Ejemplos de Casos de Nulidad Matrimonial
Ejemplos de Casos de Nulidad Matrimonial
Ejemplos de Casos de Nulidad Matrimonial
Se
sometió
a
tratamiento
por
un
especialista,
que
incluyó
una
operación
quirúrgica
para
facilitar
el
coito.
Sin
embargo,
sus
reacciones
no
cambiaron.
En
los
intentos
de
consumar
el
matrimonio
(numerosos,
dada
la
buena
voluntad
de
ella,
pero
siempre
infructuosos),
Mónica
resultó
embarazada
dos
veces
(por
absorción
del
semen
depositado
por
su
marido
en
los
genitales
externos
de
ella).
No
obstante,
los
embarazos
y
los
partos
no
modificaron
sus
reacciones
ante
Arturo
ni
las
relaciones
íntimas
con
él.
Gracias
a
la
plena
colaboración
de
Mónica
en
la
causa
se
pudo
recibir
el
testimonio
de
los
médicos
que
la
habían
seguido
y
ayudado
en
el
curso
de
la
vida
conyugal.
Todos
se
inclinaban
por
diagnosticar
un
vaginismo
de
origen
psíquico
y
primario,
es
decir,
no
derivado
de
alteraciones
locales,
porque
las
intervenciones
y
curas
in
loco
no
habían
dado
resultado.
También
se
pudo
comprobar
en
el
primer
embarazo
y
parto
que
ella
estaba
íntegra.
La
actitud
de
Mónica
facilitó
que
se
le
realizaran
algunas
pruebas
periciales
que,
unidas
a
largas
conversaciones
anamnésicas
con
ella,
confirmaron
el
diagnóstico
de
vaginismo
primario,
y
pudieron
datar
su
origen
en
época
prenupcial
y
adverar
su
perpetuidad,
teniendo
en
cuenta
el
fracaso
de
las
terapias
que
había
seguido.
Además,
la
misma
causa
psíquica
de
la
impotencia
de
Mónica
–al
menos
relativa
a
Arturo–
podía
considerarse
suficientemente
probada.
El
ejemplo
pretende
subrayar
de
nuevo
la
importancia
de
la
colaboración
de
la
persona
cuya
capacidad
sexual
se
trata
de
investigar.
En
el
caso
de
Mónica,
fue
posible
excluir
–a
la
luz
de
la
reconstrucción
de
su
historia
clínica
y
de
las
pruebas
periciales–
que
ella
presentara
sólo
una
cierta
dificultad
para
las
relaciones
sexuales,
con
dolor
o
fastidio
(la
llamada
dispareunia);
y,
por
el
contrario,
fue
posible
concluir
que
tenía
una
verdadera
incapacidad
copulativa
a
causa
del
vaginismo,
que
un
manual
clásico
de
medicina
legal
define
como
«una
sensibilidad
morbosa
de
la
vulva
y
del
canal
vaginal,
que
al
más
mínimo
estímulo
se
contrae
espasmódicamente,
obstruyendo
las
vías
genitales.
En
la
contractura
participan
los
músculos
del
perineo,
de
la
cadera
y
dorsales
[...].
Los
intentos
de
vencer
esta
condición
provocan
contracciones
aún
más
enérgicas
[...].
A
la
hipersensibilidad
local
le
acompaña,
generalmente,
una
neurosis
angustiosa,
donde
el
simple
pensamiento
acerca
de
los
sufrimientos
que
le
produce
la
cópula
(o
simples
tocamientos),
provoca
en
la
mujer
crisis
convulsivas,
y
no
faltan
casos
en
que
sólo
la
idea
causa
terror,
que
puede
llevar
a
estas
desdichas
incluso
a
actos
violentos
contra
sí
o
su
cónyuge».
Paolo Bianchi (2005): «¿Cuándo es nulo el matrimonio?». EUNSA. Pp. 150-‐151. Pamplona.
1
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
Próxima
ya
la
boda,
el
comportamiento
de
Esteban
no
mejoró,
e
incluso
se
acentuaron
sus
ataques
de
celos.
Algunos
días
antes
de
la
boda
Sonia
había
ido
con
sus
padres
a
visitar
a
unos
parientes.
Cuando
Esteban
fue
a
buscarla
observó
que
tenía
las
botas
manchadas
de
barro
–era
invierno
y
hacía
mal
tiempo–
y
le
organizó
un
escena
de
celos,
acusándola
de
haber
estado
con
un
amante,
cuando
había
estado
todo
el
tiempo
con
sus
parientes.
Aunque
preocupada,
Sonia
no
se
sintió
capaz
de
renunciar
a
la
boda
ya
planeada
y
anunciada,
y
todavía
menos
teniendo
en
cuenta
que
su
embarazo
avanzaba.
Algunas
semanas
antes
de
estos
hechos,
Esteban
se
estaba
recuperando
en
un
hospital
de
la
zona
de
un
malestar.
Ya
entonces
quedó
constancia
en
su
historial
(aportado
después
a
la
causa)
que
presentaba
rasgos
de
tipo
delirante:
pensaba
que
los
demás
le
miraban
mal
y
sospechaba
que
querían
gastarle
alguna
broma
pesada.
Celebrada
la
boda,
la
situación
de
Esteban
empeoró
rápidamente:
comenzó
a
maltratar
físicamente
a
su
mujer,
aun
estando
ésta
embarazada,
y
a
realizar
acusaciones
absurdas,
como
que
escondía
su
verdadera
identidad
y
se
dedicaba
ocultamente
a
trabajar
como
show-‐girl
en
un
programa
de
televisión.
También
en
las
relaciones
sociales
y
profesionales
la
conducta
de
Esteban
dejaba
mucho
que
desear.
Trabajaba
en
una
pequeña
empresa
de
alimentación
y
presentó
una
denuncia
a
las
autoridades
afirmando
que
le
habían
suministrado
sustancias
venenosas
con
el
fin
de
hacerle
daño
y
volverle
loco.
El
empresario
le
denunció
por
calumnias
para
preservar
el
buen
nombre
de
la
empresa,
y
el
instructor
acordó
no
haber
lugar
al
proceso
por
enfermedad
mental
de
Esteban
en
el
momento
en
que
tuvieron
lugar
los
hechos.
