Pago Anticipado en El Mutuo Con Intereses

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Pago anticipado en el mutuo con intereses

APLICACIÓN CONDICIONADA DEL ARTÍCULO 2229 DEL CÓDIGO CIVIL


EXTRACTOS: “El siguiente es el texto de la norma demandada, con la
advertencia de que se subraya lo acusado”.
“ART.2229.- Podrá el mutuario pagar toda la suma prestada, aun antes del
término estipulado, salvo que se hayan pactado intereses”.
Lo que se debate.
Pretenden el demandante que el artículo 2229 del Código Civil, al establecer
que el mutuario puede pagar toda la suma prestada, aun antes del término
estipulado, salvo que se hayan pactado intereses, quebranta diversas normas
de la Constitución, concretamente, el preámbulo y los artículos 1º,
5º,13,15,42,333, Y 334.
Según el actor, la norma vulnera la libertad económica y permite que se
abuse del derecho. Quebranta la igualdad, porque “solo una de las partes
podría dar por terminado este contrato”. Es contraria, además, a la
protección que merece la familia y a su dignidad. Se examinarán, en
consecuencia, estos argumentos.
Análisis del artículo 2229 del Código Civil.
El artículo 2229 del Código Civil confiere al mutuario la posibilidad de pagar
toda la suma prestada, aun antes del vencimiento del término, salvo que se
hayan pactado intereses. ¿Cuál es la razón de ser de esta norma?
De conformidad con el artículo 1554 del mismo Código Civil, “el deudor
puede renunciar al plazo, a menos que el testador haya dispuesto o las partes
estipulado lo contrario, o que la anticipación del pago acarree al acreedor un
perjuicio que por medio del plazo se propuso manifiestamente evitar”. Y,
refiriéndose al contrato de mutuo, dice que en éste se aplicará lo previsto
por el artículo 2229 (por error, la norma cita el 2225).
El artículo 1554 concuerda con el 1553 que establece la regla general de que
al deudor no puede exigirse el pago de su obligación antes del vencimiento
del plazo.

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Como se ve, las dos normas consagran el equilibrio entre el acreedor y el
deudor en lo relativo al plazo para el pago: el primero no puede exigir el pago
antes del vencimiento del término; y el segundo no puede pagar
anticipadamente cuando al hacerlo cause un perjuicio. ¿Por qué? Porque
este es un contrato conmutativo oneroso, según el cual “cada una de las
partes se obliga a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a lo
que la otra parte debe dar o hacer a su vez” (artículo 1498 del Código Civil).
En el caso concreto del mutuo, el plazo para el pago de la suma prestada se
entiende establecido exclusivamente en favor del deudor, si no se han
pactado intereses; y en favor del mismo deudor y del acreedor, si se han
pactado intereses.
Al respecto se lee en los Mazeaud:
“El deudor puede obtener una ventaja efectuando el pago antes del
vencimiento del término. Sucede así, cuando ha pedido prestado a un
interés elevado, y cuando los réditos actuales del dinero son menores;
entonces desea reembolsarle a su acreedor y pedir prestado a un nuevo
interés…
Pero el interés del deudor chocará a veces con el derecho del acreedor, que
exigirá el pago en el término fijado. En efecto, el término se estipula, ya sea
en interés exclusivo del deudor, ya sea en el interés exclusivo del acreedor y
pedir prestado a un nuevo interés común. El respeto de las convenciones
exige que el pago anticipado esté prohibido cuando el término se haya
estipulado a favor del acreedor. Por el contrario, el deudor puede renunciar
al término señalado en su interés exclusivo. El pago anticipado no es posible,
pues, contra la voluntad del acreedor más que si el término se ha establecido
en exclusivo interés del deudor”. (“Lecciones de Derecho Civil”, Henri y León
y Jean Mazeaud, Ediciones jurídicas Europa-América, 1960, parte segunda,
volumen III, pág. 198).
Y más adelante agregan:
“Desde luego, el exclusivo hecho de que se hayan pactado intereses permite
presumir, hasta prueba en contrario, que el término se ha convenido en
interés común de ambas partes”. (Ob. Cit. Pág., 199).

