Castidad

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CASTIDAD, CELIBATO, AMOR Y MADUREZ HUMANA.

Por: FRANCISCO JAVIER DÍAZ SERRANO


NOVICIO
Director: P. Leonardo Restrepo. CFS.
Noviembre 5 de 2007.

INTRODUCCIÓN

1. FUNDAMENTACIÓN BÍBLICA

2. MAGISTERIO Y DOCTRINA DE LA IGLESIA

3. CASTIDAD SEGÚN EL PADRE EUGENIO PRÉVOST

4. SÍNTESIS Y CONCLUSIÓN
INTRODUCCION

Castidad y celibato, y por supuesto el amor, se encuentran teórica y concretamente


definidos como palabras en millares de enciclopedias y diccionarios teológicos, no
es fácil comprender el fascinante misterio de la vida religiosa, si no se llega a
comprender el rico significado y la unidad profunda que existe entre: castidad,
celibato1 y el amor, no solo como palabras, sino, como virtudes y vivencias que
impulsan nuestra vida. La castidad y el celibato se entienden a veces como el
tributo que se paga al Señor2 para acceder a la vida consagrada y a las Sagradas
Ordenes, en ocasiones pasan a formar parte de la lista de requisitos y útiles para
entrar en una comunidad religiosa y en el seminario, por ende reducidos a una
obligación e imposición, no se ven mas bien como lo que verdaderamente son: un
don que se recibe de la misericordia del Señor 3.

De igual modo, no se ve como elección de libertad y grata acogida de una


particular vocación de amor por Dios y por los hombres, en otras palabras, se ha
vuelto un problema, para algunos de aquellos, que hemos sido llamados por el
Señor Jesús. Problema, porque nos duele renunciar quizá a la relación sexo-genital,
que nos genera tanto placer, y cuyo fin es la donación en el amor y la procreación,
por ello no descubrimos su gran valor y significado, como medio, para aprender a
amarse a si mismo, a los demás y a Dios.

Es difícil formar para vivir la castidad y el celibato, si solamente nos quedamos en


un conocimiento teórico, así este cuente con sus fuentes principales que son
irremplazables como es: la Sagrada Escritura, el Magisterio y el testimonio de
muchos santos que han logrado una vida casta y célibe. Es necesario comenzar
primeramente desde la parte humana antropológica, igualmente “la psicología ha
contribuido a poner de relieve la importancia decisiva de la sexualidad y de la
afectividad en la maduración de la persona, en la convivencia humana, en le
realización del proyecto de vida y de la misión de las personas; Ya que La
sexualidad y la afectividad son unas de las pulsiones más fuertes, y pueden
integrar o desintegrar la personalidad4del ser humano. La antropología cultural,
insiste también en el puesto destacado del parentesco, la herencia, y de la
estructura familiar, en la configuración de las culturas y del hombre.
1 MARTINEZ DIEZ, Felicísimo. Refundar la Vida Religiosa. 3ª. Ed. Madrid: S. Pablo. 1994. p.167

2 S. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones educativas para la formación


en el celibato sacerdotal. (11 Abril). N.16

3 Ibíd., N.16

4 CABRA GIORDANO, Pie. Tu Sígueme, curso de vida consagrada. Madrid: Claretianos. 2005.p 169
Sin querer separar todo lo anterior, de la fe y la espiritualidad, siempre se es:
humano y cristiano; por lo tanto, se ama y se siente amado. “En la base de la
castidad consagrada está la experiencia del amor que lo exige todo porque puede
darlo todo: es una especie de enamoramiento que hace palidecer la luz de
cualquier otra criatura; la sensación de responder a la seducción divina”5. Dios es
el Único y por eso tomamos la decisión de dedicarnos del todo a El,
comprometernos por El, dejarnos amar por El.

Cuando la pasión por Dios crece y se desarrolla en el corazón, tiende a hacerse


exclusiva y excluyente. Dios y su Reino se perciben como el tesoro escondido que
cuando se encuentran, opaca el valor de todo los demás6. Comprender esto es
también un don comparable a la capacidad de ver de otra manera o de acceder a
un mundo más allá de la imaginación. Es el mundo de Dios, que está más allá y
mas acá de nuestras capacidades, si entendemos desde esta dimensión nuestra
vida siempre estará inmersa en la configuración con Cristo, es decir, el hombre
mismo Cristificado, viviendo en Cristo y siendo de Cristo. Por tanto, una persona
humanamente madura y con las virtudes necesarias para entregarse totalmente al
seguimiento de Jesús: pobre, humilde y casto.

“Sólo el Dios- Amor puede pedirnos que amemos con todo el corazón; sólo quien
lo ha dado todo puede exigirlo todo; sólo quien nos ha amado en la cruz puede
proponer un amor que conduce a la cruz, sólo quien configura día a día el corazón
del hombre, por medio de la acción del Espíritu, puede enseñar a amar de tal
manera que se supere la atracción de la carne y de la sangre” 7.

Se trata de un amor crucificado, que cuesta caro. No es juego de niños, exige cargar
con la cruz y ser fiel al Crucificado: pasando por el rostro transfigurado en el Tabor
al rostro desfigurado de Jesús en el Calvario. Dicho amor se siente atraído por la
fuerza de la belleza divina, del rostro glorioso en la Resurrección, como por el
humilde abajamiento del amor hecho ágape, oculto y aniquilado en la Hostia. Este
amor se aprende y cultiva en la interioridad, en la oración que integra la totalidad
del ser humano, que imita a Jesús orante y virgen, eso si, sabiendo que la castidad
y la intimidad con el Señor son la misma cosa. Sólo quien cultiva la intimidad con

5 Ibíd., p.208

6CABRA GIORDANO, Óp. Cit., p. 209

7 Ibíd., p.209
8
Ibíd., p. 210
el Señor puede dar testimonio de que su virginidad procede de un amor invisible
pero irresistible8.

Es propio del corazón humano aceptar exigencias, incluso difíciles, en nombre del
amor, por un ideal y sobre todo en nombre del amor hacia la persona y que en
esencia se orienta hacia la persona9. “Y por esto en la llamada a la castidad y el
celibato, primero los mismos discípulos y, luego, toda la Tradición viva de la Iglesia
descubrirán enseguida el amor que se refiere a Cristo mismo como Esposo de la
Iglesia. Esposo de las almas, a las que Él se ha entregado hasta el fin en el misterio
de su Pascua y de la Eucaristía. De este modo la continencia “por el reino de los
cielos”, la castidad, la opción de la virginidad o del celibato para toda la vida ha
venido a ser en la experiencia de los discípulos y seguidores de Cristo el acto de
una respuesta particular del amor del Esposo Divino, y, por esto, ha adquirido el
significado de una acto de amor esponsalicio: esto es, de una donación esponsalicia
de sí, para corresponder de modo especial al amor esponsalicio del Redentor: una
donación entendida como renuncia, pero hecha, sobre todo, por amor”10.

Imaginemos como gráficamente como dos ángulos por el vértice o dos embudos
opuestos volcados el uno sobre el otro: donde se cierra uno se abre otro, como en
un reloj de arena: la parte superior, o el ángulo colocado arriba contiene y
comprende el amor de Dios y a Dios, concentrándolo en un punto preciso el
corazón del virgen, del célibe y el casto, donde aquel amor estalla, dando vida a
otros amores, que, sin embargo, nacen de aquel y único gran Amor. Según el
conocido principio de concentración, los ángulos opuestos por el vértice son
iguales, es decir, hay una relación tanto cuantitativa como cualitativa entre aquel
amor único y grande que absorbe todas las energías afectivas de la persona y los
otros amores. En otras palabras, aquel afecto central:
 Hacer amar más a otras muchas personas: cuanto mas grande y único se
aquel amor, tanto mas capaz será la persona de amar a otros, a todos si fuera
posible, sin rechazar a nadie;
 Pero tal amor dicta también el estilo de los otros amores: aquel a quien
virgen ama con todo su ser se convierte también en el modo de amar del
virgen11, del célibe, y casto.

9 JUAN PABLO II. El celibato Apostólico. Madrid: Ediciones Palabra. 1995, p.113

10 Ibíd., p.114

11 CENCINI, Amadeo. Virginidad y celibato, hoy. Santander: Sal Térrea, 2ª ed, 2006. p. 95.
Antes de hacer una definición de castidad y celibato, es necesario buscar la fuente
que origina una vida casta y una vida célibe. Desde una formación humana y
cristiana y sin pretender caer en un moralismo, es necesario referir en primero
lugar, la vida casta y la vida célibe como el ejercicio habitual y continuo de las
virtudes morales, especialmente el ejercitarse en la virtud de la templanza12. La
virtud de la templanza según el plan señalado por Santo Tomas de Aquino en la
Suma Teológica, Tratado de la templanza (2-2q.141-170) podría presentarse con el
siguiente diseño general para mayor comprensión, de la procedencia de la
castidad, el celibato o virginidad y la continencia:

La virtud de la templanza puede considerarse 13:

1. En si misma:
1. Como virtud moral (q.141)
2. En sus vicios opuestos(q.142)

2. En sus partes:
1. En general(q.143)
2. En especial:
2.1. Partes integrantes:
a. Vergüenza(q.144)
b. Honestidad(q.145)
2.2. Partes subjetivas:
a. Sobre la nutrición
• Respecto a la comida: abstinencia(q.146)
Acto propio de esta virtud: ayuno
Vicio opuesto a ambos: gula (q.148)
• Respecto a la bebida: sobriedad(q.149)
Vicio opuesto a ambos: gula (q.150)
b. Sobre el placer venéreo(carnal) y generación:
• Privación temporal del mismo: castidad (q.151)
• Privación perpetua: virginidad (q.152)
Vicio opuesto a ambas: lujuria (q.153)
Especies de la lujuria (q.154)
1.2.3 Partes potenciales:
a. Moderando los placeres del tacto con pasión vehemente:
Continencia (q.155)
Vicio opuesto a la continencia: incontinencia (q.156)
b. Moderando la pasión de la ira: mansedumbre (q.157)

12 Cf. CIC n. 2341

13 Confróntese S. Th. introducción a la q.141, de la BAC, sobre la naturaleza de la templanza en general.
c. Moderando la crueldad en el castigo: clemencia(q.157)
Vicio opuesto a la mansedumbre: ira (q.158)
Vicio opuesto a la clemencia: crueldad (q.159)
d. Moderando los movimientos no vehementes: modestia(q.160)
• Acerca de la propios excelencia: humildad (q.161)
Vicio opuesto: soberbia (q.162-165)
• Acerca del deseo del ciencia: estudiosidad (q166)
Vicio opuesto: curiosidad (q.167)
• Acerca de los movimientos hechos en serio o en broma: modestia corporal y
eutrapelia (q.168).
• Acerca de los vestidos y adornos: modestia en el ornato (q.169)

El Santo Angélico presenta la Templanza14, como moderación, equilibrio, la


templanza es un hábito virtuoso del apetito concupiscible, fuerza reguladora y
moderadora de los apetitos de placeres, en cuanto el exceso de placer no conviene
al ser racional. La virtud de la templanza poseerá como objeto determinado,
propio, las pasiones del apetito concupiscible, es decir, el amor y deseo del objeto
ausente y el placer de la cosa poseída. Al movimiento del apetito concupiscible15
corresponde progresivamente las siguientes pasiones:
1. Ante un bien cualquiera se despierta el amor; al amor-pasión sigue el deseo
de alcanzarlo, y el deseo se consuma en el placer; en el gozo de poseerlo.
2. Ante un mal que sobreviene se suscita el odio como detestación del objeto; al
odio sigue la fuga, la aversión; y cuando el objeto se apodera de nosotros,
todo concluye en la tristeza y el sufrimiento… Cuando el mal queda vencido,
la pasión que sobreviene es el gozo.

En una palabra, el objeto propio de la templanza es primera y directamente la


moderación del amor, el deseo y gozo, evitando excesos en los mismos; secundaria
e indirectamente, moderación de la tristeza que el mal nos produzca. Las pasiones,
los placeres, los movimientos más terribles de la naturaleza, son los movimientos
y apetitos del tacto referidos a las operaciones más naturales, cuales son: la
operación de comer y beber, por las que se conserva la vida del individuo, y la
unión de hombre y mujer en orden de conservación de la especie humana. Estas
dos operaciones corresponden a los dos objetos mas enraizados en la naturaleza y
siempre constituirán el germen de otras pasiones y apetitos que traten de
satisfacerlas, por ser mas naturales que las demás.

14 S. Th. q.141 intr. BAC: Madrid, 1955. p.5

15 Cfr. S. Th. q.141. el objeto de la virtud de la Templanza (a. 3, 4, y 5) aclara mas las pasiones que hacen
parte del objeto material de la templanza.
Santo Tomas define la castidad16, que procede del “castigo” que la razón impone a la
concupiscencia, domándole como a un niño. Y es virtud porque reúne las
condiciones de tal, es decir es una fuerza regulada por la razón. El sujeto de la
castidad es el alma, pero tiene por materia al cuerpo es misión de la castidad usar
moderadamente de los miembros corporales conforme al juicio de la razón y a la
elección de la voluntad. Virginidad17 deriva de “verdor”, pues, así como la planta
está verde mientras no la queman los excesivos calores, la virginidad es
preservación de la persona que posee de los ardores de la concupiscencia, que
tienen su hervor máximo en los placeres venéreos (eróticos-sensuales), De Aquino,
aclara que la virginidad hace parte de la castidad, y es con el fin de consagrarse a
las cosas divinas. La continencia18 significa firmeza de voluntad y de la razón para
abstenerse de todo acto ilícito, contra las pasiones mas vehementes (enardecidas)
del hombre, es la firmeza racional para resistir en la lucha contra los ataques
vehementes del placer del tacto, en especial el venéreo (erótico-sensual).

En síntesis la templanza se divide en cuatro virtudes específicamente distintas:


abstinencia, sobriedad, castidad y virginidad. La abstinencia modera la comida; la
sobriedad, la bebida embriagante; la castidad refrena las concupiscencias de la
carne y la virginidad remata ese dominio, negándose a todo placer venéreo
(erótico-sensual), incluso los que son lícitos en determinados estados. Es
coronamiento de la castidad.

Se puede hacer una experiencia con la palabra castidad y otra con la palabra
celibato, con respecto a lo que la gente del “común” entiende. Pido una definición
y puedo escuchar lo siguiente: la “castidad es la ausencia de relaciones sexuales”. Y
eso no es. Nada de eso. Porque las dos definiciones no contienen la misma
realidad, porque las personas casadas, están llamadas a vivir humanamente la
relación sexual y de igual manera, están llamadas a ser castas dentro de su
matrimonio ó también hay personas que viven la continencia sin ser castos19. ¡Que
sutil y difícil entender la castidad conyugal y la castidad del consagrado, sin caer
en moralismos y casuísticas!“¡Cuán difícil es decir por qué la Iglesia considera
que la sexualidad está solo ordenada al amor conyugal del hombre y la mujer ;
explicar en qué consiste la castidad conyugal, hacer comprender a los jóvenes que
es posible y aún deseable, esperar en el momento mismo que tienen el deseo (pero
no se atreven a confesarlo). Difícil es, más no imposible. ¿Cantaría Jennifer la
16 S. Th. q.151art.1.

17 S. Th. q.152 art.1.

18 S. Th. q.145 Intr. BAC: Madrid, 1955. p.241

19 Cf. CIC n.2348-50


canción que sigue si no interpretara el deseo profundo de numerosos
adolescentes?”20

Tanto desean las personas, pero tanto ser amadas,


Que para darse a ellas puedan
Abandonarlo todo.
¡Cuantos errores podrían evitarse
Si solo se hubiesen tenido un poco de paciencia!
Dame tiempo
de aprender lo que hay que aprender,
Dame tiempo de avanzar como lo siento;
No hay amor al azar
Aquello llega demasiado tarde,
Aprenderé el tiempo de esperar21.

No hay duda que el llamado a la castidad y el celibato es duro, sobre todo en


nuestro tiempo, donde muchas personas no están de acuerdo, puesto que no la
entienden como un ejercicio en la virtud. Lo cierto es que todos estamos llamados
dentro de nuestro estado de vida a vivir la castidad a ejemplo del amor de Jesús,
puesto que en los Evangelios la palabra castidad es escasa, hay que referirla al
amor de Jesús. Al menos podemos humildemente mirarlo, y vivir para aprender lo
que es la castidad (virtud), ver amar a Jesús en su propio modo que es casto, nos
enseña esa virtud. Jesús permaneció célibe, no obedeciendo ley exterior, más bien
va en contra de precepto Mosaico sean fecundos, que los judíos consideraban como
algo imperativo.

No se tiene la impresión de que la elección que hizo Jesús de no casarse haya sido
algo difícil de hacer y mantener. Se trata más bien de la consecuencia de algo más
profundo, de una dimensión de su ser y de su amor, de su manera espontánea de
situarse de frente a los hombres. Su castidad no es una realidad negativa, es la
pureza de su amor. “Hay quienes se hicieron así mismos eunucos a causa del reino
de los cielos”(Mt 19,12). Jesús fue uno de estos eunucos, sí el permaneció célibe fue
por causa del reino de los cielos. El nos advierte que hay en ello algo misterioso.
“Que el que puede entender, lo entienda” (Mt 19,12). No es para todos, pero los
que quieran seguirlo radicalmente siendo célibes, lo hacen por un ideal supremo
sin odiar el matrimonio, es por el Reino de los Cielos.

Por esta razón, quiero centrarme en la castidad y el celibato, tratando de


comprender su origen. La castidad es fruto de la vivencia permanente y habitual

20 CARTUJO, AA. La felicidad de ser casto. Bogotá: San Pablo, 2007. p. 5.

21 Ibíd. p.16.


en las virtudes, especialmente la templanza. El celibato consecuencia de una vida
casta y por el reino de los cielos. Para una mejor presentación del tema; tendré en
cuenta los siguientes aspectos que me ayudaran a una presentación seria y
confiable: en primer lugar, haré una fundamentación bíblica, en segundo lugar,
abordaré el magisterio de la Iglesia, nuestras fuentes espirituales y finalmente haré
una síntesis personal que recoja todo lo anterior, orientando unas conclusiones de
frente al futuro de nuestra formación religiosa sacerdotal.

1. FUNDAMENTACIÓN BÍBLICA

1.1. El amor en el Antiguo Testamento:

La castidad es una cualidad del amor. Se refiere a la afectividad del hombre, a su


capacidad de amar, que es nuestra en cuanto somos seres encarnados, no es una
prohibición de tal o cual acto, sino una aceptación humana y libremente elegida
por un bien mayor, por esta razón es una realidad eminentemente positiva; desde
el verdadero amor. Para poder entenderla no podemos separarnos de la sexualidad
y efectividad humanas, sino, más bien una orientación integral de la misma. El
corazón del hombre esta hecho para conocer y amar al otro y al Totalmente Otro.
Lo que cuenta en la vida humana es lo que se ama y la manera como se ama,
puesto que nuestra existencia no es más que un largo aprendizaje del amor; Cristo
es nuestro maestro y nuestro camino. Por medio del Espíritu El restaura nuestra
humanidad en su integridad.

La sexualidad en el Antiguo Testamento es presentada desde la antigüedad, bajo


dos aspectos fundamentales: el de la fecundidad y el del amor.

El de la fecundidad:

“Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra
los Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y
sometedla”. (Gen 1,27-28).
Este relato sacerdotal de la creación afirma que el hombre y la mujer, los dos, son
hechos a imagen de Dios. Como Dios, “el hombre” posee la soberanía en el
universo, como El tiene el poder de dar la vida a seres su a imagen, pero no (por
creación). La bendición de Dios tiene por objeto la fecundidad carnal que
garantiza la existencia del pueblo de Dios y su continuidad en el tiempo.

