Casación 1042-2010 Restitución de Frutos
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Corte Suprema de Justicia de la República
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demanda un pedido que nace de una Ejecutoria Suprema que, a su vez, ha
declarado la nulidad del acto jurídico; siendo que este artículo habla de la
obligación de restituir los frutos percibidos cuando éste haya sido un poseedor
de mala fe; y la mala fe está acreditada con la resolución de la Corte Suprema
de Justicia de la República de fecha dos de octubre del año mil novecientos
noventa y siete, lo cual constituye cosa juzgada conforme a lo prescrito en el
artículo ciento veintitrés del Código Procesal Civil; c) Se ha afectado el debido
proceso, puesto que la resolución recurrida no ha sido debidamente motivada
y, muy por el contrario, ha recogido todos los argumentos de defensa del
demandado; asimismo, se han infringido las formas esenciales para la validez
de los actos procesales, puesto que la indicada resolución se ha pronunciado
sobre petitorio y hechos no peticionados, ordenando el pago de costas y costos
cuando estos conceptos nunca fueron solicitados por el demandado;
CONSIDERANDO: Primero.- Que, conforme aparece de los actuados, Asunta
Sonia Morán Rodríguez de García interpuso demanda para que Juan Miguel
Ramos Lorenzo cumpla con restituirle la suma de quinientos ochenta y cinco
mil ciento veinte nuevos soles, más intereses legales, monto a que ascienden
los alquileres que ilegalmente ha venido cobrando el emplazado sobre las
tiendas comerciales ubicadas en la Avenida Bausate y Meza número mil
quinientos noventa y cuatro, distrito de La Victoria, y en la Avenida Bausate y
Meza número mil quinientos noventa y ocho, esquina con Jirón Gamarra
número quinientos, también del mismo distrito, los cuales usufructuaba como si
fueran suyos. Sostiene que el demandado, aprovechando su condición de
abogado de su ex esposo y amigo de la familia, le hizo firmar a aquél una serie
de documentos en blanco de los cuales se sirvió para elaborar
fraudulentamente –entre otros– un Contrato de Compraventa de tres
propiedades que le pertenecían, como son dos tiendas comerciales ubicadas
en el distrito de La Victoria y un terreno en Punta Hermosa, distrito de Ancón.
Dicho contrato fue declarado nulo en el proceso de Nulidad de Acto Jurídico
que se instauró en contra del citado emplazado, proceso en el cual se emitió
decisión definitiva por parte de la Corte Suprema de Justicia de la República, la
cual mediante Ejecutoria Suprema de fecha dos de octubre del año mil
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novecientos noventa y siete declaró “(…) no haber nulidad en la sentencia de
vista (…)”. Desde el año mil novecientos ochenta y tres, y aun hasta el año dos
mil dos, el demandado ha venido cobrando indebidamente todas las rentas
–alquileres– que han producido las tiendas comerciales, por lo que está
obligado a restituir los frutos indebidamente percibidos, de conformidad con el
artículo novecientos diez del Código Civil; Segundo.- Que, contra la demanda
interpuesta, el emplazado formuló las siguientes excepciones: 1) De falta de
legitimidad para obrar de la demandante, en razón a que los bienes materia de
venta en el contrato que fue declarado nulo eran bienes propios del ex cónyuge
de la actora, por lo que ella no tendría ningún derecho sobre aquéllos; 2) De
falta de legitimidad para obrar del demandado, toda vez que se ha establecido,
en sede judicial, que jamás ejerció la posesión efectiva sobre los citados
inmuebles; y 3) De prescripción extintiva, pues estima que al haberse
declarado la nulidad del Contrato de Compraventa, la relación obligacional
entre las partes pasó de ser contractual a extracontractual; y estando a que la
obligación de restituir los frutos cuando éstos ya no existen importa una
indemnización, entonces es de aplicación el plazo de prescripción previsto en
el inciso cuarto del artículo dos mil uno del Código Civil; Tercero.- Que, al
emitir resolución resolviendo las excepciones propuestas, el Juez de la causa
las declaró infundadas, al estimar que asiste legitimidad para obrar a la
demandante, quien tenía derecho a solicitar el pago de los frutos en razón a
que el proceso de Separación de Patrimonios que siguió contra su esposo
César Augusto García Castro no se concluyó con el inventario en ejecución de
