El Caso de Miguel
El Caso de Miguel
El Caso de Miguel
Cada uno tendrá una descripción del comportamiento de Miguel de un día, desde
diferentes perspectivas: la madre, la señora de limpieza, el encargado del edificio, un
taxista y un amigo de Miguel con el que suelen ir a un bar.
Una vez que todos hayan realizado su lectura, deberán leer el relato desde la perspectiva
de Miguel.
RELATO N° 1 – DE SU MADRE:
«Miguel se levantó corriendo, no quiso tomar café y ni miró la torta que yo había hecho
especialmente para él. Sólo tomó la caja de cigarrillos y la caja de fósforos. No quiso
ponerse la chaqueta que le alcancé. Dijo que estaba con prisa y reaccionó con impaciencia
ante mis pedidos de que se alimentará y se abrigará. Él continua siendo un niño que
precisa atención, pues no reconoce lo que es bueno para sí mismo».
Después de este relato, ¿cómo usted percibe a Miguel?
«Yo me dedico a la pintura de cuerpo y alma. El resto no tiene importancia. Hace meses
que quiero pintar una Madonna del siglo XX, más no encuentro una modelo adecuada,
que encarne la belleza, la pureza y el sufrimiento que yo quiero retratar.
En la víspera de aquel día, una amiga me llamó por teléfono diciendo que había
encontrado la modelo que yo procuraba y me propuso que nos encontráramos en el bar.
Yo estaba ansioso por verla. Cuando ella llegó quedé fascinado; era exactamente lo que yo
quería. No tuve dudas. Ya que mi amigo del pub no la conocía, fui hasta la mesa de ella,
me presenté y le pedí para que ella posara para mí. Ella aceptó y marcamos un encuentro
en mi atelier a las 9 horas del otro día. Yo no dormí tranquilo aquella noche. Me levanté
ansioso, loco por comenzar el cuadro, ni pude tomar café de tan emocionado.
En el taxi, comencé a realizar un esbozo, pensando en los ángulos de la figura, en el juego
de luz y sombras, en la textura, en los matices…Ni noté que el taxista hablaba conmigo.
Cuando entré en el edificio, yo hablaba bajito. El conserje intentó hablar conmigo, pero no
le presté atención. Ahí pregunté: ¿qué pasa? Él dice: buen día. ¡Nada más que buen día! Él
no sabía lo que aquel día significaba para mí. Sueños, fantasías y aspiraciones…Todo se iba
a volver real, con la ejecución de aquel cuadro. Intenté explicar para él que la verdad era
relativa, que cada persona ve a la otra a su manera. Él me llamó lunático. Di una risotada y
dije: ahí está la prueba de lo que dije. El lunático que usted ve, no existe. Cuando pude
entrar, me di de cara con la señora de la limpieza.
Entré al taller y comencé a preparar la tela y las tintas.
Fue cuando ella llegó. Estaba con el mismo vestido de la víspera y explicó que pasó la
noche en una fiesta. En ese momento yo le pedí que se sentara en el lugar indicado y que
mirase para lo alto, que imaginase inocencia, sufrimiento…que…
Ahí ella enlazó mi cuello con sus brazos y dijo que yo era simpático. Yo me alejé y le
pregunté si había bebido. Ella dijo que sí, que la fiesta estaba óptima, que fue una pena
que yo no estuviera allá y que había sentido mi falta. Cuando ella me enlazó de nuevo, yo
la empujé y ella cayó sobre el diván y gritó. En ese instante la señora de la limpieza entró y
salió gritando: ¡asesino! ¡Asesino!
La rubia se levantó y se fue. Antes, me dijo idiota. Entonces yo suspiré y dije: ah, mi
Madonna».
RESPONDER:
Ahora que conoce el relato con más detalle y desde Miguel: