Leyendas Mateo
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Sin darse por vencido el gigante continuó con la búsqueda y se dirigió a la Laguna de Cuicocha,
sorprendido por su belleza empezó a bajar por sus laderas y sintió el agua muy fría, con miedo
de tener otra desilusión continuó entrando a la laguna poco a poco, finalmente tocó fondo y el
agua le llegó hasta su cintura. El gigante pudo bañarse mejor pero insistió en encontrar una
laguna donde el agua le cubra hasta su cuello; es así que continuó subiendo por el Taita
Imbabura y divisó una pequeña laguna en su cumbre, el gigante al ver el tamaño de la laguna
dio una gran carcajada, pero arrogante se dirigió hasta allí para intentar por última vez. El
momento que el gigante se adentró en las negras aguas de la laguna el Cunrru no encontraba
fondo y su desesperación fue tal que para no ahogarse, levantó su brazo y con uno de sus
dedos trató de sostenerse de alguna roca, provocando un hueco, que existe hasta hoy y se le
conoce como la ventana del Imbabura.
Del gigante nunca se supo – unos dicen que se ahogó – y bajó a las profundidades de la laguna,
porque según los lugareños ésta no tiene fondo y se conecta con el mar; otros dicen que se
salvó y abandonó nuestras tierras por la lección que recibió.
La manera en la que abandonaba la Iglesia, era un tanto extraña, ya que subía hasta lo alto de
una torre y luego se descolgaba hacia la calle. Lo que no todos sabían es que, para arribar a ese
lugar, tenía que pararse encima de una estatua de Jesucristo de tamaño natural.
Una noche que planeaba salir a «saciar su sed» se posó encima del brazo y cuando estaba a
punto de irse, alcanzó a escuchar una voz que le decía:
Luego de decir eso, se dirigió a la cantina clandestina en donde bebía y no salió de ahí hasta
que estaba completamente borracho.
El cura iba dando tumbos por la calle, hasta que chocó de lleno con unos hombres que
llevaban un féretro en camino hacia el cementerio. El féretro cayó a media calle, ocasionando
que la tapa se rompiera.
El padre Almeida no podía creer lo que veían sus ojos, el hombre que estaba dentro del ataúd
era el mismo.
Sobra decir que de inmediato recobró la sobriedad y en cuanto llegó a su Iglesia le juró al
Cristo de la torre que nunca volvería a probar una gota de vino. Desde ese entonces, la gente
afirma que el rostro de dicha imagen cambió completamente y que aún hoy en día se puede
ver que esboza una sonrisa de satisfacción, pues una de sus ovejas volvió al redil.
Esmeraldas es una ciudad de Ecuador en la que alguna vez vivió una muchacha de cabellos
rubios, quien una noche de luna llena salió a dar un paseo.
Mientras caminaba por una estrecha calle, un sujeto se le acercó y la jaló hasta llevarla a la
fuerza a una esquina en donde le robó un beso.
Después de un rato, la muchacha regresa a su casa con el vestido maltratado y sus ojos llenos
de lágrimas, debido al terrible susto que se llevó. Posteriormente se metió al cuarto de baño, y
mientras estaba lavándose el pelo, hizo el juramento de que ningún otro hombre se
aprovecharía de ella.
Del armario sacó un hermoso vestido rojo y unas zapatillas a juego. Luego salió de su domicilio
con la intención de tomar unos tragos para olvidar lo que le había pasado.
Los hombres no paraban de admirar su gran belleza. Pronto, le apodaron la «Tacona», dado a
que sus zapatos tenían el tacón sumamente alto. De pronto un hombre, decide sacarla a bailar
y al terminar la pieza le propone que le acompañe a la orilla del mar, para poder platicar a
solas con ella.
La muchacha accede y una vez que están en la playa, el sujeto la toma fuertemente de la
cintura para besarla a la fuerza. Sin embargo, antes de que sus labios toquen los de la joven, se
da cuenta de que la muchacha se ha transformado en un horrible cadáver.
Lo que ocurrió es que aquella dama había hecho un pacto con la muerte, para cobrar venganza
de todo aquel que quisiera hacerle daño a una mujer.