La Poesia Centroamericana Abre Sus Puertas PDF

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La poesía

centroamericana
abre sus puertas
Daniel Rodríguez Moya

Fondo de Cultura Económica acaba de publicar un volumen de


esos que se convierten, desde su salida, en necesarios. Puertas
abiertas. Antología de poesía centroamericana, preparada por el
escritor nicaragüense Sergio Ramírez, viene a ocupar un espacio
editorial lamentablemente muy vacío en cuanto a la producción
poética de la región centroamericana. Antologías parciales por
países en editoriales con poca distribución es la tónica en cuanto
a visiones generales y panorámicas de la lírica, con algunas excep-
ciones como la edición de Pájaro relojero. Poetas centroamerica-
nos, en Galaxia Gutenberg, bajo la selección de Mario Campaña.
La antología, que ha sido publicada aprovechando que la Feria
Internacional del Libro de Guadalajara (México) dedicaba un
importante espacio a la literatura centroamericana en su XXV
(noviembre de 2011), reúne a autores de los seis países centroa-
mericanos de habla española (Guatemala, Honduras, Nicaragua,
Costa Rica, Panamá y El Salvador). Diez poetas representativos
de la poesía contemporánea (todos vivos) de cada uno de estos
países, salvo de Nicaragua, que son dieciséis. Que el antologo sea
nicaragüense nada tiene que ver con esta aparente desproporción.
Y es que de todo el ámbito centroamericano el peso de la poesía
nicaragüense y su influencia fuera de las fronteras de la región es
muy superior al del resto de los países. Algo tendrá que ver en

Sergio Ramírez: Puertas abiertas. Antología de poesía centroamericana. Fondo


de Cultura Económica, México, 2011.

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esto que el gran renovador de la poesía en castellano sea un nica-
ragüense nacido en Metapa (hoy Ciudad Darío) y enterrado,
como recuerda Ramírez en el prólogo que dijeron Neruda y
Lorca alalimón en un homenaje en Buenos Aires, en la catedral de
León (también de Nicaragua) «bajo su espantoso león de marmo-
lina, como esos leones que los ricos ponen en los portales de sus
casas».
Siguiendo con el prólogo de Ramírez, la poesía nicaragüense y
su evolución desde Darío es la que ocupa el grueso del discurso.
N o pueden faltar momentos fundamentales en este camino como
el Movimiento de Vanguardia, surgido en 1931 en la Granada
nicaragüense bajo los atrevimientos líricos de José Coronel Urte-
cho y Pablo Antonio Cuadra, entre otros. También apunta Ramí-
rez la importancia, cada vez más presente en los autores nicara-
güenses más jóvenes en la actualidad, de Carlos Martínez Rivas,
un poeta que ha alcanzado la categoría de autor de culto. Nicara-
gua protagoniza el texto, decía, pero no se obvian momentos
importantes para el conjunto de la poesía centroamericana como
el protagonismo en la modernidad poética del guatemalteco Luis
Cardoza y Aragón (1901-1992) o, cuando señala Ramírez la línea
poética relacionada con lo social y revolucionario, la trayectoria
del costarricense Jorge Debravo y el salvadoreño inevitable, en
esta misma línea, Roque Dalton. Aunque claro, Nicaragua tam-
bién aporta autores de referencia en esta poética revolucionaria
con nombres como el de Leonel Rugama.
La selección, que se presenta en el volumen de norte a sur,
arranca con Guatemala, donde hay poemas de, entre otros, Ana
María Rodas, Marco Antonio Flores o el poeta de la etnia maya
k'iche'Humberto Ak'abal (del que se recogen poemas solo en
español).
Conviene detenerse en El Salvador esencialmente por dos
motivos. Uno es la inclusión de Claribel Alegría (Estelí, Nicara-
gua, 1924) como poeta salvadoreña, cuando podría ser integrada
perfectamente como autora nicaragüense. En cualquiera de los
dos países su presencia está más que justificada y, obviamente, al
formar parte del capítulo dedicado a El Salvador la representación
del más pequeño de los países centroamericanos gana mucho peso
en el conjunto de la antología. La de Claribel Alegría es la gran