Continuaron
la
violencia
doméstica,
las
denuncias
a
la
Policía,
los
comportamientos
anormales
en
el
trabajo,
y
se
le
impuso
un
tratamiento
médico
obligatorio.
Sonia,
que
mientras
tanto
había
dado
a
luz,
se
separó
de
Esteban
para
defender
al
niño
de
sus
excesos.
Pero
no
sirvió
de
mucho.
Pese
a
la
separación,
Esteban
continuó
persiguiendo
a
Sonia
con
sus
celos
y
sus
desplantes
irracionales
(p.e.:
un
día
comenzó
a
tapiar
con
ladrillos
y
cemento
la
puerta
de
su
apartamento,
y
tuvo
que
ser
llevado
por
la
fuerza
y
sometido
a
tratamiento
médico,
según
contaron
los
vecinos
de
la
casa).
Se
realizaron
nuevos
reconocimientos
médicos,
con
el
diagnóstico
cada
vez
más
claro
de
que
padecía
una
enfermedad
psicótica
de
carácter
paranoide.
Durante
la
instrucción
de
la
causa
pudo
verse
el
estado
cada
vez
más
degradado
a
que
le
había
conducido
la
enfermedad:
compareció
un
par
de
veces,
pero
no
en
el
día
y
hora
fijados,
esgrimiendo
los
más
inverosímiles
argumentos
frente
a
Sonia.
Ésta
no
era
ya
una
show-‐girl,
sino
la
jefa
de
una
banda
criminal
que
había
llegado
a
secuestrarle
y
a
trasladarle
en
helicóptero
a
una
localidad
misteriosa,
donde
ella
se
había
dedicado
a
urdir
un
complot
internacional.
Durante
la
causa
Esteban
se
negó
a
que
se
practicara
la
prueba
pericial,
debido
a
sus
ocupaciones
como
cirujano
en
Estados
Unidos
(actividad
que,
según
decía,
realizaba
desde
los
cinco
años),
pero
fue
ampliamente
suplida
por
el
abundante
material
clínico
que
estaba
a
disposición
del
tribunal:
todo
el
historial
de
Esteban,
incluido
el
relativo
a
los
múltiples
sucesos
prematrimoniales
y
los
ocurridos
en
los
primeros
tiempos
después
de
la
boda.
También
las
denuncias
y
escritos
delirantes
que
Esteban
dirigió
al
tribunal
fueron
material
útil
para
el
perito,
que
diagnosticó
una
psicosis
paranoide
en
un
estado
ya
avanzado
en
el
momento
en
que
contrajo
matrimonio,
aunque
no
se
hubiera
manifestado
todavía
con
sus
síntomas
más
llamativos.
Sobre
la
base
del
diagnóstico
pericial
y
de
los
hechos
que
se
analizaron
durante
la
instrucción
de
la
causa,
el
tribunal
reconoció
el
defecto
de
discreción
de
juicio
de
Esteban,
considerándole
incapaz
de
valorar
críticamente
los
derechos
y
obligaciones
conyugales,
como
el
respeto
de
la
integridad
física
y
moral
de
su
consorte.
El
ejemplo,
teniendo
en
cuenta
lo
que
ya
se
ha
dicho,
intenta
poner
de
relieve
la
importancia
de
aportar
la
documentación
médica
en
las
causas
de
incapacidad
consensual,
por
que
si
es
clara
y
unívoca,
como
en
el
caso
de
Esteban,
puede
ser
un
elemento
de
prueba
decisivo,
incluso
si
falta
la
prueba
pericial
directa.
Paolo Bianchi (2005): «¿Cuándo es nulo el matrimonio?». EUNSA. Pp. 174-‐176. Pamplona.
2
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
3
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
Ambos
eran
todavía
jóvenes
y
debieron
obedecer
las
indicaciones
de
sus
respectivos
padres,
cosa
que
Bernardo
aceptó
de
mala
gana
porque
no
quería
casarse
y,
como
mucho,
habría
deseado
sólo
convivir
con
Graciela.
No
tuvieron
más
hijos.
Su
vida
en
común
se
caracterizó
por
el
desinterés
de
Bernardo
y
duró
pocos
años.
Transcurrido
un
tiempo
después
de
la
separación
y
del
divorcio
civil
del
matrimonio
concordatario,
Bernardo
volvió
a
la
fe
y
a
la
práctica
religiosa
y
quiso
aclarar
su
situación
con
Graciela,
solicitando
la
nulidad
de
su
matrimonio.
En
el
juicio
declaró
que
había
cedido
a
la
voluntad
de
sus
padres,
rechazando
interiormente
el
estado
conyugal
y
sus
obligaciones,
que
veía
como
impuestas;
y
presentó
testimonios
de
carácter
genérico,
que
sólo
demostraban
su
aversión
ante
la
boda,
pero
no
constituían
una
prueba
directa
de
la
simulación.
Pero
Bernardo
también
relató
algunos
hechos
–probados
con
certeza–
que
avalaban
de
modo
suficiente
su
tesis
en
el
juicio.
En
primer
lugar
una
explícita
adhesión
al
marxismo
en
la
época
de
su
boda,
concretada
en
la
inscripción
formal
en
el
Partido
Comunista,
así
como
en
una
activa
militancia
política.
En
segundo
lugar
una
posición
de
ateísmo
declarado
en
la
época
de
su
boda,
confirmada
por
diversos
testigos,
entre
los
que
estaba
el
sacerdote
que
después
le
acercó
a
la
fe.
En
tercer
lugar
un
reiterado
comportamiento
suyo
grave
y
contrario
a
las
obligaciones
conyugales.
Aparte
del
escaso
interés
por
la
familia,
se
probó
el
uso
discontinuo
de
drogas,
la
participación
en
aventuras
eróticas
con
hombres
y
mujeres
y
el
intento
de
involucrar
también
a
su
mujer
en
experiencias
sexuales
de
grupo.
