Diagnostico Sistemico. - El Diag - Sonia E. Rodriguez
Diagnostico Sistemico. - El Diag - Sonia E. Rodriguez
Diagnostico Sistemico. - El Diag - Sonia E. Rodriguez
RODRÍGUEZ
HORACIO A. SEREBRINSKY
Diagnóstico sistémico
El diagnóstico de los sistemas humanos
Copyright © 2014 by Sonia E. Rodriguez y Horacio A. Serebrinsky
Todos los derechos reservados, ninguna parte de este libro puede ser reproducida en ninguna de sus formas sin el permiso
escrito del autor. Este libro no provee de un consejo o prescripción profesional como un modo de tratamiento psicológico, el objetivo es
dar información para mejorar la calidad de vida y el lector queda bajo aviso de que el autor no asume responsabilidad por sus actos,
interpretaciones y resultados que se originen del uso de esta información.
Diagnóstico sistémco : el diagnóstico de los sistemas humanos / Horacio Serebrinsky y Sonia E. Rodríguez. 1a ed.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
ISBN 9789871848362
A Alex, Carpio, Choly, Blanca, Gaby, mis amigos, por su amor incondicional.
A mis queridos alumnos y maestros, con quienes aprendo día a día y son el motor de mis ideas
S.E.R.
A mi querida colega Sonia Rodríguez por toda su paciencia (por mi dislexia), su entusiasmo (que el trabajo se vuelva
cada vez más maravilloso) e inteligencia (espectacular).
A mi familia.
A los maestros Juan Luis Linares, Roberto Pereyra, Marcelo Ceberio. Y especialmente a toda la Escuela
Sistémica Argentina.
H.A.S.
Gracias a ustedes, nuestros queridos lectores, por hacer posible que las ideas y la pasión puesta en este trabajo se completen
con la lectura de este libro.
Capítulo 1
HACIA UN DIAGNÓSTICO SISTÉMICO
1.1. Un breve recorrido teórico y algunos conceptos preliminares
1.2. La construcción de la realidad y la hipótesis
1.3. Los sistemas humanos
1.4. Ejes de análisis para el diagnóstico sistémico
Sin embargo, agrupar y comparar han sido siempre movimientos mentales asociados a
comprender, por lo que rechazar globalmente el diagnóstico psiquiátrico equivale a tirar al
bebé junto con el agua sucia. Vale la pena respetar el esfuerzo acumulado a lo largo de los
siglos por quienes han abordado el estudio de los trastornos mentales, aprovechando lo mucho
que en su trabajo hay de útil. Y, desde luego, no bajar la guardia para rechazar cualquier
simplificación reduccionista.
(Linares, 2012:10910).
Un Diagnóstico Sistemico tiene la finalidad declarada de no agrupar signos y síntomas en
busca de orígenes comunes, sino conocer el sistema observado para leugo verter en un informe
auqellas observaciones que se ajusten a la finalidad y objetivo del estudio solicitado. Pero no solo
se busca hacer una exhaustiva exploración sistémica, sino también contar con una solida herramienta
que es el punto de partida para el deiseno de uan estrategia psicoterapéutica.
Sin duda que uno de los aciertos del texto es organizar esta completa y compleja exploración
de los síntomas en tres ejes que la articulan: el análisis de la estructura u organización del sistema, la
dinámica de la comunicación que establece y el cuidadoso estudio del problema. Tres ejes que nos
remiten a algunos maestros de la Terapia Familiar como de hecho son Salvador Minuchin, Paul
Watzlawick y Jay Haley.
Estos ejes, tal cual los definen los autores, “es una discriminación arbitraria” fundamentada
en la necesidad de analizar variables de la organización y la dinámica de un sistema. Constituyen una
guía para la observación y posterior construcción de hipótesis diagnósticas. Todo el libro es una
exhaustiva profundización teórica de los conceptos sistémicos estructurales, de dinámica de los
sistemas y de la comunicación humana. Para esto se basa en los textos originales, aunando
conceptualizaciones teóricas con el pragmatismo de ejemplos clínicos.
Si bien es una lástima que los autores renuncien a incluir el diagnóstico relacional y su
imbricación con la psicoterapia clínica, cabe la posibilidad dada la maestría y los conocimientos que
demuestran los autores que se lo estén reservando para una posterior publicación.
“Aprende a mirar donde ya miraste una y otra vez, para así ver lo que aún no viste.”
Dentro de la variedad semántica que ofrecen estas palabras, puede pensarse que transmiten
una idea: el mirar, el observar minuciosa y detenidamente para aprehender los elementos del campo
perceptivo, del fenómeno observado, elementos que son la materia prima para elaborar el
diagnóstico de un sistema.
Es por ello que observar un sistema humano nos introduce en una temática compleja y en una
tarea fascinante donde el interjuego recursivo del sistema, el trazado de distinciones y la atribución
de sentido del observador confluyen en una hipótesis, en el diagnóstico del sistema.
En esta área de aplicación, el diagnóstico también puede realizarse para informar sobre las
características de una sola persona. Aquí el informe diagnóstico adopta diferentes nombres, por
ejemplo los llamados psicotécnicos. Si bien es cierto que el profesional escoge la información
adecuada a volcar en su informe según la finalidad del mismo y, claro está, utilizando el lenguaje
adecuado al lector, también es cierto que para poder arribar a ello necesitará previamente realizar un
diagnóstico acabado de la persona estudiada, lo que incluye, como se señalara anteriormente, el
estudio de la persona en sociedad para conocer así cómo cada aspecto de su personalidad es en
función de los contextos en los que se encuentra.
En este sentido, no es de buena praxis entender a una persona como ser aislado y no social.
Por ello, será de utilidad el comprender los sistemas humanos para considerar todo diagnóstico.
En el área clínica, el diagnóstico de los sistemas tendrá dos funciones básicas: informar a los
integrantes del sistema sobre su funcionamiento, proceso que será desarrollado más adelante bajo el
nombre de informe de devolución, como también será la guía para el profesional para trazar una
estrategia de trabajo, con lo cual todo psicólogo verá enriquecida su labor al contar con un
diagnóstico del sistema, sea este una familia, una pareja o un grupo terapéutico.
También en esta área de trabajo, cuando se realiza el diagnóstico de una sola persona, deberá
considerarse a esta como un ser social y, por tanto, considerar el estudio de los sistemas de los que
participa.
En resumen, más allá del área de aplicación, sea esta forense, laboral o clínica, áreas en las
cuales se distinguen los informes que se elaboran de acuerdo con una finalidad diferente, el
diagnóstico es uno solo y siempre deberá estudiar el fenómeno como una totalidad, esto es, estudiar a
la persona tanto en sus aspectos funcionales como psicopatológicos y la interacción de estos con los
sistemas, como también estudiar los sistemas observados como una totalidad, temática en la cual se
enfocará este trabajo.
Para ello, a lo largo de diferentes capítulos se desarrollará una propuesta para realizar el
diagnóstico de un sistema humano abordando este proceso con sistematización y fundamentación.
El estudio de los sistemas humanos fue abordado por destacados autores a partir de los años
cincuenta: Bateson realizó investigaciones sobre la comunicación en el campo de la antropología, la
etología y la psiquiatría Watzlawick teorizó acerca de la comunicación humana y sentó las bases
sistémicas en torno a esta temática; también Minuchin se interesó por los sistemas humanos y en
particular por su organización
Desde aquella época, muchos otros estudiosos continuaron este camino y realizaron
contribuciones. Algunos de los referentes son: M. Palazzoli, L. Boscolo, G. Cecchin, G. Prata, M.
Andolfi, D. Jackson, V. Satir, G. Nardone, M. Erickson, E. Glasersfeld, J. Haley, C. Madanes, J.
Moreno, P. Riviere, como también, y llegando a nuestro días, ilustres estudiosos como M. Ceberio, J.
Linares, R. Perrone y R. Pereira, entre muchos otros.
Es importante subrayar que las teorías mencionadas en cuanto a los sistemas humanos surgen
en el paradigma del pensamiento moderno, que fuera signado, entre muchos otros revolucionarios,
por Albert Einstein, con sus postulados acerca de la física cuántica.
Por otra parte, es apropiado esclarecer que si bien no se realizarán extensos desarrollos
teóricos por no ser el objetivo de este trabajo, la teoría sistémica no consiste en un manojo de
técnicas psicoterapéuticas, sino en una teoría que posee sólidos fundamentos epistemológicos que
surgen de las ciencias modernas y en los cuales se apoya y de los cuales surge este trabajo.
En otras palabras, para comprender acabadamente este trabajo y, más aún, para realizar luego
el diagnóstico de un sistema humano, el lector debería contar con un sólido bagaje teórico que le
permita observar un sistema y realizar un diagnóstico del mismo, siendo que aquí solamente serán
desarrollados brevemente algunos conceptos necesarios.
Otro aspecto a considerar respecto de la teoría de los sistemas humanos es que surge su
crítica al ser utilizada por muchos profesionales como un manojo de conceptos inconexos, y esto
quizás se debe en parte a que los aportes teóricos fueron históricamente contribuidos por diferentes
grupos de estudiosos que se conformaron en las denominadas escuelas o modelos sistémicos, sin con
ello haber realizado verdaderos intentos por unir sus conceptos en una gran teoría de manera
explícita. No obstante, es indudable que todos los aportes teóricos conforman sólidos conceptos que,
agrupados, son la teoría sistémica.
Por lo cual, si bien es cierto que existe la teoría sistémica, queda a cargo del estudioso el
recopilar todo el material necesario para que la teoría que le permita observar y estudiar los
sistemas humanos sea la teoría de los sistemas y no solo un recorte de la misma.
Es así, entonces, que este trabajo no pretende unir conceptos teóricos y, menos aún, proponer
un modelo sistémico integrador, que de hecho sería un recorte diferente pero uno más en la historia
de la teoría sistémica. Por el contrario, propone pensar en diferentes aspectos del sistema con la
finalidad de elaborar un diagnóstico.
En este sentido, las variables que serán desarrolladas en tres ejes de estudio son solo algunos
de los elementos presentes en la complejidad de un sistema. Por lo cual, lejos de ser listas acabadas
de elementos a observar, solo proponen no perder de vista los elementos que se presentan claramente
en todo sistema observado.
Por otra parte, más allá de las disputas de poder que se originan entre los devotos de cada
teoría, y en especial cuando utilizan estas teorías como un bastón que sostiene y fundamenta sus
dichos, es cierto y hasta redundante aclarar que para estudiar y diagnosticar un sistema, la teoría,
no única pero sí necesaria, es la teoría de los sistemas humanos, como fuera dicho, compuesta por
multiplicidad de conceptos provenientes de las más renombradas y fundamentadas teorías
contemporáneas.
En este sentido, estudiar un sistema sin tomar en cuenta la teoría sistémica sería partir de un
error epistemológico; y sin pretender entrar en debates filosóficos, se hace necesario realizar esta
salvedad.
Lo cierto también es que plantear el análisis de un sistema sin desarrollar de forma completa
la teoría en la que se nutre es en sí caminar por un terreno absurdo y sin lógica. Pero dada la seriedad
y la extensión que implicarían tales desarrollos es que no serán considerados en este trabajo, dejando
ello para la investigación del ávido lector y pasando aquí a realizar una breve mención sobre
aquellos conceptos fundamentales a utilizarse en este trabajo.
1.2. La construcción de la realidad y la hipótesis
Frente a la realidad, es harto imposible percibirla en su totalidad, no solo por la limitación
de nuestros sentidos, sino también por la restricción para el procesamiento de los datos recogidos,
que depende de: los conocimientos previos, la forma en la que se procesa la información y las
emociones, considerando todos los componentes neuropsicológicos y psíquicos intervinientes.
Piense por un momento que usted sale a caminar junto a un experto en botánica. Al pasar por
un parque, en el mismo momento en que usted ve solo pasto verde y una llamativa flor amarilla que
se destaca, el experto comienza a describir diferentes especies de pasto, de las cuales usted solo
logrará ver algunas cuando él las señala. También él cuenta que vio flores violetas y un árbol,
además de haber visto también la flor amarilla, elementos del paisaje que usted no había tomado en
cuenta en la primera observación. También es curioso que ninguno de los dos observadores viera las
flores azules que un tercer observador, por ejemplo Usted podría haber visto.
Así se ilustra claramente que solo vemos lo que estamos entrenados para ver y también
aquello que resalta en el todo por ser diferente para el observador. La realidad total fue
recortada, lo que significa que solo se selecciona una parte del todo, denominado el trazado de
distinciones o el recorte de la totalidad observada.
Tambien en ete proceso y siguiendo en el parque, usted dirá que la flor amarilla es muy linda
y le produce alegría, pero el experto podrá decir que para él es una flor más, hsta algo marchita y que
el árbol es alto, frondoso y muy colorido, al igual que los pastos que son tan variados como hermoso.
En esta segunda parte del proceso, ambos atribuyen un significado a lo percibido, le otorgan
una semántica, entrando en juego no solamente la palabra, que connota el objeto aprehendido, sino
también las emociones.
Por ello es que todo fenómeno será inadecuadamente explicado en tanto el rango de
observación no sea suficientemente amplio como para incluir todos los elementos necesarios del
fenómeno observado y sus recursiones. Con ello se entiende por qué al estudiar a una persona, sus
conductas no podrán ser bien explicadas sin considerar el contexto en el cual se desarrollan.
En esta dirección, por ejemplo a partir de que se observa que la flor está marchita y en la
atribución de causalidades, el observador, guiado por sus experiencias pasadas recuerda que una vez
una flor se marchitó debido a un fuerte viento, podrá originarse una cadena fantástica y hasta de
ciencia ficción diciendo que el viento fuerte proviene seguramente de una lluvia del día anterior y
que la lluvia se originó por circunstancias atmosféricas, muchas vinculadas con el aumento del
agujero de ozono en la zona más polar del planeta.
Así, de la plantita marchita se llega a dar cuenta del fenómeno observado a partir de una serie
de elementos no observables como por ejemplo, un viento que nunca percibió en la escena de la flor
a la cual refiere que si bien podrían enriquecer la explicación de lo observado deberían consignarse
como una asociación del observador realizada a partir de elementos cognitivos previos a la
aprehensión del fenómeno, por lo que esos elementos agregados por asociación no pueden tener el
mismo estatus que la planta.
Con lo expresado, será fácil pensar claramente en la diferencia entre interpretar y observar un
fenómeno. En otras palabras, la materia prima debe ser aquello que se recorta de la realidad. Si bien
es cierto que luego de recortar elementos del todo se le da un significado y por eso la realidad es
construida, muy diferente es cuando a partir de solo un dato de la realidad se agregan elementos del
recuerdo con carácter de real.
Si bien hay un mundo, una persona solo puede darse cuenta del mismo a través de una
construcción, ya que: “El objeto observable se relativiza y la impregnación de significado –inherente
al observador– que lo cubre convierte al acto cognoscitivo en subjetivo y autorreferencial”
(Ceberio, 1998:74)
Por otra parte, un sistema es cerrado cuando no realiza intercambios con el medio que lo
rodea, y esto solo ocurre en sistemas que se encuentran totalmente aislados de su entorno, por
ejemplo, los elementos químicos que se encuentran dentro de un tubo de ensayo en el laboratorio, y
ese tubo está totalmente sellado y tapado para no permitir el ingreso de oxígeno, luz solar u otros
elementos del ambiente.
Al pensar en las personas integrando sistemas, se trata sin duda de sistemas abiertos, dado
que los integrantes de todo sistema humano siempre se comunican con el medio que los rodea, aun
siendo esta comunicación de mayor o menor cantidad en lo cuantitativo y aun revistiendo
características cualitativas tan particulares como el sistema mismo.
Para comprender la definición vertida puede pensarse en una familia compuesta por los
padres y su hijo, que conforman un sistema intercambiando información con otros, por ejemplo con el
sistema formado por los abuelos paternos, el sistema conformado por los integrantes del grupo del
club que frecuentan los fines de semana y muchos otros, siendo sistemas cercanos o contiguos a esta
familia todos aquellos en los cuales uno de sus integrantes participe.
Una familia es un sistema humano, pero no únicamente lo es una familia, sino también un
grupo de trabajo dentro de una empresa, un conjunto de alumnos en el aula de clase, un grupo de
amigos que suelen compartir una cena semanal, un grupo terapéutico.
Retomando lo vertido con relación a que el sistema humano es un conjunto de personas que
poseen una organización y una dinámica sistémica particular, pueden pensarse ambas de la siguiente
manera.
Ahora podría colocar dentro de cada círculo elementos distribuidos de diferentes maneras en
el conjunto mayor, los elementos estarían unos pedados a los otros, en otro de los círculos, los
elementos podrían estar lindando con la línea circular del contorno. Alejados entre sí y, por que no,
en otro de los círculos podria dibujar elementos equidistantes tan alejados entre sí como de la línea
del contorno.
De esta manera, podrá observar su gráfica final y ver que en cada uno de los conjuntos los
elementos se ubican a diferentes distancias, se organizan de diferente manera. Estos elementos
representarían a los integrantes de cada sistema o conjunto dibujado.
En estos gráficos puede apreciarse que en cada uno de los sistemas humanos ejemplificados
hay una organización diferente, por lo que rápidamente se observa una de las variables de la
organización, que es la distancia. Pero también hay, además de las distancias, muchos otros
elementos, las variables de la organización, cuyo interjuego hace que se pueda observar una
determinada organización en cada familia en un momento dado. Estas variables de la organización
serán ampliamente desarrolladas en los capítulos sobre la estructura de los sistemas.
En segundo lugar, el sistema humano, además de tener una organización particular posee una
dinámica establecida por las relaciones entre los integrantes de cada sistema, las cuales podría usted
graficar agregando líneas bidireccionales que interconectan cada uno de los elementos dibujados
dentro de los conjuntos. Estas líneas representan las relaciones entre los integrantes de los sistemas
humanos y determinan una dinámica particular, la cual será desarrollada en los capítulos que tratan
sobre la dinámica de los sistemas.
Volviendo al sistema humano y pensando en que posee una organización y una dinámica
particular, dada la complejidad a la hora de observar la vasta cantidad de elementos que lo
conforman, es conveniente agrupar estos elementos, llamados aquí variables, en ejes diagnósticos.
Así, los ejes diagnósticos son una discriminación arbitraria que se funda en la necesidad de
estudiar los elementos intervinientes en la organización y en la dinámica de un sistema. Estas
subdivisiones guiarán la observación, permitiendo realizar una apreciación más fina y completa del
sistema observado.
En función de ello, en este trabajo se dividirá el estudio del sistema en dos ejes básicos: la
estructura u organización del sistema y la dinámica sistémica, para también agregar un tercer eje de
estudio, que es el problema manifiesto que podría presentar el sistema estudiado.
1.4. Ejes de análisis para el diagnóstico sistémico
Se define el eje diagnóstico como un conjunto de elementos o variables que interactúan entre
sí formando un subgrupo que interactúa a su vez con otros subgrupos o ejes diagnósticos, siendo así
que el conjunto total de variables contenidas en cada uno de los ejes de observación mantienen al
sistema en funcionamiento de una manera determinada en un momento dado.
Es importante destacar que el sistema es un todo y como tal es mucho más que la suma de sus
partes, pero sus elementos y la inmensidad de sus combinaciones requieren de una metodología para
abordar tal complejidad de estudio, y para ello es que son propuestos diferentes ejes de estudio.
Resta en este marco teórico hablar de dos términos que serán utilizados con frecuencia: la
recursividad y la multicausalidad.
1.5. La recursividad y la multicausalidad.
Parece sencillo pensar sistémicamente y desde una epistemología compleja y hablar de
recursividad, pero esta visión implica pararse en un lugar diferente y pensar desde este, siendo un
error intentar explicar la circularidad desde la linealidad o la suma de linealidades que responde a la
sucesión y no a la recursividad.
Una señora llamada María va junto a su marido camino a su trabajo como todos los días, pero
hoy es un día especial ya que luego del trabajo saldrá a cenar con su amado marido y por ello ha
elegido un bonito atuendo. María, al caminar por la calle, tuerce su pie y dice a su marido: “La causa
de esto es que hoy por la mañana elegí utilizar tacones, ¡yo no sé cómo se me ocurre, si siempre uso
mis zapatos bajos!”. O quizás dirá: “¡Me torcí el pie! Como siempre en esta ciudad, alguien dejó la
vereda sucia y por eso cualquiera se resbala”.
También podría decir: “¡Vos tenés la culpa, ¿no ves que siempre caminas apurado?! Hoy que
es un día especial, justo me voy a torcer el pie por tu culpa!”. Quizás también dirá: “¡Qué mala suerte
que tengo! Me torcí el pie justo el día en que planeamos salir a la noche. No puedo tener peor suerte,
también el otro día, por mala suerte, llegué tarde al trabajo; en fin, la mala suerte me persigue”.
Todas estas respuestas causales a lo sucedido –en lenguaje corriente, a quién le atribuimos la
culpa– son igualmente validas y tienen algo en común: su finalidad.
La finalidad de colocar una causa, y solo una, a los eventos cotidianos es que de esta
manera rápidamente se encuentra una explicación a lo que sucede y la cognición se ocupará de otras
tareas. En otras palabras, la finalidad es muy sencilla y no es otra cosa que calmar el malestar que
produce el no saber, la incertidumbre. Los seres humanos necesitan otorgar un sentido a lo que le
sucede, pero muchas veces estos interrogantes son callados por el sello de la linealidad y la
unicausalidad.
El encontrar una causa es menos trabajoso que encontrar varias y, menos aún aceptar que
siempre habrá otras múltiples causas que se desconocen. Claro es el ejemplo que aun cuando no se
encuentra a un otro para atribuir sobre él la causa se pasa a algo más general como decir “alguien fue
el culpable” o, finalmente, al no encontrar una causa concreta hasta se otorga la respuesta de la mala
suerte, explicación que no explica desde un punto de vista lógico racional pero, paradójicamente, sí
lo hace para calmar la incertidumbre ante la falta de respuestas.
Pero puede pensarse qué diferente sería si esta señora, luego de torcer su pie, durante todo el
camino continúa buscando múltiples causas a su tropezón y no logra prestar atención al hermoso
paisaje o al acogedor sol; o si también, por continuar pensando en la causa del incidente con su pie
aun llegando a su trabajo, no logra concentrarse en la tarea del día porque deberá continuar
encontrando causas a su tropezón y estaría ansiosa sabiendo que aún hay causas que no logra
descubrir y el no saber le produce malestar.
Las ideas en las cuales un elemento no se une a otro en relación causal, por ejemplo el
tropezón que no encuentra una explicación, son ideas que quedan abiertas así como queda abierto un
trabajo sin terminar.
Es verdad que este mismo hecho para algunos no sucintaría ni el menor de los inconvenientes
porque estaría buscando causas a algún otro tema personal pero lo cierto es que todas y cada una de
las personas poseen ideas sin cerrar, las cuales se presentan pidiendo explicaciones, causas, ideas
abiertas que se necesitan cerrar, ligado esto a la necesidad de explicar las cosas y así realizar
atribuciones de causalidad.
Si bien en el pensar diario, las más de las veces, sería poco útil deliberar de manera
multicausal y recursiva, es cierto que sería un error pensar de esta forma a la hora de observar un
fenómeno en el ámbito profesional, más aún con la finalidad de realizar un diagnóstico del mismo, ya
que todo se limitaría a lo sumo a encontrar una causa a cada elemento observado y así se obturaría el
análisis y también la percepción del fenómeno.
Pero en este punto se hace necesario llamar la atención del lector, ya que conocer el concepto
de recursividad no significa que pueda pensarse desde la recursión. Pensar recursivamente implica
considerar el interjuego entre todos los elementos observados en un fenómeno.
También es indiscutible que muchas veces, quien pretende explicar algo desde la complejidad
cae en las trampas de la linealidad, y prueba de ello es que incurrirá en sinónimos y en conclusiones
lineales, donde cada elemento es tan solo causal de otro sin parecer relacionarse con la totalidad de
los elementos que componen un mismo fenómeno.
Esto sucede por obturar el conocer limitando el pensamiento recursivo que invitaría a la
incertidumbre a ser su aliada esencial, y esto se debe a que la explicación lineal calma la ansiedad
que emerge por la incertidumbre en el observador, en el diagnosticador de un sistema humano.
Otra dificultad que plantea el pensamiento recursivo, o también llamado circular, es la falsa
recursividad sistémica cuando se estudian solo dos elementos de un todo y se explica que cada uno
es efecto y causa del otro, claro parece salirse esto de la linealidad que atribuiría a cada elemento
una sola característica, linealidad que explicaría que uno es causa y el otro es efecto, pero aun así es
paradójico, ya que se desconocen las relaciones que estos dos elementos tienen con todos aquellos
que conforman el sistema.
Y así, aun en nombre de la epistemología de la complejidad, se dice o escribe que tal cosa es
sinónimo de tal otra, que un elemento recruza sobre otro a modo de calesita, desconociendo que esto
es solo un pequeño giro respecto del pensamiento causalista, sin llegar por ello a ser un pensamiento
recursivo que estudia la complejidad.
Un ejemplo es decir que si la distancia entre dos personas es lejana y hay desacuerdos; pues
entonces desacuerdan porque están distanciados y están distanciados porque desacuerdan. Aquí se
aprecia, más que una circularidad, una explicación que intenta ser compleja pero aún es lineal y
también unicausal.
También aquí sería extenso continuar y definir apropiadamente los términos delineados
brevemente, por lo que a continuación se verterán algunas reflexiones sobre el diagnóstico,
entendiendo que es tan solo un punto de vista que invita a pensar sobre el cómo y el para qué del
diagnóstico en el ámbito de la psicología y la psiquiatría en todas sus áreas de aplicación a la hora
de estudiar un sistema humano.
1.6. Hacia una definición del diagnóstico
Al pensar en el diagnóstico, surge la necesidad de definirlo claramente señalando también su
finalidad, para luego poder hablar claramente del término invocado y analizar todos los aspectos
necesarios para arribar al diagnóstico de un sistema humano.
En este sentido, el objetivo diagnostico no se alcanza con un mero resumen de los elementos
observados, sino que se requiere de encontrar relaciones y recursiones par llegar a una construcción
diagnostica que dé cuenta del sistema analizado. Por ello, el objetivo será desarrollar una hipótesis
del sistema integrando su dinámica, su estructura y el problema.
En otras palabras, no debe darse nada por sentado, por sabido, por inferido o interpretado; el
diagnóstico se basa en la observación de indicadores, aquí llamadas variables sistémicas, y en las
recursiones de las mismas.
En esta línea de ideas, si bien puede pensarse que al observar la realidad se realiza una
construcción subjetiva de la misma, no puede ser este argumento válido para sostener una hipótesis
sin fundamento alguno. Y el fundamento surge precisamente de datos observables del fenómeno de
estudio, sin olvidar que lo objetivo surge de la suma de subjetividades, lo cual se sostiene en que “…
solo existen parámetros y códigos compartidos, de los cuales es factible que emerjan construcciones
similares, pero no iguales” (Ceberio, 1998:76).
Por último, la finalidad de un diagnóstico es conocer el sistema observado; para luego verter
en un informe aquellas observaciones que se ajusten a la finalidad y objetivo del estudio solicitado.
Así, el propósito de realizar un diagnóstico puede ir desde diagnosticar para concluir en un
informe dirigido a quien lo solicita en el ámbito forense o laboral, o también diagnosticar para contar
con una sólida herramienta que es el punto de partida para el diseño de una estrategia
psicoterapéutica o, asimismo, para dar una devolución de lo visto en una familia en psicoterapia.
En este sentido, el hecho de observar solo aquello necesario para responder a un pedido es
tomar solamente una parte olvidando la totalidad, y esta parte seleccionada no estará bien observada
si no se piensa en función de las recursiones en las cuales participan los elementos recortados en la
observación del sistema.
Estos elementos hacen posible que los integrantes de un sistema, por ejemplo una familia, se
agrupen en subsistemas, posean reglas que determinan su funcionamiento, determinen las funciones de
sus roles, tengan un determinado grado de autonomía, entre otras variables que serán desarrolladas
en este eje temático.
En este sentido, las variables estructurales son propiedades del sistema que controlan y
recursivamente son determinadas por el mismo.
También es cierto que las variables “… adquieren valor… cuando pueden ser relacionadas
con otras (formar parte de una hipótesis o una teoría)” (Sampieri, 1991:71), y por ello es que, luego
de comprender los conceptos básicos en relación con las variables de la estructura, será necesario
más adelante pensar en las interrelaciones entre las variables de este eje de estudio como también
analizar el interjuego que se presenta al considerar también las variables del eje dinámico y del
problema, para arribar de esta manera a un diagnóstico sistémico que contempla el sistema como una
totalidad.
En esta dirección, la variable actúa con cierta flexibilidad aunque limitando sus movimientos
al rango de la zona de ajuste.
Cabe aquí definir el término homeostasis, el cual, según el
El vocablo homeostasis adquiere, por otra parte, diferentes significados. Entre ellos,
Lamerton (1969) lo define como la tendencia de un organismo a permanecer en un estado de mínima
energía libre. También es interesante cuando ilustra la homeostasis con la palabra armonía, diciendo
que la homeostasis puede definirse como el mantenimiento de la armonía y cooperación entre los
elementos del sistema.
En esta dirección, podría plantearse la siguiente pregunta: ¿qué realiza una familia para
lograr ese rango de ajuste que favorece la homeostasis? Una de las respuestas es que sus conductas,
pensamientos y emociones propiciarán que cada variable del sistema adopte medidas establecidas
dentro de un rango de valores, siendo esos valores máximos y mínimos.
Así, por ejemplo, en relación con la variable denominada frontera, que será desarrollara
ampliamente en este capítulo, se plantea este interrogante: ¿qué información permiten que ingrese al
sistema y cuál no?, ¿cómo regulan el intercambio de información con el medio externo?, ¿cuál es el
máximo y el mínimo de información que ingresa y egresa del sistema, siendo estas medidas las que
determinan el rango de ajuste de la variable?
Una posible respuesta es que la familia reflexionará y pensará solamente en algunos temas en
relación con la totalidad de la información brindada por el contexto, también predominarán ciertas
emociones que limitan o facilitan el ingreso de información y llevarán adelante conductas que
propician o inhiben el ingreso y el egreso de información de la familia hacia el exterior y del medio
hacia el sistema.
En resumen, la estructura de un sistema está determinada por variables y cada una de ellas
posee un rango de ajuste equivalente a medidas límite, mínimas y máximas, en las que se mueven
para mantener la homeostasis del sistema.
Se realizará una fiesta de aniversario en la casa de Pedro y Mónica, quienes celebrarán los
cinco años de su hija Paulita. Pedro, el papá de Paulita, es director de su propia empresa; es alto, de
pelo blanco, siempre luce sus finos trajes, es muy prolijo y detallista. Mónica dicta clases de idiomas
por la mañana; es rubia, de aspecto cálido, voz suave, y su hija Paulita es una hermosa niña rubia con
piel blanca y grandes ojos negros, siempre está riendo y en constante actividad.
La familia vive en una casa con varias habitaciones, en la cual celebrarán el cumpleaños de
su hija invitando a sus compañeros de colegio y también a sus padres, con quienes han entablado una
amistad que se inició en las diferentes reuniones de padres en el colegio y también al compartir los
fines de semana en el club.
Pedro organiza la fiesta y le dice a Mónica que los niños estarán en la habitación junto a la
sala principal, donde colocarán pequeñas sillas junto a una mesa de baja altura sobre la cual
dispondrán la comida y bebida; también organizarán, en la misma sala, un sector con diferentes
juegos para los niños. Los adultos se situarán en la sala principal, donde ubicarán sillas en torno a la
gran mesa circular.
Mónica propone dejar abierta la puerta que comunica ambas habitaciones para oír a los niños
y Pedro dice que sería conveniente cerrar dos de las tres ventanas que comunican la sala principal
con el exterior de la casa, para no dejar pasar el ruido de la música y de las conversaciones de la
fasta y para no recibir tantos sonidos de los vehículos que transitan por la calle, como también para
tener más privacidad respecto de sus vecinos.
También, como Pedro está en todos los detalles, pensó que la puerta de entrada solo será
abierta por él para permitir el ingreso de los selectos invitados, evitando así que ingrese alguien no
deseado al hogar. Así seleccionarán no solamente la cantidad de personas, sino también la calidad de
las mismas; en otras palabras, solo ingresarán a la fiesta las personas que fueron invitadas, como por
ejemplo: los familiares, los amigos de la hija y sus padres, no siendo bien venidos los vecinos, la
barra de jóvenes de la esquina, el borracho del barrio, los desconocidos.
Por otra parte, en esta fiesta, tanto Pedro como Mónica esperan ciertos comportamientos, por
ejemplo: que los niños no griten, que los adultos conversen amablemente sentados a la mesa, entre
otros. Claro está que para ellos no es deseada toda conducta inesperada, como que alguien en la
fiesta se emborrache y comience a gritar o a tirar la comida por el aire.
También las distancias en las que fueron ubicadas las sillas para los participantes representan
las distancias de la estructura sistémica. Pedro, al organizar la fiesta, muestra la mayor jerarquía en
el sistema, seguido por su esposa Mónica, quien también ha puesto ciertas reglas para la fiesta. Las
tareas que realizan para la organización de la fiesta podrían pensarse como los roles y funciones
sistémicos.
Si bien más adelante se profundizará en la definición del contexto, puede brevemente decirse
que es todo aquello que rodea el sistema de estudio.
Si se representara mediante un diseño grafico la frontera seria la línea del contorno de un
conjunto que contiene elementos, siendo estos últimos los integrantes del sistema, las personas que lo
componen.
También se puede pensar en la metáfora de la fiesta antes descripta, donde la pared exterior
de la casa y sus puertas representan la frontera del sistema. Resta entonces definir cómo se delinea
esta frontera y cuál es su función, para luego pensar en sus posibles formas de presentación.
La frontera es determinada por la cantidad y calidad de información que ingresa y egresa del
sistema humano. En este sentido, la frontera, por una parte, establece una barrera que impide que la
información ingrese o egrese del sistema y, por otra parte, presenta aperturas que permiten el paso de
información, siendo estas aperturas de gran especificidad para el control de la información, tanto en
cantidad como en calidad.
De esta manera, retomando el gráfico anterior, puede pensarse que el contorno del círculo que
representa la frontera es una línea no continua que posee aperturas que interconectan el interior y el
exterior de este conjunto de elementos.
En primer lugar, la selección cualitativa, la cual alude a qué tipo de información ingresa y
egresa del sistema, es lograda mediante un filtro que, pensando gráficamente, podría ser representado
mediante la forma y tamaño de las apreturas de la línea circular del conjunto. Suponiendo que en este
gráfico imaginario las aperturas presentan forma triangular, un elemento externo de forma cuadrada
no podría ingresar por la apertura triangular. Por el contrario, un elemento triangular ingresara a
través de la apertura que posee su misma forma geométrica.
Conforme a lo descripto, la frontera posee características particulares según los matices que
adopta par establecerse, según sus características cuantitativas y cualitativas para filtrar la
información de ingreso y egreso al sistema, constituyéndose así diferentes modos de presentación o
tipos de fronteras, que van desde una frontera rígida pasando por una flexible, hasta una frontera
difusa. Estas formas de presentación se ubican en un continuo donde, en uno de sus extremos se
encuentra la rigidez, en el otro la difusión y entre ellos a la flexibilidad en sus diferentes grados.
Si se piensa en la metáfora de la casa, las puertas que comunican con el exterior son pocas,
pequeñas, de formas similares y se abren solo para el ingreso y egreso de muy selectas personas.
Resulta posible formular que la rigidez es mayor cuando hay menor intercambio de
información desde el aspecto cuantitativo y cualitativo. En el aspecto cuantitativo, la frontera rígida
permite el ingreso y egreso de poca cantidad de información.
En una familia se apreciaría la rigidez en su frontera cuando brindan poca información sobre
sí mismos a otros, como también cuando poco tienen en cuenta las ideas de otras personas ajenas a su
sistema. Son familias comúnmente llamadas cerradas, donde no hablan mucho de qué pasa en la
familia y si en ocasiones escuchan a otro, por ejemplo al terapeuta familiar o a un amigo, lo hacen
por respeto o consideración pero no toman en cuenta sus ideas.
Un ejemplo de ello es cuando en una sesión el terapeuta, frente a las preguntas que realiza,
recibe como respuesta verbal un “no sé” o “todo bien en la semana”, y pregunta para conocer el
significado de esa respuesta: “¿Qué quiere decir con ‘no sé’?” o “¿Qué significa ‘no sé’ para usted?”.
En este ejemplo, el terapeuta recibe respuestas evasivas, generalizadas, en las que la familia
responde para no informar sobre el tema que es preguntado. Se percibe como si las preguntas del
terapeuta chocaran contra una pared con sus puertas cerradas, la información ingresa y egresa
escasamente de ese sistema.
La frontera rígida puede también pensarse a través de las preguntas y respuestas sociales que
se dan todos los días, por ejemplo, al ingresar al elevador del edificio y encontrarse con un
matrimonio vecino, usted les pregunta: “¿cómo están ustedes hoy?”, y la respuesta del matrimonio es:
“bien, gracias”. Aquí la respuesta suele ser de tinte cortés y social pero sistémicamente enmascara el
querer comunicar que no se quiere comunicar; este sistema, la pareja, muestra una frontera cerrada al
no desear brindar información a la persona que la solicita.
Lo cierto es que un sistema humano, por ejemplo los vecinos del elevador, pueden ser una
familia en la que predomina una frontera de tipo flexible, que luego será desarrollada ampliamente,
peros eta frontera se cierra a diferentes personas o en específicas circunstancias. Lo que equivale a
pensar que las puertas de la casa son varias pero se cierran para que no salgan los propietarios
cuando por la calle pasa determinada persona.
En esta dirección, se plantea un concepto fundamental que luego será ampliado en los
siguientes capítulos: si bien una variable adopta una característica, por ejemplo una frontera puede
ser predominantemente rígida, también es cierto que puede variar ante determinadas circunstancias.
Por otra parte, en el aspecto cualitativo la frontera rígida es constituida cuando se restringe el
paso de información teniendo en cuenta su calidad, lo que significa que solo ingresa cierto tipo de
información que es compatible y aceptable para este sistema en función de mantener su homeostasis.
En la metáfora de la fiesta, sería la puerta de la casa que se abre solo a determinadas personas.
Otro aspecto relevante es que muchas veces la frontera rígida se erige para guardar el secreto
familiar, el cual se define como aquello que todos saben pero no se habla de ello y tampoco se
permite que otros accedan o refieran a esta información. Esto sucede ya que es peligroso para el
sistema recibir nueva información que pondría en peligro la estructura reinante. Es interesante ver
cómo las altas paredes que se erigen, paradójicamente, lejos de protegerlos los aíslan de la
posibilidad de un cambio.
En resumen, la frontera rígida es una variable observable a través del escaso y selecto
intercambio de información entre el sistema, la familia y el medio externo.
No obstante, también es cierto que la frontera rígida puede presentarse mostrando lo que no
es, y en este sentido puede introducirse el término frontera enmascarada, para describir a una
frontera que se presenta como flexible pero en realidad es rígida, lo que equivale a decir que parece
haber un flujo de información adecuada, que ingresa y egresa del sistema, pero en realidad esta
información es muy limitada en cantidad y calidad.
La frontera enmascarada es observable cuando, por ejemplo, una familia, ante una idea del
terapeuta, dicen estar de acuerdo pero a la siguiente sesión se olvidan de lo hablado, no tuvieron en
cuenta aquella información. Son familias que parecen hablar de variados temas sobre la organización
y comunicación de la familia pero en realidad la información es muy poca, es siempre la misma solo
que cambia de color, de forma, pudiendo engañar aun al más experto observador.
Podría imaginarse gráficamente la línea del conjunto que contiene elementos, los integrantes
del sistema, dibujada con un trazo entrecortado debido a la multiplicidad de aperturas que la línea
continua posee. Más bien podríamos imaginar una línea circular punteada y, por tanto, con tantos
trazos como aperturas.
En la metáfora de la fiesta, la casa posee una pared externa con demasiadas puertas, las
cuales están siempre abiertas, casi sin discriminar qué cantidad y qué tipo de personas ingresan y
egresan de la casa, por lo que todas las personas son bienvenidas a la fiesta sin discriminación o
selección alguna.
