Conclusiones

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Conclusiones

En este estudio exploramos los cuatro recipientes narrativos


en los cuales el tercer evangelista custodia su magistral
lección de compasión y misericordia (Lc 10,30-35). Esta
propuesta de acercamiento a una de las más famosas y
estudiadas perícopas de san Lucas, siguiendo un itinerario
metodológico, narrativo y temático, nos permitió ahondar en
la segunda sección de su evangelio: el camino; en una de sus
estrategias comunicacionales: el diálogo; en una de sus
estrategias literarias: la parábola; y, finalmente, en una de las
más fundamentales lecciones del mensaje de Jesús: la
misericordia.
El análisis narrativo aplicado a Lc 10,25-37, enfatizando la lectura y el
analizar de la parábola del samaritano misericordioso en sus contextos
inmediato y más amplio, nos ha proporcionado claves en relación con el
discipulado, la vida en comunidad, la misión, la proclamación del re para
advertir las intenciones del evangelista Lucas; analiza cómo encaja la parábola
en su contexto más amplio: la sección del camino del evLucas (Lc 9,51-
19,27), y se ocupa de la parábola del samaritano misericordioso como texto, y
como recipiente narrativo que contiene el “Bálsamo de la Misericordia” (MV
6).
Utiliza el método sintético para unificar y aunar diversas aproximaciones al
texto de Lc 10,25-37. Aplica el método analítico para distinguir, separar y
examinar los cuatro recipientes que custodian la lección de la misericordia y
cada uno de los vocablos que contiene la parábola. El planteamiento, a modo
de secuencia concéntrica, de los cuatro primeros capítulos y el análisis de los
vocablos que contiene la parábola, ofrece un aporte personal, en cuanto que,
aprovechando las posibilidades de la exégesis y de la teología bíblica, ahonda
en un paradigma pastoral-caritativo desde una corriente específica de
espiritualidad, la legada por Vicente de Paúl.
El Evangelio, como primer recipiente, nos presenta la
persona y el ministerio de Jesús, a partir de las motivaciones y
preocupaciones de san Lucas sobre Dios como Salvador y
sobre la antropología y la ética cristiana, desde una clara
conciencia de la necesidad de entablar un diálogo cordial
entre la fe cristiana y las culturas humanas. Este fue el
propósito al dejarnos su evangelio: “componer un relato de los
hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los
transmitieron los que fueron desde el principio testigos
oculares y servidores de la palabra” (1,1-2). De esta manera
la salvación que nos llega de Jesús de Nazaret tiene que
encarnarse asumiendo las exigencias del seguimiento en la
vida cotidiana, buscando el diálogo con la cultura circundante,
“para que se conozca la solidez de las enseñanzas que se han
recibido” (cf. 1,4).
El Sínodo sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de
la Iglesia, celebrado en octubre de 2008, nos lo recordó al
afirmar que “la Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio, y en el
Evangelio encuentra siempre de nuevo orientación para su camino” (VD 51).
Y que “hay una estrecha relación entre el testimonio de la Escritura, como
afirmación de la Palabra que Dios pronuncia por sí mismo, y el testimonio de
vida de los creyentes. Uno implica y lleva al otro. El testimonio cristiano
comunica la Palabra confirmada por la Escritura. La Escritura, a su vez,
explica el testimonio que los cristianos están llamados a dar con la propia
vida. De este modo, quienes encuentran testigos creíbles del Evangelio se ven
movidos así a constatar la eficacia de la Palabra de Dios en quienes la acogen”
(VD 97).
El camino, como segundo recipiente, nos ofrece las
lecciones del profeta de Nazaret en el viaje con sus discípulos
hacia Jerusalén, las cuales son una instrucción dirigida a los
creyentes de todos los tiempos. El símil del camino permite
describir la existencia creyente y la vida de la comunidad
como una experiencia dinámica y progresiva, en la que se va
educando el corazón para que sea capaz de compadecerse,
en la que se va disponiendo el alma para que sepa reaccionar
creativamente ante los incidentes en los que el amor al
prójimo es requerido para refrendar la autenticidad con la que
se ama a Dios; en la que todas las fuerza se deben desplegar
y comprometer para atender al hermano herido; y en la que la
mente esté tan ilustrada y entrenada, que no vacile un
instante en saberse presentar como prójimo, y en saber
identificar al prójimo.