Todos
estos
datos,
reveladores
del
universo
cultural
y
personal
de
Bernardo,
unidos
a
la
prueba
de
la
presión
ejercida
sobre
él
para
que
contrajera
matrimonio
(presiones
evidentemente
mal
soportadas
y
no
aceptadas
rápida
y
pasivamente),
hicieron
creíble
su
declaración
en
el
juicio,
aunque
los
hechos
relativos
a
su
voluntad
de
simular
no
pudieron
ser
corroborados
por
las
declaraciones
de
testigos
directos.
El
ejemplo
permite
mostrar
la
importancia
de
que
exista
una
causa,
un
móvil
para
la
simulación,
que
en
el
caso
de
Bernardo
fue
doble:
una
causa
remota,
basada
en
su
ideología
y
falta
de
sentido
religioso
en
aquella
época;
y
una
causa
próxima,
que
fue
la
reacción
ante
un
matrimonio
considerado
como
una
imposición
intolerable
por
el
entonces
joven
de
diecinueve
años.
También
la
grave
inobservancia
de
los
deberes
conyugales
y
el
intento
de
involucrar
a
su
mujer
en
ellos
lleva
a
pensar
que
Bernardo
no
la
tenía
como
tal
y
no
la
respetaba
como
persona
ni
como
cónyuge.
Paolo Bianchi (2005): «¿Cuándo es nulo el matrimonio?». EUNSA. Pp. 129-‐130. Pamplona.
4
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
En
la
ciudad
en
la
que
trabajaba
Gerardo
conoció
a
Luisa,
una
muchacha
religiosa.
Y
aunque
respetaba
su
religiosidad,
no
la
compartía,
por
no
corresponder
a
su
sentir
ni
a
su
formación.
Llegaron
al
matrimonio
por
iniciativa
de
Luisa,
que
quería
la
unión
religiosa.
Gerardo
la
aceptó,
para
complacer
a
la
novia,
pero
determinado
a
asumir
del
matrimonio
sólo
aquellos
aspectos
que
correspondían
a
sus
convicciones
ideológicas.
En
el
caso
de
Gerardo,
teniendo
en
cuenta
la
época
y
la
profesión
del
interesado,
era
real
y
estaba
firmemente
arraigado
en
su
mentalidad
(error
pervicax).
Por
lo
demás,
será
tarea
del
asesor
matrimonial
discernir
si
esto
es
realmente
así,
o
si
es
sólo
manifestación
de
superficialidad,
jactancia
o
conformismo
epidérmico
con
la
mentalidad
corriente.
Hay
que
señalar
que
el
matrimonio
de
Gerardo
y
Luisa
tuvo
lugar
en
1981,
cuando
ya
era
cierta
la
aprobación
de
la
ley
que
introducía
la
posibilidad
del
divorcio
en
España,
también
para
los
llamados
matrimonios
concordatarios.
Gerardo
conocía
los
términos
jurídicos
y
parlamentarios
del
problema
y
profesaba
abiertamente
su
adhesión
al
divorcio
no
sólo
en
general
(considerándolo
la
mejor
solución
para
los
matrimonios
fracasados),
sino
también
como
posibilidad
para
sí
mismo.
Tuvo
ocasión
de
manifestarse
sobre
este
punto
ante
colegas
que
discutían
con
él
acerca
de
su
próximo
matrimonio.
Las
convicciones
que
había
expresado
antes
de
la
boda
tuvo
ocasión
de
confirmadas
de
modo
práctico
después
de
ésta.
No
se
adaptó
en
absoluto
al
estado
conyugal,
por
más
que
su
mujer
trataba
de
secundar
todas
sus
iniciativas,
incluido
el
traslado
a
la
región
de
origen
de
él,
donde
éste
deseaba
volver
a
vivir.
Gerardo,
por
el
contrario,
no
atendía
ninguno
de
los
deseos
de
Luisa,
incluido
el
de
tener
descendencia.
Al
cabo
de
unos
pocos
años
de
vida
en
común,
empezó
a
convencida
para
que
aceptara
la
perspectiva
de
la
separación;
y,
en
cuanto
transcurrió
el
plazo
establecido
por
la
ley,
Gerardo
recurrió
al
divorcio
civil
y
con
posterioridad
se
unió
civilmente
con
otra
mujer.
En
el
juicio
canónico
introducido
por
Luisa
bastantes
años
después
de
la
separación,
Gerardo
admitió
la
impronta
que
había
querido
dar
a
su
matrimonio,
y
fue
creído
por
los
jueces
no
sólo
por
los
testimonios
directos
de
ella,
sino
también
porque
era
coherente
con
su
ideología.
Su
visión
laicista
de
la
vida,
su
apoyo
explícito
a
la
aprobación
del
divorcio,
su
conocimiento
de
los
términos
jurídicos
del
asunto
fueron
tenidos
como
elementos
aptos
para
mostrar
el
error
determinante
de
Gerardo
en
materia
matrimonial,
que
le
había
llevado
a
adherirse
sólo
a
los
aspectos
de
la
institución
matrimonial
que
él
quiso,
excluyendo
específicamente
la
indisolubilidad.
El
ejemplo
pretende
ilustrar
la
fuerza
que
puede
tener
en
algunos
casos
una
mentalidad
consolidada
contraria
a
la
indisolubilidad,
de
manera
que
llegue
a
ser
un
principio
operativo
de
la
voluntad
excluyendo
todo
aquello
que
no
concuerde
con
las
propias
convicciones.
Tal
error,
para
que
tenga
relevancia
indiciaria
como
causa
de
la
exclusión
de
la
indisolubilidad,
debe
ser
probado
como
moralmente
cierto.
Paolo Bianchi (2005): «¿Cuándo es nulo el matrimonio?». EUNSA. Pp. 104-‐106. Pamplona.
5
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
Una
vez
separados,
Almudena
se
enteró
por
medio
de
amigos
comunes
de
que
en
los
últimos
meses
de
noviazgo
Tomás
había
vuelto
a
verse
con
Serena,
con
la
que
unos
años
antes
había
tenido
un
hijo.
La
relación
entre
ambos
había
estado
interrumpida
durante
cierto
tiempo,
hasta
que
la
retornaron
en
los
últimos
meses
del
noviazgo
de
Tomás
con
Almudena.
A
pesar
de
la
boda
la
relación
continuó
y
cuando
Tomás
dejó
a
Almudena
resultó
que
Serena
ya
esperaba
otro
hijo
de
Tomás.
