El Tren de La Vida
El Tren de La Vida
El Tren de La Vida
El Tren de la Vida
La vida no es más que un viaje por tren: repleto de embarques y desembarques, salpicado de
accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas las cuales creemos que
siempre estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres.
Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros maravillosos amores. De las personas que
toman este tren, habrá los que lo hagan como un simple paseo, otros que encontrarán solamente
tristeza en el viaje, y habrá otros que circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien
lo necesite.
Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos
damos cuenta que desocuparon el asiento.
Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos se acomodan en vagones
distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos. Desde luego, no
se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos, pero
lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.
No importa, el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y
despedidas… pero jamás regresos.
Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos
los pasajeros, buscando en cada uno, lo que tengan de mejor.
Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente
precisaremos entenderlos ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que
nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos donde
bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Creo que sí. Separarme de algunos amigos de los que me hice en el viaje será dolorido. Dejar a que
mis hijos sigan solitos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento,
llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían
cuando embarcaron.
2. Una Reflexión Sobre La Vida
Aprender a Ser Feliz
Mientras desabrochaba una nueva pregunta, de pronto, comencé a dudar, a preguntarme, pero… ¿Entonces
realmente Qué es la vida? Mi madre busca la respuesta en la biblia, mi padre dejó que la frustración le condujera
hasta el cómodo sillón del nomeimportismo, la vecina no se entera de nada, la otra, se complica con todo.
La televisión reemplazó al cielo estrellado, alguien se arrastra por las escaleras, es la rutina haciendo lo mismo cada
día, en el armario de la memoria están guardados bajo llave, las creencias, ellas son intocables y para algunos,
definitivas. A mí no me dijeron que es la vida, tampoco crecí viendo televisión, de joven llevaba preguntas hasta en
los bolsillos, la duda era mi bufanda.
Pasó el tiempo presentándome a la experiencia, esa señora que enseña tantas cosas, Desde ahí partió mi reflexión
sobre la vida. Con el tiempo aprendí, que soy mucho más de lo que veo cuando me paro frente al espejo, desde
entonces le di más importancia a la esencia y opté por formarme y transformarme. Y descubrí que la vida es simple y
profunda, mágica e impredecible, que es bueno estar preparados para todo, para ausencias y presencias, para tener
mucho sin perder la humildad y para no olvidar que en verdad tenemos pocas necesidades necesarias.
Aprendí que en la vida tenemos derechos, a ser libres, a ser felices, a ser amorosos, a estar sanos, pero lo más
importante que aprendí, es que los derechos son también deberes y eso deja en nuestras manos la responsabilidad
de vivir bien, porque entonces tenemos el deber de ser felices, el deber de saber amar, de mantenernos sanos, de
ser indefinidamente libres y para todo eso, precisamos prepararnos, es decir, aprender a vivir.
Aprendí que no nacemos completos, que completarse es formarse y con ello, entender cómo funciona la vida,
aprendí que somos poderosos, paradójicamente me sorprendí al ver que la mayoría no usa casi nada del poder y
las capacidades que tiene, aprendí que mucha gente fue programada para sufrir y que la infelicidad es una opción.
Aprendí la importancia de vivir el presente, la necesidad de disfrutar, la conexión del cuerpo con la mente, la
influencia de las emociones sobre el cuerpo, que cada día es una oportunidad.
Aprendí que la vida es simple, cuando hemos aprendido a vivir, que todo es fácil cuando amamos lo que hacemos,
que la vida es maravillosa, cuando liberamos nuestro potencial interior. Aprendí que todo es posible, es más, conocí
idiomas indígenas en los que no existe la palabra imposible, entonces sus niños crecen pensando que todo es posible
y lo logran, porque lo que en verdad no es posible, en realidad no es necesario.
Aprendí que la vida es un regalo maravilloso, que solo precisamos darnos cuenta, y que cada día es una fiesta de
creación y crecimiento a condición de que estemos despiertos, que el amor nos hace sensibles y la coherencia
poderosos, que la felicidad nos vacuna contra muchas enfermedades y que reduciendo las necesidades
ampliamos nuestra libertad.
