Identidad Indigena y Multiculturailidad
Identidad Indigena y Multiculturailidad
Identidad Indigena y Multiculturailidad
en América Latina
Rodolfo Stavenhagen
El Colegio de México
Las culturas indígenas, con sus propias identidades, tradiciones, costumbres, orga-
nización social y cosmovisión nunca tuvieron un lugar en el proceso de .,construc-
ción de la nación" en América Latina. Es más, las políticas indigenistas estatales de
los años 40 fueron diseñadas para, integrar o "asimilar'' a los indígenas. Hoy, Amé-
rica Latina experimenta un resurgimiento de las organizaciones indígenas, que re-
chazan la asimilación, afirman sus raíces y reclaman sus derechos. ,
El surgimiento, en los últimos años, de pueblos indígenas como nuevos pro-
tagonistas sociales y políticos en América Latina puede ser visto como un paso en
la transformación del Estado y la transición a una nueva forma de vida, más demo-
crática. Durante el periodo colonial, los pueblos indigenas tuvieron un status clara-
mente definido en la sociedad, pero desde el surgimiento de las repúblicas indepen-
dientes en la región, hace casi 200 años, su relación con el Estado y sus institucio-
nes ha sido dificil y ambigua. En los comienzos de un nuevo milenio, los países la-
tinoamericanos se ven confrontados ahora con la tarea de redefinir esa relación a la
luz de las nuevas identidades indígenas que resurgen, articulando antiguas reivin-
dicaciones y planteando nuevos reclamos.
Las teorías del cambio social otrora de moda-la modernización y la construc-
ción de la nación- que predominaron en las ciencias sociales durante más de medio
siglo, son desafiadas hoy por los nuevos movimientos sociales de los pueblos indí-
genas y sus idearios políticos. El acuerdo de paz que el gobierno y los insurgentes
revolucionarios firmaron en Guatemala en 1996, y que puso fin a una guerra civil de
30 años, incluyó entre sus primeros puntos el tema de la cultura y los derechos de
los pueblos indígenas. Uno de los aguijones que tuvo a maltraer al gobierno san-
dinista durante los años 80 en Nicaragua fue el problema irresuelto de la autonomía
de los pueblos indígenas de la Costa Atlántica. En la nueva Constitución boliviana,
el país es definido como multiétnico, plurilingüe y multicultural. El Ejército Zapatista
de Liberación Nacional, que "declaró la guerra" al gobierno de México en un espec-
tacular levantamiento el 1° de enero de 1994, está integrado mayoritariamente por
indígenas y lucha por el reconocimiento de sus reivindicaciones. Los gobernantes
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zaciones étnicas comenzaron a aparecer en el escenario político, con sus líderes re-
presentando más el grupo étnico como tal que una u otra comunidad rural en parti-
cular. Ese nivel de organización fue seguido rápidamente por asociaciones regiona-
les, incluyendo a varios grupos étnicos. Así nacieron la Confederación de Naciona-
lidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (CONFENAIE), la Asociación Jn-
terétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP), el Consejo Regional Indíge-
na del Cauca (CRIC) en Colombia, la Confederación Indígena del Oriente, Chaco y
Amazonia de Bolivia (CIDOB) y muchas otras. Todas ellas celebran congresos,
publican manifiestos y plataformas, dirigen peticiones al Estado, a Jos gobiernos
nacionales y a la comunidad internacional, y a menudo organizan acciones militan-
tes, tales como manifestaciones, marchas de protesta, ocupaciones de tierras y re-
sistencia activa, o inician procedimientos legales y hacen trabajo de lobby en los
parlamentos y las oficinas públicas, a fin de impulsar sus proyectos y alcanzar sus
variados objetivos.
