TP 2 - Qué Es La Literatura
TP 2 - Qué Es La Literatura
TP 2 - Qué Es La Literatura
En este trabajo vamos a comenzar a reflexionar en torno a las preguntas ¿Qué es la literatura?
¿Para qué sirve? No son preguntas fáciles de responder porque no existe una sola respuesta.
No es como las matemáticas donde dos más dos son cuatro y no es posible otro resultado.
Vamos a ir de a poco, lo importante es ir reflexionando, pensando, acercándonos a una
definición del concepto.
1) Pensá y respondé con tus palabras y desde tu experiencia: ¿Qué es la literatura para
vos? No busques en diccionarios ni en internet, poné lo que sabés o lo que asocies con esa
palabra.
2) Observá cada una de las imágenes y escribí frases que describan lo que ves en
relación con los libros, la lectura y la literatura. Por ejemplo, en la primera imagen
vemos como un libro en forma de regadera está regando un par de cerebros. La frase
podría ser: La lectura cultiva nuestro cerebro, lo mantiene vivo, lo nutre, etc.
(¡Se creativo! No hay respuesta incorrecta aquí).
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Les dejamos los links de unos videos que amplían este concepto de literatura que estamos
construyendo. Si no tienen internet y no los pueden ver no pasa nada. Pero si pueden verlos,
háganlo. Son cortos y están muy buenos.
https://www.youtube.com/watch?v=MOShd9HLdE4
https://www.youtube.com/watch?v=u_oQv_NwRbU
MAYRA SANTOS-FEBRES
Cuenta la historia que un reportero le preguntó una vez al gran José Saramago para qué
servía la literatura. El premio Nobel le contestó: «La literatura no sirve para nada». Y dio
gracias al Creador, (bueno, no precisamente al creador, porque Saramago era ateo, pero a
algo le dio las gracias) porque en este mundo tan utilitario existiera algo que no tuviera un fin
práctico.
La pregunta del reportero no era particularmente sabia. Tampoco la respuesta del Nobel.
De hecho, me entero por otros libros que un célebre autor norteamericano, otro superfamoso
escritor belga y Saramago coinciden en la idea de que la literatura no tiene un fin determinado,
práctico; concreto. Jorge Volpi estudia el dato. El mexicano, que se empeña en ir en contra de
todos los discursos aceptados por la especie, insiste en el fin práctico de la literatura. En su
libro de ensayos, Leer la mente (1), Volpi afirma que, según los más recientes descubrimientos
en neurobiología y ciencias del conocimiento, es imposible que la literatura haya sobrevivido
tanto tiempo como práctica de la especie sin que sirva para algo.
Todas las acciones de los humanos sirven a la especie —es decir, sirven al propósito
primordial de la especie, que es sobrevivir y evolucionar. De hecho, Volpi afirma que la
literatura, que el acto mismo de leer, en realidad es lo que nos hace seres humanos.
(…) Cuando leo literatura (no información, no datos, sino literatura —es decir, textos que
parten de la conciencia de otro ser de mi especie para reconfigurar la mía) mi mente guarda los
recuerdos de Emma Bovary como si fueran propios (Madame Bovary soy yo). Revive las
ocurrencias de Jim al escaparse de la Isla del Tesoro, examina y sufre los retortijones de culpa
y las interminables justificaciones que llevaron al crimen al estudiante Razkolnikov.
Así trabaja la mente, imitando otras vidas, almacenando memorias propias y ajenas,
aprendiendo del juego que es la vida y del otro juego que es el simulacro de vivir que nos
presenta la literatura. Es una manera de ser (no de hablar de o con) los demás. De tener una
misma conciencia conectada al todo (o a buena parte del Todo de la especie).
Pero este sueño de la conexión a la conciencia colectiva, ¿es real?
En el libro Una historia de la lectura (3), el escritor argentino Alberto Manguel dice que los
seres humanos somos entes que leen. Leer es, en su sentido más básico, interpretar signos.
