VICTORIA. AMAME - Mia Ferrer

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Victoria

Ámame

Mia Ferrer
SINOPSIS

Victoria necesitaba un nuevo comienzo, estaba embarazada y el hombre que por fin
logró enamorarla después de un pasado tormentoso, la había dejado mientras dormía en una
habitación de un hotel en París para irse a casar con otra, Paul Mathieu era el padre de su
bebé y el causante de que quisiera desaparecer de la faz de la tierra.

Victoria quería iniciar de nuevo, para eso, se fue a un lugar al que nunca había ido, lo
hizo dispuesta a dejar de lado su vida, sus negocios y la fama de la que gozaba en la gran
manzana.
Allí en nuevas tierras solo quería ser Victoria, una mujer como cualquier otra, pero no
estaría sola por mucho tiempo, el amor siempre está flotando por el aire esperando a que
alguien lo tome, y en ese lugar, descubrirá que al amor hay que darle más de una oportunidad
y que no importa cuánto hayas fallado tratando de conseguirlo, el amor es lo único que te
permite sobrevivir a tanta realidad, por eso no dudará en darle una oportunidad a Santiago,
pero lejos de lo que ella piensa, Paul no piensa ser parte de su pasado, por el contrario,
querrá estar en su presente y en su futuro y más aún, cuando descubra que ella espera un hijo
suyo.
Copyright © 2016 Mia Ferrer.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida,
almacenada en soporte informático o transmitida por medio alguno mecánico o
electrónico, fotocopiada, grabada, ni difundida por cualquier otro procedimiento sin la
autorización escrita del autor.
DEDICATORIA

Enamorarse es un riesgo, muchas personas pasan por esta vida evitando hacerlo,
prefieren tener una vida estable y tranquila, pero solo los que han amado alguna vez, saben
que es mejor subirse a la montaña rusa de los sentimientos, reír, llorar, enfurecerse, incluso
hasta sufrir, porque solo así el ser humano se siente verdaderamente vivo.
Para todas aquellas personas que deciden amar sin importar las circunstancias, va este
libro.
Cuando alguien está en tu vida por una razón, es generalmente, para llenar la necesidad
que has demostrado tener, ellas vienen para ayudarte con una dificultad, proporcionando
apoyo y orientación, ayuda física, emocional o espiritual. Podrán parecer un regalo de Dios
y lo son.
Paulo Coelho

Esto era lo que necesitaba desde hacía años, tiempo y espacio para mí y
solo para mí, sin que me importara el trabajo y nada más que no fuera estar
tranquila.
Desde mi llegada a Bogotá hace un poco más de un mes, mi mayor
preocupación era a cuál restaurante iría a almorzar, porque el desayuno
siempre era un delicioso cappuccino en Juan Valdez del parque de la 93, si
algo ha sido difícil dejar atrás, es mi adicción por el café, sé que en mi estado
no debería tomarlo, pero he llegado a un acuerdo con mi médico de solo beber
una taza al día.
También había establecido una rutina los viernes por la noche, iba a un
restaurante en la zona T, en el que un chico cantaba música en vivo y en donde
la comida era deliciosa.
Mi vientre seguía plano, aunque ya estaba en la semana trece de gestación
y por fortuna todo iba bien a pesar de unos leves sangrados y para que todo
siguiera bien, seguía todas las recomendaciones al pie de la letra, como las de
no realizar ejercicios de impacto, por eso solo caminaba una hora para no
perder del todo mi físico.
- ¿Puedo acompañarte?
Teresa Camacho es una mujer de setenta y dos años y viuda desde hacía
una década, su marido era un juez con el que duró casada casi cuarenta años y
digo casi, porque seis meses antes de cumplir su aniversario murió de un
infarto mientras tomaba una ducha, aquella no fue su única pérdida, era madre
de un único hijo, que murió cuando tenía treinta y cuatro años en una
emboscada guerrillera, era teniente del ejército colombiano, ¿que como se
todo esto?, pues Teresa desde hace tres semanas me hace la misma pregunta
¿Puedo acompañarte? Y mi respuesta siempre ha sido la misma desde el
primer día.
- Claro.
- ¿Cómo esta nuestro pequeñín hoy?
- Hoy me ha dado tregua con las náuseas – dije tocándome el
vientre.
- Qué bueno.
Teresa al igual que yo, todas las mañanas iba al Juan Valdés a tomar un
café, un día el sitio estaba lleno y no había ninguna mesa libre y entonces me
preguntó si podía acompañarme, desde ese día, ninguna de las dos hemos
vuelto a tomar nuestros cafés solas.
- Parece que hoy quiere llover – dijo mirando al cielo.
- Sería una lástima, en las últimas semanas han hecho lindos días.
- Esperemos que el clima no se arruine – dijo con una sonrisa
que surcaba todo su arrugado rostro - apropósito ¿Es hoy que te van a
realizar la ecografía?
- Sí, tengo cita con mi médico en la tarde.
- ¿Puedo acompañarte? – preguntó esperanzada
- Me encantaría – le contesté con una sonrisa sincera.
En el rostro arrugado de Teresa, se dibujó una sonrisa tan grande que tuvo
que achinar sus ojos negros.
- ¡Qué ilusión! – dijo contenta.
- A las tres debo estar en el consultorio del médico, es aquí
cerca, así que podremos ir caminando.
- De acuerdo – contestó emocionada.
- Bien, ahora debo irme, voy a hacer una llamada a New York.
- ¡Hija! ¿Por fin te pondrás en contacto con los tuyos? – le había
contado que decidí dejar mi vida atrás por tiempo indeterminado.
- Si, desde que llegué no lo hecho y le prometí a mi abogado
hacerlo – me puse de pie – pasaré por tu edificio para ir juntas al
médico.
- Te estaré esperando.
Caminé desde el café hasta mi edificio, mi apartamento es en un quinto
piso y desde allí tengo una vista hermosa del parque el Virrey, en el camino fui
pensando en la llamada que iba hacer, no había hablado con Jhon desde que
estuve en Madrid, me acostumbré muy rápido a estar incomunicada y a pesar
de que extrañaba a mis amigos, no quería saber nada de lo que había dejado
atrás, el recuerdo de Paul seguía intacto y no pasaba ni una hora en que no
pensara en él, por eso sabía que si me comunicaba con alguno de ellos, lo
primero que querría hacer era preguntarles por él, eso, si antes ellos no lo
hacían primero.
Cuando llegué al apartamento me senté en el sofá de la sala y me quité los
zapatos, tomé el teléfono que por fortuna tenía bloqueado el identificador de
llamadas para evitar que reconocieran mi número, respiré profundo y marqué.
- Jhon Greene.
- Hola Jhon, soy Victoria.
- ¡Dios! Victoria, ¿Por qué no has llamado? Prometiste hacerlo,
¿Dónde estás? – estaba hablando tan alterado que me puso nerviosa –
háblame, dime… ¿Estás bien?
- Jhon…
- Pero ¿Por qué no me dices nada?
- Jhon…
- Dime… ¿estás bien?
- ¡¡JHON!! – grité para que parara y me dejara hablar.
- ¿Qué?
- Déjame hablar.
- De acuerdo, me callaré.
- Estoy bien, jamás había estado mejor, no tienes de que
preocuparte.
- ¿Dónde estás?
- Eso no importa, lo…
- Como que no importa, me dijiste que yo podría contactarte y
hasta el momento no lo he podido hacer, te he escrito correos y no has
contestado ninguno.
- Jhon, esté donde esté, estoy bien, es lo importante ¿no?
- ¿Estás incomunicada? Acaso te fuiste a la India a un retiro
espiritual – no pude evitar reírme al recordar que la india había sido mi
primera opción, pero inmediatamente la descarté al pensar en la comida
hindú extremadamente condimentada.
- Dime ¿Cómo están todos?
- Victoria, no tienes idea de la locura que es tener a Emma todos
los días interrogándome por ti, buscó a José para que la ayudara a
rastrear los pasajes de avión y saber a dónde fuiste.
- ¿Y José lo hizo?
- Claro que no, o de lo contrario ya la tendrías donde quiera que
estés.
- ¿Paso algo con la empresa?
- No, todo con la empresa va bien, es por el francés…
- Detente Jhon, no quiero saber nada de eso - lo interrumpí.
- Pero Vicky, tal vez debas llamar a Emma algo sucedió con…
- No Jhon – volví a interrumpirlo - no sigas o de lo contrario, no
volveré a comunicarme.
- Está bien, no te diré nada de ese hombre, pero Emma se ha
vuelto un grano en el culo atormentándome porque desapareciste.
- Lo siento – le dije con sinceridad, sabía que Emma podría
llegar a ser una molestia.
- Vamos Vicky, sabes que puedes confiar en mí, déjame ir a verte.
- Lo sé, pero por favor entiende que quiero tiempo y distancia.
- ¿Y cuánto tiempo más vas a necesitar?
- No lo sé, pero de momento no quiero regresar.
- Vale – tomó aire para aceptarlo, sabía que si Jhon se lo
proponía podía dar conmigo en un abrír y cerrar de ojos, por eso
valoraba aún más que estuviera respetando mi decisión – Vicky, la
semana pasada fue el lanzamiento del perfume Victoria.
- ¿Sí? – pregunté sorprendida.
- Claro, ¿o acaso pretendías que te esperaran para el
lanzamiento?
- Jhon… Deja el sarcasmo.
- Disculpa – dijo con una falsa pena.
- Sé que no te gusta nada la situación, pero créeme cuando digo
que estoy bien.
- Lo sé – soltó con un suspiro – pero te echo de menos.
- Igual yo, pero regresar a New York no es una opción por el
momento.
- En fin – dijo cambiando de actitud - el lanzamiento del perfume
ha sido un éxito, no sé si donde estés has revisado la prensa, pero todos
los medios lo han comentado y más cuando se dieron cuenta que no te
presentaste, eso es lo positivo del asunto, ahora lo negativo es que han
iniciado una cacería de brujas para encontrarte.
- Que mierda todo eso – odiaba la idea que la prensa me
encontrara.
- Si, lo sé – dijo apenado - no quería decirte esto, pero…
también se ha filtrado la información de tu divorcio.
- Me sigues llenando de motivos para no regresar – hablé en
medio de un bufido.
- Cierto, pero no podía ocultártelo, ¿Vicky en donde rayos te has
metido para que no sepas nada de esto?, no te voy a llenar la cabeza con
las cosas que han dicho, pero debo advertirte que si te encuentran no te
dejarán en paz.
- Y es por eso… que he pensado vender la empresa.
- ¿Y quedarte en el culo del mundo para que no volvamos a saber
de ti?, olvídalo, no te vas a esconder como si fueras una delincuente.
- Esa pelea la tendremos en otro momento.
- Falta algo más que debes saber.
- ¿Qué? – deseaba terminar la conversación.
- Rebeca murió hace dos semanas.
“Rebeca muerta”, creí que me dolería saber esa noticia, pero…
simplemente no sentí nada, lo bueno que sentí por ella había muerto cuando
descubrí que no era tan buena.
- ¿Victoria?
- Si… lo siento, estaba analizando lo que acabas de decir.
- ¿Estás bien?
- Si, sabíamos que pronto moriría – dije demasiado fría – Jhon,
ya debo cortar, pero antes quería pedirte que hables con Emma,
Valentino y Angelina, tranquilízalos y diles que estoy bien.
- Lo haré, pero te aseguro que será un rato muy desagradable con
esas tres histéricas presionándome para que les diga algo sobre tu
paradero.
- Gracias, se los persistentes que pueden llegar a ser.
Si antes de hablar con Jhon tenía claro que por el momento no regresaría
New York, después de hacerlo, estaba absolutamente segura de no querer
volver.
A las tres de la tarde estaba junto a Teresa en el consultorio del doctor
Meléndez, el sitio era pequeño y totalmente blanco. Estábamos en la sala de
espera y en las sillas del frente había una mujer con una enorme panza y puse
tal cara de horror que llamó su atención, porque riendo me dijo:

- ¡Dios!, solo espero que ya esté ubicado con la cabeza hacía


abajo, no veo la hora en que este hombrecito decida nacer – dijo
acariciando su enorme vientre.
- Bueno, por lo que veo ya es cuestión de horas para que llegue
tu hijo- dije.
- No, que va, a este chiquillo todavía le falta más de un mes.
- ¡¿Qué?! – exclamé sin poder ocultar mi terror – ¿Quieres decir
que aun te crecerá más?
- Sí, mi abuela dice, que en los dos últimos meses es cuando más
crece.
- Dios – elevé una plegaria en silencio pidiendo que mi bebé no
fuera un pequeño gigante invadiendo mi cuerpo.
Justo en ese momento para sacarme de mi estado de estupefacción, salió la
asistente del doctor.
- ¿Victoria Castaño?
- Si – contesté.
- Siga por favor.
- Gracias – me despedí de la enorme mujer embarazada con un
movimiento de cabeza, mientras trataba de recordar a Angelina cuando
esperaba a Lucy, “No, Angie no creció tanto, tal vez debería llamarla
para saber que comió o que hizo para mantenerse en forma mientras la
pequeña Lucy crecía”.
- Tranquila querida, todo estará bien – Teresa intentó en vano
calmarme, mi cara debía ser una clara revelación del miedo que sentía
de volverme como la mujer de la sala.
- Eso espero – le contesté.
La asistente me indicó que me acostara en la camilla y me descubriera el
abdomen para el examen, seguí sus indicaciones cuando entró el doctor
Meléndez.
- ¿Cómo estas Victoria? – me preguntó al tiempo que se sentaba
al frente de la máquina, al lado de la camilla.
- Estaré bien, si me dice que yo no creceré como la mujer que
está esperando en la sala.
- ¿Rosa? – soltó una carcajada que dejó ver todos sus dientes y
desacomodó sus gafas – algunas de mis pacientes no siguen mis
recomendaciones y no cuidan su dieta.
- Deme esa dieta y juro seguirla – la carcajada que volvió a
soltar hizo que diera un brinco en la camilla.
- Vicky, no seas exagerada, si a ti ni siquiera se te nota que estás
embarazada, sigues tan delgada que nadie podría siquiera sospecharlo –
Teresa habló mientras acariciaba mi mano.
- Vamos a ver Victoria – dijo el doctor recobrando el control de
sus emociones - ¿Has seguido mis instrucciones?, quiero decir, ¿Nada
de vino? ¿Solo una taza de café al día? ¿Nada de ejercicios de impacto?
¿Tu alimentación ha sido balanceada? – me quedé pensando un momento
y después de un par de segundos contesté totalmente segura.
- Sí, todo lo he seguido al pie de la letra.
- Bien, entonces no deberías preocuparte, ahora vamos a ver
cómo van las cosas allí adentro – dijo poniéndome el ecógrafo en el
vientre – ¿Y hoy quien te acompaña? – preguntó sin dejar de ver la
pantalla.
- ¡Oh! Qué vergüenza, no los he presentado, doctor, ella es
Teresa, una amiga – se saludaron estrechándose la mano sobre mí.
- Encantado de conocerla Teresa –dijo sin soltarle la mano
mientras yo seguía acostada mirando la escena, con una mano el doctor
movía el ecógrafo en mi vientre y con la otra estrechaba la mano de
Teresa.
- Igualmente, doctor – contestó Teresa demasiado seria.
- Pedro, por favor, llámeme por mi nombre – vaya, al doctorcito
le gustó mi amiga Teresa, pero a ella no le hacía mucha gracia y solo
contestó a la confianza que él le dio asintiendo con la cabeza – Bueno,
vamos a escuchar el corazón de tu bebé.
Ya había escuchado su corazón antes con la doctora Elizabeth en la
mansión White, pero escucharlo ahora en las circunstancias actuales era
mucho más emocionante, ya no tenía miedo porque Stan descubriera mi estado,
ahora me hacía mucha ilusión y sin querer si quiera evitarlo deje que las
lágrimas corrieran en desorden por mi rostro.
Cuando salimos del consultorio llevaba en mi mano la primera fotografía
de mi bebé y la tranquilidad de que todo estaba bajo normalidad, eso sí, con
las insistentes recomendaciones del doctor de no realizar esfuerzo, por lo
menos hasta pasar el primer trimestre debido a mi historial médico.
Teresa estaba igual de emocionada, también había llorado cuando escuchó
el latir de su corazoncito y aunque era muy pronto para saber el sexo, ella
juraba que mi bebé era una niña, a mí me daba igual, no me importaba si era
niña o niño, solo me importaba que estuviera sano.
- Estoy tan contenta, que no puedo esperar a comprarle algo a la
chiquita – dijo Teresa mientras esperábamos el ascensor.
- Aún no sabemos si es una niña, mejor esperemos a que se deje
ver en la próxima ecografía.
- Créeme Vicky, tendrás una hermosa niña – las puertas del
ascensor se abrieron con tres médicos jóvenes en el interior, entramos
en silencio dejando por el momento la conversación.
Me removí incómoda al interior del ascensor, el médico que estaba a mi
lado no dejaba de mirarme, por un momento quise gritarle que no lo hiciera,
entonces me fijé que estábamos a punto de llegar al primer piso y preferí
ignorarlo, pero justo cuando las puertas se abrían Teresa se tambaleó y cayó
de rodillas.
- Teresas ¿Estás bien? – no pudo contestarme, estaba demasiado
pálida y su respiración era irregular – Contéstame por favor – pedí
nerviosa.
- Tranquila, déjame revisarla – el médico que segundos antes me
observaba insistentemente, ahora estaba apoyado sobre una rodilla a mi
lado tomándole el pulso, me retiré para dejar que la atendiera y evitar
ser un estorbo.
- ¿Está bien? – le pregunté justo cuando otro de los médicos que
estaba con él, pedía una camilla.
- Se le ha subido la presión, debemos atenderla de inmediato –
me dijo con preocupación, estaba frunciendo el ceño y sus cejas tupidas
por poco se unían entre sí, lo que hizo que me pusiera muy nerviosa -
¿Eres su hija? –preguntó parándose a mi lado y dejando que el tercer
medico siguiera junto a Teresa.
- No – contesté asustada, notó mi nerviosismo y me tomó de las
manos para tratar de tranquilizarme.
- Estará bien– dijo con una leve sonrisa y en ese momento pude
evaluar el hombre que tenía en frente – soy el doctor Santiago
Andrade… – fue lo único que escuché porque dejé de ponerle atención a
lo que decía, para concentrarme en detallar su piel color canela, sus
ojos miel y el cabello negro, me fijé en sus manos grandes y pulcras,
incluso sus uñas estaban perfectas como si se acabara de hacer la
manicura - ¿señorita?
- Lo siento, estoy tan asustada que no presté atención a lo que me
decía – mentí como una experta al tiempo que volvía a mirar a Teresa
que estaba siendo acostada en una camilla.
- ¿Cómo se llama la señora? – preguntó atrayendo de nuevo mi
atención.
- Teresa – contesté volviendo a mirarle.
- Bien, nos llevaremos a Teresa para hacerle unos análisis,
¿podría avisarle a su familia?
- Ella solo tiene una hermana y no vive aquí, pero yo soy como
de su familia y estaré junto a ella.
- De acuerdo.

Llevaba dos horas en la sala de espera y no tenía noticias de Teresa ni del


médico del cual no recordaba su nombre, pero tenía la seguridad de que si lo
veía lo reconocería de inmediato, estaba buenísimo.
- Señorita – levanté mi mirada y la atracción fue mayor que
antes, estaba vestido con una de esas batas azules que usan los médicos
y deseé por un instante verlo sin ella – perdone, pero no recuerdo su
nombre.
- No lo recuerda porque no se lo he dicho – contesté – Victoria
Castaño- dije extendiendo la mano.
- Victoria – respondió a mi saludo - tiene razón, si me lo hubiese
dicho, jamás lo habría olvidado – y como una tonta sonreí por su
coquetería.
- ¿Cómo esta Teresa? – recordé el motivo por el cual había
estado esperando por casi dos horas.
- Se le subió mucho la presión e intentamos estabilizarla,
necesitará permanecer internada hasta que la presión ceda.
- Pero se pondrá bien… ¿cierto?
- Si, afortunadamente estaba aquí y pudimos atenderla a tiempo.
- ¿Puedo verla?
- Ahora está dormida, pero si gusta podría invitarla a tomar un
café mientras le damos tiempo a que despierte.
Desde esa última vez con Paul, no me había acercado a ningún hombre, era
la abstinencia más larga que había tenido desde que inicié mi turbulenta vida
sexual, aunque a este hombre lo veía con ojos diferentes.
Antes me fijaba en un rostro atractivo y un cuerpo bien formado para
después ubicar mis hambrientos ojos en su entrepierna, si lo que veía me
gustaba, entonces me aseguraba de tenerlo en mi cama, pero al parecer el paso
de Paul por mi vida, había hecho muchos cambios y ahora estaba evaluando a
este delicioso médico sin siquiera tener la intención de ver sus pantalones
“Dios, Paul me dejo jodida” pensé “No, no estoy jodida, solo estoy
embarazada” rectifiqué, cuando estas embarazada eres más sensible ¿no?.
Estábamos en la cafetería de la clínica y siguiendo las recomendaciones de
mi médico no me tome una segunda taza de café, por el contrario, y como
nueva costumbre me pedí un té helado, el hombre del que seguía sin recordar
su nombre pidió un americano.
- ¿Seguro que Teresa estará bien? – le pregunté cuando nos
sentábamos el uno frente al otro con nuestras bebidas.
- Estará bien – me contestó con una sonrisa.
- No te he dado las gracias, si tú y tus compañeros no hubiesen
estado, no sé qué hubiese hecho.
- Bueno, en realidad habrías encontrado a alguien que te ayudara,
después de todo, estamos en una clínica – no reímos de su comentario,
porque tenía razón y no pude sentirme más idiota - ¿de dónde eres? –
preguntó desviando la conversación, como si se hubiese dado cuenta que
me sentía ridícula.
- Eso depende – le contesté recobrando mi confianza.
- ¿Depende?
- Si, depende de si perteneces a donde naces o a donde creciste.
- Yo creo que perteneces a dónde quieres pertenecer.
- ¿Y si no sabes a dónde quieres pertenecer?
- Bien, en ese caso mejor dime ¿Dónde naciste? y ¿Dónde
creciste?
- Nací aquí en Colombia, pero tenía 8 meses cuando llegué a
vivir a New York y así fue hasta hace mes y medio.
- ¿Y regresaste a…?
- Digamos que estoy en un tiempo sabático.
- Daría lo que fuera por uno de esos – dijo divertido – pero no
puedo dejar mi trabajo por el momento.
- Ser médico no debe ser nada fácil – dije volviendo a beber mi
te.
- A decir verdad, no hay nada en el mundo que me guste más que
mi trabajo, pero a veces es muy agotador.
No sé cuánto tiempo estuvimos sentados hablando, bueno en realidad lo
estaba escuchando, prefería que fuera él quien hablara, no me apetecía decir
mucho sobre mi vida, en Bogotá estaba disfrutando del anonimato y así quería
seguir.
- Así que tú también llegaste a Bogotá hace poco tiempo.
- Si, llegue hace dos meses después de realizar me
especialización en cardiología en Buenos Aires.
- Vaya, cada vez te pones más interesante – dije con un aire
seductor que no usaba hacia muchas semanas, “¿Victoria estás
coqueteando?”
- Estoy seguro de que tú eres mucho más interesante, por lo
menos el motivo para dejar New York y tomarte un tiempo sabático debe
ser interesantísimo.
- Digamos que nunca había tenido vacaciones y ahora las estoy
tomando – justo cuando terminé de hablar se acercó una enfermera
diciéndole que había una urgencia.
- Debo irme, pero antes te llevaré hasta donde está Teresa – dijo
poniéndose de pie.
- Si, si claro – contesté sintiendo pena por tener que terminar la
conversación.
Teresa estaba mucho mejor la mañana siguiente, no había visto de nuevo al
médico del cual seguía sin recordar el nombre y ya estábamos a punto de salir
de la clínica, intenté preguntar por él, pero desistí de la idea al ser consciente
que ni siquiera sabía cómo se llamaba, además, tenía ganas de volver a casa a
descansar.
La noche anterior se me había hecho larga porque desde mí huida de
Francia, no pasaba tanto tiempo pensando en Paul y la forma tan poco
convencional en que lo había conocido, un día decidió entrar en mi vida y lo
hizo imponiéndome su presencia. Paul no me había invitado a cenar para
conocernos y después desplegar sus dotes de seductor, no. Paul me abordó de
la única manera en la que sabía que tenía alguna posibilidad, si lo hubiese
hecho del modo tradicional lo habría mandado volar y jamás habríamos tenido
una relación, su forma de actuar no me dejó ninguna alternativa y como una
novata me enamoré.
Echaba de menos su compañía y el sexo, pero al mismo tiempo me decía
que sin él estaba mejor.
En Colombia nadie me conocía, llevaba una vida tranquila y cada vez me
agradaba más esa sensación de no tener que andar con cuidado para que la
prensa no hiciera un festín conmigo, el conocer gente nueva y que esa gente no
supiera nada de mi pasado era perfecto para mí, extrañaba a mis amigos, pero
volver cada vez estaba más lejos, hacia mes y medio que no tenía ningún tipo
de contacto con ellos y no me sentía bien por lo mal que lo estarían pasando
preocupándose por mí, pero me tranquilizaba saber que Jhon hablaría con
ellos y les diría que estoy bien.
Además, Emma tenía un romance con el mejor amigo de Paul y no dejaría
de fastidiarme hablándome de él, eso era lo que menos quería, entre más
tiempo pasara sin saber nada de Paul, más fácil sería superar todo aquello.
- Mi niña, ya estoy lista para que nos marchemos cuando quieras
– me dijo Teresa poniéndose de pie junto a la cama.
Salimos de la clínica y tomamos un taxi hasta su casa, ella se había negado
por completo a pasar unos días en la mía, lo único que me dejaba tranquila era
saber que su sobrina llegaba esa noche para cuidarla.
Acababa de llegar a mi apartamento después de estar toda la tarde con
Teresa y quise relajarme tirándome en el sofá, había sido un día en el que los
malestares me atormentaron todo el tiempo, estaba a punto de ir a la ducha
para luego meterme en la cama cuando sonó el teléfono y por unos segundos
me quedé mirándolo sorprendida, pero después repuse en que podría ser
Teresa sintiéndose nuevamente mal y corrí a contestar.
- ¿Sí? – hablé dudosa.
- ¿Victoria? – me hablaron en un perfecto español por lo que
sabía que era alguien de Bogotá.
- Si, con ella.
- Victoria, soy Santiago.
- ¿Santiago?
- Si, el doctor Santiago Andrade, atendí a Teresa cuando se
desplomó en la clínica.
- ¡Ah! Claro, ¿cómo estás Santiago?
- Bien, tomé tu número del contacto que aparecía en la historia
clínica de Teresa, espero no estés molesta.
- No, no lo estoy.
- Qué bien, Victoria esta noche no estoy de guardia y me
preguntaba si te gustaría salir a cenar.
- ¿Hoy?
- Si, hoy, ¿Ya tenías planes?
- Ninguno – pensé por unos segundos y después contesté - me
encantaría cenar contigo.
- Pasaré por ti a las ocho ¿De acuerdo?
- De acuerdo.
¿Dios qué estoy haciendo? Me pregunté en cuanto colgué el teléfono “Es
solo una cena, tienes derecho a hacer nuevos amigo” traté de convencerme.
- Victoria no te lo vas a tirar – estaba cepillándome el cabello
frente al espejo después de la ducha.
- No, claro que no – dije mientras buscaba la ropa para salir a
cenar - no voy a tirármelo, estoy embarazada y aunque las hormonas me
estén volviendo loca y tenga muchas ganas de follar, no lo voy hacer.
- Entonces ¿por qué te pusiste este conjunto de lencería tan sexy?
– pregunté aplicándome crema en las piernas frente al espejo de cuerpo
completo de la habitación.
- Siempre he usado ropa interior sensual – contesté mientras me
acomodaba las copas del brassier.
- Eso era antes, ahora usas ropa interior de algodón para sentirte
más cómoda – me puse de pie y miré toda mi ropa y solo veía jeans y
camisetas, había dejado todas mis prendas de diseñador en Manhattan.
- Bueno, ¡basta ya!, deja de cuestionar todo lo que hago – le dije
a la mujer que miraba a través del espejo – ¿de dónde saliste? Antes no
existías, mierda, tienes que ser producto del embarazo, ¡Oh! Ya veo,
¿Eres tú a la que todos llaman conciencia?, pues por mi puedes irte a
donde estuviste metida todo este tiempo.
Volví a buscar en mi vestidor y odié no tener algún vestido de Valentino
para la cena y ya era demasiado tarde para salir de compras, en minutos
llegaría Santiago y yo no estaba lista.
Al final me decidí por el único leggins negro de piel y un top de encaje
color perla, completé el atuendo con unas botas de caña hasta la rodilla y
de tacón plano, me maquillé resaltando el contorno de mis ojos y pinté mis
labios de rojo.
Faltaban cinco minutos para las 8 cuando me anunciaron que Santiago
había llegado, me miré por última vez en el espejo y bajé, estaba apoyado
sobre el auto con los brazos cruzados, se veía tan relajado que me detuve
un segundo al salir del ascensor, detallé la imagen y comprobé lo diferente
que sería mi vida si decidía quedarme, si decidía no regresar al glamur y el
lujo en el que vivía en Manhattan.
Santiago estaba de jeans, camisa blanca, blazer negro y converse
blancos, parecía tan relajado y jovial, muy diferente a los hombres con los
que acostumbraba a relacionarme New York.
En cuanto me vio, se retiró del auto y su sonrisa me dijo que mi
apariencia le gustaba, caminé hasta él y vi como sus ojos recorrían mi
cuerpo, no se me notaba el embarazo, aún seguía teniendo mi abdomen
marcado, pero sabía que pronto eso cambiaría y los ojos de deseo que
ahora me miraban dejarían de hacerlo.
- Te ves preciosa – me dijo dándome un beso en la mejilla.
- Gracias, tú también te ves bien sin tu bata de médico – dije
sonriéndole y viendo cómo se ampliaba su sonrisa.
Nos subimos al auto y fuimos aun un lindo restaurante peruano cerca al
parque de Usaquén.
- ¿Te gusta la comida peruana? - preguntó antes de entrar –
Porque si no te gusta podemos ir a otro lugar.
- Me encanta – le contesté nerviosa, me sentía totalmente extraña,
siempre había sido muy segura al momento de estar a solas con un
hombre, sabía que quería de mi lo mismo que yo de él, jamás me
preocupaba por ser demasiado amable o agradable, ¿a quién le importa
tus sentimientos cuando el único objetivo es tener sexo?, por el
contrario, con Santiago no sabía cómo actuar y eso me desconcertaba.
La cena fue muy divertida, Santiago tenía un excelente sentido el humor y
cuando estaba con él me reía mucho.
- ¿Llevas casi dos meses viviendo aquí y no conoces a nadie? –
preguntó incrédulo.
- No, mis únicos amigos se quedaron en New York y aquí solo he
conocido a Teresa y ahora a ti, bueno y a Carmen que es la persona que
me ayuda a mantener limpio el apartamento tres veces por semana.
- Pues desde hoy eso va a cambiar, te voy a invitar a conocer
toda Bogotá.
- ¡Vaya! Eso suena a mucho tiempo juntos – contesté insegura.
- Así será, solo si tú quieres, claro – cubrió mi mano derecha con
la suya y me miró a los ojos regalándome una linda sonrisa – ahora…
¿Te gustaría ir a otro sitio a tomar una copa?
- Me encantaría.
Fui al baño y frente al espejo, sin decir ninguna palabra en voz alta, hablé
telepáticamente con la mujer del otro lado.
Ella me recordó que no podía beber y yo la miré con cara de pocos
amigos, por qué me tenía que estar recordando todo el tiempo mi estado, ya
los malestares matutinos cumplían esa labor, así que decidí que lo mejor era
ignorarla, al parecer mi conciencia era una cosa muy fastidiosa y agradecí no
haberla tenido por mucho tiempo.
Fuimos a mi edificio y dejamos allí su auto, el bar estaba cerca, por lo que
preferimos ir caminando, el lugar era grande y de música crossover, logramos
conseguir una mesa mientras él pedía una cerveza, yo pedí un margarita sin
alcohol.
- ¡Oh vamos! tómate una copa conmigo.
- No, de verdad prefiero no beber.
- ¿Eres de las que se vuelve un poco loca cuando bebe?
- Algo así.
- Sería interesante verte un poco salida.
- Créeme, no te gustaría.
- Vale, no insisto más.
Todo el mundo bailaba y no pude evitar recordar mis días en Puerto Rico
con Paul, fue un fin de semana feliz, creo que jamás he sido tan feliz como en
esos días y para ahondar más en mis recuerdos comenzó a sonar salsa y solo
pude recordarnos bailando por la placita de San Juan.
- ¿Victoria? – me llamó Santiago con voz fuerte.
- ¿Sí? Lo siento, ¿qué me decías?
- ¿Estás bien?
- Sí, no es nada, solo que hacía mucho que no salía – traté de
excusarme.
- ¿Te gustaría bailar? – la única vez que había bailado salsa
había sido con Paul y él me llevó con paciencia hasta que pude seguirle
el paso, ahora no me sentía tan valiente para hacer lo mismo.
- No se me dan muy bien los ritmos latinos – dije con una enorme
sonrisa, la noche estaba cambiando para mí, lo que había comenzado
con una salida entretenida se estaba convirtiendo en una llena de
nostalgia por los recuerdos que no cesaban.
- Ven, lo harás bien – tiró de mi hacia la pista y me dejé llevar
para no estropear el momento.
Recordé algunas cosas que me había enseñado Paul y traté de seguirlo,
aunque no estaba funcionando bien, Santiago trató de animarme cuando me
dijo al oído que no lo hacía tan mal.
Cerré los ojos y me entregué a la música, sentí que lo estaba haciendo
mejor, pero cuando los abrí vi algo que me dejó con los pies pegados al piso.
- ¿Qué pasa? – me preguntó Santiago.
- Ya vuelvo – Salí hacia donde creía haber visto una aparición.
- ¡Victoria! – escuché que Santiago me llamaba, pero lo ignoré.
Seguí hasta una terraza que estaba en el lateral del local, al hombre que
hacía unos segundos me había vuelto el mundo al revés nuevamente.
- ¡Paul! – grité justo cuando lo tomaba del hombro, pero él se
giró y lo único que sentí fue vergüenza.
- Está equivocada señorita – me contestó el sujeto justo en el
instante que se acercaba una mujer que parecía ser su novia.
- Lo siento – dije apenada y cuando me alejaba escuché a la
mujer preguntar quién era y él le contestó que probablemente una
extranjera ebria.
Fui al baño y me pasé una toalla húmeda por el cuello, si hubiese estado
ebria no me sentiría tan estúpida, ese hombre ni siquiera se parecía a Paul,
“¡Maldita sea!, Victoria tienes que olvidarte de él y para siempre” me
reprendí.
Salí del baño y Santiago estaba apoyado contra la pared.
- ¿Cómo estás? – sonó preocupado.
- Bien, solo me he acalorado un poco.
- ¿Quieres que nos vayamos? – preguntó con gesto serio.
- No – negué moviendo la cabeza - quedémonos un poco más.
- De acuerdo, pero solo si me acompañas con una cerveza –
necesito algo mucho más fuerte que una cerveza - pensé.
- Que sea una corona.
La cerveza me supo a gloria y ayudó a relajarme, después de unos minutos
ya había superado el momento incómodo y volví a concentrarme en mi
acompañante.
- Vi que fuiste detrás de un hombre – lo escuché cuando estaba
dándole un sorbo a mi bebida.
- Lo he confundido – contesté cortante, no me interesaba hablar
mucho del por qué había seguido a ese sujeto.
- Me dijiste que estabas aquí tomando unas vacaciones, pero no
me dijiste en que trabajas – Al parecer la persecución había despertado
su curiosidad por mi vida.
- Modelaje – dije sin más, la conversación que me temía estaba
saliendo a relucir, ahora querría saberlo todo.
- Lo sabía – contestó sonriendo.
- ¿Por qué? – reaccioné asustada.
- Es evidente, desde que te subiste al ascensor lo supe, esos ojos
– pasó sus dedos por mi mejilla – esa boca tan sensual – se acercaba a
medida que las palabras salían en un tono seductor – y ese cuerpo
escondido debajo de una camiseta y unos jeans anchos, me pregunté de
donde habías salido y no pude quitar mis ojos de ti – susurró mientras
acariciaba el lóbulo de mi oreja con sus labios.
- Lo recuerdo, me puse un poco violenta cuando sentí esa mirada,
quise decirte que dejaras de hacerlo, pero no pude.
- No te habría hecho caso, si no es por lo que le pasó a Teresa, te
habría seguido hasta tener el valor de hablarte.
- Podría haber sido una mujer casada – dije con un hilo de voz
que apenas él pudo escuchar por la música.
- Para mi fortuna no lo eres – sus labios se rozaron con los míos
– me gustas – dijo acariciando la comisura de mi boca con su lengua –
eres simplemente perfecta – no intenté desmentirle, lo que realmente
quería era comérmele la boca y eso hice, lo besé como llevaba tiempo
sin hacerlo, en medio de un montón de personas nos estábamos
comiendo la boca, entonces él me apretó contra su cuerpo y pude sentir
su creciente erección, respirábamos agitados sin dejar de besarnos y
cuando ya me sentía ahogada me separé unos centímetros de su rostro.
- ¿Vamos a mi apartamento? – más que una pregunta fue una
sugerencia teñida de deseo.
- Sí – contestó volviéndome a besar.
Salimos del lugar caminando a paso ligero – espera – me dijo cuándo
habíamos recorrido solo dos calles, me llevó contra un árbol y me besó con
verdadera lujuria.
- De seguir así, nunca llegaremos – dije con la voz entrecortada
por la excitación.
- Tienes razón – me ansió para caminar.
En el ascensor de mi edificio nos pusimos aún más calientes, él liberó mis
pechos y comenzó a chuparlos, ni siquiera le importó que le avisara que allí
había cámaras de seguridad.
Cuando llegamos ante la puerta no lograba abrirla, Santiago me quitó las
llaves y la abrió, después me rodeó con sus brazos la cintura y me alzó para
entrar al apartamento, besándome con pasión haciendo que la mía se
encendiera un poco más, borré cualquier remordimiento de mi mente y
disfruté, solo me centré en sentir placer.
- ¿Dónde está tu habitación? – me preguntó sin bajarme.
- Por esa puerta - le señalé el final del corredor.
Me lanzó a la cama y reboté sobre la misma mientras veía como se quitaba
la camisa, su piel morena como la canela era una invitación a saborearlo y mi
ansiedad por tenerlo aumentó, le ayudé con la tarea de desvestirme mientras
nos mirábamos.
- Déjame hacerlo a mí –dijo cuándo intenté quitarme el brassier
– ¡Dios! No te imaginas la visión tan hermosa que tengo de ti – dijo justo
antes de lanzarse sobre mis pechos al tiempo que metía su mano por
dentro de mis leggins – estás mojada – exhalé con brusquedad al sentir
sus dedos rozando los labios de mi vulva y asentí con un movimiento de
cabeza.

- No necesito de tanto preámbulo – le dije soltando el botón de


su pantalón, tiré de ellos con fuerza y terminé de quitárselos con los
pies.
El deseo me tenía tan nublada que no podría decir en qué momento
quedamos completamente desnudos, él se agachó por el pantalón y sacó de su
cartera un condón.
La boca se me secó cuando vi como lo deslizaba por su grueso pene, lo
necesitaba, llevaba demasiado tiempo sin sexo y en ese momento eso era lo
que quería, prácticamente me había vuelto sorda porque no escuchaba nada de
lo que hablaba, solo podía pensar en que me la metiera hasta el fondo y
agradecí a todas las divinidades por enviarlo tan bien dotado para mis fines.
Pero justo cuando me rozaba con su erección, lubricándola con mi savia,
apareció mi maldita conciencia, la infeliz no podría ser más inoportuna.
- Espera, debo decirte algo antes – dije jadeando por la presión
que hacía en la entrada de mi sexo.
- ¿Lo que me vas a decir me detendrá? – preguntó con la voz
entrecortada.
- Podría ser – susurré.
- Entonces no lo digas, ya después asumiré las consecuencias – y
sin más me penetró de una sola estocada.
- ¡Mierda! – grité por el dolor, él vio mi mal gesto en el rostro y
se quedó inmóvil.
- ¿Te he hecho daño? – preguntó preocupado.
- No, el daño me lo harías si te detienes en este momento – dije
recobrándome, con fuertes penetraciones cumplió mi deseo, jadeé por el
dolor, pero también por el placer, me olvidé de todo, incluidas las
semanas de llanto, mis ganas por conseguir un orgasmo bloquearon
cualquier restricción.
- Estas que ardes – me dijo poniéndose de rodillas y llevando
mis talones a sus hombros, eso hizo que las penetraciones fueran más
profundas, llevándome a un estallido de placer justo cuando con su
pulgar hacia presión en mi clítoris.
Después de tres estocadas más y que sus ojos lujuriosos vieran el
espectáculo de nuestros sexos uniéndose, lanzó un gruñido fuerte y se
desplomó sobre mi después de bajar mis piernas y ponerlas a cada lado.
Pasaron unos minutos en los que ninguno de los dos dijo nada, pero en los
que mis pensamientos era un mar de confusión, el recuerdo de Paul estaba más
vivo que nunca y por más que intenté no hacerlo, no pude evitar compararlos y
también estaba el tema de mi estado, me sentía mal por no haberlo dicho antes,
pero él se negó a que lo hiciera “claro, porque esperaste a tenerlo desnudo con
su polla hinchada y ansiosa por penetrarte” - maldita conciencia.
- ¿Algo anda mal? –preguntó poniéndose de lado para verme.
- No ¿Por qué?
- Tienes el ceño fruncido – dijo acariciándome el entrecejo para
que me relajara.
- Todo está perfectamente – dije con una sonrisa.
- ¿Quieres algo de beber? – dijo al tiempo que acariciaba mi
abdomen pasando sus dedos de arriba abajo.
- Si y… ¿Qué me ofreces?
- Lo que sea que tengas en la nevera – sonrió.
- Solo tengo agua y zumo de naranja, el único licor es media
botella de vino blanco.
- Entonces serviré dos copas de vino – me dijo poniéndose de
pie.
- No. Prefiero un poco de zumo de naranja.
Cuando estaba a punto de salir de la habitación se giró y se fijó en mi
vientre y sin saber por qué, me lo cubrí con las manos.
- ¿Por qué no bebes alcohol? – preguntó cruzándose de brazos y
con gesto serio.
Permanecí en silencio distraída por su cuerpo, que, si bien no era tan
esculpido como el de Paul, seguía siendo muy sexy.
- ¿Victoria? – y ahora que le digo- pensé - “pues la verdad tonta,
él dijo que asumiría las consecuencias”
- Estoy embarazada – dije sin anestesia.
Fueron unos segundos que parecieron horas en los que el silencio de la
habitación se hizo insoportable, hasta que por fin él habló.
- He sido un poco brusco ¿estás bien? – se acercó y se sentó a
los pies de la cama.
- Me ha dolido un poco, pero estoy bien – lo serené.
- Traeré las bebidas – se puso de pie y salió.
En cuanto me quedé sola entré al baño y me quedé mirando al espejo.
- Bueno ¿qué es lo peor que puede pasar? -Me pregunté.
- Pues que no quiera volver a tirar contigo – eso de hablar
conmigo se estaba volviendo una costumbre, “producto de la soledad en
la que has estado en las últimas semanas” - pensé.
- Entonces no has perdido nada – dije antes de lavarme el rostro,
me cubrí con un albornoz y volví a la habitación.
Cuando regresé a la cama, Santiago aún no había vuelto, estaba tardando
mucho y fui a ver qué pasaba.
Estaba apoyándose en la encimera con la copa de vino en una mano y el
vaso de zumo en la otra, tenía la mirada perdida entre las luces de los
edificios que se veían por la ventana.
- Pago por saber qué piensas – le dije acercándome y su mirada
se clavó en mí, tenía rostro inexpresivo y no pude adivinar su
pensamiento – ¿y bien?
- Me gustas – habló sereno - me fijé en ti desde que subiste al
ascensor – dijo acercándose, al tiempo que extendía la mano en la que
llevaba el zumo de naranja para dármelo – y ahora que te he probado no
quiero dejar de hacerlo.
- Y crees que debes hacerlo porque estoy embarazada ¿Cierto? –
dije tomando un sorbo sin dejar de mirarlo.
- ¿No?
- Pues eso depende de ti – le contesté con indiferencia
levantando los hombros.
- ¿El padre? – su mirada escrutadora no logró intimidarme.
- ¿Realmente importa? – seguí indiferente.
- Bueno, no estamos hablando de una cosa, estamos hablando de
una criatura que estoy seguro tiene un padre.
- Confórmate con saber que yo soy su madre – respiró hondo
expandiendo sus pulmones, parecía que se esforzaba por no preguntar
más.
- ¿De cuánto estás?
- Catorce semanas.
- Ven acá – me alzó de la cintura y me llevó hasta la encimera de
la cocina – la posición en la que cogimos no es la mejor para tu estado –
dijo abriéndome las piernas, al tiempo que su mano derecha llegaba a mi
sexo desnudo – seré más cuidadoso la próxima vez – dijo frotando su
dedo por mi abertura.
- A mí me gusta duro – dejé salir un leve suspiro, el tiempo que
había pasado sin sexo me estaba pasando factura y ahora que lo había
vuelto a tener, quería más, mucho más.
- Créeme, será intenso – dijo justo antes de unir su boca a la mía,
sus dedos seguían haciendo una fuerte fricción en mi abultado clítoris
mientras su lengua me follaba la boca – realmente eres preciosa – habló
repasándome con la mirada - debes matarte haciendo ejercicio para
tener este cuerpo.
- Dejé de hacerlo por recomendación médica – dije con un hilo
de voz por la creciente excitación.
- ¿Por qué? – se detuvo a centímetros de mi rostro para ver mi
expresión – si todo va bien no tienes por qué dejar de hacer ejercicio.
- Tengo un embarazo de alto riesgo – dije subiendo mis hombros
como si no tuviera importancia.
- ¡Dios! Eres una inconsciente – me reprendió con voz ronca – en
esos casos se recomienda no tener relaciones sexuales y en todo caso si
las tienes no deben ser como lo hicimos hace unos minutos, pude hacerte
daño – se separó y me miró con enfado.
- Estoy bien – dije deseando que volviera retomar lo que hasta
hace unos segundos estaba haciendo – ven – le tomé las muñecas para
acercarlo – si no quieres continuar lo entenderé, pero si quieres hacerlo,
no te detengas, de verdad estoy bien.
- Quiero hacerlo – dijo soltando todo el aire comprimido en su
pecho – te deseo como no recuerdo haberlo hecho antes, pero lo
haremos a mi modo, no quiero lastimarte ni lastimar al bebé.
- Está bien – susurré cuando acercó sus labios y reclamó mi boca
con verdadera devoción, su lengua jugueteaba con la mía, haciendo que
mi deseo se volviera más y más intenso – tócame – estaba suplicando
porque sus dedos volviesen a acariciarme.
- Lo haré mientras me montas – dijo alzándome, lo rodeé con las
piernas y me dejé llevar – así podrás controlar los movimientos y te
detendrás si sientes dolor – llegamos al sofá, apreté aún más el agarre
de mis piernas y las puse a cada lado de sus muslos, estaba tan ansiosa
que comencé un vaivén haciendo fricción entre su enorme y dura
erección y mi hinchada y necesitada vulva - ¡Dios! – exclamó echando la
cabeza hacia atrás y cerrando con fuerza los ojos, por su expresión y sus
manos empuñadas pude adivinar que se estaba conteniendo.
- No te contengas, dámelo todo – le dije sin parar en mis
movimientos.
- Métetela – dijo entre dientes - ¡Ahora!
Su orden me llenó más de lujuria, estaba tan necesitado como yo y cuando
elevé mis caderas y lo tomé con la mano para llevarlo a mi abertura, pude
sentir que estaba duro como una roca.
- Hazlo ya – me dijo apretando los puños hasta el punto de
blanquear sus nudillos, quería que soltara todo el auto control que se
había impuesto y me follara como lo había hecho antes, así que decidí
llevarlo al límite, hasta que no pudiera soportar más y me tomara con
dureza.
- Shhh, déjame disfrutarte – le hablé con la voz ronca por el
deseo – llevo semanas sin buen sexo y ahora solo quiero deleitarme -
bajé mis caderas sobre la punta de su pene y volvía a subir.
- Maldición, no juegues o perderé el control – sonreí porque
estaba consiguiendo mi objetivo, repetí la acción y solo introduje en mi
interior un poco de su erección, meneé la cadera antes de volverlo a
sacar y cuando intenté volver hacerle la misma tortura, Santiago me
agarró de la cintura con fuerza – necesito metértela toda – gruñó al
tiempo que me bajaba ensartándose por completo dentro de mi canal.
- ¡Oooh! – chillé por el leve dolor al sentir que entraba con
demasiada profundidad.
- Mierda ¿Te hice daño? – preguntó preocupado al tiempo que
me soltaba.
- No – hablé deseosa de continuar.
- No mientas, esto no es un juego – habló demasiado serio –
perdóname, he perdido el control y no es así como debemos hacerlo.
- Cállate y no te disculpes, es esto precisamente lo que necesito –
dije retomando el movimiento de mi pelvis.
Dejamos de hablar y me dediqué a subir y bajar por su enorme falo
moviendo mis caderas y justo antes de alcanzar el segundo orgasmo, la imagen
de Paul de la última vez que cabalgué sobre él en el Erotisme en París se
incrustó en mi mente, solo bastó la imagen de él tensando su cuello, para que
funcionara como combustible e incendiara aún más mi excitación, me corrí por
él y para él, solo Paul conseguía que mi clímax llegara tan rápido como el
mismo pensamiento.
- ¡Oh sí ¡– Santiago exhaló alcanzando el orgasmo, segundos
después del mío – sentir como te contraes, como me aprietas, es
maravilloso.
Caí sobre su pecho tratando de apaciguar mi respiración mientras él
acariciaba mi espalda de arriba abajo, al parecer era un trato justo, usábamos
nuestros cuerpos para darnos placer sin importar a donde se iban nuestras
mentes cuando alcanzábamos el orgasmo.
3

Metí la tarjeta para abrir la puerta casi a ciegas, Paul se negaba a darme un
poco de espacio, cruzamos el umbral y él cerró la puerta con el pie dando un
portazo.

- Dime que esto no es mentira – dijo mientras se desabrochaba


los botones de la camisa – he soñado tantas veces con volver a tenerte,
que me da miedo que esta vez también seas una ilusión.
- Nunca he sido tan real en toda mi vida – le dije soltándole el
cinturón y desabrochando sus vaqueros, se los bajé y él se los quitó con
un puntapié, paré un momento para tomarme dos segundos y poder
morbosearlo, estaba buenísimos solo con el bóxer negro.
- Gírate, - me ordenó con voz suave - me pones mucho con esto,
pero te quiero totalmente desnuda – me giré y él bajó la cremallera de
mi corsé, dándome un par de besos en la espalda, luego me tomó de los
hombros y volvió a ponerme frente a él.
- Lámela – le supliqué, deseaba con locura sentir su lengua entre
mis piernas.
- Lo estoy deseando – dijo mientras se ponía de rodillas bajando
a su vez mis bragas, subí una pierna a su hombro para darle mayor
acceso y él sin demora comenzó la placentera tortura, lamió, chupó,
mordisqueó y penetró mi sexo con devoción.
- No pares – gemí – voy a venirme – cumplió mi deseo y no
paró, por el contrario, siguió hasta lograr mi explosión.

Con los restos de mi orgasmo aun nublándome la mente, pensé que no


podía ser cierto lo que estaba pasando, Paul se había casado y tenía casi dos
meses sin saber nada de él.

Sentí que estaba saliendo de la nebulosa post-orgásmica y lo vi serpentear


sobre mi cuerpo, con su media sonrisa de chico malo diciéndome con la
mirada “te voy a coger”.

- Eres mía – afirmó viéndome a los ojos – y aunque otro te


toque, es por mí que te corres.
- No quiero que otro me toque – susurré cuando sentí su erección
en la entrada de mi coño.
- Entonces dile al imbécil que se largue.

Parpadeé varias veces antes de ver su enorme sonrisa, Santiago estaba


sentado al borde de la cama, llevaba puesta la ropa del día anterior y tenía una
humeante taza de café en la mano.

A pesar de la bella imagen que tenía en frente, deseé volver a dormir y


seguir soñando con mi última noche en París.

- Buenos días, hermosa.


- Buenos días – contesté incorporándome, mientras él me tendía
la taza de café, luego volví a ver el reloj y vi que eran las cinco de la
mañana – ¿por qué te has levantado tan temprano?
- Tengo una cirugía a las seis en la clínica – dijo torciendo los
labios.
- Y me has despertado ¿por…? – pregunté poniendo la taza en la
mesita de noche.
Antes que la tormenta Paul pasara por mi vida, despertaba a las cuatro de
la mañana, pero ahora no sabía si se debía a los cambios de mi vida o era el
embarazo lo que hacía que prefiriera dormir mucho más.
- Estabas haciendo algunos ruidos mientras dormías y no quise
irme sin asegurarme que estuvieras bien.
- Tuve un sueño extraño – contesté un poco avergonzada
pensando que él me hubiese escuchado gemir por el orgasmo que en
sueños Paul me había provocado.
- Ya veo… Bueno, la verdad tampoco quería marcharme sin
despedirme, te llamaré cuando salga de cirugía ¿te parece? – asentí y me
dio un beso en la frente antes de marcharse.
No pude terminar mi café cuando las náuseas me hicieron correr hacia el
baño “pronto pasará” me repetía cada vez que me sucedía.

Sentada al lado del inodoro recordando la noche anterior me convencí de


que todo había salido bien, la sesión de sexo había sido buena y sin ningún
compromiso. Entonces, no me explicaba por qué si todo había salido bien, mi
mente no dejaba de pasar escenas de las sesiones maratónicas de sexo con
Paul, esas cuando pasábamos toda la noche saciándonos el uno a otro.

“Con Santiago fue diferente por mi condición”, a pesar de lo que mi mente


se repetía, quise volver a vivir por lo menos un segundo de nuevo entre los
brazos del francés que había robado mi corazón, era tan profundo ese deseo
que los sueños en que recordaba las veces que habíamos estado juntos, eran
muy recurrentes y algunas noches hasta tenía que levantarme para cambiar mi
ropa interior húmeda.
Salí alrededor de las nueve de la mañana a caminar por el parque, nada me
preocupaba, sabía que mi empresa estaba en buenas manos con Emma, tenía
dinero suficiente para dos vidas y no tendría que volver a trabajar si seguía
llevando una vida sencilla como lo había hecho en las últimas semanas, pero
si volvía a la opulencia de New York, debía retomar las ambiciones y trabajar
sin cesar, Por el momento, era algo que no me apetecía, la decisión de volver
a la jungla de cemento cada vez estaba más lejos.

Cuando llevaba más de una hora caminando me detuve en una banca a


descansar, a los pocos minutos sentí que algo me rozaba el pie y me levanté de
un brinco, miré por debajo y vi un perrito negro con una mancha en el pecho,
no conocía de razas, pero sabía que este no debía pertenecer a ninguna
especial, le acaricié un poco la cabeza y escuché un lloriqueo silencioso, me
puse de rodillas y lo llamé para que saliera, pero no me hizo caso.