A mediados de los años 90 existían varios cientos de asociaciones, de todo
tipo y forma: organizaciones locales, intercomunales y regionales, grupo de defensa
de intereses estructurados formalmente, federaciones nacionales, ligas y uniones,
alianzas transnacionales y coaliciones, con intensos contactos y actividades inter-
nacionales. Ciertamente, puede afirmarse que esas organizaciones indígenas, sus
líderes, sus objetivos, actividades e ideologías emergentes constituyen un nuevo
tipo de movimiento social y político en la Amé1ica Latina contemporánea, cuya his-
toria aún no ha sido analizada en detalle. Un nivel más reciente de organización es la
confederación indígena nacional. Nuevamente, la Confederación de Nacionalidades
Indígenas del Ecuador (CON ATE) ha estado a la vanguardia de esas actividades
políticas, organizando varios grandes "levantamientos" indígenas pacíficos en Ecua-
dor, en 1990, 1993 y 1999, que prácticamente paralizaron el país y forzaron al gobier-
no nacional a negociar con los pueblos indígenas acerca de temas agrarios y otros.
Aún más importante fue la alianza del movimiento nacional indígena Pachakutik con
un grupo de mandos medios del ejército para expulsar de su cargo al presidente de
Ecuador, en enero de 2000. La Unión de Naciones Indígenas de Brasil (UNI), que
congregaba a numerosas tribus de la Amazonia, desempeñó un papel crncial en las
discusiones políticas para la redacción del artículo dedicado a los pueblos indíge-
nas en la nueva Constitución del Brasil (1988). En forma similar, la Organización
Nacional Indígena de Colombia (ONIC) tuvo parte activa en los debates políticos
nacionales que llevaron a la nueva Constitución de Colombia en 1991.
Las organizaciones indígenas han traspasado también las fronteras naciona-
les, desarrollando actividades a nivel internacional. En América Central y del Sur, los
activistas indígenas intentan crear organizaciones regionales transnacionales, con
Tdentídad índígena y multiculluralidad en América latina 19
éxitos variados. Y desde fines de los años 80 ha tenido lugar un importante número
de congresos internacionales, regionales y continentales, en un intento de coordi-
nar las actividades indígenas en tomo a la conmemoración del Quinto Centenario
del "Encuentro de Dos Mundos" (o 500 Años de Resistencia Indígena), el Año de
los Pueblos Indígenas de las NN.UU. (1993) y la Década de los Pueblos Indígenas,
también proclamada por la ONU y que comenzó en 1995. Representantes indígenas
de América Latina participan activamente (aunque no tan activamente como sus
colegas de Norte América) en las discusiones del Grupo de Trabajo de las Naciones
Unidas sobre Pueblos Indígenas, que prepara una Declaración de los Derechos In-
dígenas (a ser considerada, es de esperar, en la Asamblea General en un futuro próxi-
mo), y han tomado parte brevemente en los debates en tomo a la adopción del Con-
venio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales de la OIT ( I 989).
que sus territorios sean reconocidos en la Constitución, al igual que los yanomami,
del norte del Brasil. Los mapuche del sur de Chile y los miskitos, de Nicaragua, entre
otros pueblos indígenas, han estado en la avanzada de esas luchas en sus países.
En la Constitución colombiana de 1991 se reconocen los territorios tradicionales de
numerosos grupos indígenas, asegurándoseles protección legal. En México, las
negociaciones entre los zapatistas y el gobierno federal se estancaron, porque éste
último no quiso reconocer territorio indígena alguno que no esté incluido ya en la
Constitución del país.
En la Convención 169 de la OIT, adoptada en 1989, se llama a los Estados a
respetar las tierras y territorios indígenas, y se proclama el derecho de los indígenas
a controlar sus recursos naturales. Es ése un derecho de gran importancia, ya que
muchos de los actuales conflictos por tierras y territorios giran en tomo a la pose-
sión, el control, la explotación y el uso de los recursos naturales. En muchos países,
el Estado se reserva el derecho de controlar esos recursos. En numerosos casos,
las corporaciones transnacionales están haciendo valer sus propios intereses eco-
nómicos en relación con esos recursos, desatando complicados conflictos con las
comunidades indígenas por su posesión y derechos de uso. En esos conflictos se
ven envueltas también instancias multilaterales, tales como el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial.