecimiento y limitaciones que
implica durante el desarrollo del perro, una época en la que requieren estimulación e interacción con su entorno.
Pero no son menos falsas, por irse al extremo opuesto:
1. La idea de que el día a día es una forma suficiente y óptima de mejorarla resiliencia. Nuestros perros se
encuentran en circunstancias muy diversas, que afrontan con actitudes y comportamientos variados, hacer
equivalencias con teóricas situaciones de crecimiento y desarrollo “en la naturaleza y en un grupo canino” es,
básicamente, una paja mental: los perros han evolucionado para adaptarse a convivir con nosotros y el entorno
humano es incomprensible e inmanejable para ellos sin que les tutelemos.
2. La idea de que dejarles interactuar libremente con su entorno es elsúmmum de la salubridad emocional y
el correcto desarrollo de los perros como sujetos comportamentalmente saludables. La necesidad de aprender
a gestionar la frustración choca con esta idea, que en realidad es tan reducida conceptualmente como su
contraria: como el perro habrá “experimentado” (vaya usted a saber qué quieren decir con esto, que suena –y
probablemente es- como un eco New Age) lo suficiente con todo abandonará lo insalubre, lo malo, para
siempre y de manera voluntaria, mientras que al quitarle las cosas de la boca aumentamos su interés por ellas
y le condenamos a buscarlas el resto de su vida con fruición. Este interesante giro argumental, parece combinar
psicoanálisis con algún tipo de (falaz) naturalismo28, puede resultar atractivo, pues su lógica interna parece
consistente. Sin embargo no existe ningún dato objetivo, ninguna investigación seria, que haya comprobado
que esto sucede. Es, sencillamente, una proyección, que hace que quienes desean creer en ello usen sus sesgos
para “ver” que funciona y es cierto. Pero no lo es.
Nuestros perros se encuentran en circunstancias muy diversas, que afrontan con actitudes y comportamientos
variados propios de su individualidad. Sabemos que han evolucionado para adaptarse a convivir con nosotros –así
que no es cierto que seamos un elemento de distorsiónnos comprenden y se comunican con nosotros de manera
excepcional, pero nuestro entorno físico, en particular el urbano, les resulta peligroso sin nuestra tutela. Y esa tutela
no puede consistir únicamente en que no puedan equivocarse o que actúen con total libertad en un entorno
controlado. Está en un punto medio, donde el perro tiene la capacidad de practicar y desarrollar sus
potencialidades, pero donde también aprende una serie de reglas y formas de gestionar el entorno que dependen
de nosotros.
Hacer equivalencias estrictas entre la educación del perro y teóricas (-1) situaciones de crecimiento y desarrollo
“en la naturaleza y en un grupo canino libre” o con (-2) otras que sólo existen en los laboratorios no puede llevarnos
a modelos funcionales de trabajo. Lo cierto es que creer que, bien la libertad de acción, bien el control completo
durante el día a día es una forma suficiente y óptima de educarles en general, o de – y aquí vuelvo hábilmente al
tema- mejorar su resiliencia es un error.
Volviendo al tema… El perro (nosotros) y las uvas
La fábula de la zorra y la uvas inalcanzables es una buena muestra de situación frustrante, que termina
gestionándose bien. Pero si la zorra estuviera acompañada de quienes la quieren bien, y le dieran apoyo le resultaría
más sencillo, seguro y saludable lograr gestionar su frustración y, consecuentemente, mejorar su resiliencia. Así que
para lograrlo vamos a meter a nuestro perro en una situación equivalente, pero con la diferencia de que contará
con nuestro apoyo desde el principio.
Como hemos visto, para el desarrollo de la resiliencia no podemos confiar en que el entorno proveerá, pero
podemos plantear muchos trabajos sencillos entendiendo cómo funciona el “kit básico” de mejora de la resiliencia,
que es una secuencia muy sencilla: (1) situación en la que el perro se siente socialmente arropado + (2) frustración
leve sobre algún objetivo de carácter individual + (3) cariño y conexión emocional activa entre el perro y un sujeto
querido hasta que se desconecta por completo de su objetivo.
La existencia de una red social saludable es el factor que más ayuda a desarrollar los máximos de resiliencia
posibles, pero el segundo es que las situaciones que no sea capaz de resolver resulten negativas de manera suave.
Esto es porque la frustración de alta intensidad crea huellas emocionales insalubres, favorece la reactividad y la
pérdida de control y con ello, como efecto colateral, disminuye la posibilidad de percibir que se está con alguien
querido, lo que hace desaparecer los beneficios de sentirse sostenido por el cariño durante ese momento difícil.
(1) Nuestra primera medida, el inicio de la secuencia de trabajo, es asegurarnos que el perro tiene en marcha
sus motores sociales, que recibe nuestro afecto y responde a él: podemos decirle palabras cariñosas y el perro
responde a ella ofreciéndonos su atención y generando señales afiliativas hacia nosotros para evaluar esto. Si el
perro es incapaz de conectar de este modo con nosotros no estamos en las mejores condiciones para entrenar la
resiliencia. Como muchos perros al pasear tienen dificultades para lograrlo, puede ser una buena idea, ante las
dudas, trabajar dentro de casa, donde la mayoría de perros responde perfectamente al cariño ofrecido por las
personas que le quieren.
(2) Cuando se cumple la condición anterior, prepararemos algo que deseey que, de algún modo, le
impediremos alcanzar. Pero la intensidad con la que quiera alcanzarlo no debe ser muy fuerte, lo que podemos
lograr con:
a) La calidad de lo que ofrecemos –por ejemplo podríamos poner un pocode su pienso en una pequeña jaula
fijada al suelo para que no pueda comerlo, incluso podemos bajar más su valor usando un pienso light de esos
que hacen que los perros se planteen pedirnos el libro de reclamaciones.
b) El estado previo del perro, podemos hacer el ejercicio de mejora de laresiliencia después de que haya
comido o cuando esté muy cansado tras un buen paseo, para que así sea él quien se encuentre en una situación
que le haga estar poco insistente.
Para impedirle que alcance su objetivo podemos limitarnos a dejarlo accesible al olfato, pero inalcanzable, como
al fijar la jaulita con comida a algún sitio, y simplemente esperar a que abandone sus intentos de comerla para ir al
siguiente paso, sin embargo esta táctica hace largo e impredecible el trabajo: unos días puede tardar mucho y otros
muy poco. Así que podemos usar recursos que tengamos para acelerarlo, el uso del no informativo –cuyo
entrenamiento se expone en nuestros protocolos generales- es una opción que acelera mucho los resultados y que
además facilita que el perro se mantenga conectado con nosotros durante todo el proceso.
Pero no es la única manera, a mí, por ejemplo, me gusta hacer de vez en cuando algún juego de “vamos Toby,
corre conmigo…” en el que alargo el tiempo y, cuando el perro empieza a considerar que quizá no merece la pena
tanto esfuerzo para lograr la comida/juguete, me dirijo hacia algún lugar donde pueda dejar el plato fuera de su
alcance y su vista, no entregándoselo. Provoco un nivel bajo de frustración en un perro que habitualmente hace
este juego y logra la comida/juguete sistemáticamente (no puede hacerse sin este prerrequisito de historial de
éxito), pero lo hago en un momento en el que baja su interés. Estas dos condiciones: historial de éxito y descenso
del interés, aseguran que será capaz de superar sin problemas el malestar emocional que le producirá no lograr su
objetivo, mejorando su resiliencia.
(3) Cuando el perro ha abandonado su objetivo le ofrecemos cariño y le proveemos de andamiaje social (de nuevo
remito a los protocolos generales para saber cómo entrenar y usar el andamiaje social de manera óptima y
estructurada) para que la frustración se disipe saludablemente y la resiliencia mejore. Nuevamente hemos de
evaluar si lo recibe a través de su atención sobre nosotros y la aparición de señalética afiliativa, si bien debemos
considerar que en estas circunstancias emocionales pasarán dos cosas: (1) la afiliación será menor que la que
teníamos al inicio, pues el proceso de renuncia por el que ha pasado le afecta, además (2) puede aparecer señalética
ambigua o alguna conducta que indique estrés en el perro. Esto es normal y no resulta problemático si también
aparece una afiliación de calidad, si no es así es que la dificultad ha sido demasiado alta. En caso de suceder esto
nosotros disponemos de un comodín: nuestros protocolos del espacio de calma, del paseo tranquilo y los trabajos
de olfato, que nos aseguran que el perro terminará positiva y relajadamente la situación. Sin ellos podríamos
plantearnos alguna alternativa casera, como esparcir comida por el suelo para que la busque, pero lo mejor sería
trabajar con intensidades menores, que no requieran reajuste posterior.

❚ Nivel de estrés
El estrés no es por sí mismo un problema, es un mecanismo adaptativo necesario, eficaz y conveniente para
afrontar las situaciones novedosas. Pero cuando se pone en marcha demasiadas veces y/o con demasiada
intensidad, cuando el cuerpo no tiene tiempo suficiente para recuperarse de la sobreactivación física que genera
en el organismo, va acumulándose un nivel cada vez mayor de estrés residual, lo que a partir de un determinado
punto será incompatible con la salud emocional del perro.
El estrés residual, potencia la reaparición del estrés ante nuevas situaciones que no hubieran sido estresantes sin
él, y dificulta la gestión de las emociones, particularmente de las negativas. La reducción de estrés, en caso de ser
necesaria, será un trabajo fundamental para restaurar la salud emocional del perro.

Cuándo se pierde la salud emocional respecto al nivel de estrés


Para evaluar la pérdida de salud emocional respecto al estrés existen muchos evaluadores, pues es un proceso
bien conocido y estudiado. En nuestro análisis combinaremos tres niveles de observación, desde el más amplio y
general hasta el meramente sintomático, así podremos llegar a conclusiones que sería difícil alcanzar centrándonos
solo en uno de ellos: sería fácil que no pudiéramos observar fiablemente el número de situaciones estresantes,
siendo imposible que concluyamos que son suficientes como para que el perro pierda la salud emocional, pero la
observación meramente sintomática podría resultarnos engañosa al ser muchos de los síntomas físicos compartidos
con otros problemas, como la mala nutrición.
Observando al perro a los dos niveles anteriores y sumándole uno intermedio, que tiene que ver con la manera
de comportarse el perro en situaciones concretas en las que el estrés cambia la respuesta normalizada, podremos
asegurarnos una evaluación fiable.
Primer grado de evaluación del estrés: activación y recuperación del estrés
Cuando el perro tiene situaciones frecuentes, varias veces al día, de activación del estrés y después no recupera
la calma y la estabilidad emocional, manteniéndose sobreactivado.
Esta es la medición más objetiva y certera… si puede hacerse.
Segundo grado de evaluación del estrés: situaciones representativas
Porque a veces es difícil reconocer el punto anterior in situ, como sucedería, por ejemplo, si las situaciones
estresantes de mayor importancia tuvieran lugar en momentos en los que no estamos presentes. En estos casos
podremos comprobar la existencia de un nivel de estrés insalubre observándole en determinadas situaciones.
Cuando el perro habitualmente no se relaja y se calma en las situaciones sociales tranquilas y seguras, como el
tiempo de descanso en la casa con toda la familia dedicada a actividades relajadas (el rato posterior a la cena suele
ser un momento fiable para comprobarlo).
Cuando el perro con frecuencia se sobreactiva súbitamente en situaciones seguras ante estímulos de mínima
intensidad, como podría ser que despertara sobresaltado al pasar alguien a su lado.
Con la observación conjunta de la activación/recuperación del estrés y de las situaciones representativas
mencionadas suele obtenerse una idea bastante fiable sobre el estado del perro, pero podemos afinar más
fijándonos en la presencia y abundancia de los síntomas que delatan el exceso de estrés.
Tercer grado de evaluación del estrés: síntomas de estrés
− Frecuentes y bruscos cambios de humor.
− Jadeo y/o salivación excesivos.
− Escaneo perceptivo (no fijar la mirada, responder excesivamente a pequeños sonidos…), dificultad para
enfocarse de manera continuada en algo.
− Búsqueda excesiva de contacto activo (tocar con la cabeza o la pata repetidamente, por ejemplo) con personas
o perros.
− Muestra de señales de apaciguamiento o amenaza excesivas o no pertinentes.
− Prevención ante el aprendizaje, fallos durante la ejecución de destrezas bien conocidas por el perro.
− Aparición de emocionalidad negativa ante situaciones que debieran ser de eustrés o ante situaciones
novedosas.
− Evitación de situaciones determinadas acompañada de nerviosismo.
− Inestabilidad del adiestramiento.
− Alteraciones del sueño.
− Pérdida de apetito.
− Pérdida de peso.
− Perdida de la calidad del pelo o aumento de su caída.
− Dificultades para mantener la atención.
− Fase de resistencia extremadamente corta: el perro pasa casi inmediatamente de la reacción de alarma a la
fase de agotamiento (para este punto y el siguiente recuerda la nota al final en la que se explicaba esto).
− Reacción de alarma exagerada con respecto a la situación.
− Genera agresión fácilmente, sobre todo asociado a trastornos del humor.
− Frecuentemente genera ansiedad e inestabilidad de la conducta.
− Cuando el perro entra en la situación estresante muestra una conducta tras otra, pudiendo repetir alguna.
Tiende a hacer ciclos con las conductas que ya ha probado sin éxito.
− Emocionalidad creciente con cada respuesta conductual que ofrece ante una situación.
Debemos considerar junto a los niveles anteriores de evaluación cuáles de estos síntomas aparecen, con qué
frecuencia e intensidad, para comprobar el nivel de estrés de un perro y, posteriormente, la eficacia de nuestros
protocolos para reducirlo. La disminución en frecuencia y/o intensidad o desaparición de uno o varios de estos
síntomas es una de las mejores maneras para medir objetivamente la eficacia de nuestro trabajo para disminuir el
estrés. Y es algo importante, porque a veces se recomiendan medidas para eliminarlo, ¡pero no se ofrece ninguna
manera para evaluar su eficacia!

Cómo reducir el estrés


El trabajo de reducción de estrés suele ser, además de una medida necesaria para la salud emocional del perro,
un prerrequisito para iniciar muchas intervenciones comportamentales, pues los niveles elevados de estrés, en
particular la acumulación de estrés residual, pueden imposibilitar la eficacia de otras medidas y, consecuentemente,
el avance del perro.
Por si lo anterior fuera poco, se recomienda que cuando el estrés va asociado a otra emoción reconocible, como
el miedo o la agresión, con la que existan problemas puede y debe ser tratado de manera solidaria a esta emoción,
mejorando sustancialmente los resultados que se obtendrán frente a aquellos trabajos que solo toman en
consideración la emoción con la que existe el problema.
De hecho tuve muchas dudas sobre ubicar el trabajo de reducción del estrés aquí, como una herramienta
principalmente de mejora de la salud comportamental, o entre nuestros protocolos generales, más destinados a la
intervención sobre problemas. Porque la reducción del estrés es igualmente útil e importante para ambas cosas.
Afortunadamente disponemos de muchas pautas para actuar sobre el estrés, reduciéndolo, potenciando su
gestión correcta y mejorando así el estado emocional del perro y su salud emocional.
Sin embargo, no debemos dejar que esto nos vuelva locos.
Algunos comportamentalistas hacen terapias de reducción de estrés previas o simultáneas a TODAS sus
intervenciones comportamentales, sin ni siquiera medir si existe un estrés problemático en algún sentido.
Hablando con algunos de la innecesariedad de esta medida me comentaban que “siempre vendría bien” y que
“daño no iba a hacer”. Discrepo.
El tiempo, la energía y el compromiso de los tutores no es infinito, como bien sabemos todos los profesionales,
dilapidarlo en acciones innecesarias es una pérdida que nos puede dejar una cantidad insuficiente cuando los
necesitemos de veras, para las medidas de trabajo que realmente puedan necesitar.
Además, estamos haciendo un abuso económico, porque aunque no les cobremos nada por una etapa previa (e
inútil en perros que no tienen problemas de estrés), estamos dilapidando su tiempo. Y ese es el recurso más valioso
del que disponemos, es abusivo, injusto e inmoral disponer del tiempo de los demás. Y si además cobramos ni te
digo.
Por tanto, debemos evaluar si el nivel de estrés del perro hace conveniente reducirlo antes de lanzarnos a
proponer pautas.
Recursos para la reducción de estrés
Los recursos que damos a continuación deben combinarse de la manera que mejor cuadre para cada caso,
consiguiendo un protocolo de reducción del estrés individualizado.
Así, en algunos perros la reconstrucción de la relación social no será necesaria, por ser de calidad, en perros
geriátricos los trabajos de olfato serán más relevantes cuando no se les pueda ofrecer otra actividad lúdica…
Es labor del profesional adecuar el protocolo de reducción del estrés al perfil del perro y de las personas que viven
con él, haciendo lo más fácil y amigable seguirlo. Cuando el protocolo se ha ajustado de manera correcta no resulta
excesivamente exigente para el perro o la persona, resultando algo divertido y apetecible para ambos, lo que mejora
la adherencia y sus resultados.
En general aportar al perro un entorno social y objetual tranquilo, previsible y controlado ayudará a mejorar los
niveles de estrés. El cariño a través de muestras de afecto tranquilas también debe ser habitual y frecuente.

Trabajos de olfato: Promueven la concentración relajada, la motivación mantenida, las estrategias de solución
que requieren continuidad y consistencia en el comportamiento, por todo ello generan estados emocionales
óptimos y recursos de afrontamiento que potencian la buena gestión emocional. Son un gran recurso para mejorar
los problemas de estrés.
Conductas tranquilizantes: El autocontrol y la vuelta a la calma pueden facilitarse enormemente llevando al
perro a realizar una conducta que corte la sobreactivación generada por el estrés o que la canalice en un
comportamiento controlado. Esto puede hacerse tanto con modelados cómodos, un recurso muy útil, eficaz y
sencillo, como usando los espacios de juego y calma. Ambas cosas se explicarán con detalle más adelante.
Reconstrucción de la relación social: La falta de armonía en la convivencia con los individuos queridos por
el perro y que conforman su grupo social es un fuerte generador de estrés. Ante problemas de estrés siempre
debemos evaluar la calidad de las relaciones sociales del perro y, en caso de que no sean óptimas, mejorarlas. El
buen encaje social es quizá la mejor medida para evitar el estrés nocivo en un perro. Las normas de coordinación y
subordinación razonables y ordenadas son el primer elemento a reconstruir, sobre todo si el perro está adiestrado
de una manera abusiva.
Esto veremos cómo hacerlo al hablar de la dimensión social de la salud comportamental y al exponer los
protocolos generales y relacionales.
Reconstrucción del entrenamiento: No solo el entrenamiento abusivo es generador de estrés, las
incoherencias, inconsistencias o, sencillamente, el desorden en el entrenamiento son poderosos generadores de
estrés. Debemos evaluarlo para reconstruirlo en caso de ser necesario.
Cómo construir un entrenamiento saludable se explicará al hablar de los protocolos de adiestramiento
COGNITIVO-EMOCIONAL, en el siguiente libro de esta colección.
Prendas anti-estrés: Existen diferentes tipos, como camisetas, vendas, gomas planas para el hocico… que a
través del efecto calmante que tiene la presión moderada y continua sobre el cuerpo del perro, así como de otros
mecanismos fisiológicos y etológicos pueden ayudarle a superar el estrés. Estas prendas pueden ponerse durante
un tiempo antes de la situación estresante, para disminuir la activación del estrés, y/o de manera relativamente
continuada durante los momentos de vida normal para eliminar el estrés residual e inducir –o al menos facilitar-
calma.
Aumento del ratio de problemas solucionados: Aunque el ratio óptimo para el aprendizaje sea 80/20
de éxitos/fracasos, cuando los perros tienen problemas de estrés puede convenir aumentar el porcentaje de éxito
ante los problemas para generar una mayor seguridad emocional del perro en sus recursos de afrontamiento. Para
ello disponemos de dos caminos principales (1) adecuar el nivel de dificultad y (2) darle ayudas al perro para resolver
correctamente cuando le esté resultando demasiado difícil hacerlo. En algunos casos se hace necesario llegar
prácticamente hasta un 100% de éxitos.

Petri, de Arantxa Hernández, con la Thundershirt© que le ayudó a gestionar su estrés, en


particular en sus últimos dos años de vida, en los que sufrió deterioro cognitivo y se
sobresaltaba y agobiaba con facilidad. Fotografía Arantxa Hernández.

Masaje: La inducción de calma física que aporta el masaje de calidad es de gran ayuda para recuperarse del
estrés y dificultar su aparición.
Feromona Apaciguante Canina (DAP): Las feromonas son sustancias químicas segregadas por una especie
para provocar determinadas conductas al ser captadas por otros individuos, normalmente de la misma especie. En
los perros, las hembras lactantes segregan una feromona destinada a calmar a los cachorros, esta feromona se ha
sintetizado y puede usarse como elemento de ayuda para eliminar el estrés o prevenirlo. Existe en diferentes
presentaciones, normalmente collares y difusores, estos últimos suelen ser mucho más eficaces por la continuidad
y homogeneidad de liberación de la sustancia que permiten.
Compañía y cariño: Sabemos que la compañía de un individuo querido en las situaciones estresantes hace
que estas se perciban de manera más positiva y se genere una activación menor del estrés. Si esa persona querida
además da muestras de cariño y apoyo cuando el perro inicia alguna estrategia adecuada para solucionar dicha
situación aumentamos el efecto normalizador de su presencia. La persona de referencia también puede aportar
ayudas para que el perro encuentre la solución, como veíamos al hablar del ratio de problemas solucionados.
Actividades lúdicas: Las actividades lúdicas que exigen concentración, autocontrol y aprendizaje de destrezas
cuando se hacen de manera voluntaria y son emocionalmente positivas resultan óptimas para recuperarse del
estrés y prevenirlo.
Aunque recomendamos el uso del espacio de juego, que nos permite dosificar y regular perfectamente la manera
de jugar del perro, cualquier juego es valioso, jugar con otros perros en el parque, con personas queridas de manera
intuitiva…
Aumento de actividades sociales: Las actividades sociales sencillas, colaborativas y poco exigentes tienen
un efecto normalizador y reductor del estrés, por lo que es buena idea aumentarlas. El adiestramiento puede tener
este efecto cuando se realiza de manera adecuada a nivel técnico y enfatizando el proceso de enseñanza-
aprendizaje, sin priorizar los resultados.
Paseos tranquilos: El pasear a un ritmo suave, sin metas de llegada concretas y atendiendo al entorno objetual
de manera relajada es una de las mejores maneras de eliminar estrés residual. Luego aprenderás a hacerlo con
nuestro protocolo Correa floja, perro feliz.
Curas de reposo: Hace tiempo se consideraban una de las mejores maneras de eliminar estrés, aunque ahora
se sabe que son más eficaces las actividades lúdicas y sociales, las curas de reposo siguen siendo una opción viable
para algunos casos.
Análisis tetradimensional del trabajo de reducción del estrés
Para algunos de nuestros protocolos más amplios o complejos disponemos de un desglose detallado sobre qué
queremos lograr en cada una de las dimensiones del comportamiento del perro con su aplicación y qué motores
comportamentales deben provocar principalmente los cambios.
Denominamos coloquialmente “motores” de comportamiento a los diferentes procesos y mecanismos que
pueden llevar a un perro a generar conducta, tales como el condicionamiento clásico, el estado emocional o el
condicionamiento operante. Puesto que en nuestra propuesta es relevante cuál o cuáles de ellos son los principales
responsables en los diferentes protocolos, lo indicamos de manera que no tengamos el problema de estar logrando
conducta a través de mecanismos que no tendrán los efectos amplios que deseamos en las cuatro dimensiones del
perro.
El plantear objetivos tetradimensionales mensurables/observables –ya sea directa o indirectamente- nos permite
no perdernos en lo que buscamos, evaluar fiablemente el avance y comprobar la solidez de la intervención
comportamental.
Así pues, respecto al trabajo de reducción del estrés tendríamos que:
• Motores de comportamiento
– MOTOR PRINCIPAL DE CONDUCTA/APRENDIZAJE: Emoción.
– MOTORES SECUNDARIOS DE CONDUCTA/APRENDIZAJE: Aprendizaje respondiente, afecto, aprendizaje
operante y solución de problemas.
• Objetivos tetradimensionales OBJETIVOS FÍSICOS:
− Conseguir relajación corporal.
− Restaurar los ciclos de sueño saludable.
− Restaurar el apetito.
− Mejorar o eliminar síntomas físicos del estrés: caída del pelo o poca calidad del mismo, jadeo excesivo…
− Desactivar la activación fisiológica de corto plazo que provoca el estrés y llevar al perro al estado saludable de
homeostasis física.
OBJETIVOS EMOCIONALES
− Conseguir que el perro se calme y estabilice emocionalmente.
− Eliminar la emocionalidad negativa ante situaciones nuevas o potencialmente agradables.
− Disminuir las respuestas excesivamente emocionales.
− Estabilizar el humor.
− Eliminar el nerviosismo.
− Mejorar la conversión de emoción en motivación mantenida.
− Eliminar la ansiedad.
− Restaurar la calidad y duración de la fase de resistencia al estrés29.
OBJETIVOS COGNITIVOS
− Restaurar las capacidades de aprendizaje.
− Restaurar y estabilizar las conductas del perro, tanto las solicitadas por el tutor como las realizadas por él de
manera autónoma.
− Restaurar y potenciar la actuación prospectiva del perro.
− Promover la aparición de conductas de bienestar o confort. − Mejorar la capacidad de
concentración.
OBJETIVOS SOCIALES
− Restaurar la relación social saludable y la confianza del perro en las personas y/o perros con los que convive.
− Disminuir las señales de apaciguamiento y/o amenaza.
− Reconstruir la relación social con el perro de manera que sea un estabilizador del humor, un anclaje
motivacional para realizar comportamientos saludables y un generador de calma, confianza y seguridad en sí
mismo.
− Construir una relación responsiva con el perro, en la que adaptamos nuestra activación tetradimensional
respecto a la situación y momento, para que le sirva de apoyo continuado ante nuevas situaciones.

❚ Relaciones sociales saludables


La armonía en la convivencia con los individuos queridos por el perro y que conforman su grupo social es un fuerte
generador de salud emocional, y por tanto una de las bases sobre las que se sostiene, la última de ellas. Los perros
son animales sociales y necesitan una integración saludable dentro de su grupo social.
Esto implica relaciones afectivas ordenadas, suficientes y satisfactorias. Toda interacción social del perro, desde
el tiempo que comparte en el salón con nosotros mientras vemos la televisión, hasta el que dedicamos a su
entrenamiento, pasando por el que pasa con otros perros en el parque, debe promover una relación social
saludable.
El cariño de los individuos queridos es una herramienta de salud emocional fundamental y no sólo hermosas
palabras. Es hora de que lo recuperemos como herramienta operativa necesaria y eficaz para el análisis e
intervención comportamental.
Demasiado hemos escuchado hablar una y otra vez de cariño, de vínculo a quienes después no lo utilizan de
ninguna manera ordenada y reproducible a la hora de intervenir en el comportamiento de los perros.

Cuándo se pierde la salud emocional respecto a las relaciones sociales saludables


Cuando al explorar la salud social de acuerdo a lo expuesto al hablar de ella (justo un poco más adelante) esta es
deficiente. Pero es bueno señalarlo también aquí, puesto que los problemas relacionales conllevan casi siempre
problemas emocionales.

Cómo hacer emocionalmente más saludables las relaciones sociales de los perros
Desarrollaremos el tema de las relaciones sociales más adelante, pero es necesario al menos mencionarlo aquí y,
además, recordar que la salud comportamental es un todo y que sus dimensiones dependen unas de otras para
ofrecer un conjunto sólido. La emocionalidad saludable no es posible sin unos mínimos relacionales.
Debemos intervenir en la conducta del perro y en su entrenamiento no solo desde el cariño sino usando el cariño
de forma activa y ética para construir el trabajo. Como he dicho antes: basta de hablar de cariño y luego usar solo
refuerzos individuales, la motivación social debe pasar a ser nuestra principal herramienta técnica, el cimiento del
entrenamiento y la educación.
Cómo construir un entrenamiento saludable se explicará en el siguiente volumen, al hablar de los protocolos de
adiestramiento COGNITIVOEMOCIONAL. No os quejéis, please ¿no habéis visto el tamaño que ya tiene este? Pues
eso.
Los perros necesitan de un mínimo de tiempo relajado en común con las personas y/o perros con los que conviven
sin estar realizando ninguna labor concreta destinada a un fin. En todos los mamíferos sociales el tiempo en común
dedicado a la interacción cariñosa es un reconstructor de la relación social y un cimiento de la salud emocional.

❚ Tabla de las bases emocionales de la salud comportamental y la manera de mejorar cada


una de ellas
Tabla 3: Bases emocionales de la salud comportamental y protocolos y recursos
para su mejora.
CAPÍTULO 4
SALUD SOCIAL

"Y, no lo dudes, tu destino pesa


sobre su tierno corazón"
Safo.

El perro es un animal social, para ser feliz y socialmente saludable debe tener un entorno social, conviviendo y
manteniendo contacto continuado, suficiente y positivo con otros sujetos.
La búsqueda de la salud comportamental en esta dimensión del perro es central en las intervenciones sobre el
comportamiento canino, algo que de manera más o menos consciente, más o menos intuitiva, sabemos todos los
profesionales del comportamiento canino.
Los perros aislados no tienen posibilidad de desarrollarse saludablemente. Por tanto sabemos que el perro debe
tener relaciones sociales, pero ¿cuánto es lo adecuado? ¿cuantas más mejor? ¿con perros y con personas?
La felicidad del perro y su salud social no implica, ni que deba ser capaz de hacerse amigo de cada perro o persona
que conozca, ni que deba encontrarse en una posición jerárquica determinada. Son nuestras ideas preconcebidas,
nuestros sesgos, quienes nos susurran que unamos la idea de salud social con nuestros prejuicios, con nuestras
creencias, en un sentido u otro para darles carta de existencia y solidez.
Por eso lo primero que debemos hacer es definir qué es la salud social y de esa definición sacar cuánto es ese
“suficiente y positivo”.
La salud social es la influencia en el bienestar de un individuo que tienen su (1) capacidad para interactuar e
integrarse con otros sujetos y (2) las interactuaciones e integración con su grupo social.
De aquí deducimos que hay dos cosas necesarias para que el perro pueda aspirar a la salud social, la primera está
implícita en la definición: la pertenencia a un grupo social. La segunda se menciona de forma explícita: la forma de
interactuar con dicho grupo social y la calidad de su integración en él. Analicémoslas.

❚ Pertenencia a un grupo social


El perro para ser feliz y estar socialmente saludable debe, al menos, convivir de manera continuada con otro/s
sujeto/s, sea/n humano/s o canino/s, que constituyan un grupo social para él.
Para muchos perros es divertido y enriquecedor encontrarse a sujetos humanos o caninos fuera de su grupo
social, conocer nuevos perros en sus paseos y jugar con ellos, pero no es una condición necesaria para su salud
social.
Tampoco necesita relacionarse con otros perros (o con personas si viviera con perros) para encontrarse
socialmente saludable y feliz, basta con que la relación con las personas y perros de su grupo sea adecuada. Por
supuesto, tener amistades de su especie le aportará muchísima calidad de vida, puesto que los juegos, las salidas al
campo y otras actividades serán mucho más plenas y satisfactorias. Recomiendo que nadie tenga un perro sin darle
ocasión de tener amigos caninos, ya sea incorporando otro perro (más fácil del sexo opuesto) a casa, o llevándole
al parque a conocer a sus vecinos caninos.
Pero a veces la gente intenta socializar a los perros más allá de sus posibilidades, pensando que no tienen opción
de ser felices si no “aprenden” a jugar con los demás perros del parque, esto no es cierto: si lo logramos de manera
adecuada mejoraremos su calidad de vida y bienestar notablemente, pero no es un mínimo necesario para su
felicidad. Y a veces se fuerza a los perros para ir más allá de sus capacidades relacionales, logrando el efecto
contrario: su malestar relacional y el empeoramiento de su salud social.

❚ Integración e interacción adecuada dentro de dicho grupo social


La pertenencia a un grupo, para promover la felicidad y la salud social del perro, debe ser de tal manera que (1) el
conjunto de interacciones resulte emocionalmente positivo, siendo (2) las interacciones emocionalmente negativas
de miedo anecdóticas, (3) las de conflicto inferiores al veinte por ciento de las interacciones con cada uno de los
miembros y resolviéndose estas situaciones de conflicto (4A) sin llegar nunca a la agresión o a la pelea cuando se
refieren a personas y solo (4B) excepcionalmente cuando se refieren a perros.
Vemos que existen dos variables en las relaciones que son muy importantes para evaluar la salud social: los
conflictos y el miedo.

Conflictos
Las situaciones de conflicto son parte de la organización dentro del grupo social, pues sirven para regular las
relaciones de sus miembros entre sí, además de para gestionar los recursos, pero pueden hacer imposible la salud
social…
A. ...Cuando son muy frecuentes, incluso si se solventan sin llegar a la pelea. Es evidente que una relación
en la que cada vez o casi cada vez que se interactúa surge un conflicto es insalubre, aunque no se llegue a la
pelea. La acumulación de tensión emocional que implica es incompatible con la salud. Por ello, cuando más
de un veinte por ciento de interacciones sociales son conflictivas la salud social empieza a resentirse.
B. ...Cuando los conflictos provocan peleas con frecuencia. Los perros tienen una señalética que les permite
ritualizar sus conflictos, solventándolos sin necesidad de pelear. Cuando un conflicto termina en pelea o
agresión es que estos mecanismos sociales no han funcionado correctamente. Entre perros del mismo grupo
social pueden surgir excepcionalmente peleas o agresiones, pero si es frecuente que sus conflictos lleguen a
ese punto su salud social está tocada. Con respecto a personas es más grave, y la agresión no ritualizada hacia
una persona implica siempre un problema social.
Miedo
He incluido, lo que puede resultar chocante, la posibilidad anecdótica de la aparición de miedo en interacciones
sociales saludables. Esto debe ser explicado, para evitar sobreinterpretaciones problemáticas, ya sea para los
perros, ya sea para la imagen del autor ante los lectores.
En las relaciones sociales pueden surgir, aunque sea muy escasamente, situaciones en las que la interacción con
otros individuos cause miedo al perro sin que exista abuso o maltrato.
Los perros pueden asustarse por acciones de personas queridas ante situaciones como una caída con cajas, una
reacción de dolor al golpearnos el perro cuando nos saluda (ya sabemos que, debido a la ley de Murphy, tienen una
gran capacidad para acertar donde más duele), o al vernos con una ropa particularmente extraña, voluminosa o
estridente.
Con otros perros queridos pueden suceder interacciones bruscas durante el juego que les hagan caer, causándoles
fuerte sorpresa y/o algo de dolor, lo que puede hacer que se muestren asustados. Por ejemplo: recuerdo cómo una
vez Cata jugando con Gastón le hizo caer del sofá, él que es mucho más fuerte, pero también muy sentido, se mostró
profundamente asustado y durante un buen rato no quiso acercarse a ella. Incluso a la hora de dormir evitó hacerlo
cerca suyo, por si acaso. Al día siguiente todo estaba olvidado y eran nuevamente los mejores amigos.
Son estrictamente estas situaciones que he descrito por las que no se puede excluir la aparición de interacciones
que causen miedo dentro de una relación saludable, jamás por pegar al perro, intimidarle u otros abusos voluntarios
equivalentes.

❚ Cuándo se pierde la salud social de manera general


Por todo lo visto antes, sabemos que la salud social será insuficiente cuando se da al menos una de estas
condiciones:
1. El perro no pertenece a ningún grupo social.
2. La gran mayoría de las interacciones sociales del perro no son emocionalmente positivas.
3. Las situaciones de conflicto, aunque sean infrecuentes, suelen terminaren peleas.
4. La aparición de miedo durante las interacciones sociales supera lo anecdótico y/o cuando interacciones
sociales concretas y cotidianas generan miedo con frecuencia en el perro.

Andamiaje social: necesario para


subir hasta el cielo
Antes de abordar el análisis e intervención sobre cada una de las bases de la dimensión social de la salud
comportamental del perro debo exponer una de las herramientas de trabajo más importantes, saludables y de más
amplio espectro de aplicación de entre las que podamos disponer para intervenir no solo en esta dimensión, sino
en cualquiera de ellas en las que podamos sostener con nuestra relación de cariño con el perro la calidad de sus
elecciones, comportamientos y decisiones.
Es necesario hablar de ella porque no es una cosa que podamos hacer o no, sino que superviene como fenómeno
emergente de la combinación exitosa de varios factores, y esto ha complicado hasta ahora su (1) conocimiento
consistente, su (2) desarrollo sistemático y el (3) aprovechamiento de todas sus posibilidades. Esa herramienta es
el andamiaje social.
Se ha comprobado que los perros son capaces de mayores avances en casi todos los aspectos cuando las personas
de su grupo social les ayudamos empleando el andamiaje social.
El andamiaje social es un fenómeno emergente que superviene del conjunto e interacción de los elementos
emocionales y cognitivos de los que la presencia de sujetos queridos, de manera activa y pasiva, pueden proveer a
un perro, y que le facilita y/o promueve éxitos sociales, de aprendizaje y/o de gestión emocional que no podría
alcanzar estando solo.
Puesto que es un fenómeno emergente no debemos suponer que surgirá siempre, el andamiaje social aparece en
su máxima expresión cuando se dan unos mínimos requisitos que podemos entrenar y trabajar. Actualmente
algunas propuestas plantean emplear formas subdesarrolladas de andamiaje social, algunas de sus partes molares,
que existen en cualquier relación mínimamente saludable entre un perro y una persona, pero esto implica una
limitación en la aplicabilidad, la eficacia y el rango de problemas en los que nos puede servir. Desarrollarlo
correctamente (1) es relativamente sencillo, (2) nos servirá para ayudar al perro en todas las situaciones
emocionales y sociales complejas en las que se pueda encontrar a lo largo de su vida y, lo que es más importante,
(3) hace posible una tutela responsable y equilibrada entre (3A) las limitaciones necesarias para garantizar la
seguridad y desarrollo necesario del tutelado y (3B) la promoción de su autonomía y empoderamiento progresivo.
El andamiaje social es la pieza maestra de la tutela.

❚ Tutela: acompañamiento, coordinación y ¡glups! subordinación


Obviamente se hace necesario desarrollar más la definición de tutela y, sobre todo, operativizarlo para saber de
qué se compone, qué elementos debemos incluir para que funcione como es debido.
La tutela se define, muy brevemente, como la autoridad para cuidar a otro que no puede hacerlo completamente
por sí mismo. Esta autoridad se concreta en (1) la toma de decisiones, (2) la imposición de límites y (3) la exigencia
de realizar determinadas acciones –que siempre deben tener como objetivo final el beneficio del tutelado- por parte
del tutor.

¿Tutelar al perro?
Vemos que la base de que la tutela sea lícita está en que el otro sujeto no pueda cuidarse completamente por sí
mismo en sus circunstancias normales de vida ¿esto sucede en el perro?
El perro debe integrarse en un entorno social y físico complejo, que no puede gestionar por sí mismo: la necesidad
de vacunas, las normas de tránsito seguro en las zonas urbanas, la relación con otros sujetos de diferentes especies
(no se puede uno comer al gato del vecino) y, en general, habitar en el que es nuestro nicho ecológico hace que el
perro doméstico que convive con personas sea incapaz de cuidarse y desarrollarse por sí mismo de manera
suficiente. De hecho la ciencia del comportamiento nos muestra que buena parte de las adaptaciones evolutivas
que han tenido se dirigen hacia una mayor dependencia y aceptación de las decisiones de las personas con las que
conviven. La importancia y eficacia del andamiaje social es consecuente con ello.
Por tanto el perro debe ser considerado de manera equivalente a un menor, pues se encuentra en el mismo caso:
no puede decidir vacunarse o ir a la escuela, cosas que perros y niños preferirían no hacer porque no entienden los
beneficios que implican para su seguridad y desarrollo. Incluso la manera de cruzar un calle ha de ser decidida por
el tutor para la seguridad de los tutelados.
Lo cierto, es que decidimos por el perro y además este no tiene posibilidad, ni capacidad para hacerlo respecto a
elementos fundamentales de su seguridad y calidad de vida: no puede elegir el alimento más adecuado, no puede
decidir cuándo y dónde ir, no puede saber cuál es el efecto de la vacunación, y por ello no puede decidir vacunarse…
quien plantea la horizontalidad en la relación con el perro se limita a usar eslóganes: con los niños y los perros la
relación es necesariamente vertical, pero no por rollos de dominancias o deseos de poder y control, sino por su
misma naturaleza. Es asumiendo lo inevitable de esa verticalidad como podremos organizarla de manera ética,
como una tutela, y buscando que esté al servicio del tutelado.
Ahora bien, decidir, imponer límites y exigir comportamientos a otro sujeto no es moco de pavo, por eso existen
unas reglas que nos garanticen no abusar de la tutela.

¿Cuándo?
Estas decisiones, límites y acciones solo pueden ser tomadas por el tutor contrariamente respecto a los deseos
del tutelado en aquellos casos en los que el tutelado no tenga la capacidad suficiente para comprender las
implicaciones de su comportamiento en su desarrollo y bienestar presente y/o futuro, debiéndose tomar siempre
con el objetivo de mejorar dichos desarrollo y bienestar del tutelado, y no el de obtener ningún beneficio directo
para el tutor.
• Límites a los límites
El tutor no puede actuar libremente para imponer decisiones y acciones al tutelado, su criterio estará siempre
subordinado a dos limitaciones básicas: (1) si el tutelado puede decidir por sí mismo correctamente el tutor no debe
decidir por él, (2) sus decisiones estarán basadas en las evidencias objetivas de que son la mejor opción para el
tutelado. Desarrollemos un poco estos conceptos.
En los casos en los que el tutelado pueda elegir correctamente su actuación de manera autónoma no solo se le
debe permitir, sino que es una obligación del tutor promover que lo haga. Así, no sería una tutela ética el impedir a
un niño jugar con otros por su raza o no dejar sistemáticamente a un perro de pelo largo y blanco jugar con otros
para evitar que se manche. Esa es, por cierto, la misma base conceptual que sostiene el enfoque gestionalista,
buscando su máximo desarrollo autónomo.
Como hemos visto, tampoco deberíamos buscar que el perro al quedarse solo en casa no interactuase con su
entorno y lo modificase, sino que debemos promover que se sienta libre para interactuar con él, pero de manera
compatible con las normas de convivencia social.
Lo que los perros puedan decidir por sí mismos adecuadamente no debe ser decidido por el tutor.
Las decisiones, límites y acciones que el tutor imponga al tutelado no pueden ser caprichosas, deben estar
justificadas de acuerdo a los conocimientos del momento sobre lo que será más saludable y adecuado para el
tutelado, incluso cuando estas decisiones, límites y acciones fueran en contra de las creencias del tutor.
Puesto que ahora el conocimiento muestra que la vacunación temprana es la mejor elección tanto para cuidar la
salud pública, como para cuidar la salud individual del tutelado, el tutor está obligado a decidir en consecuencia y
vacunar al perro (o niño). Aunque crea que las vacunas no tienen efecto.
Las decisiones de tutela responsable deben basarse en la evidencia y no en las creencias.

¿Cómo?
En muchos casos la tutela se ejerce de manera indirecta, sin necesidad de la interacción entre tutor y tutelado,
como al elegir la alimentación o lugares de descanso del segundo, o, como en el Kiwi-gate, donde Eva ejerció como
tutora velando por los derechos de Gastón a gestionar su entorno de forma autónoma, siempre que lo hiciese de
manera socialmente adecuada y segura.
Tutelar en estos casos implica tomar decisiones respecto a promover, permitir o impedir el acceso a unos u otros
recursos, elementos o posibilidades de acción de la manera más concordante con lo expuesto antes, que debe
buscar el bienestar y felicidad a largo plazo del perro.
Pero para la intervención comportamental nos interesa definir cómo emplear la tutela a modo de herramienta de
trabajo en las situaciones en las que perro y tutor están presentes y en las cuales tendremos que actuar de un modo
u otro para ayudar al perro a resolverlas de la manera más conveniente. Y esto implica usarla para construir un
andamiaje social consistente y eficaz.
Para que sea de máxima ayuda para el afrontamiento exitoso de situaciones la tutela debe mostrarse sólida en
tres aspectos: ofrecer (1) acompañamiento, que definiremos enseguida, unido a normas de (2) coordinación y (3)
subordinación razonables y ordenadas son los elementos molares de la tutoría responsable.
• Acompañamiento: el bueno
Hemos contado que el afrontamiento de situaciones estresantes es mejor cuando se hace acompañado de uno o
más individuos queridos, pero esto no es tan sencillo. El efecto del acompañamiento depende de tres factores: (1)
calidad de la relación, (2) perceptibilidad y (3) actividad del acompañante.
El cariño es la base del acompañamiento, pero si la relación es tensa, emocionalmente inestable o provoca
inseguridad, miedo u otras emociones negativas en el perro, su efecto disminuye hasta casi disiparse. Y aunque
quede algo del efecto de acompañamiento puede no ser suficiente para ser la base de un andamiaje social sólido y
operativo.
Además el acompañamiento es eficaz siempre y cuando la presencia del acompañante sea percibida por el perro.
Es decir, que si el perro se acercase, por ejemplo, a otro perro con el que no supiera relacionarse competentemente
y al atenderle deja de percibirnos por completo el efecto de acompañamiento disminuye, pudiendo incluso
desaparecer. Debemos ser capaces de mantenernos conectados con el perro durante las situaciones que tenga que
gestionar para poder servirle de ayuda, y es muy frecuente que justo entonces se desconecte por completo de
nosotros para enfocarse al máximo en el problema que afronta ¿no has visto cómo deja de percibirte un perro al
relacionarse con otro que le hace sentir incómodo? ¿no has notado que cuando encuentra un olor intensamente
interesante no te escucha e incluso se sorprende cuando “apareces” a su lado? En esas situaciones no le estás
acompañando, de andamiaje social ni hablamos.
Pero no basta que nos perciba también lo que hagamos influye en la sensación de acompañamiento. ¿Nunca has
ido a una fiesta en la que no conocías a nadie con un amigo que, nada más llegar, te deja solo y empieza a hablar
con el resto de invitados como si no existieses? Aunque esté ahí no nos sentimos acompañados, más bien lo
contrario. Si nuestra actitud es de indiferencia social no habrá acompañamiento alguno, incluso puede deteriorar
la calidad de nuestra relación afectiva con el perro, por ejemplo en las lúgubres sesiones de moldeado libre con
clicker, donde se pedía que el entrenador estuviera como un palo mientras el perro intentaba resolver estresantes
y caprichosos acertijos. Los perros aprendían que sus peticiones de ayuda y atención eran ignoradas, y, tras un
terrible estrés, abandonaban la idea de que les ayudaríamos cuando lo necesitasen.
• Coordinación: el feo
No suelen existir problemas intuitivos para entender la importancia de la coordinación, sin la cual no podría existir
el andamiaje social, la “herramienta” a nivel global con la que más y mejor podremos ayudar al perro a resolver
situaciones emocionales y/o relacionales complicadas para él.
La coordinación implica que perro y guía sean capaces de adaptar sus comportamientos a los que realiza el otro,
de manera que se favorezca que el perro alcance algún tipo de éxito en la situación en la que se encuentra. Que el
guía haga aquello que el perro necesita para avanzar en la dirección deseada.
Así puedo usar el código de comunicación para indicarle que está en el rumbo correcto o incorrecto, que lo que
elige me provoca unas u otras emociones sociales, puedo usar la correa para ayudarle a acercarse a algo o alguien
más allá de lo que haría por sí mismo, o para que se separe si necesita ser “rescatado” de una situación tensa en la
que sus emociones le impiden autocontrolarse lo suficiente como para apartarse por sí mismo antes de que
empeoren las cosas.
Puede parecer “feo” un trabajo gestionalista en el que el guía es muy activo, sobre todo en las dimensiones
emocional y social, porque a todos nos gustaría que el perro resolviera las situaciones de manera autónoma. Pero
los perros con problemas o bien se limitarán a quedarse en su zona de confort (donde pueden actuar sin que
aparezca ansiedad, ni malestar emocional y manteniendo su conducta completamente bajo control voluntario,
cognitivo), sin avanzar o lo harán de manera extremadamente lenta, insuficiente para alcanzar todo su potencial de
mejora. Al coordinarnos con él y darle soporte para saber qué hacer y cómo de bien está actuando podemos llevarle
hasta el máximo de mejora posible, de la mano, es cierto, pero una vez que el perro llegue allí empezaremos a
promover su autonomía.
La autonomía es el objetivo, pero no siempre puede ser el camino ¿lo he mencionado ya?
No lo es cuando el perro tiene problemas emocionales y/o relacionales serios. Abandonemos la idea de que
avanzará solo, porque es falsa e impide que llevemos a cabo una tutela responsable y le dotemos de un andamiaje
social suficiente.
• Subordinación: ¿el malo?
Otra cosa es hablar de subordinación, que a poco que conozcamos los abusos y maltratos a los que se ha sometido
a los perros históricamente, nos sonará a eufemismo para maquillar el uso de castigos, golpes o excesos autoritarios
para forzarles a realizar lo que deseemos. Para justificar con un lenguaje adecuado y estético que “debemos
demostrarles quien manda” (léase recio) y ese tipo de cosas asociadas30.
Esto es un problema, porque como sobrerreacción colectiva, y para evitar parecer sospechosos de trabajar de
formas abusivas, se evita hablar de la subordinación, de su importancia. Pero la subordinación es no solo
conveniente, sino imprescindible para llevar a cabo una tutela responsable. Es más, no solo es imprescindible, sino
que es inevitable y, empleada de acuerdo a los criterios de tutela responsable, buena para el perro.
Pero debe limitarse a que impidamos al perro hacer aquellas cosas que sabemos que le perjudicarán y llevarle a
que opte por las que serán beneficiosas para él, eso sí: siempre de la manera más amable que sea eficaz. Cuando
llevamos al perro a ser vacunado o le apartamos del cubo de basura con la correa estamos subordinando su
comportamiento a nuestros deseos, obligándole a actuar de una manera que no desea. Es lícito hacer esto, es lícito
y necesario subordinar al perro, pero no es lícito hacerlo de cualquier manera. Como decía (y como se explica en
detalle al hablar de ética y deontología al final del siguiente libro) debemos hacerlo de la forma más amable que
resulte eficaz, de la menos dañina para el perro. La necesidad de subordinación nunca es una justificación para el
maltrato.

Las bases de la salud social


Ahora sí estamos preparados para estudiar las bases de la salud social, las columnas que la sostienen.
Aunque analizar la dimensión social de la salud comportamental no es complicado tomando en cuenta los
aspectos generales, quizá es la dimensión de la salud comportamental en la que es más viable hacerlo, podemos
afinar nuestra evaluación si desglosamos sus aspectos básicos, de manera equivalente a como hicimos al hablar de
sus dimensiones física y emocional.
Los puntos a estudiar respecto a salud social son:
1. Comunicación
2. Empatía
3. Intercambios afectivos
4. Actividades conjuntas y entropía
5. Gestión de conflictos
6. Socialización segura

❚ Comunicación
El perro necesita ser capaz de comunicarse con otros sujetos sociales, para ello debe primero (1) desear
comunicarse, después (2) emitir señalética social adecuada y ser capaz de (3) recibir e (4) interpretar correctamente
la que emiten otros sujetos.
Cuándo se pierde la salud social respecto a la comunicación
Cuando el perro no intenta comunicarse, emitir y/o recibir, con los sujetos queridos.
Cuando el perro no es capaz de comunicarse eficazmente, no emite señales adecuadas y/o no recibe o interpreta
bien las de otros sujetos queridos.
Este punto parece corto, lo sé, pero por ahora es suficiente. Se ampliará a lo largo del libro.

Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la comunicación


La comunicación es un proceso central en la construcción de las relaciones, el emitir mensajes que los demás
entiendan e interpretar correctamente los que son enviados por otros sujetos son habilidades necesarias para la
convivencia.
Y no es algo sencillo, de hecho no es lo más habitual entender exactamente lo que nos trasmiten los otros, ni ser
completamente entendidos en nuestros mensajes. La comunicación no es un sencillo intercambio de información,
es un proceso de traducción entre quienes desean entenderse. Exige mucho esfuerzo.
La relación se sostiene sobre la comunicación. Cuando la comunicación falla la relación falla.
Las diferentes especies hemos desarrollado mecanismos comunicativos intraespecíficos, los perros además se
han adaptado para interpretarnos correctamente a las personas. Esto es buena cosa, porque su capacidad de ajustar
y adaptar su capacidad comunicativa es plástica. Por eso uno de nuestros protocolos generales para mejorar la
comunicación consiste en construir un código de comunicación eficaz entre el perro y las personas de su familia.
Muchos, muchísimos, de los problemas relacionales de los perros están causados por problemas de comunicación,
y debemos saber cómo solucionarlos, cómo intervenir en su comportamiento comunicativo de manera eficaz.
Comunicación insuficiente o ineficaz
Puede suceder que el perro no reconozca bien las señales afiliativas de los otros perros y/o emita señales
afiliativas poco claras o equívocas para ellos. En ciertos niveles, es característico de algunas razas como (1)
consecuencia de la selección de un (1A) físico y/o (1B) nivel/tipo de actividad extremos, pero normalmente se debe
a consecuencias de (2) aislamiento social, el perro no dispone de compañeros sociales o bien ha sufrido algún tipo
de (3) aislamiento sensorial, como sucede con perros que pierden, parcial o totalmente, el uso de alguno de sus
sentidos y en algunos que han estado aislados de estímulos durante un tiempo prolongado, particularmente en las
etapas sensibles (determinantes para los efectos de ambos tipos de aislamiento, social y sensorial). Por supuesto,
también a (4) combinaciones de estos puntos, por ejemplo un perro con menor expresividad física debida a su
morfología, que además haya sufrido aislamiento de cualquier tipo será más susceptible a ser incapaz de
comunicarse eficazmente.
En estos casos la reconstrucción del reconocimiento y/o emisión de señalética social, es un prerrequisito para
iniciar la reconstrucción relacional y será imperativo lograrlo.
• Cariño y colegas
El primer escenario de trabajo sería nuestro protocolo de sesiones de vinculación afectiva pues podemos
responder ante su señalética correcta, aunque sea muy sutil, potenciándola, e ignorar o mostrarnos incomodados
por aquella inadecuada para que la vea como poco eficaz. Pero podríamos hacerlo de manera más informal, por
ejemplo, si se nos acerca lateralmente, lo que es más cortés entre perros, podemos ponernos muy contentos e
invitarle al juego u ofrecerle las caricias de su elección, mientras que si viene hacia nosotros frontalmente, lo que
para los perros es una forma mucho más tensa de iniciar el contacto, podemos apartarnos e ignorarlo, para que vea
que no es una forma de acercamiento que le lleve al éxito relacional.
Como sabemos que los perros pueden imitar y que se fijan mucho en lo que hacemos, también podemos ofrecer
nuestro cariño e invitaciones al juego o a las caricias y mimos simulando la conducta que podría ofrecer otro perro,
para que así la vaya conociendo y aprenda a interpretarla en un entorno seguro. Incluso podemos enfocarnos en
aquellas conductas relacionales que sepamos que le hacen responder peor cuando las reciben de otros perros.
Y tengo un ejemplo en casa: Cata, mi malinois, es toda una señorita, así que le molestaba muchísimo que para
saludar o iniciar un juego le dieran con la pata delantera, algo muy típico de algunos perros. Ante esta
“impertinencia” activaba la conducta por defecto de los malinois, dar un pequeño mordisquito a quien se tomaba
tantas confianzas. Esto obviamente no era una respuesta muy gentil, y hacía que hubiera un alto potencial de
conflicto cuando conocía a congéneres que saludaban con las patas.
Así que nos pusimos a hacer sesiones de vinculación afectiva en las que antes de jugar, y como señal de que
estábamos contentos y predispuestos al cariño, le dábamos con la “pata”, en este caso nuestros brazo y mano, de
manera similar a cómo lo hacían los otros perros. En unas semanas aceptaba los manotazos como la muestra de
cariño de alguien bueno y amigable, pero algo brusco. En lugar de soltar un mordisquito miraba a los perros que lo
hacían como diciendo: “vaya, otro torpe bienintencionado como Carlos. Le daremos una oportunidad”.
Yo lo monté dentro de nuestras sesiones de vinculación afectiva, lo que asegura bastante la jugada, pero recuerda
que podría enseñarse en cualquier contexto que implique seguridad y cariño para el perro, típicamente las
situaciones de cariño e intercambio afectivo que podamos dentro de casa.
Para saber qué señales potenciar e imitar y cuáles reducir y evitar solo tienes que mirar el listado de señales
afiliativas, las buenas, así como el de las señales de amenaza y apaciguamiento, las indeseables, en el anterior libro
de esta colección.
Cuando hayamos conseguido mejoras comunicativas, ya sea en sesiones de vinculación afectiva, ya sea en otra
situación, será el momento de la segunda fase: llevar al perro a jornadas de socialización, luego verás cómo
proponemos realizarlas, preferiblemente empezando por las que se realicen paseando por lugares nuevos, lo que
reduce la interacción social en cantidad e intensidad, para después progresar a aquellas que se llevan a cabo en un
espacio fijo, típicamente en centros de adiestramiento o zonas acotadas de parques, en las que aumenta la
relevancia de las interacciones relacionales entre los perros que participan.
Cata, Zedida de la Serralada, comunicándonos su intención de jugar con nosotros. Fotografía
Xavier Marsinyach.

Falta de intención comunicativa


Más grave que no saber comunicarse es no desear hacerlo, sin embargo este segundo problema suele percibirse
como menor: cuando el perro tiene una comunicación ineficaz intentará establecer contacto con otros sujetos, pero
la situación terminará mal, en muchos casos de manera conflictiva. Sin embargo cuando el perro no desea
comunicarse los episodios conflictivos serán menores, pues el perro no buscará a otros sujetos, incluso puede
evitarlos activamente, limitándose dichos conflictos a aquellas situaciones en las que otro sujeto social insiste en
interactuar con nuestro perro.
Esta falta de intención comunicativa suele aparecer tras un periodo mostrando el problema anterior, una
comunicación ineficaz. Tras acumular malas experiencias en sus intentos comunicativos, sea emitiendo o
recibiendo, el perro deja de intentarlo y tiende a evitar las situaciones de interacción social, que tan frecuentemente
han terminado mal.
En estos casos es muy frecuente que el perro muestre –o termine mostrando- además problemas emocionales
como indefensión o depresión.
La solución pasa por (1) superar primero los problemas emocionales si los hubiere a través de reconstruir la salud
emocional y/o implementar trabajos de gestión emocional y, una vez logrado esto, (2) reconstruir la vocación social
a través de actividades conjuntas integradoras, que inicialmente pueden ser tan sencillas como paseos conjuntos,
finalmente (3) reconstruiremos progresivamente el reconocimiento y/o emisión de señalética social como se
indicaba en el punto anterior.
En muchos casos de falta de intención comunicativa existirá un problema subyacente de gestión emocional que
requerirá ser solucionado previamente, sin resolver el problema de gestión emocional no podremos avanzar o, lo
que es más grave, tendremos una falsa sensación de avance, porque el perro mejora aparentemente durante las
sesiones de trabajo, pero esta mejoría no se exportará fuera de ellas, a su vida cotidiana.

❚ Empatía
La capacidad para recibir y responder a los estados emocionales de los otros miembros del grupo social, la
empatía, es muy relevante para la convivencia y cuando no funciona adecuadamente en uno o varios individuos se
hará muy difícil o incluso imposible que el grupo funcione eficazmente, pudiendo ser un generador no solo de
problemas, sino de infelicidad permanente para el perro.
Es importante evaluar la empatía: pudiera suceder que un perro con limitaciones en este aspecto no generase
problemas reconocibles, sino que tenga una interacción insuficiente con el resto de personas y/o perros de la casa,
entrando en un aislamiento que impida su desarrollo pleno como animal social. En estos casos, por no ser el
comportamiento molesto o vistoso en ningún aspecto, los tutores del perro quizá no buscasen soluciones que le
permitieran integrarse felizmente con quienes le quieren.

Cuándo se resiente la salud social respecto a la empatía


La mejor manera de evaluar la empatía es a través del nivel más bajo de esta capacidad, la correspondencia de
estado o sintonía, la capacidad de que al estado emocional de un individuo le corresponda un efecto emocional en
el resto de sujetos del grupo (que se compone de tres subprocesos: el contagio emocional, la sincronía y el altruismo
egoísta), pues es el más sencillo de reconocer, del que tenemos continua evidencia y del que más fácil es tomar
datos sin necesidad de interpretarlos en exceso para que nos resulten útiles.
Cuando el perro ante una situación que activa emocionalmente al resto del grupo no se activa emocionalmente
nunca o casi nunca –en menos del aproximadamente el treinta por ciento de las ocasiones- en el mismo sentido.
Por ejemplo, si ante la idea de salir a la calle todos los perros de un grupo se ponen alegres excepto uno que no
lo hace nunca, o si al salir todos a ladrar a un extraño uno de ellos no va excitado hacia donde todos se dirigen 31.
En general podemos decir que existe un problema si el perro –en circunstancias normales- (1) nunca o casi nunca
se activa con y en el mismo sentido que el grupo cuando este lo hace, y/o (2) no se relaja con el grupo cuando –por
ejemplo- todos, perros y/o personas, se tumban tranquilos en el sofá un buen rato.
Cuando el perro no tiene los ritmos vitales coordinados con el resto del grupo durante más del treinta por ciento
del tiempo en común.
Ya conté en el anterior libro el ejemplo de cómo mi costumbre de echarme la siesta hacía que mis perros fueran
hacia la habitación soñolientos, pese a que dos de ellos son malinois extremadamente activos. Cuando me dejaron
en casa el perro de un amigo, un molosoide tranquilo y cachazudo, que no tenía esta costumbre, los primeros días
estaba inquieto y no se sincronizaba con nosotros, pero en poco tiempo la empatía le llevó a estar tan adormilado
como lo estábamos el resto del grupo.
Típicamente podremos reconocer esta descoordinación de ciclos vitales en:
1. Mantenerse profundamente dormido a la hora habitual de levantarse delgrupo. ¡Ojo! debe estar
profundamente dormido, que uno sea el perezoso y esté despierto pero se piense un poco más el levantarse
no cuenta.
2. No inquietarse ni excitarse ante la inquietud generalizada previa alpaseo, incluso puede parecer
sorprendido ante la excitación del resto.
3. No relajarse y descansar a las horas en las que habitualmente el grupolo hace, como suele ser la hora de
tumbarse en el sofá a leer o ver televisión después de cenar y la hora de ir a la cama.
Debemos buscar los momentos de evaluación de la sincronía de manera adecuada a cada caso. Los que menciono
son los más usuales, pero, por ejemplo, en mi caso la siesta sería un evaluador relevante, así como después de su
paseo matutino y su (nuestra) primera comida del día, pues es el momento en el que me siento en un gran sillón a
escribir cómodamente, mientras ellos se sincronizan tumbándose a mi alrededor en sus colchonetas, esta
tranquilidad social dura hasta media mañana, cuando empiezan a activarse porque salimos un rato al jardín.
Cuando se altera su capacidad para responder a la tristeza/ miedo de otros miembros del grupo social con
conductas de consolación.
Si el perro en más del treinta por ciento de las ocasiones en las que alguno de los demás integrantes del grupo
social está triste o asustado (y puede percibirlo): (1) no se acerca ofreciendo conductas de consolación y/o (2) se
acerca de manera agresiva o amenazante. Aquí es importante recordar los porcentajes, la empatía también tiene
su utilidad canalla, y si el perro percibe tristeza o miedo en un momento en el que pueda aprovecharse para sacar
beneficios podría comportarse de alguno de los modos anteriores: esto es normal y no debe considerarse insalubre
si en la mayoría de las ocasiones sí que reconoce el estado emocional de tristeza de sus compañeros y responde a
él ofreciendo conductas de consolación, que pueden consistir tan solo en tumbarse, compungido, en contacto con
nosotros.
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la empatía
La empatía puede mejorarse a través de los espacios de juego y calma, a través del tiempo de sincronía durante
la convivencia, afinando la comunicación con el uso de señales graduadas32… pero además tenemos un recurso, un
protocolo, específico, lo que denominamos juegos de empatía.
Juegos de empatía
Los juegos de empatía son interacciones entre sujetos que se conocen y quieren en las que uno de ellos –la persona
que pone en marcha el juegomuestra una emoción ante otro, sin dirigirse directamente a él, modulando la intensidad
emocional para potenciar dos tipos de respuestas: (1) reconocimiento de la emoción y atención sobre el sujeto que
juega, (2) generación de conductas adecuadas como respuesta ante dicha emoción.
Para hacerlo usaremos principalmente dos emociones sencillas de “interpretar” y cuyas potenciales respuestas
empáticas conocemos, la tristeza y las consecuentes conductas de consolación, y la alegría que al ser reconocida
genera interacciones activas y emocionalmente positivas en el perro.
Es habitual hacer estos juegos usando varios mecanismos:
− Escalas crecientes/decrecientes de la emoción, de manera que bajemos nuestra emoción hasta el límite de lo
reconocible –por ejemplo: solo sonreír en la alegría, y mostrar una expresión triste en la cara respecto a la
tristeza- y la subamos progresivamente hasta que genere conducta activa para responder a nuestra emoción.
Cuando esto sucede y el perro se nos acerca y nos ofrece conductas de consolación o de interacción alegre,
según corresponda a nuestra emoción, nos enfocamos en él y le acariciamos disminuyendo o eliminando
nuestra tristeza, o jugamos activa y alegremente con él para compartir nuestra alegría.
Durante las escalas crecientes podemos subir al máximo nuestra emocionalidad para facilitar que el perro la
reconozca y actúe en consecuencia, pero sin ser histriónicos ni actuar de manera anormal: debemos actuar
como cuando nos alegramos o entristecemos en casa, el perro nos conoce y si de repente nos ponemos a reír
a carcajadas o a llorar con hipo sin que esta sea nuestra forma habitual de mostrar estas emociones, será la
sorpresa ante una conducta que no es usual lo que le lleve a prestarnos atención y no la empatía.
Debe señalarse que las personas tenemos la tendencia a ocultar nuestro rostro con las manos cuando mostramos
mucha tristeza, en particular cuando lloramos. Este mecanismo también se aplica a cuando fingimos llorar, pero
puede impedir al perro reconocer bien nuestra emoción, en cuyo caso sería mejor que nos disciplinemos a no
hacerlo durante los juegos de empatía.
− Interacción/no interacción. Normalmente en los juegos de empatía no nos dirigimos directamente al perro
hasta que nos ofrece conductas relacionadas con nuestra emoción. Pero en perros poco expresivos o poco
empáticos podemos hacerlo cuando reconoce el estado emocional o cuando responde a él mínimamente, por
ejemplo enfocándose en nosotros, promoviendo así el desarrollo de estas capacidades.
− Efecto reencuentro. Cuando su nivel empático es muy bajo o se encuentra particularmente desatento a
nosotros podemos actuar como si no estuviera allí, como si no le viéramos, incluso dándole la espalda, y de
repente, mirarle con atención y saludarle como si nos reencontrásemos tras una separación.
Puesto que las conductas de salutación durante el reencuentro implican una restauración de la relación
interrumpida por una separación a través de la sincronía que implica el reconocimiento del estado emocional
del otro, a la vez que le mostramos el nuestro, lo que hacemos es intentar movilizar sus capacidades empáticas
reproduciendo una situación que las activa al máximo de manera natural.
Huelga decir que en estos casos debemos trabajar o con una correa que limite la movilidad del perro o,
preferiblemente, en una habitación cerrada para que cuando le ignoramos no se pueda ir a otro sitio.
− Cambios emocionales. Cambiamos de mostrar una emoción a otra, lo que es inusual y promueve la atención
por la suma emocional de la sorpresa en el perro que nos ve. Es decir nos mostramos alegres y cambiamos a
mostrarnos tristes. En los cambios emocionales mantenemos la posibilidad de graduar nuestra conducta
emocional para hacerla más o menos intensa, pero además cuando viramos de una emoción a otra podemos
hacerlo (1) gradualmente, lo que implica que el perro debe estar más sincronizado con nosotros para notarlo,
o (2) de manera brusca, lo que facilita el reconocimiento de la emoción hasta para el perro menos empático:
pensemos que en la mesa de al lado del restaurante donde estamos comiendo una persona pasa de reír a llorar
una y otra vez al final nos fijaremos en ella de manera casi inevitable.
No debe abusarse de este mecanismo, porque finalmente estaremos actuando –en particular si los cambios
emocionales son bruscos- de una manera inestable e insalubre a nivel emocional ¡No queremos que el perro
termine pensando que tenemos la misma emocionalidad que el Joker!
− Enfoque emocional sobre objetos. Cuando el perro tenga un nivel de empatía suficiente, es decir que reconozca
y responda correctamente a nuestras emociones expresadas en forma sutil, podemos afinarlo más actuando
de modo que la emoción que mostremos esté dirigida hacia un objeto, como si dicho objeto fuera lo que nos
la provoca. Algunos perros (no todos son capaces de llegar a este nivel) pueden plantearse conductas de
respuesta a nuestra emoción que impliquen a dicho objeto, como apartarlo si nos entristece o cogerlo para
interactuar con nosotros y con el objeto si nos alegra.
¡¡Ojo!! Si antes no empatizaban con nosotros podemos estar potenciando únicamente un copiado de objeto, una
capacidad de cognición social diferente a la que buscamos.

❚ Intercambios afectivos
Un intercambio afectivo es la situación en la que al menos dos individuos interactúan con el único o principal fin
de que la interactuación les aporte un contacto emocional positivo por sí misma.
El afecto es la herramienta adaptativa que cohesiona los grupos de mamíferos sociales, los intercambios afectivos
son un elemento estructural para sostenerlos.
Para mantener la salud social debe haber suficientes intercambios afectivos de calidad.
Bicho de Fontemordant y Gastón, Asturbox Edipo, durante un intercambio afectivo (y Gastón
ganándose un sitio en el cielo, de paso). Fotografía Carlos Alfonso López.

Cuándo se resiente la salud social respecto a los intercambios afectivos


Cuando son insuficientes, deberían existir intercambios afectivos diarios, al menos (1) en los reencuentros, (2)
durante algunos momentos cuando hay períodos prolongados de calma en el lugar de residencia, como al estar un
largo rato en el salón viendo la tele o al pasar juntos la mañana tranquilamente en el jardín y (3) al realizar
actividades conjuntas, como podría ser el adiestramiento, si es con personas, o tras perseguir a alguna liebre o
ladrar a un extraño si es entre perros.
Cuando son excesivos, esto es importante, puesto que tiende a darse por sentado que más es mejor lo que es
falso y peligroso. También empeora la salud social si los perros buscan y mantienen –o mantendrían de no
impedírselo- un contacto afectivo intenso –generando mucha conducta activa- durante gran parte o la mayoría del
tiempo compartido con otro sujeto, puesto que sería síntoma de dependencia y falta de autonomía. Típicamente:
(1) más de cinco minutos durante los reencuentros, (2) más del veinte por ciento del tiempo durante los periodos
prolongados de calma en el lugar de residencia y/o (3) más de tres o cuatro minutos seguidos en las ocasiones de
contacto afectivo durante/después de realizar actividades conjuntas.
Cuando un porcentaje superior al veinte por ciento de los intercambios afectivos está falto de calidad
emocional. Un intercambio afectivo saludable se caracteriza por ser algo emocionalmente positivo, que es
disfrutado por todos los participantes, cuando aparece miedo, ansiedad o inseguridad estamos ante una falta de
calidad emocional en el intercambio. Esto puede reconocerse en la señalética de apaciguamiento o amenaza y/o en
la aparición de muestras de estrés durante los intercambios afectivos. No es problema que suceda ocasionalmente,
por ejemplo: muchos perros lo muestran cuando les recogemos de la residencia canina o si nos contactan tras
vernos enfadados, en estos casos esta señalética tiene un objetivo de restauración del equilibrio social y la
aceptación entre miembros.
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a los intercambios afectivos
Evidentemente cuando los intercambios afectivos son insuficientes, algo más frecuente de lo que se podría
suponer, debemos aumentarlos. Recordemos que muchos de nuestros perros quizá tengan opciones de jugar con
otros durante las salidas, pero esto no sustituye a la necesidad de contactar con los miembros del grupo familiar,
núcleo de la salud social.
Los mamíferos sociales cimentamos nuestras relaciones, alianzas y la seguridad que nos aporta nuestra red social
intercambiando afecto, entre personas estamos acostumbrados a hacerlo a través de palabras que contienen
información (“te quiero”), con los perros debemos usar caricias táctiles y auditivas, acariciar con la voz es un recurso
muy eficaz mientras mantengamos en la cabeza que estamos acariciando, no exponiendo. Demasiado
frecuentemente veo personas que usan el muy bien u otras indicaciones del código de comunicación de manera
fría, como si fueran las palabras las que contuvieran todo el sentido de la comunicación. Recientes investigaciones
muestran que los perros procesan de manera diferente el significado y el valor emocional de nuestras palabras, así
que tenemos que teñir de emocionalidad lo que les digamos para llegar hasta ellos de manera completa.
Durante los intercambios afectivos debemos centrarnos en la emocionalidad del perro para saber que resultan
saludables ¿que cómo sabemos que lo hacemos bien? Por su señalética de afiliación como respuesta a nuestras
acciones. Aquí podemos emplear nuestro protocolo de sesiones de vinculación afectiva, con evaluadores claros de
cuándo está yendo la cosa bien, lo que facilita el trabajo, realizando el número de estas sesiones de vinculación
afectiva que sea necesario. Por supuesto, cualquier otra forma de intercambio afectivo que promueva una
señalética afiliativa por parte del perro adecuada y observable también sería eficaz.
Es importante buscar qué momentos son los mejores para que los tutores puedan intercambiar afecto con sus
perros, de manera que se encuentren emocionalmente cómodos. Hay gente que por la mañana o al terminar la
jornada no está de humor, y este tipo de sesiones requieren que la persona también disfrute y desee interactuar
con cariño, porque si no (1) es difícil que conecten emocionalmente con el perro, (2) se crisparán si el perro no
responde como desean y lo que debía ser un intercambio afectivo (3) puede terminar siendo un punto de tensión.
También puede ser necesario aumentar y/o mejorar los intercambios afectivos de un perro con otros perros, y no
con personas, para esto lo óptimo son las actividades o jornadas de socialización. Algo no tan sencillo como limitarse
a llevar al perro a estar con otros perros, como veremos más adelante.
Cualquier forma de interacción afectiva cuyo éxito podamos medir objetivamente es válida, normalmente a
través, como decía de la señalética social, no es necesario remitirse a las sesiones de vinculación afectiva. Pero, eso
sí, sin evaluadores no podemos trabajar los intercambios afectivos, porque podemos –por ejemplo- estar forzando
al perro a dejarse acariciar sin notarlo, empeorando lo que queremos arreglar.
Cuando los intercambios son excesivos o faltos de calidad, además de los protocolos específicos que
encontraremos al hablar de la gestión relacional, podremos ir disminuyéndolos y mejorando su emocionalidad a
través de (1) el uso del espacio de calma, que convertirá cada intercambio en una sesión de relajación, esto mejora
la emocionalidad, disminuyendo la dependencia, y (2) los trabajos de olfato, que podríamos ofrecer como
alternativa, disminuyendo así el número de intercambios afectivos total, sustituyendo los que suponen exceso por
una actividad generadora de autocontrol y de autonomía.
Abrazos y caricias (táctiles y de voz)
Normalmente cuando veas que el perro te invita a contactar afectivamente, a través de su señalética afiliativa,
puedes ofrecer tus caricias, si está a distancia las verbales, si está cerca verbales y táctiles. Muchas veces Cata,
cuando encuentra algo interesante para explorar me mira contenta, ese es un buen momento para acariciarla con
la voz, tras decirle algo cariñoso ofrece más señales afiliativas y continúa con sus indagaciones. Gastón a veces me
mira desde su camita y mueve suavemente la cola, yo le respondo diciéndole que le quiero mucho, una caricia con
la voz, con lo que se pone más contento y acelera el ritmo de su cola.
Y si el perro busca caricias táctiles dáselas, por ejemplo a veces Gastón en la secuencia anterior, se levanta y viene
a ser acariciado táctilmente. Podemos adecuarlas para cada ocasión (y, de hecho, tenemos un protocolo para
hacerlo: los intercambios afectivos personalizados), Gastón cuando hace adiestramiento prefiere palmeos, pero en
casa se vuelve mucho más tierno.
Los abrazos pueden ser más complicados, porque los perros son precavidos con quiénes, dónde y cómo se les
abraza. Normalmente una buena manera de evaluar que les gustan es que apoyan el peso de su cuerpo contra
nosotros, apretándonos a su manera, si, por el contrario, notas tensión en los brazos que rodean al perro y/o todo
él se tensa como un bloque, es casi seguro que desea que le dejes un poquito en paz. Es muy frecuente que los
perros disfruten los abrazos principal o únicamente dentro de casa, en situaciones relacionales relajadas y
tranquilas. Gastón es un ejemplo, en casa viene al sofá y se tumba con Eva, si no le abraza aprieta su cuerpo contra
ella hasta que lo hace, entonces se relaja y se duerme como un verdadero bebé en brazos de su madre. Sin embargo
cuando Eva intenta abrazarle durante los paseos, él pone toda la expresión y gestualidad de “Mamá ¿pero qué
haces? ¡No me abraces aquí!”.
Cuanto más puedas acariciar y abrazar a tu perro más y mejor se construirá la relación, es un error garrafal calcular
el cariño de manera equivalente a la comida: considerando que si le damos mucho tendrá menos valor después
porque el perro estará saciado o porque lo obtiene sin esfuerzo. El cariño, el afecto, el vínculo afectivo, se construye
queriendo, queriendo cada vez más y cada vez mejor, una triste economía afectiva, que solo intercambia caricias
por conductas no solo es mezquina y miserable, sino que disminuirá la calidad de la relación afectiva con el perro,
empeorando su capacidad para querernos y le hará infeliz.