Los
dos
niños
fueron
reconocidos
por
Tomás
como
suyos.
En
el
transcurso
de
la
causa,
Tomás
y
Serena
confirmaron
su
relación,
retomada
en
los
últimos
meses
antes
del
matrimonio
de
él
con
Almudena,
y
admitieron
haber
madurado
la
decisión
de
continuarla
a
pesar
del
matrimonio
programado.
Esto
fue
confirmado
por
algunos
amigos
de
Tomás,
que
conocían
la
situación
y
habían
intentado
disuadirle,
aunque
no
tuvieron
el
valor
de
informar
a
la
novia.
La
reconstrucción
de
los
hechos
puso
de
manifiesto
que
Tomás
era
una
persona
de
carácter
débil,
sojuzgado
por
la
personalidad
de
Serena,
y
que
no
había
tenido
el
coraje
de
aclararse,
renunciando
a
la
boda
inminente
con
Almudena.
Es
cierto
que
decidió
proseguir
la
relación
con
Serena
y
de
un
modo
cada
vez
más
comprometido,
tanto
que
pocos
meses
después
de
la
boda
ya
estaba
embarazada
de
él.
La
paternidad
de
este
hijo
por
parte
de
Tomás
y
el
reconocimiento
del
primero
fueron
probados
también
documentalmente.
Los
amigos
de
él
corroboraron
tanto
los
hechos
como
las
intenciones
prenupciales
de
Tomás
en
relación
a
Serena,
implícitamente
lesivas
de
la
obligación
de
considerar
a
Almudena
como
la
única
destinataria
del
don
de
sí,
reservando
los
actos
propiamente
conyugales
sólo
para
ella.
El
ejemplo
aporta
una
sugerencia
al
asesor.
El
caso,
en
sí
bastante
claro,
podría
haber
tenido
notables
dificultades
de
prueba
si
Tomás,
Serena
y
los
amigos
de
él
no
hubieran
aceptado
colaborar
en
la
verdadera
reconstrucción
de
los
hechos.
Almudena,
en
efecto,
se
enteró
de
todo
una
vez
separados
y
por
terceras
personas,
ligadas
a
Tomás
por
amistad.
Al
hacer
una
primera
valoración
de
los
hechos,
el
asesor
deberá
cerciorarse
de
si
es
factible
incoar
una
causa
canónica,
no
sólo
atendiendo
a
su
fundamento
teórico,
sino
también
si
es
demostrable
en
concreto
ante
un
tribunal;
porque
éste
sólo
puede
decidir
sobre
hechos
probados.
Paolo Bianchi (2005): «¿Cuándo es nulo el matrimonio?». EUNSA. Pp. 119-‐120. Pamplona.
6
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
7
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
Simulación
parcial
por
exclusión
del
bien
de
la
prole
y
de
la
indisolubilidad
El
noviazgo
entre
Laura
y
Pablo
duró
alrededor
de
tres
años.
Pablo
estuvo
siempre
sinceramente
enamorado
de
Laura;
ésta,
en
cambio,
lo
estaba
mucho
menos;
es
más,
en
los
meses
precedentes
a
la
boda
tuvo
serias
dudas
acerca
de
sus
sentimientos
y,
por
lo
tanto,
sobre
la
oportunidad
de
contraer
matrimonio.
Habló
con
su
madre
y
con
el
párroco,
que
la
animaron
a
continuar
con
el
proyecto
nupcial;
y
también
habló
con
su
novio,
que
se
quedó
muy
sorprendido
al
constatar
la
incertidumbre
de
Laura.
No
sabiendo
qué
hacer,
Laura
decide
probar
el
matrimonio:
es
decir,
casarse
con
Pablo
pero,
por
si
la
prueba
fallara,
se
reserva
la
facultad
de
dejarlo
definitivamente
y
recuperar
su
libertad.
Como
consecuencia
de
esta
decisión
no
quería
tener
hijos,
al
menos
hasta
poder
constatar
que
la
prueba
había
tenido
éxito.
Por
esto,
un
mes
antes
de
la
boda
pidió
a
su
ginecólogo
que
le
prescribiera
un
anticonceptivo
químico
de
vía
oral.
La
vida
matrimonial
duró
sólo
algunos
meses,
en
los
que
Laura
siguió
manteniendo
las
mismas
actitudes
que
manifestaban
su
desconfianza
previa
hacia
aquel
matrimonio.
No
terminó
de
trasladar
todos
sus
objetos
personales
al
domicilio
conyugal,
no
mostró
ningún
afecto
hacia
Pablo
y
no
interrumpió
el
uso
del
anticonceptivo
oral.
Durante
el
juicio
fue
posible
probar
las
incertidumbres
prenupciales
de
Laura,
así
como
su
voluntad
de
contraer
matrimonio
a
prueba
y
de
no
tener
hijos,
al
menos
hasta
el
éxito
positivo
de
ella,
puesto
que
Laura,
antes
de
casarse,
había
manifestado
su
intención
a
algunas
personas
fidedignas.
Sus
testimonios
fueron
admitidos
por
el
propio
Pablo
y
por
el
párroco
que
le
había
aconsejado
seguir
adelante.
También
se
probó
el
uso
del
anticonceptivo
mediante
un
certificado
del
médico
que
lo
había
prescrito.
Con
esta
amplia
prueba
obtuvo
la
declaración
de
nulidad
del
matrimonio.
El
ejemplo
permite
poner
de
manifiesto
la
importancia
de
una
causa,
de
un
móvil,
para
la
simulación,
también
si
es
de
naturaleza
subjetiva
(en
este
caso,
la
falta
de
amor
conyugal
verdadero
por
una
de
las
partes).
Asimismo,
es
importante
subrayar
que
el
capítulo
de
exclusión
de
la
prole
frecuentemente
concurre
con
otros
motivos
de
nulidad
matrimonial,
sobre
todo
con
la
exclusión
de
la
indisolubilidad
(como
de
hecho
sucede
en
el
caso
de
Laura,
que
había
renunciado
a
comprometerse
para
siempre
con
Pablo
no
sintiéndose
segura
de
querer
esa
unión).
Paolo Bianchi (2005): «¿Cuándo es nulo el matrimonio?». EUNSA. Pp. 86-‐87. Pamplona.