Es posible argumentar que la imprecisión o grado de difusión de la frontera es mayor cuanto
más cantidad de información circula desde el aspecto cuantitativo y cuanto mayor es la variedad de
esta información desde el aspecto cualitativo. En este sentido, todo tipo de información circula y en
cualquier cantidad.
En una familia, esta variable se observa cuando brindan todo tipo de información sobre sí
mismos, como también cuando tienen en cuenta cada una de las ideas de otras personas ajenas a su
sistema.
Por ejemplo, en una sesión psicoterapéutica la familia se muestra muy cómoda al contar hasta
el mínimo detalle y también refieren de manera constante a las ideas dadas por el terapeuta en
anteriores sesiones y traen a la escena la más variada cantidad de ideas tomadas de otros: narran las
opiniones aportadas por amigos, familiares, médicos. En otras palabras, se ve claramente que no
poseen casi filtro alguno para tomar la información externa y dar información de sí mismos.
Es característico de estos sistemas el hecho de que toman cada palabra dicha por el terapeuta
sin cuestionamiento alguno, como absoluta verdad, construyendo su realidad a partir de la
información dada por el profesional.
Por último, si se piensa en un continuo donde en uno de sus extremos se ubica la frontera
rígida y en el otro la frontera difusa se genera un espacio intermedio, un área de matices, que
corresponde a la flexibilidad. Por consiguiente, el tercer tipo de frontera es la flexible.
La frontera flexible puede pensarse gráficamente como un contorno circular bien definido y
con aperturas suficientes para separar y comunicarse con el exterior.
En la metáfora de la fiesta, la casa tendría una pared externa con suficientes puertas, las
cuales se mantienen abiertas en la medida suficiente para permitir el ingreso y egreso de ciertas
personas.
Por ejemplo, la familia selecciona qué información compartirá y cuál tomará de las personas
externas a su sistema modulando así el flujo de la información. Son familias que determinan qué
dicen y cuánto dicen, como también qué toman de otros y en qué medida.
Por tanto, la frontera flexible propicia cierto equilibrio en el funcionamiento y orden familiar
que hace posible su continuidad, como también da lugar a sutiles movimientos y cambios cualitativos
que permiten la reorganización en cuanto a modificar pequeños matices de cada una de las variables
de su sistema.
Los subsistemas son conjuntos de elementos que se agrupan y separan del resto dentro del
mismo sistema. Si bien todos los integrantes de un sistema se relacionan entre sí e interactúan de
forma recursiva para conformar la totalidad del sistema, se subdividen dentro del mismo según los
aspectos que comparten o no con los restos de los integrantes. Estos subsistemas compuestos por dos
o más integrantes están separados del resto por lo limites del subsistema.
“Los limites de un subsistema están constituidos por las reglas que definen quiénes participan
y de qué manera” (Minuchin, 1999:88). Si bien estos límites se constituyen por las reglas que
determinan quiénes participan, también es cierto que se establecen por la información que es
compartida por los integrantes del sistema. Al igual que fuera formulado al definir la frontera puede
pensarse que estos subconjuntos dentro del sistema se separan por una línea imaginaria en función de
la información que es compartida dentro del sistema.
En esta línea de ideas, Minuchin (1999), al referirse a la claridad de los límites, hace
mención a que la falta de claridad o delimitación de los límites subsistémicos está relacionada
directamente con un incremento en la comunicación de todos los integrantes y esta reflexión lleva a
pensar y postular la siguiente definición.
Se define el límite subsistémico como una línea imaginaria que separa a dos o más
integrantes del sistema del resto. Los límites están determinados por las reglas respecto de qué
información se comparte y cuál no entre dos o más integrantes el sistema con el resto.
“Todo subsistema familiar posee funciones específicas y plantea demandas específicas a sus
miembros, y el desarrollo de las habilidades interpersonales que se logra en ese subsistema es
afirmado en la libertad de los subsistemas de la interferencia por parte de otros subsistemas”
(Minuchin, 1999:89).
En esta línea de ideas, el límite subsistémico evita la interferencia de algunos miembros del
sistema en un subsistema, como también posibilita el contacto y la comunicación entre los integrantes
de los diferentes subsistemas.
En la conformación tradicional de una familia los subsistemas están integrados por los padres
y los hijos, siendo el primero el subsistema paterno y conyugal y el segundo, el filial y fraterno.
Siguiendo a Minuchin (1999), el subsistema conyugal alude a la pareja que se forma cuando dos
adultos se unen como esposos y deciden mediante reglas aquellas cosas que compartirán con otros y
cuáles no.
Por otra parte, el subsistema parental se forma cuando la pareja tiene uno o más hijos y trazan
un límite que permitirá en cierta medida el acceso del niño a ellos pero que lo excluirá de las
temáticas conyugales. En síntesis, el subsistema filial es aquel constituido por uno o más hijos y el
subsistema fraterno se conforma cuando la pareja tiene dos o más hijos.
Volviendo a los límites de los subsistemas, al igual que la frontera del sistema, adquieren
características particulares por lo que se puede pensar en diferentes tipos de límites subsistémicos
que van desde la rigidez, pasando por la flexibilidad, hasta lo difuso.
Gráficamente, al igual que la frontera rígida, se observarían líneas circulares internas que
agrupan los subconjuntos dentro del conjunto mayor, que se caracterizan por ser líneas casi continuas,
con muy pocas aperturas. Es importante remarcar que el límite subsistémico está formado tanto por la
línea continua como por sus aperturas.
Esta variable estructural es observable en una familia cuando, por ejemplo, la pareja de
padres determina que se compartirá con sus hijos poca información, muestran poco interés por
recibir información sobre las interrelaciones entre sus hijos.
En la sesión psicoterapéutica se observa que los padres no hablan delante de sus hijos de casi
ninguna temática relativa a sus trabajos, la economía de la casa y no están atentos a escuchar sobre
las particularidades de los vínculos entre sus hijos. Dan la impresión de dos grupos estancos que
parecen tener poco en común, casi dos familias diferentes y hasta indiferentes a las interrelaciones
familiares. Se aprecia que ningún tema parece oportuno de ser hablado delante de sus hijos o bien los
temas fraternos y filiales no merecen ser tratados por ser cosas de chicos.
En el otro extremo del continuo de la rigidez se encuentra el límite impreciso o difuso, el cual
posee características particulares y por ello se lo clasifica como un subtipo de esta variable
sistémica.
Gráficamente, se observarían líneas circulares internas que agrupan a los subconjuntos con
muchas aperturas, quizás líneas punteadas que dibujan los subconjuntos.
La familia en la cual prevalecen los límites subsistémicos difusos se presenta mostrando que
no poseen temas privativos entre los padres y los hijos. Son familias donde todo se comparte, con
poca o nula discriminación de las temáticas; no hay reglas que discriminen qué información será
compartida y cuál no.
En la sesión psicoterapéutica se observa que todos están al tanto de todo. Ante cualquier tema
que el terapeuta refiera sobre un integrante de la familia o sobre una cuestión en relación a cómo
funciona ese sistema, todos saben y dan su parecer.
No hay temas privativos; casi sin discriminación alguna, los hijos refieren a sus relaciones
sexuales, su comunicación en facebook, lo que sucedió en la salida de fin de semana entre los
hermanos, como también los padres cuentan qué sucedió en su cena con amigos, qué problemas tiene
cada uno en su trabajo y, por qué no, cuáles son los problemas de pareja relativos a la conyugalidad.
Por un momento cuesta discriminar quiénes son los padres y quiénes los hijos, y se plantea la
pregunta de si hay algún tema en el cual no todos participen.
Con estos ejemplos no se realiza un juicio de valor sobre cuáles son los temas adecuados o
no para compartir entre los integrantes de los subsistemas; lejos de ello, los ejemplos apuntan a
ilustrar que todo se sabe y todo se comparte.
Tras esta explicación se puede pasar ahora a pensar en el continuo existente entre la rigidez y
lo difuso, en el cual se encuentra el límite subsistémico flexible que se analiza a continuación.
Es el que permite separar de manera adecuada a los integrantes del sistema en subgrupos.
Adecuado en tanto se habilita y se limita el paso de información entre los subsistemas de una manera
flexible.
Este límite se establece por medio de reglas que se aplican de manera suficiente en función
de delimitar la información que será compartida y la que no, permitiendo así un intercambio
adecuado entre los integrantes de los diferentes subsistemas.
El límite flexible posee la suficiente plasticidad para ser por momentos más o menos rígido
sin llegar a los extremos de este continuo y, de esta manera, permitiendo que exista información
compartida y privativa de cada uno de los subsistemas.
Por ejemplo, en la familia los padres comparten con los hijos solo cierta información
respecto de sus temas parentales o conyugales, al igual los hijos participan a sus padres solamente de
cierta información relativa a la fraternidad.
En la sesión psicoterapéutica se puede observar que los padres brindan información acerca
de la organización familiar pero ante determinados temas se detienen y marcan que no creen
conveniente mencionar cierta información delante de sus hijos. Igualmente podría suceder con los
hijos, marcando cierta privacidad respecto de tratar algunos temas fraternos frente a sus padres.
Lo cierto es que, al igual que cada una de las variables estructurales de un sistema, los límites
subsistémicos conformarán una organización particular en el sistema.
Es oportuno definir aquí los términos mencionados para esclarecer el sentido con el cual se
utilizan los mismos sistémicamente, subrayando previamente que el concepto de distancia no debe
asociarse linealmente con distante, ya que la distancia puede ir desde lo cercano a lo lejano.
La dependencia a nivel sistémico se define, en este trabajo, como una cercanía extrema que
trae aparejada la pérdida de autonomía de los integrantes de un sistema. Hay un extremo interés e
implicancia de los unos con los otros. Las personas del sistema privilegian las actividades,
pensamientos y emociones comunes por sobre las individuales.
En este sentido, casi desaparecen las actividades individuales para compartir absolutamente
todo con la familia. También los sentimientos deben ser comunes a todos; por ejemplo, si prima la
tristeza quedaría fuera de lugar sentir alegría. También en el área cognitiva no se permiten pensar de
forma diferente, condicionando sus ideas a las de la familia.
La insignia de la dependencia sistémica es: todos somos uno solo y nos necesitamos muy
cerca para todo, donde va uno va el otro porque la familia siempre debe estar unida y acompañarse
sin que falte ninguno.
Se aprecia en casas hotel, donde ninguno conoce los horarios de los otros, el hijo no sabe si
el padre llego a la casa, la hija toma conocimiento diez días después que la madre se realiza estudios
médicos o que perdió el trabajo, conviven pero poco comparten.
La autonomía puede observarse cuando, por ejemplo, cada persona de un sistema si bien
comparte acciones, pensamientos y emociones con la familia, también privilegia estos mismos
aspectos en lo referente a su persona.
La dependencia, la autonomía y la independencia son tres puntos de un mismo continuo que se
refleja y gesta en las distancias y está íntimamente relacionado con el sentimiento de pertenencia al
sistema y se manifiesta a través de conductas, pensamientos y emociones característicos.
No obstante ello, si bien la familia influirá en las conductas, pensamientos y emociones que
experimente una persona, justamente en el grado de autonomía se verá cuánto es influida la persona
por este sistema, siendo los extremos de mayor o menor influencia las franjas denominadas como
independencia y dependencia sistémica.
En este mismo sentido, la dependencia sistémica muestra una influencia extrema del sistema
sobre las tres esferas de la persona y por ello el individuo se permitirá sentir solo a través de las
emociones reinantes en su sistema como también sus pensamientos serán muy similares a los de todos
los otros integrantes del sistema y sus conductas, casi calcadas. Son aquellos que parecen caminar
igual, moverse igual, expresar ideas que coinciden casi en un todo con las de los otros integrantes de
la familia.
Otro aspecto importante es la pertenencia, concepto que se relaciona con las distancias, con
la independencia, la autonomía y la dependencia.
Agrega que estos dos elementos se logran a través de la participación de cada persona en su
familia y en grupos extra familiares. Por otra parte, siguiendo al autor, el sentimiento de identidad se
encuentra vinculado a la pertenencia a los sistemas en los cuales interactúa la persona.
Resulta posible formular claramente que se pueden presentar tres variantes fundamentales en
lo que respecta a la distancia, y cada una de ellas está íntimamente relacionada con un grado de
individualidad. Así, la distancia extremadamente larga se relaciona con la independencia, la
distancia media con la autonomía y la distancia extremadamente corta con la dependencia. Estos tres
subtipos de la variable distancia serán desarrollados en breve, ofreciendo primero un esquema de los
conceptos presentados.
Si se piensa gráficamente, las zonas mencionadas podrían visualizarse en un diseño
compuesto por tres esferas superpuestas: un círculo menor formando el centro, abrazado por uno
mayor, y un tercer círculo que contiene los dos primeros, donde el círculo central representa la
dependencia, el siguiente la autonomía y el último la independencia.
Ahora bien, si en cada una de las zonas delimitadas por estos conjuntos se dibujaran tres
elementos, podría observarse que al dibujar elementos en el círculo interior quedarían muy cerca
unos de otros, con cortas distancias. En cambio, si los tres elementos son dibujados en el conjunto
del medio y se mide la distancia entre los tres elementos, estos estarían más separados entre sí que
aquellos que se encuentran en el círculo central. Asimismo, si se dibujan otros tres elementos dentro
de la franja del conjunto mayor se vería que entre ellos la distancia es mucho mayor a la que separa
los elementos del círculo intermedio y del círculo central.
El término aglutinación es descrito por Minuchin (1974) para hacer referencia a un extremo
patológico en relación con las distancias cuando estas son establecidas por límites difusos. En este
sentido, el término patológico es utilizado para aludir a lo disfuncional en el sistema humano.
Las distancias cortas adquieren un rango. En otros términos, no todas ellas son iguales sino
que se mueven dentro de sutiles matices en cuanto a las distancias algo más o menos cortas. El
extremo puede denominarse aglutinación para hacer mención a la extrema cercanía en cuanto a las
distancias, y es en este extremo que “la familia aglutinada responde a toda variación en relación con
lo habitual con una excesiva rapidez e intensidad” (Minuchin, 1999:92).
La distancia acortada se ilustra en aquellas familias en las que todo es compartido, casi no
hay discriminación entre la información que comparte la familia y la individual, no hay secretos, de
todo se habla, todo se decide en conjunto.
Las actividades individuales son mínimas. Desde el plano pragmático, quizás lo único que no
hacen juntos es en materia laboral si poseen diferentes trabajos fuera del hogar.
También desde el plano cognitivo y, por qué no, desde el emocional tampoco nada es
exclusivo, se comparten las ideas y el sentir del otro a tal punto que si en la familia toma el reinado
la tristeza será inapropiado sentir alegría.
En estas familias también se comparten los amigos, siendo los hijos tan amigos como los
padres de otro matrimonio, siendo los padres tan amigos como sus hijos de un compañero de estudios
de uno de los hijos. Son familias que ante el menor problema de uno de sus integrantes dejan toda
actividad particular para salir corriendo a unirse con su familia, pudiendo incluso perder su trabajo,
sus amigos o lo que fuera necesario para preservar la cercanía incondicional en su familia.
En resumen, son familias en las cuales es notable lo poco que hacen por sí solos y lo mucho
que hacen en y por la familia, como también es característica la poca información que resulta
privativa para algún miembro del sistema ya que todo se comparte porque dicen ser una familia muy
unida.
También orientan las sillas de modo de poder verse entre todos y no quedar alineados hacia
el frente donde se encuentra el terapeuta. En el caso de no poder mover las sillas, se acentúan las
constantes miradas sostenidas entre los integrantes, quizás miradas de complicidad, de presencia, de
cercanía. La posición de sus cuerpos es inclusiva, lo que quiere decir que se inclinan hacia adelante
o lateralmente, en dirección a otro miembro de la familia.
Si bien es vasto el repertorio no verbal que comunica la cercanía, se han dado aquí solo
algunos ejemplos con la intención de subrayar la importancia de su observación, siempre teniendo en
consideración que la observación del lenguaje no verbal plantea una hipótesis que se convalida
mediante la pregunta.
Pasando ahora al otro extremo del continuo dentro de esta variable de la estructura se
analizará la distancia alargada.
Retomando la representación del gráfico circular, puede imaginar que si se colocan los
elementos en las capas externas de los círculos se observan las grandes distancias entre cada uno de
los elementos, lo cual simboliza distancias largas y la franja ocupada por los elementos corresponde
al sector de la escasa pertenencia y de la independencia.
En este sentido, estas personas poseen un menor grado de empatía, menor consideración e
interés por el otro, estando en relación con ellos por escasas temáticas comunes, siendo así muy
delgados los hilos que unen su relación con los otros integrantes del sistema familiar.
Desde esta perspectiva puede claramente observarse que en estos sistemas predominan los
intereses individuales pro sobre los de la familia. Las ideas de cada uno son prioritarias por sobre el
consenso. Cada uno está en su mundo, en su microsistema, en su exacerbada zona de autonomía y por
ello, mas allá de lo que les suceda a los otros es importante preservar lo individual
En estas familias, cada integrante no solo realiza actividades laborales, recreativas y sociales
de manera independiente, sino que no comparte la información sobre ellas con su sistema familiar.
Cada uno entra y sale de la casa sin dar explicaciones, parecen no ocuparse de lo que le sucede al
otro y no interesarse de su pensar, su sentir y su actuar.
Se observa también desde la comunicación no verbal, en especial desde el uso del espacio,
que se ubican de manera distanciada. Si bien la observación nos permite arribar siempre a una
hipótesis, por tanto una construcción propia de la realidad, debe ser convalidada mediante la
pregunta para salir del supuesto y conocer la realidad del otro.
Es claro observar, por ejemplo, que se sientan lo más separados posible, pudiendo incluso
correr las sillas para alejarse de los otros, orientarlas para no verse entre sí, mantener la mirada en
el terapeuta de manera constante, aun cuando hablan de un integrante de la familia que se encuentra
presente. Cuando en ocasiones surge un desacuerdo a nivel verbal, se dirigen al terapeuta pare decir
que el otro está equivocado en lugar de decírselo directamente a la persona con quien desacuerdan.
Es llamativa la dificultad que poseen para mirarse cuando las distancias son muy alargadas,
ya que las miradas, bien sea para el acuerdo o el desacuerdo, que los acerca y transmite mucha
información, principalmente del plan emocional pero la mirada también, en ocasiones, puede mostrar
desprecio y distanciamiento y esta es a la vez en la cual estas familias pueden mirarse.
En esas distancias existe un equilibrio flexible en el cual cada integrante posee actividades e
ideas que no comparte con el sistema, siendo privativas y relativas a su autonomía, y también se
identifican, se interesan y se implican con las emociones, acciones y pensamientos comunes,
compartidos en el sistema del que son parte.
Lo que hace al diagnóstico de una distancia media en una familia es que predomine la
ubicación de sus integrantes dentro de este rango, sin por ello descartar la posibilidad de que dentro
de este espectro hay sutiles variaciones que se acercan o alejan del centro, que representa el menor
grado de autonomía o el extremo que representa el menor grado de autonomía, llamado
independencia.
El rol es un rotulo que contiene una serie de funciones atribuidas al mismo, siendo el nombre
del rol una palabra que sintetiza un conjunto de acciones esperadas y, por tanto, demandadas hacia el
portador del rol.
El rol es construido por cada sistema y no es algo dado socialmente o preestablecido de
modo lineal, de hecho, el rol va variando en la medida en que el sistema se reorganiza en función de
la adaptación. También es de destacarse que cada persona en un sistema puede poseer uno o más
roles, como también tendrá multiplicidad de roles en otros sistemas, tantos como sistemas en los que
participe.
De ello se desprende que los roles poseen una función principal: organizar las conductas de
cada uno con respecto a los demás integrantes del sistema. Ahora bien, si los roles se conforman por
un conjunto de funciones, de acciones, estas están basadas en lo que se pide o espera del otro.
Entonces, están determinadas de manera manifiesta o implícita, respectivamente.
Los roles están formados por funciones y estas son determinadas por la familia, aunque
también es cierto que en esta elección hay una fuerte impronta cultural. Por ello es importante
subrayar que “los conceptos de las funciones familiares también cambian a medida que se modifica
la sociedad” (Minuchin, 1974:82).
En esta cajita vacía cada integrante de la familia irá colocando elementos que el dueño de la
misma acepta, más allá de que esté de acuerdo o no con los mismos y más allá de sus intenciones de
conservarlos. Todos pueden colocar elementos en esta caja, aun sin su permiso, y también el dueño
de la caja colocará elementos en su propia cajita, ya sea que el resto de los familiares acuerde o no
con su elección.
En esta metáfora, la cajita es el rol y los elementos las funciones, siendo estas últimas
demandas, pedidos y obligaciones. Cada persona tiene una o más cajitas, uno o más roles; por
ejemplo, la señora María, en esta familia, tiene dos cajitas: el rol de madre y el rol de esposa.
Cuando se habla de rol se hace mención a sus funciones y el objetivo de un rol en un sistema
es determinar las acciones a ser cumplidas por la persona a quien fue asignado el mismo; el rol
resume y organiza las acciones de cada integrante del sistema.
Por tanto, y retomando el concepto de que los roles son construidos por la familia, puede
decirse claramente que los roles en un sistema son establecidos por sus integrantes, ya que
determinan las funciones esperadas para cumplir con el mismo. En la metáfora anterior sería útil
pensar que no es la sociedad la que llena la cajita, sino los integrantes de la familia.
En este sentido, debido a que los integrantes determinan las funciones de cada rol, estas se
verán impregnadas no solo por las particularidades del sistema, sino también por la impronta cultural
que llega al sistema a través de sus integrantes. Es por ello que en una misma cultura hay funciones
similares para cada rol, sin por ello olvidar que también hay funciones en el rol que son particulares
y únicas en ese sistema. Quizás esto explica la creencia, guiada por el pensamiento lineal y de una
única realidad, de que el rol lo determina la sociedad.
Al hacer referencia a la impronta cultural se alude a los legados provenientes de las normas
de conducta de una sociedad, a la religión y a otras variables sociales que se abren paso a través de
cada persona para llegar al sistema en el que establecen las funciones de un rol.
En esta dirección, si se realizara una casuística sobre los roles en un momento dado y en un
lugar geográfico determinado, con seguridad un rol familiar, por ejemplo rol materno, tendrá
funciones que coinciden en todos los roles de madre en las diferentes familias, aunque también es
cierto que en cada familia ese mismo rol tendrá otras funciones específicas y únicas que, justamente,
marcan la particularidad de cada sistema y, por tanto, del rol de madre en cada uno de ellos.
En resumen, no hay dos roles de madre idénticos en dos sistemas familiares diferentes, aun en
la misma cultura y lugar geográfico, y de esta manera queda fundamentado por que se afirmo que los
roles se construyen y no son tan solo socialmente dados como se consideraba en las antiguas
concepciones lineales que se permitían pensar si una madre cumplía “el” rol de madre o no, o
también decir que la hija cumple el rol de madre. En todo caso, deberá analizarse si la madre en su
familia cumple con las funciones atribuidas al rol de madre en esa familia, o si la hija en su rol posee
atribuidas funcionéis poco adaptativas para su ciclo vital, cuestión que será ampliamente
desarrollada en el capitulo en el que se profundizara el diagnostico de la organización del sistema.
En este punto, no está de más definir claramente el concepto de “los sistemas humanos”: son
todo grupo de dos o más personas relacionadas entre sí que conforman un todo a través de una
dinámica y una organización particular. En este sentido, si bien los ejemplos ofrecidos en su mayoría
muestran los conceptos aplicados a un sistema familiar, también es importante pensar de manera
abierta y no olvidar reflexionar sobre cómo se presentaría cada variable en diferentes sistemas:
sistemas laborales, grupos de amigos, entre otros.
Por otra parte, es interesante pensar que podría considerarse que este análisis de los sistemas
humanos es de poca utilidad para el lector que se desarrolla en la clínica psicológica, pero sí es
cierto que muchas veces la problemática que presenta un sistema también incluye dificultades con los
roles que los integrantes de la misma poseen fuera del sistema familiar, por ejemplo una familia en la
cual la mujer plantea una dificultad o problema con respecto al rol en su empleo y, claro, esto
repercute en su sistema familiar.
En función de ello, si bien seria extenso plantear en cada punto ejemplos de diferentes
sistemas, en esta temática de roles y funciones, se hace necesario considerar un ejemplo más basado
en los roles en el ámbito laboral. En este ejemplo, el sistema está integrado por los empleados de una
empresa. El rol de secretaria en las diferentes empresas que se encuentran en una misma ciudad
tienen funcionéis similares: atenderá el teléfono, llegara la agenda, entre otras, pero también,
dependiendo de la empresa, tendrá funciones particulares, pro ejemplo: en una empresa leerá la
correspondencia de su superior para resumirle la información importante y en otra, quizás, sirva café
cuando llega su jefe.
Conforme a lo descripto, cada persona posee diferentes roles en cada uno de los sistemas en
los que participa. En una familia están presentes: el rol de madre, de padre, de hijo, de hermano, de
esposo y de esposa. Pero también cada integrante posee otros roles fuera del sistema familiar
primario; por ejemplo: la señora tiene en su sistema familiar el rol de madre y de esposa y fuera de
este tiene el rol de secretaria, de amiga, de hija, entre otros.
Finalizando, puede decirse que el antiguo concepto de rol, lineal por cierto, sobre el que se
apoyan palabras como “no cumple el rol de madre” caería agua abajo ya que, en todo caso, lo que no
cumple son algunas de las funciones que conforman el rol y que son determinadas por la familia.
Muchas veces esto sucede pro pensar las funciones integrantes del rol según la importancia
cultural sin considerar las particularidades de la familia, y también por la errónea idea de que el rol
es algo preestablecido y común a todo sistema. En este sentido, no hay dos roles de madre iguales
aunque puedan parecerse por encontrarse en una misma sociedad.
En esta dirección, decir que cumple o no el rol de madre es pensar linealmente, olvidando
conceptos como construir la realidad, individualidad y dinámica sistémica, dejando a un lado las
bases de la teoría sistémica que colocan el acento en la construcción de la realidad.
Tras este desarrollo, se puede pasar a examinar otra de las variables de la estructura: las
jerarquías.
2.7. Las jerarquías
Las jerarquías son lugares en una escala en la cual cada ubicación posee otras
inmediatamente inferiores sobre las cuales ejerce su dominio a través del establecimiento de reglas
sistémicas. En este sentido, quien posee mayor jerarquía es quien determina la mayor cantidad de
reglas de juego en el sistema, es quien decide, quien dirige.
La función de las jerarquías es establecer una cadena de mando orientada a establecer reglas
que gobiernan y controlan el sistema.
Las jerarquías poseen dos aspectos: cualitativo y cuantitativo. El primero refiere a la manera
en que se ejerce la autoridad, al modo en el que se imponen las reglas en un sistema y el segundo, la
jerarquía en su aspecto cuantitativo, alude al nivel en la escala jerárquica de cada integrante del
sistema.
A modo de ilustración, podría imaginar gráficamente una escalera con diferentes peldaños,
desde las posiciones superiores a las inferiores, siendo las primeras de mayor jerarquía que las
inmediatas inferiores. Los escalones representan de arriba hacia abajo la graduación cuantitativa de
la jerarquía. Si en cada uno de los escalones ubicara a un integrante del sistema humano, por ejemplo
la familia, se observaría que algunos quedan en posiciones superiores a otros, representándose así la
ubicación de las diferentes personas en esta escala.
Es importante evaluar el grado de jerarquía de cada integrante del sistema y los movimientos
que se producen en la escala jerárquica, y no solo considerar quién poseen la jerarquía máxima.
Al observarse las jerarquías en una familia para determinar los diferentes grados jerárquicos
y realizar el estudio cuantitativo de la variable, deberá tenerse en cuenta quién pone las reglas para
ver las posiciones que adopta cada integrante del sistema, más allá de la efectividad y funcionalidad
de su lugar de autoridad, que corresponde al análisis cualitativo de esta variable sistémica.
Para considerar el grado de jerarquía de cada integrante del sistema se da atención a las
reglas impartidas en el sistema. Así, la posición de mayor jerarquía puede observarse en aquel
integrante que domina por sobre las conductas de los otros estableciendo reglas que guían sus
acciones.
Los indicadores que permiten observar esta variable son vastos, y a través de ellos puede
determinarse cuáles son los niveles de jerarquía. Así, por ejemplo, quien posee el mayor grado de
jerarquía en una familia es el que habla primero, es a quien otros se dirigen pidiendo permiso para
dar su punto de vista, así sea desde la mirada que pide permiso para hablar como desde el gesto de
levantar la mano para luego expresarse verbalmente, hasta pedir explícitamente si puede dar el
propio parecer sobre el tema que se trata. Asimismo, la posición de mayor jerarquía se muestra
espacialmente por la persona que suele sentarse en los extremos de la mesa o en la silla más alta.
Es interesante considerar sistemas en los que no se observa una mayor jerarquía en los padres
sino en los hijos. Son familias donde los hijos ponen las reglas, desde decidir a dónde irán a
veranear, a qué hora cenarán, de qué temas se puede hablar. Son sistemas donde el que gobierna es un
adolescente y hasta un niño, lo que podría resultar poco funcional para ese sistema considerando su
momento vital sistémico.
Es importante reflexionar sobre los lugares de autoridad en una familia y ante ello es
importante preguntarse qué es funcional para cada familia en la etapa vital en que se encuentran y
también, nunca perder de vista que todo es dinámico en un sistema y no es posible con ello hablar de
lo correcto, lo incorrecto o de un único lugar de autoridad que se presente inmóvil como un cuadro
colgado de la pared.
En esta línea de ideas, respecto de las posiciones en la escala jerárquica de cada integrante
del sistema, si se piensa en la impronta cultural que prevalece en muchas sociedades y que es parte
del paradigma hoy reinante impregnado por un pensamiento lineal, se puede aludir a una jerarquía
tradicional en la cual el máximo lugar jerárquico, por tanto de autoridad, es ocupado únicamente por
el padre; bajo su autoridad se encuentra la madre y luego los hijos.
En este sentido, un sistema no es tan sencillo y tan lineal, por lo cual no puede darse por
hecho que la escala jerárquica del sistema observado responde a la escala tradicional. Es por ello
que se podrían pensar innumerables ejemplos, pero es importante recordar que varias personas del
sistema pueden poseer igual grado de jerarquía. En este sentido, lograrán acuerdos con respecto a las
reglas que impartirán al resto de las personas del sistema que se encuentran por debajo en la escala
jerárquica.
Cuando un nivel jerárquico es compartido por dos personas toman conjuntamente las
decisiones. Por ejemplo, los padres determinaran las reglas que regirán la conducta de su hijo, así,
lograran un acuerdo con relación a que el hijo no saldrá el fin de semana de no haber completado sus
estudios. Se ve a la jerarquía compartida cuando cada uno expresa desde el discurso que la decisión
fue tomada por ambos. Tanto el padre como la madre indistintamente dirán “tus padres decidieron
que no saldrás el fin de semana si no terminas las tareas del colegio”.
Diferente sería, siguiendo este ejemplo, si la madre dice: “no vas a salir el fin de semana si
no completas tus estudios porque así lo dijo tu papá”. En este caso, si bien es la madre la que
comunica la directiva al hijo, es el padre quien tiene la mayor jerarquía, quien puso la regla que
deberá ser cumplida tanto por la madre que deberá comunicarla como para el hijo a quien va
dirigida.
Cabe aclarar que para ocupar un lugar de jerarquía no solamente se necesita implementar
reglas, sino también que los otros integrantes lleven adelante conductas regidas por las mismas. En
este sentido, no hay líder sin seguidores y recursivamente, no hay seguidores sin líder.
En esta dirección, las reglas impartidas por un integrante del sistema pueden ser respetadas y
cumplidas, quebrantadas actuando en contrario, o ignoradas, siendo en los dos últimos casos una
jerarquía paradójica, donde en realidad la persona que imparte las reglas desea tener un lugar
superior en la escala jerárquica pero no lo consigue.
En síntesis, los indicadores que permiten ver la variable de las jerarquías son, por ejemplo,
quién determina: de qué se debe hablar, cuándo se debe intervenir verbalmente, cómo se deben hacer
las cosas, quién debe hacer qué, como también quién otorga prohibiciones y permisos.
Hasta aquí se han presentado diferentes variables sistémicas pero aún es necesario pensar
que el sistema estudiado es un sistema de sistemas, un sistema que se encuentra incierto en un
conjunto mayor y por ello está rodeado por diferentes sistemas más o menos parecidos al propio. Es
por ello que el contexto es una variable básica a analizar, al igual que el momento vital en el que se
encuentra la familia.
2.8. El contexto
Es el macro contexto, el sistema mayor, que está formado por innumerables sistemas que
rodean el sistema de estudio, pudiendo distinguirse sistemas más o menos cercanos en cuanto a su
nivel de influencia, la cual es determinada por un grado considerable de intercambio de información
y por los sistemas en los cuales intervienen los integrantes del grupo familiar o sistema en estudio,
llamados sistemas contiguos. Podría pensarse en “el sistema” para referir al sistema observado y en
“los sistemas” para hacer mención al contexto.
Cada persona es parte de diversos sistemas; por ejemplo: una señora es parte del sistema que
conforma junto a su marido e hijos y también es parte del compuesto por sus padres y hermanos, es
integrante de otro formado por sus compañeros de trabajo y también del sistema de padres de su
marido, donde es la nuera. Y así, cada persona es parte de diferentes sistemas que serán llamados
sistemas contiguos al sistema blanco o sistema de estudio.
Se define a los sistemas contiguos como aquellos sistemas del contexto en los cuales
intervienen los miembros del sistema de estudio y con los que intercambian información en un grado
significativo.
Profundizando en relación con los sistemas contiguos, es importante tener en cuenta que de
ellos ingresa información significativa al sistema de estudio, bien sea significativa desde el aspecto
cuantitativo o cualitativo de la información, y entendiendo que significativa es tanto aquella
información que sostiene el equilibrio reinante en el sistema como la que produciría un
desequilibrio.
Por ello, el concepto aquí utilizado “información significativa” alude a la información que
explica y determina el particular estado dinámico en el que se encuentra el sistema, retomando aquí
los conceptos vertidos inicialmente respecto a la homeostasis.
Ilustrando el concepto de sistemas contiguos a una familia, puede pensarse que los amigos del
hijo conforman un sistema contiguo, ya que el niño ingresa al sistema familiar información relevante
en relación con las actividades que con ellos comparte, como también toma ideas, valores y acciones
de sus amigos. También el sistema de padres de la mamá de la familia es un sistema contiguo, ya que
hay un interesante intercambio de información, bien sea entre la abuela y sus nietos, la señora mayor
y su yerno, la señora y su hija. Así podrían describirse innumerables sistemas contiguos para cada
sistema en particular.
Ahora bien, surge la pregunta sobre cuáles de entre todos los sistemas que conforman el
contexto serán considerados como sistemas contiguos al sistema de estudio. La respuesta a esta
pregunta surge al considerar no solo qué información intercambian los sistemas contiguos con el
sistema familiar estudiado, sino también qué efectos produce esta información en el sistema blanco.
Por ejemplo, será importante saber qué información toma la madre de la familia de su mamá, como
también qué efecto causa en cada uno de los integrantes lo que dijo la suegra, la abuela.
Cuando se analiza la información en cuanto al efecto que produce en el sistema que ingresa
debe pensarse si la misma es entrópica o negentrópica.
La información negentrópica es aquella que no tiene la suficiente fuerza ni calidad diferente
para causar cambios significativos en la organización del sistema y por ello se mantiene un estado
sistémico llamado negentropía, homeostasis, equilibrio preexistente. Así, la información
negentrópica es el efector cuyo resultado es un estado de negentropía sinónimo de homeostasis.
La información negentrópica se asemeja a la información que el sistema ya posee, tolera y le
permite no cambiar los parámetros básicos de su organización, es la información que permite no
salirse de los límites establecidos por el rango de cada variable estructural.
Esto se ilustra con la metáfora de la fiesta: se aprecia la negentropía al observar que todo
resulta tal cual lo esperado en la fiesta de aniversario de la niña: han ingresado solo las personas
invitadas, se conversa de los temas que son admitidos por la familia y se brinda solo alguna
información pero no toda; cada uno mantiene las sillas en la posición que fueron puestas desde el
inicio, moviéndolas levemente delante o atrás para estar más cómodos a la hora de comer, a derecha
o izquierda para no molestar a la persona de su lado al cortar la comida, pero sin cambiar
radicalmente la configuración de las sillas. Mónica, la anfitriona, sirve la comida como fuera
previsto y el marido controla que los niños se mantengan en la habitación que les fue designada para
la fiesta jugando sin gritar. En resumen, todo marcha según lo esperado por la familia, la fiesta es
todo un éxito para ellos, es una fiesta homeostática y negentrópica.
Por otra parte, la información entrópica es aquella que ingresa al sistema y por sus cualidades
diferentes o por su caudal elevado desde el aspecto cuantitativo genera entropía en el sistema y
produce un cambio significativo en la organización del sistema.
La entropía es un movimiento que se produce dentro del sistema y que rompe con el
equilibrio que era determinado por el orden preexistente, siendo la entropía producida por la
información entrópica, la cual posee la propiedad de dar origen a un movimiento en el sistema muy
diferente a los ritmos que lo organizaban.
Ahora bien, surge la pregunta: ¿qué es este movimiento llamado entropía en un sistema
familiar? Es un desajuste en los rangos en los que se movía cada variable, lo que se traduce en
conductas inesperadas para el sistema.
Estos son solo algunos ejemplos de la entropía producida en la fiesta, teniendo en cuenta solo
las variables relativas a la estructura del sistema.
El nuevo equilibrio puede lograrse al aceptar como válida la nueva conducta pasando esta de
ser un comportamiento no esperado a uno aceptado y así formar parte de la nueva organización.
Es importante considerar que no siempre que un sistema acepta una conducta inesperada y se
reorganiza le es funcional. Muchas veces es disfuncional sistémicamente y funcional a nivel del
problema, lo cual será analizado en los siguientes capítulos, pretendiendo en este dejar explicitados
los conceptos que sentarán las bases para el posterior análisis diagnóstico de cada variable en los
ejes de estudio propuestos.
En este sentido, el paradigma familiar se nutre de información compatible con este para
mantener intacto este marco de referencia. Esta información compatible no es más que información
negentrópica que es tomada en el intercambio que realiza la familia con los sistemas contiguos,
sistemas del contexto relevantemente influyentes. Este paradigma familiar se coloca en crisis cuando
el sistema recibe información entrópica que lo pone en jaque, que lo cuestiona, lo pone en duda,
introduce nuevas concepciones, nuevos significados y reclama nuevas reglas.
En esta línea de ideas, se define el momento vital sistémico en dos sentidos: por un lado,
como un período de tiempo en el que se encuentra la familia en una de las etapas vitales familiares y
por otro, como la presencia de un hecho o evento significativo.
En primer lugar, en relación con la etapa vital familiar, varios autores han teorizado sobre
etapas sucesivas en las cuales suceden situaciones similares en todas las familias que se desarrollan
en determinado ámbito social. Estas etapas y sus características sirven como un parámetro general de
referencia para poder diferenciar qué cuestiones son propias de una etapa vital y cómo estas pueden
incidir en la estructura y dinámica del sistema.
Las etapas del ciclo familiar están íntimamente relacionadas con el desarrollo vital y
biológico de sus integrantes, que si bien no es tema de estudio en este trabajo, es útil mencionar que
refiere a todos los cambios que se producen en las personas en sus diferentes estadios biológicos y,
por tanto, sociales, como lo son los primeros años de vida, la escolaridad, la adolescencia, la
adultez y la madurez.
En segundo lugar, el momento vital sistémico hace referencia a los eventos significativos, es
decir, a toda situación que posea una connotación relevante para la familia, y, por tanto, produzca
entropía en el sistema y, por ello, cambios tanto en el plano emocional como cognitivo y pragmático
de la familia de manera recursiva.
Los eventos significativos son situaciones que la familia experimenta como estresores, tanto
de carácter positivo, en el sentido de ser placenteros, como negativos y productores de displacer
para el sistema. No hay, entonces, situaciones que sean de por sí positivas o negativas, y en
ocasiones pueden ser una mezcla de ambas, como por ejemplo la mudanza a una anhelada casa.
Algunos eventos son en general displacenteros, como por ejemplo divorcios, fallecimientos; y otros
son en general placenteros, como casamientos, nacimientos, viajes, entre otros, pero no por ello
deberá darse por entendida la significación particular de cada evento para cada familia.
Se podría pensar en infinidad de eventos citados por diferentes autores y muy utilizados en la
psicología, en muchos casos catalogados estadísticamente con valores cuantitativos en relación con
el estrés que producen. Pero más allá de la utilidad de tener en cuenta estos eventos como una guía,
cada familia considerará qué es importante para ella, por lo cual no es adecuado caer en certezas
acerca de la construcción de la realidad del otro. En este sentido, no es igualmente estresante una
mudanza para una familia que para otra, ni necesariamente será estresor un evento para una familia
cuando sí lo es para otra.
En este punto, es importante subrayar que siempre será necesario conocer la construcción de
la realidad que realiza la familia, acercándose en la medida de lo posible a ella a través de la propia
construcción de la realidad acerca de lo observado. Se deberán eliminar los supuestos y toda idea
asociada a generalidades que podrían ser el mayor de los chascos a la hora de diagnosticar un
sistema.
Habiendo desarrollado las variables que están presentes en la estructura sistémica se pasara,
antes de concluir este capítulo, a pensar en aquellas variables estructurales que pueden estar o no
presentes en un sistema, siendo estas variables llamadas secundarias. No obstante, pro ser
secundarias no pierden valor diagnóstico, por el contrario, su aparición es significativa en todo
sistema humano.
2.10. Variables secundarias de la estructura
Cabe recordar que las variables secundarias son aquellas que pueden aparecer en una
estructura y, por tanto, la definen, pero su presencia no es esencial para la organización del sistema
humano. Dentro de estas variables, en el eje de la estructura, se pueden observar las que se
desarrollan a continuación, sin olvidar que podrían existir muchas otras variables en un sistema que
se presenten de manera aleatoria.
2.10.1. Alianzas.
Se definen como la unión de dos o más personas para un fin común, siendo este privativo de
quienes se unen y no compartido por otras personas de su sistema.
Las alianzas pueden observarse desde el lenguaje verbal, cuando dos personas mencionan un
tema que comparten pero del cual no quieren hablar delante de los demás integrantes de la familia, o
bien lo hablan por primera vez marcando claramente que es algo privativo y compartido por ellos,
excluyendo a los otros integrantes. Muchas veces surgen temas compartidos por algunos familiares,
los aliados, que otros integrantes de la familia desconocían.
También las alianzas se observan desde el lenguaje no verbal las personas aliadas se acercan
no solo espacialmente, como por ejemplo sentándose juntas, inclinando el tronco las dos personas al
unisonó cuando hablan del tema por el cual se alían, sino también pueden estar paradójicamente
distantes desde sus ubicaciones espaciales pero muy cerca desde la mirada, una mirada continua
sostenida, repetida, son miradas de complicidad que se repiten, son dos personas que se van
encontrando en la mirada cuando ellos u otros mencionan el tema por el cual se alían.
Por ejemplo: en una familia, la madre y la hija que realizan una alianza en relación con
compartir en el día domingo una actividad deportiva, comprar ropa y tomar un café antes de regresar
al hogar. El padre y su hijo adolescente se alían para ir a la cancha y asistir al juego de fútbol los
domingos y tomar unos tragos en el bar antes de regresar a la casa.
Este ejemplo sencillo muestra lo compartido con algunos y no compartido por otros en el
grupo familiar, las alianzas. Por tanto, esta variable puede presentarse o no en un sistema humano; y
cuando se presenta adopta diferentes formas, siendo implícita o manifiesta, rígida o flexible.
2.10.2. Coaliciones.
Es la unión de dos o más personas con un fin común y en contra de otros excluidos. A
diferencia de las alianzas, en esta unión el fin persigue un objetivo particular: colisionar contra otro
u otros que se encuentran fuera de esta alianza.
No sería correcto decir que se unen para luchar contra un tercero, ya que debe tenerse en
cuenta que en estas uniones de dos o más personas al lucha se establece contra una o varias personas
contra las cuales se lucha. En este sentido, la palabra tercero solo alude a una persona externa a la
alianza y también hace mención a la unión de dos personas cuando en realidad pueden ser dos o más
de dos.
Pero ante cierta pregunta del terapeuta, muchas veces la más ingenua de las preguntas, como
por ejemplo cómo les fue el pasado domingo, se origina la coalición. La madre y la hija se alían para
colisionar contra el marido y los dos hermanos varones; a primera vista se observa que comienza la
batalla de ellas contra ellos. La batalla, que se presenta silenciosa y escondida o se precipita como
una lucha ruidosa y abiertamente manifiesta.
Muchas veces se observan varias coaliciones que coexisten. En este ejemplo podría también
darse la coalición del padre y sus hijos en contra de las mujeres de la familia. También, al igual que
las alianzas, la coalición es una variable que adquiere cierta flexibilidad o rigidez.
Finalizando este capítulo, y luego de haber presentado y analizado conceptualmente cada una
de las variables que se presentan en la organización de un sistema humano, resta profundizar en el
estudio de estas variables para elaborar un diagnóstico sistémico de las mismas, siendo esta la
temática a desarrollarse luego de concluir con la exposición teórica de las variables que componen
los diferentes ejes de estudio. Es por ello que a continuación se realizará un recorrido por un nuevo
eje de estudio: la dinámica del sistema humano.
CAPITULO 3
Es interesante agregar que las “formas de transmisión analógica y digital” pueden ser parte de
las dos modalidades de comunicación, ya que la diferencia entre ambas es que en la forma digital la
“… relación entre el nombre y la cosa es arbitraria, en cambio, en la comunicación analógica existe
cierta similitud entre lo referido y lo referente, entre la cosa a representar y la representación”
(Serebrinsky, 2009:89).
Es importante esclarecer los términos utilizados dentro del marco de la definición elaborada.
En primer lugar, el término “modalidades de la comunicación” alude a las dos maneras a través de
las cuales el mensaje puede presentarse: en la modalidad verbal se exterioriza a través de la palabra
y en la no verbal, por toda expresión que trascienda a la palabra.
Por tanto, surgen dos puntos relevantes a la hora de observar la comunicación y realizar su
diagnóstico: la comunicación emitida y el efecto de la comunicación recibida; siendo además
importante conocer la relación que se establece a partir del proceso de comunicación en el cual se
encuentran los interlocutores.
Luego, en relación con la emisión de una comunicación, se tendrá en cuenta que siempre es
realizada por la modalidad no verbal, la cual podrá estar acompañada o no por la modalidad verbal.
En esta comunicación, el emisor transmite varios mensajes en simultáneo que podrán guardar
coherencia o no entre sí, lo cual será descripto en la variante llamada la “emisión de la comunicación
en sus dos modalidades”.
A continuación se describirán las variables que se presentan en todo sistema humano y que
son las piezas que ponen en marcha la interesante y compleja dinámica sistémica.
3.2. Variables de la dinámica sistémica
Las variables a considerar son cada uno de los elementos dinámicos que siempre están
presentes en todo sistema, más allá de cómo se presenten.
Se pasará a analizar minuciosamente las variables de la dinámica del sistema denominadas:
la modalidad de comunicación, las respuestas, los niveles del mensaje, los tipos de relaciones que se
establecen y los planos predominantes en la comunicación.
Esta variable es observable al precisar aquellos aspectos cualitativos que predominan y que,
por tanto, se repiten en la comunicación. Por ejemplo: el reproche, la ironía, culpabilizar al otro, la
mentira, la queja, el halago, el insulto, entre otros.
Cabe remarcar que esta variable sistémica apunta a observar las actitudes y los modos de
comunicarse, lo cual será útil para el diagnóstico y, por tanto, para delinear las intervenciones a
realizar en una psicoterapia familiar, en una entrevista.
Así, por ejemplo, se podría señalar que una familia comunica tanto “el te quiero” como “el te
odio” mediante una modalidad particular: el insulto. Quizás otra familia manifiesta verbalmente lo
que piensa mediante la ironía. Son innumerables los ejemplos que, sin duda, serán de gran utilidad
para mostrar la actitud y modalidad en la comunicación que predomina en un sistema.
En esta dirección, cuando una persona se encuentra frente a otra recibe un mensaje y responde
a este, en primer lugar confirmando o des confirmando el self del otro. En otras palabras, le
comunica a ese otro si existe o no para él. Por tanto, comunica la importancia que tiene el otro como
ser humano, confirma o desconfirma su presencia, su existencia.
A la luz de lo expresado, puede puntualizarse que hay dos posibilidades para esta variable
“respuestas a la comunicación”: la confirmación y la desconfirmación, lo que será ampliamente
desarrollado a continuación.
La desconfirmación se observa en el día a día. Imagine que usted camina por una calle
peatonal entre muchas personas y algunas de ellas lo golpean con su bolsa, con su brazo, y cuando
usted voltea para mirar esa persona sigue caminando como si usted no existiera.
En ambos ejemplos, en el camino por la calle peatonal, en la tienda de ropa, algo es evidente:
usted no existe para el otro, recibió un mensaje que lo desconfirmó.
Es apropiado recordar que todas las variables desarrolladas en este trabajo son observables,
lo que hace interesante pensar en el siguiente ejemplo.
En este sentido, ante la presencia de una persona que dirige una palabra o tan solo una
mirada, transmite un claro mensaje de que ese otro está ahí para él. Si bien este mensaje confirma al
otro y le dice que es algo para el emisor del mensaje, resta preguntarse qué es para el otro, ¿para qué
está?, ¿quién es para el otro?, ¿cómo es considerado?; como también resta saber si esta aceptación va
de la mano o no de la aprobación, y aquí es donde surgen los matices de la variable de una respuesta
de confirmación.
El confirmar al otro es aceptarlo, y en el aceptar están inmersos tanto los aspectos que son
considerados positivos como negativos del otro, y aquí se abre la diferencia entre aceptar y aprobar
o aceptar y no aprobar al otro.
Las maneras de confirmar, por tanto de aceptar a otro, son variadas, siendo dos de ellas la
desaprobación que se manifiesta como descalificación y la aprobación.
La diferencia fundamental con la desconfirmación es que aquí el otro existe justamente para
transmitirle la baja valoración que se tiene sobre algún aspecto de su persona. Por el contrario, en la
desconfirmación vale recordar que el mensaje que se transmite es que el otro no existe para el
interlocutor que emite el mensaje desconfirmante.
En esta dirección, tanto la aprobación como la descalificación muestran dos caras de una
misma moneda, la moneda de la aceptación; en otras palabras, de la confirmación. Por ello, el otro
existe tanto para ser aprobado, como desaprobado y descalificado. Por ejemplo, el marido que
comunica a su esposa lo linda que es y lo bien que se arregla cuando salen a cenar juntos, la acepta y
confirma como persona y además está aprobando su aspecto estético. Pero además, el marido le
comunica que es una pena que siempre tiene mala cara y parece no disfrutar de las salidas que
realizan juntos porque no tiene la capacidad de disfrutar, descalificándola en su área afectiva.
Resumiendo, la confirmación adopta diferentes matices que comunican al otro de qué manera
existe para el emisor de este mensaje.
El nivel verbal, también llamado por diferentes autores como conativo, digital o de
contenido, es la parte del mensaje que corresponde a la transmisión de contenidos, representado por
su unidad mínima: la palabra.
Siguiendo con el estudio de una comunicación cuando esta es emitida de manera no verbal, es
conveniente tener en cuenta que el mensaje puede manifestarse a través de las diferentes formas de la
comunicación no verbal, siendo algunas de ellas: el lenguaje paraverbal, la kinesis y la proxémica.
El lenguaje paraverbal agrupa todo lo que acompaña la palabra, por ejemplo el tono de voz,
el ritmo del discurso, las pausas, los silencios.
La kinesis agrupa diferentes elementos no verbales, como son los gestos del rostro, la mirada,
los gestos realizados mediante movimientos o posturas del tronco y de las extremidades.
La proxémica agrupa elementos relativos al espacio, se comunica con las distancias de
proximidad o lejanía, con movimientos de acercamiento o alejamiento, arriba o más abajo en la
dimensión espacial, delineándose de esta manera distancias en el plano horizontal y vertical,
distancias que comunican.
Sin adentrarse en la comunicación no verbal, que sería muy interesante pero alejaría del
objetivo de este análisis, se verá ahora la función de la parte de la comunicación que corresponde a
las dos modalidades enunciadas: la verbal y la no verbal.
Es interesante pensar que las ideas encuentran en la modalidad verbal el mejor modo de
transmisión pero las emociones y actitudes se ven limitadas, ya que la puesta en palabras de ellas
requiere de una traducción previa, pues aquello elaborado por todos los sistemas encargados de
gestar y sentir una emoción son ajenos a la palabra, así es que el miedo, la alegría, la tristeza, entre
otras emociones, podrán ser expresados como sentimientos al ser elaborados por el pensamiento;
pero las emociones se manifiestan de manera genuina, sin traducción, a través de la modalidad no
verbal de la comunicación, a través de los gestos, el tono de voz, las distancias.
En este sentido, la congruencia alude a la sintonía entre lo que se dice de manera verbal y lo
que se expresa de manera no verbal. Así, un mensaje puede ser en sí mismo congruente o presentar
contradicciones. En el primero de los casos, se hablaría de coherencia en la comunicación.
En esta línea de ideas, esta variable puede presentarse como “coherencia en una
comunicación” o, por el contrario, como “incongruencia en dicha comunicación”.
En segundo lugar, la incongruencia de una comunicación significa que hay disonancia entre
alguno de los mensajes que se emiten simultáneamente en ella. Por ejemplo, al observar a una madre
que le dice verbalmente a su hijo cuánto lo quiere y en su rostro expresa una clara gestualidad de
desprecio y rechazo. Aquí, la comunicación es contradictoria, es incongruente, porque se contradicen
los mensajes verbal y no verbal.
Esta incongruencia es conocida en la literatura sistémica como “doble mensaje”, y si bien en
realidad la comunicación es una sola, es cierto que al unísono se emiten dos o más mensajes
contradictorios.
En el ejemplo anterior hay dos mensajes: desprecio y rechazo que contradicen a un tercero,
emitido a modo verbal, el decir te quiero. Esto dicho deja esclarecido que hablar de doble mensaje
significa referir a una contradicción entre el o los mensajes no verbales respecto del mensaje verbal,
pero no debe confundirse la palabra doble con solo dos mensajes contradictorios entre sí, ya que esto
reduciría la posibilidad de observación y, por tanto, de análisis de esta variable.
Además, esta modalidad está presente en todo proceso de comunicación, ya que más allá de
que esté o no la palabra, la simple presencia comunica a través de innumerables mensajes no
verbales.
Debido a que el receptor recibirá una comunicación compuesta por mensajes emitidos de
manera verbal y no verbal podrá estar de acuerdo no con cada uno de ellos así, el desacuerdo y el
acuerdo se presentaran en relación con las dos modalidades de la comunicación.
El receptor podrá acordar con todos los mensajes recibidos, también podrá desacordar con
todos ellos, o bien podrá estar de acuerdo con el mensaje verbal y en desacuerdo con los mensajes
transmitidos de manera no verbal o viceversa.
Es interesante pensar en profundidad la relación entre los mensajes emitidos y relacionar las
dos modalidades implícitas en una comunicación, lo verbal y lo no verbal, en relación con los planos
del pensar, el sentir y el actuar, como también en función de los acuerdos y desacuerdos.
En este análisis, el receptor podrá acordar o no con las ideas o acciones que comunicó el
emisor en sus mensajes y se observaría el desacuerdo, por ejemplo cuando dice: “no es así lo que
decís, estás equivocado, no pensás bien, no es verdad”, o dice: “lo que haces no está bien, no me
gusta lo que querés hacer, no estoy de acuerdo con lo que querés que hagamos juntos”.
En segundo lugar, la modalidad no verbal de la comunicación del emisor refiere a emociones
y actitudes, con las que el emisor estará de acuerdo o no luego de recibir los mensajes. Por ejemplo,
frente al desacuerdo con los mensajes no verbales, que comunican las emociones y actitudes del
emisor, podría el receptor expresar su desacuerdo de la siguiente manera: “no me gusta cómo decís
las cosas, sos irónico, no grites cuando hablás”.
Por una parte, se deberá analizar a quién se dirige el mensaje. Se puede rápidamente
observar hacia quién es dirigido el mensaje verbal, a quién le habla el emisor.
Por otra parte, será importante precisar a quién refiere el mensaje manifestado por el
emisor; en otras palabras, de quién habla cuando habla. Quien comunica puede hacer referencia a sí
mismo, a quien o quienes le está dirigiendo el mensaje, o también podrá referirse a un tercero que no
se encuentra en el campo de la comunicación, por tanto, una persona que no está presente, por
ejemplo, en la sesión psicoterapéutica, en la entrevista.
Esta distinción en relación con observar tanto a quién se dirige el mensaje como también de
quién se habla es importante para luego analizar los acuerdos y desacuerdos de sus receptores, tanto
de los aspectos verbales como no verbales de esta comunicación, ya que se abrirán innumerables
variantes en la comunicación global de todos los integrantes de la misma, por ejemplo de toda la
familia presente en la sesión psicoterapéutica.
En síntesis, es importante recordar tres aspectos de los enunciado para el análisis de esta
variable con respecto a los niveles verbal y no verbal de la comunicación, las dos modalidades de la
comunicación, la interacción con los planos del pensar, sentir, actuar y la direccionalidad y
referencia del mensaje.
En este sentido, se realizará un análisis acerca del nivel verbal, del contenido, del qué dice y
también del nivel no verbal de la comunicación, el cómo lo dice, sumado esto a la interrelación entre
estos y los de tres planos recursivos: el hacer, el pensar y el sentir, y también se tendrán en cuenta a
quien se dirige el mensaje y a quien refiere el mismo. Sobre la base de todos estos parámetros, se
pensará en la recepción y los acuerdos o desacuerdos del receptor ante una comunicación.
Retomando el desarrollo de esta variable de estudio, la construcción del mensaje por parte
del receptor, es apropiado decir que el mensaje recibido será comprendido por el emisor según el
significado que les da a las palabras escuchadas y a los elementos de la comunicación no verbal
recibidos.
Aquí, el término comprensión alude a la similitud que posea la construcción que realiza el
receptor respecto de la que había realizado previamente el emisor; en otras palabras, construir
parecido a la construcción que realizó el otro al emitir su mensaje. Así, comprender es haber
construido una realidad muy cercana a la realidad construida por el otro.
Resumiendo, será importante diagnosticar, en relación con esta variable sistémica, cómo el
receptor construye sobre la base de lo percibido de los mensajes enviados por su interlocutor en una
comunicación, teniendo en cuenta cuál es su recorte y cuál la significación que le otorga a lo
percibido, para finalmente ver cuánto se aproxima a la construcción del emisor.
Una frase que ilustra la construcción similar es “pensás igual que yo”, sinónimo de
“Construí una idea muy similar a la tuya a partir de tu mensaje”.
Por otra parte, una segunda frase sería “construí una idea muy diferente a la construcción que
usted tiene de esa temática”. En términos lineales, es sinónimo de decir: “estás equivocado”. Aquí, el
“estás equivocado” significa, en términos sistémicos, que arribó a una construcción de realidad
diferente a la del otro; y en términos lineales significa que quien emite este juicio se basa en la idea
lineal de la realidad como única, desconociendo el paradigma que apoya la construcción de la
misma.
En este sentido, pueden precisarse dos tipos de relaciones: las de igualdad y las de
desigualdad en las conductas. En la bibliografía existente, la mayoría de los autores llaman a estas
relaciones simétricas y complementarias, respectivamente. En este trabajo son denominadas de
igualdad o desigualdad debido a que hablar de complementariedad lleva a confusiones, ya que
siempre las conductas se complementan, sean estas iguales o desiguales, cuantitativa y
cualitativamente.
En esta variable, tipos de relación, existen básicamente dos posibilidades: las relaciones de
igualdad o de desigualdad en las conductas.
La relación de igualdad se caracteriza por conductas entre dos o más personas con un
mínimo de diferencia. Se habla de igualdad ya que es tan insignificante la diferencia que al
observarse, estas conductas parecen iguales, las personas adoptan los mismos comportamientos en la
comunicación y, por ende, en la relación.
Gráficamente, puede pensarse en dos personas que se encuentran en una plaza, en un juego
infantil tan antiguo como conocido que consiste en una tabla que pende sobre un eje central, con dos
asientos en sus extremos, el sube y baja.
En este juego puede observarse una larga madera que penderá sobre una estructura de base
que se encuentra en el medio y las dos personas sentadas en sus extremos mantendrán la tabla a igual
distancia del suelo mientras realicen conductas similares, por ejemplo, mantener en semiflexión sus
piernas con un suave contacto de la punta de sus pies en el suelo.
La relación de igualdad equivale a observar a las dos personas sentadas en el sube y baja,
una en cada extremo y a igual altura del suelo. Si se mira con mayor detenimiento la postura no es
estática, las personas realizan muy pequeños movimientos con sus piernas y su cuerpo para mantener
la horizontalidad de la tabla del sube y baja.
Si este diálogo se observara en la metáfora del sube y baja, sería equivalente a pensar que
cuando el esposo da información usted vería que se eleva sutilmente en el sube y baja alejándose del
suelo y quedando levemente en una posición superior a la de su mujer. Entonces, a continuación,
cuando la esposa aporta información vería que se eleva la tabla de su lado, descendiendo sutilmente
del lado opuesto, donde se ubica su marido. Para lo cual el marido rápidamente iguala esta conducta.
Así continuaría este juego de igualdad en el sube y baja, donde cada uno, a los extremos de la tabla,
realizaría sutiles movimientos para mantener la tabla paralela al piso y así encontrarse a una altura
similar, producto de esfuerzos casi iguales realizados para lograr este objetivo, una relación de
igualdad en las conductas.
También las conductas de igualdad se manifiestan desde la modalidad no verbal, cuando uno
eleva el tono de voz y el otro adopta una conducta similar elevando el tono de voz para igualarse con
el otro, o bien cuando uno habla bajo el otro disminuye su tono de voz, o también cuando uno adopta
una posición inclusiva, con tronco hacia adelante, acercándose al terapeuta, el otro realiza el mismo
noviecito corporal quedando en distancias similares de su cuerpo y postura respecto del terapeuta.
En síntesis, en las relaciones de igualdad los integrantes de la misma hacen casi lo mismo y
aportan ambos información desde el aspecto verbal de la comunicación.
Por otra parte, la relación de desigualdad se manifiesta cuando las conductas son muy
diferentes. En este sentido, siempre habrá una posición superior y una inferior en la relación.
Siguiendo el ejemplo anterior, cuando uno da información el otro mantiene el silencio sin interrumpir
o aportar nuevos datos; o bien, cuando uno eleva el tono de voz el otro reduce aún más el propio;
también, cuando uno inclina su tronco adelante para acercarse al terapeuta, el otro se queda en la
postura que estaba, no igualando su conducta y quedando en una posición de desigualdad.
En el juego de sube y baja de la plaza, usted vería la tabla del juego a un ángulo de unos
cuarenta y cinco grados respecto del piso y notaría que una de las personas, sentada en el banco
derecho, se encuentra cerca del suelo y el otro, situado al otro extremo de la tabla en el bando
izquierdo, se encuentra muy alto respecto de su compañero de juego. Al analizar estas posiciones
apreciaría que esto ocurre por la conducta de ambos, ya que para que uno pueda estar en la posición
superior del sube y baja, el otro debe realizar movimientos corporales necesarios para permitírselo,
y así recursivamente.
En síntesis, siempre una conducta habilita la del otro y recursivamente se retroalimentan, por
eso siempre las conductas se complementan en este sentido, ya sea que predomina la igualdad o la
diferencia en las mismas.
Cuando una persona emite una comunicación, con los mensajes que la componen efectuados
en simultáneo desde la modalidad verbal y no verbal, siempre lo realiza con predominancia de
alguno de los tres planos recursivos de la comunicación. Así, predominará el plano pragmático, el
emocional o el cognitivo.
Si predomina el plano cognitivo en una comunicación abundan las reflexiones, por ejemplo,
la persona dice que piensa en tal o cual tema, que se quedo pensando en lo hablado en la sesión
anterior, que duda o sospecha de algo. También este plano del pensar se manifiesta cuando una
persona valora las acciones propias o de otros, culpa a sí misma y otros de determinados temas,
juzga lo correcto o incorrecto. Así, el culpar, juzgar, valorar, afirmar, negar, dudar, justificar,
reflexionar, pertenecen a la esfera del plano cognitivo.
Es significativo evaluar esta variable, ya que cada persona y cada sistema tendrá un plano
predominante en la comunicación; por tanto, tendrá mayor facilidad para actuar, para reflexionar o
para expresar las emociones.
El problema es entendido como el resultado de una dificultad que por intentos fallidos de
solución se constituyo en problema. Es un callejón aparentemente sin salida que se presenta en el
sistema como sinónimo de su padecer.
Los intentos fallidos de solución pueden ser harto variados. Siguiendo a Watzlawick (1997),
pueden nombrarse, por ejemplo, el hecho de negar la presencia de una dificultad, adoptar una acción
en tiempo equivocado o bien incurrir en una acción al nivel equivocado.
En este punto, es conveniente decir que una dificultad es aquella que puede vulgarmente
llamarse problema, pero que es solucionada prontamente apelando al sentido común y a la lógica
binaria de opuestos; por ejemplo: ante el frío, la persona se coloca un abrigo.
Siguiendo este mismo ejemplo, la dificultad se convierte en problema cuando la persona tiene
frío y se coloca un abrigo, pero debido a que continúa sintiendo frío se coloca dos abrigos más o
prende la estufa, pero aun sigue sintiendo frío, y esto representa un problema, el cual no tiene
aparentemente solución, ya que en el pensamiento binario de un extremo se ubica el frío y del otro el
calor. En este caso, la dificultad se convierte en problema cuando la persona no encuentra una
solución mediante el sentido común y el pensamiento lineal.
Otro aspecto importante, dentro del marco de esta definición, es que el problema puede ser
definido y considerado desde tres puntos de vista: desde las ciencias exactas, el conocer del día a
día y desde la teoría de los sistemas, que implica la epistemología de la complejidad.
En primer lugar, desde las ciencias exactas, todo problema tiene solución; por ejemplo, en las
matemáticas solo habrá que despejar los términos que poseen la letra equis para arribar a un
resultado.
Por ejemplo, en una familia todos esperan que sus integrantes sigan las estrictas órdenes de
quien se encuentra en un nivel de jerarquía superior, por ejemplo, el padre. Así, cuando el hijo no
obedece sus órdenes, esa conducta es no esperada y no deseable para mantener el sistema en el orden
y equilibrio en el que se desarrolla. Es por ello que la desobediencia del hijo se convierte en el
problema. En este ejemplo la conducta de desobediencia queda por fuera de loa captada. Esta
desobediencia es una conducta no esperada y es para esta familia el problema.
Adentrándose en esta premisa, cabe aclarar que un sistema posee una medida de tolerancia o
un rango en el cual se mueven las variables sistémicas llamado homeostasis y una zona lindera a este
rango homeostático en el cual se presenta el problema.
Si se piensa gráficamente, podría usted imaginar dos líneas rectas horizontales paralelas que
delimitan el rango homeostático. En el espacio entre estas paralelas se ubicaría una línea ondulante,
con ondas de diferentes alturas pero que nunca excede las líneas rectas que la contienen. En otras
palabras, la línea ondulante describe las diferentes intensidades de la conducta dentro del rango
homeostático o espacio entre las líneas paralelas.
También en este mismo grafico usted podría imaginar que solo se aceptan líneas ondulantes
dentro de las paralelas, por lo cual si se dibuja una línea recta, esta no sería aceptada por el sistema.
Sería una conducta cuantitativamente no aceptada y, por tanto, conducta inesperada.
Retomando el ejemplo anterior, si una persona bebe alcohol a razón de más de un vaso por
comida, se representaría con la línea ondulante que excede las líneas paralelas que marcan los
límites. También, si se piensa en que la conducta de fumar está prohibida, si un integrante del sistema
enciende un cigarrillo sería representado mediante una línea recta que, más allá de que exceda o no
los límites de las líneas paralelas, es una conducta inesperada.
Pensando ahora en una familia, se esperan y aceptan determinadas conductas y estas están
bajo el imperio de la negentropía. Como se ha descripto anteriormente, la negentropía va de la mano
de la homeostasis y del equilibrio. En otras palabras, cada variable sistémica adquirirá un rango
negentrópico que propicia la negentropía sistémica, y dentro de estas variables se ubican las
conductas.
Puede decirse que en la homeostasis la familia baila una danza en la cual se sigue un ritmo y
solo se utilizan algunos pasos de baile de manera reiterada. Aquí, el ritmo del baile es el aspecto
cualitativo de la danza, que responde al cómo danzan, y los pasos que se realizan son el aspecto
cuantitativo, que responde al qué pasos realizan para danzar.
En el primer caso, cuando se deja por fuera del rango la conducta inesperada, el sistema se
encontrara en estado de crisis porque esta conducta fuera del rango significa que supera los límites o
umbrales homeostáticos, y por ello esta conducta rompe con el equilibrio preexistente. En otras
palabras, hay una conducta no aceptada en el ritmo habitual de funcionamiento que pone en crisis y en
jaque el orden preexistente.
En el segundo caso, cuando se amplía el rango homeostático para incluir la conducta antes
inesperada, se realizan modificaciones en las variables que determinan el funcionamiento sistémico
para adoptar un nuevo orden y funcionamiento, pudiendo ser este último tanto funcional como
disfuncional, lo cual será analizado más adelante al realizar las apreciaciones necesarias sobre la
funcionalidad de un sistema.
Es importante destacar que en ambos casos, tanto cuando la conducta inesperada queda
incluida por ampliación del rango homeostático como cuando esta queda por fuera del mismo, todas
las conductas sistémicas, incluyendo la conducta inesperada, forman parte del sistema.
En este sentido, no debe confundirse una conducta que queda por fuera del rango
homeostático como aquella que queda por fuera del sistema. Todas las conductas forman parte del
sistema, y por ello cuando se hace referencia a una conducta no incluida en el rango homeostático se
está diciendo que esta no está dentro de los límites que mantenían un equilibrio anterior.
Retomando el ejemplo anterior en el cual la familia solo acepta que sus integrantes beban un
vaso de vino en las comidas, cuando un día un integrante aparece borracho presenta una conducta
inesperada, presenta un problema, porque el haber bebido hasta encontrarse ebrio es una conducta
que no está incluida dentro del rango de tolerancia, dentro de lo aceptado en esta familia.
Es de destacar que frente a lo inesperado la familia adoptara diferentes conductas, que serán
analizadas en profundidad más adelante en el desarrollo del diagnostico del problema, siendo
oportuno aquí adelantar que frente a una conducta inesperada un sistema tomara básicamente dos
caminos: ampliara el rango homeostático generando un nuevo equilibrio o mantendrá el rango que
posee dejando pro fuera la conducta inesperada la cual es rotulada como el problema.
Hasta aquí se presentó una definición del problema y se profundizó ofreciendo
consideraciones sobre el mismo desde el punto de vista de las ciencias exactas, el pensamiento
cotidiano y el problema en términos sistémicos, siendo ahora oportuno realizar una distinción desde
el punto de vista clínico psicopatológico y desde el punto de vista sistémico.
Todo profesional de la salud no deberá olvidar que este diagnóstico es necesario, y si bien no
se desarrolla esta temática en el presente trabajo cabe remarcar su importancia y su diferencia con
respecto al diagnóstico del sistema humano.
Por otra parte, el problema desde el punto de vista sistémico es aquel que se presenta de
manera manifiesta por los integrantes de la familia, relativo a una de las variables de su dinámica y
estructura o bien en relación con una conducta determinada.
En otras palabras, aquí el problema manifiesto es aquel que es denunciado por la familia, más
allá de que el problema de un sistema está conformado por esto y también por todos los elementos
disfuncionales del mismo, siendo esta la diferencia entre el problema denunciado por la familia y la
disfuncionalidad del sistema estudiado.
Luego de haber estudiado los diversos aspectos de la definición del problema desde
diferentes puntos de vista, cabe adentrarse en la consideración del problema desde el punto de vista
sistémico y discernir cuál es el problema en un sistema humano, para poder entonces estudiar y
diagnosticar sus variables.
Resulta posible formular claramente que el problema manifiesto es aquel al que refieren
explícitamente los integrantes del sistema. Por consiguiente, es un dato observable en la
comunicación ofrecida.
Por ejemplo, se presenta una familia que manifiesta verbalmente que su problema es que la
hija no obedece a sus padres y no saben cómo controlarla, pero también podrá observarse una
distancia muy corta entre los integrantes, una jerarquía poco funcional para esa familia en ese
momento vital sistémico, desacuerdos entre los padres, entre otras variables disfuncionales que
conforman el problema latente y que muestran las disfunciones en el sistema estudiado.
Se menciona “el problema” en singular, ya que si bien un sistema puede señalar una
multiplicidad de problemas, se deberá delimitar y cercar el problema de mayor relevancia para la
familia para continuar con la exploración del mismo en relación con las siguientes variables en ese
diagnóstico sistémico.
En este sentido, se hará referencia en singular al problema, sin olvidar que un sistema puede
presentar múltiples problemas manifiestos y, claro, sin olvidar también que siempre posee una
multiplicidad de disfuncionalidades que van a constituir el problema a nivel latente.
Desde la exposición del problema manifiesto por parte del sistema hasta arribar a la
definición del problema para el diagnóstico, deberá considerarse si el problema es concreto o
abstracto, como también tener en cuenta los rótulos adjudicados al problema..
Por el contrario, el problema será llamado abstracto cuando su definición es muy vaga y en
general sostenida por eslóganes, rótulos o términos vulgares que parecen explicar claramente lo que
sucede.
Por ejemplo, un problema es abstracto cuando el sistema dice que el marido está angustiado,
está estresado, está con mal de amores. Aquí deberá apelarse al significado teniendo en cuenta la
singularidad de cada persona y de cada sistema humano. La pregunta que guiará es, por ejemplo,
“¿Qué significa para usted estar angustiado?”, “¿Qué siente, qué hace y qué piensa?”
Frente a la afirmación de que el marido “esta angustiado” y luego de realizar las preguntas
pertinentes para conocer esta construcción de realidad, se deberá quitar este rotulo y convertir lo
abstracto en concreto. Podrá, por ejemplo, la persona que había referido estar angustiada decir: “no
duermo bien, ingiero mas alimentos, no tengo voluntad para hacer los deportes que realizaba, lloro
con frecuencia”. Asi, la lista continua, y nótese que está compuesta por verbos, por acciones. En este
sentido, se convierte lo abstracto de “estoy angustiado” en verbos que lo llevan al terreno de lo
concreto, lo definido claramente y lo individual para esa persona y ese sistema.
La definición concreta del problema manifiesto es necesaria no solo para una mayor claridad
del paciente, sino también para la del terapeuta y diagnosticador. Así, pensar en términos concretos
el problema permite conocer la significación de cada persona del sistema, la construcción de
realidad de lo que enuncian como el problema manifiesto.
Es habitual en la clínica oír que un integrante del sistema dice estar estresado. Este rótulo
quizás no compone uno de los titulares de los manuales diagnósticos, pero sí es un rotulo elaborado
socialmente. Pero lo importante aquí, más allá del origen de este rótulo, es no olvidar que incluye
infinidad de significaciones. Lo importante será conocer qué sentido tiene para esa persona esa
palabra, para conocer su construcción de realidad y contar con una explicación concreta e individual
de su problema, como también de cada uno de los integrantes del sistema.
Es curioso lo tranquilizador que resulta el rótulo. Un ejemplo simple que explica el para qué
del rótulo es pensar cuando un niño tiene fiebre y se siente muy mal; la ansiedad de la madre es
inmensa, ya que la angustia se origina en una linealidad causal en la cual en el extremo derecho está
la palabra fiebre, pero en el extremo izquierdo de la línea causal encuentra un signo de pregunta que
remite al qué causa la fiebre del niño. En la búsqueda de una respuesta para cambiar ese interrogante
por una respuesta causal explicativa, se motivan conductas como ir a un servicio de emergencias de
inmediato. Cuando los médicos le dicen que el niño tiene una gripe, la ansiedad baja rápidamente, al
colocar en aquel signo de pregunta una respuesta, en este caso “gripe”.
Así, el no saber, el no conocer la causa de algo que sucede genera ansiedad y la rápida
búsqueda de una respuesta. En muchos casos, esta búsqueda es unicausal, lo que significa que se
alcanza la conformidad al encontrar una sola causa.
También es interesante pensar que el rotulo no solo calma la ansiedad al dar una respuesta
unicausal a lo que sucede, sino que en más de las veces proporciona una identidad, por ello se
presenta la familia describiendo el problema diciendo: “lo que sucede es que mi mujer es fóbica” o
manifestando “mi marido es depresivo”.
El rótulo es estático, y por ello es expresado mediante el verbo “ser”, el cual indica
permanencia, siendo así lineal y estático, por lo cual predetermina a quien es rotulado. Claramente,
puede pensarse en la diferencia entre los verbos ser y estar cuando una persona dice: “soy gordo” o
dice “estoy gordo”. La primera indica permanencia y la segunda, un estado transitorio.
Es interesante pensar en el uso de las palabras en las diferentes lenguas y culturas. Por
ejemplo, en la lengua portuguesa utilizada en Brasil se suelen utilizar las palabras “estoy” y “soy”
con gran claridad para explicar estados de connotación permanente y otros transitorios. Así, por
ejemplo, una mujer dirá: “soy casada” después de algún tiempo o cuando siente un vínculo de
permanencia, pero también dirá: “estoy casada”, cuando este vínculo aún no está en ella afianzado.
También en este idioma, por ejemplo, una persona suele decir “estoy con frío” y nunca “tengo frio”,
como es más utilizado en la lengua española.
Con seguridad habría muchos otros ejemplos en relación con el uso del lenguaje para indicar
lo transitorio y lo permanente, pero lo importante es llamar la atención sobre la utilización de los
verbos: ser y estar, en particular cuando se habla de una disfuncionalidad o patología en una persona
o un sistema humano, porque uno de los factores que podrá influir en el cambio es la atribución de
significado.
También es cierto que muchas veces el rotulo adjudicado por otros termina encarnándose en
la persona. Esto sucede cuando en una familia señalan rotulando a un integrante como el enfermo, por
ejemplo: “el es depresivo”. Aquí, la persona termina afirmando que algo le pasa, pero aun sin saber
bien que es, la mirada del otro le otorga una respuesta, un sello que lo enferma.
También es claro el ejemplo, que retoma lo citado en relación con el uso de las palabras y el
rótulo, cuando en una familia los padres le dicen al hijo: “sos un adicto” y el hijo dice: “No, no,
no…, soy Manuel y estoy consumiendo drogas”. La diferencia aquí es que Manuel enuncia su
problema, pero ser adicto no es un rótulo, no es una identidad, es algo que le sucede en el aquí y
ahora.
Mediante las preguntas necesarias para esclarecer el diagnóstico, lo cual será desarrollado
en el capítulo que trata el diagnóstico del problema, se perseguirá el objetivo de eliminar los rótulos
en el sistema, y así se logrará que las acciones sustituyan el rótulo, lo abstracto, lo difuso; lo
indefinido tomará forma y abrirá las puertas a un trabajo guiado por un buen diagnóstico, en el cual
se incluirá la definición concreta del problema de la persona y del sistema que se estudia.
Hasta aquí se desarrolló el camino para lograr la definición del problema basada en cercar
un problema manifiesto y hablar del mismo en términos concretos y libres de rótulos, pero aún resta
pensar en otras posibilidades de presentación del problema.
Muchas veces el problema es querer algo que no se logra, otras es no poder llevar a cabo
algo deseado y otras es que el debo ocupa la primera plana opacando al quiero y restringiendo toda
posibilidad de disfrute y de placer en un sistema.
En el segundo caso, la familia no sabe lo que les pasa. Concurren a la sesión por un malestar
familiar generalizado o por el malestar inespecífico de uno de sus integrantes. En este caso, el
diagnóstico esclarecerá cuál es el problema al realizar el diagnóstico del sistema en cuanto a su
estructura y su dinámica, ejes diagnósticos desarrollados en este trabajo.
En resumen, la definición del problema requiere que el sistema defina clara y concretamente
el mismo, sin rótulos, sin eslóganes. Ahora es oportuno continuar desde la descripción teórica con la
siguiente variable del problema: la atribución causal.
4.2. Atribución causal
Se dará el nombre de “atribución causal” a esta variable, ya que cada persona del sistema
atribuye una causa a lo que les sucede. En otras palabras, es la explicación de por qué les pasa lo
que les pasa, terreno propicio para la puesta en escena de racionalizaciones, de culpables, de
responsables de la problemática que presentan.
También es cierto que en ocasiones el sistema se presenta con un malestar general, sin
conocer claramente que les sucede, por lo que, obviamente, no atribuirán causalidad alguna a aquello
que en primer lugar no logran definir.
Puede decirse que es un concepto que reina en el pensamiento moderno pero que no se
encuentra comúnmente en el día a día, ya que la sociedad en general se rige por una epistemología
lineal, donde no está presente la multicausalidad sino la unicausalidad.
En este sentido, las personas buscan solamente una respuesta causal al problema y
difícilmente se plantean la necesaria existencia de múltiples causas para un mismo evento. Esto
sucede porque si se parte de la premisa de que la búsqueda de una explicación a lo que sucede está
basada en mitigar la angustia reemplazando el signo de pregunta de la causa por una respuesta, sería
antieconómico psíquicamente seguir dejando signos de pregunta a la izquierda en el orden temporal y
causal del problema.
Por ello, al encontrar una causa responsable del problema hay una tendencia económica, y
basada en el pensamiento lineal, a detenerse allí en la búsqueda de la causalidad; y esto resulta
tranquilizador, ya que el hecho de detenerse allí evitará el continuar pensando que existen otras
múltiples causas que lo originan, lo que sería equivalente a convivir con la incertidumbre y el azar.
De la misma manera sucede en el ámbito de la psicología cuando una familia concurre sin
encontrar la causa a su problema. Por ejemplo, una pareja que discute todos los días, encontrará
tranquilizador conocer la causa de lo que les sucede más allá de encontrar una solución a su
problema.
Podrían darse innumerables ejemplos, aunque el mejor es el lector mismo. Podrá usted a lo
largo del día dar atención a los eventos que le suceden y observar cómo ante ellos buscará
rápidamente una causa que los explique, una única causa y ubicada temporalmente en el pasado.
Entendiéndose la recursividad como la relación recíproca entre todos los elementos que
conforman un todo. Cabe aclarar que esta definición no se agota al pensar en la recursión de un solo
elemento sobre otro, donde, por ejemplo, la causa tiene un efecto y ese efecto es causa del anterior y
de hecho puede plantear un problema en cuanto a la limitación del pensamiento del observador.
Este no es más que uno de los tantos ejemplos que se enuncian desde la circularidad
denunciando en realidad un pensamiento lineal que apenas ha tomado un giro intentando aproximarse
a la recursividad como modo de pensamiento complejo.
Es cierto que el ejemplo enunciado sostiene la relación reciproca entre dos variables, pero se
contradice con el concepto de multicausalidad, el cual contempla siempre innumerables eventos
atribuidos a cada acontecimiento y donde todos son recursivos unos con otros. Esta idea representa
en verdad al recursividad, que solo puede entenderse de la mano de la multicausalidad.
Dejando este desarrollo teórico por demás interesante, con la intención de abrir las puertas al
lector para indagar más aún acerca de la epistemología sistémica desde todas las ciencias posibles
que se despliegan desde el pensamiento complejo, es oportuno continuar profundizando en la
temática de este trabajo, que se enfoca en las variables a considerar en un sistema para arribar a un
diagnóstico del mismo. Por ello, será pertinente continuar con el estudio de la atribución causal y,
habiendo desarrollado la multicausalidad, se verá a continuación lo referente a la causalidad interna
o externa al sistema.
La atribución causal interna al sistema está conformada por causas que recaen sobre la misma
persona, sobre otra persona del sistema y sobre las relaciones. Así, por ejemplo, la causa de no
conseguir trabajo podría ser atribuida a que esta persona no se considera capaz de conseguir un
nuevo empleo, que no consigue trabajo por la falta de valoración de sus esposa o bien que no
consigue trabajo porque él, a raíz de estar desempleado, desacuerda con su pareja y su estado de
ánimo no acompaña exitosamente su búsqueda laboral.
Es significativo mencionar que la atribución causal interna o externa al sistema está
relacionada con el nivel de implicancia con lo que sucede en el sistema. Las causas externas al
sistema liberan a sus integrantes de la responsabilidad de implicarse, lo que va de la mano de los
esfuerzos que requiere la acción en búsqueda de cambios y la repercusión en la homeostasis del
sistema.
Las causas internas son sinónimo de implicarse; por ejemplo decir “Estoy triste porque no
realizo las actividades que me gustan”, o “Estoy desanimado porque no encuentro la manera de
integrarme a nuevos grupos de amigos”, es muy diferente a decir: “Estoy triste porque no me aceptan
en los nuevos grupos de pares”, o “Todas las actividades que hay en mi ciudad son aburridas y
desmotivantes”. En el primer ejemplo la atribución causal es interna al sistema y en el segundo es
totalmente externa.
Ampliando la atribución causal en relación con lo externo o interno del sistema, resta pensar
que no solamente la causalidad es interna cuando las atribuciones están puestas sobre un integrante
del sistema, sino también sobre todos los mismos. Así, por ejemplo puede atribuirse la causa de la
tristeza de un integrante a lo que esta persona hace y piensa, como también a lo que realizan los otros
integrantes del sistema.
Por ejemplo, la persona del ejemplo anterior también podría decir que además de estar triste
por no encontrar actividades que lo motiven, también lo está por no tener el diálogo que espera con
su esposa. También la esposa podría referir que piensa que la tristeza de su marido no solo es por
todo lo que él ha descripto atribuido a la sociedad y a él mismo, sino también porque ella no logra
acercarse a él como antes y no se le ocurren ideas para salir juntos y divertirse.
Se ilustra con el siguiente ejemplo: una mujer va caminando y se tuerce el pie sintiendo un
gran dolor e inmediatamente piensa: “esto me sucedió porque la ciudad tiene las veredas todas rotas”
o “esto me pasó por usar tacones altos”.
La causa aquí más allá de que la primera remite a una atribución causal externa, en la cual la
persona no se implica, y la segunda a una causalidad interna, ambas se ubican temporalmente en el
pasado.
Es sencillo realizar este ejercicio. Piense: si a usted ahora lo pisan y siente dolor, es muy
probable que, guiado por el pensamiento lineal, dé una respuesta inmediata al porqué de ese pisotón,
y esta será sin duda en la línea temporal pasada. Así, dirá: “me pisaste por estar distraído”, “me
pisaste por no haber puesto atención en mí”, “me pisaste porque soy tan tonto que puse mi pie bajo el
tuyo”. En todos los casos, la causa que origina el pisotón es pasada y unicausal.
Es interesante también pensar, además de las atribuciones causales internas o externas al
sistema ligadas al nivel de implicancia y a la multicausalidad o unicausalidad en la atribución que se
realiza, que pocas veces se ubican causales en el tiempo futuro. Una causa futura sería, por ejemplo,
que el miedo que siente una persona posea una de sus causas en el futuro; por ejemplo, miedo a no
ser aceptado por sus pares en el grupo de amigos.
Habiendo resumido las dos variables mencionadas para conocer ampliamente la definición y
la atribución causal de un problema manifiesto, variables en las cuales se ha considerado: la
atribución temporal de causalidad, la multicausalidad y las atribuciones internas y externas al
sistema, conjuntamente con la descripción del problema que apunta a lo concreto y al desplazamiento
de los rótulos, se pasará a la siguiente variable de este eje, la temporalidad del problema manifiesto.
4.3. Temporalidad del problema
La temporalidad del problema es la historia del mismo, la cual implica conocer su inicio,
continuidad y frecuencia.
No obstante, también es cierto que sistémicamente el problema se origina en un momento
dado y genera recursiones que construyen su temporalidad, siendo difícil precisar cuál es su inicio y
trazar una línea en el tiempo direccionada desde el pasado, su inicio hasta el momento actual.
Realizar esta línea bidireccional que une el inicio y el momento actual marcando una
temporalidad sería equivalente a pensar de manera lineal algo que es circular, ya que todo evento
pensado desde la epistemología sistémica se entiende como circular y multicausal.
Desde la epistemología de la complejidad, puede pensarse que aun tomando como referencia
dos puntos temporales, un inicio y un momento actual, en cada punto temporal confluirán infinidad de
recursiones que constituyen el mismo y por ello en cada uno de esos puntos temporales se apreciaría
el problema con ciertas similitudes pero también con muchas diferencias. En esta dirección, un
problema está constituido por eventos que recursan entre sí más allá de la línea temporal.
Pero también es cierto que sería harto dificultoso pensar un diagnóstico desde esta
perspectiva, ya que el mismo deberá basarse en lo manifestado por los integrantes del sistema y estos
en general enunciarán su problema de manera temporalmente lineal. En consecuencia, y sin
desconocer la recursión y circularidad que está implícita en cada evento, será conveniente en este
punto pensar el problema ubicándolo en una línea temporal, que podrá dibujarse colocando un inicio
y una continuidad que llega hasta el momento actual en que los integrantes del sistema lo hacen
manifiesto.
Por consiguiente, y definiendo esta variable sistémica y en función del diagnóstico sistémico
de este eje, la temporalidad del problema es la historia del mismo, la cual implica conocer su inicio,
continuidad y frecuencia, guiados en principio por el argumento temporal lineal dado por el sistema.
Puede pensarse en un gráfico en el cual se traza una línea horizontal que en su extremo
izquierdo marca el inicio del problema manifiesto y en su extremo derecho, el momento actual.
Asimismo, podría graficarse sobre esa línea recta otra línea ondulante que muestre los
períodos en los cuales el problema se manifestó, en cuáles no y con qué intensidad, según la
atribución de quien manifiesta el problema.
Antes de desarrollar la siguiente variable, que amplía la información sobre la historia del
problema en cuanto a las situaciones en las que se presenta, cabe mencionar que es importante
conocer el significado de las palabras que utilizan las personas para referir a la temporalidad. Al
igual que fue descripto en la primera de las variables sobre la definición del problema y la búsqueda
de aquellos términos que hablen del mismo de manera concreta, aquí también será de suma
importancia no quedarse con términos ambiguos para el diagnóstico.
En este sentido, las palabras: siempre, nunca, algunas veces, entre otras, son términos
inespecíficos a la hora de enunciar con precisión la temporalidad del problema.
En el ejemplo utilizado en este capítulo, la pareja que manifiesta que su problema son los
desacuerdos, refiriendo a ellos como “discusiones”, a través de las preguntas que apuntan a conocer
el marco situacional podría obtenerse la siguiente respuesta: dicen que solo discuten cuando están en
su casa, lo cual responde al dónde, al lugar, al escenario; y agregan que discuten en la semana, pero
no así los fines de semana, cuando salen con amigos a cenar, lo que indica que el escenario del
problema no tiene audiencia; en otras palabras no se monta el espectáculo cuando hay espectadores,
quedando la exposición del problema dentro de los límites de la privacidad de la pareja.
En resumen, el marco situacional comprende los lugares y las personas presentes o no que
están directamente vinculadas a la puesta en escena del problema manifiesto.
Dentro del diagnóstico de gravedad, puede considerarse la evaluación desde el punto de vista
psicológico y psiquiátrico, desde el punto de vista sistémico y la gravedad atribuida por los
integrantes del sistema en relación con el problema que manifiestan.
La gravedad puede ser evaluada desde el punto de vista psicológico y psiquiátrico, valorando
parámetros de la salud mental de cada uno de los individuos del sistema. Este diagnóstico será
individual y motivará las derivaciones necesarias de presentarse un cuadro psicopatológico en
alguno de los integrantes del sistema familiar analizado.
Este punto será desarrollado ampliamente en los siguientes capítulos, siempre considerando
lo que es funcional para cada sistema en cada momento vital y entendiendo que la homeostasis del
sistema que se observa será funcional a la hora de sostener el problema, pero será disfuncional ya
que es portadora del mismo. Esta disfuncionalidad adquirirá diferentes grados de gravedad, lo que
será desarrollado posteriormente.
Cabe aclarar que diagnosticar la gravedad desde el punto de vista psicológico psiquiátrico es
una apreciación necesaria en toda sesión psicoterapéutica pero no la única, ya que la gravedad
sistémica observada y la atribución de gravedad de la persona será igualmente importante a
considerar en el diagnóstico, y no siempre estas tres apreciaciones serán coincidentes en cuanto a su
nivel de gravedad.
La gravedad sistémica es aquella que es dada por el nivel de disfuncionalidad del mismo
tanto en su dinámica como en su estructura, y el profesional llegará a esta consideración al realizar la
totalidad del diagnóstico del sistema humano, esto es, estudiar las variables propuestas para cada eje
y luego pensarlo de forma integrada y en función de la familia que ha observado.
La gravedad atribuida a un problema por parte de los integrantes del sistema, si bien es
totalmente individual a cada sistema, hay parámetros generales que la guían en la mayoría de los
sistemas humanos.
Por ejemplo en una familia el marido dice estar triste al punto de faltar reiteradamente a su
trabajo, no salir con sus amigos, entre otras actividades que dejo de realizar, y ante ello la mujer le
dice: “yo no te veo tan mal”. Podría ser esto una connotación positiva que lo alienta a estar mejor o
también la conveniencia de atribuir una menor gravedad de la atribuida por la persona, ya que esto le
otorga un beneficio, por ejemplo, necesita que el marido continúe cumpliendo con su trabajo para
sustentar económicamente el hogar.
Finalmente, cabe remarcar que esta variable recibe el nombre de atribución porque no habla
de la gravedad que considera el diagnosticador, sino la gravedad atribuida por los integrantes del
sistema.
Desde el plano pragmático, ante el problema la familia podrá decir que toman o han llevado
adelante determinadas acciones. Por ejemplo, podrá irse cuando se presenta el problema, podrá
llamar por teléfono a otra persona. Nótese que todas las acciones son representadas por verbos: ir,
hablar, llamar, etc. Siempre el plano pragmático se describe con verbos.
En el plano cognitivo, podrá decir que ante el problema piensa en cómo decir las cosas,
piensa en cual sería la solución, se le ocurren tales o cuales ideas al respecto. En este plano se
deberá dar atención a las ideas, los pensamientos, las creencias, los supuestos.
Los planos predominantes en un sistema son aquellos a los cuales la mayoría de sus
integrantes apelan en un plano más consciente y con mayor frecuencia. No obstante ello, cabe
destacar que los tres planos están siempre presentes y recursivamente relacionados en cada persona y
en cada sistema humano. El análisis de los tres planos está dirigido a conocer cuál es aquel que
predomina a la hora de manejar y sostener el problema.
Siguiendo con la variable manejo del problema, además de conocer los planos predominantes
en el sistema, relativos al sentir, pensar y actuar, será de igual importancia conocer el modo en el
cual se maneja el problema.
Habiendo analizado esta variable tanto desde el manejo del problema en los tres planos
básicos, del sentir, pensar y actuar, como también desde la modalidad de manejo del problema en el
orden cualitativo, es interesante pensar en las funciones del problema, ya que este siempre cumple un
papel dentro del sistema que gesta y donde es recursivamente gestado.
4.7. Funciones del problema
El problema posee una multiplicidad de funciones en un sistema, siendo estas particulares a
cada sistema de estudio. Pero es importante discriminar dos funciones esenciales, ya que siempre
están presentes en todo sistema portador de un problema. Estas son la función homeostática del
problema y la función de beneficio secundario.
La función homeostática del problema es aquella que permite que el sistema siga
funcionando dentro de parámetros similares a los que respondían en el último tiempo sistémico. Por
lo tanto, toda la dinámica del sistema se encontrará dentro del rango homeostático que delimita lo
deseado y sostiene su equilibrio debido a que el problema ha sido incluido como conducta aceptada
aunque disfuncional y displacentera. En otras palabras, la modalidad de comunicación, las
distancias, la manera de organizarse serán similares, con cambios poco significativos y sosteniendo
el problema.
Cuando se presenta un problema como conducta inesperada, estando este por fuera del rango
homeostático que delimita lo esperado y propicia el equilibrio sistémico, aparece la crisis y ruptura
de aquel orden que posee un intruso pidiendo ser contenido.
Por otra parte, el beneficio secundario del problema es aquel beneficio que surge de la
presencia del problema en el sistema humano.
Como se describió anteriormente, el beneficio sistémico es mantener la homeostasis y el
beneficio secundario del problema es aquel que beneficia a cada integrante del sistema tanto en el
área de la actuar, del sentir como del pensar. En otras palabras, el beneficio secundario comprende
aquellas ayudas que gana cada integrante del sistema.
Por ejemplo, frente a la tristeza de la hija, la madre deja el trabajo que tanto le disgustaba
realizar en función de acompañar a su hija, el padre también permanecerá en su casa los fines de
semana dejando de ver al grupo de amigos con quienes ya no se divertía y la hija, aún transitando su
tristeza, deja sus estudios universitarios en los cuales no se sentía a gusto y no llevaba una trayectoria
exitosa en cuanto a sus exámenes.
Cada integrante del sistema obtiene un beneficio de aquello que se presenta como el
problema manifiesto, la tristeza de la hija, motivo por el cual consultan.
Desde la psicología clásica es común oír el término beneficio secundario como algo oscuro
que se encuentra oculto bajo el problema. Por ejemplo, cursa con una depresión clínica y el beneficio
secundario es contar con el cuidado de su familia y el de no esforzarse en trabajar.
Es curioso pensar que frente a un problema, “en vez de buscar nuevas técnicas de cambio,
continuamos aplicando la desastrosa receta de hacer más de lo mismo” (Ceberio & Watzlawick,
1998:25).
Sin duda, las soluciones intentadas pueden comprenderse desde la lógica binaria, la cual
forma parte del modo de procesamiento cognitivo basado en una epistemología lineal. La lógica
binaria está compuesta, entre otras cosas, por dos puntos continuos de apariencia opuesta, pero que
se encuentran conformando una misma línea que los conecta, por ejemplo blanco negro, bueno malo;
en otras palabras, dos caras de la misma moneda, como dice el conocido refrán.
Por lo tanto, bien las acciones se ubiquen a la derecha o izquierda de una línea lógica binaria,
hablarán de lo mismo, darán cuenta de una acción por la afirmativa o por la negativa, pero que ambas
forman parte de un mismo continuo, en cuyos extremos se encuentra el alimento de la lógica de
opuestos.
Los cambios que podrían producirse en esta línea lógica de opuestos serían tan solo
cuantitativos; yendo desde los extremos del sí y el no o el blanco y el negro hay una gama de grises
que, en la medida en que una acción se desarrolle entre ellos, lo que cambia es su aspecto
cuantitativo, llamado cambio uno, el cual produce mínimas variables en la homeostasis de un
sistema.
Por otra parte, y siguiendo esta interesante temática, cabe desarrollar brevemente el cambio
cualitativo, el cual se hace posible cuando hay un movimiento de tal índole. Un cambio cualitativo se
da cuando se modifica la cualidad de la acción y no su medida, por tanto, se cambia a una nueva
línea lógica.
No por estar guiadas por cambios cualitativos estas accione aseguran el éxito, y de ninguna
manera podría concluirse linealmente que los movimientos en una línea lógica serán siempre
cambios cuantitativos infructuosos, sinónimo de soluciones intentadas, y que los cambios cualitativos
serán cambios efectivos, ya que la complejidad de un sistema no permite llegar a conclusiones
simplistas y arbitrarias, en la línea en que se planteó el anterior ejemplo a modo solo de ilustrar el
concepto expuesto.
Por lo tanto, si bien servirá de guía al diagnosticador conocer desde la epistemología que
rige a su observación las posibilidades de acciones regidas por cambios cuantitativos y cualitativos,
no tendrá la verdad por el solo hecho de determinar si una acción es del orden cuantitativo o
cualitativo para saber por qué la acción fue un intento fallido de solución.
Entonces, y en contraposición con la literatura de años atrás, que sin desmerecerla puede
decirse que intentó dar explicación a la complejidad muchas veces con sesgos lineales, cabe
mencionar que un intento fallido de solución puede encuadrarse tanto en un cambio cuantitativo como
en un cambio cualitativo.
En vista de esta reflexión, se definen las soluciones intentadas como acciones realizadas
mediante cambios cuantitativos o también cualitativos que no llegaron a los resultados esperados por
el sistema, ya que o bien no produjeron suficientes cambios en la homeostasis del sistema y su
funcionamiento orienta las acciones hacia los mismos destinos, o bien los cambios que fueron
suscitados en el sistema producto de las acciones emprendidas no fueron lo esperado para el sistema
y, como resultado, la acción no deseada, llamada problema manifiesto, continúa repitiéndose.
Si bien es cierto que los cambios cuantitativos producen cambios mínimos en la homeostasis
del problema, por tanto en su estructura y dinámica, no significa que no puedan ser cambios
suficientes en muchos sistemas, lo cual será desarrollado en capítulos posteriores.
Es interesante observar que dentro del marco de la definición de las soluciones intentadas,
pueden constituirse en los tres planos básicos del pensar, actuar y sentir.
Por una parte, en el plano cognitivo, las acciones intentadas pueden estar guiadas por los
porqué dormitivos o explicaciones lineales y unicausales, por la culpa, los reproches, la
racionalización, entre otros.
Es apropiado referir aquí al término utilizado, el porqué dormitivo, así denominado por
Bateson (1972), el cual en este trabajo se define como aquella explicación causal lineal que se da a
un evento para no tomar otras acciones que motivarían un verdadero cambio sistémico.
Por otra parte, las soluciones intentadas en el plano pragmático son aquellas compuestas por
acciones realizadas por un sistema, y estas pueden apreciarse en una familia cuando refieren a todo
aquello que han realizado para dar solución a su problema sin llegar a los resultados esperados.
Así, por ejemplo, una familia se presenta denunciando el problema manifiesto centrado en la
rebeldía del niño que no estudia y desaprueba sus exámenes. Cuentan sus padres que han intentado
todo: le prohibieron sentarse con los juegos en su computadora, también le prohibieron ir al club los
fines de semana, la madre se sienta junto a él para que realice sus tareas, sin que mueva el lápiz,
quedándose obnubilado frente a su cuaderno.
En otras ocasiones intentaron dejarlo solo con sus tareas y no dirigirle la palabra en todo el
día. Así relataría muchas acciones, esto es, verbos, como en este ejemplo: prohibir, sentarse junto al
niño, dejarlo solo, no hablarle.
Las soluciones intentadas son en sí una locura, locura en términos de guiarse por una lógica
basada en la linealidad que redunda en trazar las mismas relaciones causales e intentar sin cesar las
mismas acciones fallidas. Las soluciones intentadas son una locura por el hecho de hacer las cosas
una y otra vez de la misma manera, esperando diferentes resultados. Se ilustran con la siguiente frase:
“qué mayor locura que hacer algo una y otra vez y esperar nuevos resultados”.
Finalmente, en este eje de análisis diagnóstico, deberán considerarse los roles en el ciclo
sintomático, lo que se desarrolla a continuación.
4.9. Roles en el ciclo sintomático
Los roles en el ciclo sintomático son aquellos rótulos que incluyen una serie de funciones en
relación con el problema. Los roles conocidos en la literatura sistémica son el de paciente
identificado, el de portavoz.
Por ejemplo: en un sistema, el problema manifiesto que presentan es la depresión del hijo
porque lo dejó la novia. Aquí, el paciente identificado es el hijo y quizás el malestar del sistema y su
disfuncionalidad se acelera o se hace evidente con este ingrediente fácilmente identificable por
todos, pero sin duda su disfuncionalidad ya estaba presente y llega a su punto máximo de entropía, de
crisis, cuando se presenta el problema manifiesto sobre el paciente identificado: la tristeza del hijo.
En este punto cabe aclarar que el sistema no es afectado por una única causa, pero sí es cierto
que eventos significativos en la vida de uno de los integrantes del sistema repercuten en todos.
Ahora bien, resta preguntarse quién es el paciente identificado. Es tan sencillo como saber
quién es identificado como el problema de la familia? En este desarrollo se considera que en un
sistema puede haber más de un paciente identificado y en la menor de las veces todos los integrantes
de un sistema humano pueden serlo. El hecho de que todos los integrantes sistémicos sean pacientes
identificados significa que todos se implican en el problema y que este, más que un problema
individual, es entendido por ellos como de todo el sistema.
En cambio, cuando hay dos pacientes identificados en el sistema, podría esto ser porque cada
uno apunta con su dedo al otro, depositando en allí el problema. Por ejemplo, en una pareja que
refiere como problema las discusiones constantes, lo que sistémicamente refiere a desacuerdos,
también subrayan que el otro es quien inicia las discusiones, que el otro es el problema.
Podría verse claramente que cada uno apunta al otro como el problema, excluyéndose del
mismo. En este caso hay dos pacientes identificados en el sistema, pero el problema es que la
persona no se identifica a sí misma como parte del mismo, no se autodesigna paciente identificado.
Por el contrario, si estas dos personas refieren al otro y a sí mismos como parte del problema, ambos
están implicados y claramente serán los dos los pacientes identificados.
Pero lamentablemente, en muchos casis las familias que concurren a psicoterapia describen
el problema manifiesto e identifican a solo una persona como el paciente identificado y también
habitualmente esta persona señalada se autodesigna como el único portador del problema en el
sistema familiar. Así, no solo los dedos de toda la familia lo señalarían sino que el mismo se señala
como el responsable del problema que manifiestan, que lejos de ser del sistema es de un solo
individuo, del paciente identificado.
Por otra parte, el portavoz es aquel integrante, o integrantes del sistema que denuncian lo que
sucede en este de manera manifiesta. Esto no quiere decir que todos los integrantes no expresen sus
ideas y emociones sobre el mismo, sino que es la persona que con mayor facilidad brinda
información de forma verbal sobre lo que sucede en el sistema.
Es importante saber que es útil considerar al portavoz como aquella persona más
predispuesta a dialogar y poner de manera verbalmente explícita el problema en función de contar
con este integrante no solamente para obtener información del problema, sino también para contar
con él para indicar posibles tareas y liderar el cambio.
También es cierto que este término no es de mayor utilidad diagnóstica, porque bien desde el
lenguaje verbal como desde el no verbal, cada uno de los integrantes del sistema denuncia el
problema familiar o, mejor dicho, los problemas o disfuncionalidades sistémicas. En otra línea de
ideas, se invita a reflexionar sobre esto, ya que quizás todos los integrantes del sistema sean
portavoces de aquello que les sucede.
Queda bajo el criterio del observador, entonces, considerar al portavoz, siendo necesaria su
identificación si le es útil incluirlo en función de la estrategia de trabajo psicoterapéutico que se
desprenderá del diagnostico.
Ahora bien, ¿puede entonces pensarse que lo que no es expresado de manera manifiesta por
los integrantes del sistema es el problema latente, aquel que el terapeuta puede inferir?
Una de las posibles respuestas a esta pregunta es que los problemas implícitos o no
manifiestos serán aquellos que el diagnosticador observa pero que los integrantes del sistema no
explicitan de manera verbal. En este sentido, los problemas no manifiestos no se desprenden
necesariamente de elaboradas conclusiones psicoterapéuticas, sino de una minuciosa observación
ante aquello que se presenta frente a sus ojos.
Antes de concluir este capítulo, resulta importante desarrollar otro aspecto del problema
manifiesto, quizás un problema del observador, ya que a la hora de realizar el diagnóstico del
problema suele escucharse: “el problema no se presentó de forma manifiesta” o quizás oír: “el
verdadero problema no fue dicho”.
En este punto, es apropiado decir que el hecho de conocer la historia del sistema o el relato
de sesiones psicoterapéuticas anteriores será útil para comparar si se produjeron cambios sistémicos
entre el pasado y el momento actual sistémico, pero de ninguna manera debería sesgar la mirada del
observador, que debe centrarse en el aquí y ahora y fundamentar el diagnóstico mediante lo
observado y por tanto, lo visto y escuchado, lo cual no permite mezclar suposiciones o inferencias no
basadas en la observación, siendo que de realizarse esta mezcla sería como mezclar agua y aceite y,
por cierto, sería poco esclarecedora para un diagnóstico basado en la evidencia.
Cabe destacar que el problema manifiesto es el que el sistema plantea en esa consulta,. Sería
poco profesional mencionar en el diagnostico que el problema no se observo en la sesión, que no
salió a la luz el verdadero problema, que toma conocimiento del verdadero problema por el
terapeuta de campo porque en la sesión que observo no fue tratado, etc.
Habiendo analizado cada una de las variables en torno al diagnóstico del problema
manifiesto, es importante recordar que no es una lista acabada, sino la recopilación de las variables
fundamentales que siempre aparecen en todo sistema, por lo cual, si bien este análisis no puede faltar
para arribar a un diagnóstico, es cierto que podrían incluirse muchas otras, en la medida en que se va
adquiriendo experiencia en la observación y en la elaboración de un diagnóstico, por lo que queda
abierta la puerta para la indagación y el conocimiento de cada profesional diagnosticador.
CAPITULO 5
No obstante ello, es necesario partir desde un análisis minucioso para lograr integrar todos
los datos en una síntesis que compone la totalidad. De otra manera, sería un diagnóstico errado, al
partir de un dato para especular las características del todo sistémico, como también sería
equivocado partir de una visión global del todo sin detenerse a analizar cada uno de sus detalles, las
variables.
Por otro lado, los sistemas tienden a un equilibrio, la homeostasis, la cual se logra mediante
cierta estabilidad en las variables y, en este sentido, se observará la prevalencia de una modalidad
sobre las otras. Así, en un sistema podrá apreciarse la predominancia de un tipo de frontera a través
de diferentes observaciones, por ejemplo frontera rígida.
Siguiendo esta línea de análisis, se presentará a continuación el estudio de cada una de las
variables sistémicas, mostrando la manera de observarlas para determinar para cada variable qué
modalidad predomina y cuándo aparece la diferencia.
Vale recordar que lo que aparece solamente por momentos, si bien no determina aquello que
predomina en el funcionamiento de un sistema, muestra un engranaje que siempre será relevante, tanto
sea funcional o disfuncional, y abre el camino a establecer nuevas interrelaciones y recursiones que
no solo enriquecen el diagnóstico, sino que también permiten pensar con mayor minuciosidad en el
mismo. En esta dirección, lejos está el correcto diagnóstico de conformarse solamente con aquello
que predomina, ya que muchas veces la excepción hace a la regla.
Lo cierto también es que es útil considerar detenidamente todos los aspectos de cada variable
sistémica, ya que si bien hay innumerables posibilidades, también es verdad que existen aspectos
esenciales de cada variable a tener en cuenta para un diagnóstico.
Así, luego de analizar profundamente cada variable de cada eje de estudio, se podrá pasar a
pensar de manera integrada y además pensar en la recursividad que conforma el todo sistémico.
En este capítulo se presenta el análisis para el diagnóstico de cada variable de la estructura
del sistema, para luego poder realizar la integración de los parámetros observados y establecer las
posibles recursiones entre las variables que conforman el todo sistémico.
5.2. Variables de la estructura del sistema
Dentro de este eje diagnóstico, en el capítulo que desarrollo conceptualmente las mismas se
mencionaron variables que siempre se presentan en todo sistema y variables secundarias que pueden
estar presentes o no, siendo todas ellas elementos que organizan el sistema.
Se pasará a considerar cada variable teniendo en cuenta cómo observarla, para así poder
determinar la modalidad que predomina y cuándo aparece la diferencia y realizar un diagnóstico
preciso de cada una de ellas.
5.3. Diagnóstico de la frontera
Es apropiado reiterar que la frontera es una línea imaginaria que separa a los integrantes del
sistema del contexto y se establece por la información que ingresa y egresa del sistema, por ello es
determinada por la cantidad y calidad de la información.
Para realizar el diagnóstico de esta variable debe considerarse la manera en que se conforma
la frontera, conociendo así qué tipo de frontera predomina en el sistema observado.
En primer lugar, para determinar el tipo de frontera que prevalece es importante tener en
cuenta la misma desde el aspecto cuantitativo y cualitativo.
En el aspecto cuantitativo, la frontera será rígida si permite el ingreso y egreso de poca
cantidad de información y en el otro polo del continuo, la frontera será difusa cuando la cantidad de
información es excesiva.
Cabe recordar que estos parámetros pueden ser determinados mediante la observación de la
comunicación verbal y no verbal que realiza el sistema observado, como también la recepción de la
información emitida por otras personas que no integran su sistema.
En otras palabras, será relevante conocer de qué temas pueden hablar, de cuáles prefieren no
conversar y, también, qué ideas toman de personas externas al sistema, como el terapeuta en la
sesión, amigos, familiares.
Cabe recordar que la frontera rígida se observa en el aspecto cuantitativo, cuando los
integrantes del sistema brindan poca información sobre sí mismos a otros, como también cuando
poco tienen en cuenta las ideas de otras personas ajenas a su sistema.
Claro está que el terapeuta deberá indagar acerca del significado de las palabras, sabiendo
de esta manera si el “no sé” refiere al desconocer o alude al no querer comunicar sus ideas. En este
último caso, cada persona, por tanto el sistema, cierra sus puertas, “cierran y se encierran” en la
estructura y dinámica que posee su sistema. Ante ello, el terapeuta trabajará para abrir las puertas,
para flexibilizar la frontera rígida, cerrada y tan poco permeable.
Por otra parte, en el aspecto cualitativo, la frontera rígida se observa cuando los integrantes
del sistema, por ejemplo la familia, hacen referencia a ciertos temas de manera acotada y toman de la
comunicación de las personas externas a su sistema solamente determinada información y de manera
restringida.
También es adecuado considerar que la frontera difusa se observa cuando no se aprecia filtro
alguno en el sistema para tomar la información externa y dar información de sí mismos. Los
integrantes del sistema toman cada palabra dicha por el terapeuta sin cuestionamiento alguno, como
absoluta verdad, construyendo su realidad a partir de la información dada por otros. Asimismo, la
frontera difusa se observa en la familia que cuenta con lujo de detalles hasta el menor dato respecto
de lo que sucedió entre ellos.
Por último, examinando la frontera flexible, se puede observar en la familia que brinda
información en la medida suficiente acerca de cuestiones relacionadas a su funcionamiento,
organización y problemática y también saben tomar en cuenta información proveniente de otros, bien
sea del terapeuta en una sesión o de personas cercanas a su sistema.
Esta variable estructural siempre posee una forma predominante en el sistema observado,
siendo esta rígida, difusa o flexible. Lo que resta pensar es de qué manera se establece un tipo de
frontera u otro en un sistema.
Es interesante mencionar que el flujo de información, tanto el que ingresa como el que egresa
del sistema, es determinado por cada uno de los integrantes del sistema. Pensando en la metáfora de
la casa, se puede decir que cada integrante es como el dueño de varias puertas; por tanto, si la
mayoría de ellos mantiene alguna de las puertas abiertas, aunque solo uno tenga sus puertas cerradas
el paso de información será abundante y, por tanto, se estará frente a una frontera que irá entre lo
flexible y lo difuso. Por el contrario, si solo uno de los integrantes del sistema abre sus puertas pero
dos o más integrantes las cierran, conformarían una frontera sistémica cerrada o rígida, donde la
información que circula es muy limitada.
Es así como las acciones de cada integrante del sistema en cuanto a la regulación de la
información que entra y sale, regulación no solo basada en la cantidad sino también en la calidad,
constituirá una pauta de organización que construye la estructura general, en este caso determinando
un tipo de frontera predominante en el sistema en un momento dado.
Es posible argumentar entonces que no solo es importante diagnosticar cuál es el tipo de
frontera que se estable en el sistema, sino también ver las acciones de cada integrante para
determinar la misma.
Por ejemplo, observar quiénes son los actores que abren la frontera y quiénes la cierran. Será
esta observación un dato no menor a la hora de dirigir una intervención terapéutica basada en el
diagnóstico guiado por la observación.
Por ejemplo, si la frontera predominante en el sistema es cerrada y esta se torna flexible por
momentos, será relevante saber a qué se asocia la frontera flexible, en el sentido de conocer cuándo
puede este sistema adoptar ese matiz diferente en el tipo predominante de la variable.
Al considerar los cambios en una variable predominante en el sistema siempre debe tenerse
en cuenta la mayor gama de multicausalidad posible. Así, por ejemplo, pensar que la frontera es
predominantemente rígida pero también se torna flexible cuando se trata determinada temática,
cuando predomina el plano emocional sobre el pragmático y el cognitivo, cuando predominan los
acuerdos, cuando las distancias pasan de muy cercanas a medias.
En fin, sería infinito desarrollar la multicausalidad que provoca un cambio en una variable,
pero todo diagnosticador sistémico deberá hacer el ejercicio de analizar recursiones para toda
variable que se presente, tanto en su forma predominante como cuando adopta matices diferentes en
ciertos momentos.
Luego de este desarrollo se analizará la variable estructural denominada límites
subsistémicos.
5.4. Diagnóstico de los límites subsistémicos
Se define como límite de los subsistemas a la línea imaginaria que separa a dos o más
integrantes del sistema del resto. Los límites están determinados por las reglas respecto de qué
información se comparte con el resto de los integrantes. Estos límites podrán ser rígidos, flexibles o
difusos.
Para realizar el diagnóstico de esta variable se debe considerar qué información se comparte
y cuáles son las reglas que discriminan en qué información se participará al otro subgrupo y en cuál
no. Vale preguntarse entonces si existen temas privativos para cada subsistema, cuáles son y en qué
cantidad se presentan.
Para arribar al diagnóstico de un límite subsistémico rígido se observará, por ejemplo, que
los padres no hablan delante de sus hijos de casi ninguna temática relativa a su pareja y parecen no
estar atentos a escuchar sobre las particularidades de los vínculos entre sus hijos. Dan la impresión
de dos grupos estancos que parecen tener poco en común, casi dos familias diferentes y hasta
indiferentes a las interrelaciones pertinentes al otro subgrupo.
En contraste con ello, el limite subsistemico flexible se observa cuando padres e hijos
comparten solamente cierta información respecto de temáticas parentales o conyugales y lo relativo a
la fraternidad. Se ve que hay contenidos que no se comparten que no se hablan frente a todos.
Es interesante subrayar que los límites de cada uno de los subsistemas pueden presentarse de
diferente manera; por tanto, no siempre son ambos rígidos o ambos difusos, originándose así vastas
combinaciones respecto del tipo de límite de cada subsistema.
Por el contrario, en un sistema donde ambos subsistemas poseen límites rígidos se observa la
escasa comunicación en relación con temas de cada subsistema con el otro. Pueden ser familias con
excelente nivel de diálogo para temas banales, pero comparten poca comunicación referida a sí
mismos. Es una comunicación que, paradójicamente, solo comunica el no querer comunicar.
También podría presentarse un sistema mixto en relación con esta variable sistémica, donde
uno de los subsistemas posee un tipo de límite diferente al del otro. Por ejemplo, el subsistema de los
padres posee un límite rígido y el de los hijos es difuso. En este caso se observaría que los padres
comparten muy poca información en relación con la paternidad y conyugalidad con sus hijos, pero
sus hijos, por el contrario, comunican sin privación alguna sobre todo lo relativo a la fraternidad.
También podría darse a la inversa, siendo los hijos quienes cierran su límite subsistémico
restringiendo la información que brindan y reciben de sus padres.
Hasta aquí se analizo el límite subsistemico. Resta preguntarse cuál es la modalidad de los
limites que se presentan en forma predominante y si existe alguna variación, para luego pensar en las
posibles recursiones para cada uno de los casos y así conocer la multicausalidad asociada a lo que
predomina y a lo que se presenta solo en determinados momentos marcando la diferencia.
Por ejemplo, se podrían diagnosticar límites subsistémicos rígidos en los dos subsistemas
integrantes del sistema, pero observarse un cambio hacia la difusión solamente cuando hablan de
determinado tema. Aquí se marcaría la diferencia y la causalidad asociada a la misma tanto desde la
temática presentada como un problema como desde la recursión de otras variables sistémicas, lo cual
será analizado en los siguientes capítulos.
Habiendo considerado que los límites de cada uno de los sistemas pueden ser iguales o
diferentes en sus características y que habrá una modalidad predominante y ocasionalmente alguna
inconstante en ellos, se pasará a profundizar en el diagnóstico de las distancias.
5.5. Diagnóstico de las distancias
La distancia es el espacio que posibilita o dificulta el acercamiento entre los integrantes; la
función es reflejar y establecer el grado de autonomía y pertenencia que poseen los integrantes del
sistema. Los tipos de distancias fueron definidos como: distancia media, distancia acortada y
distancia alargada.
Las distancias se establecen según las conductas de cada uno de los integrantes del sistema,
no solo en relación con esta variable sino también en correspondencia a todo lo que sucede en el
sistema. Sin adentrarnos aún en comparaciones y recursiones entre las variables sistémicas es
oportuno ahondar en la observación de esta variable sistémica.
Cabe mencionar que estos son solo algunos ejemplos del vasto mundo del lenguaje no verbal
que intentan llamar la atención del diagnosticador a la hora de observar el sistema.
Habiendo descripto brevemente qué elementos indican las diferentes distancias, debe
considerarse cómo se establece cada una de estas teniendo en cuenta los movimientos sistémicos que
se producen para determinarla.
En estas acciones se observaría que ambos integrantes del sistema colocan mayor énfasis en
las acciones que comparten con el otro, en las emociones que sienten en común y en los pensamientos
que comparten. Pensamientos, emociones y acciones que se ubican por sobre la pragmática, la
emoción y la cognición relativa a su individualidad que sistémicamente va de la mano de la
autonomía.
En otro caso se podría ver la misma distancia acortada pero que es producto de un
movimiento diferente, en el cual una de las personas se aleja pero la otra se acerca con mayor
ímpetu, resultando en una corta distancia.
A modo de ilustración, se puede pensar en dos corredores que, por más que uno quiere
alejarse, el otro implementa un paso de mayor ritmo con la intención de acercarse, y aunque el
primero desea alejarse no lo logra de manera suficiente; como resultado se visualiza que están muy
cerca uno del otro.
En una familia se vería, por ejemplo, un hijo adolescente que intenta tomar mayor distancia
realizando una gran cantidad de actividades de manera individual, con su grupo de pares, con su
novia, actividades en las cuales no desea participar a otro integrante de su familia. Pero ese intento
de tomar mayor distancia no es suficientemente efectivo si su familiar, por ejemplo la madre, no solo
pregunta a donde fue con sus amigos, sino que también se interesa en conocer de que hablaron, como
se sintió y todo tipo de información que casi anula la actividad individual del otro. También podría la
madre sentarse a dialogar y participar en toda reunión que el adolescente celebra con sus amigos,
convirtiendo una actividad que se origina como individual en una compartida por el sistema.
Pasando ahora al otro extremo del continuo dentro de esta variable básica se analizará la
distancia alargada, donde predomina la autonomía o, en su extremo, la independencia
Por ejemplo, los corredores estarían lejos porque cada uno corre hacia una lado opuesto a
igual velocidad o bien porque uno trota lentamente y el otro continúa su camino a toda marcha,
alejándose.
En una familia, pensado a modo de ejemplo en la relación entre dos de los integrantes, podría
verse que al igual que los corredores que se dirigen a igual ritmo en sentidos opuestos, las dos
personas integrantes del sistema familiar van aumentando las acciones individuales y reduciendo
aquello en común o compartido y relativo a la familia. Son personas que cada vez incrementan no
solo sus actividades, trabajo, estudio, reuniones con amigos, sino que disminuyen el compartir con el
otro cómo se siente, qué hace y qué piensa, siendo así no solo lo compartido en materia pragmática,
sino también el grado en que se implican con el otro.
En este sentido, no solo es menor el tiempo que comparten, sino que se va limitando el
intercambio de información entre ellos y, así, el interés y el sentido de pertenencia.
Por consiguiente, las acciones de cada uno de los integrantes de la familia determinaran la
distancia predominante entre cada uno de ellos, no siendo necesariamente idénticas sus conductas
respecto de la distancia sistémica, sino que es el resultado de acciones conjuntas que arrojan un
resultado respecto de esta variable.
Pensando ahora en otro tipo de distancia, la distancia media, cabe recordar que privilegia
tanto la autonomía como la pertenencia, se establece por acciones similares entre los integrantes del
sistema, similares en cuanto a que buscarán el equilibrio para organizarse y mantener en mayor a
menor medida la misma distancia que da lugar a lo individual y a lo compartido en los planos
pragmático, cognitivo y emocional.
Puede observarse, por ejemplo, cuando un adolescente sale con un nuevo grupo de amigos;
claro, será una actividad que lo aleja de la familia, ya que esa noche no cenará con ellos pero en la
semana compartirán otros momentos juntos y además le preguntarán cómo le fue con sus amigos sin
llegar a invadir su intimidad. Por el contrario, si los padres exigen detalles de su salida estarían
acortando esa distancia y, así, disminuyendo su espacio individual, su autonomía.
Lo cierto es que las distancias son establecidas por el interjuego recursivo de conductas,
donde la prevalencia de unas sobre otras determina una distancia predominante en un sistema y en un
momento dado.
Ante ello, el diagnosticador podrá preguntarse: ¿cómo pensar en las distancias en función de
las actividades e información que comparten? La respuesta es pensando también en la calidad de
estos intercambios, la calidad del vinculo establecido por estas distancias.
Hay tres familias similares en cuanto a su constitución: ambos padres trabajan, el fin de
semana concurre toda la familia a un club, algunas noches salen a cenar solos y otras, con amigos de
la pareja. Esta pareja de padres tiene dos hijos, ambos trabajan y estudian en la Universidad; los
fines de semana, cada uno visita a sus amigos, hacen deporte, se reúnen con sus grupos de estudio.
Se tomara este ejemplo pesando en tres familias similares para reflexionar sobre el aspecto
cualitativo de las distancias. Para ello se delinea una situación hipotética, para mostrar las
diferencias en cada una de las tres familias. Esta situación sería la siguiente: un día el hijo menor
deberá realizar una operación, ya que decidió mejorar el aspecto de la nariz mediante una cirugía
estética, le han dicho que es una operación sencilla y que en el mismo día estará de regreso en su
casa.
La familia A: van todos a la clínica, el hijo mayor no concurre a la universidad aun
ausentándose de un examen que le implica recursar la materia; la madre falta al trabajo con el riesgo
de ser sancionada, ya que pidió el día libre pero no le fue otorgado; y el padre es autónomo y pudo
organizar su trabajo para tomar el día libre. Todos viajan juntos y concurren a la clínica, hablando de
la cirugía a realizarse.
La familia B: cada uno realiza las actividades individuales como es de rutina, ya que no
saben que el hijo será operado de la nariz. Este hijo concurre solo, nadie lo llama telefónicamente;
luego, a pesar de que regresa a la casa en un horario no habitual y con la nariz vendada, solo el padre
le pregunta de forma irónica si se chocó con una puerta y se rompió la nariz, a lo cual el hijo
responde que no es un tema que deba interesarle lo que le sucedió en la nariz.
En la familia C: el padre pudo organizar su trabajo para acompañar al hijo, la madre, si bien
no podría faltar a su trabajo y debido a que consideraron juntos que la operación no era mayor y que
el hijo estaría acompañado por su padre, decide que no ameritaba correr el riesgo de perder su
trabajo, igualmente al madre lo llama a su teléfono móvil cuando sabe que está en su viaje hacia la
clínica y también se mantiene comunicada durante el día con su marido e hijo, igualmente su hermano
no se ausenta a la universidad, lo que le hubiera implicado perder la regularidad de la materia, y
también se comunica por teléfono para dar apoyo y estar informado de la situación de su hermano.
En este ejemplo, si bien podría pensarse cuantitativamente y de manera reduccionista que los
familiares no lo acompañaron y por ello hay mayor distancia, es importante ver que la distancia se
mantiene cercana mediante la comunicación telefónica y que además encuentran el equilibrio entre la
autonomía, que implica realizar sus trabajos, y la pertenencia, que es mantenerse cerca afectivamente
del hijo que será operado.
Esto lleva a reflexionar que muchas veces, como dice el refrán, no todo lo que reluce es oro.
Se observan distancias muy cortas con tendencia a la pertenencia y también a la dependencia y no es
dado porque permanezcan mucho tiempo juntos o realicen las mismas actividades, sino porque el
contacto telefónico es tan regular en el día que traspasa las barreras de la individualidad para
aparentar una autonomía que solo es el disfraz de una gran dependencia, expresada, entre otras cosas,
por esta variable, la distancia excesivamente corta.
Es de alertar que en estos tiempos donde impera la comunicación inmediata, continuada y por
diferentes vías como el mail, la mensajería, el chat, el control de las mismas determina las distancias
ente los integrantes del sistema. Este control refiere no solo a la continuidad de los mensajes, sino a
las temáticas que se comparten, siendo el primero el aspecto cuantitativo y el segundo, el cualitativo,
respecto de las conductas que establecen distancias sistémicas.
También es importante pensar, a la hora de realizar el diagnostico de las distancias, cual es la
vara de medición del observador, ya que la cinta métrica que emplea cada uno se ajusta para medir
sus propias distancias. Cada sistema posee su cinta métrica, por lo cual se presenta una dificultad
especialmente para considerar las distancias cuando estas transitan en el terreno intermedio entre la
dependencia y al independencia.
Los extremos son más fáciles de ver, más ruidosos, más marcados, ya que hay mucho de lo
uno y poco de lo otro, pero los medios son más difíciles de asociar a la funcionalidad o
disfuncionalidad.
Por todo ello, antes de rotular un sistema afirmando que una distancia es funcional o no lo es
para el sistema en ese momento dado, deben estudiarse las particularidades del sistema.
Queda claro que los extremos nunca serán funcionales, ya que al estar, justamente, de un lado
de la variable, se pierde todo lo que proporciona el otro extremo; en este sentido, la cercanía
excesiva pierde la pertenencia y la autonomía saludable. Entonces, a la hora de pensar en la distancia
óptima, es importante considerar si es funcional para el sistema y no si le parece funcional al
observador.
En la clínica, muchas veces los terapeutas caen en las trampas de usar su vara métrica para
medir la realidad de otros, y en este sentido determinarán como juez de la verdad lo que es funcional
o no cuando, en realidad, lejos podría estar el sistema de esta construcción de realidad.
Por ejemplo, el terapeuta casado que todos los días tiene por hábito pasar por la casa de sus
padres al salir de su trabajo previamente a llegar a la casa que comparte con su esposa e hijos, al
observar que en un sistema solo se reúnen una vez por semana y se comunican cada dos o tres días, le
parecerá el extremo de las distancias, un sistema desligado; pero resulta que este sistema funciona
perfectamente, con buen equilibrio entre sus variantes, las cuales nunca llegan a los extremos por la
reacomodación continua que saben manejar, ubicándose de manera flexible entre la autonomía y la
pertenencia.
Por tanto, esta regularidad con la que se ven o se comunican es funcional para ese sistema y
se encontraría dentro de una distancia media para esa familia y en ese momento. Es así como es
importante tener en cuenta cómo se observan las distancias y el único camino correcto es ver de qué
manera en cantidad y calidad se expresa la distancia y si es funcional para esa familia, lo que será
desarrollado ampliamente en los siguientes capítulos.
Para observar y fundamentar los roles y sus funciones en un sistema familiar se deberá
construir con los integrantes del sistema cuáles son las funciones que en esa familia están implicadas
en cada rol, lo cual es equivalente a conocer cuáles son las expectativas respecto de las conductas
del otro.
Por ejemplo, en una familia podría preguntarse a cada uno qué esperan o qué tareas en la
familia tiene a cargo la mamá, orientando el diálogo a conocer la construcción que posee cada
persona del rol sobre el cual se realizará el diagnóstico.
Así, deberá tenerse en cuenta si la persona refiere a acciones que realiza y muestra el acuerdo
con todos o, de la misma manera, si los demás integrantes hacen mención a funciones que esta
persona realiza y, por tanto, indicando que las mismas son parte de su rol. Por ejemplo, la madre dice
que siempre busca a los niños en el colegio o uno de sus hijos dice que su mama siempre les prepara
la cena.
También podrá observarse, para diagnosticar el rol, cuando la persona portadora de un rol
agrega funciones que los otros no demandan y que deliberadamente atribuyó a su rol. Por ejemplo, la
madre que dice que ha decidido desde ahora acompañar a sus hijos al club y permanecer junto a
ellos durante las actividades deportivas, pero sus hijos no solo desacuerdan con ello, sino que dicen
que ha sido una decisión repentina de la madre para la cual no hubo consenso.
Una tercera manera para ver las funciones del rol es cuando una persona alude a viejas
funciones de rol que hoy ya no considera parte del mismo, aunque los demás integrantes del sistema
aún continúan demandando esas funciones, esperan que realice esas acciones que el portador del rol
ya considera anticuadas y parte del pasado.
Por ejemplo, la madre dice que si bien antes preparaba la cena, ahora regresa muy tarde del
trabajo y le corresponde dicha función al rol del marido, que por cierto no está en acuerdo con el no
cumplimiento de su función de rol de madre. Aquí, la madre continúa teniendo la función de preparar
la cena en su rol, puesta en el mismo mediante la demanda de los otros. Aun sin realizar y considerar
que esta función le sea pertinente a su rol en el momento actual, la misma sigue presente por la
demanda del sistema; por tanto, que la madre prepare la cena es aún una función en su rol.
En resumen, el rol puede diagnosticarse dando atención a todas las funciones presentes en
cada rol teniendo en cuenta no solamente las acciones preferidas por el portador del mismo, sino
también las demandas realizadas por los integrantes del sistema hacia el portador del rol.
Por último, es importante considerar que en los roles no todas las acciones son el deber ser o
hacer, sino que en ocasiones las consignas aparecen por el lado de la prohibición o la acción en
negativo. Por ejemplo, en un rol podrá haber acciones esperadas y acciones prohibidas. Así, el hijo
varón debe estudiar, debe jugar con sus amigos, no debe desordenar el cuarto, no debe llorar porque
es un hombrecito.
Cabe recordar que el hacer y el no hacer son consignas para la acción y son dos polos de un
mismo continuo. Por lo tanto, ambas pueden coexistir en un rol.
Es necesario aclarar que un rol cambia cuando se suman o restan funciones al mismo, pero no
cambia cuando alguna de estas acciones no es cumplida por la persona, ya que con la simple
demanda del sistema la acción está presente en un rol. En este sentido, lo que sucede es que aparecen
desacuerdos con respecto a las funciones de rol.
Es cierto que a pesar de las diferencias en las funciones de cada rol en un sistema
determinado hay también similitudes entre los sistemas familiares de una misma cultura, y es por ello
que debe considerarse todo sistema de estudio dentro de un sistema social, el contexto. Así, se
podrán apreciar funciones similares en el rol de padre en diferentes familias, pero también habrá
muchas otras funciones particulares y únicas de ese rol, en ese sistema y en ese momento vital.
En esta dirección, las funciones de un rol solo pueden entenderse y observarse teniendo en
cuenta el contexto y el momento vital en el que se encuentra la familia, para, luego de entenderlas,
poder arribar a la conclusión acerca de su funcionalidad o su disfunción en el sistema.
También deberá entenderse, al igual que ocurre con cada una de las variables que aquí se
describen por separado para su más profundo entendimiento, que siempre cada elemento del sistema
posee un carácter dinámico y recursivo dentro del sistema.
Por ejemplo, por lo anteriormente expuesto puede entenderse que el hijo puede tener una
función en su rol que comúnmente en esa sociedad se encuentra contenida en el rol de madre, ni
tampoco que realiza sus funciones, ya que esta idea partiría de una visión determinista que indica que
funciones deben contenerse en cada rol. Luego restara pensar si la función en el rol del niño es
funcional o no para sí mismo y para el sistema, tema que será analizado más adelante.
En esta dirección, más que pensar en la inversión de roles es más complejo pero más
acertado pensar en las funciones que se esperan para el rol de madre y en lugar de encontrarse
formando parte del mismo se encuentran establecidas dentro del rol de hijo.
Habiendo aclarado el paradigma del cual se desprende el concepto aquí delineado para
arribar al diagnóstico de los roles de un sistema familiar, el primer trabajo a realizar es diagramar
los roles de cada integrante del sistema, así se podría realizar un gráfico para cada rol e ir
completando el mismo con las funciones que posee cada uno. Para ello deberá observarse qué
acciones dice la persona portadora del rol realizar o no realizar y si estas fueron acordadas o
deliberadamente eligió incluirlas en su rol. Es importante dar atención a lo expresado por cada
integrante, por ejemplo desde el acuerdo o la demanda en relación con las acciones de otro, lo que
dará cuenta de las funciones de un rol determinado.
Puede ejemplificarse de la siguiente manera: una esposa que dice que prepara la cena cada
noche muy feliz y su marido asiente muestra una función consensuada y realizada basada en el común
acuerdo. También podría observarse que el marido relata lo bien que cocina su esposa cada noche,
tal cual le corresponde, porque él así lo espera. En este ejemplo hay una función de rol consensuada,
realizada, y acuerdos en la misma.
Si la esposa, en cambio, dice que cocina por el pedido de su marido pero le molesta cocinar,
o bien el marido dice que cocina muy bien aunque no es de su agrado, también está la función cocinar
en su rol, la cumple pero estando en desacuerdo con la misma y se aprecia en el discurso con
palabras como: “lo hago aunque no me gusta, lo hago porque me toca, lo hago porque todas las
mujeres cocinan”. En este sentido, la función del rol va de la mano de la obligación y el deber, como
también la elección de incorporar esa función en el rol debido a que esa familia construye el rol con
la importante impronta social y cultural, que en muchas ocasiones no evalúa las características y
funcionalidad del propio sistema.
En otro ejemplo, la esposa dice que decidió no cocinar y lo justifica a partir de diferentes
motivos, aun considerando que tiene en cuenta que es una función requerida por parte de su marido.
También en este caso podría observarse esta función en el rol de la esposa cuando el marido realiza
un reclamo hacia su mujer diciendo cuánto le molesta que no prepare la comida cada noche como él
espera. En este ejemplo se observa claramente la decisión de no realizar una función y está a la vista
en frases como: “no le voy a dar el gusto”, o “quién dijo que yo debo hacer eso”.
De la misma manera, la imposibilidad de realizar una función del rol se expresa por
justificaciones y por la palabra “pero”, que anula el enunciado anterior. Por ejemplo, cuando dice:
“me gustaría seguir cocinando como esperan de mí, pero ahora llego tarde del trabajo”, en este
ejemplo se aprecia la interrelación entre la función no cumplida con la justificación y con el reclamo.
Continuando con el mismo ejemplo del rol de esposa, podría pensarse en que la esposa dice
que decidió invitar a sus amigas todos los sábados a su casa, esta acción no es esperada por su
marido y desacuerda con ello, ya que ella se tomó la atribución de agregar una función a su rol que
no es deseada por él.
Este ejemplo va de la mano del cambio inesperado de las acciones de un integrante del
sistema, bien sean aceptadas o no por los demás. De toso modos, mas allá del acuerdo o no, la
acción esta en el rol de la esposa, la diferencia en relación con los acuerdos radica en la
funcionalidad o disfuncionalidad de esa función en el rol.
Los ejemplos serían muchos, pero siempre se deberá dar especial atención, para conocer las
funciones de cada rol en un sistema, a aquello a lo que cada persona dice de sí en cuanto a lo que
hace o no hace y, por otra parte, a lo que otros dicen de un integrante con respecto a lo que debe
hacer o dejar de hacer, lo que se espera del otro.
En esta línea de ideas, será relevante considerar los reclamos, las demandas, los reproches,
las justificaciones, los acuerdos y desacuerdos respecto de las funciones.
Por ejemplo, quien posee el mayor grado de jerarquía en un sistema es la persona que habla
primero, es a quien otros se dirigen como pidiendo permiso para dar su punto de vista, así sea desde
la mirada que pide permiso para hablar como desde el gesto de levantar la mano para luego
expresarse verbalmente hasta preguntar explícitamente si puede dar su parecer sobre el tema que se
trata.
Asimismo, la posición de mayor jerarquía se muestra espacialmente por la persona que suele
sentarse en el centro de una rueda de sillas, en los extremos de la mesa, en la silla más alta.
Es interesante considerar sistemas en los que no se observa una mayor jerarquía en los padres
sino en los hijos. Son familias donde los hijos ponen las reglas, desde decidir adónde irán a
veranear, a qué hora cenarán, de qué temas se puede hablar. Son sistemas donde el que gobierna es un
adolescente y hasta un niño.
Cuando un nivel jerárquico es compartido por dos personas, se verían en una misma posición
jerárquica el padre y la madre, ya que ambos toman conjuntamente las decisiones respecto de las
reglas que regirán la conducta de su hijo. Así, logran un acuerdo con relación a que el hijo no saldrá
el fin de semana de no haber completado sus estudios.
Se observa la jerarquía compartida cuando cada uno expresa desde el discurso que la
decisión fue tomada por ambos; el hijo escucharía de ambos padres que juntos tomaron esta decisión
y que por ello deberá cumplir estas reglas. Si se piensa gráficamente en una escalera, los padres
estarían en un mismo escalón, para ubicarse el hijo en el peldaño inferior al primero.
Diferente sería, siguiendo este ejemplo, si la madre dice que no pueda salir el fin de semana
si no completa sus estudios porque así lo dijo el papá. En este caso, si bien es la madre la que
comunica la directiva al hijo, es el padre quien tiene la mayor jerarquía, quien puso la regla que
deberá ser cumplida, tanto por la madre, que deberá comunicarla, como por el hijo, a quien va
dirigida. Siguiendo el gráfico de la escalera, se ubicaría el padre en un escalón espacialmente
superior, en el siguiente escalón estaría la madre y en el tercer escalón, el hijo.
Un sistema jerárquico rígido se observa cuando cada integrante del sistema ocupa siempre la
misma posición jerárquica; por ejemplo: siempre es el padre el que posee la autoridad. En este caso
podría el padre directamente expresar que el niño que no podrá jugar hasta no terminar sus tareas
escolares, o bien la madre podría decidir, en ausencia del padre, que es él quien ha dicho que no
podrá jugar hasta no concluir sus tareas.
En ambos casos se presenta una escala en la que el padre posee el mayor grado de jerarquía,
seguido por la madre y luego el niño en el escalón inferior. La rigidez se observa cuando la madre
debe tomar decisiones sobre la conducta del niño en ausencia del padre, pero no lo lleva adelante ya
que las reglas solamente son puestas por el padre. Aquí se observaría rigidez, en otras palabras, no
existe en este sistema la posibilidad de que la madre adopte un movimiento plástico en la escala
jerárquica y se coloque en un lugar de mayor jerarquía aun en la ausencia de quien suele tenerla de
manera inflexible, el padre.
Es importante considerar no solo las conductas sino también el área cognitiva del sistema en
lo que refiere a las jerarquías, ya que la familia piensa las cosas de una manera, posee supuestos
básicos que los guían. Los supuestos básicos son verdades que no se cuestionan, verdades que surgen
del poder y de la impronta social y cultural.
En una jerarquía flexible, tomando el ejemplo anterior, los padres van cambiando o
compartiendo la posición jerárquica para determinados temas. Así, el padre tendrá la autoridad para
ciertos temas sobre el hijo, y la madre o ambos padres para otros. Así, el padre puede decidir que el
niño no jugará si no realiza la tarea, la madre podrá decidir que debe comer en determinado horario
y ambos podrán decidir que puede ir al club los fines de semana.
Vale aclarar que con niños menores no es funcional que los mismos ocupen un lugar
jerárquico mayor al de los adultos, ya que si bien no hay verdades y cada sistema familiar construye
su escala jerárquica, no debe olvidarse que todo ello estará en intima relación con el ciclo vital
familiar, y en ello se consideran las posibilidades en las funciones y en las jerarquías según el
desarrollo biológico y con ello, psíquico, de cada persona. Es por ello entendido que un niño de
corta edad no esta preparado para tomar ciertas decisiones en un sistema familiar. Si bien parece a
simple vista un pensamiento lineal puede igualmente ser pensado desde la epistemología de la
complejidad.
Diferente sería el ejemplo si se piensa un sistema familiar constituido por los padres y los
hijos mayores de edad. En estos casos en que los hijos son adultos, incluso han formado sus familias,
por tanto son parte del sistema de estudio y de otros sistemas, podría ser funcional que en los
movimientos jerárquicos los hijos compartan en momentos un mismo nivel de jerarquía o incluso
superior al de sus padres.
Por cierto, la funcionalidad será determinada de manera particular para el sistema de estudio,
no habiendo reglas que dictaminen lo que está bien o mal. Calificar prontamente de correcto o
incorrecto hablaría de juicios que en el observador provienen de su bagaje conceptual, de su modelo
de conocimiento, que funciona como un bastón en el que se apoya para fundamentar sus inferencias,
alejándose de la observación directa del sistema objetivo para el diagnóstico.
En resumen, la jerarquía es una escala que, en el mejor de los casos, tendrá variantes y será
funcional para el sistema en un momento dado y considerando el ciclo vital familiar.
En tercer lugar, será relevante valorar el aspecto cualitativo de esta variable, siendo este el
modo en que se ejerce la autoridad desde una posición jerárquica. Cabe aclarar que para ocupar
un lugar de jerarquía, no solamente se necesita implementar conductas de dominio, sino también que
los otros integrantes lleven adelante conductas que habiliten la primera. En este sentido, no hay líder
sin seguidores y, recursivamente, no hay seguidores sin líder.
En esta dirección, las reglas impartidas por un integrante del sistema pueden ser respetadas y
cumplidas, quebrantadas actuando por lo contrario o ignoradas, siendo en los dos últimos casos una
jerarquía paradójica donde, en realidad, la persona que imparte las reglas desea tener un lugar
superior en la escala jerárquica pero no lo consigue.
Respecto de las formas de ejercer la jerarquía, siendo el aspecto cualitativo de esta variable,
se puede pensar en una autoridad ejercida de forma autoritaria, donde se imponen órdenes, ideas,
formas de hacer, de sentir y de pensar, sin tener en cuenta el consenso de los otros integrantes del
sistema, quienes en el caso de respetar y sostener este lugar jerárquico obedecerán por sumisión.
También puede ejercerse la jerarquía desde una posición aparentemente sin autoridad, pero
que practica el mayor de los controles desde la queja, el reclamo, el síntoma, conduciendo a todos en
el sistema a actuar bajo sus propias reglas. Es así como muchas veces la persona que la familia
identifica como el paciente problemático, por ejemplo inmerso en una gran tristeza, domina a todo el
sistema imponiendo una melodía de la cual él es el director, desde su aparente pasividad y sumisión.
En síntesis, la mayor jerarquía se aprecia al observar quién determina de qué se debe hablar,
cuándo se debe intervenir verbalmente, cómo se deben hacer las cosas, quién debe hacer qué, cuáles
son sus funciones, prohibiciones y permisos, calificaciones, aceptación y descalificación.
En esta misma línea de ideas, con respecto a la efectividad de la jerarquía ejercida, entendida
como autoridad, se puede pensar que una persona en el sistema tiene la autoridad por sobre las
personas que se encuentran por debajo de sí en la escala jerárquica desde el aspecto cuantitativo
porque es quien decide, quien dice cómo y qué se debe hacer, es quien pone reglas consensuadas o
no con los otros. Pero si bien ejercer la jerarquía significa poner reglas y tomar decisiones sobre el
sistema, esta función no será efectiva si las personas a quienes se dirige no respetan lo impuesto por
la persona que parece tener la jerarquía.
Es así como en realidad, este intento de adoptar una posición superior en la escala jerárquica
queda sin efecto y se ubica entonces al mismo nivel o incluso por debajo de las personas sobre las
cuales pretendía ejercer la autoridad.
Desde esta perspectiva, puede concluirse que debe tenerse especial cuidado a la hora de
observar las jerarquías porque muchas veces quien parece mandar en el sistema es justamente la
persona que se encuentra en el último escalón de la escala jerárquica, y se ubica de manera
disfuncional en esta posición, ya que desea estar en otro escalón, al cual no logra llegar.
Cabe recordar que cada persona es parte de diversos sistemas, llamados sistemas contiguos
al sistema de estudio. Por tanto, al diagnosticar un sistema humano deben considerarse aquellos
sistemas en los cuales cada uno de los integrantes forma parte. De estos sistemas es importante
conocer la información que se intercambia y también los efectos que produce en el sistema estudiado
en términos de entropía o negentropía.
Por una parte, al realizar el diagnóstico del contexto en relación con los sistemas contiguos
influyentes y relativos a un intercambio negentrópico con el sistema de estudio, se podrá observar
que los integrantes del sistema de estudio realizan comentarios respecto de información proveniente
de otros sistemas y esta información es congruente con las creencias, acciones y emociones reinantes
en el sistema.
Por otra parte, cuando los sistemas contiguos son fuente de información cualitativamente
diferente a la del sistema de estudio o bien de ellos es tomada una gran cantidad de información
desde el aspecto cuantitativo, se diagnostica como información entrópica proveniente de un sistema
contiguo.
Por ejemplo, el padre dice que su amigo sabe cómo poner límites a sus hijos y refiere a que
esta manera de proceder es mejor y diferente a la propia. Por otra parte, su esposa cuenta que su
amiga es quien sabe cómo educar a su hijo y la forma en que lleva a cabo acciones en función de ello
son las correctas y también diferentes a las que ejecuta su familia.
En este ejemplo se aprecia que la información que toman de otros sistemas contiguos
influyentes, información que ingresa al propio sistema, es cualitativamente diferente a la que existía
previamente a este intercambio de información con sistemas contiguos, siendo por ello información
entrópica que genera una crisis en el orden preexistente, de lo que va aparejado un cambio en la
organización y dinámica previos.
Se puede ver claramente que cuando los sistemas contiguos influyen de manera entrópica
rompen con el equilibrio preexistente en la familia, por lo cual se pone en jaque la antigua modalidad
de interactuar, como también pueden aparecer contradicciones entre los miembros de la familia
respecto de sus creencias, costumbres y paradigma familiar, sin olvidar que se modifican las
emociones reinantes en este sistema familiar.
Luego de pensar en esta interesante variable con respecto al contexto, la cual es por demás
amplia y fue sintetizada anteriormente considerando dos aspectos básicos como son el ingreso de
información de los sistemas contiguos en sus modalidades entrópica y negentrópica, se pasará ahora
a ver en profundidad la variable de la estructura llamada momento vital sistémico.
5.9. Diagnóstico del momento vital sistémico
Es la situación vital de la familia en la cual se enfrentan a temáticas referentes a su desarrollo
y también a situaciones particularmente significativas para ellos. En esta línea de ideas, se define el
momento vital sistémico en dos sentidos: por un lado, como un período de tiempo con características
particulares y relativas a las etapas vitales familiares y, por otro lado, se define por la presencia de
un hecho significativo.
Por una parte, respecto de las etapas vitales de la familia, se pasará a describirlas
brevemente teniendo en cuenta aquellos parámetros que están en relación con la estructura del
sistema, para arribar al diagnóstico de las mismas desde el punto de vista sistémico.
El joven matrimonio en esta etapa se enfrenta a nuevas rutinas, a un hogar compartido que
exigirá acuerdos para convivir. Deberán tomar decisiones con respecto a cada una de las pequeñas
acciones del día a día, por ejemplo, a que jora cenaran, quien pagara las cuentas del hogar, la
limpieza, las compras y otras tareas domesticas, aunque también determinaran como compartir el
baño, el orden de la casa, leer el diario del domingo, que programa ver en la televisión, entre otros
miles de escenarios que los colocan frente a la necesidad de acordar el modo de actuar, lo cual da
origen a las demandas funcionales que determinara cada uno de los roles conyugales.
Estos ejemplos parecen a simple vista vulgares o sencillos, pero justamente pretenden llamar
la atención mostrando que en los roles las funciones no son un listado de diez mandamientos
importantes, como quién proveerá en el hogar, cómo se darán amor, sino que el rol está compuesto
por miles y miles de funciones que son las pequeñas acciones, como fuera desarrollado en capítulos
anteriores.
También en esta etapa es importante considerar el contexto, ya que será significativo conocer
el grado de influencia de sus familias de origen y sus amigos. El matrimonio deberá erigir una
frontera suficientemente fuerte para controlar el ingreso de información, pero a su vez flexible para
permitir realizar cambios y adaptarse en el tiempo a las diferentes demandas externas.
Las distancias son relevantes, ya que las mismas, de no ser adecuadas al momento vital,
podrán colocarlos en posiciones extremas, desde el acercamiento que limita el desarrollo autónomo
de cada uno hasta el alejamiento extremo que alimenta la independencia y afina los lazos que los
unen como cónyuges.
La segunda de las etapas es el nacimiento del primer hijo. Aquí es relevante dar atención al
hecho de que estructuralmente en el sistema aparecen nuevos roles de padre y madre; se crea un
subsistema de padres con su límite y también es importante ver la distancia entre los padres y el niño.
Respecto de los roles, deberán determinarse las funciones que tendrán el padre y la madre,
diferenciando las mismas de los roles conyugales. Es importante diagnosticar que tanto el rol paterno
y materno como el conyugal, esposo y esposa, se encuentren diferenciados, ya que en muchas
ocasiones suele ocurrir que se confunden los mismos y lo que sucede es que por la creación de un
nuevo rol parental se ve en crisis el conyugal.
En este sentido, la claridad en los roles ayudará a resolver importantes y frecuentes
problemáticas en este ciclo vital familiar, ya que muchas veces se construye un rol que podría
llamarse madre esposa y padre esposo, que en pocas ocasiones resultan funcionales. Mejor será
poder discriminar los roles de esposa y de madre como de esposo y de padre por separado, lo que
equivale a decir qué espera el esposo de ella como madre y qué espera de ella como esposa, y
también esto aplicado a los roles de esposo y de padre.
Claro está que muchas funciones estarán entrelazadas, pero no está de más colocar el acento
en el diagnóstico por separado en cada uno de los roles, para no perder claridad en el estudio de los
roles y sus funciones, alcanzando un diagnóstico que hable de la funcionalidad o disfuncionalidad de
cada uno de los roles.
Por otra parte, es importante conocer las distancias y los límites del subsistema de los padres
respecto del hijo. En este estadio, las distancias funcionales son más cortas que en los siguientes
debido a que los padres deberán asistir a las necesidades del niño y vigilarlo muy de cerca para
darle el afecto y los cuidados que necesita en su corta edad.
La tercera etapa es el ingreso del niño a la escolaridad. Aquí es esencial tener en cuenta a
nivel estructural: el contexto, las jerarquías y las distancias.
En relación con el contexto, uno de los sistemas contiguos relevantes que aparece en esta
etapa es el sistema escolar, ya que este será de gran influencia sobre el sistema familiar estudiado.
En este sentido, se introduce en el sistema información proveniente del niño y sus compañeros de
estudio y maestros, como también información proveniente de las relaciones que establecen los
padres con los maestros y con los padres de otros niños.
También es interesante observar las jerarquías, ya que con el crecimiento del niño las mismas
se van acomodando y la jerarquía deberá ser clara y flexible entre ambos padres. Así, el padre podrá
poner y comunicar reglas en relación con el niño, como también la adre podrá ejercer su jerarquía,
no siendo funcional que el niño cobre un grado de jerarquía mayor al de sus padres en esta etapa, lo
que equivale a decir que es el niño quien pone reglas en la familia debido a factores biológicos y del
desarrollo, como se explicara anteriormente.
Finalmente, las distancias serán mayores a las de la etapa anterior, por lo cual, si mantienen
la misma distancia que en la etapa vital anterior, ya no será una distancia media y funcional sino una
distancia corta y disfuncional en el sentido de que, como toda distancia acortada, implica pérdida de
autonomía en función de privilegiar la pertenencia y, en algunos casos, la dependencia.
La cuarta etapa es la adolescencia de los hijos. Aquí, es sabido que se producen cambios
significativos en el adolescente y por ello, recursivamente, en el sistema. Desde la estructura, es
interesante analizar especialmente las distancias entre los padres y el adolescente como también el
contexto.
En relación con el contexto, el grupo de pares como sistema contiguo será especialmente
influyente sobre la familia y la información que proviene de estos sistemas contiguos podrá ser
negentrópica, aunque en la mayoría de los casos es entrópica, y esta entropía adquiere valores tan
elevados que el sistema se coloca en grandes crisis, donde todas las variables dinámicas y
estructurales son sacudidas y todo se muestra como en ebullición.
Las distancias son de gran importancia aquí, ya que el adolescente demanda una distancia
mayor a la que se habría establecido en la etapa anterior. Se observan familias disfuncionales donde
se mantienen distancias cortas, por ejemplo, padres que no dan el espacio necesario que requiere al
adolescente en relación con su privacidad y aluden a que se preocupan por conocer todo sobre su
hijo en función de su seguridad y de la propia tranquilidad.
La quinta etapa vital familiar es la salida del hijo de la casa, también llamada nido vacío, que
es cuando el hijo forma su familia o decide alojarse en su propia vivienda y deja el hogar. En los
casos en los que el hijo forma una pareja o se casa, es significativo ver la relación entre el sistema
familiar y el nuevo sistema humano que se forma, integrado por su hijo y su pareja.
En resumen, en cada etapa vital se plantean diferentes necesidades y cada una de las
variables sistémicas de la estructura adquiere particularidades diferentes. La importancia de tener en
cuenta la etapa vital radica en que muchas veces una distancia que podría ser óptima en una etapa
vital no lo es en otra, y lo fundamental es poder observar y determinar cuáles son los cambios en la
estructura que se realizan o no en función de la nueva etapa para, de esta manera, conocer la
adaptación sistémica a la etapa vital.
Por otra parte, en lo que respecta a esta variable deberán considerarse los momentos
significativos como se describiera en capítulos anteriores, se considerara todo aquello que es
relevante a esa familia y en ese momento, no cayendo en estereotipos de que es o no es significativo
social y culturalmente, en esta línea puede mencionarse un nacimiento, fallecimiento, mudanza,
vacaciones, nuevos empleos, entre otros.
Las alianzas manifiestas son aquellas en que dos o más personas declaran entre sí los motivos
de su alianza, elaboran un plan de acción común, el cual es verbalmente compartido, además de
cooperar en las acciones desde el plano pragmático. En cambio, si la alianza es encubierta, ambos
saben cuál es el fin para el cual se unen, pero no se manifiesta verbalmente.
Por otra parte, la alianza temporal o flexible es aquella por la cual las personas se unen solo
para un determinado fin y toman mayor distancia en relación con otros aspectos. Por ejemplo, los
alumnos que se unen para estudiar para un examen, ya que más allá de que se reunían periódicamente
durante mucho tiempo, solamente se unen para un fin concreto y limitado.
Por el contrario, la alianza rígida y estable es aquella en la que las personas se unen con
varios fines comunes, no solo sosteniendo esta alianza en el tiempo sino haciéndola valer desde
varias perspectivas, lo que significa que se van a aliar con diferentes fines. Por ejemplo, los alumnos
que se alían para estudiar, para salir a pasear, para hacer deporte, etc.
En una familia, la alianza se observa cuando dos o más integrantes están unidos de manera
manifiesta o encubierta para un fin común y que no es compartido por los otros integrantes del
sistema. Si esta unión se mantiene en relación con fines específicos y delimitados, la alianza será
flexible; pero si la misma no solo se perpetúa en el tiempo sino que acapara diferentes acuerdos de
compartir entre sí y no con otros integrantes del sistema, se torna una alianza rígida, similar a un
subsistema, ya que entre estas dos personas se establecen reglas, y una de ellas es no compartir con
los demás diferentes cuestiones tanto en el plano cognitivo (sus ideas) como en el pragmático (sus
acciones) y en el emocional (su sentir).
Por ejemplo, el padre que va a la cancha de fútbol con su hijo y cuando llegan a su casa se
miran con complicidad y dicen: “no vamos a hablar delante de la madre y la hermana porque es cosa
de hombres”, pero luego, en la cena, comparten todo tipo de información de la familia y personal.
Aquí se ejemplifica una alianza suscripta a una temática: el partido de fútbol, por tanto flexible,
aunque se sostenga en el tiempo.
Otro aspecto a tener en cuenta es que una alianza se establece entre dos o mas personas. No
basta con la intencionalidad de una de ellas si la o las otras no se incluyen en este tipo de relación.
Por ejemplo, el apdre que al hablar del problema de su esposa y madre de sis hijos habla en plural,
refiere desde el “nosotros” incluyendo a sus hijos para dar su critica de la mujer. Aquí el padre
establece una alianza con sus hijos, quizás coalición en el sentido de la critica a la amdre, pero esta
manifestacion no es suficiente para diagnosticar una alianza etre el padre y los hijos.
Por ejemplo, si los hijos asienten este discurso guiado por el nosotros, la alianza sí está
establecida entre el padre y los hijos. Por el contrario, los hijos manifiestan: “no me incluyas, es idea
tuya”, sería un ejemplo de la búsqueda de alianza del padre con sus hijos para colisionar con la
madre; pero se trata de un intento fallido, por no obtener la correspondencia de sus hijos.
En este último caso, no se puede hablar de alianza o coalición, sino de un intento por parte
del padre de aliarse a sus hijos.
Habiendo descripto desde la teoría a cada variable en capítulos anteriores, aquí el objetivo
será desarrollar como observar estas en un sistema, respondiendo al interrogante que surge de las
conceptualizaciones, por ejemplo, como lo diagnóstico. Para ello se pasara a considerar cada
variable teniendo en cuenta como observarla desde el mirar y el escuchar, para pensar de que manera
determinar la modalidad que predomina y cuando aparece la diferencia pudiendo fundamentar
sólidamente la hipótesis a la cual se arriba con elementos observados en el sistema.
6.2. Diagnóstico de la modalidad de la comunicación
Al adentrarse en el análisis profundo de la dinámica de un sistema, dada por la manera en que
se comunican y relacionan sus integrantes, es interesante pensar en el aspecto cualitativo de la
comunicación, siendo este el modo de transmitir un mensaje a través de las actitudes y palabras
elegidas para comunicar. Así, en la comunicación podrá predominar el reproche, el reclamo o la
demanda, la crítica, el insulto.
Esta observación, como cada una que proviene del análisis del sistema, no solamente
permitirá obtener un diagnóstico del mismo, lo que equivale a decir comprender su funcionamiento a
partir de cada elemento puesto en juego, sino que también permitirá pensar en la manera de intervenir
guiada por un objetivo claro.
Se pasará ahora a analizar la siguiente variante, siendo muy importante diagnosticar la misma
en toda comunicación humana, las respuestas de confirmación y desconfirmación.
6.3. Diagnóstico de las respuestas a la comunicación
Dentro de las respuestas que el receptor de un mensaje puede brindar a su interlocutor hay
dos: la desconfirmación y al confirmación, ambas descriptas en sus aspectos teóricos en capítulos
anteriores. En este punto se pretende ahondar en su análisis para tener en cuenta cómo observar estas
variables en un sistema y arribar a un diagnóstico de las mismas.
Así se observa que una persona confirma a otra cuando le hace saber que existe para él, bien
sea que existe para abrazarlo o para pegarle, para amarlo o para odiarlo, para descalificarlo, entre
multiplicidad de opciones. Por el contrario, la desconfirmación solo comunica la no existencia del
otro.
Por ejemplo, retomando el ejemplo del setting terapéutico, en el que se observa cuando el
terapeuta realiza una pregunta al niño y responde la madre pro él, sin mirarlo, claramente mostrando
no haber tomado en cuenta que su hijo está ahí. En este caso, la respuesta a la comunicación de la
madre hacia el niño es de desconfirmación.
Diferente sería en este ejemplo si la madre dirige al niño una fuerte mirada para luego
responder a la pregunta que el terapeuta le había dirigido al niño. En este caso, lo confirma y le
comunica “Sí existís, pero voy a hablar yo por vos”.
Como en las variables anteriormente estudiadas, es importante ver qué predomina y qué
aparece marcando la diferencia en un momento dado. Por lo tanto, en un sistema pueden coexistir la
confirmación y la desconfirmación, quizás una predominando sobre la otra. Por ejemplo, si
predomina la confirmación y se observaron una o dos desconfirmaciones, el sistema se confirma,
pero es importante considerar a qué es atribuida esa desconfirmación.
A modo de ilustración del párrafo anterior, se puede pensar en una madre que confirma al hijo
adolescente en su comunicación pero en un momento cuando se habla de la novia del hijo, la madre
lo desconfirma. Dentro de las vastas posibilidades de desconfirmación, podría observarse que la
madre mira o responde siempre a las preguntas que su hijo le realiza pero cuando habla de su novia
ya no responde y cuando recibe una pregunta de su hijo se dirige al terapeuta hablando de otro tema,
como si nadie le hubiera realizado una pregunta como si su hijo en ese instante no existiera. En este
ejemplo se puede pensar en la hipótesis de la no aceptación de un hijo que está en pareja o de su
pareja en contrapartida con aceptar, por lo tanto confirmar, a su hijo cuando habla de otros temas que
no refieren a su noviazgo.
Diagnosticando la confirmación, es importante tener en cuenta cuáles son los matices que
predominan, ya que dentro de la aceptación, que implica confirmar, se muestra qué parte del otro es
aprobada y cuál no.
No está de más reiterar que tanto la aprobación como la descalificación muestran un mensaje
que puede dirigirse a la persona como un todo o a algún aspecto de la misma. Entonces, es
importante observar en el sistema si una persona es aceptada con un gran margen de aprobación o
con una gran medida de descalificación. También, como en toda variable, debe ser diagnosticado lo
que predomina y lo que marca la diferencia.
El rechazo es un mensaje que pide distancia, le dice al otro que existe pero no es deseable
que este cerca y está íntimamente relacionado al asco desde el plano emocional. Es por ello que se
verá en el lenguaje no verbal la gestualidad facial de asco o movimientos corporales que se alejan
súbitamente del otro: apartando el cuerpo rápidamente, corriéndose súbitamente en el asiento para
adquirir mayor distancia del otro, sacando la mano que el otro depositó sobre su hombro, corriendo
la cabeza rápidamente para atrás, entre otras.
También desde la modalidad verbal las palabras pueden expresar rechazo y el diagnosticador
observará que el que rechaza dice enfáticamente: “salí”, “no estés encima mío”, entre otras formas
de expresar el rechazo. Se deberá estar atento a los movimientos súbitos y las palabras que muestran
un movimiento de retroceso, de aumento en la distancia.
Siguiendo el análisis en función de la observación de la confirmación, es útil diagnosticar la
descalificación. Como la palabra lo dice, es una calificación negativa del otro. En este sentido, se
podrán apreciar palabras como: “no servís para nada”, “siempre haces las cosas mal”, “vos no
entendés” y un gran repertorio de variantes que comunican que el otro existe pero que no califica,
diría el maestro: no ha obtenido una buena nota.
Serían vastos los ejemplos que ilustran la desconfirmación y la confirmación, como así
también los matices de esta última, pero lo importante en el diagnóstico es conocer de qué manera
existen para el otro y cuáles son los aspectos aceptados y los rechazados o descalificados.
Restara al experto diagnosticador elaborar las variables sobre base de la observación del
sistema, considerando las respuestas que da cada persona al recobir un mensaje de otra.
Continuando esta línea de análisis, es importante examinar en profundidad la coherencia de
ese mensaje que es emitido hacia otra persona, lo que será descripto en el siguiente punto.
6.4. Diagnóstico de las modalidades de la comunicación
En una comunicación, el emisor transmite varios mensajes a través de la modalidad verbal y
la no verbal, siendo estas las dos modalidades de la comunicación que en más de las veces se
presentan al unísono.
Cuando el emisor expresa a través de la modalidad verbal la emoción que siente por el otro,
pondrá en palabras la misma y será coherente con los mensajes no verbales que emite si sus palabras
refieren a un sentimiento genuino. Por ejemplo, si la madre le dice a su hijo te quiero y en su mensaje
no verbal transmite la misma emoción, guarda entonces coherencia. La coherencia está entre la
palabra te quiero y el abrazo, la cercanía corporal, una caricia, la sonrisa genuina, el tono de voz
suave, la mirada tierna.
Brevemente, puede decirse que un mensaje desde la modalidad no verbal se transmite por la
suma de varios elementos o indicadores no verbales que se ponen en juego de manera sumamente
compleja para crear un todo armónico en el mensaje. Por ejemplo, la alegría no solo se muestra con
el movimiento de los labios que dibujan una sonrisa, sino también por la apertura de los párpados
superiores, la relajación de los párpados inferiores, la contracción de los músculos que rodean los
ojos, la elevación o tensión de los pómulos, el contacto con la mirada, la relajación de las
extremidades, entre otros elementos no verbales que se reúnen para transmitir un solo mensaje no
verbal: la alegría.
Dicho esto, si bien no es la temática de este trabajo, cabe alertar sobre la observación de al
comunicación no verbal ya que no puede concluirse rápidamente un diagnostico sobre un mensaje a
partir de un solo indicador, siendo compleja toda expresión humana y guardando en ella tanto signos
universales como individuales para expresar cada emoción de manera compleja.
Aun más complejo es el hecho de que difícilmente se vivencian emociones puras y muchas
veces pueden coexistir varias emociones, por ejemplo la sorpresa y el miedo, la tristeza y la ira, etc.,
expresándose a través de la gestualidad de manera involuntaria.
Pero también es verdad que ciertos músculos pueden ser activados por la voluntad, y esta es
regida por el pensamiento. Por tanto, cuando la persona quiere de manera consciente mostrar una
emoción, puede recurrir a elementos no verbales para mostrar tanto lo que siente de una manera
quizás más o menos exacerbada de lo que en realidad siente, como también puede mostrar al otro
intencionalmente una emoción que en realidad no está vivenciando.
Un ejemplo de ello es la sonrisa social, que lejos de expresar alegría es un gesto voluntario y
de cortesía hacia el otro y también puede pretender fingir alegría cuando en realidad no es una
emoción presente en ese momento.
Retomando el diagnostico de los mensajes expresados mediante las dos modalidades verbal y
no verbal, para diagnosticar su coherencia se ejemplifico anteriormente que sucede cuando una
persona expresa su sentir a través de las palabras siendo estas coherentes o no con su lenguaje no
verbal. Cabe remarcar que lo esencial gira en torno a la coherencia o incoherencia entre estos
mensajes, como es ilustrado en el siguiente ejemplo.
Desde el lenguaje verbal, la madre podría decir a su hijo “no haces las cosas bien”. En este
discurso confirma y descalifica al otro dese el lenguaje verbal, pero podrían suceder dos cosas:
guardar coherencia o no con los mensajes emitidos de modo no verbal.
Si todos los mensajes guardan coherencia, la palabra que descalificó estará acompañada de
un mensaje no verbal también descalificador, expresado por ejemplo con: un tono de voz elevado, el
tronco erguido, mirar al otro desde arriba, elevar solo una comisura labial, apuntarlo con el dedo al
hablar, entre otros signos no verbales.
Por el contrario, si los mensajes son incongruentes entre sí se observaría, por ejemplo, que el
mensaje verbal: “no haces las cosas bien” está acompañado de mensajes no verbales que transmiten
aprobación como: un tono de voz suave, una sonrisa genuina, entre otros signos no verbales.
Cuando los mensajes emitidos desde la modalidad verbal y no verbal no son coherentes,
suele decirse que se trata de un doble mensaje, pero más que ello se puede afirmar que es una
comunicación realizada a través de las dos modalidades comunicacionales: verbal y no verbal, y los
mensajes que por estas vías se emiten no guardan coherencia, ya que transmiten cuestiones diferentes
y muchas veces contradictorias; por ejemplo, cuando se pone en palabras una emoción o actitud y
esta no corresponde a un sentir o a una disposición conductual genuina.
Como fuera conceptualizado en capítulos anteriores, mas que un dobe mensaje es un mensaje
incongruente donde dos o mas mensajes de una comunicación poseen entre si ncontradicciones. En
este sentido, realizar el diagnostico de esta vgariable no es tan simple como centrar la atencion en
dos mensajes, ua que desde la modalidad no verbal muchas veces se transmiten varios mensajes
acomplanando a la plabra, lo que dejaría esta comunicación compuesta por dos o mas mensajes que
la componene y que pueden entre ellos guardar coherencia o no
En esta línea de ideas, para realizar el diagnóstico deberá observarse detenidamente cada
mensaje de la comunicación en sus dos niveles, verbal y no verbal, partiendo del concepto de
congruencia en la comunicación más que orientarse en la búsqueda de dos mensajes, quedando así en
el terreno de la linealidad y el reduccionismo. Es oportuno recordar que los conceptos guiarán la
mirada del observador, por ello es esencial tener claridad en los mismos, para saber qué observar.
Por otra parte, al observar esta variable deberá ponerse atención al mensaje verbal y no
verbal en función ahora de discriminar si se presentan acuerdos o desacuerdos del receptor del
mensaje, siendo esta otra de las variables a observar y diagnosticar.
Siguiendo este mismo ejemplo, si el marido no concuerda con el mensaje verbal pero sí con
el no verbal, diría que no es verdad que llega siempre tarde, mostrando su desacuerdo con el
contenido, y diría que no le molesta la ira, ya que su esposa suele mostrar bronca siempre que tiene
una idea fija, así sea esta errada para él.
Claro está que si el marido no acuerda con ninguno de los mensajes, emitidos tanto verbal
como no verbalmente, expresaría que no está de acuerdo con su enunciado y con la ira que siente
hacia él.
Hasta aquí se describió la posibilidad de acordar o no con ciertos mensajes de una misma
comunicación, mensajes comunicados por la modalidad verbal y no verbal. Pero es importante al
realizar un diagnóstico observando los acuerdos y desacuerdos considerar que esta comunicación por
parte del receptor de un mensaje podrá expresarse, como toda comunicación, desde la modalidad no
verbal o también desde la verbal.
Así, por ejemplo, el acuerdo podrá comunicarse de manera no verbal con un movimiento
afirmativo de la cabeza, con una sonrisa genuina, entre otros signos no verbales, como también desde
la modalidad verbal, por ejemplo al decir: “sí, estoy de acuerdo”, “es así”, “pienso como vos”.
Vale recordar que la palabra podrá estar presente o no, pero el lenguaje no verbal comunica
en todo momento, más allá de la intencionalidad de la persona que responde a una comunicación.
También es importante considerar que el proceso de la comunicación es un interjuego de mensajes
recursivos y simultáneos. Por tanto, lejos de ser tan simple como escuchar y mirar a quien dirige una
comunicación considerándolo el emisor, deberá observarse también al receptor.
El diagnosticador experto tendrá en cuenta que todas las personas involucradas en una
comunicación comunican a la vez, siendo emisores y receptores en simultáneo. Por tanto, la respuesta
a la comunicación del emisor no será dada solamente cuando concluya su mensaje, sino también
mientras lo emita de manera verbal.
Por ejemplo, cuando la persona está comunicando una idea, el receptor está emitiendo su
respuesta, quizás moviendo afirmativamente su cabeza, mientras el otro emite la comunicación para
luego tomar la primacía en el proceso del intercambio de mensajes, primacía que parecería tener el
que habla aunque ambos comunican, y muchas veces un gesto dice más que mil palabras. Por ello,
deberá observarse con atención a ambos interlocutores, para poder apreciar los acuerdos y
desacuerdos respecto de la comunicación que reciben del otro.
También es cierto que habiendo comprendido cómo es el mensaje que emite una persona, si
es coherente o no en sus aspectos verbales y no verbales, si comunica para confirmar o desconfirmar
al otro, y también habiendo pensado en el receptor, que puede estar en acuerdo o desacuerdo no solo
con el mensaje recibido sino con alguna de sus modalidades verbal y no verbal, resta pensar en el
diagnóstico de la construcción del mensaje por parte del receptor.
6.5. Diagnóstico de la construcción del mensaje por el receptor
La realidad es construida al trazar distinciones sobre el recorte que se realiza sobre el campo
perceptivo. En este sentido, el receptor al percibir mediante sus sentidos el mensaje que recibe
realizará una construcción.
Como en toda construcción, que equivale decir proceso de percepción, la persona recorta
parte del total de la información, parte de los estímulos que le brinda el campo perceptivo, para
luego otorgarle a ese recorte una significación, una semántica, que culmina el proceso de
construcción. En otras palabras, cada persona ve y escucha lo que quiere y lo entiende como puede,
pero lo que no puede hacer es apropiarse de una copia idéntica del mensaje, copia calcada de la
construcción realizada por el emisor.
Más tarde aparece en escena un gran juez que evalúa las construcciones de casas, las
construcciones de realidad, y se encuentra con diferentes posibilidades: que la casa de ambos
constructores se parecen y hasta son casi idénticas o que son ellas totalmente diferentes, aun cuando
fueron construidas con los mismos elementos.
Este ejemplo pretende ilustrar rápidamente un concepto muy complejo y por demás
interesante al cual es invitado a profundizar, ya que enriquecerá extraordinariamente el ojo del
observador diagnosticador.
Por una parte, es conveniente señalar que el mensaje recibido a través de la comunicación
verbal será comprendido por el emisor en la medida que comprenda su idioma, las palabras del
lunfardo que utilice, pero además será importante también conocer la construcción que realice el
emisor al escuchar las palabras del otro, o sea, qué significado les da a las frases escuchadas.
Es común en este punto oír en la clínica y también en el día a día, el “te entendí mal’, “no
interpreté bien lo que querías decir”, “no sabía bien a qué te referías”, ejemplos que, más allá de
hablar de falta de entendimiento, pueden basarse en una construcción diferente a la que realizó el
emisor del mensaje.
Por otra parte, en relación con los mensajes que el emisor recibe desde la modalidad no
verbal será aun mas difícil que en su construcción se acerque a la del emisor, debido a que no solo
realizara un recorte de todos los signos no verbales expresados, sino también porque para
comprender estos mensajes el receptor deberá realizar una traducción del mensaje, lo que equivale a
decir que todo lo que percibió a través de lenguaje no verbal del otro deberá ponerlo en palabras,
procesarlo a través del pensamiento y en este cambio de lenguajes podría alejarse de aquello que
transmitió su interlocutor.
Por ejemplo, puede recortar elementos no verbales y decir “me odiás”, basado esto en que
solo reparó en el tono de voz elevado y no puso énfasis en la observación de una mirada tierna, una
postura relajada, entre otros índices no verbales del mensaje. En este caso, la construcción del
mensaje es errónea en cuanto a que se aleja de lo que quiso transmitir el otro debido a un recorte
selectivo. Es de especial importancia considerar el recorte del receptor a la hora de diagnosticar lo
referente a la recepción de un mensaje.
Resumiendo, será importante diagnosticar, en relación con esta variable sistémica, cómo el
receptor construye sobre la base de lo percibido de los mensajes enviados por su interlocutor en una
comunicación, teniendo en cuenta cuál es su recorte y cuál la significación que le otorga a lo
percibido, para finalmente ver cuánto se aproxima a la construcción del emisor.
En otras palabras, es ver si la persona comprendió lo que el otro quiso comunicar, lo cual va
de la mano de los acuerdos y desacuerdos, pero en este caso no es debido a estar en desacuerdo con
la realidad del otro, sino expresar un desacuerdo por construir muy alejado y diferente de la realidad
del otro.
También los desacuerdos podrán estar relacionados con los planos de la dinámica, en tanto
desacuerdos con las acciones, pensamientos o emociones del otro, lo cual será desarrollado en la
variante sistémica de este eje diagnóstico, aunque primero resta pensar en las relaciones que se
establecen en una comunicación.
6.6. Diagnóstico de los tipos de relación
En toda comunicación se establecen relaciones que, si bien es cierto que también son causa y
consecuencia de toda la organización del sistema, aquí serán profundizadas las relaciones en
términos de comunicación.
Las relaciones son establecidas por las conductas de los integrantes de la comunicación,
pudiendo basarse en la igualdad o en la diferencia. Lo interesante está en pensar cómo observar esto,
qué conductas son las que podrá ver en un sistema para saber qué tipo de relación predomina en los
integrantes del sistema observado.
Cuando se piensa en diagnosticar una conducta, una pregunta que guía rápidamente la mirada
a este aspecto sistémico es “¿qué hace, qué hizo, qué hará?”, ya que la conducta está íntimamente
relacionada con el hacer, y con un hacer recursivo, lo que significa que en esta línea lógica la
conducta es descripta tanto en el hacer como en el no hacer, dos polos de un mismo continuo, dos
polos de la conducta.
Desde la teoría la relación de igualdad, término acunado en este trabajo y emparentado con
la relación comúnmente llamada simétrica, está determinada por un mínimo de diferencia en las
conductas. Pero ¿en qué conductas? Parece sencillo, pero muchas veces el observador se despista al
atender a las innumerables conductas que se presentan en una interrelación. Una de las respuestas
posibles es observar la conducta predominante, la que está en primer plano de la escena, la que se
repite.
Por ejemplo, si dos personas están en una mesa de examen, su conducta más destacada es dar
o no dar información sobre lo que estudiaron. Si los dos alumnos mantienen una conducta de
igualdad, se observa que uno brinda una respuesta explayándose en descripciones sobre un tema de
examen, para el otro rápidamente brindar tanta información como el primero sobre ese u otro tema,
para seguir el primero luego de unos minutos brindando amplia información que agrega a la del otro.
Al final, ambos aportaron gran cantidad de información, sus conductas fueron de igualdad en cuanto a
ofrecer información.
En este mismo ejemplo podría suceder que el primer alumno comienza a responder a una
pregunta realizada por el examinador y en poco tiempo el segundo alumno agrega detalles al relato
del primero. Acto seguido, el primero no se queda atrás y sigue explayándose sobre el tema, pero
rápidamente el segundo agrega nuevos datos a los que venía diciendo el primero. Así, como un ping
pong, los dos van brindando información, culminando en una relación de igualdad en sus conductas
pero sobre la base de una marcada interacción mano a mano, a diferencia del ejemplo anterior.
En estos dos ejemplos las conductas resultaron de igualdad, pero se dieron de manera
diferente. Por lo tanto, no es tan importante el tiempo que demoren en igualar la conducta del otro, en
este caso en informar; sino realizar la ecuación final de la comunicación para valorar si las
conductas fueron de igualdad, entendida esta como mínima diferencia.
En la clínica sucede lo mismo, por ejemplo, una pareja frente al terapeuta tiene una conducta
de igualdad para explicar por qué “discuten”. El marido da información sobre cuándo y cómo
discuten, pero rápidamente la mujer agrega su puntos de vista, para luego continuar el marido con su
explicación, a lo cual ella agregará más información, y así continuará el diálogo que se observa
como compartido: ambos informan, ambos desarrollan conductas de igualdad.
Entonces, si la conducta es dar información ambos la darán casi por igual, pero también la
conducta se podrá observar cuando uno eleva la voz y el otro la eleva también, o bien cuando uno
adopta un largo silencio y el otro sigue sus pasos. En este caso, la conducta de igualdad se manifiesta
en la modalidad no verbal.
Quizás se colocaron en igualdad para expresar sus desacuerdos, vulgarmente dicho: para
discutir; quizás se colocaron en igualdad aliándose para defenderse frente a una intervención del
terapeuta en la cual confrontó a la pareja, o quizás se colocaron en igualdad formando una alianza
para colisionar contra otro, por ejemplo para criticar a un tercero.
De esta manera, será útil preguntarse para qué y en relación a qué se comportan de manera
igual o desigual dos o más personas.. Muchas veces los posicionamientos relacionales con las
conductas serán tan rígidos que se podrá diagnosticar una igualdad o desigualdad basada en la
rigidez producto de una homeostasis que no permite el cambio y que desea perpetuar el
funcionamiento del sistema aun siendo este disfuncional para el momento vital en el que se
encuentran y del cual el problema es el emergente que denuncia dicha disfuncionalidad.
Por otra parte, cuando predomina el plano pragmático refiere a acciones: hice, fui, hablé con
tal o cual, no hice nada, no paré de trabajar, o refiere a otra persona diciendo él hizo o dejó de hacer.
Diferente es cuando predomina el plano emocional; la persona dirá cómo se siente o sintió,
expresará por ejemplo: que estuvo muy contento, que se divirtió, que estuvo triste, que sentía un nudo
en la garganta, que tal otra persona está alegre, estuvo triste, etc.
En este plano es importante alertar al observador ya que muchas veces las personas utilizan
la palabra “sentí” para expresar sus ideas, por ejemplo “sentí que no estaba haciendo nada”, “sentí
que no podía pensar más en eso”. Aquí, la palabra “sentí” no es más que una muletilla del lenguaje
que, lejos de expresar desde el plano del sentir, introduce la frase ubicada en el plano del actuar o
del pensar.
Reuniendo estos tres planos y a modo de ejemplo, se puede pensar en una persona que llega a
su consulta psicoterapéutica y ante la pregunta del terapeuta: “¿cómo te fue esta semana?”, responde:
el pragmático que dice: “todo bien anduve sin parar, mucho trabajo, fui a tal lugar”; por otra parte, el
cognitivo, que ante esta pregunta dice: “mirá, siento que estoy mejor, me quedé pensando en lo que
hablamos y pienso que es verdad que avancé”; o bien, el que posee facilidad para expresarse desde
el plano emocional, ante la misma pregunta dirá: “me sentí genial, vi una película y no paré de
reírme, me siento aliviado, más contento, pude disfrutar de una cena con amigos”.
Es cierto que en cada persona conviven los tres planos como vías de expresión, pero podrá
haber alguno que predomina y el para qué de analizar esto es principalmente conocer la vía de
expresión facilitadora para cada persona y cada sistema. Este dato será de utilidad especialmente
para dar una tarea psicoterapéutica, ya que esta podrá apoyarse en el plano predominante, para
contar con una mayor posibilidad de que la tarea sea realizada, o también podrá trabajarse aquel
plano que es menos predominante en una persona; por ejemplo, para el que no logra poner en
palabras sus emociones, crear una tarea liderada por este plano.
Este ejemplo refería a una persona con la intención de dar una clara visión de cómo observar
el plano predominante, pero ¿cómo determinar esto en un sistema? De la misma sencilla manera,
observando el plano predominante en cada persona que compone el sistema observado.
De esta manera habrá sistemas en los que predomine un plano y otros que se presentan
totalmente mixtos. En el primer caso, todos los integrantes del sistema dan primacía al plano
pragmático. En el segundo caso, de presentación mixta, cada integrante coloca en primer lugar a uno
de los tres planos, por ejemplo, dos integrantes son mayormente pragmáticos y uno emocional.
Este ejemplo muestra la importancia de no solo determinar lo que predomina, sino cuándo y
cómo aparece la variable de una manera diferente.
Es importante considerar los problemas no manifiestos observados, ya que puede ser aquello
que el sistema no ve o no elabora de manera consciente. Será sustancial detectarlos y consignarlos en
el diagnóstico, pero de ninguna manera el problema implícito será llamado “la verdadera causa del
problema familiar”, porque no solo se está realizando una atribución arbitraria, sino que se está
efectuando una evaluación lineal que lejos está de arribar a un adecuado diagnóstico del sistema
humano entendido desde la epistemología sistémica que debería guiarlo para que cobren sentido sus
términos y, por tanto, su observación.
Por ejemplo, se presenta una familia y tanto el padre como la madre manifiestan que el
problema es el niño que no estudia, pero el terapeuta rápidamente consigna en su historia clínica que
el verdadero problema son los desacuerdos en la pareja de padres. Es cierto que esta observación es
válida, pero en tal caso la familia tiene dos, cuando no más problemas: uno que denuncian de manera
manifiesta y otro observable pero que no es puesto de manifiesto verbalmente, lo que equivale a
decir que no es este último el motivo por el cual consultan al especialista.
En esta misma línea de ideas, sería una mirada lineal y reduccionista pensar solamente que la
causa de que el niño no estudie es lo que evita los desacuerdos de sus padres, los cuales podrían
culminar en su separación. El problema aquí parece estar construido sistémicamente por los dos
problemas mencionados: que el niño no estudia y las discusiones de los padres, lo cual a fines
diagnósticos puede discriminarse diciendo que el primero es el problema manifiesto y el segundo el
latente.
No obstante, de ninguna manera puede entenderse que solo uno es el verdadero problema
porque ambos son el problema en ese sistema. En verdad, hay dos problemas que se retroalimentan:
los desacuerdos y la conducta del niño, quizás como el huevo y la gallina. Es una pérdida de tiempo
pensar en cuál es la causa y cual el efecto, o cual es el llamado verdadero problema, porque ambos
se presentan recursivamente constituyendo un todo que sin duda estará interrelacionado con otros
elementos que componen la recursividad del sistema como un todo.
Muchas veces el terapeuta observa el sistema y al emitir su diagnóstico dice que “en
realidad, lo que le pasa a la familia lejos está de lo que manifiestan, ya que su verdadero problema
es…”. Quizás esta manera de jerarquizar lo observado y, en el peor de los casos de alejarse de lo
observado para arribar a conclusiones que se van encadenando inferencia tras inferencia en una
linealidad sin retorno, deja al observador con una construcción de realidad tan alejada de la del
paciente que solamente propiciará confusión para todo el sistema terapéutico, esto es, la familia y el
terapeuta.
En este sentido, es descripto en muchas literaturas que se ocupan de la salud mental que si no
se ataca la verdadera causa del problema, la raíz del síntoma, el mismo se repetirá de igual o de otra
manera.
Este enunciado responde a un pensamiento lineal y está sustentado por el narcisismo de quien
observa como portador de una única verdad, cuando en realidad la única verdad es la del paciente y
lo difícil aquí es aceptar la incertidumbre de no saber y afilar la observación tanto desde la escucha
como desde la mirada para poder
comprender y acercarse a la realidad de los apcientes, a la realdiad del sistema que se observa, a lo
que manifiestan en el mas amplio sentido, entendinedo que todo esta recursivamente conectadk en la
psiquis de una persona y en las varibales de un sistema, plor lo que modificando solo un elemento se
modifica la totalidad.
No está de más decir que cuando se realiza el diagnóstico de un sistema humano están en
juego muchísimas variables del sistema e individuales, que podrían pensarse como hilos invisibles
que unen a las personas, sus vínculos, su ordenamiento, su dinámica. Así, la observación intenta
acercarse a la realidad del otro entendiendo que no hay una única verdad y que la misión es conocer
la verdad del sistema.
La familia debe expresarse de todas las maneras posibles para dar a conocer su realidad y el
terapeuta deberá tener la experticia de guiar al sistema para que pueda expresar ampliamente su
realidad y asegurarse de haberla comprendido; por tanto, haberse acercado tanto como sea posible a
la realidad que observa.
Si bien no es tema de este desarrollo, es relevante decir brevemente que cuando se recibe un
mensaje no verbal, principalmente con relación a la comunicación de las emociones del otro, será
ideal en psicoterapia metacomunicar para lograr una construcción semántica semejante a la
elaborada por el emisor de dicho mensaje.
Cabe reiterar que a lo largo de este capítulo se menciona “el problema” en singular, ya que si
bien un sistema puede mencionar una multiplicidad de problemas, se deberá delimitar y cercar el
problema para continuar con la exploración del mismo en relación con las siguientes variables. Por
ello, se hará referencia en singular al problema, sin olvidar que un sistema siempre posee una
multiplicidad de disfuncionalidades que pueden constituir el problema.
Un término abstracto no será oportuno en un buen diagnóstico, por lo cual será necesario
redefinir y traducir lo abstracto a concreto. Por ejemplo, una persona de un sistema familiar dice
que el problema es que está angustiado. A través de diferentes preguntas se llegaría, por ejemplo, a
obtener la siguiente información acerca del problema que permitiría decir que “el” problema es que
está triste, que no va más a jugar al futbol, que piensa continuamente que la vida es aburrida para él.
Así, el problema ahora será lo que hace o no hace, sus emociones y sus pensamientos, reemplazando
la palabra abstracta “angustiado” que hacía alusión a su problema.
En el caso anterior se podrá trabajar en actividades que le den sentido a su vida, en la manera
de retomar su juego de fútbol ya que le gusta y no logra hacerlo, etc., pero siempre se podrá trabajar
sobre elementos visibles, tangibles, no solo para proponer una tarea sino para medir y evidenciar el
cambio.
Nótese que continúa respondiendo de manera poco concreta, ante lo cual las preguntas
deberán ir guiando al paciente a definir de manera concreta aquello que le sucede. Por ejemplo,
podría decirle: “pero ¿qué te produce el hacer muchas cosas al mismo tiempo?”. Quizás responda:
“tensión, me como las uñas, tengo ganas de tirar todo por el aire. También podrá preguntarse luego:
“¿qué piensa cuando quiere tirar todo por el aire?”.
Y él podrá decir que piensa en todas las cosas pendientes que tiene que resolver y no puede.
En este sentido, ya se puede pasar el síntoma abstracto a lo concreto, por tanto redefiniendo
el síntoma estresado, lo que podría realizar con la siguiente intervención, diciendo al paciente:
“señor, si entendí bien, lo que a usted le sucede es que hace muchas cosas a la vez sin concluir
ninguna, que tiene ganas de tirar todo por el aire, se come las uñas y que piensa en todas las
cosas pendientes que tiene que resolver. Señor, si entendí bien, este es su problema?”.
De esta manera, un listado de verbos, de acciones, posibilita medir los cambios, prescribir
tareas y hablar de manera más tangible sobre el problema. Piense ahora la diferencia entre el
problema manifiesto y concreto enunciado con el llegar a una segunda sesión y decir al paciente:
“quería preguntarle: ¿usted estuvo esta semana más o menos estresado?”.
También es interesante pensar que el problema gira en torno del verbo saber. La familia se
presenta porque “saben” cuál es el problema, pero “no saben” como solucionarlo, o bien porque “no
saben” que les pasa. Es de destacar también que la familia puede presentarse para obtener la
aprobación del terapeuta sobre “un saber sometido”, signado por el somos así. En todos los casos el
problema está íntimamente ligado al saber.
En esta misma línea de ideas, el saber de sí y el saber de la familia nunca está agotado, pero
el tomar conciencia del no saber es abrir un signo de pregunta que incomoda y debe ser cerrado
motivando la búsqueda de ayuda profesional.
De igual manera, es importante considerar los rótulos diagnósticos clínicos como problemas
abstractos, ya que cuando un paciente dice “tengo fobia”, “tengo depresión” o “pero aún soy
depresivo”, no deberá asumirse qué “es” lo que le sucede. Lejos de ello, y si bien es cierto que
determinados síntomas serán comunes a los pacientes con este diagnóstico psiquiátrico, aun así,
nunca será exactamente igual para cada persona. Por lo tanto, deberá traducirse el rótulo a nivel
concreto.
Para llevar el rótulo a una manifestación concreta del problema podrá preguntarse al paciente
por ejemplo: “si bien creo comprender lo que le sucede, quisiera ampliar un poco más, ¿podría
decirme qué siente usted?”. Podrá responder “siento un nudo en la garganta”, “tengo pocas ganas de
hacer las cosas de rutina”. Luego podrá preguntarle: “cuando tiene un nudo en la garganta, ¿qué
hace? Y dirá que se queda en su casa y se acuesta a dormir. También podrá preguntarse: “¿qué
piensa cuando tiene ese nudo en la garganta?”. Dirá, por ejemplo, que piensa que nunca más tendrá
un novio como el que la dejó.
Así se traducirá el síntoma, dejando atrás el rótulo “soy depresivo” y pasando este a
acciones, pudiendo decirse, por ejemplo: “si entendí bien, el problema a trabajar es que usted pasa
gran parte del día con un nudo en la garganta y tiene pocas ganas de hacer las cosas de rutina,
también se queda en su casa y se acuesta a dormir y piensa que nunca más tendrá un novio como
el que la dejó, ¿yo comprendí lo que le sucede?”.
Así, las acciones, emociones y pensamientos sustituyen el rótulo; lo abstracto, lo difuso,
lo indefinido, toma forma y abre las puertas a un trabajo guiado por un buen diagnóstico, en el
cual se incluirá la definición concreta del problema de la persona y del sistema que se estudia.
En el primero de los casos, el sistema sabe qué le sucede y denuncian su problema de manera
manifiesta. En este caso, además de obtener una definición concreta del problema es interesante dar
atención a los verbos que acompañan los sustantivos, principalmente a los verbos querer, poder,
deber.
Muchas veces el problema es querer algo que no se logra, otras es no poder llevar a cabo
algo deseado, y otras es que el “debo” ocupa la primera plana, opacando el quiero y restringiendo
toda posibilidad de disfrute y de placer en un sistema.
En el segundo caso, la familia no sabe lo que le pasa; concurren a la sesión por un malestar
familiar generalizado o por el malestar inespecífico de uno de sus integrantes. En este caso se
esclarecerá cuál es el problema al realizar el diagnóstico completo del sistema en cuanto a su
estructura y su dinámica.
Habiendo definido el problema manifiesto, siendo este concreto, libre de rótulos y
esclarecido por medio del sistema, se pasara a considerar ampliamente dicho problema a través de
las siguientes variables de este eje de estudio diagnostico.
7.2. Diagnóstico de la atribución causal
Como fue definido anteriormente, la variable “atribución causal” recibe este nombre ya que
cada persona en el sistema atribuye una causa a lo que les sucede.
En ocasiones las personas del sistema observado, por ejemplo una familia, concurren a la
sesión psicoterapéutica mencionando su problema pero desconociendo una atribución causal. Aquí es
cuando en la clínica la persona se presenta y dice que desconoce el porqué; por ejemplo, no sabe por
qué motivo se siente desmotivada, o bien una mujer desconoce la causa de las discusiones con su
marido.
En este caso, frente al signo de pregunta que plantea el porqué, lejos de sumergirse en la
incertidumbre que le plantea este interrogante al sistema, o mejor dicho al observador del mismo, se
deberá emprender un dialogo apuntando a guiar al sistema a explicitar la causalidad y en ningún caso
se deberán ofrecer respuestas imples y unicausales no fundamentadas en la observación que
obturarían la pregunta, y por ello, la posibilidad de construir una respuesta por parte del sistema.
Luego de conocer la atribución causal del problema manifiesto se podrá pasar a considerar
dentro de esta variable otro de sus atributos, que es la multicausalidad, ya que muchas veces el
sistema ofrecerá una respuesta causal lineal. En otras palabras, bien sea de manera directa o a través
de la indagación, llegarán a encontrar y ofrecer una única explicación a lo que les sucede.
Si el terapeuta queda en esta posición, estará en el terreno del diagnóstico unicausal del
problema, y si este no es desterrado para permitir que entre en juego la multicausalidad, necesaria
para un buen diagnóstico de un sistema humano entendido desde la teoría de la complejidad, cerrará
las puertas a las diferentes posibilidades de solución.
Cabe recordar que la multicausalidad refiere a que un evento siempre es ocasionado por
múltiples causas, las cuales recursan sobre la primera.
A modo de ilustración, puede pensarse en una familia que se presenta en el setting terapéutico
y dicen que el niño se comporta de mala manera siempre que viene su abuela, explicando que corre
por la casa, grita, tira las cosas al suelo, entre otras conductas no deseadas, que atribuyen a la no
deseada presencia de la abuela por parte del niño.
Podrá preguntase qué otras cosas piensan que colaboran con su mal comportamiento, además
de la presencia no deseada de la abuela para el niño o, en otras palabras, por qué más podría tener
esos comportamientos en presencia de su abuela. Así, por ejemplo, podrán decir que también sucede
que cuando viene la abuela, ellos le dan toda la atención a ella para que se sienta bien recibida;
también, que notaron que la abuela dialoga con ellos sin prestarle atención al niño, entre otras
múltiples causas que podrían ser atribuidas al problema manifiesto por la familia.
En un simple ejemplo, puede observarse lo enunciado al decir que el jardín se secó porque
no llueve, realizando una atribución causal externa al sistema, que en lugar de decir que además de la
escasa lluvia ningún integrante de la familia regó el jardín, realizándose en este último caso una
atribución causal tanto interna como externa al sistema.
Entonces, atribuir causas externas a un evento es una manera menos comprometedora, y más
aún cuando estas evitan que se impliquen no solamente los otros integrantes del sistema, sino también
el que realiza la atribución.
En esta dirección, si bien es cierto que muchas veces los integrantes del sistema echan mano a
las causas externas para no implicarse, otras veces el diagnosticador puede encontrarse con un caso
totalmente diferente, el de un único implicado.
Resta pensar en relación con la atribución causal, que no solamente la causalidad es interna
cuando las atribuciones están puestas sobre un integrante del sistema, sino sobre todos los integrantes
del sistema y este será el objetivo que guie las preguntas para arribar al diagnostico en este punto de
análisis.
En tal sentido, a la hora de realizar el diagnóstico deberá guiar a los integrantes del sistema a
explicar la causalidad del problema manifiesto, orientado a conocer un amplio abanico dentro del
rango de la temporalidad, considerando entonces no solamente causas pasadas, sino también futuras.
Una de las preguntas que guía a construir y conocer la respuesta en relación con la causalidad
temporalmente ubicada en el futuro es pensar qué cosas presume que pasarían, a qué le teme, qué
haría o dejaría de hacer en el futuro en relación con el problema que manifiestan. Por ejemplo, una
familia podría presentarse y decir que el esposo está muy triste porque además de actualmente ser
parte de constantes desacuerdos con su esposa, su tristeza se originó cuando lo despidieron de su
trabajo y también teme no encontrar un nuevo empleo por no sentirse capaz de realizar otras tareas o
adaptarse a un nuevo ámbito laboral.
En este ejemplo se aprecia una atribución causal pasada con respecto al despido, una futura
con respecto al miedo que guía el sentir y el actuar futuro que retroalimenta su tristeza y los
desacuerdos con su esposa en el momento actual, todo ello abarcando un espectro amplio en la
temporalidad que se ubica tanto en el pasado como en el futuro.
En este sentido, si bien los elementos recursan, podría tomarse uno como punto de partida
para el análisis, y es el problema manifiesto, al tristeza, y desde y hacia él se dirigen conexiones
recursivas con respecto a los desacuerdos, el miedo a acciones futuras y el despido como elemento
causal pasado.
Es evidente que no es una sucesión de linealidades lo que podría pensarse al leer este
ejemplo, pero se describe de esa manera ya que siempre se deberá sostener el problema manifiesto
como un punto de partida para el mejor entendimiento de los integrantes del sistema, teniendo
siempre en cuenta que este modo de pensar guíe las preguntas pero no así el pensamiento complejo
del diagnosticador, quien sabrá que la multicausalidad es una recursión infinita de hechos en la cual
es casi indescifrable conocer cuál el punto de inicio.
En este sentido, se habla de temporalidad solo a efectos de ordenar y esclarecer para los
integrantes del sistema y para el diagnóstico la multicausalidad en términos de causalidad sobre el
problema manifiesto.
Concurre una familia a la sesión psicoterapéutica y la esposa dice estar muy angustiada
porque su marido no está bien, tiene depresión porque ha sido despedido de su trabajo luego de diez
años, ahora tiene cincuenta y cinco años y está muy deprimido por haber sido despedido. El señor
refiere de la misma manera al problema de este sistema, diciendo que tiene una intensa angustia y que
“la” causa es que su jefe lo despidió del trabajo y la culpa es del jefe porque es una mala persona y
ya lo tenía entre ojos.
Puede observarse que el problema es abstracto, está angustiado, y que está rotulado como
depresivo, que la atribución causal es externa al sistema: el jefe es el culpable de su tristeza, y que la
causalidad es única y pasada: lo despidieron.
Claramente sin inferir arribando a conclusiones que se alejen de lo que le sucede al sistema,
se deberá observar a la familia; en este sentido, escuchar, preguntar, mirar, para obtener una
respuesta sobre la atribución causal que se base en la multicausalidad, en la temporalidad y en las
atribuciones causales tanto externas como internas al sistema.
Por ejemplo, el terapeuta podría decir: “si comprendo bien, el problema de esta familia es
que no sale de su casa, que no va más al club, se queja todo el día, que siente un nudo en la
garganta ligado a la tristeza”. Estas acciones y emociones enunciadas por el terapeuta son el
problema y queda redefinido el rótulo y desterrada la definición abstracta e impersonal de la
depresión.
Luego, en la exploración de la multicausalidad, podría por ejemplo apreciarse que no solo su
jefe lo tenía entre ojos, sino que él estaba faltando a su trabajo por su desmotivación hacia el mismo,
que la empresa ya hacía tiempo que estaba despidiendo otros trabajadores, que no dialoga hace
meses como solía hacer con su esposa, que teme no conseguir otro trabajo por su edad y la
discriminación social al respecto en materia de toma de personal, que sus hijos le perdieron el
respeto y no obedecen sus órdenes.
Luego de alcanzar una idea acabada de la descripción y atribución causal del problema, resta
pensar en las siguientes variables del mismo, por ejemplo en su temporalidad, término que no deberá
confundirse con la atribución temporal de causalidad.
7.3. Diagnóstico de la temporalidad del problema
Desde la teoría se fundamentó esta variable definiendo la temporalidad del problema como la
historia del mismo, lo cual implica conocer su inicio, continuidad y frecuencia.
También fue explicado ampliamente que es bien sabido que un problema es percibido como
que posee su origen en un momento dado, pero también es cierto que genera recursiones que
construyen su temporalidad, y por ello es difícil precisar cuál es su inicio y trazar una línea en el
tiempo a modo unidireccional, ya que todo evento se entiende como circular y multicausal.
Considerando que sería dificultoso pensar un diagnóstico desde esta perspectiva porque el
sistema piensa de manera lineal, será conveniente introducir esta variable en el diagnóstico a modo
lineal para trazar una historia del problema en la cual pueda distinguirse el inicio y la frecuencia con
la cual se presentó el problema manifiesto.
Para realizar el diagnóstico, la exploración de este punto estará guiada por la pregunta
“cuándo”; por ejemplo: ¿Cuándo recuerdan que comenzó esto que dicen que les sucede?”.
Asimismo, es importante conocer si hubo algún evento significativo para el sistema asociado
con ese momento de inicio de la línea temporal del problema. En ocasiones la respuesta será clara y
dirán que el problema empezó en tal año, tal mes, en el pasado verano, hace tres meses, etc. En otras
la respuesta no será tan definida, bien sea por la proyección del malestar hacia el pasado o por la
respuesta evasiva, que intenta quedarse en el presente en aras de subrayar la importancia del
momento actual.
En estos casos, la respuesta será, por ejemplo, “Esto siempre sucedió”, “Ni recuerdo cuándo
empezó”. La palabra siempre remite a una evasiva o a la falta de claridad del sistema para definir la
temporalidad de un problema.
Además de conocer el inicio del problema, será importante saber acerca de su frecuencia, lo
que remite a cómo se desarrolla el mismo desde su inicio hasta el momento actual.
En este sentido, las palabras: “siempre, nunca, algunas veces”, son términos inespecíficos
a la hora de enunciar con precisión la temporalidad del problema. Distinto es describir la
temporalidad de manera concreta o precisa, por ejemplo: desde que nos conocemos, dos días por
semana, por dos horas, etc. Claro está que deberán realizarse las preguntas adecuadas para conocer
la significación de cada término para cada persona.
Teniendo así una descripción cada vez más detallada y amplia del problema manifiesto en
cuanto a su definición, su atribución causal y la temporalidad, como también acerca del marco
situacional en que se despliega el mismo, resta continuar con otras variables, como la atribución de
gravedad.
7.5. Diagnóstico de la atribución de gravedad
La atribución de gravedad del problema es la magnitud otorgada al mismo por los integrantes
del sistema. Como fuera distinguido anteriormente, esta concepción se basa en la mirada desde la
teoría de los sistemas y en la construcción única realizada por los integrantes del sistema de estudio,
sin desconocer otras definiciones que surgen a la luz de la psicología y la psiquiatría; y en este
sentido es que se antecede la palabra gravedad con el vocablo atribución.
En este sentido, la pregunta que apunta a conocer el problema manifestado en las áreas del
pensar, el sentir y el actuar ayudará a realizar por parte de los integrantes del sistema la valoración
que es atribuida a su problema en cuanto a su gravedad.
La gravedad atribuida por el sistema puede ser coincidente con la gravedad sistémica, esto
es, la disfuncionalidad de sus variables, y en algunos casos puede ser totalmente opuesta, ya que
quizás hay menor gravedad en el sistema porque hay menor rigidez y mayor movilidad homeostática
pero la percepción y atribución de gravedad de los integrantes del sistema es alta, ya que sienten que
todo se mueve a gran escala.
Al pensar en las preguntas que guían a diagnosticar esta variable, sería absurdo indagar en
forma directa sobre el nivel de gravedad que representa el problema manifiesto, ya que en general
las personas calificarán su problema como medianamente o muy grave. Por ello puede pensarse en
una segunda opción para valorar la atribución de gravedad, y es preguntar orientándose por los tres
planos: el pensar, el sentir y el actuar.
Por ejemplo, si la persona dice que realizaba muchas actividades deportivas, que frecuentaba
varios grupos de amigos en los diferentes días de la semana, que salía con su esposa a cenar
semanalmente, que solía reírse al ver una película, pensar en diferentes cosas sobre su trabajo, su
familia, sobre sus proyectos y sus recuerdos y ahora nada de eso ocurre ya que tan solo puede ir a
trabajar, no logra sentir alegría y su pensamiento redunda en las ideas que dicen son su fuente de
preocupación. Para esa persona es evidente que la atribución de gravedad que otorgaría a su
problema es muy elevada debido a que se ven afectadas sus áreas del pensar, del sentir y del actuar.
Asimismo, es importante considerar no solo los aspectos de cada área allegados al problema,
sino también aquellos que se conservan, en otras palabras, los aspectos positivos, ya que estos
siempre están presentes. Cuando una familia consulta a un terapeuta familiar piensan que disponen de
poco tiempo para hablar de lo que anda bien para ellos y se limitan a nombrar lo negativo, lo que no
funciona, y esto es solo una cara de la moneda. Sin conocer la otra parte no se tendrá una dimensión
total del mismo, principalmente en lo que respecta al nivel de gravedad.
Es oportuno recordar que al guiar a las personas a comunicar sobre el plano pragmático es
tan importante conocer lo que hace como también lo que no hace, hacer y no hacer son dos caras de
la misma moneda. Tanto el hacer como el no hacer remiten a acciones que forman parte del plano
pragmático, y de hecho, el problema puede estar constituido por el hacer y en otras por el no hacer,
entendiendo que no siempre el no es negativo para un sistema, sino por demás necesario en
ocasiones, más allá de la connotación negativa que porta la palabra “no”. También el “no” esta de la
mano del límite, siempre necesario en las interacciones sistémicas, limite que mantiene rasgos
saludables de interacción.
Por último, es importante distinguir entre dos importantes términos: lo urgente y lo grave.
Como se desarrollara anteriormente, la atribución de gravedad es aquella otorgada por la familia, así
como también la de urgencia. Y aquí debe subrayarse que “todo lo grave siempre fue urgente, pero no
todo lo urgente será grave”, si la urgencia es atendida en tiempo y forma.
También servirá para arribar al diagnóstico de esta variable la observación visual y auditiva
de la manera en la cual refiere a los hechos cada integrante del sistema de estudio, teniendo en cuenta
el cuidado que merece considerar el lenguaje no verbal.
Por ejemplo, una de las personas comienza diciendo que ante el problema siente un nudo en
la garganta, otro dice que de cara al problema sale corriendo de la casa para buscar ayuda; otro, que
pasa minutos pensando qué hacer frente a ello. En esta descripción se observan los planos
predominantes en cada integrante del sistema, siendo estos el sentir, la acción, el pensar,
respectivamente.
Será significativo considerar en el diagnóstico del problema los planos predominantes, ya
que facilitará al terapeuta el armado de una estrategia de trabajo en la cual incluya tareas apropiadas
para ese sistema.
Siguiendo dentro de la variable “manejo del problema”, además de conocer los planos
predominantes en el sistema, relativos al sentir, pensar y actuar, será de igual importancia conocer el
modo en el cual se maneja el problema.
El modo de manejo del problema es la manera en que afronta un sistema el mismo en el
sentido cualitativo, y esto incluye: si evitan el problema, si compiten para encontrar una solución, si
concuerdan o desacuerdan, entre otros.
Habiendo analizado esta variable, es interesante pensar en las funciones del problema, ya que
este siempre cumple un papel dentro del sistema que gesta y que lo genera.
7.7. Diagnóstico de las funciones del problema
Es interesante recordar que el problema posee una multiplicidad de funciones en un sistema,
siendo estas particulares a cada sistema de estudio. Pero es importante discriminar dos funciones
esenciales, ya que siempre están presentes en todos sistemas: la función homeostática del problema y
la función del beneficio secundario.
La función homeostática no se indaga mediante preguntas directas, ya que se desprende del
análisis global de las variables estudiadas en cada eje, por lo cual será un dato a consignar al
realizar el diagnóstico en su etapa final, en la que se integran las variables.
En este punto es necesario ampliar la información con respecto al estudio de la función del
problema en cuanto a su beneficio secundario, siendo este el que surge de la presencia del problema
en el sistema humano. En otras palabras, el beneficio secundario constituye aquellos beneficios que
gana cada integrante del sistema.
Para indagar sobe el beneficio secundario del problema, será útil preguntar en forma directa
a los integrantes del sistema sobre el para qué del problema.
Para realizar el diagnóstico de esta variable se explorará, por ejemplo, qué actividades
dejaron o iniciaron desde la presencia del problema o, también, cuáles son las ideas que toman la
primera plana en cada uno y cuáles son las emociones predominantes, como también cuáles eran las
emociones que quedaron en un segundo plano.
Por ejemplo, frente a la tristeza de la hija, la madre deja el trabajo que tanto le disgustaba
realizar en función de acompañar a su hija, el padre también permanecerá en su caso los fines de
semana dejando de ver al grupo de amigos con quienes ya no se divertida, y la hija aun transitando su
tristeza, deja sus estudios universitarios, en los cuales no se sentía a gusto y no llevaba una
trayectoria exitosa en cuanto a sus exámenes. Este ejemplo que fuera ya brindado, muestra con
claridad los beneficios para cada uno en función del llamado problema o síntoma.
En el área pragmática, el padre dejó de frecuentar el grupo de amigos con quienes solía
reunirse los fines de semana y a pesar de que lo expone a modo de queja bajo la justificación de
quedarse junto a su esposa e hija que requieren de su compañía, la indagación más profunda llega a
conocer que ya no disfrutaba de aquellos encuentros.
La madre relata que dejó su trabajo ya que el psiquiatra le recomendó estar cerca de su hija y
acompañarla en el momento difícil que atraviesa, como también darle la medicación recetada para la
depresión que le fuera diagnosticada. En las idas y vueltas del discurso relata que aquel trabajo no
era bueno para ella porque si bien lo necesitaba, era escaso dinero y el ambiente laboral era poco
satisfactorio para ella.
La hija relata con tristeza y desde la imposibilidad el no poder continuar con sus estudios
universitarios, pero también, al hablar de ellos, muestra su desconcierto en relación con su
orientación vocacional y su insatisfacción con el grupo de estudio y la carrera elegida.
Hasta aquí, en relación al área pragmática, se observan beneficios secundarios del sistema,
como no disfrutar del encuentro con los amigos, dejar un trabajo poco satisfactorio y una carrera
universitaria y grupo de estudio que no eran placenteros o significativos.
Siguiendo con este ejemplo, y pensando en el área del pensamiento, se observa que el padre
dice que no deja de pensar en su hija aun cuando esta trabajando, que se encuentra muy preocupado
por su recuperación y por su futuro, pero también dice que antes solía pensar de manera continua en
el dinero y las necesidades económicas de la familia, lo cual le era displacentero, pero ahora tiene
temas más importantes en los cuales pensar, por ejemplo en la salud de su hija.
La madre quien dice que solo piensa y atiende a su hija el día completo, también relata que
antes solía pensar continuamente en su marido, con quien había tenido un desacuerdo cuando pensó
que salía con otra mujer, lo que originó en aquella época pensamientos reiterados sobre la
infidelidad de su marido, pero ahora solamente puede pensar en su hija.
La hija dice que actualmente no logra pensar en nada en particular debido a su profunda
tristeza, pero que antes solía pensar en su ex novio, ya que nunca comprendió por qué la dejó sin
explicación alguna.
Una vez más, el sistema obtiene beneficios secundarios del problema manifiesto en relación
con el área del pensar: ya no piensan más en aquello que los preocupaba, que los molestaba, sino que
todos piensan en el manifiesto problema, lo aparentemente importante en la familia y motivo absoluto
de su presente displacer.
En el área de las emociones también aparece el beneficio secundario, ya que las tres áreas
recursan indefectiblemente y muestran las dos caras de una moneda, el antes y el después, el
problema y sus beneficios secundarios.
Así, en el área del sentir, por ejemplo, el padre dice que antes sentía una gran ira, lo cual
expresa como bronca hacia su trabajo, hacia su mujer, que no buscaba un trabajo de mejor paga; pero
que ahora no siente ira, ya que está triste por ver a su hija tan deprimida.
Por otra parte, la madre dice que antes solo sentía celos por su marido, pero que actualmente
siente también tristeza al ver a su hija todo el día en su cuarto y extrañar sus sonrisas.
La hija, quien se presenta triste, también deja ver que épocas atrás a la aparición del
problema manifiesto, como ellos rotulan su depresión, solía sentir mucha bronca, ira hacia su ex
novio, y que esta emoción la llevaba a estar a disgusto con sus amigos y a odiar a todo hombre que se
le acercaba.
En este ejemplo, quizás extenso pero por demás simple en comparación con los datos que se
pueden apreciar en un sistema en relación con el beneficio secundario, puede verse cómo el
beneficio secundario nunca es uno y siempre se encuentra expresado en todos y cada uno de los
integrantes del sistema y en las tres áreas básicas del pensar, el sentir y el actuar, que merecen de una
exhaustiva exploración en todo diagnóstico sistémico.
Se pone de manifiesto así que al realizar un diagnóstico y, por tanto, observar para obtener
datos que fundamentan el mismo, se deberá dar atención al lenguaje verbal y no verbal. En el primero
serán importantes no solo las palabras, sino las construcciones y la semántica que estas poseen, y en
el segundo se deberá dar especial importancia a la expresión de la emociones a través de la
gestualidad.
Es sabido que la palabra “pero” contradice el enunciado anterior; por ejemplo: “me gusta
cómo eres, pero tendrías que sonreír más”. Aquí, la segunda parte anula la afirmación primera.
Muchas veces podría escucharse que un integrante de la familia dice: “no es que no valore
que me cuidan, pero igual sigo deprimido”, o bien “valoro mucho que mi familia se ocupe pero no
quita mi depresión: o bien “lamento no poder trabajar pero estoy deprimido”, y así se podría
enunciar una infinidad de ejemplos en los cuales sale a la luz y de manera explícita el beneficio
secundario del síntoma.
En general, ante un enunciado que contradice parte del mismo se podrá claramente conocer el
beneficio secundario del síntoma. Tomando los ejemplos anteriores: “lamento no poder trabajar pero
estoy deprimido”, una hipótesis es que no lamenta no poder trabajar, siendo este el beneficio
secundario.
Igualmente, desde el lenguaje no verbal podría observarse que conjuntamente con las
palabras que enuncian tristeza se deslice una sonrisa de alivio al decir que lamenta haber dejado sus
estudios por causa de la depresión. Aquí el lenguaje no verbal deja a la luz la emoción genuina
asociada al beneficio secundario.
Es oportuno aclarar que los ejemplos anteriores solo intentan ilustrar y de ninguna manera
pretenden ser una indicación lineal y acabada, ya que el lenguaje es vasto y en la combinación de las
palabras, conjuntamente con los elementos no verbales que la acompañan se conocerá el sentido de
la comunicación, y nunca hay dos comunicaciones iguales como tampoco dos individuos o dos
sistemas similares.
Luego de analizar la función del problema, será oportuno considerar las soluciones intentadas
por el sistema humano para llegar a su diagnóstico.
7.8. Diagnóstico de las soluciones intentadas
Se definen, en este trabajo, las soluciones intentadas como acciones realizadas mediante
cambios cuantitativos y/o también cualitativos que no llegaron a los resultados esperados por el
sistema.
Las soluciones intentadas son aquellas acciones, ideas y emociones puestas en juego para dar
una solución al problema manifiesto pero que fueron infructuosas y sostienen el mismo, siendo así
soluciones intentadas fracasadas.
También es importante recordar que si bien servirá de guía al diagnosticador conocer cuáles
son las soluciones abordadas desde los cambios cuantitativos y cualitativos, no habrá una relación
lineal en tanto sinónimos de un cambio cuantitativo como una solución intentada fracasada
Para indagar sobre las soluciones intentadas, si bien no se pretende dar una lista acabada de
preguntas, algunas de las siguientes podrán orientar al experto para arribar a una conclusión basada
en la observación sobre este punto de análisis, para integrarlo luego en el diagnóstico sistémico
global.
Se podrá preguntar sobre aquellas acciones realizadas; por ejemplo: “¿qué han hecho hasta
ahora para solucionar el problema que mencionan?”. Es importante detallar que además de saber
las acciones emprendidas fallidas, podrá preguntase acerca de quiénes realizaron esas acciones, de
quién fue la idea, si llegaron a un acuerdo o siguieron la idea de uno de los integrantes del sistema, si
hubo otras ideas que descartaron y no utilizaron; si llegaron a un acuerdo, cómo fue que sucedió, por
qué creen que fallaron con estas acciones escogidas y realizadas repetidamente, de qué tipo fue la
acción emprendida, entendiéndose si esta fue un desvío de la norma reinante, aplicación de lo
contrario, prohibición, etc.
Finalmente, en este eje de análisis diagnóstico deberán considerarse los roles en el interjuego
sintomático, lo que se desarrolla a continuación.
7.9. Diagnóstico de los roles en el ciclo sintomático
Cabe recordar que en esta variable se tendrán en cuenta los roles de cada integrante en torno
a la dinámica del problema.
Los roles son un rótulo que conlleva a realizar diferentes funciones, y en este caso con
relación a sostener el problema. Por lo tanto, estas funciones serán coincidentes, y no casualmente,
con el estudio de los roles y funciones que conciernen al eje de la estructura del sistema.
El rol de portavoz, como fuera descripto anteriormente, refiere a aquel integrante del sistema
que denuncia lo que sucede en este de manera manifiesta. Se entiende que podría ser solo uno o más
personas en un sistema.
Será de utilidad considerarlo en el diagnóstico como un dato que brinda información útil en
relación con la o las personas que con mayor facilidad brindan desde la comunicación verbal
información sobre el problema.
Por otra parte, el paciente identificado es aquel que es reconocido por el sistema o la
mayoría de sus integrantes como el portador del problema, es el designado, el enfermo, el portador
del problema, es “el problema”.
También es cierto que podrían ser más de uno en un sistema, por ejemplo cuando una pareja
se presenta y cada uno dice que el otro es quien tiene el problema, es que ambos son pacientes
identificados y, por tanto, portadores del problema en ese sistema.
En síntesis, es necesario observar a quién identifica cada uno de los integrantes del sistema
como el paciente identificado, lo cual en el diagnostico dará cuenta del nivel y modalidad de
implicancia en el problema sistémico.
Cabe acotar que un correcto diagnóstico acerca del problema es aquel que cuando la familia
recibe el informe de devolución llega a comprender, incluyendo en el comprender a quien está de
acuerdo, al que desacuerda y al que boicotea el diagnóstico.
Por último, no hay que olvidar que cada vez que se observa un sistema, y en este el problema
que manifiestan, se deberá dejar siempre una cuota de incertidumbre, un signo de pregunta sin
responder, ya que guiará la observación, la búsqueda del cambio, de las sutiles diferencias que se
produzcan en relación con otra observación anterior. Como dice el Dr. Serebrinsky, “al observar el
problema el terapeuta debe poseer cierto grado de incomodidad en su sillón”.
Es ahora oportuno pasar, en los siguientes capítulos, al análisis integrado de las variables,
para ver y pensar en las confluencias de los ejes de análisis y sus variables, con el objeto de arribar
a un diagnóstico sistémico integrado que guíe la estrategia de trabajo.
CAPITULO 8
Es oportuno, antes de pensar en algunos ejemplos, considerar que cada sistema no solamente
es único en sus características, sino que también es único en cada momento en el cual es observado.
Es cierto que hay parámetros que se repiten, ya que las variables adquieren cierta constancia
en su rango para mantener la unidad de un sistema, pero también es innegable que nada es estático en
un sistema humano, por lo cual cada vez que es observado habrá sutiles diferencias que lo hacen
único.
Entendiendo esto, resultará interesante pensar en las recursiones entre diferentes variables
del sistema, para lo cual es práctico contar con una guía que contenga las variables principales que
se presentan en todo sistema humano. Para ello, en primer lugar se ofrece una tabla dividida en los
ejes temáticos propuestos, para más tarde pasar al ejercicio de pensar en el sistema como un todo,
esto es, en la multiplicidad de posibilidades en cuanto a la combinación de todas las variables.
8.2. Tablas de variables sistémicas por eje de análisis
Las tablas que a continuación se ofrecen son de gran utilidad, pero se debe tener en cuenta
que una guía puede facilitar la observación y redacción de un informe diagnóstico como también
puede obturar la mirada si se la considera como un único recorte posible a realizar del campo a
percibir.
En este sentido, se advierte que estas tablas, que resumen lo descripto en capítulos anteriores,
no son una lista cerrada, ya que podrían observarse muchas otras variables en un sistema. No
obstante, puede decirse que las variables aquí presentadas son básicas y elementales, y ellas
describen lo esencial de cada sistema. También, no debe olvidar el diagnosticador de consignar los
nombres, edades y otros datos de interés de las personas que componen el sistema observado.
Tabla 1: Variables de la estructura del sistema
Variable Posibilidades de presentación
Frontera del sistema - Rígida
- Difusa
- Flexible
Qué predomina y cuándo se produce un cambio.
Características de la comunicación que ingresa y
egresa del sistema
Manejo del problema en los tres planos - Manejo desde el área del sentir
- Manejo desde el área del pensar
- Manejo desde el área del actuar
- Manejo del problema área predominante en
el sistema (y en cada integrante)
Antes de comenzar con los ejemplos, es importante recordar que las recursiones sistémicas
son relaciones que se establecen entre todas las variantes del sistema, relaciones que se configuran
cuando una de las variables se relaciona con cada una de las otras y estas a su vez influyen sobre la
primera; sería la relación de las partes que conforma el todo.
En esta relación se diagrama un sistema en el cual sus integrantes hablan de todo tema, tanto
familiar como individual, sin discriminación, pero no toman del exterior otras ideas o puntos de
vista, siendo válida solo su propia percepción de la realidad como única verdad; asimismo, no
comunican a otros lo que pasa en lo más íntimo de esa familia.
Si esta recursión, entre la frontera y los límites de los subsistemas, es relacionada con las
distancias y estas son acortadas, se conformaría un sistema en el cual no solo limitan la información
que ingresa y egresa del sistema, conjuntamente con la falta de reglas para determinar qué se
comparte dentro del mismo, sino que también privilegiarían la pertenencia y hasta la dependencia por
sobre la autonomía de cada integrante.
Se observaría una familia donde cada integrante habla poco de sí mismo para, en cambio,
hablar de lo que les pasa a todos. En esta dirección, todos saben todo de los otros y para cada
situación están tan unidos que se les torna difícil pensar en lo que quiere cada uno y en su desarrollo
personal.
También en esta misma recursión ejemplificada en cuanto a las fronteras rígidas, los límites
subsistémicos difusos y las distancias acortadas, se podría pensar en una recursión más: en una
dinámica donde predominan los acuerdos.
Así, todo lo que dice cada integrante del sistema es válido para cada uno de ellos, sin
permitirse pensar diferente, sin concederse mirar hacia afuera del sistema en busca de nuevas
opciones o nuevos puntos de vista.
Estos acuerdos establecen no abrirse al exterior, por tanto, no abrir y flexibilizar la frontera.
También son acuerdos que perpetuán la distancia extremadamente acortada y con ello, la
dependencia. En síntesis, en esta recursividad del sistema no puede dejarse de lado el acuerdo que
encubre la complicidad, que necesita estar encerrado en rígidas fronteras preservando y cuidando
como un tesoro que los une, que los junta, que los hace pertenecer.
Son familias que refieren a lo que todos dicen, pero no así a lo que ellos piensan o hacen.
Así, por ejemplo, hijos o padres que hablan de sus problemas y de las opiniones dadas por sus
amigos sin mencionar en absoluto lo que ellos piensan.
También puede pensarse la recursión entre una frontera difusa y distancias alargadas, donde
si bien ingresa indiscriminadamente información al sistema debido a la difusión de la frontera, la
misma no es compartida entre los integrantes del mismo y, además, cada uno se ocupa de su
independencia, dando mayor longitud al fino hilo que los une. Son familias que en la sesión
psicoterapéutica hablan cada uno por separado, dirigiéndose al terapeuta como si los demás no
estuvieran presentes, toman toda idea del terapeuta pero solo ofrecen información de sí mismos y a lo
sumo de su subsistema, casi desconociendo el sistema familiar como una totalidad; no se implican
como familia, parecen personas que concurren a terapia individual y no familiar.
También podría pensarse en la recursión con las relaciones de igualdad donde todos adoptan
conductas con un mínimo de diferencia y están basadas en perpetuar la independencia esas conductas
se encuentran también en la recursión con la variable referida a los niveles de la comunicación. En
este caso surgen los desacuerdos tanto a nivel verbal como no verbal cuando se trata todo tema que
exceda el ámbito individual, desacuerdos referidos a todo lo relativo al funcionamiento familiar.
En la recursión con el problema, podría pensarse en un sistema de frontera difusa, con límites
subsistémicos rígidos, distancias alargadas, relaciones de igualdad en la conducta, modalidad
comunicacional basada en la indiferencia, todo ello en recursión con el problema. En este caso, el
problema no es familiar sino que es de uno, es la persona problema, aparece en escena el paciente
identificado. En otras palabras, el problema es de uno y de ninguna manera es el problema familiar; a
lo sumo, la familia concurre para confirmar esta creencia, confirmar el síntoma, aun bajo la inocente
intención de ayudar al enfermo.
Por último, en un tercer ejemplo, si se piensa en una frontera predominantemente flexible,
esta podría combinarse de manera infinita con la más variada gama recursiva de rangos en cada una
de las variables. A modo de ejemplo, puede pensarse en una frontera flexible que recruza con límites
subsistémicos rígidos.
En este caso, si bien los integrantes del sistema toman de manera adecuada cantidad y calidad
de información del exterior y también pueden comunicar a otros sobre su sistema, la particularidad es
que cuando están todos juntos hay ciertos temas de los que no se habla, bien sean temas que los
padres no comparten con sus hijos o viceversa.
Por el contrario, en presencia de una frontera flexible si los limites subsistemicos son
difusos, si bien es adecuado el flujo de información que ingresa y egresa del sistema no hay temas
privativos entre los integrantes del sistema en otras palabras, saben seleccionar la información que
brindan a otros y la que toman del contexto, pero no delimitan la información entre ellos ya que todo
es compartido entre todos.
Cabe recordar que si bien las partes no dan cuenta del todo, no muestran por sí mismas las
recursiones. Sin tener una clara observación de cada una de las variables y de su rango, difícil será
establecer recursiones y llegar a un diagnóstico del sistema basado en la observación.
Continuando con el ejercicio de análisis de las recursiones entre variables, se presenta otro
ejemplo, considerando en esta oportunidad los subsistemas, las distancias y los planos
predominantes en la comunicación.
8.3.2. Los subsistemas y su recursión con las distancias y los planos. Dentro de las innumerables
combinaciones, podría pensarse en la siguiente.
Cuando los límites de dos subsistemas son rígidos, entendiéndose que las reglas de cada uno
determinan no compartir mucha información con el otro subsistema, este límite predispone a la
recursión con la variable de las distancias, facilitando que las mismas sean alargadas respecto a los
integrantes de cada subsistema con los del otro y fomentando la independencia y la menor
pertenencia entre, por ejemplo, los subsistemas de los padres y los hijos.
Quizás los hijos se encuentren cerca o quizás alejados dentro de su subsistema, por tanto con
distancias acortadas o alargadas dentro del subsistema de hermanos, pero en relación a sus padres
están apartados, poco es compartido con ellos, tanto desde la información en el plano cognitivo como
de las acciones que comparten desde el plano pragmático, como también la expresión del sentir
desde el plano emocional.
También es interesante pensar, y yendo hacia un análisis más profundo, que si bien hay
predominancia de cierta modalidad de una variante, pueden ser diferentes en ciertos momentos. En
esta dirección, cabe recordar que es tan importante diagnosticar lo que predomina en un sistema
como aquello que aparece como sutiles destellos, solo en ocasiones, que marca la diferencia.
Así, en el ejemplo anterior, donde los límites subsistémicos son rígidos en ambos subsistemas
y las distancias entre los integrantes de cada subgrupo son alargadas, podría observarse que las
distancias se acortan en relación con un plano. Por ejemplo, son distantes en relación con las
acciones compartidas y las ideas, pero se acercan en todo lo que implique expresar el sentir.
Este ejemplo conduce a pensar que la distancia que predominantemente se observó como
alargada entre los dos subsistemas podría solo por un momento modificarse, y allí es importante
diagnosticar qué está en juego y qué sucedió con las otras variables sistémicas cuando se produce
este cambio en la variable distancia.
Por otro lado, si se piensa en dos subsistemas con límites difusos donde es propicia la
distancia acortada, podría suceder que los integrantes del sistema se encuentren muy cerca perdiendo
autonomía en función de la dependencia en todo lo relativo al hacer y el sentir, pero cuando se pasa
al plano cognitivo comienza la batalla por las ideas que se presentifica mediante el desacuerdo, bien
sea en el nivel de contenido, en el nivel no verbal o en ambos.
Ante el desacuerdo, que los pone en una posición de defensa y de peligro, podrían actuar
tanto cerrando los límites de los subsistemas, lo que equivale a decir: “de esto no se habla entre
todos”, y así dar fin de manera manifiesta al desacuerdo, como bien podrían mantener abiertos los
límites pero alejarse, cobrando mayor autonomía y alejándose de la posición que les permite
confrontar y no acordar.
En otro caso hipotético, siguiendo el ejemplo anterior, podría suceder que luego del
desacuerdo y el debate por tener la razón, uno de los subsistemas continúa manteniendo borroso su
límite, mientras que los integrantes del otro subsistema se retiran a sus trincheras, cierran su límite
volviéndolo rígido, lo que equivale a decir que se torna rígido y se manifiesta como una retirada que
significa: “de eso no se habla más entre todos”.
Es interesante ver el movimiento de los límites de cada subsistema, ya que los mismos suelen
abrirse y cerrarse, flexibilizarse hasta la difusión o rigidizarse. De esta manera logran recorrer el
continuo hacia lo borroso o hacia lo rígido, en ocasiones moviéndose rápidamente de un extremo al
otro y, en el mejor de los casos, cobrando diferentes matices donde predomina la flexibilidad aunque
esta tenga una tendencia por momentos a lo borroso y por momentos a lo rígido.
En esta dirección puede decirse que en un momento dado del sistema predomina una
característica particular en los limites subsistemicos, pero también es importante apreciar los
movimientos que realiza esta variable y conocer en qué ocasión se muestra diferente a lo que
predomina sistémicamente.
Continuando con el ejercicio propuesto, puede pensarse ahora en la recursión de otras tres
variables: la de igualdad, las distancias y los desacuerdos.
Por ejemplo, se observaría una pareja donde están de acuerdo en relación con los amigos que
frecuentan juntos, en las reglas de convivencia, pero que desacuerdan toda vez que la mujer quiere
iniciar un curso o que el hombre quiere jugar fútbol con sus colegas. Aquí las actividades
individuales hacen peligrar la distancia corta que mantienen, que alimenta la pertenencia. Para ello
aparece en escena el desacuerdo, que establece una conducta de igualdad, permitiendo que esa
distancia no sea tan prolongada como para no sentir la pertenencia que desean o necesitan en ese
sistema.
Por el contrario, considerando otro ejemplo, si una relación es de igualdad en las conductas
pero la distancia es alargada, predominando el quehacer individual por sobre lo compartido,
propicia el desacuerdo en relación con lo común y lo compartido. Así, el desacuerdo por lo
compartido, paradójicamente, los aleja aún más, y cuanto más se acercan más desacuerdan, cobrando
énfasis la autonomía por sobre la pertenencia, acentuando aquello que hace cada uno por sobre lo
que comparten.
Esto se ilustra en una pareja en la cual ambos tienen agenda completa: trabajo, gimnasio,
estudio y poco espacio es compartido. Quizás los integrantes de esta pareja salen juntos a cenar una
vez por semana pero desacuerdan en todo lo común; ella critica a su marido por ser desordenado,
por no comprar toda la lista en el supermercado, por no pagar los impuestos, y quizás el descuerda
con ella porque no prepara la cena como a él le gusta, no se comporta socialmente como él espera.
En otro ejemplo, con las mismas consignas imaginadas, podría esta misma pareja salir a
cenar una vez por semana, peor por la recursión de otras variables ser esta actividad compartida de
calidad suficiente para establecer una distancia adecuada o media para este sistema. En este sentido,
no puede pensarse linealmente que si comparten mucho tiempo la distancia es corta y viceversa, de
hecho la palabra viceversa remite al pensamiento lineal.
Este ejemplo se ilustra pensando en una pareja donde el marido desacuerda con el curso de
pintura que la mujer comentó querer realizar y finalmente ella decide no hacerlo porque luego de
tantos desacuerdos, descalificaciones y órdenes recibidas de su marido, piensa que ya no tiene
deseos de realizar ese curso y que finalmente acuerda con las ideas del marido.
Para complejizar aún más el análisis recursivo de las variables mencionadas en el ejemplo
anterior, podría agregarse otra variable sistémica, la frontera, y así no solo debería pensarse si la
relación es de desigualdad en las conductas, la distancia entre los integrantes del sistema y en el
desacuerdo, sino que también se podría considerar si el ingreso y el regreso de información es
adecuado o no para ese sistema.
Es posible pensar en una relación de igualdad con un nivel jerárquico compartido, donde la
jerarquía puede establecerse de tal manera que ambos ocupen un mismo nivel jerárquico y, por tanto,
impartan reglas y tomen decisiones por igual en el sistema. Por ejemplo, se observaría una pareja
donde cada uno pone reglas: ella decide quién realizará las compras y a qué hora se preparará la
cena, y él decide quién pagará los impuestos y quién se encargará de ir a la lavandería.
Pero puede suceder también que en esta relación de igualdad en las conductas no acepten
compartir un mismo nivel jerárquico y se establezca una relación de igualdad con diferencias en la
escala jerárquica.
No obstante ello, si bien podría pensarse rápidamente que las conductas propiciadas por el
de mayor jerarquía serán diferentes a las del que acata las órdenes y se establecería una relación de
desigualdad en las conductas, cabe señalar que las conductas solamente son desiguales a la hora de
impartir y recibir órdenes; en el resto de los movimientos sistémicos, ambas personas mantienen una
relación de igualdad, siendo esta predominante por sobre la de desigualdad.
Por ello, en este ejemplo se diagnosticaría un sistema en el que se observa una predominancia
de conductas de igualdad con una diferencia jerárquica y se realizaría la salvedad de que en el
momento en que se establece la pragmática que deviene de la jerarquía estas personas adquieren una
relación de desigualdad.
Lo importante, una vez más, es no concluir linealmente que cuando alguien se encuentra en
una posición jerárquica superior es sinónimo de una relación predominante de desigualdad en el
sistema.
Aquí puede observarse una lucha por el poder, una batalla por quién determina cómo deben
hacerse las cosas, lucha que se convierte en una escalada donde se producen bruscos movimientos,
ya que cada uno cuando siente haber quedado bajo las conductas del otro, no solo quiere igualarlo
sino superarlo.
No obstante ello, el otro intenta lo mismo y por ello comienza la gran sacudida de posiciones
donde el trofeo parece ser la jerarquía, pero en realidad también lo es ocupar una posición superior a
la del otro donde la jerarquía es recursivamente la que determina la posición superior y esta posición
up da lugar a ejercer la jerarquía.