❚ Actividades conjuntas y entropía


El objetivo adaptativo de los grupos sociales, lo que ha llevado a las evoluciones comportamentales y de otra
índole necesarias para que funcionen, es la realización de actividades conjuntas. Cuando un grupo social no realiza
suficientes actividades conjuntas la salud social de sus miembros se resentirá, aumentando la entropía.
La entropía es la energía que emplea un sistema y que no se convierte en trabajo útil, sino que vuelve a ser
reabsorbida por el sistema.
La integración social requiere una inversión de energía por parte de cada individuo. Convivir es un esfuerzo, como
todos sabemos, cuando ese esfuerzo no se vuelca en actividades conjuntas adecuadas y suficientes lo que hace es
aumentar la entropía, volviendo al grupo social en forma de tensiones y problemas.
En caso de que (-1) no hubiera actividades grupales suficientes, o (-2) no fueran adecuadas, las normas de
convivencia y organización empiezan a ser innecesarias, su seguimiento se debilita y aparecen problemas ¿Qué mas
da entenderse mal o estar tensos unos con otros si no existen ocasiones en las que eso pueda afectar al grupo?
Debe entenderse que ningún grupo social funcionará óptimamente sin dichas actividades colectivas, podría suceder
que no acarrearan problemas comportamentales, pero tampoco permitiría el acceso a la felicidad de sus miembros.
Y eso quizá no sea urgente, pero es importante.
Piensa en la entropía como el calor que acumula una olla cuando la colocamos en el fuego: al poner agua e
ingredientes buena parte del calor se aprovecha para cocinar, que sería el equivalente de la actividad conjunta, y
todo va bien, pero si está vacía se calentará en exceso y puede romperse ¡o incluso estallar! Es un imperativo lograr
que un grupo social no tenga un exceso de entropía o disiparla en caso que exista, porque cualquier problema
relacional que solucionemos a otro nivel pero que tenga que ver con una falta de inversión adecuada de la energía
empleada para convivir reaparecerá o dará lugar a otros problemas si no conseguimos que las actividades conjuntas
del grupo la recojan y aprovechen.

Cuándo se pierde la salud social respecto a la actividades conjuntas


Cuando son insuficientes: (1) si el grupo no lleva a cabo actividades intensas en las que participen de manera
activa varios individuos, o todos ellos, al menos dos o tres veces semanales, y tras dichas actividades se encuentren
agotados y descansen un buen tiempo, al menos una hora, como podría pasar si da largas carreras con otros perros
o si realizaran algún tipo de entrenamiento colaborativo con personas que sea física y/o emocionalmente exigente,
como el trabajo de protección, rastreo, pastoreo, Agility… o bien (2) no hacer un mínimo de cinco o seis actividades
semanales menos intensas, tras las cuales los perros no necesitan ningún periodo de descanso especial, como
podría suceder paseando por el parque tranquilos con otros perros o al realizar sesiones de entrenamiento
colaborativo con personas que no sean muy exigentes física ni emocionalmente, como el aprendizaje y realización
de ejercicios sencillos. Por supuesto para calcular si las actividades conjuntas son suficientes consideraremos las
dos opciones anteriores: dando dos puntos a las intensas y uno a las tranquilas un perro debería sumar al menos
cinco puntos semanales de actividades conjuntas, por debajo empieza el problema ¿te parece poco? Calcúlalo con
algunos de los perros que conoces y sorpréndete.
Cuando son excesivas, aunque esto depende mucho de las capacidades de cada perro, podemos considerar que
son excesivas cuando el perro llega a casa agotado tras ellas y desea dormir tranquilo, frecuentemente solo, durante
la práctica totalidad del tiempo de convivencia en casa. En este caso el agotamiento que provocan impide la relación
interactiva, tranquila y normalizada durante la convivencia en casa, estropeando la salud social.
Cuando las actividades conjuntas son inadecuadas, ya sea por un mal balance entre conseguir/consumir un
recurso, potenciando más lo segundo que lo primero o son desintegradoras, es decir, llevan a los miembros del
grupo a separarse y actuar autónomamente en lugar de coordinarse. Si quieres estudiar esto con más detalle pásate
por la parte del libro dedicada a los protocolos relacionales.
Cuando aumenta la entropía, lo que reconoceremos en un (-1) aumento crítico de los conflictos y tensión social
y/o un (-2) aumento en ocasiones, tiempo e intensidad de los intercambios afectivos, además de que (-3) dichos
intercambios afectivos no sean emocionalmente saludables en su gran mayoría.

Cómo mejorar la salud comportamental respecto a las actividades conjuntas y la entropía


Existen tres protocolos de trabajo que nos permiten mejorar esta base de la salud social del perro: las actividades
integradoras, las actividades cooperativas y los juegos de rol social.
Actividades integradoras
Una actividad integradora es aquella que implica y promueve la participación de varios sujetos, ya sea por su
naturaleza y/o su coyuntura, ya sea por la necesidad de más de un sujeto para alcanzar resultados y metas.
Las actividades integradoras deben ser adecuadas para su realización y disfrute por parte de todos los sujetos
participantes, no tiene sentido que sean complicadas, dificultosas o incómodas para alguno de ellos: intentar que
un carlino se integre con cinco galgos esforzándose por correr con ellos tras las liebres no tiene demasiado sentido,
pero la actividad que elijamos para integrarlos no puede ser únicamente fácil e interesante para el carlino, también
debe ser accesible, deseable y sencilla para el resto del grupo, los cinco galgos, o no se pondrán a realizarla.
El juego con otros perros es integrador cuando no es abusivo, abrumador o excesivo para ninguno de los
participantes y resulta una de las mejores opciones.
El olfateo y el paseo, hechos de manera colectiva, a un ritmo medio también pueden ser buenas estrategias.
Si los perros comen pienso es una buena opción darles de comer esparciendo el pienso por una zona de hierba
para que cada uno vaya buscándolo al lado del resto del grupo.
Algo tan sencillo como un paseo en una zona cerrada de un parque, que no permita ni potencie el correr
libremente a los sujetos más activos, o preparar un parque de olfato puede ayudar mucho a integrar a un sujeto
que se aísla o desconecta de los demás al no poder seguirles el ritmo en otras actividades, como podría suceder en
el ejemplo del carlino al pasear todo el grupo por el campo.
Y si también queremos mejorar la sincronía es de ayuda que al volver de la actividad mantengamos a todo el
grupo social en una habitación para descansar sincronizados, en lugar de dejar que se distribuyan por la casa a
voluntad, lo que suele llevar a que el aislado se vaya a un lugar solitario.
Actividades cooperativas
Una actividad cooperativa es aquella que para alcanzar un objetivo deseado requiere la participación de varios
sujetos en un determinado orden o forma que es reconocible y realizable por los participantes.
Desde algo tan sencillo como colocarse en determinadas posiciones unos respecto a otros, hasta realizar acciones
conjuntas complejas como empujar o tirar de algún elemento a la vez para lograr acceder a algo deseable: potencian
las capacidades relacionales y facilitan los juegos de rol. Las actividades cooperativas siempre son integradoras,
pero no al revés.
Nosotros proponemos dos posibilidades básicas de actividad cooperativa: cooperar para conseguir un premio por
la labor coordinada y cooperar para lograr acceder a un sitio o actividad apetecible, o sea usando el principio de
Premack. Me gusta combinar ambas, porque las primeras –con premios en comida- son más sencillas de
comprender para el perro, pero les cuesta más coordinarse para obtener algo netamente individual, mientras que
con las segundas puede ser más dificultoso que comprendan la necesidad de cooperar, pero cuando lo hagan será
con más solidez, puesto que da lugar a algo bueno que implica a todos los participantes, como jugar, salir al parque
o similares.
Aunque podrás diseñar muchas actividades cooperativas innovadoras te cuento las que nosotros hacemos por
defecto en ambos casos, así puedes usar estas mismas, modificarlas según el caso u optar por las que hayas ideado
tú mismo. Siempre es bueno tener a mano alguna que ya se haya probado suficientemente.
• Sentarse en orden
Una forma muy sencilla es hacer que ante una única señal los perros deban sentarse (o tumbarse, como prefieras)
en un orden concreto para, cuando el último ha terminado de hacerlo, si la secuencia ha sido correcta, premiemos
a cada uno de ellos.
Este juego hace que aprendan a coordinar su conducta (usaremos conductas que ya conozcan para facilitar que
se enfoquen en la coordinación) respecto a la de los demás, puesto que si se sientan antes o después de su turno
ninguno obtendrá el refuerzo.
Para empezarlo con éxito lo más sencillo es que antes de intentarlo con dos perros lo hagamos con un perro y una
persona que conozca y quiera, idealmente de la familia: ante la señal sentaos (una palabra diferente siempre al
sienta que conoce para sentarse individualmente) debe sentarse primero la persona y después el perro. Si, como
sucederá, al principio se sienta muy rápido y se adelanta a la persona no recibirá sino un no informativo, un
“uauaua” o cualquier comunicación social que elijamos para indicarle que se ha equivocado. Al principio les cuesta
entender que su conducta no depende únicamente de la señal, sino de la del otro participante, pero en cuanto lo
aprenden es muy divertido ver como le miran y apremian si tarda en actuar.
En algunos casos, cuando me toca hacer de figurante y el perro ya está metido a tope en el juego, actúo mirando
hacia otro sitio, como si no me enterara de lo que pasa, y entonces Gastón y Cata me ladran para apremiarme,
mientras que Ela me da con la pata para que esté en lo que hay que estar. Entrenar inicialmente con personas nos
evita que los perros sean muy rápidos o poco claros para sentarse, haciendo más lento el aprendizaje de la
secuencia.
Podemos progresar usando otra señal que indicará que premiaremos la secuencia inversa: el perro debe sentarse
primero, pero no recibirá su premio hasta que la persona se siente también (usad sillas, no el suelo, las personas
somos muy lentas para sentarnos y levantarnos del suelo). Os podéis imaginar lo exigentes que se vuelven cuando
ha hecho su parte y tú remoloneas, poniendo en peligro el premio para ambos (a la persona le damos un trocito de
comida también, que puede comerse o guardar en el bolsillo, pero si queréis hacerlo divertido con vuestros clientes
dadles una moneda de poco valor a ellos y la comida al perro, enseguida empiezan a bromear y a pedir un aumento
de sueldo).
Cuando cada perro lo hace con una persona podemos trabajar con varios perros, progresivamente podemos crear
múltiples secuencias coordinadas más o menos difíciles. Uno puede tener que sentarse y el otro tumbarse, uno
tocar al otro con la pata en la grupa y este sentarse (parece que le sienta el primero)…
También puedes progresar sumando pasos a las secuencias, ahora cada perro debe dar dos conductas
coordinadas en lugar de una, y después tres, también esto se puede variar para complicarlo: uno de los perros
puede tener que ofrecer dos conductas antes de que otro ofrezca la suya. El límite es la norma de que pediremos
conductas que ya conozcan de manera secuencial y que podrán percibir claramente si su/s compañero/s realizan
su parte, no valdría pedirles una conducta que les impida ver si su partenaire cumple con la secuencia.
• Coordinarse para salir/jugar
Este suena menos divertido y puede resultar menos vistoso pero a mí me gusta incluso más que el anterior cuando
se trata de coordinar perros con personas, porque se trata de coordinarse para tener opción de hacer algo juntos y
eso construye una base sólida para el trabajo colaborativo y basado en motivaciones sociales.
Si construyes el espacio de juego con tu perro será óptimo que se coordine contigo con el objetivo de iniciarlo, y
así acceder al juego cooperativo y subordinado, pero, como siempre, si conoce algún otro tipo de juego en el que
participéis los dos, desde traer la pelota a jugar a revolcarnos en el sofá, puedes usarlo también.
El trabajo es, igual que antes, la construcción de una secuencia en la que ambos sujetos deben realizar conductas
concretas en un orden concreto: por ejemplo yo típicamente le pido al perro que busque y traiga su juguete,
manteniéndolo en la boca, cuando lo hace abro la puerta para salir al jardín, momento en el que debe sentarse y
esperar a que yo salga y me siente para llevarme el juguete y dejarlo en mi regazo.
Con varios perros puedes trabajar de manera equivalente simplemente para salir a la calle, salir del coche a correr
al campo o salir de una perrera en la que han estado un rato, pidiéndoles que realicen conductas de manera
secuencial y coordinada. Y como en el punto anterior, puedes tener diferentes señales para diferentes secuencias,
mi recomendación es tener al menos dos señales para una misma secuencia, de manera que cada señal implique el
cambio de rol de los perros dentro de la secuencia. Por ejemplo: con la señal A si y solo si el perro uno se tumba,
entonces el perro dos puede sentarse y así lograr que ambos accedan al paseo, pero con la señal B indicaremos que
si y solo si el perro dos se tumba, entonces el perro uno puede sentarse y así dar acceso al grupo al deseado paseo.
Estos cambios de rol son más exigentes para los perros que las secuencias completamente diferenciadas, pues si no
están muy atentos ambos es fácil que se precipiten en elegir el rol que deben desempeñar.
Aunque si queremos trabajar sobre los roles es posible ir un paso más allá que las actividades cooperativas.
Juegos de rol social
Un juego de rol social es una actividad social divertida y deseable durante la cual cada uno de los individuos
participantes deben mantener una línea determinada de conducta (y no realizar una única conducta concreta),
diferenciada respecto a las de otros participantes, y que determina la posibilidad de éxito y continuación de la
actividad colectiva.
Cuando queremos hacer juegos de rol social entre personas y perros resulta óptimo el adiestramiento que cumpla
dos condiciones:
1. Basado en motivaciones afectivas, el adiestramiento que se limita a intercambiar refuerzos individuales,
como la comida o un juguete que el perro desea, por conductas no tiene efectos relacionales significativos.
2. Exigencia de diferenciación de tareas y coordinación de ambas partes para alcanzar un objetivo, como
puede suceder con el Agility, la búsqueda de sustancias, pastoreo u otros entrenamientos especializados.
Al hacerlo entre perros debemos buscar acciones equivalentes, como puede suceder con el pastoreo con más de
un perro. Pero podemos usar cosas más sencillas, como que uno vigile, mientras el otro abre un acceso a la comida,
al juego o a un lugar divertido. Podemos ayudarles a ello modelando las conductas propias de su rol dándole
andamiaje social para lograrlo y diseñando la situación de manera que sea sencilla de interpretar.
Nosotros usamos las actividades cooperativas descritas antes, que son muy sencillas, como base para construir la
cooperación especializada que implica la asunción de roles sociales dentro de adiestramientos complejos, por
ejemplo es la manera en la que entrenamos a los perros de localización de sustancias: cuando localiza la sustancia
en algún lugar donde no está directamente a la vista –maletas, cajas de entrenamiento, mochilas, bolsillos de
personas…- y la señaliza nuestros perros cumplen su rol de encontrar y no esperan su premio, sino que nos reclaman
que continuemos la secuencia “abriendo la caja”, ese es nuestro rol, nuestra especialidad dentro del trabajo
conjunto, es decir, comprobar y mostrarles si la sustancia está donde han señalizado. Esto además de evitar adicción
al refuerzo nos simplifica que los perros aprendan a distinguir un punto caliente, un lugar donde estuvo lo que
buscan y por tanto tiene algo de olor, de una localización positiva, pues al mostrarles que al “abrir la caja” no
contiene la sustancia comprueban que es así y aprenden a ser más afinados en la siguiente ocasión. Y todo se basa
en que consideren que la localización es un juego de rol social que podríamos resumir en “yo tengo nariz: localizo,
tú tienes manos: abres. Sin colaborar no podemos hacerlo”. O sea una versión canina del clásico de La Bola de
Cristal: “solo no puedes, con amigos sí”.
Si consigues que tu perro de Agility esté convencido de que te necesita para saber qué obstáculo debe superar,
en lugar de que intente precipitarse hacia el primero que vea o el que más le guste, toda tu vida y tu forma de
entrenar habrá cambiado para siempre, porque ya no necesitas colocarte delante de él para “controlarle”, sino que
será tu perro quien te reclame la información para continuar la secuencia: tu rol es ese, y sin ti no es posible realizar
la pista. Porque es una labor conjunta.
La diferencia entre un perro que ve el trabajo como una actividad cooperativa y coordinada, en la que las
capacidades de cada participante son necesarias para el éxito y uno que solo asocia la aparición repentina de un
refuerzo con una conducta es la misma que hay entre el nivel de inglés de un español medio y Shakespeare. Cuando
el adiestramiento REALMENTE se convierte en un trabajo de equipo, donde cada uno tiene su labor definida y esta
resulta necesaria para el éxito, todo cambia. Y cambia para empezar a parecerse a lo que pensabas que era el
adiestramiento cuando empezaste: algo que hacéis juntos, como un equipo.
Las actividades cooperativas y los juegos de rol social son altamente integradores y disminuyen enormemente la
entropía, por desgracia con frecuencia son exigentes a nivel de preparación e inversión de tiempo, algo que debe
considerarse para evitar el “más difícil todavía” que tanto nos tienta a los entrenadores cuando vemos que esto
funciona: construye algo lo suficientemente sencillo y cómodo de realizar, cuando los usas para mejorar la salud
social del perro solo necesitas sus efectos beneficiosos a ese nivel. Cuanto más simple sea lo que construyas para
lograrlos mejor. Créeme, tus clientes te lo agradecerán.

❚ Gestión de conflictos
Otra de las capacidades centrales sobre las que reposa la salud social es la manera de gestionar los conflictos
entre los miembros del grupo, pues sin que existan mecanismos eficaces para evitar que cada problema entre ellos
se convierta en una pelea sería inviable la misma existencia del grupo social: tendría más inconvenientes y riesgos
que beneficios.
Los perros, como animales sociales que son, tienen herramientas para evitar llegar a la pelea cuando surgen
problemas entre ellos. Sin embargo estas herramientas pueden estar desafinadas por falta de uso, pueden tener
un historial de uso inadecuado o pueden estar limitadas por otros factores, como la expresión, tamaño o movilidad
de un sujeto.

Cuándo se resiente la salud social respecto a la gestión de conflictos


Cuando durante más del veinte por ciento del tiempo de convivencia activa, es decir excluyendo el tiempo de
descanso, aparece tensión social, que reconoceremos en la incomodidad, la señalética de amenaza, la atención
continuada sobre otros miembros del grupo social, la imposibilidad de relajarse cuando hay otros miembros del
grupo social cerca, la tensión corporal mantenida… Pero recuerda que la tensión social esporádica es normal, solo
es incompatible con la salud social cuando aparece por encima del veinte por ciento del tiempo en común del grupo.
Cuando –entre perros- los conflictos que surgen dentro del grupo social terminan en peleas o agresiones en más
del veinte por ciento de ocasiones. Los perros tienen múltiples mecanismos sociales para evitar que los conflictos
terminen en peleas, cuando un porcentaje significativo de ellos lo hace nos muestra que están fallando. Fíjate que,
considerando el punto anterior, hablamos como máximo del veinte por ciento del veinte por ciento: la
peleas/agresiones (una pelea es una agresión contestada con agresión) dentro del funcionamiento saludable del
grupo social resultan completamente excepcionales.
Cuando surgen conflictos de manera reiterada y continua, en más del veinte por ciento de las ocasiones, ante
determinadas situaciones cotidianas, aunque no terminen en pelea. El número de conflictos ante situaciones
conocidas y cotidianas, por ejemplo saludar o comer en los momentos usuales para hacerlo, no debería ser alto,
puesto que las adaptaciones sociales de los perros están diseñadas para que las situaciones potencialmente
conflictivas que se repiten sean afrontadas evitando el conflicto. Cuando un porcentaje significativo de estas
situaciones generan un conflicto, aunque no termine en pelea, la salud social se resentirá y aumentarán
enormemente la entropía y el potencial de problemas. ¡Ojo! No deben considerarse las situaciones excepcionales
para evaluar este ítem, sino únicamente las cotidianas y repetidas: por ejemplo, si antes de ponerles la comida en
su plato, como todos los días, aparece conflicto tendríamos una situación válida para nuestro análisis, pero no la
tendríamos cuando durante un paseo se encuentran un apetecible hueso y esto genera conflicto, porque esta es
una situación extraordinaria.
Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la gestión de conflictos
Cuando la gestión de conflictos no es suficientemente saludable el ambiente social se enrarece, y aún cuando no
exista un problema comportamental expreso, la tensión social, la sobrevigilancia consecuente y la acumulación de
estrés residual merman notablemente la calidad de vida de todos los sujetos que conviven. Es como el desgaste de
los frenos del coche, que aún sin provocar un accidente aumenta el riesgo de tenerlo, cambia nuestra manera de
conducir, empeorando la experiencia, como bien sabe quien después haya cambiado de coche o arreglado los
frenos ¡¡Cielos, no había que estar tan absoluta y milimétricamente pendientes del coche que nos precede ni de los
semáforos a casi una manzana de distancia!! ¡¡Podría haberme chocado en cualquier frenado de emergencia!! La
gestión de conflictos y la frenada óptima, cuando no han provocado consecuencias graves, se valoran cuando se
recuperan, descubriendo en ese momento la mala calidad de vida que teníamos durante el tiempo en el que no
funcionaban perfectamente.
Restaurar la salud social respecto a la gestión de conflictos tiene un efecto similar a sentarse en un cómodo sillón
al final la jornada o al conocido gesto de aflojarse la corbata al término del trabajo: todo se relaja, todo cambia a
mejor sin que pudiéramos describir exactamente dónde y cómo ha sucedido ese cambio.
Limitación de situaciones potencialmente conflictivas
Cuando existe un número excesivo de conflictos o incluso de peleas una primera medida necesaria, por seguridad,
por contabilidad social y por lógica, es limitar las situaciones en las que el/los perro/s tienen conflictos.
Debemos determinar cuáles son las circunstancias previas: el momento de comer, la aparición de juguetes, el
acceso al sofá, el ladrido a extraños ante la valla… e impedir que el/los perros se encuentren en esa situación
siempre que sea posible. Es sorprendente el número de conflictos completamente evitables que solemos encontrar
en las intervenciones comportamentales. Muchos problemas se han creado por acumulación de estos episodios y
solo con limitarlos obtenemos una mejora sustancial, disminuyendo los conflictos hasta ratios completamente
normales.
Obviamente esto no siempre es posible y/o suficiente, que nadie haga esa lectura: para esos casos tenemos los
protocolos de trabajo específicos que veremos más adelante, pero la limitación de situaciones conflictivas es
realmente eficaz para mejorar la salud social de los perros, en algunos casos resulta suficiente para restaurar una
relación saludable y en muchos otros es una necesidad para que protocolos más complejos puedan alcanzar su
máximo potencial de éxito.
Entrenamiento de gestión de conflictos
El entrenamiento de gestión de conflictos es aquel que desarrolla en situaciones no conflictivas las capacidades e
innatismos del perro para evitar llegar a la agresión o la pelea en una situación de conflicto con otro sujeto.
El trabajo de gestión de conflictos se basa en sumar al entrenamiento emocional del autocontrol y control (que
necesariamente deben ser suficientes y saludables antes) la (1) capacidad y (2) forma de enfocar a otros individuos,
así como de (3) modelar respuestas conductuales alternativas claras –tanto a nivel comunicativo, como a nivel de
rumbos conductuales (no conductas)- ante las situaciones de conflicto, que no solo lo eviten, sino que puedan ser
interpretadas por el otro sujeto en conflicto como adecuadas.
Por ejemplo: ya no nos limitaríamos a pedirle a nuestro perro sujeto por una correa larga que al ver a otro perro
que le ladra en la valla se apartase, como hacíamos al trabajar el autocontrol y el control, sino que avanzaríamos
desde ahí: ahora le pediremos que se mantenga atento al otro perro, pero modelaremos suavemente con la correa
para que, por ejemplo, le atienda de manera lateral y no frontal, lo que es menos tenso a nivel comunicativo,
implicando un bajo nivel de amenaza. Esto puede ser necesario para que un perro braquicéfalo, cuyos ojos frontales
le “obligan” a mirar a los demás frontalmente, emitiendo una señalética amenazante como consecuencia, pueda
empezar a esforzarse por lateralizarse para lograr minimizar los conflictos. También el cómo responder a las señales
de los otros puede necesitar de nuestra ayuda, como vimos al hablar de la comunicación, para que aprenda a evitar
conflictos: no responder a un gruñido con conducta hiperactiva es una habilidad que he enseñado a muchos border
collies y malinois, que no querían de ningún modo pelearse, pero que no podían evitarlo porque su sobreactivación
al recibir señalética de amenaza precipitaba la agresión del otro perro.
Cuando nuestros perros ven que pueden evitar el conflicto actuando de la manera a la que le lleva el modelado
se sienten tremendamente aliviados y empiezan a emplear respuestas tranquilizantes con una eficacia que podría
parecer impensable. No lo es. Cuando uno quiere evitar una pelea está encantado de que alguien le enseñe cómo.
Además de lo visto al hablar de comunicación, este tema se ampliará y profundizará al hablar de los protocolos
más complejos (y bonitos) que contiene este libro: los de gestión social, los relacionales.
Reestructuración de la ecología social
Más adelante, al conocer el enfoque sistémico para intervenir en los problemas relacionales, veremos que el
entorno ecológico donde el perro vive y tiene su relación familiar es determinante para la salud social.
La reestructuración de la ecología social es la modificación del entorno físico donde vive el perro de manera que
promueva su salud emocional y social.
Un paso relevante para mejorar la salud social es adecuar en la medida de lo posible la ecología del perro: la
distribución de espacios colectivos y privados, de recursos disponibles, así como la calidad de estos espacios. Algo
de esto hemos tratado en la dimensión física de la salud comportamental, y veremos mucho más en los protocolos
de gestión relacional.
Equidad social histórica
Pero hay otros factores que debemos considerar al trabajar la salud social, la aversión a la inequidad de los perros
y la posibilidad de que tengan memoria episódica.
La aversión a la inequidad es un mecanismo de regulación social que lleva a los perros a cambiar su
comportamiento al realizar una tarea a cambio de la cual recibirán una recompensa cuando dicha recompensa es
desigual para varios sujetos ante la misma tarea. Si un individuo puede ver que otros reciben una recompensa mayor
que él por realizar una tarea igual, puede dejar de realizarla a cambio de la recompensa de menor valor, aunque sí
la realizaría a cambio de dicha recompensa si no pudiera saber que otro sujeto recibe una recompensa mayor.
La aversión a la inequidad es el mecanismo de regulación social que lleva a los perros a empeorar e incluso
abandonar la realización de una tarea a cambio de la cual reciben una recompensa cuando otro sujeto recibe una
recompensa mayor por realizar la misma tarea.
Normalmente los experimentos de aversión a la inequidad se llevan siempre a cabo con los dos sujetos, el que
recibe una recompensa mejor y el que la recibe peor, trabajando simultáneamente y pudiendo ver lo que hace (y
lo que recibe) el otro sujeto. Pero esto puede complicarse si consideramos que ahora empieza a aparecer evidencia
experimental de memoria episódica en perros.
La memoria episódica es la capacidad de recordar y evocar experiencias pasadas.
Puede parecer algo sencillo, pero es una capacidad cognitiva compleja, no es un mecanismo asociativo sencillo
que une estímulos con conductas, sino que se parece más a reproducir una película dentro de nuestra cabeza sobre
algo que sucedió en el pasado. La memoria episódica es la base del viaje mental al pasado, una capacidad cognitiva
complejísima. Viajar mentalmente al pasado lleva a una interpretación del presente más amplia: pues permite
contextualizar lo que sucede y “compararlo” con otras situaciones previas similares.
Consecuentemente, podría suceder, aunque aún no se han realizado experimentos específicos, que el perro fuera
capaz de recordar en cierta medida situaciones pasadas que le hicieran evaluar la actual como falta de equidad. Así
que mejor mantener un histórico de equidad y justicia al tratar con varios perros que conviven.
Porque además del mencionado (1) empeoramiento o abandono de la tarea, la aversión a la inequidad también
puede provocar en el sujeto que recibe la recompensa de menor valor (2) malestar y (3) tensión social hacia el
sujeto que recibe mayor recompensa, lo que se considera el germen de una emoción social que conocemos bien:
la envidia.
En todo caso podemos afirmar que la inequidad es un potencial generador de tensión social, por lo que debemos
evaluar si existe y modificar los aspectos necesarios para restaurar la equidad.
Es bonito pensar que, aunque sea a un nivel muy pequeño, podemos reconstruir sistemas familiares dotándoles
de justicia social.
❚ Socialización segura
Un pilar básico de la salud social es que la convivencia genere un marco de socialización segura para los miembros
del grupo social.
Definimos la socialización segura como la generación repetida y continuada de estados emocionales individuales
positivos y estables, en intensidades emocionales que permitan el autocontrol, a consecuencia de las interacciones
sociales y la convivencia.
La socialización segura tiene tres componentes básicos, que son centrales para la salud social:
1. Ausencia de miedo
2. Autocontrol emocional
3. Balance emocional positivo
Cuándo se pierde la socialización segura
Obviamente, se pierde la socialización segura cuando la mayoría del tiempo de convivencia, aproximadamente
un setenta por ciento, no provoca emociones positivas, estables y autocontroladas. Pero podemos ir más allá al
evaluarlo:
Cuando durante más del veinte por ciento del tiempo de convivencia aparecen emociones negativas y/o
emociones positivas imposibles de autocontrolar, provocadas por las interacciones sociales o la presencia de otros
sujetos del grupo social (no cuentan aquellas provocadas por otros factores).
Cuando aparece miedo durante las interacciones sociales o debido a la presencia de otros sujetos del grupo social
en más ocasiones que las que podamos considerar anecdóticas, o cuando no podemos atribuir con fiabilidad la
aparición del miedo a circunstancias especiales que se añaden a las interacciones sociales o presencia de los otros
sujetos.

Cómo mejorar la socialización segura


Para medir y corregir los problemas de socialización segura en muchos casos emplearemos los protocolos y
recursos indicados al hablar de la dimensión emocional de la salud. Pero la piedra de toque es el trabajo de
socialización. Y eso requiere un apartado propio, porque sus beneficios (y riesgos) no se limitan a influir en la
socialización segura, sino que son transversales a todas las bases de la salud social del perro.

La socialización segura, la salud social y las jornadas de socialización


Para terminar de hablar de la salud social se hace necesario analizar una de las propuestas más frecuentes para
construirla, uno de los servicios más generalizados y mejor acogidos de entre los que ofrecemos los profesionales
del comportamiento: las jornadas de socialización.
El objetivo de las jornadas de socialización no es sólo proveer de eventos de socialización segura, sino desarrollar
todas las capacidades sociales que el perro necesita para relacionarse y convivir competentemente con otros
sujetos sociales.
Las jornadas de socialización son un recurso extraordinario, no sólo para lograr una socialización segura, sino
también para aportar intercambios afectivos, para mejorar las capacidades comunicativas y de gestión de conflictos
de nuestros perros con personas y, sobre todo, con otros perros.
Pero cuando hablo de jornadas de socialización no me refiero únicamente a las preparadas por profesionales del
comportamiento: una salida al parque para jugar con sus amigos o conocer otros perros puede serlo, también acudir
a la reunión de amigos o familiares, siempre que estos acepten y permitan que el perro pueda expresarse e
interactuar con ellos (lo que no quiere decir que pueda hacer cualquier cosa).
Pero es importante que podamos definir y operativizar el concepto, para saber cuándo una interacción de nuestro
perro con otros sujetos constituye una jornada de socialización y cuándo no. Porque son precisamente los términos
que más coloquiales suenan los que más se prestan a ser sobreinterpretados y, consecuentemente, mal
operativizados. Es normal, todos creemos entender qué es una jornada de socialización: una ocasión de estar con
otros sujetos. Pero cuando lo planteamos como protocolo de cuidado/mejora de la salud comportamental del perro
la cosa cambia, no valen las ideas generales, hay que concretar.
Llamamos jornada de socialización a cualquier evento en el que un perro (1) interactúa con otros sujetos sociales
en potencia –sean de su especie o de otra- que le resultan (2A) desconocidos o con los que tiene, como máximo, una
(2B) relación eventual33, y que (3) puede mejorar sus capacidades comunicativas, relacionales y emocionales con
potenciales sujetos sociales, particularmente con los que no pertenezcan a su grupo familiar.
Una jornada de socialización se define a nivel operativo por cuatro puntos:
1- Interacción social con individuos que no pertenecen al grupo familiar del perro o con los del grupo familiar
si las relaciones sociales no son sólidas y exitosas. La mejora de la socialización implica exportar y adaptar
exitosamente las capacidades sociales a relaciones más allá de la familia, con la que se convive a diario.
Cuando alguien nos viera a Eva y a mí jugando con nuestros tres perros podría considerar que está ante una
jornada de socialización, pues abultamos bastante, pero al ser únicamente componentes del grupo familiar que
hace años que estamos completamente integrados no sería tal. Sí podría ser una actividad integradora, una
ocasión de intercambios afectivos u otras muchas cosas beneficiosas para la salud comportamental del perro.
Pero no tiene efectos socializadores.
2- Éxito comunicativo de la gran mayoría de las interacciones. (A) El perro debe adaptar su comportamiento
como respuesta a la señalética del resto de sujetos sociales, por ejemplo si se sube sobre las personas y estas
muestran su incomodidad emocional o arrolla a otros perros y estos emiten señales de apaciguamiento o
amenaza para indicarle que está resultando demasiado bruto. (B) El resto de sujetos sociales son capaces a su
vez de interpretar correctamente la señalética del perro y modificar su comportamiento respecto a él en
consecuencia: si alguien está acariciándole de manera que le desagrada y ofrece señales que indican
incomodidad o se aparta, debería cesar en las caricias o modificar su estrategia al realizarlas, o si indica que
desea espacio y los otros perros se lo conceden.
3- Aceptación de límites relacionales. Consecuente del anterior, la existencia y aceptación de limitaciones
relacionales es condición necesaria para el efecto socializador. Que el perro al recibir señales e indicaciones de
otros sujetos limite –sujete, contenga…- en algún sentido su comportamiento hacia ellos: no subirse, bajar la
intensidad del juego, no morder o hacerlo con gentileza son solo algunos ejemplos.
Si no aparecen (además del éxito comunicativo) limitaciones relacionales no existirá efecto de socialización
eficaz, por ejemplo, si nuestro perro ve que su señalética de apaciguamiento o amenaza no le sirve para que
los demás moderen su conducta invasiva, o, por el contrario, es él quien continua siendo abrumador con otros
perros que le muestran su incomodidad.
Y es que hay perros excesivamente tolerantes, me acuerdo de Bamba, una labradora que aunque la revolcaran
una y otra vez, ignorando su señalética de apaciguamiento y afiliación, seguía intentando entablar amistad con
quienes lo hacían. Bamba es majísima pero no ayuda a una socialización saludable, porque los otros perros
aprenden que pueden ignorar alegremente las peticiones y comunicaciones de otros sujetos, y no aceptar
límites relacionales de ningún tipo. Hacer lo que les pete, vaya. Y eso es bastante destructivo a nivel de
capacidades afectivas, comunicativas y sociales, aunque se lo pasen como un grajo haciendo bullying a la santa
labradora.
4- Interacción social afectiva de valencia emocional positiva. Aunque parezca evidente no siempre se toma
en consideración. El perro debe disfrutar de la jornada, quizá no a tiempo completo. Es normal que pueda
existir alguna tensión o momento negativo, pero al menos el ochenta por ciento del tiempo su estado
emocional tiene que ser de valencia emocional positiva, sin eso la jornada no tiene valor socializador.
Cuando un perro muestra miedo, agresión o incluso incomodidad como emociones continuadas y
predominantes durante una jornada de socialización, esta no es tal.
Es importante considerar que cualquier ocasión en la que aparecen juntos varios perros y/o personas no
necesariamente es, a efectos de mejora de la salud emocional, una jornada de socialización. Porque esa idea está
trayendo muchos problemas y muchas malas prácticas.
Recuerdo que mi amiga Yolanda Ruiz, criadora con el afijo Mono No Aware 34, acudió a unas supuestas jornadas
de socialización con su impetuosa, algo abrumadora y dignísima Amaki, una shiba inu (son gente especial los shibas).
Una vez allí soltaron libremente a los perros y la sorprendida shiba era revolcada una y otra vez, ante la indignación
de ambas, sobria y señorial en Amaki y supongo que algo menos patricia en Yolanda. Obviamente esto no tiene un
efecto socializador, como se puede ver la actividad solo cumplía la primera de las cuatro premisas, interacción con
sujetos sociales ajenos al núcleo familiar.

Amaki, de Yolanda Ruiz: la dignidad y el encanto. Fotografía Yolanda Ruiz.