- Ven pequeño – le dije halándole con delicadeza una de sus


patas pero lo único que conseguí, fue un chillido de dolor – ¿Estás
enfermo? – ni siquiera me miró, siguió hecho un ovillo debajo de la
banca – bien, si no quieres venir conmigo es tu problema – me paré del
suelo y seguí caminando por media hora más, pero no dejaba de pensar
en el animalito, los días estaba fríos en la ciudad - y ¿si duerme allí? –
me pregunté - debe pasar noches terribles, “Pero bueno Victoria ¿Desde
cuándo te interesa un perro?”- me reprendí por el montón de
sensibilidad en el que me había convertido, los animales siempre me
parecieron sucios y nunca quise tener ninguno ensuciando mi hogar.
Cuando entré al apartamento sonó el teléfono y sin pensar en quien podría
ser contesté.
- ¿Sí?
- Hola – la voz de Santiago sonaba dulce.
- ¿Cómo te fue en la cirugía? – pregunté agradada por su
llamada.
- Fue larga, hace unos minutos terminó y pensé en llamarte para
saber si querías almorzar conmigo.
- Genial – miré el reloj que estaba colgado en la cocina y era un
poco más de medio día.
- Bien, entonces te parece si nos vemos en el restaurante a la una.
- Si, dime donde es – apunte el nombre y la dirección del
restaurante y colgamos con la promesa de vernos allí.
El restaurante quedaba a solo una cuadra de la clínica en la que trabaja
Santiago y para cuando llegué, él ya estaba esperándome, llevaba puestos unos
anteojos de marco cuadrado y color negro, tenía un aspecto de hombre
intelectual mientras leía algo en su móvil.
- Hola – lo saludé al acercarme.
- Hola – se puso de pie con una sonrisa en el rostro que podía
iluminar todo a su alrededor.
- ¿Llevas mucho tiempo esperando? – pregunté antes de sentarme
en la silla que él había corrido para mí.
- No, también acabo de llegar – dijo quitándose los lentes.
El almuerzo fue agradable, estar con Santiago me hacía sentir tranquila, me
comportaba con naturalidad, a diferencia de las muchas veces que por alguna
razón salía a cenar en New York con un hombre, siempre me ponía la máscara
de mujer fría y premeditaba todos mis movimientos, por el contrario, con
Santiago no me cohibía, si quería reír, reía y si quería hacer una mueca, la
hacía.
- Gracias – dijo poniendo su mano sobre la mía.
- ¿Por qué? – cuestioné sorprendida.
- Por acompañarme a almorzar, odio hacerlo solo.
- También disfruté de la compañía – dije sonriendo.
- Victoria, este fin de semana mis compañeros de trabajo están
organizando una escapada a una finca, haremos asado y tomaremos unas
cervezas en la piscina, ¿te gustaría venir conmigo? - Por varios
segundos estuve pensando en la idea y no encontré razones para
rechazarla.
- No sé – al final contesté nerviosa – ellos podrían pensar que
tenemos algo más serio.
- ¿Algo más serio? – achinó sus ojos y esperó mi explicación.
- Bueno… es que…
- Tranquila – me interrumpió – no tenemos por qué explicarle a
nadie que tipo de relación tenemos.
- Entonces iré.
- Qué bien, saldremos mañana por la mañana y regresaremos el
domingo en la noche.
- Entonces debo marcharme, aprovecharé la tarde para hacer
unas compras.
Nos despedimos y él regresó a la clínica mientras yo pasé el resto del día
haciendo compras, tres bikinis, un par de vestidos de verano, sandalias,
sombreros y cremas para protegerme del sol.
Me sentía emocionada, cuando estaba en la universidad, mis compañeros
de estudios organizaban paseos de verano, pero jamás pude ir a uno porque
Stan no lo permitía.
Estaba de regreso al apartamento y para acortar camino crucé el parque en
el que hacía ejercicio por las mañanas, escuché un quejido, miré a todos lados
y no vi nada, ya era tarde y estaba un poco solo por lo que apresuré el paso,
pero cuando pasaba junto a una banca volví a escuchar el quejido lastimero y
recordé al cachorro que había visto en la mañana, me acerqué a la banca y de
cuclillas lo llamé.
- Hola amiguito, sigues aquí – dije acariciando una de sus patas y
chilló – ven déjame ayudarte – intenté sacarlo, pero no se dejó.
Miré a mí alrededor y no vi a nadie que pudiera ayudarme, me reproché
por no tener un móvil para llamar a Santiago y por doloroso que fuera dejar el
animalito allí, tuve que hacerlo.
Llegué al apartamento, dejé los paquetes sobre el sofá y tomé el teléfono.
- Hola preciosa – contestó efusivo.
- Hola Santi.
- ¿Pasa algo?
- No, Bueno sí, es que necesito ayuda.
- ¿Estás bien? – preguntó cambiando el tono de su voz por uno
más profesional.
- Estoy bien solo que… - le conté sobre el cachorro del parque y
le pedí que me ayudara a llevarlo a un veterinario.
- Victoria, no seas imprudente, no deberías caminar sola por el
parque a esta hora – miré el reloj de la pared y eran las 8 de la noche –
además – continuó - necesitas un móvil, no puedes estar sin uno en pleno
siglo XXI.
- Lo sé – le di la razón.
- Por lo del cachorro no te preocupes, mi turno termina a las diez
e iremos juntos a recogerlo, llamaré a mi primo Miguel, su novia es
médico veterinario, ella podrá atenderlo en su clínica.
- Gracias, eres un cielo – dije emocionada, aun sin saber por qué
me preocupaba tanto ese animalito.
Esa noche fuimos juntos a recoger al cachorro y lo llevamos a la clínica de
Miranda Ruiz la novia de su primo Miguel.
El pobre animal estaba muy asustado cuando le sanaron la herida de la
pata trasera, quise tranquilizarlo para que dejara de llorar, pero solo se calmó
cuando el medicamento hizo efecto.
Santi me preguntó si quería quedármelo y no supe que responder, no estaba
segura de querer una responsabilidad como esa, entonces Miranda me dijo que
mientras lo pensaba, el cachorro podría quedarse en su clínica por el fin de
semana.
- Gracias - lo abracé cuando salimos de la veterinaria.
- Fue un placer, preciosa – acunó mi rostro entre sus manos y me
besó – ¿crees que podría quedarme contigo? Como debemos madrugar
pensé que…
- Está bien- lo interrumpí complacida.
- Entonces acompáñame a recoger unas cosas a mi apartamento.
Fuimos en su auto, el apartamento quedaba un poco retirado y había mucho
tráfico, tardamos unos cuarenta minutos en llegar a su edificio en Salitre.
El lugar era pequeño solo tenía una habitación y junto a la sala-comedor
una cocina ridículamente diminuta, afortunadamente tenía muy pocos muebles
lo que permitía que se sintiera más espacio.
Estaba parada en el marco de la puerta viendo como metía la ropa en un
morral negro y detallé la habitación, era lo más espacioso del apartamento, en
ella había una cama grande con ropa de cama blanca, aun lado estaba el closet
y al otro el baño.
- Estás muy callada – dijo cuando terminó de empacar.
- Solo te estaba observando – contesté.
Dejó su morral a un lado y se acercó a paso lento.
- Ven – me tendió su mano – ¿no te he dicho que estoy feliz por
conocerte? – preguntó tirando de mi hasta tenerme pegada a él.
- No me lo has dicho – contesté viendo esos enormes ojos cafés.
- Pues te digo, que estoy muy feliz de conocerte – dijo antes de
besarme.
Caímos sobre la cama sin dejar de besarnos, nuestras manos comenzaron a
desnudarnos y solo nos separamos el tiempo suficiente para sacarnos las
camisetas.
- Adoro tus tetas – me dijo contemplándolas un segundo antes de
comenzar a devorarlas, me quejé un poco porque las tenía sensibles y
más grandes por el embarazo – en realidad adoro todo de ti – murmuró
sobre mi piel.
Estaba conectada con el momento, no pensaba en nada, solo sentía como
sus manos recorrían mi cuerpo desnudo y su boca chupaba con devoción mis
pezones, me olvidé de todo y solo me dediqué a disfrutar.
- Ahora – imploré entre gemidos, necesitaba que me penetrara,
necesitaba ese orgasmo, uno que me liberara de todo.
- Aun no – dijo bajando su cabeza hasta la unión de mis muslos,
quise detenerlo porque no era su lengua lo que quería. Necesitaba con
urgencia su duro pene entrando en mí.
A pesar de disfrutar lo que me estaba haciendo no lograba llegar, sus
dedos y su lengua se esforzaban por hacer que mi orgasmo llegara, pero
simplemente no apareció, entonces lo tomé del cabello y lo atraje, serpenteó
sobre mi cuerpo y situó la punta de su pene en la entrada de mi sexo.
- Hazlo – le dije casi sin aliento por la ansiedad – ¡ahora! –
gruñí.
- ¿Es esto lo que quieres? – preguntó entrando demasiado lento.
- Duro – pedí.
- Shhh – me calló mientras seguía con su lenta y torturante
embestida.
Aceleró un poco más el ritmo, pero necesitaba mucho más que eso para
lograrlo, metí una de mis manos entre nosotros y comencé a masajear mi
clítoris, más rápido a cada segundo y sin darme cuenta llegó como una enorme
ola, mi orgasmo se elevó y cuando ya estaba en lo más alto rompió todo en mi
interior. Gemí liberando la tensión y después de unos minutos lo escuché
llegar a él.
- ¿Qué fue eso? – me preguntó con su cara escondida en mi
cuello.
- ¿Qué?
- Necesitaste ayuda – dijo muy serio, levantando su cara para
mirarme a los ojos.
- No lo sé… ibas muy lento y suave y yo…
- Lo hago para no lastimarte.
- No estoy hecha de cristal, créeme, puedo soportar más de lo
que imaginas.
- Iremos juntos a ver tu médico, necesito cerciorarme de que no
corres riesgo.
- ¡¿Qué?! – grité empujándolo a un lado - ¿Quién te crees?
¿Acaso crees que tienes algún derecho sobre mí?
- Victoria. Entiende que soy médico y sé que en el primer
trimestre de embarazo pueden ocurrir abortos espontáneos y si tu
embarazo es de alto riesgo con mayor razón debemos ser cuidadosos.
- ¡Me siento bien y no quiero que me trates como a una enferma!
– hablé subiendo el tono de voz.
Tomé mi ropa y hui de la habitación, me vestí en el salón y para cuando
terminé de abrochar mis jeans salió poniéndose la camiseta.
- Victoria… espera.
- Me iré en un taxi, no quiero complicarme la vida, no ahora que
he conseguido tranquilidad.
- ¿De qué hablas?
- Nada, mejor me marcho – abrí la puerta, pero no pude salir
porque me detuvo.
- Espera, no te vayas así.
- Santiago… - le advertí.
- Lo siento, sé que no tengo derecho a exigirte nada, solo me
preocupo por ti.
- Gracias, pero no necesito tu preocupación.
Salí del edificio y por fortuna pasaba un taxi, el regreso fue más rápido y
en cuestión de 30 minutos ya estaba en mi cama.
Lamenté lo que había pasado con Santiago, en realidad me hacía sentir
muy cómoda, pero no podía permitirle que se tomara atribuciones que no le
correspondían. Estaba a punto de dormirme cuando sonó el timbre.
- No volverá a ocurrir – dijo en cuanto abrí.
- ¿Crees que puedes dejar a un lado al médico? - pregunté
cruzándome de brazos
- Lo intentaré, pero si veo que no estás bien lo traeré de vuelta.
- De acuerdo – acepté abriendo más la puerta para dejarlo pasar.
Salimos muy temprano en la mañana, pero antes llamé a Teresa, hablamos
unos minutos y me aseguró que estaba bien.
La noche anterior estuvo muy tranquila, vimos una película y me quedé
dormida antes de terminarla. Sentí a Santiago abrazándome toda la noche y me
sorprendió darme cuenta que jamás había dormido con un hombre sin tener
sexo.
Después de dos horas de trayecto, llegamos a una finca con una casa
enorme, el clima estaba cálido y quise meterme en la piscina para refrescarme.
Entramos a la casa y la música estaba tan fuerte que no podía escuchar
nada más, llegamos a una terraza y allí encontramos a sus amigos, había tres
hombres y dos mujeres.
- ¡Hey! Santiago - gritó uno de ellos.
- Hola chicos - saludó cuando nos acercábamos – les presento a
Victoria.
- Hola – saludé moviendo la cabeza.
- Victoria, que gusto conocerte - pude reconocerlo como uno de
los acompañantes de Santiago en el ascensor el día que nos conocimos –
soy Martín.
- Mucho gusto Martín – contesté apretando su mano
Se presentaron uno por uno, Daniel, Samuel, Andrea y Laura, después de
saludar y de estar unos minutos con ellos, nos retiramos para instalarnos en
una de las habitaciones.
- Hace mucho calor – dije sintiendo un poco de mareo.
- Ven – me tiró de la mano y me sentó en su regazo – tranquila ya
pasará – habló en un leve murmullo mientras me arrullaba como a un
bebé.
- Si sigues haciendo eso, me voy a dormir – dije somnolienta.
- Quédate en cama y bajas cuando te sientas mejor – me dejó
sobre el colchón y como si tuviera un interruptor de apagado me dormí
sin más.
No sé cuánto tiempo pasó, pero sentía como si hubiese dormido un día
entero, me giré y vi el reloj de la mesita de al lado y era casi medio día,
después de estirarme un poco, me asomé por una de las ventanas de la
habitación y vi a las chicas en la piscina y a los chicos haciendo el asado.
Saqué mi bikini blanco y un short de jeans desgastado, demasiado corto
para dejar ver mis nalgas, me coloqué mis gafas de aviador azules y recogí mi
cabello en un moño alto.
Cuando llegué a la piscina todos se volvieron a verme, en ellos vi esa
mirada que había visto en muchos hombres, la mirada en la que se imaginan
sobre ti devorándote, mientras que en ellas había una de inspección, como
queriendo buscar los defectos que pudiera tener.
- ¿Cómo te sientes? – me preguntó Santiago acercándose vestido
solo con una bermuda beige, aproveché esos segundos para apreciar su
torso color canela, ancho y tonificado.
- Como nueva – respondí con una sonrisa.
- Te ves… Dios… - me besó sin terminar la frase, aferrando sus
manos a mis nalgas.
El beso se tornó más íntimo hasta que escuchamos lo gritos de los chicos.
- Anda Santiago, la vas a ahogar – se burló Martín.
- Besa a tu novia y déjanos en paz – contestó con sorna.
- ¿Su novia? - pregunté tan bajo que solo él pudo escuchar.
- Laura es su novia – me respondió
- ¿Y Andrea? – pregunté por ella, había sentido su mirada
escrutadora desde el primer instante.
- No, Andrea es una chica muy agradable, pero creo que prefiere
estar sola, nunca le he conocido una pareja.
- ¿Daniel y Samuel?
- Ellos… - se volvió a mirarlos y los pilló viéndome – ellos son
unos mujeriegos de los que pienso mantenerte alejada.
- Se cuidarme sola – le dije antes que Martín se acercara con una
cerveza que rechacé diciéndole que no me sentía bien debido a un
resfriado.
- Victoria ven, metete al agua con nosotras – me llamó Laura.
- Primero me pondré crema – le dije cuando me senté en una de
las tumbonas.
Estaba acostumbrada a que los hombres me vieran con deseo, pero en ese
momento me sentía intimidada, casi podía sentir que me tocaban con los ojos,
cuando Santiago fue a buscar un poco de limonada estuve a punto de ir tras él
para alejarme de esas miradas.
Terminé de ponerme bloqueador y fui hacia donde estaban las chicas, bajé
hasta donde estaban sentadas en el último peldaño de la escalera y el agua
cálida por el sol me llegó a los hombros.
- ¿Hace cuánto conoces a Santiago? – me cuestionó Andrea en
cuanto me senté.
- Tan solo unos días.
- Nos contó que eres de New York y que estas de vacaciones.
- Así es – contesté
- ¿Y a que te dedicas en New York? – De haber sabido que al
acercarme a ellas iba a ser interrogada no lo habría hecho, a pesar de
que parecían amables no me gustaba tener que hablar de mí.
- De todo un poco – le contesté a Laura con una evasiva y
haciendo un enorme esfuerzo por no ser grosera.
- Tu rostro… creo que te he visto antes – Andrea me miraba con
atención.
- No lo creo, llevo muy poco en Bogotá y casi no he hecho vida
social – dije tratando de restarle importancia.
- Quizás estoy confundida.
Santiago trajo la limonada y me dio un beso antes de volver con ellos a la
parrilla y yo aproveché la distracción para cambiar el rumbo de la
conversación, les pregunté por sus trabajos, averigüé que Andrea es pediatra y
Laura ortopedista entre otras cosas.
El día transcurrió en aparente normalidad, cuando la comida estuvo lista
los hombres pidieron que pasáramos a comer, después fuimos a hacer la siesta
en nuestras respectivas a habitaciones y volvía dormir como un león marino
acurrucada contra el cuerpo de Santiago, cuando atardecía me desperté y él ya
no estaba.
Bajé y estaban todos en el agua bebiendo cerveza y me di cuenta de que
algunos ya estaban muy perjudicados por el alcohol.
- Ven acá dormilona – me llamó Santiago.
- Creo que mejor me quedaré fuera – contesté.
Martín salió corriendo de la piscina y vi sus intenciones de alzarme.
- ¡Martín no! – Santiago gritó saliendo tras de él.
Chillé cuando Martín me alcanzó y conmigo en brazos se fue acercando al
borde,
- No lo hagas – dije mientras me retorcía para tratar de soltarme,
pero él solo se reía.
- Martín no la lances o me las pagarás – dijo Santi justo cuando
ya estábamos al lado de la piscina.
- Deja de ser aguafiestas, ¡todos al agua! – gritó justo antes de
saltar conmigo.
Con rabia salí del agua, pero entonces vi como Santiago se le tiraba
encima a Martín en una actitud muy agresiva.
- No lo vuelvas a hacer – estaban forcejeando mientras Daniel y
Samuel intentaban separarlos.
- ¿Qué te pasa? Solo estaba jugando – le contestó un consternado
Martín.
- Tranquilo, estoy bien le dije.
- ¡No lo vuelvas hacer!, ¡¿me entendiste?! – le gritó acercándose
a mí.
Lo arrastré a la cocina para calmarlo, tuve que decirle varias veces que
estaba bien y él me dijo lo mucho que le preocupaba que me pasara algo.
- Ya te dije que estoy bien y recuerda que prometiste dejar a un
lado al médico, ahora volvamos – lo insté a salir, pero antes de hacerlo
me tomó del cuello y me besó.
- Ahora sí, vamos – dijo cuándo me soltó.
Tratamos de integrarnos, pero al principio todos estaban un poco
reticentes, no entendían el comportamiento de Santiago, claro si ellos supieran
que estaba embarazada les sería más fácil de entender.
- Jamás había visto que Santiago se comportara así por nadie –
dijo Andrea arrastrando las palabras.
- Sabe que no me he sentido bien últimamente, por eso pensó que
me sentiría peor si me lanzaban al agua.
- No, no es eso –sentí un toque de despecho en su voz.
- En realidad, no tiene tanta importancia – dije alzando los
hombros
- Si, si la tiene – dijo con un quiebre en la voz
- ¿Estás enamorada? – pregunté estando segura de que así era.
- Siempre lo he estado, pero me quedé en la zona de amigos
desde hace mucho tiempo… - hipó y después continuó – llegué a
convencerme de que él no quería una relación, pero ahora lo veo tan
protector contigo… - sollozó y sentí compasión por ella.
- Lo nuestro no es nada serio – trate de consolarla, mientras los
chicos seguían en el agua con Laura.
- Lo siento, me estoy comportando como una patética – dijo
pasando sus manos por las mejillas para borrar las lágrimas.
- No se lo diré a nadie.
- De verdad estoy segura de que te he visto antes - insistió.
- Olvídalo, no creo que me hayas visto.
Andrea se marchó a su habitación, sentía pena por ella, estar enamorada de
alguien que solo te considera su amigo debía ser una mierda, no podía
entenderla, ¿Cómo había podido soportarlo por tanto tiempo?, es por eso que
me alejé de todo lo que conocía, porque necesitaba tiempo y distancia para
olvidar, no habría sido capaz de soportar ni una semana viendo las fotos de
Paul feliz en su matrimonio con Natalia, por eso escogí estar allí donde las
noticias de la élite francesa no me podían alcanzar.
Me acostumbré muy rápido a no estar conectada, en ningún momento
extrañé tener mi móvil que hasta hacía un par de meses parecía una parte de mi
cuerpo.
- Preciosa – escuché a Santiago a mi espalda – muero por estar a
solas contigo – habló lento por el efecto del alcohol.
- Entonces deberíamos retirarnos – le contesté coqueta haciendo
un esfuerzo por olvidarme de Paul y de todo lo que pudiera estar
haciendo en ese momento con su esposa.
En la cama devorándonos los labios mientras nos desnudábamos, volví a
verlo y casi podía escuchar su voz diciéndome: “aunque otro te toque, es por
mí que te corres”.
- ¿Te pasa algo? – preguntó confundido
- ¿Por qué? – fingí ignorancia.
- Te has detenido.
- Lo siento, estaba pensando en que nos podrían escuchar – mentí
como la experta que soy.
- No pensé que fueras tan tímida – dijo sonriendo – además no
creo que nos escuchen, están demasiado borrachos y aún siguen en la
piscina.
Retomé el beso con más pasión y cuando por fin estábamos desnudos no
permití ningún preámbulo, tomé su erección y sin dejarlo reaccionar lo llevé
hasta mi sexo.
- ¡Dios! Vas a matarme – dijo justo cuando se enterraba en mí.
- Pues te mataré a cogidas – dije levantando mi pelvis para que
penetrara más profundo.
Agradecí que el alcohol lo hiciera olvidarse de los cuidados y adoré cada
una de las fuertes embestidas.
- Si, así – lo animé para que no cambiara el ritmo.
- Gírate – habló al tiempo que me ponía la cara contra la cama y
levantaba mis caderas.
Volvió a penetrarme y segundos después me tenía al borde del éxtasis, su
voz alicorada y ronca por el deseo susurrándome palabras lascivas me
lanzaron al vacío, llegué con un grito ahogado en la almohada mientras él con
un último golpe de caderas y mordiendo mi hombro me acompañó.
Al despertarnos a la mañana siguiente, Santiago me preguntó si me
encontraba bien, seguía pensando que era una muñeca de cristal y no pude
evitar odiar su lamento por no haber sido tan delicado mientras teníamos sexo
la noche anterior.
En el transcurso del día nos divertimos en la piscina, Andrea se acercó a
preguntarme sobre lo que habíamos hablado y la tranquilicé diciéndole que
solo hablamos de mí.
Cuando regresamos del paseo, Santiago me apoyó en la idea de adoptar al
cachorro que habíamos encontrado en el parque, discutimos mucho sobre qué
nombre ponerle, pero al final lo convencí de llamarlo Vito, por Vito
Corleone.
Los días comenzaron a pasar muy rápido, me acostumbré a la compañía de
Santiago, no sé si la soledad de estar en un país extraño alejada de mis amigos
hacía que me sintiera cómoda con él, pero cuando no estaba a mi lado,
extrañaba su presencia.
Amaba verlo llegar cargado de bolsas de comida las noches en las que no
tenía turno en la clínica, amaba estar con él en la cama, recostarme en su
pecho dejándole acariciar mi cabello mientras veíamos una mala película y
criticábamos los actores.
Amaba salir en la mañana a caminar con Vito sintiendo tranquilidad por el
anonimato, viviendo de un modo des complicado alejada de todo el protocolo
y glamur de Manhattan, sentí un estado de confort que jamás había sentido,
vivir sin presiones, sin tener que cuidar cada paso.
Paul aún seguía muy presente en mi mente y en mis sueños, extrañamente
soñaba con él las noches en que dormía con Santiago y siempre que sucedía
me repetía que con el tiempo eso cambiaría, que, con el tiempo Paul solo sería
un recuerdo que en nada me afectaría.
Me miré al espejo y no podía dejar de apreciar mi vientre, crecía cada día
más rápido y lejos de lo que pensé que sería un problema cada vez que me
viera al espejo, se convirtió en una terapia, pasaba minutos mirando mi perfil
y no dejaba de emocionarme por ver como una vida se gestaba en mi interior,
siempre pensé que jamás lo experimentaría, pensé que no podría ser madre y
ahora que se hacía realidad lo estaba disfrutando mucho.
Sonó el timbre del móvil que me regaló Santiago, al principio me había
negado a aceptarlo, pero después de escucharlo y de darle la razón, no tuve
otra opción.
- Hola
- Hola preciosa ¿Cómo estás?
- Bien, estoy a punto de salir a caminar y ¿tú? ¿cómo estás?
- Cansado, la noche estuvo muy movida.
- ¿Vienes a descansar?
- No, primero iré a mi apartamento por algunas cosas y a dormir
un poco, esta noche llegaré temprano y te haré algo delicioso para cenar
¿de acuerdo?
- Me encanta la idea – dije agradecida porque una de las
pasiones de Santiago fuera la cocina.
Salí con Vito a caminar por el parque, allí me encontré con Teresa, ella
por recomendación médica debía hacer ejercicio y disfrutábamos haciéndolo
juntas, caminamos durante una hora y después nos sentamos en el prado a
conversar mientras vito corría como un loquillo siguiendo a las aves de un
lado a otro.
- ¡Dios! Va a cruzar la calle – dijo Teresa poniéndose de pie.
Corrí para detenerlo, pero cuando por poco lo alcanzo, vito se lanzó a la
calle, corrí tras él sin percatarme que venía un auto demasiado rápido, recibí
un golpe en la cadera que me tumbó haciendo que callera sobre el frio
pavimento dándome un golpe en la sien.
Después de eso todo fue una locura, Teresa gritaba mientras muchas
personas se acercaron a ayudarme y 30 minutos después estaba en urgencia de
la clínica esperando a que mi médico me viera.
- ¿Está todo bien doctor? – le pregunté mientras me examinaba.
- Tuviste un leve sangrado, pero al parecer todo está bien, voy a
hacerte un ultrasonido para estar seguros – dijo al tiempo que levantaba
la cabeza de entre mis piernas – le pediré a una enfermera que te lleve
para hacerte el ultrasonido.
En cuanto el doctor se fue, Teresa volvió a cercarse, me sentía muy
afortunada en tenerla a mi lado cuando sucedió el accidente.
- He intentado hablar con Santiago, pero no me contesta – dijo
sentándose al lado de la cama.
- Así está mejor, ya sabes que se preocupa mucho, además el
médico me ha dicho que todo está bien.
- Me alegra, estaba muy asustada – dijo apretando mi mano.
- ¿Y dónde está Vito? – pregunté por tercera vez.
- Querida ahora lo más importante es que estés bien, luego
iremos al veterinario para saber por él.
- ¿Pero sabes al menos a donde lo han llevado?
- No, pero no te preocupes, el policía tiene mis datos y me ha
dicho que se comunicará.
- Tere quiero que esté bien, dime al menos como lo viste.
- Querida no sé cómo está, mi prioridad fuiste tú.
En ese momento, escuché que traían a un niño llorando a la cama de al
lado, no pude verlo por la cortina que nos separaba, pero debía ser muy
pequeño porque hablaba a media lengua, seguí hablando con Teresa mientras
el chico era atendido, pero entonces, la cortina se abrió.
- Victoria – me saludó una sorprendida Andrea – ¿qué te ha
pasado? – preguntó desviando su mirada hacia mi vientre.
- Solo una caída – contesté ignorando su mirada interrogativa.
- Estas… - dejó la frase en el aire.
- ¿Embarazada? – le pregunté incómoda por su imprudencia.
- Si… bueno… es que…
- ¿Es que…? – la increpé
- No sabía que Santiago y tu fueran a ser padres.
- No es de Santiago – le dije cortante – y él lo sabe.
- Disculpa he sido muy desatinada.
- Es cierto – le confirmé cortante, ya estaba harta de esforzarme
por ser amable con ella.
Agradecí que una enfermera la llamara porque no sabía si iba a soportar
que me mirara horrorizada por pensar que estuviera esperando un hijo de
Santiago, entendía que no le gustara la idea por lo que me había confesado
estando ebria, pero aun así no aguantaría que me viera de esa forma.
La enfermera vino con una silla de ruedas para llevarme a la sala donde
me realizarían el ultrasonido y cuando estaba a punto de entrar, lo escuché.
- ¿Cómo estás? – preguntó en cuanto llegó hasta a mí – vine en
cuanto escuché el mensaje que me dejó Teresa.
- Estoy bien, solo fue un susto – le dije acariciándole la mejilla.
- Entraré contigo, quiero escuchar que dice tu médico – ni
siquiera me negué, habría sido inútil.
Cuando entramos a la sala me tomó en brazos y me subió a la cama, me
quejé diciéndole que podía hacerlo sola, pero me ignoró por completo.
- Victoria, has tenido mucha suerte – dijo el médico mientras me
realizaba el ultrasonido - tu bebé está bien – abrió el sonido y su
corazón se escuchó latir rápidamente – debes tener más cuidado, por las
próximas dos semanas vas a guardar absoluto reposo y nada de
relaciones sexuales – dijo arqueando una ceja mientras nos miraba sobre
sus lentes.
En otro momento no habría aceptado esa última recomendación, en meses
anteriores el sexo era tan importante para mí como respirar, pero lo cierto era
que las últimas veces a pesar de lograr el orgasmo, lo hacía en piloto
automático, ya no tenía el mismo sentido, ya no sentía la misma adrenalina.
- No se preocupe doctor, me encargaré de que sus indicaciones
se sigan al pie de la letra – respondió Santiago.
- ¿No podré salir a caminar con vito?
- No – dijo sonriendo – por lo menos durante dos semanas
deberás permanecer en cama.
- ¿En cama?
- Preferiblemente – dijo haciendo una cara de lástima - ahora
¿quieren saber el sexo de su bebé?
- No - dije
- Si – contradijo Santiago.
- ¿No o sí? – preguntó el doctor mirándonos.
En realidad, quería saber algo tan importante sola, el que Santiago
estuviera conmigo en ese momento podría generar falsas expectativas sobre
nuestra relación y lo menos que quería era herirlo.
- Preciosa… quiero saberlo – pero él hizo un mohín al cual no
me pude resistir.
- Está bien – acepté, no sería justo no hacerlo después de cómo
se preocupaba por mí.
- Bueno, pues aquí tienen a esta hermosa princesa.
- ¿Es una niña? – pregunté con la voz quebrada por la emoción.
- Si, felicidades.
- Vaya, entonces a comprar mucho rosa – la nostalgia me
embargó al ver a Santiago tan ilusionado, no era con él con quien debía
estar viviendo ese momento.
En mi mente me hice demasiadas preguntas ¿Cómo habría reaccionado al
saber que iba a ser padre?, ¿Qué habría dicho al enterarse que sería una niña?,
¿estaría tan ilusionado como lo estaba Santiago?
El instante que debía ser solo felicidad, me había dejado demasiado triste,
por un lado, Santiago evidentemente estaba lleno de ilusión por una hija que
no era suya y que aun ni siquiera estaba segura de que él llegaría a conocer y
por otro lado, mi añoranza por vivir cada etapa del embarazo con Paul me
estaba pesando mucho.
- Amor ¿estás bien?
- Si solo estoy emocionada – contesté tratando de sonreír.
Estuve callada por varios minutos más mientras Santiago le hacía unas
preguntas al doctor, recordé a mi madre y pensé que la vida es tan caprichosa
que le gusta repetir historias, mi madre había luchado con una hija siendo una
inmigrante y ahora yo iba a tener una niña siéndolo también, para mi fortuna a
diferencia de la suya, yo si contaba con dinero suficiente para garantizar un
buen futuro a mi pequeña.
- ¿Puedo llevarla a casa? – escuché volviendo al consultorio y
alejando de mí, todos aquellos pensamientos tristes.
- Claro que sí, voy a firmar su salida y podrá irse.
La enfermera me llevó nuevamente a la cama mientras Santiago fue a hacer
el papeleo para que pudiera irme a casa.
Estaba esperando a que él regresara cuando escuché a Andrea llamarlo.
- Santi espera – oí a través de las cortinas.
- Andrea ahora no puedo hablar, te llamaré después.
- ¡Está embarazada! – Exclamó Andrea.
- ¿En serio? Bueno, gracias por decírmelo o no me habría dado
cuenta.
Estaba vestida y lista para irme, pero preferí seguir detrás de la cortina
para escuchar que decía “la dulce Andrea”.
- Lo siento, solo que no entiendo…
- No hay nada que entender – dijo interrumpiéndola.
- Pero, ni siquiera es tuyo – insistió.
- Andrea ese no es tu problema – corrí las cortinas y los dos se
volvieron a verme – ¿Estás lista amor? – preguntó acercándose.
- Si – contesté justo cuando Andrea se daba la vuelta para
marcharse sin decir nada.
- Bien, entonces llamaré una enfermera para que traiga una silla.
- Claro que no – me negué cruzando los brazos - ya oíste al
médico, estoy bien y puedo caminar sola.
- Pero…
- Pero nada – dije segura - mejor ayúdame a saber que ha pasado
con Vito – y entonces vi una mueca de tristeza - ¿Qué le ha pasado?
- Amor…
- Dime y no me trates como a una tonta que necesita compasión,
¿Qué le pasó?
- Preciosa… Vito murió.
Lloré por él y sin poder evitarlo sentí culpa, como había sido posible que
no pudiera haber cuidado bien de él, tan solo unos días a mi lado y ya se había
ido y todo por mi descuido, si eso era así con un cachorro, no quería pensar en
lo que le podría pasar a mi bebé conmigo como su madre ¿pero en que estabas
pensando Victoria? ¿Cómo pudiste creer que podías hacerte cargo de una
vida?
Santiago trató de consolarme e insistió todo el tiempo que no era mi culpa,
simplemente los accidentes pasan y por desgracia le había tocado a Vito, pero
por más que intentara creerle mi mente seguía insistiendo en que a mi lado la
pequeña no estaría a salvo, como tampoco lo estuvo Vito.
Los días siguientes fueron terriblemente aburridos, entre Santiago y Teresa
se turnaban para no dejarme sola ni un segundo, jamás me había sentido con
tan poca intimidad y al mismo tiempo tan inútil.
Incluso por mi tremendo aburrimiento había llamado a Jhon, él me contestó
demasiado alterado, exigiéndome que le prometiera que estaba bien y que si
no lo estaba le pediría que fuera a donde yo estuviera, al principio sospeché
por su preocupación, pero después, simplemente comprendí que su actitud
protectora se debía a que jamás habíamos pasado tanto tiempo distanciados.
- Quiero salir – le dije a Santiago mientras se vestía para irse a
la clínica.
- Ya sabes cuales fueron las órdenes del médico – usó el tono
profesional que usaba con sus pacientes y a pesar de que no me gustó,
decidí ignorarlo para conseguir mi objetivo.
- He estado una semana entera en esta habitación y muero de
aburrimiento – me puse de rodillas sobre la cama y me acerqué para
acomodarle la corbata – quiero salir - insistí.
- Amor, no deberías – dijo cambiando el tono por uno más dulce.
- Saldré y si quieres estar seguro de que nada me pasará,
entonces deberás venir conmigo, pero de ninguna manera voy a
quedarme un solo día más aquí encerrada, así que elige – había puesto
los brazos en jarra mientras le sostenía la mirada con seriedad.
- De acuerdo – aceptó dándome un beso - vendré por ti para ir a
almorzar y caminaremos un rato en el centro comercial, así veremos
algunas cosas para la pequeña, ya va siendo hora de que le compremos
algo ¿no crees? – dijo rodeándome con sus enormes brazos.
- Santi…
- ¿Qué?
- Es que… hablas como si fueras el padre – le contesté sintiendo
pena.
- Y a ti no te agrada esa idea – se separó un poco con mal gesto.
- No es eso, es solo que aún no sé qué voy a hacer con mi vida,
no he decidido si me voy a quedar aquí o regresaré a New York y no
quiero que nos hagamos una falsa expectativa de esto.
- ¿No crees que ya es muy tarde? - no pude responderle – no
quiero salir de tu vida, este tiempo contigo ha sido maravilloso, ¿tu…no
sientes lo mismo? – bajé la mirada, no quería mentirle, en realidad el
tiempo juntos era muy agradable, pero yo seguía pensando en un francés
que había calado muy hondo en mi corazón - ¿es por el padre? – inquirió
- Estoy confundida, no esperaba encontrarme a alguien como tú y
ahora no se…
- Tranquila – dijo dándome un beso dulce – vendré por ti a
medio día – sentenció justo cuando salía de la habitación.
Comimos y hablamos de temas menos emocionales, siempre que
estábamos juntos nos divertíamos con tonterías, después fuimos a recorrer una
tienda de bebés y fue inevitable que se me arrugara el corazón al verlo
totalmente emocionado admirando las diminutas prendas.
- Eso está muy grande – dije cuando tomó un vestido de flores
rosa.
- Crecen muy rápido, ya verás que pronto la tendremos usándolo
– dijo metiendo el vestido en el carrito de compras, sin darse cuenta
cada vez que hablaba de esa forma se me arrugaba un poco el corazón.
Compramos alguna ropa y cobertores y para cuando terminamos fuimos a
tomar algo cerca al apartamento, donde Martín le había dicho que estarían.
Estábamos conversando con Martin y Samuel cuando Daniel llegó con
Andrea.
- Hola chicos – dijo Daniel sentándose a la mesa - ¿Cómo estás
Victoria?
- Perfectamente – le contesté con una sonrisa.
- A propósito, no sabía que fueras tan famosa – y de inmediato
me tensioné al escucharlo.
- No entiendo – dije un poco nerviosa.
- Si ¿qué quieres decir? – preguntó Santiago demostrando
curiosidad.
- Desde que te vi, tu cara se me hizo conocida, pero no sabía
dónde te había visto – intervino Andrea - mi madre vino el fin de
semana pasado y me dijo que le encantaba el perfume que le había
regalado para sus cumpleaños, entonces tomé la caja de perfume y te vi
– me removí incómoda por la forma en que me observaba, era como si
supiera que yo escondía algo.
- Déjame felicitarte – habló Daniel - el perfume es muy bueno,
hoy se lo he comprado a una chica con la que estoy saliendo.
- ¿En serio? - preguntaron los demás entre sorprendidos y
emocionados.
- Sí, es una campaña que realicé antes de venir a Colombia –
contesté mirando a Santiago, su rostro estaba rígido, parecía como si la
noticia le hubiese molestado en exceso.
- ¿Por qué no me lo habías dicho? – preguntó muy bajo, pero con
disgusto.
- Porque no sabía cuándo saldría – contesté de igual manera.
- Pues tengo que decirte, que en las fotos de los posters de
publicidad te ves fantástica – Daniel insistió con el tema - por poco ni te
reconozco, el perfume me encantó y supe que ya lo había olido antes,
entonces volví a mirar a la chica del poster y esos ojos verdes me
dijeron de quien eran.
- No crees que estas siendo demasiado zalamero – contestó
Santiago con irritación.
- Hombre, no te pongas celoso, solo estoy diciendo la verdad -
dijo tratando de quitarle seriedad a la situación, yo guardaba silencio,
no deseaba ahondar más en la conversación.
- Pero eso no es lo único – siguió Andrea con un tono incisivo -
hay un tipo un poco loco, buscando una Victoria por twitter, les mostraré
– sacó su móvil para enseñarnos – está usando el hashtag
#vuelveVictoria y lleva dos semanas siendo tendencia mundial.
- Es cierto – agregó Daniel - todos los medios hablan de la
locura que comenzó hace un mes y que está siendo un fenómeno en la
red, personas de todo el mundo se están tomando fotos con carteles que
tienen la frase #vuelveVictoria.
- Que estupidez – Santiago cada vez estaba más molesto - las
personas lo hacen sin ni siquiera saber si eso hace parte de una campaña
publicitaria de alguna empresa.
- Pues no lo sé hermano – continuó Daniel - pero la gente no solo
está publicando fotos con carteles, sino que también suben fotos de
mujeres acordes a la descripción que dieron en uno de los twits y que se
supone así es la mujer que están buscando.
- ¿Cómo es? – pregunté estando con los nervios de punta.
- Voy a buscarlo – dijo moviendo la pantalla de su móvil,
mientras Andrea y los demás me miraban con más insistencia – aquí
está, dice: “#vuelveVictoria tiene un cuerpo que induce al pecado, su
cabello es oscuro como la noche y sus ojos verdes brillantes como
preciosas gemas” – se volvió a mirarme y se quedó callado por un
momento – podrías ser tu – susurró.
- Es una estupidez – me puse de pie y por poco tumbo la silla –
además con esta panza no creo que muchos quieran pecar – dije
cubriéndome la frente en un intento patético por parecer enferma.
- ¿Estás bien? – me cuestionó Santiago.
- Solo estoy un poco mareada – mentí
- Entonces deberíamos irnos – asentí y salimos del lugar.
Cuando llegamos al apartamento, Santiago fue a dejar los paquetes en una
de las habitaciones y mientras lo hacía me quedé pensando en el salón,
tranquila, Victorias hay muchas, traté de convencerme que no era a mí a la que
estaban buscando.
- ¿Qué te pasa? – Santiago había regresado y yo ni lo había
notado.
- Nada, solo que no he hablado con mi agente desde hace mucho,
voy a llamarle – le dije mientras caminaba hacia el estudio.
- ¿Tiene algo que ver con lo de twitter? – me detuvo cuando
pasaba por su lado.
- ¿A qué te refieres? – dije tratando de parecer confundida –
¿crees que es por lo de la Victoria que están buscando?, no seas tonto,
solo le voy a preguntar sobre la campaña del perfume – me solté y fui al
estudio.
Después del tercer timbre, la voz oscura de Jhon me sobrecogió, él
siempre lograba transmitirme tranquilidad con un simple hola.
- Jhon soy yo.
- Vicky, cielos ¿por qué no te has comunicado antes?
- Jhon, por favor dime que no sabes nada de una Victoria que
están buscando por twitter – por varios minutos hubo silencio y confirmé
que era a mí a la que buscaban.
- Victoria…
- ¡¿Por qué?! ¡¿Quién?! – pregunté casi gritando.
- Deberías hablar con Emma
- ¡Es ella!, maldición, Emma no puede estar haciéndome esto.
- Victoria, cálmate.
- No Jhon, juro que no se lo voy a perdonar.
- ¡Calla! – me gritó – hay algo más importante de lo que tengo
que hablarte.
- ¿Más importante que el mundo entero me esté buscando por
twitter?
- Stan se suicidó – el silencio se hizo eterno, no sabía que sentir
al respecto, había deseado tantas veces recibir esa noticia que ahora no
comprendía por qué no me alegraba – y debes venir.
- No quiero – contesté de inmediato.
- Abrieron una investigación por su muerte, no tienen ninguna
prueba, pero quieren hacerte unas preguntas.
- No – dije rompiéndome a llorar – no voy a volver – solo podía
pensar en cómo la prensa se ensañaría conmigo por estar embarazada y
que el padre de mi hijo no fuera el difunto.
- Pero… ¿Qué pasa contigo? ¿A dónde se ha ido la Victoria que
conozco?, la mujer que es capaz de enfrentarse al mundo entero y sin un
ápice de debilidad.
- Pues tal vez no me conoces bien.
- No digas tonterías, debes venir para eliminar cualquier
sospecha.
- ¿De qué hablas?, si tú mismo acabas de decir que fue un
suicidio.
- Pero la policía no está muy segura de eso.
- Te llamo luego – dije derrotada.
- Victoria, se dónde estás y si tengo que ir a buscarte, lo haré, ya
te he dado tiempo suficiente, ahora debes volver.
- Jamás había estado tan tranquila, la paz que estoy viviendo no
la conseguiré en New York –le hablé buscando su compresión - Dame un
par de días y te volveré a llamar.
- Un par de días, solo eso, no tienes por qué tener miedo, sabes
que no te dejaré sola ni un instante y este proceso lo ganaremos juntos.
- Lo sé.
Me tomé un par de minutos para ver como todo lo que había conseguido en
las últimas semanas se derrumbaba y otra vez mi vida se convertiría en una
mierda y lo peor de todo, era que esta vez ya no tendría la esperanza de ser
feliz con Paul.
Cuando entré a la habitación, Santiago estaba viendo una película.
- ¿Todo bien? – me preguntó palmeando la cama para que me
acercara.
- Sí, todo perfecto – subí los hombros aparentando tranquilidad.
- Amor, estuve mirando lo de twitter y se me ocurrió que podría
ser parte de la campaña publicitaria del perfume.
- Olvídalo, eso no tiene nada que ver conmigo – dije cortante.
- Pero no tienes por qué molestarte – habló mirándome con el
entrecejo fruncido.
- Entonces zanjemos el tema.
- Cariño – suavizó su tono - no quiero insistir, pero… Andrea
subió una foto tuya.
- ¡¿QUE?! – cuando crees que nada puede empeorar, te estrellas
con la verdad de que todo puede ser peor.
- Si, mira – me mostró el twit y allí estaba una foto de mi rostro
en primer plano
- No debió hacerlo sin mi consentimiento – gruñí.
- No le des importancia, ya sabes que se han subido cientos de
fotos de mujeres de todo el mundo.
- Si – dije segura de que mis días de tranquilidad habían llegado
a su fin - tienes razón.
- Al menos te ves hermosa – bromeó.
Dormí el resto de la tarde recostada en su pecho hasta que se levantó para
hacer la cena, mientras lo hacía aproveché para darme un baño en la tina con
agua caliente.
- Preciosa, ya está lista la cena – me dijo abriendo la toalla para
cubrirme.
- ¿Qué preparaste? – pregunté con un poco de entusiasmo.
- Filete y espárragos – contestó orgulloso.
- Amo los espárragos – le dije entusiasmada al tiempo que me
ponía el camisón.
- Lo sé – aseguró dándome un cachete en el culo.
- ¡Auch! - me quejé.
- Ahora muévete que se enfría.
Cenamos y por un momento pensé en mi conversación con Jhon, luego
volví a concentrarme en Santiago y confirmaba cada vez más mi deseo de no
regresar, pero Stan había muerto y aun después de muerto quería joderme.
Aunque quisiera quedarme no podía hacerlo, la prensa especularía por mi
ausencia y con el pasar de los días no solo me estarían buscando por twitter,
sino que los medios de todo el mundo saldrían a mi casería.
Jhon tiene razón, no puedo esconderme para siempre, aunque quiera
quedarme no tardarían en venir por mí, debía hablar con Santiago y contarle
todo.
Revelarle todo sería el fin de una relación tranquila, mi nueva vida no
contaba con demasiadas emociones y para cualquier otra persona seria una
vida aburrida, pero para mí que estaba cansada de ser el centro de atención,
era simplemente perfecta.
4

Entre sueños escuché el timbre del citófono, miré a Santiago y seguía


durmiendo, después me volví para mirar el reloj de la mesa de noche y eran
las tres y media de la madrugada.
Estiré mi mano y alcancé el auricular que estaba cerca a la cama.
- Lamento mucho llamarla a esta hora – dijo el hombre de
seguridad del edificio.
- ¿Qué pasa? – pregunté arrastrando las palabras.
- Es que tengo a tres personas preguntando por usted.
- Deben estar equivocados no espero a nadie, ¿No estarán
ebrios?
- También pensé eso, pero…
- Victoria - ¡Dios! La voz chillona de Emma me puso en total
alerta en un segundo – dile a este hombre que nos deje subir o de lo
contrario habrá un escándalo.
Di la orden para que los dejaran seguir, después salí de la cama intentando
hacer el menor ruido posible y deje a Santiago cubierto hasta el cuello, él
dormía tan profundo que si un tren pasara por su lado seguramente no lo
escucharía.
Abrí la puerta de la entrada y fui a la cocina para beber un poco de agua,
después de un par de minutos entraron.
Detrás de la barra de la cocina los observé, Emma estaba con un vestido
entallado hasta la rodilla color caramelo y unos tacones negros, parecía como
si acabara de llegar de la oficina, Angelina tenía un pantalón negro, top blanco
y unos zapatos tacón aguja y Valentino en contraste tenía unos vaqueros
desgastados y una camiseta blanca.
- Vicky cielo – Valentino fue hasta donde estaba y me abrazó.
Emma y Angelina fueron hacia el salón y se sentaron en el sofá, no
parecían muy contentas de verme, por el contrario, Valentino no dejaba de
abrazarme.
- Yo también te echado de menos – le dije separándome un poco
y entonces vi como su mirada se iba directo a mi vientre y con una señal
silenciosa le pedí que callara – y bien, ¿a qué debo esta sorprendente
visita a las tres y media de la madrugada?
- Pensé por varios días que iba a decirte cuando te encontrara,
pero ahora que estoy aquí lo único que importa es que ya te encontré –
dijo Emma poniéndose de pie.
- Espera – la detuve – necesito que me escuchen – Valentino se
unió a ellas y se sentó en el sofá, yo tomé una bocanada de aire y salí de
detrás de la barra.
- ¡Dios! – gritó Emma.
- ¡Vicky! – chilló Angelina.
- Sí, estoy embarazada – hable con tranquilidad – ahora escuchen
sin interrumpirme lo que tengo por decir.
- Pero…
- Sin interrupción Emma – tomé aire y continúe – los he echado
de menos, ustedes saben que son mi familia, pero sabía que si me ponía
en contacto no tardaría mucho para que estuvieran aquí cuestionando mis
decisiones, y debo decirles que la decisión de alejarme de todo me ha
brindado los días más tranquilos de toda mi vida. Con la sola idea de
regresar ya me siento mal – tomé aire para evitar subir la voz y continué
- Pero ahora gracias a ustedes, el mundo entero me busca por twitter y si
no regreso pronto, a esa cacería se les unirá los medios.
- Vicky no estás sola – dijo Angelina.
- Lo sé, pero no estoy segura de soportar la presión de la prensa
cuando quieran saber de quién es mi hija y ni que decir, de cuando no
pueda salir tranquila a la calle porque me seguirán a todos lados.
- Es una niña – susurró Emma
- Si – dije haciendo una media sonrisa.
- Victoria, Paul…
- No Emma, él es un tema del que no quiero hablar.
- Fue él quien emprendió tu búsqueda y no está aquí porque aún
no sabe que te hemos encontrado, Valentino me convenció de no decirle,
pero…
- Paul no me interesa.
- Victoria, desde el mismo día en que desapareciste, Paul se ha
vuelto loco buscándote por todo el mundo.
- ¿Cómo? – ¿por qué me buscaría, si acababa de casarse?
- Vicky, cielo – Valentino se acercó – cuando te fuiste del hotel,
Paul volvió a buscarte.
- ¿No se casó? – pregunté nerviosa, me había hecho a la idea de
verlo casado y ahora el que no lo estuviera me asustaba.
- No cielo, él fue a hablar con Natalia para evitar que se
presentara en la iglesia.
- Si Vicky, incluso la disolución del matrimonio de las Vegas fue
muy rápida – Emma también se acercó – ¿pero acaso no te has
conectado a internet? hubo un gran escándalo en Francia, claro que la
versión que se le dio a la prensa fue muy diferente, para ellos fue
Natalia quien canceló el matrimonio.
- No puede ser – me cubrí el rostro con las manos y maldije en
mi interior por haber sido tan imbécil.
- Vicky, jamás he visto un hombre tan desesperado – Emma
continuó - la hermana de Paul, Ginebra, fue quien tuvo la idea de
buscarte en Twitter, al principio me pareció que no funcionaría, pero
después todo se desbordó, recibíamos demasiadas fotos de mujeres
todos los días y por eso contratamos un grupo de personas para que
vigilara las fotos que nos enviaban y nos informaran si te encontraban.
- Dios – murmuré sentándome – entonces vieron la foto que me
tomaron ayer en la tarde.
- Si – dijo Emma sentándose a mi lado – e inmediatamente
conseguí un jet para viajar, por eso hemos llegado a esta hora.
Escuché ruido en el pasillo de las habitaciones y como en cámara lenta
vi aparecer a Santiago vestido solo con un bóxer blanco, dejando a la vista
de todos los presentes su atractivo físico color canela, mis amigos
sorprendidos con la boca abierta se giraron para verlo.
- Amor ¿Dónde estás? ¿estás bien? – preguntó con voz perezosa
hasta que me vio junto a los demás – Lo siento no sabía que teníamos
visita.
- Santi, ellos son mis amigos de New York.
- Hola – saludó levantando una mano – debo alistarme para salir,
tengo una cirugía muy temprano.
- De acuerdo – dije con un hilo de voz, él se disculpó con los
demás y volvió a la habitación.
El silencio sepulcral de la instancia era ensordecedor, tenía los ojos
cerrados esperando a escuchar quejas y reclamos, pero por el contrario todo
seguía en silencio, tanto que, si una aguja hubiese caído al suelo, habría hecho
eco.
- Necesito un trago – dijo Emma rompiendo el incómodo
silencio.
- Lo siento, no tengo nada de licor – dije alzando los hombros.
- ¿Es serio? – preguntó Valentino, refiriéndose a Santiago.
- Es complicado – le respondí.
- Pero no entiendo Victoria – dijo Angelina – no te gustaban los
compromisos y siempre dijiste que no tendrías hijos y ahora…
- Angie, muchas cosas han cambiado, Santiago apareció cuando
más vulnerable me sentía, estaba sola y no tenía idea de cómo afrontar el
embarazo y entonces un día nos encontramos y todo se ha dado sin que
lo planeáramos.
- Estabas sola porque querías, habríamos estado contigo si no
nos hubieses hecho a un lado – Emma comenzó a caminar retorciéndose
las manos – ¡Creí que éramos como hermanas! – gritó rompiéndose a
llorar – pero ahora me doy cuenta de que jamás fuimos tan cercanas,
primero me ocultaste todo lo de Stan y después decides desaparecer
ocultándome que estás embarazada. Ya ni siquiera sé que hago aquí.
- Chicas cálmense – intercedió Valentino.
- Me calmaré cuando Victoria me diga si en algún momento
realmente fuimos amigas – Ella podía convertirse en un segundo en la
reina del drama y este era el caso.
- Emma… - traté de hablar
- Siento interrumpir – dijo Santiago apareciendo vestido con una
camisa blanca sin corbata y un pantalón negro, llevaba el cabello
mojado por la ducha lo que hacía su aspecto más natural – pero no
puedo aceptar estas escenas – habló en español dirigiéndose a Emma -
Victoria ha estado un poco delicada y lo que menos necesita es una
discusión.
- ¿Estás enferma? – preguntó Emma en un perfecto español.
- No – contesté tajante.
- Enferma no, pero si sufrió un accidente hace una semana y su
médico recomendó reposo – dijo acercándose a mí al tiempo que me
rodeaba con un brazo la cintura – ahora debo irme, lamento no quedarme
para conocerlos, pero volveré temprano – me llevó con él hasta la
puerta donde tomó su cartera y las llaves – Amor, cuídate, te llamaré en
cuanto salga de la cirugía – me besó y volvió a despedirse de todos y se
marchó.
- ¡Dios! – exclamó Angelina – no he entendido nada de lo que ha
dicho, pero es evidente que esto es serio.
- Dijo que Victoria sufrió un accidente hace unos días y que debe
guardar reposo – Emma les tradujo, de los tres era la única que hablaba
español.
- ¿Pero el bebé está bien?
- Si Valen, ella está bien, no fue nada grave.
- ¿Ya sabes como la llamaras? – preguntó Angie enternecida.
- Aun no lo sé Angie.
Emma se retiró a un lado del salón, mientras yo les contaba a Valentino y a
Angie todo lo vivido desde mi llegada a Bogotá, puede encontrar en ellos
comprensión e inevitablemente sentí un poco de dolor por la actitud de Emma,
entendía hasta cierto punto su rabia, pero también sabía que ella reaccionaba
de manera tan extrema por su relación con Andreas y su amistad con Paul.
- Entiendo que te sientas tan bien aquí cielo y ahora veo que
debimos llamar antes de venir.
- Valen, ustedes siempre serán bienvenidos en mi casa, solo que
todo ha sido demasiado sorpresivo.
- ¿Volverás?
- Debo hacerlo, Stan después de muerto insiste en no dejarme en
paz.
- No estarás sola – dijo Angie.
- ¿Qué harás con él? – preguntó Valentino.
- ¿Con Santiago?, no lo sé, creo que hoy mismo debemos hablar,
tendré que decirle toda la verdad.
- ¿Aun amas a Paul? – preguntó Emma alzando un poco la voz,
para hacerse escuchar sobre el ruido de sus tacones mientras volvía a
acercarse.
- Emma… - la reprendió Valentino.
- Déjala - dije golpeándole la pierna – si Emma, aun lo amo, no
pasa un día en que no piense en él, incluso a menudo está en mis sueños.
- Entonces volverás con Paul – afirmó, pero al ver mi duda me
cuestionó - ¿cierto?
- No lo sé, estoy demasiado confundida, con Paul todo es como
una tormenta.
- ¿Eso es lo que te da este hombre? – su tono severo me tenía a
punto de explotar – ¿Tranquilidad?
- Cielo ahora no pienses en eso – dijo Valentino dándole una
mirada asesina a Emma – bueno, ese buenorro que tienes por médico
personal, dijo que debes descansar y eso harás, ahora vuelve a la cama,
nosotros prepararemos el desayuno.
Cuando volví a la cama eran casi las cinco de la mañana, Angie se acostó
a mi lado para hablar de los malestares del embarazo y de cómo nuestras niñas
con los años llegarían a ser buenas amigas.
También me dijo que no soportaba la insistencia de Frank por regresar a
casa, él realmente había logrado que Angie lo sacara de su corazón, algo que
ni siquiera con la compañía de Santiago yo había podido hacer con Paul.
- Vicky, despierta – Emma estaba sentada a un lado de la cama.
- ¿Hora de desayunar? – pregunté incorporándome.
- La verdad es que es hora de almorzar, pero antes, quiero que
hablemos.
- Emma…
- No. Por favor déjame hablar – tomó aire y continuó – perdona
mi reacción, sabes que eres mi hermana de vida y estos días han sido
una mierda sin saber en dónde estabas, imaginaba que la estabas
pasando mal, porque sé que amas a Paul, pero llego y me encuentro una
sorpresa tras otra y no he podido parar de preguntarme si hubiese
conocido a mi sobrina, o si tal vez habría pasado mucho tiempo antes de
saber de su existencia.
- Yo…
- Espera, aún no he terminado – se limpió unas lágrimas que se
habían desbordado de sus ojos y siguió – Jamás te he juzgado, aun sin
estar de acuerdo con muchas de tus acciones, pero Victoria, el que te
hayas marchado y me hayas sacado de tu vida, eso… eso me ha dolido
mucho, entiendo que por la soledad y en tu estado necesitaras de la
compañía de un hombre y me alegra saber que encontraste uno bueno
que te ha cuidado, pero siempre me has tenido a mí y con una sola
llamada yo habría venido de inmediato.
- Te quiero – dije sonándome la nariz – eres mi hermana y mi
mejor amiga, jamás habría privado a mi hija de conocer a su tía – la
abracé con tanta fuerza que las dos gemimos de dolor – perdóname, pero
tenía miedo, creí que Paul se casaría y tu estarías en su boda junto a
Andreas, los imaginé a los cuatro haciendo planes juntos y no pude
soportarlo, preferí alejarme antes de pedirte que te alejaras de Andreas.
- Se ha ido – sollozó.
- ¿Andreas?
- Si, se marchó a Alemania a hacer un trabajo, pero antes de irse
me dijo que no sabía si volvería.
- ¿Por qué?
- Vicky, no se necesita ser genio, simplemente no me ama, por
eso le ayudé a hacer las maletas para que se llevara todo y no hubiese
razón para volver a hablar con él.
- Lo siento – volví a abrazarla y sollozamos.
Estábamos en la mesa comiendo lo que Teresa había preparado, ella había
llegado mientras yo dormía y conoció a mis amigos.
El ambiente era un poco más relajado, estaba disfrutando de tenerlos
conmigo y solo hasta ese momento descubrí cuanto los había extrañado.
- Victoria, hay varios periodistas a fuera del edificio – dijo
Teresa después de colgar el citófono.
- ¿Cómo? – pregunte volviendo a ver a Emma.
- No sé cómo pudieron encontrarte – me dijo preocupada.
Me levanté de la mesa y me asomé por una de las ventanas, vi a más de
diez periodistas apostados en la calle con sus cámaras listas.
- Esto es una mierda – dije volviendo hacia el comedor.
- Ahora ¿Qué hacemos? – preguntó Angelina.
- Emma prepara todo para viajar esta misma noche.
Salí del comedor a buscar mi móvil, necesitaba hablar con Santiago,
tendría que explicarle todo antes de irme, pero el teléfono sonó varias veces
sin que lo contestara.
Estaba a punto de volver a marcar cuando escuché la puerta de entrada y
fui a ver qué pasaba.
- Victoria – me llamó al entrar.
- Santiago, déjame explicarte.
- Quiero escuchar esa explicación, Victoria White.
- No – todos estaba detenidos viéndonos y entonces lo tomé del
brazo y lo llevé hasta la habitación – veo que ya has visto noticias sobre
mí.
- No puedo creer que sea cierto todo lo que he leído, la Victoria
que conozco es una chica totalmente diferente, es una chica que viste
vaqueros y zapatillas deportivas, no es esa mujer fría y sin sentimientos
de la que los medios hablan, mi Victoria es una mujer dulce que es capaz
de salvar a un cachorro de una muerte segura en la calle.
- Y me agrada ser esa Victoria, pero…
- ¿Acaso he estado tan equivocado?, ¿No eres la mujer que creo?
- Ni yo misma se quién soy, y aunque quisiera quedarme para
descubrirlo, debo regresar – dije con pena.
- No lo hagas, sé que la vida que has llevado aquí está muy lejos
de la que tenías en New York, pero… - su voz se cortó y tuvo que
respirar profundo para continuar - no quiero que te marches.
- Debo hacerlo, hay muchos asuntos que debo arreglar, además tu
vida se volvería una mierda si me quedo.
- ¿Quieres volver a tu vida anterior? ¿Quieres volver a ser esa
mujer de la que se dicen tantas cosas? – en realidad, no, no quería
volver, no quería enfrentarme a nada de lo que me esperaba en New
York, pero quedarme no era una opción.
- Tal vez nunca he dejado de ser esa mujer – traté de sonar fría
para convencerlo.
- No lo creo – dijo negando con la cabeza.
- Santiago… lo siento – dije con lágrimas en los ojos.
- ¿No me quieres lo suficiente como para quedarte?, ¿es eso? o…
¿Aun amas al padre de tu hija? – me preguntó encajando mi rostro entre
sus manos.
- Si – contesté con un hilo de voz, sabía que esas dos letras lo
matarían, pero debía ser sincera, se lo debía por todo lo que él había
hecho por mí.
- Contra eso no puedo luchar – se alejó y pude ver su rostro triste
- ¡Dios! Esto es demasiado difícil.
Salió de la habitación y sentí una presión entre pecho y espalda que me
hacía difícil respirar, sentí como si estuviera perdiendo una parte de mí, una
parte que solo Santiago conoció y que seguramente se quedaría con él.
- Santi… - lo llamé hablando bajo.
- Déjame o no podré irme – dijo abriendo la puerta.
- De verdad lo siento – lo halé del brazo para verlo a los ojos.
- No tanto como yo – me tomó del cuello y me besó como lo hizo
la primera noche, un beso cargado de deseo y pasión – esto está siendo
demasiado doloroso – dijo separándose a milímetros de mi rostro –
siempre tuve la esperanza de que te quedaras, eres la mujer más
maravillosa que he conocido – volvió a besarme, pero esta vez lo hizo
con dulzura, fue un beso de despedida.
- También eres un hombre maravilloso y jamás podré olvidar que
nos quisimos.
- Adiós Victoria – caminó hacia el ascensor y yo salí tras él,
quise detenerlo, pero no sería justo alimentar algo que terminaría
dañándolo y con la puerta entreabierta a mi espalda deje que las
lágrimas corrieran a rienda suelta por mi rostro, mientras veía como se
marchaba.
El ascensor llegó y Santiago intentó entrar, pero se tropezó con alguien.
- Disculpa – dijo haciéndose a un lado para que salieran las
personas que venían en el ascensor.
Quedé helada, con la mandíbula en el suelo por la impresión de verlo salir
del ascensor, seguido por el hombre de seguridad.
Las puertas se cerraron mientras nuestros ojos se clavaban uno sobre el
otro, sin saber quiénes eran, él y Santiago se habían cruzado y mientras uno
salía de mi vida por ese ascensor el otro regresaba.
- He intentado detenerlo, pero este señor ha sido demasiado
agresivo, por eso mi compañero llamará a la policía.
- No es necesario – le dije al vigilante.
- Pero…
- Tranquilo, yo me encargo del señor – hablé sin dejar de mirar a
Paul, que seguía en silencio.
Cuando quedamos solos noté que no había parado de llorar, tenía mi rostro
totalmente empapado por las lágrimas, pero no podría decir si eran de tristeza
por el corazón que había roto o eran de felicidad por volver a ver al hombre
que amaba.
- ¿Por qué? – fue lo primero que dijo.
- Creí que te habías marchado para casarte – contesté sabiendo a
que se refería con su pregunta.
- Me he vuelto loco buscándote – dijo dando los primeros pasos
para acercarse.
- Eso me han dicho – hablé con la voz quebrada.
Se detuvo cuando estaba a un paso de mí, nos mantuvimos en silencio sin
despegar nuestras miradas y no fue necesaria ni una sola palabra para saber
que estaba tan asustado como yo, él sabía que lo amaba y yo sabía que él me
amaba, pero aun así teníamos un mundo de problemas que solucionar, antes de
pensar que fuera posible nuestra felicidad.
- Sigue – dije asumiendo el control de la situación.
- Claro – contestó al tiempo que entraba en el apartamento.
En cuanto cruzamos el umbral de la puerta pude ver como todos se giraban
para mirarnos, la cara de sorpresa de mis amigos era demasiado evidente,
segundos antes me vieron despedirme de Santiago y ahora entraba con Paul.
Por fortuna, ninguno hizo un comentario fuera de lugar, todos se acercaron
a saludarlo y él les reprochó el haberse enterado de mi paradero por medio de
la prensa y no por ellos.
- Paul, debemos hablar – le dije llamando su atención.
- Si, tienes razón – se volvió hacia mí y entonces pude ver el
desconcierto dibujado en su cara,
- ¿Qué pasa? – pregunté asustada.
- ¿Estás…? – debido a lo repentino que había sido nuestro
encuentro y a la locura que estaba pasando a nuestro alrededor, él no
había notado mi vientre abultado y yo había olvidado pensar en ese
detalle.
- Si – susurré bajando la mirada al tiempo que me cubría el
vientre con mis manos.
- Pero… - todos comenzaron a retirarse para dejarnos solos y
sentí que el salón se hacía más enorme y yo me hacía más pequeña –
dijiste…
- Lo sé, ha sido una sorpresa para mí también, quise decirte,
pero…
- ¿Desde cuándo lo sabes? – la pregunta y el tono con que la hizo
volvió a acelerar mi corazón, temía que la respuesta complicara aún más
las cosas.
- Paul…
- Contéstame - me puse nerviosa, pero reuniendo todo el valor, lo
enfrenté.
- Desde que Stan me tenía secuestrada.
- ¡¿Qué?! – gritó dejándose caer sobre el sofá - ¿Cómo has
podido ocultármelo?
- Quise decírtelo, pero esa mañana al despertar te habías ido y
supuse que como era el día de tu boda te habías marchado a casarte.
- ¿De verdad me crees tan ruin como para dejarte así después de
lo que había pasado la noche anterior? – me sentí horrible al escuchar la
forma en que me lo preguntaba, su voz era una mezcla de rabia y dolor.
- Lo siento, estaba asustada y me sentí dolida al pensar que te
habías marchado, no debiste irte sin decirme que volverías, esa noche te
revelé tantas cosas de las que me avergüenzo, que imaginé lo peor.
- Es que es muy difícil de entender que estoy enloquecidamente
enamorado de ti – dijo mientras caminaba hacia mí – Victoria, nada de
lo que hayas hecho antes de mí va a cambiar mis sentimientos – me vi en
el reflejo de sus ojos verdes brillantes, él tenía el rostro cansado con
ojeras pronunciadas y una barba insipiente de un par de días, pero sus
ojos estaba tan brillantes como el día en que los vi por primera vez
detrás de una máscara – te amo y dudo mucho que exista algo que pueda
hacer que eso cambie.
- Tengo miedo – confesé, me asusté por sus últimas palabras,
porque existía algo que podía hacer que dejara de amarme y ese algo era
Santiago.
- ¿De qué?
- Que un día te des cuenta de que no soy lo que esperabas y te
alejes para siempre.
- Eso no pasará y menos ahora que sé que tienes algo que me
pertenece – aprecié como toda mi piel se erizaba, aun no nos habíamos
besado, pero me sentía más unida a él de lo que jamás había estado de
nadie.
- Debo contarte demasiadas cosas que me han pasado desde
aquel día en París.
- No te sientas presionada a nada, ahora prefiero escuchar todo
sobre el bebé.
- Es una niña – dije emocionada.
- Wow – también se emocionó y sus ojos se le pusieron más
brillantes por las lágrimas que se acumularon amenazando con
desbordarse – será hermosa igual que su madre.
- Bueno, también puede salir a su padre.
- Dios… - hablaba con ahogo - Lamento haberme perdido tantos
momentos con ustedes – me abrazó fuerte.
- Esto solo está comenzando.
- Desde ahora no pienso perderme absolutamente nada en lo
referente al embarazo y… ahora ven, déjame besarte, muero por hacerlo
desde que decidiste escapar.
No me di cuenta de que estaba en un estado vegetativo hasta que me tomó
de la nuca con fuerza y devoró mi boca, Paul se adueñó del beso e hizo que
abriera los labios, su lengua volvió a explorar en mi interior y como si hubiese
accionado un interruptor, me encendí como llevaba semanas sin hacerlo.
Las piernas me temblaron y casi se me doblaron, pero justo en ese
momento antes de tambalearme, me alzó y lo rodeé aprisionándolo con mis
muslos, con él todo era pasión loca y desbocada, con él no sabía por qué todo
era diferente.
- Te amo – dijo sin dejar de besarme.
Con cuidado me llevó hasta el sofá y me acostó al tiempo que se
posicionaba entre mis piernas.
- Jamás vuelvas a huir de mi ¿entendido? – habló separándose
solo lo necesario.
- Lo prometo – murmuré con la voz quebrada.
Bajó su mano y la posó sobre mi tanga empapada y de inmediato notó el
alto grado de excitación en el que me encontraba, en respuesta me regaló esa
hermosa sonrisa de chico malo que tanto extrañaba y todo fue como si no
hubiese pasado semanas e incluso meses desde la última vez en París.
No hizo falta decir nada, para decirnos todo con la mirada, expresamos sin
palabras todo lo que estábamos sintiendo, nuestros besos detuvieron el tiempo
y por ese momento nos olvidamos de todo y de todos.
- Te lo voy a hacer con tanta pasión que te volverás adicta y
jamás intentaras alejarte ni un segundo de mí – dijo introduciendo sus
manos entre mis pliegues húmedos y calientes.
No pude contestarle, estaba tan abrumada y extasiada, que lo único que
quería era sentir, sentir como solo él había logrado que lo hiciera.
- ¿Chicos? - nos llamó Emma desde el pasillo.
- Ahora no Emma – le contestó Paul.
- Lo siento, de verdad que siento ser tan inoportuna, pero…
- Mierda – gruñó frustrado – juro que continuaré con esto cuando
nos deshagamos de la audiencia.
- Es una promesa – le dije dándole un beso casto.
Me ayudó a levantarme y vi como su erección casi hacia explotar las
costuras de su pantalón.
- Vaya, no la recordaba tan grande - bromeé.
- Y que esperabas, he estado en una abstinencia forzada porque
la mujer que amo se le ocurrió escapar sin dejar rastro de su paradero.
- Lo siento – dije con vergüenza, Paul no había estado con otra
mujer desde ese día en París, mientras yo había estado sosteniendo una
relación con Santiago.
No sabía cómo iba a decírselo, pero debía hacerlo y cuanto antes mejor, ya
imaginaba a los periodistas averiguando que había sido mi vida esas semanas
en Bogotá y no tardarían mucho en dar con Santiago.
- Hay algo importante que debo contarte – dije nerviosa.
- Vida, si es sobre la muerte de Stan, ya lo sé, no te preocupes, la
policía no tiene nada en tu contra, solo quieren hacer un show – volver a
escucharlo decirme Vida hizo que un escalofrió recorriera mi cuerpo.
- Lo que debo decirte es sobre mis días aquí.
- Claro que me contarás todo sobre lo que has estado haciendo
aquí, pero tenemos mucho tiempo para ello, ahora lo mejor es preparar
tu regreso, entre más rápido volvamos a solucionar todo, más rápido
podremos dedicarnos solo el uno al otro.
- Escúchame…
- Vicky – Emma entró al salón y vi la angustia en su cara, ella
sabía lo que debía decirle a Paul, y como yo, ella también estaba
asustada por el resultado – creo que Paul tiene razón, ya hablaran en
New York, ahora lo mejor es que vayas a darte un baño y te prepares
para regresar.
- De acuerdo – dije sin estar convencida.
- Y me da penita decirles esto, pero toda esa pasión de la que
ahora estaban hablando, debe quedar postergada hasta que te vea un
médico en New York.
- ¿Por qué? – preguntó Paul arrugando el entrecejo.
- Victoria tuvo un pequeño accidente hace una semana y entre las
recomendaciones médicas está la de no tener sexo hasta nueva orden.
- ¿Estás bien? ¿Qué clase de accidente fue? – me miró de arriba
abajo buscando alguna herida.
- Estoy bien, tranquilo, solo fue un pequeño golpe.
- De eso nada mi niña – dijo Teresa – a Victoria la golpeó un
auto y aunque el médico dijo que estaba bien, ordenó tener absoluto
reposo y nada de… aquello – esto último hizo que se pusiera roja como
un tomate
- ¿Segura que estás bien? – insistió Paul.
- Que si, y la pequeña también está bien, no hay de qué
preocuparse.
- No estaré tranquilo hasta que te acompañe al médico – ahora
has lo que dijo Emma.
- Me parece que estás dando muchas ordenes ¿no crees? – arqueé
una ceja y me crucé de brazos.
- ¡Dios! Como extrañaba discutir contigo – me dio un beso en la
nariz y después me levantó sin un mínimo de esfuerzo, a pesar de estar
más gorda – ahora dime ¿dónde está tu habitación?
Enlacé mis brazos alrededor de su cuello y le di un beso mientras me
llevaba por el pasillo, pasamos junto a Valentino y Angie quienes tenían una
sonrisa enorme.
Me llevó hasta el baño y me ayudó a quitarme el camisón y la ropa
interior, después se desnudó y volví a encenderme en cuanto aprecié su muy
marcado abdomen libre de cualquier rastro de vello.
- Vida… - Dios, me encantaba que me llamara así, con ese
acento francés que me enloquece - No me mires así, entiende que solo
soy un hombre que está tratando de resistirse a abrirte las piernas y
enterrarme profundo en ti.
- No tienes idea de lo mucho que deseo que lo hagas – dije dando
un paso hacia él.
- No, y ahora tú, provocadora, entra a la ducha – cruzó los brazos
y sus pectorales se tensionaron al unirse, sentía mi humedad
resbalándose por mis piernas producto de la imagen morbosa que tenía
en frente – ahora – ordenó.
- No me está gustando que me des tantas ordenes – refunfuñé
entrando a la ducha – además no puedes estar frente a mí vestido solo
con un bóxer, exhibiendo todo tu marcado y duro cuerpo, incluyendo esa
enorme y provocativa erección, haciendo que la garganta se me seque y
pretender que me quede quieta.
- Vale, esto no ha sido buena idea, creí que podíamos ducharnos
juntos, pero…
- Oh no, ni creas que te vas a marchar, ven acá – lo llamé con mi
dedo índice mientras el agua se resbalaba por mi cuerpo – ¿te vas a
meter con bóxer? – pregunté cuando lo vi entrar.
- Si, así estaremos seguros.
- Te necesito – dije poniéndome en puntillas y rodeándolo con
mis brazos.
- Y yo a ti Vida – dijo al tiempo que se arrodillaba – no podré
enterrarme en ti, no por lo menos hasta que el médico lo apruebe, pero te
saborearé hasta saciarme y saciarte a ti.
Cuando iba a reprochar, su experta lengua ya estaba jugando entre mi
abertura e inmediatamente subió mi pierna derecha a su hombro para tener
mayor acceso.
Su lengua hacía círculos sobre mi clítoris hasta endurecerlo, después
cubrió mi vulva con su boca aportando el calor de su aliento.
- ¡Sí! – grité, cuando volvió a torturar mi botón, mientras sus
dedos entraban solo lo necesario para hacer la fricción por la parte
posterior.
Me retorcía al tiempo que gemía y Paul para evitar que me alejara, sujetó
mis caderas con su mano libre.
Mis flujos comenzaron a empapar su mano y yo pude sentir como el calor
se creaba en mi vientre, todo mi cuerpo se tensionó incluida la pierna que
tenía en su hombro.
- Mas – supliqué mientras enredaba mis dedos entre su cabello.
Un par de minutos más de exquisita tortura y todo mi cuerpo convulsionó.
- He vuelto a nacer – dije sin resuello.
Paul se puso de pie y acercó su cara a la mía y nuestros ojos encendidos
por la lujuria expresaron todo lo que nuestros cuerpos deseaban.
- Bésame – le pedí y él no se hizo esperar, pegó todo su enorme
cuerpo y pude sentir su duro pene en mi abultado vientre, y por primera
vez en años, deseé hacer una felación – no puedo dejarte así – dije
llevando mi mano a su entrepierna.
- Vida, no voy a pedirte nada que no quieras hacer – dijo
volviéndome a besar.
- Lo intentaré – dije cuando iba a doblar una rodilla, pero él
inmediatamente me detuvo.
- Sabes que no tienes que hacerlo.
- Lo sé, pero… tal vez contigo pueda superarlo.
- ¿Estás segura? – preguntó sin dejar de mirarme.
- No, pero quiero intentarlo.
- Está bien, pero no te arrodilles, ven, siéntate aquí – me sacó de
la ducha y me sentó al borde de la bañera.
Después se quitó el bóxer y su pene se pegó a su abdomen, lo tenía
enfrente, a solo un palmo de la boca y comencé a ponerme demasiado
nerviosa, tomé aire y me llené de determinación y lo cubrí con mi mano
temblorosa.
- Detente – dijo con voz suave al tiempo que me tomaba de la
muñeca – Vida… Estas temblando y no quiero que hagas esto si no estás
cómoda.
- Lo siento – dije quitando mi mano.
- ¿Me contarás que te pasó para que esto sea un problema? – se
arrodilló frente a mí para que nuestras caras estuvieran a la misma
altura.
- Lo haré, pero no ahora – dije acariciando su rostro – no sé
cuándo esté lista para decírtelo, pero lo haré.
- Con eso me basta – sonrió.
Salí del baño para vestirme mientras Paul se terminaba de duchar, busqué
entre mi armario que ponerme, ya los vaqueros me ajustaban mucho, por eso
había tenido que comprar algunos leggins.
Me decidí por uno negro y un top fucsia que llegaba hasta las caderas,
estaba mirándome al espejo cuando Paul salió del baño.
- ¿Qué hacen estas cosas en tu baño? – tenía en las manos los
artículos de aseo de Santiago.
- Eso… es…
- Habla de una vez porque no me está gustando tu cara.
- Tenemos que hablar – dije sentándome en la cama.
- Entonces hazlo – tenía el entrecejo fruncido al tiempo que
lanzaba los artículos a la cama – muero por saber desde cuando usas
shampoo para hombre.
- Era de esto de lo que te quería hablar cuando estábamos en el
salón y me dijiste que no era el momento.
- Pues ahora lo es – su voz se tornó más peligrosa de lo normal.
Tomé aire para contarle todo, pero entonces escuché demasiado alboroto
fuera de la habitación, hasta que tocaron la puerta.
- ¡Ahora no! – gritó Paul enfurecido.
- ¡Victoria soy yo! – escuché los gritos de Jhon al otro lado.
- Él que faltaba – dijo Paul tirando la toalla al suelo y buscando
su ropa para vestirse – No abrirás hasta que me des una explicación.
- Pero…
- ¡Habla de una maldita vez!, dime de quien son esas cosas,
porque la verdad dudo mucho que las uses tú.
- ¡Victoria necesitamos hablar! – gritó Jhon al otro lado.
- Déjame ver que quiere – le pedí.
- No – me detuvo agarrándome del hombro – Victoria, lo mejor
será que hables de una maldita vez porque mi cabeza esta imaginando
demasiadas cosas.
- Cálmate – hablé tratando de mantenerme firme.
- Lo haré cuando me expliques.
- ¡Victoria! – Jhon volvió a gritar sin dejar de tocar la puerta.
- ¡BASTA! – grité empujando a Paul – van a enloquecerme – fui
a abrir la puerta y entonces Jhon entró como toro embravecido.
- ¡¿Qué quieres?! – lo increpé – ¡¿y ustedes por qué no lo han
detenido?! – grité a los demás.
- He venido a buscarte – dijo bajando la voz – pero… ¿Qué es
esto? – preguntó consternado señalando mi panza.
- Tendrías que ser idiota para no saber que es – le contestó Paul
- Pero si tú no puedes tener hijos, el médico había dicho…
- Se lo que dijo el médico – lo interrumpí – pero como ves – me
toqué el vientre – se equivocó.
- ¿De quién es? – preguntó tensionando su rostro.
- ¡¿De quién crees?!, ¡hijo de puta! – Paul lo empujó.
- ¡Imbécil! No lo sé, puede ser tuyo – le devolvió el empujón – o
puede ser del médico con el que ha estado viviendo.
- ¡Ahh! – gemí cayendo sobre el sillón - ¿Cómo lo sabes?
- Alguien ha estado cuidándote y me informó…
- ¡CUIDANDOME! – lo corté - Querrás decir, vigilándome,
maldita sea Jhon ¿por qué te crees con derecho de no respetar mi
privacidad?
Paul salió de la habitación sin decir ni media palabra de lo que había
escuchado y corrí tras él.
- ¡Suéltame! – gritó cuando intente agarrarlo del brazo.
- Déjame explicarte – pedí histérica.
- ¿Qué vas a explicarme?, ¿Que mientras yo me enloquecía
buscándote por el mundo, tú estabas rehaciendo tu vida con otro?
- No es así - me esforcé por no quebrarme.
- ¿Entonces cómo es?
- Estaba sola, creí que te habías casado, estaba demasiado herida
y solo pensé en… en…
- Por Dios Victoria, no entiendo tu forma de amar.
- Pero… si te amo.
- La prensa está rodeando la clínica, ya saben que lo conoces –
dijo Jhon llegando hasta nosotros.
- Y tú… maldito… sabías todo el tiempo en donde estaba y no
dijiste nada – Paul se le fue encima, pero Valentino que estaba en un
rincón junto a Angie y Emma llegó para detenerlo.
- ¡No te debo nada! – le gritó Jhon, después se giró hacia mí y
dijo: –Victoria, debemos ir a hablar con él para que no diga nada a la
prensa, no sería conveniente.
- ¡Claro que no! – Paul estaba fuera de sí - Victoria no lo volverá
a ver – gruñó tratando de soltarse de Valentino.
- Victoria debes hacerlo, ya es suficiente con la prensa y la
policía indagando sobre tu embarazo.
- Lo llamaré – dije sollozando por todo lo que estaba pasando.
- No lo hagas – Paul me advirtió.
- Paul, Jhon tiene razón –dije antes de ir a buscar mi móvil.
Busqué mi teléfono y llamé a Santiago, pero después de tres intentos no
respondió.
- No contesta – dije volviendo al salón.
Paul estaba sentado sosteniendo su cabeza entre sus manos mientras Emma
trataba de tranquilizarlo, Jhon hablaba por teléfono al otro extremo de la
instancia y Teresa estaba en la cocina preparando café para todos. Miré el
reloj que colgaba en la entrada y marcaba las nueve de la noche, el día se
había ido en un parpadeo, y en tan solo 24 horas, mi vida había pasado de la
tranquilidad absoluta, a la angustia más grande.
- Todo está listo para regresar esta misma noche – dijo Jhon al
colgar el teléfono.
- Victoria y yo nos iremos en mi jet – dijo Paul poniéndose de
pie.
- Victoria vendrá conmigo – contestó Jhon.
- No olviden que estoy aquí y puedo decidir con quién me voy –
Gruñí.
- ¿Estás diciendo que no vendrás conmigo? – Paul me increpó.
- No – lo miré con rabia – lo que estoy diciendo, es que deben
dejar de hablar de mí como si yo no estuviera o no fuera capaz de tomar
mis propias decisiones.
Justo en ese momento se abrió la puerta de la entrada y todos volvieron a
ver quién era, mientras yo cerraba los ojos porque el único que tenía llaves
además de Teresa, era Santiago.
Aun llevaba puesta la bata blanca que usaba en la clínica cuando cerró la
puerta y se quedó mirando a los dos hombres que estaban en frente.
De los tres, Santiago era el más bajo, pero aun así su presencia también
era imponente.
- Victoria – me llamó con voz calmada ignorando a los sujetos
que estaban en medio – debemos hablar.
- Ella no tiene nada que hablar contigo – Paul contestó en un
español demasiado agresivo.
- Eso lo decidirá ella – vaya, al fin alguien me da la razón.
- Si, debemos hablar – dije haciéndome al lado de Paul.
- ¡Ni una mierda! – Paul gritó al tiempo que se le iba encima a
Santiago.
El guantazo lo tiró al suelo.
- ¿Qué haces? – me paré en medio para evitar que le volviera
pegar.
- ¿Quién putas eres? – le gritó Santiago poniéndose de pie
- Jamás volverás a tocar a mi mujer – le contestó Paul volviendo
al ataque, pero esta vez lo empujé fuerte y se detuvo – No te interpongas
– habló haciéndome a un lado con tanta fuerza que me tambaleé.
Paul intentó volver a golpear a Santiago, pero esta vez él estaba alerta y lo
esquivó al tiempo que le daba un golpe en el costado a Paul.
- Haz algo – le grité a Jhon
- Pues apostaré por el criollo – dijo en tono burlón, mientras
Santiago tiraba a Paul de un puñetazo tan fuerte que un hilo de sangre
bajó de su nariz, Valentino llegó hasta ellos y sostuvo a Paul que se
levantó del suelo como un toro en plena corrida.
- ¡Déjame! – lo empujó y Valentino se echó hacia atrás
maldiciendo entre dientes.
- ¿Y tú, a quien le vas? - le preguntó Jhon a Valentino.
- Al idiota francés – contestó alzando los hombros.
- ¡¿Pero qué les pasa?! ¡Deténgalos! – les grité a los dos mientras
Santiago y Paul caían al suelo dándose golpes - ¡¿Acaso crees que, si la
prensa se entera de esto, yo voy a salir bien librada?! – le grité a Jhon.
Por fin me escucharon y mientras Jhon sujetaba a Santiago, Valentino hacia
lo mismo con Paul.
- ¡NO más! – dije interponiéndome – Tú – señalé con el índice a
Paul – vas a dejar que hable con él a solas ¿Entendido?
- ¡En serio! Este imbécil es…
- Santiago por favor – lo interrumpí.
- Ahora lo entiendo, estabas huyendo de un tipo tan violento –
siguió gritando delante de todos.
- Vamos a hablar al estudio por favor – traté de calmarlo antes
que Paul volviera a atacarlo.
- No tenemos nada de qué hablar, está claro que te vas a marchar
con él.
- Santiago… La prensa ira a buscarte…
- Ya lo han hecho, los tengo en la clínica y en la entrada de mi
apartamento, no contesto mi móvil porque todos quieren hacerme
preguntas sobre ti – dijo con la respiración acelerada.
- Lo siento mucho – hablé apenada – trataré de solucionarlo, le
diré a la prensa que tuvimos solo una amistad para que te dejen en paz –
en ese momento Valentino se llevaba a empujones a Paul hacia la cocina
para evitar un nuevo enfrentamiento.
- ¿Les dirás eso para que me dejen en paz o realmente solo fui
eso para ti? – dijo abatido.
- ¡Es obvio que solo fuiste eso para ella! – gritó Paul desde la
cocina – Victoria estaba aquí, solo porque tuvimos un simple
malentendido y te aprovechaste que estuviera vulnerable para meterte en
su cama.
- ¡Cállate Paul! – le grité.
- ¿Eso es cierto? – peguntó acongojado y no pude disimular el
dolor que me producía verlo así – pero que idiota soy, claro que es
cierto.
- Ya quedó claro tu papel en esta historia, ahora lárgate.
Santiago se marchó sin decir nada más y me sentí realmente mal por
haberle ocasionado tantos problemas.
- Victoria, iré a ver que esté bien –dijo Teresa, quien todo el
tiempo había permanecido en un segundo plano, actuando con la mayor
prudencia posible – llámame para saber que estás bien – dijo justo antes
de salir.
- Teresa – se detuvo ante mi llamado – gracias – fue lo único que
dije, ella asintió y se marchó.
Las dos personas que habían sido mi soporte en las ultimas semana se
habían marchado y tal vez para siempre, estaba tan abrumada por los últimos
acontecimientos, que sin poder evitarlo comencé a llorar en un ataque de
histeria, me deslicé por la pared hasta llegar al suelo y lloré como jamás lo
había hecho, ni siquiera en mis días de secuestro en la mansión había sentido
tanta tristeza como en ese momento.
Por un lado, le había hecho daño a Paul, porque mientras él estaba
desesperado buscándome por el mundo yo estaba con otro y por otro lado,
estaba Santiago que me había brindado cariño, compañía y tranquilidad en un
momento de soledad.
Emma me abrazó, pero lejos de consolarme me alteró aún más, por eso la
rechacé haciéndola a un lado. Por su parte, Jhon me miraba asombrado y Paul
se acercaba a grandes zancadas desde la cocina.
- No – lo detuve alzando mi mano derecha.
Miré a Angelina que estaba junto a Valentino sin saber qué hacer y la
llamé.
- Angie, ayúdame – le pedí estirándole la mano.
- Claro que si cielo – corrió a auxiliarme.
El mundo daba vueltas a mí alrededor y para no caerme la abracé mientras
volvía a sollozar, pero esta vez con una fuerte presión en mi pecho.
Había escuchado que una enorme tristeza le puede quebrar el alma a una
persona, pero jamás imaginé que me pasaría a mí, jamás pensé que pudiera
sentir tanto dolor por el daño hecho a otros y entonces recordé a todos a los
que había lastimado por mi ambición, pero como iba a saber que estaba
dañándolos de esta forma, si cuando un alma se rompe, no hace ningún ruido.
- Vicky, cariño, trata de calmarte un poco, eso puede afectar a la
pequeña – dijo Angie cuando entramos en la habitación, pero, aunque lo
intenté, el dolor no se fue.
Entré al baño sin dejar de llorar y el mundo volvió a darme vueltas, quise
apaciguarme, pero no pude.
- ¿Vicky? – escuché a Angie antes que las rodillas se me
doblaran y callera sobre el frio suelo del baño - ¡Ayuda! – gritó
- No – dije en un susurro.
En un segundo, Paul y todos los demás estaban entrando en la habitación.
- ¿Vida estas bien? - me seguían sorprendiendo los cambios de
estado de ánimo de Paul, unos minutos antes me odiaba por haber estado
con Santiago y ahora su voz sonaba demasiado melosa como si jamás
hubiese estado molesto.
Asentí con un movimiento de cabeza, pero cuando intenté levantarme, mi
cuerpo estaba temblando y no pude hacerlo, Paul me alzó como si de una
pluma se tratara, a pesar de haber subido de peso por el embarazo, él seguía
cargándome con facilidad.
Me acostó en la cama y cerré los ojos y cuando Paul me llamó no tenía
fuerzas, ni ganas de abrirlos, por eso preferí ignorarlo.
- Todo esto es tu maldita culpa – dijo Jhon desafiante.
- No me jodas Greene – le contestó Paul
- No te la mereces.
- ¿Y tú sí? – lo increpó
- Yo la he cuidado en todo instante desde que Stan despertó del
coma, lo único que lamento, es no haberte alejado de ella antes de que le
calaras en el corazón.
- Señores… ¿acaso no ven como esta Victoria?, dejen sus
problemas para después – los reprendió Angelina.
- Te sientes culpable, esa es tu única motivación para hacer lo
que haces, tú también la usaste cuando eras amigo de Stan y ahora
quieres protegerla para remediar el daño.
- Hijo de puta – abrí un poco los ojos para ver la escena y vi
como Valentino tenía que detener a Jhon para que no se lanzara sobre
Paul – ¡No sabes una mierda! – Gritó Jhon - ni siquiera la conoces, eres
tan imbécil que la dejaste cuando más te necesitaba para irte de juerga a
las Vegas y casarte con otra, mientras ella luchaba por su vida en contra
de Stan.
- ¡BASTA! – gritó Emma - ¡fuera! – comenzó a empujarlos para
que salieran de la habitación – Victoria necesita descansar y ustedes
solo logran alterarla.
En la habitación permanecieron Angelina y Emma sin decir nada.
- Emma, prepara mi viaje – dije incorporándome un poco –
quiero salir ahora mismo, pero lo haré sola.
- Iré contigo – dijo tensándose.
- No – contesté mirándola con frialdad – viajaré sola y quiero
hacerlo ahora, también quiero que me reserves una suite en el Ritz.
- ¿No llegarás a tu apartamento? – preguntó Angelina.
- No, no quiero regresar allí, cuando este en New York buscaré
un nuevo apartamento.
- ¿Por qué quieres viajar sola? – preguntó Emma un poco dolida.
- Los próximos días van a ser una mierda y quiero unas cuantas
horas solo para mí.
- Entiendo – dijo cabizbaja – me siento culpable por haber
apoyado la loca idea de buscarte.
- La culpa fue mía por no hablar contigo, ahora afrontemos la
situación – me puse de pie y fui al vestidor, miré que debía llevarme y
decidí que lo dejaría todo, solo tomé los únicos zapatos negros de tacón
que tenía allí, no sé qué nos pasa a las mujeres con los tacones, pero
cuando los usamos nos sentimos más fuertes.
- Victoria, he hablado con el capitán del jet en el que viajamos y
estará esperándote, nosotros regresaremos con Jhon.
- Bien, quiero que te encargues de llevar las cosas de la nena que
están en la otra habitación.
- De acuerdo.
- Voy a necesitar un vestuario nuevo, entonces espero verlas
mañana con Valentino en el hotel para que me ayuden con ello.
- Claro que si Vicky – contestó Angelina.
Salí al salón y allí estaban Jhon, Valentino y Paul sentados en el sofá, pero
alejados entre sí, Jhon miraba su móvil, Valentino veía una revista y Paul tenía
la mirada perdida en el suelo.
- Viajaré sola, mañana discutiremos en New York – hablé y
todos se pusieron de pie.
- ¿De qué hablas? – preguntó Paul arrugando el ceño –
Viajaremos juntos.
- Claro que no – dije con una sonrisa irónica – no tiene sentido
que lo hagamos porque en estos momentos no estoy en condiciones para
hablar contigo, ni siquiera estoy segura que después de enterarte que
llevo semanas viviendo con otro hombre, quieras tener una relación
conmigo – vi una mueca de dolor dibujándose en su cara – y tampoco
podemos follar durante el viaje debido a mi condición médica, entonces
lo mejor será que viajemos por separado y cuando estemos más
tranquilos hablaremos en New York, me hospedaré en el Ritz.
- Pero…
- Oh por favor – refunfuñé - sabes que necesitas pensar en lo que
ha pasado en las últimas horas, hagámoslo fácil para los dos y pensemos
por separado.
- Victoria nos veremos mañana, tenemos que hablar sobre el
proceso.
- Claro que si Jhon, también tenemos otros asuntos que resolver.
- ¿A qué te refieres?
- A que jamás permitiré que vuelvas a tomarte atribuciones que
no te pertenecen, tal vez lo mejor sea que cortemos nuestra relación de
negocios después del proceso sobre la muerte de Stan.
- Por supuesto que no – dijo con dureza.
- Sería lo mejor – ironizó Paul.
- Hablaremos de eso mañana, ahora no estoy para discusiones
con nadie.
Emma me acompañó hasta el sótano del edificio, allí estaba un vehículo
con un conductor esperando, me despedí de ella y salí rumbo al aeropuerto.
Por fortuna, el auto tenía las ventanas totalmente oscurecidas, porque al
salir del edificio la horda de periodista se vinieron encima, el conductor los
evadió con rapidez y en cuestión de treinta minutos habíamos llegado al hangar
en el que me esperaba el jet. Después del papeleo de inmigración, ya estaba
lista para despegar.
No quise comer nada durante el vuelo, me quedé dormida pronto y tiempo
después la asistente del vuelo se acercó para despertarme cuando ya
estábamos acercándonos a nuestro destino.
Cuando el avión se acercaba al Jhon F. Kennedy respiré profundo y
observé por la ventana los enormes edificios iluminados en la distancia,
nuevamente New York me recibía y deseaba que fuera de la mejor manera,
pero algo en mi interior me aseguraba que no sería así.
En los últimos minutos de vuelo mi mente se despidió de los días de
tranquilidad que había vivido lejos de la selva de cemento a la que regresaba,
no sabía qué pasaría con mi vida una vez enfrentara todo lo que me esperaba,
pero segura que lo haría con la fortaleza que siempre había tenido y por eso,
antes de bajar de la nave, me incrusté la máscara de mujer fría y volví a vestir
el atuendo que por mucho tiempo llevé puesto para luchar contra los animales
salvajes que escondía esta ciudad.
- Señorita White, es bueno volver a verla – me saludó Thonny
con la puerta abierta del mercedes de Jhon.
- Victoria- dije en tono seco - jamás vuelvas a llamarme por ese
apellido ¿De acuerdo?
- Lo siento – contestó apenado.
- Lo siento… - insistí.
- Lo siento, Victoria – le di una sonrisa para hacerle saber que
así me gustaba más.
Thonny me llevó al Ritz donde ya tenía reservada la mejor suite, estaba
agotada cuando me enrollé entre las sábanas de la enorme cama, miré el reloj
de la mesa de al lado y marcaban las dos de la madrugada, me sentía
nostálgica porque exactamente veinticuatro horas antes estaba acurrucada entre
los brazos de Santiago.
A medio día llegaron Emma, Valentino y Angelina con una cantidad
absurda de prendas de vestir, estuve por tres horas midiéndome ropa y
escogiendo mi nuevo vestuario.
- ¡Dios!, estoy enorme – dije viéndome al espejo.
- No es cierto cielo – habló Valentino a mi lado – solo te ha
crecido el vientre.
- Es verdad, incluso creo que estas demasiado delgada para tener
casi seis meses – dijo Angelina – ¿Recuerdas cuando estaba embarazada
de Lucy y tenía seis meses?, estoy segura de que estaba más grande de lo
que tu estas ahora.
- ¿Acaso no has estado comiendo bien? – preguntó Emma quien
desde que había llegado se había mantenido distante.
- Por supuesto que sí, Santi… - una punzada de dolor me
atravesó por mencionarlo – él siempre se aseguraba que me alimentara
bien – hablé tratando de ocultar el sentimiento.
- ¿Lo echas de menos? – Preguntó Angie.
- No de la forma que crees, lo que siento por él es diferente y
solo lamento haberle generado tantos problemas y haberle hecho daño.
- Con Jhon hemos estado al pendiente para que la prensa deje de
molestarlo, ahora son muy pocos los que aún esperan hablar con él –
dijo Emma.
- Gracias, entonces… ¿Qué les parece este vestido? – cambié el
tema de conversación y la enfoqué al vestido azul marino con mangas
hasta el codo y cuello redondo, llegaba hasta las rodillas y lo más
importante era que me hacía ver estilizada.
- Me parece que te ves fantástica, el color oscuro te hace ver más
delgada y si lo completamos con este blazer blanco y este collar de
perlas, quedas perfecta – Valentino terminó de ayudarme.
- ¿Dónde están los zapatos? – Angelina vino con unos zapatos de
punta y tacón de cinco centímetros – No me pondré esos, quiero zapatos
con tacón real.
- No deberías – dijo Emma.
- Voy a usar tacones de verdad o no saldré a la calle – gruñí
viendo a Valentino.
- Lo sabía, sabía que no te los pondrías, pero ellas insistieron,
afortunadamente traje algunos zapatos a escondidas.
Después de estar lista, tomé mis cosas entre las que estaba mi móvil, había
vuelto y debía estar nuevamente conectada.
- Vamos a comer, después iré a la oficina de Jhon, quiero
solucionar todo pronto.
Cuando estaba a punto de salir de la habitación un empleado del hotel
estaba parado frente a la puerta con una hermosa planta de corazón sangrante.
- ¿Qué es esto? – pregunté tocándola, la planta se llama corazón
sangrante porque sus flores son en forma de corazón y hay una pieza que
cuelga por debajo del corazón que asemeja a una gota de sangre.
- La han enviado para usted – contestó entregándomela.
- No falta ser adivino para saber de quién es – dijo Emma con
tono burlón.
La llevé hasta la mesa mientras leía la tarjeta.
Aunque quisiera, ya no podría vivir sin ti, por cada minuto que paso lejos, mi
corazón sangra. Estoy dispuesto a olvidarlo todo, si me das la oportunidad de estar a
tu lado y al lado de mi hija. Te amo