Perdí momentos únicos en la vida porque lloraba en vez de sonreír… Pero descubrí que es sembrando amor,
como se cosecha amor.
Yo perdí muchas veces y muchas cosas en mi vida… Pero junto a ese “perder” hoy intento el valor de
“ganar” … Porque siempre es posible luchar por lo que amamos, y porque siempre hay tiempo para empezar
de nuevo.
No importa en qué momento te cansaste. Lo que importa es que siempre es importante y necesario
recomenzar… Recomenzar es darse una nueva oportunidad, es renovar las esperanzas en la vida y lo más
importante…Creer en ti mismo.
Te sientes solo??… Mira alrededor y encontraras mucha gente esperando tu sonrisa para acercarse más a ti.
Arroja lo malo a la basura, limpia tu corazón y haz que estés listo para una nueva vida, para un nuevo amor.
Hoy es un excelente día para comenzar un nuevo proyecto de vida. Mira alto, sueña alto, anhela lo mejor de
lo mejor, anhela todo lo bueno, que la vida nos trae lo que anhelamos.
4. Si sientes que comienza todo gris… ¡Decídete y llénalo
de color!
Hay días en los que brilla el sol y la vida sigue como siempre: las cosas no han cambiado, nada urgente nos
falta en apariencia y sin embargo… Nos sentimos mal, como incompletos, como… insuficientes, como
desalentados y extraños.
Ese día en que abres los ojos y no sabes por qué, traes un desánimo que te nació en el sueño, que te brotó en
lo alto de la noche y se filtró a tu alma gracias a quién sabe que asociaciones oscuras y angustiosas.
Ese día en que te cuesta trabajo levantarte. ¡Ayer estaba todo bien! Ese día en que presientes que nada va a ir
como tú lo deseaste, ese día que no tiene color, cuyas primeras horas son de laxitud, recelo o ligera zozobra.
Nunca se puede evitar esto. La química de nuestro cuerpo, la inercia de nuestra psique, la reacción
desconocida de factores internos a estímulos que no descubrimos todavía, nos quieren pintar este día de gris.
Gris opaco. Gris depresivo. Gris pasivo. Gris marginal.
Pero…
Lo que sí puedes hacer, cuanto antes, es tomar tú mismo, tú misma, la decisión de activar tus propios
pinceles y aprovechar ese gris neutro para inundarlo de figuras diversas: ¡Flechas verdes, curvas doradas,
zig-zags blancos, puntos azules!
Puedes convertir en unos cuantos segundos o minutos ese panorama triste en un deseo realizable, un canto
que te estimule, un silencio que te hable.
No hay días grises… ¡todos son iguales!
Quien les da color eres tú.
Quien es capaz de alegrarse con la lluvia o admirar la tempestad, eres tú. Quien se echa a llorar bajo un sol
espléndido o un cielo maravilloso, eres tú. Porque no son los días los que te dan color. Eres tú quien puede
pintar como desees, cada día.
Si sientes que comienza todo gris…
¡Decídete y llénalo de color!
Espiritualidad"
La primera dice: "La persona que llega es la persona correcta", es decir que nadie llega a nuestras vidas
por casualidad, todas las personas que nos rodean, que interactúan con nosotros, están allí por algo, para
hacernos aprender y avanzar en cada situación.
La segunda ley dice: "Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido". Nada, pero nada,
absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera
el detalle más insignificante. No existe el: "si hubiera hecho tal cosa hubiera sucedido tal otra...". No. Lo
que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección
y sigamos adelante. Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son
perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo.
La tercera dice: "En cualquier momento que comience es el momento correcto". Todo comienza en el
momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en
nuestras vidas, es allí cuándo comenzará.
Y la cuarta y última: "Cuando algo termina, termina". Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas,
es para nuestra evolución, por lo tanto, es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con
esa experiencia.
Creo que no es casual que estén leyendo esto, si este texto llegó a nuestras vidas hoy; es porque estamos
preparados para entender que ningún copo de nieve cae alguna vez en el lugar equivocado".
PONTE MIS ZAPATOS Y SABRÁS LO QUE SIENTO
«Ponte mis zapatos y sabrás lo que siento» donde se trata la empatía, el respeto y el acoso escolar. Lo que una parte de la
educación piensa que es una broma o «cosas de críos», hay otra parte que sufre. Autor: Laura Borao Moreno
La noche anterior a una cita importante, Pablo era incapaz de dormir. Repasaba una y otra vez la posible conversación que
mantendría con los padres de Rubén. Debía exponerles todo lo que había averiguado sobre lo que ocurría en su clase y que
debían solucionar lo antes posible.
“Antes de que sucediera algo más grave”, pensó. No podía demorarlo. Para ello necesitaba la ayuda de los padres y esperaba
tenerla, pero la reunión podía dar un giro inesperado. Por eso, Pablo quería controlar todas las posibilidades. Quería ir
preparado.
Era en esos momentos cuando Pablo reflexionaba sobre su profesión. Le fascinaba su trabajo. Tenía suerte de dedicarse a algo
que le apasionaba. No todos podían presumir de tal hazaña y sabía que acababan amargados en empleos que odiaban. Él daba
las gracias cada día por la suerte que había tenido. Aunque nadie le contó las horas que debía pasar en casa preparando
actividades, juegos, corrigiendo o llenando su cabeza de preocupaciones... tal y como le pasaba en ese momento.
Era en momentos como aquel que entendía por qué le decían que la profesión de maestro era vocacional.
Pero nunca renunciaría a compartir aquellas sonrisas (y lágrimas) con sus alumnos, aprender de ellos (casi más que al revés), al
reto que supone formar a grandes personitas que se convertirían en futuros maestros, arquitectos, mecánicos, médicos, cajeros
o barrenderos... daba lo mismo a qué se dedicaran, siempre que fueran buenas personas, Pablo había cumplido su propósito,
por eso le preocupaba tanto el caso de Rubén. Le costaba creer que uno de sus alumnos hubiera podido cometer alguna
incidencia.
El día anterior, Pablo había recibido un correo de una madre de un niño de su clase transmitiéndole su preocupación por que,
según lo que le había contado su hijo, había varios compañeros del curso que lo intimidaban. Contaba que hacía días que lo creía
enfermo y lo llevó al médico cuando vio que no se recuperaba. Tal fue la sorpresa de la madre cuando el doctor le dijo que no
tenía nada físico y que eran nervios, que no desistió hasta que su hijo le contó lo que le venía ocurriendo desde hacía varias
semanas.
Le sorprendió enormemente aquel hecho porque nunca le había comentado nada, ni él como su tutor había sospechado nada,
ni ningún otro profesor le había hecho ningún comentario al respeto. Estaba dolido ya que su alumno no había confiado en él lo
suficiente como para contárselo. Aunque sabía que era muy común que los niños que se sentían amenazados lo escondieran por
miedo a una consecuencia peor, le dolió por la poca confianza, pero más por no haberse dado cuenta de que algo pasaba. Tenía
que solucionarlo.
–Espero que Rubén les haya contado por qué les he citado con tanta urgencia. Hay un asunto que me gustaría aclarar y zanjarlo
hoy mismo. Para ello necesito su ayuda. –Les dijo Pablo después de las presentaciones formales.
–Nuestro hijo no ha hecho nada y no entiendo por qué estamos aquí. –Saltó su padre a la defensiva sospechando que Rubén se
había metido en algún lío.
–Disculpe, Sr., el “no hacer nada” es relativo y más cuando su hijo ha reconocido que él defendía a un amigo. Si se vuelve a
sentar podré contarte lo que he podido averiguar y lo que Rubén me cuenta. –Se detuvo un par de segundos para dejar que el
despacho volviera a su estado de tranquilidad y escucha, para después proseguir. –Al parecer, hace un par de semanas, hubo un
conflicto entre un amigo de su hijo y un compañero de clase por una jugada de fútbol. Según me cuenta el resto de compañeros,
hubo una entrada, digamos, “forzosa” por parte del otro compañero. Pero, este reaccionó rápidamente, pidió disculpas y le
ayudó a levantarse del suelo. El amigo de Rubén no se lo tomó bien porque, a consecuencia de la caída, perdieron el partido y la
clase no paró de hacer comentarios al respecto durante un par de días.
–¿Y qué tiene que ver Rubén en todo eso? –Le dijo su madre ansiosa por saber.
–Ahora se lo explico. Lo que no he podido averiguar es si fue de manera voluntaria o por petición de su amigo, Rubén, desde el
momento del encontronazo no para de incordiar y atemorizar al otro compañero. Le obliga a quedarse en el banquillo y lo
amenaza con que acabará en el suelo si juega.
–Hombre, pero eso son cosas de críos. Peleas sin importancia. Yo soy el primero que le digo que se debe defender, ser fuerte y
no sentirse ninguneado por nadie. Él no es ningún blandengue que se deje amilanar por cualquiera. –Interrumpió el padre de
Rubén con total tranquilidad, orgulloso de las enseñanzas que le daba a su hijo.
–Discúlpeme, pero no estoy de acuerdo con usted. Hay muchas maneras de protegerse si uno se cree atacado y, una de ellas, no
es la fuerza. Violencia con violencia no arreglan las cosas. Aquí defendemos el diálogo y el respeto. Y, Rubén, por su estructura
física, impone. No necesita intimidar a nadie. Está muy bien que tenga ese sentir de la justicia, ser amigo de sus amigos y luchar
por lo que uno cree. Pero eso no significa que deba utilizar la amenaza como arma para la victoria. El otro muchacho se disculpó,
ayudó a su amigo y se arrepintió. Ese compañero hace unos días que no quiere venir al colegio por miedo. Miedo a su hijo y a
que cumpla sus amenazas.
–Creo que ese alumno suyo es un exagerado. Seguro que son bromas. Todos las hemos cometido y las hemos recibido. –Intentó
defenderse el padre de Rubén.
–Lo que puede ser una “broma” para su hijo puede amargar la existencia a otra persona. Y para que me entiendan mejor, me
gustaría hacer un ejercicio con Rubén y con ustedes.
A regañadientes y con el apoyo de la madre de Rubén, el padre accedió. Pablo hizo llamar a su alumno para que acudiera al
despacho junto con sus padres. Quería hacerles ver lo que estaba sufriendo su otro alumno. Para Pablo, la felicidad de todos sus
alumnos era lo más importante. Tenía que conseguir una convivencia sana entre ellos, que se respirara el respeto que él
promulgaba y que volviera a aparecer una sonrisa en sus rostros.
Cuando llegó Rubén al despacho miró a su alrededor. Quería comprobar si sus padres estaban enfadados con él. Por la mirada
de ellos, “no excesivamente” pensó. “Ese pequeñajo se lo tiene merecido. Así a la próxima no se atreverá a tumbar a mi amigo”,
se justificó mentalmente.
–Muy bien, Rubén, toma asiento. He estado hablando con tus padres y estos han accedido a hacer un ejercicio de visualización
conmigo. ¿De acuerdo? No sabía exactamente a qué se refería su profesor pero él estaba tranquilo porque tenía a sus padres de
su parte. Por eso, asintió sin más.
–Estupendo. Empecemos pues. Les rogaría que cerraran los ojos y que respiraran lenta y profundamente. Sí, Rubén, tú también.
Pensó que seguramente le tacharían de loco por hacer aquello, pero esperaba que resultara como esperaba.
–Bien. Imaginen que Rubén va a por el pan y se encuentra a un hombre allí que está a punto de salir, pero, al ver a su hijo se
espera a que termine. Le abre la puerta y se despiden. Su hijo no lo conoce de nada y piensa que ha sido muy amable. Aún tiene
que comprar varias cosas que le han encargado y entra en el supermercado. Llena el cesto con la comanda y se pone a la cola.