sentencia; del mismo modo, concluyó que asiste legitimidad para obrar al
demandado, pues mientras duraron los efectos del contrato disfrutó de los
poderes inherentes a la propiedad, usufructuando los bienes adquiridos; y
finalmente, considera que el derecho de la demandante no ha prescrito porque
el derecho a solicitar la restitución de los frutos no se encuentra incurso dentro
de los alcances del artículo mil novecientos sesenta y nueve del Código Civil;
Cuarto.- Que, sin embargo, apelada que fuera esta decisión, la Sala Superior
revocó el extremo de la resolución que declaró infundada la excepción de
prescripción extintiva, y reformándola, declaró fundada en parte la misma y, en
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consecuencia, concluido el proceso respecto a las pretensiones anteriores al
cuatro de diciembre del año dos mil uno, debiendo proseguir la causa respecto
a las pretensiones posteriores a la fecha citada, con costas y costos, por
cuanto: 1) El artículo novecientos diez del Código Civil impone dos obligaciones
excluyentes al poseedor de mala fe: i) entregar los frutos percibidos; y, ii) pagar
su valor estimado al tiempo que los percibió o debió percibir, situación que
procede, obviamente, cuando no se tienen los aludidos frutos para poder
entregarlos. Esa sustitución de una obligación de dar por una de hacer –al
resultar imposible la primera– deviene en una imputación de responsabilidad
civil a cargo del deudor y en una evidente indemnización a favor del acreedor;
por consiguiente, es necesario para los efectos de la presente excepción
determinar la clase de responsabilidad civil atribuible al demandado; 2) En el
caso de autos, si bien en su origen las partes habían estado vinculadas por el
Contrato de Compraventa, dicho vínculo contractual fue declarado nulo para
todos sus efectos conjuntamente con sus recibos de pago del saldo del precio,
conforme a la Ejecutoria Suprema de fecha dos de octubre del año mil
novecientos noventa y siete; 3) Consecuentemente debe afirmarse que la
obligación indemnizatoria que pesaría contra el demandado no tiene sustento
contractual válido y, por tanto, debe reputarse como una responsabilidad
extracontractual prevista en los artículos mil novecientos sesenta y nueve y
siguientes del Código Civil, tal como inclusive lo ha establecido la propia actora
en su Carta Notarial obrante a fojas ciento cincuenta y dos del expediente
principal; por consiguiente, en aplicación del inciso cuarto del artículo dos mil
uno del Código Civil, al haberse notificado al emplazado con la demanda el día
cuatro de diciembre del año dos mil tres, según cargos de fojas doscientos
treinta y doscientos treinta y uno del citado expediente, ha prescrito toda
pretensión anterior al cuatro de diciembre del año dos mil uno, por lo que
resulta, en parte, amparable la excepción planteada; Quinto.- Que, existiendo
denuncias por vicios in iudicando e in procedendo, corresponde verificar
primero si se ha configurado o no esta última causal, pues en caso de ser
estimada, se dispondría el reenvío de la causa al estadío procesal
correspondiente, impidiendo que sea factible el análisis de las normas
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materiales en las que se sustenta o debió sustentarse la resolución recurrida;
Sexto.- Que, en primer término, la actora denuncia afectación al debido
proceso alegando que la recurrida no ha sido debidamente motivada y que se
limita a recoger los argumentos de defensa del demandado. Cabe señalar, sin
embargo, que el solo hecho de que el Órgano Jurisdiccional hubiera acogido
los argumentos de defensa del demandado por considerarlos idóneos para
resolver la excepción planteada, tanto en su aspecto fáctico como jurídico, no
significa de alguna manera que nos encontremos ante una motivación
defectuosa; distinto es que nos encontremos ante una motivación inexistente o
cuando la misma es sólo aparente, en el sentido de que no da cuenta de las
razones mínimas que sustentan la decisión o de que no responde a las
alegaciones de las partes del proceso, o porque sólo intenta dar un
cumplimiento formal al mandato amparándose en frases sin ningún sustento
fáctico o jurídico; o cuando nos encontramos ante una resolución que presenta
deficiencia en la motivación interna y externa, sin justificación de las premisas,