Tuyo siempre, Paul

Me cubrí la boca emocionada.

- Cielo, no quería decirte esto, pero ese embarazo te tiene hecha


una llorona, te he visto llorar más en las últimas horas que en todos los
años que llevábamos siendo amigos.
- Tienes razón – dije volviendo aponer la tarjeta entre las flores
– y ahora es lo que menos necesito, además voy a correr mi maquillaje.

Emma y Angelina leyeron la tarjeta y por poco también terminan llorando.

V: Ha sido un regalo maravilloso


P: ¿Eso significa que lo intentaremos?
V: No fue eso lo que dije.
P: ¿Pero es eso lo que quieres?
V: Eso es lo que quiero.
P: ¿Podríamos intentarlo desde hoy?
V: Te espero esta noche.
P: Allí estaré.

Salí de la habitación con una tonta sonrisa cuando recibí otro mensaje.

P: Te amo.
5

La noticia de mi regreso a New York corrió demasiado rápido, en cuanto


puse un pie fuera del hotel para subir al auto en donde me esperaba Thonny,
los flases se hicieron presentes, los paparazis salieron de donde se habían
ocultado al otro lado de la calle entre los arboles del Central Park.

- ¡Oh Dios! se han enterado muy pronto – dijo Valentino


guiándome con su mano en mi espalda baja.

Thonny abrió la puerta del auto justo antes que llegara un hombre de barba
pronunciada y cabello largo corriendo con un micrófono.

- ¿De quién es el hijo que espera? - justo la pregunta que


esperaba.
- Muévete – Thonny lo empujó para que yo pudiera entrar.

Subí seguida de Emma y Angelina, Thonny y Valentino fueron adelante.

- Me quejaré con el gerente del hotel, estoy segura de que uno de


sus empleados tuvo que dar aviso a la prensa – se quejó Emma.
- Ya no importa, tarde o temprano esto pasaría – dije resignada
porque el circo había comenzado – necesito encontrar una casa pronto,
que sea un sitio al que los paparazis no puedan llegar tan fácil, no quiero
que mi hija sea acosada por esos cuervos.
- Me encargaré de ello – dijo Ange – conozco a una asesora de
bienes raíces en la que se puede confiar para que maneje todo con
absoluto secreto.
- Gracias – contesté.

Llegamos al edificio de Jhon y ya había personas de la prensa esperando,


afortunadamente Jhon había dado la orden de no obstaculizar la entrada a los
parqueaderos para que Thonny no tuviera que detener el auto y no darle tiempo
a la prensa de abordarnos.
- Victoria – Jhon me esperaba en la puerta del ascensor – siento
lo del hotel.
- No es tu culpa – contesté tratando de esbozar una sonrisa
sincera, pero la verdad es que no quería, ni tenía nada porque sonreír –
sabíamos que pasaría, era una de las razones por la que me resistía a
volver, ahora todo será un maldito infierno.
- Tomaremos medidas para alejarlos – dijo cuando comenzamos
nuestro camino a su oficina.

Greene LLP es una firma legal global que cuenta con 23 oficinas en
Estados Unidos y siete en el extranjero, la firma tiene más de 700 abogados en
todo el país y su sede central está New York.

Jhon y su hermano Albert heredaron la firma de su padre quien la fundó en


1958 y desde entonces, ha tomado tanto reconocimiento que está catalogada
como la segunda mejor de Estados Unidos.

- No entiendo ¿por qué necesitas un despacho tan grande? –


siempre que entraba allí me sentía muy pequeña, todo es inmenso, su
escritorio bien podía medir tres metros de largo, el sillón que estaba en
el centro podría servir como una enorme cama y el bar del fondo tenía
toda la dotación de licor que alguien pudiera desear.
- Sabes que me gusta la comodidad – contestó sonriendo. -
¿Quieres algo de beber?
- No, así estoy bien.
- Bien – fue a servirse un trago de Jack Daniel’s - ¿Dónde dejaste
a tu séquito?
- Thonny fue a llevarlos mientras conversamos, después
regresará por mí.
- Bueno, he estado averiguando con mis contactos en la policía y
me informaron que no tienen nada en tu contra, pero hay alguien que está
presionando para que te involucren en la investigación.
- ¿Quién? – pregunté sorprendida, mientras Jhon se sentaba a mi
lado.
- Aun no lo sé, pero lo sabré pronto.
- Que mierda todo esto – dije cruzándome de brazos al tiempo
que fruncía el ceño.
- ¿Desde cuándo haces berrinches? – me miró confuso.
- ¿Qué?… – solté mis brazos y me senté recta, ni siquiera me
había dado cuenta de que hacía un berrinche – no seas tonto Jhon.
- Has cambiado– dijo con su voz de barítono.
- Todos cambiamos – dije alzando los hombros para restarle
importancia.
- Siempre me pregunté cómo te verías embarazada y debo
aceptar que te ves hermosa.
- Jhon…
- Cuando el hombre que contacté me dijo que lo estabas, no le
creí, recordé ese día cuando sobreviviste a ese terrible procedimiento y
el médico nos informó que no podrías ser madre – bebió un trago del
licor ámbar mirando al suelo sumergido en ese recuerdo - entonces me
envío una foto tuya caminando por un parque y me dije que
probablemente estabas deprimida y comías en exceso, por eso habrías
subido algo de peso.
- Para mí también fue una sorpresa – dije tratando de sonar
indiferente a su actitud nostálgica.
- Muchas veces te imaginé embarazada – siguió por el mismo
camino, volvió a llevarse el vaso a la boca mientras yo buscaba la
forma menos grosera de cambiar de conversación – claro que cuando lo
hacía, pensaba que el hijo que esperabas era mío.
- Olvida ya esa mierda o de lo contrario, nuestra ya maltratada
amistad llegará a su fin – me puse de pie dispuesta a irme.
- Disculpa – dijo cambiando su tono de voz - tenemos que
preparar lo que le dirás a la policía.
- De acuerdo – resoplé – creo que debo decir la verdad.
- ¿Cuál?
- Pues la única que se, les diré que nos divorciamos y después
me fui del país a tomar un descanso.
- Sera más difícil que eso – habló mientras iba al bar por otro
trago – preguntaran por los días en que Stan estuvo en la mansión, serán
inquisitivos y querrán ponerte nerviosa para que digas las cosas que
ellos quieren escuchar.
- ¿Entonces qué debo decir?

Pasamos una hora preparando mi entrevista con la policía, Jhon había


tomado el papel del detective maloso cuya única intención era la de hacerme
confesar un delito que no había cometido.

- Jhon…
- ¿Sí? – Inquirió cuando estaba de pie a mi lado con las manos en
los bolsillos de su pantalón.
- ¿Tuviste algo que ver con la muerte de Stan? – hubo un largo
silencio y presioné un poco más – Stan jamás se habría suicidado.
- ¿Importa? – la única razón por la que me importaría sería el
hecho de que se viera involucrado en un juicio.
- No – contesté sin revelar mi miedo.
- Entonces no preguntes cosas que no te importan.

En ese momento escuchamos un gran alboroto afuera del despacho, no


podíamos ver que era porque las persianas estaban cerradas para nuestra
privacidad y para cuando Jhon se disponía a salir a ver qué sucedía, los gritos
de una mujer golpeando la puerta de cristal nos sorprendió.
Jhon abrió la puerta y antes de si quiera darse cuenta de lo que estaba
pasando, Magdalen entró como un tsunami hasta donde yo estaba.

- ¡Maldita zorra! – pude ver claramente su intensión y la


respuesta inmediata de mi cuerpo evitó que su mano se estrellara contra
mi cara.
- No vuelvas a intentar golpearme o te arrepentirás – le gruñí
sujetando su muñeca derecha.
- ¿Qué pasa contigo Magdalen? – Jhon la alejó de mí tirando de
su brazo.
- En la prensa están diciendo que uno de los posibles padres del
hijo de esta zorra eres tú.
- Mejor cierra la boca – la reprendió mientras la sacaba de la
oficina.
- ¡¿Es cierto?! - gritó histérica.
- Cállate Magdalen y vuelve a casa, hablaremos esta noche – era
evidente el esfuerzo de Jhon para contener la rabia.
- ¡Suéltame! – gritó liberándose del agarre de su marido – la
prensa está sacando todos tus trapos sucios a la luz – dijo señalándome
desde la puerta – y solo espero que tú, nunca hayas tenido nada con esta
mujer – se giró para señalarlo con el índice derecho - o me convertiré
en la burla de toda la élite de New York.

No contesté a sus señalamientos, su opinión no me importaba, además no


quería empeorar la situación. Nosotras jamás fuimos amigas, solo habíamos
intercambiado saludos cordiales en reuniones sociales, pero siempre sentí su
animosidad hacia mí.

- Vete – Jhon le exigió a tiempo que la sacaba.

Él conoció a Magdalen en la universidad, habían estudiado juntos y sus


familias eran cercanas, después Jhon se fue a estudiar a Alemania y no se
volvieron a ver. En Alemania Jhon descubrió el mundo del menage a trois y
muchas otras prácticas sexuales, a su regreso a Estados Unidos, Stan le
contactó para que le ayudara a salir de un lío judicial, Jhon tenía unos
contactos muy poderosos en el gobierno que podrían beneficiar a Stan, por eso
cuando se enteró de sus gustos excéntricos me encomendó la tarea de
complacerlo.

Aún recuerdo esa noche cuando lo vi por primera vez, Stan llevaba años
convirtiéndome en una maquina sexual, llevaba años enseñándome habilidades
para enloquecer a un hombre, muchas de las cosas que me pedía me eran
desagradables y más cuando participaban algunos de sus amigos viejos,
gordos y grotescos. Pero esa noche, Jhon llegó con su traje azul oscuro de tres
piezas, su presencia imponente tanto o más que la de Stan, hizo que lo deseara,
pero lo que en realidad provocó que mojara mis bragas, fue cuando sonrió
lujurioso al verme vestida solo con lencería negra y roja y unas mayas hasta la
media pierna.

Esa noche Stan lo convenció de lo mucho que yo disfrutaba del sexo en


todas sus formas, a medida que le escuchaba su mirada se tornaba más
libidinosa y hambrienta, haciéndome sentir como un pequeño siervo acechado
por un jaguar.

- Quisiera verla – le contestó a Stan cuando este le preguntó:


¿Qué te gustaría hacerle?, después me tomó de la mano cuando le estaba
sirviendo una copa de vino y dijo: – quiero que te quites las bragas, te
subas a la mesa y me ofrezcas el postre – su orden hizo que todo mi
cuerpo se encrespara y las piernas me temblaran.
- Princesa, no seas tímida, muéstrale a nuestro invitado lo dulce
que eres – dijo Stan con una sonrisa de triunfo por haber conseguido que
Jhon cayera en su juego.
- Solo si quieres hacerlo – su voz sonó más suave y fue todo lo
que necesité para hacerlo.
- Nada me haría más feliz – dije siguiendo el guion que Stan
había preparado para mí, aunque a decir verdad esa noche si deseaba
que ese hombre me tocara.

Bajé mis bragas dándole la espalda y sin doblar las rodillas, escuché una
fuerte exhalación producida por la vista de mi trasero y los labios húmedos de
mi coño.

- Princesita… - advirtió divertido - estas siendo una niña mala –


Stan siguió con su actitud socarrona.

Subí y me acomodé poniendo el culo al borde de la mesa justo al frente de


Jhon, él se mantuvo quieto, pero con sus ojos clavados en mí, mientras
doblaba mis rodillas y abría las piernas.

- Tócate – ordenó sin verme a los ojos porque no podía quitar su


mirada de mi creciente humedad.

Chupé dos de mis dedos y los llevé a mi hinchado y endurecido clítoris,


me había convertido en una putita provocadora, Stan había sido un buen
maestro enseñándome a manipular a los hombres provocándoles un intenso
deseo sexual.

- ¿Disfrutas de la vista? – preguntó Stan cuando volvía de la


cocina a donde fue por una taza llena de fresas.
- Si – dijo con la voz patosa por tener la garganta seca.
- ¿Deseas tocarla? ¿Deseas saborearla? – siguió con su juego
aumentando la ansiedad de Jhon.
- Pocas cosas he deseado tanto – la voz de barítono que salía de
sus labios hizo que aumentara mi excitación, entonces para saciarme un
poco, bajé los dedos de mi clítoris hasta la abertura y los introduje
lentamente.
- ¿Quieres probarme? – saqué mis dedos y se los ofrecí, él no se
hizo esperar y como un animal sediento los chupó con fuerza.
- He traído fresas y crema, pensé que querías completar tu
postre.
- No necesito la crema – dijo Jhon cuando metía una de las fresas
entre mi sexo – para que usar algo artificial si puedo tomar su sabia
natural – se llevó la fresa a la boca y se la comió, después de eso su
boca se apoderó de mi vulva hasta hacerme suplicar, hizo que tuviera
tantos orgasmos que mi cuerpo se convirtió en una masa blanda.
Stan sabía perfectamente que una de las tantas cosas que le gustaba a Jhon
era comer de los coños, le habían informado que mientras vivía en Alemania
iba a un club de sexo y siempre pedían que la cena se la sirvieran en el coño
de la mujer que el escogiera esa noche.

Tiempo después, Jhon me dijo que para él no había nada más placentero
que comer algo delicioso y disfrutar del sexo sin cohibiciones “entonces…
¿Por qué no disfrutar de las dos cosas al mismo tiempo?”

- ¿Quieres follartela o quieres ver cómo me la follo? – preguntó


Stan acelerado por el deseo.
- Follemosla juntos – contestó Jhon
- Sabes cómo divertirte – le contestó Stan mientras se desvestía.
Yo estaba tan saciada por los orgasmos que acababa de tener que solo
podía observarlos, poco a poco los dos iban quedando totalmente desnudos y
aunque diferentes físicamente, los dos eran hombres realmente atractivos.
- Ven acá – dijo Jhon acariciando su grande y gruesa erección –
arrodíllate.
Se la chupé con tanta maestría que por poco pierde el control que trataba
de mantener apretando los puños.
- Lo hace bien ¿cierto? – preguntó Stan con orgullo.
- Es una puta experta - dijo Jhon haciendo un puño con mi
cabello para alejar mi cabeza y salir de mi boca, estaba tratando de
apaciguar su respiración y recuperar el control – pero quiero follarla.

Se sentó en una de las sillas del comedor después de ponerse el


preservativo que Stan le había lanzado.

- Móntame – me ordenó y ágatas porque no confiaba en mis


débiles piernas para caminar, llegué a él.

Me subí a horcajadas y deslicé su erección hacia mi interior, estaba tan


sensible que no pude evitar quejarme.

- ¿Estás bien? – preguntó demasiado dulce mientras acariciaba


mi mejilla.
- Eres muy grande – le contesté refiriéndome a su pene.
- Dime que podrás con ello, no soportaría la idea de no poder
cogerte.
- Lo haré – afirmé antes de besarlo.
Nos besamos por unos segundos y deseé que no terminara, lo hacía tan
bien que casi tengo otro orgasmo mientras estaba con su erección
completamente en mi interior y su lengua saqueando mi boca.

- Mi putita es la mejor – Stan tiró de mi cabello y giró mi cara a


un lado para besarme, pero cuando mi lengua entró en su boca me dio un
mordisco violento y entonces sentí rastros de celos en su rostro cuando
nos separamos – ábrela para mí – le pidió a Jhon.

Jhon ajeno a la rabia oculta de Stan hizo lo que le pidió.


- No te tensiones, déjalo entrar –hablaba con su voz ronca por la
excitación, pero sin dejar de ser atento, con el tiempo me daría cuenta de
que siempre sería así conmigo – White, ¡mierda! no tendré como
agradecerte este obsequio – dijo cerrando los ojos al tiempo que sus
dedos se clavaban en mi cadera.
- ¿Sientes lo apretada que está? – preguntó Stan ignorando el
último comentario de Jhon.
- Si, puedo sentir como me aprieta la polla a cada centímetro que
entras.

Yo no podía ni hablar, tenía dos enormes hombres penetrándome y como si


fuera poco, Jhon torturaba mi clítoris haciendo que las sensaciones fueran
demoledoras, solo gemía y gritaba por cada embestida sincronizada que daban
los dos y después de correrme, ellos también lo hicieron.

Me desgoncé sobre Jhon, sentía que perdería la conciencia en cualquier


momento y entonces Stan me tomó en brazos y le dijo que me llevaría a
descansar, en medio de mi estado de somnolencia escuché que Jhon se
despedía de mí, pero no tenía fuerzas para responderle.

Cuando entramos a la habitación Stan me tiró sobre la cama y me abofeteó.


- ¿Qué pasa? – pregunté sorprendida y adolorida al mismo
tiempo.
- Te gustó – gruñó sobre mi rostro mientras apretaba mi cuello –
vi como lo besaste y sé que te gustó – traté de hablar, pero no fue
posible porque me sentía ahogada – tu eres mi zorra ¿entendido? – asentí
con la cabeza mientras intentaba quitármelo de encima – probablemente
tengamos que volver a jugar con ese imbécil, pero no volverás a besarlo
¿te quedó claro?
- Si – dije con un hilo de voz cuando me soltó del cuello.
- Ahora duérmete y descansa, mañana por la noche vendrán los
socios del laboratorio y quiero que se vayan felices para que al
momento de negociar las regalías acepten mi propuesta.
- Está bien – dije mientras las lágrimas bajaban por todo mi
rostro.
- Si lo haces bien, el lunes a primera hora pagaré tu universidad
– dijo antes de salir.

***

- Victoria – Jhon había regresado y no lo había notado – Por


favor perdona la escena que montó Magdalen.
- No te preocupes – dije tomando mi bolso para salir.
- ¿Qué te sucede? ¿Por qué lloraste? – pasé mis manos por las
mejillas y las sentí húmedas, lloré sin darme cuenta.
- Nada – dije mientras caminaba en dirección a la puerta.
- No te marches así – me detuvo cuando pasé por su lado – trata
de olvidar lo que te dijo.
- Recordé el día que nos conocimos – vi la mueca de dolor en su
rostro cuando me escuchó – no por favor, no te sientas mal, no es eso lo
que quiero.
- Jamás me disculparé lo suficiente por haber entrado en el juego
de Stan y haberme aprovechado de ti.
- No lo sabías Jhon, no te culpes más por eso – dije abrazándolo
– Paul tiene razón, esa obsesión de protegerme no es porque estés
enamorado de mí, es el sentimiento de culpa el que te lleva a hacerlo.

Nos quedamos en silencio y abrazados hasta que dijo:

- Creo que es un poco de ambas cosas, la verdad es que tampoco


dejaré de preguntarme como habría sido nuestras vidas si hubieses
aceptado casarte conmigo.
- Eso ya no lo sabremos - dije separándome un poco - por favor
no sigamos pensando en lo que pudo ser y no fue, si te sirve de algo,
cada vez que estuve contigo lo disfruté mucho, incluso en las ocasiones
donde no éramos solo tú y yo – sonrió y supe que estaba pensando en
ello.
- ¡Dios! – se pasó las manos por el cabello –aún recuerdo lo
obsesionado que quedé después de esa noche, manejé la situación con
Stan de tal forma que se vio obligado a invitarme varias veces a la
mansión, pero después de estar contigo duraba días pensando en cuando
seria la próxima vez.
- Jhon… no puedes decir esas cosas – dije un poco sofocada –
mira que el sexo ya no es lo mismo – soltamos una pequeña carcajada
que ayudó a relajarnos.
- Imagino que con el bebé no puedes excederte.
- Exacto – dije haciendo un mohín – y ¿tú?, ¿sigues siendo tan
maratónico y excéntrico en el sexo?
- No – arrugó su cara - Magdalen es buena amante, pero es un
poco… conservadora – estúpida – pensé, no sabía que se perdía de unas
sesiones de sexo únicas y jodidamente buenas - ¿Lo extrañas? – pregunté
alejando esas imágenes.
- A veces deseo volver a tener sexo como muchas veces lo
tuvimos tú y yo, pero la última vez no lo disfruté tanto.
- Fue con aquella modelo rusa que trabajó una temporada con
nosotros ¿Cierto?
- ¿Cómo lo sabes?
- Eso no importa, pero a decir verdad, me sorprendió mucho que
lo hicieras.
- Lo sé, pero llevaba dos años casado con Magdalen y tu…
bueno en fin el impulso por tener sexo primitivo me llevó hacerlo, pero
creo que dejaste el listón muy alto, tanto que no he querido volver a
intentarlo y eso fue hace más de tres años.
- Definitivamente nada puede ser perfecto – sentí vibrar mi
móvil, lo saqué y vi un mensaje de Paul diciendo que iba camino al hotel
– debo irme – dije dándole un beso en la mejilla.
- Te llamaré para decirte cuando tenemos que presentarnos para
que rindas tu declaración, espero que para entonces José haya logrado
averiguar quién está presionando para involucrarte.
- Gracias – dije antes de marcharme.

En el sótano me esperaba Thonny en el auto y agradecí que estuviera


conmigo en estos momentos porque no podría conducir en medio de paparazis,
además él me agradaba por su reserva y su eficiencia.

Cuando llegamos al hotel bajó corriendo del auto, abrió la puerta de mi


lado y cuando salí me protegió con su brazo hasta el lobby del hotel,
resguardándome de los cuervos que esperaban en la entrada por una foto.

Me sentí más aliviada cuando estaba en la habitación alejada de miradas


escrutadoras, era imposible no añorar mis días en Bogotá donde nadie sabía
quién era y a nadie le importaba que hacía ni que decía, pero ahora debía
cuidar cada paso dado para no alimentar el morbo de la prensa, en momentos
quería actuar como si nada de lo que pasara afuera me importara, pero sabía
que si lo hacía de esa forma incentivaría la curiosidad de la personas y todo se
volvería un infierno, en cambio sí cuidaba mi movimientos me quedaba la
esperanza que con el pasar de los días la gente se cansaría de mí y buscarían a
otro a quien acosar.

Estaba sentada sobre la cama masajeando mis pies que se habían


desacostumbrado a los tacones cuando escuché que llamaban a la puerta, de
inmediato supe quién era y corrí descalza a abrir.

Paul estaba impecable con su traje oscuro, su rostro, aunque se veía


cansado seguía siendo perfecto, no me importó que rosara con su barba de dos
días y me lancé a besarlo, allí sobre el pasillo, me olvidé del razonamiento
que hacía unos segundos había hecho y no me interesó quien pudiera vernos,
simplemente me dejé llevar como pocas veces.

Él correspondió el beso y mientras nos devorábamos las bocas me


abrazaba con tanta fuerza que sin separarme di un leve quejido que el ignoró,
entonces me alzó pasando sus brazos por mi trasero y yo respondiendo a sus
movimientos rodeándolo con las piernas y así entramos a la habitación,
cruzamos el umbral de la puerta y Paul la cerró con el pie.

Solo él podía lograr que me olvidara de todos y de todo, las sensaciones


que despertaba en mi cuerpo eran tan poderosas que lo malo simplemente se
borraba de mi mente mientras estaba en sus brazos besándonos, solo podía ser
consciente de las enormes ganas que le tenía a ese hombre y no solo eran
sexuales, eran ganas de tenerlo en mi vida para siempre.

No habíamos cruzado palabra, ni siquiera nos habíamos dicho hola y


entonces comprendí que cuando dos seres están unidos de manera tan fuerte no
necesitan de palabras para expresar sus deseos y en ese momento lo que
deseábamos era la unión carnal. Ninguno reparó en los días de reposo que aún
me quedaban por cumplir, en mi mente solo se oía el grito de mi “yo lujurioso”
que pedía coger hasta el cansancio y por la forma en que la lengua de Paul
follaba mi boca podía asegurar que en su mente pasaba lo mismo.

Me dejó sobre la cama y sin decirnos nada, pero mirándonos a los ojos,
nos separamos para desnudarnos, subí la falda de mi vestido para sacarlo por
arriba mientras él ya había tirado su saco y con gran rapidez estaba soltando
los botones de la camisa, entonces me libré del sujetador mientras él luchaba
contra su cinturón, seguíamos sin decir nada, pero nuestros ojos se gritaban
entre ellos el anhelo por lo que venía a continuación.

La descarada que estaba en mi ser desde que había conocido los placeres
sexuales, tenía el mando de la situación y de mi cuerpo, entonces cuando bajé
mis bragas y con un puntapié las lancé lejos, me tumbé en la cama y doblé las
piernas abriéndolas para dejar que Paul pudiera apreciar lo mojada que estaba
solo por saber que en segundos lo tendría en mi interior.

Paul se mordió el labio inferior cuando me vio en esa posición tan


provocativa y terminó de quitarse el bóxer, como un animal subió a la cama y
gateó hasta posicionar su cabeza entre mis piernas, pero estaba tan necesitada
que no quería su boca, no quería preámbulos, lo que en ese momento
necesitaba era sexo y del irracional, por eso enredé mis dedos entre su cabello
y lo atraje hasta mi boca y cuando el beso se volvió feroz, empuñé la cabeza
de su erección y esparciendo el líquido preseminal con mi dedo índice lo
llevé hasta mi glotón y hambriento coño.

La penetración no fue tan profunda como habría deseado, pero fue lo


suficiente certera para hacer que arañara las sábanas mientras arqueaba mi
cuerpo. En esa posición mi cuello quedó a su disposición, oportunidad que él
supo aprovechar haciendo que las sensaciones fueran más intensas.

Al principio pensé que no se mediría y me embestiría como un animal


encelo, pero después de barias penetraciones me di cuenta de que no intentaba
buscar más profundidad, a pesar de estar hirviendo por el deseo se estaba
conteniendo para no lastimarme y eso hizo que lo amara más, solo Paul podría
darme lo que necesitaba sin dejar de cuidarme.

Todo mi cuerpo comenzó a temblar anunciando un orgasmo malditamente


enorme, entonces él aumentó el ritmo de sus asaltos y como si todo nuestro ser
estuviera en sincronía llegamos juntos al clímax.

- ¿Cómo estás? – preguntó después de permanecer a mi lado


varios minutos en silencio, mientras su mano derecha acariciaba mi
vientre haciendo círculos.
- Mejor imposible – le contesté con un suspiro y volvimos a
quedarnos callados, casi podía escuchar como su mente daba vueltas –
tranquilo no me has hecho daño.
- Quiero que te vea un médico y quiero acompañarte – dijo
volviéndose hacia mí para besarme.
- Llamaré a la doctora Hart para que nos dé una cita.
- Bien… ¿cómo ha ido tu día? – con su brazo me acercó a su
pecho, su perfume era una deliciosa combinación de esencia de madera
y naranja, me gustaba tanto su olor que inspiré fuerte para que se me
grabara en la mente.
- Ha sido como lo imaginaba – hablé mientras besaba su pecho y
mis dedos recorrían los surcos de su abdomen.
- Han convertido todo en un show mediático.
- Espera a que sepan sobre ti, entonces dejará de ser un show
para volverse un espectáculo de enormes proporciones.
- Ahora entiendo que quisieras desaparecer, desde niño he tenido
que lidiar con la prensa, pero jamás me han acosado de esta forma.
- Lo que tengo a mi favor es que no es la primera vez que lo
hacen, cuando me casé con Stan duré un tiempo sin salir a la calle para
evitar que la gente me gritara a la cara que era una maldita
desagradecida por quitarle el esposo a la mujer que me había dado de
comer cuando quedé huérfana, pero fue aun peor cuando Stan cayó en
coma, los titulares me ponían como la nueva viuda negra, prácticamente
vivía en la empresa, en cuestión de días hice unas remodelaciones en la
oficina y creé una habitación al lado de mi despacho, así no tenía que
salir del edificio y evitaba encontrarme con esos cuervos, después de un
tiempo se cansaron de mí y pude volver a mi vida.
- ¡Vaya! – suspiró – no sabía nada de eso.
- Como ibas a saberlo, la prensa publica solo lo que genera
morbo, publican todo lo que atrae la curiosidad de las personas, pero
jamás le cuentan al mundo como destruyen la vida de esas personas a las
que acechan.
- ¿Crees que ahora sea igual? – noté su incomodidad con la idea.
- Creo que ahora será mucho peor – levanté mi cabeza para
mirarlo – es por eso por lo que le he pedido a Angelina que me ayude a
buscar un lugar nuevo donde vivir, uno al que sea difícil de acceder para
los paparazis.
- Vida, no podemos darles ese poder, no puedes ser prisionera en
tu propia casa.
- Paul ya verás que con el pasar de los días, todo irá a peor y
entonces me darás la razón en que lo mejor por el momento es
mantenernos alejados de todo.
- ¿Eras feliz en Colombia? – intenté girar la cabeza para dejar de
mirarlo, pero me tomó de la barbilla y no lo permitió – se sincera.
- Creo que solo he sido realmente feliz cuando hemos estado
como ahora, solo tú y yo, ajenos al resto del mundo, pero en Bogotá…
pude sentir verdadera tranquilidad en el anonimato.
- ¿Y él? – preguntó apretando el agarre sobre mi barbilla.
- ¿Qué pasa con él?
- Nada – se puso de pie haciéndome a un lado.
- Paul… - lo llamé, pero me ignoró y entró al bañó.

Después de varios minutos regresó a la habitación con su sonrisa de chico


rebelde y supe que ya había cambiado de humor, ya en el pasado había tenido
que lidiar con sus cambios de ánimos abruptos.

- ¿Tienes hambre? – preguntó levantando el teléfono


- Un poco – decidimos evitar el tema de hacía unos minutos, para
que hablar de algo que ya no se puede borrar, pero que si puede herir.

Ninguno de los dos tenía demasiada hambre, por eso pedimos unas cuantas
entradas y un vino para Paul y agua para mí.

- Estaba pensando que, si todo el mundo se entera de que estamos


juntos, todo sería más rápido y la gente se cansaría pronto.
- No creo que se buena idea - le contesté antes de recibir el
tomate con ricota que me ofrecía en la boca.
- Pero si lo que más genera curiosidad es saber quién es el
padre, pues digámosles quien es y así seremos un frente unido, dejaran
de especular y hacer lista con los posibles padres.
- Veo que has visto las noticias – dije un poco apenada.
- Vida, no pude evitarlo, pero me prometí no volver a hacerlo,
debo cuidar mi salud mental y esas estúpidas listas no ayudan.
- Paul, imagina que mañana salimos juntos y lo hacemos público,
como crees que se tomaran que tu matrimonio con tu novia de años fuese
cancelado el mismo día en que se iba a celebrar y eso sin contar todo lo
referente a Stan, definitivamente no es buena idea.
- ¿Entonces debo aceptar que a mi hija le pongan un padre
diferente todos los días?
- Necesito que no te dejes afectar o de lo contrario, nuestro
destino será el fracaso.
- De acuerdo – dijo sin ninguna convicción.

Al día siguiente Paul se marchó a trabajar, antes de irse me dijo que había
tomado la otra suite que estaba en el mismo piso para no despertar sospechas
por quedarse en el mismo hotel y entonces, sonreí al recordar que había hecho
lo mismo cuando nos conocimos en Milán.

Jhon me había llamado para decirme que debíamos presentarnos en tres


días para que tomaran mi declaración, acepté resignada por estar involucrada
en la muerte de Stan aun sin saber cómo había muerto, me había negado a
preguntarlo o a investigar entre las noticias.

Estaba en la cama cuando llamaron a la puerta.


- Que haces en pijama – preguntó Emma entrando como un
vendaval.
- Pues no tengo afán de ir a ningún lado – contesté subiendo los
hombros.
- No dejaré que te quedes aquí encerrada, olvídalo, ahora ve y
ponte ropa de deporte que yo también haré lo mismo - dijo abriendo la
lona que traía.
- ¿Qué quieres Emma? – hablé fastidiada.
- He leído sobre los beneficios del yoga para las mujeres
embarazadas, por eso contacté a la mejor, así que alístate que nos está
esperando.
- ¿Por qué no viene ella? – pregunté sentándome en un sillón
- Vicky, hablé con Paul esta mañana y está muy preocupado que
quieras estar encerrada, eso no te hace bien y al bebé tampoco.
- Emma no quiero – dije cruzándome de brazos.
- Si no vienes le llamaré a Paul y le diré que he fracasado,
entonces lo tendrás aquí en cuestión de minutos.

Había aprendido con el tiempo a identificar cuales batallas valían la pena


pelear y cuáles no, porque lo único que conseguirían era agotarme y frustrarme
y Emma era de las batallas frustrantes.

Cuando salimos del hotel me acojoné al ver que la cantidad de paparazis


había aumentado casi al doble y aunque esta vez no tuvieron tiempo de
acercarse pude escuchar algunas de las preguntas.

“! ¿Es cierto que el padre es su abogado?! ¡¿Tuvo usted algo que ver con la
muerte de su esposo?! ¡¿Qué relación tenía con Santiago Andrade?! ¡¿Por lo
menos sabe quién es el padre de su hijo?! ¡¿Logró por fin su objetivo
quedándose con todo lo de los White?!”
- Ignóralos – Emma sostenía mi mano para tratar de
tranquilizarme.
- No quiero quebrarme, pero esto es tan insoportable que no
sabré hasta cuando pueda aguantar.
- Eres la mujer más fuerte que conozco y sé que esto lo superarás
como lo has hecho antes.
- ¿Sabes si dejaron tranquilo a Santiago?
- Si, les entregué a todos los medios el comunicado firmado por
ti, en el que aclaras que la única relación que existió fue de amistad.
- Bien – dije viendo por la ventana.
- El también dio una declaración.
- ¿Qué? – pregunté sorprendida - ¿Qué dijo?
- Tranquila, lo único que hizo fue reafirmar la tuya, yo se la había
hecho llegar antes de enviársela a la prensa para que estuviera enterado.
- Lamento mucho haberlo metido en todo esto.

Phoebe es una mujer encantadora y su estudio es muestra de ello, su estilo


hippie se ve reflejado en cada rincón de lugar, solo faltaron unos pocos
minutos para sentirme cómoda. Hicimos una hora de ejercicios en los que
practicamos las posturas apropiadas para el segundo trimestre de embarazo, la
postura del gato, del triángulo, de cuclillas, el guerrero y la rotación de
caderas.

- ¿Cómo te sientes? – preguntó Emma


- Debo reconocer que ha sido una idea genial – le contesté
mientras me acomodaba en el auto.
- Siempre tengo ideas geniales – habló sonriente.
- ¿Thonny porque no estás yendo hacía el hotel?
- Señorita Victoria…
- Tranquilo Thonny, yo le explico.
- ¿Ahora qué pasa? – pregunté con irritación.
- Angelina concertó una cita con la agente de bienes raíces para
ver algunas propiedades.
- Está bien, pero deja el maldito misterio.
- Y tu deja de ser tan gruñona – contestó en el mismo tono - La
señorita Hellegan me preguntó si deseabas una propiedad fuera de
Manhattan y le pedí que comenzara por mostrarte los áticos del Central
Park.
- Gracias.

Cuando llegué a las oficinas de la agente me encontré con la sorpresa que


Paul ya estaba allí esperando.

- No sabía que estarías aquí


- Pensé que debería ayudar a escoger nuestra casa
- Nuestra casa, me gusta cómo suena – le dije dándole un beso.

La señorita Hellengan nos mostró todas las propiedades de Manhattan que


tenía en su catálogo y al ver que ninguna nos convencía, nos mostró enormes
mansiones en los Southampton, pero después de discutirlo con Paul llegamos a
la conclusión que no podríamos alejarnos de la ciudad.

- Buscaré otras opciones y les informaré cuando las tenga.


- De acuerdo, esperaremos su llamada.
- Parece que tendremos que volver – dijo Paul cuando
caminábamos hacia el ascensor.
- Sí, pero lo que fue más evidente, es que se la hemos dejado
difícil tratando de conciliar tus gustos y los míos.
- Tienes razón – contestó sonriendo.

Entramos al ascensor y nos miramos un momento y sin pensarlo nos


besamos, siempre había esa chispa que nos encendía cuando solo éramos él y
yo.

- Te deseo – usó esa voz oscura de advertencia que solo usa


cuando quiere follar.
- Y yo a ti – le contesté llevando mi mano a su entre pierna y me
sorprendió ver como en cuestión de segundos respondía a mi caricia.
- No tengo que volver a la oficina – habló travieso.
- Entonces nos vemos en el hotel – contesté coqueta.

Tomamos autos separados para que nadie se enterara que estábamos


juntos, era como si fuéramos dos adolescentes escondiendo un amor
prohibido.

Bajé del auto y corrí al interior del hotel, tenia deseos por llegar pronto a
la suite y esperar que Paul apareciera, pero me detuve cuando vi a Valentino
en el Lobby.

- Hola cielo,
- Valen, no sabía que vendrías – traté de disimular mi falta de
entusiasmo por su visita.
- Bueno quise saber cómo está mi chica preferida.
- Estoy perfecta – contesté con gracia.
- Entonces podemos charlar un poco – justo en ese momento Paul
entraba al hotel y pasó por nuestro lado siguiendo al ascensor sin
siquiera mirarnos.
- ¿Cómo van las cosas con el francés? – estaba confundido de
verlo pasar sin saludar.
- Bien, solo que no hablamos en público para evitar que los
rumores aumenten, pero ven, subamos.

Nos encontramos a Paul esperándonos, ellos se saludaron y después


entramos a la suite, hablamos sobre el bebé y por primera vez vi a Paul
orgulloso porque iba a ser padre.

- ¿Pero ustedes aún no han hablado de cómo se llamará?


- No, en realidad hemos hablado poco del tema.
- Bueno, pues quiero decirles que siempre me ha gustado el
nombre de Sophia.
- No lo sé – dije tomando una actitud pensativa.
- A mí me gusta el nombre de Corinne – dijo Paul
- ¿Corinne? – como tonta me tensioné al pensar que podría ser el
nombre de alguna antigua novia.
- No tienes que estar de acuerdo, lo podemos negociar ¿no? –
dijo alzando los hombros.
- Últimamente tenemos que negociar mucho - le di un beso y
continué – voy a considerarlo.

Justo en ese momento el móvil de Paul sonó y aunque rechazó las dos
primeras llamadas al final desistió y contestó.

- ¿Qué pasa Patrick? – habló molesto, pero escuchó lo que le


decía por varios segundos – lo haré, ahora déjame en paz – cortó sin
despedirse.
- ¿Qué sucede? - pregunté al verlo ponerse de pie.
- Debo ver algo en televisión – fue evidente su cólera al hablar.
- Veamos que es – susurró Valentino incitándome a seguirlo.
Llegamos hasta donde estaba retorciendo el control del televisor con la
mirada furiosa clavada en la pantalla.

- ¿Qué…? ¡Mierda! – grité tapándome la boca.

En la pantalla mostraban una enorme foto en la que aparecía besándome


con Santiago mientras él apretaba mis nalgas con sus manos, era una foto del
paseo que hicimos con sus amigos, ni siquiera sabía que esa imagen existía,
alguien la había hecho sin decirnos nada.

Miré a Valentino que estaba igual de sorprendido a mí y cuando volví mi


mirada a Paul me dolió ver su cara cubierta por la ira.

La foto seguía expuesta mientras la presentadora hablaba de cómo esa


imagen desmentía las declaraciones que habíamos hecho, decía que era
evidente que entre nosotros había existido una relación mucho más íntima de la
que queríamos aceptar.

- Paul…

Quise hablarle para que dejara de ver el televisor, pero no supe que decir
y entonces como si el espectáculo fuera poco, revelaron un video de Santiago
en un bar mexicano.

- Escuchemos a este pobre hombre despechado – dijo la


presentadora con un tono de burla.
Él se veía muy ebrio cantando con un grupo de mariachis y en la parte de
abajo de la pantalla aparecía el nombre de la canción la diferencia.

Aunque malgastes el tiempo sin mi cariño


y aunque no quieras este amor que yo te ofrezco
y aunque no quieras pronunciar mi humilde nombre
de cualquier modo yo te seguiré queriendo
Yo sé que nunca tu podrás jamás amarme
que a tu cariño llegué demasiado tarde
no me desprecies,
no es mi culpa,
no seas mala
porque tú eres de quien quiero enamorarme…

Santiago cantaba cada frase haciendo movimientos dramáticos, en un


momento mientras se llevaba el puño al pecho parecía estar llorando, junto a
él estaban Daniel y Martín quienes también parecían igual de borrachos.

- Es evidente que la reconocida empresaria Victoria White


estuvo en Colombia rompiendo un corazón…

Paul se puso de pie y con movimientos lentos fue hasta el televisor, pensé
que quería desconectarlo, pero entonces lo arrancó de donde estaba y lo lanzó
contra la pared.

- ¡Dios! – chillé asustada – Paul por favor…


- No digas nada - gruñó señalándome - mi cordura está
pendiendo de un puto hilo.
- Cuidado Mathieu – le advirtió Valentino, poniéndome detrás de
él.
- No es asunto tuyo – le contestó en tono agresivo.
- Claro que lo es – Valentino le replicó con la misma
agresividad.
- No sabía que esa foto existía – dije tratando de sonar segura,
pero la verdad, parecía como un conejo asustado.
- Eres… - su móvil volvió a sonar - ¡Maldita sea! – dijo tomando
el teléfono - ¡te dije que me dejaras en paz! – gritó y lo que le
contestaron al otro lado desató aún más su furia - ¡No es tu puto
problema, ahora vete a la mierda! – estrelló el móvil contra la misma
pared contra la que había tirado el televisor.
- Paul trata… - Valentino quedó a media frase porque él salió -
Cielo ¿Estás bien? –preguntó tratando de calmarme con un abrazo.
- Estoy bien, pero necesito enfrentar toda esta mierda, llamaré a
Zafir él tiene poder sobre algunos medios, le pediré ayuda para quitarme
estos malditos cuervos oportunistas.
- También deberías hablar con Santiago y decirle que ese tipo de
actuaciones empeoran la situación.
- No soy capaz de pedirle nada después de haberlo dejado como
lo dejé.

Busqué mi móvil y decidida le marqué a quien en unas semanas antes me


había ofrecido su ayuda.

- Victoria que grata sorpresa – escuché esa voz con acento del
medio oriente y no pude evitar sonreír.
- Zafir, es un gusto escucharte – contesté feliz.
- ¿Cómo estás?
- Podría estar mejor.
- No soy muy amante de las revistas de cotilleos, pero ha sido
imposible evitar no saber de ti.
- Es por eso por lo que te llamo, necesito tu ayuda para que me
dejen en paz.
- Victoria, no creo…
- Por favor, me dijiste que tenías dominio sobre algunos medios
importantes.
- Sí, pero las noticias sobre ti se han vuelto una bola de nieve
que se hace grande a pasos agigantados, puedo usar mis conexiones para
que dejen de acosarte algunos medios, pero son tantos ojos los que están
sobre ti que no creo que pueda hacer mucho.
- Lo entiendo – dije derrotada.
- Bueno pero no te acobardes, haré lo que esté a mi alcance para
ayudarte, ahora estoy en España, pero estaré este fin de semana en New
York y te llamaré.
- Sera un placer verte – dije con poco ánimo.
- Para mí también y por favor no vuelvas a huir, eso los
obsesiona más.
- Me quedó claro que ese fue el peor error.
- Te daré un consejo que no me estas pidiendo.
- Dilo.
- Lleva tu vida con normalidad, no te escondas, sal a la calle con
la frente en alto e ignora cualquier cosa que digan sobre ti.
- Para ti es fácil decirlo, pero lo intentaré.
- Hazlo, la prensa vive de acabar la vida de las personas para
después tener más noticias que contar.
- Tienes razón.

Después de colgar con Zafir me despedí de Valentino y le agradecí por


hablar con el administrador del hotel para que arreglaran los daños, él estaba
renuente a marcharse, no quería dejarme sola porque le preocupaba que Paul
volviera y siguiera incontrolable, pero al final aceptó con la condición de
volver al otro día a primera hora de la mañana.

***
El olor a alcohol inundó mis sentidos, una respiración acelerada
ensordeció mis oídos y entonces sentí unas manos recorriendo mi cuerpo, poco
a poco fui despertando y cuando quise moverme no pude porque mis brazos se
resistían y fue cuando desperté de golpe y vi mis muñecas apresadas por dos
esposas al cabecero de la cama.

Un leve pánico recorrió mi cuerpo, pero la imagen de Paul besándome el


vientre me tranquilizó.

- ¿Por qué me ataste? – le pregunté con fingida serenidad.


- Quiero disponer de lo que me pertenece de la forma que más
me plazca – sus palabras sonaban confusas dejando ver el alto grado de
alcohol en su cuerpo.
- Paul… Cariño no tienes que atarme, sabes que te deseo igual –
estaba más nerviosa a cada segundo por su actitud.
- Shhh… - puso un dedo en mis labios – no quiero escucharte, lo
único que quiero es disfrutarte – dijo junto antes de presionar mi clítoris
con la punta de su lengua, no había sentido en que momento me había
quitado las bragas, pero allí estaba con las piernas abiertas de par en
par disponibles para que el tomara todo lo que quisiera mientras lo
único que yo podía hacer era sentir.
- ¡Dios! – grité arqueando la espalda cuando sentí la invasión de
un dedo moviéndose en círculos en la entrada – por favor - rogué por
que entrara más profundo, pero me ignoró.

La habilidad de Paul para el sexo oral era extraordinaria y jamás me


cansaría de sentir su cabello rozando entre mis piernas, su lengua seguía
moviéndose de arriba abajo mientras mi pepita se endurecía y sus dedos se
habían triplicado en el juego.

Mi cuerpo receptivo a todo lo que él me hiciera comenzó a tensionarse,


sabía que pronto explotaría en su boca y entonces se alejó solo un poco
tanto que aun podía sentir su aliento fresco sobre mis carnes calientes.

- ¡No! – me quejé deseando que su boca volviera a conectarse


con mi vulva ansiosa.
- ¿Te gusta? – preguntó en un susurro aun sin levantarse de donde
estaba.
- Sí.
- ¿Qué tanto te gusta? – lanzó la pregunta seguida por una lamida.
- Mucho, mucho, sigue – inmediatamente volvió a la carga y su
lengua volvió a torturarme y de nuevo cuando estaba allí en el filo del
acantilado para dejarme caer volvió a separarse.
- ¿Cuándo él lo hacía también te gustaba?
- ¿Qué? – dije levantando la cabeza para verlo - ¿De qué hablas?
– como respuesta volvió a pegar su boca y esta vez chupó con fuerza y
sentí esa mezcla de dolor y placer que hace que todo tu mundo se
oscurezca – Dios me vas a matar – dije sin aliento.
- Contéstame – habló separándose de nuevo.
- No hagas esta mierda Paul, no hagas esta puta… - la
penetración de sus tres dedos fue tan profunda que mordí mi labio
inferior tan fuerte que brotó una gota de sangre y la saboreé.
- Contéstame – volvió a repetir deteniéndose una vez más.
- Maldita sea, no hagas esas putas preguntas.
- Vida – arrastró la palabra - esa no es la respuesta - siguió con
sus atenciones y casi podía sentir como mis piernas se desmadejaban
por la intensidad de las emociones – contéstame.
- ¡¿Qué quieres saber?! ¡¿Quieres que te diga que era terrible en
la cama y no me hacía sentir nada?! ¡¿Eso alimentaría tu maldito ego y te
haría sentir mejor?!
- Vida si no cooperas, esto durara mucho más – volvió a iniciar
su tortura.
- ¡Basta! - grite – está bien, él jamás me hizo sentir ni la mitad
de lo que tú me haces sentir.
- Buena chica – me dijo y esta vez su lengua no se alejó y con
más sevicia golpeó y lamió mis puntos llenos de nervios, hasta que con
un grito gutural llegue al clímax.
- Suéltame – dije con la voz entre cortada por los restos del
orgasmo.
- Vida… aún no hemos terminado – dijo llegando hasta mi boca –
ahora… bésame – no esperó a que yo respondiera a la orden y sin más,
fue él quien con su lengua hizo que abriera la boca y me besó – eres mía
– dijo separándose un poco.
- Paul, déjame abrazarte – traté con la manipulación.
- Lo haré, pero no aun – llevó su dura erección a la entrada y con
su mano rozó entre mis labios húmedos.
- Hummm – suspiré al sentir el roce en mi sensible vulva.
- Di que eres mía – seguía rozándome.
- Paul… no te pertenezco.
- Di que eres mía – siguió con sus movimientos y su mirada
clavada en mis ojos
- No lo haré – contesté segura.
- Eso ya lo veremos - abrió mis piernas y se acomodó de
rodillas entre ellas, pude ver su cara lujuriosa mientras observaba sus
movimientos sobre mi entrepierna totalmente expuesta.
- Esto es un juego muy peligroso, podrías arrepentirte – le dije
tratando de sonar serena, pero la verdad es que ya mi cuerpo estaba
reaccionando a sus caricias.
- Solo debes aceptar que eres mía – dijo mientras metía solo la
punta de su erección y todo mi interior se contrajo.
- No lo haré – contesté entre dientes.
- Entonces esta será una larga noche – siguió con sus lentas
embestidas.
- ¡Eres un maldito cabrón! – dije enrollando mis piernas
alrededor de sus caderas y con fuerza traté de atraerlo.
- Eso no es lo que quiero escuchar – dijo sujetando mis piernas
dejándola colgar por sus antebrazos.
- Más – pedí con impotencia por el deseo que me penetrara por
completo, pero no lo hizo.
- Vida no estás en condiciones de pedir nada – siguió con sus
embestidas y a eso le sumó sus dedos juguetones.
- Juro que te voy a matar Jean Paul Mathieu – gruñí demasiado
tensa por la excitación del momento.
- No lo harás, vida – arrastró esa última palabra y sentí una
punzada de placer en mi vientre, aunque en realidad no podría distinguir
si había sido mi cuerpo o mi bebé moviéndose.

Poco a poco Paul fue aumentando el ritmo de sus embestidas y penetrando


más profundo con cada una de ellas y pude ver en su rostro como estaba
luchando por contener su explosión.

- Paul… - dije entre gemidos.


- ¿Quieres correrte? – preguntó tensando la mandíbula.
- Si- dije en su suspiró
- Vida dime lo que quiero escuchar.
- No.
- Entonces tendré que parar y darte un poco de tiempo para que
lo pienses mejor – se detuvo en seco e hizo una mueca de dolor, no solo
me estaba torturando a mí, él también estaba sufriendo con este juego.
- ¡Idiota! – grité sacudiendo todo mi cuerpo hasta que el escozor
por las esposas me detuvo.
- Dilo – insistió al tiempo que iniciaba el movimiento de cadera.
- ¡No soy de nadie! – grité – eres un jodido egoísta que quieres
doblegarme usando el sexo, juré no darle ese poder a nadie después de
lo que viví con Stan – la voz se me quebró justo antes de terminar.
- Vida… lo…
- Su… el… ta… me… – pronuncié amenazante cada sílaba.
- No quería… – acercó su cara a la mía siguiendo en mi interior
– deja que lo haga bien – pidió con pena.

Estuve a punto de negarme, pero cuando lo sentí moverse todo mi cuerpo


se activó y simplemente me dejé llevar, nos besamos como siempre lo hemos
hecho, con una mezcla de ternura y erotismo.

Apoyado en sus codos me embistió con más rudeza, pero sin llegar a ser
tan profundo, amaba esa dualidad de la que era capaz, seguía siendo el hombre
apasionado que siempre había sido, pero por otro lado se controlaba para no
hacerme daño.

Estaba tan excitada que podía sentir como bajaba mi humedad por mi
trasero, el sonido de nuestra sabia chocando con cada penetración nos llevó al
filo de la montaña de la que caímos cuando nuestras lenguas volvieron a unirse
y gimiendo en la boca del otro llegamos en sincronía.

- Te amo – dije con la voz agitada mientas mi pecho subía y


bajaba con violencia – es todo lo que puedo darte. Mi amor. Tal vez
para ti no sea suficiente, pero para mí lo es todo, porque te estoy dando
algo que jamás le he dado a otro.
- Es lo único que necesito que me des – dijo soltando mis
esposas - perdona por llevarte al límite, pero estoy tan locamente
enamorado de ti, que a veces pierdo el control.
- Estas perdonado – me moví hacia arriba para besar la punta de
su nariz, el seguía apoyado en sus codos, estaba tan cerca que su
abdomen se rozaba contra mi vientre.
- Wow – exclamó al retirarse a un lado – Dios… ¿Qué fue eso? –
reí como loca al ver su expresión.
- Es el bebé – contesté divertida por su reacción al sentir un
fuerte movimiento en mi vientre.
- ¿Es normal? ¿Aún no está muy pequeña?
- Ya la había sentido, pero era la primera vez que se movía tan
fuerte – tomé una de sus manos y la acerqué, entonces la chiquita volvió
a moverse con fuerza.
- ¿Te duele? – preguntó curioso sin dejar de mirar mi panza.
- No, no me duele, pero es raro.
- ¿Raro bien? o ¿Raro mal?
- Cariño… - dije divertida.
- ¿Estás segura que no le hago daño?
- ¿Acaso crees que le disté un pollazo? – dije soltando una
carcajada.
- Pequeña siento lo de la invasión, tendré más cuidado la
próxima vez – le habló rodeando la boca con sus manos para hacer
mayor resonancia.
- Ella estará bien, solo si mami está bien, así que por favor la
próxima vez has que lo disfrute mucho más.
- Lo haré – dijo dándome un beso en el vientre – Vida, estaba
pensando que sería buena idea comprar una casa en donde puedas estar
más cómoda, yo puedo hacer arreglos para trasladarme contigo, no
tenemos por qué quedarnos en Manhattan, o que gracia tiene ser el jefe,
lo único que realmente debe importarnos es tu bienestar y el de nuestra
hija.
- No sé si la idea me guste – no quería volver a esconderme -
además estaba pensando que podríamos enfrentarnos a todo juntos,
quiero que todos sepan que eres el padre de esta pequeña - Vi la
confusión en su rostro, pero después de un par de segundos se dibujó una
enorme sonrisa.
- Seré el padre más orgulloso – me dio un beso – lo de vivir
fuera de la ciudad podemos pensarlo.
- De acuerdo, ahora vamos a dormir un poco, porque en unas
horas veremos a la doctora Hart.

Cuando desperté estaba sola en la cama y recordé la última vez que me


había quedado dormida entre los brazos de Paul y había despertado sola en
una habitación de hotel, pero esta vez a diferencia de ese día en París, estaba
segura que Paul no me había dejado, porque con cada obstáculo que se nos
presentaba nos hacíamos más fuertes.

Después de lavar mis dientes escuché la puerta de la entrada abriéndose,


cuando me acerqué vi a Paul impecable con su traje hecho a la medida de
color gris grafito entrando con un carrito de comida y otro recuerdo vino a mi
mente.

- ¿Por qué sonríes? – preguntó mientras ponía la mesa.


- Estaba recordando la mañana en que llegaste con un carrito de
comida a mi habitación en Milán.
- Hummm y dime… sonreías por qué recordaste como terminó
ese desayuno, si la memoria no me falla terminamos follando.
- ¿Sabes que es lo que más me enamora de ti? – pregunté
traviesa, mientras él me acercaba por la cintura.
- ¿Qué?
- Que te gusta follar tanto como a mí.
- Así que eso es – me miró molesto.
- ¿Qué? ¿Dije algo malo?
- Es decir que para que no dejes de amarme, tengo que follarte
todos los días.
- ¿Y eso es malo? – pregunté sorprendida.
- ¿Tú qué crees? – dijo tratando de esconder una sonrisa – claro
que es malo –volvió a su actitud seria.
- Entonces podríamos hacerlo cuatro veces a la semana ¿Te
parece?

Su pecho se estremeció por la sonora carcajada que soltó, esperé a que se


calmara, pero seguía riendo a tal punto que las lágrimas se le desbordaron.

- ¿Te divertiste lo suficiente? – pregunté seria, con los puños en


la cintura.
- Lo siento Vida – dijo riendo – pero es que sonaste demasiado
tierna al tratar de negociar los días que tendríamos sexo.
- Idiota – gruñí irritada.
- Vida, yo no voy a cogerte treinta veces en el mes – habló
sereno.
- ¿No? ¿Quieres decir que no lo haremos todos los días?
- No, lo que quiero decir, es que pueden ser mucho más, porque
si se nos da la gana, lo hacemos varias veces al día – me besó y después
continuó – cada vez que quieras correrte solo dilo y yo me encargaré de
ello con mi boca – me besó - con mis manos - me besó – o con él – llevó
mi mano hasta su dura entrepierna y volvió a besarme.

Al final el desayuno se enfrió mientras nuestros cuerpos ardieron de deseo


y la promesa que me había hecho Paul la noche anterior de hacerme disfrutar
mucho más quedó cumplida, después de una hora en la que su perfecto traje
gris quedó hecho un montón arrugado al lado de mi camisón lila, él volvió a la
suite de al lado y se cambió, yo aproveché para hablar por teléfono con
Valentino y decirle que ya todo estaba bien y que no era necesario que viniera.

Cuando Paul regresó, estaba tratando de subir el cierre de mi vestido y al


ver mi apuro se acercó ayudarme.
- Estás hermosa – dijo poniendo su mentón en mi hombro y me
emocioné porque nuestra imagen en el espejo mostraba a una pareja
feliz.
- Lo siento – dije refiriéndome a todo.
- Yo también siento mucho mi reacción.
- Es a penas normal que reaccionaras como lo hiciste, en cambio
mis acciones te han hecho daño y… a él también.
- Para mí lo importante es que ahora estamos juntos y más unidos
que nunca – me giró y encajó mi rostro entre sus manos – no quiero
pensar en los errores que cometimos, solo quiero mirar hacia el frente.
- Quiero que podamos ser felices, pero me asusta ver el camino
lleno de baches que debemos recorrer.
- Si debo llevarte en hombros mientras lo recorremos, lo haré,
solo no vuelvas a huir, porque estaré dispuesto a soportarlo todo, solo si
te tengo a mi lado.
- Te amo – dije con un hilo de voz al tiempo que me empinaba
para besarlo.

Terminé de vestirme y de maquillarme y cuando estuve lista, volví al salón


donde él me esperaba.
- No han subido café y muero por una taza – dije bebiendo un
poco de jugo de naranja.
- ¿Sabes? He pensado que no he asumido mi rol de padre y
después que te quedaras dormida me senté en el ordenador e investigué
un poco.
- ¿De verdad? – pregunté extrañada.
- Si y me enteré que en tu estado no debes tomar café.
- Paul, esta discusión ya la tuve con mi médico y …
- Y yo no estaba para vigilar que siguieras esa recomendación.
- ¡Dios! No sé si me va a gustar esta nueva faceta tuya – dije
llevándome un poco de pan a la boca.
- Vida, estoy ansioso por la cita que tendremos ahora con la
doctora, tengo muchas preguntas que hacerle.
- Vaya, esto será divertido – dije con ironía.
- ¿Lista? – sabía que se refería a si estaba lista para hacer
pública nuestra relación.
- Lista o no, es hora de irnos – tomé mi bolso y me puse mis
zapatos de tacón negros.
- ¿Te pondrás esos zapatos? – preguntó mirando mis tacones
negros que hacían un juego perfecto con mi vestido corte imperio negro.
- Sí y no pienso discutirlo, no voy a presentarme contigo ante
decenas de periodistas con zapatos planos.
- ¿Por qué no?
- Paul no lo entenderías – contesté caminando hacia la puerta.
- De acuerdo, pero si la doctora recomienda no usarlos, eso
harás – dijo totalmente seguro.
- Ya veremos – contesté picándolo.
Cuando subimos al ascensor mis manos estaban sudando por los nervios y
él lo notó, cuando entrelazamos nuestros dedos.

- Tranquila.
- Necesito que antes de salir de este ascensor me prometas algo.
- ¿Qué?
- Sea lo que sea que escuches o veas, no te alejes de mí.
- Lo prometo, pero te pido a cambio que seas paciente, aun me
cuesta mucho controlar mi mal carácter.
- Te lo prometo, tendré la paciencia necesaria.

Las puertas del ascensor se abrieron cuando nos besábamos y una pareja
nos sonrío antes de entrar.

Lo que antes había sido un camino corto recorrido en segundos, en esta


ocasión estaba siendo uno muy largo, todo pasaba como en una película en
cámara lenta, incluso el movimiento de los paparazis cuando nos acercábamos
a la entrada no fue tan rápido como el de otras veces, pero todo tomó su ritmo
cuando los flashes comenzaron a iluminarnos el rostro.

Thonny ya nos esperaba sonriendo con la puerta abierta, Paul me protegió


con su cuerpo para que nadie llegara hasta mí y entonces escuchamos las
odiosas preguntas.

¿Es usted el padre del bebé? ¿Hace cuánto están juntos? ¿Sabía sobre la
relación que Victoria sostenía con un colombiano? ¿Va a exigir prueba de
paternidad?

- Bueno, no fue tan malo – dijo Paul cuando Thonny puso el auto
en marcha.
- Espero que sigas pensando lo mismo en unos días – dije con
una sonrisa triste.

Paul parecía muy nervioso en el consultorio de la doctora Hart, yo estaba


acostada en la camilla esperando a que ella entrara, pero verlo tan inquieto
comenzaba a ponerme nerviosa.

- ¿Qué sucede? – pregunté


- Solo estoy un poco preocupado por lo que pueda decirnos, no
quiero que el bebé haya sufrido algún daño por mi culpa - en ese
momento la doctora entró y nos quedamos en silencio.
- Es bueno volver a verte Victoria.
- A mí también me da gusto verla – le contesté mientras ella se
aplicaba un poco de anti-bacterial – doctora quiero que conozca al
padre de mi hija.
- Jean Paul Mathieu – extendiendo la mano poniéndose de pie –
el padre y el novio de la madre – dijo sonriente, mientras le estrechaba
la mano.
- Mucho gusto señor Mathieu – se sentó después de contestarle el
saludo – Victoria he visto tu historia clínica y veo que has tenido un
embarazo normal a excepción del pequeño accidente de hace unos días.
- No fue nada grave – le resté importancia.
- ¿Cómo te has sentido? –Preguntó mientras me ponía un poco de
gel frio sobre el vientre.
- Los malestares se me han pasado, pero a ahora siento mucho
sueño durante el día y me fatigo rápidamente.
- Es normal, tu bebé consume mucha energía y calorías, eso y la
producción adicional de progesterona hace que te sientas fatigada y con
sueño – movió la sonda sobre mi vientre y las imágenes aparecieron en
la pantalla.
- Increíble – Paul murmuró emocionado – se ve muy grande.
- Tiene 23 semanas y ya todas las extremidades están formadas –
siguió moviendo el ecógrafo - y tiene razón el doctor Meléndez, estas
esperando una niña.
- Una niña – repitió Paul ilusionado - ¿Está bien?
- De momento todo parece ir muy bien, no hay nada de qué
preocuparse, en esta etapa estará muy activa, por eso es muy importante
que estés atenta, si algún día no notas actividad debes venir de
inmediato
- Lo haremos – contestó Paul – doctora, quisiera saber si…
bueno es que…
- ¿Sí? – la doctora Hart lo miraba esperando a que hablara.
- Él quiere saber si podemos seguir teniendo una vida sexual
activa – lo saqué del apuro, era la primera vez que veía a Paul
intimidado por hablar de sexo.
- Si, pueden tener una sexualidad normal – contestó ella
sonriente.

Cuando salimos del consultorio, Paul no dejaba de ver la imagen de


nuestro bebé, tenía una sonrisa tonta y eso aceleró mi corazón.

- ¿Crees que tendrá mis ojos o los tuyos?


- Creo que sus ojos serán verdes – dije divertida por verlo tan
emocionado.
- Pero me gustaría que tuviera los tuyos, son más claros y
hermosos.
- Ya falta poco para que descubramos de qué color los tendrá.
- No puedo creerlo – dijo mirando la imagen - voy a ser padre.

Después de escucharlo decir mil cosas sobre cómo sería nuestra hija
salimos de la clínica, los paparazis nos habían seguido hasta allí, pero esta
vez estaba tan feliz de ver a Paul tan ilusionado que ni siquiera escuché que
preguntaron.

Dejamos a Paul en la Casa Mathieu y después decidí ir a la empresa,


habían pasado meses de la última vez que fui a trabajar y sentí la necesidad de
retomar de a poco, en un tiempo atrás Cosméticos Victoria White era lo más
importante de mi vida, pero Paul llegó para cambiar todas mis prioridades
hasta tal punto de convertirse en la más importante de todas.

Cuando llegamos me sorprendió ver tantos periodistas en la entrada, la


policía había puesto una barricada de seguridad para el ingreso de los
empleados.

- ¿Está segura de querer bajar? – preguntó Thonny mirándome


por el retrovisor.
- Creo que no – contesté cuando vi como los periodistas se
volvían hacia el auto y cámara en mano se vinieron tratando de tomar
una foto por la ventana – vamos al hotel.

Esta vez era mucho peor que las dos anteriores, cuando me casé con Stan
había sido asediada pero duró poco y no recordaba a tantos paparazis
siguiéndome, para cuando Stan cayó en coma los rumores habían hecho que al
lugar al que yo llegara se convirtiera en noticia, todos quería saber si tenía un
amante cómplice del intento de homicidio, pero después de unos días todo
había pasado, ahora parecía que los periodistas de todo el mundo estaban
interesados en mi historia y me asustaba pensar que no pasara pronto.

- Vicky ¿Cómo estás? – preguntó Emma en cuanto contestó el


móvil.
- Emma ¿Por qué no me has dicho que es casi imposible entrar a
las oficinas de la empresa? – pregunté seria.
- Lo siento, no quería preocuparte, pero la prensa ha estado
acechando a todos los empleados para que digan cosas sobre ti.
- ¿Alguien ha dicho algo?
- Hasta el momento no y ya he enviado un memorando
advirtiendo las consecuencias que podría generarles hablar con la
prensa.
- Emma, habla con aquellos que en algún momento trabajaron
conmigo directamente y que siguen vinculados, quiero saber si tienen
intenciones de decir algo sobre la relación extra laboral que sostuvimos.
- Lo haré, pero no te preocupes junto Angelina estamos con los
oídos en todas partes para saber si se va a filtrar alguna información.
- Gracias, por favor dile a Angelina que llame a la agente de
bienes raíces para que se dé prisa por conseguirme un hogar, ya estoy
harta de estar en el hotel.
- Se lo diré.
- En cuanto tenga noticias llamaré a María para que regrese a
trabajar conmigo, sé que está en Boston con una hermana.
- Eso es una buena idea, en tu estado necesitas ayuda.
- Y quiero a alguien de confianza a mi lado.
- ¿Nos vemos esta noche?
- Ya tengo planes, mejor lo dejamos para mañana.
- De acuerdo.

Colgamos y pensé que, ya que la doctora Hart había dicho que podía tener
una vida sexual normal, me divertiría esa noche, entonces llamé a la señora
House y pedí un servicio.
6

Thonny me ayudó a entrar al hotel, no escuché las preguntas que me


hicieron, estaba concentrada en lo que había planeado hacer en la noche, el
sexo siempre sería una de las cosas que me ponía de buen humor.

Después de almorzar fui al spa del hotel y estuve un par de horas entre la
piscina y el yacusi, cuando regresé a la habitación ya estaba cayendo la tarde,
el teléfono sonó y miré el reloj, aún era muy temprano para que llegara lo que
había pedido a House ¿Entonces quién puede ser?

- ¿Sí?
- Buenas tardes señora Castaño, tengo aquí al señor Bratt
Jackson.
- ¿Bratt?
- Si señora, dice que es importante que usted lo vea - pensé en
negarme, pero después recordé a los periodistas buscando a los
empleados de la empresa y acepté hablar con él.
- Por favor, déjelo pasar.
- De acuerdo, uno de nuestros empleados lo acompañará hasta su
suite.
- Gracias.

Tocaron a la puerta y respiré profundo para mantenerme calmada, me cerré


la bata y fui a abrir, vi a mi antiguo asistente tan apuesto como siempre, pero
con una expresión de chico estúpido que hizo que lo odiara de inmediato,
fuera cual fuera la razón por la cual estaba allí no era nada buena.

- Sigue – le indiqué al abrir la puerta para dejarlo pasar –


gracias, puede retirarse, le dije al empleado del hotel.
- Vaya, jamás pensé ver la espectacular Victoria White
embarazada – respiré profundo para no mandarlo a la mierda por su tono
burlón.
- ¿Qué quieres? - Dije cerrando la puerta
- No es así como se trata a los viejos amigos – siguió con su
actuación, que a cada segundo conseguía irritarme más.
- Por estos días estoy muy escasa de paciencia – le gruñí.
- Bien, entonces iré al grano, ayer una periodista fue hasta mi
casa y me hizo algunas preguntas – me tensioné pensando en lo que
podría haber dicho.
- ¡Habla de una maldita vez! – grité liberando un poco de tensión.
- Vamos Vicky, cálmate.
- ¡No me llames así!
- Bueno, como sea, no le dije nada de lo que tengas que
preocuparte.
- Pues me alegra saber que actuaste de forma inteligente,
recuerda que firmaste un acuerdo de confidencialidad.
- Si, lo recordé ayer, mientras me insistía para que hablara, por
eso le pregunté a la periodista qué estaría dispuesta a hacer para
ayudarme con ese acuerdo si decidía contarle todo lo que se de ti.
- Juro que, si dices una palabra sobre mí, te destruiré – dije en
tono amenazador.
- ¿Y crees que eso me asusta?
- Habla ya y dime qué quieres.
- Dinero.
- ¿Cuánto?
- Mucho.
- Una cifra.
- Un millón de dólares.
- Ni lo pienses.
- Bien, entonces me marcho.
- ¿De verdad crees que una periodista te dará esa suma?
- No, sé que no lo hará, pero si tú no me das ese dinero, por lo
menos tendré la satisfacción de ver el daño que te hacen mis
declaraciones.
- Pero acaso eres idiota, una de las cláusulas del acuerdo es
clara al decir que si rompes la confidencialidad tendrás que pagar una
suma de dinero que tal vez no veas en toda tu vida, pero me encargaré de
perseguirte a donde quieras que vayas y embargaré cada sueldo de cada
nuevo trabajo que consigas, no dejaré que lleves una vida próspera, seré
tu sombra hasta hacerte pagar el daño que me generen tus declaraciones.
- No me asustas.
- Pues deberías asustarte, porque cuando alguien me gana como
enemiga, es para toda la vida y prefiero gastarme ese millón de dólares
destruyéndote que dártelo.
- Te arrepentirás.
- Y tú también, pero la diferencia entre tú y yo, es que una vez la
gente se fastidie de mí, me dejaran en paz digas lo que digas y tendré el
suficiente dinero para disfrutar el resto de mi vida, en cambio tú serás
un pobre miserable con quince minutos de fama.
- Eres una… - caminó hacia mí con actitud desafiante, miré a un
lado y tomé el enorme florero que había en la mesa junto a la puerta.
- Ni un paso más – dije alzando el florero para lanzárselo.
- Victoria, lleguemos a un acuerdo –se detuvo a unos cuantos
pasos.
- Perdiste tu oportunidad cuando me amenazaste.
- Entiende, necesito un buen empleo, desde que salí de tu
empresa no he conseguido ninguno y ya me queda poco de la
indemnización que recibí cuando me despediste.
- Lárgate – hablé sin bajar el florero.
- Por favor… - se interrumpió cuando se abrió la puerta, Paul se
quedó inmóvil al ver la escena.
- ¿Qué está pasando?
- Nada, un viejo empleado que decidió hacerme una visita, pero
ya se va – dije poniendo el jarrón en la mesa.

Bratt salió muy rápido y sin mirarnos, Paul se quedó un momento más en su
sitio, después cerró la puerta.

- ¿Qué estaba pasando? – siguió de pie junto a la puerta cerrada.


- Nada.
- Victoria no lo hagas – su voz dejaba ver lo cansado que estaba
de la situación y hasta ahora estábamos comenzando – dímelo – insistió
- por lo menos hazme las cosas más fáciles – tomé aire para hablar, Paul
tenía razón, ya bastante estaba soportando.
- Fue mi asistente por un tiempo y vino a decirme que una
periodista lo buscó para hablar sobre mí.
- ¿Te lo follaste?
- Paul…
- ¿Sí o no?
- Sí.
- Y que quiere a cambio de tener la boca cerrada.
- No hablará, firmó un contrato de confidencialidad que lo
dejaría embargado toda su vida si decide incumplirlo.
- ¿Qué quiere a cambio?
- Dios… - respiré profundo y le contesté – primero pidió un
millón de dólares y después cuando se dio cuenta que no lo obtendría,
pidió un empleo.
- Entonces démosle un maldito trabajo y le cerramos la boca.
- No. Ya te dije que no hablará, le diré a Jhon que lo solucione.
- Sera que por una maldita vez puedes confiar en que yo lo
solucione – habló casi en un susurro - odio que acudas a él y no a mí.
- No es eso, es solo que…
- Lo solucionaré y punto final – dijo yendo hacia el bar para
servirse un trago.
- De acuerdo – cedí para evitar una pelea y después recordé los
planes que había hecho para esa noche – toma un baño mientras pido la
cena, quiero que te relajes y olvides por un momento toda esta mierda.
- Sí, creo que será lo mejor – dejó el vaso y fue hacia la
habitación.
Paul estaba en la bañera con los ojos cerrados y los brazos sobre el borde
y poco a poco sus músculos se fueron relajando, mientras tanto conecté mi
móvil al sonido de la suite y comenzó a sonar “often – the weeknd”

- Bastante sugestiva la canción ¿No crees? – dijo cuando entré.


- Tal vez te estoy enviando un mensaje.
- Mmmm, ¿Cuál puede ser? – hizo un gesto pensativo y en ese
momento llamaron a la puerta.
- Ya lo sabrás – mientras Paul seguía en la bañera abrí la puerta
y le indiqué a la persona que estaba al otro lado que entrara sin hacer
ruido.
- ¿Era la cena? – preguntó Paul cuando volví al baño.
- Algo mucho mejor – dije abriéndole una toalla, se puso de pie
extrañado y me tomé unos segundos para apreciar ese delicioso cuerpo
tallado - ¿confías en mí? – pregunté con la boca seca.
- Claro que si Vida – de nuevo su humor había cambiado y para
mi fortuna había sido para bien.
- Entonces ven – caminé delante de él dejando caer la bata por el
camino, quedando solo con el pequeño camisón transparente de color
negro.
- Amo la vista – sentí sus ojos clavados en mi culo enmarcado
por una diminuta tanga brasilera, mi trasero comenzaba a hacerse más
grande y respingón gracias al embarazo y a Paul parecía gustarle.

Lo guíe a la habitación y tomé las esposas con las que me había atado la
otra noche, vi duda en su rostro, pero siendo consecuente con lo que me había
dicho se dejó llevar hasta la cama, le quité la toalla y me emocionó ver que ya
estaba listo.

- Vida, no creo que pueda estar atado – dijo cuándo cerraba la


esposa de la mano derecha.
- Shhh, tampoco me sentía cómoda con ello, pero confié en ti –
dije llevando su mano izquierda atrás para cerrar la otra esposa.
- Vale – aceptó nervioso.
- Te aseguro que te va a encantar – susurré sobre sus labios antes
de besarlo.

Su boca y la mía encajaban perfectamente y nuestras lenguas se seducían la


una a la otra y solo bastaba eso para que todo mi cuerpo se erizara y mis
bragas se mojaran.

Entonces me separé y busqué en el cajón de la mesa de noche una venda


oscura.

- No – dijo cuándo la vio – Vida sea lo que sea que quieras


hacer, quiero verlo.
- Deja de lloriquear y solo concéntrate en sentir – vendé sus ojos
a pesar de su resistencia - volví a besarle para tranquilizarlo un poco –
Me encanta ver lo duro que te pones, estoy deseando tenerte adentro –
hablé seductora mientras lo acariciaba.
- Entonces móntame.
- No cariño, aun no – fui por la persona que espera en el salón
ignorando la queja de Paul por dejarlo solo – tranquilo ya volví.
- ¿Qué haces?
- Si sigues haciendo preguntas o quejándote te voy amordazar –
contesté seria para que supiera que no estaba jugando.
- Vida… - se interrumpió cuando tomé su erección con mi mano
mientras pasaba mi lengua por su oreja.
- Si quieres tener un final feliz, concéntrate en disfrutar – asintió
con un gemido.
Le hice señas a la chica rubia de la que tenía pleno conocimiento de sus
habilidades orales para que se acercara. Solté su erección y dejé que la rubia
tomara posición entre las piernas de Paul.

- Toma su miembro y acaríciale, justo como yo lo estaba


haciendo. – susurré cerca de su oído para que Paul no pudiera escuchar,
ella hizo lo que le pedí tan lentamente, que me tensioné por la ansiedad,
tomó la dura carne de Paul en su mano y la deslizó hasta la punta,
después pasó el pulgar por el glande esparciendo la gota que brotaba,
Paul gimió con tanta fuerza que el sonido retumbó en la habitación –
bien, sigue así —la rubia comenzó a subir y bajar su agarre con mayor
fuerza y cada vez más rápido. – usa tu otra mano – le dije ya que apenas
podía cerrarla.
- Vida hazlo más rápido – Paul aún no se había percatado de la
presencia de la rubia y me divertía pensar en su reacción cuando lo
supiera
- Shhh - volví acercarme a la rubia – abre tu boca y tómalo con
los labios.

Observé cómo el miembro de Paul entraba en su boca acunada por su


lengua húmeda. Ella fue profundizando cada vez más hasta que casi toda la
longitud de su miembro desapareció. ¡Dios, la sola imagen me estaba matando!
Sólo podía imaginar lo fabuloso que sería sentirlo de esa manera.

- Vida, cielo… creí que no podías – Su voz entre cortada y llena


de excitación hizo que mi deseo estuviera en niveles elevados – si para
que lo hagas me tengo que dejar atar y vendar, juro que lo haré – sentí
una ráfaga de celos por no ser yo quien le estuviera dando tanto placer,
pero decidida a que lo disfrutara volví a concentrarme.

La rubia había tomado todo lo que podía de su miembro, ella se retiró y


repitió el proceso, albergando un par de centímetros más. Paul gimió
sacudiendo sus caderas hacia arriba. Intentando llegar más profundo. —Sí —
jadee—. Chúpalo con fuerza. Las mejillas de la rubia se ahuecaron cuando lo
introdujo de nuevo en su boca.

- Vida… Dios… pue… - Paul no podía ni concretar una frase y


entonces quise tragarme sus gemidos, por eso dejé que la rubia siguiera
chupándolo mientras yo iba hacia la cabecera.

Sin tocar la cama me paré a su lado y poco a poco me fui inclinando sobre
sus labios para besarlo, Paul estaba descontrolado y parecía a punto de
explotar y solo se percató de mi cercanía cuando nuestros labios se rosaron.

- ¡¿Victoria?! – gritó separando su cara un poco - ¿Pero quién…?


Dios que…
- Tranquilo cariño, solo disfruta – susurré mientras regaba besos
por su cuello.
- ¿Y tú?
- Yo también lo estoy disfrutando, me encanta ver cómo te la
chupa.
- Esto es… es… increíble.
- ¿Quieres que te quite la venda?
- Has lo que quieras vida.
- Lo haré porque tu cuerpo es mío.
- No solo mi cuerpo, también mi alma.

Antes de quitarle la venda le pedí a la rubia que fuera más despacio o de


lo contrario, no tardaría mucho y quería que durara más, para que los dos lo
disfrutáramos.

- ¿Mejor? – le pregunté en cuanto descubrí sus ojos.


- Si – contestó con esfuerzo en medio de un jadeo, no había
bajado la mirada para saber quién estaba entre sus piernas, simplemente
me miraba mientras gemía – bésame – rogó y yo cumplí su deseo.
- Ahora ahuécale los testículos con una mano – le indiqué a la
rubia separándome un poco de Paul, ella hizo exactamente lo que le pedí
- Sigue así.
- Dame tus pechos – pidió hambriento.

No me hice rogar y me quité la camisola y los tomé en con mis manos y se


los llevé hasta la boca, él como un animal hambriento los chupó, lamió y
mordisqueo, percibí lo cerca que estaba, me lo demostraba con sus
movimientos erráticos.

- Ahora hazlo con lentitud y dureza. Haz que se corra — le pedí


mientras la miraba con lujuria.
- Voy a correrme vida – dijo echando la cabeza hacia atrás -
Lámeme el glande - exigió Paul entre dientes, estaba ejerciendo tanta
tensión que toda su mandíbula se marcaba – bésala – me dijo con
evidente esfuerzo.
- ¿Cómo? – pregunté asombrada.
- Quiero que me pruebes, hazlo a través de ella.

Dudé un momento porque no sabía si quería hacerlo y entonces volví mis


ojos hacia la punta de su glande, en él se recogía su liquido pre seminal por la
presión que hacía la rubia con la empuñadura recorriendo su erección hacia
arriba, me acerqué y después que ella le pasara la lengua recogiendo toda su
sabia se acercó a mí y me la ofreció, chupé su lengua y escuché un fuerte jadeo
de Paul al vernos.

- Ahora haz que se corra – le dije cuando corté la conexión con


ella – cariño - regresé al lado de Paul – sabes genial – le dije justo
cuando pude ver como empuñaba las manos y tensionaba todos sus
músculos, sabía que estaba cerca y quise que cuando lograra el éxtasis
lo hiciera entre mis labios, lo besé como si se me fuera la vida en ello y
entonces gritó desde sus entrañas cuando llegó al orgasmo – lámelo - le
pedí a la chica y ella obedientemente lo hizo, vi como su garganta y su
boca se movían cuando tragó todo su simiente – buena chica – la alagué
cuando se alejó lamiéndose los restos de sus labios.

La rubia entendiendo perfectamente su papel, se retiró hacia el salón de la


suite, mientras yo me subía a ahorcajadas para abrir las esposas.

- Eres maravillosa – dijo cuando sintió sus manos libres.


- ¿Maravillosa? Pero si no fui yo quien…
- Eres más que maravillosa, lo hiciste todo, primero mientras
estaba vendado solo podía pensar que eras tú quien me cubría con tu
boca y solo bastó eso para ponerme a cien, después cuando me
descubriste los ojos, solo podía ver a la mujer que amo a mi lado, con
su cuerpo deliciosamente provocativo emocionada por mi placer.
- Dios, no sé qué decir cuando me hablas así.
- Di que me amas.
- Te amo
- Y yo a ti vida.

Paul me tumbó sobre la cama y con delicadeza me quitó la tanga, después


me observó por varios segundos antes de iniciar la deliciosa tortura de besar
cada centímetro de mi piel, a cada beso repetía una y mil veces lo hermosa
que estaba y lo deliciosas que le parecían mis nuevas curvas, cuando por fin
llegó a la unión de mis muslos solo pasó la punta de su lengua por mis
tremendamente mojados pliegues, apreté las sábanas y grité gimiendo, con el
pasar de los días mi vulva y mis pechos se volvían más sensibles y calientes.
- ¿la chica ya se marchó? – sentí su aliento sobre mi caliente
vagina y todo mi cuerpo se retorció.
- No lo sé – susurré.
- ¿Quieres que la invite a jugar? – ya lo había hecho antes, ya
había disfrutado de los tríos y siempre me habían gustado, pero esta vez
un rayo de celos me atravesó.
- ¿Quieres tirártela? – pregunté apoyándome en los codos para
verlo sobre mi panza.
- ¿Confías en mí? - me respondió con otra pregunta - ¿Vida? –
inquirió enarcando su ceja derecha.
- Sí, claro que sí.
- Bien, espera un momento.

Pocos minutos después volvió con la chica, quien en cuanto cruzó la


puerta, comenzó a desvestirse, Paul no esperó a que ella estuviera desnuda y
gateó sobre la cama hasta que volvió a la posición en la que estaba.

La situación me puso incómoda, pero a medida que la estupenda lengua de


él jugaba entre mis pliegues, todo fue haciéndose más placentero, hasta el
punto que olvidé que había otra persona con nosotros.

- ¡Amo tu boca! – grité cuando una corriente recorrió toda mi


columna vertebral.
- Aún no he terminado cielo – dijo presionando mi clítoris con
sus dientes.

A la danza de su lengua se unieron sus dedos, ellos se movían en círculos


haciendo presión en la parte interna de mi perineo, eso me enloqueció, me
retorcí, grité y casi sin darme cuenta estaba haciendo erupción, mi orgasmo fue
tan brutal que se escurría por entre su mano.
- ¿Qué hiciste? – le pregunté sorprendida y devastada a la vez,
las piernas me temblaban y mi cuerpo estaba desgonzado por la
profundidad del clímax.
- Tranquila, hasta ahora estamos comenzando – se tumbó a un
lado de la cama y me levantó con su brazo hasta situarme justo sobre su
pene, el cual, estaba nuevamente duro como una roca – daté la vuelta –
lo hice con la poca fuerza que me quedaba y le di la espalda apoyando
mi pecho en sus piernas dobladas.

Paul me ayudó a subir, para luego lentamente dejarme bajar sobre su


erección, los dos gemimos al tiempo y con la ayuda de sus brazos subía y
bajaba a un ritmo pausado, en ese momento no pude evitar pensar en cómo
había perdido un poco de resistencia en comparación a antes de estar
embarazada.

Sin embargo, el cuerpo tiene memoria y una vez mi interior comenzó a


estimularse por la penetración, todos mis músculos se reactivaron.

La rubia volvió a parecer en la escena, me había olvidado de ella hasta


que la vi subirse a la cama totalmente desnuda, se me acercó y sin decir nada
comenzó a lamer mis pechos en sincronía con mi movimiento de caderas.

Nuestros sonidos se escuchaban en toda la habitación a pesar de la música


que aún seguía repitiéndose, estaba disfrutando de todas las sensaciones
cuando sentí una incursión en mi trasero.

- Solo es un juguete vida – me dijo cuándo me introdujo el dildo


anal.
- Es… es… grande – dije mientras me quedaba quieta para
permitir la entrada.
- ¿Lo soportas? – preguntó cuándo lo introdujo.
- Creo que si – contesté con la respiración entrecortada.
- Si es demasiado no dudes en decírmelo – dijo alzando un poco
mi cadera para tener mayor margen de movimiento.

El espacio entre nuestros cuerpos le permitía embestirme hacia arriba


controlando el ritmo, la rubia bajó sus manos y una la posó en mi clítoris
mientras con la otra acunaba los testículos de Paul y los dos gemimos en
respuesta a su tacto.

- Me… Me estás, mierda me estas apretando – gruñó clavando


sus dedos en mis caderas.

Podía sentir mis músculos contrayéndose alrededor de su pene, me sentí


llena y todas las sensaciones me sobrepasaban y sin poder retenerlo grité
llegando a un orgasmo más fuerte que el anterior.

Casi caigo de bruces por la debilidad, pero la rubia me sostuvo solo unos
segundos más hasta que el grito de Paul llenó todo el lugar.

Quedamos solos y Paul me acurrucó contra su pecho, no faltó más de un


par de segundos para quedar profundamente dormida entre sus brazos.

Sentía mucho calor y todo mi cuerpo sudoroso, un espasmo en mi vientre


hizo que me retorciera y cuando volví a mirar todo a mi alrededor me encontré
sola, quise levantarme de la cama, pero sentía mi cuerpo demasiado pesado,
luché para ponerme de pie, empujé mi cuerpo hacia arriba pero no pude
moverme, intenté gritar, pero tampoco me salía la voz.

- ¿Vida?… Despierta, estas teniendo una pesadilla.


De golpe me puse de pie y una punzada en mi vientre bajo me dobló.

- ¡Aich! – dije poniéndome la mano.


- ¿Estás bien? – preocupado prendió la lamparilla.
- Si, solo sentí una punzada aquí – dije señalando mi dolor.
- Llamaré a la Doctora Hart – dijo buscando su móvil.
- Claro que no, son las tres de la mañana, no la llamaremos a esta
hora solo porque sentí un espasmo.
- Pero…
- Estoy bien.
- Nos excedimos, no debí presionarte tanto y ahora estás
lastimada.
- No digas eso, de verdad estoy bien y lo de anoche era algo que
necesitábamos, hemos tenido días horribles y muy poco sexo.
- En eso tienes razón, pero estas embarazada y aunque la doctora
dijo que podíamos llevar una vida sexual normal, no creo que entre esa
normalidad se incluyan los tríos o los dildos anales – reímos por su
último comentario y vi que se relajaba un poco.
- Ya no podré dormir, ¿te gustaría ver una película? – propuse.
- Claro que sí.

Después de recorrer dos veces todos los canales al final nos decidimos
por ver The wedding date.
- Me gusta esa película – dije acomodándome entre su pecho.
- No sabía que te gustaran las comedias románticas.
- Bueno, ya sabes que sí tengo corazón.
- Siempre lo he sabido, aunque al principio quisieras esconderlo
de mí, siempre supe que tu corazón era tan enorme que yo debía estar a
la altura para llenarlo por completo y no quedara ni un poco de espacio
para otro hombre.
- Créeme, allí no hay espacio para otro.
- Entonces prométeme que tus labios no besaran otros labios que
no sean los míos y que tu cuerpo no será tocado por otras manos que no
sean las mías.
- Te lo prometo, pase lo que pase lo superaremos y ni tú ni yo
tendremos ojos para otras personas.

Cuando la película terminó, Paul se levantó de la cama para prepararse


para el trabajo, él seguía teniendo todas sus pertenencias en la suite de al lado
y cuando regresó lo hizo con el desayuno.

No sabía de qué se trataba, pero cada día que lo veía entrar con el
desayuno sentía un cosquilleo en la boca del estómago.

- ¿Te duele? – preguntó con el ceño fruncido.


- No, ¿Por qué?
- Es por tu forma de cubrirte – dijo señalando mis manos
entrecruzadas en la boca del estómago.
- No. Solo que… no se… pero cada vez que te veo siento un
cosquilleo en la boca del estómago – sonrió con ternura y caminó hacia
mí.
- Yo también te amo vida mía – me dio un suave beso.
- Desayunemos – dije sentándome con un hambre voraz.

Me tomé un momento para analizar la escena y sentí emoción cuando vi lo


domésticos que nos habíamos vuelto, yo estaba en mi camisola y bata de
dormir y él con su traje listo para ir a trabajar.
- Vida, he estado pensando en la nueva casa y me gustaría una
muy grande, sé que las distancias son odiosas, pero podríamos mirar
alguna en el Southampton.
- No lo sé, no quiero que estés lejos de tu empresa, yo tengo a
Emma y puedo trabajar desde casa, ya no me obsesiona como antes el
trabajo, incluso he pensado en venderla.
- ¿Por qué quieres venderla?
- Antes la empresa lo significaba todo para mí, solo vivía para
ejercitarme y trabajar, pero ahora cuando pienso en ella no puedo evitar
relacionarla con Stan y todo mi pasado, por eso si la vendo ya no tendría
que pensar en ello.
- ¿Estás segura?
- No, por eso no he tomado una decisión aún, pero lo estoy
pensando.
- Te apoyare en la decisión que tomes – dijo dándome una fresa.
- Y ¿tú? ¿No necesitas estar cerca?
- Podría arreglarlo, he pensado que puedo venir tres días a la
semana y el resto de tiempo me quedaría contigo.
- Podríamos intentarlo – dije pensativa - si no funciona
regresamos a Manhattan.
- Entonces llamarás a la agente y le dirás que queremos ver otras
propiedades, quisiera una grande, con un jardín enorme y tal vez una
cancha de tenis, también me gustaría que tuviéramos nuestra propia cava
de vinos y un cine, cuando nuestra hija crezca veremos películas
animadas con ella, además quiero que su habitación sea enorme, yo
mismo la pintaré.
- Vaya sí que has pensado.
- Bueno un hombre debe preocuparse por la comodidad de su
novia y de su hija.
- Hablaré con la agente y le informaré de los caprichos de mi
novio para la nueva casa.

Paul se marchó y puse un poco de música para hacer los ejercicios que
Phoebe me había enseñado, me quieté la camisola y quedé solo en ropa
interior, recordé todas las poses de yoga para mujeres embarazadas y cuando
terminé me sentí más relajada, me acomodé la bata y decidí darme un baño.

Estaba a punto de meterme a la bañera cuando llamaron a la puerta, me


sobresalté porque no esperaba a nadie y tampoco me habían llamado de lobby
para anunciarlo, abrí la puerta y la sorpresa que me llevé fue aún mayor.

- Hola Patrick – lo saludé haciéndome a un lado para dejarlo


pasar – tu hermano no está – dije cerrando la puerta.
- No vengo a verlo a él – habló con su voz ronca y gruesa – es
contigo con quien necesito hablar.
- Pues dime – dije cruzándome de brazos. Deseé llevar más ropa
puesta para sentirme más segura, pero ya era tarde
- Te sienta bien el embarazo – dijo sarcástico.
- Habla ya y dime a que viniste, no estoy de humor para escuchar
tus tonterías.
- Paul no seguirá en la Casa Mathieu.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Le advertí cuando inicio esa cruzada estúpida de buscarte por
todo el mundo, que, si te encontraba y él se veía envuelto en escándalos,
tendría que alejarse de la empresa para no dañar su imagen.
- No puedes hacer eso, él es tan dueño como tú.
- Claro que puedo hacerlo, cuento con el apoyo de la junta
directiva, además soy el presidente de la compañía.
- Pero creí que la empresa era familiar, no sabía que tuvieran
más socios.
- Y no te equivocas, la junta directiva está conformada por la
familia, mi hermana Ginebra me cedió todos sus derechos a voto y mi
madre está de acuerdo conmigo.
- No es justo, lo que se dice en los diarios y en internet solo me
afecta a mí, es mi empresa en todo caso la que se vería perjudicada, no
le hagas esto a tu hermano – hablé dolida - creí que habíamos
solucionado nuestras diferencias, pensé que ya no me odiabas.
- Son solo negocios Victoria, aunque reconozco que habría
preferido una mejor mujer para mi hermano, pero no puedo hacer nada
en contra de su elección, lo que si no pienso tolerar es que la Casa
Mathieu este en los titulares de la prensa rosa a causa de tus escándalos,
entiende que mi familia siempre ha tenido un comportamiento ejemplar y
no quiero que nuestros negocios se vean manchados por ti.
- ¿Por qué vienes a decirme todo esto? ¿Quieres que me aleje?
- Le harías un favor.
- Lo haré.
- ¿En serio? – preguntó sorprendido.
- Si, solo si tu hermano me lo pide.
- Eso no pasará, esta como un idiota por ti.
- Y yo por él.
- ¿De verdad estás enamorada de Paul? Bueno, pues deja que lo
dude, las fotografías en las que sales besándote con ese otro hombre
dicen todo lo contrario, cuando me he bajado del avión vi una revista
con nuevas imágenes junto a él, por lo que se rumora, que mientras mi
hermano te buscaba, tú estabas viviendo una relación muy amorosa.
- No sabes nada, no tienes derecho a venir a juzgarme.
- Yo solo sé lo que he visto y lo que he visto, es que sigues
siendo Victoria White, la mujer que salta de cama en cama.
- ¡Eres un maldito idiota! – tomé uno de los platos del desayuno y
se lo lancé.
- ¡Estás loca! – gritó después de esquivarlo.
- Eres un maldito imbécil – lancé el otro plato y me sorprendió
sus buenos reflejos – ¿Te crees con derecho de insultarme? – tiré un
vaso y por poco lo alcanzo – yo si estoy enamorada de tu hermano, pero
pensé que él se había casado con esa estúpida francesa – le lancé una
manzana que alcancé del frutero.
- ¡Y como la zorra que eres, no pudiste aguantar las ganas de irte
a follar con el primero que se te cruzó!
- ¡Hijo de puta! – grité al tiempo que tomaba con fuerza el florero
con tulipanes que había en el centro del salón - una zorra que besaste y
que deseaste, para mi fortuna no recuerdo nada de eso, pero tu si, y eso
te afecta – se lo tiré con tanta fuerza que a pesar de su movimiento
rápido para esquivarlo los trozos de cristal saltaron por todas partes
hiriéndolo en el brazo – ¡ahora lárgate! Antes que te desangres aquí.
- Victoria – dijo con voz baja
- Que te largues.
- Tranquilízate – pidió asustado.
- Lo haré cuando no tenga que ver tu maldita cara.
- Voy a acercarme, no hagas nada – dudé por un momento por su
repentino cambio de actitud, este imbécil tan solo un segundo antes me
estaba insultando.
- Si te acercas juro que te mato – tomé el cuchillo de cortar el
pan.
- Estás herida. – dijo dando un paso hacia mí.
- No seas imbécil, tus palabras no me hieren.
- No me refiero a eso – dijo dando otro paso.
- Me importa una mierda a que te refieres, ¡solo lárgate! – grité
histérica – si das otro paso más, lo lamentarás.

Justo en ese momento la puerta de entrada se abrió y Paul apareció con el


rostro enfurecido.
- ¿Qué está pasando? ¿Tú qué haces aquí? – dijo dando largas
zancadas para acercarse, mientras Patrick a cada segundo perdía más
color, su rostro era el reflejo del pánico – ¡Vida!, ¡Dios, estás herida! –
gritó corriendo hasta mí.

Bajé mi mirada y vi como un hilo grueso de sangre bajaba por mi pierna


derecha.

- ¿Qué es esto? – dije horrorizada cuando pasé mi mano por el


flujo de sangre.
- Te llevaré de inmediato a una clínica – Paul me tomó en brazos
- No puedo salir así, por favor, cúbreme – dije llorando, toda la
adrenalina se había ido y comencé a sentir dolor.
- Trae una maldita manta para cubrirla – le gritó Paul a su
hermano.

Patrick corrió a la habitación y la trajo, intentó cubrirme, pero con la poca


fuerza que me quedaba lo golpeé.

- ¡No me toques ! – le grité.


- Solo intento ayudar – dijo apenado.
- No quiero tu maldita ayuda – contesté con amargura.
- Ponla en el sillón – le gruñó Paul conteniendo su rabia, Patrick
puso la manta en el sillón y Paul me acostó sobre ella, después me
cubrió y volvió a tomarme en brazos.
- Saca mi teléfono y márcale a Thonny dile que nos espere en la
entrada, que es una emergencia.

La manta de color crema se fue tiñendo de rojo y sentí unas ganas enormes
de vomitar.
- Maldición, está sangrando mucho – dijo Paul preocupado.

Patrick habló con Thonny, quien confirmó que nos estaría esperando en la
entrada del hotel.

- Busca el número de la doctora Hart y llámala, dile que vamos


en camino y que Victoria está herida.

No pude soportar más las náuseas y alejando mi rostro del cuerpo de Paul
vomité, las arcadas fueron tan violentas que manché por completo a Patrick, él
no pudo moverse en el espacio reducido del Ascensor.

- Vida, no te duermas – escuché como Paul rogaba para que me


mantuviera despierta.
- Paul de donde es toda esta sangre, ¿Qué me pasa? – comencé a
desvariar.
- Tranquila vida – me susurró cuando salimos del ascensor.

Paul prácticamente estaba corriendo conmigo en brazos mientras yo trataba


de aferrarme a su cuello, Patrick corría tras nosotros y en cuanto salimos hacia
el auto, los flashes se hicieron presentes.

Le tomó más de un minuto entrar conmigo al auto, Patrick se sentó adelante


con Thonny.

- No te duermas Vida – insistió acariciándome la mejilla.


- Lo intentaré – respondí luchando contra la pesadez de mis ojos.
- ¿Qué fue lo que pasó? – le preguntó Paul a Patrick.
- Vine a hablar con ella y de pronto se volvió loca a tirar todo lo
que encontraba.
- ¿Y qué tenías que hablar con ella?
- Solo le dije que tendrías que irte de la empresa.
- Eres un maldito imbécil ¿Por qué carajos hiciste eso?, ¿Por qué
tenías que venir a ocasionar todo esto?
- Lo siento – se escuchó realmente arrepentido - jamás pensé que
resultaría de esta forma.
- Ginebra me llamó para decirme que vendrías, sabía que me
dirías que debo hacerme a un lado, esperaba que me lo dijeras a mí y en
la empresa, pero al ver que no llegabas a la oficina llamé al conductor y
me dijo que te había traído al Ritz, afortunadamente llegué a tiempo, esta
vez sí que has ido demasiado lejos Patrick.
- Lo siento hermano – dijo derrotado.
- Pues reza porque este bien, o de lo contrario, lo sentirás de
verdad – su tono amenazante no dejaba lugar a dudar de lo que haría si
las cosas terminaban mal - Vida no cierres los ojos – dijo cuando volvió
su atención a mí.
- Tengo sueño – susurré
- Mírame por favor – insistió, pero era tantas las ganas de dormir
que lo hice sin poder evitarlo.

Escuché murmullos y poco a poco fui abriendo los ojos, estaba en una
habitación de la clínica, sentía que todo mi cuerpo me dolía y recordé porque
me llevaron allí, los murmullos se hicieron más claros y reconocí la voz de
Patrick y de Paul en la habitación.

- Entiende Patrick, no estoy deslumbrado por Victoria, no soy un


adolescente estúpido y enamorado de una mujer hermosa.
- Te hará vivir un infierno.
- ¿Acaso jamás me escuchas?, te estoy diciendo que no es un
enamoramiento tonto, tal vez al principio lo fue, la primera vez que la
vi, juré que sería mía, pero no en el sentido que lo es ahora, me acerqué
a ella y vi esos ojos hermosos, pero tristes y me juré que haría que se
vieran felices. Ahora solo puedo pensar en lo mucho que la amo, la amo
con todos sus defectos, la amo con su pasado y amaré aún más mi futuro
con ella. Lo que siento es tan real, que prefiero vivir en el infierno con
ella, que estar en el paraíso con otra.
- Paul… Se fue con otro en cuanto diste la espalda.
- Yo no hice algo mejor que eso cuando la dejé en esa casa con
su ex marido y me casé con Natalia en las Vegas. Los dos hemos
cometido errores, pero ahora lo único que me importa, es que ellas estén
bien y a mi lado.
- ¿Ellas?
- Victoria está embarazada de una niña y por favor no te atrevas a
insinuar que no es mi hija o me olvidaré de que eres mi hermano.
- No lo haré, Paul… yo solo quiero tu bienestar y después de lo
que viviste con…
- Victoria no es Daiana y yo ya no soy el joven de antes, entiendo
que te preocupes, pero no quiero que vuelvas a involucrarte en nuestra
relación, por eso te exijo que te mantengas alejado de ella, jamás te le
vuelvas acercar, si quieres que me aleje de la Casa Mathieu, lo haré, si
quieres que venda mi parte de la empresa, lo haré, si crees que mi
relación con Victoria perjudica a la familia, me distanciaré de todo,
menos de ella, la única persona que podría alejarme de Victoria es ella
misma y ruego a Dios porque nunca más lo haga.
- No voy a hacerlo – hablé con la voz rota – te amo demasiado y
soy muy egoísta como para apartarme de ti, ni siquiera sabiendo que
sería lo mejor que podría pasarte.
- Shhh, no digas tonterías – dijo cuándo se puso de pie - ¿Cómo
estás Vida?
- Me duele todo el cuerpo como si hubiese corrido una maratón,
pero creo que estoy bien.
- Victoria… - Patrick también se acercó – No quería que esto
pasara.

Por un momento tuve una lucha interna entre mandarlo a la mierda o


disculparlo, entendía sus preocupaciones, pero también odiaba que me juzgara
sin saber mis verdaderos sentimientos.

- ¿Qué me pasó? – pregunté mirando a Paul e ignorando por


completo a su hermano, después de pensarlo decidí que ignorarlo era
mejor que insultarlo.
- Un cristal se incrustó en la parte alta de tu pierna derecha y
cuando viste la sangre te mareaste hasta el desmayo- me contó justo
antes que la doctora Hart entrara a la habitación.
- Victoria ¿Cómo estás?
- Adolorida.
- Has tenido un embarazo muy accidentado – habló en broma.
- Si, parece que así es – contesté.
- Debes tener más cuidado, es cierto que ya pasaste los meses de
mayor riesgo, pero aun debes cuidarte, evita alterarte, eso no le hace
bien al bebé.

Patrick agachó la cabeza y se retiró a un lado un poco apenado, Paul lo


volvió a ver y luego tomó mi mano.

- Han sido días difíciles – dijo Paul.


- Lo sé – contestó Elizabeth – pero lo que se digan en los diarios
no debe afectarte, si lo que dicen es cierto, ya no podrás hacer nada para
cambiarlo y si no lo es, ya encontrarás una forma de desmentirlo, pero
sea lo que sea, no permitas que nada altere tu embarazo ¿de acuerdo?
- De acuerdo – contesté.
Escuché las voces de personas discutiendo fuera de la habitación y pude
reconocer al hombre molesto que pedía entrar.

- Por favor no discutas con Jhon – dije justo antes de verlo pasar,
al tiempo que la doctora Hart salía pidiéndole paz.
- Vicky ¿Cómo estás? – su voz de barítono en otro tiempo hacía
que todo mi cuerpo se encrespará de deseo, pero ahora solo sentía
tranquilidad.
- Estoy bien, tranquilo, solo fue un accidente con un jarrón.
- Entonces… ¿Por qué la sacaste de la forma en que lo hiciste? –
dijo enfrentando a Paul.
- ¿Qué dices? Solo hice lo que debía hacer, traerla a una clínica
lo antes posible.
- No sabes cómo lidiar con la prensa, hay fotos de Victoria
ensangrentada por todas partes, debiste llamar a un médico para que la
atendiera en la habitación del hotel.
- ¡Basta Jhon! Por favor no sigas o te pediré que te marches.
- ¿Qué? – dijo entre sorprendido y dolido.
- Estoy cansada que cada vez que ustedes se encuentren, terminen
peleando – dije alzando un poco la voz – Tú – señalé a Paul – debes
entender y respetar mi relación con Jhon y Tú – dije señalando a Jhon –
entiende de una vez por todas, que Paul llegó a mi vida para quedarse,
es el padre de mi hija, mi pareja y el hombre que amo.

La habitación quedó en un espeso silencio en el que todos se miraban sin


decir nada y fui yo quien volvió a romperlo.

- Patrick – él estaba en un rincón de la habitación y se volvió a


verme con sorpresa cuando escuchó que lo llamaba – quiero que te
marches, ahora.
- Victoria antes de irme quisiera hablar contigo.
- No, ya no tenemos nada que hablar – Paul y Jhon seguían
callados – no quiero que Paul se aleje de su familia, pero tampoco me
voy a alejar de él, por eso te pido que llevemos la fiesta en paz, pero sin
cruzarnos en el camino.
- Perdón – dijo totalmente avergonzado.
- Vete Patrick, después hablaremos – Paul más que pedírselo se
lo ordenó.
- Me equivoqué – siguió sin moverse.
- Nada ha cambiado – dije con voz pausada – hace una hora para
ti era una zorra que saltaba de cama en cama.
- Victoria… - me interrumpió con un hilo de voz
- Patrick lárgate – advirtió Paul cada vez más molesto.
- Hazle caso a tu hermano o yo mismo te saco de aquí – dijo Jhon
soltando los botones de su chaqueta – no sabes nada de Victoria, la
juzgas sin conocerla, pero te enseñaré a respetarla – se acercó a él con
movimientos lentos.
- Jhon… - lo detuve del brazo y mirándolo con advertencia.
- Déjame hablar – dijo soltándose con delicadeza – todo esto es
por el colombiano, pero no te conocen como yo para entender porque
estabas con él.
- No sigas – hablé nerviosa por lo que pudiera decir.
- Es la primera vez que Victoria se enamora y para su desgracia
lo hizo de un idiota –miró a Paul - por eso cuando creyó que él se
casaría, no supo cómo reaccionar, ella no es una mujer de dramas y
pensó que con tiempo y distancia lo olvidaría, se fue buscando refugio
en un lugar donde no la reconocieran y cuando conoció a ese hombre vio
una oportunidad para borrarte de su corazón – se detuvo para mirarme y
después siguió – no sabías que cuando se ama de verdad a alguien, no se
puede arrancar esa persona de la mente ni del alma aunque tengas a
alguien bueno a tu lado dispuesto a amarte – estaba hablando de sus
propios sentimientos y quise consolarlo, pero estaba cansada de
mostrarme tan débil.
Patrick sin despedirse, ni decir nada de lo que dijo Jhon se marchó.

- ¿Quieres que pida un aplazamiento para la declaración de


mañana? – preguntó cambiando de tema.
- No. Quiero salir pronto de ese problema.
- Bien, entonces nos vemos mañana – dijo antes de darme un
beso en la frente para después marcharse.

La doctora Hart volvió con la orden de salida, insistió en que debería


guardar reposo y después se despidió, el móvil sonó y vi el nombre de Emma
en la pantalla.

- Estoy bien Emma – le dije en cuanto contesté.


- ¡Dios! Victoria acabo de salir de una reunión y lo primero que
me encuentro es con una foto en la que Paul te lleva en brazos totalmente
ensangrentada.
- Lo sé, fue un accidente insignificante.
- Voy a verte.
- No es necesario Emma, de verdad estoy bien, mejor habla con
Angie, dile que necesito una casa pronto, ya no puedo vivir en el hotel.
- Voy a enviarte la información que me llegó de un ático, creo
que es todo lo que necesitas.
- No es necesario que me la envíes, si piensas que es perfecto
entonces has los arreglos y dime cuando puedo verlo.
- Bien, te llamaré luego y te avisaré.
- Emma, por favor habla con Valentino y Angelina, diles que
estoy bien y que no es necesario que vayan a verme, quiero evitar más
show.
- De acuerdo.

Paul estaba callado y pensativo desde que Jhon se había marchado y en


silencio me ayudó a vestirme con la ropa que Thonny había traído.

- ¿Seguirás callado? – pregunté mientras él me subía el cierre de


vestido.
- Es lo mejor – habló bajo.
- ¿Qué pasa por tu mente? ¿Es lo que dijo tu hermano? ¿Es lo que
dijo Jhon?, no me dejes con esta angustia, recuerda que no debo
alterarme – dije manipulándolo con la recomendación médica.

Me miró por un instante que se hizo largo y cuando creí que no hablaría lo
vi derramar una lágrima y de inmediato la limpió con rabia.

- Odio lo mucho que ese hombre te conoce, odio que hable de ti


con tanta propiedad, pero lo que más odio, es que me diga en la cara lo
mucho que te ama y como él no habría cometido los errores que yo
estúpidamente si he cometido – sus palabras estaban llenas de dolor y
sentí un deseo enorme por hacer que se sintiera mejor.
- Jhon tiene mi amistad, mi cariño y mi apoyo, pero jamás ha
tenido, ni tendrá mi amor, ese solo te lo he entregado a ti, antes de
conocerte sabía como entregar mi cuerpo, como aprovechar el deseo que
despertaba en los hombres, me volví experta en manipular para
conseguir lo que deseaba, pero fue solo hasta que te conocí, que
descubrí la dicha de ser amada por el hombre que amas y después de
eso, lo demás no significa nada – vi como las lágrimas le ganaban la
batalla y se derramaban por su rostro – quisiera no tener un pasado,
quisiera que todo lo vivido antes de ti desapareciera, pero eso es
imposible, aquí me tienes, soy una simple mortal con un pasado
vergonzoso y aunque quiero prometerte que jamás volveré a
equivocarme, no puedo hacerlo, porque estoy segura que volveré a errar
y solo le pido a Dios que puedas perdonarme como lo has hecho hasta
ahora, porque después de ti no tengo nada.
- Vida…
- Cuando te pregunté por qué me decías así, me contestaste que te
sentías vivo cuando estabas conmigo, ahora soy yo la que te dice que
eres mi vida entera y que solo tú, me haces sentir realmente viva.
- Yo… - intentó hablar, pero su voz estaba quebrada.
- Shhh… - puse un dedo en sus labios – dime que estamos bien y
que superaremos todo esto – movió su cabeza afirmando – entonces
vamos y enfrentemos este infierno.

Cuando subimos al auto, Paul me sugirió ir al apartamento en el que había


estado viviendo en el tiempo que estuve lejos, pero me negué, quería evitar un
nuevo enfrentamiento con algún miembro de su familia.

Me llevó en brazos hasta la habitación sin importarle que nos


fotografiaran, dejé que me cargara porque me dolía la herida al caminar,
cuando pasamos por el lobby, el gerente del hotel se acercó para hablar sobre
los destrozos de la habitación, Paul dijo que pagaría todo y sin alargar más la
conversación me llevó hasta el ascensor, cuando salimos me sorprendió ver
que entrábamos a la suite que él había tomado.

- Es mejor que estemos aquí, la tuya está hecha un desastre.


- Bien – contesté mientras lo observaba cubriéndome con la
manta.
- ¿Te duele mucho?
- Un poco.
- Lamento lo de mi hermano, no volverá a molestarte, lo juro.
- Yo también lamento que por mi tengas que dejar la empresa.
- No pienses en eso.
7

Me sentía en una película de policías y ladrones, encerrada en un cuarto


oscuro alumbrado por una luz cálida y un espejo del tamaño de la pared.

- Tranquila – Jhon trataba de calmar mi ansiedad.


- No entiendo por qué tengo que estar aquí – dije al tiempo que
dos hombres vestidos de negro entraban a la habitación.
- Soy el detective Ethan Hall y él es mi compañero Jace Morris –
Habló el más desagradable de ellos, el detective Hall de piel blanca y
cabello rojizo, tenía el aspecto de un motociclista veterano con una
enorme barriga que imaginaba hacía imposible que pudiera ver su
propio pene.
- Jhon Greene - Se puso de pie y les tendió la mano – como
pueden ver el estado de mi cliente es de cuidado, por eso pido que no se
tomen mucho tiempo para hacer las preguntas que deban hacer.
- No se preocupe Señor Greene, Si la señora Castaño coopera,
todo terminará muy rápido – habló el detective Morris, se veía mucho
más joven que su compañero y su aspecto era el de un joven agradable
de linda mirada y sonrisa perfecta enmarcada por su piel morena por el
sol.

Las primeras preguntas fueron amables, incluso lograron que me sintiera


muy cómoda.

- ¿Por qué salió del país? – preguntó Hall


- Quería tomar unas vacaciones y alejarme del acoso de los
medios.
- ¿Por qué se firmó el acuerdo de divorcio, justo antes que el
señor White fuera recluido en un centro Psiquiátrico?
- Duramos un par de semanas hablando sobre el acuerdo y
cuando lo firmó no parecía tener ningún problema mental – dije con
inocencia.
- No le extrañó que el señor White fuera tan generoso en el
acuerdo, sobre todo después de enterarse que su esposa no había sido
una niña buena en el tiempo que él estuvo en coma.
- No respondas – gruñó Jhon – detective está cruzando el límite.
- Tranquilo – calmé a Jhon – Stan siempre fue muy generoso –
contesté viéndolo a los ojos y sin un atisbo de duda.
- ¿Por qué si estaban negociando el acuerdo, usted se fue a vivir
unos días a la mansión?
- Por Rebeca, ella estaba muy enferma y yo quise acompañarla.
- ¿Y después se marchó y dejó que muriera sola?
- Fue su deseo, me pidió mil veces que no la viera morir- estaba
improvisando y lo estaba haciendo muy segura.
- Tenemos la declaración de tres hombres que trabajaron para el
señor White y ellos aseguran que usted estaba secuestrada en la
mansión.
- No es cierto.
- ¿Tampoco es cierto que el señor White la golpeó y amenazó con
matarla si intentaba escapar?
- Esto es absurdo – dijo Jhon - si mi cliente hubiese sido
sometida a esos maltratos, habríamos puesto la denuncia en contra de
Stan White.
- Tal vez no lo hicieron porque contaron con el apoyo de un
extranjero con demasiado poder como para ocultar todo.
- Sea claro, porque usted no puede hacer esas acusaciones
basado en suposiciones – le recriminó Jhon.
- No son suposiciones, hay tres testigos que lo afirman.
- No es prueba suficiente – Jhon cada vez estaba más molesto.
- ¿Tampoco es prueba suficiente la declaración del Psiquiatra en
la que afirma que fue presionado para dar la orden de internar al señor
White en esa clínica?
- ¿No se dé que está hablando?, Stan fue de manera voluntaria a
ver ese médico y también voluntariamente aceptó someterse al
tratamiento – dije esta vez titubeando un poco.
- ¿Está segura de lo que está diciendo?
- Si – ya estaba demasiado nerviosa, no esperaba que el médico
psiquiatra hubiese hablado en nuestra contra.
- ¿Sabe cómo murió el señor White? – me cuestionó acercándose
un poco más a la mesa.
- Se colgó – contesté intentando parecer serena.
- Cuando registramos su habitación en la clínica, encontramos
estas fotografías – sacó un manojo de fotografías de un sobre amarillo.

Las esparció y sentí mi corazón acelerado, perdí mi calor corporal y quise


salir corriendo, aunque en ese momento las piernas no me habrían respondido.

Miré cada una de ellas con horror y sentí como Jhon se removía incómodo
a mi lado, estaba tan nervioso como yo.

Fotos del día de nuestro matrimonio en la que pude ver mi falsa sonrisa
rodeada de un montón de amigos de Stan, también había fotos más íntimas, en
algunas salía en ropa interior de las que usaba cuando eran los días de juegos
y me aterró la idea de ver una imagen teniendo sexo con Stan o con algunos de
sus amigos.

- ¿De dónde sacaron estas fotos? – dijo Jhon perturbado mientras


removía las imágenes en busca de aquellas en las que yo estaba
pensando.
- Ya le dije señor Greene que las encontramos en la habitación
de señor White – Jhon arrugó un puñado de fotos con rabia.
- Abogado está destruyendo evidencia – dijo el agente Hall
recogiendo las fotos.
- ¡¿Evidencia de qué?! – preguntó Jhon perdiendo los papeles.
- Pues esto muestra lo enamorado que estaba el señor White de
su esposa, es por eso que es tan extraño que le concediera el divorcio
tan pronto.
- Esto solo muestra lo loco que estaba – dije temblando.
- ¿Está asustada señora Castaño?
- No – mentí.
- ¿No le asusta que estas no sean las únicas fotografías que
guardaba el señor White? – sentí que el mundo se movía y tuve que
aferrarme con fuerza de la silla.
- ¿Hay más fotos? – pregunté poniéndome en evidencia.
- No queremos quitarle más tiempo señora – se pusieron de pie y
se dirigieron hacia la puerta – si necesitamos hacerle más preguntas le
informaremos.

Subimos al auto en medio de un enjambre de periodistas, con cada día que


pasaba el número aumentaba en todas partes.

- ¡¿Por qué tienen esas malditas fotos?! – pregunté histérica.


- Victoria, yo…
- ¡Me juraste que las habías quemado todas!
- Lo hice, quemé las que tenía en las cajas fuerte de la mansión y
de la oficina, estaba seguro que eran todas.
- ¡Pues evidentemente no eran todas! ¡Dios Jhon! ¿Qué otras fotos
tendrán en su poder?
- Lo averiguaré.
- ¿Lo averiguaras? ¿Cuándo? Eso dijiste sobre quién estaba
detrás de esto.
- Victoria, cálmate, lo solucionaré.

Respiré profundo y me concentré en observar a través de la ventana el


mundo que corría de un lado para otro, estaba tratando de pensar en cualquier
otra cosa, cuando mi móvil comenzó a sonar.
- Vida, ¿Cómo estás? – Paul sonaba preocupado.
- Estoy bien – dije con desanimo.
- ¿Vas para el hotel?
- No, primero iré a la oficina de Jhon, hay cosas que debemos
hacer.
- Cariño, no creo que sea buena idea, debes descansar, no quiero
que la herida se lastime…
- Tendré cuidado, pero debo solucionar un asunto antes de ir a
descansar.
- ¿Todo va bien? ¿Pasó algo en la declaración?
- Nada que no se pueda solucionar.
- ¿Me lo contarás?
- Claro – volví a mentir, llevaba años haciéndolo y me salía muy
natural.

Colgué el teléfono y volví a ver por la ventana, no quería ocultarle nada a


Paul, pero tampoco podía decirle sobre esas malditas fotos.

- Vicky no es necesario que vengas a mi oficina, me encargaré de


todo – dijo tomándome de la mano.
- Haré algunas llamadas, quiero hablar con José Ramírez ya es
hora que vuelva a tomar las riendas de todo.
- ¿Estás dudando de mí? – cuestionó dolido.
- No, simplemente esto se ha vuelto personal – contesté
mirándolo a los ojos – ir a la empresa es imposible por la cantidad de
periodistas, espero que puedas hacerme un espacio en tu enorme oficina
para arreglar algunas cosas.
- Sera un placer tenerte como compañera de trabajo.
Antes de llegar Jhon llamó para que el personal de mantenimiento tuviera
listo un escritorio en su oficina, por mi parte llamé a Emma para que
tuviéramos una videoconferencia para discutir todos los asuntos importantes.

Jhon me ayudó a bajar del auto, llevaba un vestido veraniego y unos


zapatos planos, la herida de la pierna me molestaba un poco, pero disimulaba
el dolor para que nadie me pidiera que fuera descansar.

- Tu equipo trabaja rápido – dije cuando vi el escritorio


totalmente equipado al otro lado de su despacho, su oficina es tan grande
que aun sin ninguna división podíamos sentir intimidad cada uno en su
escritorio.
- Les pago bien – contestó alzando los hombros.
- Vaya, entonces tendré que revisar los sueldos de mis empleados
– dije con una sonrisa.

Jamás me había sentido tan consentida mientras trabajaba, ni siquiera en


mi propia empresa se preocupaban tanto por mi bienestar.

- Vas a hacer que engorde – dije acercándome a su escritorio.


- Debes alimentarte bien – contestó complacido.
- Sí, pero eso no quiere decir que deba comer cada diez minutos.
- Pero veo que te lo has comido todo – dijo burlón.
- No es mi culpa que todo este delicioso – dije antes de llevarme
el sándwich de atún a la boca.
- Y espera a probar el almuerzo – dijo mirando el reloj.
- No puedo, no me cabe nada más – dije pasándole un trozo de
sándwich.
- No puedes despreciar una deliciosa ensalada mexicana de
nuestro restaurante favorito.
- Tienes razón, no puedo despreciarla, pero a medio día tendré
una videoconferencia con Emma.
- Entonces pediré ya mismo que la traigan y así no tendremos que
salir de la oficina.
- Estupendo - dije antes de contestar mi móvil – Hola José –
hablé de camino a mi escritorio.
- ¿Cómo estas Victoria?
- Eso depende de lo que tengas por decirme.
- No es mucho lo que he logrado investigar, solo te puedo decir
que quien sea que esté detrás de la investigación de la muerte de Stan
White, es alguien muy importante, porque la presión viene de arriba.
- Necesito saberlo, necesito que me ayudes a descubrirlo.
- Estoy en ello.

Después de decirle a Jhon, él buscó a uno de los mejores investigadores


de New York y que pertenecían a su nómina, le pidió que investigaran y le
entregaran cualquier información, así pareciera sin importancia.

Magdalen llamó a la oficina y Jhon prefirió contestar en la sala de juntas,


imaginé que ya debía saber que estaba trabajando desde la oficina de su
marido y lo había tomado fatal.

Estaba revisando unos correos electrónicos cuando entró la llamada por


skype de Emma.

- Hola Vicky – dijo cuándo nos vimos la una a la otra.


- ¿Qué te pasa? – pregunté al detallar sus ojos rojos e hinchados.
- Es un maldito virus – intentó sonreír.
- Ese virus tiene nombre y apellido ¿Andreas Delmas?
- No puedo mentirte ¿cierto?
- Creo que no, dime que te ha hecho llorar.
- He visto unas fotografías suyas con una mujer en Alemania.
- ¿Qué clase de fotos?
- De la clase donde te besas.
- Maldito imbécil – Emma era muy buena y no merecía que le
hiciera esto - Lo siento y también siento que no hayamos tenido tiempo
para nosotras.
- Lo sé, todo ha sido una locura, pero pronto nos pondremos al
día.
- ¿Un fin de semana?
- Eso sería fabuloso, pero no creo que Paul quiera dejarte ir un
fin de semana.
- Ya veremos – dije pensando que tenía razón, pero también con
la seguridad de querer tiempo con ella.
- Entonces que no se hable más, tendremos un fin de semana de
amigos, le diré a Valentino y a Angelina.
- Bien – dije contenta por verla con entusiasmo - ahora dime que
querías hablarme.
- Ya está lista la nueva línea de colores brillantes y cuando todo
esto comenzó me dijiste que querías el lanzamiento con un gran
concierto y entre los cantantes quería a tu favorito Michael Buble.
- He cambiado de opinión.
- ¿No quieres el concierto?
- Sí, pero quiero que sea diferente a lo que habíamos hablado.
- ¿Y cómo lo quieres?
- Quiero que el lanzamiento sea en Miami y quiero que sea un
concierto totalmente latino, nuestra marca está creciendo mucho en esta
comunidad y hay que mostrar agradecimiento.
- Me agrada mucho esa idea y ese “yo latino” que te está
saliendo, es de lo mejor.
- A mí también me gusta – contesté exaltada.
- Tienes algún artista en mente.
- Sí, quiero que estén Marck Anthony, Carlos Vives y Gente de
Zona.
- Mmm, me gusta mucho, Pero… ¿Quién es Carlos Vives? y
¿Gente de Zona?
- Búscalos y escúchalos, son geniales.
- Bien lo haré y también comenzaré a hacer los contactos con sus
agentes.
- Otra cosa – la interrumpí - quiero que el concierto sea el 20 de
septiembre, es el cumpleaños de Paul.
- Wow, sí que te has vuelto romántica.
- Tonta – dije haciendo un mohín – hay alguien más que quiero
que esté, es un chico de un bar al que iba a cenar los viernes mientras
viví en Bogotá, escribe sus propias canciones y es muy bueno, solo que
nadie lo ha descubierto aún.
- Dame los datos y lo contactaré.
- Bien, ahora dime ¿A dónde quieres ir?
- Playa …
- Espera, tengo una llamada – dije antes de contestarle a Zafir.

La llamada fue corta, pero me dijo que estaría en América ese fin de
semana atendiendo algunos asuntos y para hablar conmigo.

- Estaba pensando salir este fin de semana a la playa con unos


amigos, ya sabes, descansar un poco.
- Entonces te ofrezco mi casa de las Bahamas, puedes irte cuando
quieras, yo te alcanzaré el sábado por la noche.
- Eso sería perfecto.
- Allí nadie te molestará, tengo un acuerdo con la prensa de no
acercarse a ella.
- Así que allí es donde haces todas tus perversiones – hablé de
manera pícara.
- Oh si, ese sitio ha visto muchas perversiones – contestó en el
mismo tono.

Cuando colgué la llamada le dije a Emma que iríamos a la casa de Zafir en


Bahamas, se emocionó demasiado hasta el punto de besar la pantalla.

Jhon volvió con las ensaladas y aunque ya no tenía hambre, no pude


resistirme, definitivamente trabajar con Jhon haría que subiera unos kilos más.

Después de comer, Paul me llamó, dijo que quería verme, entonces deje
todo y me fui al hotel después de agradecerle a Jhon su comprensión.

- ¿Pasa algo? – pregunté al entrar y verlo parado viendo a través


de las ventanas, tenía las manos en los bolsillos y la cabeza gacha.
- Hay algo que debo decirte – dijo mientras caminaba a paso
ligero hacia mí.
- Dime – hablé un poco ansiosa.
- Mi hermano está arrepentido por lo que pasó, por eso me ha
pedido que no abandone la empresa.
- Y eso está bien ¿no?
- En realidad, quiero irme.
- ¿Cómo?
- Lo mejor es que dé un paso al lado.
- ¿Estás seguro? o acaso es… ¿Es por mí?
- Claro que no es por ti y si estoy seguro, además recordé lo que
dijiste acerca de querer vender la empresa, tal vez juntos podamos hacer
algo ¿No crees?
- Yo aún no he tomado una decisión.
- Pero…
- Creo que debemos tomarnos esto con calma, hay muchas cosas
que analizar.
- Pensé que te gustaría la idea.
- Cariño, primero no quiero que te alejes de tu familia por mí, el
que nunca haya tenido una familia no quiere decir que no sepa la
importancia que tiene, y segundo, no sé si sea buena idea que trabajemos
juntos, me gusta hacer las cosas a mi manera y tal vez eso sea un
problema para nuestra relación.
- Entonces es un no.
- No. Entonces es un analicémoslo más.
- ¿Qué quieres hacer este fin de semana? – preguntó cambiando
de tema.
- Bueno, estaba pensando en pasarla con mis amigos y así tú te
tomas un par de días para arreglar las cosas con tu hermano.
- No quiero estar lejos de ti, hemos estado separados por mucho
tiempo.
- Pero…
- Con mi hermano ya he hablado, se ha disculpado mil veces y ya
he aceptado sus disculpas.
- Zafir me ha ofrecido su casa en las Bahamas y estaba
pensando…
- ¿El príncipe? – dijo con tono sarcástico.
- Si, recuerda que es el dueño de Parfum.
- No me gusta la idea – se cruzó de brazos y me miró desafiante.
- Ven con nosotros, ya verás que no tienes nada de qué
preocuparte, Zafir es solo un amigo.
- ¿Por qué quedarnos en su casa si podemos hacerlo en un hotel?
- ¿Y estar acosados por la prensa?, no, claro que no, Zafir me ha
ofrecido su casa porque está protegida de curiosos.
- ¿Realmente quieres ir? – habló con más comprensión.
- Si.
- De acuerdo, iremos – aceptó con resignación.

Esa noche después de cenar me quedé dormida en el sillón mientras


escuchábamos música y en medio del sueño sentí a Paul llevándome a la cama
y cubriéndome con una manta.

- ¡Dios, si! Se siente… - suspiré al juzgar su lengua entre mis


piernas – no te detengas – bajé mi mano y enredé mis dedos en sus
cabellos, él con cuidado subió mis piernas a sus hombros y puso un
cojín debajo de mis caderas.
- Preciosa y húmeda – murmuró dejando que su aliento me
recorriera.

La deliciosa y delicada danza de su lengua me llevó al borde del placer,


sus dedos entraron al baile y mi cuerpo comenzó a temblar – Si, así – gemí
rogando porque lo hiciera con más fuerza, pero se detuvo, alzó la mirada y se
quedó en silencio, estaba como los cocodrilos cuando solo sacan sus ojos
sobre el agua y resto de su cuerpo queda oculto en el turbio pantano.

Quise gritarle que no me dejara así, que necesitaba mi liberación, pero la


voz no me salía y de pronto se puso de pie y salió de la habitación.

- ¡PAUL! – grité para que regresara, pero…


Desperté, miré a mi alrededor, toda la habitación seguía en silencio y Paul
dormía a mi lado.

Inexplicablemente sentí unas enormes ganas de llorar, no podía saber el


por qué, pero me sentía tan desolada y necesitada que debía sentirlo.

- Paul – los llamé tocándole el hombro.