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Refiriéndose al préstamo de dinero, escriben los mismos autores:
“¿Puede reembolsar el prestatario por anticipado? En principio el término
se presume estipulado en interés del deudor (art. 1817 del Código Civil); por
consiguiente el deudor puede liberarse antes del término. Pero esa
presunción se destruye con la prueba en contrario resultante de la
convención o de las circunstancias de que el término se haya convenido en
interés común de las partes; la estipulación de intereses será interpretada en
el sentido de prohibirle al prestatario el reembolso anticipado, salvo cláusula
en contrario” (ob.cit. parte III, vol. IV, pág. 404).
Josserand, por su parte, al referirse al mutuo con intereses, anota:
“No siempre ocurre que él término previsto para el reembolso se establezca
en interés exclusivo del prestatario; ocurre a veces que se establece en
interés también del prestamista, que pensó hacer una colocación durable y
se vería por consiguiente desagradablemente sorprendido con un reembolso
anticipado” (“Derecho Civil”, Ediciones jurídicas Europa-América, tomo II, Vol.
I, Pág. 583, Buenos Aires, 1950).
Cabe preguntarse: ¿es justa la regla que el artículo 2229 establece sobre el
mutuo con intereses? Como se ha dicho, al establecerse el término en
beneficio del mutuante y del mutuario, ambos tienen que respetarlo: el
primero, absteniéndose de exigir el pago anticipado; el segundo,
absteniéndose del reembolso anticipado.
Es claro que el cambio de la situación económica existente al momento de
contratar el mutuo, puede hacer que éste se torne más favorable para una
de las partes. Así, un alza general en las tasas de interés, aparentemente,
perjudica al acreedor obligado a respetar el término, porque de no ser así
podría colocar su dinero a un interés mayor; y una baja en las tasas de
interés, en principio, perjudica al deudor que no puede pagar
anticipadamente, consiguiendo otro crédito a un interés menor.
Dentro de ciertos límites, estos cambios hacen parte de las contingencias
propias de la vida de los negocios. Si el cambio fuere tan grande, y
ocasionado, además, por circunstancias extraordinarias, imprevistas o
imprevisibles, que la obligación a cargo de una de las partes resulte

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excesivamente onerosa, es claro que ésta podrá invocar la teoría de la
imprevisión, a la cual se refiere concretamente el artículo 868 del Código de
Comercio. Pero, éste es asunto que debe proponerse antes los jueces
competentes y no ante la Corte Constitucional.
Sostener que el deudor puede pagar anticipadamente cuando ello le
convenga, implicaría para no quebrantar el equilibrio entre las partes, que el
acreedor pudiera, a su vez, exigir anticipadamente el pago, para colocar su
dinero a una tasa mayor, pues, como ya se advirtió éste es un contrato
conmutativo.
Pero ¿sería acertado, a la luz de las normas que gobiernan los contratos,
sostener que el acreedor y el deudor, a su arbitrario, pueden desconocer el
plazo pactado para el pago, cuando éste se ha establecido en interés de
ambos? La respuesta, a juicio de la Corte, tiene que ser negativa. De lo
contrario, se eliminaría la fuerza obligatoria de los contratos, consagrada
expresamente en el artículo 1602 del Código Civil.
“Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no
puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causales
legales”.
En conclusión: porque preserva la equidad, al someterme a las partes de una
misma regla (el respeto a las estipulaciones del contrato legalmente
celebrado), la pregunta formulada al comienzo puede responderse
afirmativamente: la disposición del artículo 2229, interpretada en
concordancia con los artículos 1553 y 1554, es justa.
Sin embargo, sí debe hacerse la siguiente observación en la relación con el
monto de los intereses de que trata el artículo acusado: en esta clase de
contratos (mutuo con intereses), como ocurre en todos, los intereses
pactados tienen que respetar los topes legales. Es claro que si se pactan más
allá, hay un objeto ilícito.
La Corte, en sentencia C-385 de 1995, señaló hasta donde puede ir la
voluntad de las partes para pactar intereses, y precisó que no existe libertad
absoluta en esta materia. Al respecto dijo:

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“Dentro de un sistema jurídico que, como el nuestro, reconoce aunque no
con carácter absoluto la autonomía de la voluntad privada, es lo normal que
los particulares sometan los efectos de sus actos jurídicos a las cláusulas
emanadas del mutuo acuerdo entre ellos, siempre que no contraríen
disposiciones imperativas de la ley, comúnmente conocidas como normas de
orden público.
Hay, pues, en materia contractual dos ámbitos bien diferenciados, respecto
de cada uno de los cuales la función del legislador varía sustancialmente: el
que corresponde regular al Estado mediante preceptos de obligatorio e
ineludible cumplimiento, en el cual no cabe la libre decisión ni el convenio
entre las partes, aunque estén de acuerdo, por cuanto no es el suyo el único
interés comprometido o en juego que está de por medio el interés público, o
en razón de la necesidad de proteger a unos de los contratantes que el
ordenamiento jurídico presume más débil que el otro; y el que, por
repercutir tan sólo en el interés de los contratantes sin afectar el de la
colectividad y siendo claro el equilibrio entre ellos, corresponde a su libertad
y dominio, como dueños de las decisiones que estimen más adecuadas y
oportunas en busca de sus respectivas conveniencias.
En el último terreno enunciado, es tarea del legislador la de proveer la norma
aplicable cuando se da el silencio de los contratantes, disponiendo así, en
subsidio de la voluntad de éstos, las consecuencias de ciertas situaciones
jurídicas.
Tal es el caso de la norma demandada (artículo 1617 del Código Civil, que no
tiene sentido ni aplicación sino sobre el supuesto de que, habiendo incurrido
el deudor en mora de pagar una suma de dinero, las partes no han pactado el
monto en el cual debe ser indemnizado el acreedor por los perjuicios que
dicha mora le causa, por lo cual el legislador se ha visto precisado a
consagrar, como regla supletiva, la que fija los intereses legales,
determinando su porcentaje en un cierto período (seis por ciento anual), a
falta de los intereses convencionales.
El precepto corresponde, entonces, a una función legislativa consistente en
precaver los conflictos, disponiendo con antelación y por vía general y
supletoria una forma de solucionarlos, con el fin de asegurar a los asociados

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la necesaria certidumbre sobre el derecho que rige sus relaciones”. (Corte
Constitucional, sentencia C-385 de 1995. Magistrado Ponente, doctor José
Gregorio Hernández Galindo).
Sobre el monto de los intereses, el Código de Comercio, en el artículo 884
señala:
“ART. 884. Cuando en los negocios mercantiles hayan de pagarse réditos de
un capital, sin que se especifique por convenio el interés, éste será el
bancario corriente; si las partes no han estipulado el interés moratorio, será
el doble (y cuando sobrepase cualquiera de estos montos el acreedor
perderá todos los intereses).
Se probará el interés bancario corriente con certificado expedido por la
Superintendencia Bancaria”.
La expresión en paréntesis y negrilla fue modificada por el artículo 72 de la
Ley 45 de 1990, que dice:
“Artículos 72 de la Ley 45 de 1990. Sanción por cobro de intereses en
exceso. Cuando se cobren intereses que sobrepasen los límites fijados en la
ley o por autoridad monetaria, el acreedor perderá todos los intereses
cobrados en exceso, remuneratorios, moratorios o ambos, según se trata,
aumentados en un monto igual. En tales casos, el deudor podrá solicitar la
inmediata devolución de las sumas que haya cancelado por concepto de los
receptivos intereses, más una suma igual al exceso, a título de sanción”.
Es decir, los interese de que trata el aparte del artículo acusado, nunca
pueden exceder los topes legales estipulados en los artículos transcritos, y,
en sentido, se condicionará la exequibilidad de la expresión acusada del
artículo 2229 del Código Civil.

Procedencia de la intervención estatal y los créditos a largo plazo otorgados


para vivienda.
Finalmente, cabe señalar, los hechos que motivaron esta demanda,
concretamente, en relación con los deudores de las instituciones financieras,
que han recibido créditos de viviendo, con garantía hipotecaria sobre el