En el camino propuesto por Jesús, las comunidades
cristianas encuentran controversias internas y externas;
situaciones desafiantes, que conllevan respuestas eficaces, y
frecuentes emergencias que requieren atención inmediata.
Asimismo, cada discípulo de Jesús, dentro de su propia
comunidad y cultura, continuamente se tiene que enfrentar al
interrogante que preocupaba al maestro de la ley: "¿Y quién
es mi prójimo?". Nunca se puede silenciar esta pregunta ni
darla por definitivamente resuelta; en contextos, cada vez
más pluriculturales y multiétnicos, como los que en la
actualidad nos corresponde compartir, una y otra vez,
estamos obligados a plantearnos este interrogante. Pero lo
hacemos, no ya con la intención de poner límites y ratificar
restricciones, sino desde los horizontes ampliamente abiertos,
que nos señalaron Jesús, Lucas y el samaritano
misericordioso.
El diálogo, como tercer recipiente, nos permite tomar
conciencia de que la fe y la conversión deben ir acompañadas
de decisiones prácticas y actitudes éticas, y en esta
perspectiva, la dimensión universalista de Lucas, nos ofrece
un modelo de compasión capaz de ser comprendido, acogido
y practicado por todo tipo de personas, sin distinción de credo
o de nacionalidad, sino solamente dispuestas a dejarse
conmover hasta las entrañas ante quien se encuentre herido
en el camino; pues cada vez que surge un hombre que
practica el evangelio de la misericordia en el camino de los
excluidos, se entabla de nuevo el diálogo querido por Lucas
entre Jesús y sus interlocutores; se actualizan las lecciones de
la comunidad cristiana animada por Lucas, realizando,
redactando o contando nuevos e impactantes relatos acerca
de lo que es practicar la misericordia, y de los alcances que
tiene ser y hacerse prójimo.
Los diálogos de Jesús no se fundamentan, ni pretenden
interactuar desde las meras ideas, ni mucho menos buscan
como objetivo avivar discusiones, alentar pasiones, o poner
en ridículo al interlocutor. Jesús escucha, enseña y pregunta
desde la vida concreta, a partir de las convicciones, las
opciones y los compromisos de su interlocutor, y no sólo
desde las definiciones abstractas, memorizadas o recibidas de
oídas. No asume una posición de superioridad en su labor
pedagógica, sino que se pone al nivel de los iniciados. Asume
la actitud de discípulo, utilizando cuidadosamente la llave que
abre el acceso a todos los tesoros y a todos los saberes: la
pregunta1. Más que preguntar por los contenidos de la Ley,
Jesús interroga a su interlocutor por la apropiación que ha
hecho de la Escritura y por el método de interpretación que
aplica. Más que citar un texto para dar autoridad a su
enseñanza, Jesús recurre a la vida, a la realidad, como la
mejor garante de su lección. Así, “la novedad de la revelación bíblica
consiste en que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con
nosotros” (VD 6), pues Dios escucha al hombre y responde a sus
interrogantes.
La Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini de modo muy
interesante afirma que “en este diálogo con Dios nos comprendemos a
nosotros mismos y encontramos respuesta a las cuestiones más profundas que
anidan en nuestro corazón. La Palabra de Dios, en efecto, no se contrapone al
hombre, ni acalla sus deseos auténticos, sino que más bien los ilumina,
purificándolos y perfeccionándolos. Qué importante es descubrir en la
actualidad que sólo Dios responde a la sed que hay en el corazón de todo ser
humano” (VD 23). “Así, la palabra que el hombre dirige a Dios se hace
también Palabra de Dios, confirmando el carácter dialogal de toda la
revelación cristiana, y toda la existencia del hombre se convierte en un diálogo
con Dios que habla y escucha, que llama y mueve nuestra vida. La Palabra de
Dios revela aquí que toda la existencia del hombre está bajo la llamada
divina” (VD 24).
La parábola, como cuarto recipiente, condensa el propósito,
tanto de Jesús como del evangelista Lucas, de ilustrar con
claridad el contenido y alcance de la oferta de salvación
anunciada en el evangelio, impartida por el camino y
discernida en el diálogo. En la parábola del samaritano
misericordioso se puede ver reflejado este propósito a la luz
de su estructura literaria que extrae la mayor cantidad posible
de beneficios éticos de los patrones literarios y del uso de
situaciones y personajes, dignos de resaltar entre los intentos
de los primeros cristianos por construir un modelo ético social
en el diálogo y la confrontación con posiciones no cristianas.
Para construir este significado, la parábola narra la interacción
1
Cf. RONCHI, E., Las preguntas escuetas del Evangelio, Madrid 20162, 12-13.
de varias historias personales, y de un modo muy compacto
avanza rápidamente involucrando al oyente o al lector en una
serie de tensiones dramáticas. La presentación del viajero
simplemente como "Ἄνθρωπός τις" (alguien, una persona)
involucra al lector tanto en el escenario del camino como en la
suerte de aquel hombre. Sin perder de vista a este hombre, la
atención de la audiencia se dirige a la presencia casual
(10,31) de otros caminantes, no solo caminantes sino también
miembros del ámbito religioso, de quienes es justo esperar
que ayuden al hombre herido2. Esta historia que Jesús cuenta
al maestro de la Ley es parábola, tanto por su construcción
literaria como por sus efectos, al decir más de lo que dice,
pues su potencial narrativo es múltiple. El mayor impacto se
produce cuando se descubre que quien se detiene es el
samaritano; es decir que, frente a lo esperado, alguien
considerado como extraño, como apóstata e incluso como
enemigo es quien cumple la ley. Este impacto constituye un
desafío para la comprensión que los oyentes tienen de Dios y
de aquellos que Dios aprueba. La parábola se convierte
entonces en una crítica a una interpretación estrecha de la ley
y desenmascara los odios y las divisiones que a menudo se
institucionalizan por la lucha religiosa 3.
Esta paradoja parabólica tiene similitud con la proclamación
del reino inaugurado por Jesús y con su oferta de la
misericordia de Dios para los pecadores y marginados. Como
texto, esta parábola es un "clásico", es decir, "un texto,
evento o persona que une la particularidad de su origen y
expresión con una revelación de significado y de verdad,
disponible en principio para todos los seres humanos" 4. Este
texto nos reta a ir más allá de nuestras construcciones
sociales y religiosas del bien y del mal, y subvierte nuestra
tendencia a dividir el mundo en personas de dentro y de
fuera, cercanas y lejanas, buenas y malas, legales e ilegales,
puras e impuras. Permite que nos percatemos de que la
bondad se puede encontrar precisamente en aquellos que con
frecuencia vemos como enemigos. La parábola nos convoca a
una solidaridad con el sufrimiento de cualquier hombre o
2
Cf. DONAHUE, J. R., The Gospel in Parable, 129.
3
Cf. Idem, 130.
4
Cf. Idem, 133.
mujer, enseñándonos además que esa solidaridad solo puede
venir cuando adquirimos corazón de carne y visión
compasiva5.
Para una mejor comprensión de la ubicación de esta
parábola nos hemos remitido a la redacción del mandamiento
del amor en Lc 10,25-28. Mientras que Mc 12,28-31 y Mt
22,34-40 hablan del primer mandamiento, el amor de Dios, y
el segundo mandamiento, el amor al prójimo, en la
formulación de Lucas (10,27) hay un solo mandamiento con
un contenido doble. Amar a Dios con todo el corazón, y con
toda el alma, y con todas las fuerzas, y con toda la mente, y al
prójimo como a uno mismo exige una entrada compasiva y
efectiva en el mundo del prójimo 6.Esta yuxtaposición encaja
con otro tema importante que Lucas comparte con el AT y con
otras partes del NT: la necesidad de combinar la escucha de la
palabra con el hacer. Se puede afirmar, entonces, que existe
una tradición ampliamente establecida, que se remonta a
Jesús y que concibe la religión auténtica como "escuchar y
hacer".