- ¿Sí? – dijo removiéndose dormido.
- Despierta – le pedí suavemente.
- ¿Qué pasa Vida?
- Te necesito.
- ¿Te sientes mal? – dijo poniéndose en alerta.
- Estoy bien, pero necesito sentirte.
- Vida… estás herida, aun debemos tener cuidado, no quiero
lastimarte.
- Por favor – rogué.
- Shhh, tranquila.

Me besó y volvió a dejarme acostada en la cama, con cuidado me quitó las


bragas y como si adivinara lo que había soñado llevó su boca a mi
entrepierna.

- Vida, estas empapada – dijo pasando la punta de su lengua por


entre mis pliegues.
- Lo estoy porque hace un momento no terminaste lo que
comenzaste.
- ¿Cómo? – preguntó confundido.
- Nada.

Mi cuerpo sensible y caliente respondía a sus caricias de forma inmediata,


aún estaban recientes las sensaciones del sueño y no faltó mucho para que mi
cuerpo se liberara de la tensión acumulada.

- Eso fue rápido – dijo pasándose la lengua por los labios.


- Pero delicioso – contesté recuperando el aire.

Cuando irguió la espalda pude ver que ahora el que necesitaba alivio era
él, su erección amenazaba con romper su bóxer.

Me senté y la liberé, Paul soltó el aire que había estado conteniendo en su


pecho y suavemente comencé un vaivén haciendo que su cuerpo se tensionara.

Hice que se inclinara para besarme, y poco a poco lo fui llevando hasta mi
entrada.

- Vida… - habló apretando los dientes.


- Lo deseas – afirmé mientras rosaba su capullo por mi humedad.
- No quiero lastimarte – todas las venas de su cuello se brotaron
como evidencia del esfuerzo que estaba haciendo por mantenerse firme.
- Házmelo suavemente.
- ¿Suavemente?… Cielo no tardarás mucho para pedirme que sea
duro.
- Hazlo, toma el control y házmelo como quieras.

Lentamente fue penetrándome y admiré su poder de autocontrol, sabía


perfectamente que a él le gustaba tanto como a mí el sexo fuerte.

- Tenías razón – dije entre gemidos.


- ¿En qué? – preguntó jadeando.
- En que te voy a pedir que me des más duro.
- No me obligues a atarte – dijo al límite de la cordura.
- Pero… tú también lo quieres – dije removiéndome un poco y
entonces hice una mueca de dolor por una punzada en la pierna.
- Aférrate a la cabecera de la cama – habló muy serio al tiempo
que detuvo el movimiento de pelvis.
- ¿Por qué?
- Aférrate y no te sueltes o de lo contrario no terminaré lo que he
comenzado.
- ¡Maldición! – me quejé al tiempo que hacia lo que me pedía.

Siguió cogiéndome suavemente y eso me estaba torturando, quería gritarle


y obligarlo que fuera rudo, pero sabía que, si lo hacía, él se detendría por
completo.

- Por favor – supliqué.


- Lo sé vida – dijo presionando mi clítoris con su pulgar y sin
dejar de mover su cadera.

El orgasmo poco a poco se creó en mi interior y Paul conociendo mi


cuerpo a la perfección se dio cuenta de ello y con rápidos movimientos en
círculos y penetrándome más rápido, pero sin mayor profundidad, me llevó
hasta el clímax.

Cuando mi orgasmo cesó Paul sacó su erección y masturbándose


fuertemente explotó sobre mi abultado vientre, la imagen era morbosa y
excitante, Paul seguía gruñendo con la cabeza echada hacia atrás y su mano
aferrada a su pene.

- Es la primera vez que tienes hacerlo – le demandé.


- Quise un final diferente – contestó dejándose caer a un lado con
una sonrisa en el rostro.
- No me engañas y lo sabes – dije mirándolo fijamente.

No me contestó, pero me pasó el brazo por debajo de la cabeza y me


acercó a su pecho.

- No es como cuando nos conocimos – insistí


- Ahora es mejor.
- Lo dices para hacerme sentir bien, sé que disfrutas mucho más
cuando no te limitas.
- Vida… ahora es mejor, nos amamos.

Besé su pecho con una enorme sonrisa en mi rostro, jamás pensé que
palabras como las que acababa de escuchar me hicieran sentir tan emocionada.

- Pero no te acostumbres, porque cuando ya no esté embarazada


quiero que volvamos a lo rudo.
- Vida, cuando ya no estés embarazada te voy a dar tan duro que
pedirás piedad.
- Me gusta lo de pedir piedad.

Volví a caer dormida en su pecho, pero esta vez me sentía mucho mejor y
más relajada.
- ¿Dormilona? – poco a poco abrí los ojos y amé la imagen que
apareció ante mí, Paul acababa de darse una ducha y aún tenía el cabello
y el pecho húmedos, estaba sentado al borde de la cama y tenía una
hermosa sonrisa que achinaba sus ojos.
- ¿Es tarde? – pregunté incorporándome.
- Angelina acaba de llamar para informar que podemos ir a ver
el ático.
- Perfecto, si nos gusta podemos hacer los arreglos hoy mismo y
dejar todo listo antes de irnos a las Bahamas.
- Entonces date prisa, el desayuno no tardará en llegar.

El ático está ubicado en 157 West 57th Street, en pleno corazón de


Manhattan con más de cuatrocientos metros cuadrados en uno de los mejores
condominios de la ciudad, había modernidad por cada uno de sus rincones, los
espacios sociales estaban diseñados para recibir una gran cantidad de
personas, pero definitivamente lo que me enamoró fue su vista, el ático tenía
muy pocas paredes, las ventanas iban de piso a techo, incluso en el baño de la
habitación principal, la bañera en mármol blanco estaba al lado del enorme
ventanal por el que entraba la luz del sol dando una preciosa imagen.

- Cuál es el precio – le pregunté a la agente.


- Veinticinco millones de dólares – contestó con una sonrisa y
pude ver como sus ojos giraban como las máquinas traga monedas de los
casinos, estaba pensando en su comisión.
- Bien – dije en tono neutro, pensé en mi anterior apartamento
que también era muy cómodo, pero costaba la mitad del que ahora me
mostraban.
- Nos permiten un segundo – pidió Paul a Angie y la agente.
- ¿Qué pasa? – pregunté al quedarnos solos en el precioso baño.
- ¿Lo quieres?
- Me encanta, pero no tenía pensado gastar tanto dinero.
- Lo compraremos juntos.
- No es necesario, cuento con el capital para hacerlo, además ya
hay una oferta por la mansión.
- Sé que puedes comprarlo sin mi ayuda, pero… esto sería una
muestra de compromiso de nuestra parte – entendí de inmediato lo que
quería decir, algunas personas se casan, nosotros compraríamos una
casa juntos.
- Imagino que eso quiere decir que a ti también te gustó – dije
tomándolo de la mano.
- Bueno, me había hecho a la idea de comprar una enorme casa
con cava de vinos, cancha de tenis y cine, pero ver lo mucho que te gusta
ha hecho que cambie de idea.
- Entonces… ¿compraremos nuestra primera casa?
- Hecho – dijo notablemente feliz.

El sábado por la mañana Thonny nos dejó justo frente del Jet de Paul,
cuando entramos ya estaban en sus asientos Angelina junto a la pequeña Lucy y
Valentino junto a Richard y Emma.

La propiedad a la que llegamos, estaba inspirada en la lujosa arquitectura


de Versalles, en su interior contaba con casi una docena de habitaciones, una
escalera de mármol doble y una piscina interior sumada a tres piscinas
exteriores, era evidente que la propiedad pertenecía a un billonario y
excéntrico príncipe de medio oriente.

- ¡Dios! Esto es… - Angelina no pudo terminar la frase, estaba


tan sorprendida que no podía ni hablar.
- Digno de un príncipe – Valentino la terminó por ella.
El personal de servicio se encargó de ubicarnos en nuestras habitaciones,
Paul estaba un poco tenso, sabía que él hubiese preferido un hotel, pero
pensando en nuestra tranquilidad no se había opuesto.

- Perfecta – dijo cuándo me vio usando el bikini.


- No es necesario que seas tan zalamero – dije guiñándole un ojo.
- Solo digo la verdad – habló alzando los hombros.
- Ha crecido mucho – dije acariciándome la panza – y hoy se ha
movido muy fuerte.
- Eres la mujer embarazada más hermosa que haya visto en toda
mi vida – sonreí por su cumplido.
- Ya falta solo un poco más de tres meses para que la
conozcamos.
- Falta muy poco para que dejemos de ser dos.
- Aun siento miedo al pensar que no pueda hacerlo bien.
- Nadie sabe cómo ser un buen padre o madre, eso es algo que se
aprende por el camino, pero estoy seguro que los errores que
cometamos, jamás serán por falta de amor.
- La idea de cometer errores con mi hija no me hace sentir mejor.
- Tranquila, lo lograremos, a propósito, mi madre me habló ayer
y quiere visitarnos pronto, desde que se enteró que tendría una nieta se
ha vuelto loca comprándole cosas.
- ¿No me odia? – Patrick me había dicho que su madre estaba de
acuerdo con que Paul se fuera de la empresa, pensé que era una forma de
presionarlo para dejarme, por eso deduje que Sara también me odiaba.
- Claro que no.
- Creí que ella y tu hermano…
- Vida, mi madre y mi hermana están muy emocionadas con la
idea de nuestro bebé, pero quieren darnos espacio hasta que todo esto se
solucione y por mi hermano deja de preocuparte, realmente está muy
apenado por lo que sucedió.

Bajamos a la piscina y mientras Paul me ayudaba a ponerme bloqueador en


todo el cuerpo, Angelina dejaba a Lucy en la piscina más pequeña al cuidado
de una de las chicas del servicio.

- Pedí que te trajeran un jugo de naranja con zanahoria, eso


ayudará para que tu piel tome un color más bonito y para el resto de
nosotros pedí que nos hicieran unas margaritas.
- Vaya, te va bien el trabajo de señora de la casa – le dije en tono
burlón haciendo que Paul soltara una carcajada.
- Pues debo confesar, que con un hombre como Zafir, me
conformo incluso con el trabajo de amante.
- Que libertina te has vuelto – volví a burlarme.
- Vicky, apuesto que tú con tu panza tienes más sexo del que yo
he tenido en el último año, primero el idiota de Frank como estaba con
la perra de su secretaria no respondía a mis insinuaciones y después de
separarme, la cosa empeoró.
- Es una verdadera desgracia – dije muy seria.
- ¿Qué es una desgracia? – preguntó Valentino cuando llegaba
con Richard.
- El poco sexo que ha tenido Angelina este año.
- Paul deberías presentarle a tu hermano, así matamos dos
pájaros de un tiro, a tu hermano le quitamos la amargura que lo
atormenta y a Angelina le matamos la ganas de coger – Valentino se
esforzó por no reír.
- ¿Te gustaría Angelina? – le preguntó Paul.
- No. No quiero me mal intérpretes, pero la verdad quiero a mi
lado una persona menos complicada y ese hermano tuyo es un gruñón,
además no quiero ningún compromiso.
- Cielo, no permitiría que Angie se acercara a Patrick, prefiero
regalarle un vibrador para su abstinencia.
- Victoria… - Paul me habló con advertencia, mientras Angie
chillaba por la idea de hacerlo con un vibrador.

Las horas pasaron entre risas y comentarios graciosos, pero cuando llegó
la comida me preocupé porque Emma no había aparecido en toda la mañana,
al principio pensé que podría estar descansando un poco, pero al llegar la
hora de tomar el almuerzo sin saber nada de ella decidí ir a buscarla.

- ¿Emma? – llamé a la puerta de su habitación, pero no recibí


respuesta – Emma déjame entrar, estoy preocupada por ti – después de
un instante, abrió mi mejor amiga con su cabello cobrizo desordenado y
sus ojos hinchados y rojos, resaltando aún más las pecas en su piel
blanca.
- Estoy bien – dijo cuando abrió
- No parece – pasé por su lado – Está claro que esto tiene que
ver con Andreas, cuéntame.
- Me ha llamado justo después de llegar y me ha dicho que viene
a New York, me emocioné, pensé que regresaba por mí, que se había
dado cuenta que me extrañaba y quería estar conmigo, pero no tardé
mucho en darme cuenta que no era así, viene a realizar un trabajo para la
empresa de Paul y lo peor es que no viene solo.
- ¿Cómo? ¿Acaso viene con la mujer de las fotos?
- Si.
- Es un imbécil, pensó que sería un caballero si te advertía que
vendría acompañado – su cara se contrajo y sollozó - Lo siento – la
abracé para consolarla.

Estuve con ella hasta que se calmó, después la motivé para que se pusiera
su bikini y bajara con los demás a la piscina.
Angelina se había tomado en serio su juego de señora de la casa, se había
encargado de ordenar todo lo del almuerzo y al final cuando estábamos
satisfechos pidió que nos llevaran el postre a la terraza.

- Angelina recuerda que esta no es tu casa – la regañó Emma.


- Bueno, es evidente que hace falta una mujer que ponga un poco
de orden a la servidumbre y por lo menos hasta que llegue el dueño de
casa lo haré yo.
- Déjala Emma – hablé al ver que Emma le iba a contestar y
seguro estaba buscando la forma de desquitarse la rabia y el dolor que
llevaba por dentro.

La tarde cayó y todo a nuestro alrededor se tiñó de naranja, seguíamos en


la piscina, la conversación fue muy relajante, incluso Emma se había reído de
las cosas que Valentino, Richard y Paul decían.

Paul solo había tomado un par de cocteles, me alegraba ver que no


necesitaba de licor para pasarlo bien, pero también me preocupaba recordar
que las veces que había perdido el control con la bebida se debían a sus celos.

Después todos nos retiramos a nuestras habitaciones, volveríamos a


encontrarnos para la cena que tan amablemente la señora de la casa había
dispuesto para nosotros.

- Señora Victoria – me saludó el ama de llaves – el señor Zafir


pide que lo esperen para la cena.
- Oh que bien, así que no tardará en llegar.
- No señora.
- ¿Crees que lo dispuesto por Angelina para la cena, será de su
agrado?
- Claro que sí, la señora Angelina preguntó por los gustos del
señor.
- Bien.

Paul llegó hasta el comedor y me alegré de ver su rostro más relajado y


cómodo, estaba usando una camisa blanca y unos pantalones beige, se veía
buenísimo por el color que estaba tomando su piel.

- ¿Eres consciente de lo bueno que estás? – dije pasando mis


manos por su cintura.
- Lo estoy – contestó con suficiencia.
- No debí alimentar tu ego.
- ¿Ego?, lo dice la mujer que se mira un montón de veces al
espejo antes de salir de la habitación.
- Eso es porque cuando me veo no puedo creer que esté tan
grande – seguía abrasada a él cuando nuestra pequeña dio una voltereta
en mi interior.
- ¿Nena que le haces a mamá? – Paul se había hincado en una
rodilla para hablarle.

En ese momento escuché como los demás comenzaban a bajar por las
escaleras, después, al llegar al comedor, Angelina pidió que nos sirvieran
unos vinos mientras esperábamos que llegara Zafir.
- ¿Dónde está Lucy? – pregunté al no verla.
- Una de las chicas del servicio está cenando con ella en la
habitación y se encargará de acostarla después.
- Debe estar cansada, hoy estuvo todo el día en la piscina.

Escuchamos ruido en la entrada y un momento después Zafir apareció en el


comedor.

- Buenas noches – saludó al entrar.

Los saludó a todos con mucha gentileza como si fueran amigos de toda la
vida, al único que no conocía hasta el momento era a Paul.

Paul estaba más rígido que nunca y como si necesitara de un bastón para
sostenerse pasó su brazo por mi espalda y me pegó a su cuerpo con demasiada
fuerza, me sentí incomoda con tanta presión, pero no hice ningún movimiento
para alejarme, no quería que se sintiera amenazado, ya Zafir por si solo
significaba una amenaza para cualquier hombre.

- Victoria – dijo cuando ya había saludado a los demás – te ves


muy bien – tomó mi mano y sin dejar de mirarme a los ojos, la besó.
- Zafir, siempre es un gusto verte – Paul clavó los dedos de su
mano izquierda en mis caderas y temí que reaccionara de mala manera –
déjame presentarte a mi novio.
- Paul Mathieu – extendió su mano derecha sin dejar que me
separara ni un centímetro de él.
- Zafir Al-Saud – contestó al saludo.
- Bueno, ya que estamos todos podemos pasar a la mesa – dijo
Angelina tomando del brazo a Zafir.

La cena no fue tan distendida como esperaba, Paul estaba demasiado tenso
por la presencia de Zafir, no quise ni imaginar cómo reaccionaría si se
enteraba de las intenciones que inicialmente tenía Zafir conmigo y peor aún,
que descubriera que yo lo había besado un par de veces.

Por su lado Zafir hizo gala de su buen humor y de su amabilidad, su


comportamiento fue impecable y en ningún momento hizo un comentario fuera
de lugar, cosa que agradecí.

Después de la cena fuimos a la sala de juegos, Zafir convenció a los


chicos de jugar póker mientras bebían unos whiskys, nosotras nos tiramos en
la alfombra a verlos y a conversar.

- Creen que puedo tener algún chance con Zafir –Preguntó Angie.
- No lo sé – contesté alzando los hombros, no podía dejar de ver
a Paul, estaba un poco nerviosa por su cercanía a Zafir.
- Vicky, tú y Zafir no…
- No – contesté viéndola a los ojos.
- Ósea que no es un terreno prohibido.
- Claro que lo es – refutó Emma – un hombre como él te partiría
el corazón con una sola follada.
- ¿De qué hablas? – cuestionó Angie.
- Ese hombre no quiere una esposa, solo quiere un buen culo que
tirar y tú quieres servirte en bandeja de plata.
- ¿Y cuál es el problema?
- Pues que tú no eres capaz de separar el sexo de los
sentimientos.
- Claro que sí, puedo cogerme a todos los hombres que quiera sin
necesidad de enamorarme de ellos.
- No me digas que quieres ocupar el puesto que Victoria dejó
libre.
- Basta Emma – la enfrenté – Angie es libre de hacer lo que
quiera y tú no tienes derecho de juzgarla.
- Pero Victoria, es cierto lo que estoy diciendo, tú te follabas al
que querías y al día siguiente lo mandabas a volar, ¿De verdad crees que
ella puede hacer lo mismo?
- ¡Ese no es tu problema Emma! – le gritó Angelina haciendo que
los hombres volvieran a vernos – estas amargada porque ese imbécil
vino y te llenó de ilusiones y después te dejó para irse con otra a
Alemania.
- ¡Angelina! – le grité para que se callara.
- Por lo menos soy honesta conmigo misma y no intento ser la
copia barata de nadie.
- Chicas… - advirtió Valentino acercándose a Emma.
- Déjala Valentino, deja que diga todo lo que quiera, es mejor
que saque todo el veneno que lleva a dentro o de lo contrario, la
terminará matando.
- Emma vamos – dije poniéndome de pie.
- Oh si, si, mejor vámonos todos y dejemos a Angelina sola con
Zafir para que se regale – Angie sin que nadie pudiera preverlo se lanzó
sobre Emma y la abofeteó – ¡me pegas por decirte la verdad! – gritó
Emma sosteniéndose la cara.
- ¡Emma no más! – la jalé del brazo para llevármela.
- Sabes lo mucho que he sufrido por la traición de Frank, sabes
cuánto lo amaba y lo mucho que me dolió estrellarme con la realidad,
por eso no entiendo que me trates así, cuando lo único que quiero es
vivir y me importa una mierda lo que creas – Angie terminó de hablar
rompiendo en llanto, en ese momento Zafir la abrazó y se la llevó sin
decir nada.
Emma también terminó llorando mientras subíamos, después de calmarla y
de dejarla dormida, fui a mi habitación, Paul ya estaba allí hablando por su
móvil, estaba tan concentrado en su conversación que no se dio cuenta de mi
presencia.

- Pensé que realmente te gustaba – dijo sin dejar de mirar por la


ventana – ella no está bien, creo que debiste ser honesto – hizo una
pausa para escucharlo y después continuó - eso sería lo mejor, hombre,
ven solo a New York y habla con ella, acaba las cosas de la forma
correcta - cerré la puerta con firmeza y se giró para verme, entonces
terminó la conversación.

Daba vueltas en la cama, no podía dormir a pesar que la habitación tenía


una temperatura agradable, estaba sudando y acalorada, decidí ir por agua y
salí de la cama sin hacer mucho ruido para no despertar a Paul.

De camino a la cocina pasé al lado de una puerta que no había visto


abierta antes y me acerqué al escuchar ruido, era la entrada de una enorme
biblioteca en la que había un gran escritorio de madera oscuro y en contraste
estaba el cuerpo desnudo de Angie tumbado sobre él.

Angelina estaba extendida en la enorme mesa, con las piernas dobladas y


abiertas de par en par, sentí el impulso de entrar y llevarla a su habitación
antes de que alguien la viera así, pero entonces escuché una voz dándole
órdenes.

- Eso es, acaricia tus pechos – Zafir seguía totalmente vestido


sentado en un sillón que daba la espalda hacia la puerta – ahora baja tu
mano libre hasta esa rosada vulva – su voz sonaba ronca por la
excitación, observé la escena y todo me resultó terriblemente erótico –
muévela en círculos lentos – Angie seguía lo que él decía sin dudarlo,
emitiendo pequeños gemidos de placer.
- Zafir… - gimió moviendo sus manos más rápido.
- Se una chica buena y ve más lento – Angie se quejó, pero hizo
lo que él le pidió – ahora baja tu otra mano y sin detenerte introduce un
dedo – mis ojos se centraron en la imagen de sus dedos ingresando por
su abertura y sentí un calambre en medio de mis piernas.
- ¡Oh sí! – gimió perdiendo un poco más el control.

Zafir se levantó del sillón y se quitó la camisa sin dejar de mirar el


espectáculo que Angie estaba ofreciendo, después soltó su cinturón y por
último bajó su pantalón y su bóxer al tiempo.

No pude evitar que el calor recorriera todo mi cuerpo, la boca la tenía


seca y en contraste mis bragas estaban húmedas, Zafir era un portento de
hombre en todo sentido de la palabra, su miembro no era más grande que el de
Paul, pero era un buen ejemplar.

Tragué el nudo que tenía en la garganta cuando lo vi ponerse el


preservativo mientras los quejidos de Angie subían de decibeles, se acercó a
la enorme mesa y tiró de ella hasta dejarla al borde con las piernas colgado.

En ese momento justo antes de embestirla deseé que lo hiciera con


demasiada fuerza, tal y como me gusta a mí, pero que dada mi condición actual
no podía hacerlo y como si hubiese escuchado mis pensamientos se clavó con
tanta rudeza, que el grito de Angie se escuchó por todos los rincones de la
casa.

Sin darme cuenta llevé una de mis manos por debajo del camisón y los
metí entre mis bragas, comprobé lo mojada que estaba, pero entonces una
mano tapó mi boca y me haló hacia atrás, pataleé asustada por quien me
quisiera llevar, cuando escuché la voz de Paul en mi oído.
- A mi preciosa pervertida le gusta mirar – susurró.
- Me asustaste - le recriminé hablando bajo, cuando lo tuve en
frente.
- ¿Qué haces?
- Ya sabes que hago – dije alzando los hombros.
- No es correcto.
- Las cosas incorrectas son las más deliciosas – le pasé la lengua
por la comisura de sus labios.
- Caprichosa, ven, subamos.
- Primero quiero beber agua, fue por eso que bajé y ahora con lo
que acabo de ver tengo más sed.

De regreso estuvimos tocándonos y besándonos, al cruzar la puerta me giré


para mirarlo y su enorme erección amenazaba con salirse del pijama.

- Veo que a ti también te gustó lo que viste – el bajó la mirada y


pasó su mano por su duro pene.
- En realidad, lo que me gustó fue ver que ese hombre se distrajo
con Angelina, así deja de imaginarse que puede meterse entre tus
piernas.
- Deja de pensar que medio mundo quiere meterse entre mis
piernas, acaso olvidas mi estado – dije mientras acariciaba mi vientre.
- Vida, medio mundo daría lo que fuera por meterse entre tus
piernas y estoy seguro que no les importa que estés embarazada.
- Eres imposible.
- Es cierto – dijo sonriendo - además mi amigo creció cuando te
vi meter las manos entre las bragas – me pegó a su cuerpo – y apuesto lo
que sea a que están empapadas.
- Lo están – contesté juguetona.
- Entonces debemos buscar una solución para nuestras
situaciones.

Cuando desperté, todo mi cuerpo se quejaba, caminé hacia el baño y sentí


los rastros de su simiente bajando por mis piernas y sonreí por el recordatorio
de la deliciosa faena de medianoche.

- Cariño, voy a bajar a tomar un poco de sol, ¿quieres que pida


que te suban el desayuno?
- Solo quiero una pasta para el dolor de cabeza y mucho zumo de
naranja – contestó con la cabeza debajo de la almohada.
- De acuerdo – dije antes de salir.

Después de pasar por la cocina para pedir que le subieran el zumo y la


pasta a Paul, salí a la piscina, aún estaba muy temprano pero el sol ya
comenzaba a brillar, me sorprendió ver a Zafir nadando de un lado a otro,
pensé que estaría durmiendo después de su noche movida.

- Buenos días – saludé cuando llegó al borde.


- Buenos días Victoria ¿Cómo dormiste?
- Como un lirón – contesté con sorna.
- Antes o después de fisgonear en la biblioteca – quedé en shock
por verme descubierta, jamás me había sentido tan avergonzada, el
rostro me hervía por el calor que me subió.
- Lo… lo siento – tartamudeé mientras él salía del agua y se
sentaba en la tumbona de al lado.
- ¿Lo disfrutaste? – agradecí tener mis enormes gafas Gucci para
disimular mi desconcierto.
- Zafir yo…
- ¿Lo disfrutaste? – repitió.
- Si – dije en un susurro.
- También yo – no pude dejar de mirarlo para saber qué era lo
que estaba pensando, pero él parecía no darle mayor importancia al
asunto, cuando terminó de secarse con la toalla continuó- ¿Paul también
disfruta del sexo sin restricciones?
- Si te refieres a intercambios la respuesta es no, Paul no
soportaría verme follando con otro hombre.
- ¿Y otra mujer?
- Mmm, no sé qué estas maquinando, pero mi respuesta es no.
- Bien, no insistiré, pero te diré que amaría verte a ti y Angelina
en la misma cama.
- Zafir, eso jamás pasará – la idea de estar en la cama con una de
mis mejores amigas, nunca me había pasado por la mente y en todo caso
Angie no lo aceptaría jamás.
- De acuerdo - dijo alzando las manos en señal de rendición.

Al poco tiempo la pequeña Lucy apareció de la mano de una de las chicas


del servicio y me quedé de piedra cuando Zafir le pidió que la llevara con él.

Él se metió al agua con la chiquita y jugó con ella por un largo rato, se
veía muy tierno en ese papel y Lucy lo adoraba, se reía todo el tiempo y me
dije que esa niña volvería loco a más de un hombre cuando fuera mayor, se
parece mucho a su madre, su cabello rubio natural y sus ojos azules brillantes
atraparían a cualquiera.

Angelina apareció más radiante que nunca y confirmé que no hay mejor
embellecedor que el sexo, cuando una mujer tiene un buen orgasmo su piel lo
agradece, su humor mejora y su cuerpo se tonifica porque el flujo sanguíneo
aumenta.
Cuando Angie vio la escena de Zafir con Lucy, por poco se derrite, juraría
que vio a su próximo esposo y pensé que Emma tenía razón al decir que Angie
no sería capaz de tener sexo sin involucrar sentimientos.

- Veo que ya no te sobra ni un kilo – dije cuando se quitó el


vestido y quedó solo en un diminuto Bikini dorado.
- No hay mejor dieta que una pena de amor – contestó mientras se
aplicaba bronceador.
- Te ves genial.
- Y me siento aún mejor – me hizo un guiño.

Valentino y Richard aparecieron y terminaron en el agua acompañando a


Zafir a jugar con Lucy, mientras yo aprovechaba para ir a ver cómo estaban
Paul y Emma.

Paul se estaba duchando cuando entré en la habitación y me dijo que me


vería abajo que el dolor de cabeza ya se había ido.

Fui a buscar a Emma y tuve que insistir varias veces para que me abriera.

- ¿Cómo estás? – pregunté cuando abrió.


- No sé qué me duele más, si la cabeza por la resaca o la moral
por el ridículo que hice anoche.
- Nadie te va a juzgar – dije sentándome a su lado en la cama.
- Fui demasiado grosera con Angie – dijo apenada – también me
duele la cara del golpe que me dio.
- Con un “lo siento” bastará – traté de animarla.
- No creo que eso sea suficiente, al final le dañé cualquier
oportunidad con Zafir.
- Créeme, no creo que hayas dañado nada.
- No me digas que…
- Deja de crear historias y ve a ducharte para que te nos unas, te
estaré esperando, pero si en media hora no has bajado volveré para
llevarte.
- Está bien.

Angie estaba subiendo las escaleras seguida por Zafir y en cuanto me vio
cambió la postura por una más seria.

- Vicky… venia… a…
- ¿A buscar a Emma? – la ayudé.
- Si – dijo agradecida.
- Estaré en mi habitación – dijo Zafir, pasando por nuestro lado.

Paul en ese momento salía de la habitación y lo saludó, después esperamos


a que Angie entrara a ver a Emma y bajamos.

Emma bajó media hora después, pero a Angie y a Zafir los volvimos a ver
solo hasta el almuerzo.

El resto de la tarde disfrutamos de la piscina, la comida y las bebidas,


Zafir y Angie, aunque trataron de mantener la compostura delante de nosotros,
al final de la tarde cuando la noche cayó, él con total descaro, la llevó a la
parte más alejada de la piscina y desde allí escuchamos algunos leves
gimoteos, nosotros para darles mayor intimidad decidimos dejarlos solos.
8

El lunes por la mañana llegamos a nuestro nuevo hogar, durante el fin de


semana en el que estuvimos en las Bahamas una empresa se encargó de la
mudanza.

La felicidad se sentía en el ambiente, Paul estaba ilusionado pensando en


que el próximo fin de semana se dedicaría a pintar la habitación de la nena, en
el viaje de regreso lo pillé leyendo consejos de decoración y cuando lo vi
sacar la tarjeta de crédito y le pregunté qué hacía, con timidez me contestó que
era una sorpresa.

- Vida, Emma envió la correspondencia que te habían dejado en


la empresa – dijo entregándome unos sobres.
- Qué bien, ayer al despedirnos le pedí que me la enviara –
contesté poniéndola en la mesa del salón.
- Debes estar cansada, hoy trabajaste demasiado organizando
todas las cosas que trajeron de tu antiguo apartamento.
- Lo sé, pero estoy feliz, cada segundo que paso aquí, me
convenzo más que fue la mejor decisión que tomamos al comprarla.
- Esta semana tenemos la reunión para formalizar los documentos
– dijo alzándome en brazos y acomodándome en su regazo.

El martes convencí a Paul para que fuese a su oficina y arreglara las cosas
con su hermano, le pedí que aún no dejara la empresa de su familia, que con
calma tomáramos una decisión sobre nuestro futuro y a regañadientes aceptó.

- Felicidades – dijo Jhon al cruzar la puerta, lo había invitado a


cenar aprovechando que Paul me había llamado temprano para decirme
que iría a cenar con Patrick – el nido de amor está muy bonito – habló
con ironía.
- Jhon… - le advertí.
- Lo siento – dijo apenado – aun no me acostumbro.
- Pues date prisa, porque me estoy cansando de tus ironías.

Serví la cena que obviamente había pedido a nuestro restaurante de


comida mexicana favorito, Jhon conocía perfectamente mi falta de talento para
la cocina y no se quejaba de ello.

En el tiempo en el que fuimos amantes, yo tenía un apartamento muy


pequeño, pero contaba con una asistenta que se encargaba de la cocina, solo
Jhon me visitaba, los demás hombres con los que sostenía una relación jamás
habían sido invitados.

Cuando estaba sirviendo la cena recordé la primera vez que Jhon fue a
cenar a ese pequeño apartamento, ese día me habían dado las llaves y solo
había llevado mi ropa, estaba tan feliz por mi libertad que estaba dispuesta a
dormir en el suelo, pero Jhon llegó en la tarde con algunos muebles entre los
que estaba la cama y el televisor.

- Jhon ¿Por qué compraste todo esto? – pregunté entre confundida


y alegre.
- No permitiré que duermas en el suelo – dijo con esa voz
seductora.
- Gracias – respondí con una sonrisa – quisiera ofrecerte algo de
beber, pero…
- Shhh – me silenció con un dedo en los labios – le he pedido a
mi secretaria que me enviara la cena a esta dirección junto a una botella
de vino y unas copas.
- No debiste – el intercomunicador sonó interrumpiéndome, era
la cena.
Nos sentamos en el suelo para cenar, Jhon se había quitado el saco de
paño y su corbata, yo estaba en camiseta y shorts, destapamos las cajas de
comida china y servimos el vino.

- Por un nuevo comienzo – dijo alzando su copa.


- Por un nuevo comienzo – repetí chocándola.
- ¿Cuánto te falta para terminar la universidad?
- Un año – contesté dando un sorbo.
- Hablaré con algunos amigos para que puedas trabajar en alguna
de sus empresas.
- No quiero que hagas eso, no quiero que te hagas cargo de mí y
lo sabes, no quiero…
- Ya lo sé Victoria, me has repetido hasta el cansancio que no
quieres depender de mí, ni de ningún hombre.
- Así es.
- Cuando entenderás que no soy Stan, que conmigo no tendrás…
- ¿No tendré que…? – lo miré desafiante.
- Victoria…
- No tendré que… ¿follar contigo?
- Si no quieres no, jamás te obligaría a que lo hicieras.
- Ya lo has hecho.
- No lo sabía, te juro que no lo sabía, siempre pensé que
participabas gustosa.
- Ya dejémoslo – dije dándole otro sorbo al vino – voy a follar
contigo – hablé alzando los hombros con la frialdad que había aprendido
de Stan.
- No es así como lo quiero Victoria, no quiero que seas mi puta,
quiero que seas… - no dejé que terminara la frase porque lo callé con un
beso.

Jhon me ofreció su boca y la disfruté, nuestros labios danzaban con


sincronía, nuestras lenguas jugaban en el interior del otro y de inmediato me
subí ahorcajadas.

- Quiero ser tu puta – murmuré mordiéndole el labio inferior.


- No, no quiero eso, entiéndelo – dijo empujándome suavemente
por los hombros.
- ¿Seguro? – inquirí poniéndome de pie.

Con actitud de mujer fatal me quité la camiseta y como no tenía sujetador,


mis pechos quedaron libres, sentí satisfacción al ver cómo se mordía el labio
y sus ojos se clavaban en mis pezones duros, sin detenerme me quité el short
junto a mis bragas.

- Sé que quieres disfrutar de tu putita – él seguía sentado en el


suelo con la espalda contra la pared y yo poco a poco caminé dejándolo
a él en medio de mis piernas – sé que quieres beber ese delicioso vino
en tu putita – me detuve cuando su cara quedaba a un par de centímetros
de mi vulva y me emocionó ver que no estaba equivocada, el hambre y
el deseo de devorarme se reflejaba en todo su rostro – tuya – dije con
hilo de voz.
- Mía – gruñó antes de abalanzarse sobre mi entrepierna, sus
manos se aferraron a mis caderas inmovilizándome mientras él me
saboreaba.

Amaba su apetito por mí, adoraba sus atenciones a la hora del sexo y
odiaba que deseara más que eso, Jhon siempre se había preocupado por mi
placer antes que el suyo, por eso con él, la relación era más íntima.
- Jhon… - gemí su nombre, mientras con una mano enredaba mis
dedos en su cabello y con la otra me apoyaba en la pared para
sostenerme y ayudar a mis piernas a no flaquear.
- Déjate ir, quiero todo de ti – mi cuerpo obedeció y me dejé ir,
él bebió toda mi esencia hasta que mi orgasmo cesó y me dejé caer
sobre su regazo, cuando recuperé mi aliento volví a pensar en sus
últimas cuatros palabras “quiero todo de ti” estaba segura que no se
refería solo al orgasmo.
- Bésame – hablé para acallar las voces en mi cabeza que me
decía que Jhon era un buen hombre y que estaba enamorado de mí,
necesitaba ser la mujer fría y dura en la que Stan se había empeñado en
convertirme para usar a las personas, sin importarme sus sentimientos.

Él me besó y poniéndose de pie sin soltarme fuimos hasta la cama nueva,


me lanzó y revoté varias veces mientras él se desnudaba.

- Estrenémosla – dijo cuando subía desnudo – quiero ser el único


quien te coja.
- En esta cama serás el único – aclaré con una media sonrisa.
- Eso ya lo veremos – sentenció mientras se ponía en
preservativo, no quise seguir discutiendo y abrí las piernas para
provocarlo y sin esperar más se enterró en mí y me folló duro.
- Dame así – pedí jadeando de puro placer.
- Te gusta que te de cómo si te fuera a partir – Jhon siempre era
muy lascivo en su forma de hablar al momento del sexo.
- ¡Me vas a matar! – chillé sintiendo que venía un nuevo
orgasmo.
- Si, te voy a matar a cogidas – siguió embistiéndome y entonces
exploté, grité y lo arañé por la intensidad del clímax.
- Te voy a coger por detrás – dijo cuándo mi vulva dejo de
contraerse.
- ¡Dios! –Jhon no se vendría hasta que me dejara sin fuerzas para
coger en un tiempo.
- Hoy soy tu Dios – dijo burlón mientras me ayudaba a ponerme
de rodillas – sujétate de la cama – me sujeté de la cabecera de la cama
porque sabía que de no hacerlo no resistiría.

En cuanto vio cómo me aferraba a los tubos de la cama, sin previo aviso
me embistió, yo estaba tan empapada que él se deslizaba con demasiada
facilidad por mi interior.

- Maldita sea estas tan caliente que siento que me quemas – dijo
sin bajar el rito de sus acometidas.

Mi cuerpo siempre se conectaba a los deseos de Jhon y él aumentaba la


esa conexión con sus palabras su tacto, mientras me penetraba sus manos
libres acariciaban mis pechos y mi clítoris, y aunque quisiera evitarlo su
maestría al momento de tocarme reavivaba mis orgasmos, nuestros encuentros
siempre eran multiorgásmicos.

- Así es, ordéñame la polla que esta vez voy a correrme contigo
– su voz estaba más ronca por el inminente clímax – quiero que me
recibas en la boca – dijo aumentando el ritmo.
- ¿Quiénes son las únicas que hacen eso?
- Las putas – gruñó entre dientes e imaginé como se vería su
rostro tensionado.
- ¡¿Entonces quieres que sea tu puta y te reciba en la boca?! –
grité justo cuando me corría, quise jugarme la última carta para ganar la
partida de esa noche.
- Si – dijo saliendo de mí, rápidamente me moví para ponerme en
posición, mientras tanto él se quitó el condón y comenzó a masturbarse
poniendo la punta de su pene en mis labios, saqué la lengua y la pasé por
su capullo y entonces todo su simiente se estrelló en mi boca
- Soy tu puta – dije mirándolo mientras su orgasmo seguía
saliendo.
- Eres mi puta – dijo jalándome del cabello para echar mi cabeza
hacia atrás, abrí la boca y devoré su miembro – y mi putita me va a dejar
limpio – asentí con la cabeza viendo sus ojos vidriosos por la descarga
de placer - eres la imagen más morbosa y erótica que he visto en toda mi
vida – dijo antes de dejarse caer en la cama tapándose el rostro con un
brazo

Fui directa a la ducha y mientras el agua recorría mi cuerpo pensaba que al


final yo tenía razón, para Jhon y el resto de los hombres no era más que una
puta, por eso no tenía que darles más de lo que una puta da, sexo y solo eso.

- Eres maravillosa – se puso debajo del agua conmigo.


- Por eso soy tan cara.
- Deja esa mierda - dijo molesto alzándome la barbilla.
- No me jodas Jhon, te dije que follaría contigo y lo hice, pediste
que tu puta te recibiera en la boca y lo hice, ahora no vengas con tus
mierdas románticas, te doy buen sexo y debes pagar por ello y si no
quieres pagar, pues no lo tendrás.
- Victoria no hagas esto, no uses en mi contra las cosas que digo
mientras te cojo, sabes que quiero contigo más…
- Pues yo no quiero nada más.
- ¿Quieres ser una puta? Bien, pero quiero que seas mi puta
exclusiva, no quiero que te acuestes con nadie más, pagaré todo lo que
necesites y te daré una pensión.
- No me da la gana darte ese poder, seré yo quien decida si
quiero o no coger con otros.

***
- ¿Victoria? – Jhon estaba reclamando mi atención - ¿Qué te
pasa?
- Nada, solo estaba un poco distraída.

Terminamos de cenar y pasamos al despacho, vi los sobres de la


correspondencia que me había enviado Emma y comencé a revisarlos.

- Victoria quería hablar contigo, ya sé quién está detrás de la


investigación en tu contra.
- ¿Quién? Pregunté – antes de vaciar el contenido de un sobre
amarillo.
- Dmitry Vasiliev.
- ¡NO! – grité horrorizada al tiempo que miraba las fotografías
que había sacado del sobre.
- ¿Qué pasa? – preguntó tomándolas - ¿Quién te dio esto? –
comencé a sollozar - Victoria háblame.
- Dmitry – fue lo único que balbuceé.
- Sí, eso fue lo que averiguó José, pero dime quien te envió esto.
- Fue él – contesté.
- ¿Él te entregó esto?
- Llegó a la oficina y Emma lo envió.
- ¿Por qué Dmitry tendría estas fotos? – me quedé callada y me
desmoroné al recordar la escena que se veía en las fotos – Victoria, por
favor cálmate – me pidió angustiado – ven a acá me abrazó mientras
lloraba desconsolada.
- Él… - todas las imágenes de Dmitry pasaban como una
proyección de una película vieja por mí mente.
- Shh, trata de serenarte – hablaba mientras me acariciaba el
cabello – necesito saber a qué me estoy enfrentando.

Después de un largo rato logré controlar el llanto, Jhon me trajo un vaso de


agua y más calmada comencé a hablar.

- Cuando comencé a participar en las escenas de juegos con los


amigos de Stan, él me instruyó sobre todo lo que debería saber del sexo,
me preparó para que pudiera complacer a cualquier hombre sin importar
sus preferencias – tomé otro sorbo de agua, mientras Jhon en silencio
esperaba a que yo continuara – él aseguraba que todos los hombres
tenían fijaciones diferentes, algunos hombres les fascinan las tetas, otros
un buen culo – moví la cabeza de un lado a otro, negándome a escuchar
la voz de Stan repitiéndome esas palabras – algunos hombres se
obsesionan con los coños y para esa categoría hay una variedad mayor,
están los de coños depilados y a los que les gusta al natural, están los
que quieren ver una obra de arte y el propio Stan en varias
oportunidades con cuchilla en mano, hizo las figuras que él sabía
perfectamente que le gustaban a sus amigos.
- Victoria…
- Deja que continúe – el pobre sintió con si le estuviera
escupiendo en la cara que él era uno de los que les gustaba las figuras en
el monte de venus – también me enseñó que a pesar de la fijación que
tuviera el hombre, había algo que nunca fallaba, algo que haría que
cualquiera callera rendido, algo que haría que consiguiera todo lo que
quisiera.
- ¿Qué?
- Una buena mamada – contesté soltando el aliento – el poder y
dominio que siente un hombre cuando ve a una mujer de rodillas ante él,
mientras le tira del pelo para follarle la boca, saca el animal primitivo
que habita en él, también me explicó que, en esa posición, la que
realmente tiene el dominio de la situación es la mujer, que no importaba
que estuviera de rodillas ella tenía en su boca la parte más vulnerable y
el eje central del placer del hombre.
Me puse de pie y fui hacia la ventana, miré por un momento el hermoso
paisaje del Central Park y continué:

- Por eso me entrenó, por eso muchas veces me puse de rodilla y


me enseñó a tomar la posición de sumisa aun sin serlo, me enseñó que
una mirada inocente combinada con un gesto erótico lograba que un
hombre se rindiera – al tiempo que hablaba observé a Jhon apoyar sus
codos en la rodilla y cubrirse el rostro con las manos – aprendí a
mostrarme vulnerable y dispuesta para aumentarles la excitación,
aprendí a siempre tener un contacto visual y pestañear un par de veces o
hacer un mohín en el momento indicado, aprendí que debía conocer e
identificar cuando usar mi lengua, cuando succionar, cuando cambiar el
tono de voz para hacerme ver más débil, cuando en realidad me sentía
poderosa al ver como los dominaba – seguí caminando alrededor del
despacho y Jhon seguía con el rostro cubierto – Stan logró mucho al
enseñarme el arte del sexo oral, muchos de los hombres con los que
hacía negocios o de los banqueros a los que les solicitaba grandes
préstamos quedaban tan complacidos que a veces daban la impresión de
sentirse en deuda con él, y yo en mi interior sentía una enorme
satisfacción comparable a la que se siente cuando se cierra un buen
negocio.
- ¡No más! – Jhon se puso de pie pasándose las manos por el
cabello.
- Siéntate, aún no he terminado.
- No entiendo, ¿Que tiene que ver todo eso con Dmitry?
- Tú sabes que en nuestras escenas siempre éramos tres y en
raras ocasiones cuatro, pero ese día Stan me dijo que venía alguien muy
importante para él, alguien al que le había hablado mucho de mí y estaba
ansioso por conocerme, insistió en que debía hacerlo bien y que debía
hacerlo sentir orgulloso, mi último semestre en la universidad estaba a
punto de comenzar y necesitaba que Stan lo pagara, además ya estaba
cumpliendo con el trato que hicimos al casarnos de incorporarme a la
empresa, también su forma de tratarme había cambiado, me trataba
mejor que lo que lo había hecho antes, por eso acepté sin protestar, al fin
y al cabo era una escena más – con cada palabra que decía aumentaban
las ganas de beber alcohol pero sabía que no debía hacerlo – cuando
llegó la noche me vestí con las prendas que Stan me había dejado en la
habitación, un corsé de cuero negro ajustable por debajo de mis pechos
desnudos, una medias de liguero y un maquillaje realzando mis ojos con
sombras oscuras y los labios con rojo carmesí.

Recordar esa maldita noche me estaba removiendo todo lo que por años
había intentado olvidar, todos esos amantes a los que había tratado como unos
simples objetos sexuales, todos aquellos hombres a los que no les había
permitido conocerme, a los que había desechado cuando intentaban conseguir
algo más que unos minutos de placer sexual, todos mis intentos por olvidar
todo lo vivido en la mansión, incluida esa noche de mierda, se habían ido a la
basura, porque ahora parecía que volvía a vivirla.

- Durante el corto recorrido desde mi habitación hasta el salón,


Stan me repitió muchas veces que debía ser una buena chica y hacer todo
lo que él me pidiera sin dudarlo, él jamás se había comportado tan
nervioso y eso me alertó por completo, cuando llegamos vi a cinco
hombres de pie con vasos de licor moviéndose con calma, me detuve en
la entrada y todo mi cuerpo se tensionó, miré a Stan negando con la
cabeza, pero él ignorando mi súplica silenciosa me llevó del brazo hasta
el centro de la habitación.

***
- “Recuerda que debes ser buena chica, mis amigos están
ansiosos por conocerte – ni siquiera fui capaz de levantar la mirada para
verlos – míralos – Stan me levantó la barbilla – mira el deseo en sus
ojos – seguí sin verlos porque las lágrimas acumuladas volvieron todo
borroso, entonces sin pensarlo con todas mis fuerzas lo empujé y salí
corriendo.

No llegué muy lejos, solo había subido unos cuantos escalones cuando
Stan me alcanzó tirando de mi cabello, no importaron mis súplicas y mis
gritos, él con absoluta frialdad me llevó arrastrándome por el suelo hasta el
salón.

- Creí que habías dicho que estaba muy bien educada – la voz
tenía un extraño acento que en ese momento no pude identificar a donde
pertenecía.
- Solo se ha asustado porque es la primera vez que jugará con
tantos – Stan parecía nervioso y eso me asustó mucho más, no sabía
quién era ese sujeto y porque Stan temía tanto su reacción.
- Merece un castigo – afirmó ese hombre y yo al escucharlo
sollocé negando con la cabeza.
- Quien mejor que tú para imponérselo – dijo Stan.
- ¡¿COMO PUEDES HACERME ESTO?! ¡SOY TU ESPOSA! –
grité muerta del miedo rogando al cielo que él recapacitara.

Pero no dijo nada y cuando quise volver a gritar un golpe me silenció antes
de hablar, ese hombre me había pegado tan fuerte que un hilo de sangre bajaba
de mi nariz.

- Ponte de rodillas – aún seguía aturdida cuando lo escuché.


- No – contesté limpiándome la sangre con el dorso de la mano.
- Tienes una putita rebelde – le dijo riendo a Stan – tendremos
que llenar su linda boca para que no le queden ganas de contestar otra
vez, estás de acuerdo ¿cierto?
- Si – habló un irreconocible Stan, estaba aterrorizada de ver el
poder que ese hombre tenía sobre él.
- Si quieres que esto sea fácil para ti, ponte de rodillas – volví a
mirar a Stan para rogarle con la mirada que lo detuviera, pero él me dio
la espalda y se alejó de mi - ¿Y bien? ¿Lo harás de la manera fácil o
difícil? – permanecí en silencio viendo la espalda del hombre que hasta
ese momento pensé era el más fuerte y dominante de todos los hombres –
Es tu última oportunidad – en cuanto escuché esas palabras, mi instinto
de supervivencia se activó y rápidamente analicé que jamás ganaría esa
batalla contra todos ellos, tan grandes y fuertes, por eso de inmediato
doblé una rodilla y después la otra – chica inteligente – miré hacia
arriba y por primera vez vi su rostro, era un hombre que pasaba los 55
años, de piel blanca, cabello y cejas muy rubias y unos ojos azules que
en ese momento brillaban con malicia – es hora de tu cena – seguía sin
descubrir ese horrible acento, pero su rostro a cada segundo me era más
familiar - si haces que me repita, perderé toda mi paciencia y lo pagarás
muy caro – comencé a soltar su cinturón, después desabroché sus
pantalones y los bajé junto con sus bóxers, ese día a diferencia de otras
veces no tuve que fingir sumisión, estaba tan asustada y derrotada que
me entregué a su voluntad, mi alma abandonó el cuerpo y como si fuera
un ser inerte deje que follara mi boca a su antojo - ¡Mierda! le enseñaste
a mamarla bien – dijo mientras yo tragaba – le subí los pantalones y
abroché su cinturón – eres tan buena que estoy dudando en compartirte –
dijo quitando restos de su orgasmo de la comisura de mi labio.
- Por favor – le habló un hombre mucho más joven – compártala
jefe.
- Mmm – estuvo pensativo por un momento, después descendió
hasta mi altura y me besó – no puedo ser egoísta con mis hombres más
fieles – dijo al cortar el beso.

Pacientes cada uno esperaba su turno, yo seguía en el centro del salón,


ellos estaban sentados en los enormes sofás hablando de temas que no alcancé
a escuchar, cuando uno terminaba y yo tragaba, el siguiente con una sonrisa se
ponía de pie.

Cuando el último de ellos terminó, yo sentía la boca adormecida por el


cansancio, la mandíbula me dolía horrores y las rodillas me escocían, Stan ni
me miraba, parecía como si estuviera convenciéndose que yo no estaba allí.

No sé cuánto tiempo estuve de rodillas mirando al suelo, cuando el que


había ocupado el tercer turno volvió a pararse.

- Lo siento, pero quiero repetir – dijo mientras se estaba


desabrochando el pantalón.
- No – contestó el hombre que los lideraba – no volverán a
tocarla, desde este momento y hasta que permanezca en esta casa, ella
solo estará disponible para mí.

Estaba como zombie, ni siquiera las lágrimas habían aparecido de nuevo,


solo sentía el dolor físico, porque mi mente y mis pensamientos estaban
demasiado lejos, ellos tendrían mi cuerpo, pero jamás poseerían mi alma.

***
- Fue el fin de semana más largo de mi vida – le dije a Jhon.
- ¡Dios! ¿Por qué jamás me dijiste esto? ¿Por qué no viniste a
buscarme?
- Porque el lunes después de ese fin de semana, cuando la
servidumbre había vuelto caí enferma, María me encontró casi
inconsciente vomitando en el baño de la habitación, ella de inmediato
supo que algo había pasado e insistió para que se lo confiara, pero no
tenía caso contarlo, solo quería sentirme mejor para irme lejos en la
primera oportunidad.
- ¿Y por qué no lo hiciste?
- Estuve varios días en cama, hasta que Stan trajo un médico. Su
cambio había sido sorprendente, me trataba como si fuera de cristal, al
principio pensé que estaba tan arrepentido por lo que había pasado, que
intentaba compensar el daño, pero al tercer día de seguir en cama y
vomitando todo lo que comía, me preguntó cuándo había sido mi último
periodo, hice cuentas mentales y le dije que tenía unos días de retraso y
una hora después estaba un médico haciéndome una prueba.
- ¿Entonces eso pasó antes del enfrentamiento con Stan?, ¿Justo
antes que él cayera en coma?
- Si, Cuando el doctor se marchó, hablé de interrumpir el
embarazo y entonces todo se desató y ya sabes cómo terminó.
- ¡Maldito hijo de puta!, ¡Estabas embarazada cuando te hizo toda
esa mierda! – gritó furioso.
- Jhon, no hagas eso, ahora no – no podía soportar más drama, ni
su sentimiento de culpa, ya era suficiente para mí con tener que hablar
de todo aquello y deseando terminar con el tema continué – la cuestión
es que el hombre era Dmitry, en los días que estuvo en la mansión,
descubrí que era Ruso y estaba en América haciendo negocios ilegales,
también me enteré escuchando tras una puerta que había entrado al país
por Miami en un bote proveniente de Cuba y que por ese camino
regresaría y una vez estuviera en Cuba tomaría un vuelo a Moscú.
- Dios, debiste decirme todo sobre ese hombre – se frotó el
rostro con las manos en un acto de desesperación - Mi contacto me
informó que Dmitry tiene circular roja de interpol por el delito de trata
de blancas – dijo después de tomar aire.
- ¡¿Qué?!
- Al parecer es el jefe de una de las redes más grandes de tráfico
de personas.
- ¡Dios! – ¡tráfico de personas! Y ¡Stan me había dejado a
merced de ese hombre!
- Sé que es difícil que estés tranquila, pero por favor inténtalo,
me encargaré de averiguar todo lo que sea posible, hablaré con José y
nos encargaremos de todo.
- No puedo estar tranquila, ese hombre debe tener más fotos de
esa noche – dije con la voz rota por el miedo - Jhon… no… yo no
soportaría verlas en la prensa, eso me mataría.
- Shhh – me consoló - no pasará, no permitiré que eso pase.
- Llévate estas malditas fotos, no quiero que Paul las vea.
- ¿No piensas contarle? – preguntó sorprendido
- Claro que no piensa hacerlo – Paul abrió la puerta de par en
par.

Su rostro estaba desencajado, su mandíbula tensionada y sus manos en


puño reflejaba el enorme esfuerzo que estaba haciendo para no perder la
cordura, Jhon guardó en silencio las fotos en el sobre, para él también estaba
siendo difícil digerir todo lo que había escuchado.

Paul caminó hacia Jhon con la mano extendida, vi a esos dos enormes
hombres hablándose con la mirada, Paul exigía el sobre y advertía que algo
malo pasaría si no se lo entregaba, Jhon por su lado respondía al desafío
irguiendo su cuerpo e indicando que no lo entregaría tan fácil.

- No quiero que las veas – afirmé interponiéndome entre ellos y


mirándolo a los ojos.

Su respiración agitada como la de un toro a punto de embestir, demostraba


la ira que llevaba dentro, pero aun, a sabiendas que él no me haría caso,
insistí:

- Por favor – supliqué – deja que se las lleve.

El silencio se hizo abrumador en el despacho, mientras en nuestros


interiores se libraban batallas de cómo rebelarse ante la reacción del otro.

- Greene, entrégamelas y lárgate – dijo sin dejar de mirarme.


- Paul…
- No las miraré, yo me encargaré de destruirlas – aseguró y yo le
creí - pero no voy a permitir que otro hombre salga de mi casa con fotos
comprometedoras de mi mujer.
Analicé sus palabras y acepté, él tenía toda la razón, cualquier hombre
impediría que otro tuviera fotos de su mujer en una situación sexual tan
bochornosa.

- Entrégaselas – dije confiada.


- Victoria…
- Hazlo Jhon. Paul y yo debemos hablar a solas – contesté sin
romper el contacto visual, al tiempo que sentí en mi nuca el aire caliente
expulsado por Jhon en un suspiro.

Mi amigo y abogado, le entregó el sobre y después de repetirme que lo


llamara si lo necesitaba, se marchó.

- ¿Ahora entras a casa sigiloso como un ladrón para escuchar


conversaciones detrás de la puerta? – intenté evitarlo, pero mi voz sonó
temblorosa.
- Quería darte una sorpresa – dijo mientras ponía el sobre en la
barra y se servía un trago de whisky – pero como siempre, el
sorprendido he sido yo – y se tomó el trago de un tirón.
- ¿Acaso crees que lo planeo?, ¿De verdad piensas que quiero
que todo esto pase?
- ¡No pensabas decírmelo! – gritó como un loco y apretó tan
fuerte el vaso que sus nudillos se blanquearon ante la presión.
- ¡Por miedo!, ¡por vergüenza! y porque odio que por cada día
bueno, vengan tres malos – dije histérica, todo lo que había ocultado por
años, ahora salía a la luz y me humillaba frente al hombre que amo.
- ¡¿Vergüenza?! ¿Por qué? – su expresión era de sorpresa
mezclada con rabia.
- Vergüenza por lo que he hecho – dije con un leve susurro.
- Te obligaron, no debes sentir vergüenza por haber sido víctima
de unos depravados – gruñó poniendo el vaso en la barra con tanta
fuerza que di un salto por la impresión.

- De eso he tratado de convencerme siempre, pero cada vez que


reviso con detalle el pasado, confirmo que no me resistí lo suficiente –
limpié con el dorso de mis manos las lágrimas rebeldes que se me
escaparon, quería mantenerme firme y no volverme una débil llorona,
pero cada vez se me hacía más difícil aparentar fortaleza.

- No quiero que hagas eso, no quiero que te condenes por algo


que no buscaste y que tampoco podrás cambiar.

- ¡¿Cómo puedes hacerlo ver tan fácil?! – grité como una posesa.
Él quería aparentar que todo lo que había escuchado no lo afectaba, pero
yo sabía muy bien, que por dentro se moría por lo que había oído -
¡¿Acaso tu mente no está recreando las imágenes de todo lo que
escuchaste?! – seguí puyándolo para que explotara y realmente me dijera
lo que pensaba, quería que dejara de ser amable y rebelara sus
verdaderos sentimientos y por eso continué - dime… ¿Cómo evitas
pensar en mi haciendo…?

- ¡CALLATE! – gritó con las manos empuñadas cubriéndose los


ojos - ¡¿Qué quieres de mí?! ¡¿Quieres que te diga lo mucho que odio
que tengas ese pasado de mierda?! – había logrado lo que estaba
buscando, ahora él sacaba toda su rabia y yo solo esperaba lo peor -
¡¿Quieres que reconozca que preferiría haberme enamorado de una
mujer con una vida tranquila y aburrida?! – esta vez no traté de
contenerme y lloré como si estuviera sola, lloré sin ningún tipo de
vergüenza, mientras él gritaba lleno de rabia y frustración, las mujeres
somos así de masoquistas – dime Victoria – suavizó la voz - ¿Lloras
porque es humillante que yo conozca tu pasado? o ¿lloras por qué sabes
que a pesar de todo lo que he escuchado, aun te sigo amando?
- Lloro porque no soy la mujer que mereces – contesté entre
sollozos.

- Eres la mujer que quiero – dijo acercándose muy lento, como si


no quisiera asustarme – entiende de una maldita vez que no me importa
tu maldito pasado, que solo me importa lo que hagas de ahora en
adelante – tomó mi rostro entre sus manos y me besó en la frente.

- Tu hermano tiene razón, te haré vivir un infierno – dije mirando


sus hermosos ojos.

- Entonces nos quemaremos juntos – contestó con una sonrisa


triste.

- Escuché decir muchas veces que el amor duele – dije


aferrándome a sus muñecas - y siempre pensé que se referían al daño
que produce la traición de ese amor, pero ahora que siento este dolor
entre pecho y espalda cada vez que respiro, sé que es porque te amo
tanto que duele.

- Shhh – me calló con un beso suave y dulce – estaré a tu lado y


dedicaré cada minuto de mi vida a sanar todas esas heridas que aun
tienes abiertas.

- Entonces comienza a hacerlo, hazme sentir como solo tus


labios, tus manos y todo tu ser me hacen sentir – dije besando las palmas
de sus manos a cada lado de mi rostro - con tus besos borra cualquier
rastro que otros hayan dejado en mí, imprégname tu olor y has que en mi
mente solo haya espacio para los recuerdos en los que estamos solo tú y
yo.
Me alzó en brazos y le rodeé el cuello con los míos, recorrimos el ático
unidos en un solo beso hasta llegar a la habitación y con mucha delicadeza me
dejó sobre la cama. Me apoyé en las rodillas y saqué mi vestido por arriba
mientras él también se desvestía con movimientos tan lentos que hacían que mi
ansiedad aumentara.

Cuando dejó caer la última prenda, serpenteó en la cama hasta que su


rostro quedó a la altura del mío.

- Así que… ¿Cómo lo quieres? – susurró mordiendo el lóbulo de


mi oreja.
- ¿Contigo?… de cualquier forma.

Los días transcurrieron en una aparente calma, no había recibido más


sobres con fotos y tampoco había sido citada de nuevo para rendir una nueva
declaración.

Paul en un acto sorpresivo fue hasta la oficina de Jhon y habló con él para
ponerse al tanto de todo, tenía la certeza que jamás serian amigos, pero me
alegró saber que habían hecho un acuerdo de paz, por lo menos hasta que se
solucionara el asunto de Dmitry, cuando supe de la reunión llamé a Jhon antes
que Paul llegara y le pedí que cooperara con él, ya había decidido no callarme
nada y después de todo, ya no me quedaba nada por callar.

Por otro lado, en mi nueva casa me sentía muy cómoda, María había
regresado y estaba feliz por la llegada de la bebé, me emocionó que aceptara
trabajar conmigo sin tener que insistir, incluso contrate a su hermana Pilar, esta
era una casa más grande que el apartamento anterior y ella necesitaba ayuda.
- Vicky – María estaba en la puerta del despacho con una bandeja
en las manos – perdona que te moleste, pero llevas mucho tiempo
trabajando y no has comido nada, deberías tomarte un descanso y comer
esta fruta – dijo al tiempo que ponía la bandeja sobre el escritorio.
- Tienes razón, pero estoy coordinando todo lo del lanzamiento
de la nueva colección de maquillaje con un concierto en Miami y eso me
tiene abducida.
- Es una buena idea – dijo sonriente.
- Sera el día de los cumpleaños de Paul, él aun no lo sabe, pero
estoy organizando una sorpresa – dije ilusionada.
- Victoria eso es algo muy lindo, pero…
- ¿Pero…?
- Para ese momento tendrás un poco más de 7 meses y no creo
que sea buena idea que estés en medio de un evento tan masivo.
- Estaré bien – dije sonriendo convencida que era una grandiosa
idea.

Después de comer lo que María me había dejado, seguí con el trabajo, ya


había confirmado con Emma que los artistas estuvieran disponibles en esa
fecha, solo faltaba contactar al chico del bar al que iba a escuchar los viernes
en la noche cuando viví en Bogotá.

- ¿Vicky? – María estaba nuevamente en la puerta del despacho.


- ¿Sí?
- Sara Fernández ha venido a verte.
- ¿La madre de Paul?
- Eso dijo.
- ¿Dónde está?
- La he hecho seguir al salón, Pilar ya le está ofreciendo algo de
beber.
- Bien, ya voy – dije poniéndome de pie.

Fui a mi habitación para verme al espejo, me había puesto un vestido del


estilo de los años 50, blanco con flores negras y con una cinta roja que
enmarcaba mi busto.

Cuando entré al salón, Sara estaba de pie con una taza de café en la mano,
con un poco de indecisión y después de respirar profundo la saludé.

- Sara, bienvenida.
- Victoria – me saludó con un movimiento de cabeza, esta vez a
diferencia del día en que nos conocimos en Puerto Rico, no hubo besos.
- Siéntate, por favor – dije señalándole el sofá.
- Gracias – se sentó y yo hice lo mismo en el sillón de al lado.
- Dime a que debo esta sorpresiva visita – hablé liberando la
tensión.
- No tienes por qué estar prevenida conmigo, se lo que pasó con
Patrick y lo lamento mucho – dijo con sinceridad.
- Lo siento, no ha sido mi intensión mostrarme prevenida.
- No vengo a hablar de tu relación con mi hijo, jamás he
intervenido en la vida de ninguno de mis hijos y esta no va a ser la
primera vez – tomó un sorbo de café y luego volvió a mirarme – solo me
importa su felicidad y si tú eres su felicidad, entonces tú me importas.
- ¿Qué quiere decir?
- No estoy aquí para pedirte que te alejes de él, estoy aquí para
pedirte que me dejes ser parte de sus vidas.
- No entiendo lo que quiere decir, usted es su madre y jamás ha
sido mi intensión alejarla de él.
- Paul nos ha pedido que compremos sus acciones, quiere
retirarse de la empresa.
- ¿Cómo? – pregunté extrañada por lo que me decía - pensé que
Paul y Patrick habían solucionado sus diferencias.
- Han hecho las paces, pero aún sigue insistiendo en irse, no
quiere que su nombre se siga relacionando con la Casa Mathieu.
- Lo siento – dije poniéndome de pie – no me ha dicho nada –
tomé un respiro para relajarme - sé que todo esto es por mi culpa.
- Victoria… - puso la taza en la mesa y caminó hacia mí – cuando
dije que tú me importas por ser la felicidad de mi hijo, lo dije en serio,
no voy a juzgar nada de lo que hayas hecho y quiero que sepas que
cuentas con mi apoyo.
- No sé… que decir – dije confundida.
- Desde que supe que sería madre, cuando estaba embarazada de
Patrick, mi familia se volvió mi razón de ser, junto a Carlo luchamos
para que nuestros hijos fueran buenos muchachos, él siempre fue muy
duro con los chicos y muy consentidor con Ginebra, yo por el contrario,
los trate a todos de la misma forma, me convertí en el cajón de sus
secretos y el bastón en el que podían apoyarse, me sentí orgullosa por
verlos unidos, Patrick en su papel de hermano mayor siempre ha
intentado proteger a Paul, aunque él no siempre se lo permite.
- Siento mucho que por mí, ahora estén distanciados.
- Y yo siento mucho el mal comportamiento de Patrick, él acepta
que es su culpa el distanciamiento con su hermano y quiere remediar su
error.
- ¿Qué puedo hacer?
- Solo quiero que me dejes estar presente, quiero participar en la
vida de mi nieta y en la de ustedes, poco tiempo después de que Paul
naciera, Carlo me pidió que volviéramos a intentarlo, él quería una niña
y yo no pude negarme, quedé embarazada nuevamente y cuando estaba
en mi sexto mes, nos confirmaron que era una niña, Carlo se emocionó
mucho y como loco comenzó a llenar la casa con cosas rosa, incluso me
pidió que le pusiéramos el nombre de su madre, ella había muerto
cuando él era muy joven y yo acepté gustosa.
- ¿La abuela de Paul se llamaba Ginebra?
- No. Alessia… nuestra hija sería Alessia Mathieu, pero…
cuando estaba en el séptimo mes, mientras me daba una ducha, un dolor
muy fuerte me dobló y segundos después un gran rio rojo bajó por mis
piernas, Patrick escuchó mis gritos y corrió a llamar a Carlo que estaba
en el comedor tomando café.
- ¿La perdiste?
- Si, y fue uno de los dolores más grandes que he sentido, solo
igualable con el de haber perdido a mi esposo, después de eso me
deprimí mucho y me negué a buscar otro embarazo, Carlo también estaba
muy dolido y respetó mi decisión de no tener más hijos.
- Pero Ginebra…
- Mi preciosa Gin, llegó cuando nadie la esperaba, llegó a
darnos la luz que se había apagado por la pérdida de Alessia, me enteré
que estaba embarazada cuando tenía 5 meses, Paul acababa de cumplir
diez años y estaba conmigo de vacaciones en Puerto Rico cuando me
desmayé y llamaron al médico, él fue el primero en enterarse que venía
un bebé en camino y su reacción fue de absoluta felicidad, me abrazaba
diciéndome que su hermana había vuelto.
- Paul jamás me ha hablado de Alessia.
- Porque para Paul Ginebra es esa hermana, para él su hermana
nunca murió, solo se tardó más de lo normal en llegar, mis otros dos
hombres cuando regresamos a París y se enteraron, también se
emocionaron y más, cuando confirmamos que era una niña.
- Es una historia muy conmovedora – le dije emocionada por lo
que acababa de revelarme.
- Si y porque sé que mi Carlo donde quiera que esté, está feliz
por la llegada de la primera hija de Paul, quiero estar junto a ustedes,
quiero que ella crezca sabiendo que tiene una abuela que desde ya la
ama y unos tíos que darían la vida por ella, Patrick no se ha acercado de
nuevo porque teme tu reacción, pero si pudieras…
- Lo haré, hablaré con él – dije sin pensarlo – yo no tuve una
familia, solo conté con el amor de mi madre y para mi desgracia se fue
muy pronto, por eso quiero que mi hija disfrute de todo lo que a mí, la
vida me negó.
- Victoria gracias – Sara me abrazó igual de emocionada.

Le pedí a Sara que se quedara a almorzar conmigo y aceptó encantada, le


conté todo sobre mi embarazo, mis malestares, su crecimiento, las reacciones
de Paul cuando hemos ido a ver el médico y lo emocionado que esta por
decorar la habitación, ella consecuente con lo que había dicho, no hizo
preguntas sobre lo que se decían de mí en los medios, ni tampoco sobre el
tiempo que estuve en Bogotá, eso me relajó al extremo y hablé con ella como
si fuera una vieja amiga.

- La próxima semana me realizarán un ultrasonido, ¿Quieres


venir? – le pregunté cuando nos estábamos despidiendo en la puerta.
- Me encantaría, ¿Puede venir Ginebra? – Preguntó uniendo las
manos a la altura del pecho.
- Claro que si – dije sonriendo.

Esa noche mientras comíamos en el sofá del estudio le conté a Paul lo que
había hablado con Sara, pero no mencioné lo de su hermana Alessia, supuse
que si él no me lo había contado lo mejor sería no sacar el tema y me gustó
mucho ver su alegría al saber que entre nosotras todo estaba bien.

- Este sábado pintaré su habitación – dijo cuándo me daba un


bocado de prosciutto.
- ¿Estás seguro que no quieres que contratemos un decorador? –
pregunté cubriéndome con la mano la boca llena.
- He dicho que quiero hacerlo yo, ya tengo en mente todo lo que
quiero hacer.
- ¿Y crees que yo puedo participar en la decoración? – pregunté
cruzando los brazos en mi pecho.
- Mmmm, no lo sé – dijo golpeándose la comisura del labio con
el índice derecho mientras perdía la mirada hacia el techo, en un gesto
burlón de estar pensativo – Puedes ayudar a escoger la intensidad del
rosa que voy a usar en la pared.
- Muchas gracias – dije con ironía.

El sábado como ya lo había imaginado fue una locura, Valentino y Richard


habían llegado muy temprano para ayudar a Paul a pintar la habitación y armar
los muebles que él había pedido que le trajeran desde Francia, todos de
madera tallada y pintados en blanco envejecido.

Emma también había llegado y me ayudaba con el desayuno, María y su


hermana se habían ido a descansar y mi amiga sabía que a mí no se me daba
bien la cocina.

Después del desayuno los chicos regresaron a la labor y yo recordé la


promesa que le había hecho a Sara, tomé el teléfono y llamé a Patrick.