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inmueble objeto del crédito, y que, transcurrido un tiempo, hacen las
diligencias pertinentes para cancelar el crédito con la institución crediticia,
pues han vendido el inmueble o han trasladado su crédito a otra institución,
y, con el dinero correspondiente, quiere pagar su deuda, pero se encuentran
que la entidad les aplica la norma analizada (art. 2229), e impide el pago
cuando el término del contrato no ha vencido.
Se pregunta la Corte: ¿es aplicable el artículo 2229 del Código Civil a los
créditos a largo plazo que otorgan las entidades que prestan para vivienda?
El constituyente impuso al Estado, en forma expresa, la obligación de
promover, para la adquisición de vivienda, “sistemas adecuados de
financiación a largo plazo” (art. 51 de la Constitución). Además, estableció los
mecanismos de intervención en los artículos 333 y 334 de la Carta, y en otras
normas de carácter constitucional, como el artículo 150, numeral 19, literal d.
Todo enmarcado para garantizar la prevalencia de principios de justicias y
equidad, pues debe recordarse que la Constitución desde su preámbulo
busca que se “garantice un orden político, económico y social justo”.
El primero de los artículos, el 333, consagra la libre competencia, la que
desde luego opera en el sistema financiero, como un derecho que supone
responsabilidades, y advierte que la empresa, como base del desarrollo, tiene
un función social que impone obligaciones, principios que se hacen efectivos
cuando el objeto de la entidad es ofrecer alternativas de financiación para
suplir una necesidad que el constituyente reconoció como inherente a la
condición de dignidad del individuo: la vivienda.
El segundo artículo citado, 334, le atribuye al Estado la responsabilidad de
intervenir en la economía para que todas las personas, en particular las de
menores ingresos” tengan acceso efectivo a los bienes y servicios básicos”, y
entre ellos se encuentra, por definición misma del constituyente, la vivienda
digna.
En desarrollo de estos preceptos, se ha creado una normatividad propia para
los créditos de vivienda a largo plazo que otorgan las entidades, que impide,
en principio, la aplicación automática de las normas civiles y comerciales que
regulan la misma actividad, en forma general.

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Es decir, para esta clase de créditos existen normas específicas, que
consagran competencias que buscan proteger adecuadamente a los usuarios
de los servicios crediticios ofrecidos por tal clase de entidades, tal como lo
establece el artículo 1 º de la Ley 35 de 1993, ley marco para la intervención
de las actividades financieras, bursátil y aseguradora, y el Decreto 663 de
1993 que actualiza es sistema orgánico del estatuto financiero, entre otros, y
que permiten desarrollar las competencias en materia de intervención
económica que consagró el constituyente en los artículos 150, numeral 19,
literal d, 189., numeral 25 y 335 de la Constitución Política.
La regulación especial expedida en esta materia, cobija, igualmente, las
demás garantías adicionales a la hipotecaria, que puedan llegar a exigirse y
que instrumentalizan los mencionados créditos, tales como el pagaré y la
letra de cambio.
Así, el artículo 694 del Código de Comercio, según el cual “el tenedor no
puede ser obligado a recibir el pago antes del vencimiento de la letra”,
norma también referida a los pagarés, según la remisión del artículo 711 del
mismo código, no resulta aplicable, a la luz de la Constitución, a los créditos
hipotecarios de vivienda a largo plazo. Es decir, que cuando se trate de estas
obligaciones, a pesar de existir tales garantías, no puede impedirse el
prepago ni ser sancionado el deudor por hacerlo.
Dada la relación directa y necesaria que existe entre el aparte demandado y
la norma contenida en el artículo 694 del Código de Comercio, la Corte
integrará la unidad de materia y declarará que esta norma es exequible con
el condicionamiento anotado.
Conclusión.
El aparte acusado del artículo 2229 del Código Civil es constitucional,
entendiendo que para el ámbito de los créditos para vivienda a largo plazo,
éste no es aplicable, en razón a que dichos créditos están regulados por
normas específicas de intervención del Estado, como se ha dicho
anteriormente.

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Decisión
Por lo expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre
del pueblo y por mandato de la Constitución.
Resuelve:
Decláranse EXEQUIBLES, en los términos de esta sentencia, la expresión
acusada del artículo 2229 del Código Civil, y el artículo 694 del Código de
Comercio, cuya aplicación, además debe estar sujeta a las consideraciones
relacionadas con la intervención estatal para los créditos de vivienda.
Es entendido que los intereses correspondientes no pueden estar en ningún
caso por encima de los topes legales.
Cópiese, notifíquese, publíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la
Corte Constitucional”.
(Sentencia C-252 de mayo 26 de 1998. Magistrada Ponente: Dra. Carmenza
Isaza de Gómez).

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