ANÁLISIS
ANÁLISIS
ANÁLISIS
1. El Suelo.
2. Estructura Física Del Suelo.
3. Composición Química Del Suelo.
3.1. pH.
3.2. Gestión Del Suelo En Relación Con Los Valores De pH.
3.3. Nutrientes.
4. Análisis De Suelos.
4.1. Muestreo Del Suelo.
4.2. Análisis Del Suelo.
5. Análisis De Tejidos Vegetales.
6. Bibliografía.
1. EL SUELO.
El suelo es un sistema muy complejo que sirve como soporte de las plantas, además de servir de
despensa de agua y de otros elementos necesarios para el desarrollo de los vegetales. El suelo es
conocido como un ente vivo en el que habitan gran cantidad de seres vivos como pequeños animales,
insectos, microorganismos (hongos y bacterias) que influyen en la vida y desarrollo de las plantas de una
forma u otra.
El suelo es un sistema abierto, dinámico, constituido por tres fases. La fase sólida está formada por
los componentes inorgánicos y los orgánicos, que dejan un espacio de huecos (poros, cámaras, galerías,
grietas, grietas y otros) en el que se hallan las fases líquida y gaseosa (principalmente oxígeno y dióxido
de carbono). El volumen de huecos está ocupado principalmente por agua que puede llevar iones y
sustancias en solución o suspensión, por aire y por las raíces y organismos que viven en el suelo. Todos
estos elementos le dan sus propiedades físicas y químicas.
Se puede hablar sobre la evolución del suelo, es decir, cambio de sus características basándose en el
clima, presencia de animales y plantas y la acción del hombre. Por lo tanto un suelo natural, en el que la
evolución es lenta es muy diferente de uno cultivado.
Por tanto, la gestión adecuada de un suelo es necesaria para poder preservar su fertilidad, obtener
mejores resultados y respetar el medio ambiente. Por otro lado, analizar un suelo es necesario si
queremos gestionarlo adecuadamente.
Entre las pequeñas partículas minerales de los suelos se incluyen la arena, el limo y la arcilla. Algunos
suelos presentan además otras partículas de mayor tamaño denominadas piedras, guijarros o gravillas.
La textura define la cantidad de arena, limo y arcilla que existe en el suelo. A continuación se muestra el
tamaño de diferentes partículas de diversos componentes del suelo.
Las partículas de arena son las de mayor tamaño y se caracterizan por presentar un tacto grumoso.
El limo es la partícula de tamaño intermedio, situada entre la arena y la arcilla. La arcilla es la partícula
más pequeña. Las combinaciones de arena, limo y arcilla normalmente se describen de la siguiente
manera:
Por tanto, la textura define la cantidad y el tamaño de los espacios que existen entre las partículas
del suelo. Estos espacios determinan la facilidad que tiene el agua para circular a través del suelo y la
cantidad de agua que el suelo puede retener. El tamaño de las partículas también influye sobre el arado
y laboreo de los suelos, de igual manera que sobre el cultivo.
La estructura de un suelo es el modo que tienen los elementos constituyentes del suelo de unirse
entre sí, de tal forma que le confieren una arquitectura característica. Se entiende por estabilidad
estructural la resistencia de los agregados a modificar su forma o su tamaño por la acción de factores
externos. Son numerosos los factores degradadores de la estructura, pero el más importante es el agua,
ya que ocasiona los efectos de dispersión, estallido, golpeteo, etc.
Generalmente el agricultor a penas puede modificar la textura del suelo, pero si puede influir
beneficiosamente sobre su estructura realizando las siguientes labores:
La composición química del suelo incluye la media de la reacción de un suelo (pH) y de sus
elementos químicos (nutrientes). Su análisis es necesario para una mejor gestión de la fertilización,
cultivo y para elegir las plantas más adecuadas para obtener los mejores rendimientos de cosecha.
La reacción de un suelo hace referencia al grado de acidez o basicidad del mismo y generalmente se
expresa por medio de un valor de pH del sistema suelo-agua. El pH es la medida de la concentración de
iones de hidrógeno [H+]. Según este valor, un suelo puede ser ácido, neutro o alcalino. Las propiedades
físicas, químicas y biológicas del suelo están influenciadas por la acidez o basicidad del medio, que a su
vez condicionan el uso agronómico del suelo. Así, la mayoría de las plantas prefieren rangos de pH de 5,5
a 7,5, pero algunas especies prefieren suelos ácidos o alcalinos. Sin embargo, cada planta necesita un
rango específico de pH, en el que poder expresar mejor su potencialidad de crecimiento.
Del pH también dependen los procesos de humificación. En función del pH se producen distintos
tipos de materia orgánica del suelo y propiedades que influyen directamente sobre el crecimiento
vegetal como el movimiento y disponibilidad de los nutrientes o los procesos de intercambio catiónico.
El pH influye sobre la movilidad de los diferentes elementos del suelo: en unos casos disminuirá la
solubilidad, con lo que las plantas no podrán absorberlos; en otros el aumento de la solubilidad debida al
pH, hará que para determinados elementos sea máxima (por ejemplo, cuando hay mucha acidez se
solubiliza enormemente el aluminio pudiendo alcanzarse niveles tóxicos). Cada planta necesita
elementos en diferentes cantidades y esta es la razón por la que cada planta requiere un rango particular
de pH para optimizar su crecimiento. Por ejemplo, el hierro, el cobre y el manganeso no son solubles en
un medio alcalino. Esto significa que las plantas que necesiten estos elementos deberían teóricamente
estar en un tipo de suelo ácido. El nitrógeno, el fósforo, el potasio y el azufre, por otro lado, están
disponibles en un rango de pH cercano a la neutralidad.
Caracterizar con exactitud la reacción del suelo tiene como principal objetivo diagnosticar las
condiciones que rigen en los procesos edafogenéticos, en la translocación de elementos, en la
disponibilidad de nutrientes, en cuanto a los problemas de toxicidad, en la actividad biológica, etc.
La medida del pH del suelo en agua es una determinación sencilla, pero de gran valor, pues sirve
como criterio para decidir la necesidad de otros análisis y las técnicas a utilizar. Sin embargo, también se
puede medir el pH en KCl que, junto con el pH en agua, da una idea del grado de saturación del complejo
de cambio; el pH en NaF es útil para detectar la presencia de compuestos amorfos en posibles horizontes
espódicos o en andosoles.
Como hemos visto, la elección del cultivo depende del valor del pH del suelo, por ello se recomienda
elegir cultivos que estén indicados para el rango analizado.
3.2.1. Gestió n de suelos á cidos.
Hay varios factores que influyen sobre la acidez de los suelos. El calcio, el magnesio y el potasio, se
eliminan del suelo a través de la erosión, la lixiviación y la recolección del cultivo, incrementándose la
acidez de los suelos. Además, la utilización de fertilizantes acidificantes incrementa los niveles de acidez
de los suelos. Por ejemplo, la conversión de los fertilizantes amónicos a nitratos ocasiona la formación de
suelos ácidos.
Por ello, es importante emplear fertilizantes que no aumenten la acidez (urea, nitrato de calcio,
nitrato de amonio y superfosfato) o reduzca la alcalinidad (sulfato de amonio). Sin embargo, el pH del
suelo puede ajustarse mediante la aplicación de enmiendas. En suelos ácidos se pueden emplear
sustancias correctoras como cal, dolomítica, piedra caliza y marga, según la naturaleza del suelo, que
tienen la capacidad de neutralizar los ácidos del suelo.
El material calizo más común y económico que se encuentra disponible es la roca caliza agrícola. Las
rocas calizas que contienen tanto calcio como magnesio de denominan rocas dolomíticas y las rocas que
contienen únicamente calcio se denominan calcíticas. Cuando los suelos son ácidos y los niveles de
magnesio son bajos, conviene incorporar roca caliza dolomítica, para así, incrementar tanto el pH como
los niveles de magnesio.
Los niveles altos de pH en los suelos pueden depender de diferentes elementos, por lo que hay
diversos métodos para su corrección.