- Victoria ¿todo va bien? – Contestó un poco preocupado.


- Todo va bien – respondí.
- Me alegra – dijo más tranquilo – Victoria… yo…
- Patrick – lo interrumpí - no prometo que tengamos una relación
muy familiar, pero quiero que sea cordial.
- Igual yo, sé que todo ha sido mi culpa y solo puedo decir; lo
siento.
- No, no solo me dirás lo siento, también tendrás que
compensarme.
- ¿Cómo? – sonó confundido - ¿Qué quieres que haga?
- Quiero que muevas tu apretado culo hasta mi casa y ayudes a tu
hermano a no crear un desastre en la habitación de tu sobrina – la sonora
carcajada que escuché al otro lado de la línea hizo que el pecho se me
comprimiera.
- En minutos estaré allí – una voz femenina le preguntaba a donde
iba y él tapando un poco el teléfono contestó que vendría a casa de su
hermano.
- Te veo aquí – dije para cortar la comunicación, no quería seguir
interrumpiendo lo que fuera que estuviese haciendo.
- ¡Victoria! - me llamó antes de cortar.
- ¿Sí?
- Gracias.

Emma me miraba desde el sofá con gesto de sorpresa, había parado la


película, veíamos La gran estafa.

- Había escuchado que el amor es capaz de transformar a


cualquier persona, pero solo hasta ahora lo confirmo.
- ¿Qué dices?, no he hecho nada extraño – alcé los hombros
restándole importancia - solo he llamado al hermano de Paul para que le
eche una mano.
- Claro, lo llamaste solo por eso y no porque quieres que vuelvan
a estar unidos.

Esa era la verdadera razón, pero por tonto que parezca aun me costaba
reconocer esos actos de nobleza, la anterior Victoria jamás habría movido ni
un músculo por ayudar a Patrick. Pero ahora como mi amiga lo había dicho, el
amor me había cambiado.

Resoplé y le sonreí, ella me conocía muy bien como para perder mi tiempo
mintiéndole.
- Quiero que Paul siga unido a su familia, al final también son la
familia de mi hija.
- Y por ende la tuya – dudaba mucho que Patrick me quisiera
como a una hermana, pero con que quisiera a Paul y a mi hija, con eso
me bastaba.
- Tu eres mi familia – dije con una media sonrisa y con toda
intensión cambié de tema – a propósito, porque no vino Angelina, creí
que le avisarías.
- Angelina está este fin de semana en los Ángeles, Zafir la invitó.
- Así que han seguido hablando después del fin de semana en las
Bahamas.
- Si, sé que prometí no meterme en esa relación, pero me
preocupa lo ilusionada que parece con la idea de estar con él.
- Esperemos que él sea muy honesto como para decirle que es lo
que quiere y ella no sea tan estúpida para enamorarse de él.
- La verdad es que Ange en temas del amor es bastante estúpida.
- Emma… - la reprendí, porque ella menos que nadie podría
hablar así.
- Vicky no me hables así, sabes que quiero a Angie, pero también
sabes que tengo razón.
- ¿Y tú? ¿Cómo eres en temas del amor?
- Una imbécil, eso quedó claro con mi último desamor – dijo
respirando profundo – el jueves fue a verme a la oficina, pero me
comporté como una imitación barata de la antigua Victoria.
- ¡¿Qué?!
- Me mostré fría y arrogante, le dije que ya todo estaba superado
y que me alegraba verlo tan feliz porque así jamás regresaría a
buscarme.
- ¿Y cómo te sientes?
- Lo superaré – dijo alzando los hombros.

En ese momento llamaron a la puerta y cuando Emma quiso ir a abrir se lo


impedí, quería que fuera Paul el que abriera.

- Patrick – dijo sorprendido cuando vio a su hermano - ¿Qué


haces aquí?
- Victoria me pidió que viniera a salvar la habitación de mi
sobrina del desastre seguro.

Los dos se rieron y se abrazaron. Ver a Paul feliz se había convertido en


mi mayor motivación.

- Lo único que quiero es que mi hija tenga una hermosa


habitación – dije muy seria y los dos se volvieron a verme sonriendo.
- Prometo hacer el control de calidad de ese trabajo – dijo
Patrick con timidez.
- Eso espero, ahora sigan con ello mientras nosotras nos
encargamos del almuerzo.
- De acuerdo – dijo Paul cuando me rodeó la cintura – merci
mon amour – susurró en mi oído.

Fue un día muy emotivo, cada vez que veía juntos a Valentino y a Richard
me alegraba ver que por fin mi amigo estaba siendo feliz, Paul estaba como
una cabra loca tratando que todo quedara a la perfección, mientras Patrick con
serenidad le ayudaba a mantener el norte.

La habitación quedó preciosa, una de las paredes fue pintada de rosa con
la imagen blanca de una bailarina de ballet, los enormes ventanales estaban
cubiertos con delicados paneles japoneses blancos, estampados con rosas
grandes de color rosa pálido, la cuna y los demás muebles de madera tallada
de color blanco envejecido le daba un toque de la Francia sofisticada y aunque
al principio dudaba de las habilidades de Paul para decorar, al final del día
con orgullo reconocí lo bien que lo había hecho.

- Es preciosa – dije pasando las manos por una de las barandas


de la cuna.
- ¿De verdad te gusta? – preguntó con el pecho hinchado de
orgullo.
- No me gusta – dejó caer los hombros con un resoplido – me
encanta – achinó la mirada y sonrió – debo reconocer que en algún
momento tuve mis dudas, pero al final ha salido perfecto.
- Muy graciosa – dijo sujetándome de las caderas – y tus dudas
no fueron por un momento, las tuviste todo el tiempo.
- Si, si y me arrepiento de ello porque el trabajo ha sido
grandioso, ahora solo falta que la chiquita este aquí.
- Si, el trabajo quedo bien hecho y creo que merezco una
recompensa – dijo con mirada lujuriosa.
- ¿Qué deseas? – pregunté con la voz ronca por el creciente
deseo.
- Atarte – dijo acunando mi seno derecho – muero por atarte y
follarte, quiero que me dejes hacerlo a mi manera, quiero cogerte como
se me dé la gana – sus labios acariciaban mi cuello mientras sus manos
atacaban mis senos – dime que confías en mi lo suficiente para dejar que
tu placer esté bajo mi voluntad.
- Confió en ti – contesté en medio de un jadeo por las
sensaciones que ya estaba despertando en mi cuerpo.
- Ven – de la mano me llevó hasta la habitación – desnúdate -
ordenó con voz ronca.

Un leve escalofrió recorrió todo mi cuerpo, la idea de seguir ordenes no


me emocionaba, pero la voz seductora de Paul podía lograr que yo hiciera lo
que él quisiera.

Me quité la sudadera gris de la Universidad de New York y vi su preciosa


sonrisa cuando comprobó que no llevaba sostén, mis pezones erectos le decían
lo mucho que lo deseaba y lo dispuesta que estaba de cooperar para que el
momento fuera muy placentero, él se llevó su mano derecha a la entrepierna y
se acomodó su duro paquete, metí mis dedos en la cinturilla de mi pantalón de
yoga, pero antes de bajarlo me detuvo por las muñecas.

- No te agaches – se hincó para bajármelos – eres una descarada


– dijo divertido cuando se encontró con mi monte de Venus desnudo.
- Así el bebé se siente más cómodo – contesté con gracia.
- Claro, todo sea por la comodidad del bebé – dijo pasando una
lamida a mi ansiosa vulva.
- ¡Dios! – me puse rígida mientras tiraba de su cabello.
- No – se puso de pie y movió de un lado a otro el indicie cerca
de mi rostro – esta noche no podrás pedir nada. Ahora sube a la cama y
siéntate sobre los talones.

Respiré profundo y lo miré a los ojos para comprobar que era Paul, el
hombre que me amaba y al que yo amaba.

Subí a la cama y me senté sobre los talones mirando hacia la cabecera,


Paul de inmediato sacó del bolsillo una cinta fucsia y me ató las manos.

- ¿Estás bien? – me preguntó cuándo terminó de hacer el nudo.


- Un poco nerviosa – contesté con media sonrisa.
- No te ataré los pies porque en tu estado no es conveniente –
unió los extremos de la cinta a los tubos de la cama.
Mi respiración estaba acelerada, en esa posición de rodillas y con las
manos atadas a la cama me sentía demasiado vulnerable, él por el contrario
parecía muy seguro al tiempo que se quitaba la ropa.

- Debes decirme cuando no te sientas bien, si sientes que tus


piernas van a ceder, no dudes en hablar, no quiero que caigas sobre tu
vientre – su voz profunda cargada de lujuria dejó un aliento cálido sobre
mi espalda.
- Lo haré – La anticipación del momento me estaba matando, ya
quería tenerlo adentro, quería correrme y gritar, pero sobre todo lo
quería duro como nos gusta.
- Jamás me cansaré de admirarte – pasó sus dedos en una suave
caricia a lo largo de mi columna, quise gritar y pedirle que dejara los
preliminares para otro momento y entrara en acción, pero callé, después
de todo esta noche sería como a él quisiera y a mí me gustaba la idea –
valoro que después de todo por lo que has pasado, me entregues tu
confianza y me permitas tenerte de este modo.

Sentí su aliento caliente recorriendo mis muslos y aunque quise hablar


para exigirle, fui condescendiente con lo que acepté y le dejé las riendas de la
situación.

Todas mis terminaciones nerviosas estaban activadas y listas para


reaccionar a sus estímulos y cuando creí que mi cuerpo estaba bajo control, él
sorpresivamente pasó su lengua por medio de los cachetes de mi culo.

- ¡Dios! – grité gimiendo.

Su lengua juguetona seguía torturando mi terminal nerviosa, mientras me


contorsionaba para tratar de alejarme un poco.
- Quieta - me exigió dándome una palmada en una de mis nalgas.
- ¡Ay! - me quejé – no abuses de tu suerte – gruñí muy excitada.

Siguió con su deliciosa tortura, pero esta vez sus dedos entraron en el
juego, esparcieron mis jugos por entre mis pliegues hasta llegar a mi clítoris
rígido y duro.

- Tengo muchas ganas de follarte el culo – habló separándose


solo un par de centímetros dejando que su aliento me acariciara.
- Hazlo – supliqué.
- Lo haré, pero cuando mi hija este durmiendo en su habitación.

Volví a quejarme por la idea de esperar tanto para que cumpliera esa
promesa, pero no insistí, en esos momentos sus dedos se movían con locura
entre mi clítoris y mi abertura, haciendo que mis pensamientos se enfocaran en
eso.

- Paul – moví mis caderas buscando alivio.

En silencio se retiró sin hablar y quise morirme, estaba tan cerca de


conseguirlo que el sentimiento de abandono me dolió.

- ¿Qué haces? – pregunté con rabia.

Estaba detrás de mí y no pude ver el gesto en su rostro, pero su risita


burlona me dijo que disfrutaba verme necesitada de su liberación.
- ¡Wow! - exclamé al sentir un frescor que me puso los pelos de
punta - ¿Qué es…?
- Vida, solo es una pastilla de menta – sus labios se volvieron a
pegar a mis pliegues.

Esa combinación del frescor de la menta y el calor de mi sexo me estaba


enloqueciendo y como una posesa, grité llegando a un increíble orgasmo.

- Increíble – murmuró pasando la palma de su mano para recoger


mi humedad – siente toda tu esencia – dijo mientras me masajeaba la
espalda dejando un rastro a su paso – amo cuando estallas.
- Y yo amo tu lengua - dije sintiendo que las piernas me
temblaban.
- Shhh… tranquila – me sujetó de las caderas – aun no te he
follado – me emocioné al escucharle y me aferré a la cama para no caer
- ¿estás bien?
- Mejor me daño – contesté juguetona, bamboleando las caderas
– estoy deseosa porque muestres cuanto me deseas.

Con un rugido se puso en posición y movió su erección de arriba abajo,


estaba tan sensible que con un mínimo roce me hacía temblar.

- Hazlo ya – demandé.
- Como a mí…
- Como se te dé la gana, pero ¡ya!

Y lo hizo, con una penetración certera, pero suave, inicio un delicioso


vaivén, estaba tan estimulada que el segundo éxtasis llegó demasiado rápido.
- Adoro que hagas eso – dijo refiriéndose a mis músculos
contrayéndose alrededor de su pene – el embarazo te ha puesto mucho
más caliente – siguió su bamboleo, y recordé que en ocasiones
anteriores me había dicho que sentía que lo quemaba cada vez que me
penetraba.

Mi orgasmo comenzó a disiparse y quise dejarme caer, pero los dedos de


Paul se clavaron en mi pelvis impidiendo que me moviera.

- Vida solo un poco más – su voz ronca anunciaba la explosión –


ver como tu coño se devora mi pene, es lo más erótico y sensual que he
visto en toda mi vida – dijo antes de convulsionar y llenarme por
completo con su simiente.

Paul cayó sobre la cama llevándome con él, seguía atada pero el cansancio
era tan grande que no me importó y comencé a dormirme entre sus brazos
mientras mis manos seguían unidas a la cama.

La pesadez de los ojos era tal que tuve que esforzarme demasiado para
abrirlos, la luz del día entrando por las ventanas lastimó un poco mi visión, en
ese momento poco a poco me concienticé de lo ocurrido la noche anterior y
acaricie mis muñecas para comprobar que ya estaba libre.

- ¿Vida? – la voz de Paul resonó en toda la habitación – despierta


por favor – solo bastó esa súplica para estar en alerta.
- ¿Qué pasa? – me incorporé rápidamente.
- Has dormido demasiado.
- ¿Qué hora es?
- Ya es medio día
- ¿En serio?
- Claro.
- No puedo creerlo, me diste una cogida comatosa – su carcajada
hizo que diera un salto en la cama y nuevamente comprobé que no había
nada en el mundo que me hiciera más feliz que verlo feliz.
- El embarazo te ha vuelto una dormilona ¿Y me hechas a mí la
culpa? – estaba feliz y su sonrisa me lo decía.
- Pues sí – dije en medio de un bostezo - me dejaste en coma – y
con parsimonia salí de la cama para ir a asearme.
- No voy a contradecirte – me dio un azote en las nalgas - mejor
mueve tu lindo culito y dúchate, quiero que almorcemos a fuera.
- No por favor – me giré para verlo - no quiero ser asediada hoy
por la prensa.
- Has pasado muchos días aquí y eso no es sano.
- He estado ocupada trabajando desde acá – alcé los hombros
mostrando indiferencia.
- Victoria quiero que salgamos – dijo serio.
- Pero… ¿Por qué? ¿Por qué quieres que salgamos? No quiero
escuchar preguntas odiosas.

Iba a discutirme cuando llamaron a la puerta, Paul fue a abrir y yo lo seguí


a distancia, era domingo y no esperábamos a nadie, María y su hermana no
llegaría hasta por la noche, además ellas tenían llaves.

- Señor Mathieu, ha llegado este paquete para la señora Victoria


y han dicho que era muy importante que lo recibiera hoy mismo.

Paul recibió el paquete negro que el hombre de seguridad le entregaba y


cuando se dio cuenta que no estaba marcado se giró para mirarme, yo estaba
parada en el corredor a un par de metros de la entrada y de inmediato supe que
el paquete no tenía remitente, me puse rígida en espera de lo que estaba por
ver.
Paul le agradeció al de seguridad y cerró la puerta, después caminó hasta
mí rompiendo el envoltorio de la caja que llevaba en sus manos.

- ¡Santo Dios! – grité horrorizada al tiempo que me tapaba la


boca.
- ¡Maldito hijo de perra! – gritó Paul.

El paquete era un pequeño cofre de madera de pino y en el interior tenía un


capullo de una rosa negra con una tarjeta que decía: “Descansa en paz,
Victoria”, Paul sacó la tarjeta y entonces vi la foto que tenía pegada al
respaldo.

Estaba de rodillas haciéndole una felación a un hombre, el rostro de él no


se veía, pero yo sabía perfectamente quien era.

- ¡No la mires! – se la rapé de las manos y la escondí entre las


mías.

Paul no dijo nada, pero su rostro descompuesto por la ira y la frustración


me dijo que había alcanzado a verla, su respiración se aceleraba a cada
momento y aunque sabía que él era incapaz de hacerme daño, no pude evitar
sentir temor por su reacción y por todo lo que estaría pasando por su cabeza.

Con las fotos anteriores, Paul había cumplido con su palabra de no verlas,
y sin sacarlas del sobre las había quemado en un cubo, pero ahora estaba
segura que había visto la foto y me atormentaba pensar en todo el mundo de
cosas que se estaban gestando en su mente.

- Llamaré a Jhon – dije dando la vuelta lentamente para ir por mi


móvil, pero antes de dar si quiera un paso el me detuvo.
- Yo lo haré – dijo con los dientes apretados.

No pude negarme, ni siquiera lo intenté, Paul estaba tan afectado que era
mala idea llevarle la contraria.

Llamó a Jhon y moviéndose de un lado para otro gritando como un loco,


contaba lo que habíamos recibido, yo estaba sentada en el salón tratando de
contener las lágrimas, pero era casi imposible, ellas salían con demasiada
facilidad.

- Greene, esto es una maldita amenaza de muerte – las palabras


le salían teñidas de rabia y preocupación – pero no han dado resultados
esas malditas investigaciones, ya me contacté con Harry Spencer, es un
ex agente de la Scotland Yard, organiza una reunión para que José le
informe la situación – no podía escuchar la respuesta de Jhon pero
estaba segura que la idea de Paul tomando ese tipo de decisiones no le
gustaba ni un poco – no me jodas Greene, esto no se trata de una lucha
de poderes entre tú y yo, aquí lo único importante es Victoria y me da
igual si es tu gente o la mía la que nos saca de toda esta mierda.

En ese momento unas terribles náuseas hicieron que corriera hasta el baño,
por fortuna pude llegar antes que las arcadas me hicieran vaciar el estómago.

- Vida ¿estás bien?


- Si – mentí, porque en realidad estaba de todo, menos bien.
- No habías vuelto a vomitar – dijo acariciándome la espalda,
era cierto, ya las náuseas del embarazo habían desaparecido, pero estas
eran diferentes.
- Paul… no puedo más – dije abatida.
- Lo solucionaremos y claro que puedes – me ayudó a ponerme
de pie - el miércoles tendremos una reunión…
- Shhh – puse mi dedo sobre su boca – no hables más,
olvidémoslo por el momento, mejor pidamos comida y busquemos una
película.
- ¿Qué quieres comer? – cambio el gesto de preocupación por
una sonrisa.
- Una hamburguesa con beicon y mucho queso – se me hizo agua
la boca al hablar - también quiero papas y una Coca cola.
- ¿Postre? – preguntó felizmente impresionado por verme con
tanto apetito.
- ¡Sí! – contesté pensando en el postre que quería - quiero un
brownie con helado –dije deseando comerlo de inmediato para quitarme
el sabor amargo.

9
Los pocos días de tranquilidad que habíamos pasado en la nueva casa
parecían haber llegado a su fin, ese domingo después de haber recibido el
mensaje macabro, pasamos el día viendo películas y comiendo, en algún
momento deseé poder tomarme un somnífero para dormir, pero por obvias
razones no podía hacerlo.

El lunes Paul no quería dejarme sola, al final me enfurecí tanto que no tuvo
más remedio, pero no antes de recomendarle a María y a Pilar que no me
dejaran sola ni un momento, ellas cumplieron con esa petición y todo el tiempo
estuvieron muy cerca llenándome de comida, María repetía que “con la
barriga llena es más fácil lidiar con los problemas”, eso lo decía porque no
sabía qué clase de problemas eran.

Para el miércoles ya estaba cansada de esas dos mujeres, por eso agradecí
cuando llegó Jhon con José y otros hombres que no conocía y después de un
rato también llegaron Paul y Harry Spencer.

- No quiero que estés en la reunión – estaba serio con los brazos


cruzados en la puerta de la habitación.
- No me importa si quieres o no. – hablé en el mismo tono - Voy a
estar en esa reunión.
- ¿Por qué nunca me escuchas? Esto te ha alterado lo suficiente,
entiende que no quiero que te veas afectada…
- ¿Afectada? - ¡Obviamente estoy afectada! - Grité en mi mente,
pero sin querer iniciar una pelea suavicé mi voz y dije – Afectarme más
es imposible – finalicé resoplando y pasando por su lado para ir a
donde nos estaban esperando.

Cuando llegué, todos nos esperaban en el despacho, Jhon estaba haciendo


de anfitrión y les servía bebidas a todos, pero en cuanto me vio vino hacia mí
y me saludó con un sonoro beso en la mejilla.

- Greene… – escuché la voz de advertencia de Paul a mi


espalda.
- Tranquilo Mathieu, solo estoy saludando a una amiga – contestó
divertido por la actitud de Paul.
- Ahora no – murmuré fastidiada, lo que menos me apetecía era
presenciar sus demostraciones de machos. Ese par, tarde o temprano me
terminaran enloqueciendo.

Después de las presentaciones hablamos sobre Dmitry Valiev, todos


acertaron en que era un hombre peligroso, jefe de una de las redes de tráfico
de personas más grandes del mundo, y que estaba siendo buscado con circular
de interpol.

Las investigaciones de los agentes privados contratados por Jhon habían


arrojado que Dmitry y Stan eran hermanos.

- ¿Hermanos? – pregunté sorprendida – pero no puede ser, no


comparten el mismo apellido, además Dmitry tiene un acento ruso muy
marcado, lo que quiere decir que vivió toda su vida en ese país y Stan
siempre vivió aquí.
- Victoria, ellos eran hijos de la misma madre, pero de diferente
padre – aclaró Jhon – la madre de Stan era rusa y llegó a Estados
Unidos después que el padre de Dmitry le diera una paliza que por poco
la mata y cuando tenía un par de años viviendo aquí, conoció al señor
White y se casaron, ella ni siquiera le mencionó que tenía un hijo.
- ¿Y cuándo se enteraron que eran hermanos?
- Cuando el señor White murió, Stan tenía 18 años y la empresa
de cosméticos era demasiado pequeña y por el mal manejo de la madre,
entró en crisis, fue en ese momento cuando ella buscó ayuda en Rusia, y
se encontró con que su hijo mayor, con el que siempre tuvo contacto por
medio de cartas, se había vuelto un hombre rico, entonces él intervino
para que la empresa de cosméticos recibiera el capital suficiente para
surgir, y Stan White tomó las riendas del negocio bajo la supervisión de
Dmitry – dijo uno de los investigadores de Jhon.
- No puede ser – susurré cubriéndome el rostro.
- Tranquila – Paul me acariciaba la pierna, para demostrarme
que no estaba sola.
- No entiendo ¿Qué interés tiene ese hombre en una empresa de
cosméticos?
- No lo sé – aseguró Jhon.
- Yo si – dijo Harry – con los datos que me entregó el señor
Mathieu antes de venir, hice algunas averiguaciones y la primera
pregunta que me hice fue esa, ¿Qué interés puede tener un mafioso en una
empresa de cosméticos? y sobre esa pregunta inicié toda la
investigación.
- ¿Pero qué descubriste? – insistí desesperada.
- Descubrí que muchas de las mujeres contactadas para trabajar
como modelos de la empresa han desaparecido.
- ¡¿Qué?! – grité histérica – ¡¿Estás diciendo que la empresa ha
sido utilizada para engañar a mujeres y después venderlas?!
- Exactamente – aseguró Harry.
- Pero eso es gravísimo – dijo Paul – ¿Podrían involucrar a
Victoria con el tráfico de persona?
- Señor Mathieu, tranquilícese, desde que la señora Victoria
asumió la presidencia de la empresa no se presentaron más
desapariciones.
- ¡Claro que no! – volví a gritar – ni siquiera estaba enterada de
esto, Dios… de haberlo sabido yo… - recordar que estuve bajo el poder
de esos dos hombres, hizo que me entrara un escalofrío por todo el
cuerpo – Jhon… susurré cubriéndome la boca - ¿Crees que…?
- Tranquila Vicky – dijo poniéndose de pie con la intensión de
abrazarme, pero Paul se le adelantó.
- Vida, no pienses en eso – ¡cómo no iba a pensar que esos dos,
pudieron haberme vendido! – ya pasó – me susurró Paul sobre el cabello
– jamás volverán a tocarte.
- Victoria, les pediré ayuda a unos amigos de la INTERPOL y del
FBI, esto no podemos seguirlo manejando solo nosotros – dijo José
Ramírez.
- Pero…
- Él tiene razón Victoria – me interrumpió Jhon – es la mejor
forma de dejar claro que no estás involucrada en esa actividad.

Desde de la reunión, Paul no volvió a mencionar la posibilidad de salir,


incluso el comenzó a trabajar desde la casa para estar la mayor parte del
tiempo conmigo, después de escuchar a lo que nos estábamos enfrentando, él
temía por mi integridad y sabía que el lugar en el que estaba más segura, era
en casa.

Los días cada vez se estaban haciendo más largos, el encierro pesaba día
tras día y a pesar de que Paul intentaba hacerlos más amables invitando todo
el tiempo a mis amigos, yo comenzaba a desesperarme.

- Estoy lista – le dije a Paul que estaba esperándome en el salón.


- Preciosa – me halagó con una sonrisa, agradecía y admiraba su
buen humor a pesar de todo – mi madre y mi hermana nos esperan en la
clínica.
- Entonces vamos.

Salimos para la cita de rutina con la doctora Elizabeth Hart, había invitado
a la madre y hermana de Paul para que vieran el ultrasonido, Sara me había
pedido que la dejara estar presente en la vida de su nieta y pensé que era la
mejor forma de hacerlo.

Llegamos al consultorio donde Sara y Ginebra nos esperaban, estaban


felices por la invitación y cuando vi la alegría de Paul por tener a las mujeres
más importantes de su vida junto a él, me sentí complacida.

El ultrasonido fue emocionante, Hart uso la última tecnología para ver en


4D al bebé. Los cuatro miramos embelesados los movimientos de la chiquita y
murmurábamos emocionados.

- Está bostezando – dijo Sara con la voz quebrada – es una


preciosidad.
- Preciosa como la madre – murmuró Paul besándome la mano.
- Ya quiero tenerla – dijo Ginebra.

Cuando salimos del consultorio, teníamos los ojos un poco rojos por las,
pero al momento de ir a los autos los paparazis estaba rodeándolos y Sara al
ver tanto alboroto, eligió junto a Gin, viajar en el nuestro y dejar el otro auto.

- Chicos, tal vez deberían ir a pasar unos días a Puerto Rico, se


relajarían al estar alejados de todo esto.
- Mamá tiene razón, tú y mi hermano necesitan descansar – dijo
Ginebra.
- ¿Qué dices? – preguntó Paul
- Me gusta la idea – contesté.

Ese fin de semana salimos de madrugada para evitar que se dieran cuenta
de nuestra intención de viaje.
En cuanto el jet aterrizó, Antonio estaba con el BMW negro esperándonos
y después de saludarnos nos llevó hasta la casa del abuelo de Paul.

Roberto nos esperaba en su silla de ruedas en la puerta de la casa, su cara


estaba marcada por los surcos de una enorme sonrisa, a pesar de su edad y de
estar en una silla de ruedas, siempre tenía una cara amable.

- Bienvenidos – dijo abriéndonos los brazos.


- Gracias abuelo – Paul se puso a su altura para abrazarlo.
- Déjame, es a ella a quien quiero abrazar – lo quitó con gesto
divertido – ven acá – me hizo un ademan para que me acercara - ¿Cómo
está la mamá de mi bisnieta?
- Bien Roberto, estoy muy bien y eso es gracias a tu nieto – miré
a Paul con una sonrisa.
- Vicky estas hermosa – me tomó de la mano y la besó – vamos,
pasen, se hizo a un lado para que pudiéramos entrar.

Almorzamos con Roberto mientras lo poníamos al día sobre todo lo del


embarazo, él ilusionado escuchó todo con interés y después se despidió para
que fuéramos a descansar del viaje.

- ¿Cómo te sientes? –estaba sentado en la cama mientras me


desnudaba.
- Bien, me agrada estar aquí – me acerqué vestida solo con ropa
interior.
- Vida… eso te queda muy pequeño – dijo jalando la tirita de mi
tanga y soltándola.
- ¡Aich! – me quejé por el azote – me niego a usar esa horrible
ropa para mujeres embarazadas.
- Vanidosa – me sentó en sus piernas.
- Pero así te gusta – contesté coqueta al tiempo que el asentía con
la cabeza
- ¿Quieres un baño? – murmuró detrás de mi oreja.
- Quiero otra cosa.
- Dime… ¿Qué es lo que quieres? – su voz ronca me dijo que
estábamos en sintonía.
- A ti - Hablé con voz sedosa – a ti, dentro de mí.
- Hummm, interesante – susurró mientras mordisqueaba mi cuello
– dame detalles.
- Quiero que estés tumbado en la cama esperando a que te
ofrezca mi sexo – jadeó.
- Continua – pidió mientras sentía crecer su erección debajo de
mis piernas.
- Quiero correrme en tu boca y que te bebas toda mi esencia,
después quiero que me pongas sobre esa cómoda y me penetres como sé
que nos gusta.
- Duro.
- Si, muy duro, quiero que me folles como lo hiciste la primera
vez en Milán.

Un rugido gutural salió de su boca y me quitó de encima dándome un azote


fuerte, después se puso de rodillas y me rompió la tanga, arrugándola en el
puño y llevándosela a la nariz, inspiró fuerte y con los ojos achinados por el
deseo se subió a la cama a esperar tal cual como se lo había pedido.

Me quité el brassier y gateé sobre su cuerpo hasta llegar a su rostro, nos


miramos y no dijimos nada, pero con los ojos me estaba advirtiendo lo mucho
que se iba a divertir con mi sexo, tomé aire y de rodillas acomodé mis piernas
a cada lado de su rostro, él no se hizo esperar y de inmediato clavó sus dedos
en mis caderas para inmovilizarme al tiempo que su lengua comenzó a
moverse entre mi humedad.
Jadeé… pedí más y atrapó mi clítoris entre sus labios, al tiempo que le
daba golpecitos con la lengua, chillé de placer, era tanas las sensaciones que
Paul despertaba, que por instinto traté de separarme, pero me lo impidió
aferrándose con más fuerza a mis caderas. Me acoplé al placentero jugueteo y
me moví en busca de mi propio placer y cuando mi excitación estaba al límite
y pensaba en que no podría ser mejor, me soltó de una de sus manos y con el
índice estimuló la parte interior de mi ano y entonces exploté sobre sus dulces
labios.

Lamía y seguía lamiendo mientras mis convulsiones seguían y cuando mi


respiración comenzó a relajarse, me sentí tan agotada como si acabara de tener
una noche maratónica de sexo, pero no, solo había tenido un orgasmo y todo
mi cuerpo estaba hecho una gelatina.

Me desplomé a un lado de Paul deseando dormir, sabía que eso no era lo


que había pedido, sabía que aún faltaba la mitad de la fantasía, pero mi cuerpo
estaba lánguido.

- Olvídalo – sentenció incorporándose.


- No…
- Sí, claro que si – me dijo alzándome en brazos – aun no te he
follado sobre la cómoda, así que abre esos preciosos ojos verdes y
mírame mientras lo hago.

Sentada con las piernas descolgadas y los párpados pesados, vi cómo se


desabrochaba el vaquero y se lo bajaba con premura junto a los bóxers. Su
preciosa erección quedó libre y tomó mis piernas y las abrió lo suficiente para
encajarse en medio.

- Vida mírame – lo hice, alcé la mirada y vi esos ojos brillando


por tenerme justo como él quería y contra todo pronóstico, mis
terminales nerviosas comenzaron a activarse – deliciosa – murmuró
antes de clavarse en lo más profundo de mi ser.

Me arqueé y grité sin importar quien pudiera escucharme, en ese momento


con Paul empalándome mientras presionaba mi muy hinchado y sensible
clítoris con su pulgar, mi cuerpo solo tuvo una opción; responder.

Todo el agotamiento se había ido y solo sentía el placer gestándose por


todo mi ser.

- Más… más – exigí y una sonrisa lobuna se marcó en su rostro.


- Has vuelto cariño – dijo sin dejar de bombear sobre mi cuerpo.

Cuando mis gritos subieron de decibeles retumbando en toda la habitación,


me tapó la boca con la palma de su mano y amortiguo mis quejidos.

- ¡Dios! – gruñó echando la cabeza hacia atrás – vida date prisa


para que te vengas conmigo, ya estoy listo.

El golpe de caderas se hizo más intenso y el sonido de nuestros fluidos


chocando sumada a la visión de los músculos de su cuello tensionados por el
esfuerzo de no correrse antes que yo lo hiciera, fue lo que consumió la mecha
de mi bomba orgásmica y como si de una sincronía se tratara, los dos gritamos
al tiempo liberándonos de toda esa presión.

- Jodidamente bueno – dijo apoyando su frente sobre mi pecho,


mientras seguía en mi interior.

Las palabras no me salían, el cansancio y el agotamiento ahora eran más


intensos y poco a poco sentí como todo se oscurecía y se silenciaba a nuestro
alrededor.

Fui abriendo mis ojos y todo estaba en absoluta oscuridad, me estiré como
un gato desperezándose y después palpé a mí alrededor en la cama y me
descubrí sola.

Prendí la luz de la lámpara de al lado de la cama y me puse de pie, me


vestí con un camisón de seda blanco, salí de la habitación y sentí el aire
caliente que corría por la casa, bajé las escaleras sin hacer mucho ruido y vi
el reloj de la entrada, marcaba las doce y media de la noche, ¡¿dormí diez
horas?! Wow, ahora después de follar siempre caía en coma.

Escuché voces en el salón de la casa y fui a ver si era Paul, con cada paso
escuchaba con más claridad, la voz del culpable de mis sueños comatoso.

- Patrick prometiste no volver a involucrarte en mi relación con


Victoria.
- Lo sé y hasta ahora lo he hecho, pero lo de ese ex agente de la
Scotland Yard es otra cosa.
- No es tu problema.
- Paul ese hombre es conocido por usar métodos no muy legales
para sus investigaciones.
- Patrick… te repito que no es tu problema, además hemos
venido precisamente para alejarnos de todo y descansar, pero entonces
se te ocurre aparecerte aquí para hacer preguntas.
- Eres mi hermano y sé que algo grave está pasando, quiero saber
que es para ayudarte.
- No es necesario.
- Paul… - dejé de esconderme detrás de la puerta y entré.
- Vida, mi hermano…
- Él tiene razón, debe saberlo.
- Victoria… - esa advertencia era clara, él no quería que su
hermano supiera las cosas horribles que me había hecho Dmitry e
indiscutiblemente yo tampoco quería que las supiera.
- Tranquilo, deja que hable.

Patrick escuchó con calma y sin interrumpir todo lo que dije sobre Dmitry,
siempre obviando lo ocurrido la noche en que lo conocí.

- Esto es muy grave – el hermano de Paul estaba sentado


apoyando los codos en la rodilla.
- Lo sé – dijo Paul sirviéndose otro whisky.
- Pero… ¿No notaste nada fuera de lugar en la empresa cuando
tomaste la presidencia?
- No. La contabilidad estaba en orden, el dinero que había en las
cuentas era el mismo que mostraban los balances.
- ¿Y sus cuentas personales? – continuó Patrick.
- Cuando el cayó en coma tuve el poder para manejarlas, eran
dos, y aunque había una cantidad considerable, no era demasiada para
despertar sospechas.
- ¿Estás segura de que solo eran esas dos?
- Si.
- ¿Segura que no tenía cuentas en Suiza o en las Islas Caimanes?

- Nunca me lo pregunté – dije sintiéndome una estúpida.


- Es probable que allí este el dinero producto del tráfico de
personas en el que estaba metido tu marido.
- Patrick… - gruñó Paul.
- ¿Qué? – lo miró esperando a que dijera algo - Te guste o no,
ese hombre era su marido – dijo sin darle importancia - ¿Sabes si Stan
se contactó con Dmitry antes de morir?
- No estoy segura, pero Jhon cree que sí.
- Stan tuvo que haberle dado alguna información sobre ese dinero
a Dmitry.
- ¿Por qué no ir a buscarlo sin involucrar a Victoria? – preguntó
Paul
- Tal vez ella tienes alguna información que le es necesaria.
- Te repito que yo no sabía nada, ¿Qué información podría tener,
si ni siquiera sé si existen esas cuentas?
- Lo primero que debemos hacer, es confirmar tu teoría – dijo
Paul tomando el teléfono – llamare a Harry y le pediré que lo investigue.

Paul se fue a un lado para hablar con Harry mientras yo seguía dándole
vueltas al asunto sentada en el sofá.

- Gracias por contármelo – Patrick interrumpió mis


pensamientos.
- Debía hacerlo. Lamento que tu hermano este metido en todo
esto por mi culpa y lo que menos quiero es empeorar la situación
generando más diferencias entre ustedes.
- Es mejor estar unidos para lo que se viene – dijo con
sinceridad.
- Cierto – contesté apenada - ¿te quedaras?
- Sí, he llegado esta tarde cuándo el abuelo salía con Ana y
Antonio para la casa del tío Marco.
- ¡¿Se han ido?! – pregunté sorprendida.
- Al parecer has hecho mucho ruido esta tarde y quisieron darles
más privacidad.
- ¡Dios! – me cubrí la cara y sentí como mis mejillas se
calentaban – Que vergüenza.
- Tranquila, el abuelo lo ha entendido – habló en tono amigable -
he venido con una amiga, ahora está descansando, pero mañana
podríamos hacer algo los cuatro.
- Claro, me parece bien.

Paul regresó y después de decirnos que Harry haría las averiguaciones, me


cubrió las piernas con una manta y me quejé porque no tenía frio, pero él con
el ceño fruncido me preguntó si no me parecía que el camisón estaba muy
corto y entendí que no quería que su hermano me viera las piernas, reí por su
actitud, me parecía una tontería que pensara que Patrick me vería con esos
ojos, estando embarazada.

- ¿Cuándo será el parto? – interrogó Patrick.


- En noviembre – dije notando el ambiente relajado que por fin
había entre nosotros.
- Yo regreso en cuatro días a París, pero vendré en noviembre
para el nacimiento de mi sobrina.
- Me alegraré de tenerte aquí hermano – contestó Paul feliz.
- Quiero que me mantengas al día respecto a los resultados de
Harry, quiero ser de ayuda.
- Lo haré – aseguró Paul.

Bostecé y Paul con una sonrisa me dijo que fuéramos a dormir, no entendía
cómo podía sentir sueño nuevamente con todo lo que había dormido.

Los rayos de sol que se colaban por entre las cortinas me despertaron, me
giré sobre la cama y observé a Paul dormido boca abajo, su respiración era
suave y tranquila, al verme allí admirándolo, pensé en que, si alguien me
hubiese dicho varios meses atrás que me enamoraría locamente de este hombre
hasta el punto de disfrutar verlo dormir, le hubiese contestado que era una
locura y que eso jamás pasaría, pero pasó, y ya no me daba pena admitir que
lo amaba y lo amaría siempre.

- Si me sigues mirando de esa forma, no respondo – dijo con los


ojos cerrados.
- Ni siquiera te estaba mirando – giré la cara hacia la ventana.
- Mentirosita – dijo abriendo esos ojos verdes brillantes.
- Y tu un eres un creído – salté del colchón al ver sus intenciones
de atraparme.
- ¡No corras! – gritó saliendo tras de mí.
- Entonces no me persigas – entré rápido al baño y ajusté la
puerta antes que él la bloqueara.
- Ya verás cuando salgas – dijo divertido.

Entré a la ducha y me relajé tarareando, disfruté de ese momento y después


tomé una toalla, cuando me incliné un poco para secar mis piernas sentí una
punzada dolorosa en mi vientre bajo, fue un dolor fuerte que duró un segundo y
en silencio para no alertarlo me senté en el váter y respiré hasta que el dolor
desapareció por completo.

Cuando regresé a la habitación, Paul estaba recostado en la cama viendo


televisión, traté de actuar normal pero lo cierto era que estaba asustada por lo
que me acababa de pasar, ni siquiera cuando tuve el accidente en Bogotá me
había dado un dolor tan fuerte.

- Ven – me pidió moviendo la cabeza de arriba abajo.


- Cariño quiero ir a tomar el sol.
- De acuerdo, pero antes quiero un poco de ti – se puso de pie y
camino hacia mí.
- Paul, sabes que te deseo tanto o más de lo que tú me deseas,
pero aún me siento agotada por la maratón de ayer, este embarazo ha
hecho que baje mi resistencia.
- ¿Estás bien? – se preocupó, obvio era de preocuparse que yo
estuviera rechazando sexo.
- Solo necesito un descanso para retomar fuerzas – hablé con una
sonrisa mientras le acariciaba el rostro, para darle confianza.
- Tienes razón, he sido muy exigente y en tu estado…
- Shhh, para, ya veo hacia dónde vas y la verdad es que me gusta
tu exigencia de sexo y lo que menos quiero es que cambies ¿De acuerdo?
- Si señora.
- Tonto – le pegué en el hombro - ahora me siento un poco
cansada, pero ya retomaremos la tarea y como nos gusta ¿Sí?
- Si señora – repitió parándose firme como si fuera un militar -
estaré dispuesto a cogérmela duro cuando usted ordene – dijo tratando
de parecer serio.
- Así me gusta – le seguí el juego.

Después de alistarnos bajamos a la cocina, conforme mi embarazo


avanzaba mi hambre aumentaba.

- Es vergonzoso que tu abuelo se haya marchado de su casa


porque nos escuchó mientras cogíamos – dije sentada en el taburete
viendo como Paul fritaba unos huevos.
- ¿Nos escuchó?, perdona, pero a la única que escuchó fue a ti,
gritaste desesperada que te diera más duro.
- Gracias, eso me hace sentir mucho mejor.
- Vida… no te atormentes, él también fue joven.
- ¡Pero esta es su casa!
- Vuelve mañana y ya verás que no está molesto, por el contrario,
estará orgulloso del machote que tiene por nieto.
- ¡Dios! – bufé por su comentario – a veces no te soporto.
- Por fortuna para mí son más las veces que me deseas.

Estábamos desayunando cuando Patrick apareció en la cocina con una


mujer rubia y muy atractiva, tenía puesto un bikini negro que resaltaba en su
piel blanca, los triángulos de la parte de arriba apenas cubrían los pezones de
unos pechos operados, si algo sabemos identificar las mujeres con dar un
simple vistazo, es si las tetas son naturales o son de silicona y esas no eran
naturales, en la parte de abajo tenía un pantalón largo de malla que dejaba a la
vista la diminuta tanga brasilera.

Jamás me he sentido insegura ante otras mujeres, pero ahora con la panza
creciendo a pasos agigantados, no pude evitar sentirme en desventaja.

- Victoria, ella es Sylvie Latourelle, Sylvie ella es Victoria la novia de


mi hermano Paul.
- Ravi de vous rencontrer – me saludó en francés extendiéndome la mano.
- Encantada de conocerte – respondí con una falsa sonrisa.
- Je suis heureux de vous revoir – Paul habló en francés dándole un beso
en la mejilla.

Mi francés no es muy bueno, pero entendí que ya se conocían y que Paul


estaba encantado de volver a verla.

Después de las presentaciones salimos a la playa, Patrick me explicó que


Sylvie no hablaba inglés, ni español y como mi francés es básico, ellos hacían
las veces de traductores y siempre la incluían en la conversación traduciendo
lo que yo decía al francés.

Llegamos hasta donde estaban las tumbonas, Paul se sentó con las piernas
abiertas y yo me acomodé entre ellas.

- Vida quítate el vestido – me pidió con un beso en el hombro.

Tenía puesto un vestido blanco muy corto, y aunque pareciera mentira, no


me lo quería quitar, me sentía amenazada por la francesa de cuerpo perfecto.

- En un momento – le dije para darme tiempo de sentir confianza.

La francesa por el contrario, nos dio la espalda y se quitó sin ningún pudor
el pantalón de malla, exhibiendo su trasero prácticamente en nuestra cara.

Cerré los ojos y conté hasta diez para no decir nada y más cuando sentí el
suspiro que salió de Paul, ¡Maldita zorra! Se perfectamente que esa zorra es
de las que les gusta atraer la atención de todos los hombres sin importarle si
están solos o no, lo sé perfectamente, porque yo era así.

Como si el espectáculo de mostrarnos el trasero hubiese sido poco, se


soltó la parte de arriba del bikini y quedó en topless para broncearse, Patrick
que es un idiota al igual que todos los hombres no se dio cuenta de las
intenciones de su amiguita y como un imbécil comenzó a echarle crema en el
cuerpo.

Paul se removió nervioso, incluso apoyó la frente en mi hombro y noté que


era un signo de esfuerzo por no mirar hacia donde estaba su hermano con esa
francesa.

- Vida, vamos al agua – “este cree que yo soy estúpida y no me doy


cuenta de que la zorra prácticamente desnuda lo está afectando”.
- Vamos – gruñí entre dientes.

De pie me quité el vestido y caminé hacia el agua sin esperarlo, el aceleró


el paso y me tomó en brazos.
- Humm, se te ve un hermoso trasero – mordió el lóbulo de mi oreja, pero
yo ya estaba bastante cabreada y me retorcí para soltarme - ¿Qué te
pasa? – preguntó dejándome sobre la arena.

- Nada, solo tengo calor – dije molesta.

Llegué al agua y me zambullí, nadé alejándome de la orilla mientras


escuchaba a Paul llamándome, pero lo ignoré para evitar una escena en la que
quedara en evidencia los malditos celos.

- No te vayas muy lejos – me pidió cuando me alcanzó, no le contesté, no


quise, pero él insistió: ¿Qué pasa? ¿Por qué no me hablas?

¡Puta mierda! quería gritarle que me había dado cuenta como esa rubia
descerebrada lo había afectado, pero primero muerta antes que aceptar que
estaba celosa.

Estúpidos celos, jamás los había sentido, pero al parecer Paul me hacía
sentir todo lo que nunca imaginé sentir.

- No me pasa nada.
- No mientas, sé que algo te pasa.
- ¡¿No me digas?! – deje ver mi irritación - ahora sabes más que yo cómo
me siento.
- Victoria…
- Victoria ¿Qué?
- ¿Estás así por mi hermano? ¿Te incomoda que este aquí? Pensé que ya
estaban arregladas las cosas.
- Y yo pensé… - frené en seco al ver lo que estaba a punto de decir –
nada, déjame, no me pasa nada y no me molesta que tu hermano este
aquí.
- Tú pensaste… ¿Qué? – achinó los ojos.
- Cariño – mejoré mi actuación - ya sabes que a veces el embarazo me
pone irritable. Pero ya se me pasó – mentí como la mejor, prefería que
se me tildara de bipolar antes que de celosa e insegura.

Volvimos a la orilla y decidida a no dejarme amargar por la francesa casi


desnuda que estaba al lado me puse los lentes de sol y me acosté.

- Vida, deberías quitarte la parte de arriba para que no te quede marcas.

Pensé, pensé y volví a pensar si era buena idea, recordé que la última vez
que estuve en esa playa, Patrick me había visto los pechos, pero en ese
entonces eran más pequeños y mis pezones eran rosados, ahora estaban
enormes y de un rojo oscuro, pero al final que carajos me importa lo que
pensara Patrick.
Me quité la parte de arriba y dejé que Paul me pusiera crema por todo el
cuerpo ya que mi vientre abultado dificultaba el acceso a ciertos lugares.

Después de masajearme, Paul fue a la casa por bebidas y algo para comer,
Patrick estaba tumbado leyendo y la francesa se había girado para broncearse
la espalda.

Maldije al pensar que yo no podía girarme por mi panza y entonces estaría


más morena por un lado que por el otro, igual me había pasado en las
Bahamas.

Estaba ideando cómo hacer para emparejar mí bronceado, al tiempo que


escuchaba la música que había conocido mientras estaba en Bogotá y como
dijo Emma, ese viaje despertó mi yo latino.

Sentí que Paul llegaba y colocaba las bebidas en la mesa que estaba entre
las tumbonas y con voz demasiado baja dijo:

- ¿Por qué la miras así? – fue tan bajo que por poco no lo escucho.

Yo estaba detrás de mis enormes lentes oscuros de Gucci y con cuidado,


para que no se dieran cuenta de mis movimientos, bajé el volumen de mi iPod
y me concentré en escuchar.

- ¿De qué hablas? – Patrick preguntó susurrando.


- Conozco perfectamente tu fascinación por las embarazadas - tuve que
agudizar demasiado el oído para seguirlo.
- ¡Hermano!, ¡es tu mujer! – contestó un poco ofendido.
- Ya hemos compartido mujeres antes sin importar que fueran tuyas o
mías - ¡¿Qué?! ¡¿Compartir mujeres?!
- Soy consciente que esta vez es diferente, ella realmente es tu mujer, la
mujer de la que te enamoraste.
- El que seas consciente no está evitando que la veas con deseo.
- Lo lamento trataré de no mirarla – Patrick se puso de pie y se marchó
hacia el mar.

Yo estaba alucinando, así que los hermanos Mathieu compartían sus


mujeres, vaya, eso sí que era una sorpresa, ¡Ah! y el que Patrick tuviera un
fetiche por las mujeres embarazadas, también lo era.

Estaba pensando en los beneficios que me traía conocer esa información,


cuando escuché a la francesa desperezándose al tiempo que le decía algo a
Paul que no pude descifrar y sin ganas de quedarme con la duda, simulé que
también me estaba despertando.

- ¿Qué haces? – pregunté cuando lo vi de cuclillas con una bomba de aire


manual entre las manos.
- Cuando estuvimos en Bahamas te quejaste por no poder acostarte boca
abajo y lo quise solucionar – estaba inflando una enorme colchoneta azul
con un agujero redondo y grande en el centro.

No dije nada, solo veía como la colchoneta se tensaba con cada presión
que Paul hacia a la bomba, cuando la carcajada de Sylvie me pilló
desprevenida.

Dijo algo entre risas que no entendí, pero Paul sí y con gesto divertido le
contestó.

- ¿Qué es tan gracioso? Puedes decirme si quieres e incluirme en la


conversación – hablé con ironía.
- Solo le causo gracia la forma de la colchoneta.
- No me voy a acostar en esa cosa, así que ahórrate el esfuerzo – volví a
ponerme los audífonos y esta vez le subí volumen para no escuchar nada
más que la voz de Carlos Vives.

Pero unos minutos después me alzó en brazos y mientras le gritaba que me


bajara él me mordía el lóbulo de la oreja riéndose de mi pataleta.

- No seas presuntuosa y túmbate allí – dijo Patrick que acababa de volver


del agua.

Contesté con un gruñido cuando Paul me dejó sobre la cama inflable y


cruzando los brazos esperó a ver qué haría.

- Me siento estúpida al tener que meter mi panza ahí – señalé el agujero.


- Yo pienso que te verás de cualquier forma, menos estúpida – dijo
Patrick.

Paul que lo escuchó sobre su espalda se puso tan rígido que quise reír, el
pobre sentía celos de su hermano.

- Valeeee – dije resignada, pero también divertida por ver que no era la
única que sufría de celos.

Resultó más cómodo de lo que parecía, estuve allí tumbada boca abajo con
las tiras de mi bikini sueltas para que no se marcara, cuando tomé el color
deseado, informé que de nuevo tenía hambre y volvimos a la casa para
almorzar.

Paul siempre ha sido un hombre muy amable con las mujeres, pero había
algo en la amabilidad hacia Sylvie que me incomodaba sobremanera.

Después de comer fuimos a hacer la siesta, él se durmió, pero yo no pude


hacerlo, di vueltas en la cama hasta que decidí bajar por agua.

Abrí la nevera y cambié de idea, tomé una cerveza, estaba haciendo


demasiado calor y no hay nada más refrescante que una cerveza helada con un
poco de limón y sal.

- No deberías beber – dijo Patrick parado desde la puerta.


- Lo sé, pero solo será una, muero de sed – su regañina me hizo sentir
como una niña descubierta haciendo una travesura.
- Si te ve mi herma…
- Pero no me verá y tú me guardarás el secreto ¿cierto? – le pregunté
divertida.
- Vale.

Sacó otra cerveza para él y se sentó en el taburete de al lado, en ese


momento al ver el buen ambiente que había entre nosotros, decidí sacarme una
duda que tenía atravesada en la cabeza desde que me presentaron a Sylvie.

- ¿Cómo te va con Sylvie? – simulé inocencia.


- Sabe lo que quiere y sabe lo que quiero, estamos bien con eso – esa
respuesta aumentó mi curiosidad, pensé que si era cierto lo que estaba
pensando lo descubriría a riesgo de equivocarme.
- Y no se decepcionó un poco al ver que ya no la compartirías con tu
hermano – la cara de Patrick era como un cuadro de Picasso y después
de varios intentos logró articular palabra.
- ¿Te lo ha dicho? – Preguntó asombrado, ¡así que era cierto! – pensé -
Paul y Patrick se follaban a la maldita francesa.
- No hay secreto entre nosotros – merecía un óscar por mi actuación,
aunque estaba que echaba humo – pero dime, ¿se decepcionó?
- Ella… No… no creo.

Quise desquitarme dándole un golpe a Paul por haberme ocultado la


relación que tuvo con Sylvie, pero pensando en una mejor forma de hacerlo,
recordé el fetiche de Patrick.

Me levanté del taburete, justo cuando sentí que la panza se movía, me subí
la camiseta y le puse la mano sobre mi vientre.

- Increíble – murmuró – se mueve muy fuerte.


- Es muy inquieta – dije con una sonrisa.
- ¿Va todo bien? – preguntó mirándome a los ojos mientras me acariciaba
el vientre.
- ¿Obviando lo gorda y fea que estoy? Sí, todo va bien.
- A mí me parece que te ves… muy sexy – sonreí cuando lo vi pasear sus
ojos por mi cuerpo y comprobé lo que había escuchado en la playa.
- ¿Te parece? – La bebé volvió a moverse y él soltando una risita
nerviosa asintió – lo dices para hacerme sentir bien, al lado de Sylvie
debo parecerte una foca – por poco me rio sobre mi capacidad por
parecer modesta – estoy segura de que si yo no fuera la novia de tu
hermano la elegirías a ella antes que a mí.
- Te equivocas – dijo con un suspiro.

La situación se estaba volviendo muy intensa y por primera vez me dio


miedo, y olvidándome de la tontería de desquitarme, di un paso atrás, ¡maldita
sea! ¡¿Qué haces Victoria?!, me recriminé por ser tan estúpida, Patrick se dio
cuenta de mi reacción y puso sus manos sobre la encimera sin decir nada más,
di media vuelta y esos ojos verdes que me encantan, me observaban desde la
puerta.

- ¿Dormiste bien? – pregunté rogando al cielo porque no llevara mucho


tiempo allí parado.
- No, extrañé abrazarte.
- No podía dormir y he venido a beber algo – miró hacia la encimera y
frunció el ceño.
- ¿Qué has bebido? – cuestionó demasiado serio
- Una soda – contestó Patrick mostrando una lata vacía.
- ¿Estás bien? – estaba nerviosa por saber si había escuchado algo.
- Si vida, estoy bien – dijo más relajado – ¿Quieres que vayamos a cenar
fuera? - Me rodeó la cintura con sus brazos.
- Sería genial – contesté feliz al comprobar que no había visto, ni oído
nada.
- ¿Hermano vienes con Sylvie?
- Claro – respondió Patrick.

A las nueve estábamos sentados esperando la cena en el Serafina San Juan,


un local muy agradable de comida italiana, ellos bebían vino mientras yo
bebía una limonada, todos estábamos animados y al terminar la primera
botella antes que llegara la cena, Paul pidió otra.

Relajados disfrutamos del momento, la conversación resultó divertida y


entre risa y broma cenamos.

A continuación, Patrick propuso ir a tomar una copa y fuimos a un bar a la


orilla del mar, nos sentamos en la terraza de madera a escuchar el grupo en
vivo y a admirar el reflejo de la luna sobre el mar, ellos pidieron una botella
de ron blanco, mientras yo me conformaba con un coctel sin alcohol.

Cuando la botella de ron iba por la mitad, el ambiente estaba muy caliente,
Sylvie prácticamente se estaba devorando a Patrick y Paul no dejaba de
acariciar mis piernas por dentro del vestido.

- Te deseo – murmuró en mi oreja.


- Y yo a ti – giré mi rostro y lo besé.
- Je veux avoir des relations sexuelles avec vous et votre frère – dijo
Sylvie arrastrando las palabras, ya estaba bastante perjudicada por el
alcohol.
- ¿Qué ha dicho? – le pregunté a Paul.
- Quiere sexo – respondió sin darle importancia.
- Mmm, la casa estará muy cargada de sexo – dije seductora.
- Vida, tendrás todo el sexo que quieras, tu solo pídelo – ronroneó sobre
mi cuello.
- Mon frère est avec sa femme et ne veut pas avoir des relations sexuelles
avec vous – Patrick le habló demasiado rudo a Sylvie y miré extrañada
a Paul.
- Odio no entender lo que dicen, prometiste ayudar a mejorar mi francés.
- Lo haré – dijo Paul un poco tenso.
- Votre femme n’aime pas les relations échangistes ? – Sylvie le habló a
Paul tomándole de la mano.
- Frère contrôle Sylvie – él habló mirando a Patrick.
- ¿Por qué le pides que la controle? Eso sí lo he entendido.
- Vida…
- La verdad.
- Paul s’il vous plaît, je veux un trio – insistió la francesa.
- Eso también lo he entendido – gruñí al entender que la zorra quería un
trio, maldita, ni siquiera quiere incluirme.
- Esta ebria – puntualizó Paul como si yo no lo hubiese notado.
- Sera mejor que me la lleve – dijo Patrick.
- En ese caso lo mejor es que todos nos marchemos – dije poniéndome de
pie con rabia.

Me ofrecí a conducir por ser la única en condiciones para hacerlo, Paul


iba en el asiento de al lado mientras Patrick y Sylvie iban atrás, Patrick se
había mostrado molesto y ella estaba haciendo todo lo posible para
contentarlo, incluso se lanzó un par de veces a hacerle una mamada y él la
detuvo, pero al ver por el espejo el tercer intento de la chica, grité:

- ¡Anda Patrick! deja que te la mame, y lo digo en serio – nuestros ojos se


encontraron en el reflejo, conocía lo suficiente a los hombres como para
saber que Patrick se moría porque ella se lo hiciera y al final asintió,
probablemente el alto grado de alcohol en la sangre le quitó cualquier
rastro de vergüenza.
- ¡Pero qué…! – Farfulló Paul.
- No sientas envidia – le dije irritada – si también quieres una mamada
estoy segura de que ella estará encantada de dártela al llegar a casa.
- No digas tonterías – protestó alto para acallar los suaves gemidos que
salían de su hermano.
- ¿No quieres? – lo interrogué clavando la mirada en su evidente
erección.
- De querer, lo que quiero es follarte – contestó acariciándose la
entrepierna.
- ¿Estás seguro de que no quieres compartir a Sylvie con tu hermano?
Vamos hombre, después de todo no sería la primera vez – lo reté con la
mirada, esperando a que mintiera.
- ¿Quién te lo ha dicho? – dijo sorprendido, mientras miré de nuevo por
el espejo y Patrick que estaba recostado hacia atrás con los ojos
cerrados disfrutando de las atenciones de la mujer, levantó la cabeza
para mirarme a través del espejo y gesticuló: “tramposa”.
- Nadie, pero acabas de confirmar mi sospecha – Paul soltó una
maldición y sin decir más subió el volumen de la radio para no escuchar
a los de atrás.

Llegamos a la casa, pero antes de hacerlo el gruñido de satisfacción de


Patrick nos dejó saber que la francesa había hecho un buen trabajo. Nos
bajamos del auto y caminé sin esperar a nadie.

A mi espalda escuché de nuevo a Sylvie insistir y entonces Paul estalló


furioso discutiendo con ellos en francés.

- ¡Maldita sea!, alguien podría traducirme y no me mientan que no soy


idiota – grité frustrada por no entender.

Los tres me miraban sin saber que decir y cuando quise volver a gritar,
Patrick abrió la boca.
- Paul le acaba de aclarar a Sylvie que no habrá sexo entre los cuatro por
la simple razón de que él no quiere que su hermano toque a su mujer y si
en el juego no estás tú, a él no le interesa.
- Vale – dije complacida por saber que para Paul el juego no era
divertido si yo no estaba - eso ha estado bien cariño – le extendí la
mano para que se acercara – ahora vamos a jugar solo tú y yo – con una
sonrisa como la de un niño cuando le regalan un dulce, Paul me tomó de
la mano y me llevó hasta la habitación.

Esa noche la maratón de sexo duró hasta la madrugada hasta que volví a
sentir un latigazo de dolor en el vientre, Paul se asustó al ver mi gesto, pero lo
tranquilicé diciéndole que no era nada.

Era la segunda vez que lo sentía y en realidad si me asusté, definitivamente


tendría que ver a la doctora Hart en cuanto regresara a new York.

Al día siguiente en la noche estábamos abordando el jet, durante el día


habíamos compartido con el abuelo de Paul, Roberto nos pidió que
volviéramos cuando naciera el bebé y prometimos hacerlo.

Sylvie le pidió a Patrick que me tradujera sus disculpas por su


comportamiento la noche anterior y sin ganas de profundizar en el tema y de
darle mayor importancia, las acepté.
10

Al regresar de Puerto Rico, Jhon me informó que el fiscal del caso de Stan
había decidido archivarlo, al parecer el juez no quiso iniciar un juicio por
falta de pruebas para desvirtuar la hipótesis del suicidio. El alivio por tener
un problema menos de que preocuparme fue enorme, pero también me repetí
que no debía bajar la guardia, en algún lugar estaba Dmitry esperando por mí.

José Ramírez habló con sus contactos y les informó sobre las
desapariciones de las chicas, me aseguró que les había dejado claro que yo no
estaba involucrada con esa red de tráfico de personas y que por el contrario,
estaba dispuesta a colaborar para que encontraran a Dmitry.

Los días pasaron y cada vez era menos la mención que se hacía de
nosotros en los medios, al parecer ya estábamos pasando de moda y para que
las cosas siguieran por ese camino de no ser noticia, seguí trabajando desde
casa.

Emma había conseguido a todos los artistas que le pedí para el concierto
de lanzamiento de la nueva colección, incluso se le ocurrió hacer un sorteo
entre las clientas de los países latinos para asistir al evento con todos los
gastos pagos y a mí me pareció fabuloso.

Ya había hablado con toda la familia de Paul para invitarlos, la madre y la


hermana de Paul aceptaron de inmediato, pero Patrick al principio me
cuestionó sobre si era bueno que ellos siendo mi competencia directa,
asistieran al lanzamiento de la última colección, le resté importancia y le
confesé que mi verdadera razón para que todos asistieran, era la sorpresa que
le tendría a su hermano por su cumpleaños y después de eso no pudo negarse.

En las noches cuando Paul volvía a casa, cenábamos y después veíamos


alguna película o escuchábamos un poco de música, el sexo ya no era tan
seguido porque los dolores en el vientre cada vez eran más frecuentes, la
Doctora Hart en consulta me dijo que era normal que llegado al séptimo mes,
las mujeres comenzáramos a sentir contracciones, pero cuando escuché la
palabra “contracciones” inevitablemente un escalofrió me afectó por el temor
de tener más cerca la fecha del parto, por esa razón le insistí que llegado el
momento no dudara en aplicarme la epidural, “soy una cobarde para el dolor”.

Mi deseo sexual no había menguado, pero si mis fuerzas, cada día me


sentía más agotada y en las noches que escuchábamos música siempre me
dormía en medio de la segunda canción y por la mañana cuando despertaba,
Paul ya se había marchado, pasé de ser una mujer madrugadora para
ejercitarme, a ser una dormilona como un oso en invierno.

- ¿Vicky? – Emma estaba asomada en la puerta de mi despacho.


- Llegaste pronto – dije poniéndome de pie – ven, siéntate – le
señalé el sofá.
- Angie lo está haciendo bien en la oficina y eso me da más
tiempo, por eso he llegado antes – dijo sentándose.
- Me alegra saber que Angie y tú se han acoplado en el trabajo.
- A mí también, lo único es que está como loca por el “príncipe”
y no para de hablar de él.
- ¿Crees que van en serio? – hice la pregunta tonta, porque mejor
que nadie sabía que eso jamás se convertiría en algo serio.
- Que te lo diga ella cuando la veas en Miami, por cierto, Zafir
asistirá al evento, ya confirmó.
- Que él vaya al evento me parece bien, lo que realmente me
asusta es cómo va a terminar eso – Angie era una mujer de sentimientos
delicados y algo me decía que esa relación la dejaría nuevamente con el
corazón roto - después de todo Zafir por su situación política y
económica no podía ofrecerle mucho…
- Pues ella ha dicho que está dispuesta a ser su amante hasta que
él quiera y mientras dure lo va disfrutar, que ya cuando todo termine
cada uno seguirá con su vida.
- En fin – eso de cada uno seguirá con su vida no resultaría tan
fácil para ella - ya tendremos tiempo para hablar con Angie, ahora
muéstrame que has traído.
- Aquí está el informe sobre el evento, necesito que lo revises y
me des tu aprobación, estamos a seis días y debo firmar unos últimos
cheques para que todo quede listo.

Revisamos juntas el informe y aprobé todo lo dispuesto por Emma


mientras comíamos los bocadillos que María nos había traído para merendar.

- ¡Ay! – un maldito latigazo en el vientre me dobló de dolor.


- ¿Estás bien? – Emma se asustó al ver mi gesto.
- Si, son estas puñeteras contracciones que me están dando más
seguido, a pesar que falta un poco menos de dos meses.
- ¿Estás segura que eso es normal?
- La doctora Hart me dijo que sí, pero cuando la consulté no eran
tan fuertes, ni tan seguidas.
- Deberías volver a verla.
- Lo haré cuando haya pasado el lanzamiento.
- Bien – dijo un poco asustada - entonces ¿Puedes continuar? O
tal vez deberías descansar.
- No es necesario, podemos seguir.
- De acuerdo, el miércoles llega Pablo Duarte a Miami.
- ¿Quién? – interrogué extrañada.
- El músico del sitio al que ibas cuando estabas en Bogotá.
- Pues no sabía su nombre, jamás llegamos a hablar.
- He hablado con él varias veces, al principio pensó que le
estábamos haciendo una broma y tuve que llamarlo en repetidas
ocasiones para convencerlo y no fue hasta que le envié los tiquetes
aéreos y la reserva del hotel cuando creyó que realmente abriría el
concierto.
- ¿Estaba feliz?
- Claro que sí, aún sigue emocionado, todos los días me escribe
y me hace miles de preguntas sobre los músicos que contraté para su
presentación, ellos ya se pusieron en contacto por skype y por
videoconferencias hicieron los arreglos, el miércoles cuando él llegue a
Miami, se encontrarán para ultimar detalles.
- Me alegra poder darle la oportunidad, es realmente bueno.
- Si, lo sé, he escuchado algunas de sus canciones y son muy
buenas – dijo con ilusión.
- Y ¿ese tono? – pregunté reconociendo esa forma de hablar.
- ¿Qué? – se tensionó
- No te hagas la tonta que te conozco, tienes ese tono nervioso
que solo te he escuchado cuando alguien te gusta.
- Ahora si te volviste loca, ¿Cómo me va a gustar si ni siquiera
lo conozco?
- Di lo que quieras – en ese momento le llegó un mensaje a su
móvil, Emma lo miró y sonrió al leerlo, después escribió una rápida
respuesta y volvió a mirarme.
- No me mires así – dijo con su risita nerviosa.
- ¿Era él? – pregunté con gesto guasón enarcando una ceja.
- Claro que no.
- Emma…
- Vale, si, si era él, pero me reí porque es muy gracioso.
- Bueno, tú sabrás lo que haces – no quise seguir presionándola
para que no se sintiera incómoda - ahora cambiando de tema, quiero
pedirte un favor.
- El que quieras – contestó más relajada.
- Pídeme una cita en el spa, necesito consentirme un poco y
hacerme la cera antes de viajar.

Dos días después, estaba haciéndome un delicioso tratamiento de belleza


en todo el cuerpo con chocolate, a continuación de haberme sometido a la
pequeña tortura de la depilación completa con cera.

Estaba relajada tendida en la camilla cubierta de chocolate, mientras


escuchaba la voz de Adele cantando One and only en el sonido de spa.

Esa canción hacía que pensara en Jhon y en nuestra historia, imposible


olvidar la primera vez que lo vi fuera de la mansión.

***
Había acabado la clase de finanzas y estaba guardando mis cosas cuando
alguien tocó mi hombro.

- ¿Sí? – me giré y allí sentado en el puesto de atrás con su


impecable traje azul oscuro, llevaba su barba delineada en un delicado
candado enmarcando esa preciosa sonrisa – señor Greene ¿Que hace
aquí?
- Victoria por favor, llámame Jhon.
- Prefiero no hacerlo.
- Y yo prefiero que lo hagas – dijo con gesto muy serio - ¿Lo
harás? Por favor.
- De acuerdo, pero solo cuando estemos solos, no quiero que
Stan…
- Entiendo – dijo poniéndose de cuclillas, frente a mi silla –
necesito hablar contigo y me di cuenta de que solo cuando estás dentro
de la universidad no eres vigilada.
- El conductor me espera en el parking – dije nerviosa por
tenerlo allí.
- Lo sé, por eso he entrado a clase y…
- Lo siento Jhon – dije poniéndome de pie – pero no puedo
hablar, tengo otra clase.
- Que será hasta dentro de cuarenta minutos – se irguió ante mí -
y solo necesito ese tiempo para lo que tengo que decirte.

Unos chicos entraron al salón y me saludaron, traté de evitarlos saliendo


de inmediato, pero Jhon me siguió.

- Lo siento señor Greene, pero…


- Jhon, Victoria, Jhon.
- Lo siento Jhon, pero no quiero que Stan se moleste por hablar
con usted, lo mejor será que se marche.
- ¡Victoria! – Emma se acercó corriendo – qué bueno que te veo,
te quería preguntar qué harás este fin de semana.
- Hola Emma – la saludé - ¿Por qué quieres saber que haré este
fin de semana?
- Sé que siempre me dices que estás muy ocupada, pero mis
padres tienen que viajar a Orlando y quieren que los acompañe,
entonces pensé que podrías ir conmigo y así yo no me moriré de
aburrimiento y como sé, que deseas conocer los parques de Disney,
podríamos ir juntas.
- Lo siento, pero no puedo, estaré…
- Pero que es lo que haces todos los fines de semana que nunca
puedes divertirte, dile al viejo White que te dé un respiro con el trabajo.
- Emma… - le recriminé.
- Vicky por fisss – unió las palmas de sus manos en señal de
ruego - vamos, no seas aguafiestas, mira que si no vas, mis padres me
obligaran a asistir a sus reuniones políticas y sabes que las odio.
- Lo siento Emma, pero no puedo y por favor no insistas.
- Vaaale, pero que sepas que en vez de veinte parece que tuvieras
cuarenta años – cruzó los brazos en un gesto infantil y entonces se
percató de la presencia de Jhon – Lo siento, no te había visto, mucho
gusto, Emma Mattos.
- Tranquila y el gusto es mío, Jhon Greene – se estrecharon la
mano mientras Emma me miraba con sonrisa nerviosa.
- Vicky, te espero en clase, no quiero interrumpir más.
- Emma, espera – la llevé a un lado y le pedí que me prestara su
habitación en la residencia universitaria para hablar con Jhon, al
principio dijo que no, porque no se permitían hombres en la residencia,
pero después ideó un plan para que nadie se enterara que él estaba allí.
- Pero debes gemir bajito o todo el mundo te descubrirá.
- Tonta, no es lo que crees.
- Pues entérate que la tonta eres tú por desperdiciar tremendo
monumento – se mordió el labio inferior y miró a Jhon de arriba abajo.

Entramos en la habitación que el señor Mattos se había encargado de


conseguirle a su hija, era amplia y no tenía que compartirla con nadie.

- No tengo mucho tiempo – dije sentándome en la cama.


