Castidad
Castidad
Castidad
INTRODUCCIÓN
1. FUNDAMENTACIÓN BÍBLICA
4. SÍNTESIS Y CONCLUSIÓN
INTRODUCCION
3 Ibíd., N.16
4 CABRA GIORDANO, Pie. Tu Sígueme, curso de vida consagrada. Madrid: Claretianos. 2005.p 169
Sin querer separar todo lo anterior, de la fe y la espiritualidad, siempre se es:
humano y cristiano; por lo tanto, se ama y se siente amado. “En la base de la
castidad consagrada está la experiencia del amor que lo exige todo porque puede
darlo todo: es una especie de enamoramiento que hace palidecer la luz de
cualquier otra criatura; la sensación de responder a la seducción divina”5. Dios es
el Único y por eso tomamos la decisión de dedicarnos del todo a El,
comprometernos por El, dejarnos amar por El.
“Sólo el Dios- Amor puede pedirnos que amemos con todo el corazón; sólo quien
lo ha dado todo puede exigirlo todo; sólo quien nos ha amado en la cruz puede
proponer un amor que conduce a la cruz, sólo quien configura día a día el corazón
del hombre, por medio de la acción del Espíritu, puede enseñar a amar de tal
manera que se supere la atracción de la carne y de la sangre” 7.
Se trata de un amor crucificado, que cuesta caro. No es juego de niños, exige cargar
con la cruz y ser fiel al Crucificado: pasando por el rostro transfigurado en el Tabor
al rostro desfigurado de Jesús en el Calvario. Dicho amor se siente atraído por la
fuerza de la belleza divina, del rostro glorioso en la Resurrección, como por el
humilde abajamiento del amor hecho ágape, oculto y aniquilado en la Hostia. Este
amor se aprende y cultiva en la interioridad, en la oración que integra la totalidad
del ser humano, que imita a Jesús orante y virgen, eso si, sabiendo que la castidad
y la intimidad con el Señor son la misma cosa. Sólo quien cultiva la intimidad con
5 Ibíd., p.208
7 Ibíd., p.209
8
Ibíd., p. 210
el Señor puede dar testimonio de que su virginidad procede de un amor invisible
pero irresistible8.
Es propio del corazón humano aceptar exigencias, incluso difíciles, en nombre del
amor, por un ideal y sobre todo en nombre del amor hacia la persona y que en
esencia se orienta hacia la persona9. “Y por esto en la llamada a la castidad y el
celibato, primero los mismos discípulos y, luego, toda la Tradición viva de la Iglesia
descubrirán enseguida el amor que se refiere a Cristo mismo como Esposo de la
Iglesia. Esposo de las almas, a las que Él se ha entregado hasta el fin en el misterio
de su Pascua y de la Eucaristía. De este modo la continencia “por el reino de los
cielos”, la castidad, la opción de la virginidad o del celibato para toda la vida ha
venido a ser en la experiencia de los discípulos y seguidores de Cristo el acto de
una respuesta particular del amor del Esposo Divino, y, por esto, ha adquirido el
significado de una acto de amor esponsalicio: esto es, de una donación esponsalicia
de sí, para corresponder de modo especial al amor esponsalicio del Redentor: una
donación entendida como renuncia, pero hecha, sobre todo, por amor”10.
Imaginemos como gráficamente como dos ángulos por el vértice o dos embudos
opuestos volcados el uno sobre el otro: donde se cierra uno se abre otro, como en
un reloj de arena: la parte superior, o el ángulo colocado arriba contiene y
comprende el amor de Dios y a Dios, concentrándolo en un punto preciso el
corazón del virgen, del célibe y el casto, donde aquel amor estalla, dando vida a
otros amores, que, sin embargo, nacen de aquel y único gran Amor. Según el
conocido principio de concentración, los ángulos opuestos por el vértice son
iguales, es decir, hay una relación tanto cuantitativa como cualitativa entre aquel
amor único y grande que absorbe todas las energías afectivas de la persona y los
otros amores. En otras palabras, aquel afecto central:
Hacer amar más a otras muchas personas: cuanto mas grande y único se
aquel amor, tanto mas capaz será la persona de amar a otros, a todos si fuera
posible, sin rechazar a nadie;
Pero tal amor dicta también el estilo de los otros amores: aquel a quien
virgen ama con todo su ser se convierte también en el modo de amar del
virgen11, del célibe, y casto.
9 JUAN PABLO II. El celibato Apostólico. Madrid: Ediciones Palabra. 1995, p.113
11 CENCINI, Amadeo. Virginidad y celibato, hoy. Santander: Sal Térrea, 2ª ed, 2006. p. 95.
Antes de hacer una definición de castidad y celibato, es necesario buscar la fuente
que origina una vida casta y una vida célibe. Desde una formación humana y
cristiana y sin pretender caer en un moralismo, es necesario referir en primero
lugar, la vida casta y la vida célibe como el ejercicio habitual y continuo de las
virtudes morales, especialmente el ejercitarse en la virtud de la templanza12. La
virtud de la templanza según el plan señalado por Santo Tomas de Aquino en la
Suma Teológica, Tratado de la templanza (2-2q.141-170) podría presentarse con el
siguiente diseño general para mayor comprensión, de la procedencia de la
castidad, el celibato o virginidad y la continencia:
1. En si misma:
1. Como virtud moral (q.141)
2. En sus vicios opuestos(q.142)
2. En sus partes:
1. En general(q.143)
2. En especial:
2.1. Partes integrantes:
a. Vergüenza(q.144)
b. Honestidad(q.145)
2.2. Partes subjetivas:
a. Sobre la nutrición
• Respecto a la comida: abstinencia(q.146)
Acto propio de esta virtud: ayuno
Vicio opuesto a ambos: gula (q.148)
• Respecto a la bebida: sobriedad(q.149)
Vicio opuesto a ambos: gula (q.150)
b. Sobre el placer venéreo(carnal) y generación:
• Privación temporal del mismo: castidad (q.151)
• Privación perpetua: virginidad (q.152)
Vicio opuesto a ambas: lujuria (q.153)
Especies de la lujuria (q.154)
1.2.3 Partes potenciales:
a. Moderando los placeres del tacto con pasión vehemente:
Continencia (q.155)
Vicio opuesto a la continencia: incontinencia (q.156)
b. Moderando la pasión de la ira: mansedumbre (q.157)
13 Confróntese S. Th. introducción a la q.141, de la BAC, sobre la naturaleza de la templanza en general.
c. Moderando la crueldad en el castigo: clemencia(q.157)
Vicio opuesto a la mansedumbre: ira (q.158)
Vicio opuesto a la clemencia: crueldad (q.159)
d. Moderando los movimientos no vehementes: modestia(q.160)
• Acerca de la propios excelencia: humildad (q.161)
Vicio opuesto: soberbia (q.162-165)
• Acerca del deseo del ciencia: estudiosidad (q166)
Vicio opuesto: curiosidad (q.167)
• Acerca de los movimientos hechos en serio o en broma: modestia corporal y
eutrapelia (q.168).
• Acerca de los vestidos y adornos: modestia en el ornato (q.169)
15 Cfr. S. Th. q.141. el objeto de la virtud de la Templanza (a. 3, 4, y 5) aclara mas las pasiones que hacen
parte del objeto material de la templanza.
Santo Tomas define la castidad16, que procede del “castigo” que la razón impone a la
concupiscencia, domándole como a un niño. Y es virtud porque reúne las
condiciones de tal, es decir es una fuerza regulada por la razón. El sujeto de la
castidad es el alma, pero tiene por materia al cuerpo es misión de la castidad usar
moderadamente de los miembros corporales conforme al juicio de la razón y a la
elección de la voluntad. Virginidad17 deriva de “verdor”, pues, así como la planta
está verde mientras no la queman los excesivos calores, la virginidad es
preservación de la persona que posee de los ardores de la concupiscencia, que
tienen su hervor máximo en los placeres venéreos (eróticos-sensuales), De Aquino,
aclara que la virginidad hace parte de la castidad, y es con el fin de consagrarse a
las cosas divinas. La continencia18 significa firmeza de voluntad y de la razón para
abstenerse de todo acto ilícito, contra las pasiones mas vehementes (enardecidas)
del hombre, es la firmeza racional para resistir en la lucha contra los ataques
vehementes del placer del tacto, en especial el venéreo (erótico-sensual).
Se puede hacer una experiencia con la palabra castidad y otra con la palabra
celibato, con respecto a lo que la gente del “común” entiende. Pido una definición
y puedo escuchar lo siguiente: la “castidad es la ausencia de relaciones sexuales”. Y
eso no es. Nada de eso. Porque las dos definiciones no contienen la misma
realidad, porque las personas casadas, están llamadas a vivir humanamente la
relación sexual y de igual manera, están llamadas a ser castas dentro de su
matrimonio ó también hay personas que viven la continencia sin ser castos19. ¡Que
sutil y difícil entender la castidad conyugal y la castidad del consagrado, sin caer
en moralismos y casuísticas!“¡Cuán difícil es decir por qué la Iglesia considera
que la sexualidad está solo ordenada al amor conyugal del hombre y la mujer ;
explicar en qué consiste la castidad conyugal, hacer comprender a los jóvenes que
es posible y aún deseable, esperar en el momento mismo que tienen el deseo (pero
no se atreven a confesarlo). Difícil es, más no imposible. ¿Cantaría Jennifer la
16 S. Th. q.151art.1.
No se tiene la impresión de que la elección que hizo Jesús de no casarse haya sido
algo difícil de hacer y mantener. Se trata más bien de la consecuencia de algo más
profundo, de una dimensión de su ser y de su amor, de su manera espontánea de
situarse de frente a los hombres. Su castidad no es una realidad negativa, es la
pureza de su amor. “Hay quienes se hicieron así mismos eunucos a causa del reino
de los cielos”(Mt 19,12). Jesús fue uno de estos eunucos, sí el permaneció célibe fue
por causa del reino de los cielos. El nos advierte que hay en ello algo misterioso.
“Que el que puede entender, lo entienda” (Mt 19,12). No es para todos, pero los
que quieran seguirlo radicalmente siendo célibes, lo hacen por un ideal supremo
sin odiar el matrimonio, es por el Reino de los Cielos.
20 CARTUJO, AA. La felicidad de ser casto. Bogotá: San Pablo, 2007. p. 5.
1. FUNDAMENTACIÓN BÍBLICA
El de la fecundidad:
“Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra
los Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y
sometedla”. (Gen 1,27-28).
Este relato sacerdotal de la creación afirma que el hombre y la mujer, los dos, son
hechos a imagen de Dios. Como Dios, “el hombre” posee la soberanía en el
universo, como El tiene el poder de dar la vida a seres su a imagen, pero no (por
creación). La bendición de Dios tiene por objeto la fecundidad carnal que
garantiza la existencia del pueblo de Dios y su continuidad en el tiempo.
El del amor:
El relato Yavista (Cf Gn 2-3), tan profundo donde Dios coloca al hombre que ha
formado en un Jardín, en el Edén, para que lo cultive y lo guarde y le da a una
compañía. En resumen los dos relatos, nos colocan frente a dos perspectivas: la de
la fecundidad y la del amor. Siendo las dos un orden de cosas queridas por Dios,
con un valor permanente y universal. El pecado aterra y desgarra esta realidad
humana, pero ella seguirá siendo en si misma un don de Dios, un bien que será
admitido previamente a la obra de la redención.
“Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hace una sola
carne”. ( Gn 2,24).
La inclinación del varón a la mujer es amor que induce al matrimonio con tal
fuerza, que el hombre se arranca del hogar paterno, siendo mutua la atracción.
“…e Isaac Introdujo a Rebeca en la tienda, tomo a Rebeca, que paso a ser su mujer, y el la
amó.” ( Gn 24,67)
No parece posible el matrimonio sin el amor y en el relato de la formación de Eva
(Cf Gn 2, 21-25) late la idea de que el sentimiento amoroso lo ha infundido Dios en
el hombre, por eso en las narraciones posteriores como en la de Isaac y Rebeca, el
amor entra como un valor absoluto y bueno en si.
Jesús permanece enteramente abierto, libre y disponible, por dentro y por fuera
para los demás, sin exclusivismo de ninguna clase, sin mediaciones en su amor. Sin
polarizaciones, amando a todos y a cada uno con amor inmediato, absolutamente
gratuito y personal. Por eso y para eso, renunciando al matrimonio, vive célibe (en
virginidad), como el modo mas adecuado de hacer ya presentes y actuales los
bienes futuros del Reino consumado, poniendo de relieve su infinita valiosidad y
trascendencia sobre los máximos valores de este mundo, e inaugurando, aquí y
ahora, un tipo de relaciones interpersonales, divinas y humanas al mismo tiempo.
La virginidad de Jesús no es replegamiento sobre si mismo, ni simple ejercicio
ascético de renuncia, sino apertura incondicional a los demás, amor sin limites,
fuerte y viril, pero lleno de ternura y sentido universal de fraternidad.
Jesús conversa a solas, en el campo, en el pozo de Jacob, lugar del encuentro de los
enamorados, o para el enamoramiento, con una mujer samaritana, extranjera,
idólatra y maldita para todo judío fiel (Cf Jn 4, 4-42). Es él quien inicia la
conversación y a sabiendas que es una mujer conocida por su mala vida, le pide un
favor, dialoga largamente con ella y es una conversación muy profunda. Jesús
rompe los esquemas de la tradición judía, algunas reglas de educación prohibían
encontrarse con una mujer, sobre todo si es casada; mirar a una mujer casada e
incluso saludarla; hablar con una mujer en la calle22. Una mujer no debía estar sola
en el campo, y no era normal que un hombre conversaran con una extraña, pero
esto hombre era distinto, Jesús, pensaba, hablaba, miraba, sentía y amaba de una
manera novedosa y natural, que hasta las mujeres, marginadas por una sociedad
patriarcal y machista descubría, que todo su ser deslumbraba, de amor, puro,
sincero y honesto, a pesar de ser hombre y ser judío.
“Le presentaron unos niños para que los tocara; pero les discípulos les reñían. Mas Jesús, al
ver esto, se enfadó y les dijo:<<Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque
de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de
Dios como niño, no entrará en él.>>Y abrazaba los niños, y los bendecía poniendo las
manos sobre ellos.”(Mc 10 13-16)(Cf Mt 19, 13-15) (Cf Lc 18 15-17)
Era costumbre hacer bendecir a los niños por los jefes de las sinagogas. Se pensaba
que por la vinculación, como jerarcas, con Moisés, a su oración e imposición de
22 MORACHO, Félix. S.J. Para entender lo que Jesús hacía y decía. Caracas: Educación y Cultura
Religiosa, 1991. p. 17.
23 Ibíd.,.p.20.
manos, habían de recibir la bendición de Dios (Cf Dt 34,9). Pero no solo en estos
casos, sino que también era costumbre que los hijos y los discípulos se presentasen
a sus padres y a sus maestros para hacerse bendecir por ellos. Todo esto prueba el
concepto de grandeza moral y taumatúrgica en que las gentes tenían a Jesús. Veían
en su oración sobre ellos y en su imposición de manos, que habían de recibir
gracias y manifiestos favores24. Se puede caer en la cuenta como las gentes,
descubrían en Jesús un amor casto, libre de ofuscaciones y prejuicios para con los
pequeños y verdaderamente puros de corazón, como eran los niños; el Evangelista
Marcos cuenta como se los presentaron para que los tocara, no miraban en Jesús
desconfianza sino por el contrario inspiraba tal amor y confianza, que sus caricias y
abrazos no eran desvirtuados por la morbosidad y pretensiones de doble sentido
en la que a veces caer el ser humano por la fragilidad de la carne.
Se abordará este tema desde dos tradiciones bíblicas: sacerdotal y profética; y dos
versiones del voto de castidad. El área de la sexualidad y de la familia tiene gran
importancia en las dos tradiciones bíblicas. Están en juego la transmisión de la vida
y el orden social. La transmisión de la vida es un proceso misterioso; sólo Dios es
dueño de la vida. Es preciso tener cuidado para que la muerte no se haga presente
en este proceso. El orden social está garantizado, en buena parte, por el recto orden
del parentesco y de las relaciones familiares. Son necesaria reglas claras en este
campo para exorcizar la violencia. Sin embargo, ambas tradiciones ofrecen distinta
interpretación de la sexualidad y de la familia.
25 MARTINEZ DIEZ, Felicísimo. Refundar la Vida Religiosa. 3ª. Ed. Madrid: S. Pablo. 1994. p.172
prohibiciones están inspiradas a un tiempo por la experiencia del pueblo y por la
lucha contra los cultos paganos. Pero, sobre todo, obedecen a lucha contra la
violencia y la agresión humana que se refleja en el sexo y pone en peligro las
relaciones sociales y la organización de la vida cotidiana. Los tabúes sexuales son a
la vez tabúes sociales.
La tradición profética del don, desarrolla los sistemas ideológicos de regulación social,
mancha/pureza y deuda/don. En el origen de todo don enseña la Biblia a
reconocer una iniciativa divina, Dios es quien da la iniciativa de la Creación y
quien da a todos alimento y vida (Sal 104), también Dios tiene la iniciativa de la
salud (Dt 9,6; 1Jn 4,10), por consiguiente, la generosidad, se desvía cuando se
pretende anteponer a la gracia(Cf Jn 13,37s); la primera actitud que se impone al
hombre es abrirse al don de Dios(Mc 10,15). Recibiéndolo se hace capaz de
auténtica generosidad y es llamado a practicar a su vez el don (1Jn 3,16)26.
La tradición profética del don puede facilitar una interpretación del voto de
castidad, desde la perspectiva del amor, de la comunidad y de la misión. La
tradición profética valora positivamente la sexualidad y el matrimonio, la
procreación y la abundante descendencia. Ni la virginidad, ni el celibato y menos
aún la esterilidad y la impotencia, tienen aceptación en la literatura
veterotestamentaria. La sexualidad evoca unión y comunión que transmite la vida
y la bendición (Cf Os 1,2-9; 2,1-4).
26 LEÓN DUFOUR, Xavier. Vocabulario de Teología Bíblica. Barcelona: Herder, 1965.p.215.
En la tradición profética el matrimonio es el símbolo de la alianza (Cf Os 2, 21-25).
Las relaciones de parentesco constituyen la estructura básica de la formación social
(Cf Os 7, 8-12). EL matrimonio multiplica los hijos, que prolongan la vida y la
memoria. La fertilidad y la abundancia de hijos es una bendición; la esterilidad y la
carencia de descendencia lleva hasta la ley del levirato (Cf Dt 25,5-10).
En el sistema del don el pecado no es concebido como una impureza, sino más bien
como una deuda contraída con Dios con los hermanos, como una ruptura de amor
y la comunión. Por consiguiente, sólo puede ser reparado mediante reconciliación,
reincorporándose al sistema del don, reconstruyendo la comunión rota. En el
sistema del don, la única reparación posible del pecado es el amor efectivo.
Con mucha frecuencia se usan indistintamente los términos pureza y castidad. Sin
embargo, a partir de ambas tradiciones bíblicas se pueden señalar algunos matices
diferentes. La pureza pertenece al ámbito de la pureza legal, ritual o moral; la
castidad pertenece al ámbito teologal del amor. La pureza sin la castidad se torna
en fariseísmo, y se torna rígida, agria e intransigente. El alma de la pureza es la
castidad con amor.
“Muchos la pretendieron, pero ella no tuvo relaciones con ningún hombre en toda su vida,
desde que su marido Manasés murió y fue a reunirse con su pueblo. Vivió hasta la
avanzada edad de ciento cinco años, transcurriendo su ancianidad en casa de su marido”
(Cf Jdt 16, 22-23ss). Es notable el relieve que se da al hecho de no haber aceptado a
ningún hombre en matrimonio desde la muerte de su esposo Manasés. En el
contexto adquiere el sentido de una maternidad espiritual respecto al pueblo, lo
cual se sugiere con la repetición de “mi pueblo” (16,4.11.17; Jue 5,7). Esta
maternidad anuncia un nuevo orden, el del Israel según el Espíritu28. Jeremías
presenta un caso que no carece de semejanza.
“No te tomes mujer, ni tengas hijos e hijas en este lugar” (Cf Jer 16,2ss). Célibe, orden
de Yavhé, el profeta parte de su celibato, con todas las consecuencias sociales (1-9),
a explicar el motivo del castigo del pueblo (10-13) que un día, después de una total
destrucción (16-18), retornará a la patria (14-15), acompañado de las naciones
convertidas al yahvismo (19-21). Ese entrecruce de la destrucción y de la
edificación en la predicación de Jeremías no es ajeno al estilo del profeta y, por lo
mismo, no obliga por si solo a considerarlo como no auténtico.
28 AA.VV. La Sagrada Escritura, Texto y comentario. Antiguo Testamento T.III. Madrid: BAC, 1970,
p.209.
29 AA.VV. La Sagrada Escritura, Texto y comentario. Antiguo Testamento T.V. Madrid: BAC, 1970, p.501.
En el NT la palabra castidad pierde su razón ritual de pureza legal y cultica, en
gran parte para adquirir un significado más interno y espiritual. Tres palabras
griegas traduce la vulgata con los vocablos castus y castitas30: 1. “egkrateia”: (Cf Hch
24,25; Gal 5,23; 2 Pe 1,6; 1 Cor 7,9; 9,25; Tit 1,8), semeja según las diversas
acepciones de la vulgata a continencia y abstinencia, e indica el hombre que es
dueño de si mismo y principalmente de los apetitos carnales. 2. “semnotes,
semnos”:castitas, castus, otras veces traduce “pudicus, gravitas”: comportamiento
digno y mesurado en cualquier circunstancia (Cf Flp 4,8; 1 Tim 3, 8; Tit 2,2.7; 3,4).
3. “agnos, agneía”: son las palabras mas uniformemente traducidas por castus y
castitas. La diversas acepciones de estas palabras en el NT pueden reducirse a estas:
honradez, ejemplaridad, integridad, caballerosidad, sin tacha; cualidades fundadas
en la peculiar condición del cristiano y templo de Espíritu Santo (Cf 1 Cor 6, 15-19),
y estarán conmensurados por la función que desempeñe el cristiano, quien juzga y
corrige, ha de ser de una conducta y costumbres ejemplares (Cf 1 Tim 5,22; 4,12) a
las circunstancias en las que se encuentre (Cf 1 Tim 4,12; 5,2; Tit 2,5; Flp 4,8).
Aunque todas las anteriores expresiones paulinas, sean más o menos genéricas, no
obstante, en su extensión se halla incluido el concepto de castidad y de pureza,
inmensamente superior al del AT. El grado más sublime de integridad se
compendia en 2 Cor 11,2: “Porque os celo con celo de Dios, pues os he desposado a un
solo marido para presentaros a Cristo como casta virgen”. Debe pues ser de tal modo la
honradez, la integridad y la caballerosidad del cristiano que sea para Cristo lo
mismo que una virgen intachable para su marido.
Los textos de Mateo 19,10-12 y 19, 16-26, tienen un cierto paralelismo, invitan a una
renuncia que ha de ser voluntaria. Hacen referencia a la dificultad sobrehumana de
dicha renuncia. Concluyen con una explicación de las condiciones del seguimiento
y de la recompensan subsiguiente; y afirman que la renuncia es un don de Dios
(Mt 19,27-30). Dos ideas centrales del texto evangélico especialmente útiles para
iluminar la naturaleza y el sentido del voto de castidad. En primer lugar, se trata
30 AA.VV. Enciclopedia de la Biblia. V. 2. Barcelona: Garriga, 1963. p.183.
de una renuncia libre a algo legítimo “por el reino de los cielos”. El seguimiento
radical de Jesús también es posible en el matrimonio. En el celibato religioso no se
renuncia a algo malo y perverso. Si no es libre la renuncia, carece de todo valor
cristiano. Si toda la motivación no es haber descubierto el valor absoluto del Reino,
la opción por el celibato religioso es una insensatez sin sentido.