En suelos ricos en piedra caliza se recomienda añadir sustancias orgánicas y en los suelos alcalino-
salinos la alcalinidad se debe a la presencia de sales, en particular a una alta concentración de sodio.
Si la alcalinidad está causada por sodio, se recomienda añadir sustancias como el yeso (sulfato de
calcio), sulfuro u otros sulfúricos.
3.3. NUTRIENTES.
Los nutrientes vegetales son aquellos elementos químicos que en mayor o menor proporción son
necesarios para el desarrollo de las plantas, y que en general éstas toman del suelo por las raíces, y del
aire por las hojas.
Aunque se han identificado veinte elementos químicos en la mayor parte de las plantas, se ha visto
que solamente dieciséis son realmente necesarios para un adecuado crecimiento y una completa
maduración de las plantas. A estos 16 elementos se les considera como los nutrientes esenciales.
Carbono, oxígeno e hidrógeno, constituyen la mayor parte del peso seco de las plantas, estos
elementos provienen del CO2 atmosférico y del agua. Les siguen en importancia cuantitativa el
nitrógeno, potasio, calcio, magnesio, fósforo y azufre que son absorbidos del suelo.
Los elementos más importantes para el crecimiento de las plantas son los macronutrientes
(nitrógeno, fósforo y potasio) y deberían ser suministrados a las plantas a través de fertilizantes,
mesonutrientes (calcio, magnesio y azufre) y micronutrientes u oligoelementos (hierro, manganeso,
boro, zinc, cobre y molibdeno) que están generalmente presentes en el suelo en cantidades suficientes y
las plantas los necesitan en dosis menores.
En la tabla siguiente se recogen las funciones de estos elementos en las plantas y sus síntomas de
deficiencia:
Por tanto el correcto desarrollo de un cultivo dependerá de la contenido nutricional del suelo sobre
el que se desarrolla. Pero la cantidad de nutrientes a añadir al suelo, no depende solo del estado químico
del suelo sino también de factores como el clima local, la estructura física, la existencia de cultivos
previos y presentes, actividad microbiológica, etc. Por tanto, solo tras una evaluación técnica y
económica, es posible elegir la cantidad adecuada de fertilizante a añadir. Los pasos a seguir para
conseguir un abonado racional son los siguientes:
1. Hacer un análisis del suelo para conocerse riqueza en elementos fertilizantes y poder adoptar la
fórmula de abonado más conveniente.
2. Elegir el abono adecuado, utilizando el que tenga un equilibrio semejante a las necesidades del
suelo manifestadas en el análisis.
3. Aplicar, según las necesidades del cultivo y el nivel de nutrientes, las cantidades necesarias para
obtener una producción óptima.
3.3.1. El nitró geno en el suelo.
Más del 95% del nitrógeno del suelo está en forma de materia orgánica, cuya fracción menos
susceptible de sufrir una descomposición rápida es el humus. El nitrógeno inorgánico está
fundamentalmente como NH4+, del cual sólo una pequeña parte está en la solución del suelo y en las
sedes de intercambio, pues nitrifica rápidamente, el restante está en forma difícilmente cambiable
formando parte de los silicatos.
La cantidad de nitrógeno disponible para las plantas depende del equilibrio entre mineralización
(conversión del nitrógeno orgánico en nitrógeno mineral, ya sea por aminización, amonificación o
nitrificación) e inmovilización (proceso contrario). Esta mineralización depende, entre otros factores, de
la temperatura del suelo, siendo muy activa con temperaturas altas.
El fósforo forma parte en la composición de ácidos nucleicos, así como las sustancias de reserva en
semillas y bulbos. Contribuye a la formación de yemas, raíces y a la floración así como a la lignificación.
Una falta de fósforo provoca un ahogo de la planta, crecimiento lento, una reducción de la producción,
frutos más pequeños y una menor expansión de las raíces. La mayor parte del fósforo presente en el
suelo no es asequible a las plantas y su emisión en la solución de suelo es muy lenta.
Las plantas difieren en su capacidad de utilizar las distintas formas de potasio, según la capacidad de
intercambio catiónico de la raíz. Las plantas leguminosas poseen el doble de capacidad de cambio que las
gramíneas.