En este contexto, no es extraño que la palabra "hacer"
aparezca varias veces en el marco de la parábola del
samaritano misericordioso: el maestro de la Ley pregunta qué
debo "hacer" para heredar la vida eterna (10,25) y luego Jesús
le ordena que "haga" (10,28). El samaritano es el que "hace"
misericordia con el hombre herido (10,33-34.37a), mientras
que presumiblemente el sacerdote y el levita que escuchan la
ley no "lo hacen" (10,31-32). El maestro de la ley tiene que
"hacer lo mismo" (10,37b). De acuerdo con esto, el conjunto
del relato advierte frente al peligro de separar "hacer" y
"escuchar"; pues ambas acciones son inseparables en el
camino del discipulado. De este modo, Lucas construye una
introducción solemne a toda la narración del camino, tanto
con la parábola del samaritano misericordioso como con la
escena de Marta y María, que le siguen (Lc 10,38-42). El
camino hacia la vida eterna implica compasión por el prójimo
que sufre y atención a la palabra de Dios 7.

5
Cf. Idem, 134.
6
Cf. Idem, 136.
7
Cf. Idem, 138.
La parábola resulta sorprendente al destacar a un
samaritano que cuida y se preocupa de alguien que era
seguramente un judío, y estaba medio muerto; lo cual resulta
totalmente inaceptable para un oyente judío, que, pese a
todo, al oír la parábola, no puede evitar identificarse con el
malherido y, en último término, bien aceptar que sea
precisamente un enemigo suyo tradicional quien lo salva, o
bien rechazar la historia por irreal. La parábola hace saltar los
esquemas convencionales: la salvación viene de fuera de las
fronteras de la ortodoxia; más aún, acaba con esas fronteras.
En la parábola de Jesús el samaritano no es el enemigo, sino
el auxiliador y salvador, y el oyente no se identifica con el
héroe, sino con la víctima. Un mundo sin la existencia de
barreras para practicar la misericordia es el ambiente ideal
propuesto por la parábola para anunciar el reino de Dios 8.
¡Qué tremenda ironía! En un mundo esclavizado por los
condicionamientos jurídicos y legales, resulta escandaloso
tener compasión, practicar la misericordia. Así, en la parábola,
lo "extraordinario" se hace posible. Lo que hace el samaritano
lo pueden hacer los oyentes; los oyentes pueden lograr que el
amor solidario triunfe en la vida cotidiana. En la parábola, la
acción buena del samaritano es solidaria de una perspectiva
religiosa 'herética'9. El herido es atendido, aunque por un
camino totalmente sorprendente e inesperado. Ninguno de los
tres personajes ha cumplido con lo que se esperaba de él;
pero lo importante es que el malherido ha recibido auxilio. La
parábola del samaritano misericordioso visualiza de manera
muy impactante lo ilimitado del amor. Jesús pretende decir: el
auxilio desinteresado que el samaritano ofrece al desvalido,
muestra que el mandamiento del amor no tiene fronteras 10.
"Las fronteras naturales entre amigo y enemigo, judío y
samaritano, cercano y alejado, fariseo y publicano, justo e
injusto, están siempre planteadas y de ningún modo
eliminadas, pero la caridad atraviesa, por amor de Dios, esas
barreras y, también, por amor al hermano" 11.
8
Cf. SCOTT, B. B., Hear then the Parable, 198.
9
Cf. PELÁEZ, J., "La propuesta de solidaridad de Jesús de Nazaret: el buen samaritano
(Lc 10,25-31)".
10
JEREMÍAS, J., Teología del Nuevo Testamento. La predicación de Jesús, Salamanca,
1974, 376.
11
BORNKAMM, G., Jesús de Nazaret, Salamanca, 1975.
La parábola transmite la lección de la misericordia
rompiendo deliberadamente la secuencia previsible de
personajes, y destacando que el papel de prójimo lo asumió el
samaritano. Queda así patente que el amor al prójimo se
concibe en sentido universalista e incluyente, abarca a los
extranjeros o es también practicado por ellos 12. La perspectiva
de Jesús se enfoca en, desde y hacia las personas, y no
meramente en, desde y hacia los conceptos teóricos. Con esta
parábola Jesús aparece como maestro a partir de las
personas, con las personas y para las personas. No es un
maestro que se limita a transmitir ideas y conceptos, y,
mucho menos, que se deja enredar en discusiones que
alimentan la soberbia o la vanidad con el prurito de saber más
que los otros, o de saber de primera mano la última teoría o la
mejor estrategia, incluso aunque sea para ganar la vida
eterna. El mismo Jesús ya lo había proclamado: "Pues, ¿de
qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo entero, si él
mismo se destruye o se pierde?" (Lc 9,25).
