La Economia Mundial Ante El 2020

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ARI 2/2020

13 de enero de 2020

La economía mundial ante 2020


Federico Steinberg | Investigador principal, Real Instituto Elcano, y profesor de la
Universidad Autónoma de Madrid | @steinbergf

José Pablo Martínez | Ayudante de investigación, Real Instituto Elcano | @jpmromera

Tema
La economía mundial debería continuar creciendo en 2020. Y aunque la probabilidad de
una recesión a lo largo del año es baja, existen factores de riesgo que podrían deteriorar
dicho escenario.

Resumen
La economía mundial debería continuar creciendo en 2020, siendo baja la probabilidad
de una recesión gracias a la reducción de algunas de las más importantes
incertidumbres del pasado año, tales como un Brexit caótico o una escalada en la guerra
comercial entre EEUU y China.

No obstante, en un contexto en el que la disputa entre estos dos países por convertirse
en la fuerza hegemónica mundial marcará las próximas décadas, persisten factores
preocupantes: algunos vinculados a la política exterior del presidente Trump, como la
creciente tensión con Irán, el probable incremento de los aranceles al sector del
automóvil europeo o el deterioro de las instituciones multilaterales de gobernanza
económica internacional. A estos se añaden otros, como son la deriva de las protestas
en América Latina o la solidez de los partidos nativistas xenófobos de extrema derecha
en Europa en un contexto de creciente desigualdad y profundo cambio tecnológico.

En cualquier caso, más allá de estos interrogantes, insistimos en que el escenario más
plausible es el de mantenimiento de un crecimiento moderado.

Análisis
La economía mundial debería continuar creciendo en 2020 y la probabilidad de una
recesión a lo largo del año es baja, tanto a nivel global como en las economías
avanzadas o emergentes. De hecho, aunque la economía mundial se encuentra en una
desaceleración desde hace varios años y esa tendencia general será difícil de revertir,
se podría producir un pequeño repunte del crecimiento en la primera parte de 2020 por
la aceleración de la actividad en algunos países y por la reducción de algunas de las
incertidumbres con las que hemos convivido a lo largo de 2019. En particular, tanto un
Brexit caótico como los peligros de nuevas escaladas en la guerra comercial entre EEUU
y China, parecen cada vez menos probables. Además, la caída de la actividad industrial
en algunos países avanzados parece no estar trasladándose al sector servicios.

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ARI 2/2020 - 13 de enero de 2020 - Real Instituto Elcano

Aun así, existen algunos factores que resultan preocupantes, y casi todos ellos se
derivan de las peligrosas consecuencias de la errática e impredecible política exterior
del presidente Trump. La creciente tensión entre EEUU e Irán, más allá de poder
desembocar en un grave conflicto bélico (algo no descartable a día de hoy), podría
elevar el precio del petróleo, con el consiguiente impacto negativo sobre el crecimiento
global (y en particular español). Asimismo, la UE está expuesta tanto a un incremento
de los aranceles por parte de EEUU al sector del automóvil (aranceles que la
Administración Trump ha indicado que podrían llegar a lo largo del año y que también
afectarían a países no europeos) como a la inestabilidad derivada de un posible
adelanto electoral en Italia, que diera lugar a una victoria de la Lega de Mateo Salvini
(algo poco probable a día de hoy), y generara alzas en las primas de riesgo en los países
del sur de la eurozona. Por último, el deterioro y la pérdida de relevancia de las
instituciones multilaterales de gobernanza económica internacional, en particular de la
Organización Mundial del Comercio (OMC), continuará a lo largo del año, aumentando
la incertidumbre y socavando el sistema de reglas que tan importante es para generar
crecimiento económico y empleo.