Pero no basta una renuncia plenamente consciente a dicho valor. A la luz de las
palabras de Jesús, se deduce que esta renuncia es a la vez una forma de afirmar ese
valor, en virtud del la cual la persona no casada se abstiene coherentemente,
siguiendo el consejo evangélico. Esto puede parecer una paradoja, pero es sabido
31 JUAN PABLO II. El celibato apostólico. Madrid: Ediciones Palabra, 1995. p.121
que numerosos enunciados del Evangelio, son acompañados de paradojas. Al
aceptar este significado de la llamada a la continencia por el Reino de los Cielos, se
concluye que la realización de esta llamada sirve también y particularmente para la
confirmación del significado nupcial del cuerpo humano en su masculinidad y
feminidad. Esta renuncia por cada una de las personas, hombres y mujeres, es, en
cierto sentido, indispensable, a fin de que el mismo significado nupcial del cuerpo
sea mas fácilmente reconocido en todo el ethos32 de la vida humana y sobre todo el
ethos de la vida conyugal y familiar.
Así pues, aunque la continencia por el Reino de los Cielos, virginidad y celibato,
orienta las vidas de las personas que eligen libremente al margen del camino
común de la vida conyugal y familiar, sin embargo, no queda sin significado para
esta vida, por su estilo, su valor y su autenticidad evangélica. No olvidemos que la
única clave para entender la sacramentalidad del matrimonio es el amor nupcial de
Cristo hacia la Iglesia (Cf Ef 5,22-23).de Cristo, Hijo de la Virgen, El cual era El
mismo virgen, esto es. “eunuco por el Reino de los Cielos”, en el sentido más
perfecto del término.
Si la continencia significa una renuncia “por el Reino de los Cielos”, esta renuncia
es a la vez una afirmación: la que se deriva del descubrimiento del “don”, esto es,
el descubrimiento, a la vez de una perspectiva de la realización personal de sí
mismo, atreves de un don sincero de si mismo. En esta renuncia no se puede ver en
algún modo la negación del matrimonio; mas bien por el contrario la continencia
sirve indirectamente para poner de relieve lo que en la vocación conyugal es eterno
y mas profundamente personal, lo que en dimensiones de temporalidad
corresponde a la dignidad de la entrega personal, vinculada al significado nupcial
del cuerpo en su masculinidad y feminidad.
El término hebreo deriva del acádico, “el que está a la cabeza” y designaba los
funcionarios regios en las cortes extranjeras: Babilonia, Egipto, Persia (Gn 37.36;
39,1; 40, 2-7; 2Re 18,17; Dn 18,17; 20,18; 20,18; Jer 39,3.13. Cf Act 8,27) Llego a
significar el hombre de confianza del rey. Como los encargados del harén real eran
hombres castrados, después se dio el nombre de eunucos a otros empleados
cortesanos sin que fueran fisiológicamente. Tanto en Israel como fuera de él,
aparecen con tal denominaciones militares, embajadores (1Sm 8,15, 1Re 22,9; 2Re
32 Comportamiento, costumbre. Carácter en el modo de ser adquirido. El ethos no es sino la estructuración
unitaria y concreta de los hábitos de cada persona. En : LOPEZ ARANGUREN, José Luís. Ética. Madrid:
Alianza Editorial, 1995. y “Ética” Microsoft Encarta 2006. Microsoft Corporation 2005.
En el NT, Jesús distingue tres tipos de eunucos: los que lo son de nacimiento, los
que han sufrido una intervención violenta y aquellos que “se castraron a si mismo
por el Reino de los Cielos” (Mt 19,12); esta tercera categoría tiene evidentemente un
sentido figurado de vivir como eunucos, renunciando a las satisfacciones y
preocupaciones del sexo y el matrimonio, para poder entregarse de lleno a las
exigencias del Reino de los Cielos.
34 Quien más que JUAN PABLO II, para explicarnos y hacer comprender el celibato, como lo hace en su
libro, “El celibato Apostólico”. Madrid: Ediciones Palabra, 1995 donde recoge su catequesis sobre la
resurrección de la carne y la virginidad cristiana, explicita el significado de un aspecto aparentemente
paradójico del cristianismo, que sublima el valor del cuerpo y de la sexualidad humana en el dogma de la
resurrección de la carne y en el sacramento del matrimonio y, a la vez, señala el valor superior del celibato por
el Reino de Dios.
Las últimas palabras del texto citado, demuestran que Pablo parte y se refiere a su
propia experiencia, y de este modo su argumentación se hace más personal. No
sólo formula el principio y trata de motivarlo, sino que lo enlaza con reflexiones y
convicciones nacidas de la práctica del consejo evangélico del celibato. El Apóstol
no sólo escribe a sus corintios: “Quisiera que todos los hombres fuesen como yo”
(1Cor 7,7), sino que va mas adelante y refiriéndose a los hombres que contraen
matrimonio escribe: “Pero tendréis así que estar sometidos a la tributación de la
carne, que quisiera yo ahorraos” (1Cor 7,28). Por lo demás, esta convicción
personal la había expresado ya en las primeras palabras del capítulo séptimo de
dicha Carta, refiriéndose, si bien para modificarla, esta opinión de los corintios:
“Comenzando a tratar lo que me habéis escrito, bueno es al hombre no tocar
mujer… (1Cor 7,1)
Pablo escribe sobre las tribulaciones del cuerpo, que esperan los casados. ¿Será un
aversión personal de Pablo hacia el matrimonio? En esta observación realista hay
que ver una advertencia justificada a quienes, como a veces piensan los jóvenes la
unión y convivencia conyugal han de proporcionarles sólo felicidad y gozo. La
experiencia de la vida demuestra que no rara vez los cónyuges quedan
desilusionados respecto de lo que esperaban. El gozo de la unión lleva consigo
también las tribulaciones de naturaleza moral. El verdadero amor conyugal, es al
mismo tiempo un amor difícil.
Jesús, en sus palabras sobre la continencia por el reino de Dios, de ningún modo se
propone encausar a los oyentes hacia el celibato o la virginidad cuando les señala
las tribulaciones del matrimonio. Más bien se advierte de algunos aspectos
penosos de la opción por la continencia: tanto razones sociales, como razones de
naturaleza personal inducen a Jesús a decir que se hace eunuco, el hombre que
toma tal decisión, es decir, el hombre que abraza voluntariamente la continencia.
Pero precisamente gracias a esto resalta con claridad todo el significado subjetivo y
la grandeza y excepcionalidad de una tal decisión: el significado de una respuesta
madura a un don especial del Espíritu.
En el enunciado de Pablo, quien no está casado se preocupa de las cosas del Señor.
Con esta expresión concisa Pablo abarca la realidad objetiva completa del Reino de
Dios. El objeto del interés del cristiano es el mundo entero. Pero Pablo con el
nombre “Señor” califica en primer lugar a Jesucristo, y por tanto cosas del Señor
quiere decir ante todo el Reino de Cristo, su Cuerpo que es la Iglesia y cuanto
contribuye al crecimiento de está. De todo ello se preocupa el hombre no casado, y
por ello, siendo Pablo “Apóstol de Jesucristo” (1Cor 1,1), escribe a los corintios:
“Quisiera yo que todos los hombres fueran como yo” (1Cor 7,7).
“Agradar al Señor” tiene por trasfondo el amor, quien no está casado se cuida de
agradar a Dios, mientras que el hombre casado debe procurar también contentar a
la mujer. Aparece así el carácter nupcial de la continencia por el Reino de Dios. El
hombre procurar agradar siempre a la persona amada. El “agradar a Dios” no
carece por tanto de este carácter que distingue la relación interpersonal de esposos.
Por una parte, es un esfuerzo del hombre que tiende a Dios y procura complacerle,
o sea, expresar prácticamente el amor; por otra parte esta aspiración corresponde al
agrado de Dios, que acoge los esfuerzos del hombre y corona su obra dándole una
gracia nueva: de hecho desde el principio esta aspiración ha sido don de Dios.