o cuando es sustancialmente incongruente. Téngase presente que el Tribunal
Constitucional, al desarrollar el derecho a la debida motivación de las
resoluciones judiciales, ha establecido que “(…) el derecho a la debida
motivación de las resoluciones importa que los jueces, al resolver las causas,
expresen las razones o justificaciones objetivas que los llevan a tomar una
determinada decisión. Esas razones, (...) deben provenir no sólo del
ordenamiento jurídico vigente y aplicable al caso, sino de los propios hechos
debidamente acreditados en el trámite del proceso. Sin embargo, la tutela del
derecho a la motivación de las resoluciones judiciales no debe ni puede servir
de pretexto para someter a un nuevo examen las cuestiones de fondo ya
decididas por los jueces ordinarios”. –Expediente número mil cuatrocientos
ochenta – dos mil seis – AA/TC, fundamento jurídico número dos–. Como
quiera que en este extremo del recurso de casación la impugnante no ha
precisado cuál es el defecto sustancial que agravia su derecho a la debida
motivación de las resoluciones judiciales, en atención a las consideraciones
expuestas, se concluye que el mismo debe ser desestimado; Sétimo.- Que, en
segundo término, la recurrente refiere que la resolución impugnada se
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pronuncia sobre el pago de costas y costos del proceso, no obstante que se
trata de conceptos no solicitados por el demandado. Sin embargo, respecto de
la condena en el pago de costas y costos, la demandante debe atenerse a lo
dispuesto en el artículo cuatrocientos doce del Código Procesal Civil, según el
cual el reembolso de las costas y costos del proceso no requiere ser
demandado y es de cargo de la parte vencida, salvo declaración expresa y
motivada de exoneración; es decir, aun cuando las partes no hubieran
reclamado el pago de las costas y costos, éste debe efectuarse a favor de
quien resulte favorable con la decisión final, y sólo en el caso que el Juez
estimara que la parte vencida puede ser exonerada de tal pago, debe sustentar
motivadamente su decisión. Por tal motivo, en el caso de autos, y aun cuando
no se hayan peticionado por el demandado, las costas y costos debían ser
obladas por la parte demandante, en razón de haberse desestimado la
pretensión vía el amparo de una defensa de forma como es la prescripción
extintiva; razón por la cual este extremo del recurso de casación tampoco
merece ser atendido; Octavo.- Que, habiéndose desestimado los vicios in
procedendo contenidos en el acápite c) de los fundamentos del recurso de
casación, corresponde analizar a continuación la infracción de las normas
materiales a que se refieren los acápites a) y b); Noveno.- Que, conforme lo
establece el artículo novecientos diez del Código Civil: “El poseedor de mala fe
está obligado a entregar los frutos percibidos y, si no existen, a pagar su valor
estimado al tiempo que los percibió o debió percibir”. Nuestro ordenamiento
material desarrolla en esta norma dos supuestos distintos, excluyentes entre sí,
relativos a las obligaciones impuestas a aquél que accede a la posesión a
través de acciones contrarias a derecho: entregar los frutos percibos, si es que
éstos existen resguardados, depositados o almacenados; o pagar su valor
estimado, cuando éstos ya fueron consumidos o agotados. Cuando la
restitución resulta imposible –supuesto que suele ser el más común y
generalizado–, “(…) se requiere la subrogación de lo consumido a través del
pago de una suma de dinero, que se valoriza de acuerdo con el precio de los
frutos y productos al momento en que se percibieron o debieron
percibirse”. –Max Arias Schreiber Pezet. Exégesis del Código Civil Peruano de
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mil novecientos ochenta y cuatro, Tomo IV. Primera edición, Librería Studium,
Lima, año mil novecientos noventa y uno, página ciento treinta y
dos–; Décimo.- Que, como puede advertirse entonces, cuando el poseedor de
mala fe no pueda devolver los frutos percibidos mientras detentó la posesión,
deberá devolverlos en el valor que tuvieron a la fecha en que se percibieron.
No estamos, pues, ante una compensación por el daño causado o una
reparación por pérdida de frutos, sino ante el reemplazo de la cosa u objeto
materia de devolución por otra de igual valor, para cuya determinación se
requiere, por supuesto, de la necesaria intervención de peritos tasadores.