Por esto es importante señalar que algo que muchos suponen que es una condición de las jornadas de
socialización no es tal, me refiero a la interacción libre entre los participantes, como se ve tanto en el ejemplo de la
labradora ultratolerante como de la dignísima shiba inu. En estos casos la interacción libre no solo no ayuda al
efecto socializador, sino que lo impide por completo. Es estupendo cuando una jornada de socialización permite a
sus participantes correr y jugar libres, pero esto no siempre es posible. En muchas ocasiones el contacto controlado,
ayudados por correas, estructuras de andamiaje social provistas por el tutor y construcción previa de conductas de
acercamiento competente son imprescindibles para el efecto deseado.
Una vez más: la autonomía y libertad del perro (en este caso para relacionarse competentemente) son la meta,
pero no necesariamente el camino para alcanzarlas.
Eso de que los perros se entienden y se ajustan por sí mismos es en el mejor de los casos una exageración
bienintencionada y en el peor una memez peligrosa para los perros cuya seguridad y salud tutelamos.

Un caso concreto de trabajo sobre la salud social, la socialización de los cachorros


Cómo socializar a un cachorro correctamente sigue siendo uno de los temas de máximo interés para quienes
trabajamos con perros o simplemente conviven con ellos.
Probablemente no existe consejo más repetido y unánime: entrenadores de cualquier filiación, veterinarios,
criadores ¡¡incluso redes sociales!! Todos coinciden en la necesidad de hacerlo, y de hacerlo bien.
Es curioso que pese a ello sigamos tratándolo de una manera intuitiva y poco reglada. Porque lo cierto es que está
generalizada una idea general sobre que una buena socialización incluye (1) llevar al perro a lugares diferentes,
ofrecerle (2) interacciones sociales variadas y (3) estímulos objetuales novedosos. Sin más concreción sobre porqué,
cómo y cuándo.
¿Qué es socialización? Definir, operativizar, evaluar… lo de siempre
Lo cierto es que al plantear la importancia de socializar correctamente al cachorro y ofrecer estas pautas generales
estamos haciendo importantes saltos inferenciales, porque no existe casi ninguna literatura científica consistente
sobre cómo y porqué hacer una u otra cosa. Aún así debemos definir y operativizar de manera lo más objetiva
posible qué es la socialización de los cachorros, qué es una correcta socialización y cómo hacerlo correctamente.
• Empezando por lo sencillo
La primera definición aprovechable de socialización –que usaremos provisionalmente- es una de las más exactas:
La socialización es el proceso o conjunto de experiencias y acciones que ayudan al mejor desarrollo posible de las
capacidades sociales de un sujeto, en particular durante los periodos sensibles específicos para ello.
Si nos fijamos, cualquier cosa que hagamos a lo largo de la vida del perro para mejorar su salud social formará
parte de su proceso de socialización, que es continuo, pues las capacidades sociales no son estáticas y requieren
cuidado de forma permanente.
Por tanto, a nivel operativo, al hablar concretamente de socializar al cachorro limitaremos al trabajo que se hace
durante esa etapa de su vida, y, de acuerdo a la definición, en particular durante el periodo sensible de socialización,
que en los perros comprende más o menos desde la tercera a la decimosexta semana de vida, con particular
atención al tiempo que trascurre entre la quinta y la octava semana, que parece ser el momento de máxima
plasticidad para el desarrollo de capacidades sociales.
Dentro de la familia el trabajo de socialización implica proveer al cachorro de todo lo necesario para su correcta
salud social –que hemos expuesto yay, además, de:
1. Intercambios afectivos con perros, personas y otras especies ajenas al grupo familiar. Esto se consigue
mediante la interacción repetida con otros sujetos, que lleguen a ser conocidos y queridos para el perro, sin
llegar a integrar parte de la familia. Por ejemplo, los grupos de paseo que se forman en los parques, si los
sujetos son emocional y socialmente saludables, o con las visitas repetidas de/a familiares o amigos humanos.
El principal beneficio para el perro consiste en reajustar su emocionalidad social a un abanico más amplio de
sujetos, con relaciones de intimidad de diferente profundidad.
2. Jornadas de socialización –de acuerdo a las pautas antes indicadaspara el desarrollo comunicativo y
lúdico. Para lo que se puede acudir a cursos de socialización, puppy parties u otras actividades en la que pueda
interactuar con sujetos ocasionales y variados. Aquí se busca desarrollar al máximo la capacidad de aceptar,
interactuar y comunicarse eficazmente con nuevos sujetos.
• Intercambios afectivos con personas ajenas al grupo familiar
Normalmente la interacción con personas suele estar bien cubierta con (1) las visitas que tengamos, siempre que
las dejemos interactuar con el perro en caso de que lo deseen (cuando alguien no quiere jugar con un cachorro
probablemente lo mejor para el cachorro es no hacerlo), y (2) dando un par de paseos semanales con él por lugares
donde haya personas y dejando que le acaricien quienes quieran hacerlo.
En este segundo caso yo siempre llevo algo de comida, para que si alguien es un poco torpe –aunque les digamos
qué hacer y qué no, al tocarle siempre hay quien resulta algo abrumador para el cachorro- pueda darle comida,
recuperarle emocionalmente y facilitar que la experiencia sea finalmente exitosa o, al menos, emocionalmente
positiva.
• Intercambios afectivos con otras especies
Quizá este sea el punto más complicado, porque no es fácil encontrar gatos, caballos, hurones u otros animales
que sean amigables con perros y encontrar ocasiones para que nuestro cachorro tenga opción de relacionarse con
ellos.
Sin embargo, lo cierto es que normalmente si necesitamos que nuestros cachorro acepte alguna otra especie
como compañero social suele ser porque convivimos ya con un animal de dicha especie, por lo que, con lo que se
indica al respecto en los protocolos de gestión del entorno social podremos hacerle su amigo con mucha facilidad.
En todo caso, cuando tengamos alguna oportunidad de relacionar a nuestro cachorro con animales amigables con
ellos deberíamos correr a aprovecharlas, nosotros tenemos una buena amiga con dos gatos maravillosos con los
perros, que nos permiten llevar a nuestros cachorros mientras no pasen de diez kilos, porque con ese tamaño ya
les abruman un poco. Y hasta esa frontera de peso hacemos los casi cien kilómetros hasta su casa al menos una vez
a la semana. Nunca desaprovecharía una ocasión así.
Un tipo especial(mente sencillo) de jornada de socialización: las sueltas colectivas de
cachorros
Las jornadas de socialización deben tener una serie de requisitos organizativos y conceptuales, pero para los
cachorros existe una versión mucho más ligera y sencilla: las sueltas colectivas de cachorros.
Relacionarse con sus congéneres es saludable para todos los perros, pero los adultos –por diferentes motivos- no
siempre podrán hacerlo con facilidad, requiriéndonos un análisis previo y en muchos casos medidas de apoyo o
trabajos progresivos hasta llegar a interactuar libremente entre sí. Al hablar de la gestión del entorno social y las
relaciones expondré con detalle cómo evaluar y, en caso de ser necesario, mejorar las capacidades relacionales que
permiten lograrlo.
Sería una ligereza que puede comportar riesgos recomendar de manera general la suelta colectiva de perros
adultos como actividad socializadora sin, como mínimo, una valoración previa de los participantes y la adopción de
medidas de seguridad suficientes.
Pero en los cachorros la cosa cambia.
Salvo excepciones, los cachorros están muy bien preparados para relacionarse entre sí, y las sueltas colectivas son
seguras y muy beneficiosas para ellos, ayudándoles a desarrollarse socialmente de manera óptima y a lograr una
socialización segura.
Organizar sueltas colectivas de cachorros, ya sea como única actividad de un día o como parte final de cursos para
cachorros, puppy parties u otras actividades grupales es una buena idea: potencia y afina sus capacidades sociales
con otros perros, es muy divertido y a los clientes (humanos) ¡les encanta!
Cuando la suelta colectiva se integra en un servicio más amplio es recomendable hacerla al final de la jornada en
la mayoría de los casos: el cansancio por haber participado en otros ejercicios facilita la relación lúdica y relajada,
incluso entre perros con caracteres o características físicas muy diversos, mientras que si la hacemos antes puede
sucedernos tanto que se cansen demasiado para realizar cosas que requieran atención, como que se mantengan
enfocados en aquellos amiguitos con los que han estado jugando y no se centren en el resto del programa previsto.
Por supuesto, antes de exponer la manera de hacer una suelta colectiva desde el plano técnico es necesario
señalar lo evidente: debemos asegurarnos de que en el sitio elegido no hay rincones u objetos peligrosos ni riesgos
de fuga. No la fastidiemos por algo tan obvio.
• Libres sí, pero con normas: cómo hacer una suelta colectiva
Dejaremos a los perros jugar libremente, pero daremos unas pautas para que los tutores aprendan cómo
gestionar el juego de sus cachorros con otros perros de forma que les resulte enriquecedor y favorezca su
socialización segura, no solo en el evento concreto en el que están, sino al aplicarlas después en su vida cotidiana,
durante paseos y encuentros con otros cachorros.
Las normas tiene que ser sencillas, claras y fácilmente evaluables por parte de los tutores, y hemos de informarles
de que son útiles para todas las ocasiones en las que su cachorro juega con otros perros, siendo conveniente que si
en alguna ocasión puntual no pueden garantizar su seguimiento sería mejor que cogieran a su perro y se fueran
¡¡pocas veces una retirada a tiempo será un victoria tan grande como en esos casos!!
Jugar con otros perros es algo más que una diversión genial para nuestros cachorros, cuando juegan aprenden a
relacionarse, a controlarse, a gestionar sus emociones y a tener en cuenta al otro. Jugar con otros perros es aprender
a relacionarse con ellos.
A veces se supone que “los perros se entienden entre ellos” y que no es necesario hacer otra cosa que soltarles y
dejarles jugar, máxime con cachorros, donde es extraño que surja alguna pelea seria o alguno sufra daño físico
severo. Pero no es cierto: hay perros que con la misma edad pesan cuatro veces más que otros, algunos llegan a
jugar nerviosísimos porque han estado solos –y aburridos- en casa, otros están cansados porque vienen del paseo.
A algunos muy peludos o pellejudos cuesta verles la expresión o potencian que los más mordedores tiren de su piel
o pelo, como si fuera un juguete. Hay razas que juegan más con la boca y otras que son más de empujones y
aplastamientos. Hay perros más sensibles que otros… y no dudes que también existen perros con tendencia a ser
“abusones” (lo veremos al hablar de problemas de gestión de las relaciones). Muchas cosas pueden hacer que
alguno de los participantes se sienta incómodo o abrumado, impidiéndole no solo disfrutar del juego, sino aprender
a relacionarse competentemente. Quizá no sufra daño físico, pero a nivel emocional y social la cosa cambia.
Los tutores necesitan aprender cuándo el juego es saludable y cuándo no, además de qué hacer en este segundo
caso. Y es muy sencillo, basta con seguir unas reglas, no solo en nuestra suelta colectiva –incidid en ellotambién, y
sobre todo, cuando vayan al parque o a cualquier otro sitio donde sus cachorros puedan estar sueltos con otros
perros sin que un profesional les indique qué hacer en cada momento. Veámoslas:
• Norma 1: Si se divierten y están emocionalmente estables la cosa va bien, déjales jugar
Esta es sencilla, no dejarse llevar por lugares comunes ni tonterías. A veces la gente no quiere que su perro esté
debajo en un juego de lucha demasiado tiempo, o piensa que si se revuelca se terminará haciendo daño: pero si se
lo está pasando bien no pasa absolutamente nada, nada malo, porque sí pasan muchas cosas buenas. Así que si
todos los que participan lo están pasando bien déjales el tiempo que quieran o del que dispongas, aunque la
apariencia del juego no te guste.
• Norma 2: Si un perro se agobia más de cinco o seis segundos sácale de ahí
Que un perro se agobie un poco al ser revolcado o por estar debajo en un juego de peleas es normal, y educativo:
no siempre se consigue lo que se quiere y cuando se quiere. No siempre se gana o se dirige la situación social, y es
bueno aprenderlo. Pero cuando un cachorro se agobia más de cinco o seis segundos seguidos por algo que hace
activamente otro perro (no cuenta que se agobie por ver que un perro que está quieto y tranquilo es muy grande)
la situación empieza a ser abrumadora para él. Hay que sacarle de ahí, le separamos unos segundos para que se
tranquilice y luego le damos una nueva oportunidad, si después de tres o cuatro intentos no logra gestionar
correctamente la situación quizá sea demasiado para él y sea mejor dejarla.
Si un perro se agobia más de cinco o seis segundos debemos sacarle.
• Norma 3: Si un perro se sobreexcita más de cinco o seis segundos sácale y cálmale
En ocasiones algún cachorro se pone tan nervioso ante la posibilidad de jugar con otro que empieza a perder el
autocontrol: la intensidad de sus conductas sube en exceso, volviendo incómodo para el otro lo que era divertido,
y perdiéndose el objetivo educativo principal de la relación, que es adaptar la propia conducta a la del otro para
llegar al éxito relacional. El perro que se sobreexcita puede estar en un estado emocional positivo, pero sus
capacidades de gestión emocional y social están empeorando.
Por tanto, también si vemos que la excitación de un cachorro le empieza a impedir la competencia social, porque
se vuelve demasiado abrumador, intenso o brusco podemos ayudarle sacándole de la situación unos momentos y
calmándole a través de caricias y palabras relajantes, también mantenerle en brazos puede ser eficaz.
Si un perro se sobreexcita debemos sacarle y calmarle.
• Norma 4: Si un perro durante más de tres o cuatro segundos hace daño voluntariamente a otro debemos
interrumpirle y “arrestarle”
Si un cachorro daña a otro, ya sea mordiéndole fuerte o con alguna otra conducta intencional, como arrollarle o
empujarle y aplastarle, debemos cortar esa acción y sacarle fuera de la situación, de la suelta, durante un tiempo,
arrestarle.
Esto es fundamental para evitar que se convierta en un “abusón”, algunos cachorros muy temperamentales
tienden a darle demasiada caña a los otros, en particular cuando disponen de algún tipo de superioridad física: más
tamaño, fuerza, coordinación… Que esto aparezca ocasionalmente es normal y saludable, porque el perro
normalmente aprenderá cómo gestionarse para no abrumar a sus compañeros de juego, y que así continúen
jugando. Pero si persiste demasiado tiempo haciéndolo puede fomentarse la contraempatía y el bullyng, lo que
alguna gente ve bien en su cachorro, porque parece más “fuerte” o “dominante”, pero en realidad lo que está
aprendiendo le impedirá estar en compañía de sus congéneres cuando sea adulto.
Ese cachorro cuyo tutor está orgulloso porque es el que “da caña” a los demás será el perro adulto que tiene que
pasear solo y a horas en las que no pueda encontrarse a ningún otro. Un triste futuro que podemos impedir ahora,
en el mejor momento para ayudarle, “arrestándole” en nuestros brazos o sujetándole de la correa cuando se excede
con sus compañeros de juegos, esperando a que se calme y volviéndole a dejar la posibilidad de jugar, pero
repitiendo el proceso si reincide en abusar de otro/s. En pocas repeticiones hasta el más bruto se dará cuenta de
que le merece la pena controlarse y ser más gentil.
• Cómo retirar al cachorro de la suelta colectiva
Cuando, por alguno de los tres supuestos anteriores, tenemos que retirar a un cachorro para que se rehaga
emocionalmente en cualquier sentido lo ideal sería que sus tutores lo tomasen en brazos y se colocaran de manera
que deje de ver la situación y los otros participantes dejen de verlo a él. Si no es posible por las características del
perro y/o de su tutor, sería bueno que salieran de la zona de suelta, yéndose hasta un punto desde donde no la
vean. Debemos evitar que al retirarle esté atado y excitándose al ver jugar a los otros.
• Cómo reintegrar al cachorro a la suelta colectiva
El cachorro permanecerá fuera –ya sea en brazos, ya sea fuera de la zonahasta que veamos que se encuentra
tranquilo y emocionalmente estable, en ese momento le dejamos de nuevo en el suelo/le metemos en la zona de
suelta, de manera que no este enfocado en ningún otro perro concreto, usando nuestro cuerpo como barrera para
dificultarlo.
• Cuándo y cómo irse
A la hora de abandonar una suelta, sobre todo una que no esté dirigida por un profesional del comportamiento
canino, el tutor ha de actuar como al retirar al perro: tomándole en brazos y desenfocándole de los otros, para
evitar arrastrarle, que se sobrexcite o, en general, que sufra cualquier tipo de emocionalidad o experiencia física
que no sea un cierre saludable de la situación social exitosa que acaba de vivir.
• Duración
La duración de la suelta colectiva debe equilibrarse entre el tiempo necesario para que los cachorros obtengan
beneficios relacionales y evitar que lleguen al agotamiento, y quieran abandonar la situación. Porque algunos
cachorros se cansan enseguida.
Cuando la hacemos al final de varias actividades los cachorros llegan más cansados –sea a nivel físico o cognitivo-
y pueden bastarnos quince o veinte minutos, para que aquellos que muestren alguno de los problemas
mencionados, y que hayan requerido ayuda para normalizar su relación con los otros, tengan tiempo y repeticiones
suficientes para mejorar relacionalmente y estabilizar esa mejora.
En caso de ser la única actividad el límite sería el cansancio de los participantes, siendo lo normal que entre treinta
y cuarenta y cinco minutos sean una media razonable para cachorros hasta los cinco meses. Aunque prolongar las
sueltas no es un problema si se mantienen activos y felices.
¿Socializar es solo socializar?
Hasta aquí todos de acuerdo pero alguien podría preguntarse con razón ¿Qué tienen que ver con las capacidades
sociales los lugares nuevos y los estímulos objetuales que se recomiendan también?
Pues nada. Lo cierto es que estos consejos no tienen relación directa con el correcto desarrollo de las capacidades
sociales de los perros, lo que sucede es que simultáneamente al periodo sensible de socialización aparece un
periodo sensible que determinará su respuesta ante las novedades.
Los perros, como nosotros, tienen un balance entre neofobia (miedo a lo nuevo) y neofilia (atracción por lo nuevo)
que les permite explorar las novedades, pero manteniendo la cautela y evitando aquellas que se muestren
peligrosas. Decidiendo así qué es seguro y peligroso respecto a la interacción con su entorno físico. Y el periodo
sensible que ayuda a determinarlo, y que empieza con la autonomía fisiológica del perro que le permite explorar su
entorno de manera autónoma, se solapa con el de socialización.
Así pues la mejor definición conceptual de socialización, que veíamos antes, no es la definición de lo que
entendemos por socialización, que incluye más cosas. Por tanto la definición operativa, la que nos resulta más
práctica, del trabajo de socialización sería:
La socialización del cachorro –a nivel operativo- es el conjunto de experiencias y acciones que podemos facilitar
al cachorro para el desarrollo óptimo de sus capacidades sociales y de gestión autónoma del entorno objetual,
particularmente durante sus periodos sensibles.
Con respecto a los estímulos objetuales, como con los sociales, tenemos dos objetivos que cumplir proveyendo
al perro de varios tipos de experiencias:
1. Llevarle a sitios diferentes y variados. Siempre que se llega a un lugar completamente nuevo se activa el
balance neofilia-neofobia. Esta pauta busca dos efectos: (A) Aportar experiencias de éxito afrontando lo nuevo
con conducta activa de exploración para que la neofobia quede reducida al mínimo posible, mientras se
potencia la neofilia. (B) Darle una amplia base experiencial que, a través de procesos de generalización, lleve al
perro a minimizar la sensación de novedad al llegar a un sitio por primera vez, al ser similar a alguno de los que
afrontó con éxito en su etapa sensible, lo que le aporta seguridad emocional y reduce al máximo el riesgo de
reactividad o bloqueo.
2. Ofrecerle juguetes interactivos u otros elementos con los que el perro pueda interactuar de manera
voluntaria e intencional, prospectiva, para obtener algo que le interese solucionando algún tipo de problema.
Buscamos con ello desarrollar sus capacidades de resolución de problemas y de empoderamiento de su entorno
objetual.
3. Ofrecerle la posibilidad de interactuar voluntariamente con entornos físicos que generen incomodidad
física y/o emocional, de manera que pueda aprender a gestionarlos de manera autónoma. Si en el punto
anterior le ofrecíamos objetos para interactuar de manera prospectiva, aquí lo que ofrecemos es todo un
entorno objetual dentro del que podrá decidir entrar, elegir la manera de hacerlo y decidir cómo moverse
dentro de él para obtener algo que le interese. Esto aporta un máximo desarrollo del potencial de gestión
autónoma del entorno objetual, empoderándole de él de una manera profunda y consciente. Para trabajar esto
disponemos de dos mini-protocolos: los (A) juegos de avanza y resuelve y las (B) casas de la risa.
Los juegos de avanza y resuelve son situaciones en las que el perro puede entrar por un punto determinado –el
inicio o entrada- a un entorno objetual que le provoca una cierta inseguridad inicial, física y/o emocional y
cruzarlo hasta salir de él por otro punto determinado –el final o meta- de manera voluntaria y manteniendo una
emocionalidad positiva reconocible para obtener algún tipo de refuerzo positivo del ámbito objetual.
Bicho de Fontemordant controlando a la fotógrafa mientras está con uno de sus juguetes.
Fotografía Eva Alda.
Un típico juego de avanza y resuelve sería el recorrido por diferentes tipos de suelos, metálico, trasparente,
inestable… obteniendo refuerzos que le hacen elegir entrar y avanzar por el recorrido de manera voluntaria.

La cadena de tiendas deportivas Decathlon permite a los perros acceder a sus instalaciones, y
allí tienen estas pasarelas para probar zapatos de montaña. Dos por uno para Bicho de
Fontemordant: un sitio nuevo y un juego de avanza y resuelve. Fotografía Eva Alda.

Son situaciones que provocan una cierta inseguridad en el perro, que tiene la opción de no
abordarlas/abandonarlas si esta inseguridad le incomoda en demasía, o de avanzar consiguiendo premios y
refuerzos de diferente índole hasta completar el recorrido.
Las casas de la risa son situaciones en las que el perro tiene la opción de entrar en un entorno objetual que le provoca
una cierta inseguridad inicial, física y/o emocional y permanecer en él durante un tiempo realizando conducta
activa mientras mantiene una emocionalidad positiva reconocible para lograr algún refuerzo positivo del ámbito
objetual.
Como ejemplo de casa de la risa tendríamos las piscinas de bolas en las que hubiéramos colocado comida, de
manera que el perro tiene que entrar en ella e ir apartando las bolas para buscarla. También los laberintos de
sillas que hacen que el perro entre a buscar trocitos de comida entre sus patas, o las piscinas de globos
conteniendo comida, que el perro debe explotar para obtener, son casas de la risa clásicas ¡Pero si lo haces ten
cuidado con los perros que intentan comerse el plástico del globo! Para evitarlo no uses comida húmeda que
lo impregne de un olor apetitoso.
Ofrecemos al perro la posibilidad de abordar un ambiente que no controla por completo y permanecer en él
de manera interactiva, normalmente sin que pueda transitarlo de manera completamente cómoda.
Si nos fijamos, ambos protocolos tienen en común que:
(1) El perro puede elegir si entra o no entra voluntariamente, esto es devital importancia para que nunca se
encuentre en situaciones que sean demasiado para él: si no entra por sí mismo y le forzamos a hacerlo
podríamos estar poniéndole en una situación abrumadora.
(2) El perro puede abandonarlo en el momento en el que lo desee, por losmismos motivos que antes no debe
suceder que una vez dentro sienta que está atrapado35.
Por supuesto lo que sí podemos hacer es ofrecerle andamiaje social e incentivos interesantes –normalmente
en forma de comida muy apetecible- para que decida que le merece la pena afrontar el entorno novedoso y
cruzarlo/permanecer en él. Ese es justamente nuestro trabajo.
(3) Potencian el afrontamiento proactivo, la correcta gestión emocional, lapropiocepción, el autocontrol y la
generación de objetivos mentales prospectivos, así como la gestión de estímulos y/o situaciones aversivas. Lo
que diferencia un juego de avanza y resuelve de una casa de la risa es que en el primero el perro debe entrar y
cruzarlo, yendo del punto A al punto B, para lograr lo que le interesa mientras que el segundo debe entrar y
permanecer allí haciendo algo para obtener su objetivo. Esto es importante para su diseño.
Los juegos de avanza y resuelve son más eficaces para lograr un afrontamiento más corto, activo y resolutivo
de la situación, que prepara al perro para solventar asertivamente situaciones puntuales de incomodidad, al
tener un final marcado, mientras que las casas de la risa plantean una mayor calma, tiempo de permanencia y
afrontamiento calmado, ayudando al perro a desarrollar las capacidades necesarias para optimizar, adaptarse
y positivizar ambientes subóptimos en los que deba permanecer un tiempo.
¿Cuándo y cuánto tenemos que socializar a nuestros cachorros?
Hemos visto lo que tenemos que hacer, pero es necesario incidir en el momento adecuado. Es evidente que lo
ideal es hacerlo durante los periodos sensibles del cachorro, pero eso no implica (-1) ni que sólo trabajemos en ese
periodo, (-2) ni que si por cualquier motivo, una enfermedad del cachorro por ejemplo, se hace imposible o
insuficiente socializarle en ese lapso todo esté perdido.
Durante toda la cachorrez del perro hemos de proveerle de experiencias relacionales y objetuales de calidad, pero
se ha comprobado que déficits de socialización en periodos sensibles pueden compensarse en mayor o menor
medida con trabajo de socialización posterior. Así que el periodo sensible debe considerarse un marco de trabajo
perfecto, pero no exclusivo para socializar al cachorro.
• Más NO es mejor
Tenemos una definición que nos permite ver qué tipos de cosas debemos hacer, pero aún no es suficiente para
empezar a trabajar.
Ya conocemos la medicina, pero aún no sabemos la dosis. Y es bueno recordar el aforismo de Paracelso: en la
dosis está el veneno. Lo que causa el efecto beneficioso de un fármaco es su dosificación, la gente se suicida con las
mismas pastillas que le curarían tomadas en mucha menor dosis. Pero si se diluye demasiado desaparece el efecto
por completo, como sucede con la homeopatía.
Debemos olvidarnos de la idea de “cuanto más, mejor” y determinar objetivamente cuántas situaciones de
socialización son las adecuadas respecto a un periodo de tiempo para que el trabajo sea de calidad.
Ahora hablo con mucha seguridad de que más no es mejor, pero esto no siempre fue así. Yo también tenía la
intuición de que si podía llevar a los cachorros continuamente a lugares nuevos y a conocer otros individuos les
estaría socializando de la mejor manera posible. Yo también he pasado el síndrome del entrenador que vive en el
campo y que siente que no está dándole a su cachorro toda la variedad y cantidad de experiencias que debería, y
he intentado compensarlo dedicando todo mi tiempo libre a llevarle en el coche de un sitio a otro.
Pero hace unos años empezó a intrigarme que se veían muchos perros –en particular de razas sensibles- en manos
de competidores o profesionales del comportamiento canino que mostraban miedos e inseguridades que se
achacaban a una mala socialización. En concreto a déficits de socialización: el perro no había ido a tantos sitios
como debía.
Lo cierto es que había muchos de ellos que recibieron lo que entonces yo creía que era un trabajo modélico de
socialización: desde que el cachorro llegaba a casa con una edad correcta, criado por un criador responsable y
amante de la raza se le empezaba a llevar a mil sitios y situaciones nuevas. Se reservaban tardes para ir al
aeropuerto, a las fiestas del barrio, al centro comercial…
Todos los días se trabajaba para evitar que el cachorro llegara a ser uno de los ejemplares que se afectaban
exageradamente, además en muchos casos los tutores preocupados de estos perros eran profesionales o
competidores del adiestramiento, con un nivel de conocimiento, experiencia e implicación superior a la media.
Al hacer un pequeño censo (sin rigor de estudio) entre conocidos encontré un dato preocupante: en estas razas
sensibles, el porcentaje de perros con miedos/sensibilidades era igual entre aquellos cuya socialización
aparentemente era modélica y entre los que estaban a la buena de Dios, criándose en perreras u otros tipos de
aislamiento.
Esto nos podría llevar a pensar que este problema era totalmente innato y resultaba indiferente lo que hiciésemos
durante el tan temido periodo crítico.
Pero había dos datos que nos decían que esto no era así:
• El primero, el más general, eran los estudios en un abanico más ampliode razas que mostraban que los
individuos aislados tenían más problemas que los que entendemos por bien socializados.
• El otro era más especifico, si tomábamos un tercer grupo de individuosde estas razas, los que se habían
criado con lo que podríamos llamar un nivel intermedio de experiencias de socialización, encontrábamos que eran
estos los que mostraban un número sustancialmente menor de problemas.
Este grupo eran en su mayoría los que vivían y se habían criado con particulares, que llevaban el perro a los
mismos sitios de paseo una y otra vez, también había entre ellos profesionales menos entusiastas, que cuando
podían iban a algún sitio nuevo, pero sin hacer de ello una obligación diaria. Y eran los que tenían más calidad de
carácter en sus perros.
Obviamente se deduce que hay un rango óptimo de salidas a sitios nuevos, pero a mi me interesaba saber el
porqué más que encontrar dicho rango a través de un análisis estadístico.
Intentemos acotar el límite máximo ¿sería bueno que el cachorro estuviera veinticuatro horas haciendo trabajos
de socialización? Parece evidente que no: necesita dormir y descansar en algún momento. Este es el argumento
que, detallándolo, nos permite encontrar los máximos adecuados.
Porque toda experiencia de socialización de las descritas implica generar estrés en el perro, al fin y al cabo el
estrés es una respuesta para adaptarse a lo nuevo y la socialización se basa en gran medida en ofrecer novedades
de diferente tipo al cachorro.
El estrés genera una activación extra del organismo. Aunque se supere correctamente será necesario un tiempo
mínimo para que el perro se recupere y no acumule estrés residual, esto sucede también con los procesos de eustrés
(estrés con valencia emocional positiva).
Al hacer tantas salidas a ambientes nuevos los perros más sensibles se sometían a una activación continua del
estrés: cuando llegaba la siguiente salida aún no se habían podido recuperar, hasta llegar al punto donde la
acumulación de estrés residual hacía el mismo efecto nocivo que la falta de socialización. Y quien piense que no hay
que recuperarse del estrés positivo que después de una vacaciones activas y estimulantes no vuelva a decir que
necesita un par de días de recuperación antes de volver al trabajo.
Por lo anterior, debemos tomar preocupación especial en que el cachorro se recupere y elimine el estrés residual
correctamente: jugando con perros o personas conocidas en un ambiente seguro, recordemos que personas y
lugares habituales (¡y seguros!) son un inductor de calma en mamíferos sociales. Además en la socialización es más
importante la interacción continuada con individuos conocidos (miembros del grupo familiar y grupos con contacto
continuado y frecuente) que la introducción en ambientes nuevos, y nosotros trabajábamos como si el único
elemento socializador fuera lo novedoso. Error.
También el tiempo de descanso es importante. Los masajes ayudan si el perro los acepta (en Dinamarca y Noruega
empiezan a ser habituales los masajistas de perros a domicilio, y los agilitistas son uno de sus principales clientes).
El máximo de socialización es conceptualmente claro: cuando después de una sesión el perro muestra haberse
recuperado por completo del estrés que le ha causado podemos hacer otra.
Con respecto al mínimo de sesiones no es tan sencillo, intenté evaluarlo de manera operativa como hago con las
sesiones de entrenamiento, considerando que estaba en el punto donde no existía un cambio en la dirección
deseada de una sesión a otra, pero al hablar de socialización los cambios a veces son demasiado indirectos o pueden
no producirse por motivo de diferencias en el comportamiento de otros individuos.
El rango mínimo que planteo es de una sesión cada dos semanas para cada uno de los tipos de actividad, pero
esta es una frecuencia que hemos determinado exclusivamente de manera empírica: comprobando que con ella se
obtiene en la mayoría de los casos una socialización saludable, pero quizá el mínimo real sea aún menor. No lo
sabemos.
En todo caso consideramos que la frecuencia óptima de trabajo es de dos, máximo tres, salidas semanales a lo
nuevo –sea un nuevo entorno objetual, o la interacción con nuevos sujetos sociales- y que a partir de ahí empieza
el riesgo de exceso.
¡Pero de jugar con los amiguetes y resolver no hay más límite que el del cansancio! Así que: Más parque y menos
experiencias nuevas. Más juguetes interactivos y menos aeropuertos.
Sí debe señalarse que las experiencias de novedad social tienden a reducir la atención sobre las novedades
objetuales que aparezcan simultáneamente. Teniendo esto en cuenta podemos ajustar aún más nuestro trabajo: el
centro canino a donde acudimos a una jornada de socialización no contará como nuevo entorno si el cachorro solo
se fija en sus nuevos amigos. Esto puede aprovecharse: si nos planteamos llevar los cachorros a un lugar nuevo muy
complicado, como por ejemplo al metro, que sea un grupo y no un solo perro puede facilitar que se fijen un poco
menos en todas las cosas extrañas y las acepten con más facilidad. Porque con los amigos todo es más divertido y
se contempla con otros ojos. Y es que las capacidades sociales de los perros no están solo para que nos quieran,
sino para ayudarles a entender, aceptar y empoderarse de un entorno tan extraño como el de las personas.

Y otro caso concreto más: La educación de los perros jóvenes


Los perros también pasan una adolescencia que puede poner a prueba los nervios de sus familias, conociendo
cómo actuar será mucho más fácil que superemos esta etapa sin desesperarnos, incluso podemos hacerlo divertido.
La madurez sexual de un perro (que suele darse entre los nueve y los dieciocho meses, según la raza y el individuo
concreto) es un momento difícil para él y, en muchas ocasiones, para su familia humana. La efervescencia de las
hormonas puede hacer que se desordene la conducta, incluso en perros en los que era impecable, además el perro
joven se siente físicamente más seguro de sí mismo, con lo que su vitalidad e impulsividad aumentan, lo que puede
causar desajustes en la convivencia familiar y alterar su estado emocional.
El trabajo con un perro joven debe cubrir varias áreas para resultar eficaz a largo plazo, no debemos limitarnos a
intentar limitar sus conductas, pues son la expresión de una serie de cambios físicos y mentales inevitables que
debemos canalizar de manera adecuada. La represión y el castigo como solución pueden dar resultados a corto
plazo, pero a la larga afectarán negativamente al perro y pueden terminar en la aparición de problemas. No estamos
ante un perro “desobediente”, otro paradigma clásico que está equivocado de lo que no es un “buen perro”, sino
ante un adolescente desorientado. Deberíamos ser comprensivos ¡Todos hemos pasado por ello! La prioridad es la
educación.
La educación es el proceso de aprendizaje que busca integrar al perro en su grupo social y hacerle competente en
las relaciones que establezca en él. Por ello es muy relevante enseñarle juegos y acciones que realizar de manera
coordinada y subordinada con los miembros humanos de su familia: Enseñarle a traer y entregar la pelota o juegos
de tirar del juguete hasta que se le indique que lo suelte facilitan que aprenda a formar equipo con nosotros, pero
aceptando nuestra dirección al tener que empezar y terminar los juegos cuando indicamos. Nuestro protocolo de
espacio de juego es un must have del trabajo COGNITIVO-EMOCIONAL con perros que tienen adolescencias difíciles.
Hemos visto que la salud emocional sostiene la salud social: los perros jóvenes suelen ser fácilmente excitables,
la gestión de las emociones es una parte fundamental de una educación correcta. Tenemos que enseñar a nuestro
perro a ser capaz de autocontrolarse, o ante cualquier situación que le altere se subirá por las paredes (en algunos
casos literalmente). Para ello es ideal entrenar su olfato con ejercicios sencillos y divertidos, escóndele unos trozos
de comida por la casa e indícale con una palabra o un gesto que los busque, también puedes hacerlo en el parque
o en el campo poniendo varios premios distribuidos por una zona concreta. Cuando inicies el juego verás cómo se
entusiasma, pero lo bueno de esto es que para poder olfatear con eficacia y conseguir sus chuches necesita
concentrarse y actuar con autocontrol, con lo que en pocas sesiones verás que tu perro ha aprendido a mantener
sujeta esa excitación. Es una lección que aprovechará toda su vida. Además habrás incorporado una nueva y
divertida actividad a la lista de juegos que puedes hacer con tu perro.
También es un momento en el que el perro desarrolla al máximo sus capacidades de propiocepción (sentido que
informa al perro de la posición y estado de su cuerpo) y equilibrio, por eso los adolescentes son tan desgarbados:
han crecido, sus cuerpos son casi adultos, pero aún tienen que aprender a conocerlos y controlarlos. Los perros son
iguales, basta ver un dogo alemán o un San Bernardo de un año para darnos cuenta de que aún no tienen muy claro
qué hacer con todas esas patas. Podemos enseñarles ejercicios simples que aceleren y mejoren este proceso: andar
hacia atrás, rodar… son ejemplos divertidos y eficaces de esto.
Con respecto a la relación con otros perros este es un momento particularmente importante, pues aunque
nuestro joven amigo estuviese bien socializado y fuera amigable es posible que en esta etapa se vuelva un poco
“gallito”, lo que lleva a mucha gente a dejar de juntar a su perro con otros para evitar conflictos. Esto es peligroso,
pues podemos estar aumentando el problema y encontrarnos con un día en el que ya no podamos estar con casi
ningún perro. Lo ideal es acudir a grupos o clases de socialización de perros jóvenes, donde a través de la inducción
de calma, las sueltas controladas y las correcciones adecuadas a los perros que se ponen brutotes (normalmente
“arrestándoles” diez minutos) se consigue mantener la capacidad y buenas maneras sociales del adolescente
canino. Estas clases de jóvenes también incluyen usualmente sesiones de adiestramiento, con particular énfasis en
acudir a la llamada (porque es frecuente que en esta etapa se vuelvan algo “sordos” cuando se les pide que vengan),
y paseos en grupo, que nos ayudarán a que nuestro amigo canino sea sociable con sus congéneres. Esta es una de
las mejores inversiones que podemos hacer, además encontraremos gente con problemas e inquietudes similares
a las nuestras, lo que nos animará y normalmente terminará con la incorporación de un par de buenos amigos con
perro a nuestra agenda ¡Ya tenemos con quienes organizar actividades caninas!

❚ Tabla de las bases sociales de la salud comportamental y la manera de mejorar cada una de
ellas
Tabla 4: Bases sociales de la salud comportamental y protocolos y recursos para su mejora.