Cuidarse de agradar a Dios, es pues, una aportación del hombre al diálogo
continuo de salvación entablado por Dios, todo cristiano que vive de fe toma parte
de este diálogo.
Pablo observa que el hombre ligado con vínculo matrimonial “esta dividido”
(1Cor 7,34) a causa de sus deberes familiares (Cf 1Cor 7,34). Por consiguiente, de
aquí parece desprenderse que la persona no casada debería caracterizarse por una
integración interior, una unificación, que le permitiría dedicarse enteramente al
servicio del Reino de Dios en todas sus dimensiones. Esta actitud presupone la
abstención del matrimonio, exclusivamente por el Reino de Dios, y una vida
dedicada sólo a este fin. En caso contrario también puede entrar furtivamente la
división en la vida de persona no casada, que al verse privada de la vida
matrimonial por una parte, y por otra, de una meta clara por la renuncia ésta,
podría encontrarse ante cierto vacío.
El Apóstol parece conocer bien todo esto, y se apresura a puntualizar que no quiere
tender un lazo a quien aconseja no casarse, sino que lo hace para encaminarlo a lo
que es digno y lo mantiene unido al Señor sin distracciones (Cf. 1Cor 7,35). El no
casado estando unido al Señor, puede tener la certeza de que sus dificultades serán
comprendidas: “Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse
de nuestras flaquezas, antes fue probado en todo igual que nosotros, excepto en el
pecado” (Heb. 4,15). Esto permite a la persona no casada englobar sus eventuales
problemas sus eventuales problemas personales en la gran corriente de los
sufrimientos de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia, en vez de sumergirse
exclusivamente en ellos. Pablo enseña como se puede estar unido al Señor, esto se
llega alcanzar aspirando a permanecer con El de continuo, a gozar de su presencia,
sin darse distraer por las cosas que no son esenciales.
Pablo en este capitulo de la Carta de los Corintios, trata de los problemas del
matrimonio y del celibato o virginidad de modo sumamente humano y realista,
teniendo en cuenta la mentalidad de sus destinatarios de Corinto, con otro mundo
y con otra jerarquía valores, distinto de aquel al que llegaron por primera vez las
palabras pronunciadas por Jesús.
Ante hombres que vivían en un ambiente donde el matrimonio sobre todo era
considerado uno de los modos de usar del mundo, Pablo se pronuncia con
palabras significativas sobre la virginidad y el celibato, y también sobre el mismo
matrimonio: “A los no casados y a las viudas les digo que le es mejor permanecer
como yo. Pero si no pueden guardar continencia, cásense, que mejor es casarse que
abrasarse” (1Cor 7,89). Pareciera, según lo anterior, que el matrimonio fuera solo
un remedio para la concupiscencia, pero más adelante encontramos: “Quisiera yo
que todos los hombre fuesen como yo; pero cada uno tiene de Dios su propia
gracia: éste, una; aquel, otra” (1Cor 7,7).
Por lo tanto, incluso los que optan por el matrimonio y viven en él, reciben de Dios
un don, su don, es decir, la gracia propia de esta opción, de este modo de vivir, de
dicho estado. El don que reciben las personas que viven en el matrimonio es
distinto del que reciben las personas que viven en virginidad y han elegido la
continencia por el don propio, destinado a personas concretas, y especifico, o sea,
adecuado a su vocación de vida. Así pues, se puede decir que mientras en la
caracterización del matrimonio en su parte humana. El Apóstol pone muy de
relieve la motivación que tenía en cuenta la concupiscencia de la carne; y, a la vez y
con menor fuerza persuasiva, destaca se carácter sacramental y carismático. Con la
misma claridad con que ve la situación del hombre respecto de la concupiscencia
de la carne, ve también la acción de la gracia en cada hombre, en quien vive en el
matrimonio e igualmente en el que ha elegido voluntariamente la continencia,
teniendo presente que pasa la apariencia de este mundo.
En los últimos tiempos han sido frecuentes los documentos pontificios que, al
hablar del sacerdocio o de la virginidad, han recalcado el don del celibato y su
significado. “Los orígenes del celibato como norma de clérigos no son de pura ley
humana. Son evangélicos y vienen del consejo de Cristo. La ley eclesiástica del
celibato, para los que libremente quieran ser sacerdotes de la Iglesia, viene del
consejo de Cristo, sembrador del consejo casto; consejo que, si ha de ser para
alguno, lo es sobre todo para los llamados a la perfección, como los son los
sacerdotes”35.
35 NICOLAU, S.I., Miguel. Ministros de Cristo, Sacerdocio y Sacramento del orden. Madrid: BAC, 1971,
p.385.
Es de creer que los Apóstoles, que anunciaban el Evangelio integro de Cristo, y que
le habían seguido a todas partes practicasen ellos mismos el consejo de la castidad.
Y aun en el caso de que provinieran algunos del estado de casados, como lo
sabemos de San Pedro (Mc 1,30), sin embargo, San Pablo parece indicar que los
Apóstoles vivían en continencia. En 1 de Cor 9,5 afirma de sí, que en sus correrías
apostólicas no llevaba “mujer hermana”; y describe la labor de los Apóstoles, y de
los parientes del Señor y de Cefas, como acompañados por “mujer hermana”.
Según el contexto de este capítulo, también a estas mujeres que acompañaban a los
Apóstoles deberían sostener los cristianos. En este contexto de pagar los gastos es
más creíble suponer que estas mujeres prestaban un servicio y un cuidado, como
empleadas domésticas, a los Apóstoles. Se trata según San Jerónimo, de mujeres
como aquellas que de su propio patrimonio servían al Señor.
Aunque la expresión “mujer hermana” tuviera que aplicarse a las propias mujeres
de los Apóstoles, que estos llevarían consigo, el matiz de hermana parece
significar algo mas que cristiana, y cuadra plenamente a la continencia apostólica.
Tertuliano afirma esta continencia voluntaria en los Apóstoles, encontrando sólo a
Pedro como marido. Los demás Apóstoles, al no encontrarlos como maridos, tiene
que pensarse que son eunucos o continentes. Asimismo San Jerónimo piensa que,
estando escrito de un solo apóstol, Pedro que tuvo mujer, y habiéndose callado de
los demás, se ha de entender que no tenía esposas.
El primer documento que se conoce estableciendo la ley del celibato para los
clérigos es el del Concilio Español de Elvira del año 305. Por lo que toca al Oriente y a
toda la Iglesia universal, poco tiempo después, el Concilio I Ecuménico de Nicea año
325, urgía la separación de las mujeres de las casas de los clérigos, fuera de
aquellas en quienes por parentesco no cabía sospecha. Está decisión, que ni
siquiera menciona a las propias mujeres de los clérigos para que puedan habitar
con ellos, deja suponer la existencia de una ley previa en contrario, que obliga al
celibato.
El Concilio de Ancira año 314, autorizaba al ministerio de los diáconos “que digan
que les conviene casarse, por no permanecer así”, si el obispo se lo permite; pero
esto mismo es un indicio de la ley general de continencia par los diáconos, y a
fortiori para los presbíteros y obispos. En el siglo IV es conocida la carta del Papa san
Siricio a Himerio, obispo de Tarragona del 10 de febrero del 385 urgiendo el celibato
de sacerdotes y diáconos. En el Concilio de Cartago año 39, fue admitida la
proposición del obispo Epígono, relativa a la castidad de los tres grados jerárquicos
sacramentales. San Jerónimo, escribe contra Vigilancio adversario del celibato, y en
todos sus escritos defiende esta costumbre o ley.
La ley del celibato siguió curso desde el siglo V al XII. La Iglesia Oriental no
permite el matrimonio a los que fueron ordenados presbíteros o diáconos.
Tampoco impone, como se imponía entre ellos los primeros siglos, la continencia
perfecta en presbíteros y diáconos casados con anterioridad a su ordenación. Esta
mitigación parece tener su origen en la leyes mas benignas de Justiniano I, que no
castigaba a los que, casados antes dela ordenación, no observaban la perfecta
continencia.