Pero lo que debería centrar la atención de las políticas públicas es asegurar que el
crecimiento económico en Europa, además de volver a ser más intenso, esté mejor
distribuido. El aumento de la desigualdad y, sobre todo, la creciente percepción de que
las elites cosmopolitas liberales y urbanas están capturando una parte
desproporcionada de las rentas generadas por la globalización y el cambio tecnológico
es un caldo de cultivo para los movimientos antisistema, antieuropeos y antiapertura.
No hacerles frente es el mayor riesgo para la estabilidad y el crecimiento económico a
largo plazo. Si hay frustración y ansiedad entre las clases medias de los países
Occidentales en un entorno de crecimiento económico como el que venimos
experimentando en los últimos cinco años, imagínense cómo sería el enfado si la
economía creciera menos. Y el problema, además, es que los instrumentos monetarios
y fiscales disponibles son cada vez más escasos: la política monetaria casi no tiene
margen de maniobra y las reglas fiscales europeas, que necesitan una reforma, reducen
a día de hoy las opciones para un impulso fiscal en casi todos los países. Tan sólo el
Pacto Verde anunciado por la Comisión Europea parece abrir una ventana de
oportunidad para que el sector público recupere el papel de liderazgo que se requiere si
se pretende luchar contra el calentamiento global de forma decidida.

En definitiva, el escenario base para la economía mundial, europea y española para


2020 es favorable. Pero como muestran los movimientos de protesta en América Latina,
el Brexit o el auge de los partidos nativistas xenófobos de extrema derecha en Europa,
no es buena idea conformarse con una coyuntura macroeconómica saludable, sobre
todo en situaciones de debilidad del contrato social y aumento de las incertidumbres
geopolíticas.

A continuación revisaremos primeramente el desempeño previsto de la economía


mundial en 2020, para posteriormente analizar los principales focos de riesgo que
podrían alterar tal escenario, y por último finalizar con unas conclusiones.

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Perspectivas moderadamente optimistas para la economía mundial


Tras un 2019 en el que la expansión de la economía global fue la más débil de la última
década, el escenario base de las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI)
es que en 2020 el dinamismo repunte cuatro décimas porcentuales, permitiendo a la
economía global volver a crecer por encima del 3% (véase la Figura 1). La mejora
vendría impulsada tanto por un ligero ascenso de la inversión como por la recuperación
del comercio internacional, que podría aumentar alrededor del 3% tras un escuálido
crecimiento del 1,1% (el tercer peor dato del presente siglo) en 2019.

Figura 1. Tasa de crecimiento de la economía mundial

8%

7%

6%

5%

4%

3%

2%

1%

0%
2014 2015 2016 2017 2018 2019 2020
Mundo Economías avanzadas Economías emergentes
Unión Europea EEUU China
Japón

Fuente: Fondo Monetario Internacional, Perspectivas de la economía mundial, octubre de 2019.

Sin embargo, esta mejora del crecimiento global está generada, sobre todo, por la
aceleración en algunas economías emergentes que lo pasaron especialmente mal el
año pasado, como Argentina, Turquía, Arabia Saudí, México, Rusia o Brasil. Además,
aunque tanto la India como otras economías asiáticas podrían aumentar su ya rápido
crecimiento, China, que se encuentra en una desaceleración económica estructural
desde hace ya varios años, podría crecer por primera vez en 40 años por debajo del
6%. El menor crecimiento chino, que además de ser lógico es saludable desde un punto
de vista de equilibrios globales, no supone que el gigante asiático deje de ser una
locomotora global (un 6% de crecimiento en China aporta hoy al PIB global mucho más
que un 10% de crecimiento hace una década). El reto consiste en que las autoridades
chinas sean capaces de hacer transitar su economía hacia un modelo de crecimiento
menos basado en las exportaciones, la inversión y la industria y más apoyado en la
demanda interna, el consumo y los servicios sin pasar por una crisis, algo cada vez más
complicado en un contexto de enfrentamiento con EEUU.

En las economías avanzadas, el crecimiento continuará desacelerándose ligeramente,


siguiendo la pauta de los últimos años. EEUU, en año electoral, seguirá creciendo por
encima del 2%, y el presidente Trump, consciente de que un frenazo económico
dificultaría su reelección, hará todo lo que esté en su mano para acelerarlo, y seguirá

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presionando a la Reserva Federal para que rebaje los tipos de interés y deprecie el
dólar. Los países de la zona euro, el Reino Unido y Japón continuarán, en términos
generales, con crecimientos débiles (en especial Alemania e Italia), destacando España
como uno de los países grandes de la zona euro más dinámicos. En todo caso, para
todos los países desarrollados, la baja inflación (a pesar de los estímulos monetarios),
el reducido crecimiento de la productividad y la persistente desigualdad, resultan cada
vez más preocupantes, sobre todo en un ambiente de rápido envejecimiento de la
población que alimenta las tesis de “estancamiento secular” y reavivan los debates
sobre el uso de la política fiscal en un ambiente de bajos tipos de interés que permitiría
acometer inversiones públicas a un coste muy reducido.