8
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
Con
el
transcurso
de
los
años
el
amor
de
Ana
se
fue
debilitando
hasta
apagarse,
cuando
de
improviso
su
padre
resolvió
por
propia
iniciativa
que,
ya
que
los
tres
hermanos
de
Ana
habían
decidido
casarse,
lo
mejor
era
que
también
ella
lo
hiciera:
una
sola
boda
múltiple
resultaría
mucho
más
económica
para
la
familia.
Ana
intentó
explicar
a
sus
padres
que
ya
no
amaba
a
Juan.
Pero
el
padre,
persona
autoritaria
y
resolutiva,
que
con
gran
esfuerzo
había
sacado
adelante
la
familia
tratando
de
dar
lo
mejor
a
sus
hijos,
no
escuchar
siquiera
las
explicaciones
de
Ana:
le
dijo
que
se
callara
y
le
impuso
el
matrimonio.
Ana
lo
aceptó
de
mala
gana,
aunque
se
lamentó
de
ello
con
otras
personas,
tanto
antes
como
después
de
la
boda.
Ésta
se
celebró
según
lo
previsto.
Ana
quedó
encinta
y
llevó
adelante
durante
muchos
años
la
vida
conyugal,
aunque
con
tanto
sufrimiento
por
su
parte,
que
padeció
alteraciones
de
carácter
psicosomático.
La
prueba
de
la
nulidad
del
matrimonio
no
fue
nada
fácil.
Por
un
lado,
había
datos
en
su
contra:
el
enamoramiento
inicial
de
Ana
y
la
larga
duración
de
la
vida
conyugal,
así
como
el
hecho
de
que
pocas
personas
cercanas
a
ella
habían
advertido
el
cambio
de
sus
sentimientos
hacía
Juan
y
tampoco
conocían
la
imposición
paterna.
Por
otro
lado,
el
padre
admitió
en
cierta
medida
su
acción,
conocida
por
algunos
de
los
testigos
en
razón
de
las
confidencias
hechas
por
Ana
y
por
su
madre
(ya
fallecida
al
tiempo
de
la
causa).
Tampoco
faltaron
testimonios
que
dieron
luz
sobre
el
habitual
autoritarismo
del
padre
de
Ana
hacia
su
familia
y
sobre
la
práctica
imposibilidad
de
ésta
para
resistir
o
rechazar
la
imposición
paterna.
Este
primer
ejemplo
permite
subrayar
dos
cuestiones
de
este
complejo
problema:
1°.
Que
también
una
imposición
sin
amenaza,
ejercitada
por
lo
demás
en
una
única
ocasión
(después
de
la
primera
y
tímida
reacción
de
Ana
contraria
al
matrimonio,
su
padre
nunca
más
aceptó
hablar
con
ella
sobre
el
particular),
puede
llegar
a
suponer
una
verdadera
coacción
al
matrimonio.
2°.
Que
conviene
reflexionar
con
atención
y
prudencia
sobre
la
dificultad
para
distinguir
entre
una
verdadera
constricción
que
determina
al
matrimonio
y
la
simple
acomodación
al
querer
paterno,
aunque
sea
de
mala
gana
y
sin
plena
convicción.
Paolo Bianchi (2005): «¿Cuándo es nulo el matrimonio?». EUNSA. Pp. 150-‐151. Pamplona.
9
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
Quince
días
después
de
la
boda,
Sofía
tuvo
que
utilizar
el
coche
de
Marcos
para
ir
de
compras,
porque
el
suyo
estaba
averiado.
Al
tomar
una
curva
pronunciada
se
abrió
inopinadamente
la
guantera,
de
la
que
cayeron
los
instrumentos
habituales
usados
por
los
drogadictos
para
inyectarse.
Más
tarde,
y
ante
la
evidencia
que
Sofía
le
mostraba,
Marcos
tuvo
que
admitir
que
había
vuelto
a
la
droga
en
los
últimos
meses
(y
que
ésta
era
la
verdadera
razón
por
la
que
voluntariamente
se
había
alejado
de
la
comunidad)
y
añadió
que
no
le
había
dicho
nada
para
no
renunciar
a
la
boda
con
ella,
pensando
que
lograría
dejar
la
droga
por
completo
después
del
matrimonio.
Reconoció
que
no
lo
había
conseguido
y
también
confesó
que
se
había
gastado
en
droga
todos
los
regalos
de
boda
en
metálico
que
habían
recibido
de
amigos
y
parientes.
Sofía
le
buscó
un
puesto
en
otro
centro
de
rehabilitación,
diciendo
que
sólo
le
admitiría
en
casa
después
de
haber
obtenido
pruebas
concluyentes
de
una
curación
efectiva.
Sin
embargo
unos
años
después
de
estos
hechos,
cuando
se
introdujo
la
causa,
la
curación
seguía
sin
producirse.
En
este
caso
es
preciso
verificar
la
existencia
de
los
elementos
integrantes
del
tipo
del
error
doloso
(c.
1098).
Sofía
fue
inducida
al
error
por
las
explicaciones
recibidas
de
Marcos
antes
del
matrimonio
para
esconder
su
toxicodependencia.
La
acción
fue
dolosa,
es
decir,
deliberada,
en
cuanto
que
no
parece
que
Marcos
fuera
incapaz
de
comprender
el
significado
de
sus
actos,
y
una
serie
de
indicios
corroboran
la
existencia
de
una
acción
predeterminada
y
bien
urdida
por
su
parte
(p.e.:
su
empeño
para
que
Sofía
no
tuviera
más
contacto
con
la
comunidad
de
recuperación
de
la
que
había
salido).
El
dolo
de
Marcos
fue
además
específico.
ya
que
el
fin
de
su
acción
era
matrimonial,
como
él
mismo
confesó
en
el
juicio
(pensaba
que
si
le
contaba
la
verdad
a
Sofía
quizás
la
hubiera
perdido
para
siempre
y,
desde
luego,
estaba
seguro
de
que
el
matrimonio
cuando
menos
se
habría
pospuesto)
y,
por
lo
demás,
no
tenía
en
relación
a
Sofía
ningún
otro
motivo
para
ocultarle
la
verdad.