Este documento pontificio, del 214 de junio de 1967, reafirma las posiciones
conciliares y papales en torno al celibato sacerdotal, al mismo tiempo que declara
más y más las verdaderas razones para abrazarlo. En está encíclica aparece la plena
conciencia que tiene Pablo VI de las objeciones propuestas contra el celibato de los
sacerdotes.(n.5ss). Los sacerdotes son los llamados especialmente a captar el don
de Dios por las exigencias su perfección espiritual y por su vocación a difundir el
Reino. Pablo VI, por otra parte, tiene ante la vista las significativas y insignes
palabras de los Santos Padres y de los ascetas de apología del celibato, y el
ejemplo de tantos subdiáconos, diáconos, presbíteros, obispos, religiosos, vírgenes,
laicos…que con cierta facilidad lo llevan y ofrecen un espectáculo admirable,
porque es un indicio del Espíritu de Dios (n.13).
La parte principal de la encíclica estudia y propone los valores espirituales que son
motivos o razones para el celibato del sacerdote, presenta su significado
cristológico (n.19-25), eclesiológico (n.26-32), y escatológico (n.33-34).La verdadera
razón del celibato es una unión intima con Jesús y con la Iglesia y un mayor
servicio a los hombres; por el celibato no se perderán los valores personales,(n.54).
El celibato no exige que se ignore el apetito sexual, sino que con claro conocimiento
de ello, con dominio y con ánimo elevado, el sacerdote da a Jesús lo que pide. Y
por ello el celibato contribuye una plenitud del hombre (n.55ss). Pablo VI, a
continuación, se ocupa de la formación para el celibato (n.60-72) y propone
diferentes consejos prácticos para el sacerdote (n.73-99).
2.2. El Vaticano II
El concilio confirmo esta ley eclesiástica, urgiéndola aún para los jóvenes que
aspiren al diaconado permanente (Lumen Gentium n.29) procurando la sana
educación para la castidad en los candidatos al sacerdocio y proponiéndole sólidos
motivos para ella ((Optatam totius n.19); asimismo ensalzando la consagración a
Jesucristo y el testimonio escatológico que ofrecen los presbíteros del rito
occidental ( Presbyterorum ordinis n.16).
Este santo concilio dice: “aprueba de nuevo y confirma esta legislación, en cuanto
se refiere a los que se destinan al presbiterado, confiando en el Espíritu que el don
del celibato, tan conveniente al sacerdocio del Nuevo Testamento, lo otorgará
liberalmente el Padre, con tal que lo pidan con humildad y constancia los que por
el sacramento del orden participan del sacerdocio de Cristo, y más si aún si lo pide
toda la Iglesia” (Presbytetorum ordinis n.16c).
Existen tres formas de la virtud de la castidad: una de los esposos, otra de las
viudas, la tercera de la virginidad. No alabamos a una con exclusión de las otras.
En esto la disciplina de la Iglesia es rica (S. Ambrosio, vid. 23). Los novios están
llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un
descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la
esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del
matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben
ayudarse mutuamente a crecer en la castidad.
El corazón es la sede de la personalidad moral: "de dentro del corazón salen las
intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones" (Mt 15,19). La lucha contra
la codicia de la carne pasa por la purificación del corazón:
A los "limpios de corazón" se les promete que verán a Dios cara a cara y que serán
semejantes a él (cf. 1 Co 13,12; 1 Jn 3,2). La pureza de corazón es el preámbulo de la
visión. Ya desde ahora esta pureza nos concede ver según Dios, recibir a otro como
un "prójimo"; nos permite considerar el cuerpo humano, el nuestro y el del
prójimo, como un templo del Espíritu Santo, una manifestación de la belleza
divina.
- mediante la oración:
“Creía que la continencia dependía de las propias fuerzas, las cuales no sentía en
mí; siendo tan necio que no entendía lo que estaba escrito (Sb 8,21): que nadie
puede ser continente, si tú no se lo das. Y cierto que tú me lo dieras, si con interior
gemido llamase a tus oídos, y con fe sólida arrojase en ti mi cuidado” (S. Agustín,
conf. 6, 11,20).
La pureza cristiana exige una purificación del clima social. Obliga a los medios de
comunicación social a una información cuidadosa del respeto y de la discreción. La
pureza de corazón libera del erotismo difuso y aparta de los espectáculos que
favorecen el exhibicionismo y la ilusión. Lo que se llama permisividad de las
costumbres se basa en una concepción errónea de la libertad humana; para
edificarse, ésta necesita dejarse educar previamente por la ley moral. Conviene
pedir a los responsables de la educación que impartan a la juventud una enseñanza
respetuosa de la verdad, de las cualidades del corazón y de la dignidad moral y
espiritual del hombre.
"La buena nueva de Cristo renueva continuamente la vida y la cultura del hombre
caído; combate y elimina los errores y males que brotan de la seducción, siempre
amenazadora, del pecado. Purifica y eleva sin cesar las costumbres de los pueblos.
Con las riquezas de lo alto fecunda, consolida, completa y restaura en Cristo, como
desde dentro, las bellezas y cualidades espirituales de cada pueblo o edad" (GS
58,4).
La castidad "por el Reino de los cielos", que profesan los religiosos, debe ser
estimada como un singular don de la gracia. Ella libera de modo especial el
corazón del hombre para que se inflame más en el amor a Dios y a todos los
hombres, y es, por lo mismo, signo peculiar de los bienes celestiales y medio
aptísimo para que los religiosos se dediquen con alegría al servicio divino y a las
obras de apostolado. Evocan así ellos ante todos los cristianos aquel maravilloso
connubio instituido por Dios y que habrá de tener en el siglo futuro su plena
manifestación, por el que la Iglesia tiene a Cristo como único Esposo.
Es, pues, necesario que los religiosos, celosos por guardar fielmente su profesión,
se fíen de la palabra del Señor y sin presumir de sus propias fuerzas pongan su
confianza en el auxilio divino y practiquen la mortificación y la guarda de los
sentidos. No omitan tampoco los medios naturales, que favorecen la salud del
alma y del cuerpo. Así, los religiosos no se dejarán impresionar por las falsas
doctrinas, que presentan la continencia perfecta como imposible o como algo
perjudicial al perfeccionamiento del hombre, y rechazarán, como por instinto
espiritual, cuanto pone en peligro la castidad. Tengan, además, presenta todos,
principalmente los Superiores, que habrá mayor seguridad en la guarda de la
castidad cuando reine en la vida común un verdadero amor fraterno.
4. SÍNTESIS Y CONCLUSIÓN
36 Me pareció conveniente y para mayor comprensión, presentar una síntesis de los elementos expuestos
magistralmente por JIMENEZ, Cadena Álvaro, S.J. que constituyen la síntesis de este trabajo, y que el autor
expone en su capitulo III, de su libro “Aportes de la psicología a la vida religiosa”. Bogotá: San Pablo, 1993.
P 53-104. Donde compila y organiza algunas ideas y sencillas practicas sacadas de experiencias concretas
con grupos de sacerdotes, seminaristas y religiosos de ambos sexos, y que nos brindan algunas pautas de
reflexión y comprensión para la vivencia de la castidad y el celibato, dentro de la vida consagrada.
4.1.1.4. Egoísmo
En hombres de edad madura, que han sido fieles a su voto de castidad y que en
otros aspectos pueden considerarse como buenos religiosos, uno de los peligros
más frecuente de la castidad o el celibato es volverse egoísta. La psicología del
solterón, sin una esposa, ni unos hijos propios por los cuales cuidar, la
personalidad del religioso que ha llegado a la madurez cronológica, puede
desembocar en lo que el mismo Erickson llamaría esterilidad o paralización,
contrario a la generatividad de la persona psicológicamente madura. Muchos
hombres y mujeres de edad se vuelven exigentes, egoístas, amigos de comodidades
y buen pasar, “chochos”, apegados a personas, oficios y lugares; temerosos de
entrega generosa y sacrificada a los demás. El voto de castidad, que un día se hizo
con sinceridad al Señor, se puede ir convirtiendo, con el correr del tiempo, en una
carga pesada, que se soporta a regañadientes, como una exigencia jurídica de una
Iglesia institucional incomprensiva y dura para con los más profundos
sentimientos humanos.