Lee el pescador cuando introduce la mano en el agua y siente la fuerza de las corrientes. Lee
el astrónomo las estrellas y el astrólogo lee nuestro futuro en ellas. Lee el adivino mirando las
vísceras del cordero sacrificado. Leen las mujeres su propio cuerpo para saber si es tiempo
para la vendimia. Leemos el clima, los gestos, las palabras. Leemos para ubicarnos en el
mundo; para protegernos de él y también para ordenar nuestros actos.
Pero entonces, dirán los más incrédulos, si existen tantos tipos de lectura y por ende,
tantas maneras de obtener información y conocimiento, ¿por qué leer libros? Por una sola
razón, única e irremplazable. Al leer, accedemos a muchas lecturas a través de ojos distintos a
los nuestros. Accedemos a miles de experiencias a través de sentidos y circunstancias que nos
exceden, que nos amplifican. Leer es como vivir la vida de otro por un instante y verlo
descifrando los signos del mundo que lo rodea. Leer es acceder a la experiencia del otro —sea
reportero de guerra, poeta de la corte del rey Luis XV, sabio y astrónomo de Chilam Balám,
escritora lesbiana de entreguerras en París o monja mística del barroco mexicano. Leer es una
especie de transmigración. Quien lee puede ser Otro, aprender modelos y patrones a través de
los ojos de los demás compañeros de especie. Es acceder a otros tipos de conciencia. Es
decir, que quien lee accede a mayores modelos y versiones del mundo que quien no lee;
conoce mejor su entorno, sobrevive mejor ya que puede echar mano a herramientas más
diversas para encarar los problemas (de supervivencia) que se le presentan. Y siente más que
los demás. Perdón, pero es cierto. La lectura crea complicidad. (...)
Pero entonces, se presenta el consabido dilema. Aflora el gran problema y la gran
promesa que es leer. Para que el acto de la lectura funcione y se complete, debe haber
curiosidad. Debe existir un lector curioso, como el que pedía Cortázar, un lector cómplice. Los
libros sólo funcionan entre gente curiosa, no entre la gente miedosa. Sólo florecen entre
individuos y culturas que no están del todo satisfechas con su mundo, con sus experiencias;
con los placeres fáciles que conoce y que tiene a mano y que se atreven a desear otra cosa, a
buscar algo más. Leer es para inconformes; para gente que sabe, o más bien, que intuye que
hay algo más que la mera experiencia “personal” o “aceptada”. Leer es para gente que quiere
pertenecer a un mundo más grande del que conoce. Y que no le teme del todo a lo
desconocido.
Pero, ¿para qué pertenecer a un mundo más grande que el propio? ¿Acaso no es
suficiente verlo por televisión, por internet?
En el ensayo Ante el dolor de los demás (4), la escritora judía Susan Sontag revela una
de las verdades más potentes de nuestra era: Ver no es lo mismo que vivir. Parece lo mismo,
pero no lo es. El “ver” (o, para los efectos de este ensayo, el consumir; para decirlo en
posmoderno avanzado) supone una distancia que aleja al “observante” del acto observado. No
es lo mismo obtener información a través de la tv o del internet de los bombardeos en la franja
de Gaza que vivir allí, esperando que una bomba te vuele en pedazos. No es lo mismo leer que
vivir, tampoco; pero muchísimo menos es lo mismo leer información (144 caracteres de Twitter,
por ejemplo) que leer literatura. Por algo Stalin dijo: “Una muerte es una tragedia, 100.000
muertos es una estadística”. Es decir, cuando un evento le revuelca la conciencia a alguien, se
convierte en real. Cuando un evento no pasa de ser un dato, pasa a formar parte “objetiva” del
conocimiento. Se convierte en información; pero no conmueve. (..)
Los libros (sobre todo los literarios) no esparcen información, ni juegan a la objetividad.