Refuerza esta posición el análisis que realiza Gunther Gonzáles Barrón, quien
partiendo de la interpretación sistemática del artículo novecientos diez del
Código Civil con los artículos seiscientos cuatro y seiscientos siete del Código
Procesal Civil, concluye que en los casos de posesión de mala fe puede
demandarse el pago de una indemnización por los daños irrogados
independientemente del pago de frutos y que, por tanto: “La responsabilidad
del poseedor de mala fe con respecto a los frutos NO SIGUE los criterios de
responsabilidad civil extracontractual –artículos mil novecientos sesenta y
nueve al mil novecientos setenta del Código Civil–. El poseedor responde de
los frutos –incluso los civiles– independientemente de los daños producidos al
propietario.” –Derechos Reales. Segunda edición, Jurista Editores Empresa
Individual de Responsabilidad Limitada, Lima, año dos mil cinco, página
trescientos veintiuno, notas seiscientos treinta y siete y seiscientos treinta y
ocho. Las mayúsculas corresponden al autor–; Décimo Primero.- Que, en
consecuencia, cuando la Sala Superior asimila la restitución de los frutos en su
valor en dinero como si se tratara de una indemnización a favor del acreedor,
interpreta –y aplica– erróneamente el artículo novecientos diez del Código Civil
otorgándole un sentido que no le corresponde, es decir, incurre en error al
establecer la verdadera voluntad objetiva de la norma, con lo cual resuelve el
conflicto de intereses de manera contraria a los valores y fines del derecho;
siendo la interpretación correcta de la norma que el pago del valor de los frutos,
cuando éstos ya han sido consumidos, se asimila a la figura del reemplazo o la
reposición, pues el obligado al pago de los frutos debe dar, en su lugar, otra
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cosa de igual valor, razón por la cual el acápite b) de los fundamentos del
recurso de casación corresponde ser amparado; Décimo Segundo.- Que,
como correlato de lo expuesto en las líneas que anteceden, debemos concluir
también que el inciso cuarto del artículo dos mil uno del Código Civil ha sido
aplicado indebidamente, pues no siendo la restitución, pago o devolución de los
frutos consumidos asimilable a la figura de la indemnización a favor del
acreedor o propietario del bien, carecía de objeto que el Colegiado Superior
determinara su naturaleza contractual o extracontractual; razón por la cual el
acápite a) de los fundamentos del recurso de casación igualmente resulta
fundado; Décimo Tercero.- Que, concluyéndose entonces que el recurso de
casación resulta amparable por la infracción de las normas materiales referidas
en los acápites a) y b), corresponde como consecuencia lógica revocar la
recurrida en la parte pertinente a la excepción de prescripción cuestionada, y
emitir la resolución que corresponda al proceso, de conformidad con lo
dispuesto en el primer párrafo del artículo trescientos noventa y seis del Código
Procesal Civil. En tal sentido, se advierte que la demanda de restitución de
frutos persigue, en esencia, la entrega de las rentas que indebidamente cobró
el poseedor de mala fe por arriendo de dos tiendas comerciales desde el año
mil novecientos ochenta y tres inclusive, por lo que tratándose de una acción
personal, es de aplicación el plazo de prescripción previsto en el inciso primero
del artículo dos mil uno del Código Civil, esto es, diez años, para cuyo cómputo
deberá considerarse principalmente el hecho de que la calidad de poseedor de
mala fe imputable al emplazado Juan Miguel Ramos Lorenzo surge a partir de
la declaración judicial de nulidad del acto jurídico del Contrato de Compraventa
de fecha dos de abril del año mil novecientos ochenta y cinco, obrante a fojas
doscientos cuarenta y cinco del expediente principal, lo cual tuvo lugar al
expedirse en última instancia la Ejecutoria Suprema de la Sala Civil Transitoria
de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fecha dos de octubre del
año mil novecientos noventa y siete, obrante a fojas doscientos noventa y seis
del referido expediente, que declaró “(…) no haber nulidad en la sentencia de
vista (…)” que declaraba fundada la demanda interpuesta por Carlos Augusto
García Castro y, en consecuencia, nulo el Contrato de Compraventa de fecha
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dos de abril del año mil novecientos ochenta y cinco, entre otros actos jurídicos.