39 Conc. Vat II. Decr Perfectae Caritatis. Madrid: Documentos del Vaticano II. n.12
40 Cf. Pablo VI, Sacerdotalis Coelibatus, Librería Nueva: Bogotá. n.22, 23 y 24.
41 Ibíd. n. 34
a. Aspecto Biológico: hoy mas que nunca hay que tener ideas claras y
conocimientos de biología anatomía, fisiología y psicología, para llegar a
una elección libre, explicita y magnánima. En un mundo saturado de
erotismo, en el cual el sexo ha sido desmesuradamente enaltecido y
colocado a la cabeza en la escala de valores y en el que los medios de
comunicación social bombardean permanentemente los sentidos con
propagandas de tipo sexual45, hay que saber aceptar que el impulso sexual
es poderoso pero controlable. El religioso tiene que aprender desde joven, el
manejo de la sexualidad por medio de sublimación sana del impulso sexual.
Es importante distinguir entre el control de los impulsos, consciente, sereno
y maduro, y una represión angustiosa y nociva.
45 Al respecto RINCON, Omar. “Sex y TV, la pareja perfecta” En: Revista Javeriana. Bogotá n.721. Enero-
Febrero de 2006. P. 46, va exponer como la intimidad definida por el autor como sexo, es la materia prima de
la pantalla chica.
refugiarse en lo que hemos llamado la sicología de solterón o en la
esterilidad de vida.
Todos tenemos que probar algunas veces la amargura de los sufrimientos, de las
tentaciones y de los sacrificios. Pero Dios quiere que los religiosos vivamos alegres
no solamente en la otra vida, sino también aquí en nuestra vida terrena, viviendo
como personas consagradas plenas y realizadas con el voto de castidad. Todo ser
humano, que busca ser feliz, tiene que controlar sus temores, angustias, tristezas,
alegrías. Especial dominio demandan las tendencias agresivas y sexuales porque
son dinamismo especialmente poderoso, capaces de producir incalculables efectos
benéficos o nocivos, según el uso y canalización que se les dé.
- Serenidad: Sucede con frecuencia que los estímulos eróticos, los impulsos o
reacciones fisiológicas de carácter genital, el peligro de ceder ante las
tentaciones, son causa de angustia para algunas personas, especialmente
durante la adolescencia y juventud. A medida que la persona vaya
acostumbrándose a aceptar y controlar su sexualidad, con una actitud
tranquila, se irá facilitando el autocontrol. Dentro de una gran paz, la
persona madura podría expresar sus actitudes sexuales en estos o parecidos
términos: “Tengo un cuerpo de hombre o de mujer, con su glándulas y
hormonas; con un sistema nervioso autónomo que no depende directamente
de la voluntad; con unos órganos reproductivos, aptos para excitarse ante
los estímulos eróticos. No soy menos puro, ni mi entrega al Señor es menos
sincera, por le hecho de experimentar un fuerte atractivo hacia las personas
del sexo opuesto, o porque experimente muy profundamente las llamadas
del cariño humano, del placer, o la atracción hacia la paternidad o
maternidad física. Simplemente soy un hombre o mujer normal.
48 Cf. Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. Capitulo 27, “Los
recursos para la vida espiritual”
a) Un profundo espíritu de fe49 constituye la razón de ser y el único fundamento sólido
en que puede apoyarse el celibato. Sin está fe, existencialmente vivida, la
castidad sería una simple renuncia absurda.
53 Cf. Padre Eugenio. Directorio Espiritual. Capítulo 23.” La Eucaristía centro de vida del religioso de la
Fraternidad Sacerdotal”.
54 Cf. Padre Eugenio. Constituciones Congregación de la Fraternidad Sacerdotal. Capítulos 19 y 31 y n.130.
En el de muchas deserciones por problemas afectivos y sexuales, se
encuentran casi siempre algún problema en la vida comunitaria o en las
relaciones interpersonales, de ahí la importancia de la caridad y de la vida
fraterna, como salvaguarda de la castidad. Pablo VI recalca a los sacerdotes
la importancia de la fraternidad, de la comunión de espíritu y vida, de la
caridad hacia los hermanos que se encuentran en peligro.(Cfr. Sac. Coelib. n.
29.80.81). Para proteger la castidad es muy grande el valor de una
comunidad en la que se sienta auténtico calor humano, que nos haga
verdaderamente “amigos en el Señor”. Pero no basta un amor universal
platónico, hay que amar con amor concreto, a hermanos concretos de carne
y hueso, con grandes cualidades algunos, otros quizás con limitaciones y
defectos muy reales.
56 Como en la primera parte que compone la conclusión y síntesis de este trabajo, me atreví a tomar
elementos presentados elocuentemente por PUERTO, Cosme O.P. Sexólogo. “Célibes por el Reino de Dios”
En: Vida Nueva. Madrid. n.2336. Julio de 2006. Sobre este tema y que como lo dice el mismo autor: “Nunca
ante hubo en el célibe tanta agitación por cambiar las actitudes de la Iglesia y de profundizar sobre su
comprensión, valoración y forma de vivirla y expreserla”.
“Amas todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste pues, si algo odiase, no lo
habrías creado. Y ¿cómo subsistiría algo si tú no lo quisieras? ¿Cómo se conservaría, si no
lo hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor,
amigo de la vida”. (Sab 11, 24-25).
“La sexualidad ha salido de Tu mano creadora y del gran amor de Padre que nos
tienes, que nunca de cosas malas a sus hijos, sino la mejor de Ti mismo. Tu hijo se
hizo persona sexuada, sexual y erótica par comprenderla y con su ejemplo de vida
indicarnos como vivirla”.
57 La sexología científica, finales del siglo XX, se preocupa de este complejo y fascinante hecho que
solemos llamar, últimamente los “sexos”, “Hablar en plural nos ha permitido a los profesionales de la
sexología recuperar nuestro objeto epistémico, que es precisamente este de los sexos y no del sexo” dirá
PUERTO PUERTO, Cosme O.P. Sexólogo. “Célibes por el Reino de Dios” En: Vida Nueva. Madrid. n.2336.
Julio de 2006.
al conjunto de niveles o elementos biológicos, psicológicos, socioculturales,
axiológicos y religiosos, que forman y estructuran a la persona sexuada y con la
que nos identificamos con gozo como hombres o mujeres. Los sexos es el hecho
inevitable de ser, sentir y vivir, desde el nacimiento hasta la muerte, como hombre
o mujer. Los sexos es una dimensión constitutiva del ser humano y nos define.
Afecta a las raíces mismas de la persona. Por eso tienen una honda resonancia en
todos los ámbitos de la persona. Todo queda, en alguna medida imbuido y
caracterizado por los sexos. No es lícito reducir los sexos a la pura biología genital.
Los sexos es una de las condiciones básicas en las que se encuentra instalada la
existencia del célibe. Origina, consiguientemente un ámbito peculiar de actuación
en el que se realiza el proyecto de vida célibe de la persona. Los sexos suponen,
expresan y realizan el misterio integral de la persona (Cf. CIC n.2338)
Para la mayoría la sexualidad se reduce a aquellos que tiene que ver con el sexo y
las relaciones genitales o sea, con el comportamiento genital. La sexualidad afecta a
la totalidad de la persona. La persona es una totalidad sin rotura, la sexualidad
engloba la profunda unidad todas las instancias de la persona, desde la somática,
psíquica, afectiva, social, cultural, axiológica y sanitaria; la sexualidad no es pues
relativa solo al cuerpo, sino que es riqueza de toda la persona. Luego la sexualidad
condiciona y está obligada a encontrase, expresarse, manifestarse, relacionarse,
comunicarse con los demás por la totalidad de las instancias que constituyen el
todo sexual. La sexualidad habla de la forma de expresar el hecho de ser sexuados como
célibes. La sexualidad abarca todo el cuerpo y a toda la persona como ser sexuado, es una
fuente de comunicación, ternura salud y una forma privilegiada de obtener placer. Se
expresa de muchos modos: caricias, besos abrazos.. El coito es uno de ellos, no el único, ni el
fin principal.