Prójimo es una condición humana tanto de acogida como de
entrega, que la parábola se empeña en ilustrar
magistralmente. Esta categoría le corresponde a quien sea
capaz de detener su propia marcha, de cambiar sus planes
personales, de saber acercarse, de superar sus miedos y
prejuicios étnicos, culturales, éticos y religiosos; de sentir
compasión ante el sufrimiento de cada ser humano que se
cruza por su camino, de reaccionar creativamente ante una
urgencia inesperada, de generar soluciones efectivas a partir
de los recursos básicos con los que cuenta en el instante; de
renunciar a su prestigio y confort con tal de atender
debidamente a quien se encuentra en condiciones de
vulnerabilidad, de implicarse en el universal propósito de
recuperar la vida de quien por la adversidad de las
circunstancias corre el riesgo de perderla, de implicar a otros
y buscar la cooperación para sacar a un ser humano de su
situación de víctima, de invertir su tiempo, sus ingresos y sus
contactos en favor del cuidado de la persona, de prever
riesgos, proveer soluciones, y diseñar planes de financiación a
la hora de afrontar una emergencia; de saber liderar

12
Cf. THEISSEN, G., El Jesús histórico, Salamanca, 1999, 433.
proyectos de solidaridad, de generar credibilidad y confianza,
de continuar con sus deberes sin descuidar las llamadas
urgentes que los imprevistos de la vida van planteando por
doquier.
Mi prójimo es todo aquel ser humano que está en el camino
de la vida; que sube y baja, a pesar de los riesgos; pero, de
manera particular, mi prójimo es aquel ser humano que cae
en desgracia; que está propenso a caer en las manos de los
bandidos; aquel que ha sido despojado de su dignidad, de sus
recursos y de los medios para hacer por su propia cuenta su
camino; aquel a quien le han arrebatado la posibilidad de
seguir caminando; aquel que ha sido brutalmente apaleado;
aquel que ha recibido golpes con los que se ha visto afectado
para continuar con sus proyectos; aquel a quien han dejado
abandonado después de maltratarlo, aquel que ha quedado
medio muerto en el camino; aquel que no da signos de vida,
aquel que no tiene la capacidad de pedir auxilio por sus
propios medios, aquel que no es fácil de reconocer por su
lamentable condición, aquel que resulta invisible para
muchos, aquel que es evadido o ignorado, aquel que está al
margen de las atenciones y prioridades de los sistemas
económicos, religiosos, políticos, sociales y culturales; aquel
que necesita inevitablemente de la ayuda de otros para
continuar viviendo; aquel que corre el riesgo de morir en el
anonimato; aquel de quien nadie se ha enterado de su
tragedia.
Así como el samaritano, seguramente sin esperárselo ni
proponérselo, llegó a convertirse en prójimo, ¡en el paradigma
de prójimo!, gracias a sus acciones compasivas, también
serán nuestras acciones compasivas, y no nuestros propósitos
de ser buenos prójimos, las que nos indiquen, al final del
camino, que pasamos por la vida practicando la misericordia.
Que supimos adecuarnos con todo el corazón, con toda el
alma, con todas las fuerzas y con toda la mente a las diversas
realidades de la situación humana en las que encontramos
alguna persona sufriendo en condiciones de extrema
desesperación.
Si bien es cierto que al prójimo se le puede definir, más
importante es saberlo identificar. El término "πλησίον"
("prójimo"), tanto en la estrategia de la parábola como en el
planteamiento de la consiguiente pregunta de Jesús,
presupone una reciprocidad. Así como prójimo es alguien a
quien estoy dispuesto a ayudar, también es alguien que está
listo para brindarme su auxilio13. Nunca sabemos con absoluta
certeza cuándo, dónde, con quién y cómo vamos a reaccionar
y a proceder como prójimo. Tampoco tenemos absoluto
control de las circunstancias de tiempo y de lugar en las que
necesitamos del auxilio de un prójimo. Nos vamos haciendo
prójimo en las encrucijadas del camino, en los encuentros
inesperados de cada día, en el permanente contacto al que la
marcha por la vida nos lanza.
Prójimo no es una definición que nos aplicamos a nosotros
mismos, ni una profesión en la que nos matriculamos, ni
mucho menos un título que adquirimos o un honor que se nos
concede, sino un modo de ser y de hacer que vamos
construyendo y proyectando a cada paso. Vamos haciéndonos
prójimo y vamos siendo prójimo. Entre las subidas y bajadas
por el camino de la vida vamos llegando a ser y hacernos
prójimo.