Figura 2. Evolución de previsiones de crecimiento del FMI para 2020

8%

7%

6%

5%

4%

3%

2%

1%

0%
Mundo Economías Economías Unión China Japón EEUU India
avanzadas emergentes Europea

Previsión octubre 2019 Previsión abril 2019

Fuente: Fondo Monetario Internacional, Perspectivas de la Economía Mundial, abril de 2019 y octubre de
2019.

En todo caso, y aunque la expansión económica que estamos viviendo sea una de las
más largas (aunque no vigorosa) de la historia reciente de los países avanzados (sobre
todo en EEUU), cabe señalar que este crecimiento no está generando desequilibrios
importantes: el endeudamiento privado es bajo y la inflación está contenida. Como las
expansiones no mueren de viejas, y aunque en algún momento llegará una recesión, no
parece probable que ésta se vaya a producir este año. Además, cuando la temida
recesión llegue, no debería ser tan intensa como la anterior (que en el caso europeo y
español además fue doble). Aunque el precio de algunos activos podría estar inflado
tras años de expansión monetaria, no parece haber síntomas de burbujas
generalizadas, lo que lleva a pensar que la próxima recesión debería ser suave y corta
y no ir acompañada de una crisis financiera como la anterior.

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EEUU, China e Irán serán los tres epicentros de la incertidumbre económica mundial…
A lo largo de 2020 el principal foco de inestabilidad económica estará asociado al
impacto de la política exterior estadounidense. Lo sustantivamente distinto de este año
podría ser que la tensión con Irán (y sus ramificaciones en Oriente Medio) podría tomar
el relevo a la tensión con China (y Corea del Norte). Un presidente Trump en campaña
electoral y amenazado por el impeachment es todavía más imprevisible, por lo que no
es descartable una escalada en el conflicto con Irán, que además de desencadenar
algún tipo de contienda bélica y/o desestabilizar la región más compleja del planeta, se
traduciría en una peligrosa escalada en el precio del petróleo que reduciría el
crecimiento global y sería especialmente negativo para países muy dependientes del
petróleo importado, como España.

Sin embargo, la rivalidad y la lógica de la confrontación económica y tecnológica entre


EEUU y China, que es y será el elemento central de las relaciones internacionales del
siglo XXI y que ha estado generando enorme incertidumbre durante los últimos años,
podría suavizarse durante 2020 ya que una distensión transitoria podría resultar
conveniente para ambas potencias. Esto supone que, en el campo de la confrontación
comercial, tras dos años de escalada proteccionista en los que los aranceles
estadounidenses a los productos chinos han subido en promedio del 3% al 20% (y los
chinos a los productos estadounidenses del 8% al 20%), existe un acuerdo por el que
ambas potencias se han comprometido a no elevarlos más. Aunque los aranceles
existentes no se eliminarán y nadie sabe cuánto durará esta tregua, el acuerdo podría
reducir la incertidumbre, que es lo que mayor impacto negativo sobre el crecimiento ha
tenido durante los últimos años al frenar muchas decisiones de inversión.

En todo caso, Trump continuará con sus políticas proteccionistas. Por una parte, podría
imponer aranceles sobre la importación de automóviles a lo largo del año apoyándose
en la dudosa justificación de la protección de la seguridad nacional, lo que afectaría
especialmente a los países de la zona euro, en particular a Alemania. El presidente ya
ha indicado que, una vez alcanzada la tregua con China y aprobada la nueva versión
del acuerdo de libre comercio con Canadá y México (el NAFTA 2.0, rebautizado como
USMCA), se centrará en “reequilibrar la relación comercial con la UE”. Los aranceles
que ya impuso a productos europeos como compensación por las ayudas públicas a
Airbus a finales de 2019 dejaron claro que las amenazas de EEUU deben ser tomadas
muy en serio. Por lo tanto, la UE debería asumir que la escalada de tensión irá a más y
que las negociaciones entre la UE y EEUU para un limitado acuerdo de libre comercio
que están en marcha no llegarán a buen puerto.