4. ANÁLISIS DE SUELOS.
Para detectar posibles deficiencias nutricionales en un cultivo, se pueden emplear tres métodos de
análisis:
· Inspección visual del cultivo para localizar signos de deficiencias. Este método sólo advierte
deficiencias críticas, una vez producido el daño y a veces los síntomas observados pueden ser poco
fiables. La clorosis, por ejemplo, puede ser el resultado de una cantidad de nitrógeno baja, de una
alimentación de un nematodo, de un suelo salino o seco, de alguna enfermedad (virosis) o de otros
problemas no relacionados con los niveles de nutrición del suelo.
· Análisis de suelo. Miden los niveles de nutriente del suelo así como otras características del mismo.
Los agricultores dependen de estos análisis para determinar las necesidades de cal y fertilizante de las
cosechas.
· Análisis de tejido vegetal. Miden los niveles de nutriente solo en los tejidos de la planta. Este tipo
de análisis permite detectar posibles carencias no encontradas en los análisis del suelo.
De los tres métodos descritos, el del análisis del suelo es el más importante para la mayoría de los
cultivos, especialmente para los anuales. Puede realizarse un análisis del suelo al principio de la estación
para permitir al agricultor suministrar el nutriente necesario antes de la siembra o plantación. Es
importante realizar análisis del suelo para determinar la cantidad de cada nutriente que está disponible
para el crecimiento de la planta. A partir de los resultados de estos análisis del suelo, el agricultor puede
decidir qué cantidad de fertilizante debe aplicarse para alcanzar el suficiente nivel.
· Muestreo del suelo. El agricultor retira muestras del suelo y las envía a un centro de análisis.
· Análisis del suelo. El laboratorio de suelos realiza una prueba de la muestra y concluye con una
recomendación al agricultor.
Los resultados del análisis de un suelo dependen de la calidad de la muestra recogida por el
agricultor al centro de análisis. Por ello a continuación se recogen las recomendaciones a seguir en la
toma de muestras de suelo para análisis fisico-químico:
La frecuencia del análisis del suelo depende de la cosecha y de cómo se ha cultivado. Para la mayoría
de los cultivos, la recolección de muestras cada dos o tres años debe ser suficiente. Los cultivos
intensivos como las frutas u hortalizas necesitan de un muestreo anual, y los cultivos de invernadero
realizan sus análisis más a menudo. Se debe realizar el análisis antes de sembrar o plantar.
Cualquier cambio en las prácticas de cosecha debe ir precedido de un análisis de comprobación del
suelo. Por ejemplo, si un agricultor pretende cambiar de un laboreo normal a uno de conservación, se
debe realizar un análisis de suelo antes del primer año. Un agricultor que cambia de cultivo debe
también realizar un análisis del suelo antes del nuevo cultivo.
Depende del tipo de cultivo, pero por lo general siempre se recomienda desechar los primeros 5 cm
de suelo superficial. Para la mayoría de los cultivos basta con tomar muestras de los primeros 20-40 cm
del suelo. En el caso de cultivos de césped y praderas la profundidad de muestreo recomendada es de 5
a 10 cm. Por otro lado, en aquellos cultivos de raíces profundas y frutales se recomienda realizar
muestreos a una profundidad de 30 a 60 cm.
Para la toma de muestras se empleará barrenas o tubos de muestreo de suelo. También se puede
utilizar una pala. Para ello se ha de realizar un hoyo en forma de V, cortar una porción de 1,5 cm de la
pared del hoyo y retirar la mayor parte de la muestra con la hoja. Cada muestra de suelo debe incluir
suelo de toda la profundidad de muestreo.
Una vez terminada la toma de muestras, se recomienda mezclar todas las muestras juntas para
obtener una mezcla de suelo homogénea. Tomar aproximadamente 1 kg de esta mezcla, dejarla secar al
aire y enviarlo al laboratorio de análisis, especificando al máximo todos los datos de la parcela.