“He adquirido un varón con el favor de Yahvé”. (Gen 4.1)


Dios al llamar da la forma de responder. Tal es el sentido de la bendición que,
después de haber invadido la tierra, las plantas y los animales, da al hombre y a la
mujer el encargo de dar vida a seres a su propia imagen. Gozo de la fecundidad
que se expresa por Eva, la madre de los vivientes, en el momento de su primer
parto.

“…yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las


estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñara tu descendencia... Por tu
descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tú mi
voz”.(Gen 22, 17-18)
El libro del Génesis es la historia de las generaciones del hombre: genealogías,
anécdotas, nacimientos deseados, difíciles, imposibles, proyectos de matrimonio,
una verdadera carrera de la procreación. El Señor va marcando esta historia con
bendiciones que, además de de la tierra prometida, anuncian una sucesión nutrida
y fecunda.

El del amor:

El relato Yavista (Cf Gn 2-3), tan profundo donde Dios coloca al hombre que ha
formado en un Jardín, en el Edén, para que lo cultive y lo guarde y le da a una
compañía. En resumen los dos relatos, nos colocan frente a dos perspectivas: la de
la fecundidad y la del amor. Siendo las dos un orden de cosas queridas por Dios,
con un valor permanente y universal. El pecado aterra y desgarra esta realidad
humana, pero ella seguirá siendo en si misma un don de Dios, un bien que será
admitido previamente a la obra de la redención.

“Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hace una sola
carne”. ( Gn 2,24).
La inclinación del varón a la mujer es amor que induce al matrimonio con tal
fuerza, que el hombre se arranca del hogar paterno, siendo mutua la atracción.

“…e Isaac Introdujo a Rebeca en la tienda, tomo a Rebeca, que paso a ser su mujer, y el la
amó.” ( Gn 24,67)
No parece posible el matrimonio sin el amor y en el relato de la formación de Eva
(Cf Gn 2, 21-25) late la idea de que el sentimiento amoroso lo ha infundido Dios en
el hombre, por eso en las narraciones posteriores como en la de Isaac y Rebeca, el
amor entra como un valor absoluto y bueno en si.

El Deuteronomio, al exhortar al pueblo al amor y a la fidelidad, expone la teología


de la providencia histórica de Yhwh al revelar su fuente mas honda: el amor, que
presupone complacencia y predilección, y se matiza de misericordia y ternura
creando un vínculo entre Dios y su pueblo. No merma la trascendencia divina, se
insiste sobre la omnipotencia y soberanía, pero acerca a Dios con proximidad de
afecto que toca lo más íntimo de la vida humana. La acción de Dios no es
beneficencia deshumanizada, sino amor sentido y real. Toda la historia de Israel es
un inclinarse misericordioso de Yhwh sobre su pueblo (Cf Dt 7,12-16).
1.2. El Nuevo Testamento: el amor casto de Jesús.

La virginidad, no es algo accesorio o marginal en el proyecto humano de vida de


Jesús, sino una dimensión constitutiva, que abarca su ser entero y define su actitud
vital ante Dios y ante los hombres. La virginidad de Jesús fue amor total e
inmediato, divino y humano, al Padre y a los hombres todos. Jesús vive filialmente
enamorado del Padre y, por eso mismo, fraternalmente enamorado de los hombres,
sus hermanos. Vive del todo absorbido por los intereses del Reino, es decir,
entregado por entero a anunciar y a hacer comprensible a los hombres el amor
misericordioso, libre, personal y gratuito de Dios, o sea, su Paternidad que les hace
a todos hermanos e hijos del mismo Padre.

Jesús permanece enteramente abierto, libre y disponible, por dentro y por fuera
para los demás, sin exclusivismo de ninguna clase, sin mediaciones en su amor. Sin
polarizaciones, amando a todos y a cada uno con amor inmediato, absolutamente
gratuito y personal. Por eso y para eso, renunciando al matrimonio, vive célibe (en
virginidad), como el modo mas adecuado de hacer ya presentes y actuales los
bienes futuros del Reino consumado, poniendo de relieve su infinita valiosidad y
trascendencia sobre los máximos valores de este mundo, e inaugurando, aquí y
ahora, un tipo de relaciones interpersonales, divinas y humanas al mismo tiempo.
La virginidad de Jesús no es replegamiento sobre si mismo, ni simple ejercicio
ascético de renuncia, sino apertura incondicional a los demás, amor sin limites,
fuerte y viril, pero lleno de ternura y sentido universal de fraternidad.

Jesús es y se sabe hermano de todos y de cada uno de los hombres, la virginidad o


celibato y la castidad es raíz y fruto, principio y consecuencia, de esta realidad y de
esta conciencia viva de fraternidad. Ser y saberse hermano le impulsa a vivir en
virginidad, y en amor casto, sin fundar una familia limitada a los lazo de sangre. Y
vivir en virginidad la hace ser y sentirse verdaderamente hermano universal. Jesús
es amor casto, porque es veraz consigo mismo y con lo que es llamado a ser y
amar, no va donde el corazón lo lleva, sino que ama lo que es digno de ser amado,
o a quien debe amar, es percibidos por los demás feliz en lo que es, y se hace cada
vez más creíble en lo que hace. Es puro pero no, en un sentido legal y ritual, sino
puro en el corazón, como un modo general de ser y particular de amar.

Jesús no oculta ni sustrae nada a Dios, le permite entrar en los subterráneos de su


corazón: son puras sus manos, labios, ojos, rostro, pensamientos, deseo
intenciones, sueños, lo mismo que son puras sus relaciones y amistades, gestos y
palabras, como lo descubrimos a lo largo de los Evangelios:

Jesús conversa a solas, en el campo, en el pozo de Jacob, lugar del encuentro de los
enamorados, o para el enamoramiento, con una mujer samaritana, extranjera,
idólatra y maldita para todo judío fiel (Cf Jn 4, 4-42). Es él quien inicia la
conversación y a sabiendas que es una mujer conocida por su mala vida, le pide un
favor, dialoga largamente con ella y es una conversación muy profunda. Jesús
rompe los esquemas de la tradición judía, algunas reglas de educación prohibían
encontrarse con una mujer, sobre todo si es casada; mirar a una mujer casada e
incluso saludarla; hablar con una mujer en la calle22. Una mujer no debía estar sola
en el campo, y no era normal que un hombre conversaran con una extraña, pero
esto hombre era distinto, Jesús, pensaba, hablaba, miraba, sentía y amaba de una
manera novedosa y natural, que hasta las mujeres, marginadas por una sociedad
patriarcal y machista descubría, que todo su ser deslumbraba, de amor, puro,
sincero y honesto, a pesar de ser hombre y ser judío.

Jesús mantiene amistad humana, sostenida y profunda, públicamente, con algunas


mujeres, judías por supuesto. Por ejemplo con Marta y María (Cf Lc 10,38-42; Jn
11,5.33; Jn 12,1-8). La religión judía era una religión de varones. En el templo y en la
sinagoga varones y mujeres estaban rigurosamente separados. Y las mujeres
siempre en lugares inferiores, secundarios. Sólo se celebraba el culto en la sinagoga
si había al menos diez hombre. No contaban las mujeres, por muchas que
estuviesen presentes, estaban exentas de peregrinar a Jerusalén, no recibía
instrucción religiosa. Se les consideraban “impuras” durante el tiempo de la
menstruación. Y después de parir, tenían que ofrecer un sacrificio en el templo para
ser “purificadas” (Cf Lc 2,22; Lv 12,11-8).Por supuesto que esta purificación no
tiene nada que ver con una impureza moral (con un pecado) que hubiera cometido
la madre. Era como una especie de tabú 23.

En otras palabras desde entonces en la mujer no veían más que superficialidad,


sexo, peligro y tentación, trataban de guardarse de ellas. Jesús admite en su
comunidad a hombres judíos y mujeres judíos con los mismo derechos, según el
Evangelio, de aprender, ser discípulos- discípulas, seguidores-seguidoras de Jesús
por el Reinado de Dios, personas plenamente antes Dios. Y los trata con igualdad y
dignidad, pero sobre todo, dentro de la experiencia de la verdadera amistad, libre
de prejuicios, libre afectiva y emocionalmente, y cimentada en la transparencia y
sinceridad de corazón, que fundamentan el amor casto de Jesús.

“Le presentaron unos niños para que los tocara; pero les discípulos les reñían. Mas Jesús, al
ver esto, se enfadó y les dijo:<<Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque
de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de
Dios como niño, no entrará en él.>>Y abrazaba los niños, y los bendecía poniendo las
manos sobre ellos.”(Mc 10 13-16)(Cf Mt 19, 13-15) (Cf Lc 18 15-17)

Era costumbre hacer bendecir a los niños por los jefes de las sinagogas. Se pensaba
que por la vinculación, como jerarcas, con Moisés, a su oración e imposición de
22 MORACHO, Félix. S.J. Para entender lo que Jesús hacía y decía. Caracas: Educación y Cultura
Religiosa, 1991. p. 17.

23 Ibíd.,.p.20.
manos, habían de recibir la bendición de Dios (Cf Dt 34,9). Pero no solo en estos
casos, sino que también era costumbre que los hijos y los discípulos se presentasen
a sus padres y a sus maestros para hacerse bendecir por ellos. Todo esto prueba el
concepto de grandeza moral y taumatúrgica en que las gentes tenían a Jesús. Veían
en su oración sobre ellos y en su imposición de manos, que habían de recibir
gracias y manifiestos favores24. Se puede caer en la cuenta como las gentes,
descubrían en Jesús un amor casto, libre de ofuscaciones y prejuicios para con los
pequeños y verdaderamente puros de corazón, como eran los niños; el Evangelista
Marcos cuenta como se los presentaron para que los tocara, no miraban en Jesús
desconfianza sino por el contrario inspiraba tal amor y confianza, que sus caricias y
abrazos no eran desvirtuados por la morbosidad y pretensiones de doble sentido
en la que a veces caer el ser humano por la fragilidad de la carne.

1.3. La Castidad en el Antiguo Testamento25

Se abordará este tema desde dos tradiciones bíblicas: sacerdotal y profética; y dos
versiones del voto de castidad. El área de la sexualidad y de la familia tiene gran
importancia en las dos tradiciones bíblicas. Están en juego la transmisión de la vida
y el orden social. La transmisión de la vida es un proceso misterioso; sólo Dios es
dueño de la vida. Es preciso tener cuidado para que la muerte no se haga presente
en este proceso. El orden social está garantizado, en buena parte, por el recto orden
del parentesco y de las relaciones familiares. Son necesaria reglas claras en este
campo para exorcizar la violencia. Sin embargo, ambas tradiciones ofrecen distinta
interpretación de la sexualidad y de la familia.

1.3.1. Tradición sacerdotal

La vida nace por la unión de dos principios diferenciados. El sistema sacerdotal de la


pureza, debe mantener esta diferenciación y liberar la sexualidad de toda
degeneración, de toda impureza proveniente de la confusión de elementos o de la
contradicción en los mismos. Por eso elabora una lista de prohibiciones
concernientes a la relación sexual y a la unión conyugal: prohibición del incesto
(Lev 18,6-18), de la homosexualidad (Lev 18,22), del bestialismo (18,23). Elabora
asimismo un lista de impurezas sexuales (Lev 12,1-8; 15, 1-30) símbolo de la
violencia y la muerte que acechan a la comunidad.

La tradición sacerdotal se mantiene firme: con la sexualidad no se puede jugar:


“Mantendréis alejados a los israelitas de sus impurezas para que no mueran por
contaminar con ella mi Morada, que esta en medio de ellos”. (Cf Lev 15,31). Estas

24 DE TUYA O. P., Manuel. Biblia Comentada, T. II Evangelios. Madrid: BAC, 1964. p. 19

25 MARTINEZ DIEZ, Felicísimo. Refundar la Vida Religiosa. 3ª. Ed. Madrid: S. Pablo. 1994. p.172
prohibiciones están inspiradas a un tiempo por la experiencia del pueblo y por la
lucha contra los cultos paganos. Pero, sobre todo, obedecen a lucha contra la
violencia y la agresión humana que se refleja en el sexo y pone en peligro las
relaciones sociales y la organización de la vida cotidiana. Los tabúes sexuales son a
la vez tabúes sociales.

En esta tradición el pecado es una impureza, contagiosa y contaminante. Y ese


pecado sólo puede ser reparado cultualmente, mediante ritos de purificación. El
culto es la fuente de santidad, de la pureza y de la vida. Nada puede entrar en el
ámbito cultual sino es completamente puro o no ha sido previamente purificado.
Los sacerdotes que se acercan al templo para ofrecer sacrificios deben ser de “pura
sangre” genuinos descendientes de Aarón, y libre de todo defecto corporal (Lev 21,
1-24). Las leyes de pureza y santidad están basadas en la santidad de Dios: “Pues
soy Yahvé, el que os he subido de la tierra de Egipto, para ser vuestro Dios. Sed, pues,
santos porque yo soy santo”. (Cf Lev 11,45)

La tradición sacerdotal de la pureza, ha influido en la interpretación y praxis del voto


de castidad. En primer lugar, hizo de ella eje y medida de la perfección individual.
Como personas consagradas, la virtud más valorada ha sido normalmente la
pureza: el pecado más abominable, auténtico sacrilegio, la impureza de
pensamiento, palabra u obra; sin caer obviamente en situaciones patológicas de
fijaciones obsesivas y escrúpulos relacionadas con la sexualidad y con la pureza.

1.3.2. Tradición profética

La tradición profética del don, desarrolla los sistemas ideológicos de regulación social,
mancha/pureza y deuda/don. En el origen de todo don enseña la Biblia a
reconocer una iniciativa divina, Dios es quien da la iniciativa de la Creación y
quien da a todos alimento y vida (Sal 104), también Dios tiene la iniciativa de la
salud (Dt 9,6; 1Jn 4,10), por consiguiente, la generosidad, se desvía cuando se
pretende anteponer a la gracia(Cf Jn 13,37s); la primera actitud que se impone al
hombre es abrirse al don de Dios(Mc 10,15). Recibiéndolo se hace capaz de
auténtica generosidad y es llamado a practicar a su vez el don (1Jn 3,16)26.

La tradición profética del don puede facilitar una interpretación del voto de
castidad, desde la perspectiva del amor, de la comunidad y de la misión. La
tradición profética valora positivamente la sexualidad y el matrimonio, la
procreación y la abundante descendencia. Ni la virginidad, ni el celibato y menos
aún la esterilidad y la impotencia, tienen aceptación en la literatura
veterotestamentaria. La sexualidad evoca unión y comunión que transmite la vida
y la bendición (Cf Os 1,2-9; 2,1-4).

26 LEÓN DUFOUR, Xavier. Vocabulario de Teología Bíblica. Barcelona: Herder, 1965.p.215.
En la tradición profética el matrimonio es el símbolo de la alianza (Cf Os 2, 21-25).
Las relaciones de parentesco constituyen la estructura básica de la formación social
(Cf Os 7, 8-12). EL matrimonio multiplica los hijos, que prolongan la vida y la
memoria. La fertilidad y la abundancia de hijos es una bendición; la esterilidad y la
carencia de descendencia lleva hasta la ley del levirato (Cf Dt 25,5-10).

El sistema del don es defendido en el ámbito familiar como fuente de vida y de


comunión. No es carta abierta para la permisividad, sino garantía de un
parentesco ordenado y de comunión familiar. El adulterio no es una simple
mancha que inhabilita para el culto; es un robo que contraviene la justicia y la
comunión familiar (Cf. Jr 3,1-5). Al don sobreabundante de vida que se expande en
el matrimonio se opone la deuda contraída con el adulterio.

En el sistema del don el pecado no es concebido como una impureza, sino más bien
como una deuda contraída con Dios con los hermanos, como una ruptura de amor
y la comunión. Por consiguiente, sólo puede ser reparado mediante reconciliación,
reincorporándose al sistema del don, reconstruyendo la comunión rota. En el
sistema del don, la única reparación posible del pecado es el amor efectivo.

En el Antiguo Testamento la tradición profética no contempla propiamente el voto


de castidad. Sin embargo, ofrece unas claves de interpretación sobre la sexualidad
y el matrimonio que son importantes para entender la castidad religiosa. Permite
interpretar esta en clave positiva: no como mera limitación personal, sino como
camino de expansión y crecimiento de la personalidad, como liberación para el
amor. Una interpretación del voto de castidad en la clave del don exige una
estrecha relación entre la castidad y la comunidad. Finalmente, desde esta
perspectiva el voto de castidad sólo adquiere su significación plena con la misión y
el servicio a la causa del Reino. Castidad no significa ausencia de amor o
esterilidad, significa amor y fecundidad en otra clave.

Con mucha frecuencia se usan indistintamente los términos pureza y castidad. Sin
embargo, a partir de ambas tradiciones bíblicas se pueden señalar algunos matices
diferentes. La pureza pertenece al ámbito de la pureza legal, ritual o moral; la
castidad pertenece al ámbito teologal del amor. La pureza sin la castidad se torna
en fariseísmo, y se torna rígida, agria e intransigente. El alma de la pureza es la
castidad con amor.

1.4. El Celibato en el Antiguo Testamento

En el Antiguo Testamento, la doctrina del celibato no se halla en su perspectiva


ideológica. El hombre o la mujer célibes no parecen encajar dentro de la historia de
la salvación. El matrimonio es algo fundamental en la creación. Dios no esta
satisfecho de so obra hasta que crea no crea la pareja humana (Cf. Gn 2, 18.24). Hay
un precepto en el principio que influye posteriormente como ley constante:
“Dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a
ser los dos una sola carne”. El deseo de engendrar al Mesías esperado aviva el
anhelo del matrimonio, y la virginidad perpetua es considerada como una
desgracia inaudita (Cf. Jue 11, 34-40), lo mismo que la viudez (Cf Is 54,4)27. Judith y
Jeremías renuncian al matrimonio. Judith viuda y sin hijos, rehúsa al matrimonio
por el ideal de la fidelidad en el amor.

“Muchos la pretendieron, pero ella no tuvo relaciones con ningún hombre en toda su vida,
desde que su marido Manasés murió y fue a reunirse con su pueblo. Vivió hasta la
avanzada edad de ciento cinco años, transcurriendo su ancianidad en casa de su marido”
(Cf Jdt 16, 22-23ss). Es notable el relieve que se da al hecho de no haber aceptado a
ningún hombre en matrimonio desde la muerte de su esposo Manasés. En el
contexto adquiere el sentido de una maternidad espiritual respecto al pueblo, lo
cual se sugiere con la repetición de “mi pueblo” (16,4.11.17; Jue 5,7). Esta
maternidad anuncia un nuevo orden, el del Israel según el Espíritu28. Jeremías
presenta un caso que no carece de semejanza.

“No te tomes mujer, ni tengas hijos e hijas en este lugar” (Cf Jer 16,2ss). Célibe, orden
de Yavhé, el profeta parte de su celibato, con todas las consecuencias sociales (1-9),
a explicar el motivo del castigo del pueblo (10-13) que un día, después de una total
destrucción (16-18), retornará a la patria (14-15), acompañado de las naciones
convertidas al yahvismo (19-21). Ese entrecruce de la destrucción y de la
edificación en la predicación de Jeremías no es ajeno al estilo del profeta y, por lo
mismo, no obliga por si solo a considerarlo como no auténtico.

Muy probablemente en una época de su vida, en que un Jeremías joven aún no


podía pensar con ilusión en un matrimonio próximo, recibe el profeta la orden
divina de mantenerse célibe y renunciar a tener hijos e hijas. Imposición de un
gran sacrificio, sobre todo teniendo en cuenta el perspectiva de desgracia y aun de
castigo que el AT daba a la falta de descendencia, tanto mas valorada cuanto mas
numerosa. Sacrificio impuesto por Yahvé con carácter simbólico que recuerda
afirmaciones del NT (Lc 23,29; 1Cor 7,29): para nada servía en esta ocasión tener
hijos, ya que todos habían de morir de muerte violenta y sufrir sin ser previamente
llorados, la afrenta de quedar no sepultados29.