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voz de la poesía centroamericana. Su trayectoria, desde aquel Ani-
llo de silencio de 1948 bajo el magisterio de Juan Ramón Jiménez,
la hace merecedora de un puesto de referencia en la poesía escrita
en español del siglo XX. El otro motivo por el que vale la pena
detenerse en El Salvador es Jorge Galán (1973), la voz más perso-
nal de la joven poesía centroamericana. Su cuidadoso lenguaje
unido a una vocación de claridad aprendida no sólo en los gran-
des maestros del 27, sino también en la propia Claribel Alegría,
hacen que la voz de Galán sea la de mayor proyección dentro y
fuera de Latinoamérica en cuanto a las generaciones más jóvenes.
El capítulo dedicado a la poesía hondurena por desgracia no
puede contar -por la premisa de que los autores incluidos debían
estar vivos- con la voz de Roberto Sosa (1930), fallecido en mayo
de 2011, sin duda su más digno representante. No obstante la
selección presenta a algunos autores de cierto interés como Rigo-
berto Paredes (1948), María Eugenia Ramos (1959) o una muestra
de por dónde van los tiros de los jóvenes poetas con los versos de
Gustavo Campos (1984) que apuesta por una poesía de corte irra-
cionalista aún muy poco personal.
Como ya apunté desde el inicio, es Nicaragua la gran protago-
nista del volumen, e insistimos en ello, por motivos más que sufi-
cientes en este contexto centroamericano que aborda la antología.
De Ernesto Cardenal se han escogido sus poemas más representa-
tivos, desde la Oración a Marilyn Monroe a algunos de sus céle-
bres epigramas y salmos. Con muy buen criterio, el antologo ha
prescindido de obra más reciente del gran vate nicaragüense. Hay
muchos otros nombres obligatorios para una antología de poesía
centroamericana como el de Gioconda Belli. De Belli echo en falta
un poema que, entiendo, muestra a la mejor poeta que hay en ella.
Su popurrí poético llamado Carga cerrada bastaría para demos-
trar por qué Gioconda Belli es la poeta reconocida que es. Sin
embargo, el antologo ha optado por otros poemas que, salvo su
célebre Y Dios me hizo mujer, no veo representativos de su obra.
La presencia femenina es muy importante en la poesía nicara-
güense, algo que se refleja bien en la antología con las voces, ade-
más de la propia Belli, de Daisy Zamora, Ana Ilce Gómez, Miche-
lle Najlis, Vidaluz Meneses y Blanca Castellón. La voz más joven
representada es la de Carlos Fonseca Grigsby (1988) que con tan

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sólo 18 años se alzó en España con el Premio Internacional de
Poesía Fundación Loewe Joven Creación con su deslumbrante
libro Una oscuridad brillando en la claridad que la claridad no
logra comprender. Debía estar incluido, lo estuvo y sus versos son
la cita con la que se inicia el libro a modo de homenaje, el joven
poeta Francisco Ruiz Udiel (1977). El mejor sin duda de su gene-
ración y con un futuro más que prometedor. Pero él decidió que
su último libro, Memorias del agua, publicado en enero de 2011,
fuera postumo. Nos hemos perdido muy buenos poemas. Y Nica-
ragua ha añadido a la odiosa lista de poetas suicidas una voz
excepcional.
Costa Rica y Panamá cierran la antología con nombres como
Laureano Albán (1942), Ana Istarú (1960) o Luis Chaves (1969)
como poetas ticos y Demetrio Fábrega (1932) como uno de los
panameños más destacados.
Sergio Ramírez, aunque narrador, siempre ha permanecido
muy atento a la creación poética e incluso alguna vez incursionó
en ella. Su mirada amplia y llena de generosidad, siempre riguro-
sa, y el apoyo que para este trabajo tuvo primero de Francisco
Ruiz Udiel y tras su fallecimiento de Ulises Juárez Polanco, han
conseguido un trabajo de absoluta referencia para el conocimien-
to de la poesía centroamericana en la actualidad. Un panorama
dispar pero que, como señala el propio autor en el prólogo «tiene
denominadores comunes en la geografía, en la historia, en la len-
gua y en la cultura» G

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