La idea de que la sexualidad forma parte del celibato, que esté no es contrario a
ella y que no viene determinado fundamentalmente por la abstención de relaciones
genitales únicamente, se va imponiendo desde las nuevas valoraciones
antropológicas del hecho sexual. Un nuevo entendimiento del significado cultural
del sexo y sexualidad nos ayudaría a revisar nuestras ideas sobre el tema. La
palabra célibe se debe tomar como una opción diferente de vivir y expresar la sexualidad
humana. Es una forma de vida afectivo-sexual que empuja a arriesgar a amar a
todos, en calidad y profundidad. La vida célibe enseña que cuanto mas se
arriesgue a amar, mas se comienza a hacer mejor influir benéficamente a los que se
entrega. La vida célibe es una forma de vida en la que se puedo expresar la sexualidad en
una forma no genital, pero de forma diferente, que hace amar bien a todo el mundo, al ser
célibe se sigue siendo sexuado, sexual y erótico, el celibato es un estado sexuado y sexual.
• La genitalidad es obligatoria.
• El coitocentrismo.
• Idealización de la mujer.
• El angelismo sexual.
• Los célibes sin educación sexual saben vivir ese proyecto de vida.
58 En el artículo “Aprendizaje desde la cuna” se manifiesta l a importancia de los contenidos y conceptos
que se transmiten, los cuales deben apartarse de prejuicios y mitos y, apuntar hacia el reconocimiento de la
importancia y “nobleza” del sexo. GIRALDO NEIRA, Octavio. En: Revista Javeriana, Bogotá. n. 721 Ene-
Feb. 2006. p. 22.
sexualidad en la genitalidad reproductora, y negarse a ella, era un insulto para el
varón y la mujer. Pero este concepto no es el que usa la cultura actual. La
genitalidad es una subparte de la parte somática de la sexualidad y del sexo. Lo
grave es que hoy día, la parte sexual se ve como un todo y por ello, no se
comprende bien las instancias sexuales dentro de la globalidad del ser humano.
En Jesús es importante anotar la razón que ofrece para explicar por qué no se ha
casado. Si no lo ha hecho, no ha sido porque algo o alguien se lo haya impuesto. Ni
nació impotente, ni se ha castrado por nadie. Si no se ha casado, siguiendo la
tradición de su pueblo, ha sido por un motivo bien significativo: “el Reino de
Dios”. Porque para El lo primero y más importante es el Reino, y todo lo demás
está en función de este objetivo prioritario. Lo importante no es le sexualidad
célibe en sí misma. Lo que realmente importa es que la vida sexual se ponga al
servicio y se viva según las exigencias del Reino.
La opción de una vida célibe por el Reino constituye este proyecto de vida sexual
en función de su bien total, el amor a Dios y a los hermanos. Pero al mismo
tiempo, es también el fundamento de los significados o funciones donde se sitúa
su opción de vida. La sexualidad es un bien humano precioso al servicio de la
realización del bien total, objetivo final de la vida célibe. Esta opción, a su vez, le
ofrece los valores significados que la sexualidad célibe debe vivir y respetar, y que
también a su vez, le dan riqueza y la motiven en su modo de vivirla y el testimonio
que debe dar para Dios y los hermanos. Recordemos algunos de esos significados:
• Profetas de otra forma de vivir y expresar la sexualidad humana.
• Un camino más que nos conduce a la unión fiel con Dios y los hermanos.
59 PUERTO PUERTO, Cosme O.P. Sexólogo. “Célibes por el Reino de Dios” En: Vida Nueva. Madrid.
n.2337. Julio de 2006. p. 24.
La formación recibida por el que opta por ser célibe en gran parte, hasta el
momento a sido enjaular a las personas en sistemas que hacen imposible el amor
práctico, y después llamar a eso integración. Se trata de reprimir a la persona hasta
que sus hormonas entrenaban en decadencia, y después se liberan sin haber
adquirido los verdaderos aprendizajes de la integridad afectiva. La sexualidad del
religioso, si no es integrada y vivida de amor, no tiene calidad, ni profundidad
cristiana, una herramienta para esto sería el desarrollo de la inteligencia
emocional63.
La sexualidad célibe con amor constituye una vida de comunidad. El celibato
frustrado es la muerte de esa vida. Una comunidad esta formada por personas
valerosas y amantes, y consiste no en la comunidad, sino en la armoniosa
62 “Si queremos observar la inteligencia y madurez de alguien, no debemos analizarla en las primaveras de
su vida, sino en el momento en que atraviesa los inviernos de su existencia” dirá: CURY, Jorge Augusto. El
Maestro de la Emoción. Bogotá: Paulinas 4ª Ed. 2006, p. 25.
63 Al respecto CURY. Óp. Cit., expone y da a comprender la estructura emocional sólida de Jesús, que otro
modelo de desarrollo de inteligencia emocional, para los que estamos llamados a integrar y vivir una
sexualidad célibe.
colaboración de personas libres. El célibe dotado de una capacidad de una
capacidad afectivo-sexual crea una comunidad espiritual porque se entrega en
cuerpo y alma a esa comunidad. La vida de comunidad es una vida de amor
participada en la mayor calidad y extensión posible. La mas autentica fraternidad
por el Reino de Dios es la formada por quienes escuchan la Palabra de Dios y la
ponen por obra. La Palara de Dios como dice San Juan es amor.
Solo para lograr esta libertad espiritual frente a nuestra sexualidad y la del otro, la
Iglesia nos exige la ascesis de voluntad activa a célibes y casados. Sin ella no se
puede lograr el dominio64. De los impulsos sexuales, que nos hacen ser
dependientes o adictos a esa sexualidad. Este dominio no se consigue sin nuestra
colaboración y esfuerzo personal. Porque las cosas preciosas y caras, cuestan
requieren la propia superación y el negarse a si mismo, es una exigencia
fundamental pata una sexualidad sana. Decir sexualidad sana es sinónimo de
personalidad integrada, que tiene todos sus elementos armónicamente integrados.
Solo una actitud ascética encaminada a esa integración es humana no mutila la
sexualidad, sino que permite vivirla por medios positivos dentro de ese proyecto
de vida sexual que es el celibato cristiano. Al ascesis no es guerra contra la
sexualidad, para que la suprima como si fuera uno obstáculo que impide vivir el
celibato. Es algo necesario para integrarla y que nos permita ser dueños de ella
para poderla vivir dentro de ese proyecto de vida elegido libremente para seguir a
Jesús. Lo importante no es confundirla con la negación, la represión, la inhibición,
la vergüenza, los miedos, los falsos pudores.
• Aprender a estar solo y luego convertir esa soledad en una gran riqueza
personal.
• Bienaventurados los célibes por elegir esta opción de vida sexual diferente
porque permiten que haya libertad sexual verdadera.
• Bienaventurados los célibes que se arriesgan a amar más, porque ellos dan
testimonio hoy del amor oblativo de Jesús en el Reino.
BIBLIOGRAFIA
A A. Por un Cartujo. La Felicidad de ser Casto. Bogotá: San Pablo, 2007. 142 p.
CENCINI, Amadeo. Virginidad y celibato, hoy. Santander: Sal Térrea, 2ª Ed. 2006.
230 p.
Concilio Vaticano II. Documentos Completos. Bogotá: San Pablo, 9ª Ed. 2000. 472 p.
CURY, Jorge Augusto. El Maestro de la Emoción. Bogotá: Paulinas 4ª Ed. 2006. 255
p.
MARTINEZ DIEZ, Felicísimo. Refundar la Vida Religiosa. 3ª. Ed. Madrid: S. Pablo.
1994. 327 p.
MORACHO, Félix. S.J. Para entender lo que Jesús hacía y decía. Caracas:
Educación y Cultura Religiosa, 1991. 176 p.
PUERTO, Cosme O.P. Sexólogo. “Célibes por el Reino de Dios” En: Vida Nueva.
Madrid. n.2336.y 2337 Julio de 2006. 30 p.
RINCON, Omar. “Sex y TV, la pareja perfecta” En: Revista Javeriana. Bogotá n.721.
Enero- Febrero de 2006. 82 p.