1.5. La Castidad y El Celibato en el Nuevo Testamento

27 AA.VV. Enciclopedia de la Biblia 2º Volumen. Barcelona: Garriga, 1963. p.262.

28 AA.VV. La Sagrada Escritura, Texto y comentario. Antiguo Testamento T.III. Madrid: BAC, 1970,
p.209.

29 AA.VV. La Sagrada Escritura, Texto y comentario. Antiguo Testamento T.V. Madrid: BAC, 1970, p.501.
En el NT la palabra castidad pierde su razón ritual de pureza legal y cultica, en
gran parte para adquirir un significado más interno y espiritual. Tres palabras
griegas traduce la vulgata con los vocablos castus y castitas30: 1. “egkrateia”: (Cf Hch
24,25; Gal 5,23; 2 Pe 1,6; 1 Cor 7,9; 9,25; Tit 1,8), semeja según las diversas
acepciones de la vulgata a continencia y abstinencia, e indica el hombre que es
dueño de si mismo y principalmente de los apetitos carnales. 2. “semnotes,
semnos”:castitas, castus, otras veces traduce “pudicus, gravitas”: comportamiento
digno y mesurado en cualquier circunstancia (Cf Flp 4,8; 1 Tim 3, 8; Tit 2,2.7; 3,4).
3. “agnos, agneía”: son las palabras mas uniformemente traducidas por castus y
castitas. La diversas acepciones de estas palabras en el NT pueden reducirse a estas:
honradez, ejemplaridad, integridad, caballerosidad, sin tacha; cualidades fundadas
en la peculiar condición del cristiano y templo de Espíritu Santo (Cf 1 Cor 6, 15-19),
y estarán conmensurados por la función que desempeñe el cristiano, quien juzga y
corrige, ha de ser de una conducta y costumbres ejemplares (Cf 1 Tim 5,22; 4,12) a
las circunstancias en las que se encuentre (Cf 1 Tim 4,12; 5,2; Tit 2,5; Flp 4,8).

Aunque todas las anteriores expresiones paulinas, sean más o menos genéricas, no
obstante, en su extensión se halla incluido el concepto de castidad y de pureza,
inmensamente superior al del AT. El grado más sublime de integridad se
compendia en 2 Cor 11,2: “Porque os celo con celo de Dios, pues os he desposado a un
solo marido para presentaros a Cristo como casta virgen”. Debe pues ser de tal modo la
honradez, la integridad y la caballerosidad del cristiano que sea para Cristo lo
mismo que una virgen intachable para su marido.

El judaísmo condena el celibato como contrario al mandamiento divino (Gen 1,28).


Ser eunuco tenía una connotación negativa en la tradición de Israel. Los animales
castrados eran considerados impuros (Lev 22.24), y los hombres eunucos no
podían participar en el culto. Los célibes son la primera categoría de personas
excomulgadas por el cielo. Sin embargo, algunos maestros de la ley llegan a
renunciar al matrimonio aduciendo como razón su plena dedicación a la ley. Aún
más en tiempo de Jesús, los esenios practican el celibato. La motivación es
importante: creen en la inminencia de la final intervención de Dios y están
convencidos de estar viviendo en los últimos días. La situación de emergencia
justifica el celibato. Este trasfondo ayuda a entender el más que probable celibato
de Juan Bautista, predicador de la inminencia del juicio escatológico.

Los textos de Mateo 19,10-12 y 19, 16-26, tienen un cierto paralelismo, invitan a una
renuncia que ha de ser voluntaria. Hacen referencia a la dificultad sobrehumana de
dicha renuncia. Concluyen con una explicación de las condiciones del seguimiento
y de la recompensan subsiguiente; y afirman que la renuncia es un don de Dios
(Mt 19,27-30). Dos ideas centrales del texto evangélico especialmente útiles para
iluminar la naturaleza y el sentido del voto de castidad. En primer lugar, se trata
30 AA.VV. Enciclopedia de la Biblia. V. 2. Barcelona: Garriga, 1963. p.183.
de una renuncia libre a algo legítimo “por el reino de los cielos”. El seguimiento
radical de Jesús también es posible en el matrimonio. En el celibato religioso no se
renuncia a algo malo y perverso. Si no es libre la renuncia, carece de todo valor
cristiano. Si toda la motivación no es haber descubierto el valor absoluto del Reino,
la opción por el celibato religioso es una insensatez sin sentido.

En segundo lugar, el celibato es un carisma, una gracia, un don. En el lenguaje


bíblico este carácter carismático que da expresado así: “No todos entienden este
lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido…Quien pueda entender que entienda”
(Mt 19,11-12). El olvido de este carácter carismático del celibato religioso ha sido la
causa de muchos dramas personales. La voluntad férrea y el entrenamiento
ascético no son suficientes para fundamentar una castidad religiosa integrada.

1.5.1. El Celibato, Don de Dios31

Al responder a las preguntas de los fariseos sobre el matrimonio y su


insolubilidad, Jesús se refirió al “principio” es decir, a su institución originaria por
parte del Creador. Puesto que sus interlocutores se remitieron a ley de Moisés, que
preveía la posibilidad del llamado “libelo de repudio”, El contesto: “Por la dureza
de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue
así”.(Mt 19,8).

Después de la conversación con los fariseos, los discípulos de Jesús se dirigieron a


El con las siguientes palabras: “Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible
es no casarse”. El les contestó: “No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido
dado. Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que
fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismo se han hecho tales por amor
del reino de los cielos. El que pueda entender que entienda”. (Cf. Mt 19,10-12). Las
palabras de Jesús, aluden sin duda, a una consciente y voluntaria renuncia al
matrimonio. Esta renuncia sólo es posible si supone una conciencia auténtica del
valor que constituye la disposición nupcial de la masculinidad y feminidad en el
matrimonio. Para que el hombre pueda ser plenamente consciente de lo que elige,
es decir de la continencia por el Reino, debe ser también plenamente consciente de
aquello a lo que renuncia (aquí se trata precisamente de la conciencia del valor en
sentido ideal; no obstante, esta conciencia es totalmente realista). Jesús de este
modo, exige ciertamente una opción madura. Lo comprueba, sin duda alguna, la
forma en que se expresa la llamada a la continencia por el Reino de los Cielos.

Pero no basta una renuncia plenamente consciente a dicho valor. A la luz de las
palabras de Jesús, se deduce que esta renuncia es a la vez una forma de afirmar ese
valor, en virtud del la cual la persona no casada se abstiene coherentemente,
siguiendo el consejo evangélico. Esto puede parecer una paradoja, pero es sabido
31 JUAN PABLO II. El celibato apostólico. Madrid: Ediciones Palabra, 1995. p.121
que numerosos enunciados del Evangelio, son acompañados de paradojas. Al
aceptar este significado de la llamada a la continencia por el Reino de los Cielos, se
concluye que la realización de esta llamada sirve también y particularmente para la
confirmación del significado nupcial del cuerpo humano en su masculinidad y
feminidad. Esta renuncia por cada una de las personas, hombres y mujeres, es, en
cierto sentido, indispensable, a fin de que el mismo significado nupcial del cuerpo
sea mas fácilmente reconocido en todo el ethos32 de la vida humana y sobre todo el
ethos de la vida conyugal y familiar.

Así pues, aunque la continencia por el Reino de los Cielos, virginidad y celibato,
orienta las vidas de las personas que eligen libremente al margen del camino
común de la vida conyugal y familiar, sin embargo, no queda sin significado para
esta vida, por su estilo, su valor y su autenticidad evangélica. No olvidemos que la
única clave para entender la sacramentalidad del matrimonio es el amor nupcial de
Cristo hacia la Iglesia (Cf Ef 5,22-23).de Cristo, Hijo de la Virgen, El cual era El
mismo virgen, esto es. “eunuco por el Reino de los Cielos”, en el sentido más
perfecto del término.

Si la continencia significa una renuncia “por el Reino de los Cielos”, esta renuncia
es a la vez una afirmación: la que se deriva del descubrimiento del “don”, esto es,
el descubrimiento, a la vez de una perspectiva de la realización personal de sí
mismo, atreves de un don sincero de si mismo. En esta renuncia no se puede ver en
algún modo la negación del matrimonio; mas bien por el contrario la continencia
sirve indirectamente para poner de relieve lo que en la vocación conyugal es eterno
y mas profundamente personal, lo que en dimensiones de temporalidad
corresponde a la dignidad de la entrega personal, vinculada al significado nupcial
del cuerpo en su masculinidad y feminidad.

1.5.2. Los Eunucos33

El término hebreo deriva del acádico, “el que está a la cabeza” y designaba los
funcionarios regios en las cortes extranjeras: Babilonia, Egipto, Persia (Gn 37.36;
39,1; 40, 2-7; 2Re 18,17; Dn 18,17; 20,18; 20,18; Jer 39,3.13. Cf Act 8,27) Llego a
significar el hombre de confianza del rey. Como los encargados del harén real eran
hombres castrados, después se dio el nombre de eunucos a otros empleados
cortesanos sin que fueran fisiológicamente. Tanto en Israel como fuera de él,
aparecen con tal denominaciones militares, embajadores (1Sm 8,15, 1Re 22,9; 2Re

32 Comportamiento, costumbre. Carácter en el modo de ser adquirido. El ethos no es sino la estructuración
unitaria y concreta de los hábitos de cada persona. En : LOPEZ ARANGUREN, José Luís. Ética. Madrid:
Alianza Editorial, 1995. y “Ética” Microsoft Encarta 2006. Microsoft Corporation 2005.

33 AA.VV. Enciclopedia de la Biblia. V. 3. Barcelona: Garriga, 1963. p.267.


8,6; 9,32) etc., de algunos de los cuales, como el Putifar de la historia de José, se
dice expresamente que era casado.

En el sentido propio de evirados, algunos textos legales los excluían de la


comunidad y del culto israelita ( Dt 23, 2-9; Cf. Lv 20,18) al considéralos como
negación del precepto de la fecundidad, idea que persistió en el judaísmo
postbíblico, que hizo del “creced y multiplicaos” un precepto que incumbía a
todos y a cada uno de los individuos. Sin embargo, algunos textos del AT, que
revelan una mayor espiritualización, hacen al eunuco heredero de las promesas
divinas de salud: Que no diga el eunuco: yo soy un árbol seco; porque así dice
Yahve: Yo os daré en mi casa poder y nombre mejor que hijos e hijas” (Is 56, 3-5);
dicho también, como la estéril, el eunuco, que no ha obrado maldad, porque le
será otorgado un especial galardón y un puesto preeminente en la casa del Señor
(Sb 3,14).
La castración de hombres como de animales esta prohibida como negación de la
vida y en los pasaje mencionados se trata de la impotencia natural o congénita y no
por intervención quirúrgica alguna. Jamás se dio en la religión nada semejante a
los cultos asiáticos de Cibeles Attis y Artemis.

En el NT, Jesús distingue tres tipos de eunucos: los que lo son de nacimiento, los
que han sufrido una intervención violenta y aquellos que “se castraron a si mismo
por el Reino de los Cielos” (Mt 19,12); esta tercera categoría tiene evidentemente un
sentido figurado de vivir como eunucos, renunciando a las satisfacciones y
preocupaciones del sexo y el matrimonio, para poder entregarse de lleno a las
exigencias del Reino de los Cielos.

1.5.3. Celibato Apostólico en la Primera Carta a los Corintios34

San Pablo, explicando en el capítulo séptimo de su primera Carta a los Corintios la


cuestión del matrimonio y la virginidad, es decir, la continencia por el Reino de los
Cielos, trata de motivar la causa por quien se elige el matrimonio hace “bien” y
quien decide, en cambio, una vida de continencia, o sea la virginidad, hace
“mejor”. “Digoos, pues hermanos, que el tiempo es corto. Sólo queda que los que tiene
mujer vivan como si no la tuvieran…” y también los que compran como si no poseyesen, y
los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen, porque pasa la apariencia de este
mundo. Yo os querría libres de cuidados…” (1Cor 7,29, 30-32; Cf 1Cor 25-40).

34 Quien más que JUAN PABLO II, para explicarnos y hacer comprender el celibato, como lo hace en su
libro, “El celibato Apostólico”. Madrid: Ediciones Palabra, 1995 donde recoge su catequesis sobre la
resurrección de la carne y la virginidad cristiana, explicita el significado de un aspecto aparentemente
paradójico del cristianismo, que sublima el valor del cuerpo y de la sexualidad humana en el dogma de la
resurrección de la carne y en el sacramento del matrimonio y, a la vez, señala el valor superior del celibato por
el Reino de Dios.
Las últimas palabras del texto citado, demuestran que Pablo parte y se refiere a su
propia experiencia, y de este modo su argumentación se hace más personal. No
sólo formula el principio y trata de motivarlo, sino que lo enlaza con reflexiones y
convicciones nacidas de la práctica del consejo evangélico del celibato. El Apóstol
no sólo escribe a sus corintios: “Quisiera que todos los hombres fuesen como yo”
(1Cor 7,7), sino que va mas adelante y refiriéndose a los hombres que contraen
matrimonio escribe: “Pero tendréis así que estar sometidos a la tributación de la
carne, que quisiera yo ahorraos” (1Cor 7,28). Por lo demás, esta convicción
personal la había expresado ya en las primeras palabras del capítulo séptimo de
dicha Carta, refiriéndose, si bien para modificarla, esta opinión de los corintios:
“Comenzando a tratar lo que me habéis escrito, bueno es al hombre no tocar
mujer… (1Cor 7,1)
Pablo escribe sobre las tribulaciones del cuerpo, que esperan los casados. ¿Será un
aversión personal de Pablo hacia el matrimonio? En esta observación realista hay
que ver una advertencia justificada a quienes, como a veces piensan los jóvenes la
unión y convivencia conyugal han de proporcionarles sólo felicidad y gozo. La
experiencia de la vida demuestra que no rara vez los cónyuges quedan
desilusionados respecto de lo que esperaban. El gozo de la unión lleva consigo
también las tribulaciones de naturaleza moral. El verdadero amor conyugal, es al
mismo tiempo un amor difícil.

Jesús, en sus palabras sobre la continencia por el reino de Dios, de ningún modo se
propone encausar a los oyentes hacia el celibato o la virginidad cuando les señala
las tribulaciones del matrimonio. Más bien se advierte de algunos aspectos
penosos de la opción por la continencia: tanto razones sociales, como razones de
naturaleza personal inducen a Jesús a decir que se hace eunuco, el hombre que
toma tal decisión, es decir, el hombre que abraza voluntariamente la continencia.
Pero precisamente gracias a esto resalta con claridad todo el significado subjetivo y
la grandeza y excepcionalidad de una tal decisión: el significado de una respuesta
madura a un don especial del Espíritu.

No entiende de otro modo el consejo de la continencia San Pablo en la Carta a los


Corintios, pero lo expresa de modo diferente: “Dígoos, pues, hermanos, que el
tiempo es corto…”(1Cor 7,29), y un poco más adelante: “pasa la apariencia de este
mundo…”(7,31). Esta prueba sobre la caducidad de la existencia humana y el
carácter pasajero del mundo temporal y el carácter accidental de cuanto ha sido
creado, deben llevar a que los que tiene mujer vivan como sino la tuvieran (1Cor
7,29; cf 7,31), y prepara el terreno al mismo tiempo a la enseñanza sobre la
continencia. Pues en el centro de su razonamiento pone Pablo la frase-clave que
puede relacionarse con el enunciado por Cristo, que es único en su género, sobre el
tema de la continencia por el reino de Dios (Cf Mt 19,12).

Mientras Jesús pone de relieve la magnitud de la renuncia inseparable de tal


decisión, Pablo muestra sobre todo como hay que entender el Reino de Dios, en la
vida de un hombre que ha renunciado al matrimonio por el Reino. Y mientras el
triple paralelismo de lo enunciado por Jesús alcanza su punto culminante en el
verbo que indica la grandeza de la renuncia asumida voluntariamente (“hay
eunucos que a sí mismos se han hechos tales por amor del Reino de los cielos” Mt
19,12), Pablo define la situación con una sola palabra: “no casado” (ágamos); en
cambio, más adelante incluye todo el contenido de la expresión “Reino de los
cielos” en una síntesis espléndida cuando dice: “El célibe se cuida de las cosas del
Señor; de cómo agradar al Señor” (1Cor 7,23).

En el enunciado de Pablo, quien no está casado se preocupa de las cosas del Señor.
Con esta expresión concisa Pablo abarca la realidad objetiva completa del Reino de
Dios. El objeto del interés del cristiano es el mundo entero. Pero Pablo con el
nombre “Señor” califica en primer lugar a Jesucristo, y por tanto cosas del Señor
quiere decir ante todo el Reino de Cristo, su Cuerpo que es la Iglesia y cuanto
contribuye al crecimiento de está. De todo ello se preocupa el hombre no casado, y
por ello, siendo Pablo “Apóstol de Jesucristo” (1Cor 1,1), escribe a los corintios:
“Quisiera yo que todos los hombres fueran como yo” (1Cor 7,7).

Sin embargo, el celo apostólico y la actividad más eficaz, tampoco agotan el


contenido de la motivación paulina de la continencia. Incluso podría decirse que su
raíz y fuente se encuentra en la segunda parte del párrafo que muestra la realidad
subjetiva del Reino de Dios. “El que no esta casado se preocupa… de cómo agradar
al Señor”. Esta confrontación abarca todo el campo de la relación personal del
hombre con Dios. “Agradar a Dios” es sinónimo de vida en gracia de Dios y
expresa la actitud de quien busca a Dios, o sea, de quien se comporta según su
voluntad para serle agradable, quien complace a Dios no puede encerrarse en sí
mismo, sino abrirse al mundo cuanto hay que llevar de nuevo a Cristo.

“Agradar al Señor” tiene por trasfondo el amor, quien no está casado se cuida de
agradar a Dios, mientras que el hombre casado debe procurar también contentar a
la mujer. Aparece así el carácter nupcial de la continencia por el Reino de Dios. El
hombre procurar agradar siempre a la persona amada. El “agradar a Dios” no
carece por tanto de este carácter que distingue la relación interpersonal de esposos.
Por una parte, es un esfuerzo del hombre que tiende a Dios y procura complacerle,
o sea, expresar prácticamente el amor; por otra parte esta aspiración corresponde al
agrado de Dios, que acoge los esfuerzos del hombre y corona su obra dándole una
gracia nueva: de hecho desde el principio esta aspiración ha sido don de Dios.
Cuidarse de agradar a Dios, es pues, una aportación del hombre al diálogo
continuo de salvación entablado por Dios, todo cristiano que vive de fe toma parte
de este diálogo.

Pablo observa que el hombre ligado con vínculo matrimonial “esta dividido”
(1Cor 7,34) a causa de sus deberes familiares (Cf 1Cor 7,34). Por consiguiente, de
aquí parece desprenderse que la persona no casada debería caracterizarse por una
integración interior, una unificación, que le permitiría dedicarse enteramente al
servicio del Reino de Dios en todas sus dimensiones. Esta actitud presupone la
abstención del matrimonio, exclusivamente por el Reino de Dios, y una vida
dedicada sólo a este fin. En caso contrario también puede entrar furtivamente la
división en la vida de persona no casada, que al verse privada de la vida
matrimonial por una parte, y por otra, de una meta clara por la renuncia ésta,
podría encontrarse ante cierto vacío.

El Apóstol parece conocer bien todo esto, y se apresura a puntualizar que no quiere
tender un lazo a quien aconseja no casarse, sino que lo hace para encaminarlo a lo
que es digno y lo mantiene unido al Señor sin distracciones (Cf. 1Cor 7,35). El no
casado estando unido al Señor, puede tener la certeza de que sus dificultades serán
comprendidas: “Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse
de nuestras flaquezas, antes fue probado en todo igual que nosotros, excepto en el
pecado” (Heb. 4,15). Esto permite a la persona no casada englobar sus eventuales
problemas sus eventuales problemas personales en la gran corriente de los
sufrimientos de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia, en vez de sumergirse
exclusivamente en ellos. Pablo enseña como se puede estar unido al Señor, esto se
llega alcanzar aspirando a permanecer con El de continuo, a gozar de su presencia,
sin darse distraer por las cosas que no son esenciales.