❚ La programación del trabajo sobre la salud social (y de la educación, dicho sea de paso)
Hemos visto que, en muchos aspectos, la salud social depende de lo que sucede en porcentajes del tiempo total
de interacciones sociales.
Esto tiene consecuencias, al planificar la mejora de la salud social o al plantearnos una intervención
comportamental referida a comportamientos principalmente sociales debemos adecuar lo que hagamos al objetivo
amplio de alcanzar o mantener los porcentajes saludables de tiempo social de calidad.
A causa de la necesidad de este equilibrio porcentual para mantener la salud social programaremos nuestras
medidas de intervención, tanto para (1) mejorar la salud social, como para (2) trabajar sobre el problema relacional
–en caso de haberlo- de manera que se tome en consideración cómo afectarán al cómputo del conjunto del tiempo
social del perro.
Y no siempre se hace, los entrenadores tendemos a una visión demasiado enfocada en la conducta o la sesión
concreta de trabajo, no dándole la importancia suficiente a la manera en la que nuestro trabajo puntual encaja y
afecta al conjunto de la vida del perro. Una de las ideas que se reiteran en este libro es la importancia de abandonar
el sobreenfoque actual en el problema, mirándolo como a través de una mira telescópica, y empezar a basarnos en
la visión de conjunto, en el gran angular que nos permite ver al perro en toda su extensión.
Recordemos que la educación, el desarrollo de las capacidades de competencia social, es un fenómeno emergente
que superviene del correcto desarrollo e interacción de todas y cada una de las dimensiones de la salud
comportamental: la emocional, la física, la cognitiva y, particularmente, la social. Por ello, enfocarnos en una
situación problemática y trabajar de forma insistente y repetitiva sobre ella podría alterar el balance necesario para
que se construya la salud comportamental. La educación no es la suma del aprendizaje adecuado para cada
situación social, sino la construcción y aplicación de una serie de capacidades de base. Solucionar un problema
relacional que causa peleas en un perro que no tiene intercambios afectivos o actividades conjuntas suficientes y
de calidad es, sencillamente, inviable, porque las capacidades de gestionar conflictos se desarrollan en gran medida
sostenidas por dichos intercambios afectivos y actividades conjuntas.
La educación superviene de un conjunto de características que se dan de manera simultánea y coordinada, no de
la solución de un problema de comportamiento. La educación no surge de la ausencia de problemas sociales, una
vez más el enfoque de “quien no está mal es que está bien” es destructivo para ayudar a nuestros perros a
desarrollar sus competencias en un nivel que les permita su desempeño autónomo en su entorno, en este caso, en
su entorno social. Solucionar problemas de comportamiento no es educar, y los entrenadores todavía tendemos a
pensar equivocadamente sobre este punto.
Es, por ejemplo, usual que al trabajar sobre un problema relacional incidamos tanto en sesiones que “enfrentan”
al perro a su problema, que rompamos los porcentajes saludables de una socialización segura, necesarios para
mantener su salud social. Esta forma de actuar, por desgracia frecuente, va minando su salud social y no permite el
éxito a largo plazo, aunque en el momento podamos controlar la situación concreta que detonaba el problema
relacional. El resultado es pan para hoy y hambre para mañana, podemos estropear cosas más relevantes que la
que arreglamos.
Cualquier intervención sobre la conducta social de los perros debe programarse tomando en cuenta cómo
afectará al tiempo total de interacción social de cada perro concreto.
La consecuencia directa es que suele ser necesario aumentar el volumen de tiempo social de calidad cuando
intervengamos en un comportamiento relacional problemático, y hay que grabárselo a fuego en la cabeza: si hago
tres sesiones semanales en las que llevo al perro a una situación conflictiva será más que probable que tenga que
hacer cinco o seis sesiones de actividades sociales integradoras para que compensen el efecto negativo sobre la
salud social de las primeras.
Una forma fácil de recordarlo es asumir que a cada sesión de trabajo sobre un problema le correspondan al menos
dos sesiones destinadas a dar volumen al tiempo social de calidad del perro.
Es decir, que cualquier trabajo de calidad que toque esta dimensión del perro debe programarse de manera que
aportemos suficiente volumen de tiempo social de calidad como para mantener la salud social en su conjunto.
Existen, como para las demás dimensiones de la salud comportamental, una serie de protocolos que nos permiten
mejorar aquellas bases de la salud social que lo requieran, sin embargo a causa de la amplitud de los factores
determinantes para la salud social, que no se limitan al sujeto concreto, sino que incluyen a todo su grupo social y
sus circunstancias, debe hacerse una lectura amplia de cualquier propuesta de trabajo, entendiendo que su
aplicación influirá en el conjunto de la salud social de cada uno de los integrantes del grupo.

CAPÍTULO 5
SALUD COGNITIVA
“Y comprender qué hizo este valle feliz”
Víctor Hugo.

El cerebro de los perros, como el nuestro, está diseñado para lograr un nivel suficiente de comprensión y control
de su entorno. La visión de que el perro actúa únicamente respondiendo a los estímulos externos que se le
presentan es equivocada e insalubre, debemos abandonarla para que nuestros perros puedan alcanzar la madurez
y salud cognitiva. Los perros – cuando tienen ocasión de hacerlo- actúan de manera intencional y prospectiva para
modificar el lugar donde se encuentran de acuerdo a los objetivos mentales que puedan tener.
La salud cognitiva es el desarrollo y uso cotidiano de las capacidades mentales necesarias para comprender
mínimamente el funcionamiento de su entorno y hacer inferencias sobre cómo puede afectar a dicho funcionamiento
su conducta, permitiendo al perro actuar de manera prospectiva para modificarlo en su beneficio en lugar de
limitarse a reaccionar a él.
La salud cognitiva permite empoderar al perro de su vida, gestionando en un cierto nivel lo que sucede a su
alrededor. Cosas tan sencillas como ver a un perro colocar su mantita de manera que quede abultada para apoyar
la cabeza muestran que tiene la capacidad y la voluntad de adaptar su lugar de descanso a su gusto y que no se
limita a responder al entorno, sino que intenta activamente transformarlo de acuerdo a sus objetivos mentales.
Por desgracia, que los perros no se conformen con lo que hay y lo modifiquen suele generar inquietud en las
personas que viven con ellos, ya vimos que el “buen perro” parece ser el que asume que no debe tocar nada en su
casa. Esto puede llevar al perro a la apatía, al aburrimiento y destruir su salud cognitiva, por ello se hace imperativo
que cambiemos este modelo de “buen perro” y busquemos que entienda cómo funciona su entorno y tenga un
cierto nivel de libertad para adaptarlo a sus deseos, en lugar de aceptar un entorno intocable e incomprensible.

❚ Cuándo se pierde la salud cognitiva de manera general


En general se pierde la salud cognitiva cuando el perro reduce sustancialmente o pierde su capacidad para hacer
inferencias y el interés por modificar su entorno de manera prospectiva.
Lo que se puede operativizar más para facilitar su evaluación:
− Cuando el perro regularmente, varias veces a la semana, no tiene ocasiones de desarrollar y/o emplear sus
capacidades cognitivas o lo intenta pero se le impide hacerlo.
− Cuando el perro pasa muchas horas al día, al menos seis, solo o prácticamente solo y casi todo o todo el tiempo
lo pasa casi completamente quieto.
− Cuando el perro no tiene acceso frecuente, en casi todas las ocasiones en las que permanece solo, a ninguna
forma de ocio individual que implique resolución de tareas y activación cognitiva, o lo tiene, pero no sabe, no
puede o incluso se le corrige por llevar a cabo dichas tareas de entretenimiento.
− Cuando el perro es completamente dependiente de otros sujetos sociales para desarrollar y mantener, que no
para iniciar, tareas activas para su propio entretenimiento y diversión.

Las bases de la salud cognitiva


Al igual que hemos hecho con las restantes dimensiones, podemos definir los aspectos más fundamentales que
dan soporte a la salud cognitiva para facilitar su evaluación operativa y plantear líneas de trabajo para mejorarla o
mantenerla.
1. Solución de problemas
2. Interacción prospectiva con el entorno
3. Nivel de empoderamiento respecto al lugar donde vive
4. Relaciones sociales saludables

❚ Solución de problemas
El perro necesita interactuar frecuentemente con situaciones novedosas en las que deba actuar de manera
intencional e innovadora para llegar a una solución exitosa, que sea gratificante para él.
Los perros deben emplear de manera sistemática sus capacidades de prospección, inferencia y resolución de
problemas para tener una salud comportamental óptima, pues son elementos centrales en la construcción de una
cognición operativa y afinada.
Quizá donde más se han generalizado prácticas que afectan negativamente a la salud cognitiva por parte de los
profesionales del entrenamiento es respecto a este punto. El empleo de refuerzos ciegos en lugar de referenciales,
el abuso y mal uso de reforzadores condicionados como el clicker a través de procesos de moldeado libre, tiene
múltiples efectos nocivos, sociales, emocionales y cognitivos. Más adelante tienes mucha información sobre
refuerzos referenciales y ciegos.
A nivel cognitivo se ha observado de manera repetida que los perros entrenados continuada y consistentemente
con refuerzos ciegos, son incapaces de hacer inferencias y solucionar problemas para acceder a refuerzos
referenciales ¡¡De hecho son perros que no pueden emplearse en investigación cognitiva porque esta manera de
enseñarles daña sus capacidades de gestión prospectiva y autónoma del entorno!!
Afortunadamente la capacidad de solución de problemas, al contrario que el resto de las bases de la salud
cognitiva, no requiere activación prácticamente diaria. Con que el perro disponga de varias ocasiones para
resolverlos cada mes podremos mantener la salud cognitiva. Muchas veces, basta con salir al campo para que el
perro encuentre situaciones que le estimulen a ello: cómo acceder a una madriguera interesante, cómo encontrar
su pelota en un lugar nuevo, lleno de olores y estímulos, o localizar el palo que le hemos tirado entre un montón de
palos…

Cuándo la solución de problemas afecta a la salud cognitiva


Cuando el perro ante situaciones en las que podría obtener algo de interés realizando una conducta innovadora
y prospectiva accesible no intenta resolver la situación a través de nuevos rumbos conductuales, sino que se limita
a ofrecer una tras otra las conductas que ha entrenado o se queda quieto esperando a que le guiemos hasta la
solución.
Cuando el perro ni en casa, ni durante sus salidas encuentra situaciones problemáticas que desee resolver para
obtener un refuerzo referencial deseado y apetecible, o aparecen estas situaciones, pero el perro no intenta
resolverlas o se le impide sistemáticamente hacerlo.

Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la solución de problemas: a pensar se


aprende
Cuando se apuntan a nuestros cursos para formar profesionales de la educación canina algunos alumnos
(humanos) se muestran intranquilos e inseguros, saben que les espera una importante carga conceptual y que
deberán aprender muchas cosas nuevas. Tan solo hace falta mirar este libro ¡es más grande que algunos coches
que he tenido! Entonces se acercan a los profesores y exponen su preocupación: “es que hace muchos años que no
estudio”. Y lo que dicen con esto es que no están todo lo entrenados para usar alguna de sus capacidades cognitivas
como sospechan que les puedan requerir las clases. Esta es una inquietud lícita, por eso nuestras clases empiezan
con una didáctica muy guiada, segura y garantista (otra cosa es nuestro curso avanzado).
Los perros también necesitan entrenar sus capacidades de solucionar problemas, no necesariamente mucho, no
todos harán actividades complejas y sofisticadas, pero sí un mínimo para cuidar su salud cognitiva.
Cuando alguien practica adiestramiento COGNITIVO-EMOCIONAL, que tiene una fase de trabajo llamada de
compresión de la conducta, basada en la solución de problemas y diseñada de manera que el perro necesita resolver
un problema para lograr el avance que desea, está bastante a salvo de riesgos.
Pero no adiestraremos a todos los perros en cuya salud intervengamos, y a los que necesitaremos darles una
activación suficiente. Todos los perros necesitan retos cognitivos para mantenerse activos.
Plantearles situaciones que deban resolver de manera que la solución correcta no resulte evidente, teniendo que
modificar o utilizar de manera innovadora sus capacidades es la base que sostiene la salud cognitiva: dificúltale
entrar en su cama poniéndola de pie, y ayúdale a girarla para poder usarla, déjale comida dentro de un trasportín
con la puerta entreabierta y que se las ingenie para terminar de abrirla y entrar, todos esos ejercicios suponen un
problema y son un inicio para el trabajo de mejora de sus capacidades cognitivas, de su empoderamiento del
entorno y su autonomía y, por tanto, de su felicidad.

❚ Interacción prospectiva con el entorno físico


La interacción prospectiva implica que el perro debe interactuar con su entorno físico cotidiano, explorarlo,
cambiarlo y gestionarlo a través de conductas que le permitan el acceso a reforzadores referenciales.
Resolver juguetes interactivos, buscar comida escondida al quedarse solo o explorar olores interesantes evitan
que el perro atrofie sus capacidades de cognición física u objetual.
Un perro saludable debe interactuar de manera proactiva y no reactiva con su entorno, es decir iniciando él la
interacción de manera voluntaria, pudiendo proyectar lo que logrará con su comportamiento, lo que le permite
desarrollar/mantener sus capacidades de prospección e inferencia.
Por supuesto no quiero decir que pueda hacer lo que quiera, no hagamos lecturas ligeras, sino que debe tener la
ocasión de hacer algunas cosas, que podemos diseñar y proveer nosotros, para interactuar con su entorno de
manera cotidiana.

Cuándo se pierde la salud cognitiva respecto a la interacción con el entorno


Cuando el perro no interactúa con su entorno casi a diario, modificándolo para obtener algún beneficio,
incluyendo el placer de explorar o probar nuevos comportamientos con frecuencia, sino que se limita a permanecer
quieto o prácticamente quieto cuando no tiene ocasión de relacionarse con otro/s sujeto/s.
Cuando el perro no sabe o no puede actuar de manera prospectiva respecto a su entorno casi a diario, es decir
no puede plantear con frecuencia rumbos conductuales plásticos para alcanzar objetivos mentales prefigurados.

Cómo mejorar la salud comportamental respecto a la interacción prospectiva con el entorno:


de mírame y sí me toques
Cuando entrevisté a Juliane Kaminski me contaba cómo los perros que habían sido entrenados mediante
moldeados a través del uso más “tradicional” (que ya sabemos que es una manera elegante de decir antiguo y
obsoleto) del clicker no podían ser sujetos de investigación cognitiva porque en situaciones experimentales en las
que debieran plantear pensamientos prospectivos, en las que debieran proyectar cómo planificar su conducta para
solucionar un problema, eran incapaces de hacerlo, ofreciendo conductas sin ninguna relación con la situación para
ver si se las clickaban y les daban su premio. Sencillamente el entrenamiento había destruido su capacidad de
plantearse problemas que implicaran su interacción prospectiva con el entorno36.
Y es que es una pena sustituir los refuerzos referenciales y los objetivos mentales por un baile ciego de conductas
en espera de que los dioses del refuerzo ciego decidan que algo les agrada y le premien por ello.
Para evitarlo podemos hacer varias cosas:
Los (1) juguetes interactivos, aquellos en los que los perros saben que su comida está dentro, le permiten al perro
generar objetivos mentales sobre lo que desea obtener y planificar rumbos conductuales para alcanzarlos.
Sin embargo, es importante recordar que las primeras veces que el perro interactúe con el juguete debemos estar
presentes y facilitar que entienda cómo podrán solucionar el problema, pues, como nosotros con los videojuegos,
si encuentran las primeras experiencias demasiado difíciles podrán frustrarse, abandonando el juguete o buscando
maneras alternativas de alcanzar la comida que pudieran ser peligrosas, como arrojar el juguete contra las paredes.
Para facilitarles la comprensión podemos poner comida más abundante o trocitos más pequeños para que salgan
con más facilidad, podemos realizar nosotros la acción delante de ellos para promover su aprendizaje social o
ayudarles a completarla cuando estén interactuando correctamente pero sin alcanzar el éxito.
Por supuesto, no es necesario comprar juguetes comerciales, agujereando botellas de plástico o aprovechando
viejos tupper-wares podemos crear nuestras alternativas caseras. Todo depende de nuestro ingenio y nuestra
destreza.
Una evolución de esto son los juegos interactivos de (2) búsqueda del tesoro en los que le escondemos algo de
interés –típicamente comida o un juguete- en su entorno teniendo que abrir cajones o puertas, mover muebles y
acciones similares de modificación de su entorno para alcanzar su objetivo. Y si es en un jardín tenemos cientos de
posibilidades para esconder tesoros y mantener a nuestros perros intensamente ocupados buscándolos.
Los juguetes y juegos interactivos suelen ser la base de la mayoría de trabajo de enriquecimiento ambiental que
se realiza con perros, pero podemos ir más allá.
Hay un nivel superior, que ampliaremos más adelante, plantearle (3) tareas, en las que deba seguir reglas más
complejas para alcanzar su objetivo mental.
Estas opciones funcionan también como ejercicios de solución de problemas, por lo que matamos varios pájaros
de un tiro (vaya expresión chunga para este libro, deberíamos decir “liberamos varios pájaros de un tiro”):
enriquecimiento ambiental, autocontrol emocional, solución de problemas e interacción prospectiva con su
entorno.
También conseguimos que el perro interactúe de manera prospectiva con su entorno durante las (4) salidas al
campo, donde encuentran el rastro de conejos y otros animales, pudiendo seguirlos interactuando con su entorno:
cruzar un matorral o meterse dentro de él, saltar una ruptura del terreno o rodearla… permite que el perro proyecte
su conducta de manera interactiva e intencional. Las salidas al parque, con todo bien conocido y sin rastros de
animales ni otros olores excitantes e inusuales no pueden competir con esto, por grande y espacioso que sea
nuestro parque.
Pero sí podríamos prepararles (5) parques de olor: usar un espacio para marcar pistas (simplemente arrastrando
algo que huela), algunas continuas, otras intermitentes y colocando a veces sí a veces no algo al final de dicha pista.
Puedes simplemente dejar puntos fijos de olor frotando una superficie con algo que deje olor. Dichos puntos
pueden estar en el suelo, en una pared o árbol, a veces a su altura, otras exigiéndole buscar alguna forma creativa
de explorarlas, como encaramarse o subirse a algún lugar… Elige superficies y olores que no lleven al perro a
comerse algo que no deba: untar queso en las almohadas del sofá no es un punto de olor: es una estupidez y una
guarrada.
Estos parques además de hacerles interactuar con su entorno pueden usarse, eligiendo unos u otros olores, para
favorecer la activación o la calma según convenga a cada perro (por ejemplo: activar a perros deprimidos o
geriátricos, calmar a perros con problemas de estrés o ansiedad… ) y en cada momento.
El olfato es un sentido muy relacionado con la emoción, al recibir la mayoría de los olores el perro tendrá
reacciones emocionales inevitables. Algunos olores resultaran muy excitantes y tenderán a activar al perro,
mientras que otros potenciarán la concentración relajada y resultaran calmantes.
Con juguetes y juegos interactivos, tareas, salidas al campo y parques de olor tendremos una panoplia de
herramientas para lograr comportamientos prospectivos de manera regular. Porque todos los perros deberían
tener la posibilidad de interactuar prospectivamente con su entorno de manera frecuente, al menos varias veces a
la semana.
❚ Nivel de empoderamiento respecto al lugar donde vive
En realidad esto puede ser considerado como una ampliación o especialización del punto anterior, pero referida
a una parte concreta y limitada de todo el entorno físico: su casa.
El perro pasa allí muchas horas y, tanto por la cantidad del tiempo, como por ser el lugar de descanso, de
interacciones afectivas tranquilas con su grupo social y por los innatismos relacionados con estos lugares, es muy
relevante que pueda controlar y modificar en cierta medida lo que sucede allí.
Para ser feliz el perro debe sentir que comprende y maneja –hasta cierto punto- el lugar donde vive, ya he dicho
que es frecuente buscar que el perro no actúe sino como un invitado cuidadoso: sin tocar nada y restringiendo su
comportamiento a conductas que al final se reducen a estarse quietecito. Esto es tremendamente limitante para su
salud cognitiva.
Cosas tan sencillas como llevar su manta al lugar deseado para descansar, recolocarla para apoyar más
cómodamente su cabeza o buscar sus juguetes de manera autónoma cuando está solo y se aburre, permiten que el
perro se empodere de su casa. Incluso la posibilidad de elegir diferentes lugares de descanso o interacción lúdica
dentro de ella mejora sensiblemente su calidad de vida.

Cuándo el perro no está suficientemente empoderado del lugar donde vive


Cuando no tiene la posibilidad de elegir entre varios lugares dentro del lugar donde vive para descansar o jugar.
Cuando el perro no realiza o no se le permite realizar ninguna modificación en el lugar donde vive de manera
autónoma.
Cuando el perro al permanecer solo no dispone de opciones, o no las utiliza nunca, de ocio individual interactivo,
típicamente juegos interactivos y enriquecimiento ambiental olfativo, auditivo y/o visual.

Cómo mejorar la salud comportamental respecto al empoderamiento del entorno: el mundo


en sus patas
Una primicia mundial es nuestra propuesta de actividades de empoderamiento del entorno para perros.
Porque un “buen perro” no es el que está ocho horas solo sin hacer nada en casa, ese al que pedimos que se porte
como un invitado en su propio hogar, ese es un perro aburrido.
Y el enriquecimiento ambiental actual es rígido, no permite al perro elecciones, es como tener una video consola
con un solo juego, o peor, que cada vez nos dejen un único juego ¡¡y lo elijan nuestros padres!! El enriquecimiento
ambiental actual puede distraer al perro, pero es insuficiente para empoderarle de su entorno objetual. Más bien
busca que al perro no se le ocurra intentar modificarlo.
Pero un perro debería ser capaz de modificar su entorno físico de manera adecuada, sin ser destructivo, para
adaptarlo a sus necesidades y crear sus propias opciones de descanso, ocio y enriquecimiento ambiental. Debería
ser capaz de decidir e instrumentalizar en cada ocasión cómo divertirse de acuerdo con su estado emocional, de
manera autónoma, pero respetuosa.
Porque una de las cinco “libertades” (palabra que se usa para evitar decir “derechos”, que sería lo justo) que se
deben asegurar a los animales no humanos que viven entre nosotros es la posibilidad de desplegar patrones
comportamentales propios de la especie ¿ocho horas sin hacer nada es propio de la especie canina? ¿o es que me
confundo y la especie es canis petrea?
Tengo la convicción de que este protocolo de acciones de empoderamiento es una de las herramientas de acción
más poderosas para la revolución gestionalista, para el cambio de paradigma basado en la salud comportamental y
en el desarrollo de la autonomía del perro: porque es necesario redefinir por completo la manera de ser “un buen
perro”.
Y esta vez me encantará ver cómo la gente da vueltas a la cosa para decir eso de “... esto ya lo hacía yo antes” ;-)
Las acciones de empoderamiento buscan guiar al perro hacia una autonomía significativa a la hora de modificar
intencionalmente su entorno, a que sean capaces de disfrutarlo de manera autónoma. Y nos enfocamos en dos
áreas: juego y descanso.
• Pepe y Gastón, reinventando lo que es un “buen perro”
Pero se hace necesario contar cómo se nos ocurrió la idea de las acciones de empoderamiento, o, para ser más
exactos, a quiénes se les ocurrió: porque fueron Gastón y Pepe, respectivamente los malinois de Eva y de Javier
Moral, jefe de estudios de EDUCAN y revisor/corrector de este libro, los que tuvieron la idea original y nos la
propusieron.
Potenciar la cognición y el gusto por la solución de problemas sistemática y regularmente en los perros, tanto al
adiestrarlos, como en la vida diaria trae consecuencias que van mucho más allá de cambiar su manera de trabajar,
hacerse independientes de refuerzos o estar más felices: empiezan a expresarse, moverse y actuar de maneras
completamente inesperadas. Puesto que la mente es un fenómeno emergente era lógico suponer que si se
potenciaban muchos de los procesos que la componen pudiera desarrollarse de modo más poderoso.
Pepe y Gastón, que desde cachorros tuvieron una educación cognitiva, que promovía su libertad y su autonomía,
desarrollaron algunas estrategias conductuales que reflejaban su empoderamiento del entorno físico, y que nos
sorprendieron y nos sirvieron de base para las actividades de empoderamiento.
Pepe y el empoderamiento del juego
Pepe se construye sus propios juguetes interactivos, mostrando una capacidad de gestión del entorno objetual
impresionante. Lo que hace cuando se le da una pelota o, más frecuentemente: cuando la coge el solito, es buscar
un sitio donde pueda dejarla caer, de tal manera que luego alcanzarla sea posible, pero exigente: cuando llegó a
nuestra casa eligió un sofá, que es relativamente bajo y le exige tumbarse y alcanzar la pelota con su pata delantera,
moviéndola hasta sacarla.
Este sofá era ideal para él, por el ancho era capaz de alcanzar siempre la pelota, pero según dónde quedase podía
ser complicado y largo conseguirlo. Justo lo que uno quiere de un juego.
Al tiempo pusimos un diván de dos plazas, anchísimo, en otra parte de nuestro salón, era un mueble que
incorporamos para poder tumbarnos a ver la tele con nuestros tres perros tumbados con nosotros. O sea que era
realmente grande.
Nada más verlo Pepe se entusiasmó, era para él como encontrar la última versión de Super Mario, y empezó a
esconder su pelota bajo el diván para jugar a alcanzarla. Lamentablemente el gran tamaño del mueble, junto a que
estaba encajado en una esquina, impedía muchas veces que lograse alcanzar la pelota. Pero cuando un perro hace
tan suya como Pepe una casa, cuando interactúa de manera tan inteligente con el entorno, se merece un poco de
apoyo institucional, así que ahora cada vez que Pepe se queda en casa, despegamos el diván de la pared para que
cuando esconde su pelota pueda buscarla desde todos sus lados. Qué menos con un perro que no se limita a
entretenerse con “videojuegos”, sino que es capaz de programarlos él solo.
Pepe, Ghost du Bois de Vermont, tirándose –literalmente- a la piscina para jugar. Fotografía
Javier Moral.

Cómo empoderar al perro del juego


Enseñar al perro a jugar de manera autónoma, a ser él quien pueda activar, mantener en marcha y terminar
(gestionar, vaya) juegos individuales, permite que se divierta cuando está solo, sin depender de nosotros.
Existen dos opciones principales, (1) que el perro ponga y mantenga en marcha su pelota para perseguirla y
cobrarla, y/o (2) que coloque un juguete en un lugar de acceso complicado, pero posible, para montarse un juego
de búsqueda del tesoro, como hacía Pepe.
Para que el perro aprenda a activar su pelota para perseguirla empleamos dos estrategias principales, enseñarle
a (a) botarla o enseñarle a (b) dejarla caer por alguna cuesta o lugar que la ponga en movimiento. La ventaja de la
primera es que el perro podrá jugar en cualquier lugar en el que disponga de la pelota (si le hemos llevado a una
exposición de porcelana china nos bastará con guardarla), la segunda permite a aquellos perros que, como los míos,
tienen cuestas pronunciadas en el jardín, “lanzarse” bien lejos la pelota a sí mismos.
(a) Le damos al perro una pelota, de tamaño adecuado37, de un material que la haga botar mucho, en un sitio
amplio y con un suelo suficientemente duro como para potenciar el bote cuando caiga. Le pedimos que suelte
o le ayudamos a hacerlo de tal manera que la pelota caiga, cuando bote la tocamos ligeramente, empujándola
para modificar su trayectoria y/o impulsándola para que bote con más intensidad. Dejamos al perro ir a por
ella y cuando la tiene reiniciamos la secuencia (si no sabe traer podemos tenerle con una correa larga fijada a
un collar ancho y cómodo o a un arnés de espalda para ayudarle a acudir, de manera similar a como se explica
en la construcción del espacio de juego). En pocas repeticiones el perro dejará de esperar a nuestro toque en
la pelota para iniciar su persecución.
Lo siguiente, y el paso más trabajoso, es que la suelte de manera espontánea, para ello, y siempre logrado lo
anterior, será sujetarle a nuestro lado con ella en la boca, hasta que espontáneamente la suelte, momento en
el que le dejamos perseguirla. Cuando ante la aburrida situación de estar parado con la pelota en la boca (no
le dejamos tumbarse a mordisquearla) el perro empiece a preferir soltarla y botarla habremos logrado nuestro
objetivo.
Es muy importante no confundir esta forma de jugar del perro con los juguetes que le mantienen activo tras
ellos porque ruedan, pero por su tamaño, material resbaloso u otra característica no puede sujetar
tranquilamente con la boca, sino que “escapan” de él cuando los muerde, reactivando sus ganas de perseguirle
y cobrarle. Con estos juguetes el perro se sobreexcita y, una vez que empieza a jugar, no tiene el control
completo de cuándo parar (no puede sujetar quieto el juguete con la boca). Las únicas opciones son perseguir
o abandonar. Para un empoderamiento saludable el perro debe tener opción de elegir quedarse
tranquilamente tumbado con su juguete cobrado, como sí sucede con nuestra propuesta.
(b) Empezamos igual que antes, le damos al perro una pelota u otro juguete de similar tamaño, y le llevamos
hasta un lugar donde le pidamos que la deje caer, y al hacerlo, por las características del sitio, se le dificultará
recuperarla: puede ser el lateral de un mueble bajo el que deba deslizarse para recuperarla, una cubeta de agua
donde se aleje flotando, se hunda –esto le encanta a Pepe que considera las piscinas como lugares para
divertirse con sus juguetes- y/o se vuelva más resbalosa y difícil de atrapar (pero siempre que sea posible asirla
firme y calmadamente con la boca, evitando, como decíamos antes, que sea imposible agarrarla). Una vez la
ha soltado le dejamos y animamos a volverla a cobrar, a partir de aquí actuamos como en el punto anterior,
esperando primero a que él solo –aquí suele ser más rápido que cuando la pelota únicamente botainicie la
recuperación de la pelota nada más soltarla y, después, haciendo que la sujete de manera aburrida hasta que
elija reactivar el juego soltándola por sí mismo.
(c) Por supuesto, podemos combinar las dos opciones anteriores y adaptarlas. Debemos explorar cuáles son
las mejores opciones para cada perro en cada casa: quizá tengas una leñera donde dejar caer la pelota que le
tenga un buen rato buscando o una buena cuesta como yo. También puedes añadir algunos elementos, yo puse
grandes bebederos de caballo, que pueden fijarse con unas asas de manera que no se vuelquen, para que
pudieran jugar a “pescar la pelota flotante”.
• Empoderado, pero no todopoderoso
Ahora imagino a muchos lectores temblando ante la idea de que su perro pueda destrozar la casa a base de botar
la pelota y perseguirla como loco, tirando la televisión, arramblando con los muebles tras los que ha caído y, en
general, montando en su salón la típica estampa cómica de destrucción total que solíamos emplear hace unos años
para publicitar nuestros servicios de corrección de conducta.
Es un temor lícito, podría suceder si no le ponemos límites.
Porque el empoderamiento necesita de fronteras, son necesarias para que la libertad del perro sea compatible
con su vida familiar, con su vida con otros perros y personas.
Empoderar al perro nada tiene que ver con convertirnos la vida en una asfixiante espiral de ropas tiradas por el
suelo y pérdida de nuestro bienestar, al menos cuando se hace correctamente y no entramos en una espiral happy
flower/demagógica para demostrar (y mostrar al mundo) que somos los más prolibertad, y esos rollos.
Una de las necesidades principales de una educación para la libertad –en cualquier especie- es la de establecer
los límites en los que podría convertirse en invasiva para los demás.
Para enseñarlos respecto a este tipo de juego individual y autónomo ofreceremos al perro, una vez montado el
trabajo de empoderamiento, la pelota o juguete (1) cerca de algún mueble o lugar que le pueda parecer atractivo
para montarse una búsqueda del tesoro, pero que queramos vetarle a tal fin o (2) en alguna habitación o lugar
donde no queramos que quiera ponerse a botar la pelota. El perro tendrá puesto un collar ancho al que sujetaremos
una correa, cuando intente empezar a jugar de la manera que deseamos limitar le indicaremos que es una opción
inadecuada con el no informativo, si usamos el código de comunicación COGNITIVOEMOCIONAL, u otra palabra que
deseemos usar si no es así, y le llevaremos hasta un lugar adecuado para esconder o botar la pelota
respectivamente, donde le dejaremos hacerlo, felicitándole por ello. Así aprenderá dónde puede montárselo y
dónde no.
Por supuesto, un perro en circunstancias de especial activación podría saltarse estos límites. Esto le sucedía a
Gastón cuando había bastantes invitados en casa, la sobreactivación social, cuando no le hacían todo el caso que
desearían, le llevaba a intentar jugar en lugares no permitidos. Así que decidí que cuando se daban estas situaciones
le retiraba su pelota de hacerse jugar a sí mismo, y le planteaba un relajante trabajo de olfateo por el jardín.
Empoderar a los perros no está exento de riesgos, que se compensan sobradamente con los beneficios que se
obtienen, pero no es ese “salto al vacío” que parece que sienten los entrenadores más tradicionales cuando se les
plantea la idea de que el perro pueda actuar de manera autónoma, en particular respecto a conductas de juego
activo donde perdemos el control económico de un recurso valioso.
Gastón y el empoderamiento del descanso
Gastón por su parte nos mostró un especial interés en dónde descansar, intentaba volver cómodos aquellos
lugares donde podía contemplar la vista, lo que descubrimos por una acumulación de pruebas circunstanciales: en
nuestra terraza le colocábamos su colchón lo más pegado a la pared de la casa, pues así estaba más protegido, pero
en pocos días siempre terminaba al borde mismo, donde tumbado podía disfrutar de la vista. Cuando estaba en el
salón elegía para tumbarse el sofá, pero no la parte amplia y cómoda destinada a que se sienten las personas, sino
que subía al respaldo y trabajaba para “aplastar” los almohadones de manera que pudiera usarlos para tumbarse.
Así que diseñamos esta actividad con él, para facilitarle sus objetivos, se trata de que ayudemos al perro a (1)
agarrar con la boca una alfombra o cama en la que le guste tumbarse, a (2) llevarla hasta un lugar apetecible de
descanso: un sitio con sol, el lugar de reunión de la familia, un lugar con vistas en el caso de Gastón o, en muchos
perros que adoran entrar y tumbarse en su trasportín38, meterlo dentro de este, y una vez allí ayudarle a (3) soltarla
y (4) tumbarse a descansar (¡no puede ser una orden de tumbado!) en ella.
Nosotros iniciamos este juego con el perro cansado, sea física o mentalmente, para facilitar que al terminar le
resulte fácil y apetecible descansar en su alfombra o cama. Este es quizá el prerrequisito más relevante, pues es
fácil enseñar a un perro a desplazar un objeto llevándolo en su boca. Lo difícil es que conecte esa acción con
descansar. Es muy difícil encontrar un balance perfecto entre ganas de hacer y ganas de descansar.
Creo que las mantitas que aún hoy rompe ocasionalmente Gastón se deben a que cuando iniciamos este trabajo
estaba demasiado activo, y eso, junto a su fuerte pulsión de mordida, hacían que cuando llegaba al lugar de
descanso necesitara descargar un poco de energía antes de poder relajarse. Intenté cansarle completamente
jugando y dando previamente largos paseos, pero entonces no le apetecía agarrar la mantita y trasportarla: prefería
dormirse en ella estuviera donde estuviera. Quise compensar esto colocándosela colgada, de manera que fuera
imposible tumbarse, pero se limitaba a usar la boca para descolgarla y, según cayera, se tumbaba sobre ella sin
trasportarla.
La solución en su caso fue sustituir el cansancio físico por cansancio mental, le daba su ración de comida muy
dispersada por el jardín. Tardaba más de media hora en encontrarla y consumirla, y después de esto sí que deseaba
encontrar el lugar de descanso óptimo para relajarse.
Encontrar cómo inducir en el perro, en cada perro, ese estado emocional en el que se desea descansar en un lugar
elegido, en lugar de seguir jugando o desplomarse por el agotamiento es el elemento más significativo para el éxito
en este trabajo.
Gastón, Asturbox Edipo, a veces se lleva su mantita a la cama para usarla como almohada. La
nuestra no debe parecerle lo bastante cómoda. Fotografía Eva Alda.