- Seré rápido – arrastró una silla para sentarse al frente.
- Lo escucho.
- Bien – dio un aplauso y se llevó las manos unidas a la cara –
¡mierda! ensayé tanto lo que te iba decir, que ahora no sé por dónde
comenzar.

Quise presionarlo para que hablara, pero no lo hice, al final de cuentas me


gustaba verlo, entre nuestros encuentros siempre se encendía una química
fuerte y aunque nunca habíamos estado solos, nuestra unión en esos instantes
era tan real, tanto que a veces olvidaba a los demás.

- Quiero que nos veamos.


- ¿Cómo? – reaccioné confundida.
- No entiendo mucho tu relación con Stan, pero soy muy
observador y he visto que pareces un robot siguiendo sus órdenes, no
veo amor entre ustedes y pensé…
- No entiendo porque me está diciendo eso, sea claro por favor.
- Me gustas, no dejo de pensar en ti y no soporto tener que
esperar a que Stan se le ocurra invitarme una de sus fiestecitas privadas
para verte, quiero verte a solas, quiero conocerte y que me conozcas,
quiero…
- ¿Está haciendo todo esto para que tenga sexo con usted a solas?
– dije irritada- ¿Por qué? Pensé que le gustaba los tríos.
- Y me gustan, pero… no se… necesito verte a solas.
- Lo siento, pero eso no podrá ser, yo estoy con Stan y…
- Y te dejas usar a su antojo, mira… tu amiga te acaba de invitar
a un paseo que deseas hacer, pero no eres libre para decir que sí.
- Señor Greene ese no es su problema – dije alzando la voz.
- Victoria, tú y yo sabemos porque jamás puedes salir con tus
amigos un fin de semana y yo…
- Y usted ¡¿Qué?! – grité antes de continuar - no me crea
estúpida, la inocencia me la quitaron hace años - dije totalmente
enfadada - sé perfectamente que quiere, ¡Dios! – grité frustrada al
tiempo que me cubría el rostro con las manos - no puedo creer que se
tomara el trabajo de venir hasta mi universidad solo para decirme que
me quiere follar más seguido, y que no le vale que Stan decida cuándo
puede hacerlo.
- Estas malinterpretando mis intenciones, yo…
- Fuera Señor Greene y por favor no vuelva a buscarme.

Después de eso, ver a Jhon fue pan de cada día, logró que lo contrataran
como profesor de la universidad y todo el tiempo me lo encontraba en los
pasillos.

- Profesor Greene – lo llamé cuando estaba hablando con una


alumna que, con total descaro babeaba por él y… ¡¿quién no?! si en
pocos días se había ganado la fama de ser el sueño húmedo de las
chicas de la universidad - ¿Podemos hablar?
- Claro – de forma educada se despidió de la alumna y caminó a
mi lado – dime Victoria.
- ¿Qué hace? ¿Por qué es profesor de esta universidad?
- Porque…
- No me mienta por favor – se detuvo y con la mirada me dijo
que era por mí – ¿todo esto es porque quiere follar conmigo?
- No, pero tampoco sé porque estoy haciendo esto, la verdad me
estoy volviendo loco pensando en ti, me he sentido un imbécil dejando a
un lado mi trabajo por pasar tiempo en esta universidad, conformándome
solo con verte pasar.

Nos quedamos en silencio mientras nuestras miradas estudiaban la


expresión del otro, pero fueron sus palabras las que cortaron el silencio.
- ¿Crees que sea amor? – me preguntó como si en realidad no
supiera la respuesta – me lo he preguntado cientos de veces, jamás me
he enamorado y no sé cómo se siente.
- ¿Amor? Por favor Jhon – volví a tutearlo – los hombres no
saben qué es eso. El corazón solo les funciona para bombear sangre al
cuerpo y si de sentir se trata, solo sienten con el pene y eso se llama
deseo sexual.
- ¿De verdad crees lo que dices? – me miró con el ceño fruncido.
- Si – contesté con dureza al tiempo que me alejaba de él, odiaba
que los hombres recurrieran a palabras melosas solo para llevarse a una
mujer a la cama.

La situación en la universidad se hizo más insoportable, Jhon estaba en


todas partes haciéndose el encontradizo y siempre que nuestras miradas
conectaban, él sonreía.

- De acuerdo, aclaremos esto de una vez por todas – dije


sentándome en la mesa de la cafetería en la que estaba tomando un café.
- ¿A qué te refieres? – sorprendido por la forma en que lo
abordé.
- Vamos – me puse de pie y comencé a caminar y él me siguió.
- ¿A dónde? – preguntó siguiéndome el paso
- Hoy no entraré a clase, quiero solucionar esto.
- Pero tengo clase y como profesor no debo…
- Pues soluciónalo y sígueme - insistí.

Sin ser vista por el conductor de Stan caminamos hasta el auto de Emma y
le tiré las llaves para que manejara.
- ¿Quieres decirme a dónde vamos? – preguntó abrochándose el
cinturón.
- A tu casa, vamos a follar y después de eso, todo será más claro,
tu dejarás de perder tu tiempo aquí y yo estaré más tranquila, creo que es
un trato justo.
- ¿Sigues pensando que todo lo hago solo para coger contigo?
- ¿Me llevarás o ni siquiera soy digna de entrar a tu casa? –
ignoré su tono ofendido.

Resopló de frustración y encendió el auto, el recorrido lo hicimos en


silencio y cuando llegamos al parqueadero de un elegante edificio en Upper
West Side, bajé del auto antes de que él abriera mi puerta.

El ático de Jhon como todo lo de él, era sobrio y de gusto clásico, muebles
de madera tallada y tapizados de colores tierra definían perfectamente su
personalidad.

- ¿Quieres beber…? – se detuvo cuando vio que comencé a


desnudarme.
- No quiero perder tiempo – seguí soltando los botones de mi
camisa.
- Espera… - me tomó de la mano.
- ¿Qué? – cuestioné alzando los hombros.
- Concédeme unos minutos sin afán – acepté concedérselos, si él
quería desperdiciar tiempo era su problema.

Esperé a que pusiera música y antes que sirviera las bebidas, le dije que
quería una soda, no acostumbraba a beber y menos de día.

- ¿Bailamos? – me acercó a su cuerpo rodeándome por la cintura


– siempre escucho esta canción cuando pienso en ti.

You’ve been on my mindHas estado en mi mente


I grow fonder every day,y me encariñé cada día
lose myself in time just thinking of your faceme perdí en el tiempo pensando en tu rostro
God only knows why it’s taking me so longsólo Dios sabe, cuánto tiempo me ha costado
to let my doubts goDespejar mis dudas
You’re the only one that I wantPero tú eres lo único que quiero

I don’t know why I’m scared, I’ve been here before No sé porque tengo miedo, he estado aquí
antes

Every feeling, every word, I’ve imagined it all, Cada sentimiento, cada palabra, lo he imaginado
todo
You never know if you never try to forget your past Nunca lo sabrás si nunca intentas olvidar tu
pasado
And simply be mine y simplemente ser mía.

I dare you to let me be your, your one and only Te reto a que me dejes ser, el primero y único
Promise I’m worth it to hold in your arms prometo que soy digno de estar en tus
brazos
So come on and give me the chance así que vamos, dame la oportunidad

To prove that I’m the one who can para demostrar, que soy el único

Walk that mile que puede caminar una milla hasta el final…
Until the end starts…

Nos movimos en silencio mientras escuchábamos la letra de One and only


de Adele y a pesar de escuchar con atención lo que quería decirme a través de
esa canción, jamás pude alejar los recuerdos de las escenas en las que
habíamos estado en la mansión.

- Vamos – me dijo cuándo la canción acabó – te llevaré de vuelta


a la universidad.
- No vamos a fo…
- No. - me cortó.

Después de ese día jamás volvió a la mansión, pero permaneció como


profesor de la universidad por un año hasta que llegué a su oficina el día de mi
cumpleaños número 21 para decirle que dejaba a Stan, ese día solo llevaba un
morral con mi ropa y de inmediato me ayudó a conseguir un sitio para dormir y
me regaló los primeros muebles, pero cuando rechacé ser su puta en exclusiva,
se enfureció tanto que creí que se alejaría para siempre, pero a pesar de estar
furioso jamás lo hizo, ni siquiera sabiendo que me acostaba con otros hombres
por dinero.

Creo que Jhon me ha perdonado todo en la vida, menos el que decidiera


volver con Stan y como si fuera poco, que aceptara casarme con él, no le
importó que me justificara con mi deseo de venganza para adueñarme de todo
lo que él tenía.

Ese día llegó a mi pequeño apartamento al que él mismo me había ayudado


a mudar, como siempre llegó con la cena y el vino, era al único hombre que
aceptaba en mi hogar, a los demás los veía en hoteles.

Cuando nos sentamos a comer le dije:

- Stan ha venido a buscarme – hablé con la copa de vino en la


boca, usándola como barrera para evitar su mirada.
- ¿Cómo? – alzó la voz.
- Ha venido, quiere que regrese con él, ya sabe que me he visto
con casi todos sus amigos y…
- Y le dijiste que ni loca regresabas… ¿Cierto? – me quedé en
silencio saboreando el vino mientras veía al interior de la copa –
Victoria… Le dijiste que no regresarías ¿Cierto?
- Me ha propuesto que nos casemos – puse la copa en la mesa y
lo miré a los ojos.
- Antes te casas conmigo – gruñó empuñando las manos a cada
lado de su plato.
- Jhon…
- ¿Qué? – me miró desafiante - No me digas que prefieres volver
con ese hombre que te ha usado a su antojo desde que eras una niña, a
darme una oportunidad para hacerte feliz.
- He aceptado – confesé.
- ¡¿De que mierda hablas?! – gritó levantándose con tanta fuerza
que la silla se fue al suelo - ¡¿te has vuelto loca?!
- ¡No me grites! – reaccioné – recuerda que puedo hacer con mi
vida lo que se me dé la gana y si lo que ahora se me da la gana es
regresar con él y casarme, eso haré.
- ¡¿Por qué?! – siguió gritando – Explícamelo, porque por más
que lo intento, no puedo creer que quieras hacer algo tan estúpido.
- Por venganza – hablé más calmada – quiero vengarme, le he
puesto como condición que me deje trabajar en la empresa, quiero poco
a poco ganarme su confianza y al final quitarle todo lo que tanto quiere.
- Eres una estúpida si crees que podrás hacer eso, ¿De verdad
crees que ganarás? – asentí - te creí más inteligente.
- ¡Vete! - señalé la puerta de salida, sus palabras me hicieron ver
que lo que pretendía era demasiado riesgoso, pero mi orgullo gritaba
que podía lograrlo.

Se movió como una fiera enjaulada de un lado a otro diciendo


maldiciones, pero en ningún momento intentó marcharse, seguía allí, pensando
que decirme para convencerme de desistir.

- Te amo – dijo al final – dame solo una maldita oportunidad.


- Jhon… - sentí temor por perderlo, estaba segura que no lo
amaba, pero aun así me daba miedo que él decidiera marcharse de mi
vida para siempre – lo siento – dije finalmente sin querer dar mi brazo a
torcer.
- Claro que lo sentirás, porque al lado de ese hombre solo te
espera amargura – azotó la puerta cuando salió.

En medio de la rabia de sus palabras pude ver cómo se rompía su corazón


y tres meses más tarde, despechado se casó con Magdalen.

Pero contra todo pronóstico, jamás se alejó lo suficiente, siempre contestó


mis llamadas y cuando más lo necesité, cuando estaba casi muerta por un
aborto mal practicado, no se despegó de mi cama, me ayudó a ponerme de pie,
me bañó y me alimentó, ni siquiera su mujer pudo impedir que durmiera esas
noches en el sofá de al lado en la clínica y solo volvió a su casa cuando yo
volví a la mía.

- ¿Cómo se siente señora Victoria? – la masajista me sacó del


océano de recuerdos en el que estaba sumergida.
- Mejor imposible – dije sin abrir los ojos.
- Y se va a poner mucho mejor – sonreí antes su comentario, pero
en ese momento escuché un clic y después otro y abrí los ojos de
inmediato.
- ¡Suéltame! – grité agitando mis manos que se hallaban
apresadas por las esposas.
- Shhh, tranquila – dijo la chica.
- ¡Ningún tranquila!, ¡suéltame ahora! – grité histérica.
- Más rebelde que nunca – el frio de la muerte recorrió toda mi
piel cuando oí ese horrible acento ruso - le advertí a Stan que debía
corregirte o terminarías causándole muchos problemas y mira, tenía
razón, porque terminaste matándolo.

Estaba congelada, no podía moverme por el miedo paralizante de verlo


parado junto a la cama, mientras yo estaba esposada y desnuda, incluso mi
bebé tuvo que sentir lo nerviosa que estaba porque se movió tan fuerte que
volví a sentir de nuevo ese latigazo en mi vientre.

- ¿No estoy sola? – dije con un hilo de voz, mientras todo mi


cuerpo estaba temblando.
- ¿Qué? – se inclinó acercando demasiado su oreja a mi boca,
quise morderlo, pero no fui capaz de reaccionar - Habla fuerte, para que
te escuche.
- ¿Qué quieres? – intenté parecer segura, pero el miedo me
acobardó.
- Sé que tienes hombres investigándome – gruñó a escasos
centímetros de mi cara.
- Yo… - tartamudeé al sentirlo encima - Dios ¿Qué quieres?
- Ganaría muchísimo dinero contigo – se irguió y desde su altura
me habló con una sonrisa tenebrosa - pagan muy bien por las
embarazadas – pasó su mano por mi vientre.
- ¡NO ME TOQUES! – grité perdiendo los papeles – no vas a
ganar ni un centavo conmigo, no sé qué quieres, pero creo que ya tienes
bastantes problemas huyendo de la justicia, como para…
- ¡Cállate! – me abofeteó

Y como si de una voz celestial se tratara escuché en medio del zumbido


que había dejado el golpe en mis oídos, la voz de Thonny llamando a la
puerta.

- Señora Victoria ¿Está bien?

Desde donde estaba no había visto a los dos hombres que escoltaban a
Dmitry, ellos se movieron hacia la puerta mientras él tomaba el teléfono y le
decía a alguien que estaba afuera, que tenían problemas.
- No digas ninguna estupidez – Dmitry me rumió pegando su
frente a la mía.
- Señora Victoria por favor contésteme o abra la puerta, el señor
Mathieu no ha parado de llamar para saber cómo está usted y si no le
doy una buena respuesta en minutos estará aquí.
- Estoy bien – contesté con la voz rota.
- Lo siento señora, pero voy a entrar.

Los hombres sacaron sus armas y apuntaron hacia la puerta.

- Señor, usted me dijo que era un amigo y que solo quería


saludarla – dijo la estúpida masajista que por lo que decía, dejaba claro
que ella le había ayudado a llegar hasta allí.
- Espérame en el auto Thonny, ya salgo – dije alzando la voz,
temía por su seguridad y por la mía.
- Perdone que no la obedezca, pero prefiero esperarla aquí.

Los hombres se hicieron señas, uno se acomodó al lado de la puerta y el


otro dio dos pasos atrás, mientras apuntaba al frente.

- Nos volveremos a ver, tienes algo que me pertenece – Dmitry


se cubrió tras la espalda del hombre que estaba a un lado de la puerta.
- ¿Qué es? – pregunté ansiosa - Te lo daré, dime que es y juro
que te lo entregaré, pero déjame en paz.
- No es tan fácil querida, pero ya lo sabrás cuando nos volvamos
a ver.

El hombre que estaba al lado de la puerta la abrió mientras el otro


disparaba dos veces y el quejido de Thonny llegó hasta mis oídos.

- ¡NO! – chillé al imaginarlo mal herido, desde donde estaba no


podía verlo, pero podía oírlo.

Se escucharon cientos de gritos de las personas que estaban en el spa,


Dmitry había salido escoltado.

- ¡Suéltame! – le grité a la masajista que estaba acurrucada


llorando en un rincón -Levántate imbécil y suéltame.

Temblando hizo lo que le pedí, yo seguía llena de chocolate y vestida solo


con la ropa interior desechable que proporcionaba el spa, pero no me importó
y corrí a ver a Thonny, tomé la bata que estaba a un lado y descalza fui hasta
él, estaba tirado inmóvil sobre un enorme charco de sangre con agujeros en el
pecho, era una imagen dantesca.

- Thonny por favor, mírame – le suplicaba en medio del llanto,


pero él no respondía.

Todo a nuestro alrededor era una locura, las personas corrían de un lado a
otro, mientras las sirenas se escuchaban cada vez más fuerte, el teléfono de
Thonny se iluminó y el nombre de Paul apareció en la pantalla.

- Amor – contesté hipando.


- ¡Vida! ¡¿Qué pasa?! ¡¿Por qué estas llorando?! ¡háblame! –
separé un poco el teléfono porque sus gritos eran ensordecedores.
- Thonny… está… está herido.
- ¿Estás en el spa?
- Si.
- Voy de inmediato.
- Pronto por favor – imploré muerta de ganas porque me
estuviera abrazando…
- ¿Tú cómo estás? ¿estás herida? – escuché como salía de su
oficina.
- No, no estoy herida, estoy bien, pero ven ya por favor.

La policía en pocos minutos junto con los paramédicos entró y me hicieron


a un lado, todo era surrealista, como si estuviera viendo una película en
realidad virtual.

Los paramédico le daban reanimación a Thonny y para cuando le escuché a


uno de ellos que no había pulso, quise morirme, Thonny estaba muerto por mi
culpa y yo no sabía si podría soportarlo.

Percibí los gritos de Paul peleando con un policía que no lo dejaba entrar
y en un impulso de desespero, corrí hacia él.

- Ella es mi mujer - al final el policía le cedió el paso y me


lancé.
- Está muerto, Thonny está muerto – sollocé en su pecho.
- Cálmate vida mía, por favor, trata de calmarte.
- Dmitry lo mató – susurré en su cuello para que nadie me
escuchara.

Paul me sujetó de los hombros y me separó lo suficiente para verme a los


ojos.
- ¿Te hizo algo? – preguntó mirándome de arriba abajo.
- No, no me hizo nada gracias a que Thonny apareció, pero…
- Señora Victoria, tranquila, el señor no ha muerto, los
paramédicos lograron reanimarlo y ahora lo llevan al hospital – me dijo
uno de los policías.
- ¡Dios!, gracias – volví a nacer por la tranquilidad de saber que
Thonny seguía vivo.
- Señora debe acompañarnos.
- Ahora no, ¿Acaso no ve lo afectada que esta? – se quejó Paul.
- Lo siento, pero debe acompañarnos.
- Déjeme por lo menos ponerme algo de ropa - en ese momento
Jhon apareció.
- Le avisé – dijo Paul al verme sorprendida, le sonreí agradecida
por dejar de lado las rencillas y que se unieran para protegerme.

Mientras me quitaba el chocolate y me vestía, Jhon acordó con la policía


que al día siguiente a primera hora daría mi declaración.

Jhon y José lo arreglarían todo, para que mi declaración la tomaran sus


contactos del FBI quienes estaban enterados del asunto.
11

La semana fue demasiado difícil, después del incidente del spa, tanto Jhon,
como Paul, se empeñaron en contratar un esquema de seguridad más grande
que del mismísimo presidente de los Estados Unidos, Thonny seguía en
cuidados intensivos pero su condición iba mejorando con cada día, las
cirugías que le practicaron habían sido todo un éxito y para compensar todo
por lo que estaba pasando me aseguré de que tuviera la mejor atención.
- Thonny, gracias de nuevo por salvarme la vida – había
conseguido que me permitieran un par de minutos para verlo antes de
viajar.
- No se preocupe señora, solo hice mi trabajo – estaba tendido
en la cama de la clínica conectado a un montón de aparatos que lo único
que conseguían era ponerme más nerviosa.
- Trabajo que casi te cuesta la vida y eso no tengo como
agradecerlo, sin embargo, he tratado de mejorar tu situación y he
contratado a tu esposa en mi empresa, ella me dijo el sueldo tan absurdo
que estaba ganando en su anterior trabajo, por eso ahora trabaja para mí
con mejores condiciones.
- Ya lo sabía y de verdad se lo agradezco, mi esposa está muy
contenta con su nuevo trabajo.
- No fue nada en comparación con lo que hiciste por mí y
hablando de tu trabajo, cuando salgas de aquí ya no serás mi escolta.
- ¡No! – exclamó sorprendido.
- No. Trabajarás como jefe de seguridad del bufete de Jhon, tus
condiciones serán mejores y tu vida ya no correrá el mismo riesgo.
- ¿y su seguridad?
- Por eso no te preocupes, ahora tengo a todo un escuadrón
cuidándome, bueno ya no te voy agobiar con trabajo, cuando salgas de
aquí tendrás dos meses para descansar, preocúpate por recuperarte ¿De
acuerdo?
- De acuerdo.

Paul, Jhon y José habían hecho una nueva reunión y en ella les conté que
Dmitry me había dicho que yo tenía algo que le pertenecía, Harry al
escucharme, sacó los resultados de las investigaciones sobre las posibles
cuentas en bancos de Suiza e Islas Caimán.

- Entonces Patrick tenía razón – dije al ver el informe.


- Usted es la titular de una cuenta en Suiza.
- Pero… ¿Cómo?, yo nunca he estado en Suiza y tampoco
recuerdo haber firmado nada para abrir una cuenta allí.
- No lo sé señora, lo cierto es que usted es la titular de esa
cuenta, pero lo más extraño de todo es que hace unos meses hubo
grandes movimientos en ella.
- Imposible, yo no los he hecho.
- Déjame ver cuando se hicieron esos movimientos – pidió Jhon
y después de revisarlos dijo: son de cuando Stan salió del coma y fueron
hechos durante el tiempo que estuvo con vida, el último fue tres días
antes de que muriera.
- Ósea que esas cuentas están a mi nombre, pero él siempre las
manejó.
- Así parece, aunque no entiendo cómo pudo hacer eso si la
seguridad en los bancos suizos es extrema, incluso para conseguir esta
información recurrí a muchos métodos poco legales.
- ¿Cuánto dinero es? – preguntó Paul.
- No lo sé señor, eso no pude averiguarlo.
- Es esto, lo que quiere Dmitry – aseguré.
- Esto nos da un señuelo – dijo José – hablaré con la gente del
FBI y de la INTERPOL para idear un plan.

A dos días del evento en Miami y de los cumpleaños de Paul, estaba


demasiado estresada, incluso los latigazos en el vientre eran muy fuertes, pero
con todo lo que había pasado no pude ver a la doctora Hart y ahora solo podía
esperar a que el evento de Miami pasara para ir a verla.

El día anterior al concierto viajamos todos en el jet, el trayecto fue corto,


pero en cuanto Emma comenzó a hablarme de los últimos detalles del evento
me quedé dormida y no pude escuchar nada, bostezando y antes de caer en
brazos de Morfeo le dije: tranquila confío en que todo te saldrá de maravilla.
Dos pisos enteros del Four Seasons de Miami estaba reservados para
nosotros, ahora con el escuadrón de seguridad necesitábamos más espacio, la
familia de Paul ya me había confirmado su llegada a Miami, el único que no
había asistido era el abuelo Roberto, al parecer ya no tenía la misma energía
para ir a estos eventos.

Esa noche nuestros amigos vinieron a cenar a nuestra suite y a pesar del
mundo de problemas en el que estábamos, ese instante en el que degustábamos
de una buena comida y unos buenos vinos, todo parecía en calma, era como si
estuviéramos en el corazón de un tornado, el viento a nuestro alrededor giraba
destruyendo todo a su paso, pero nosotros solo reíamos mientras Valentino
decía alguna tontería, Angelina hablaba de lo machote que era el “príncipe”,
Emma como siempre que estaba al frente de algo, jamás se desconectaba y
mientras transcurría la cena estuvo mensajeando en el móvil, aunque en las
ocasiones en que la veía sonreír imaginé que hablaba con el chico que abriría
el concierto.

- ¿A qué horas me quieres aquí para ayudarte a vestir? – me


preguntó Valentino mientras comíamos el postre.
- A las cuatro.
- Un poco tarde ¿no?
- Antes no podré – dije recordando la primera sorpresa que le
tenía a Paul, se la daría en la mañana, pero no estaba segura de cuánto
tiempo nos tomaría disfrutar de ella y no quería tener prisas.
- ¿Qué tienes que hacer? – preguntó Paul frunciendo el ceño.
- Ya te lo diré cariño.
- Vale, a las cuatro estaré aquí con los estilistas, imagino que
ustedes señoritas también estarán aquí a esa hora – dijo mirando
alternativamente a Angelina y a Emma.
- Yo debo prepararme antes – dijo Emma después de enviar un
mensaje – necesito estar a las cuatro en el auditorio para cerciorarme
que todo está quedando perfecto.
- ¿Quieres que vaya contigo? – preguntó Angie.
- No, tú quédate con Vicky y ayúdala en todo lo que necesite.
- De acuerdo.
- Yo iré contigo Emma, tengo que encontrarme con algunos
colegas para el cubrimiento del evento – dijo Richard.
- Está bien – contestó Emma.

Esa noche después de que nuestros amigos se marcharan, me sentía de


maravilla, en todo el día no había sentido ningún dolor y la nena se había
movido muy suave, lo que me hacía estar de buen humor.

Paul notando mi buena disposición me abrazó por la espalda y me susurró


en el oído:

- Llevo muchos días deseándote, vida – solo falto esa frase para
que mi deseo se encendiera.
- Y yo a ti cariño – contesté girándome para besarlo.

El beso se calentó en un segundo cuando su lengua jugueteaba al interior


de mi boca, tocando esa parte sensible del paladar y que enviaba una corriente
directa hasta mi clítoris.

Sus manos de inmediato me sacaron el vestido por arriba, dejándome ante


él con mi diminuto tanga, brassier no llevaba, me fastidiaba sobremanera
usarlo con mis pechos tan sensibles.

Paul me tomó en brazos con demasiada facilidad, a pesar de haber subido


de peso, me llevó hasta el sofá, allí volvió a ponerme de pie y se desnudó con
una agilidad impresionante.

- Vida, móntame – dijo cuándo se sentó y con brusquedad tiró de


mi tanga hasta dejarla en el suelo.

Puse una pierna en cada lado de su cadera y él paseó su mano por mí ya


humedecida vagina, la sentí fría e instintivamente me alejé de su toque, no
sabía si era yo la que estaba demasiado caliente o su mano estaba helada.

Metió un dedo y después dos y lentamente, pero con fuerza comenzó a


estimular ese punto interior que hace que todas nuestras revoluciones
rápidamente lleguen a cien.

- Estas tan malditamente caliente que me vas a quemar la polla


cuando te la meta– susurró mordiendo mis labios.

No pude contestar porque estaba tan entregada al disfrute de sus manos


entre mi humedad y de sus labios sobre los míos, que solo pude mover la
cabeza de arriba abajo, como los muñequitos de perros que tienen los taxis.

Era increíble lo que sus palabras lascivas unidas al movimiento de sus


manos hacían en mí, en cuestión de segundos me tenía al borde del éxtasis y yo
sin querer demorarlo me dejé llevar.

Con un grito agudo me corrí y empapé sus dedos y sus piernas, mi reacción
hizo que su pecho se hinchara de orgullo y con una sonrisa lobuna llevo la
punta de su erección a mi palpitante vagina y con lentitud fue entrado en mí,
poco a poco me fue llenando mientras mis contracciones producto del orgasmo
lo apresaban a cada centímetro que entraba.
- ¡Dios! – un quejido placentero salió por entre mis dientes.
- Lo sé vida, esto es maravilloso – dijo con la cabeza apoyada en
el respaldo del sofá – vamos cielo, muévete – ordenó con un pequeño
azote en las nalgas.

No me hice esperar y como una amazona cabalgué sobre él, en su rostro se


enmarcaba todos los músculos por el esfuerzo que hacía para contenerse de
sujetarme de las caderas y clavarme contra la suya, él conocía perfectamente
que había tenido algunas contracciones y por eso me dejaba el control de los
movimientos, le daba miedo ser demasiado brusco.

- Vida, alcánzame por favor – suplicó ante su inminente orgasmo


y para acelerar el mío, metió sus dedos en nuestra unión y con círculos
fuertes masajeó mi clítoris haciendo que mi volcán volviera a hacer
erupción.

En un solo grito nos corrimos y a pesar de lo refrescante que era el


ambiente al interior de la suite, nuestros cuerpos estaban empapados de sudor.

- Te amo – susurró amoroso, mientras seguíamos en la misma


posición, había dejado caer mi cuerpo sobre el de él y apoyaba mi frente
en su hombro.
- También te amo – contesté y mi panza se movió como un
tsunami, al parecer la bebé estaba pidiendo atención.
- A ti también te amo princesa – dijo acariciándome el vientre.

En la mañana del 20 de septiembre abrí los ojos y Paul no estaba, quise


levantarme de inmediato para buscarlo, pero, por el contrario, me arrunché en
la cómoda cama y me estiré como un minino para quitarme la pereza, en ese
instante oí el agua de la ducha correr e imaginé a Paul desnudo y húmedo, y
como por arte de magia mis hormonas me calentaron.
Me arrastré para salir de entre las cobijas y pensando en el hombre que me
esperaba en el baño y en lo que tenía planeado para darle como regalo de
cumpleaños, busqué algunos accesorios para llevar acabo mi plan.

Encendí el sonido de la habitación y deje que la voz de Rihanna


interpretando work inundara toda la instancia, después programé el sonido
para que la canción se repitiera y fui por mi hombre.

- Caliente y húmedo – dije en cuanto abrí la empañada puerta de


vidrio.
- Solo para ti – dijo girándose con una enorme sonrisa.
- ¿Sabes quién está de cumpleaños?
- No lo sé, tal vez algún tipo que lo único que quiere para
celebrarlo es saborear a su mujer.
- Mmmm, pues afortunado ese hombre, porque ella se muere por
dejarse hacer.
- Ven acá – tiró de mi mano y me metió junto a él debajo del agua
tibia.

Chupó mi labio inferior y después el superior y ante mi ofrecimiento,


metió su lengua en mi interior, con morbo nos follamos la boca, mientras sus
manos recorrían mi espalda hasta mis caderas y volvían a subir, jadeamos el
uno en la boca del otro y cuando su preciosa erección rozaba mi abdomen la
tomé en mis manos y apretándola comencé el juego del sube y baja y con cada
movimiento los jadeos de Paul se hacían más fuertes.

- Te voy a follar – dijo agarrando mi mano.


- No, yo te voy a follar – dije mordiendo su labio - ¿Te fías de
mí?
- Siempre – sonrió.
- Entonces ven – tomamos cada uno una toalla y nos secamos.

Salimos de la habitación y cuando escuchó la música me miró con


picardía, es una canción muy sugerente y él así lo entendió.

- Túmbate en la cama, pero antes ponte esto – le tendí un antifaz


negro para dormir y él me miró con cara de circunstancia – dijiste que
confiabas en mí, ahora hazlo sin hablar y recibe tu regalo.
- Pero quiero verte.
- Lo harás, pero no al principio ¿vale?
- La última vez que me cubriste los ojos…
- Shhh, esta vez es diferente, ahora hazlo y no dudes o pensaré
que no confías en mí.
- De acuerdo – se cubrió con el antifaz y se tumbó en la cama.
- Esta vez no te ataré, pero quiero que te aferres a la cama y por
favor por nada del mundo la sueltes.
- Está bien – hizo lo que le pedí.

Estaba allí, en la cama totalmente desnudo con rastros de agua por su


cuerpo, cegado por el antifaz y aferrado a los tubos.

- Gracias – dije a un lado de la cama.


- ¿Por qué? – preguntó en la misma posición.
- Por tu confianza – la voz me temblaba un poco por lo que tenía
en mente, pero a pesar del nerviosismo estaba demasiado segura de
hacerlo como para desistir.
Le di un casto beso en los labios y después me fui hacia los pies de la
cama, me subí en ella y con cuidado de no caer serpenteé hasta que mi rostro
estuvo a un palmo de su sedosa erección, aún seguía excitado por mi tacto en
la ducha.

Su respiración se hizo más pesada, estaba segura de que él sabía que esta
vez era yo la que estaba allí, pero no dijo nada, no me detuvo y tampoco me
alentó, simplemente esperó paciente a que fuera yo la que decidiera que hacer
con él.

Y lo único que yo quería hacer era amarlo, entregarle todo de mí y ese era
mi mejor regalo para él, mi entrega en cuerpo y alma.

Con el corazón latiéndome a mil veces por segundo reduje la distancia que
había entre su aterciopelada piel y mi boca, con una lentitud casi mortal abrí
un poco mis labios y chupé solo la punta de su erección, un fuerte suspiro
seseante salió de su tórax, pero a diferencia de lo que imaginé, siguió callado
a la espera de lo que yo le quisiera dar, no hizo ninguna exigencia y eso me
alentó a seguir.

Paseé mi lengua desde su raíz hasta la punta y allí lamí esa gota pre
seminal que brotó y por extraño que suene me supo al más dulce néctar,
después de todo era el sabor del hombre que había hecho que todos mis
demonios de a poco se marcharan.

Repetí la acción un par de veces más, al tiempo que miraba a través de mis
pestañas como su pecho se expandía y se contraía en un esfuerzo enorme por
controlar sus impulsos, sus manos estaban emblanquecidas por la presión que
ejercía en ella para aferrarse a la cama y hacer lo que le había pedido.

Cuando ya tenía más confianza, por no tener ni un solo recuerdo de lo que


pasó años atrás y que había impedido que yo volviera a hacer una felación,
decidí llenar mi boca con él, con una suave presión de los labios poco a poco
lo introduje hasta mi garganta y cuando estaba completamente llena, tragué
para que su sensación de profundidad fuera más grande.

- ¡Ashh! – un grito gutural salió de sus entrañas mientras su


cuerpo convulsionó una vez por la cantidad de sensaciones que estaba
sintiendo.

A pesar de lo mucho que lo veía agonizar de placer, mientras yo seguía


chupando toda su longitud, no hizo ninguna petición.

- Descúbrete los ojos – hablé sobre su caliente erección.

Su actitud condescendiente me dejó claro que con él, todo era diferente,
que él jamás me exigiría nada que yo no quisiera dar y que por el contrario,
estaría dispuesto aceptar todo aquello que yo le diera.

- Háblame – le pedí cuando nuestros ojos se conectaron y en sus


ojos vi una mezcla de lujuria, deseo y ternura – dime sin temor a
ofenderme todo aquello que desees decir, quiero saber cuánto lo
disfrutas – mis manos seguían acariciándolo mientras hablaba y cuando
terminé de hacerlo mi boca fue directo a sus testículos.
- Vida… Dios… así, chúpamelas así – siguió siseando – es
jodidamente bueno.

Seguí lamiéndolas y chupándolas mientras mi mano subía y bajaba a lo


largo de su erección, esparciendo el lubricante natural que salía de la punta.

- Cométela… por favor… como hace un momento –


tartamudeaba.
Hice lo que me pidió, mi boca volvió a su polla y con un rápido
movimiento me la comí entera y cuando ya la sentí en la pared de mi garganta
tragué y escuché como gritaba de placer, así que repetí varias veces la
operación mientras mis dedos acariciaban su perineo.

- Vida para, o no podré detenerme – suplicó.


- No te detengas – dije solo un segundo antes de volver a chupar
con más fuerza, ahuecando mis mejillas por el esfuerzo.

Subí y tomé aire, bajé y volví a tragar y allí sentí su simiente caliente
golpeándose contra mi garganta, mientras su cuerpo convulsionaba y sus gritos
roncos acallaban la voz de Rihanna.

Gateé hasta su rostro y sin dejar que recuperara el aliento, lo besé, fue un
beso voraz que por poco termina de ahogarnos.

- ¿Te gustó tu regalo de cumpleaños? – pregunté mientras


mordisqueaba su oreja.
- Jamás nada me había gustado tanto – levanté mi rostro y lo vi
sonriendo - ¿Por qué? Sabes que no era necesario, sabes que jamás te
habría pedido que lo hicieras si no…
- Pero si quería, no quiero que haya algo que no te haya dado.
- No hay un solo centímetro de tu cuerpo que no me hayas
entregado y eso me hace el hombre más feliz del mundo – volvimos a
besarnos.
- No hay un solo centímetro de mi cuerpo al que no le hayas
borrado las marcas que otros dejaron y eso me hace la mujer más feliz
del mundo.
- Solo tú y yo.
- Solo nosotros.

Volvimos a besarnos y esta vez fui yo la que disfruté de las atenciones de


su boca, y después de correrme entre sus labios, volví a hacerlo mientras
movía mis caderas contra las suyas y esa vez nos corrimos al tiempo.

Era casi medio día cuando agotados y sin aliento caímos rendidos en la
cama, ni siquiera habíamos desayunado, solo nos comimos el uno al otro y
aunque sentíamos que eso nos bastaba, nuestros estómagos no estaban de
acuerdo.

- Dios, estás segura de que lo que tienes allí adentro es un bebé,


porque parece más un alíen.
- Tonto, es mi estómago pidiendo comida.

Comimos en la cama, pedimos dos enormes bistecs con papas fritas y


ensalada, y cuando eran casi las dos de la tarde volvimos a la ducha, esta vez
no hubo sexo, solo besos y algunas caricias, pero sobre todo, muchos te
quiero.

- Valentino no tardará en llegar con el estilista – dije poniéndome


la bata de baño.
- Me quedaré en la habitación mientras ustedes tienen su sesión
de chicas en el salón – dijo tumbándose en la cama.
- ¿No has visto tu móvil? Tu familia debe estar llamándote.
- Es cierto – saltó de la cama para buscarlo en el bolsillo del
pantalón que usó la noche anterior – tengo treinta y cinco llamadas.
- Estarás ocupado regresándolas.

Valentino llegó con dos chicos, uno se encargaría de maquillarme y el otro


me peinaría, estuvimos cerca de tres horas ocupados en el salón y Paul no se
había asomado ni una sola vez.

El evento comenzaría a las ocho de la noche y yo debía llegar un poco


antes para confirmar que todo estuviera bien, Emma ya me había llamado
varias veces para decirme que no me preocupara que todos los artistas habían
hecho la prueba de sonido y todo estaba listo para la noche.

Valentino se marchó para vestirse, nos encontraríamos en el New World


Center donde sería el evento y yo volví a la habitación para ponerme el
vestido que usaría esa noche.

Paul estaba frente al espejo terminando de anudar su corbata cuando entré


y me paré a su lado.

- Estás muy guapo – miré que sonreía de orgullo a través del


espejo.
- Debo estar a la altura de mi acompañante – se giró y me dio un
beso.
- Dañarás mi maquillaje – le di un leve empujoncito.
- Pues que el mundo se dé cuenta que lo he dañado besándote.
- ¡Oh no! claro que no – escapé de sus brazos y fui a buscar mi
vestido.

Había escogido un sencillo vestido blanco de satín, con escote corazón


que resaltaba mis voluptuosas tetas, mi hombre había elegido un clásico traje
de tres piezas negro con camisa blanca y corbata negra.

Cuando estábamos listos para salir me llevó hasta el espejo y sacando su


móvil nos hizo una foto, bueno en realidad nos hicimos varias, hasta el
momento los acontecimientos estaban siendo maravillosamente inolvidables y
una foto los inmortalizaba.

Llegamos al New World Center y estaba tan emocionada que cambié de


opinión y decidí no entrar por la parte posterior del lugar para no ser vista por
los periodistas, era mi evento y quería tener imágenes para el recuerdo, por
eso cuando bajamos de la limusina, paramos un momento para posar a los
fotógrafos e incluso nos dimos un beso ante las cámaras, todas las personas
que estaban allí, enloquecieron haciéndonos fotografías.

Entramos al sitio y ya estaban dispuestos en el atrio y la azotea del lugar


varios mini centros de maquillaje con un estilista para ofrecerle unas muestras
de cortesía a los invitados que quisieran probar las nuevas tendencias en
maquillaje, también había docenas de modelos ya listas para caminar por todo
el lugar desfilando los nuevos colores de la colección, Valentino se había
encargado de vestirlas para esa noche y que su ropa hiciera resaltar aún más el
maquillaje.

También había dispuesto dos bares uno en el atrio y otro en la azotea para
que los invitados pudieran tomas todo lo que quisieran, Paul fue al bar de la
azotea desde donde se tenía una vista increíble y se podía apreciar el reflejo
de la luna en el mar.

Aproveché para buscar a Emma y la encontré en uno de los sitios


destinados para el camerino.

- Emma todo te ha quedado perfecto – hablé en cuanto entré, sin


percatarme que no estaba sola

Junto a Emma estaba Pablo, el chico que abriría el concierto y al que yo


había conocido en Bogotá.
- Vicky, me alegra que te gustara como ha quedado todo – se
movió nerviosa, lo que hizo evidente que había interrumpido algo entre
ellos.
- Señora Victoria, es un gusto volver a verla, aprovecho para
agradecerle esta oportunidad tan grande – Pablo me tendió la mano y yo
respondí con una sonrisa.

No es un hombre muy apuesto, pero sus aires de artista le daban un toque


de misterio, lo que lo hacían ver más interesante, su piel morena, su cabello y
sus ojos oscuros era un juego de colores armonioso.

- Pablo no te estoy haciendo un favor, simplemente es un


capricho que quiero cumplir de volver a escucharte cantar esas letras
tuyas tan cargadas de sentimiento.
- Entonces será todo un placer cumplir ese capricho.

En ese momento a Emma le sonó el móvil y se retiró para contestarlo y


Pablo volvió a acercarse, pero esta vez para hablarme en susurros.

- No sé si este cometiendo un error, pero… - se quedó pensativo


decidiendo si debía continuar.
- Habla Pablo – le pedí muy seria.
- El hombre con el que usted a veces iba a cenar estuvo hace
unos días en el lugar y tuve el impulso de contarle que gracias a usted
vendría a Miami a este evento.
- ¿Y? – el único hombre que me había acompañado a cenar era
Santiago.
- Y un día después volvió y me pidió que le entregara esto – sacó
un sobre del bolsillo interior de su chaqueta y me lo tendió.
- Gracias – lo tomé y me fui hacia un rincón de la habitación.

Hola Victoria

Espero no ocasionarte ningún disgusto con esta carta, pero en cuanto supe que podría hacértela llegar
no dudé ni un segundo en escribirla.

Al principio, cuando todo estaba reciente, hice cosas estúpidas lleno de rabia, la prensa no dejaba de
seguirme, pero imagino que ya lo sabrás, espero que puedas entender que para mí todo este mundo era
nuevo y por esa razón no tomé las mejores decisiones, estaba dolido y actué sin pensar, y en muchas de
esas borracheras en que lloraba porque ya no te volvería ver, siempre me estrellaba con una cámara.

Ahora estoy entregado a mis pacientes, trabajo mucho para no pensar en ti, pero no es fácil, porque
hay personas que llegan a tu vida y te ofrecen buenos momentos, pero hay otras que llegan para quedarse,
aunque solo sea en el corazón, definitivamente tu perteneces al segundo grupo y dudo mucho que te
marches de allí.

Victoria, espero que todos los problemas por los que estás atravesando se solucionen, sé que nada de
lo que se dice de ti es cierto, pude verlo mientras estabas a mi lado porque conocí a la mujer de jeans y
tenis relajada que disfrutaba ver películas o salir a caminar al parque, a la mujer descomplicada que se
divertía viéndome cantar, a la mujer que se sonrojaba de vergüenza cuando perdía el paso en nuestras
clases de baile, las extraño, extraño enseñarte un nuevo ritmo y que en medio de la oscuridad del salón nos
balanceáramos al ritmo de la música, la verdad extraño todo de ti, eres una mujer maravillosa y espero que
nadie te haga dudar de ello.

Deseo que él te haga feliz, pero si por un instante no lo eres, quiero que sepas que puedes regresar,
solo no tardes tanto.

Con amor

Santiago

Emma estaba frente a mí cuando terminé de leerla, alcé la mirada y vi


comprensión.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? – ni siquiera había notado que se


me habían escapado algunas lágrimas
- No es nada, ya sabes que me he vuelto una llorona.
- ¿Segura?
- Si, ahora ayúdame a arreglar mi maquillaje.
- ¿Vida? - Paul acababa de entrar y vino corriendo al ver qué
había llorado, con rapidez y cuidado tomé la mano de Emma y le pasé la
carta - ¿te sientes mal?
- No cariño, no es nada, ya sabes que las hormonas me han vuelto
una llorona y Emma es una experta en hacerme llorar.
- Está bien, pero deja de hacerlo, ya sabes que no me gusta verte
así, mira has corrido tu maquillaje.
- Ya mismo se lo arreglo – Emma sacó su neceser – espérala a
fuera.
- De acuerdo.

Pablo se había marchado mientras yo leía la carta y Paul salió dejándonos


solas.

- ¿Qué es esto? – comenzó a abrir la carta tratando de alisar las


arrugas que se habían hecho cuando la empuñé para esconderla.
- Es una carta que me envió Santiago, léela.

Mientras la leía, su cara hizo varios gestos e incluso pensé que también
lloraría, pero al final no lo hizo.
- ¿Eres feliz? – preguntó cuándo terminó de leerla.
- Si.
- Entonces no hay que darle vueltas a esto y mejor la destruimos,
no quiero imaginar lo que pasaría si Paul la ve – sacó un encendedor, le
prendió fuego y la arrojó al bote de basura.

Recibí un mensaje al móvil de la madre de Paul, anunciando que ya habían


llegado y entonces salí de la habitación con el maquillaje corregido y me llevé
a mi hombre a la azotea donde estaba su familia.

Me sorprendió ver tanta gente alrededor de la madre y los hermanos de


Paul, Emma se había contactado con Andreas Delmas y le pidió que invitara a
algunos amigos de Paul en Francia para que asistieran y varios de ellos lo
habían hecho.

- Pero… ¿qué hacen ustedes aquí? – Paul tenía la cara de


felicidad más grande que jamás hubiese visto.
- ¡HERMANO! – grito Ginebra – Feliz cumpleaños
- Gracias hermanita.

Todos esperaron su turno para felicitarlo, su madre, su hermano, Andreas y


cada uno de sus amigos.

- Gracias – me besó – hoy ha sido por mucho el mejor


cumpleaños – volvimos a besarnos, después de las felicitaciones todos
pidieron bebidas y mientras los chicos coqueteaban con las modelos, su
madre y hermana se dejaban consentir por los estilistas.
- Aún no termina – dije mimosa.
- ¿Hay más?
- Tendrás que esperar.

El sitio se llenó, Emma había convocado a personas de todos los medios y


algunos actores, pero la locura fue aún mayor cuando Angelina apareció del
brazo con Zafir, los periodistas los acorralaron y pude escuchar cuando les
preguntaron qué clase de relación tenían y casi al unísono afirmaron que solo
eran amigos.

- Victoria es bueno volver a verte – Zafir me saludó como


siempre lo ha hecho y sin dejar de mirarme se llevó la mano a sus
labios.
- Lo mismo digo Zafir – dije con una sonrisita tonta, a pesar de
amar a Paul como a ninguno, me era difícil olvidar viejas costumbres y
no dar una que otra mirada coqueta – Angie estás preciosa – ella estaba
con un vestido rojo entallado que marcaba todas sus curvas, resaltando
su piel blanca y su cabello rubio.

Zafir y Paul se saludaron con distancia, pero con cordialidad, después


llegó Valentino y se encontró con Richard que estaba entre los periodistas y
cuando ya estábamos todos presentes, el maestro de ceremonias nos hizo
pasar al auditorio.

Entre los profesionales de los medios e invitados, al evento asistieron


casi 1200 personas, nosotros ocupamos las tres primeras filas y cuando
todos estábamos en nuestros asientos las luces bajaron y en las pantallas
gigantes que se elevaban en el fondo del escenario comenzaron a rodar
imágenes de los sitios y de los animales exóticos que habían inspirado la
colección de colores neones.

Pablo abrió el concierto, su música era una fusión de varios ritmos,


pero sus letras estaban cargadas de mucho sentimiento y durante la
presentación pude ver como cruzaba miradas con Emma mientras tocaba la
guitarra.

Después salieron al escenario Gente de Zona y el público enloqueció


un poco más y cuando al final de la presentación apareció Marck Anthony y
cantaron la gozadera, no había nadie que no estuviera de pie bailando.

Marck Anthony siguió con el concierto y Paul me abrazó y bailamos, yo


me movía con mayor soltura, parecía que lo había hecho de siempre.

- Bailas muy bien – me dijo mientras nos movíamos al ritmo de


vivir la vida.
- Lo sé, he mejorado ¿cierto? – sus cejas por poco se unen en un
gesto de molestia.
- Odio saber quién te enseñó - caí en cuenta que se refería a
Santiago y a mi tiempo en Bogotá.
- No te molestes, por favor disfrutemos de tu cumpleaños.
- De acuerdo – suspiró dejando salir el aire y con él la tensión.

Seguíamos bailando, cuando la canción terminó y mientras nos besábamos


abrazados, Marck comenzó a hablar.

- Hoy es una noche muy especial – dijo con su acento boricua,


luego sacó el micrófono del pie para poder acercarse más a donde
estábamos - mi amiga Victoria – me señaló y me envió un beso con la
mano – me ha pedido que cante el próximo tema…
- ¿Qué pasa? – preguntó Paul.
- Shh, escucha – le dije con un beso.
- Paul, la mujer que tienes al lado, te quiere desear un muy feliz
cumpleaños y quiere celebrarlo expresando como has cambiado su vida.

Los acordes de Cambio de piel comenzaron a sonar, mientras un Paul


emocionado encajó mi rostro entre las palmas de sus manos, me besó y sentí el
sabor salado de las dos lágrimas que se habían desbordado de esos preciosos
ojos verdes.

Perdóname si no se
Caminar sin tropezar
Es difícil burlar
los temores del ayer
Necesito de tu fe
Para entender

Como me cambio de piel


Y como vuelvo a nacer…

Se la canté toda al oído, mientras nos movíamos al ritmo de la canción,


por un instante nos olvidamos de las más de mil personas que estaban en el
auditorio y permanecimos sumergidos en nuestra burbuja, cuando Marck
Anthony terminó la canción, Paul me dio un beso en la frente y salió corriendo
al escenario.

- Perdona Marck – dijo Paul tomando un micrófono – pero


aprovechando que hoy es mi cumpleaños te quiero pedir un favor.
- ¿Y cuál es? – Paul se acercó y al oído le susurró algo que nadie
pudo escuchar – será un placer- dijo Marck después de oírlo.

Paul desde el escenario me lanzó un beso, mientras Marck hablaba con sus
músicos y un segundo después los acordes de Valió La Pena.

- Esta es mi canción para ti – dijo Paul y los asistentes estallaron


en euforia emocionados por las muestras de amor.

Cantaban a dúo la canción y bailaban en el escenario y Patrick que estaba


a unos puestos de distancia, se acercó y me invitó a bailar.
- Vaya cuñada, estas bailando muy bien – dijo mientras me daba
una vuelta.
- Estoy segura de que bailo mejor de lo que tu hermano canta – le
contesté feliz por todo lo que estaba viviendo, pero entonces sentí un
fuerte dolor que por poco me dobla.
- ¿Qué pasa? – me preguntó Patrick y antes de contestar volví a
ver a Paul para ver si había notado mi gesto de dolor, pero estaba tan
entregado a su presentación que no lo notó.
- No es nada, solo que tu sobrina al parecer quiere venir antes de
tiempo.
- Pero ¿estás bien?
- Si, tranquilo – Paul saltó de la tarima y le hizo un gesto a su
hermano.
- Toda tuya – contestó Patrick dándome una vuelta para
entregarme a él.
- Valió la pena lo que era necesario para estar contigo amor,
Tú eres una bendición – me cantó el coro a todo pulmón.
- ¡Gracias!, ¡gracias por llegar a mi vida! – le grité.
- Cuando te vi por primera vez en esa cena de beneficencia, me
juré que estaría entre tus piernas, después cuando te besé en ese baño en
Milán, supe que no me bastaría con follarte y cuando por fin tuve tu
cuerpo desnudo bajo el mío, entendí que mi hogar y mi vida estaban a tu
lado, esa misma noche decidí que debía cruzar mares solo para estar
contigo y que una vez llegara América mi trabajo más importante, sería
el de convencerte que debíamos estar juntos.
- ¡Dios!, no sé qué decir cuando me hablas así – dije conteniendo
el llanto.
- Dime lo que sabes que quiero escuchar.
- Te amo – susurré sobre sus labios.
Seguimos bailando y llenándonos de besos cuando de pronto hizo la
parición en el escenario Carlos Vives y antes de que Marck Anthony se
retirara del escenario cantaron a dúo Cuando nos volvamos a encontrar.

La presentación de Carlos Vives mantuvo el ánimo alto haciendo que los


asistentes no se sentaran en ningún momento, pero para ese momento ya me
sentía agotada, el sexo de la mañana, el tiempo con el estilista en la tarde y
todo el baile que nos estábamos echando me tenían de muerte, pero aun la
noche no terminaba y estaba decidida a sacar fuerzas para soportar hasta el
final, después de todo era la noche de Paul.

- Vicky me encanta este tipo – dijo Emma que bailaba peor de lo


que yo lo hacía al principio.
- Te dije que era bueno – contesté - lo escuché mucho cuando
estaba en Colombia.
- A mí también me ha encantado – dijo Ginebra llegando hasta
nosotras.

Miré hacia Angie y la vi bailándole a Zafir mientras él de pie solo


aplaudía y la miraba embobado, mi amiga es una rubia hermosa, pero estaba
segura de que de esa no saldría bien parada.

- Está como una loca – dijo Emma mirando hacia la misma


dirección – ya tengo preparada unas cuantas cajas de pañuelos, porque,
aunque ella me diga que tiene muy claro el tipo de relación que tiene con
Zafir, estoy segura de que se está engañando.
- Solo podemos esperar a que los pañuelos nos alcancen cuando
llegué el momento – dije segura que Emma tenía razón.

Cuando el concierto se hubo acabado, Emma coordinó todo y a los


invitados al cumpleaños de Paul nos hizo salir por una puerta diferente y nos
llevó lejos de la prensa hasta un salón privado.

- Pero… ¿Aún hay más? – Paul estaba como un tonto viendo la


decoración de cumpleaños del pequeño salón.

Y entonces Pablo apareció con un micrófono cantando el cumpleaños


mientras un enorme ponqué era arrastrado por un mesero, todos los que
estábamos allí comenzaron a cantarle y cuando Paul estuvo al frente del
ponqué, le pedimos que apagara el número 34.

- Sé que los deseos no se deben decir, pero mi único deseo en


este momento es que Dios me dé muchos años de vida para disfrutar de
la mujer que amo – un ¡Auch! general se escuchó en el salón mientras
nos besábamos.

La fiesta continuó, los amigos de Paul estaban como locos y mientras los
hombres lo subían en hombros y lo lanzaban al aire, las mujeres se movían con
esfuerzo para que ellos se fijaran en ellas.

Estaba riendo viendo todo aquello, cuando una reacción de Emma me


llamó la atención, Andreas la había tirado del brazo para llevarla a un rincón,
ella se soltó de su agarre y lo empujó, busqué a Pablo con la mirada y no lo vi,
entonces fui a ver qué pasaba.

- ¡Que me dejes en paz! – Emma intentaba volverse a soltar.


- No hasta que hablemos – gruñó Andreas.
- Suéltala – le exigí parándome en medio
- Victoria por favor…
- Por favor nada, déjala – seguí parada en medio y por el rabillo
del ojo vi salir a Pablo de del baño y como si leyera mi mente vino
hacia nosotros.
- Ve con tu novio Emma – le dije antes que Pablo llegara y sin
rechistar Emma hizo lo que le dije.
- Te pregunté si era tu novio y no me respondiste – Andreas
volvió a agarrarla del brazo.
- Porque no te debo ninguna explicación, ahora suéltame.
- Ya la escuchaste, suéltala – dijo Pablo en un inglés bastante
mediocre.
- Andreas… - advertí al ver sus intenciones de pelea.

Pablo se la llevó mientras Andreas se restregaba las manos por la cara y la


cabeza.

- No puedo creer que Emma este saliendo con un cantantucho


que…
- Calla, no eres nadie para opinar en su vida, la dejaste llorando
y te marchaste de viaje con otra – le recriminé.
- Lo sé, sé que me comporté como un canalla, pero quiero
reparar mi error, me di cuenta de que ella es más importante de lo que he
querido reconocer y…
- Y lamento que te hayas dado cuenta tarde, ahora déjala en paz –
lo dejé en medio de su confusión y cuando quise buscar a Emma, la vi
besándose en medio del salón con Pablo. Vaya mi amiga no pierde el
tiempo-pensé.
12

La música electrónica y el alcohol habían vuelto todo en una auténtica


locura, Valentino y Richard sin el más mínimo pudor se demostraban amor en
medio de la fiesta, Emma se le veía muy a gusto con Pablo y Zafir tenía sobre
sus piernas a Angie, la vi removerse mientras boqueaba como un pez y supe
que debajo de esa mesa los únicos que bailaba eran los dedos de él al interior
de ella.

Sara bailaba con Patrick y Ginebra con Paul, me sentía muy emocionada
verlo tan feliz, rodeado de sus amigos y su familia. La madre de Paul me hizo
un gesto para que me acercara a ellos y cuando estaba a mitad de camino, uno
de esos latigazos, pero multiplicado al mil me dobló de dolor.

- Mierda – dije mientras caía de rodillas.

No pasó más de un segundo para que todos estuvieran rodeándome.

- ¿Vida que te pasa? – esta vez a diferencia de otras veces no


pude decir que no era nada y que debía estar tranquilo, el dolor era tan
fuerte que ni siquiera me dejaba hablar.
- Hay que llevarla a una silla – dijo Sara.

Cuando Valentino y Paul me estaban poniendo de pie, sentí que me meaba


y volví a gritar.

- ¡Oh Dios!, rompió aguas – gritó Angie.


- No puede ser, aún falta casi dos meses – dijo Paul alzándome
en brazos – ¡necesito un auto! – gritó corriendo conmigo en brazos –
Vida háblame.
- Me duele Paul, me duele muchísimo – fue lo único que pude
decir con la boca pegada a su cuello.
- Llegaremos pronto a la clínica – Jason uno de los nuevos
hombres de seguridad estaba en la parte de atrás apoyado sobre uno de
los autos - ¡Abre la puerta! – le gritó Paul cuando llegamos.
- Hermano, iré contigo – dijo Patrick cuando nos alcanzó.

Jason arrancó el auto, Patrick iba a delante, yo me extendí por todo el


asiento de atrás y Paul quedó a mis pies.

Oleadas de dolor venían una tras otra y con cada una de ellas grité, Paul
estaba pálido y lo único que pedía era que fuéramos más rápido, Patrick
trataba de calmarlo, pero desistió y el también comenzó a presionar a Jason.

- ¡Quítame las bragas! – le grité.


- ¿Por qué?
- ¡Hazlo!

Sentía unas ganas enormes de pujar o por lo menos eso creía, ni siquiera
había alcanzado a ir a mis cursos psicoprofilácticos, por lo que no estaba
segura de lo que debía hacer, pero creo que todas las mujeres tenemos un
instinto para esto y en ese momento mi instinto era el que daba las órdenes.
Paul con las manos temblorosas levantó la falda de mi vestido y me quitó
las bragas.

- Dios esto es…


- Cállate – imaginé que lo que estaba viendo lo había asustado,
por lo que no quería detalles.

Un nuevo dolor hizo que mi estómago se contrajera y yo me levantara del


asiento y por puro impulso pujé.

- ¡¿Vas a parir en el auto?! – gritó Patrick más asustado que el


propio Paul.
- Maldita sea Jason muévete – Paul estaba al borde de la histeria.
- Llegamos – dijo el hombre cuando visualizó el edificio The
World Medical Center.

Pero, yo no podía ni aguantar un minuto más y volví a pujar, aferrándome


con fuerza a mis rodillas dobladas, Jason frenó y Patrick saltó del auto
gritando por un médico.

- Victoria… espera por favor – dijo Paul pálido como un papel.


- ¿Acaso crees que soy yo?, ella no quiere esperar – volví a
pujar, justo cuando un médico llegaba acompañado de una enfermera que
llevaba una silla de ruedas.
- Señorita, mejor traiga una camilla – dijo el médico después de
quitar a Paul de en medio – soy el doctor Brockman y voy a ayudarla,
pero… – no dejé que terminara cuando una nueva contracción me sentó
invitándome a pujar – lo está haciendo muy bien, ya el bebé está por
salir.
Paul se movía de un lado para otro cuando escuché como otros autos
llegaban y las voces de Emma, Angie, Valentino, Sara, Ginebra y de otros más,
se hacían más fuertes.

La enfermera llegó junto a otro doctor y una camilla, pero el doctor


Brockman los detuvo.

- Lo tendrá ahora, moverla sería peligroso, por favor


manténganse alejados les dijo a los demás – se puso los guantes que
sacó del bolsillo de su bata – enfermera por favor vaya por la otra
puerta para que ella pueda apoyarse en usted.

El otro médico entró por la puerta del conductor y se puso a mi lado y


cuando una nueva contracción me levantó, la enfermera me sostuvo, el médico
que estaba sentado adelante me presionó la parte superior del vientre para
ayudar la salida.

- Muy bien, eres muy fuerte y lo estas logrando, la cabeza esta


fuera, solo un esfuerzo más y todo habrá pasado.

Volví a pujar y sentí como si media vida se me fuera en ello y solo


entonces escuché un llanto que me sacó de la nebulosa en la que había caído
por el agotamiento.

- Es una niña – dijo el doctor poniéndomela en el pecho – ahora


vamos a subirte a la camilla y llevarte a dentro para que las examinen.
- De acuerdo – dije con hilo de voz cargada de llanto.

Paul estaba llorando mientras ayudaba a subirme a la camilla, los demás


se mantuvieron a distancia, pero cuando encontré a Emma con la mirada me
lanzó un beso.

- Victoria, soy Marcus el pediatra que examinó a tu bebé, la niña


está muy bien, pesó 2500 gramos, pero necesita estar unos días en la
incubadora por precaución, ya que nació antes de termino – Aun estaba
en la sala de partos a la que me había llevado para terminar el trabajo.
- ¿Pero está bien? – la idea de permanecer unos días en la clínica
me preocupaba.
- Sí, todos sus signos muestran normalidad, pero debemos tener
precaución, sus pulmones aún no han madurado lo suficiente.
- De acuerdo – dije aliviada.

Cuando me pasaron a la habitación, Paul estaba allí esperándome, tenía los


ojos rojos por el llanto y en cuanto me vio se lanzó a llenarme de besos, fue
como si al verme volviera a respirar.

- Tranquilo, estoy bien.


- Jamás… pero jamás… he sentido un miedo tan grande como el
de esta noche.
- No era así como tenía planeado terminar el día de tus
cumpleaños – hice un mohín.
- Créeme, no hay un mejor final para el mejor día de mi vida –
me besó con ternura y como siempre nos pasaba, el beso terminó
calentándonos – ¡Dios!, creo que debemos tomar vacaciones
obligatorias.
- Y por cuarenta días señor Mathieu, así que controle sus ansias
– dijo la enfermera al entrar - hora de alimentar a esta princesa – vi
como los enormes brazos de la mujer afroamericana sacaban a la bebé
del nido – mamita acomoda tus brazos – con torpeza hice una cuna con
mis ellos, estaba tan nerviosa por cargarla, que no sabía cómo hacerlo –
muy bien, te la dejaré unos minutos para que la alimentes y después
tendré que llevármela.
- De acuerdo – contesté.
- ¡Ah! Aprovecha estos minutos con tu esposo…
- Novio – la interrumpí, Paul hizo una mueca de disgusto, pero no
dijo nada.
- Decía… que aprovecharas estos minutos con tu novio para
ponerse de acuerdo con el nombre de la niña, no puede seguir en la
historia clínica como hija de Victoria.
- Se llamará Alessia – dije viendo a Paul y él se volvió a
mirarme sorprendido.
- Mis padres…
- Se la historia, tu madre me la contó y desde ese día me gustó el
nombre – la enfermera ya había salido.
- Pensé que debía llamarse como su madre, al final ella desde
donde se mire es una Victoria para nosotros.
- No – contesté tajante – no quiero que lleve a cuestas mi
nombre, mi hija será mejor que yo y…
- Pero de que hablas, si tú eres maravillosa.
- Necesito que me prometas que siempre estarás a su lado, que si
muero ella no estará sola, voy a solucionar el asunto de Dmitry, necesito
que mi patrimonio este a salvo, no quiero que mi hija jamás se sienta
obligada a hacer algo que no quiere por conseguir sus sueños, quiero…
- Shhh – me calló atrapando mis labios entre sus dedos haciendo
que mi boca se pareciera a la de un pato – Nuestra hija jamás pasará por
nada de eso y si lo que necesitas es que te prometa que ella nunca estará
desamparada, te lo prometo.
- Gracias.
- No me lo agradezcas y entiende que tus circunstancias era muy
diferentes, tú no tenías familia, pero eso era antes, ahora somos tu
familia y nunca volverás a estar sola, ahora nos tienes a nosotros y si
Dios nos llama antes de que nuestra hija sea una adulta, mi madre y mis
hermanos darían la vida por ella, es una Mathieu y mi familia jamás le
ha dado la espalda a su propia sangre ¿De acuerdo? – asentí haciendo un
enorme puchero para contener las lágrimas – Al principio, cuando me
enteré que no habías estado sola mientras te buscaba, me llené de ira,
pero después acepté que gran parte de la culpa era mía, después de todo
fui yo quien se marchó a las vegas a hacer estupideces llevado por los
celos y la rabia dejándote en manos de ese maldito.
- No pensemos más en ello – susurré
- Vida, soy un hombre con más defectos que virtudes, pero soy un
hombre que te ama y no te amo porque seas la madre de mi hija, ni
porque me encante follarte, te amo porque cuando estoy contigo soy
feliz.
- ¿Alessia Castaño Mathieu? – pregunté sollozando de felicidad
cuando me soltó los labios.
- Alessia Castaño Mathieu, me gusta – dijo con una sonrisa – y a
ti… ¿te gustaría ser la señora Mathieu?
- Me siento feliz siendo la madre y la novia de los Mathieu –
desvié la mirada hacia mi hija, el tema del matrimonio me generaba
urticaria y no quería ni hablarlo, nos amamos, pero ¿por qué todas las
historias de amor deben terminar con un matrimonio?, ¿acaso no es
mejor ser novios para siempre? – y ¿Dónde están todos? – cambié de
tema.
- Se marcharon después de saber que las dos estaban bien,
vendrán más tarde, quieren dejarte descansar
- Más tarde esto será una locura
- Créeme, ya es una locura, mi hermana gritaba emocionada hasta
que se marchó obligada por Patrick.
Nos reímos recordando como todo había sucedido tan rápido, incluso
imaginaba mucho más doloroso el parto.

Paul reconoció que estaba muerto del susto y que tuvo que hacer un
esfuerzo enorme para no asustarme más, también me contó que antes de irse,
Patrick estaba temblando impresionado porque Alessia nació en el auto.

- Se parece a ti – dijo con la voz ronca por la emoción.


- Aún está muy pequeña para decir eso, además es están
dormilona que no nos deja ver sus ojos.
- A mí me encanta la idea de que se parezca a ti, sería como verte
en miniatura – nos reímos por su comentario, sentí un millón de
mariposas volando en mí estómago y pensé que eso era lo que muchos
llamaban felicidad, por fin estaba siendo realmente feliz y sin evitarlo,
lloré.
- No llores cariño.
- Lloro porque estoy tan feliz que no me importa lo que suceda en
este momento fuera de esta habitación, mi mundo es perfecto solo con
ustedes.

Como lo habíamos dicho, el día fue una locura, yo estaba realmente


cansada, había dormido muy poco, pero eso no impidió que recibiera todas las
visitas, Emma fue la más emocionada junto con Ginebra y Sara, Angie y
Valentino estaban felices pero menos expresivos, Zafir había enviado unas
rosas preciosas y me llamó por teléfono, acordamos que lo mejor sería que no
se presentara, ya la clínica tenía bastante con todos los periodistas queriendo
saber algo del nacimiento de Alessia como para aumentar el interés con su
asistencia.

- Es hermosa – Patrick llegaba de ver a Alessia.


- Gracias.
- Felicitaciones, has sido muy fuerte, por poco muero en el
asiento de adelante solo con verte.
- Los hombres son unos gallinas – dije divertida.
- Tienes razón, este mundo estaría perdido sin la fuerza de
ustedes – dijo con una sonrisa.

Estuvimos unas semanas en la clínica, después viajamos en el jet a New


York, lo hicimos en compañía de un médico y de una enfermera, la niña estaba
tan pequeña que no queríamos dejar nada al azar.

La llegada al hogar fue otra locura, los periodistas que parecían estar
perdiendo interés en nosotros, nuevamente habían aparecido, estaban
enloquecidos buscando una foto de Alessia, pero la protegimos tanto que nadie
pudo siquiera verla.

María estaba jugando un papel de abuela perfecta, tanto que Sara se sintió
celosa, Paul trataba de explicarle a su madre que María solo intentaba ayudar,
pero al final para que se sintiera mucho más integrada a la vida de su nieta la
terminamos convenciendo de pasar unos días con nosotros para que estuviera
cerca.

Solo había algo que me tenía inquieta, llevaba semanas sin saber de
Teresa, había intentado llamarla varias veces, pero siempre saltaba al buzón
de mensajes de voz, me sentía muy mal por cómo habían terminado las cosas,
ella había sido tan especial en mis días en Colombia, que necesitaba
demostrarle mi agradecimiento, por eso le pedí a Emma que hiciera lo posible
para dar con ella.

- Victoria – Emma se asomó por la puerta de la habitación de


Alessia.
- ¿Qué pasa? – pregunté al verla tan seria.
- ¡La encontré! – gritó saltando al tiempo que a su espalda
aparecía Teresa con una sonrisa tímida.
- Victoria… - saludó
- ¡Oh! Teresa, que emoción verte - dije dejando la niña en su
cuna – ven acá – la tomé del brazo y la jalé para abrazarla – perdona
que haya sido tan ingrata, he tenido unos días difíciles, pero estoy muy
emocionada que estés aquí.
- Igual yo hija – dijo lloriqueando un poco – no quería ser
inoportuna, no sabía si sería prudente ponerme en contacto contigo.
- ¿Pero qué dices? – dije separándome un poco – como puedes
pensar eso después de lo buena que fuiste conmigo cuando estaba sola.
- Bueno… es que… - en ese momento apareció Paul y se detuvo
junto a Emma.
- ¿Qué pasa? – preguntó con gesto serio, después se percató de la
presencia de Teresa y se acercó a saludarla – Teresa que gusto volver a
verla, Victoria lamentaba mucho no saber nada de usted – le habló
formal.
- Yo también deseaba ponerme en contacto con ella, pero pensé
que necesitaba tiempo para poner sus cosas en orden.
- Es usted muy generosa por pensar en ello, ahora las dejo para
que puedan hablar en privado.

Paul me dio un beso casto en los labios y después se marchó seguido de


Emma, Teresa y yo permanecimos en la habitación de Alessia, ella se moría
por consentirla, después la volvimos a dejar tranquila para que siguiera
durmiendo, mientras nosotras a un lado de la habitación junto a la ventana,
sentadas en el sofá blanco, hablamos sin parar por casi dos horas, me dijo que
su salud estaba bien y que no la había podido localizar antes en su antiguo
teléfono porque lo perdió en la mudanza que hizo a Medellín, a donde se
marchó para estar más cerca de su hermana y sus sobrinos, me alegró saber
que no estaría sola.
Después de la cena, quiso que le pidiéramos un taxi para ir a un hotel y
obviamente me negué a ello, insistí para que se quedara, Paul estaba menos
formal y se había unido a mi petición, al final aceptó a regañadientes y pasó
una semana con nosotros, quise que se quedara un poco más, pero esta vez no
pude convencerla, dijo que debía volver o su hermana se inquietaría, se
despidió con la promesa de volver pronto a visitarme, antes de marcharse le
aseguré que tenía un lugar muy especial en mi corazón y que siempre sería
bien recibida en mi casa.