Pablo en este capitulo de la Carta de los Corintios, trata de los problemas del
matrimonio y del celibato o virginidad de modo sumamente humano y realista,
teniendo en cuenta la mentalidad de sus destinatarios de Corinto, con otro mundo
y con otra jerarquía valores, distinto de aquel al que llegaron por primera vez las
palabras pronunciadas por Jesús.

Si con su doctrina sobre el matrimonio y la continencia Pablo hace referencia


también a la caducidad del mundo y de la vida humana en él, lo hace sin duda
aplicándolo a un ambiente que en cierta manera estaba orientado de modo
pragmático al uso del mundo. Bajo está punto de vista es muy significativo su
llamamiento a los que disfrutan del mundo para que lo hagan como si no lo
disfrutaran plenamente. Del contexto inmediato se desprende que incluso el
matrimonio estaba concebido en este ambiente como un manera de disfrutar el
mundo, al contrario de cómo había sido en toda la tradición israelita. El Apóstol se
daba cuenta que al estimular a la abstención del matrimonio, al mismo tiempo
debía exponer un modo de entender el matrimonio que estuviera conforme con
toda la jerarquía evangélica de valores. Y había de hacerlo con realismo máximo, es
decir teniendo ante los ojos el ambiente a que se dirigía y las ideas y modos de
valorar las cosas que dominaban en él.

Ante hombres que vivían en un ambiente donde el matrimonio sobre todo era
considerado uno de los modos de usar del mundo, Pablo se pronuncia con
palabras significativas sobre la virginidad y el celibato, y también sobre el mismo
matrimonio: “A los no casados y a las viudas les digo que le es mejor permanecer
como yo. Pero si no pueden guardar continencia, cásense, que mejor es casarse que
abrasarse” (1Cor 7,89). Pareciera, según lo anterior, que el matrimonio fuera solo
un remedio para la concupiscencia, pero más adelante encontramos: “Quisiera yo
que todos los hombre fuesen como yo; pero cada uno tiene de Dios su propia
gracia: éste, una; aquel, otra” (1Cor 7,7).

Por lo tanto, incluso los que optan por el matrimonio y viven en él, reciben de Dios
un don, su don, es decir, la gracia propia de esta opción, de este modo de vivir, de
dicho estado. El don que reciben las personas que viven en el matrimonio es
distinto del que reciben las personas que viven en virginidad y han elegido la
continencia por el don propio, destinado a personas concretas, y especifico, o sea,
adecuado a su vocación de vida. Así pues, se puede decir que mientras en la
caracterización del matrimonio en su parte humana. El Apóstol pone muy de
relieve la motivación que tenía en cuenta la concupiscencia de la carne; y, a la vez y
con menor fuerza persuasiva, destaca se carácter sacramental y carismático. Con la
misma claridad con que ve la situación del hombre respecto de la concupiscencia
de la carne, ve también la acción de la gracia en cada hombre, en quien vive en el
matrimonio e igualmente en el que ha elegido voluntariamente la continencia,
teniendo presente que pasa la apariencia de este mundo.

2. MAGISTERIO Y DOCTRINA DE LA IGLESIA

En los últimos tiempos han sido frecuentes los documentos pontificios que, al
hablar del sacerdocio o de la virginidad, han recalcado el don del celibato y su
significado. “Los orígenes del celibato como norma de clérigos no son de pura ley
humana. Son evangélicos y vienen del consejo de Cristo. La ley eclesiástica del
celibato, para los que libremente quieran ser sacerdotes de la Iglesia, viene del
consejo de Cristo, sembrador del consejo casto; consejo que, si ha de ser para
alguno, lo es sobre todo para los llamados a la perfección, como los son los
sacerdotes”35.

2.1. Orígenes Históricos del celibato sacerdotal

Los verdaderos orígenes históricos del celibato sacerdotal no están en una


legislación arbitraria y tardía, nacida por coacción de la naturaleza, como alguno
suponen. Supone una situación anterior de deseo y de hecho, encontramos los
orígenes y causas del celibato de los clérigos en el consejo de Cristo, continuado
por el de Pablo, y reconocido por muchos Padres y autores en las visiones
apocalípticas de Juan. Este consejo de Cristo, predicado por los Apóstoles y
evangelistas e iluminado por los escritos del N.T. no podía dejar de influir en la
Iglesia.

2.1.1. La práctica de los Apóstoles

35 NICOLAU, S.I., Miguel. Ministros de Cristo, Sacerdocio y Sacramento del orden. Madrid: BAC, 1971,
p.385.
Es de creer que los Apóstoles, que anunciaban el Evangelio integro de Cristo, y que
le habían seguido a todas partes practicasen ellos mismos el consejo de la castidad.
Y aun en el caso de que provinieran algunos del estado de casados, como lo
sabemos de San Pedro (Mc 1,30), sin embargo, San Pablo parece indicar que los
Apóstoles vivían en continencia. En 1 de Cor 9,5 afirma de sí, que en sus correrías
apostólicas no llevaba “mujer hermana”; y describe la labor de los Apóstoles, y de
los parientes del Señor y de Cefas, como acompañados por “mujer hermana”.
Según el contexto de este capítulo, también a estas mujeres que acompañaban a los
Apóstoles deberían sostener los cristianos. En este contexto de pagar los gastos es
más creíble suponer que estas mujeres prestaban un servicio y un cuidado, como
empleadas domésticas, a los Apóstoles. Se trata según San Jerónimo, de mujeres
como aquellas que de su propio patrimonio servían al Señor.

Pablo ha renunciado a este servicio. Además en los viajes y correrías misioneras de


los Apóstoles no es fácil imaginar que fueran siempre acompañados siempre por la
misma mujer. Se cree que se trataba de cuidados y servicios en los sitios donde se
asentaban para la predicación. Así han interpretado este pasaje Clemente de
Alejandría, San Jerónimo y otros.

Aunque la expresión “mujer hermana” tuviera que aplicarse a las propias mujeres
de los Apóstoles, que estos llevarían consigo, el matiz de hermana parece
significar algo mas que cristiana, y cuadra plenamente a la continencia apostólica.
Tertuliano afirma esta continencia voluntaria en los Apóstoles, encontrando sólo a
Pedro como marido. Los demás Apóstoles, al no encontrarlos como maridos, tiene
que pensarse que son eunucos o continentes. Asimismo San Jerónimo piensa que,
estando escrito de un solo apóstol, Pedro que tuvo mujer, y habiéndose callado de
los demás, se ha de entender que no tenía esposas.

2.1.2. Primeros documentos sobre el celibato

El primer documento que se conoce estableciendo la ley del celibato para los
clérigos es el del Concilio Español de Elvira del año 305. Por lo que toca al Oriente y a
toda la Iglesia universal, poco tiempo después, el Concilio I Ecuménico de Nicea año
325, urgía la separación de las mujeres de las casas de los clérigos, fuera de
aquellas en quienes por parentesco no cabía sospecha. Está decisión, que ni
siquiera menciona a las propias mujeres de los clérigos para que puedan habitar
con ellos, deja suponer la existencia de una ley previa en contrario, que obliga al
celibato.

El Concilio de Ancira año 314, autorizaba al ministerio de los diáconos “que digan
que les conviene casarse, por no permanecer así”, si el obispo se lo permite; pero
esto mismo es un indicio de la ley general de continencia par los diáconos, y a
fortiori para los presbíteros y obispos. En el siglo IV es conocida la carta del Papa san
Siricio a Himerio, obispo de Tarragona del 10 de febrero del 385 urgiendo el celibato
de sacerdotes y diáconos. En el Concilio de Cartago año 39, fue admitida la
proposición del obispo Epígono, relativa a la castidad de los tres grados jerárquicos
sacramentales. San Jerónimo, escribe contra Vigilancio adversario del celibato, y en
todos sus escritos defiende esta costumbre o ley.

La ley del celibato siguió curso desde el siglo V al XII. La Iglesia Oriental no
permite el matrimonio a los que fueron ordenados presbíteros o diáconos.
Tampoco impone, como se imponía entre ellos los primeros siglos, la continencia
perfecta en presbíteros y diáconos casados con anterioridad a su ordenación. Esta
mitigación parece tener su origen en la leyes mas benignas de Justiniano I, que no
castigaba a los que, casados antes dela ordenación, no observaban la perfecta
continencia.

Posteriormente el Concilio de Constantinopla, parece que legitimo tal disciplina, si


bien es verdad que la Iglesia romana no aprobó tal concilio en general. El Concilio
Quinisesto de final del siglo VII, obliga al obispo de la Iglesia Griega a guardar el
celibato y permite al presbítero y diácono un solo matrimonio antes de la
ordenación.

En la Iglesia Occidental seguía urgiéndose el celibato. San Gregorio Magno da


testimonio de ellos en sus cartas, exigiendo la castidad y pidiendo preparación
para esta continencia. El Concilio de Letrán año 1123, se encuentra formulada
claramente la obligación del celibato para los ordenados, el concilio recalco las
decisiones anteriores, del concilio I de Nicea. El Concilio Ecuménico II de Letrán año
1139 volvió a insistir en los mismos principios y reglas; y decreto abiertamente que
los subdiáconos casados o concubinarios carezcan de oficio, asimismo decreto que
no se oyeran misas de los sacerdotes casados o concubinarios, insistiendo en lo ya
preceptuado por Gregorio VII y los Papas Urbano y Pascual.

El Concilio de Trento volverá a prohibir el matrimonio de los clérigos constituidos


en orden sagrada y a declarar inválidos tales matrimonios, defendiendo asimismo
la superioridad del estado de virginidad o de celibato sobre el matrimonio.
Bonifacio III (1294-1303), en su Decretal, incluía ya el voto de castidad que se emite
en la ordenación sagrada, voto que posteriormente se interpretó expresamente y
del que se hizo mención en varios documentos. El Derecho Canónico (canón 277 y
599) reafirmo la prescripción del celibato para los ordenados in sacris, de modo
que los que pequen contra la castidad son reos de sacrilegio.

2.1.3. La encíclica “Sacerdotalis caelibatus”

Este documento pontificio, del 214 de junio de 1967, reafirma las posiciones
conciliares y papales en torno al celibato sacerdotal, al mismo tiempo que declara
más y más las verdaderas razones para abrazarlo. En está encíclica aparece la plena
conciencia que tiene Pablo VI de las objeciones propuestas contra el celibato de los
sacerdotes.(n.5ss). Los sacerdotes son los llamados especialmente a captar el don
de Dios por las exigencias su perfección espiritual y por su vocación a difundir el
Reino. Pablo VI, por otra parte, tiene ante la vista las significativas y insignes
palabras de los Santos Padres y de los ascetas de apología del celibato, y el
ejemplo de tantos subdiáconos, diáconos, presbíteros, obispos, religiosos, vírgenes,
laicos…que con cierta facilidad lo llevan y ofrecen un espectáculo admirable,
porque es un indicio del Espíritu de Dios (n.13).

La parte principal de la encíclica estudia y propone los valores espirituales que son
motivos o razones para el celibato del sacerdote, presenta su significado
cristológico (n.19-25), eclesiológico (n.26-32), y escatológico (n.33-34).La verdadera
razón del celibato es una unión intima con Jesús y con la Iglesia y un mayor
servicio a los hombres; por el celibato no se perderán los valores personales,(n.54).
El celibato no exige que se ignore el apetito sexual, sino que con claro conocimiento
de ello, con dominio y con ánimo elevado, el sacerdote da a Jesús lo que pide. Y
por ello el celibato contribuye una plenitud del hombre (n.55ss). Pablo VI, a
continuación, se ocupa de la formación para el celibato (n.60-72) y propone
diferentes consejos prácticos para el sacerdote (n.73-99).

2.2. El Vaticano II

El concilio confirmo esta ley eclesiástica, urgiéndola aún para los jóvenes que
aspiren al diaconado permanente (Lumen Gentium n.29) procurando la sana
educación para la castidad en los candidatos al sacerdocio y proponiéndole sólidos
motivos para ella ((Optatam totius n.19); asimismo ensalzando la consagración a
Jesucristo y el testimonio escatológico que ofrecen los presbíteros del rito
occidental ( Presbyterorum ordinis n.16).

Este santo concilio dice: “aprueba de nuevo y confirma esta legislación, en cuanto
se refiere a los que se destinan al presbiterado, confiando en el Espíritu que el don
del celibato, tan conveniente al sacerdocio del Nuevo Testamento, lo otorgará
liberalmente el Padre, con tal que lo pidan con humildad y constancia los que por
el sacramento del orden participan del sacerdocio de Cristo, y más si aún si lo pide
toda la Iglesia” (Presbytetorum ordinis n.16c).

El concilio, donde reside la autoridad plena y suprema de la Iglesia, así como el


Romano Pontífice, sujeto de la misma autoridad, no creen proceder tiránicamente
ni violentar la naturaleza al exigir el celibato a los que libremente quieren servir a
la Iglesia en el Sacerdocio. La razón es que confían en el espíritu que Dios
comunicará libremente a los que pidan este don de la perfecta continencia, tan
conveniente al sacerdote que quiere cumplir su cometido con toda perfección. Y
todavía más si se asocia con la oración de toda la Iglesia.

2.3. Catecismo de la Iglesia Católica

2.3.1. La vocación a la castidad (N.2337)


La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la
unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se
expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y
verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el
don mutuo entero y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer. La virtud de la
castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la integralidad del don.

2.3.1.1. La integridad de la persona (N. 2338-45)

La persona casta mantiene la integridad de las fuerzas de vida y de amor


depositadas en ella. Esta integridad asegura la unidad de la persona; se opone a
todo comportamiento que la lesionaría. No tolera ni la doble vida ni el doble
lenguaje (Cf. Mt 5,37). La castidad comporta un aprendizaje del dominio de sí, que
es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre
controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace
desgraciado (Cf. Si 1,22). "La dignidad del hombre requiere, en efecto, que actúe
según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente
desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera
coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberándose de toda
esclavitud de las pasiones, persigue su fin en la libre elección del bien y se procura
con eficacia y habilidad los medios adecuados" (GS 17).

El que quiere permanecer fiel a las promesas de su bautismo y resistir las


tentaciones debe poner los medios para ello: el conocimiento de sí, la práctica de
una ascesis adaptada a las situaciones encontradas, la obediencia a los
mandamientos divinos, la práctica de las virtudes morales y la fidelidad a la la
oración. "La castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad que habíamos
perdido dispersándonos" (S. Agustín, conf. 10,29; 40).

La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que


tiende a impregnar de razón las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana.
El dominio de sí es una obra que dura toda la vida. Nunca se la considerará
adquirida de una vez para siempre. Supone un esfuerzo repetido en todas las
edades de la vida (cf Tt 2,1-6). El esfuerzo requerido puede ser más intenso en
ciertas épocas, como cuando se forma la personalidad, durante la infancia y la
adolescencia. La castidad tiene unas leyes de crecimiento; éste pasa por grados
marcados por la imperfección y, muy a menudo, por el pecado. "Pero, el hombre,
llamado a vivir responsablemente el designio sabio y amoroso de Dios, es un ser
histórico que se construye día a día con sus opciones numerosas y libres; por esto
él conoce, ama y realiza el bien moral según las diversas etapas de crecimiento" (FC
34).

La castidad representa una tarea eminentemente personal; implica también un


esfuerzo cultural pues "el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la
sociedad misma están mutuamente condicionados" (GS 25,1). La castidad supone
el respeto de los derechos de la persona, en particular, el de recibir una información
y una educación que respeten las dimensiones morales y espirituales de la vida
humana. La castidad es una virtud moral. Es también un don de Dios, una gracia,
un fruto de la obra espiritual (Cf. Gál 5,22). El Espíritu Santo concede, al que ha
sido regenerado por el agua del bautismo, imitar la pureza de Cristo (Cf. 1 Jn 3,3).

2.3.1.2. La integralidad del don de sí (2346-47)

La caridad es la forma de todas las virtudes. Bajo su influencia, la castidad aparece


como una escuela de donación de la persona. El dominio de sí está ordenado al
don de sí mismo. La castidad conduce al que la practica a ser ante el prójimo un
testigo de la fidelidad y de la ternura de Dios. La virtud de la castidad se desarrolla
en la amistad. Indica al discípulo cómo seguir e imitar al que nos eligió como sus
amigos (cf. Jn 15,15), se dio totalmente a nosotros y nos hace participar de su
condición divina. La castidad es promesa de inmortalidad. La castidad se expresa
especialmente en la amistad con el prójimo. Desarrollada entre personas del mismo
sexo o de sexos distintos, la amistad representa un gran bien para todos. Conduce a
la comunión espiritual.

2.3.1.3. Los diversos regímenes de la castidad (2348-50)

Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha "revestido de Cristo"


(Gal 3,27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una
vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el
cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad. La castidad "debe
calificar a las personas según los diferentes estados de vida: a unas, en la
virginidad o en el celibato consagrado, manera eminente de dedicarse más
fácilmente a Dios solo con corazón indiviso; a otras, de la manera que determina
para ellas la ley moral, según sean casadas o celibatarias" (CDF, decl. "Persona
humana" 11). Las personas casadas son llamadas a vivir la castidad conyugal; las
otras practican la castidad en la continencia.

Existen tres formas de la virtud de la castidad: una de los esposos, otra de las
viudas, la tercera de la virginidad. No alabamos a una con exclusión de las otras.
En esto la disciplina de la Iglesia es rica (S. Ambrosio, vid. 23). Los novios están
llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un
descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la
esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del
matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben
ayudarse mutuamente a crecer en la castidad.

2.3.1.4. Las ofensas a la castidad (2351-56)


La lujuria es un deseo o un goce desordenados del placer venéreo. El placer sexual
es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las
finalidades de procreación y de unión.

Por la masturbación se ha de entender la excitación voluntaria de los órganos


genitales a fin de obtener un placer venéreo. "Tanto el Magisterio de la Iglesia, de
acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han
afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y
gravemente desordenado". "El uso deliberado de la facultad sexual fuera de las
relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el motivo
que lo determine". Así, el goce sexual es buscado aquí al margen de "la relación
sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro
de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor
verdadero" (CDF, decl. "Persona humana" 9). Para emitir un juicio justo sobre la
responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de
tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el
estado de angustia u otros factores síquicos o sociales que pueden atenuar o tal vez
reducir al mínimo la culpabilidad moral.

La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del


matrimonio. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la
sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos así como a la
generación y educación de los hijos. Además, es un escándalo grave cuando se da
corrupción de menores. La pornografía consiste en dar a conocer actos sexuales,
reales o simulados, fuera de la intimidad de los protagonistas, exhibiéndolos ante
terceras personas de manera deliberada. Ofende la castidad porque desnaturaliza
la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican
a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno viene a ser para otro objeto
de un placer rudimentario y de una ganancia ilícita. Introduce a unos y a otros en
la ilusión de un mundo ficticio. Es una falta grave. Las autoridades civiles deben
impedir la producción y la distribución de material pornográfico.

La prostitución atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, reducida


al placer venéreo que se saca de ella. El que paga peca gravemente contra sí mismo:
quebranta la castidad a la que lo comprometió su bautismo y mancha su cuerpo,
templo del Espíritu Santo (cf. 1 Co 6, 15-20). La prostitución constituye una lacra
social. Habitualmente afecta a las mujeres, pero también a los hombres, los niños y
los adolescentes (en estos dos últimos casos el pecado entraña también un
escándalo). Es siempre gravemente pecaminoso dedicarse a la prostitución, pero la
miseria, el chantaje, y la presión social pueden atenuar la imputabilidad de la falta.

La violación es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona.