Una vez conseguido el estado emocional adecuado, lo siguiente es lograr que el perro no se exceda en su
entusiasmo al morder la manta cuando se la ofrecemos ¡después de todo le estamos ofreciendo una ocasión que
fácilmente puede ser interpretada como una invitación a jugar a morder y tirar! Para ello el perro lleva un collar
ancho y cómodo, al que tengo atada la correa, para que, cuando agarra la manta con la boca, le podamos guiar con
ella suavemente hacia el sitio óptimo de descanso (que será diferente en cada perro y en cada situación, buena
parte del trabajo previo consiste en definir dónde preferirá descansar ese perro en ese momento). Al ayudarle a ir
con la correa se minimiza la tendencia a disputar o romper la manta, potenciándose que la sujete durante el
desplazamiento sin dejarla caer.
El último punto será, llegados al lugar de descanso, pedirle que la suelte y ayudarle a tumbarse en ella. En algunos
perros puede bastar con pedirle soltar y señalarle la mantita para que se tumbe, pero en perros con más pulsión de
mordida podemos incluir alguna pequeña acción relajante tras soltar: podríamos llevarle al espacio de calma, por
ejemplo. En el caso de Gastón en ocasiones le esparcía algo de comida por el suelo para que, además del efecto
relajante típico del olfato, tuviera que hacer un último esfuerzo de búsqueda que le terminara de agotar
mentalmente, como en su caso el lugar donde llevábamos la alfombra era la amplia terraza de casa, al terminar con
la comida no había otro lugar de descanso cómodo y cercano.
Habrá observado (el lector crítico) que he hablado del riesgo de exceso de entusiasmo al morder su camita y de
cómo evitarlo, pero no del caso contrario: qué hacer cuando al perro no le gusta jugar a morder y no tiende a cogerla
con la boca al ofrecérselo. No lo he mencionado porque en estos casos no tenemos éxitos sistemáticos en este
protocolo.
Aunque existen muchas observaciones de perros sin gusto por los juegos de mordida que desplazan sus camas
hasta los lugares de descanso que prefieren, no logramos (nosotros, en este momento, quizá lo consigamos
mañana, o mejor: quizá seas tú quien sistematice cómo hacerlo) enseñarlo de manera consistente a perros que no
hubieran mostrado ya tendencia a hacerlo, en cuyo caso estamos moldeando y haciendo crecer lo que ya aporta el
perro, pero no enseñándolo por completo.
También debemos plantearnos qué limites debe respetar el perro a la hora de buscar su descanso: quizá no
consideremos adecuados todos los sitios en los que desee hacerlo (nuestra cama o sillón favorito), ni que agarre
cualquier cosa que pudiera usar como mantita (nuestra colcha, el abrigo que hemos dejado sobre la silla…). El
trabajo es muy sencillo:
(1) Respecto a la elección de la cama: pondremos al lado de la mantita ocama adecuadas otras opciones
inadecuadas, como abrigos, mantas nuestras u otras que sepamos que podrían tentarle. Le indicamos que
agarre su camita, si elige una inadecuada le informamos de que su elección es incorrecta con el no informativo
y le pedimos que elija nuevamente. Cuando elige la suya le confirmamos la elección con el muy bien, y
continuamos la secuencia de transporte de la camita al lugar de descanso. Empleo las indicaciones del código
de comunicación que aprenderás a enseñar más adelante, pero recuerda que siempre puedes elegir otra.
(2) Respecto al lugar para descansar: indicamos al perro que agarre y transporte su manta o camita cerca de
algún lugar de descanso vetado, pero apetecible para él. Si intenta ocuparlo le indicaremos que su elección es
incorrecta y le ayudaremos a dirigirse hacia un sitio lícito y apetecible actuando de manera equivalente a la del
punto anterior.
Por supuesto, si durante el trabajo de empoderamiento de su descanso hace intenciones de agarrar como cama
algo inadecuado o de dirigirse a un sitio vetado, no tendremos que esperar hasta el final para informarle de que es
una opción incorrecta con el no y para ayudarle a elegir la correcta, sino que lo haremos en ese mismo momento.
Aún así suele ser conveniente realizar la fase final de entrenamiento de límites.
• Y mañana más
Es importante señalar que las acciones de empoderamiento son el protocolo más nuevo y menos ensayado de
cuantos planteo en este libro, lo que hace que sus posibilidades estén menos desarrolladas de lo que podrían. Será
labor de los lectores seguir desplegándolo, empleando sus capacidades, conocimientos y observaciones casuales de
perros que, de algún modo, se han empoderado de su entorno (recuerdo que una alumna al exponer este protocolo
recordó a la perra de su abuela, que se tiraba a sí misma la pelota escaleras abajo varias veces cuando deseaba
jugar).
Quizá mañana podamos enseñar a un perro a abrir o cerrar las cortinas cercanas a su lugar de descanso para
disminuir la luz o tener un paisaje que observar a través de la ventana, según prefiera, quizá podamos ayudarle a
descubrir que puede. Quitémonos de la cabeza esa idea de que un perro que “juega solo” es algo triste, patológico 39
o amenazante para nuestra posición de “líderes” (que sustentan ese “liderazgo” en el control férreo y
administración cicatera de los recursos).

❚ Relaciones sociales saludables


Es relevante señalar que la salud cognitiva depende también de la salud social, pues la cognición social, destinada
a relacionarse competentemente con otros sujetos, es de máxima relevancia en los mamíferos sociales. En este
apartado nos hemos centrado más en la cognición objetual o física porque los diferentes aspectos de la cognición
social se han visto y se seguirán viendo dentro de la dimensión social del perro. Creo que haciéndolo de este modo
analizar el comportamiento, y posteriormente intervenir en él, resulta más sencillo, operativo y aplicable.
En todo caso el lector puede considerar que se repite aquí lo dicho al hablar de las bases de la salud emocional
sobre relaciones sociales saludables, o incluso todo lo expuesto al hablar de la salud social.
Pero lo que sí es interesante exponer es alguna cosa sobre cómo mejorar la salud comportamental en este punto
que está directa, clara y unívocamente relacionado con la cognición.

Cómo mejorar la salud comportamental respecto a las relaciones sociales: ¿nunca te has
aburrido de estar entre gente simple?
Cuando se recomienda decirle a los perros siempre las mismas cosas, en el mismo tono neutro para que nuestras
palabras sean un estímulo siempre igual, que favorezca que el perro responda de forma homogénea se está dando
un mensaje que no solo es falso, sino que es muy dañino para él.
Como veíamos en el anterior libro, los perros no responden a las señales de los sujetos sociales de la misma
manera que a las del ámbito objetual, cuando un sujeto social se dirige a ellos, cuando les habla una persona a la
que quieren, les importa mucho la emocionalidad de las señales que emitimos. El valor emocional gradúa la señal,
y es enriquecedor para el perro que exista esa graduación para ejercitar sus capacidades emocionales sociales.
Que el perro note que estamos no solo contentos o calmados, molestos o satisfechos, sino que reconozca y valore
cuánto lo estamos hace que nuestra relación se afine, que se enriquezca y se vuelva más íntima.
Para ello debemos entrenar y usar de manera cotidiana un código de comunicación en el que todas nuestras
indicaciones sean graduables, así nuestro muy bien siempre implicará que está actuando correctamente, pero
cuando lo demos con más o menos excitación deberá ser, además, interpretado como una invitación a activarse en
determinada medida, mientras que las mismas palabras calmadas seguirán significando que su rumbo conductual
nos parece adecuado, pero además relajarle. Quien equipara una confirmación social con una “señal de
continuación” o tiene diferentes indicaciones de pretendido valor social para la misma indicación (una palabra para
el muy bien activo, otra para el tranquilo…) o bien es un conductista con piel de cognitivo, o bien no ha entendido
nada sobre cómo funciona la cognición social.
Y esto debe ser bidireccional, debemos estar atentos a captar la señalética social, de bienestar y de estrés de
nuestros perros, de cada uno de ellos –no sólo las señales generales que les son comunes a todos- para así
responder a sus mínimas indicaciones graduadas. Gastón cuando está incómodo camina de un modo ligeramente
diferente, sus pasos son más cortos y sus uñas suenan un poco en el suelo de casa, cuando esto sucede Eva es capaz
de reconocerlo inconscientemente y despertarse del más profundo de los sueños para ver qué le molesta. Para
liberar a nuestros perros, para dotarles de autonomía, deben sentir que son escuchados y bien interpretados, eso
le dará a la relación con nosotros la consistencia necesaria para que sea el cimiento de confianza necesario que les
convertirá en adultos funcionales, seguros de sí mismos, competentes socialmente y empáticos con otros.
La riqueza y finura que aportan a las relaciones sociales las señales graduadas es imprescindible para que el perro
desarrolle su cognición social competentemente, no nos limitemos al código de comunicación: sonreírles, mirarles
con cariño o molestos, todas esas cosas que algunos de entre los peores entrenadores han querido desterrar, son
las semillas que bien cuidadas harán aflorar y extenderán todas las capacidades y posibilidades de los perros para
establecer relaciones.

❚ Tabla de las bases cognitivas de la salud comportamental y la manera de mejorar cada una
de ellas

Tabla 5: Bases cognitivas de la salud comportamental y protocolos y recursos para su mejora.

❚ Un último e importante punto: cómo mejorar la salud cognitiva del perro anciano
En un libro sobre autonomía y empoderamiento, sobre intervenciones comportamentales destinadas a lograr la
felicidad de los perros es importante incidir en los perros ancianos, cuyo riesgo de merma en los aspectos anteriores
es evidente.
La tercera edad del perro puede conllevar perdidas en las capacidades sobre las que reposa su salud
comportamental, pero no por ello debemos hacer un razonamiento al revés que nos lleve a suponer que toda
pérdida de capacidades de un perro anciano es inevitable e irreversible. Al contrario, debemos evaluar e intervenir
para recuperar y mejorar su salud comportamental de acuerdo a todo lo explicado. Quizá sea una guerra que
finalmente no ganemos, pero es sorprendente las muchas pequeñas e inesperadas victorias que se obtienen cuando
dejamos de resignarnos. Lo mucho que se retrasa la pérdida de su calidad de vida cuando luchamos por mantenerla.
Las mejorías, el retraso del deterioro y el mantenimiento del bienestar, de la autonomía y de la felicidad que se
consiguen al trabajar la salud comportamental del perro anciano son impresionantes. Y ese no solo es el mejor
regalo que podemos hacerles, es el mínimo que les debemos a quienes durante toda su vida han dependido de
nuestra tutoría responsable. Ser tutor de un perro es, cuando se cumplen los ciclos naturales, una experiencia
hermosísima y terrible a la vez, porque estamos allí a los dos lados de su vida, cuando es cachorro y necesita ayuda
para desarrollarse y lograr empoderarse al máximo de todo cuanto le rodea, y cuando es anciano y empieza a
mermar esa misma capacidad de ser autónomo. Nuestra tutoría es su red de seguridad tanto en sus primeros pasos
en el mundo como en los últimos, y nuestra responsabilidad es aún mayor el segundo caso: ya nos ha regalado su
cariño, su energía, ahora hay que sostenerle para que pueda llegar hasta el final lúcido, sano y disfrutando de
nosotros. Nunca solo y aislado, nunca dejado de nuestra mano. Implicarse con los perros ancianos es la medida de
la justicia y eficacia de nuestro amor por ellos.
Para los perros geriátricos es muy importante el trabajo de olfato, y para ellos desarrollaremos su uso al hablar
de nuestros protocolos de trabajo de olfato.
También deberíamos de hacer intercambios afectivos personalizados, protocolo que veremos después, para
reaprender la manera de hacer efectivo nuestro cariño a nuestros perros: demasiadas veces seguimos intentando
relacionarnos con ellos del mismo modo que hacíamos en su plenitud, y es muy probable que esa no sea la manera
en la que prefieran hacerlo en su tercera edad. A veces el alejamiento y disminución del vínculo afectivo con
nuestros perros mayores es consecuencia de nuestra incapacidad para adaptarnos a los cambios que tienen al
envejecer en mucha mayor medida que a sus mermas físicas y/o sensoriales.
La interacción prospectiva y el empoderamiento del entorno también pueden volverse más tranquilos y seguros,
más adecuados a nuestros perros mayores. A mi perra Cata, con la edad, le apetecía a veces descansar sola, sin que
Gastón la molestara, así que colocamos uno de sus colchones tras la puerta de nuestra habitación, de tal modo que
la empuja y la mantiene casi cerrada, y le hemos enseñado que puede empujarla para abrirla lo suficiente como
para entrar (o salir) y dormir sola cuando lo desee. Así puede decidir cuándo ha tenido bastante de la vorágine social
de casa.
Quered mucho a vuestros perros ancianos y enseñad a querer bien a los suyos a quienes os contraten, si hacéis
eso estaréis construyendo un mundo mejor y cumpliendo con nuestra parte de ese contrato tácito por el que los
perros nos entregaron su corazón. Pedían tan poco a cambio que es fácil pensar que no les debemos nada, pero no
caeremos en ese error.

CAPÍTULO 6
LA REPRESENTACIÓN GRÁFICA DE LA SALUD
COMPORTAMENTAL:
APLICACIONES, IMPLICACIONES Y
BENEFICIOS

“Todo se reduce a aprender a preguntar” Eduardo Chillida.

Reflejar en un gráfico la salud comportamental de un perro es una herramienta ventajosa, pues nos permite saber
de un vistazo dónde es más débil y dónde es consistente, sin necesidad de perdernos en un gran número de datos.
Nuestra propuesta para este gráfico, este saludcomportamentalograma, es simbolizar la salud comportamental
a través de un círculo dividido por dos líneas de diámetro, una horizontal y otra perpendicular a ella, que nos darán
cuatro sectores del círculo iguales, cada uno de los cuales representará cada una de las dimensiones de la salud
comportamental.
Esas cuatro partes estarán a su vez divididas internamente en sectores por líneas de radio, teniendo tantos
sectores como bases tenga cada dimensión de la salud comportamental representada, así el cuadrante de la salud
física estaría dividido en cinco, que corresponderían a: (1) ausencia de patologías, (2) capacidades perceptivas, (3)
alimentación adecuada, (4) forma física/movilidad y (5) entorno físico adecuado. El cuadrante de la salud emocional
estaría dividido en otros cinco sectores (puesto que la última de sus bases, las relaciones sociales saludables, tienen
su propio cuadrante), el de la salud social en seis y el de la salud cognitiva en tres (puesto que la última de sus bases,
como pasaba en la salud emocional, son las relaciones sociales saludables).
Cada sector es una porción de la tarta de la salud comportamental y, como hacíamos cuando jugábamos al Trivial
Pursuit, debemos trabajar para conseguir todos los “quesitos” que llenarán nuestro círculo.
Pero además, puesto que los mínimos de salud no implican una calidad de vida óptima, que es nuestra aspiración,
hemos añadido otra división: dentro del círculo trazaremos otro, con un radio de la mitad del mayor, que dividirá
en dos cada uno de los sectores. Esto nos permitirá reflejar gráficamente tres niveles de calidad en cada una de las
bases de las salud comportamental: un sector completamente vacío implicaría salud insuficiente, un sector con la
mitad interior, la que tiene forma de porción de tarta, rellena indicaría salud suficiente y uno completamente lleno,
en el que también estuviera coloreado el trapecio circular exterior, el que es como el corte de un anillo, refleja
buena salud, todo respecto a la base representada por ese sector en concreto.
A efectos de reflejarlo gráficamente, consideraremos salud insuficiente y dejaremos vacío el sector de una de las
bases de la salud comportamental cuando no se den los mínimos indicados para ella. Será suficiente cuando los
mínimos se cumplan por los pelos y buena cuando se superen ampliamente.
Aunque nosotros hemos elegido para cada dimensión de la salud comportamental una gama concreta de colores,
amarillos para la física, rojos para la emocional, azules para la cognitiva y verdes para la social (en el siguiente gráfico
los colores están representados por tramas, pero después podrás ver uno a todo color), es igualmente válido hacerlo
con un solo color, aunque la división por colores facilita la identificación rápida de las dimensiones con problemas.

❚Representación gráfica de la salud comportamental


Figura 1. Cada cuadrante representa una de las dimensiones de la salud comportamental.

Figura 2. Cada sector representa una de las bases de la salud comportamental.


Figura 3a. Cada círculo representa los diferentes niveles de calidad de cada una de las bases
de la salud comportamental.

Figura 3b. Representación gráfica de los tres niveles de calidad.

Las gráficas de salud comportamental como herramientas de individualización


de la ITC.
Las gráficas no son un adorno estéril para un libro, sino que sirven para ajustar la calidad de nuestros servicios,
nos facilitan ir más allá de medidas concretas para mejorar la salud comportamental en aquellos puntos más débiles.
Debido a su rápida lectura permiten individualizar cualquier acción sobre el comportamiento de cada perro
concreto, de manera que con pequeños cambios respecto a la forma estándar de aplicar un servicio lo adaptemos
buscando que, además de su objetivo original, sea de máxima utilidad para mejorar la salud comportamental de
cada sujeto.
Por supuesto, esto es algo que muchos entrenadores –todos los buenoshacen de manera intuitiva, pero resultará
mucho más fácil y generalizable para todos nuestros casos si tenemos delante y abarcamos de un golpe de vista el
estado de su salud comportamental.
Así, un perro para el que se contratara un sencillo adiestramiento y que mostrase un gráfico donde están flojas,
o sea que son suficientes pero no buenas, el control/autocontrol y el balance emocional en la dimensión emocional,
la comunicación y los intercambios afectivos en la social y la solución de problemas en la cognitiva, podría hacernos
incluir durante el adiestramiento ejercicios de sentarse delante de la comida y/o el juguete, para mejorar el control
y autocontrol, también darle el mayor volumen a ejercicios que el perro disfrutase más, para mejorar el balance
emocional a través de la distribución de las clases, y plantear que al liberarle tras un ejercicio los tutores dedicaran
más tiempo a mantener un intercambio afectivo con él (en adiestramiento COGNITIVO-EMOCIONAL siempre hay
un intercambio afectivo breve tras un ejercicio, sencillamente lo prolongaríamos), intercambio afectivo en el que
nos enfocaremos en mostrarle y potenciar una comunicación eficaz. No hemos cambiado demasiadas cosas
respecto a la manera “estándar” de trabajo, pero son las suficientes como para que ese servicio quede
personalizado de forma que constituya, además de lograr los resultados de adiestramiento, un elemento de mejora
de la salud comportamental de ese perro concreto (porque son adaptaciones específicas para él, para otro se
ajustaría de otra manera, de acuerdo a su gráfica).
❚ Y el camino inverso: diseñar protocolos y servicios para mejorar la salud
comportamental de (casi) todos los perros
Sabemos qué protocolos y recursos usar para cada una de las bases de la salud comportamental de un perro, por
ejemplo, los trabajos de control y autocontrol o el empoderamiento del lugar donde vive. También hemos expuesto
algunos que tienen efectos generalizados sobre una de las dimensiones del comportamiento, por ejemplo, las
jornadas de socialización.
Además he indicado cuáles de los protocolos generales de intervención tetradimensional en el comportamiento,
que se describen en el siguiente libro de Los perros necesitan LIBERTAD, se pueden aplicar para la mejora de cada
una de las bases de la salud comportamental de los perros.
Tu trabajo es personalizar lo aprendido de acuerdo a las necesidades y conveniencia de cada perro, de acuerdo a
la evaluación de su salud comportamental.
Pero también es cierto que existen demandas de salud comportamental que son compartidas por amplios grupos
de perros, en algunos casos prácticamente por todos.
Tener protocolos y servicios (un servicio es una forma de empaquetar los protocolos definida y estructurada:
número de sesiones, periodicidad, trabajo de los tutores en casa…) para estas problemáticas es una ventaja
competitiva y práctica para el comportamentalista.
¿Se podrían diseñar protocolos/servicios que se realizaran de una misma manera y sirvieran para mejorar la salud
comportamental de un gran número de perros? Es más ¿cómo podríamos saber a qué grupo de perros ayudarán
los servicios que ya tenemos diseñados para así enfocarnos en el target óptimo a la hora de promocionarlos?
Para saberlo es necesario hacer el camino inverso al que hemos hecho hasta ahora (que partía de analizar a cada
individuo), buscar qué necesidades de salud comportamental son comunes a un colectivo canino. Por ejemplo, los
perros grandes que viven en pisos suelen tener una socialización segura óptima, al salir todos los días al parque con
sus amigos, pero su interacción prospectiva con el entorno objetual y su empoderamiento respecto al lugar en el
que viven es fácil que sean insuficientes, porque al vivir en un apartamento será frecuente que no se les deje hacer
nada que pueda estropearlo/desordenarlo/alterarlo. Podríamos diseñar un servicio en el que ofreciéramos sesiones
enfocadas en esos aspectos concretos, que sabemos comunes a un gran número de perros.
Y, yendo aún más lejos, podemos analizar qué bases de la salud comportamental mejoran con cada uno de los
servicios generales que ya llevamos a cabo. Por ejemplo: una jornada de socialización influirá más positivamente
en varias de las bases de la salud social de nuestros perros que un adiestramiento individualizado, y la prescripción
de juguetes interactivos y otras acciones en casa tendrán mayor incidencia en las bases de la salud cognitiva.

❚ La representación gráfica de la salud comportamental cómo herramienta de análisis


de poblaciones y servicios
Lo que haremos será usar el gráfico para reflejar el estado de salud comportamental de una población o los efectos
que tendrá un servicio que ofrezcamos sobre la salud comportamental de los perros que lo reciban.
Al hacerlo así un “quesito” vacío, salud insuficiente, significaría que:
− La población analizada tiene insuficiencias colectivas en esa base de la salud comportamental, aunque algunos
perros en concreto pertenecientes a dicha población puedan no tenerlos.
− El servicio analizado no tiene efectos de mejora para esa base de la salud comportamental.
Que viéramos coloreado el sector interior, el de salud suficiente, para esa base, significará que:
− La población analizada tiene una salud comportamental media suficiente respecto a esa base de la salud
comportamental, aunque algunos perros que integren dicha población puedan tenerla mejor o peor.
− El servicio analizado genera algo de mejoría respecto a esa base de la salud comportamental.
Cuando un “quesito” estuviera lleno por completo, indicador de buena salud comportamental, implicaría que:
− La población analizada tiene una buena salud comportamental media respecto a esa base de la salud
comportamental, aunque algunos perros que integren dicha población puedan tenerla peor.
− El servicio analizado mejora sustancialmente esa base de la salud comportamental.
Si pensamos en poblaciones podremos diseñar y ofrecer servicios que ayuden a grupos amplios de perros. En
realidad es lo que hacemos, por ejemplo, con las jornadas de socialización de cachorros, un grupo cuyas necesidades
colectivas de salud comportamental nos resultan obvias, pero ¿por qué no ir más allá y tener packs para perros de
ciudad, perros de chalet, perros pequeños u otros colectivos caninos con necesidades y perfiles de salud
comportamental similares? Hacerlo nos aportaría una ventaja respecto a la competencia, un efecto mayor en la
mejora de la vida de los perros en cuya conducta intervengamos y una adhesión máxima de nuestros clientes, que
perciben el servicio, aún antes de recibirlo, como diseñado para las necesidades concretas de sus perros. Algo muy
poderoso emocionalmente.
Además, si analizamos cada uno de nuestros servicios, y hacemos pública su gráfica de influencia para cada una
de las bases de la salud comportamental permitiremos que quien tenga el saludcomportamentalograma individual
de su perro pueda elegir de forma autónoma aquellos servicios que mejor le vendrían. Es una forma sencilla y
proactiva de generar una interacción dinámica y eficaz con nuestros clientes, y eso tiene grandes ventajas. Por no
decir que al analizar nuestro servicio podemos detectar puntos concretos en los que es más flojo de lo que
pensábamos y ajustarlo.
Por ejemplo, desarrollamos el protocolo de sueltas con normas para cachorros que expuse al hablar de la salud
social al comprobar, mediante el saludcomportamentalograma, que nuestros cursos de cachorros proveían
socialización segura suficiente, pero no óptima. Entre tanto enseñarles cosas, plantearles casas de la risa y
situaciones que gestionar, el tiempo de intercambios sociales libres, pero emocionalmente seguros y positivos, no
era gran cosa, porque suponíamos que las sueltas, sin normas, serían suficientes, pero en realidad no lograban ese
objetivo tan perfectamente como creíamos.
Es cierto que, como todos, de manera intuitiva cortábamos las situaciones de abuso o mal entendimiento durante
las sueltas, pero al no tener diseñado previamente cuándo y cómo, ni la manera de reintegrar a los cachorros en
conflicto al grupo en caso de separarles, al final el trabajo era menos exacto, ajustado y eficaz. Al localizar el
problema fue muy fácil hacer ingeniería inversa para evitarlo y lograr que las sueltas colectivas aportasen el objetivo
buscado: la socialización segura.

❚ Promoviendo la mejora continua de la salud comportamental a través de su


representación gráfica

La representación gráfica de la salud comportamental de un perro, y de la influencia en ella de los diferentes


servicios favorecen y promueven que los tutores realicen y/o contraten acciones de mejora para los puntos más
flojos, para posteriormente volver a medirla y comparar los resultados con los previos.
Estamos haciendo posible que un tutor tenga reflejada la evolución de la salud comportamental de su perro a
través del gráfico que la refleja en diferentes momentos, igualmente podrá comprobar si las acciones que emprende
y/o los servicios que contrata tienen el efecto que busca. Solo tiene que ver cómo cambia el saludcomportalograma
de su perro después de recibirlos.
De este modo también empoderamos a los tutores del cuidado de su perro, y les dotamos de una herramienta de
control de lo que se hace con ellos, esto les convierte en parte activa y promueve su implicación y esfuerzo. Y si
nuestros servicios son realmente de calidad y tienen el efecto positivo que afirmamos, se potenciará enormemente
su contratación y la fidelización de nuestros clientes.
Ya he dicho que los evaluadores son importantes, la representación gráfica de la salud comportamental es el
evaluador más cómodo del que disponen los clientes para elegir lo que realmente sea mejor para sus perros, y
nosotros para saber qué efectos tienen nuestras intervenciones más allá de la modificación de conductas concretas.
Figura 4. El saludcomportamentalograma vacío, nuestro primer paso será rellenarlo para cada
perro de acuerdo a la recogida de los datos que hemos ido exponiendo a lo largo de este libro.
Figura 5. Saludcomportamentalograma indicando una salud comportamental buena en cada
una de las bases de cada una de las cuatro dimensiones, mostrando un perro en las
condiciones perfectas para alcanzar la felicidad ¡y compartirla con nosostros! Lograrlo debería
ser la aspiración de todos quienes queremos a los perros y trabajamos con su
comportamiento. Porque eliminar una conducta u obtenerla ya no es suficiente.
Figura 6. Saludcomportamentalograma del servicio Correa floja, perro feliz.
Figura 6a y 6b. Saludcomportamentalograma de Toby antes y después de aplicar el protocolo
Correa floja, perro feliz.

Correa floja, perro feliz y Déjate guiar: dos ejemplos de protocolos diseñados en base a
necesidades colectivas de cuidado y mejora de la salud comportamental
La idea de buscar las necesidades de salud comportamental de un colectivo de perros para ofrecerles algún tipo
de propuesta profesional de mejora estandarizada se ilustra muy bien a través de la explicación de dos de nuestros
protocolos: correa floja, perro feliz y déjate guiar, que se refieren a cómo pasear y transitar (veremos que no es lo
mismo) con la correa.
Todos los perros que viven en la ciudad usan correa de manera regular, convertir ese hecho en una herramienta
para lograr su felicidad es una ventaja competitiva y una mejora para su vida. Máxime cuando la forma habitual de
gestionar esta situación cotidiana suele ser insalubre: tirando, excitándose y potenciando estados emocionales
negativos.
Si nos fijamos esta manera de ir de la correa no solo es incómoda para la persona que lucha para evitar ser
arrastrada, también empeora casi todas las bases de la salud comportamental del perro que tira:
1. Respecto a la emoción disminuye el control y autocontrol del perro,hace prácticamente imposible la
estabilidad emocional, aporta tiempo de emocionalidad insalubre al balance emocional, disminuye la resiliencia
del perro y aumenta su nivel de estrés.
2. En la dimensión social impide la comunicación eficaz y la empatía, esuna actividad desintegradora y
generadora de entropía, resulta incompatible con un intercambio afectivo saludable, empeora las capacidades
del sobreexcitado perro para gestionar cualquier posible conflicto y, desde luego, por muchos congéneres que
vea durante su paseo no aportaremos ni un microsegundo de socialización segura a su vida.
3. La cognición no sale mucho mejor parada, tirando como loco es imposible la interacción prospectiva con
el entorno y la solución de problemas. Obviamente no empeora el empoderamiento del lugar en el que vive el
perro, porque sucede fuera de él, pero solo eso se salva.
4. La dimensión física, es la que menos se afecta, incluso se podría decirque tirar de la correa aporta ejercicio
físico. Pero, desde luego, ni es la actividad adecuada para lograrlo, ni aunque lo fuese compensaría el
empeoramiento generalizado de las demás dimensiones de la salud comportamental.

❚ El paseo de la correa saludable: si lo vas a hacer todos los días, hazlo bien

En ocasiones no es posible o conveniente dejar libres a nuestros perros durante el paseo, ya sea porque están con
alguna lesión, ya sea porque paseamos por un lugar donde no es posible soltarlos. Y cuando vivimos en una ciudad
estas circunstancias pueden ser muy frecuentes.
Esta es una situación con la que todos nos encontraremos, y que es importante comprender, para actuar de la
manera más adecuada para promover la salud comportamental. Y la base para entender bien qué hacer es muy
sencilla: cuando el perro está paseando libre, su atención, debe estar principalmente puesta en el plano objetual,
en explorar, interactuar y relacionarse con su entorno físico, que es al que puede acceder y disfrutar. El mejor paseo
(para él) con correa es el que permite actuar así. Si el perro durante sus paseos está concentrado en nosotros y en
lo que le digamos no tendrá un tiempo de desconexión saludable y no estaremos cubriendo sus necesidades de
bienestar.
El riesgo de dependencia puede promoverse por la forma de relación entre el perro y sus tutores o por el tipo de
entrenamiento, lo que estudiaremos al hablar de protocolos relacionales y en el posterior volumen de esta colección
al hablar de adiestramiento, pero, si existe una herramienta de uso cotidiano que tiende a conectarnos con el perro
y a darnos un peso específico en su relación con el mundo es la correa. Así que la forma de usarla será determinante
en la calidad de vida del perro.

La correa, más que un elemento de seguridad


La correa ha sido descrita con acierto como un auténtico “cordón umbilical”. Todos los entrenadores sabemos
que resulta un eficaz canal de comunicación bidireccional, con sutiles cambios en la tensión notamos si el perro se
altera o cambia de algún modo su rumbo de acción y lo mismo puede sentir él. Es habitual que entrenadores diestros
sean capaces de trasmitir indicaciones sobre qué y cómo hacer a través de correas incluso de diez metros. Recuerdo
cuando Ela y yo nos presentamos al grado uno de IPO, en el rastreo el perro va alejado del guía, al que le une una
correa de diez metros extendida, mi correa era una cinta plana y ancha, que es el mismo material que uso para
correas de manejo de tres metros. Cuando estábamos en el rastro se levantó un fuerte viento que convirtió los diez
metros de correa en una vela que se tensaba hacia un lado, Ela y yo pasamos un rato malo: ella no sabía qué
significaba aquella tensión y yo notaba cómo no trabajaba segura. Aunque obtuvimos un excelente con noventa y
siete puntos (sobre cien) nunca volví a rastrear con correas planas, a partir de ese punto sólo empleé las que son
como largos y finos cordones redondos, que no pueden hacer ese efecto de vela.
Y es que resulta muy difícil que un perro que va atado se sienta completamente libre para interactuar con su
entorno objetual, más bien lo contrario.
La práctica totalidad de los perros conocen las correas y han sido manejados repetida y sistemáticamente con
ellas, por lo que ir atado siempre tiene un significado para ellos, no partimos nunca de cero al trabajar con un perro
adulto y es importante ser conscientes de ello.
Con la correa le habrán hecho seguir andando cuando se paraba a olfatear y su tutor tenía prisa (o le parecía mal
aquello que olfateaba), también la usarían para cambiar la dirección del perro, acoplándose a la que su tutor
deseaba y/o le habrán impedido acercarse a algún sitio, perro o persona. Eso en el mejor de los casos, porque
también será frecuente que se haya llevado tirones cuando realiza alguna acción que no gustase a quien estaba al
otro lado de la correa.
Mal inicio para conseguir que el perro atado se sienta libre de explorar su entorno y desconecte su atención del
plano social lo suficiente como para relajarse en su paseo.

Relajarse paseando, un seguro de salud comportamental


Pasear es una manera frecuente de relajarse para las personas, una actividad física suave que nos permite
disfrutar del entorno, es frecuente que nos permita eliminar tensiones y volver a encontrarnos a gusto con nosotros
mismos y con nuestro entorno objetual.
Pero para nuestros perros la cosa cambia, normalmente sólo salen de casa unas pocas veces al día, y juntan la
excitación ante esa idea a los efectos antes mencionados de la correa, con la que le llevamos hasta el parque para
generar un efecto contrario. La mayoría de los perros que viven con personas disfrutan de sus salidas, pero no se
relajan paseando. Podría parecer, fiándonos de nuestra experiencia y la de nuestros amigos y conocidos, que los
perros no son capaces de relajarse cuando simplemente pasean.
Sin embargo, cuando se estudian poblaciones de perros que viven en libertad, encontramos lo contrario: pasean
por su zona de residencia despaciosa y calmadamente, curioseando su entorno, en ocasiones se acercan o se
quedan mirando algo, en ocasiones se encuentran cómodos en un sitio y allí se tumban mientras miran
blandamente hacia el horizonte. Exactamente igual que hacemos nosotros en las caminatas tranquilas.
Sencillamente las circunstancias de vida de los perros que conviven con personas en sus casas no permiten que
estos paseos tranquilos y relajantes emerjan de manera espontánea, como sí sucede en los perros que viven libres.
El reducido número de paseos (por largos y adecuados que sean) y los efectos emocionales de la correa se suman
para impedirlo.
Puesto que pasear tranquilamente parece ser una de las mejores maneras de que el entorno objetual y la actividad
física suave promuevan la salud comportamental en general y la reconstrucción emocional en particular, es
razonable enseñarle al perro cómo hacerlo, ayudarle a lograr lo que es potencialmente tan beneficioso para él.
Quizá la incorporación de la enseñanza del paseo tranquilo sea uno de los grandes logros de la tecnología de
comportamiento canino de las dos últimas décadas.
Pero eso no quiere decir que todos los paseos sean relajados, sino que debe existir esa posibilidad y que algunos
convendría que lo fueran. Como suele suceder en nuestro sector, al descubrir algo nuevo y beneficioso se
sobredimensiona hasta que deja de serlo. Pretender que la única manera saludable de salir a la calle es el paseo
tranquilo es equivocado y nocivo. Los perros necesitan disfrutar también de salidas activas e intensas, física,
cognitiva, emocional y, si es posible, socialmente: persiguiendo liebres (aunque esto no sea muy relajante para
ellas), jugando intensamente con otros congéneres, siguiendo olores… incluso, sin abusar, jugando a perseguir y
traer la pelota. Soy de los primeros autores que avisó de los riesgos de adicción que conlleva el juego obsesivo
¡¡pero no querría ser el culpable de que una sobrelectura de esto hiciera que la gente eliminara por completo el
juego de la pelota como forma de divertir a sus perros!!
Como pasa tantas veces, el paseo tranquilo es algo muy bueno para nuestros perros, casi necesario, pero no es lo
único bueno, ni las demás formas de pasear son, por oposición, malas. Sencillamente debemos combinar paseos
tranquilos con paseos activos y excitantes, pero solo es necesario que enseñamos al perro cómo hacer los
primeros40.

❚ Correa floja, perro feliz: nuestro protocolo para construir el paseo saludable

Pero, aceptémoslo, si existe algo necesario para moverse con los perros en nuestro mundo de personas es la
correa, tanto a nivel legislativo como práctico es una necesidad llevar al perro atado en determinados momentos y
lugares. Tenemos que convivir con ella, tenemos que asumirla como parte inevitable de la vida del perro y conseguir
que sea un aliado para construir su bienestar, también a la hora de pasear tranquilo y desconectado de nosotros
¿Cómo instruir a un perro para caminar con la correa de manera relajada y enfocada en el entorno objetual?
Noes antes que síes
• El paseo tranquilo NO sirve para…
Para empezar a explicar cómo enseñar el paseo tranquilo es importante recordar qué estamos haciendo, pero
sobre todo recalcar qué NO estamos haciendo y qué NO buscamos con este trabajo:
1. No es una herramienta de manejo para transitar con el perro del punto A al punto B, es importante hacer
hincapié en esto. Este tipo de paseo no nos servirá para que el perro no tire cuando le llevamos al parque, del
mismo modo que no se disfruta de pasear hacia nuestro trabajo o para llegar al cine a ver un película. El paseo
tranquilo es su propia ruta y motivación. Es un objetivo en sí mismo, no un recurso para alcanzar otro objetivo.
2. No es una manera de evitar que el perro intente acercarse o alejarse de cosas que le causan máximo
interés, como podría ser encontrar a su mejor amigo o peor enemigo, el parque, perra en celo… Dentro de las
sobrelecturas del paseo tranquilo una de las peores es la que intenta usarlo como herramienta principal de
gestión emocional. Podemos influir en el rumbo del perro durante el paseo, pero solo mientras que su emoción
sea media, cuando es alta usar la norma de “consigues acercarte/alejarte de lo que deseas si lo haces bien”
debería hacerse a través de un trabajo de modelado e implicando más cosas, un trabajo que sí debe ser apoyado
por andamiaje social y otros elementos auxiliares. Intentar enseñar a un perro a gestionar sus emociones
desbordantes a través del paseo tranquilo es negligente, puede llegar a ser cruel y resulta ineficaz. Excepto
para destruir el paseo tranquilo como fuente de relajación y salud para el perro.
Para todo esto tenemos o bien la conducta de junto, o bien el trabajo de modelado con correa, o bien el paseo
dirigido con arnés de pecho que también explicaré aquí brevemente por su utilidad para manejar al perro durante
el tránsito por la calle sin necesidad de adiestramiento.
Porque un paseo tirando de la correa, un desplazamiento para ir al parque, un trabajo de junto NO son relajantes
para el perro, aunque sean necesarios y puedan ser disfrutados por él.
• El paseo tranquilo SÍ es para…
Y de lo que se trata es de enseñar al perro a pasear de forma calmada en un lugar donde no existan estímulos de
alto valor emocional (como decía: una perra en celo, un perro amigo o enemigo…) donde no quiero o no puedo
soltarle, para que dicho paseo sea relajante y le ayude a eliminar todo estrés residual acumulado a lo largo del día,
por lo que este trabajo no solo permite al perro disfrutar y mejorar la salud comportamental, sino que es un valioso
recurso terapéutico para reducir el estrés y para alcanzar un balance emocional positivo.
Buscamos construir el paseo DEL perro, no nuestro paseo: es un regalo para él, nosotros nos limitaremos primero
a enseñárselo y después a acompañarle mientras lo disfruta.
Recuerda: no solo debe poder moverse, oler, ir por donde le apetezca y a su ritmo sino que ha de ser consciente
de ello.

Enseñar el paseo tranquilo


El perro debe aprender que podrá ir por donde quiera y nosotros le seguiremos, pero siempre que vaya a nuestro
paso, es decir, no dejaremos que elija rumbo si su ritmo es más rápido que el nuestro y tensa la correa ¡¡Nunca
debe fijar la dirección del paseo tirando de la correa!!
Si la correa se tensa porque el perro se acelera, le (1) retenemos sujetando la correa, amortiguando la tensión
para que jamás se lleve un tirón seco, nos damos la vuelta y le modelamos suavemente para que dé media vuelta y
siga caminando tranquilamente, tendremos que dar unos pasos modelándole hasta que se aperciba de lo que
sucede y vuelva a caminar tranquilo, aflojándose la correa. En cuanto el perro redirija su rumbo y la correa se
destense le seguiremos, cediéndole de nuevo la capacidad de elegir la dirección durante el paseo.
Para enseñar al perro a dar un paseo tranquilo y enfocado en el entorno objetual, que será el que más beneficios
emocionales le traerá, mientras va atado hay tres operadores principales que debemos considerar: (1) la distancia,
(2) la información que llega de la correa y (3) la información y actitud de la persona que lleva la correa.
Bomba del Tiempo de Fontemordant aprendiendo a pasear tranquila con su tutor y entrenador
Marcos González. Fotografía Candela Gallego.