El programa de fertilización para cultivos en invernaderos es muy diferente al empleado para los
cultivos extensivos. Generalmente, los agricultores extensivos dependen principalmente de las reservas
de nutrientes del suelo, como el nitrógeno orgánico o el potasio intercambiable. Sin embargo, en los
cultivos intensivos en invernadero se suelen emplear sustratos a los que se les suministran los nutrientes
a través de complejos planes de fertilización, de esta forma se tiene un control total sobre el estado
nutricional de la planta.
Existen dos metodologías para realizar un análisis de las muestras de suelo recogidas. El método más
antiguo utiliza reacciones químicas que producen cambios de color. El color exacto depende de la
cantidad de minerales disponibles en el suelo. En el caso del análisis del pH, el color depende del pH del
suelo.
Estos ensayos químicos sencillos son muy fáciles de realizar pero son poco fiables. Por ello estos
ensayos basados en la comparación de colores se han reemplazado en los laboratorios por ensayos que
utilizan modernos aparatos como el medidor de pH y el espectrofotómetro. Estos aparatos miden de una
forma rápida y exacta cantidades de minerales en las muestras del suelo.
Sin embargo, los resultados de laboratorio solo son fiables si han sido validados en suelos similares a
los del muestreo. Es decir, que los ensayos deben estar basados en estudios realizados sobre la
fertilización y niveles de nutrientes en suelos parecidos a los del suelo de muestra.
· Medida del fósforo soluble o disponible (cantidad de fósforo libre para el crecimiento de la planta)
mediante lavado de la muestra con una solución ácida y su posterior análisis en espectrofotómetro.
Los análisis de tejido de la planta en combinación con los del suelo dan una visión más completa del
estado nutricional de la planta. En los análisis de tejidos, se realizan análisis solo de los nutrientes de la
planta, en lugar de a los nutrientes del suelo. Estos análisis son útiles para determinar posibles
problemas nutricionales relacionados con la carencia de micronutrientes, más difíciles de determinar en
el suelo.
Con los análisis de tejidos vegetales se pueden diferenciar las fisiopatías producidas por carencias
nutricionales de otras enfermedades causadas por hongos, bacterias o virus. Además, estos análisis
permiten conocer los fenómenos de competencia entre los distintos elementos, que impiden la
absorción de nutrientes.
La toma de muestras de material vegetal para analizar es una operación que se halla en relación con
el fin que el análisis persiga, y está siempre subordinado al criterio y buen sentido del operador. No
obstante el material vegetal a analizar debe ser siempre representativo, de manera que resulte
estadísticamente significativo.
En ambos casos deberá dividirse la parcela en unidades de muestreo. En este caso la unidad de
muestreo será un conjunto de plantas que visualmente son parecidas, tienen el mismo vigor, el mismo
desarrollo, está en el mismo tipo de suelo, y a las que se les practica las mismas técnicas culturales. Las
plantas muestreadas tienen que ser representativas de la unidad de muestreo.
Cuando el terreno parezca igual, la unidad de muestreo no debe representar a más de:
Si hay alguna zona claramente diferente del resto del cultivo pero muy pequeña, se aconseja no
tomar muestras de la misma. En todo caso, la muestra debe ir acompañada del correspondiente informe
elaborado según criterios del laboratorio receptor.
· En el muestreo de hojas para análisis foliar, siempre tome las hojas por la unión con el tallo, de
forma que el laboratorio reciba la hoja con todo su pecíolo. La hoja a muestrear será la primera
totalmente desarrollada, con limbo y pecíolo (será la 4ª, 5ª ó 6ª comenzando a contar por el ápice).
· El número de hojas a tomar ha de guardar más relación con la representatividad del muestreo que
con la cantidad de material necesario para el análisis, pues este último es muy pequeño. Debido a ello se
considera válido el mismo criterio que para el muestreo de suelo, es decir, de 10 a 20 hojas, cogiendo
más hojas cuanto más pequeñas sean éstas y viceversa.
· Si tienen que esperarse algunos días antes de enviar las muestras al laboratorio, es interesante
lavarlas con algún detergente no iónico, tipo ácido cítrico, para evitar en los resultados del análisis la
influencia de posibles contaminaciones. Después de lavarlas, se aclaran con agua destilada y se secan al
sol.
6. BIBLIOGRAFÍA.
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