El
objeto
del
engaño
–la
toxicomanía
en
acto
por
él
padecida–
puede
ser
considerada
una
cualidad
en
cuanto
es
una
condición
que,
prolongada
en
el
tiempo,
caracteriza
toda
la
vida
de
una
persona.
Asimismo
conviene
advertir
que,
tratándose
de
una
dependencia
severa
–como
en
el
caso
de
Marcos–,
es
una
cualidad
apta
por
su
naturaleza
para
perturbar
gravemente
el
consorcio
de
vida
matrimonial
desde
cualquier
punto
de
vista.
En
relación
al
bien
de
los
cónyuges
basta
pensar
en
la
influencia
que
sobre
el
ejercicio
de
una
vida
sexual
normal
tiene
el
hecho
de
que
Marcos
se
inyecte
la
droga
por
vía
intravenosa,
con
el
peligro
real
de
contagio
del
SIDA.
En
cuanto
al
bien
de
la
prole,
el
alto
presupuesto
del
consumo
de
drogas,
en
contraste
con
los
modestos
recursos
de
la
joven
pareja,
no
garantizarían
la
congrua
manutención
de
los
hijos;
mientras
que
el
aspecto
educativo
también
quedaría
afectado,
pues
un
toxicómano
habitual
es
incapaz
de
evitar
conductas
y
actitudes
que
influyan
negativamente
en
la
formación
de
los
hijos.
El
asesor,
frente
a
casos
análogos
a
éste
–tanto
si
trata
de
un
supuesto
de
dolo
por
omisión
(ocultando
de
la
verdad),
como
de
simulación
de
una
cualidad
inexistente–,
antes
de
plantear
al
cónyuge
la
perspectiva
de
una
causa
de
nulidad
de
su
matrimonio
por
dolo,
deberá
cerciorarse
de
que
el
caso
reúne
todos
sus
elementos
constitutivos,
tal
y
como
los
configura
el
canon
1098.
Paolo Bianchi (2005): «¿Cuándo es nulo el matrimonio?». EUNSA. Pp. 65-‐66. Pamplona.
10
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
Por
otra
parte,
parece
que
Ramiro
le
había
contado
a
su
novia
que
un
tiempo
atrás
Elisa,
a
quien
conocía
desde
la
adolescencia,
le
perseguía,
y
que
incluso
había
tenido
que
poner
una
denuncia
para
que
le
dejara
tranquilo.
De
los
hechos
y
de
la
declaración
de
los
testigos
se
deducía
que
Ágata
había
creído
firmemente
a
su
novio,
sin
dejarse
influenciar
por
los
consejos
de
sus
familiares
de
que
tomara
precauciones.
Se
celebró
la
boda
y
comenzaron
la
vida
en
común.
Ágata
dejó
su
trabajo
y
empezó
a
colaborar
en
la
tienda
que
tenían
Ramiro
y
su
padre.
Al
no
desarrollarse
la
vida
conyugal
y
la
actividad
laboral
según
las
expectativas
de
Ágata
–incrementadas
exageradamente
por
los
proyectos
desorbitados
que
le
había
contado
Ramiro–,
la
joven
terminó
abandonándole.
Ágata
impugnó
el
matrimonio
alegando,
entre
otras
cosas,
que
se
casó
poniendo
como
condición
que
fuese
cierta
la
afirmación
de
Ramiro
de
que
no
era
el
padre
del
hijo
de
Elisa.
Desde
esta
perspectiva
el
matrimonio
estaría
sometido
a
una
condición
impropia:
no
se
puede
decir
si
se
trata
de
una
condición
de
pasado
(que
Ramiro
no
hubiera
tenido
un
hijo
con
Elisa)
o
de
presente
(que
Ramiro
no
sea
el
padre
del
hijo
de
Elisa),
pero
en
la
práctica
la
cuestión
es
irrelevante,
porque
la
norma
aplicable
es
la
misma
(c.
1102
§
2),
porque
el
matrimonio
se
celebró
bajo
el
Código
de
1983,
y
porque
los
términos
de
la
cuestión
son
igualmente
claros:
Ágata
sostenía
que
quiso
vincular
la
eficacia
de
su
consentimiento
a
la
paternidad
de
Ramiro
del
hijo
de
Elisa.
En
este
caso
los
hechos
que
habían
de
demostrarse
eran
dos:
si
Ágata
había
puesto
la
condición
y
si
Ramiro
era
el
padre
del
hijo
de
Elisa.
La
prueba
que
aportó
Ágata
no
convenció
al
tribunal:
era
muy
débil
en
cuanto
al
primero
de
los
hechos
e
inexistente
en
cuanto
al
segundo.
No
se
demostró
que
Ágata
–que,
por
otra
parte,
no
fue
muy
clara
sobre
aspectos
importantes
de
su
matrimonio–
hubiera
puesto
una
condición,
ni
como
consecuencia
de
la
declaración
ni
sobre
todo
como
consecuencia
de
los
hechos.
Ella
se
fió
ciegamente
de
su
novio,
y
se
mostró
insensible
a
las
dudas
que
trataron
de
sembrar
en
ella
sus
familiares;
no
hizo
nada
después
de
la
reunión
con
el
párroco,
e
incluso
dejó
constancia
escrita
de
su
decidida
voluntad
matrimonial;
antes
de
la
boda
no
exigió
ninguna
garantía
a
Ramiro
(p.e.:
que
le
enseñara
una
copia
de
la
denuncia
o
que
justificara
con
exámenes
médicos
las
afirmaciones
de
Elisa),
y
después
de
celebrada
no
se
preocupó
de
hacer
averiguaciones
sobre
estas
cuestiones.
Sólo
cuando
el
matrimonio
empezó
a
ir
mal
por
otros
motivos
empezó
a
hablar
de
la
paternidad
del
hijo
de
Elisa
atribuida
a
Ramiro,
y
de
la
supuesta
existencia
de
una
condición.
Por
lo
tanto,
el
tribunal
no
consideró
probada
la
aposición
de
la
condición
por
parte
de
Ágata,
sino
su
absoluta
confianza
en
Ramiro
a
pesar
de
lo
que
sabía.