La distancia
La primera cuestión surge naturalmente ¿a qué distancia mínima debe estar el perro del guía para aligerar
suficientemente su influencia social?
Encontramos la respuesta en la etología, y reiteraré las cosas que ya hemos comentado: la distancia donde es más
relevante la dimensión social es la llamada distancia individual, que en los perros –como media- suele implicar
menos de dos metros de separación entre los individuos, a partir de ahí, podemos conseguir mantener la atención
del perro en el plano social, pero su tendencia es enfocarse más en otras cosas.
Entonces ¿cuál es la correa más adecuada para promover un comportamiento seguro y saludable? Sin duda las
correas largas, de unos tres metros, son las óptimas y nuestras favoritas.
Las correas de tres metros permiten que el perro salga de nuestra distancia individual y pueda sentirse autónomo
al actuar, dejándonos un largo de correa suficiente para operar con ella.
Además, si vamos con una correa corta el perro, intentará salir de nuestra distancia individual, piensa en cómo
tomamos distancia con otros sujetos cuando estamos a la nuestra, por ejemplo en los ascensores: si nos ponemos
demasiado cerca de alguien automáticamente aumentará la distancia para “sacarnos” de su distancia individual. El
perro hará lo mismo cuando esté a lo suyo, pero si lleva una correa corta la consecuencia de esta acción de separarse
será que tirará de la correa, al hacerlo nosotros tenderemos a tirar en dirección contraria para sujetarle y se
generará un reflejo de oposición (la tendencia involuntaria de los individuos a ejercer una fuerza opuesta e igual a
cualquiera que tire de ellos o les empuje, y que es básica para el equilibrio y el desplazamiento eficaz) lo que hará
al perro tirar aún más, y a nosotros sujetarle más fuerte, entrando en un ciclo que potencia fuertemente que el
perro tire.
Estas correas largas permiten la autonomía del perro porque puede tomar una distancia de nosotros suficiente,
pero eso hay que enseñarlo, porque es seguro que su historial previo con la correa ni mucho menos ha promovido
esta sensación.
En algunos casos hemos empleado correas más largas, de hasta cinco metros, para la enseñanza inicial del paseo
tranquilo en perros de emocionalidad desbordante y muy activos. Cuando se ha enseñado ya el paseo tranquilo
podremos progresivamente reducir el largo de la correa hasta los tres metros originales. Es importante señalar que,
por la necesidad de estar fuera de nuestra distancia individual, no es posible ni debe buscarse acortar la correa por
debajo de un mínimo de dos metros, con una correa más corta –aunque el perro no tire- no estará disfrutando de
un paseo tranquilo con todos sus beneficios.

La información que llega de la correa


Hemos mencionado que los perros con facilidad aprenden a mantener su atención social en nosotros a mayor
distancia que la individual, también que presta mucha atención a la correa incluso a diez metros ¿por qué pasa
esto?
Por la cantidad de información y estímulos relevantes que le llegan al perro de su guía y/o a través de la correa.
Es normal que el perro no atienda al entorno objetual, nuestro objetivo, que no se ponga a olfatear y explorar si
su guía o la correa están continuamente enviando información relevante.
Desde luego si la correa en cualquier momento puede arrastrarlo a otro lugar o hacerle daño parece una mala
idea atender demasiado a otra cosa: así lo primero que haremos será poner un collar ancho, acolchado y cómodo
o un arnés, preferiblemente de los que se enganchan por el pecho, que en caso de que se tensase la correa girará
al perro, absorbiendo y redirigiendo la fuerza de empuje hacia dicho giro con la facilidad con la que lo haría un
judoka experto. Además de aportarnos el beneficio adicional de, como consecuencia del giro, cambiar el foco de
atención de perro, que dejará de mirar lo que le haya motivado a tirar y se encontrará mirando hacia nosotros. Esto
permite redirigir su paseo, como veremos después, de manera natural y fluida.
Pero no basta con asegurarnos de que la correa no dañará al perro, también debemos reducir la cantidad de
información que envíe durante este tipo de paseo.
Es imposible e inconveniente hacer que el perro olvide cuándo lleva una correa, en primer lugar tendremos que
usarla para otro montón de cosas que sí implicarán que deba atenderla, además el largo historial previo y posterior
en este sentido impedirían una habituación a la correa.
Debemos trabajar en dos sentidos:
Primero estableceremos un contexto en el que el perro pueda reducir su atención a la correa: cuando te dejo
alejarte más de dos metros sin soltarte y sin solicitar que mantengas tu atención en mí. Esto nos obliga a no cambiar
las reglas, siempre que esté activo este contexto nosotros estaremos obligados por estas normas, sin que podamos
usar la correa de más o solicitar la atención del perro salvo en circunstancias excepcionales.
Después mininizaremos la información que le llegue a través de la correa. Solo dos normas: si la correa está floja
puedes actuar libremente, eligiendo el rumbo de paseo y explorando a tu antojo, si la correa se tensa me doy la
vuelta y camino en dirección contraria a su tensión, así que hago cambiar el rumbo del perro 180º, alejándole de su
meta inicial. Otras técnicas proponen sencillamente pararse, o modificar el rumbo de manera inespecífica, creo que
son menos claras y eficaces. En primer lugar, si el perro pasea calmado, puede tardar bastante en decidir cambiar
su rumbo, y en segundo lugar bloquear la conducta de caminar puede generarle dudas sobre si lo que debe hacer
al tensarse la correa es pararse o cambiar el rumbo, perros muy sensibles optan frecuentemente por quedarse
quietos, lo que es una respuesta que impide continuar el tránsito y emocionalmente es menos segura y saludable
que caminar, pues podría esconder un bloqueo emocional.
Por otra parte, el que nuestro cambio de rumbo sea en dirección opuesta a aquella en la que el perro tiraba tengo
la impresión de que hace más evidente para él que tensar la correa es una mala opción, que le aleja de su objetivo.
Cuando el cambio es menos claro en alejarle he comprobado que muchos perros mantienen el mismo objetivo,
lateralizando su ruta hacia él, y es frecuente que vuelvan a tirar casi de inmediato, requiriendo muchas más acciones
de frenado y cambio de dirección que si la primera vez hacemos un cambio de sentido.
Buscamos que el perro sólo tenga que prestar atención a una situación binaria: correa floja/correa tensa, lo que
no requiere muchos recursos perceptivos ni cognitivos, pero sí un aprendizaje claro de esa norma, la inversión del
rumbo nos parece la opción que más se lo facilita al perro.

La información social del guía


Esta es sencilla, no daremos ninguna información social. Olvídate de andamiaje social y/o acompañamiento: en
el contexto del paseo tranquilo ni hablaremos, ni gesticularemos, ni reclamaremos la atención del perro sobre
nosotros en modo alguno. Es como si estuviéramos paseando cerca del perro y no juntos.
Toda la información necesaria para conseguir tanto el rumbo adecuado, como la velocidad y actitud correctas
vendrá de la correa en la forma antes indicada: correa floja sigue/correa tensa retrocedo. No hace falta más, y todo
lo que sumemos le resta eficacia al protocolo, pues puede llevar al perro hacia la burbuja social, sacándole del plano
objetual.
Queremos que el perro se centre y aprenda en una única norma: si hay tensión de correa no podrás acercarte a
tu objetivo, de hecho, te alejarás de él y no que tenga que estar pendiente de nuestras indicaciones.

Las primeras veces importan


Inicialmente se ha de trabajar en lugares que sean tranquilos y preferiblemente despejados, la tranquilidad es
para facilitar al perro una emocionalidad baja, que haga sencillo que se relaje e inicie la interacción calmada con el
entorno objetual, que se “tome tiempo para oler las flores”, vaya, mientras que el estar despejado es para
facilitarnos seguir al perro con la correa floja y a tres metros, sin que se nos líe con nada, ni nos obligue a giros o
movimientos extraños para evitar que se enrede con algún árbol o similar.
Cuando seamos diestros no será problema ir a otros ambientes más abigarrados, porque seremos –ambos-
capaces de mantener la buena forma de nuestro paseo de manera natural y fluida, pero al principio debemos
facilitarla. Finalmente queremos que el perro tome como referencia de velocidad la nuestra: el paseo tranquilo con
la correa se hace al paso natural del tutor cuando camina a un ritmo relajado, si en las primeras sesiones nos
movemos de manera rápida, descoordinada o con cambios bruscos de dirección esto es imposible de aprender para
el perro. Además de que será más difícil que nos pase al fondo de la percepción, si actuamos de ese modo ¡más vale
no perdernos de vista!
También posteriormente podremos ir haciendo paseos tranquilos por entornos emocionalmente más
estimulantes para el perro, pues el perro sabrá autocontrolarse y disfrutar de la tranquilidad de su paseo, como al
hablar de acortar la correa, esta progresión tiene un límite: el perro abandonará el paseo tranquilo y tensará la
correa si aparece un estímulo que provoca una conducta reactiva o una que genera emociones de acercamiento o
rechazo muy intensas. Con todo, si el paseo tranquilo está bien construido será muy fácil recuperarlo cuando
superemos (normalmente modelando al perro) ese estímulo, con la ventaja de que volver a la calma en el paseo
dificulta la creación de una huella emocional consecuente con la sobreactivación, elimirá el estrés que haya causado
y contracondicionará emocionalmente la respuesta que hubiera tenido, funcionando como un pequeño espacio
individual de calma.

No morir es mejor, aunque hagamos trampa


Siguiendo estrictamente las instrucciones que he dado podríamos encontrarnos en una situación de riesgo mortal.
Porque si el perro camina al paso adecuado, a la velocidad de paseo de su tutor, debemos seguirle y dejar que elija
el camino ¿y si empieza a dirigirse hacia una carretera? Teóricamente salvo que tense la correa no podríamos
cambiar de dirección y nos veríamos obligados a ir tras él ¡hasta la muerte en este caso!
Obviamente es recomendable que ni el perro ni el tutor o entrenador mueran durante el paseo tranquilo, incluso
es conveniente evitar otros rumbos potencialmente problemáticos: cuando el perro se dirige, sin darse cuenta,
hacia un grupo de niños, hacia un barrio peligroso o similares.
En estos casos, triste es reconocerlo, le haremos trampa al perro. Cuando detectemos que toma el rumbo
inadecuado sencillamente nosotros nos pararemos para que, cuando siga avanzando sin advertirlo, se produzca la
tensión en la correa que nos licita para darnos la vuelta y llevárnoslo en otra dirección. Así viviremos para pasear
otro día.

Los hábitos no pueden ser excepcionales


No es lo mismo enseñar que usar el paseo tranquilo, al enseñarlo podremos lograr resultados desde la primera
sesión, y en muy pocas nuestro perro conocerá las normas y las seguirá. El aprendizaje es fácil, pero para que sea
funcional, para que podamos aprovechar sus beneficios, no basta con que lo haya aprendido bien y sólidamente.
Hay que trabajarlo una y otra vez de manera regular para que sirva.
Cuando el paseo tranquilo está aprendido debemos hacerlo funcional a nivel profundo, a nivel neurológico, para
ello deseamos activar en el perro su configuración cerebral de hábitos, la que consume menos recursos y le deja
tranquilizarse mientras realiza comportamiento. La que promueve todos los efectos saludables que hemos descrito.
Para que algo se convierta en un hábito hay dos requisitos, el primero es un aprendizaje sencillo y cómodo, que
ya hemos visto, el segundo es practicarlo de manera sistemática y reiterada.
Obviamente para que algo se convierta en un hábito debe hacerse de manera frecuente (habitual), por lo que no
sirve de nada enseñarlo si después no se utiliza durante meses. Quienes construyan el paseo tranquilo en sus perros
deben pasear tranquilamente con ellos al menos tres o cuatro veces a la semana, siendo ideal que al menos uno de
los paseos diarios del perro fuera un paseo tranquilo.
Recuerdo que yo empleé mucho el paseo tranquilo con Gastón cuando se lesionó su ligamento cruzado, un par
de años. Después Ela estuvo malita y, como la rehabilitación de Gastón ya había terminado, al atenderla dejé de
pasear tranquilamente con él. Cuando unos meses después intenté retomarlo era sencillamente imposible, tuve
que dedicar un par de semanas a reconstruirlo y volverlo de nuevo algo habitual.

Mezclar, probar y evaluar


Como mencionaba, el paseo tranquilo ha sido objeto de mucha atención en estas últimas dos décadas, por lo que
se han desarrollado muchas técnicas para lograrlo. Una buena noticia, y no una muy frecuente, es que la mayoría
de dichas técnicas funcionan suficientemente bien, la enseñanza del paseo tranquilo es relativamente sencilla y si
alguien ya es experto en la aplicación de algún otro protocolo para lograrlo hará bien en seguir con él si le gusta
más que el que proponemos. En este caso cada entrenador puede seguir sus preferencias y lograr un buen
resultado.
Además es uno los pocos protocolos que puede reajustarse y adaptarse manteniendo su eficacia. Mi admirado
Michael (Mike) Boyle dice en su libro El entrenamiento funcional aplicado a los deportes41 algo que se puede aplicar
perfectamente al entrenamiento de perros, comenta que cuando habla con otros entrenadores muchos le dicen
“Sí, he cogido algunas de tus ideas, otras de tal, y mezclo un poco de…”, al hacerlo sienten que le están haciendo
un cumplido, pero que en realidad suena muy diferente. Porque cada uno de los entrenadores citados tiene
protocolos de calidad que para funcionar bien deben seguirse en conjunto. Cuando se subdividen y amontonan a
gusto del consumidor lo que sucede es que dejan de funcionar bien, sencillamente. Esa idea de “entreno esto con
COGNITIVO-EMOCIONAL, esto con pressing y esto otro con clicker training” no funciona bien casi nunca. Uno de los
motivos del tamaño de este libro es ofrecer toda la información necesaria para hacer el trabajo completamente
dentro del paradigma del análisis e intervención tetradimensional del comportamiento, dentro del paradigma
COGNITIVO-
EMOCIONAL.
Pues uno de los pocos protocolos en los que animo a los lectores a probar, modificar y combinar con trabajos de
cualquier tipo es en el paseo tranquilo, por supuesto les puede salir mal, pero es muy fácil evaluarlo: (1) la tensión
de la correa, (2) el estado emocional de perro y (3) su nivel de activación física nos muestran con claridad cómo
funciona lo que hacemos. Si no avanza como deseamos basta con reajustarlo hasta comprobar que existe
progresión positiva de estos evaluadores.
Los encuentros sociales durante el paseo tranquilo
El paseo tranquilo no es la mejor manera de proveer de socialización segura a los perros, pues no permite jugar y
correr libremente, pero sí puede ser una buena manera de ayudar a aquellos que se sobreexcitan a iniciar el
contacto con otros perros, pues el estado emocional adecuado que se logra, la autonomía tranquila y nuestras
posibilidades de tutorizar, apoyar y, en ultima instancia, controlar el comportamiento del nuestro, nos aporta una
situación de partida óptima para su éxito comunicativo y relacional, lo que desarrollaremos en detalle al hablar de
la gestión emocional y relacional.
En todo caso, si nos encontramos con un congénere amigable podemos aprovechar para que establezcan un
contacto positivo, lo que está facilitado por el autocontrol y estabilidad emocional que aporta el paseo tranquilo a
nuestro perro. Estos encuentros ayudan a construir el entramado relacional que les permitirá más adelante jugar
libres, pero sin excederse o abrumar al otro. Por ello, tienen efectos positivos a nivel comunicativo, empático, de
gestión de conflictos y aportan momentos de socialización segura. ¡¡Siempre que el otro también esté paseando
saludablemente y no tirando como loco de la correa!!
También es un buen momento para que nuestro perro se acerque de manera educada a personas que puedan
desear acariciarle y conocerle, puesto que su estado emocional es óptimo y podríamos impedirle con facilidad que
se suba o intente alguna otra conducta amigable, pero que pudiera resultar abrumadora para un desconocido.
Dejaremos una excelente impresión y nuestro perro se llevará una experiencia positiva sobre interacciones
delicadas con personas ajenas al grupo familiar, algo muy, muy valioso.

❚ Déjate guiar: nuestro protocolo para construir el tránsito con arnés antitiro Transitar
versus pasear
En ocasiones salimos a la calle con nuestro perro para ir a algún sitio, no para pasearle. Desde llevarlo de casa al
parque donde le soltamos, hasta visitar al veterinario del barrio o ir a recoger a los niños al colegio. Esta acción es
transitar.
Transitar, andar por la calle para ir de un sitio a otro, es una acción del ámbito objetual diferente a pasear, andar
por placer o hacer ejercicio, normalmente al aire libre42.
Cuando transitamos con nuestro perro por la ciudad con el objetivo de cubrir un trayecto concreto entre el punto
A de partida y el punto B de llegada no estamos haciendo un paseo tranquilo, el perro no puede elegir qué dirección
tomar ni pararse a voluntad. Pero es necesario hacer este tránsito de manera cómoda y segura, además de eficaz.
Tenemos que saber cómo transitar con nuestro perro de manera que, aunque no obtengamos todos los beneficios
del paseo tranquilo, el tránsito sea saludable para él.

El tránsito eficaz, el junto y el sentido de las cosas


En muchos casos los entrenadores recomiendan enseñar y solicitar el ejercicio de junto, en el que el perro se
coloca a nuestro lado y camina acompasando su paso al nuestro. En mi opinión esto es un error, y antes de que
nadie se indigne profundamente pido un examen de conciencia ¿cuántos entrenadores profesionales usamos el
junto para transitar con nuestros perros en vida cotidiana? Básicamente ninguno. No es práctico, ni cómodo, ni
bueno para el perro.
No es práctico porque requiere que estemos muy atentos al perro, para ayudarle, corregirle, indicarle, reiterarle
el comando… y normalmente en situaciones de tránsito no estamos completamente enfocados en el perro. Si para
que nos acompañe en estas situaciones tenemos que centrarnos por completo en él, al final iremos dejando de
llevarle con nosotros, porque muchas personas aprovechan estos momentos para organizarse y necesitan la cabeza
libre para ir pensando en otras cosas.
No es cómodo porque si cambia alguna circunstancia que dificulte o imposibilite al perro colocarse en su
emplazamiento habitual el ejercicio deja de funcionar, y le genera inseguridad si se lo pedimos. Cuando llevamos
bolsas o maletas, carritos o vamos en grupos puede ser imposible o incómodo que el perro adopte la posición de
junto, siendo mejor que vaya, bien al otro lado, bien más adelantado o atrasado respecto a nosotros. Si le
solicitamos que se ponga a nuestro lado y no puede hacerlo correctamente la calidad del entrenamiento, así como
su confianza en sí mismo y en nosotros se verá afectada. Por supuesto, siempre se puede decir que es posible,
porque lo es, enseñarle todas las variaciones posibles, pero esto implicaría un volumen de entrenamiento y unas
necesidades de mantenimiento posterior absolutamente desmedidas respecto a la necesidad que cubre.
No es bueno para el perro porque ir realizando un ejercicio también a él le requiere esfuerzo, concentración y
atención, como al guía: ir trabajando es agotador y exigente, cuando además se hace en circunstancias imprevisibles
y/o exigentes, y con su guía no completamente concentrado en ayudarle, dándole soporte, resulta en una presión
emocional para el perro excesiva y sin sentido.
Nuevamente: si prácticamente ningún profesional emplea el junto para transitar con sus perros será por algo. Yo
recuerdo que me di cuenta abruptamente de esto, tras haber sido defensor del manejo de los perros con el junto,
cuando la hija pequeña de un amigo me preguntó, mientras transitábamos por la calle con Ela a mi lado, porqué no
le pedía el junto, y mientras le decía que era más fácil para ella ir de otro modo, que así no teníamos que estar tan
concentrados, que podía colocarla en diferentes sitios según requiriesen las condiciones me iba dando cuenta del
contrasentido y la hipocresía inconsciente que había en recomendarlo ¡¡y venderlo!! a particulares que solo
deseaban transitar tranquila y eficazmente con sus perros.
A veces perpetuamos prácticas que hace tiempo que dejaron de tener sentido. Usar el junto como forma de
gestionar el tránsito coordinado de perros y personas es uno de esos casos43 .

Herramientas seguras para facilitar y educar el tránsito


Nuestra propuesta es emplear arneses que se fijen a la correa por una argolla o sistema equivalente que esté
situada en la parte del arnés que va en el pecho del perro, que no tienen ningún mecanismo adicional de autocierre
del arnés cuando el perro tira y que pasan por el pecho del perro en forma de Y, es decir que no lo cruzan
trasversalmente.
Existen diferentes gustos y sensibilidades sobre qué arneses son los ideales para facilitar el tránsito, en ocasiones
se ha buscado levantar sospechas sobre la seguridad física de unos u otros modelos, insinuando o afirmando
abiertamente que podían causar lesiones. Lo cierto es que solo existe evidencia consistente sobre relaciones de
causalidad entre una herramienta de este tipo y lesiones: los collares de ahogo.
Aunque no se pueda afirmar que unos u otros arneses son más seguros respecto al cuidado de la salud física del
perro, las preferencias y prescripciones de uno u otro tipo de arnés y collar deben razonarse y exponerse.
En primer lugar preferimos que no existan mecanismos que hagan cerrarse el arnés ante la tensión de la correa
porque creemos que los hacen más incómodos y difíciles de ajustar bien al perro: porque si, como debe hacerse, lo
dejo bien ceñido al cuerpo del perro, para evitar que pudiera salirse, cuando se active el mecanismo de autocierre
se hará claramente desagradable, con el riesgo de subir por encima del nivel de molestia y causar un estado
emocional negativo. Pero si lo dejo algo suelto para que cuando se cierre no sea demasiado molesto, estoy
arriesgándome a que en una situación de emergencia se le salga al perro, lo que es un riesgo real.
Únicamente recomendamos arneses con mecanismos de autocierre en casos extremos de perros muy grandes y
vehementes que acompañan a personas frágiles, como ancianos, o con problemas de equilibrio. En este caso
creemos que el balance del riesgo se invierte y la elección adecuada es la de los arneses con mecanismo de cierre
cuando el perro tira, en estos casos excepcionales seguimos eligiendo modelos en los que la correa se fija al pecho
del perro y no a su espalda.
La preferencia por la fijación de la correa en el pecho y no en la espalda no es tampoco casual, en primer lugar,
cuando los arneses de espalda no llevan mecanismos de autocierre ante la tensión potencian, por reflejo de
oposición, que el perro tire, con lo que su uso genera comportamientos involuntarios contrarios a los deseados en
el tránsito seguro, en el que buscamos que el perro mantenga la correa floja y destensada. Por supuesto se puede
compensar esto con más volumen de trabajo pero ¿para que trabajar más por elegir una herramienta que empeora
la conducta que deseamos que adopte el perro? No parece algo demasiado razonable.
La fijación al pecho tiene la ventaja de que en caso de tirar el perro gira manteniendo fijo su pecho, lo que tiene
varias ventajas: (1) dejan de mirar en la dirección de avance, lo que le desconecta visualmente de lo aquello que
hubiera podido provocarle para tirar y (2) redirige su atención en dirección a su guía, que podrá influirle con más
facilidad, (3) le recoloca de manera que no puede continuar su avance en línea recta, pues le hace pivotar
parcialmente sobre sus patas delanteras, con lo que pierde la continuidad del movimiento y cuanto más tire más
quedará en una posición opuesta a aquella en la que lo haga.
Por último preferimos aquellos que pasan por el pecho en forma de Y, quedando la Y sobre el esternón del perro,
porque no limitan el movimiento de las escápulas del perro, ni le molesta en la garganta, sino que, al rodear cada
una de las patas delanteras, tienen una ergonomía perfecta para hacer el efecto de rotación del cuerpo del perro
en bloque cuando tira hacia delante. Esto, por supuesto, es una molestia para él, pero con este tipo de arnés la
molestia no es física, sino debida a que pierde la posibilidad de avanzar hacia donde desea y mantener el enfoque
en la dirección de su interés, así podemos garantizar un trabajo seguro, saludable y eficaz.

Hacer fáciles las cosas fáciles


Ni Capuletos ni Montescos
Pero es que además de las tensiones sobre cuál es bueno o malo existe otro frente de disputa entre entrenadores
respecto al uso de arneses para evitar que los perros tiren, uno con dos posiciones opuestas, radicales y… erradas.
Por un lado, entrenadores tradicionalistas afirman que su uso no es educación real, pues al retirar el arnés el perro
volverá a tirar.
Por el otro hay quienes afirman que poner el arnés es la solución, porque es la herramienta la que logra el
comportamiento.
Ambas ideas están equivocadas.
Enseñar al perro a transitar junto a su tutor con el arnés sí es educación, pero no obediencia, precisamente es
educación porque no es obediencia, porque el perro debe evaluar y decidir, porque el perro tiene un rango de
autonomía. Y eso es precisamente lo que educa. Y el arnés por sí mismo no es suficiente ni eficaz, si le colocamos
el arnés sin más es posible que el perro durante unos días baje su tensión, pero al final aprenderá a tirar con el
arnés, tirará quizá algo menos por la incomodidad, pero no aprenderá a transitar. Limitarse a poner el arnés es
negligente e ineficaz.
Cómo transitar con arnés: tan poca nada para todo
Lo que pasa es que enseñar cómo usarlo es tan sencillo que a veces no le damos valor, cuando debería ser al
contrario: si una técnica es eficaz y además sencilla deberíamos ponerla en un pedestal.
Empezaremos en un lugar tranquilo y despejado, colocando una correa de dos metros fijada al pecho del perro,
al arnés.
Diseñaremos una ruta fija, recomiendo inicialmente un cuadrado de unos veinte metros de lado. Yo prefiero usar
conos deportivos para señalar los cuatro vértices del cuadrado, y así facilitar que vayamos en la dirección deseada
sin que el perro nos influya indirectamente, cuando el cuadrado es imaginario, inconscientemente tendemos a
compensar los fallos menores del perro cambiando unos ángulos nuestra dirección. Con los conos esta posibilidad
desaparece: veremos claramente cuándo nos desviamos de la línea recta.
El cuadrado me gusta porque permite, cambiando de dirección, cambiando al perro de lado, y aprovechando las
diagonales practicar todas las posibilidades de giro. El largo de veinte metros es suficiente para que el perro decida
adelantarse o alejarse de nosotros para explorar, con menos de diez metros los perros no aprenden a gestionar las
rectas, pues se mantienen atentos al próximo giro.
El perro no tiene porqué ir siempre a nuestro lado exacto, sino que podemos dejarle cerca de un metro de libertad
en algunas ocasiones para que no aprenda un junto. Queremos que su referencia sea doble: (1) estar cerca –y no al
lado- nuestro y (2) mantener floja la correa.
1. Cuando el perro se nos adelante y tense la correa, ya sea en una recta oen un ángulo, ya sea hacia dentro
o hacia fuera, nosotros daremos medio paso hacia atrás con el pie del lado del perro y le retrasaremos
modelándole con el arnés ¡¡jamás un tirón seco o brusco!! le modelaremos de manera amable y continuada
para que se retrase y, sobre todo, haga un pivotado sobre sus patas delanteras lo bastante amplio y claro como
para quedar mirando hacia nosotros y con las patas traseras más adelantadas que las delanteras respecto a
nuestra posición. Es este cambio de postura claro lo que enseña al perro a controlar la tensión de la correa y
mantenerse cerca nuestro.
2. Una vez hecho esto, volvemos a caminar en la misma dirección deantes, si el perro mantiene la correa floja
seguimos nuestra ruta. Es preferible dejar la confirmación, muy bien, únicamente para cuando terminemos el
ejercicio. Porque si la usamos en su transcurso el perro puede enfocarse en el ámbito social en lugar de en el
objetual y aprender un pseudojunto, lo que no servirá para el tránsito cuando ambas partes no estén
concentradas en trabajar.
3. Posteriormente cambiaremos de una ruta alrededor del perímetro delcuadrado a otra que incluya cruzarlo
por el interior, para hacer diagonales y así introducir las medias vueltas y resto de variaciones frecuentes.
4. Tras un par de sesiones de este tipo, tres como mucho, empezaremos atransitar con el perro por la calle
con el arnés de pecho y actuando de manera equivalente. Recomiendo que durante las primeras dos o tres
semanas no le llevemos hacia lugares emocionalmente muy potentes (como el veterinario si le tiene miedo o
al parque si es un absoluto entusiasta) usando el arnés de pecho. Démosle un mínimo de tiempo para que vea
que transitar con nosotros sin tirar es algo cómodo y eficaz, dejémosle que pueda elegirlo y preferirlo a las
demás opciones. Es un proceso muy rápido, pero a veces a los tutores (o a los entrenadores) les vence la
tentación de “probarlo” en las circunstancias más difíciles. Aunque funcione y el perro no tire el efecto
emocional es muy diferente, el perro aceptará no tirar para ir al parque, pero no lo elegirá. No será una
situación de empoderamiento del tránsito, sino de aceptación de límites. Si buscamos que el perro entienda
las ventajas de transitar sin tirar debemos darle un mínimo de volumen en circunstancias tranquilas: una vuelta
diaria por el barrio sin rumbo fijo, ni puntos de llegada, suele ser la mejor opción para estas semanas iniciales.
5. Evaluaremos que hemos conseguido convencer al perro de la comodidad y ventajas de transitar
correctamente de una manera muy sencilla: el perro cuando se tense la correa y le vayamos a llevar hacia atrás
(1) se nos adelanta y se corrige por sí mismo, pero esto no sería suficiente, también veremos que (2) mejora su
estado emocional (muchas veces mueven la cola o nos miran contentos) y se alegra cuando lo hace. A partir de
este punto podremos emplear el tránsito con arnés de pecho en las rutas cotidianas que hagamos con el perro.
6. Este trabajo no hará que sea innecesario el usar la correa en ocasionesdurante el tránsito, que es la crítica
de quienes no lo ven como adiestramiento puro y duro. Una vez logrado seguiremos ayudándole con la correa
en las ocasiones difíciles, pero esto no es una desventaja. En primer lugar, en la mayoría de los lugares por los
que transitamos con el perro exigen legalmente o es conveniente por seguridad llevar correa. En segundo lugar,
los perros también fallan al ir en junto, pero aquí la mayoría de veces que lo hagan se corregirán por sí mismos
en cuanto noten la tensión, sin necesidad de correcciones más complejas y que nos reclamen más atención.
Por último, al haber logrado que el perro elija esta forma de transitar, cuando le ayudemos a rehacerse después
de abandonarla se sentirá agradecido, recuperará el autocontrol y consolidaremos nuestro andamiaje social de
cara a cualquier otro momento en el que debamos ayudarle.

CAPÍTULO 7
POR ÚLTIMO…

“Hay gran cantidad de poesía en la meticulosidad” Marianne Moore.

La restauración/cuidado/mejora de la salud comportamental: uno para todos y todos para uno


Para terminar este libro deseo recalcar la idea de que la salud comportamental es un todo, y cada pieza –cada
base de cada una de sus dimensiones- influye en el encaje y funcionamiento de todas las demás.
El trabajo sobre las bases de la salud comportamental debe aspirar a ser integral para alcanzar un éxito consistente
y duradero, hemos visto los recursos y protocolos por separado, pero debemos emplearlos de manera conjunta,
para que nuestra intervención sea eficaz.
Cuando usemos alguna de las cosas explicadas aquí podríamos mejorar varias dimensiones: una jornada de
socialización puede incluir juegos de empoderamiento del entorno, actividades que mejoren la forma física del
perro y otras que le ayuden al autocontrol emocional y a la competencia social, debemos entender que la exposición
aislada de los trabajos, relacionándolos con la mejora en las diferentes bases de la salud comportamental la hago
con criterios explicativos, no adoptando un enfoque categorial que implique que son áreas aisladas, sino
dimensiones y aspectos de un mismo fenómeno.
Recuerda que estamos en un enfoque dimensional, no lo leas o conviertas en uno categorial. Por favor.
Si quieres cambiar algo debes cambiar tú primero
Cambiar el paradigma de modificar conductas problemáticas a construir la salud comportamental requiere
esfuerzo, porque nuestra cabeza está amueblada en base a la modificación del comportamiento, en base a eliminar
o promover conductas. Es lo que conocemos, lo que hemos hecho y lo que más rápidamente nos permite cambiar
cosas en una situación en la que es necesario.
Los dos siguientes libros de Los perros necesitan LIBERTAD ofrecen una alternativa para modificar el
comportamiento de los perros de acuerdo a un enfoque gestionalista, centrado en dotarles de capacidades para
que actúen de manera adecuada y autónoma. Pero el mayor esfuerzo para un comportamentalista no es aprender
otra manera de cambiar conductas, sino priorizar la evaluación y mejora de su salud comportamental, dar
importancia a lo importante frente a lo urgente.
El mayor esfuerzo es centrarse en cómo hacer felices a los perros, y hablo de un concepto técnico y evaluable,
antes que en cómo cambiar alguno de sus comportamientos concretos. No en hablar de la felicidad de los perros,
eso lo hacemos todos sin dificultad, sino en estructurar nuestra manera de trabajar para que la salud
comportamental sea su eje central y su horizonte.
Si eres un profesional del comportamiento, lo que decidas va a cambiar el mundo de muchos perros y de sus
tutores, así que hazlo de forma consciente. No te dejes llevar por las circunstancias, por la necesidad de resultados,
por lo que ya sabes. Porque –sin duda- habrá momentos en los que tengas que hacer concesiones, aceptar trabajos
y resultados subóptimos, pero eso llegará después. Lo primero es dotar a tu brújula de algún sitio hacia el que
señalar, el que sea, pero uno que se mantenga fijo y pueda guiarte.
Lo primero es que elijas una manera de entender tu trabajo, de entenderte con tu trabajo.
Y si eliges que tu norte sea la búsqueda de la salud comportamental de los perros prometo ayudarte a que tengas
herramientas suficientes para cualquier viaje que emprendas.
Notas