Cuando lleva un par de minutos esperando, le recorre una sensación por la nuca, como si alguien le estuviera observando.
Cuando se gira, ve a aquel hombre de la panadería que le saluda y él le devuelve el saludo sospechando que debe conocerlo de
algo. Vuelve a su casa y, justo cuando sube en el ascensor, oye una voz que le dice “Espere, por favor”. Abre la puerta sin saber
qué vecino es. Cual es su sorpresa cuando se encuentra a ese mismo hombre que le da las gracias y entra en el habitáculo. De
repente para Rubén aquel espacio se reduce a la mitad. Intenta disimular leyendo el periódico que su padre le ha encargado. El
hombre se acerca para leer los titulares pero no le dice nada. Rubén empieza a hacer respiraciones de corto trayecto, le sudan
las manos y se mancha los dedos de la tinta del diario. ¿Cuánto tarda el ascensor para llegar a su piso? En ese momento se da
cuenta de que aquel hombre no ha marcado ningún botón. ¿Irán al mismo? Suena la campanilla que indica la llegada a su altura.
Rubén baja rápidamente y coge las llaves para abrir deprisa. No sabe ni siquiera si le ha dicho adiós. Está a salvo. Ya está en su
casa, con su familia. Aquellas paredes le protegen de... ¿de qué? Ha sido una tontería y no debe de darle importancia, se
tranquiliza y respira con normalidad. Cuando termina sus tareas en casa, ustedes le dejan ir al centro comercial con los amigos.
Una vez allí, con sus amigos y de risas, Rubén para en seco. Le ha parecido ver a aquel hombre. No puede ser, allí también. Su
hijo empieza a hiperventilar. Está muy nervioso y decide irse a casa. Sí, en casa podrá resguardarse. El camino a casa no es
mejor. Está muy nervioso y oye pasos detrás de él. Se gira. Hay gente, pero nadie conocido. Tampoco ese hombre. Ya no anda.
Empieza a correr por si...
–Por favor, pare. Pare ya. Mamá, dile que se calle. –Chilló Rubén sorprendiéndolos a todos con sus gritos y con sus llantos.
–Sí, por favor. Pare. Ya lo hemos entendido. –Le rogó la madre abrazando a su hijo, intentando consolarlo.
–Discúlpenme, yo simplemente quería que supieran cómo se siente ese niño que no viene al colegio porque está atemorizado
por lo que pueda hacerle Rubén. Que dónde se siente protegido es en su casa, junto con sus padres. Y no venir al colegio para no
encontrarse con Rubén es su único deseo. De vez en cuando es necesario ponernos en los zapatos de la otra persona y saber lo
que sienten con nuestros actos. Porque cada persona tiene sus propios sentimientos, deseos y temores. No todos reaccionamos
de la misma manera. Pero, hay que saber lo que podemos provocar con nuestras acciones.
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Una cuestión de actitud
“De todas las cosas que tu posees, tu expresión es una de las más
importantes”.
Actitud es una expresión externa de un sentimiento interno.
Actitud es la raíz interna que produce los frutos externos.
Actitud es nuestro mejor amigo o nuestro peor adversario.
Actitud es más honesta y más consistente que nuestras palabras.
Actitud es la mirada externa basada en nuestras experiencias
pasadas.
Actitud es lo que atrae gente a nosotros o las que los expulsa.
Actitud nunca está contenta hasta que se expresa.
Actitud es la biblioteca de nuestro pasado, el comunicador de nuestro
presente y el profeta de nuestro futuro.
La buena noticia es que podemos decidir qué actitud tener.
Miremos este día con mucho cuidado cuál es nuestra actitud frente a
las circunstancias de la vida. Recordemos, lo que nos daña no es lo
que nos sucede, sino como reaccionamos a los que nos acontece.
John C Maxwell.
Salmos 84:5 Bienaventurado el hombre que tiene su fortaleza en ti; En
cuyo corazón están tus caminos.
http://clubodex.weebly.com/juegos-liderazgo/juego-de-actitud-positiva