Por
otra
parte
no
se
demostró
en
absoluto
que
Ramiro
fuera
el
padre
del
hijo
de
Elisa.
Ágata
afirmó
haber
visto
al
pequeño
en
la
época
en
que
se
separó
de
su
marido,
encontrándolo
muy
parecido
a
él,
lo
cual
no
es
prueba
de
nada.
Elisa
declaró
que
estaba
segura
de
que
el
niño
era
de
Ramiro,
pero
sin
aportar
elementos
de
prueba
y
debiendo
admitir
que,
en
la
época
de
la
concepción,
ella
había
tenido
relaciones
íntimas
con
otros
hombres
(las
informaciones
recogidas
por
el
tribunal
confirmaron
que
Elisa
era
una
muchacha
de
vida
licenciosa).
A
falta
de
serios
elementos
de
prueba,
incluso
de
meros
indicios,
admitir
la
paternidad
de
Ramiro
hubiera
resultado
totalmente
irracional
y
arbitrario.
Con
este
ejemplo
se
pretende
advertir
a
los
asesores
que
deben
ser
muy
cuidadosos
a
la
hora
de
plantear
la
hipótesis
de
una
posible
nulidad
matrimonial
por
existencia
de
una
condición,
debiendo
hacerlo
sólo
después
de
comprobar,
aunque
sea
de
manera
muy
elemental,
la
posibilidad
de
demostrar
los
hechos
que
fundamentarían
la
demanda
judicial.
De
otro
modo,
orientar
a
una
persona
hacia
una
causa
de
nulidad
matrimonial
no
sólo
no
sería
una
ayuda,
sino
la
premisa
para
una
nueva
y
dolorosa.
Paolo Bianchi (2005): «¿Cuándo es nulo el matrimonio?». EUNSA. Pp. 220-‐221. Pamplona.
11
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
Al
aproximarse
la
boda,
Ester
advierte
que
Valentín
es
menos
atento
con
ella
que
antes.
Le
pregunta
si
han
variado
sus
sentimientos
hacia
ella,
pero
él
le
responde
negativamente,
y
se
celebra
la
boda.
La
impresión
de
Ester
viene
confirmada
en
la
vida
conyugal:
Valentín
está
a
disgusto
en
casa,
no
busca
la
intimidad
con
ella,
parece
ausente
y
distraído,
con
la
cabeza
en
otra
cosa.
Ester
se
preocupa,
habla
con
sus
padres
y
con
amigos
comunes,
y
algunos
de
éstos
–Sergio
y
Julián–
le
revelan
unos
hechos
que
Valentín
no
puede
negar:
cuando
preparaban
su
domicilio
conyugal,
Valentín
conoció
a
Ruth,
una
vecina
de
la
casa,
joven
pero
ya
separada.
Cedió
a
sus
insinuaciones
e
inició
una
relación
con
ella.
Cuando
se
enteraron
Sergio
y
Julián
le
reprocharon
que
se
casara,
pero
Valentín
declaró
que
no
se
sentía
capaz
de
tirar
todo
por
la
borda,
que
probaría
el
matrimonio
con
Ester
sin
interrumpir
la
relación
con
Ruth.
Si
la
prueba
fallaba,
o
si
Ruth
le
atraía
más,
tenía
intención
de
dejar
a
Ester
y
unirse
a
Ruth.
Sus
amigos
le
criticaron
duramente
y
comentaron
el
asunto
con
otros
amigos
(Francisco
y
Mauricio),
pero
ninguno
de
los
cuatro
se
atrevió
a
decirle
nada
a
Ester
antes
de
la
boda.
En
cuanto
se
descubrió
todo,
unos
meses
después
de
la
boda,
Ester
y
Valentín
se
separaron.
Ester
acude
a
la
parroquia
a
pedir
consejo
y,
a
sugerencia
del
párroco
y
tras
consultar
con
un
abogado
experto,
plantea
la
nulidad
de
su
matrimonio
sobre
la
base
de
dos
capítulos
relativos
al
consentimiento:
la
exclusión
de
la
indisolubilidad
y
de
la
fidelidad
por
parte
de
su
marido.
En
la
instrucción
de
la
causa
se
trata
de
aclarar
la
situación.
Valentín,
ahora
arrepentido,
admite
su
culpa;
Sergio
y
Julián
declaran
como
testigos
directos
y
prenupciales
de
su
intención;
Francisco
y
Mauricio
como
testigos
indirectos
prenupciales;
algunos
parientes
de
Valentin
y
de
Ester
se
refieren
a
la
explicación
que
ambos
han
dado
de
su
separación,
y
Valentín
les
había
dicho
claramente
cómo
estaban
las
cosas.
También
acudió
Ruth
que,
una
vez
concluida
su
aventura
con
Valentín,
no
tuvo
inconveniente
en
admitir
su
relación
prenupcial
con
él
y
la
intención
de
continuarla
también
después
de
la
boda,
a
la
espera
de
comprobar
cómo
se
desarrollaba
el
matrimonio
con
Ester.
Publicadas
las
actas
de
la
causa,
de
las
que
se
derivaba
claramente
el
doble
defecto
del
consentimiento
de
Valentín,
el
abogado
de
Ester
pidió
una
prórroga
en
el
curso
de
la
causa,
después
otra,
y
finalmente
solicitó
la
renuncia,
porque
en
ese
tiempo
Ester
y
Valentín
habían
empezado
a
verse
de
nuevo,
se
habían
reconciliado
y
finalmente
habían
reinstaurado
la
vida
en
común.
Un
final
feliz,
ciertamente.
Sin
embargo,
el
defecto
de
consentimiento
de
Valentín
era
no
sólo
susceptible
de
prueba,
sino
que
de
hecho
prácticamente
se
había
probado
en
un
procedimiento
judicial,
aunque
no
hubiera
recaído
sentencia.
Procedía,
por
tanto,
una
convalidación
del
matrimonio.
El
vicario
judicial
se
dirigió
al
párroco
que
había
aconsejado
a
Ester
la
causa
de
nulidad.
El
sacerdote
la
convocó
a
ella
ya
Valentín,
les
expuso
la
cuestión
y
ellos
aceptaron
de
buen
grado
convalidar
su
matrimonio.