Antes, hacen desaparecer la imagen o el número; ese que comunica los hechos puros, sin
ninguna mediación de la conciencia. Con esto, la literatura busca hacer lo contrario a informar.
Deposita al lector en la Conciencia de otras gentes y de otros pueblos. Hace que la reviva,
utilizando experiencias propias para poder comprender las experiencias ajenas. Es decir, que la
experiencia narrada literariamente (que es diferente al consumo informático de datos) no es
otra cosa que una trampa, una forma de llevar al lector fuera de sí para que vuelva dentro de sí;
en un viaje de ida y vuelta para llegar a sí mismo; o más bien, a un yo cambiado. Ya lo dije
antes: leer es una especie de transmigración.
El escritor uruguayo Juan Carlos Onetti decía que “la literatura es una forma de mentir
bien la verdad”. Por años estuve dándole vueltas a la paradoja de Onetti, hasta que, di con la
respuesta, escribiendo este libro de ensayos. La literatura es una forma de mentir bien la
verdad porque lo que hacen los escritores (y los lectores) es cancelar la mentira que es la
ficción mediante la identificación. Existe un tipo de acuerdo tácito entre lector y libro cuando se
lee. Uno sabe que está leyendo una mentira, pero desplaza ese conocimiento para adentrarse
en el mundo que describe la novela o el cuento, caminarlo, poderlo “aprehender”, ponerse en
los zapatos del protagonista. De esa manera lo vivimos. Sólo si el libro está bien escrito, sólo si
la “mentira” que es la novela o el cuento está bien construida, logra no recordarnos que es
mentira; que se acerca intensamente a la realidad. A la verdad de esa realidad.
Es como una especie de amor.
Todos los libros son un simulacro de la realidad. Pero, y eso lo sabemos; todo lo que
vivimos es un simulacro de la realidad. O, como argumentaría Manguel, para vivir, debemos
leer la realidad. Interpretarla. La realidad, al menos para los seres humanos, no existe sin una
interpretación, es decir, sin la reconstrucción de la experiencia que es enfrentarla. Vivimos en
un mundo al cual sólo tenemos acceso a través de nuestra mente y sus “lecturas” del entorno.
Por ello, es verdad lo que argumentaba Octavio Paz acerca de la poesía: “Cada lector busca
algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro” (5).
Todo está ya en el cerebro. La literatura es un estímulo para sacarlo a la superficie, para
aprender nuevos modelos de armar la realidad que ya vive dentro de nosotros.
Pero sin el curioso impertinente, sin ese lector que quiere aprender cosas —hasta las que
le puedan hacer daño— no ocurre el milagro de la lectura.
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Referencias:
1. Jorge Volpi. Leer la mente. Madrid: Alfaguara, 2011. 168pp.
2. Merlin Donald. A Mind So Rare. The Evolution of Human Consciousness. New York:
Norton Paperbacks, 2002, 365pp.
3. Alberto Manguel. Historia de la lectura. Barcelona: Emecé Editores, 2005, 373pp.
4. Susan Sontag. Ante el dolor de los demás. Madrid, España: Alfaguara, 2003, 149pp
5. Octavio Paz. El arco y la lira. México: Fondo De Cultura, Dec 31, 2006, p.87
Actividades:
d) Explicá con tus palabras qué quiere decir que “la literatura es una forma de mentir
bien la verdad”.
(Acá les dejamos otro link muy interesante. Es una charla breve de la escritora Liliana Bodoc
cuyo título es “Mentir para decir la verdad”. Repetimos: si no lo pueden ver, no importa, sólo
amplia el tema desde otra mirada).
https://www.youtube.com/watch?v=qOFyNOYp3MU
4) En este último punto te pedimos que retomes la definición de literatura que escribiste
al principio y la reescribas ampliándola y enriqueciéndola con todo lo que fuiste
trabajando.