Atenta contra la justicia y la caridad. La violación lesiona profundamente el
derecho de cada uno al respeto, a la libertad, a la integridad física y moral. Produce
un daño grave que puede marcar a la víctima para toda la vida. Es siempre un acto
intrínsecamente malo. Más grave todavía es la violación cometida por parte de los
padres (cf. incesto) o de educadores con los niños que les están confiados.

2.3.1.5. Castidad y homosexualidad (2357-59)

La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que


experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del
mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su
origen síquico permanece ampliamente inexplicado. Apoyándose en la Sagrada
Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf. Gn 19,1-29; Rm 1,24-27;
1 Co 6,10; 1 Tm 1,10), la Tradición ha declarado siempre que "los actos
homosexuales son intrínsecamente desordenados" (CDF, decl. "Persona humana"
8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No
proceden de una complementariedad afectiva y sexual verdadera. No pueden
recibir aprobación en ningún caso.

Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales


profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye
para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto,
compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación
injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y,
si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor, las dificultades que
pueden encontrar a causa de su condición. Las personas homosexuales están
llamadas a la castidad. Mediante las virtudes de dominio, educadoras de la
libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la
oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente
a la perfección cristiana.

2.3.2. El Noveno Mandamiento (2514-17)

San Juan distingue tres especies de codicia o concupiscencia: la concupiscencia de


la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (f 1 Jn 2,16).
Siguiendo la tradición catequética católica, el noveno mandamiento proscribe la
concupiscencia de la carne; el décimo prohíbe la codicia del bien ajeno. En sentido
etimológico, la "concupiscencia" puede designar toda forma vehemente de deseo
humano. La teología cristiana le ha dado el sentido particular del movimiento del
apetito sensible que contraría la obra de la razón humana. El apóstol S. Pablo la
identifica a la lucha que la "carne" sostiene contra el "espíritu" (cf. Gal 5,16.17.24; Ef
2,3). Procede de la desobediencia del primer pecado (Gn 3,11). Trastorna las
facultades morales del hombre y, sin ser una falta en sí misma, le inclina a cometer
pecados (cf. Cc Trento: DS 1515).

En el hombre, por que es un ser compuesto de espíritu y cuerpo, existe cierta


tensión, tiene lugar una lucha de tendencias entre el "espíritu" y la "carne". Pero, en
realidad, esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una consecuencia de él,
y al mismo tiempo una confirmación. Forma parte de la experiencia cotidiana del
combate espiritual: Para el Apóstol no se trata de discriminar o condenar el cuerpo,
que con el alma espiritual constituye la naturaleza del hombre y su subjetividad
personal, sino que trata de las obras -mejor dicho, de las disposiciones estables-,
virtudes y vicios, moralmente buenas o malas, que son fruto de sumisión (en el
primer caso) o bien de resistencia (en el segundo caso) a la acción salvífica del
Espíritu Santo. Por ello el apóstol escribe: "si vivimos según el Espíritu, obremos
también según el Espíritu" (Gál 5,25) (Juan Pablo II, DeV 55).

2.3.2.1. La purificación del corazón (2517-19)

El corazón es la sede de la personalidad moral: "de dentro del corazón salen las
intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones" (Mt 15,19). La lucha contra
la codicia de la carne pasa por la purificación del corazón:

Mantente en la simplicidad, la inocencia y serás como los niños pequeños que


ignoran el mal destructor de la vida de los hombres (Hermas, mand. 2,1).

La sexta bienaventuranza proclama: "Bienaventurados los limpios de corazón


porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8). Los "corazones limpios" designan a los que han
ajustado su inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios,
principalmente en tres dominios: la caridad (cf. 1 Tm 4,3-9; 2 Tm 2,22), la castidad o
rectitud sexual (cf. 1 Ts 4,7; Col 3,5; Ef 4,19), el amor de la verdad y la ortodoxia de
la fe (cf. Tt 1,15; 1 Tm 3-4; 2 Tm 2, 23-26). Existe un vínculo entre la pureza del
corazón, del cuerpo y de la fe: Los fieles deben creer los artículos del Símbolo "para
que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciéndole, vivan bien; viviendo bien,
purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen" (S.
Agustín, fid. et symb. 10,25).

A los "limpios de corazón" se les promete que verán a Dios cara a cara y que serán
semejantes a él (cf. 1 Co 13,12; 1 Jn 3,2). La pureza de corazón es el preámbulo de la
visión. Ya desde ahora esta pureza nos concede ver según Dios, recibir a otro como
un "prójimo"; nos permite considerar el cuerpo humano, el nuestro y el del
prójimo, como un templo del Espíritu Santo, una manifestación de la belleza
divina.

2.3.2.2. El combate por la pureza (2520-27)

El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los


pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la
carne y los apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue

- mediante la virtud y el don de la castidad, pues la castidad permite amar con un


corazón recto e indiviso,
- mediante la pureza de intención, que consiste en buscar el fin verdadero del
hombre: con un ojo simple el bautizado se afana por encontrar y realizar en todo la
voluntad de Dios (cf. Rm 12,2; Col 1,10);

- mediante la pureza de la mirada exterior e interior; mediante la disciplina de los


sentidos y la imaginación; mediante el rechazo de toda complacencia en los
pensamientos impuros que inclinan a apartarse del camino de los mandamientos
divinos: "la vista despierta la pasión de los insensatos" (Sb 15,5);

- mediante la oración:

“Creía que la continencia dependía de las propias fuerzas, las cuales no sentía en
mí; siendo tan necio que no entendía lo que estaba escrito (Sb 8,21): que nadie
puede ser continente, si tú no se lo das. Y cierto que tú me lo dieras, si con interior
gemido llamase a tus oídos, y con fe sólida arrojase en ti mi cuidado” (S. Agustín,
conf. 6, 11,20).

La pureza exige el pudor. Este es una parte integrante de la templanza. El pudor


preserva la intimidad de la persona. Designa la negativa a mostrar lo que debe
permanecer oculto. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena
las miradas y los gestos según la dignidad de las personas y de su unión.

El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y a


la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones del
don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer entre sí. El pudor es
modestia, inspira la elección del vestido. Mantiene el silencio o la reserva donde se
adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en discreción. Existe un
pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo. Este pudor rechaza,
por ejemplo, los exhibicionismos del cuerpo humano propios de cierta publicidad
o las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública toda
confidencia íntima. El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir a las
solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías dominantes. Las formas
que adquiere el pudor varían de una cultura a otra. Sin embargo, en todas partes
constituye la intuición de una dignidad espiritual propia al hombre. Nace con el
despertar de la conciencia del sujeto. Educar en el pudor a niños y adolescentes es
despertar en ellos el respeto de la persona humana.

La pureza cristiana exige una purificación del clima social. Obliga a los medios de
comunicación social a una información cuidadosa del respeto y de la discreción. La
pureza de corazón libera del erotismo difuso y aparta de los espectáculos que
favorecen el exhibicionismo y la ilusión. Lo que se llama permisividad de las
costumbres se basa en una concepción errónea de la libertad humana; para
edificarse, ésta necesita dejarse educar previamente por la ley moral. Conviene
pedir a los responsables de la educación que impartan a la juventud una enseñanza
respetuosa de la verdad, de las cualidades del corazón y de la dignidad moral y
espiritual del hombre.

"La buena nueva de Cristo renueva continuamente la vida y la cultura del hombre
caído; combate y elimina los errores y males que brotan de la seducción, siempre
amenazadora, del pecado. Purifica y eleva sin cesar las costumbres de los pueblos.
Con las riquezas de lo alto fecunda, consolida, completa y restaura en Cristo, como
desde dentro, las bellezas y cualidades espirituales de cada pueblo o edad" (GS
58,4).

2.4. Decreto Perfectae Caritatis, sobre la renovación de la vida religiosa n. 12

La castidad "por el Reino de los cielos", que profesan los religiosos, debe ser
estimada como un singular don de la gracia. Ella libera de modo especial el
corazón del hombre para que se inflame más en el amor a Dios y a todos los
hombres, y es, por lo mismo, signo peculiar de los bienes celestiales y medio
aptísimo para que los religiosos se dediquen con alegría al servicio divino y a las
obras de apostolado. Evocan así ellos ante todos los cristianos aquel maravilloso
connubio instituido por Dios y que habrá de tener en el siglo futuro su plena
manifestación, por el que la Iglesia tiene a Cristo como único Esposo.

Es, pues, necesario que los religiosos, celosos por guardar fielmente su profesión,
se fíen de la palabra del Señor y sin presumir de sus propias fuerzas pongan su
confianza en el auxilio divino y practiquen la mortificación y la guarda de los
sentidos. No omitan tampoco los medios naturales, que favorecen la salud del
alma y del cuerpo. Así, los religiosos no se dejarán impresionar por las falsas
doctrinas, que presentan la continencia perfecta como imposible o como algo
perjudicial al perfeccionamiento del hombre, y rechazarán, como por instinto
espiritual, cuanto pone en peligro la castidad. Tengan, además, presenta todos,
principalmente los Superiores, que habrá mayor seguridad en la guarda de la
castidad cuando reine en la vida común un verdadero amor fraterno.

Mas porque la guarda de la continencia perfecta toca íntimamente las más


profundas inclinaciones de la naturaleza humana, no se presenten los candidatos a
ella sino después de haber sido suficientemente probados y de haber logrado la
debida madurez psicológica y afectiva. Y no sólo han de ser advertidos de los
peligros que acechan contra la castidad, sino de tal manera instruidos, que abracen
el celibato consagrado a Dios incluso como un bien de toda la persona.
2.5. La vida consagrada: “El reto de la Castidad Consagrada”
Este documento de Juan Pablo II en su numeral 88 habla del reto de la castidad
consagrada, específica que la primera provocación o desafío proviene de una
cultura hedonística que deslinda la sexualidad de cualquier norma moral objetiva,
reduciéndola frecuentemente a mero juego y objeto de consumo, transigiendo, con
simplicidad de los medios de comunicación social, con una especie de idolatría del
instinto, con consecuencias notables, y faltas de todo tipo, a las que siguen
innumerables daños psíquicos y morales para las personas y las familias.
La contestación de la vida consagrada consiste ante todo en la práctica gozosa de la
castidad perfecta, como testimonio de la fuerza del amor de Dios en la fragilidad
de la condición humana. La persona consagrada manifiesta con su vida que lo que
muchos creen imposible es posible y verdaderamente liberador con la gracia del
Señor Jesús. Este testimonio es necesario hoy más que nunca precisamente porque
es algo incomprensible en nuestro tiempo. Es un testimonio que se ofrece a cada
persona, para manifestar que la fuerza del amor de Dios puede obrar grandes cosa
precisamente en las vicisitudes del amor humano, que trata de satisfacer una
creciente necesidad de transparencia interior en las relaciones humanas.
Se hace urgente que la vida consagrada presente al mundo de hoy ejemplos de una
castidad vivida por hombres y mujeres que demuestren equilibrio, dominio de sí
mismo, iniciativa, madurez psicológica y afectiva. Gracias a este testimonio se
ofrece al amor humano un punto de referencia seguro, que la persona consagrada
encuentra en la contemplación del amor Trinitario, que nos ha sido revelado en
Jesús. Precisamente porque está inmersa en este misterio, la persona consagrada se
siente capaz de un amor radical y universal, que le da la fuerza y el autodominio y
de la disciplina necesarios para no caer en la esclavitud de los sentidos y de los
instintos. La castidad consagrada aparece de este modo como una experiencia de
alegría y de libertad. Iluminada por la fe en el Señor resucitado y por la esperanza
en los nuevos cielos y la nueva tierra (Cf Ap 21,1), ofrece también estímulos y
valiosos para la educación en la castidad propia de otros estados de vida.

3. CASTIDAD SEGÚN EL PADRE EUGENIO PREVOST


“Imitación de Jesús que se entrega a la voluntad de su Padre en un amor infinito y
total” es la razón principal y la motivación cumbre de la practica de la castidad
para un religioso de la Fraternidad Sacerdotal y además según el Padre Eugenio:
1. Servicio de Jesús en el Santísimo Sacramento
2. Servicio de Jesús en los Sacerdotes
El Padre Eugenio nos pide por un lado:
1. Pureza Evangélica eminente y extremada delicadeza: “Es inadmisible tener
un corazón manchado a los pies de Jesús” y por el otro
2. El mismo Jesús santidad infinita en sus sacerdotes: por lo tanto “No
cometer faltas graves, evitar las ligeras.”
La castidad es tener un honor entre nosotros, no se debe solo nombrarla, sino
hacerla reinar entre los sacerdotes, los que mas tarde tendrán autoridad; servirse
de ella y hacer callar a los que se permiten libertinaje al hablar de la castidad. Los
sacerdotes diocesanos faltan mucho en este aspecto, faltan a la caridad y hablan
con mucha libertad de pensamientos y palabras. No se intuye un religioso que
falle, en este punto de vista, es imperdonable, no se comprende que sea religioso
cuando viola su voto. El sacerdote sabe su teología, aprendió, después tuvo su mal
hábito y falló.
Medios para guardar la castidad
“San Pablo dice que no hay cosas que nombrar, se aplica a nosotros, por tener
miedo de callar la boca, es nuestro deber, en nuestras cosas no se puede permitir ni
una alusión”, esto lo discutía en una charla que tuvo en la casa Malmaison en
París, con sus amigos, hablando de las faltas morales, la castidad, y de los
sacerdotes vagabundos en calles de París. “Hay que ser severos en este punto, de lo
contrario las charlas con exceso de libertad al hablar y pensar se vuelven un
infierno, lo mejor sería evitarlo”.
Medios espirituales:
 Humildad y Oración ferviente
 Desconfianza de si mismo
 Confianza en María
 Prudencia extrema
 Mortificación de los sentidos
 Prontitud a rechazar la tentación y huída de las ocasiones
 Sobre todo el amor a Jesús y el pensamiento sobre su presencia Eucarística
Un alma que no es mortificada no es pura y casta, hay una penitencia de
preservación y una de expiación. Los ojos especialmente hay que mortificarlos, los
ojos son la ventana del alma especialmente, “quien ama el peligro en el caerá”. Los
más fuertes en esta materia son los que huyen.
Las constituciones encierran todas las prácticas para guardar la castidad, para ser
como ángeles, enseñan y recomienda el amor a Jesús, que lleva a practicar todas las
virtudes.
Peligros a evitar
1. Falta de prudencia y reserva con las personas de otro sexo.
2. Relaciones por cartas, internet, celular que lleguen a ser demasiado tiernas y
frecuentes.
3. Lecturas de libros inmorales, esto es importante evitar, el que juega con
fuego se quemará. “Sacerdotes que quieren ir al teatro en París, se puede ver
una pieza clásica, pero puede haber mucho mal” ir al teatro es suficiente
para envenenar la imaginación para muchos días. ¿A usted le gustaría que a
sus parroquias fueran a ver ese tipo de espectáculos? Usted va para
santificarse, encontrar el bien, lo anterior es jugar con fuego, con
electricidad, el mal y la tentación es mas vivo que la electricidad y el fuego
juntos, hay que tener extremada delicadeza( Cfr. Comentarios constituciones
capítulo XV ).
3.1. La Castidad religiosa según el Padre Francisco Javier Khoi
1. Noción del voto de Castidad
1.1. Definición
Es un voto por el cual el religioso se impone dos obligaciones:
• Renunciar al matrimonio para practicar la virginidad o la perpetua castidad
• Y de huir de todo acto interior y exterior ya prohibido por el noveno y sexto
mandamiento.
En resumen es un voto de guardar la virginidad o el celibato y la castidad perfecta
1.2. Culpabilidad
El que falta a la castidad, cuyo voto es hecho, come te dos pecados uno contra el
mandamiento de Dios y otro contra la virtud de religión que se llama sacrilegio.
Sin embargo si se observa bien tiene doble mérito. A veces se puede cometer un
tercer pecado que es el de escándalo contra la caridad fraternal, cuando es exterior
y grave.
1.3. Todo pecado contra el voto de castidad es siempre pecado mortal, desde que se
trate de un acto consumado y plenamente consentido, porque en este punto no hay
ligereza de la materia.
1.4. Notemos también que pensamientos malos o impresiones malas no son
pecado sino cuando hay atención del espíritu y consentimiento de la voluntad. Las
impresiones que están en nosotros a pesar de nosotros, que vienen del enemigo o
de nuestra naturaleza corrompida por el pecado original, no pueden ser un
pecado, con tal que nosotros no la consentimos y que nos esforzamos en cazarlas.
1.5. El voto de castidad o el estado religioso no nos rinden impecables y nos
dispensan de velar sobre nosotros, porque no obstante el voto y los esfuerzos
personales, somos siempre débiles y la triple concupiscencia queda en nosotros
hasta la muerte. Sin embargo este voto nos ayuda mucho a guardar los dos
mandamientos de Dios contra el placer carnal y ser como ángeles en el cielo.
2. Violación del Voto de Castidad
Se viola el voto de castidad sea por el hecho o el deseo de casarse, sea por los
pecados contra el sexto y el noveno mandamiento de Dios.
2.1. Por el matrimonio:
Abrazar el estado del matrimonio a pesar del voto solemne de castidad, es un gran
crimen, el matrimonio es invalido e incurre una excomunión reservada a la Santa
Sede. Abrazar el estado de matrimonio a pesar del voto simple de castidad es un
gran crimen, el matrimonio es ilícito aunque válido, e incurre en una excomunión
reservada al Ordinario del lugar.
2.2. Por los pecados contra el sexo y noveno mandamiento
Los teólogos distinguen los pecados interiores y los pecados exteriores, los pecados
según la naturaleza y los pecados contra la naturaleza, hay también pecados
exteriores contra el pudor.
2.2.1. Los pecados interiores
Los pensamientos malos: o la delectación morbosa, se representa por la imaginación
un objeto culpable como presente y se toma placer del objeto, aunque sin probar el
deseo.
Los deseos impuros: se desea hacer acto impuro contra el sexto mandamiento.
Entonces hay la misma naturaleza y la misma gravedad de pecado que la acción
deseada.
El mal gozo: se prueba la satisfacción voluntaria pasada de nuevo recordada. Es
pecado contra la castidad también cuando uno siente pesar de haber hecho el voto
de castidad. Por eso hay peligro de recordarse o de romperse la cabeza por los
pecados impuros ya cometidos, es mejor acusarse de ellos generalmente.
2.2.2. Los pecados exteriores según la naturaleza
La fornicación: relaciones sexuales entre dos personas libres, es decir sin
matrimonio, o sin consagración especial a Dios.
El adulterio: relaciones sexuales con una persona casada. Es doble adulterio y doble
pecado, si ambos son casados
El rapto: arrebatar con violencia una persona para cometer con ella un pecado de
impureza. Se llama estupró cuando el pecado es cometido con una mujer sin su
consentimiento.
El incesto: pecado impuro cometido con los consanguíneos o con los aleados en un
grado, que constituye un impedimento de matrimonio, por consiente en tercer
grado de consanguinidad y en segundo grado de afinidad.
El sacrilegio: pecado impuro cometido con una persona consagrada a Dios por el
voto de castidad y por los Santas Ordenes, o cometido en un lugar Santo. Hay
doble sacrilegio cuando dos personas consagradas pecan juntas.
2.2.3. Los pecados exteriores contra la naturaleza
La polución: la satisfacción carnal con la efusión voluntaria de esperma. La
polución, masturbación o vicio solitario, directamente querida es siempre
gravemente culpable. La polución nocturna que no ha sido querida directa ni
indirectamente no es un pecado. Este principio se aplica también en el caso en el
cual, durante el sueño, se toma a placer lo que se produce a causa de la polución
involuntaria.
La sodomía: relaciones sexuales con las personas del mismo sexo por tendencia o
afección mala hacia este sexo, pecado grave.
La bestialidad: relaciones sexuales con los animales, por tendencia o afección mala
con los animales.
2.2.4. Los pecados exteriores contra el pudor
Las miradas, los tactos, los abrazamientos, los besos, las conversaciones, las
canciones y las lecturas. He ahí dos principios a retener:
• Estos actos son en sí mismos actos indiferentes, pero pueden venir a ser
culpables en razón de la intención que se ha tenido al hacerlos y también en
razón del escándalo causado por el estado religioso.
• En general esforzarnos de evitar estos actos, excepto los casos de necesidad
y sin placer carnal.
3. La Virtud de Castidad
3.1. Definición
La castidad en general es una virtud que arregla en general y modera las
inclinaciones de los sentidos, según la ley natural y divina, por, la cual uno se
abstiene, de todo lo que es contrario al sexto y noveno mandamiento de Dios.
3.2. Violación de la virtud de castidad
Hasta la fecha los teólogos enseñan que toda violación de la virtud de castidad
lleva al mismo tiempo la violación del voto de castidad: por eso hay diferencia con
le voto de pobreza y de obediencia, se puede violar la virtud sin, violar el voto de
pobreza y de obediencia.
3.3. Excelencia
La virtud de castidad es entonces muy delicada y preciosa, ella libra al religioso de
las solitudines del mundo y de la familia, y su corazón es entero de Dios sin
dividirse. Ella hace vivir sobre la tierra como los Ángeles en el cielo. Ella comprime
la carne, abre el cielo y cierra en infierno. San Alfonso decía que 90% de los
condenados en el infierno, son condenados a causa de la lujuria. Ella hace la gloria
y más bello ornamento de la Iglesia.
3.4. Medios de practicar la virtud de la castidad
a. Guardar lo sentidos sobre todo los ojos, huir de la ocasiones, ociosidad
malas imágenes, malos libros, cine, afecciones demasiado naturales y malas
compañías.
b. Tener una devoción especial a la Virgen Santísima, devoción a las 3 Aves
Marías y seguir una dirección espiritual regular, teniendo para con su
confesor una gran sinceridad de corazón.
c. La mortificación y la oración:” El religioso que practica mejor la castidad es
el que ora con mas fervor y que se mortifica con vigilancia”. Vigilate et orate.
3.2. Capitulo 15 de las Constituciones: “La Castidad Consagrada”
123 Llamados a cumplir cerca del Santísimo Sacramento la función de los ángeles
en el cielo que se mantienen sin cesar delante de Dios sin interrumpir jamás su
alabanza, y a servir a Jesús en la persona de sus Sacerdotes, nuestros religiosos
vivirán efectivamente la castidad consagrada como un don precioso de la gracia
divina, por amor del Reino de los cielos. Resplandecerán por su eminente pureza, y
tendrán una gran delicadeza en el cumplimiento de este voto.
124 A fin de unirse a Jesús con amor indiviso, nuestros religiosos se comprometen
libremente por el voto de castidad perfecta, a renunciar a la vida conyugal y a
guardar fielmente la virtud de la castidad perfecta.
125 La castidad consagrada de los religiosos es testimonio de amor preferencial por
el Señor Jesús, y evoca ante los ojos de todos, de la manera más eminente y
absoluta, esta unión admirable de la Iglesia con Jesucristo como único Esposo;
unión que tendrá su plena manifestación en el futuro siglo. La castidad además,
constituye un signo particular de los bienes del cielo y del mundo que está por
venir, prefigurando la condición de los cristianos resucitados.
126 La castidad consagrada es una fuente particular de fecundidad espiritual en
nuestras obras sacerdotales, puesto que el amor de Jesús sólo, en el celibato
consagrado, exige imperiosamente la caridad fraterna. Además, ella aporta a los
Sacerdotes, por el testimonio rendido al celibato consagrado, una ayuda discreta
pero eficaz par la fidelidad a su oblación de castidad perfecta.
127 En el combate espiritual que tiene que entablar contra sí mismos y en un
mundo contra las seducciones de la carne, nuestros religiosos, en unión con la
Iglesia, implorarán con humilde perseverancia la ayuda divina. Pondrán su
confianza en la Inmaculada Virgen María, tomándola como madre y modelo en la
práctica de esta virtud. Le pedirán con fervor que les mantengan puros y castos en
el servicio de su divino Hijo.
128 Nuestros religiosos deben acordarse siempre que la castidad consagrada es un
don precioso que el Padre le concede a algunos. Este don es frágil y vulnerable en
razón de la debilidad humana, y por lo mismo está continuamente expuesto a las
contradicciones de la pura razón: Acogerán este don con gratitud, creyendo sin dar
cabidas a las dudas, en las palabras de Jesús y en las enseñanzas de la Iglesia. Sin
presumir de sus propias fuerzas, observarán fielmente las reglas que la experiencia
de la Iglesia ha demostrado válidas, sobre todo la ascesis, alejando de su corazón
todo afecto desordenado, practicando generosamente la mortificación de los
sentidos, sobre todo de los ojos, y huyendo de las ocasiones e inclusive de la misma
apariencia del mal.
129 Que el amor de Jesús y el recuerdo de su santa presencia, desarrollando en
ellos el deseo de las santas cosas celestiales, les aparte de las cosas terrenas y
sensuales.
130. La castidad religiosa encuentra toda su fuerza, garantía y protección, en una
verdadera caridad fraterna dentro de la vida en común. Todos los religiosos, y en
especial los Superiores, deben tener presente que la castidad se guarda más
fácilmente donde reina una vida de comunidad fraterna armoniosa, activa, rica en
calor humano y sobrenatural.