El
párroco
les
hizo
una
especie
de
examen
de
los
contrayentes,
comprobando
por
extenso
la
intención
de
ambos,
corroborada
por
los
hechos;
y
en
presencia
de
dos
testigos
procedió
a
recibir
su
renovación
del
consentimiento.
Este
ejemplo
quiere
mostrar
un
caso
típico
en
que
debe
aplicarse
la
convalidación
simple,
donde
no
sólo
es
demostrable
el
motivo
de
nulidad
del
matrimonio,
sino
que
también
–incluso
por
el
hecho
de
haber
solicitado
la
nulidad–
es
bastante
verosímil
que
la
nulidad
del
matrimonio
pudiera
ser
notoria.
Paolo Bianchi (2005): «¿Cuándo es nulo el matrimonio?». EUNSA. Pp. 241-‐242. Pamplona.
12
Ejemplos
de
casos
de
nulidad
matrimonial
Ernesto,
sin
embargo,
la
quiere
y
desea
ayudarla.
Él
ha
tenido
una
triste
experiencia
familiar:
su
padre
era
mujeriego
y
violento;
un
hermano
fue
condenado
a
una
larga
pena
de
cárcel
por
un
grave
crimen.
No
obstante,
él
es
un
chico
sensible,
respetuoso
y
comprometido
desde
el
punto
de
vista
religioso.
Confiando
en
que
la
vida
matrimonial
les
reporte
a
ambos
más
alegrías
de
cuanto
hasta
ahora
han
experimentado,
Arancha
y
Ernesto
se
casan.
Siguen
juntos
unos
quince
años,
pero
sin
poder
consumar
el
matrimonio.
Apenas
Ernesto
se
acerca
a
Arancha
con
intención
de
realizar
el
acto
sexual,
ella
tenía
una
fuerte
reacción
de
rechazo.
Pese
a
la
paciencia
de
él,
a
los
remedios
psicológicos
y
al
interés
de
ella
la
situación
no
cambia.
En
cuanto
Ernesto
la
roza,
deseándola
como
mujer,
Arancha
se
bloquea,
se
pone
rígida
y
se
encuentra
mal
físicamente.
Por
lo
demás,
continúa
con
sus
trastornos
alimentarios,
está
insatisfecha
en
su
trabajo,
inferior
a
sus
posibilidades
y
aspiraciones,
e
incluso
llega
a
protagonizar
un
par
de
episodios
de
autolesiones.
Después
de
quince
años
de
paciente
espera,
Ernesto
se
enamora
de
otra
mujer
e
inicia
una
relación
con
ella.
Para
Ernesto
y
Arancha,
ésta
es
la
señal
de
una
crisis
profunda
en
su
unión;
crisis
que,
a
decir
verdad,
ha
estado
presente
de
un
modo
u
otro
desde
el
principio.
Así
que
deciden
separarse.
Sin
embargo
Arancha,
siempre
escrupulosa
y
ansiosa,
no
se
siente
a
gusto.
Quiere
aclarar
su
situación
desde
el
punto
de
vista
religioso,
con
la
aprobación
de
la
Iglesia,
que
no
ha
dejado
de
frecuentar.
Por
fortuna,
encuentra
a
una
abogada
experta
en
cuestiones
canónicas
que
le
aconseja
lo
mejor.
En
primer
lugar,
la
envía
a
una
ginecóloga
de
su
confianza
que
constata,
tras
una
exploración
exhaustiva,
la
integridad
himenal
de
Arancha.
Después
la
ayuda
con
paciencia
a
recordar
a
las
personas
con
las
cuales,
en
el
transcurso
de
la
vida
conyugal,
había
hablado
de
la
no
consumación
del
matrimonio,
y
de
sus
propias
reacciones
antes
las
iniciativas
conyugales
de
Ernesto.
Siendo
bastante
ansiosa
y
necesitada
de
seguridad
y
ánimo,
había
hablado
con
distintas
personas
y
en
distintos
momentos
de
su
matrimonio
con
Ernesto
de
cómo
estaban
las
cosas
entre
ellos
desde
el
punto
de
vista
de
las
relaciones
conyugales.
Así
preparada,
se
introdujo
la
causa.
Ernesto,
además
de
Arancha,
relataron
lo
sucedido.
Sus
declaraciones
fueron
respaldadas
por
varios
testigos.
La
ginecóloga
confirmó
con
juramento
la
certificación
de
su
reconocimiento
médico.
La
propia
Arancha,
aún
costándole
bastante,
aceptó
ser
examinada
por
un
perito
nombrado
de
oficio
por
el
tribunal:
también
él
constató
la
integridad
de
la
mujer
con
certeza
científica.
Sobre
la
base
de
estas
pruebas,
de
la
irreparable
fractura
entre
Arancha
y
Ernesto
–que,
como
se
ha
dicho,
estaba
unido
a
otra
mujer–,
y
de
la
no
razonable
previsión
de
escándalo
–los
dos
habían
vivido
siempre
bastante
aislados
y
con
pocas
amistades,
principalmente
los
que
acudieron
como
testigos
y
que
estaban
al
corriente
de
la
situación
de
las
partes–
,
se
concedió
la
dispensa.
Este
caso,
además
de
servir
como
ejemplo
de
concurrencia
de
la
prueba
física
y
moral
y
de
la
necesidad
de
una
atenta
preparación
previa
de
la
causa,
con
una
consulta
bien
hecha
y
completa,
quiere
mostrar
otra
cuestión:
hipotéticamente,
el
matrimonio
de
Arancha
y
Ernesto
podría
ser
nulo
por
incapacidad
psíquica
de
Arancha.
Sin
embargo,
al
no
disponer
de
una
prueba
firme,
y
considerando
que
el
tipo
de
prueba
que
habría
que
practicar
–sobre
todo
la
pericial–
sería
incluso
más
onerosa
para
la
frágil
Arancha,
se
sugirió
acertadamente
seguir
el
camino
más
económico
desde
el
punto
de
vista
psicológico,
procedirnental
y
probatorio:
el
de
la
dispensa
pontificia.
Paolo
Bianchi
(2005):
«¿Cuándo
es
nulo
el
matrimonio?».
EUNSA.
Pp.
267-‐268.
Pamplona.
13