Por otra parte, y esto también es especialmente preocupante para la UE, EEUU
continuará bloqueando el funcionamiento y la reforma de la OMC. Tras meses de
negativa estadounidense a nominar jueces para el mecanismo de apelación del sistema
de resolución de conflictos de la OMC, considerado como la joya de la corona de la
institución, el pasado diciembre dicho mecanismo dejó de funcionar. Aunque la UE está
trabajando en un sistema temporal paralelo, nada garantiza que este vaya a funcionar,
por lo que podríamos encontrarnos ante el fin de la OMC tal y como la conocemos. Esto
vendría a sumarse al boicot estadounidense a prácticamente todas las instituciones
multilaterales supranacionales, dificultando la gobernanza de la globalización, dando

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alas al nacionalismo y erosionando el sistema de reglas y derecho internacional con el


que tan cómodos se sienten los europeos.

Aunque el propio EEUU ha mostrado su preferencia por tener algún tipo de marco
regulatorio internacional para el comercio más allá de los acuerdos bilaterales que está
negociando, lo cierto es que es muy poco probable que se pueda llegar a una reforma
global de la OMC (que incluya el funcionamiento de su mecanismo de apelación, pero
también muchos otros temas) mientras Trump ocupe la Casa Blanca. De hecho, cada
vez parece más claro que EEUU pretende volver al GATT, en el que no había ninguna
autoridad supranacional capaz de restringir su autonomía en materia comercial y donde
la única vía para la solución de diferencias era la negociación bilateral. De ser así, y
sobre todo si Trump resulta reelegido, nos encontraríamos ante una progresiva erosión
de las cadenas de producción globales (que a día de hoy se sustentan en acuerdos
comerciales sólidos y creíbles), que además podría acelerarse si la tensión entre EEUU
y China continúa en el ámbito tecnológico. Aunque no haya nuevos aranceles sobre
productos chinos, es probable que EEUU continúe restringiendo la actuación de las
empresas tecnológicas chinas (entre las que destaca Huawei) por motivos de la
seguridad y con el control de la tecnología 5G de telón de fondo, y presionando a los
países europeos para que hagan lo mismo.

Por último, habrá que prestar atención a fenómenos internos con potencial
desestabilizador tanto en China como en EEUU. En el primero caso, la gestión política
de la desaceleración económica estructural que enfrenta el país (que reduce la
legitimidad del régimen), cómo hacer frente a la elevada deuda (por encima del 300%
del PIB entre la pública y la privada) y, sobre todo, el impacto de las protestas
ciudadanas en Hong Kong y la respuesta de Pekín. En el caso de EEUU, más allá del
aumento de la polarización en un año electoral acompañado de un impeachment al
presidente Trump que casi con toda seguridad no saldrá adelante, habrá que estar
atento a un posible repunte de la inflación, que podría llevar a la Reserva Federal a subir
los tipos de interés y reduciría el crecimiento.

… pero también habrá que estar atentos a lo que pueda pasar en el resto del mundo
En cualquier caso, aunque EEUU, China e Irán sean los tres epicentros de la
incertidumbre económica mundial, no deben ignorarse otros potenciales focos de
inestabilidad.

En Europa los principales nubarrones en el horizonte parecen ir despejándose.


Alemania ha esquivado la recesión, la rotunda mayoría conservadora en las elecciones
británicas de diciembre de 2019 nos conducirá, seguramente, a un Brexit ordenado, los
eurocríticos de la Lega en Italia están fuera del gobierno italiano, y los partidos
proeuropeos continuarán manteniendo el control de las instituciones comunitarias
durante la próxima legislatura. Sin embargo, esta nueva realidad es frágil. En primer
lugar, no se antoja fácil que la Unión y el Reino Unido puedan lograr un acuerdo definitivo
antes de que concluya el período transitorio el 31 de diciembre 2020, lo que haría
sobrevolar de nuevo la amenaza de fuertes restricciones comerciales entre ambas
partes según se acercara dicha fecha. Asimismo, las encuestas no dejan de indicar un
ascenso en la popularidad de Salvini y su partido, por lo que en el momento en el que

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se produzcan elecciones en el país transalpino es probable que vuelvan al gobierno en


una posición de fuerza incluso mayor de la que gozaban anteriormente, lo que muy
probablemente abocaría a la ruptura del diálogo con la Comisión en materia
presupuestaria. En esta misma línea, el incremento de los diputados euroescepticos en
el Parlamento Europeo junto a la solidez de algunos gobiernos del mismo cariz hacen
prever serias dificultades a la hora de emprender las profundas reformas que la Unión
necesita en los ámbitos económico y monetario, muy especialmente en lo relativo a la
gobernanza del euro. Y todo ello en un contexto en el que la hostilidad con Rusia
permanece latente y sin visos de remitir.