4. SÍNTESIS Y CONCLUSIÓN

4.1. Madurez Humana, Castidad Religiosa y Celibato Sacerdotal36

Si no se vive como religioso de la Fraternidad Sacerdotal una experiencia


profunda de alegría, amor y madurez, en la castidad y el celibato, ¿como y con que
fuerza y espíritu se iría en busca del pastor herido? Para hablar de castidad y
celibato se hace necesario, primero crecer y madurar, en la comprensión y vivencia
de la castidad y el celibato, por amor al Reino ý a fin de unirse a Jesús con amor
indiviso37, para ir luego a encuentro y ayuda del Sacerdote.

4.1.1. Peligros que la vida de Castidad Consagrada presenta para la maduración


de la personalidad

4.1.1.1. Incomprensión de la sexualidad humana y del sentido del voto de


castidad.

A pesar de los sofisticados, técnicos y modernos de nuestros días, en materias


sexuales, se dan algunos casos de sorprendente ignorancia, que suele manifestarse
en tres niveles diferentes: - Biológico: se desconoce la anatomía y fisiología del
aparato reproductor femenino y masculino y en general todo lo relacionado con la
sexualidad humana, desconociendo sus objetivos, desviaciones y manifestaciones
patológicas. –Psicológico: falta de conocimientos sobre los aspectos psicológicos de
la sexualidad, sobre la afectividad y el desarrollo psico-sexual humano. –Religioso:

36 Me pareció conveniente y para mayor comprensión, presentar una síntesis de los elementos expuestos
magistralmente por JIMENEZ, Cadena Álvaro, S.J. que constituyen la síntesis de este trabajo, y que el autor
expone en su capitulo III, de su libro “Aportes de la psicología a la vida religiosa”. Bogotá: San Pablo, 1993.
P 53-104. Donde compila y organiza algunas ideas y sencillas practicas sacadas de experiencias concretas
con grupos de sacerdotes, seminaristas y religiosos de ambos sexos, y que nos brindan algunas pautas de
reflexión y comprensión para la vivencia de la castidad y el celibato, dentro de la vida consagrada.

37 Cf. Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. n.124.


esta relacionado con el sentido del voto de castidad y la razón de ser del celibato
sacerdotal o religioso.

4.1.1.2. Negación de la sexualidad

A veces el problema no es falto de información, sino actitudes equivocadas que se


manifiestan en la dificultad que algunos experimentan para aceptar plena y
serenamente la propia sexualidad. Es la inhabilidad para asumir el rol sexual de
hombre o mujer y la dificultad para expresar de manera adecuada y madura la
propia sexualidad. En tales casos, el yo se defiende de la angustia que le causan sus
impulsos sexuales y de la amenaza de perder el control de los mismos, recurriendo
al mecanismo de defensa que se llama negación. A la negación suele ir muy unida la
represión del impulso y de los sentimientos o manifestaciones afectivo-sexuales. La
negación y la represión son los mecanismos de defensa para el manejo de la
angustia.

Un lenguaje plástico, se podría hablar de cierto angelismo. El religioso o religiosa


no se resigna a aceptar que se es hombre o mujer, con un espíritu y un cuerpo; no
se convence de que tiene un sistema nervioso y unas glándulas endocrinas;
experimenta cierta vergüenza porque posee unos órganos genitales y unas
características sexuales secundarias, ignora el hecho de que por su torrente
sanguíneo circulan las hormonas sexuales y las secreciones hipofisiarias; se
angustia excesivamente ante el fenómeno natural de experimentar reacciones
sexuales y específicamente genitales. Trata de negar que toda persona normal,
hombre o mujer, experimenta una atracción fuerte y duradera hacia las personas
del otro sexo; que la afectividad vibra ante los estímulos de este tipo afectivo-
sexual; que necesariamente tiene que sentirse atraído, no solo a la unión afectiva
sino física; no sólo a la unión de los corazones, sino también a la de los cuerpos y
que es muy natural y normal que esta unión cause placer sexual, el cual constituye
una fuente de atracción para todo adulto normal.

4.1.1.3. El aislamiento emocional

Manera inadecuada de manejar la afectividad es el mecanismo de defensa que se


llama aislamiento emocional. La angustia producida por el hecho de experimentar
una fuerte atracción hacia las personas del sexo opuesto, por el peligro de perder el
control de los impulsos sexuales, por las reaccione fisiológicas de carácter genital,
se maneja retirándose aun castillo cerrado que protege a la persona contra toda
relación interpersonal profunda. Así se frustra la capacidad afectiva y se mata en
germen toda amistad sincera y todo amor profundo.

4.1.1.4. Egoísmo

En hombres de edad madura, que han sido fieles a su voto de castidad y que en
otros aspectos pueden considerarse como buenos religiosos, uno de los peligros
más frecuente de la castidad o el celibato es volverse egoísta. La psicología del
solterón, sin una esposa, ni unos hijos propios por los cuales cuidar, la
personalidad del religioso que ha llegado a la madurez cronológica, puede
desembocar en lo que el mismo Erickson llamaría esterilidad o paralización,
contrario a la generatividad de la persona psicológicamente madura. Muchos
hombres y mujeres de edad se vuelven exigentes, egoístas, amigos de comodidades
y buen pasar, “chochos”, apegados a personas, oficios y lugares; temerosos de
entrega generosa y sacrificada a los demás. El voto de castidad, que un día se hizo
con sinceridad al Señor, se puede ir convirtiendo, con el correr del tiempo, en una
carga pesada, que se soporta a regañadientes, como una exigencia jurídica de una
Iglesia institucional incomprensiva y dura para con los más profundos
sentimientos humanos.

4.1.1.5. Castidad ambigua

Otro peligro frecuente es el de una actitud ambivalente, ante la castidad. Consiste


en tratar de vivir la consagración, pero abrigando simultáneamente la añoranza de
amores humanos y placeres a los que se renuncio y acariciando la esperanza de
volver a poseer lo que se entrego en un momento de generosidad o tal vez de
romanticismo juvenil. Se quiere vivir con un pie en el mundo y con otro en la
religión. De manera más o menos consciente, se hace un pacto con la mediocridad,
tratando de bordear imprudentemente el precipicio de la tentación, repartiendo el
corazón entre el amor espiritual y el amor más o menos sensual a las criaturas. Se
quisiera permanecer en la vida religiosa, pero disfrutando al mismo tiempo de los
afectos y placeres a que tiene derecho la persona casada. Esta actitud ambivalente
produce una verdadera tortura psicológica en la persona que sufre desgarrada
entre dos fuerzas que tiran, como caballos desbocados, en sentido contrario.

Buscará compensaciones en comida, bebida, buena vida, diversiones espectáculos,


etc. Fomentará amistades pegajosas con personas del mismo sexo o del sexo
opuesto, se entregará a amistades particulares, con manifestaciones afectivas que
bordean abiertamente el peligro: citas, regalos, caricias, besos, fantasías, etc., se
camina hacia un peligroso y doloroso enamoramiento.

4.1.2. El celibato sacerdotal y la castidad consagrada como medios de realización


personal y apostólica.

4.1.2.1. El sentido y los motivos del celibato y de la castidad consagrada38

Las razones de esta especialísima consagración al Señor han sido bellamente


sintetizadas por le decreto “Perfectae Caritatis” del Concilio Vaticano II, n.12: “La
castidad por amor del reino de los Cielos (Mt. 19,12) que profesan los religiosos ha
38 Cf. Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. n. 125
d estimarse como don eximio de la gracia, pues libera de modo regular el corazón
del hombre (Cf 1Co 7,32-35) par que se encienda más en el amor de Dios y de todos
los hombres, y por ello es signo especial de los bienes celestes…”39.

Otra exposición sólida y bella, la encontramos en la encíclica “Sacerdotalis


coelibatus” de Pablo VI, al habla sobre el celibato, el Papa enumera tres clases de
motivos:
a. El sentido cristológico: “El sacerdocio, que es nuevo, no se comprende sino a
luz de la novedad de Cristo, pontífice supremo y pastor eterno, que
instituyo el sacerdocio ministerial como participación de su único
sacerdocio”(n. 19)40.
b. El sentido eclesiológico. “el celibato es la manifestación de amor a la Iglesia
(n.26). Desarrolla la capacidad para escuchar la palabra y dispone a la
oración. Prepara al hombre para celebrar el misterio de la Eucaristía (n. 29).
Da plenitud a la vida (n. 30). Es fuente de fecundidad apostólica (n 31-32).
c. El sentido escatológico:”En medio del mundo, de tal manera absorbido por las
tareas y tan frecuentemente dominado por la concupiscencia de la carne, el
don precioso y divino de la castidad perfecta por el reino de los cielos
constituye precisamente un signo particular de los bienes celestiales:
proclama la presencia entre nosotros de los último tiempos de la historia de
la salvación”41.

El motivo más intimo y fuerte de la castidad consagrada, sólo puede encontrarse


en el amor personal a Jesucristo42, en la adhesión a Iglesia y en la entrega al servicio
del prójimo: "El motivo verdadero y profundo del celibato consagrado es la
elección de una relación personal y más intima y más completa con el misterio de
Cristo y de la Iglesia, por el bien de toda la humanidad; en esta elección, los valores
humanos más elevados pueden ciertamente encontrar su más alta expresión.” 43.

4.1.2.2. Actitud positiva ante la castidad:

39 Conc. Vat II. Decr Perfectae Caritatis. Madrid: Documentos del Vaticano II. n.12

40 Cf. Pablo VI, Sacerdotalis Coelibatus, Librería Nueva: Bogotá. n.22, 23 y 24.

41 Ibíd. n. 34

42 Cf. Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. n. 124

43 Pablo VI, Óp. Cit., p.9.


Es importante inculcar actitudes positivas en la formación de los religiosos,
religiosas y sacerdotes: “La educación a la castidad ha de ser sincera, es decir,
fundada en la claridad y no en reticencias e insinceridades; positiva, esto es,
orientada sobre todo a hacer madurar la sexualidad como un modo recto y gozoso
de amar y no sólo de evitar trasgresiones. Ha des ser al mismo tiempo completa,
orgánica y personalizada, o sea, adaptada a cada individuo en su concreto y
diferenciado desarrollo personal”44.Toda persona consagrada debe tener ideas muy
claras y con pleno conocimiento del sentido de la sexualidad humana y de la
castidad en su triple aspecto: biológico, afectivo y espiritual:

a. Aspecto Biológico: hoy mas que nunca hay que tener ideas claras y
conocimientos de biología anatomía, fisiología y psicología, para llegar a
una elección libre, explicita y magnánima. En un mundo saturado de
erotismo, en el cual el sexo ha sido desmesuradamente enaltecido y
colocado a la cabeza en la escala de valores y en el que los medios de
comunicación social bombardean permanentemente los sentidos con
propagandas de tipo sexual45, hay que saber aceptar que el impulso sexual
es poderoso pero controlable. El religioso tiene que aprender desde joven, el
manejo de la sexualidad por medio de sublimación sana del impulso sexual.
Es importante distinguir entre el control de los impulsos, consciente, sereno
y maduro, y una represión angustiosa y nociva.

b. Aspecto afectivo: no se trata de sofocar la afectividad, sino de controlarla,


educarla, subliminarla. Todo hombre normal experimenta deseo de
intimidad. El valor del valor humano no puede negarse ni desconocerse. La
mayor parte de las personas consagradas experimentan posiblemente un
vació afectivo, al menos en determinados momentos y situaciones de la vida,
que ni la caridad ni el apostolado podrán llenar íntegramente.

c. Aspecto espiritual: paternidad y maternidad. La vida conyugal tiende a unir no


sólo los cuerpos sino también a la unión de las almas. La persona
psicológicamente madura reconoce y aprecia está unión de los espíritus.
Reconoce también el valor profundo de la paternidad y de la maternidad,
como un bien personal y social muy grande y como una purísima fuente de
realización humana. Habiendo renunciado a la paternidad o la maternidad
física, el religioso y la religiosa que no llega a ser padre o madre en el campo
apostólico, quedaría recortado y viviría frustrado, con el peligro de

44 S. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones educativas para la


formación en el celibato sacerdotal. (11 Abril). n.35

45 Al respecto RINCON, Omar. “Sex y TV, la pareja perfecta” En: Revista Javeriana. Bogotá n.721. Enero-
Febrero de 2006. P. 46, va exponer como la intimidad definida por el autor como sexo, es la materia prima de
la pantalla chica.
refugiarse en lo que hemos llamado la sicología de solterón o en la
esterilidad de vida.

4.1.2.3. Actitud sana hacia las personas del otro sexo:

Un buen número de jóvenes creemos, que es necesario tener relaciones de amistad


íntima con personas de ambos sexos, para su maduración y realización personal en
la vida de castidad consagrada, buscando con ambición toda clase de experiencias.
Pero a pesar de dichas experiencias se sigue siendo inmaduro, porque no son las
experiencias las que hacen madurar, sino la manera como le individuo las
aprovecha para integrarlas en su personalidad. Una castidad madura tiene que
lograr el equilibrio armónico y sereno entre dos extremos igualmente dañosos. Por
un lado, cierto temor angustioso e inseguro ante la persona del sexo puesto, o por
el contrario una peligrosa familiaridad. La actitud madura es serena sencilla,
espontanea, y esta lejos del mojigatería puritana, como de ir mas allá. El trato
prudente y moderado con la familia, la amistad prudente y religiosa con personas
del opuesto, las experiencias apostólicas gradualmente asumidas y con la debida
dirección de los superiores, pueden ser medios muy valiosos para adquirir esa
actitud sana anta el otro sexo.

4.1.3. Actitudes y medios para guardar la castidad

Todos tenemos que probar algunas veces la amargura de los sufrimientos, de las
tentaciones y de los sacrificios. Pero Dios quiere que los religiosos vivamos alegres
no solamente en la otra vida, sino también aquí en nuestra vida terrena, viviendo
como personas consagradas plenas y realizadas con el voto de castidad. Todo ser
humano, que busca ser feliz, tiene que controlar sus temores, angustias, tristezas,
alegrías. Especial dominio demandan las tendencias agresivas y sexuales porque
son dinamismo especialmente poderoso, capaces de producir incalculables efectos
benéficos o nocivos, según el uso y canalización que se les dé.