Las visitas diarias fueron una constante, mis amigos y la familia de Paul
querían estar muy presentes en lo relacionado con Alessia y casi tenía que
exigir que me dejaran cargarla.

Paul se estaba comportando como un padre excepcional, en las noches


cuando ella se despertaba caminaba en modo zombi para darle su biberón,
incluso una noche lo encontré durmiendo en el suelo de la habitación, al
parecer no pudo llegar a la cama después de darle de comer a la bebé, en la
madrugada cuando abrí los ojos lo encontré en posición fetal dormido sobre la
alfombra y con mucho cuidado lo llevé hasta la cama.

Ginebra por su parte hacía fotos de cada movimiento de Alessia, también


nos había hecho unas a toda la familia, mi casa ahora estaba llena de fotos
familiares y se respiraba ambiente de hogar, muy diferente de mi anterior
apartamento, que solo tenía unas cuantas fotos mías demasiado elaboradas,
dándole un aire sofisticado, pero frio al espacio.

La llegada de Alessia había cambiado todo, pero para mí fortuna estaba


teniendo mucha ayuda, y cuando la niña contaba un mes, comencé a retomar el
ejercicio, mi viejo entrenador Enrique, aceptó ir hasta mi casa para
entrenarme, quería recuperar el abdomen plano y las piernas tonificadas de las
que meses atrás me sentía orgullosa, mi nuevo papel de madre me hacía feliz,
pero una mujer jamás puede olvidar su vanidad.
Paul en una de esas mañanas en que entré a saludarlo al despacho con mi
ropa de deporte sudada, me comió con la mirada y a continuación me empotró
contra la pared y comenzó a besarme con voracidad.

- Te deseo – gimió mientras metía sus manos entre mi top.


- Y yo a ti – dije respondiendo a su pasión – pero necesito una
ducha.
- Te quiero así… ¿Cómo te sientes? – sabía que se refería a si
estaba en condiciones para follar.
- Perfecta – contesté mientras le quitaba la camisa.
- Bien, porque quiero cogerte – metió su mano por dentro de mi
licra.
- ¡VIRGEN SANTA! – gritó Sara con la niña en brazos cuando
entró al despacho.

Nos separamos muy rápido y acomodamos nuestras ropas.

- Mamá es que se te ha olvidado tocar – gruñó Paul mientras iba


a tomar a Alessia entre sus brazos.
- Y a ustedes se les ha olvidado que aún no pueden estar
haciendo esas cosas, Victoria, hija, debes cuidarte por una semana más –
Sara desde que había nacido Alessia me llamaba hija y aunque al
principio me sentía extraña, después me acostumbré.
- Pero si me siento bien – respondí obviando la vergüenza de
hablar con la madre de mi novio si debía o no esperar para follar con él.
- Lo sé, pero créeme, todo está volviendo a su lugar y debes
darte el tiempo para que no tengas problemas en el futuro, ya me llevaste
la contraria al iniciar con tus ejercicios tan pronto, por lo menos hazme
caso en esto.
- Está bien madre, lo haremos, pero por favor no olvides tocar
antes de entrar ¿de acuerdo?
- Si hijo, lo siento, yo solo venía a avisarles que Patrick está
aquí y quiere hablar con ustedes antes de marcharse a Francia.

Paul fue a ver su hermano, mientras yo me duchaba y me ponía algo más


decente, cuando fui al salón, los hermanos Mathieu hablaban muy serios.

- ¿Qué pasa? – pregunté al entrar.


- Me da gusto verte Victoria – dijo Patrick muy formal.
- Igualmente – dije estrechando su mano - ¿Por qué están tan
serios?
- Te queremos hacer una propuesta – dijo Paul

La propuesta resulto ser la fusión de nuestras empresas, La Casa Mathieu


era fuerte en Europa y la mía era fuerte en América.

Hablamos durante dos horas sobre ello, mi empresa seguía llamándose


Cosméticos Victoria White y yo quería dejar de tener cualquier vínculo con el
apellido White, adicional a eso ahora éramos una familia y no era bueno que
siguiéramos siendo rivales en los negocios.

- Acepto – dije después de estar unos minutos callada.

Los dos me miraban como si estuvieran viendo un bicho raro, no podían


creer que hubiese aceptado.

- ¿Por qué me miran así? ¿Acaso la idea no era que yo aceptara?


- Si, si claro, solo… pensé que no lo harías.
- Bueno, tendremos que ultimar los detalles, además Jhon tiene
un pequeño porcentaje de acciones.
- Fue su forma de unirse a ti – dijo Paul
- No comiences – lo reprendí – en fin, dejemos que nuestros
abogados se reúnan y acuerden los términos de la fusión.
- ¿Quieres que haya cambios en el nombre? – interrogó Patrick
- No, ahora mi hija es una Mathieu – dije después de pensarlo.

El día cuarenta y uno después del parto, había sido el día más anhelado
desde el nacimiento de Alessia, Paul la noche anterior me había recordado que
era el último día de recuperación y en cuanto los rayos comenzaron a entrar
por la ventana sus manos serpentearon por mi cuerpo.

Tenía sueño y estaba dispuesta a dormir un poco más, pero Paul tenía otros
planes, con delicadeza me bajó las bragas y subió mi camisón, yo sentía todo
lo que estaba haciendo, pero me negaba a despertar, tendría que convencerme
o de lo contrario dormiría un rato más.

- Me has convencido – susurré cuando la puntica de su lengua


recorría mi abertura – el sueño se ha ido a la mierda – dije abriendo aún
más las piernas en un claro gesto de invitación.
- Si, así vida, entrégate a mí, que me muero por follarte – me
abrió completamente para divertirse con mi sexo, mordisqueando,
lamiendo y chupando toda mi vulva mientras yo me retorcía bajo su
tortura.
- He extrañado tanto esa boca justo allí, que no se si dejé que
vuelvas a hablar – enredé mis dedos entre su cabello para guiar su
saqueo – Si así cariño, no te detengas que voy a correrme en tus labios.

Y como en una feria de pueblo en plena despedida, cientos de juegos


artificiales explotaron en mi interior, me corrí con tanta fuerza que empapé el
rostro de Paul.
- Vida, dime que estas bien porque voy a metértela tan duro que
te puedo romper.
- Hazlo, te deseo duro.

Se movió sobre mi cuerpo hasta dejar su erección en la entrada de mi


vagina y su boca mojada por mis fluidos a la altura de la mía.

- Saboréate – me dijo justo antes de besarme y lo hice.


- A que soy deliciosa – hablé coqueta
- Más que eso, eres adictiva
- ¡SI! – grité al sentir la estocada certera de su pene llegando a lo
más profundo de mi canal – dame así Paul, jódeme como nos gusta.

Paul se volvió un animal y con fuerza salvaje me folló, podía sentirlo tan a
dentro que me sentía ahogada, el doloroso placer creció en segundos y sin
importar que me acabara de correr, el orgasmo se construyó en mi interior.

- Vida, no voy a durar mucho – habló con urgencia.


- Yo…- gemí – voy a – volví a gemir – correrme – finalicé.
- No me he puesto preservativo puedo…
- ¡NO! – grité – hazlo a fuera.

Me corrí y convulsioné bajo su cuerpo gritando lo mucho que lo había


extrañado y cuando estuvo seguro de que mi orgasmo había acabado, el suyo
explotó y lo hizo sobre mi vientre.

- Iré a ver a la doctora Hart para que me recete la píldora.


- Eso sería estupendo, porque después de estos días de espera
quiero recuperar el tiempo y cogerte en todo momento.

Cumplió esa promesa, siempre que quería y sin importar el lugar de la


casa me convencía sin mucho esfuerzo de follar como animales, María, su
hermana Pilar y Sara sabían que fuera cual fuera el lugar debían tocar primero,
Paul ya les había hecho la advertencia.

Para cuando Alessia cumplió dos meses el 21 de noviembre, nos reunimos


para celebrarlo, Valentino y Richard llevaron un hermoso ponqué de ángel,
mientras todos los demás le dieron regalos a la pequeña, desde ese día decidí
regresar a la empresa, hablé con Emma para iniciar el empalme, había
olvidado la tonta idea de venderla, por el contrario estaba decidida a
fortalecerla y asegurar el patrimonio de mi hija al fusionarla con la Casa
Mathieu, Paul también contaba con un buen patrimonio, pero quería que la
situación económica de Alessia fuera muy sólida.

El regreso fue un poco caótico, moverse con un escuadrón custodiándote


no era nada cómodo, pero cuando caminé por los pasillos de mi empresa
subida en mis tacones de doce centímetros usando un vestido rojo con falda de
lápiz, fue como si jamás me hubiese alejado, recordar el poder que se siente
manejar una empresa tan grande fue reconfortante y estaba dispuesta a
defender lo que era mío hasta con los dientes.

- Emma, quiero felicitarte y agradecerte por tu excelente gestión,


las acciones de la empresa han subido mientras estuvo bajo tu control –
dije mientras miraba el balance financiero.
- Angie me ha ayudado mucho, al principio tenía mis dudas, pero
con trabajo me demostró lo valiosa que es.
- Bueno, ahora estaré de nuevo al frente y no tendrás tanto
trabajo.
- Me hace feliz volver a trabajar contigo – en ese momento
recibió un mensaje y sonrió como una boba.
- ¡Vaya! veo que sigues hablando con Pablo – dije con sorna.
- ¡Oh! Ese hombre es…
- ¿Es…?
- Ya había escuchado que los latinos eran los mejores amantes,
pero jamás imaginé que fueran tan buenos, bueno que te voy a decir si tú
misma…
- No Emma, no lo digas.
- Tienes razón, lo siento.
- Prefiero a los franceses, no me dirás que no son buenos, ya que
varias veces te vi suspirar por unos huesitos parisinos.
- Ni me lo recuerdes – resopló – y si, también me gustó mucho la
comida francesa, pero eso ya es pasado.
- Andreas me dijo que estaba arrepentido por haberte dejado.
- Pues mal por él, a mí ya no me importa.
- ¿Vas en serio con Pablo?
- No, con él las cosas están claras, cada vez que haya la
oportunidad nos veremos, la pasaremos bien, pero no más, al final él
vive allá y yo acá – tocaron a la puerta y Angie se asomó.
- ¿Puedo pasar? – preguntó
- Claro – le dije haciéndole una señal para que se diera prisa.
- Qué bueno que mis jefas están aquí reunidas porque quiero
pedirles un favor.
- Habla – dijo Emma.
- Quisiera tomarme este viernes libre si les parece bien.
- Y puedo saber ¿Por qué?
- Mmm – se removió nerviosa, pero al final habló – Zafir me
quiere invitar este fin de semana a España, allí tiene una reunión de
negocios, pero para cuando yo llegue ya la habrá terminado e iremos a
pasar el fin de semana a Ibiza.
- Wow, jamás pensé…
- No te imagines cosas, aunque a mí me gustaría casar a ese
hombre, el muy sin vergüenza me ha dejado mil veces claro que lo
nuestro nunca será una relación formal, que solo es sexo.
- ¿Y estas feliz con ello? - Cuestionó Emma, segura que la
respuesta era no.
- ¿Feliz? No. Pero me gusta su sinceridad, además ese hombre
folla como un Dios y estoy dispuesta a disfrutarlo hasta que los dos
queramos.
- Pero no te das cuenta de que vas a salir lastimada – insistió
Emma– no tardaras en enamorarte.
- Emma, Angelina está muy mayorcita como para que andes
jugando al papel de madre con ella.
- Emma tiene razón – declaró Angie – pero si sufrí por un idiota
como Frank que ni siquiera me cogía bien, ahora porque no me voy a
arriesgar por un follador experto como lo es Zafir.
- Angie, este último año he aprendido que la vida no hay que
dejarla pasar, por el contrario, hay que vivirla, que el mundo está lleno
de muertos que solo se dedican a respirar y si a ti te emociona y te hace
sentir viva la aventura con Zafir, entonces disfrútala mientras dure.
- ¿Eso quiere decir que me puedo tomar el viernes?
- Por supuesto.

Todo fluía en una armonía tan perfecta, que me producía miedo, cuando
más calmada esta la superficie, es porque algo se está cociendo en las
profundidades, por eso había llamado a Jhon, quería reunirme con José para
planear la forma en que las autoridades pudieran atrapar a Dmitry, pero Jhon
había tenido que salir de la ciudad y me hizo prometer que no haría nada hasta
que él regresara.

Había decidido viajar a Suiza antes de navidad, para saber todo sobre la
cuenta bancaria que estaba a mi nombre, pero no sabía cómo decírselo a Paul,
ya me había expresado que la idea de ofrecerme como señuelo con ese dinero
no era una posibilidad, dejó claro que jamás aceptaría que me pusiera en
peligro, pero por otro lado yo estaba segura que era la única forma de terminar
para siempre con ese problema, sin embargo, esperaría a hablar con Jhon para
definir lo que iba a hacer.

Los días habían tomado una buena rutina, por la mañanas para ayudar al
medio ambiente y ahorrar agua , Paul y yo nos bañábamos juntos, se había
vuelto un ritual, en el que casi siempre terminábamos follando como locos,
después íbamos a nuestros trabajos y en la tarde el que terminara primero iba
a recoger al otro para llegar juntos a casa, al llegar íbamos directo a ver a
Alessia y le dábamos de cenar y jugábamos con ella hasta la hora de dormir,
cuando la pequeña caía rendida nosotros nos refugiábamos en el despacho o
en nuestra habitación.

- ¿Estás lista? – preguntó Paul al abrir la puerta de mi oficina.


- Aún no. Tengo que revisar estos documentos que me pasó
Emma y también tendré una videoconferencia con el gerente de la
franquicia de Panamá – nunca hablábamos de los negocios porque
nuestras empresas eran rivales, pero desde que comenzamos el proceso
de fusión discutíamos nuevas estrategias.
- Entonces haré un poco de ejercicio mientras te espero – era una
de las pocas cosas que me había pedido Paul, accedí de inmediato a las
remodelaciones para adecuar un gimnasio al lado de mi oficina, así
cuando él tenía que esperarme, lo hacía ejercitándose.
- Por favor ponte una camiseta o no podré concentrarme
pensando que estas aquí al lado semidesnudo.
- Siempre puedes venir a buscarme para una buena cogida – dijo
alzando los hombros antes de desaparecer tras la puerta.
- ¡No puedes decirme eso! Eres un grosero – le grité y el soltó
una carcajada.
La videoconferencia se alargó, había algunos problemas en la sede de
Panamá que necesitaban de mi presencia, pero como no quería alejarme de
Alessia, ni de Paul, acordé con el gerente que Emma estaría allí en un par de
días.

- De acuerdo Sergio, Emma estará allí y solucionará todo el


asunto – vi sobre la pantalla del computador abrirse la puerta del
gimnasio y a Paul vestido solo con una bermuda caída apoyado sobre el
marco de la puerta mientras bebía agua de una botella – Sergio le diré a
Emma que te contacte, ahora debo irme.
- ¿Terminaste? – preguntó
- Si – contesté justo antes que llamaran a la puerta y Mary se
asomara, al entrar sus ojos se clavaron en el cuerpo sudoroso de Paul
sin ningún tipo de prudencia – Mary cuando dejes de babear, puede
decirme a que viniste.
- Lo… lo siento… yo no… Dios…
- Habla Mary y di que es lo que quieres.
- Emma me envió a recoger los documentos que usted debía
firmar – se los extendí y ella a paso apresurado los tomó y salió de la
oficina.
- ¿Te das cuenta lo que haces? – me levanté de la silla con rabia.
- ¿Yo? – preguntó divertido.
- Ponte algo de ropa y vámonos – gruñí con la mandíbula
tensionada a medida que me acercaba – Vámonos antes que a alguien
más se le ocurra entrar y verte así.
- ¿Así como? – siguió actuando como si no supiera de que estaba
hablando.
- El papel de tonto no te queda.
- ¿Y este si me queda? – me haló del brazo y me apretó contra su
torso – pensándolo ahora, jamás te he cogido aquí en la oficina.
- Y no lo harás, con el espectáculo que le acabas de dar a Mary
es suficiente.
- Seguro que puedo convencerte – insistió antes de besarme.
- ¿A sí que quieres convencerme? – cuestioné separándome un
poco.
- Podría intentarlo – dijo mientras caminé hasta la puerta para
asegurarla.

Volví hasta el escritorio y con total descaro metí las manos por debajo de
mi falda y antes su mirada brillante bajé mis bragas de encaje negro y se las
lancé, después me alcé la falda, me subí a la mesa y abrí las piernas.

- Pues intenta convencerme – y en dos zancadas llegó hasta el


escritorio – sigue así cariño y tal vez te permita cogerme – murmuré
mientras él se comía mi coño.

Paul tenía una innata habilidad oral, su lengua era experta al momento de
torturar mi clítoris, mientras sus dedos saqueaban mi abertura.

- Delicioso – dije bajándome de la mesa – pero no ha sido


suficiente para convencerme – traté de hacerlo a un lado.
- ¿Segura? – gruñó girándome con demasiada fuerza,
obligándome a inclinarme sobre la mesa.
- ¡Bruto! – grité cuando me sujetó con una mano las muñecas en
la espalda y con la otra me subía la falda - ¡Aich! – me quejé al sentir un
azote.
- Te voy a coger y esta vez será solo para mí, no me preocuparé
porque te corras, ya que pensabas dejarme así – paseo su erección por
entre mis nalgas – ahora trata de no hacer demasiado ruido – masculló
justo en mi oído – a no ser que quieras que los empleados de esta
empresa se enteren de lo mucho que goza su jefa mientras me la cojo.
- Imbécil – dije antes que me penetrara de golpe.
Bombeó con fuerza tirando de mis brazos hacia él para hacer más profunda
la penetración, mordí mis labios para que mis gemidos no se escucharan
mientras Paul seguía sus movimientos como si estuviera montando un caballo.

- Shhh, no hagas ruido – siseó entre dientes en un esfuerzo por no


ser escuchado – si gimes demasiado fuerte voy a salir de este coñito y te
voy a follar ese precioso culo.

Clavé con más fuerza los dientes en mi labio inferior para acallar mis
ruidos, si me cogía por el culo inevitablemente gritaría.

- Mierda – se quejó – voy a correrme.


- Por favor – supliqué
- ¿Quieres correrte? – asentí con movimientos rápidos de cabeza
– entonces ayúdate – me soltó las manos y sin pensarlo llevé mi mano
derecha y presioné mi clítoris y como si una compuerta se abriera, mi
útero se contrajo y todos mis músculos vaginales presionaron su polla
haciendo que su orgasmo estallara, vaciándose en mi interior – Oh siii

Salió de mí y me volteó dejándome frente a él, nos besamos y cuando el


aire se nos agotó cortamos el beso.

- Te amo – era la forma de decirme que todo había sido un juego


y que por más rudo que fuera en el sexo, era solo eso - ¿Estás bien?
- Si – contesté - Y yo también te amo – dije volviéndolo a besar.

Fuimos al baño que estaba en el gimnasio, Paul se terminó de desnudar


para darse una ducha, pero cuando quise hacer lo mismo, me detuvo.
- No quiero que borres mi rastro de tu piel – dijo mimoso.
- ¿En serio? ¿De verdad quieres que salga de aquí con tu lefa
bajando por mis piernas?
- Si – contestó restándole importancia – ¿Me complacerás?
- De veras que eres un bruto, quieres marcarme como los
animales y no, no voy a complacerte.
- No sé por qué dices algo tan feo – habló como si estuviera
ofendido - yo solo quiero que una parte de mí se quede contigo.
- Pues lo siento, pero esta vez no será, no voy a salir de aquí… –
volvieron a tocar la puerta – maldita sea ¿y ahora quién es? – fui a abrir
y Jhon entró - ¿Qué haces aquí? No te esperaba.
- Te he estado llamando y como no me contestaste, hablé con
Mathieu y le dije que vendría – Así que esa era la razón por la que Paul
se le ocurrió marcarme como un animal, vi a Jhon tomar aire profundo y
dijo – el olor del sexo siempre es agradable.
- No sé de qué hablas.
- De esto – levantó mis bragas del suelo y en un puño las olió
cerrando los ojos – maldito Mathieu es un bastardo con suerte.
- Dámelas – le extendí la mano en reclamación.
- No. Por lo menos tengo derecho a quedármelas – se las metió
en el bolsillo de su saco.
- Derecho a quedarte ¿qué? – preguntó Paul al salir.
- ¿A qué has venido Jhon? – desvié la conversación, lo que
menos necesitaba era a esos dos hombres peleando por mis bragas.
- José me ha dicho que el FBI tiene ubicado a Dmitry en Cuba,
por eso quieren pedir tu colaboración para tenderle una trampa, si se
entera que estas indefensa podría salir de la isla y venir a buscarte.
- Y ¿Cómo…?
- Ni siquiera preguntes el cómo, ya te he dicho que no quiero que
le sirvas de señuelo a la policía.
- Paul…
- No Victoria.
- Estará custodiada y vigilada…
- No Greene
- Entiende algo - puse mis brazos en jarra y hablé en actitud
desafiante - voy a hacerlo quieras o no, así que decide, si quieres
ayudarme o te harás a un lado.
- No lo voy a permitir.
- Jamás podrías evitar que hiciera algo que quiero hacer.
- ¿Por qué eres tan inconsciente? ¿Por qué no piensas en Alessia
y en mí? No podría soportar que algo te pasara.
- Lo sé cariño – suavicé mi tono y lo abracé por la cintura – pero
te prometo que me cuidaré.
- Haz lo que quieras – soltó mis brazos y fue al bar para servirse
una copa – habla Greene, quiero escuchar cual es el plan.
- José quiere que vayas cuanto antes a Suiza y muevas ese dinero,
con eso estamos seguros que Dmitry saldrá de su ratonera y vendrá
buscarte, te quitaremos un poco de seguridad, pero solo en apariencia
porque lo que en realidad haremos es que hombres disfrazados de civil
estarán todo el tiempo custodiándote.
- No me gusta – gruñó Paul.
- Iré a Suiza antes de navidad.
- Sera lo mejor.

Paul no habló en el camino de regreso, estaba furioso con la idea de verme


en peligro, pero también era consciente que nada me haría cambiar de idea.

Una semana después hicimos el viaje a Suiza, ni siquiera había intentado


decirle a Paul que viajaría sola, estaba tan nervioso con todos los
movimientos que estábamos haciendo que quise darle más tranquilidad
pidiéndole que viajara conmigo.

La sorpresa fue enorme, el dinero que había en esa cuenta era una cantidad
ridículamente grande, el directivo del banco al principio había tomado una
actitud de desconfianza pero después de ver mi seguridad y entereza, cambio
de postura y trató de convencernos por todos los medios de no hacer la
transferencia de dinero a un banco Estadounidense, pero nada podía hacer que
cambiara de opinión, estaba dispuesta a entregar hasta el último dólar a las
autoridades, después de todo, ese dinero le había costado lágrimas a muchas
mujeres.

A nuestro regreso, tal como se había planeado, en apariencia había


disminuido la seguridad a un solo hombre, por insistencia de Paul se contrató
a un ex SEAL, Scott se había retirado después de su última misión en Irán para
estar con su esposa que esperaba a su segundo hijo, Paul estudió
cuidadosamente su historial en el que destacaban varias condecoraciones, la
ultima la había conseguido por rescatar a un capitán secuestrado por piratas en
medio del mar, lo único molesto de Scott era su permanente silencio, no le
gustaba conversar mucho y siempre contestaba con monosílabos.

Llegaron los primeros días de diciembre y Dmitry aún no había aparecido,


rogaba porque lo hiciera pronto, estaba ansiosa, quería que las autoridades lo
capturaran.

Por esos días las decoraciones navideñas se tomaron las oficinas y las
calles de New York, mientras Emma, Angelina y yo nos tomábamos las
tiendas.

En las fiestas de los años anteriores las compras que hice eran para mis
amigos y muchos regalos para mí, pero en esta oportunidad la lista había
crecido y la primera en ella era mi pequeña Alessia, junto a Ginebra nos
enloquecimos comprándole muchas cosas, algunas, tardaría varios meses antes
de usarlas.
A mis amigas Emma y Angie les compré unos pendientes de diamantes con
diferentes diseños, a Valentino y a Richard les di unas cortas vacaciones en
República Dominicana, a Sara le obsequié un precioso vestido de Carolina
Herrera que la había visto admirar en una revista, a Ginebra le conseguí un
contrato excelente por un año con la National Geografic para que retratara los
paisajes más hermosos de Latinoamérica y también le regalé unas lindas botas
Prada, y a Patrick le compré un lindo pisa corbatas de plata.

Pero el regalo que más tiempo me tomó para decidirme fue el de Paul, no
se me ocurría nada romántico para regalarle o bueno si se me ocurrieron
muchos, pero ninguno me terminaba de convencer, era nuestra primera navidad
y deseaba que fuera un regalo inolvidable y al final, Valentino fue quien me
ayudó a escogerlo.

- Buenos días – estaba enmarañada debajo de las sábanas y con


muchas ganas de seguir durmiendo, ni siquiera los rayos del sol se
filtraban por entre las cortinas, los fríos días del último mes del año no
dejaban que el sol se asomara.
- Aun no es de día – puse la almohada en mi cabeza.
- Vida… – metió la cabeza entre la almohada y con la punta de la
lengua acarició mi oreja antes de susurrar – te deseo.
- Tengo demasiado sueño, Alessia estuvo despierta hasta muy
tarde – la noche anterior Paul había llegado de la oficina con un fuerte
dolor de cabeza y se había ido a adormir muy temprano y como la
pequeña estaba acostumbrada a que los dos la consintiéramos hasta
dormirse, extrañó a su padre y fue difícil dormirla.
- Será un rapidito – insistió y yo volví a gruñir – no tendrás que
hacer nada, lo prometo, seré yo quien haga todo el trabajo.
- Dame unos minutos y estaré contigo – seguí con la cabeza
clavada, pero él no quería esperar y metió su mano por entre mis bragas.
- No puedo esperar, mira como he despertado – apretó sus
caderas contra las mías para que pudiera sentir su dura erección.
- Así despiertas todos los días – me giré y quité la almohada de
mi cabeza.
- La culpa es tuya por ser tan sexy – me bajó las bragas y se
acomodó entre mis piernas y sin esperar mucho comenzó a clavarse en
mi interior – ¡Dios! jamás me cansaré de la deliciosa sensación de tu
calor abrazándome.

Fue una placentera forma de despertar, nos hicimos el amor con calma y
muchos besos, era una de esas veces que la ternura le había ganado a la pasión
y es que con Paul el sexo era como las fases de la luna, a veces lleno de
lujuria y pasión, en esas ocasiones las palabras eran escuetas y vulgares, otras
veces era tierno y dulce, con palabras cargadas de amor y devoción, pero con
movimientos duros como siempre nos ha gustado.

- Hoy es víspera de navidad y he visto debajo el árbol los


regalos de todos, menos el mío – estaba acariciándome la cabeza que
tenía apoyada en su pecho.
- Así que has estado husmeando – sonrió y su pecho se sacudió –
dime ¿Has sido un chico bueno?
- No lo sé, averigüémoslo – se incorporó un poco sobre sus
codos - ¿Te he hecho sentir amada?
- Si.
- ¿Te he besado todos los días que hemos estado juntos?
- Si.
- ¿Te hice una hija hermosa?
- Sí, pero recuerda que no la hiciste solo.
- De acuerdo – contestó arrastrando las palabras al tiempo que
rodaba los ojos - ¿Te he follado bien siempre que lo hemos hecho?
- Si.
- Entonces, si he sido un chico bueno y por lo tanto merezco un
buen regalo.
- Entonces – contesté imitando su voz - debo salir de la cama
para buscar el regalo que te mereces.

El ático era una locura, María y su hermana cocinaban tanta comida que se
podría alimentar a un batallón, Sara llegó junto a Ginebra cargadas de regalos,
eran tantos que necesitaron ir un par de veces al auto para bajarlos todos,
Emma estaba histérica de la emoción ultimando detalles de la mesa y la
decoración, jamás habíamos celebrado juntas estas fechas, algunos años
visitó a sus padres, pero la pasaba tan mal que los dos años siguientes
prefería viajar a cualquier lugar que estuviera lejos de ellos, por mi parte
antes que Stan cayera en coma, él organizaba una gran fiesta e invitaba a sus
amigos, todas personas muy conocidas y millonarias, eran fiestas en la que yo
desempeñaba el papel de esposa perfecta y él el de marido amoroso, después
de caer en coma simplemente hice lo que deseaba hacer durante esas fiestas,
dormir.

- Scott ya te dije que no es necesario que te quedes, anda, ve a


celebrar con tu esposa y tus hijos – el hombre que había contratado Paul,
para remplazar al escuadrón de seguridad que retiramos como parte del
plan para hacer que Dmitry apareciera se negaba a irse, tenía tan calado
el sentido del deber, que no le importaba que le hubiese dicho que no
saldría de casa y que estando allí con tantas personas acompañándome,
jamás me pasaría nada.
- Mi esposa sabe que por mi trabajo no debe esperarme en estas
fechas y la orden del señor Mathieu ha sido la de permanecer a su lado
hasta que Dmitry esté en prisión o muerto.
- Ya no perteneces a los SEALS – contesté molesta por su
terquedad - ahora si puedes pasar estas fechas con tu familia.
- Lo siento señora, pero no lo haré.
- ¡Maldita sea! – gruñí -Soy tu jefa y si te ordeno que te marches,
debes obedecer.
- Pero señora…
- Pero nada, mira todas las personas que están en casa, ve a
cenar con tu familia y no te preocupes por nada, si ese hombre no ha
aparecido en estas semanas no lo hará esta noche.

A regañadientes aceptó a marcharse con la promesa de que regresaría por


la mañana a primera hora, Paul cuando se enteró que había obligado a Scott a
irse, se molestó, pero le hice entrar en razón diciéndole que se pusiera en su
lugar, que a él no le gustaría pasar esa noche lejos de Alessia y de mí, fue
argumento suficiente para que dejara el malestar.

El árbol se erguía orgulloso y brillante en un rincón del salón, decorado


con adornos rojos y dorados y en sus pies tirados por todo lados, estaba una
buena cantidad de regalos, María y Ana ya se había quitado sus delantales y
estaban vestidas muy elegantes para la cena, Paul había sido insistente en que
debían acompañarnos a la mesa, Sara, Ginebra y Emma estaban preciosas con
sus trajes de diseñador, Patrick aún no llegaba, pero había llamado para decir
que estaría a tiempo para la cena, Paul tenía un precioso traje gris grafito
hecho a la medida con una camisa blanca desabrochada hasta el segundo botón
y sin corbata, yo había optado por un vestido dorado, de hombros caídos y
ajustado hasta las rodillas.

Ya estábamos todos listos para cenar, pero seguíamos esperando a Patrick,


Sara estaba un poco ansiosa porque no sabía cuál era el motivo de la tardanza
y cuando ya estaba a punto de llamarlo por décima vez, por fin llegó
acompañado de una chica morena de ojos azules llamada Lorraine, después de
las presentaciones supe que era su asistente personal en Francia y que sus
padres habían muerto hacía poco en un accidente, razón por la que Patrick no
quería dejarla sola allí.

Para la hora de la cena Alessia dormía plácidamente en su habitación


mientras nosotros la vigilábamos mediante el monitor de pantalla que
llevábamos a todas partes.
La cena fue una deliciosa mezcla de la comida puertorriqueña y francesa,
María se había esforzado por seguir las recetas que había buscado por
internet, la velada transcurría entre risas y brindis, teníamos mucho que
celebrar a pesar de la amenaza latente que aun rondaba.

Me alegró ver lo bien que se la estaban llevando Emma y Ginebra, ya


hablaban de salir de compras e irse de viaje juntas, después de todo, las dos
estaban solteras.

Paul se ofreció a ir por el segundo plato, impidiendo que María se


levantara y cuando estaba poniendo sobre la mesa el Boeuf Bourgignon,
llamaron a la puerta.

- ¿Falta alguien? – preguntó Paul mirándome.


- No – dije alzando los hombros – iré a ver.
- Quédate - me detuvo con una mano en el hombro – iré yo.

Patrick que sabía lo que estaba pasando con todo lo relacionado con
Dmitry, también se puso de pie y siguió a Paul.

Instantes después aparecieron los dos hombres precedidos por Angie y la


pequeña Lucy.

- Angie, pensé que estabas con tus padres – dije acercándome a


ellas.
- Y lo estaba, pero desde que puse un pie en su casa, mamá no
dejó de acusarme por separarme de Frank, ha dicho que soy la mancha
de su familia por ser la primera en divorciarme, así que preferí venir
aquí.
- Pero le has explicado que no ha sido tu culpa.
- Claro que lo he hecho, pero para mamá una infidelidad no es
razón suficiente para acabar un matrimonio, como ella está
acostumbrada a hacerse la sueca con las amantes de mi padre, pretende
que yo haga lo mismo.
- Bueno, pues bien sabes que aquí eres bienvenida – vi que Paul
ya estaba junto a María poniendo un puesto más en la mesa y
acomodando el comedor sin estrenar de Alessia para Lucy.
- Gracias, créeme, aquí me siento mucho mejor, jamás he podido
entender a mi madre, cuando quise casarme con Frank fue la primera en
oponerse y ahora que quiero separarme de él, es la primera en oponerse
nuevamente.

La cena continuó con las dos nuevas integrantes y para cuando se sirvió el
postre ya se habían agotado varias botellas de champagne.

Pasamos al salón, Paul me sentó en sus piernas y me abrazó por la cintura,


ya estábamos todos un poco achispados, pero en confianza por estar en
familia.

Vi que mi móvil se iluminaba anunciando la llegada de un mensaje y


cuando me levanté, Paul aprovechó para ir al baño.

Miré el móvil y abrí el whatsapp y vi una foto de mi hija durmiendo en su


moisés con el pijama que esa misma noche yo le había puesto, levanté la
mirada y vi que todos seguían sumergidos en las conversaciones y entonces un
nuevo mensaje llegó,

- ¿Quieres que tu hija siga durmiendo plácidamente? apuesto que no la


quieres ver llorar.
- Que quieres – contesté con los dedos temblorosos mientras salía hacia la
habitación de Alessia.

- ¿Vicky a dónde vas? – preguntó Emma.


- Voy a ver a Alessia – contesté si volverme.

- A ti – me respondió en un nuevo mensaje.

Entré a la habitación que estaba iluminada por una pequeña lamparita al


lado de su cuna, la vi dormir profundamente y fui a revisar las cortinas de las
ventanas y solo una estaba corrida, desde allí miré de nuevo hacia la cuna y vi
que ese era el ángulo del que habían tomado la foto.

- Era lo menos que podía esperar de una madre tan protectora, acaso no te
preguntas como le he tomado la foto a esa altura.
- Maldito hijo de puta, jamás podrás acercarte a ella – volví a escribir
temblorosa pero esta vez por la rabia.
- De eso no podrás estar segura, hay un excelente mercado para niñas
morenas de ojos verdes.

¿Por qué sabe cómo es mi hija? Ninguna revista ha podido obtener una
fotografía de ella y solo los más cercanos la han visitado.

- Juro que voy a matarte – escribí.


- Dime ¿Puedes continuar con la reunión familiar dejando tu hija en la
habitación?
- Púdrete – contesté mientras en mi cabeza me preguntaba una y mil veces
que debía hacer.

Entonces llegó otra foto de Alessia en la que yo aparecía al lado de su


cuna.
- No importa si corres las cortinas, hay un francotirador apuntándole
directo a su cabeza si no haces lo que te digo – terminé de leer antes que mi móvil
volviera a sonar.

- Eres…
- Shhh, por el bien de todos cállate y escucha – hice lo que exigió y el
continuó – Sal sin que nadie se dé cuenta y ve hasta la esquina de la calle, allí te
recogerá un auto, no hagas ninguna tontería, ni le digas nada a nadie o lo sabré y juro
que no descansaré hasta ver a tu hija muerta.
- De acuerdo – dije con un hilo de voz aterrorizado.
- Puedo escuchar sus tontas y aburridas conversaciones, por eso sabré si
abres la boca.

Cortó la llamada justo antes que Paul entrara a la habitación.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó extrañado.


- Solo quería darle un beso – contesté después de besar a mi hija,
mientras la besaba noté que yo estaba temblando, el miedo porque algo
malo le pudiera pasar era enorme.
- Volvamos al salón – dijo pasándome el brazo por la cintura.
- Creo que he comido mucho, adelántate mientras voy a
refrescarme – me excusé para darme espacio.
- ¿Estás bien?
- ¿Yo?… he… si… estoy bien, anda, ve y no dejes solos a los
invitados.

Si Paul se dio cuenta de mi nerviosismo lo disimuló con un beso y


marchándose sin hacer más preguntas.
Corrí a la habitación, me puse unos vaqueros, una camiseta y unas botas de
tacón plano de caña hasta la rodilla, después busqué entre los cajones de Paul
y saqué la navaja suiza que guardaba allí y que nunca usaba, era un regalo de
un amigo y solo por eso la conservaba, escondí la navaja en el interior de la
bota derecha justo debajo de la rodilla, me puse un abrigo negro y con sigilo
me dispuse a salir sin ser vista, cuando pasé por el salón las puertas estaban
entre abiertas y sin pensarlo mucho crucé con rapidez hacia la salida.

- Emma, por favor saca a Alessia de la cuna y cuídala.


- ¿Qué? ¿Dónde estás?
- No digas nada, solo hazlo y prométeme que la cuidarás.
- Lo haré, lo prometo, pero dime por favor ¿A dónde te has ido?

No contesté a su último mensaje, las puertas del ascensor se abrieron y


salí del edificio, caminé bajo la suave nevada de la víspera de navidad y antes
de llegar a la esquina un mercedes negro me abrió la puerta trasera.

Subí al auto y Dmitry estaba allí con una sonrisa malvada, se veía igual a
la noche que lo conocí, ni más viejo ni más joven, simplemente igual, con esa
mirada gélida en la que el brillo de la maldad se intensifica.

Adelante conduciendo iban uno de los hombres que lo había acompañado


el día del Spa y el copiloto era el detective Jace Morris, disimulé mi sorpresa
al verlo allí, de los dos detectives que me habían interrogado semanas atrás, él
era el menos desagradable, incluso parecía amable cuando me sonrió al entrar,
pero está visto que las apariencias engañan.

- Buena chica, has actuado de manera inteligente – dijo Dmitry en


tono burlón.
- Acabemos con esto pronto, estoy harta de pensar en la amenaza
que significas para mí y mi familia, ¿quieres el dinero?, te lo daré.
- Estás demasiado condescendiente – dijo soltando una carcajada
- tal vez pida algo más que dinero.
- Entonces ve pensando en matarme porque mientras este
respirando no permitiré que me toques.
- Haré contigo lo que se me dé la gana – gruñó en cuanto se me
lanzó encima y me apretó la mandíbula.
- Suéltame – dije entre dientes por la presión tan fuerte que
estaba ejerciendo, podía sentir como todos los huesos rechinaban y el
temor porque me partiera la mandíbula se hizo latente.
- No me gustan las zorras contestonas – dijo al tiempo que me
lamía la cara.

Con extremo cuidado me contoneé y metí la mano entre la bota, saqué la


navaja al tiempo que miraba de soslayo buscando la manija que abría la
puerta.

- Déjame – seguí removiéndome bajo su agarre.


- Vas a darme todo el dinero y después usaras esa linda boca
para convencerme de no matarte ¿De acuerdo? – dijo apretado sus
manos alrededor de mis músculos faciales y un crujido suave se
escuchó.

Sin dejar que yo contestara me soltó haciendo que mi cabeza revotara


contra la ventana. Aturdida por el golpe y en una rápida reacción me doblé con
la excusa del dolor y en ese movimiento aproveché para guardar la navaja
entre mis piernas.

Dmitry habló en ruso al detective sentado en el puesto del copiloto, en el


mismo idioma le contestó el sujeto y después le pasó un computador portátil.

- Estos son los datos de la cuenta a la que debes hacer la


transacción – me tendió un papel y después puso el computador abierto
en mis piernas.
- Es demasiado dinero, no podré…
- Podrás si quieres seguir con vida para ver crecer a tu hija.

Pensé rápidamente que debía hacer, si me estaba dando el computador allí


y quería que hiciera la transferencia desde el auto, es porque no me llevaría a
ningún sitio, tal vez si le daba el dinero después me dejaría en la esquina en la
que me recogió. No, no era eso lo que haría, mi instinto me decía que no
importaba si hacia todo lo que él quería, al final me mataría y pensé que si iba
a morir no quería hacerlo como un cordero indefenso, por eso daría la pelea y
si me mataba me lo cargaría conmigo.

- No lo haré – dije metiendo la mano debajo del computador.


- ¿Estás segura? – empuñó sus dedos enredándolos entre mi
cabello – eras una chica inteligente, sumisa y obediente, eso te mantuvo
con vida antes, ¿ahora quieres ser una rebelde muerta?
- Probablemente – saqué la mano con la navaja y sin meditarlo ni
un segundo lo clavé en su cuello al tiempo que intentaba abrir la puerta.
- ¡Maldita! – gritó con un acento ruso ahogado por la sangre que
se filtraba a su garganta – Mátenla – les dijo a los hombres de adelante –
forcejeé con la puerta y no se abrió y entonces vi al copiloto sacando el
arma y me lancé sobre él - ¡mátala! – volvió a gritar Dmitry antes de
caerse de lado en el asiento trasero.

Yo seguía forcejeando por quitarle el arma al hombre y cuando estaba a


punto de soltarlo por la fuerza con la que él se movía, lo mordí en la mano con
tanta fiereza que la sangre comenzó a brotar y un disparo salió por el techo
antes de que la dejara caer al suelo.

Un gruñido ruso salió del conductor quien me sujetó del cuello y estrelló
mi cabeza contra la radio del auto, en medio de la conmoción y el dolor, vi al
detective buscando el arma debajo del asiento y cuando casi la alcanzaba,
evité que la agarrara girando el volante hacia un lado.
Por poco nos estrellamos con una señal de stop, pero el conductor
hábilmente logró esquivarla después de empujarme hacia atrás, caí de culo
sobre el cuerpo de Dmitry, no sabía si estaba muerto, pero lo que si sentí fue
el enorme charco de sangre que había en el asiento.

Atontada aun por el golpe y enceguecida por la sangre que bajaba por mi
rostro escuché a lo lejos sirenas de la policía, los sujetos discutían entre ellos
en lo que debían hacer cuando otro auto se les adelantó y comenzó a frenar
obligándolos a bajar la velocidad.

El ruso que conducía frenó el auto y salió corriendo al verse cercado por
las patrullas de la policía y el otro auto que también se había detenido justo
adelante del mercedes, quise hacer lo mismo y salir huyendo, pero el maldito
detective se pasó al asiento trasero y apuntándome me obligó a abrí la puerta
lentamente, el seguro se había desactivado cuando el conductor había salido,
bajamos del auto, pasó su brazo por mi cuello y pegó la boca del arma a mi
sien.

Vi a Paul bajar del auto que se había detenido adelante con un arma que
ignoraba que tuviera, después escuché una voz conocida y miré sobre el
hombro del sujeto y vi a Scott apuntándolo también.

Los vehículos de la policía nos rodearon segundos después y decenas de


policías saltaron apuntando sus armas, la adrenalina y el pánico me había
ensordecido, solo lograba escuchar a lo lejos los gritos indescifrables de Paul
y las ordenes de un policía por medio de un megáfono, no escuchaba nada y
veía todo borroso por la sangre, mi corazón bombeaba con tanta intensidad
que se podía ver a través de mi ropa, el hombre me presionaba contra su
pecho y blasfemaba en ruso mientras me movía de un lado a otro viendo a su
alrededor sin encontrar ninguna salida.
El conductor que había huido antes, apareció esposado y guiado por un
policía a una patrulla, eso alteró aún más a mi verdugo, podía sentir la muerte
más cerca que nunca, toda mi vida pasó por mis ojos como la proyección de
una película antigua, pude ver mi infancia con mi madre en la mansión White y
como lloré su muerte cuando ya era una adolescente, vi cómo me convertía en
mujer y amante casi en el mismo momento, todos mis amantes aparecieron
aunque de muchos no recordaba ni su nombre, mis amigos y como los había
conocido, pero lo que hizo que las lágrimas corrieran desordenadas lavando la
sangre de mi cara fueron todas las imágenes de lo vivido con Paul, incluidas
todas aquellas en las que Alessia era la protagonista.

- No quiero morir – susurré – no quiero morir – subí un poco la


voz – no quiero morir – comencé a gritar y decidida a sobrevivir me
revolví como un gusano – ¡NO QUIERO MORIR!

El ruso se sorprendió por mi reacción y bajó la guardia – ¡NO QUIERO


MORIR! – volví a gritar antes de pisarlo, pero él no se movió, forcejeo para
volver a sujetarme de la forma en que me tenía antes, pero un disparo
ensordecedor hizo que me detuviera.

Solo fue un disparo y todo quedó en silencio, me sentía muerta, todo el


dolor había desaparecido, la angustia de hacía un momento no la tenía y podía
sentir como flotaba, esperaba ver en algún momento la luz a la cual debía ir, o
por lo menos eso era lo que esperaba, claro que cabía la posibilidad que no
fuera el paraíso mi destino y que al sitio al que me dirigía fuera el mismísimo
infierno.

Sintiéndome un espíritu traté de encontrar mi cuerpo, miré hacia el suelo


buscando mi cuerpo inerte, pero no fue a mi quien vi, sino al ruso con una
herida tan grande que se podía ver hacia el interior de su cráneo, un tirador le
había matado.
- Shhh, tranquila, todo acabó – Paul me abrazaba con intensidad
como queriendo confirmar que estaba viva.

Escuché ruido y murmullos afuera de la habitación, estaba sola en la


enorme cama y vi el reloj que ya marcaban las 10 de la mañana, recordé todo
lo vivido la noche anterior.

Paul me había tomado en brazos y me había llevado hasta el auto mientras


esperábamos a que llegara Jhon para que hablara con la policía.

En ese momento de privacidad le pregunté cómo había aparecido y porque


sabía dónde estaba.

- Vida te conozco lo suficiente para reconocer en tu rostro


cuando algo anda mal.
- ¿Por qué no me lo preguntaste?
- No me lo dirías, pero en cuanto salí de la habitación de Alessia
llamé a Scott, no sabía que estaba pasando pero supe que debía actuar,
después le pedí al hombre de seguridad del edificio que sacara mi auto y
lo dejara al otro lado de la calle, cuando saliste te seguí y tomé el otro
ascensor, a continuación me quede parado en medio de la puerta
mientras observaba hacia qué lado de la calle caminabas, después vi
cómo te subías a ese mercedes y corrí a hacer lo mismo al auto, traté de
no llamar la atención, mientras por teléfono le indicaba a Scott por
dónde íbamos, fue él quien me pidió que me mantuviera a distancia, se
comunicó con la policía y cuando ya él había logrado alcanzarnos
escuchamos el disparo y decidí interponerme.
- Gracias – lo abracé – creí que moriría, vi pasar toda mi vida
ante mis ojos, pero cuando llegué a la parte en la que tu apareciste, supe
que no quería morir, te amo demasiado – lo besé empapándolo de mis
lágrimas.
Jhon llegó después y estuvo a mi lado cuando me interrogaron, estaba
amaneciendo cuando él pudo arreglar todo para que me dejaran marchar a
casa.

- Gracias, te debo más de media vida – le dije abrazándolo, en


medio de la oficina de interrogatorios.
- No me debes nada – dijo respondiendo al abrazo.
- Lamento haberte sacado así de casa en navidad, imagino que
Magdalen está odiándome.
- Estaba solo cuando Paul llamó, Magdalen me ha pedido el
divorcio.
- Lo siento – dije sorprendida - ¿Cómo estás?
- Bien, a decir verdad, era algo que sabía que pasaría – alzó los
hombros – Victoria, sabes que hace poco hice un viaje de varios días.
- Si – confirmé.
- Bien, estaba en Los Ángeles, mi hermano maneja la oficina de
allí y he ido a verlo, no la está pasando bien, su esposa ha caído en la
adicción a las drogas y él no sabe cómo manejarlo.
- Qué pena – lamenté con sinceridad.
- Sí, es una pena, por eso me ha pedido que me haga cargo de esa
oficina y el asumirá la dirección de la oficina de New York.
- ¿Qué? – pregunte aturdida - ¿te vas?
- Si, y ahora que Magdalen me ha pedido el divorcio, estoy más
seguro de hacerlo.

Me lancé sobre él y lo abracé, mientras sollozaba, Jhon había entrado a mi


vida, solo como alguien que quería cogerme, pero con sus acciones se había
convertido en una persona muy importante.

- Deseo que te vaya bien, lo sabes ¿cierto? – susurró.


- Sí, yo también quiero lo mejor para ti.
- Bésame – me pidió mientras su cara se escondía detrás de mi
cuello.

Al principio no entendí su petición, pero después supe que se estaba


despidiendo, no solo se marchaba de la ciudad, sino que lo hacía de mi vida.

Me separé, lo miré a los ojos y vi en ellos tristeza, deseaba con todo el


corazón que Jhon fuera feliz, pero esa felicidad jamás se la podría brindar yo.

Acerque mis labios y nos besamos, al principio fue suave pero después se
tornó exigente, su lengua saqueaba la mía como si fuera el último beso que
daba en la vida, lo disfruté, como siempre había disfrutado sus besos, pero
esta vez sabiendo que sería el último.

- Cuídate – dijo con su frente pegada a la mía.


- Igual tú.

Me moví para salir de la cama, pero me dolía todo el cuerpo, la lucha me


había dejado varios moretones y magulladuras, aun así, fui al baño y me duché
con agua caliente, después me puse un vestido rojo de algodón y unas botas de
lana.

Todos estaban reunidos en el salón bebiendo chocolate, Paul tenía a


Alessia en brazos mientras hablaba con su hermano.

- Vicky hija ¿Cómo te sientes? – Sara fue la primera en verme y


en venir a abrazarme.
- Estoy bien – le dije correspondiendo al abrazo.
Paul se acercó con la pequeña y me dio un beso sonoro en la boca,
después de él todos tomaron su lugar para abrazarme y al final Emma estaba a
un lado.

- Nunca, pero nunca vuelvas a hacer una estupidez semejante –


me abrazó fuerte.
- Gracias por cuidar de Alessia mientras todo pasaba.
- La protegería hasta con mi propia vida – contestó sin dejar de
abrazarme.

La mañana se relajó con el pasar de los minutos, nadie hizo ninguna


mención más a lo sucedido y todo se volvió risas y abrazos por cada regalo
abierto.

- Bueno, solo falta que ustedes se entreguen sus regalos – dijo


Ginebra.
- No sabía que regalarte, espero que te guste – le tendí la caja
cuadrada, él la abrió y sonrió al ver el Rolex de platino que había en su
interior – tiene un gravado.
- Bendito el día que entraste a mi vida sin pedir permiso y
volviste mi mundo de cabeza, te amo. Victoria – leyó y la voz se le
entrecortó a medio camino – yo también te amo vida – y me besó –
parece que los dos estábamos pensando en lo mismo.

Tomé la caja cuadrada que me tendió y casi rompo en una carcajada al


abrirla y ver un precioso Rolex femenino en su interior.

- También tiene un gravado – un “ooh” generalizado se escuchó


en el salón.
- ¿Fue idea de Valentino? – pregunté al ver tamaña coincidencia.
- No, en realidad fue mi idea, pero le pedí que me acompañara –
dijo y sonreí al recordar la insistencia de valentino para que me
decidiera por ese regalo.
- Eres mi vida, eres mi mundo, eres mi todo, te amo. Paul – y
después de leer, nos fundimos en un beso interminable en medio de las
personas que más nos querían.

FIN.
EPILOGO

Casi 5 años después

El atardecer en Hawái era de las cosas más hermosas que alguien puede
ver, por eso cuando Paul me propuso ir a verlo acepté de inmediato.

- ¿Por qué hemos venido tan temprano? Aún falta un par de horas
para el atardecer – pregunté mientras caminábamos por la playa a la
orilla del mar, me había quitado las sandalias y dejaba que las olas rotas
mojaran mis pies.
- Quería estar a solas en este paraíso con mis dos vidas –
Alessia iba sentada sobre sus hombros aferrándose a su cabello con una
enorme sonrisa, como si escondiera algo.
- Bueno el de la idea de invitar a mis amigos fuiste tú, ahora no
te quejes – Paul había insistido que hiciéramos ese viaje con Valentino,
Richard, Emma y Angie.
- Y no me arrepiento, solo que ahora quiero que seamos solo los
tres – bajó a Alessia.
- Papi dile a mami – mi hija estaba ansiosa porque yo supiera
algo que ella sabía.
- Decirme ¿Qué? – me agaché a su altura.
- Papi quiere preguntarte algo – finalizó cubriendo su risa
nerviosa con la mano.
- Papi… ¿Qué quieres preguntarme? Mira que cuando ustedes se
ponen plan conspirador, siempre causan algún problema – dije mientras
los señalaba.
- Lo que papi quiere preguntar – Paul hizo una pausa y respiró
profundo al tiempo que metía la mano al bolsillo de su bermuda – es… -
puso una rodilla en la arena - ¿te quieres casar conmigo? – ya me lo
había preguntado antes, tal vez dos o tres veces, una de ella fue después
de follar como locos por dos horas en un hotel de París hacia un par de
años atrás – sé que me has dicho que no necesitamos de un papel que
diga que eres mi esposa, pero…
- Mami no puedes decir que no – mi hija se puso a su lado e
imitando la posición de su padre, también puso una rodilla en la arena -
¿Sí? – preguntó con las manitos unidas en señal de ruego.
- Estas jugando sucio – le dije a Paul con la voz llena de
emoción.
- Estoy usando toda la artillería posible – dijo también
emocionado.
- ¿Mami? – insistió mi hija que ya comenzaba a moverse por que
la arena le tallaba su delicada piel.
- Si – dije casi inaudible, al tiempo que la ansiaba a pararse.
- ¡¿Cómo?! – Paul de un salto se puso de pie y me sujetó el rostro
para que lo viera a los ojos - ¿te casarás conmigo? – repitió excitado.
- Ya he dicho que si – contesté de la misma forma.
- ¡Yupi!, mis papis se casan – gritó la pequeña.
- Bien, ahora vayamos a cenar, esto hay que celebrarlo - dijo
después de ponerme el anillo con un delicado y elegante diamante
ovalado.
- Es precioso – dije mirando mi mano – y ¿Por qué vamos a
cenar? Aún es muy temprano y creí que veríamos el atardecer.
- Es una sorpresa – dijo tirando de mí.
- Sabes que no me gustan las sorpresas.
- Eso era antes, ahora cada vez que te digo que te tengo una
sorpresa tus ojos brillan de felicidad.
- Eso es porque tus sorpresas son las únicas que me gustan.
- Entonces, no preguntes y sígueme.

Llegamos a la habitación del hotel y allí estaba Valentino acompañado de


un hombre que no conocía.

- Te dejo en buenas manos, me llevo a Alessia para que no tengas


de que preocuparte – dijo Paul antes de irse.
- ¿Qué pasa? – le pregunté a Valentino.
- Parece que has dicho que sí y tu hombre quiere celebrarlo con
una cena romántica y para eso debes estar bella – hablaba a medida que
me llevaba hasta una silla – él se va a encargar de dejarte hermosa para
la cena de compromiso.
- De acuerdo – acepté dudosa.

El hombre me peinó y me maquilló con una rapidez sorprendente, pedí un


espejo para saber cómo estaba quedando, pero Valentino se negó a pasármelo.

- Quedaste preciosa – dijo cuándo quedamos solos.


- Quiero verme – caminé hasta el tocador y me sorprendí con la
imagen – wow sí me veo muy bien, pero creo que es un poco exagerado
para una cena.
- Tonterías cielo, jamás es suficiente para impactar al hombre
que se ama, ahora ven.

Me llevó de vuelta a la habitación y sacó una venda para los ojos.

- ¿Pero qué haces? – dije alejándome.


- ¿Acaso no confías en mí?
- Sabes que sí, pero…
- Pero nada, deja que termine de arreglarte.

Me dejé vendar los ojos y al instante escuché las voces de Emma y Angie.

- ¡Vicky! Dijiste que si – gritó Angie.


- Sí, pero ¿Qué es todo esto? – seguía con los ojos vendado
mientras ellas ayudaban a quitarme el vestido de flores que tenía puesto.
- Esto es una preciosa sorpresa que te tiene preparado ese
monumento de hombre al que le dijiste que sí.
- Ya me está poniendo nerviosa con todo este asunto de la
sorpresa.
- ¿Acaso no confías en nosotras? – preguntó Emma.
- Ya estas igual que Valentino y claro que sí, confío en ustedes.
- Entonces calla para que podamos darnos prisa.

Me dejé vestir como si fuera un maniquí, desde la ropa interior hasta las
medias unidas aun liguero, mi ansiedad crecía a cada segundo, pero siendo
consecuente con que confiaba en mis amigos, me dejé hacer.

Después de según mis amigas estar más hermosa que cualquier otra mujer
en la tierra, me llevaron caminando hasta la puerta de la habitación y después
al ascensor.

- ¿Por qué no puedo ponerme los zapatos? – dije mientras las


seguía a ciegas.
- Porque no y ya deja de estarte quejando y camina – me regañó
Emma.
- No me hables así, tanto misterio me está cabreando.
- Vicky, no seas gruñona, ya casi llegamos – Angie me guio para
salir del ascensor.
- ¿Estás lista? – preguntaron al tiempo.
- ¿Para cenar?, pues si, aunque quisiera verme primero a un
espejo – escuché una risita nerviosa y con ganas intensas de quitarme la
venda le dije – Se acabó tanto secreto.

Me quité la venda con cuidado de no dañar mi peinado y cuando abrí los


ojos parpadeando varias veces para acostumbrarme a la luz, casi grito.
- Pero… Dios ¿Qué esto? – musité al ver mi vestido blanco y a
Emma, Angelina y Ginebra vestidas de color rosa pálido, estaban muy
bien arregladas y se veían hermosas.

Después miré hacia un lado y Valentino estaba impresionante vestido con


un traje gris muy claro y cuando creí que no podía sorprenderme más, mi
preciosa hija entró de la mano de su abuela con un vestido largo, su falda
estaba hecha de un frondoso tul y en la cintura tenía una cinta rosa, su cabello
negro como el mío había sido peinado con una trenza en forma de diadema
adornado por rosa pequeñitas.

- ¡Mamiiii, estás preciosa! – corrió hacia mí y me abrazó por las


piernas – Papá también está muy guapo.
- Hija, pero que hermosa estás – dije disimulando mi irritación,
Sara estaba con un vestido straple largo estampado en flores sonriendo y
yo solo quería gritar.
- ¡¿Qué está pasando?! – grité como una loca – confié en ustedes,
¿cómo pudieron hacerme esto? – seguía hablando enfurecía mientras
señalaba a mis asustados amigos.
- Vicky cariño…
- Ningún cariño Valentino, ¿Cómo es posible que organicen un
matrimonio en el cual yo soy la novia, pero del que no tenía ni idea?
- Victoria, tranquilízate, amas a Paul y…
- Cállate Emma, sabes lo que pienso del matrimonio y aun así
hiciste parte de esto.
- Pero dijiste que si – Apuntó Ginebra que hasta el momento
había permanecido callada y con una sonrisa.
- Sí, pero imaginé que eso me daría un año tal vez dos para
asimilarlo.
- Hija, estas asustada, es entendible, pero oye, lo único que
queremos es verlos felices y…
- Lo sé Sara, lo sé, pero no estoy preparada.
- Mami, ¿no te quieres casar con papá? – mi hija tiraba de mi
vestido.

Me agaché para estar a su altura y de inmediato me ablandé por el brillo


de esos ojitos verdes preciosos que me miraban confundida.

- Hija, si quiero casarme con tu papi, solo que no ahora


¿Entiendes lo que mami te quiere decir?
- No, si te quieres casar con él, ¿por qué no lo haces ahora?,
mírame, mi abuela y mi tío han dicho que estoy hermosísima y tú
también lo estás, entonces ¿Por qué no quieres hacerlo?
- Dios, se dan cuenta lo que han armado – me puse de pie
frustrada por no poder responderle a mi hija.

No sé cuánto tiempo estuvimos discutiendo hasta que llamaron a la puerta.

- Perdón por interrumpir – Se disculpó Patrick al entrar – pero


mi hermano se está comiendo los dedos preguntándose porque tardan
tanto.
- Dile a tu hermano que la encerrona no le ha salido bien, y que
no pienso casarme ahora – dije cruzándome de brazos.
- Pero cuñada, dijiste que si – y dale otro con lo mismo, obvio
dije que sí, pero… Dios… no podía casarme así, estaba muerta del
miedo.
- Ya he dicho que no – caminé buscando una salida y lo único
que divisé fue una puerta en la parte trasera de la habitación.

Entré y era un baño grande con un espejo enorme, junto a este había un
velo de encaje, caminé y vi mi reflejo, no me había visto, ni siquiera había
tenido tiempo para ello y verme vestida con un precioso vestido de escote
corazón y de encaje color marfil, hizo que mi cuerpo temblara de emoción, a
diferencia de mi vestido de novia anterior en el que sobraban los brillantes de
swarovski, que iban desde el escote hasta el final de la larga cola, este vestido
era sencillo, pero precioso, inspiraba romance, sencillez y elegancia.

Al otro lado de la puerta se escuchaban murmullos, pero nadie se atrevió a


tocar y pedirme que saliera, aproveché mi momento de soledad y por un
impulso romanticón, agarré el velo de encaje tipo gitano y me lo puse, sentí un
deseo enorme de llorar, estaba emocionada, la chica que veía en el espejo se
veía hermosa y aunque estaba sollozando mis ojos brillaban no por las
lágrimas si no por la emoción, estaba hecha nuevamente una llorona, como
cuando esperaba a Alessia.

Acomodé mi cabello que caía en ondas grandes sobre mis hombros y con
cuidado a no dañar mi maquillaje me limpie las lágrimas, no sé porque no
quería dañarlo si en ultimas había dicho que no me iba a casar, pero la verdad
es que me gustaba tanto lo que veía en el espejo que una sensación comenzó a
apoderarse de mí.

- ¿Vida? – di un brinco del susto al escuchar a Paul llamándome


mientras tocaba la puerta – Cariño sé que estas asustada, yo también
estoy muy nervioso, pero porque no sales y me cuentas cuál es tu temor.
- Paul, todo esto es una locura – dije sin abrir la puerta.
- Lo sé, sé que esto es una locura, pero es una locura de amor,
acaso en estos años que llevamos viviendo juntos no te he demostrado lo
locamente enamorado que estoy de ti.
- Si – dije tratando de no volver a llorar.
- ¿Acaso no hemos sido felices en esto años juntos?
- Si – volví a contestar como un autómata.
- ¿Acaso ya te cansaste de follar conmigo y piensas que para
siempre es demasiado tiempo?
- No seas tonto – contesté entre el llanto y la risa – sabes que soy
adicta al sexo contigo.
- Entonces, vida ¿no entiendo a qué le temes?
- A que esto dañe todo, ¿Por qué quieres cambiar algo que nos ha
funcionado?
- Yo no voy a cambiar nuestra relación, después de la ceremonia
seguiremos siendo los mismos, yo solo quiero hacerte una promesa de la
cual todas las personas que nos quieran sean testigos, solo quiero
mostrarle a mi hija como debe un hombre amar a una mujer para que ella
no espere menos y por ultimo solo quiero que no quede ninguna duda
que eres la mujer que amo y que cuando tengamos que ir al geriátrico no
nos obliguen a dormir en habitaciones separadas solo porque no eres mi
esposa legalmente.
- ¡Dios! – me cubrí la boca y sollocé – siempre logras dejarme
sin palabras.
- La única palabra que necesito que digas es SI – volví a
mirarme al espejo y mi maquillaje se había corrido un poco y no había
nada con que pudiera arreglarlo.
- Si – dije sin abrir la puerta.
- Vida, entonces abre la puerta para que te pueda llevar al altar.
- No.
- ¿No?
- No, no quiero que me veas antes, ve y espérame allí, juro que
iré, ahora por favor dile a Valentino que necesito que me ayude con mi
maquillaje.
- Vida… por favor no me hagas esperar mucho, o de lo contrario
vendré y tumbaré esta puerta y como si fuera un cavernícola te llevaré
cargada.
- No tardaré lo prometo.
Valentino volvió junto al estilista y me ayudaron a arreglar mi maquillaje y
mi cabello.

Sentía que el corazón me latía a mil y que la respiración me faltaba, pero


se lo había prometido y estaba dispuesta cumplir.

Salimos a la playa privada del hotel en el que estábamos y me encontré


con mis preciosas damas de honor, junto a Patrick, Andreas y Richard, a todos
se les veía la cara de alivio porque yo aceptara salir.

El cortejo inició, mi hija se puso en frente para dejar un camino de pétalos


de rosas al recorrer el pasillo hecho por dos hileras de velas sobre la arena, a
cada lado estaban dispuestas unas pocas sillas blancas destinadas para la
familia, nadie más estaba invitado, solo estaba la familia de Paul y mis amigos
que son mi familia.

A mi hija la siguieron Emma del brazo de Richard, Angelina del brazo de


Patrick y Ginebra del brazo de Andreas, por último, mi amigo y hermano
Valentino ponía su brazo en forma de jarro para ser él quien me entregara en el
altar al hombre de mi vida.

Paul esperaba junto al juez, estaba impresionante con su traje blanco, se le


veía un poco nervioso, pero con una sonrisa que iluminaba todo mi mundo.

En las primeras filas, estaban Sara con Lorraine la novia de Patrick, el


abuelo Roberto, Marco el tío de Paul, Teresa y María también estaban y casi
grito al verlas, desde nuestra llegada a la isla no las había visto, ni sabía que
estarían allí, claro eso habría sido muy sospechoso.

Solo estaban las personas que en realidad nos quieren, con ellos de
testigos y con el impresionante atardecer de Hawái en el que el sol se
escondía en el mar en medio de un cielo de cientos de colores de fondo
mientras nosotros jurábamos que seguiríamos amándonos como lo habíamos
hecho en estos casi 5 años.

- El novio puede besar a la novia.


- No – puse una mano en medio cortando el impulso de Paul.
- ¿Ahora qué? – preguntó nervioso.
- Es que yo también te tengo una sorpresa.
- ¿Sí? ¿Cuál? – lo miré y después miré a los demás que estaban
igual de nerviosos.
- Volveremos a ser padre – solté con una risita.
- ¿Qué? ¿en serio? – preguntó mientras se le escapaban unas
lagrimitas.
- Sí, me enteré ayer, antes de venir a Hawái – dije asintiendo al
tiempo que también sentía mis lágrimas bajar.
- ¡Otro hijo! ¿Escuchaste princesa? – Alessia negó con la cabeza
- vas a tener un hermano.
- O hermana – completé.
- Dios este debe ser el día más feliz de mi vida, te conviertes en
la señora Mathieu y además viene otro bebé en camino – me rodeó por
la cintura con sus brazos y me alzó girando conmigo – ahora dame mi
beso.

Nos besamos en medio del aplauso y los gritos de nuestra familia, todos
nos felicitaron con abrazos y besos, Sara fue la más emocionada por la idea de
volver a ser abuela.

Después de las fotos y de un pequeño brindis en donde partimos nuestro


ponqué de bodas, fuimos directo a la habitación a celebrar nuestra noche de
bodas, Alessia dormiría con su abuela para darnos más privacidad
- Señora Mathieu dígame que es feliz – Paul desde que la
ceremonia había terminado no dejaba de abrazarme y besarme.
- Como jamás imaginé serlo – contesté besándolo nuevamente –
Ahora por favor desnúdese y espéreme en la cama.
- Si señora – dijo haciendo lo que le pedía.

Fui al baño, me quité el vestido y quedé en ropa interior blanca de encaje


demasiado sexy, salí y sentí como los ojos de Paul me devoraban el trasero
mientras iba por mi iPod, busqué la canción que quería escuchar y lo conecté
al sistema.

La voz de Lenin Kravitz retumbo en los altavoces, mientras al ritmo de


American Woman le hacía un baile erótico a mi esposo, en los últimos años
había tomado clases de pole dance y de baile en general, así que mis
movimientos eran mucho más fluidos y sensuales.

Paul seguía cada uno de mis movimientos y no pudo evitar morderse el


labio cuando vio que metía una mano por dentro de mi tanga y después me
lamía los dedos.

- Qué bien te mueves amor – dijo al tiempo que se rodeaba el


pene con su mano y comenzaba acariciarlo de arriba abajo con fuerza –
pero lo mejor de todo es que ese baile termina conmigo dentro de ti.

Me paré sobre la cama y sin dejar de bailar con él entre mis piernas,
bajaba mis caderas hasta casi tocar la punta de su lubricado pene, su ansiedad
y deseo eran latentes en su mirada, esa mirada seguía siendo la misma de años
atrás, cuando me folló por primera vez.

Quedé totalmente desnuda y me puse de rodillas entre sus piernas, él


seguía con su movimiento, lubricando mucho más su erección, la imagen de mi
recién estrenado marido masturbándose, era morbosa y excitante.

Con calma me acomodé en medio de sus piernas extendidas y con la


maestría de años de experiencia me llevé su polla a mi boca.

- Así vida, como si fuera un helado, lame – los años a su lado


habían hecho que olvidara y ahora disfrutaba verlo removiéndose por el
placer – lo mamas de vicio – dijo sujetándome del cabello, esa acción
fue lo que más tardé en aceptar, pero ahora me encantaba, no solo
escuchar sus palabras lascivas, sino que también me encantaba sentir su
exigencia cuando me sujetaba del cabello y me follaba la boca, Paul se
lo había ganado, con paciencia había sabido esperar hasta cuando estuve
lista.

Estaba tan enloquecido por el placer, que me retiró para ponerse de


rodillas, después agarró mi pelo en una cola de caballo para inmovilizarme.

- Ábrela vida, te la voy a follar – lo recibí gustosa cada vez que


me la metía con fuerza – así, si así – acaricié sus testículos y el perineo
mientras, seguía embistiéndome embravecido – Vida voy a correrme –
me miró preguntándome con la mirada si podía hacerlo y yo le pestañeé
coqueta para asentir – ¡siiii! – gritó – un día de estos me vas a matar de
una mamada – dijo cayendo en la cama.
- Una buena forma de morir ¿no? – dije después de tragar su
simiente.
- La mejor, pero ahora la que va a morir de placer eres tú – me
tumbó sobre mi espalda y me abrió las piernas – ¿sabes que adoro tu
coño?
- ¿Solo mi coño? – inquirí feliz.
- No. También adoro ese culito prieto que me encanta follar y esa
boca dulce y golosa.
- Que también te encanta follar.
- Vale tienes razón, me encanta follarte toda.
- Entonces hazlo.

Antes de hacerlo fue hasta la maleta y sacó algo, cuando volvió atacó
directamente mi clítoris apresándolo entre sus labios al tiempo que lo
golpeaba con la punta de su lengua, me movía tratando de buscar alivio y
entonces se alejó lo suficiente para poner sobre mi endurecido botón mi
vibrador de clítoris, lo subió a nivel 3 mientras su lengua jugaba a entrar en mi
abertura, rápidamente mis fluidos comenzaron a brotar y Paul los esparció por
todos mis pliegues y me penetró con tres dedos.

- ¡Oh sí! – gritaba sintiendo cerca mi orgasmo y cuando ya estaba


en lo más alto de la cresta, Paul retiró el vibrado y chupó mi clítoris al
tiempo que sus dedos me embestía – me corro cariño, me corro – y lo
hice, me corrí, él siguió lamiéndome hasta que me tranquilicé.
- Deliciosa – dijo besándome - ¿Cansada? – preguntó cuándo
cortó el beso.
- No – contesté sonriente.
- Bien, porque me muero por entrar – se puso entre mis piernas y
de una estocada certera se clavó, no solo en el fondo de mi cuerpo, si no
en el fondo de mi alma.

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