Al otro lado del planeta, la tensión también parecía rebajarse en Asia Oriental tras la
visita de Donald Trump a Corea del Norte, la primera de un presidente estadounidense
en el cargo. Pero el anuncio a comienzos de 2020 por parte de Kim Jong-un de la
suspensión de la moratoria nuclear ante la falta de propuestas de EEUU, unido al
abrupto deterioro de las relaciones entre Japón y Corea del Sur, han vuelto a elevar la
incertidumbre en esta zona del continente asiático. En Oriente Medio, más allá de las
tensiones generadas alrededor de Irán y su influencia en Irak y otros países de la región
(siempre apoyados por Rusia), Turquía también podría ser sometida a sanciones de
EEUU en caso de intensificar sus actuaciones en el Kurdistán sirio, si bien el peligro
para la estabilidad de la zona podría no venir únicamente de disputas directas entre
países. Así, la repetición de atentados y sabotajes como los acaecidos en 2019 en la
estratégica instalación petrolífera saudí de Abqaiq o en el estrecho de Ormuz, donde
transita en torno a un tercio del petróleo y el gas mundial transportado por vía marítima,
también supondrían un duro golpe a la economía regional con implicaciones globales.
Asimismo, buena parte de la atención en África se centrará en Argelia y en cómo el
régimen intenta mantenerse tras la renuncia de Abdelaziz Bouteflika, en un contexto de
continuas protestas y de deterioro económico.

Por último, en América Latina continuará la incertidumbre política vinculados a las


protestas ciudadanas que proliferaron durante 2019 desde Ecuador a Chile, pasando
por Colombia, Bolivia, Perú y, por supuesto, Venezuela. Aunque el origen de las mismas
ha sido diverso, en todas puede apreciarse una desafección asociada tanto por el
incremento de la desigualdad como por el deterioro institucional. Al margen de estas
movilizaciones populares, también habrá que estar atentos a las primeras medidas de
carácter económico que tome el nuevo gobierno argentino liderado por el peronista
Alberto Fernández, que en principio parece que serán más moderadas de lo esperado
y contribuirán a estabilizar la economía argentina y evitar el temido default. El rumbo
que tome el gobierno argentino también será clave para ratificar el acuerdo comercial y
político alcanzado entre Mercosur y la UE, que tan importante resulta para los intereses
de España.

Conclusiones
Como hemos visto, los principales elementos de riesgo que se cernían sobre la
economía mundial en 2019 parecen haberse disipado. Aunque el largo ciclo económico
de crecimiento está mostrando algunos signos de agotamiento y alimentando una
desaceleración económica a nivel global, especialmente en los países avanzados, nada
indica que tengamos una recesión a la vuelta de la esquina.

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No obstante, existen algunos elementos que podemos catalogar como de “incertidumbre


radical”, que pueden llevarnos a cuestionar los modelos que utilizamos para anticipar el
futuro próximo. Tienen que ver con cambios estructurales que todavía no sabemos cómo
debemos interpretar, como el claro deterioro del orden liberal internacional basado en
instituciones y reglas, el impacto del cambio tecnológico y el envejecimiento sobre el
cada vez más debilitado “contrato social” en las democracias avanzadas, el creciente
descontento social en muchas regiones del mundo que está erosionando el
funcionamiento de la democracia liberal, la extraña y difícil de interpretar “nueva
normalidad” de bajos tipos de interés y bajo crecimiento de la productividad, o las
incertidumbres asociadas a la necesidad de cambiar de modelo para hacer frente al
cambio climático. Y todo ello en un escenario de rivalidad económica y tecnológica entre
EEUU y China que marcará el rumbo del siglo XXI.

Sin embargo, más allá de estos interrogantes, que nos acompañarán durante toda la
década que comenzamos, el escenario base, el más plausible, es el de mantenimiento
de un crecimiento moderado.

Real Instituto Elcano Príncipe de Vergara, 51. 28006 Madrid (Spain)


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