Por otra parte, considerando otro ejemplo, si se piensa en una relación de desigualdad y de
diferencias en el nivel jerárquico, puede suceder que la jerarquía sea ejercida casi únicamente por la
persona que ocupa el lugar superior en la relación y el otro acata las órdenes impartidas de manera
unilateral, sin participación alguna en las decisiones, donde quien se encuentra en la posición
superior tanto en las conductas como en la escala jerárquica, no solo controla aspectos de la relación
sino también aspectos de la autonomía del otro.
En este ejemplo también entran en juego nuevas recursiones entre variables; por ejemplo, la
relación de desigualdad en las conductas y en la jerarquía va de la mano de una distancia acortada.
Se observaría en una familia donde, por ejemplo, el padre toma decisiones sin consultar con su
esposa. Todo pasa por él; por ejemplo: se prepara la comida en el horario en que él desea, se gasta
lo que él determina, la mujer se viste como a él le gusta, se visita a las personas que él acepta.
Al considerar el problema y la frontera del sistema, como también los sistemas influyentes
del contexto, puede pensarse el siguiente ejemplo.
Cuando el problema, la conducta inesperada, es depositado sobre una persona de uno de los
sistemas contiguos, por tanto influyentes, por ejemplo cuando el problema es la conducta de la
suegra, se puede mantener el rango homeostático cerrando la frontera a la conducta problema que
proviene del exterior.
Ante ello, la familia, para preservar la homeostasis del sistema, el equilibrio preexistente,
podría recurrir a diferentes e infinitas modificaciones sistémicas; por ejemplo, podrían adoptar dos
rumbos: ampliar el rango homeostático y aceptar estas conductas no deseadas de la suegra y así
adquirir un nuevo equilibrio, o bien realizar cambios sistémicos para dejar por fuera esa conducta
inesperada, por ejemplo cerrando sus fronteras.
Finalizando, es interesante remarcar que las variables del sistema se mueven en rangos de
valores de manera continua, y lo significativo será diagnosticar cuál el rango y las recursiones que
predominan y cuándo aparece a la diferencia, ya que siempre, si bien hay predominancia de cierta
modalidad de una variante, esta es diferente en ciertos momentos.
En resumen, se puede claramente concluir que es importante observar los movimientos del
rango de cada variable y las recursiones para conocer qué y cómo predomina y qué aparece como
diferente en un momento dado.
A continuación será desarrollado el proceso diagnóstico como también algunas
consideraciones para su práctica.
CAPITULO 9
También es cierto que el diagnóstico de un sistema requiere una estrategia para su análisis y
elaboración, por ello en este capítulo se desarrollará esta temática.
Asimismo, se estudiará cómo confeccionar el informe diagnóstico y qué considerar para el
desarrollo del informe de devolución.
Se pasará entonces a lo primero, recordando lo ya enunciado en relación con la definición y
el objetivo del diagnóstico de un sistema humano.
9.1. El diagnóstico de los sistemas humanos
Es oportuno señalar que dentro del marco de las definiciones ofrecidas en un inicio el
diagnostico de un sistema es un proceso ene l cual hay diferentes etapas, que van desde la
observación del sistema, la elaboración de las recursiones entre las variables hasta llegar a formular
la hipótesis diagnostica, para culminar con la elaboración de los informes que reflejan este proceso:
el informe técnico diagnostico y el informe de devolución.
También es importante recordar, en el marco de esta definición, que toda formulación es una
hipótesis, y no por ello, como profesionales, se puede dejar de lado la posibilidad de realizar una
hipótesis fundamentada a través de lo observado y la teoría de manera articulada.
En este sentido, no se alcanza el objetivo planteado con un mero resumen de variables, ya que
la propuesta es encontrar relaciones y recursiones para arribar a una construcción diagnóstica que dé
cuenta del sistema analizado.
Por ello, el objetivo será desarrollar una hipótesis del sistema integrando su dinámica, su
estructura y el problema, todo ello fundamentado a partir de la observación de las variables y el
análisis de sus recursiones.
9.2. El objetivo del diagnóstico: el para qué y sus áreas de aplicación
Es muy interesante pensar en la cantidad de información que brinda el diagnóstico de un
sistema, pero más allá de que observar un sistema y realizar un diagnóstico sea por demás atrapante y
atrayente, para un profesional realizar esta compleja tarea requiere de una finalidad: el para qué, la
meta de su trabajo.
En este sentido, muchas veces suele realizarse la entrevista a los padres de un niño, pero esta
queda limitada a preguntas individuales a los padres y a lo sumo se indaga en datos sobre el
desarrollo del menor, perdiendo de vista el análisis del sistema familiar.
En las evaluaciones realizadas a grupos dentro de una organización sería de gran utilidad
considerar todas las variables desarrolladas en este trabajo, ya que, como fuera dicho, están
presentes en todo sistema humano, siendo este no solamente una familia o una pareja, sino también
grupos de personas que conforman una totalidad.
Asimismo, cabe mencionar que cuando se evalúa a una persona en forma individual con el fin
de informar sobre sus aptitudes para una labor, debe recordarse que sería adecuado realizar un
diagnóstico considerando no solamente la totalidad de los aspectos de la personalidad del
examinado, sino también no perder de vista que es un ser social y, por tanto, sería necesario
considerar y estudiar los sistemas en los que se desenvuelve.
En el área clínica, el diagnostico de un sistema humano, por ejemplo una familia, una pareja,
un grupo terapéutico, tendrá dos funciones básicas: informar a los integrantes del sistema sobre su
funcionamiento en relación al problema que manifiestan, denominado “informe de devolución”, como
también será la guía para el profesional para trazar una estrategia de trabajo, con lo cual todo
psicólogo vería enriquecida su labor al contar con un diagnostico del sistema, sea este una familia,
una pareja o un grupo terapéutico, llamado este “informe técnico diagnóstico”
También es cierto que será de utilidad en la terapia individual no perder de vista que esa
persona es un ser social y por ello sería útil considerar no solo sus emociones, pensamientos y
conductas, sino todo ello en relación con los sistemas en los que se desarrolla.
Habiendo considerado los objetivos posibles para realizar un proceso diagnóstico, como
también habiendo desarrollado su definición, cubriendo así el qué y el para qué de un diagnóstico, se
pasará a continuación a pensar acerca de cómo realizar este diagnóstico y las dificultades que en este
proceso pueden presentarse, para luego ampliar y desarrollar en extenso sobre estos dos puntos: el
informe técnico diagnóstico y el informe de devolución.
Entonces, entendiendo que el diagnóstico fue definido como un proceso, serán desarrolladas
las tres etapas que lo forman: la observación y recopilación de datos, el análisis de los mismos y la
elaboración de los informes. Se comenzará desarrollando la primera de las etapas: la observación.
9.3. Proceso diagnóstico. Primera etapa: la observación y recopilación de datos
Habiendo definido al diagnóstico de un sistema como un proceso que parte de la observación,
de aquí se desprende su primera etapa: la observación y recopilación de datos.
La observación del sistema, consiste en ver detenidamente cada una de las variables del
sistema y cómo se presenta cada una de ellas en recursión con las otras.
Si bien esta temática fue desarrollada en los primeros capítulos de este trabajo, es oportuno
recordar algunos conceptos básicos en relación con el observador y el proceso de la observación.
El observar consiste en captar a través de los sentidos el fenómeno que se presenta y esto es
parte del proceso del conocer la realidad. En esta dirección, desde la teoría de las ciencias
modernas en este proceso la persona que aprehende datos de la realidad realiza un recorte de la
misma y luego atribuye una semántica a lo percibido construyendo la propia realidad. También es
cierto que la epistemología personal y el estado emocional condicionarán la mirada del observador,
esto quiere decir que condicionará qué y cómo capta la realidad que se le presenta, el fenómeno que
estudia.
Por ello, la epistemología personal refiere a la esfera cognitiva, donde ideas, conceptos,
valores, guían la percepción y la elaboración de lo percibido, como también las emociones tiñen esa
percepción de una manera determinada, tanto ampliando como reduciendo el espectro perceptivo y la
atribución semántica.
Esto puede ilustrarse si usted imagina al observador utilizando unos lentes especiales para
observar un sistema y realizar un diagnóstico, estos lentes tendrán vidrios con determinado aumento
y, además, estos lentes especiales pueden cambiar de color, quizás sean vidrios amarillos, blancos,
negros.
Por otra parte, en relación con la esfera cognitiva, cabe recordar que el conocimiento amplía
el rango perceptivo, siempre que este deje lugar al azar y no se convierta en un freno para la
percepción de aquello que es conocido o resulta familiar.
En esta ilustración, los lentes del observador poseen determinado aumento en relación con la
esfera cognitiva y siempre serán condicionados por su estado emocional. En resumen, tanto la esfera
cognitiva como la emocional condicionan la percepción y fenómeno que se observa.
El proceso del conocer y percibir la realidad es por demás interesante, complejo y extenso,
aunque es oportuno ahora continuar con el proceso diagnóstico en esta primera etapa en la cual se
recopilan los datos observados.
En esta primera etapa del proceso diagnóstico, el observador registrará una serie de
observaciones en relación con cómo observa cada una de las variables del sistema.
Por ejemplo, tomará nota si se presentaron desacuerdos, acuerdos, cómo se desplegaron las
distancias, la frontera, entre otras variables sistémicas organizadas en los ejes diagnósticos de la
dinámica, la estructura y el problema.
Es apropiado reiterar que los indicadores o variables sistémicas registradas estarán basados
en la observación; por ejemplo, al decir que existe un desacuerdo en el nivel no verbal se fundamenta
agregando que fue observado al escuchar cuando el hijo dice a la madre que le molesta su tono de
voz, o cuando se vio al hijo que realiza un gesto con su mano indicando que baje el volumen de su
voz, acompañado con una clara expresión de disgusto en el rostro, pudiendo incluso describir los
indicadores no verbales del rostro que fundamentan dicha emoción desplegada en el mismo.
En síntesis, el diagnosticador contará en esta etapa con una serie de variables observadas y
fundamentadas en lo percibido, más allá de sus apreciaciones e inferencias, las cuales podrían ser de
sumo valor, pero deberá discriminar qué observa y qué infiere a partir de otra inferencia no basada
en un dato observado, esto es, inferencias que parten de otras inferencias. Pudiendo, en todo caso, las
inferencias de inferencias constituir un anexo al diagnóstico, no formando parte de lo observado.
De lo contrario, sería como mezclar ingredientes diferentes que poco aclararían el camino
del análisis si lo que se pretende es construir un diagnóstico lo más cercano posible a cómo funciona
este sistema.
Luego de contar con las observaciones bien fundamentadas, se pasará entonces a la etapa del
análisis.
9.4. Proceso diagnóstico. Segunda etapa: el análisis
Puede ahora profundizarse en la segunda etapa del proceso, el análisis de las variables
observadas, que conduce a la última etapa de la elaboración de los informes.
En esta segunda etapa del proceso diagnóstico se distinguen tres momentos: el análisis de las
variables, el estudio de las constelaciones diagnósticas y el análisis de la flexibilidad y
funcionalidad del sistema.
El análisis del material, en este punto, consiste en considerar cada una de las variables, en
cuanto a su rango, su modo de presentación, cuál predominó, cuándo apareció la diferencia. En otras
palabras, es una etapa del proceso en la que es necesario desfragmentar para luego volver a unir, esto
es, minuciosamente estudiar cada una de las variables para pasar a unirlas y relacionarlas en el
segundo momento de esta etapa de análisis, llamado constelaciones diagnósticas, que será
desarrollado posteriormente.
Por cierto, se presenta la dificultad al observar un sistema y analizar cada variable debido a
que se observó un sistema donde nada es estático y, en este sentido, el objetivo no es mostrar los
cambios de una variable de manera sucesiva, como si fuera el relato de una historia, sino lograr
determinar qué predomina y cuándo aparece la diferencia para cada variable sistémica. Puede
asociarse lo que se repite y lo diferente con que llama tanto la atención ver a una persona vestida de
negro de lunes a viernes como verla vestida de rojo ocasionalmente un miércoles.
Por ejemplo en este caso, la pareja que mostró acuerdos y desacuerdos en la comunicación de
manera alternada durante la observación podrán verse con mayor detenimiento estas secuencias y al
adentrarse en este análisis relucirá, por ejemplo, que predominó el desacuerdo en relación con un
tema en particular y que solo apareció el acuerdo cuando hablaban de tal otro tema.
Por otra parte, habiendo argumentado que la estructura y dinámica de un sistema humano es
relativamente estable en un momento vital determinado, es conveniente considerar que esta
disposición relativamente constante se sostiene para responder de cierta manera particular a las
situaciones que se les presentan, pero que también, dentro de esta homeostasis y rango constante de
variables sistémicas, podría presentarse un cambio en el rango de alguna de estas variables en un
momento dado. Sería esta la excepción a la regla, aquello que aparece como hasta discordante con la
melodía sistémica y que es de gran valor diagnóstico.
Al concluir el extenso análisis de cada una de las variables observadas, si bien contará con
gran cantidad de información, cabe remarcar que estas variables sistémicas aún no se explican
totalmente sin considerarlas como parte de la interacción de la totalidad del sistema, por lo cual aún
no estaría esclarecido para un diagnóstico el interjuego o la recursión entre estas variables, lo cual
es sumamente necesario para que el informe diagnóstico sea útil, ya que, de lo contrario, sería tan
solo un listado numerado de variables aparentemente inconexas, separas y desvinculadas entre sí.
Así, por ejemplo, no basta con saber si una frontera es rígida, flexible o difusa, o si
predominan los desacuerdo, por sobre los acuerdos, sino que también es necesario conocer qué
recursión posee una variable con el resto de las variables de la estructura sistémica y también
conocer cómo se relaciona con las variables de la dinámica y del problema.
Es oportuno decir que las recursiones sistémicas son relaciones que se establecen entre las
variantes del sistema. Es, entonces, la relación de las partes que conforman el todo. Estas recursiones
son las infinitas posibilidades que se pueden establecer entre las variables mostrando recursivamente
sus causas y efectos. En otras palabras, la recursión de las variables son las relaciones de ida y
vuelta, siendo que cada elemento se relaciona con otro y esta relación afecta al elemento primero y
así, recursivamente, se establece una circularidad que es en sí misma la relación entre cada uno de
los elementos o variables de un sistema observado, conformando una totalidad.
Luego de realizada esta tarea por demás interesante, se deberán considerar la funcionalidad y
la disfuncionalidad como también la flexibilidad y la rigidez del sistema observado, pasando al
tercer momento de esta segunda etapa del proceso diagnóstico.
Se considera funcional toda variable sistémica que conforme constelaciones que den como
resultado un movimiento sistémico con un grado de homeostasis que permita por momentos cierto
grado de entropía. En otras palabras, que reine la estabilidad que mantiene al sistema y también que
posea la flexibilidad para permitir el movimiento en función del cambio.
Luego de esta definición, podría pensarse entonces que la disfuncionalidad está representada
por todo sistema que se encuentra solo en estado de homeostasis y, también, por todo sistema que se
encuentre en constante estado negentrópico. Pero las polaridades no son el punto fuerte de la teoría
de la complejidad, pensamiento que se sustenta en las teorías que guían el diagnóstico sistémico. No
obstante lo enunciado puede explicarse de la siguiente manera.
Es disfuncional todo sistema que siempre se encuentra en homeostasis sin el menor grado de
entropía, y esto sucede porque todos los parámetros de la dinámica y de la organización del sistema
son tan constantes que aun produciendo resultados adversos, como lo es la detención del crecimiento
y desarrollo del sistema, continúan en un ritmo que no permite cambios sustanciales, aun cuando esto
sea vivenciado con el mayor sufrimiento por los integrantes de un sistema.
También es disfuncional todo sistema que siempre se encuentra en estado entrópico, ya que la
variación constante en los parámetros de cada variable va en desmedro de la organización del
sistema, siendo tan aleatorios los movimientos sistémicos que conducen a la crisis y el caos, donde
la ausencia de la repetición conduce a la ausencia de cohesión sistémica.
Hasta ahora parece que lo mejor es el interjuego entre estados de homeostasis con cierto
estado entrópico en alguna de las variables del sistema, pero también es cierto que muchas veces un
sistema, encontrándose en un momento dado de su ciclo vital, puede poseer mayor funcionalidad si
por un período de tiempo sostiene la homeostasis o mantiene la prevalencia del estado entrópico
según el caso.
No obstante ello, en líneas generales los términos medios en los rangos de las variables
suelen ser funcionales en la mayoría de los sistemas.
Por ejemplo, la funcionalidad de la frontera es un filtro adecuado para la información que
circula desde y hacia el sistema, por eso la frontera flexible propicia una homeostasis necesaria; en
otras palabras, cierto equilibrio en el funcionamiento y orden familiar que hace posible su orden y
continuidad, como también da lugar a sutiles movimientos y cambios que permiten la reorganización
en cuanto a modificar pequeños matices de cada una de las variables de sus sistema.
El pensar en lo funcional y disfuncional de un sistema va de la mano de la flexibilidad y la
rigidez.
Cuando en un sistema las variables se presentan siempre de una misma manera y dentro de un
rango estricto de movilidad, como también se conforman idénticas constelaciones sistémicas, el
sistema se encontrara frente a un funcionamiento rígido que no admite casa variante alguna.
Puede decirse que este es el mejor de los estados para una variable del sistema porque
permite, como se dijera antes, cierta homeostasis y cierto estado entrópico, sin llegar a propiciar el
rígido reinado de ninguno.
En conclusión, un sistema será tanto más saludable en la medida en que se encuentre en una
flexibilidad intermedia. Por tanto, de manera recursiva con el punto anterior, puede pensarse que
todo sistema será funcional si se encuentra en un grado de flexibilidad adecuado en cuanto al rango
en el que se mueve cada una de sus variables.
Habiendo profundizado en la etapa del análisis del diagnóstico, en sus tres momentos:
recopilación de información, análisis de las variables y sus constelaciones y, finalmente, en el
estudio de la flexibilidad y la funcionalidad, resta pensar en la tercera etapa del proceso, los
informes.
9.5. Proceso diagnóstico. Tercera etapa. Elaboración de informes
Ampliando lo desarrollado anteriormente, es importante considerar en detalle qué tener en
cuenta para realizar un informe diagnóstico y para dar una devolución del mismo.
Para ello se comenzará esclareciendo los términos utilizados, para luego mencionar algunos
puntos importantes a considerar en cada uno de los informes mencionados.
En otras palabras, este es el informe que se confecciona para entregar de manera escrita como
informe diagnóstico de un sistema en el ámbito laboral, o el informe que se presenta en el ámbito
forense, o también el informe que se entrega, de manera escrita o en general verbal, a los pacientes
en el curso de una psicoterapia.
Por consiguiente, hay dos puntos relevantes a considerar para el informe de devolución: el
lenguaje y la cantidad de información.
En primer lugar, la traducción del lenguaje técnico a otro lenguaje lleva a preguntase que
palabras y que estilo de redacción se ajustaría al lector. El lenguaje del lector tiene en cuenta, en
psicoterapia, el nivel social y educacional, la edad y otras particularidades del lenguaje que es
empleado por el sistema observado, por ejemplo una familia.
En resumen, los términos adecuados de este informe de devolución son aquellos que serán
comprendidos por quien recibe el informe, y no está de más decir que en ningún caso sería
conveniente entregar un informe técnico como informe de devolución, sustentando esto en lo
explicitado anteriormente.
Por ejemplo, en la clínica será conveniente utilizar términos cotidianos para la familia que
recibe el informe de devolución de su proceso psicoterapéutico. Por ejemplo: se observa que
discuten la mayoría de las veces sobre tal tema, que el señor siempre da órdenes en la casa, que
están mayormente distanciados. Diferente sería decir que en esta familia priman los desacuerdos en
el nivel de contenido o verbal, que la jerarquía la posee el señor, que las distancias son alargadas,
por cierto muy técnico pero poco oportuno y esclarecedor.
Asimismo, cabe remarcar que si bien el diagnosticador podrá modificar alguna de estas
palabras con el fin de redefinir determinada variable en el mismo acto de entregar una devolución
diagnóstica en psicoterapia, esto deberá ser un claro objetivo estratégico y no la mera elección de
palabras más o menos bonitas para la lectura de este informe.
Por ejemplo, con un claro objetivo el terapeuta podrá decir que “están mayormente
distanciados”, en lugar de decir están “siempre distanciados”, siendo que observó distancias
alargadas que se presentaron de manera rígida durante toda la observación que originó el
diagnóstico.
Por ejemplo, en el ámbito forense la información adecuada será aquella que fuera solicitada
por quien demanda el informe, como así también toda la información del sistema que se considere
relevante y necesaria para los fines para los cuales ese sistema es evaluado.
También en el ámbito laboral, no siempre más es mejor, ya que en este caso habrá gran parte
de información del sistema que no es relevante ni necesaria para explicar la dinámica y la
organización de un grupo en función de lo solicitado por la empresa.
En este sentido, muchas veces el informe de devolución contiene solo un recorte del
diagnóstico total, del informe técnico, y ese recorte puede estar basado en el objetivo de “pensar de a
poco con el sistema”. Esto se ilustra pensando en la diferencia entre mostrar a alguien una gran
mansión con todos sus detalles o mostrar primero una de sus habitaciones.
Podría decirse que la devolución es “hacer que lo invisible se vuelva visible” porque el
informe tajea el discurso reinante en la familia, agrega al saber de sí un saber de la familia, brinda
otra versión de la historia oficial, permite construir una nueva realidad familiar, permite visualizar
fijaciones y constantes de variables.
La historia oficial es el saber sometido signado por el “somos así y este es el problema”; la
devolución tajea este discurso introduciendo distintos ingredientes que permiten una nueva
construcción y, así, una nueva historia, que podrá cambiar el “somos así” por “estamos así”, podrá
reformular “el problema” por “nuestros problemas”, también quizás abrirá paso desde el “cómo
somos ahora” hacia el “cómo queremos ser de aquí en adelante”.
También es importante agregar, con respecto al informe de devolución en la clínica, que este
informe no es una nueva historia, una nueva versión oficial construida por el diagnosticador, sino que
el diagnóstico es aquí una historia que se ofrece para coconstruirla con el sistema. Esto significa que
se deberá trabajar en los acuerdos y desacuerdos de cada uno de los integrantes del sistema con
respecto a esta devolución.
En esta dirección, la manera en que se presenta una devolución a una familia debe guardar la
prudencia de mostrar esa duda razonable y desde un vocabulario que claramente muestre que lo
dicho es la visión del observador, ante lo cual espera la respuesta de la familia que recibe esta
observación.
Asimismo, el terapeuta, cuando ofrece una devolución, debe ser cuidadoso y tener en cuenta
no emitir juicios de valor, como por ejemplo decir: “esto está bien o esto está mal, es bueno o es
malo”, ya que perdería la neutralidad como terapeuta.
Cabe recordar que también deberá ser cuidadoso en la cantidad de información que brinda en
una devolución, considerando el grado de tolerancia que posea ese sistema ante lo nuevo. Por
ejemplo, en un sistema que posee una frontera predominantemente rígida o cerrada, esto es, con poca
movilidad tanto en la emisión como en la recepción de nueva información del exterior del sistema, de
nada serviría que el informe de devolución sea una extensa y completa lista de elementos, más bien
necesita ser preciso y acotado al grado de apertura que posea ese sistema en ese momento dado.
Por otra parte, al pensar en el diagnóstico en psicoterapia puede surgir la pregunta de cuándo
el terapeuta realiza este diagnóstico, y la respuesta es “siempre que se encuentra frente a sistema”,
aunque este diagnóstico no siempre culmine con el trabajo posterior a la sesión de psicoterapia en la
elaboración del informe técnico diagnóstico.
En esta línea de ideas, también es interesante agregar que las más de las veces es de utilidad
contar con un supervisor, quien podrá observar el sistema familiar y elaborar un diagnóstico
sistémico con el objetivo de que desde el trabajo en equipo y la multiplicidad de miradas sean
agilizados los tiempos y los resultados del proceso psicoterapéutico de la familia.
En conclusión, como se observa a través del desarrollo previo, siempre serán necesarios dos
informes, el técnico y el informe de devolución, donde cada uno posee sus particularidades en
función de su finalidad.
Cabe asimismo subrayar que el informe de devolución permite al terapeuta fundamentar “por
qué hace lo que hace”, “el para qué de la elección de las intervenciones terapéuticas”, y además el
solo hecho de realizar la lectura de un informe de devolución es en sí una intervención y puede
producir entropía en el sistema de cara al cambio.
En este orden de cosas, también se presenta la dificultad del rótulo, que actúa mitigando la
ansiedad que produce la incertidumbre, siendo esta otra de las dificultades a la hora de realizar un
diagnóstico. Como fuera desarrollado anteriormente, el hecho de tildar un sistema humano de
disfuncional o a un individuo como portador de una psicopatología puede actuar como rótulo cuando
este obtura la mirada del observador y lo conduce a perder de vista los cambios que se producen en
cada persona y en cada sistema cada vez que es observado.
De ello se desprende que será necesario considerar que en cada oportunidad en la cual se
observa un sistema humano en el proceso diagnóstico se deberá partir de cero para aprehender el
fenómeno tal cual se presenta. Pero, ¿Cómo partir de cero si hay conocimientos previos sobre el
sistema observado anteriormente? Una de las respuestas posibles es saber que las observaciones
anteriores condicionan la observación actual, y por ello será útil realizar el esfuerzo de observar las
variables tal cual se presentan en ese momento y en ese sistema, como también tener en cuenta que
cambios se han propiciado respecto de lo observado previamente en lugar de buscar confirmar la
hipótesis inicial.
Otra de las dificultades es el gran dilema que plantean los términos observar, fundamentar e
interpretar.
Entendiendo aquí el término interpretar como toda conclusión a la cual se llega partiendo de
un dato observado desde el cual se construye una cadena de significados de manera lineal y
unicausal, donde la primera información parte de lo observado pero las siguientes parten de una
inferencia no observada.
Por ejemplo, se observa que el niño grita en la sesión. De ese dato observable se parte para
interpretar que el niño grita porque los padres no ponen atención a sus pedidos y esto es porque los
padres no cumplen las funciones de su rol, y no cumplen las funciones porque no tienen en su pasado
un modelo de padres que pusieran límites a las conductas del hijo y así se seguiría creando una
historia lineal y unicausal que muchas veces se aleja de la realidad observada. En este ejemplo, lo
observado fue la conducta del niño, pero nunca se observó la conducta de los padres para llegar a
estas conclusiones y además se establece una causalidad lineal al decir el porqué de una conducta en
función de otra que lo antecede.
Diferente seria, en este mismo ejemplo, decir que se observa a que el niño grita y se observa
también que los padres continúa hablando de otros temas sin responderle o mirarlo, por lo cual estos
dos datos se fundamentan en lo observado y no en lo interpretado. Así, el niño grita porque no le
prestan atención y también no le prestan atención porque el niño grita, necesitando aun este simple
ejemplo ser analizado con muchos otros elementos del sistema que deberán observarse, pretendiendo
solamente servir de muestra para señalar la diferencia entre un dato del sistema observado y
fundamentado y otro interpretado.
En esta dirección, al realizar una cadena causal y lineal se jerarquizan los datos para terminar
armando una historia que las más de las veces se aleja y bastante de la realidad del sistema que se
observa, pareciendo muchas veces una historia de ciencia ficción donde lo único parecido a la
familia son los protagonistas que se encuentran en un escenario totalmente diferente, el escenario
creado por las inferencias del diagnosticador, que recrea lo no visto con tenor de única verdad.
En conclusión, podría pensarse que lo interpretado no está allí donde se mira sino tan solo en
la creación del observador. Por ello, esta creación podría ser tan brillante y acertada como tan lejana
y fallida con respecto a la realidad que vive el sistema observado. Por ello, si bien no se descarta la
importancia de las interpretaciones, hay que saber que es una inferencia de una inferencia y saber
cómo utilizarla.
Es un tema extenso, que excede el marco de este trabajo, pero sin entrar en debates
filosóficos, se extendió una de las posibles definiciones, la entendida por estos autores en función del
diagnóstico de los sistemas humanos, y esta definición fue desarrollada porque, como diría Sócrates,
primero conoce y define el significado de los términos para después poder argumentar y discutir
sobre ellos.
Entendiendo como realizar el proceso diagnóstico y teniendo en cuenta algunas de las muchas
dificultades que podrían presentarse en este proceso, es también importante para aquel interesado
saber cómo llegar a ser un experto diagnosticador. Podrá preguntarse entonces, el diagnosticador”
¿nace o se hace?, “es estudiar o es la experiencia?, ¿es necesario el entrenamiento para observar un
sistema humano?
9.7. El entrenamiento necesario para lograr la habilidad de diagnosticar
Surge la pregunta de: ¿para qué entrenar en la observación de un sistema? Y una de las
posibles respuestas es que con el entrenamiento se mejora una habilidad. Pero esta afirmación
también tiene una parte que no es cierta, porque no todo entrenamiento mejora una habilidad. Este
dilema puede ser fácilmente pensado con el siguiente ejemplo.
De ello se puede concluir que no todo entrenamiento mejora una habilidad, ni toda repetición
de algo suma algo nuevo a la experiencia. Si estos ejercicios son tan solo la repetición idéntica de
algo en el tiempo, no agregan valor a la actividad.
En este sentido, ha de alertarse sobre el falso mito de que la experiencia siempre da mayores
habilidades o conocimientos a un profesional en su quehacer. Un profesional con mayor cantidad de
años en su actividad no necesariamente posee mayor habilidad en su campo, y esto también se aplica
al experto en el diagnostico de los sistemas humanos.
“Aprender a mirar donde ya miraste una y otra vez para así ver
lo que aún no viste”.
Estas palabras, dentro de la variedad semántica que presentan, puede pensarse que transmiten
una idea: el mirar, el observar detenidamente para aprehender las variables de un sistema, las cuales
son la materia prima para elaborar su diagnóstico.
También esta frase, cuando dice “una y otra vez”, invita a pensar en el ejercicio de
observar, el entrenamiento que requiere el observador que, sumado al bagaje teórico, lo convertirán
en un experto diagnosticador de los sistemas humanos.
Cabe subrayar que por entrenamiento aquí se entiende al ejercicio reiterado para mejorar esta
habilidad.
Por otra parte, la frase enunciada dice “ver lo que aún no viste”, y esta es precisamente la
brújula que guía el experto, ya que, de lo contrario, al realizar un diagnóstico se quedaría con aquello
que se presenta en primer plano, aquello que suele ver con facilidad; por ejemplo, en una familia
vería rápidamente que desacuerdan o, en otra familia, que el padre de familia tiene el lugar más alto
en la jerarquía del sistema porque en todo momento pone las pautas con las que se deben manejar, da
órdenes, etc. Pero la pregunta es ¿qué aún no viste?, ¿qué más muestra el sistema?, ¿qué muestra este
sistema en particular y en este momento dado? Esto será de especial utilidad cuando se realizan
variados diagnósticos en un mismo sistema.
Ver lo que aún no viste implica realizar un nuevo recorte al observar el fenómeno. Es
importante recordar que siempre captamos solo una parte de la totalidad de aquello que se presenta.
Es cierto que se recorta en función de las limitaciones de nuestros sentidos, en función del estado
emocional y de las cogniciones, pero también es cierto que se recorta guiados por la tendencia de
volver a ver lo ya visto, y es aquí donde es importante detenerse y saber que siempre hay algo más
para ver en lo ya presuntamente visto, ya que “… en la distinción que se traza, radica la posibilidad
de conocer el mundo” (Ceberio, 1998:91).
Para poder descubrir la dinámica y organización del sistema tal cual se le presenta en el aquí
y ahora, el observador no deberá guiarse por preconceptos, entre ellos el primer diagnóstico
realizado, preconceptos lejanos, claro, de la observación de la realidad que se le presenta. Debe
tener presente que en ello se incurre con facilidad, ya que esto sucede por varios motivos, siendo uno
de ellos la economía psíquica y la búsqueda del menor umbral en cuanto a la incertidumbre, el que
va de la mano de un menor nivel de ansiedad.
En este sentido, cuando se realizan varios diagnósticos de un mismo sistema será importante
realizar cada uno sobre la base de la observación y no sobre la base de datos del diagnóstico
anterior.
La utilidad de contar con diferentes diagnósticos será comparar cada uno de ellos para ver
los movimientos que se producen en el sistema, siendo esto en la clínica un análisis que conduce a
evaluar si ha disminuido la disfuncionalidad del sistema y cómo se manifiesta la funcionalidad.
Concluyendo, sin duda puede considerarse que el entrenamiento agudiza el ojo del
observador si este se basa en el principio de incertidumbre y en la búsqueda de lo nuevo, pudiendo
así percibir cada vez detalles más sutiles que cobran relevancia y que pueden marcar la diferencia en
un diagnóstico sistémico.
También es interesante mencionar que si bien hay personas con mayor habilidad a la hora de
observar, siendo moneda corriente llamarlos “buenos observadores”, sin duda un observador no es
bueno o malo, pero sí es cierto que un psicodiagnosticador es eficiente o no, de acuerdo con su
habilidad en la tarea que realiza.
Puede concluirse, entonces, que la observación es una habilidad que puede desarrollarse y
perfeccionarse mediante la práctica del proceso de diagnosticar y teniendo en cuenta que es
necesaria una metodología que permita observar, analizar y concluir un diagnóstico, habiendo para
ello determinado un camino que guía que mirar, como registrarlo y como poner cierto orden a un
conjunto muy complejo de variables y recursiones sistémicas.
También es importante considerar que para entrenar una habilidad en materia de diagnóstico
será conveniente saber qué ver y dónde buscar en el fenómeno observado, ya que, como es sabido,
las estructuras conceptuales guiarán la mirada del observador, y estas estructuras justamente son
nutridas por conceptos de la especialidad, siendo estos conceptos las herramientas que permiten el
trabajo de observar. Es por ello que “para el observador no existirían una cantidad de datos, sino
solo algunos factibles de captarse por calzar con sus estructuras conceptuales” (Ceberio, 1998:82).
Llegando al final de este recorrido y antes de ofrecer unas palabras finales a modo de
conclusión, resta describir en breves líneas algunos aspectos a considerar.
Resulta claro formular que el diagnóstico es, en cualquiera de sus ámbitos de aplicación:
“Es un acto que permite justificar y fundamentar para qué se hace lo que se hace y por
qué se dice lo que se dice respecto al sistema observado”
“Es el resultado de un camino de búsqueda”
“Es un análisis minucioso del sistema observado”
“Es una lectura del sistema humano en el aquí y ahora”
“Es el desciframiento de las variables y constelaciones sistémicas”
“Es una hipótesis de los elementos de un sistema y de sus relaciones”
“Es el desciframiento de brechas”.
“Es un resultado abierto que contiene cierta incertidumbre signada por la extensa finitud del
funcionamiento de un sistema”
En esta dirección, lejos de pensar en una mirada lineal, causalista y atomista, o pensar en la
suma de variables, han sido discriminadas cada una de las variables para poder agudizar el ojo del
observador y no perder de vista los múltiples elementos, poniendo el acento solo en algunos aspectos
que mal describirían la totalidad sistémica
Asimismo, la terminología utilizada por la cual se le dio un nombre a cada variable del
sistema apunta a eliminar ambigüedades al momento de estudiar o hacer referencia al sistema humano
en un informe técnico diagnóstico.
Así mismo, es importante recordar que en este trabajo no fue considerado el eje individual,
que reflexiona sobre los aspectos particulares de cada persona del sistema, por ejemplo sus
funciones psíquicas, siendo este también de gran utilidad en la clínica.
Si bien son numerosas las maneras de enfocar y observar un sistema humano, se realizó una
propuesta que, lejos de ser la única, es una forma de aproximarse a una observación fundamentada
que arribe a una hipótesis, no por ello desprovista de fundamentos y anclaje teórico.
En el ámbito clínico el realizar el diagnostico analizando cada una de las partes, los ejes
diagnósticos y sus variables permite desfragmentar el sistema para volver a juntar y descubrir un
nuevo orden. Al crear un nuevo orden se genera una solución terapéutica, la propuesta de un nuevo
orden de cara a una mayor funcionalidad.
Este trabajo ha sido desarrollado con el fin de guiar al diagnosticador, habiendo orientado
esta guía en el sentido de ser una herramienta de utilidad y operativa para el profesional.
Es de destacar que los tres ejes o dimensiones planteados agrupan las principales variables
de un sistema y, como fuera dicho en la introducción, no debe dejarse de lado la evaluación
individual, temática no desarrollada en este trabajo. No obstante ello, en este eje individual se
observaría todo lo referente no solamente a la posible presencia de una psicopatología en alguno de
los integrantes del sistema observado, sino que también estaría abocado a describir de la manera más
amplia posible todos los aspectos de la personalidad de cada persona y también su interjuego con las
variables del sistema, aunando así lo individual y lo sistémico en un todo congruente.
También está claro que si bien las variables fueron divididas en tres ejes de análisis, estas
dimensiones están entrelazadas y por ello las observaciones serán mejor encaminadas si se tiene en
cuenta el interjuego entre todas las variables, las constelaciones sistémicas, además de conocer las
particularidades de cada una de ellas, tal cual fuera ejemplificado en los últimos capítulos.
Es esperable para estos autores que este material ilustre con claridad y permita cierta
sistematización y fundamento para la realización de todo diagnóstico de un sistema humano y esto
ayude a avanzar no solo en la estrategia psicoterapéutica, en las derivaciones y en información de
devolución que se brinda a los pacientes, sino también en todas las áreas de la psicología y la
psiquiatría en las cuales se realiza un diagnóstico, entendiendo que la persona siempre es integrante
de sistemas, de lo que se desprende que nunca es suficiente el análisis recortado a algunos aspectos
de su personalidad, ya que es un ser social.
En esta misma dirección, en cuanto a la utilidad del diagnóstico sistémico, aun cuando se
realiza el diagnóstico de una sola persona, deberá considerarse el sistema en el cual se desarrolla,
entendiendo que sus conductas son y cobran sentido en un contexto.
Asimismo, deseamos que sea un incentivo para caminar por el interesante terreno de la
investigación, que conlleva realizar aportes y esclarecimientos sobre el diagnóstico.
De la misma manera, quisiéramos que sea tenida en cuenta su utilidad de manera ética y
profesional dejando de lado opiniones y bastiones de una u otra línea teórica dentro de la psicología,
para poder realizar un correcto diagnostico en cualquiera de las aéreas en las cuales sea aplicado y
dejar por fin un día de lado las justificaciones de tal o cual otro teoría para poder realizar
diagnósticos que se ajusten al fenómeno que se observa en todas sus dimensiones, evitando así el
fracaso del diagnostico al hacer una excesiva simplificación de las variables en juego.
Cabe acotar que más allá del área de aplicación, deberá contemplar la descripción del
fenómeno como un todo, por lo que se entiende que el diagnóstico psicológico y psiquiátrico no es
solo la conclusión de la presencia o no de una psicopatología, debiendo contener también elementos
funcionales de la personalidad observada y, de la misma manera, el diagnóstico de un sistema
humano deberá contener aspectos funcionales y disfuncionales, no limitándose a estos últimos en una
visión parcial.
Estas conclusiones no pretenden invocar la verdad absoluta, sino que son el pensamiento de
quienes al desarrollar este trabajo han investigado y pensado en el cómo y para qué se utiliza el
diagnóstico en las ciencias que estudian la conducta y, por tanto la psiquis humana de personas que
integran sistemas humanos. Conclusiones que se dirigen a alertar sobre la necesidad de adecuar los
diagnósticos a nuestra época con los avances científicos que en ella vislumbran, sin miedo a dejar
atrás viejas concepciones para dar paso a lo nuevo que aporta valor a la tarea profesional y al fin
para el cual esta se desempeña.
Uno de los aspectos más importantes de este trabajo, para estos autores, es haber podido
transmitir la importancia de realizar un diagnóstico de los sistemas humanos basado en la
observación y pensando desde la epistemología de la complejidad, como también es haber podido
transmitir la idea de que:
Llegando al final de este trabajo, desde esta perspectiva, toda causa es efecto y todo fin un
principio. En esta dirección, queremos cerrar para abrir, queremos marcar la importancia de que este
trabajo es un fin para un principio, un punto de partida para la investigación, el estudio y la práctica
del diagnostico sistémico, siendo una temática apasionante que se ilustra con la frase de inicio, como
todo fin, se vincula con el inicio.
(H.A.S. y S.E.R.)
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