4.1.3.1. Actitudes fundamentales:

Para guardar la castidad consagrada, hay que intentar tres actitudes


fundamentales y no fácil de armonizar:

- Serenidad: Sucede con frecuencia que los estímulos eróticos, los impulsos o
reacciones fisiológicas de carácter genital, el peligro de ceder ante las
tentaciones, son causa de angustia para algunas personas, especialmente
durante la adolescencia y juventud. A medida que la persona vaya
acostumbrándose a aceptar y controlar su sexualidad, con una actitud
tranquila, se irá facilitando el autocontrol. Dentro de una gran paz, la
persona madura podría expresar sus actitudes sexuales en estos o parecidos
términos: “Tengo un cuerpo de hombre o de mujer, con su glándulas y
hormonas; con un sistema nervioso autónomo que no depende directamente
de la voluntad; con unos órganos reproductivos, aptos para excitarse ante
los estímulos eróticos. No soy menos puro, ni mi entrega al Señor es menos
sincera, por le hecho de experimentar un fuerte atractivo hacia las personas
del sexo opuesto, o porque experimente muy profundamente las llamadas
del cariño humano, del placer, o la atracción hacia la paternidad o
maternidad física. Simplemente soy un hombre o mujer normal.

No he renunciado al matrimonio por escapismo, ni por menosprecio, ni porque


no me gusten los hombres o mujeres, sino por el Reino de los Cielos o por un
amor personal muy grande a la persona de Jesús y a su Iglesia y a mis
hermanos los hombres”. Si la persona logra esta sencillez, tranquilidad,
naturalidad, ha dado un paso definitivo hacia la conquista de la
castidad madura. Gradualmente se irá acostumbrando con serenidad y
sin mayores problemas a afrontar situaciones y problemas, personas y
amistades, que perturbarían, estimularían y aun harían tambalea,
cuando la bruma de la angustia oscurece. No se debe nunca centrar la
atención en una lucha frontal contra las tentaciones, sino en factores
tales como la maduración de la personalidad, una intensa vida
espiritual, la entrega entusiasta al trabajo apostólico, la caridad fraterna,
deporte, la higiene mental y corporal, etc.

- Generosidad incondicional en la opción46: decisión firme, irrevocable, definitiva


de permanecer fiel a Dios hasta la muerte, que no da lugar a vacilaciones, es
una opción fundamental que se tomó una vez par siempre y que se va
realizando en el diario batallar de cada día. Al emitir la profesión perpetua
o al recibir el diaconado, o presbiterado, se le entrega al Señor para siempre
cuerpo y alma, el corazón, y los sentidos. La generosidad incondicional es
exactamente lo contrario de lo que hemos llamado “castidad ambigua”. Es
una actitud integra, total, sin arrepentimiento. La experiencia demuestra,
que sin esta decisión básica, es inútil cualquier labor pastoral para curar un
mal hábito; por ejemplo un hábito masturbatorio, o para romper un
enamoramiento o una amistad peligrosa, están llamados de antemano al
fracaso. Distingamos dos clases de personas.
• Quien ha guardado fielmente su voto, encuentra en esta decisión, renovada
cada día, la roca par permanecer fiel y afrontar las inevitables luchas de la
vida. Apoyándose en esta opción y motivación el religioso ha encontrado la
palanca y el punto de apoyo que buscaba el filósofo par mover el mundo.

• La segunda clase de personas que luchan contra dificultades no superadas,


una vez que se deciden de verdad a buscar, a cualquier precio, la meta de la
castidad perfecta y a poner los medios eficaces para lograrlo, están
avanzando por muy buen camino. Pueden ocurrir caídas, debidas a la
46 Cf. Padre Eugenio. Directorio Espiritual. Capitulo 28. “La formación de los Miembros”.
fuerza del mal hábito, a la humana fragilidad o ardor de las pasiones; pero
si la decisión fundamental se mantiene firme e inconmovible, irá avanzando
poco a poco, y la lucha será cada vez más llevadera y tranquila. La lucha por
la castidad perfecta rige la ley de la gradualidad. Un hábito viejo no se cambia en
un día; la pureza total no se logra sin penosos y largos esfuerzos. Por lo
tanto, a la firmeza debe unirse la paciencia, la confianza en si mismo y en los
recursos insospechados que cada uno posee, y la esperanza en el poder de la gracia
divina.

- El discernimiento espiritual: No hay dos momentos idénticos en la vida


humana, ni dos circunstancias iguales. En cada situación la persona
consagrada, a la luz de la fe y la oración47, ha de ir aplicando un delicado y
difícil proceso de discernimiento par ver qué es lo que Dios quiere de ella.
Así por ejemplo, una amistad enriquecedora y límpida, se puede enturbiar
con el paso del tiempo y convertirse en un obstáculo para la entrega a Dios.
El discernimiento facilita a la persona plantearse algunas preguntas que
deben afrontarse con absoluta sinceridad para consigo mismo para con Dios
y para con los demás: ¿Me conviene esa amistad? ¿Es compatible con mi
entrega al Señor? Tal lectura tal revista, tal película, tal espectáculo, aquel
estudio, ¿los estoy buscando sinceramente por Dios y en razón de mi
apostolado?
Si a la sinceridad ante lo sexual y a la generosidad total con Dios se
añade el discernimiento espiritual sincero, se evitarán los peligros de las
racionalizaciones, compensaciones y otros mecanismos de defensa, frecuentes
en este campo de la sexualidad.

4.1.3.2. Medios sobrenaturales:

Podríamos distinguir tres clases de celibato de acuerdo a los motivos que lo


originan: a) El celibato de solterón: que no se casa por motivos egoístas, o por miedo
a la mujer, o por dificultades de relación interpersonal, etc.; b) El celibato
profesional: de quien se consagra de tal modo a su trabajo, que no le queda tiempo,
ni interés para pensar en el matrimonio; c) El celibato consagrado: libre y
conscientemente elegido por un motivo religioso. Para abrazar y vivir una vida de
celibato consagrado, los medios naturales basados en psicología constituyen una
ayuda muy eficaz, pero de ninguna manera son suficientes. Los medios
espirituales48 son evidentemente los principales para salvaguardar la castidad
consagrada:
47 Cf. Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. n. 127

48 Cf. Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. Capitulo 27, “Los
recursos para la vida espiritual”
a) Un profundo espíritu de fe49 constituye la razón de ser y el único fundamento sólido
en que puede apoyarse el celibato. Sin está fe, existencialmente vivida, la
castidad sería una simple renuncia absurda.

b) Amor personal a Jesús50 y devoción a María51. El amor personal se manifiesta en


un total compromiso de sí mismo a El y se concreta en una vida enteramente
dedicada al amor y al servicio del prójimo en el apostolado. Es preciso
cultivar una íntima amistad y un amor personal por Jesús, sin ese amor es
imposible tratar de vivir una castidad plenificante. María ayuda al religioso
a vivir plenamente su entrega casta y ser espiritualmente fecundo.

c) Vida de oración y sacramentos: La oración humilde y perseverante, la


contemplación asidua de los misterios y doctrina del Señor, son medios
privilegiados para obtener de Dios las gracias especiales, que purifican el
alma, fortalecen la voluntad contra la tentación y mueven a salir del pecado
y superar los malos hábitos. El sacramento de la Reconciliación52, es un medio
poderoso dado por Cristo para tranquilizar la conciencia y purificar el alma,
no sólo de las caídas graves, sino de las imperfecciones y debilidades de
cada día, además ayuda de una sincera dirección espiritual. El sacramento
de la Eucaristía53, nos une a Jesús, es nuestro pan y alimento cotidiano, medio
eficaz para crecer en santidad, sostiene y aumenta la vida en espíritu; en
ella encontramos la fuerza que necesitamos para perseverar hasta el fin en la
amistad de Dios y en la opción vocacional, es la mejor prenda de salvación y
de nuestra futura resurrección.

d) Vida fraterna y comunitaria54: sin amor, la vida de celibato se vuelve un fardo


pesado y duro, bajo el cual se corre el peligro de buscar compensaciones
diversa: trato excesivo con los seglares, alcohol, diversiones mundanas etc.

49 Ibíd., Capítulo 2, “La finalidad y el espíritu del Instituto”

50 Cf. Padre Eugenio. Directorio Espiritual. Capítulo II.

51 Cf. Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal n. 97 y 114.

52 Ibíd., Capítulo 25. “El sacramento de la penitencia y la reconciliación”

53 Cf. Padre Eugenio. Directorio Espiritual. Capítulo 23.” La Eucaristía centro de vida del religioso de la
Fraternidad Sacerdotal”.

54 Cf. Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. Capítulos 19 y 31 y n.130.
En el de muchas deserciones por problemas afectivos y sexuales, se
encuentran casi siempre algún problema en la vida comunitaria o en las
relaciones interpersonales, de ahí la importancia de la caridad y de la vida
fraterna, como salvaguarda de la castidad. Pablo VI recalca a los sacerdotes
la importancia de la fraternidad, de la comunión de espíritu y vida, de la
caridad hacia los hermanos que se encuentran en peligro.(Cfr. Sac. Coelib. n.
29.80.81). Para proteger la castidad es muy grande el valor de una
comunidad en la que se sienta auténtico calor humano, que nos haga
verdaderamente “amigos en el Señor”. Pero no basta un amor universal
platónico, hay que amar con amor concreto, a hermanos concretos de carne
y hueso, con grandes cualidades algunos, otros quizás con limitaciones y
defectos muy reales.

e) El trabajo apostólico55: Emprendido con dedicación, alegría y entusiasmo, es


una fuente de gratificación humana y apostólica. En cuanto lo permita el
bien común todo religioso debería estar en el cargo que le conviene, sentirse
contento y entusiasmado en su cargo y campo de trabajo. Así como la falta
de oficio, la vagancia, la desocupación, mal uso y organización del tiempo
libre, originan muy serios peligros para la castidad, de la misma manera la
entrega entusiasta y plenamente responsable al cumplimiento de una misión
apostólica, con pureza de intención, crea un clima muy favorable para que
florezca la castidad y defiende contra los peligros del ocio y de la pereza que
es madre de todos los vicios. Todo lo que se dice del trabajo apostólico para
el religioso y a formado durante su vida pastoral, se aplica al seminarista o
al joven en formación respecto al entusiasmo y dedicación responsable al
estudio durante los años de formación , ese es su principal ocupación y
apostolado.

f) El deporte y los hobbies: son un elemento invaluable del equilibrio emocional


y salud mental, además de una armonía entre el descanso y sueño
necesarios.

4.2. La sexualidad Célibe56

55 Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. Capitulo 4 y Directorio


Espiritual Capítulo. IX.

56 Como en la primera parte que compone la conclusión y síntesis de este trabajo, me atreví a tomar
elementos presentados elocuentemente por PUERTO, Cosme O.P. Sexólogo. “Célibes por el Reino de Dios”
En: Vida Nueva. Madrid. n.2336. Julio de 2006. Sobre este tema y que como lo dice el mismo autor: “Nunca
ante hubo en el célibe tanta agitación por cambiar las actitudes de la Iglesia y de profundizar sobre su
comprensión, valoración y forma de vivirla y expreserla”.
“Amas todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste pues, si algo odiase, no lo
habrías creado. Y ¿cómo subsistiría algo si tú no lo quisieras? ¿Cómo se conservaría, si no
lo hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor,
amigo de la vida”. (Sab 11, 24-25).
“La sexualidad ha salido de Tu mano creadora y del gran amor de Padre que nos
tienes, que nunca de cosas malas a sus hijos, sino la mejor de Ti mismo. Tu hijo se
hizo persona sexuada, sexual y erótica par comprenderla y con su ejemplo de vida
indicarnos como vivirla”.

A la mayoría de célibes les resulta difícil hablar con naturalidad y sencillez de su


sexualidad sobre todo de cómo la viven. La sexualidad es un componente esencial de
todo célibe. Lo más habitual es que descuidemos esta exigencia dentro del grupo
de célibes por la educación negativa y represiva recibida desde los años de niñez y
continuada al ingresar en el grupo religioso. Los miembros de la comunidad se
despreocupan de esta facetos como algo personales y no comunitarios. Viven para
sus trabajos, sus preocupaciones, los aspectos sexuales de sus vidas quedarán
relegados al final a la soledad y conciencia intima y profunda de cada uno de lo
que nunca se habla y se pone en común. La carencia de una actitud positiva
recibida desde niños y no creada al ingresar en la vida célibe, hace que no busquen
la verdad sexual o lo den por supuesto, olvidando que el apoyo de la comunidad
da una fuerza sinérgica donde seria mas fácil lograrla: “La castidad religiosa
encuentra tosa su fuerza garantía y protección, en una verdadera caridad fraterna
dentro de la vida común, todos los religiosos y en especial los superiores, deben
tener presente que la castidad se guarda más fácilmente donde reina una vida de
comunidad fraterno armoniosa, activa, rica en calor humano y
sobrenatural”( Constituciones CFS. n.130).

Todos sentimos la fascinación y necesidad de comprender y valorar la sexualidad.


Esta necesidad es sana y señal de buena salud física y psíquica. No sentirla nos
impulsa a pensar que algo en nosotros no funciona bien como célibes. No somos
seres sexuados sólo por nuestros genitales; ni somos sexuales sólo por nuestra
genitalidad; ni somos sexuales y eróticos sólo por nuestro lenguaje o gestos
genitales. Por un lado es claro que la vida sexual designa un sector de nuestra vida
que está en relaciones particulares con la existencia de los sexos. Y, por otro, la
sexualidad, su expresión y manifestación privilegiada de esa existencia sexuada,
que somos.

Los términos los sexos, sexualidad y genitalidad con frecuencia se usan


indistintamente como si significasen una misma cosa. La palabra sexos57 se refiere

57 La sexología científica, finales del siglo XX, se preocupa de este complejo y fascinante hecho que
solemos llamar, últimamente los “sexos”, “Hablar en plural nos ha permitido a los profesionales de la
sexología recuperar nuestro objeto epistémico, que es precisamente este de los sexos y no del sexo” dirá
PUERTO PUERTO, Cosme O.P. Sexólogo. “Célibes por el Reino de Dios” En: Vida Nueva. Madrid. n.2336.
Julio de 2006.
al conjunto de niveles o elementos biológicos, psicológicos, socioculturales,
axiológicos y religiosos, que forman y estructuran a la persona sexuada y con la
que nos identificamos con gozo como hombres o mujeres. Los sexos es el hecho
inevitable de ser, sentir y vivir, desde el nacimiento hasta la muerte, como hombre
o mujer. Los sexos es una dimensión constitutiva del ser humano y nos define.
Afecta a las raíces mismas de la persona. Por eso tienen una honda resonancia en
todos los ámbitos de la persona. Todo queda, en alguna medida imbuido y
caracterizado por los sexos. No es lícito reducir los sexos a la pura biología genital.
Los sexos es una de las condiciones básicas en las que se encuentra instalada la
existencia del célibe. Origina, consiguientemente un ámbito peculiar de actuación
en el que se realiza el proyecto de vida célibe de la persona. Los sexos suponen,
expresan y realizan el misterio integral de la persona (Cf. CIC n.2338)

Para la mayoría la sexualidad se reduce a aquellos que tiene que ver con el sexo y
las relaciones genitales o sea, con el comportamiento genital. La sexualidad afecta a
la totalidad de la persona. La persona es una totalidad sin rotura, la sexualidad
engloba la profunda unidad todas las instancias de la persona, desde la somática,
psíquica, afectiva, social, cultural, axiológica y sanitaria; la sexualidad no es pues
relativa solo al cuerpo, sino que es riqueza de toda la persona. Luego la sexualidad
condiciona y está obligada a encontrase, expresarse, manifestarse, relacionarse,
comunicarse con los demás por la totalidad de las instancias que constituyen el
todo sexual. La sexualidad habla de la forma de expresar el hecho de ser sexuados como
célibes. La sexualidad abarca todo el cuerpo y a toda la persona como ser sexuado, es una
fuente de comunicación, ternura salud y una forma privilegiada de obtener placer. Se
expresa de muchos modos: caricias, besos abrazos.. El coito es uno de ellos, no el único, ni el
fin principal.

La sexualidad humana se entiende como un modo de comportamiento, una


conducta de relación en la que se conjugan factores de naturaleza somática,
psicológica, afectiva social, cultural, axiológicos, religiosos e higiénicos-sanitarios,
integrados armónicamente en el todo personal, resaltando que el significado sexual
de un objeto se elabora en función de diferentes factores y no sólo de uno,
adoptando la sexualidad un carácter dinámico, evolutivo, no invariable ni
inamovible. La sexualidad humana es la manera y la calidad de encontrarnos
relacionarnos, comunicarnos, entre si los sexos, en cualquier momento de nuestra
existencia y en cualquier aspecto de la vida. La sexualidad es el modo y la manera en
que los humanos experimentan y a su vez expresan su sexuación como condición
relacional con respecto a unos y otros en identificación y calidad de hombres y
mujeres.

La sexualidad es un sistema de conductas, no solo un fenómeno biológico o físico,


desde el ser personal sexuado de célibe, abierto a todas las funciones o significados
que tiene en nuestra cultura, prescindiendo del aspecto genital del componente
somático por el amor a Dios y a los valores del Reino de Dios, integrada en la
totalidad de nuestro ser sexuado, de una manera armónica y en nuestro proyecto
de vida, vivida por medios positivos y que potencian la personalidad, el encuentro,
la relación, la comunicación, el amor, la felicidad…condicionadas por la pautas
religiosas, sociales y culturales de cada época y lugar, para realizarnos plenamente
como personas sexuadas y eróticas que somos.

Las capacidades de la sexualidad humana no son meramente genitales, sino


relacionales genitales, sino relacionales, comunicativas, cognitivas, afectivas, dado
que las instancias de la sexualidad abarcan a toda la persona humana. A través de la
sexualidad entramos en el misterio del amor. En la integración actual de la sexual célibe
no carecemos de ayuda, porque la Iglesia ha superado el marco meramente
biológico en su compresión de la sexualidad. La abstinencia genital es una
interpretación biológica, necesaria pero mínima, de lo que implica la sexualidad célibe. La
sexualidad célibe es un estilo de vida sexual adulto diferente al de otros estados de vida. La
sexualidad célibe es una consagración de nuestra sexualidad, de nuestro modo de ser
hombres o mujeres en el mundo.

La genitalidad viene a ser una sub-parte de la instancia somática de la sexualidad


humana. Es un valor esencialmente muy relativo, ya que su ejercicio sólo vale en
función y al servicio de los demás instancias de y funciones de la sexualidad.
Principalmente es humanizada y personalizada por la afectividad, ternura, caricia,
etc. necesita la explicita referencia a las otras instancias y funciones de la
sexualidad humana y en relación a ellas se define y alcanza su pleno valor. La
frontera entre sexualidad y genitalidad no está siempre bien delimitada. El
reconocer esto no significa fomentar el miedo, lo sospecho o la desconfianza sino
insistir en la necesidad de este conocimiento, indispensable para la vivencia e
integración de la sexualidad en este tipo de vida.

4.2.1. ¿Qué es la sexualidad célibe?

La idea de que la sexualidad forma parte del celibato, que esté no es contrario a
ella y que no viene determinado fundamentalmente por la abstención de relaciones
genitales únicamente, se va imponiendo desde las nuevas valoraciones
antropológicas del hecho sexual. Un nuevo entendimiento del significado cultural
del sexo y sexualidad nos ayudaría a revisar nuestras ideas sobre el tema. La
palabra célibe se debe tomar como una opción diferente de vivir y expresar la sexualidad
humana. Es una forma de vida afectivo-sexual que empuja a arriesgar a amar a
todos, en calidad y profundidad. La vida célibe enseña que cuanto mas se
arriesgue a amar, mas se comienza a hacer mejor influir benéficamente a los que se
entrega. La vida célibe es una forma de vida en la que se puedo expresar la sexualidad en
una forma no genital, pero de forma diferente, que hace amar bien a todo el mundo, al ser
célibe se sigue siendo sexuado, sexual y erótico, el celibato es un estado sexuado y sexual.

4.2.2. Los mitos ante la sexualidad célibe


• El sexo entendido como algo sucio, malo y pecaminoso.

• Buenas relaciones genitales igual a buena salud.

• La genitalidad es obligatoria.