Inevitablemente, el paso de la compasión a la misericordia
acontece cuando logramos identificarnos con el prójimo, que
somos cada uno de nosotros y es también cada una de las
personas que nos vamos encontrando en el camino. La
compasión nos lleva a conmovernos por la situación de la otra
persona, especialmente de quien ha caído en condición de
víctima, de tal modo que siempre nos sintamos preparados
para actuar en su favor (Lc 7,13; 15,20)14.
A partir de este pasaje estudiado, reflexionado en
perspectiva liberadora y comprometedora, se pude advertir
que la compasión del samaritano es activada por la
identificación con la situación de la víctima y por convicción
de estar obligados a hacer el bien en el momento requerido,
sin dejarse condicionar por planteamientos étnicos o
religiosos, pues el obrar a la manera del samaritano
misericordioso es tan secular como religioso, tan plenamente
humano como totalmente cristiano. Así la llamada de Jesús a
esta práctica de la misericordia sin cálculos actualiza el
13
Cf. NOLLAND, J., Luke 9:21-18:34, 596.
14
Cf. NOLLAND, J., Luke 9:21-18:34, 594.
precepto veterotestamentario "amarás a tu prójimo como a ti
mismo" (Lev 19,18) y, a través de aquella práctica, el “amarás
al Señor tu Dios” (Dt 6,5). Ese es el ideal hacia el que se
deben encaminar siempre nuestros pasos en el itinerario del
seguimiento del Señor15.

15
Cf. RIVAS, L. H., "Lo que dice la Biblia sobre la misericordia", Madrid 2015, 77.
La presentación del contenido y del significado de tales recipientes a partir
del vocabulario específico que los define.
CONCLUSIÓN

Siendo “misericordia” una palabra clave de la teología bíblica, y nota


determinante de la espiritualidad cristiana, y muy específica de la
espiritualidad de Vicente de Paúl, me doy a la tarea de relacionar en este
estudio elementos de teología bíblica, consciente e intencionadamente, toda
vez que el paradigma del samaritano misericordioso guarda una especial e
inspiradora relación con la doctrina espiritual y con la práctica pastoral de san
Vicente de Paúl. Y porque cada creyente, y cada familia religiosa tiene que
seguir profundizando en el imperativo de Jesús: “Anda y haz tú lo mismo” (Lc
10,37). “A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza, les
aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón: “¡Felices vosotros, los
pobres, porque el Reino de Dios os pertenece!” (Lc 6,20); con ellos se
identificó: “Tuve hambre y me disteis de comer”, y enseñó que la misericordia
hacia ellos es la llave del cielo (cf. Mt 25,35s) (EG 197).
“Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada
persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino
de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el
corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de
nuestro pecado”16. “En sí misma la misericordia es la más grande de las
virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus
deficiencias […], por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia, en
la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo”17. Se trata, pues, del
modo de ser de Dios, y, a su vez, de la vocación y misión originaria de los
cristianos.
Cada época tiene la tarea de dar a este tema la profundidad y la intensidad que
se requiera.
La misericordia es el modo habitual de actuar de Dios en Jesucristo, y,
por tanto, debe ser el modo de actuar misericordioso de los creyentes de
cualquier época y, por tanto, también de la nuestra. Y es y será la única
manera en que la humanidad entera conozca y comprenda el modo de actuar
de Dios. “Los pobres nos evangelizan, ayudándonos a descubrir cada día la
belleza del Evangelio. No echemos en saco roto esta oportunidad de gracia.
16
FRANCISCO, Misericordiae Vultus: bula de convocación del jubileo extraordinario de
la misericordia, 11.04.2015, 2.
17
FRANCISCO, Evangelii Gaudium, exhortación apostólica sobre el anuncio del
evangelio en el mundo actual, 24.11.2013, 37.
Sintámonos todos, deudores con ellos, para que, tendiendo recíprocamente las
manos unos a otros, se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, vuelve
operosa la caridad y permite que la esperanza prosiga segura en su camino
hacia el Señor que llega”18.

18
Idem, 10.

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