1 Pastor belga de la variedad Malinois, la que tiene el pelo corto.


2 Por ello los lectores verán que empleo el término tutor para referirme a laspersonas que viven y cuidan de
ellos, que refleja su consideración como sujetos, y no la palabra propietario, que alude a su condición legal de
objetos. Más adelante iré sumando argumentos sobre lo adecuado del término y sus beneficios. Lo prometo.
3 En Tu perro piensa y te quiere acuñé este término usando otro orden para las palabras: Análisis del
ComportamientoTetradimensional, pero me han hecho notar que es más afinado y práctico el que empleo
aquí: Análisis Tetradimensional del Comportamiento, aunque el acrónimo no sea tan atractivo, ATC frente a
ACT, que suena como una auténtica llamada a la acción. Quizá eso me impidiera verlo entonces, pero no tengo
problema en cambiar algo cuando existe un buen motivo, todo cambio para mejorar es bienvenido.
4 Para mantener la agilidad de lectura he evitado una bibliografía muyamplia sobre los conceptos usados o
referencias excesivas a los conocimientos científicos que los sostienen, que eran el objetivo y la base de Tu
perro piensa y te quiere, limitándome a dar la definición operativa de cada concepto y la forma de aplicarlo,
quien desee ampliar la información sobre su consistencia y validez puede hacerlo usando el volumen anterior.
En este usaremos los conceptos como herramientas, asumiendo su validez.
5 Este ejemplo está tomado de mi admirado Timothy Gowers, de su libro(2014) Matemáticas: Una breve
introducción. Madrid. Alianza Editorial.
6 Qué es (y qué no es) la estadística. Walter Sosa Escudero ed. Siglo XX 2014.
7 Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. En el momento de escribir este libro la última
edición es la quinta (V).
8 Al evaluar la salud de cachorros o perros geriátricos debemos adaptarnosa los elementos diferenciales que
puedan tener en las cuatro dimensiones.
Por ejemplo, un cachorro buscará más ocasiones de intercambio afectivo que un adulto sin que eso suponga
problemas de dependencia, y un perro anciano, debido a su reducción de actividad, puede mostrar menos que
un adulto sin que eso implique que la relación con él esté afectada.
9 No me gustan demasiado los términos eutanasia ni sacrificio, pues tienen un tono positivo que suena
demasiado bien y parece facilitarnos en demasía tomar la decisión unilateral de acabar con una vida, de matar
a un individuo que es, que habrá sido, irrepetible y que no volverá a sentir ni a interactuar con el mundo. Una
personalidad que se borra, una manera única de actuar que desaparece. La muerte es terrible, y es terrible
nuestro poder de decisión sobre la vida de los perros, y ya sucede que a veces nos pesa demasiado nuestro
sufrimiento o incomodidad –no creo en absoluto en esa idea generalizada de que normalmente somos muy
generosos matándoles para evitarles sufrir, antes bien creo que esta decisión suele tomarse demasiado rápido
y más en nuestro propio interés que en el del perro- si le sumamos palabras bonitas me parece que subimos
demasiado el riesgo de tomar una decisión precipitada. Yo siempre hablo de matar, lo que creo que elimina el
sesgo positivo, pero entiendo que en este texto debo emplear el término técnicamente correcto, y eutanasiar
es provocar la muerte para evitar el sufrimiento, aún así prefiero incluir esta nota para exponer mi postura
personal. En todo caso, al hablar de deontología profesional y ética, en el siguiente libro de Los perros necesitan
LIBERTAD, amplío este tema.
10 Gibson 1966.
11 Como animalista ODIO el término mascota, entendido como animal de compañía, lo que implica que el rol y la
misma existencia de un animal está en función de su papel en la vida de los seres humanos. Pero intento que
mis convicciones y creencias no influyan en el mensaje técnico, o, cuando menos, intento aclarar cómo
influyen, para que el lector separe ambas cosas y pueda hacer una lectura informada, y por ello crítica.
12 En personas, pero aquí nos encontramos con mecanismos físicos que sonprácticamente los mismos en ambas
especies.
13 Desde una deontología animalista el entrenamiento debe velar por laimagen del animal y de su especie, algo
que muchas veces se vulnera inconscientemente durante la práctica de habilidades. Estudiaremos esto en
detalle al hablar de ética y deontología profesional en el siguiente libro de este volumen.
14 El target es una estructura de adiestramiento que consiste en enseñar al perro a (1) tocar/acercarse
momentáneamente, (2) tocar/acercarse y permanecer en contacto/cerca o (3) superar un objeto concreto para
ser reforzado. Guiándole con los targets se puede inducir a los perros a realizar muchas conductas.
15 Conjunto de percepciones, musculares, articulares, hápticas…, que informan de la posición de cada parte del
cuerpo en el entorno.
16 Algo que no sé si se debe a ignorancia de los autores, a su presunciónsobre la ignorancia o pereza intelectual
de sus potenciales lectores, a que asumen la idea de que ya casi nadie quiere comprender nada de verdad, sino
que prefiere reducirlo a una analogía sencillita, o a cualquier mezcla de estos tres desasosegantes factores.
Quienes simplifican en exceso no divulgan, sino que desinforman. Los textos técnicos requieren una mínima
consistencia para ser tales, sin ella no es posible el avance.
17 El umwelt es el mundo perceptivo en el que se mueve una especie, es la forma que tiene de captar e interpretar
su entorno físico a través de sus sentidos. La diferencia de umwelts hace que dos especies con capacidades
sensoriales muy diferenciadas interpreten de manera completamente diferente un mismo lugar. Para nosotros
una pradera puede ser muy aburrida, pero para un perro que capta los olores de todos los animales que han
pasado por allí puede resultar algo emocionante y divertido.
18 Los trasportines son las jaulas plásticas (aunque hoy día se encuentrande otros materiales como el textil)
ideadas originalmente para los viajes en avión. Bien usados son uno de los mayores aliados para mejorar la
calidad de vida de los perros, porque permiten disponer de un lugar conocido y seguro ¡que podemos llevar
con nosotros!, facilitando que se encuentren tranquilos y relajados pese a los cambios que puede implicar un
viaje. En este ejemplo me refiero al abuso de esta herramienta, convirtiéndola en el lugar donde vive el perro
de forma habitual.
19 Incapacidad para disfrutar.
20 Adiestramiento Cognitivo-Emocional. Díaz de Santos 2004.
21 Como comentaba en el anterior libro de esta colección la pereza aprendida es la disminución de la expectativa
del perro sobre la consecución de sus objetivos, disminuyendo el anclaje motivacional hasta el punto de
abandonar la realización de conductas voluntarias para alcanzarlos.
22 Al hablar de los problemas emocionales se explicará cada uno con detalle, aquí únicamente se mencionan.
23 No hacerlo incluiría tanto las respuestas reactivas como los bloqueos.
24 Como se veía y explicaba detalladamente en el anterior libro de estacolección.
25 Aunque más adelante explicaré con detalle eso del andamiaje social por ahora puedes verlo como algo
equivalente –por los mismos motivos y con las mismas intenciones- a la conocida propuesta de enseñar a los
niños pequeños a ver la televisión de manera interactiva con un adulto. Cuando lo hacen así no se obsesionan
con estar viéndola todo el día, puesto que no les divierte, no les resulta suficiente, verla solos. Así, la actividad
se convierte en social y enriquecedora, además de que podemos conducir mejor la atención y emocionalidad
del niño hacia los aspectos más saludables de la experiencia: aprendizaje, reconocimiento y análisis de lo que
sucede y sus causas, apartándonos de los más potencialmente nocivos: máxima introspección, recepción
pasiva…
26 Más tarde expondremos esto con detalle, aunque también se explicó enTu perro piensa y te quiere.
27 En personas se considera que el elemento de resistencia, oposición oimpedimento puede ser externo o interno,
en forma de normas de actuación de algún tipo. Aunque los elementos internos podrían aparecer en los perros,
normalmente hacemos referencia a elementos externos.
28 En el siguiente libro de Los perros necesitan LIBERTAD, al hablar de ética y deontología, se expone la falacia
naturalista y sus riesgos, junto al de otras falacias, en el trabajo del comportamentalista canino.
29 Recordemos que el proceso al que llamamos estrés tiene tres fases diferenciadas:
– “La reacción de alarma, que se da cuando se percibe que una situación es problemática, iniciando el
proceso. Aparece sobreactivación en el perro, aumento de la actividad y predisposición a las conductas enérgicas
y rápidas.
– La fase adaptativa o de resistencia, se intenta solucionar la situación problemática. Cuando se soluciona
el proceso se cierra exitosamente, mejorando los recursos del perro para afrontar situaciones similares a la que
acaba de solventar. Que el perro tenga un historial de éxito, solucionando la situación estresante durante la fase
adaptativa, es óptimo para mejorar su resistencia al estrés, sus capacidades de gestión emocional y su
inteligencia emocional. Es más relevante darle este historial en situaciones controladas y con niveles bajos de
estrés que intentar evitarle las situaciones estresantes, lo que le dejaría sin recursos para su afrontamiento y
gestión cuando surja. Después de afrontar una fase adaptativa exitosa el perro debería disponer de tiempo
suficiente para recuperarse, lo que será proporcional a la dificultad y tiempo que le haya requerido.
– La fase de agotamiento, que se da cuando se renuncia a solucionar la situación problemática, ya sea
porque el tiempo dedicado a ello es excesivo, porque la activación frecuente del estrés tiene al perro agotado
emocional y/o físicamente, o porque el perro no puede o no consigue resolver la situación problemática. El que
el perro llegue a la fase de agotamiento implica que no ha resuelto la situación problemática, no ha sido capaz
de desconectarse saludablemente del problema a través de sus circuitos neuronales de no hacer, sino que ha
seguido intentando hacer pese a sus fracasos, y no se ha dotado de ningún recurso neuronal para su posterior
afrontamiento exitoso, por el contrario las redes neuronales que se formarán estarán mas cercanas a activar
estados emocionales negativos y perder el control cognitivo de la situación ante las sucesivas activaciones del
estrés, potenciando la reactividad emocional y la tendencia a la indefensión.”
Extraído de Tu perro piensa y te quiere, Dogalia 2014, Carlos Alfonso López García.
30 Quizá el hecho de que mi relación inicial y más profunda con el concepto sea a través de las relaciones de
subordinación gramaticales, es decir a ver cómo unas partes de la oración dependen de otras para adquirir
sentido, y no con rollos míticos de jerarquías pseudomilitares me haya sido de ayuda para evitarme la antipatía
hacia el término y esa tendencia a “no querer que ni me roce” que ahora parecen mostrar muchos
profesionales del comportamiento canino.
31 Esto es un ejemplo y, por supuesto deben tomarse más factores en consideración. Podría pasar que en algunos
casos en los que haya podido existir una redirección de la respuesta territorial agresiva hacia alguno de los
miembros del grupo este ejemplo concreto podría no ser fiable.
32 “El perro es un animal capaz de recibir señales discretas y graduadas desu entorno y grupo social.
Las señales discretas son señales de todo/nada, no tienen diferentes intensidades o la diferencia de intensidad
es irrelevante para el mensaje principal. Suelen estar relacionadas con la aparición de recursos o peligros, por
ello la claridad es el parámetro más importante, no recibir o malinterpretar una señal de esta índole puede tener
una repercusión económica o vital grave para el perro. Las señales discretas suelen relacionarse con sucesos de
interés que están fuera del grupo social (aparición de comida, peligros…).
Las señales graduadas son aquellas sometidas a variaciones en forma y/o intensidad según el estado emocional
del emisor. Son las más usadas dentro del grupo social y permiten situaciones interactivas entre dos sujetos. Por
ello son las más relevantes para la convivencia.
Quizá uno de los efectos más nocivos en la educación de los perros que se derivan de la visión del adiestramiento
como una suma de condicionamientos operantes es el “desentrenar” a los perros para la recepción y evaluación
de las señales graduadas, el perro que se limita a evaluar la información que viene de sus compañeros sociales
como blanco o negro será miembro del grupo incompetente y tendrá dificultades para establecer relaciones
sutiles con su guía, pues se le enseña a desatender señales no directamente relacionadas con bueno o malo. Lo
que puede resultar muy beneficioso en los inicios del adiestramiento por su claridad para que el perro aprenda
acciones nuevas no es lo más conveniente para el manejo del perro ya adiestrado, que se enriquecería con los
matices en la información que percibe de su guía.
Para adiestrar obediencia nos puede resultar suficiente el uso de señales discretas, para educar necesitamos que
el perro potencie su naturaleza de recibir señales graduadas, pues esto aumentará su capacidad de actuar
correctamente en el entorno familiar. Los mamíferos sociales están particularmente preparados para la
recepción y emisión de señales graduadas, pues esto permite que un animal sepa si su conducta es recibida con
cierta alegría, con cierto enfado (o con mucho) y graduar sus acciones sociales a lo que cada individuo del grupo,
en cada situación, es receptivo. Así el perro debe aprender a recibir y emitir mensajes al resto del grupo con
diferentes niveles.”
Adaptado y ampliado de Tu perro piensa y te quiere.
33 Al hablar de la gestión relacional se explicita el número y tipo de ocasiones de interacción que deben darse
entre dos sujetos para definir la relación entre ellos como eventual. Esto es importante, fijémonos en que sin
acotar el término eventual nos sería imposible operativizar esta definición para convertirla en trabajo práctico. Y
este es un problema que encontramos en muchas definiciones de las empleadas por los profesionales del
comportamiento, lo que tiene como resultado una casi total libertad de interpretación, lo que hace
absolutamente inoperativa la definición.
34 Aclaro para quienes no hayan leído literatura japonesa clásica que MonoNo Aware es un concepto referido
a la empatía de conmoverse ante lo efímero. El estudio de Norma Field El esplendor del deseo en la novela de
Genji es un buen texto si se desea explorar más este concepto (y de paso introducirse a La novela de Genji,
maravillosamente editada en nuestro país por Destino e inteligentemente prologada por mi crítico favorito, pese
a su Wallacefobia, Harold Bloom. Y, sí, esta era una nota innecesaria e incluso pedante. Pero: mi libro mis normas
:-)
35 Antes usábamos la denominación laberinto como sinónimo de casa de la risa, para referirnos a aquellas
casas de la risa que tenían una apariencia externa intrincada y compleja (laberíntica). Sin embargo hemos dejado
de usar laberinto porque hemos comprobado que en ocasiones se entendía de la manera clásica: un entorno del
que no se puede salir si no se encuentra el camino correcto, estando obligado el perro a permanecer dentro
aunque deseara abandonarlo si no lograba dar con la solución. Esto es incompatible con la premisa de que pueda
irse cuando desee en caso de agobio o desinterés, por ello hemos abandonado esta palabra y recomendamos a
todos los profesionales que también lo hagan.
36 En su imprescindible libro Genios, Brian Hare, director de Dognition y creador del Duke Canine Cognition
Center (primer centro de investigación de la cognición canina que se ubica en y como parte de una universidad)
habla de su sorpresa cuando le invitaron a dar una charla sobre la cognición canina en un conocido fórum
estadounidense de adiestramiento canino y descubrió que muchos de los ponentes promovían el uso del
entrenamiento con clicker.
Brian escribió cosas como: “Se proyectaron diapositivas de hacía décadas en las que se veía a ratas y palomas en
cajas de Skinner”, “a continuación vino una oda a B. F. Skinner por haber descubierto los principios universales
del aprendizaje” “Los clickers habían vuelto a la palestra”. Todo esto le causó una sensación que describe
perfectamente: “Fue como si una nave espacial hubiera aterrizado y un montón de alienígenas hubieran bajado
de ella para anunciar que nos iban a llevar a los años cincuenta”.
Brian señala en su texto que no hay ninguna evidencia científica de que el clicker acelere o mejore el
entrenamiento canino, habiendo un único estudio comparativo entre adiestramiento con clicker y enseñanza de
la misma destreza sin clicker, trabajo en el que la velocidad de aprendizaje fue igual entre los perros que
aprendían sólo con un reforzador primario y aquellos a los que “marcaban” la conducta con el clicker antes de
entregar dicho reforzador. En esta única investigación el clicker no mostraba ningún beneficio.
Es bien sabido que estas ideas han llevado a Brian a tener duras polémicas con entrenador@s con clicker tan
reputados como Jean Donaldson (cuyo libro El choque de culturas nos parece bastante nocivo para la
comprensión de los perros y de la manera de relacionarnos con ellos a la mayoría de autores relacionados con la
cognición canina, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión).
En la misma línea, hace poco Claudia Fugazza publicó un estudio comparativo enseñando algunas destrezas a
perros con Clicker Training (entendido este como moldeado libre) y a través de Do as I Do, una técnica de
aprendizaje cognitivo basada en la imitación. El resultado es que el aprendizaje con la técnica cognitiva resulta
más eficaz.
Y en EDUCAN publicamos una entrevista, a la que hago referencia en el texto principal, con Juliane Kaminski,
autora de The Social Dog:
Behaviour and Cognition en la que dice que usar el clicker no tiene sentido en la educación de un perro, que los
perros entrenados con clicker parecen mostrar menos capacidades de resolución de problemas y que, de hecho,
han tenido que rechazar en la investigación cognitiva perros entrenados con clicker porque parece que este
entrenamiento les impide hacer inferencias complejas para resolver una situación, o sea: que parece empeorar
las capacidades cognitivas de los perros, incluso que podría destruirlas de manera permanente. Juliane afirma
que el entrenamiento con clicker “reduce al perro a algo parecido a una máquina”. Tan relevante resulta esta
situación que actualmente se está llevando a cabo una investigación sobre cómo afecta negativamente el Clicker
Training a las capacidades cognitivas, sociales, emocionales y comunicativas de los perros, como también
menciona Juliane.
En EDUCAN colaboramos en el diseño de un proyecto de investigación internacional sobre mejoras técnicas y
éticas para el entrenamiento y la única condición que se nos ha puesto desde la dirección del proyecto, que parte
de investigadores de la cognición animal, es que los perros que preparemos no pueden ser entrenados con
clicker. De hecho las palabras fueron: “Que no hayan escuchado un clicker en su vida”.
Qué fuerte.
¿Qué nos pasa a los cognitivos con el clicker? ¿Es tan “malo” como parece sugerir todo lo que he escrito?
En el mundo del perro tendemos a los bandos, y esta progresiva descalificación del Clicker Training por parte de
“los cognitivos” ya ha causado enfrentamientos y frentismos en EE.UU. y otros países, en donde se ha llegado a
excesos como tildar de maltratadores a los entrenadores que practican Clicker Training, con la furibunda
respuesta que era esperable por parte de quienes lo usan.
El objetivo de este texto es, si no evitar la polémica, porque muchos en nuestro sector parece que se “nutren”
de la confrontación y que les encanta, al menos minimizar la tensión entre los entrenadores razonables de ambas
tendencias antes de que entremos en (otra) lucha absurda, debilitante y creadora de división. O sea: poner la
tirita antes de que llegue la herida.
En primer lugar deben mencionarse los argumentos en contra del clicker que aportan los cognitivos.
Un primer argumento, que es muy repetido y resulta injusto es descalificar al clicker por ser arcaico. Sin duda es
cierto que es una herramienta antiquísima a nivel de tecnología del comportamiento, entiendo que a Brian y a
otros investigadores de la cognición les pueda causar la misma sensación de anacronismo que un teléfono fijo
con disco de marcar a un adolescente. Y desde luego no ayudan aquellos entrenadores que lo publicitan como la
herramienta del “entrenamiento moderno”, y que deberían ser más cautelosos o precisos en sus expresiones.
Pero más veterana es la correa y aún no hemos encontrado nada que la sustituya para llevar al perro de manera
segura y cómoda en determinadas circunstancias. Su antigüedad no es per se un motivo para descalificar al clicker
y cuando escucho a alguien usar seriamente este argumento me parece que se roza el esnobismo intelectual.
Sin embargo sí existen u na serie de argumentos consistentes, basados en los conocimientos actuales sobre las
capacidades emocionales, cognitivas, sociales y comunicativas de los perros, que muestran riesgos reales en
determinadas maneras de usar el clicker, principalmente el moldeado libre, que es el que, con algunas
variaciones, siempre se ha defendido como mejor y principal forma de enseñanza con clicker desde los sectores
más “ortodoxos” de uso de esta herramienta.
Veamos cuáles son esos riesgos:
1. Sufrimiento emocional del perro.
Cuando los perros se encuentran en situaciones de interés en las que no saben cómo actuar y están acompañados
por personas queridas, emiten señales sociales intencionales para buscar su ayuda y apoyo. El perro sufre cuando
ignoramos estas señales, como recomiendan algunas escuelas que plantean entrenamientos de moldeado libre
sin que el entrenador se dirija al perro, respondiendo a sus señales con información social de ningún tipo, sino
“quedándose como un palo” y emitiendo información solo con el clicker cuando el perro realiza alguna
aproximación a la conducta deseada.
También causa sufrimiento emocional el proceso de reforzamiento diferencial que implica avanzar a través
aproximaciones sucesivas, pues antes de ofrecer el siguiente avance el perro debe extinguir el anterior, y hoy
sabemos que los procesos de extinción de conducta causan altos niveles de estrés y ansiedad, más que el
reforzamiento negativo en muchos casos. No entraré a exponer y valorar el peligro adicional de que el perro, una
vez entrenado, pueda ofrecer conductas parciales en situaciones de estrés, iguales a alguna de las
aproximaciones que se han premiado, porque es un problema técnico para la calidad del entrenamiento y no un
riesgo para el perro.
2. Atrofia de las capacidades de comunicación social y deterioro de larelación afectiva.
Que no respondamos a las señales sociales de nuestro perro y que no emitamos información social durante las
sesiones de moldeado libre tiene otro efecto potencialmente más grave que el sufrimiento durante la sesión: y
es que el perro, viendo que su comunicación social no es recibida y que, a su vez, el entrenador no le emite
ninguna información social tienda a extinguir esta forma de comunicarse. Con lo que el perro empeorará una de
sus más impresionantes y potentes capacidades cognitivas sociales: la de comunicarse con nosotros como
individuos queridos. Este es un riesgo real, severo y que puede empeorar para siempre tanto nuestra relación
con los perros, como su capacidad de aprendizaje, puesto que hoy sabemos que el aprendizaje social es de los
más “potentes” en nuestros compañeros.
Además esto impide un entrenamiento cooperativo, en el que el perro sepa que puede informarnos sobre sus
emociones y capacidades durante el afrontamiento de una situación. Sin señalética social sus únicas posibilidades
son hacer o no hacer y esperar nuestra respuesta. No podemos sostener su estado emocional con señales
sociales para trasmitirle calma y seguridad, el perro está solo para afrontar la situación. Esto “semaforiza” al
entrenador, que para estas propuestas de entrenamiento idealmente sería un emisor de clicks y comida para el
perro, al menos en las etapas iniciales de enseñanza, las que suelen generar más estrés y más demanda de apoyo.
Una tristísima relación que puede ser necesaria para el entrenamiento de animales no humanos, que no tienen
relación social con las personas, no comunicándose con nosotros en este plano, pero que empeora las
capacidades sociales de los perros e imposibilita que el entrenamiento pueda basarse en el afecto y confianza
entre perro y entrenador. De hecho en algunos foros de clicker se ha llegado a publicar y difundir la idea de que
cuando un modelo de entrenamiento o un entrenador hablan del afecto como elemento de trabajo están
saliéndose de un modelo de adiestramiento científico ¡Lo juro!

3. Atrofia de las capacidades cognitivas de prospección e inferencia.Esto es a lo que se refería Kaminski en


aquella entrevista, hoy sabemos que los perros no solo aprenden por asociaciones, sino que son capaces de hacer
inferencias de manera que su conducta busque intencionalmente un fin.
Cuando los perros intentan alcanzar un objetivo concreto y reconocible (un refuerzo referencial, que ahora
veremos lo que es) con su conducta, no la emiten aleatoriamente, sino de manera prospectiva para alcanzar
dicho objetivo. Obviamente evalúan la eficacia de la conducta según les acerque a él.
Este es el tipo de cosas que se investigan en cognición, cómo el perro es capaz de hacer inferencias sobre lo que
su conducta causará en el entorno. Cómo resolver la situación.
¿Y por qué esto se afecta con el clicker? ¿No nos han dicho una y otra vez que las sesiones de moldeado libre
precisamente potencian la capacidad del perro para “pensar” (un término sorprendente por parte de quienes
defienden un modelo conductista de entrenamiento)?
Bueno, pues sí y no.
Es cierto que hace que el perro genere mucha conducta, pero no es conducta prospectiva sino pruebas “a ver
qué pasa, a ver qué hace sonar al clicker”. El perro piensa sí, pero en un nivel muy, muy básico. No hay aprendizaje
inferencial, no hay interacción para modificar el entorno de manera planificada e intencional…
Para verlo partamos de uno de los conceptos importantes para la cognición, que menciono en Tu perro piensa y
te quiere: los reforzadores referenciales -imprescindibles para hacer inferencias- que son aquellos que no se
limitan a aparecer de manera consecutiva a la conducta del perro, sino que además guardan una correspondencia
lógica y directa con el objetivo, correspondencia que es perceptible por el perro, permitiéndole planificar y elegir
un rumbo conductual que previsiblemente le ayudará a modificar el entorno de manera propositiva para obtener
dicho refuerzo.
El clicker es un reforzador no referencial. El perro no puede proyectar qué conductas lo harán sonar, desea que
suene, pero no puede diseñar una estrategia conductual para conseguirlo. Por tanto se ve obligado al juego de
“frío” (no suena el click), “caliente” (suena el click) probando una conducta tras otra e intentando ver cuál
consigue hacer sonar el clicker, con lo que la conducta no puede ser prospectiva, no hay planes, solo pruebas al
azar. Un avance a tientas hacia un objetivo oscuro para el perro, un objetivo que solo está en la mente del
entrenador.
El perro más bien aprende a ignorar el ambiente que a manipularlo a su favor, pues no le ayuda a predecir ni a
planificar qué hacer. Además su evaluador de éxito es solo el click. Es como danzar para un dios misterioso
esperando que nos envíe una señal para indicarnos cuál de nuestros pasos de baile le ha satisfecho. Le “robamos”
al perro el control de su entorno, su capacidad prospectiva y le decimos que depende de fuerzas invisibles y
caprichosas para saber cuándo su conducta es adecuada o no.
Es por esto que perros que han trabajado con clicker a través de moldeado libre no funcionan en los
experimentos de cognición, cuando se les plantean situaciones en las que deben deducir qué hacer analizando
su entorno y generando conducta prospectiva no lo intentan, sino que prueban conductas no relacionadas con
la situación, esperando a que suene el click, y cuando no lo hace se frustran y no buscan soluciones proactivas.
En lugar de analizar la situación para resolverla empiezan su danza esperando hacer algo que agrade al misterioso
Dios del Clicker.
4. Sobreexcitación al obtener el refuerzo.
Cuando escribí este texto faltaba este punto, pero mi amigo David Ordóñez me hizo notar que había olvidado
algo. David me recordó que otro problema potencial del clicker, muy importante en su área de especialización,
las Intervenciones Asistidas por Animales, es la excitación que genera en el perro. Y tenía toda la razón del
mundo. La forma de responder cuando obtenemos un refuerzo referencial y uno no referencial, que no podemos
prever cuando aparecerá, es diferente. Al alcanzar un refuerzo referencial se consigue lo que se preveía. Como
su conducta está dirigida a este fin no hay sorpresa al alcanzarlo, de hecho, según se realiza la conducta el perro
va viendo si está saliendo bien o no.
Esto hace que al lograr el objetivo el perro “cierre” la excitación, que ha sido necesaria para alcanzar lo que
deseaba.
Sin embargo, durante los moldeados libres, el perro no sabe qué conducta hará sonar el clicker por lo que cuando
lo hace no se calma sino que se excita por haber acertado, puesto que no sabía qué era lo que le haría lograr que
sonase. Esto es incompatible con la calma.
Además, según postula la misma Karen Pryor, existe una reactivación de la parte emocional del cerebro al sonar
el clicker, que aumentaría la alegría, lo que se traduce en excitación. Esto puede ser un problema para trabajos,
que requieran tranquilidad de ejecución o bien para perros fácilmente sobreexcitables.
Hasta aquí vemos que sí existen problemas severos que parecen justificar la poca simpatía de los científicos y
entrenadores interesados en la cognición canina hacia el Clicker Training. Pero es que las cosas no son ni blancas
ni negras, como suele suceder.
Porque se pueden tomar algunas sencillas precauciones que nos eviten estos efectos nocivos del clicker, mientras
que nos permiten seguir aprovechando sus ventajas.
1- En primer lugar las sesiones de moldeado libre estricto solo serán nocivas si constituyen el grueso del
entrenamiento del perro, pero si la mayoría del trabajo se hace con protocolos que no incluyan el clicker y que
impliquen a la comunicación social como herramienta de relación y avance no supondrá un problema usarlo
para las destrezas concretas que lo requieran. Mientras sea un porcentaje pequeño e informemos al perro de
cuándo trabajaremos sin comunicación social, para que sólo la abandone en dicha situación, podremos evitar
los problemas antes mencionados.
2- También podemos incluir la comunicación social bidireccional dentrodel trabajo con clicker, lo que hace
“daño” afectivo al perro es la propuesta clásica en la que el entrenador solo activa el click y da la comida. Pero
si modificamos esa práctica estricta, caduca y nociva, introduciendo señales sociales por nuestra parte y
respondiendo a las del perro podemos minimizar el riesgo enormemente. En este aspecto debo decir que las
propuestas innovadoras de entrenamiento con clicker que se han diseñado en España, incorporando
motivaciones sociales y pautas emocionales en sus protocolos, y que están muy siendo difundidas, son un paso
de gigante e infinitamente más actuales, eficaces y saludables para los perros que las espantosamente rígidas
que nos suelen llegar de los países anglosajones, y que son las que han dado lugar a las acusaciones de maltrato
emocional que mencionaba antes. Si la propuesta de trabajo con clicker es igual para una gallina que para un
perro la cosa va mal.
3- Deberíamos plantearnos usar el clicker sólo para la enseñanza de aquellas habilidades que realmente lo
necesiten, por resultar conductas que muy difícilmente el perro nos ofrezca o podamos inducir, evitándolo en
los procesos educativos que regulan la relación del perro con sus personas queridas. Al final la cosa es tan
sencilla como usar una herramienta como tal y no como una forma de trabajo universal, puesto que ninguna
herramienta es una forma de entrenamiento en sí misma. Con las anteriores precauciones podremos evitar
suficientemente los efectos adversos del clicker a nivel global, aprovechando su utilidad como herramienta de
adiestramiento, pero algunos problemas como el estrés del trabajo por aproximaciones sucesivas (no el del
aprendizaje, que es conveniente e inevitable, sino el debido a los procesos de extinción de las aproximaciones
anteriores, que es el chungo) o el aprendizaje de conductas en segmentos no pueden separarse del trabajo de
moldeado libre o dirigido, aunque podamos minimizarlo a través de responder a las señales sociales de los
perros y de trasmitirles a nuestra vez comunicación social tranquilizadora.
Otros aspectos como la falta de referencialidad del refuerzo sencillamente no pueden suplirse, porque se
desvirtuarían los mecanismos que hacen eficaz al clicker, pero es que en el entrenamiento del día a día también
necesitamos enseñar al perro cosas que no pueda deducir del ambiente y por ello no siempre es óptimo el uso
de refuerzos referenciales.
Lo que debemos hacer es recordar que un entrenamiento moderno debe actualizarse con los nuevos
conocimientos, ni la actitud ética ni el avance técnico están en las herramientas. Hay que desecharlas o cambiar
su forma de uso cuando descubrimos nuevas cosas sobre cómo afectan o influyen al perro más allá del
aprendizaje de destrezas. Porque lo más urgente para los entrenadores pueden ser las conductas, pero lo más
importante para los perros es el bienestar, el desarrollo saludable como animales sociales y el acceso a la
felicidad.
El entrenamiento con clicker es viable e incluso divertido y saludable mientras suponga una pequeña parte del
entrenamiento, pero cuando es la principal manera de enseñar, de educar y de relacionarnos con los perros
puede causar problemas y dar lugar a disfunciones afectivas, emocionales, sociales y cognitivas.
Winston Churchill decía que un fanático es alguien que nunca cambia de opinión, sin importar los datos. No
seamos fanáticos, el clicker sin duda e históricamente ha ahorrado mucho dolor físico y emocional a los perros,
pero es el momento de intentar avanzar un paso más, de hacerlo un poco mejor que ayer. Sabiendo que lo que
ahora hagamos dentro de unos años será modificado o abandonado porque sabremos más y podremos
mejorarlo. La ética es continua, pero la técnica es temporal, tiene fecha de caducidad.
No es justo ni razonable etiquetar como sospechosos de mala praxis a quienes utilizan el clicker, entendiendo
que sigue siendo una herramienta útil para el entrenamiento (y creo que lo será durante largo tiempo, al menos
para algunos tipos de entrenamiento) siempre que limitemos y afinemos su uso, asegurándonos de aprovechar
los beneficios que ofrece y evitando a la vez sus peligros para los perros que entrenamos.
Pero debe entenderse también que, al no ser el clicker una herramienta cognitiva por estos riesgos y por no
aportar prácticamente ninguna ventaja a la hora de “tocar” la capacidades cognitivas (objetuales y sociales) de
los perros, quienes investigan estas áreas y no entrenan perros vean el clicker con cierta antipatía y sospecha.
Los nuevos conocimientos redefinen lo que es bueno o malo para los perros durante su entrenamiento, quizá
debamos optar por alternativas educativas al clicker en determinadas áreas, en las que su uso deberá
restringirse progresivamente, pero tampoco desechemos o demonicemos por completo una herramienta útil
y eficaz, incluso necesaria, para conseguir resultados en algunas acciones complejas.
No hagamos bandos con esta situación, debatamos pero no peleemos. Más bien se pueden abrir espacios de
diálogo que nos permitan aprovechar los conocimientos y experiencia de entrenadores y científicos de
diferentes ópticas.
Porque del disenso sobre conceptos, sobre ideas, y no sobre personas, de la discusión donde se respeta al que
piensa diferente y se le presupone la misma buena fe en sus ideas y prácticas que tenemos nosotros en las
nuestras, es de donde pueden salir los avances más notables para mejorar la tecnología del comportamiento
canino. Y esta es, debe ser, puede ser, una empresa colectiva donde todos podemos encontrarnos.
37 El tamaño adecuado de una pelota es aquel demasiado grande como paraque pueda ser tragada
accidentalmente, pero suficientemente pequeño como para ser sujetada con la boca sin tener que mantener la
boca excesiva y/o incómodamente abierta cuando la tiene sujeta con (y en) ella.
38 Los trasportines, o jaulas de transporte aéreo para perros, consisten enuna caja con puerta y ventanas,
formada por dos conchas plásticas que se pueden dividir, quedando como dos “cunas” y pueden ser de gran
utilidad para conseguir que nuestro perro tenga un lugar en el que relajarse y que le sirva como lugar de
referencia cuando pasamos una estancia con él en otro lugar que no sea su casa.
Un trasportín puede aportarle a nuestro perro un lugar seguro en el que relajarse, un sitio que, a modo de
habitación privada, pueda utilizar como lugar de referencia y de calma. Por ello es una herramienta importante
para cuidar su salud comportamental, para ayudarle a gestionar saludablemente su entorno objetual y para
garantizarle un lugar tranquilo en cualquier lugar o circunstancia.
Pero al principio, nuestro perro no tiene por qué verlo así, así que podemos ayudarle con unos ejercicios muy
sencillos:
Presentaremos el trasportín con una camita cómoda dentro y tiraremos trocitos de comida apetitosa dentro,
ayudando así a que utilice su olfato en la presentación del nuevo espacio. Podemos también darle las tomas de
comida en el trasportín promoviendo así su positivización.
Podemos retirar temporalmente otras camitas que tenga en la casa, dejando el trasportín como la opción más
cómoda. Observaremos como poco a poco, va descansando dentro de él.
Una vez veamos que descansa en él, pondremos la puerta, que hasta ese momento mantendremos desmontada,
podemos realizar algún ejercicio de olfato mientras movemos la puerta para promover que esté tranquilo con su
presencia y el sonido que hace.
Las primeras veces que cerremos la puerta, le dejaremos con un juguete interactivo o con un hueso apetitoso.
Algo que le haga olvidarse de salir.
En algunos casos, hay perros a los que les cuesta algo más y al principio no muestran interés por el trasportín, si
así fuera, desmontaríamos las dos conchas y haríamos los mismos pasos anteriores pero con el trasportín
desmontado. Cuando observemos que descansa y se muestra tranquilo en ese espacio, iremos poniendo la
concha de arriba paulatinamente hasta techarlo del todo.
39 Es cierto que el perro podría jugar solo como consecuencia de un problema emocional, esto debe ser avaluado
y comprobado.
40 Por supuesto, si jugamos a la pelota debemos enseñar y emplear normasde juego que garanticen que el perro
no generará adicción u otras respuestas emocionales insalubres, para eso diseñamos el espacio de juego, pero
el hecho de excitarse durante el paseo no necesita enseñanza, como sí lo hace el tranquilizarse.
41 Editorial Tutor 2017.
42 Según el María Moliner.
43 Y no es que no me guste el ejercicio de junto, de hecho es mi favorito de entre todos los que se entrenan con
perro. Creo que permite y crea una máxima coordinación y armonía en el binomio, siendo muy educativo para
ambas partes que deben trabajar al unísono en un auténtico baile que entrelaza conductas y emociones para
darle una expresión final particular y propia, que lo convierte en el ejercicio más personal e individualizado del
adiestramiento.
Todo lo que me interesa saber de un adiestrador y de la relación que mantiene con su perro me lo dice su junto,
quienes lo entrenan contra el perro, forzándoles a acoplarse a ellos, haciendo que los refuerzos o puniciones
sean más relevantes que la mutua atención entre guía y perro me parece que desaprovechan la mejor ocasión
que nos presta el adiestramiento para ESTAR con nuestro perro y objetualizan su relación de una manera que
me parece tristísima. El junto tiende a lo burdo o a lo sublime, sin término medio.
Quienes me conocen saben que tengo un permanente desborde de trabajo que me impide entrenar con
regularidad (o que uso como auto-excusa para no entrenar, que en esto de los actos fallidos Freud parece que
estaba bastante atinado), sin embargo, aunque no haga ninguna otra cosa, es seguro que todas las semanas haré
dos o tres sesiones de junto con mi perro, tener un perro que quiere trabajar y no hacer junto es como tener
pareja (potente) y no practicar sexo: falta algo que aporta una intimidad y contacto a la relación que no puede,
sencillamente no puede, obtenerse de ninguna otra manera. Porque ir al cine y tomarse de la mano está muy
bien, pero estaremos tod@s de acuerdo en que es otra cosa.
Entiendo y me parece algo natural, casi sobrevenido, que se haya creado una disciplina centrada en este ejercicio
y sus variaciones, el Heelwork to Music, porque muchos ejercicios son más difíciles de enseñar, otros requieren
mayor control pero ninguno implica una comunicación tan satisfactoria, fluida y continua del binomio.
El junto no es un ejercicio: es una comunidad. Yo actualmente lo uso como refuerzo social y emocional por haber
realizado otras conductas ¿lo has hecho bien? ¡pues hacemos un rato de junto para premiarte/premiarnos!
Sencillamente me parece obsoleto, ineficaz y equivocado incluirlo en el adiestramiento comercial y quienes lo
hacen están dando un servicio comparativamente peor que quienes optan por otras alternativas. Y paso a
explicarme.
El uso del junto en un adiestramiento comercial no es el que he descrito antes, sino que es un ejercicio de manejo
que permite transitar con el perro controlado y de manera cómoda (que era su objetivo original), pero como los
perros normalmente hacen rutas repetidas en las que conocen el final, por ejemplo de casa al parque, se hace
muy difícil que mantengan la calidad del ejercicio, pues la expectativa de llegar al lugar deseado tira de ellos,
afectando a la manera de ir al lado de su guía, esto lleva a que la práctica totalidad de los casos requieran mucho
mantenimiento, tenemos un ejercicio incómodo para el tutor, que finalmente lo percibe como pesado (si hace
el mantenimiento) o como poco eficaz (si no lo hace), algo que influirá en la imagen que le quedará de nosotros
como adiestradores. Además cuando empieza a deteriorarse el ejercicio es demasiado frecuente recurrir a los
tirones para corregir al perro, lo que produce que al final los tutores suelen tener un ejercicio mediocre percibido
muy negativamente por el perro (y no mucho mejor por ellos). Por todo lo anterior retirar el junto de nuestro
empaquetado de adiestramiento comercial y enseñar el tránsito con arnés de pecho abarata el servicio al restar
tiempo al entrenamiento, le resulta más útil y sencillo al cliente, hace más amigable y relajado el proceso para el
perro y se mantiene con el simple uso, creo que es una elección más que justificada.
Bibliografía

Asociación Americana de Psiquiatría (2013). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM 5. Arlington, VA:
Asociación Americana de Psiquiatría.
Fugazza, C. (2011). Do As I Do. España: Dogalia.
Gowers, T. (2014). Matemáticas: Una breve introducción. Madrid: Alianza Editorial.
Hare, B. (2013). Genios. Santiago de Compostela: KNS Ediciones.
Kaminski, J. (2014). The Social Dog: Behaviour and Cognition. Oxford: Elsevier.
López García, C.A. (2004). Adiestramiento cognitivo-emocional. Madrid: Díaz de Santos.
López García, C.A. (2014). Tu perro piensa y te quiere. España: Dogalia.
Sosa Escudero, W. (2014). Qué es (y qué no es) la estadística. Buenos Aires: Editorial Siglo XX.

AUTOR
Carlos Alfonso López García es fundador de EDUCAN, la empresa de educación canina y formación de
entrenadores profesionales más grande de Europa, desde donde, a finales de los noventa, empezó a desarrollar
técnicas de entrenamiento basadas en las capacidades cognitivas, emocionales y sociales de los perros,
abandonando el adiestramiento centrado en aprendizaje asociativo a través de condicionamiento operante.
El éxito de su propuesta, el entrenamiento cognitivo-emocional, le ha llevado a impartir formación por todo el
mundo para evolucionar adiestramientos y adiestradores conductistas hacia un modelo de educación cognitivo-
emocional.
Para cuerpos oficiales de diferentes países ha diseñado entrenamiento cognitivo-emocional aplicado a búsqueda
y rescate, localización de estupefacientes, cadáveres y explosivos, intervención y obediencia.
Para empresas de entrenamiento comercial ha desarrollado intervenciones comportamentales para la
convivencia y manejo cómodo, seguro y responsable de perros, así como innovadoras y eficaces propuestas de
gestión emocional para tratar problemas de miedo, agresión, ansiedad o estrés.
Asesora a deportistas implicados en el bienestar y felicidad de sus perros de las disciplinas de IPO, OCI, Agility,
Ring francés... Mostrando que, cuando el perro entiende lo que hace y trabaja en equipo con un guía al que quiere
y por el que se sabe querido, los resultados pueden alcanzar la excelencia.
Organiza encuentros y espacios de diálogo entre la ciencia de base y los entrenadores, habiendo colaborado con
científicos y entidades de investigación de primer nivel, como The Alex Foundation y su directora Irene Pepperberg
o Josep Call, director del Wolfgang Köhler Primate Research Center.

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