• La supervaloración de que es objeto la sexualidad hoy.

• La mujer, objeto de placer masculino.

• El hombre y la mujer están completos al unirse genitalmente.

• Las mujeres son una amenaza para la salvación del célibe.

• La sexualidad es algo natural que no se puede controlar.

• La ilusión o hiper-valoración del placer genital.

• El coitocentrismo.

• La genitalidad es el único camino para alcanzar el placer sexual.

• La intimidad significa genitalidad.

• Todo contacto físico con la mujer debe terminar en coito.

• Amarse es tener relaciones genitales.

• Todos los célibes son vírgenes.

• La vida célibe, camino de soledad.

• Idealizar la sexualidad matrimonial.

• Idealización de la mujer.

• El hombre tiene un impulso sexual hacia la mujer.

• El cuerpo sexuado, cárcel del alma.

• El angelismo sexual.

• El no tener relaciones genitales es sinónimo de sexualidad célibe

• Los célibes sin educación sexual saben vivir ese proyecto de vida.

• La falsa creencia de la integración sexual plena.

• 4.2.3. El celibato está en el cerebro más que en los genitales:



• El cerebro es la batuta que dirige toda la orquesta de la vida sexual del
célibe. Es más fácil para unos que para otros, según el potencial biológico,
pero más aún según la educación y los hábitos. El hombre puede habituarse
a cualquier cosa, es el ser más desbordable, dominable y moldeable en
razón de las posibilidades de su cerebro. Pero al mismo tiempo es el ser mas
desviable del camino normal, al mismo tiempo que el mas neurotizable,
precisamente porque no tiene un verdadero instinto, sino una necesidad, las
perturbaciones de la conciencia podrán orientarlo desde niño hacia una
sexualidad sana o patológica58. El cerebro es un ordenador compuesto por
unos cien billones neuronas, que constantemente intercambia información
entre sí. Los impulsos eléctricos viajan por las extensiones o ramificaciones
de la célula nerviosa hasta su núcleo, y esto genera una producción de
sustancias. El hipotálamo se comunica con la glándula pituitaria, que a su
vez envía mensajes hormonales a los genitales. Y estos órganos producen
hormonas que dirigen la acción sexual: los hombres producen testosterona
en los testículos y las mujeres, en sus ovarios, estrógenos y progesterona. El
origen del deseo sexual y de la mayoría de las conductas sexuales.

4.2.4. La sexualidad de Jesús

La definición de la vida sexual célibe cristiana del religioso, en cuanto opción


fundamental de vida, hay que buscarla en Jesús en la apasionada búsqueda del
Reino de Dios. Desde esta óptica, es muy necesario preguntarse cómo vivió Jesús
su propia sexualidad, qué hizo con ella y qué dijo acerca de ella, sobre todo porque,
si a partir de la Encarnación se hace en todo semejante a los hombres (menos en
pecado), también en la sexualidad, en cuanto ser sexuado, sexual y erótico, es un
varón. Se sintió y expreso como un varón en su sexualidad. Y vive su sexualidad
de una manera determinada. La pregunta que surge: ¿de que manera vive esa
sexualidad y por que la vive así? Pregunta y respuesta son esenciales para definir
la sexualidad célibe.

El NT no usa la palabra sexualidad, un concepto creado por la cultura moderna.


Jesús no podía, por tanto, usarlo con el contenido que hoy le damos. Pero en
Evangelio de Mateo usa la palabra eunuco, que nos puede ayudar a comprender el
concepto de Jesús: “Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay
eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismo se han hecho
tales por amor del reino de los cielos. El que pueda entender que entienda”. (Cf Mt 19,10-
12). La sociedad y la cultura en tiempos de Jesús centraba el concepto de

58 En el artículo “Aprendizaje desde la cuna” se manifiesta l a importancia de los contenidos y conceptos
que se transmiten, los cuales deben apartarse de prejuicios y mitos y, apuntar hacia el reconocimiento de la
importancia y “nobleza” del sexo. GIRALDO NEIRA, Octavio. En: Revista Javeriana, Bogotá. n. 721 Ene-
Feb. 2006. p. 22.
sexualidad en la genitalidad reproductora, y negarse a ella, era un insulto para el
varón y la mujer. Pero este concepto no es el que usa la cultura actual. La
genitalidad es una subparte de la parte somática de la sexualidad y del sexo. Lo
grave es que hoy día, la parte sexual se ve como un todo y por ello, no se
comprende bien las instancias sexuales dentro de la globalidad del ser humano.

En Jesús es importante anotar la razón que ofrece para explicar por qué no se ha
casado. Si no lo ha hecho, no ha sido porque algo o alguien se lo haya impuesto. Ni
nació impotente, ni se ha castrado por nadie. Si no se ha casado, siguiendo la
tradición de su pueblo, ha sido por un motivo bien significativo: “el Reino de
Dios”. Porque para El lo primero y más importante es el Reino, y todo lo demás
está en función de este objetivo prioritario. Lo importante no es le sexualidad
célibe en sí misma. Lo que realmente importa es que la vida sexual se ponga al
servicio y se viva según las exigencias del Reino.

4.2.5. Que nos enseña la manera de vivir Jesús su sexualidad.


• La castidad es una exigencia a valorar desde la construcción del Reino.

• Jesús no sobrevalora ni infravalora su propia vida sexual.

• Mucho menos la absolutiza o diviniza

• La valora solo en función del Reino.

• Por él y para él vive Jesús su sexualidad.

• Su único absoluto es el Dios del Reino.

• El Reino es la fuerza integradora que encauza creativamente su vida sexual.

• En el que encuentra el tesoro del Reino puede prescindir de lo demás.

• La sexualidad la vive para ese Dios y para ese Reino.

• Vive las relaciones humanas heterosexuales en la dinámica del Reino.

• Su vida sexual célibe no es excusa para no amar, todo lo contrario.

• Su vida sexual manifiesta ternura del amor gratuito de Dios a los


necesitados.

• Su sexualidad expresa el amor que tiene a los mas necesitados.

• Su sexualidad no le hace egoísta, mojigata, ni huraño, sino todo lo contrario.


• Su sexualidad no le aleja de la convivencia, compañía y amistad de las
mujeres, sino que tiene un trato familiar con ellas.

4.2.6. Funciones o significados de la sexualidad célibe

La opción de una vida célibe por el Reino constituye este proyecto de vida sexual
en función de su bien total, el amor a Dios y a los hermanos. Pero al mismo
tiempo, es también el fundamento de los significados o funciones donde se sitúa
su opción de vida. La sexualidad es un bien humano precioso al servicio de la
realización del bien total, objetivo final de la vida célibe. Esta opción, a su vez, le
ofrece los valores significados que la sexualidad célibe debe vivir y respetar, y que
también a su vez, le dan riqueza y la motiven en su modo de vivirla y el testimonio
que debe dar para Dios y los hermanos. Recordemos algunos de esos significados:
• Profetas de otra forma de vivir y expresar la sexualidad humana.

• Ser mensajeros de la libertad sexual en un mundo de adictos genitales.

• Ofrecer la nueve identidad sexual de la persona de Jesús

• La sexualidad, dinamismo realizador de la persona célibe.

• La fecundidad personal no se agota en el significado reproductor.

• La sexualidad célibe es una forma más de relación interpersonal con el otro.

• El celibato es una forma más de comunicación sexual con los otros.

• La expresión de la sexualidad célibe es un camino de amor oblativo y


gratuito.

• La genitalidad no es el único camino par vivir el placer sexual.

• Un camino más que nos conduce a la unión fiel con Dios y los hermanos.

• Ser testigos en el mundo de hoy de la ternura del amor no posesivo de


Dios.

• La persona es atractiva no por su atractivo genital sino personal.

• El célibe da rienda suelta a sus deseos sexuales en pos del apetito


incontrolado de Dios.

• El orgasmo genital no es la única forma de fusión plena con el otro.


• La sexualidad célibe es otro de los caminos par superar la soledad, ya que es
creadora de comunidad.

4.2.7. La integración de la sexualidad, un camino para toda la vida59

La vivencia e integración armónica de todos los elementos somáticos,


psicológicos, afectivos, sociales, culturales, axiológicos, religiosos e higiénicos de la
persona sexuada, por medios que sean positivamente enriquecedores y que
potencien la personalidad, el encuentro, la relación, la comunicación, el amor, para
realizarnos plenamente como personas. Todos estamos capacitados para practicar
la integración sexual, es sólo cuestión de conocer y de aceptar este aspecto de la
sexualidad como hemos aceptado al aspecto activo de vivirla como algo positivo60.

La integración sexual vendría a coincidir con la capacidad de tener encuentros y


relaciones intersexuales a través del amor, sin convertir al otro en objeto que
usamos para ponerlo a nuestro servicio, renunciando a la fantasía de constituirse
en un todo para el otro o de que el otro se constituya a su vez en un todo para sí61.
La integración es la capacidad que nos da fuerza para integrar y canalizar de forma
progresiva las distintas instancias o componentes del ser sexual en la totalidad
unitaria de la persona, que nos permite vivirla por medios positivos, lo que
potencia el encuentro interpersonal, la comunicación, el placer, el amor y la
realización plena y gozosa de la persona. No somos castos o integrados, sino que lo
vamos siendo en la medida que ponemos manos a la obra. Esta integración no se
da como fruto de los dioses, sino, como resultado de un duro esfuerzo continuado
y perseverante de cada uno. No es una proeza, sino que está al servicio de valores
superiores: el respeto de sí mismo, el respeto del otro y poderla vivir en una vida
consagrada a Dios.
La sexualidad humana no es vergonzosa como dicen los puritanos, pero tampoco
hay que sacrificarla, tal cual es, como creen los libertinos. Lo que es vergonzoso es
la manera como solemos practicarla, de una forma animalizada y
desespiritualizada. La integración es ese modo de ser humano. Es una integración
reflexiva al servicio de la vida célibe. Esto quiere decir que la integración no es más
que el aspecto técnico, que no debemos aislar, de una virtud superior que lleva el
nombre de castidad. Virtud en verdad desvalorizada y ridiculizada hoy en día,
siendo así que es la clave de todos los problemas sexuales humanos.

59 PUERTO PUERTO, Cosme O.P. Sexólogo. “Célibes por el Reino de Dios” En: Vida Nueva. Madrid.
n.2337. Julio de 2006. p. 24.

60 Cf. CIC n. 2337

61 Cf. CIC n. 2338-45


La capacidad de amar es una condición indispensable para la integración de la
sexualidad, hoy es importante integrarla en la inteligencia emocional, para vivir u
a sexualidad sana, positiva y realizadora dentro del proyecto célibe. Esa
integración implica en cada en uno de nosotros educar y desarrollar la habilidad de
nuestra inteligencia emocional. Estamos acostumbrados a darle toda la
importancia a la parte intelectual y a la inteligencia racional62. Hemos creído que
una buena racionalización de la sexualidad era capaz de reprimirla o sublimarla en
función de nuestro tipo de vida. Realidad que nos ha llevado a ser buenos ascetas,
olvidando que cuando ya no teníamos voluntad para seguirla reprimiendo con
raciocinios y fuerza de voluntad, nos desbordaba y terminaba con nuestra
vocación.

La clave de la sexualidad célibe esta en integrarla en la afectividad. Para que la


integración de nuestra sexualidad sea posible, es necesario que los célibes
adquieran un fuerte autocontrol de ella. La sexualidad humana no es una fuerza
instintiva, un impulso incontrolable, que debe manifestarse a tenor de las
circunstancias del momento. El cerebro del hombre se coloca, entonces, al servicio
del corazón, y le permite dominar una genitalidad demasiado inquieta,
transformándola en manifestación de amor. La integración y el autocontrol de la
sexualidad, es además, el único medio que posibilita que la unión sea una comunicación de
amor, mas que una explosión de búsqueda del placer en el otro. El elemento determinante
del proceso integrativo de la sexualidad célibe no es, por lo tanto, el ejercicio o no de la
sexualidad entendida en un sentido genital, sino la capacidad de integrarse en un amor
oblativo.

La formación recibida por el que opta por ser célibe en gran parte, hasta el
momento a sido enjaular a las personas en sistemas que hacen imposible el amor
práctico, y después llamar a eso integración. Se trata de reprimir a la persona hasta
que sus hormonas entrenaban en decadencia, y después se liberan sin haber
adquirido los verdaderos aprendizajes de la integridad afectiva. La sexualidad del
religioso, si no es integrada y vivida de amor, no tiene calidad, ni profundidad
cristiana, una herramienta para esto sería el desarrollo de la inteligencia
emocional63.
La sexualidad célibe con amor constituye una vida de comunidad. El celibato
frustrado es la muerte de esa vida. Una comunidad esta formada por personas
valerosas y amantes, y consiste no en la comunidad, sino en la armoniosa

62 “Si queremos observar la inteligencia y madurez de alguien, no debemos analizarla en las primaveras de
su vida, sino en el momento en que atraviesa los inviernos de su existencia” dirá: CURY, Jorge Augusto. El
Maestro de la Emoción. Bogotá: Paulinas 4ª Ed. 2006, p. 25.

63 Al respecto CURY. Óp. Cit., expone y da a comprender la estructura emocional sólida de Jesús, que otro
modelo de desarrollo de inteligencia emocional, para los que estamos llamados a integrar y vivir una
sexualidad célibe.
colaboración de personas libres. El célibe dotado de una capacidad de una
capacidad afectivo-sexual crea una comunidad espiritual porque se entrega en
cuerpo y alma a esa comunidad. La vida de comunidad es una vida de amor
participada en la mayor calidad y extensión posible. La mas autentica fraternidad
por el Reino de Dios es la formada por quienes escuchan la Palabra de Dios y la
ponen por obra. La Palara de Dios como dice San Juan es amor.

El fruto mas preciado que produce la integración es la libertad ante nuestra


sexualidad y la del otro. El reino de la libertad no baja a la sexualidad humana sin
cooperación del propio individuo, solamente los que se esfuerzan lo logran. La
integración sexual se ha de conquistar, según la experiencia de vida de los que lo
van logrando. Una sexualidad positiva sana e integral, vivida como expresión de
amor que llena de gozo a los que así la viven realizando plenamente a sus
personas, implica una jerarquía de valores y descansa sobre el principio del
esfuerzo y la ascesis de la voluntad activa. Jesús es ese prototipo de hombre
sexualmente libre, a pesar de que a muchos hombres de hoy y no creyentes les parezca algo
extraño, ya que se abstuvo de vivir la sexualidad como la vivía su cultura judía.

Solo para lograr esta libertad espiritual frente a nuestra sexualidad y la del otro, la
Iglesia nos exige la ascesis de voluntad activa a célibes y casados. Sin ella no se
puede lograr el dominio64. De los impulsos sexuales, que nos hacen ser
dependientes o adictos a esa sexualidad. Este dominio no se consigue sin nuestra
colaboración y esfuerzo personal. Porque las cosas preciosas y caras, cuestan
requieren la propia superación y el negarse a si mismo, es una exigencia
fundamental pata una sexualidad sana. Decir sexualidad sana es sinónimo de
personalidad integrada, que tiene todos sus elementos armónicamente integrados.
Solo una actitud ascética encaminada a esa integración es humana no mutila la
sexualidad, sino que permite vivirla por medios positivos dentro de ese proyecto
de vida sexual que es el celibato cristiano. Al ascesis no es guerra contra la
sexualidad, para que la suprima como si fuera uno obstáculo que impide vivir el
celibato. Es algo necesario para integrarla y que nos permita ser dueños de ella
para poderla vivir dentro de ese proyecto de vida elegido libremente para seguir a
Jesús. Lo importante no es confundirla con la negación, la represión, la inhibición,
la vergüenza, los miedos, los falsos pudores.

El célibe que no sabe ser dueño de su sexualidad es incapaz de lograr la


integración de sus componentes y de vivirla de una forma positiva y por medios
positivos en la unidad de la persona, en su proyecto de vida e integrada en una
afectividad oblativa. Por eso hay tantas decepciones que envenenan la sexualidad
célibe, en detrimento del logro de su felicidad. Lo que se requeriría para formar un
tipo de voluntad activa sería entres otros aspectos:

64 Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. Capitulo 35 y n. 128. y


Directorio Espiritual Capítulo XXXII.
• Tener bien desarrollada la capacidad de voluntad activa.

• Tener una actitud positiva frente la sexualidad.

• Estudio y comprensión de Jesús y su mensaje.

• Estar capacitado para ese estado de vida.

• Conocer y aceptar las ventajas que nos aporta

• Vivir y frecuentar personas que lo viven.

• Sentirse bien con el trabajo que se realiza.

• Desarrollar una gran capacidad de entrega.

• Tener buenos amigos con los que relacionarse.

• Una comunidad donde tu necesidad de ser amado se llena.

• Una vida activa donde te realizas como persona.

• Una vida de oración.

• Una vida de entrega total a tu propio carisma.

• No considerar el trato con la mujer como causa de tentación y pecado.

• Ver al hombre y a la mujer como compañeros y amigos, y nunca como un


peligro.

• Tener madurez afectiva.

• Convivir y sentir el apoyo y ayuda de matrimonios y familias felices.

• Desarrollar en sus vidas gran capacidad de acogida a todos.

• Saber acercarse a la realidad de la vida y a los problemas del hombre actual.

• Aprender a estar solo y luego convertir esa soledad en una gran riqueza
personal.

• Desarrollar la capacidad de interdependencia y no dependencia.

Finalmente la idea de que el celibato forma parte de la sexualidad humana y no es


contrario a ella, es algo esencial a tener en cuenta para su comprensión. Que no
viene determinado fundamentalmente por la abstención y castidad de las
relaciones genitales. Es una elección libre de vivir una nueva forma de vida sexual
por razones humanas y religiosas. Es una forma de práctica sexual sin las fuertes
luchas que genera una relación genital activa y que ni se apoya ni es apoyada en y
por el mito de la sexualidad reducida a la genitalidad. El celibato puede abrir
caminos sorprendentes y maravillosos en la creación de nuevas formas de
encuentro, relación y comunicación, de contactos interpersonales entre los sexos.

4.2.8. Bienaventuranzas de la sexualidad célibe

• Bienaventurados los célibes que aceptan la sexualidad como don de Dios,


porque se convierten en pregoneros de una buena noticia del Reino de Dios.

• Bienaventurados los célibes que imparten una educación sana, positiva y


progresiva, porque ellos serán los educadores del Reino del Dios.

• Bienaventurados los célibes que se aceptan como personas sexuadas


sexuales, y eróticas, porque dan testimonio de la encarnación en el Reino de
Dios.

• Bienaventurados los célibes que escuchan la llamada “ven y sígueme”


porque nuestra gratuidad es muy grata a los ojos de Dios.

• Bienaventurados los célibes por elegir esta opción de vida sexual diferente
porque permiten que haya libertad sexual verdadera.

• Bienaventurados los célibes que renuncian a la fecundidad porque su amor


será fecundo creando la gran fraternidad de los hijos de Dios.

• Bienaventurados los célibes que integran la sexualidad en su proyecto de


vida, porque llegarán a gozar de la libertad de los hijos de Dios.

• Bienaventurados los célibes que se arriesgan a amar más, porque ellos dan
testimonio hoy del amor oblativo de Jesús en el Reino.

• Bienaventurados los célibes que no explotan y abusan de la sexualidad de


nadie, porque esto es prioritario en la construcción del Reino de Dios.

• Bienaventurados los célibes que integran su sexualidad en el amor, porque


serán capaces de vivirla por medios positivos constructivos del Reino de
Dios.
• Bienaventurados los célibes que dirigen su pulsión sexual con el fin de
construir el Reino de Dios, porque ellos serán la comunidad célibe de los
hijos de Dios.

• Bienaventurados los célibes que, aceptando la bondad del placer genital,


renuncian, libremente a él, porque ellos heredarán el gozo de los hijos de
Dios.

¡Jesús, sólo Jesús!

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