Es el caso precisar que mientras tal declaración judicial no se producía, la
calidad de poseedor que detentaba el emplazado Ramos Lorenzo respecto de
las tiendas comerciales –sea a título de propietario o de poseedor de mala
fe– era incierta; por tanto, en aplicación de lo dispuesto en el artículo mil
novecientos noventa y tres del Código Civil, la prescripción comienza a correr
desde el día en que puede ejercitarse la acción, es decir, con posterioridad a la
emisión de la Ejecutoria Suprema mencionada. Téngase en cuenta que el
citado artículo mil novecientos noventa y tres diferencia claramente el
nacimiento de la acción misma –actio nata– del momento en que ésta puede
ejercitarse; en otras palabras, puede existir el derecho de accionar latente pero
éste, por diversas circunstancias, puede no ser ejercitado; entonces, la
posibilidad de accionar es la que define el punto de inicio para el cómputo del
plazo prescriptorio. Así lo entiende, por ejemplo, Eugenia Ariano Deho cuando
al comentar la redacción de la norma material estima que el legislador
peruano “(…) parece haber traducido al castellano y en positivo la vieja
máxima ‘actioni nodum natae non praescribitur’ –acción que no ha nacido no
prescribe–, sólo que la ley no hace referencia al nacimiento de la ‘acción’, sino
a la posibilidad de que ella pueda ejercitarse, o sea que, ‘nacida’ ésta, no debe
haber un impedimento para su ejercicio.” –“Momento inicial del fenómeno
prescriptorio”. En: Código Civil Comentado por los Cien Mejores Especialistas;
Tomo X. Primera edición, Lima, Gaceta Jurídica, año dos mil cinco; página
doscientos setenta y cinco. Entre guiones es nuestro–; Décimo Cuarto.- Que,
en ese orden de ideas, atendiendo a que la presente demanda sólo pudo
materializarse a consecuencia de la Ejecutoria Suprema expedida por la Sala
Civil Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República el día dos de
octubre del año mil novecientos noventa y siete, y teniendo en cuenta que el
demandado fue notificado con la misma el cuatro de diciembre del año dos mil
tres, conforme aparecen del aviso de notificación y cédula respectiva que obran
copiados a fojas doscientos treinta y doscientos treinta y uno del expediente
principal, se concluye que el plazo de prescripción de diez años previsto para
las acciones personales en el inciso primero del artículo dos mil uno del Código
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Civil aún no había transcurrido; por tanto, corresponde desestimar la excepción
de prescripción extintiva incoada en autos. Por estos fundamentos, declararon:
FUNDADO el recurso de casación interpuesto por Asunta Sonia Morán
Rodríguez de García mediante escrito de fojas cuatrocientos cincuenta y cinco
del expediente principal; CASARON la resolución impugnada, en
consecuencia, NULO el auto de vista de fojas cuatrocientos treinta y ocho del
mencionado expediente, de fecha dos de noviembre del año dos mil nueve,
únicamente en el extremo que, revocando la resolución apelada de fojas
trescientos noventa y siete del mismo expediente, declara fundada la excepción
de prescripción extintiva y concluido el proceso respecto de las pretensiones
anteriores al cuatro de diciembre del año dos mil uno, con lo demás que dicho
extremo contiene; y actuando como sede de instancia, CONFIRMARON la
resolución apelada de fojas trescientos noventa y siete del citado expediente,
de fecha veinte de marzo del año dos mil siete, en el extremo que declara
infundada la excepción de prescripción extintiva propuesta por Juan Miguel
Ramos Lorenzo, debiendo proseguir la causa conforme a su estado;
DISPUSIERON la publicación de la presente resolución en el Diario Oficial “El
Peruano”, bajo responsabilidad; en los seguidos por Asunta Sonia Morán
Rodríguez de García contra Juan Miguel Ramos Lorenzo, sobre Restitución de
Frutos; y los devolvieron. Ponente Señor Ticona Postigo, Juez Supremo.-
SS.
TICONA POSTIGO
PALOMINO GARCÍA
VALCÁRCEL SALDAÑA
CASTAÑEDA SERRANO
MIRANDA MOLINA
DRO.
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