Los Escenarios de La Educación

Capítulo 7
Los escenarios de la educación
Es innegable que la educación es una realidad compleja, dispersa, heterogénea

y versátil (Trilla, 1993), que no puede darse en un único escenario. También re-
sulta obvio que es un fenómeno absolutamente necesario para el desarrollo de
todo ser humano, que se ha ido plasmando en diferentes situaciones educati-
vas a lo largo de la historia. De una manera u otra siempre se ha dado educa-
ción. Cada civilización, cada pueblo ha transmitido, de una forma más o me-
nos sistematizada, jerarquizada, organizada y visible, los elementos
fundamentales de su cultura, de tal manera que se asegura la mejor adapta-
ción de cada uno de sus miembros a ella, con lo que se aseguraba su perpe-
tuación a lo largo del tiempo. En este sentido, podemos afirmar que la educa-
ción ha estado siempre presente, y se seguirá dando, en la medida en que se
pretenda transmitir a otros cualquier elemento que conlleve un aprendizaje
valioso de conocimientos, normas, destrezas, valores... De ahí que la educa-
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ción no sea una realidad presente únicamente en las civilizaciones desarro-

lladas, sino que es consustancial en todo grupo humano.
A la vez, estamos ante un fenómeno que difícilmente podemos encerrar
en una clasificación o en una explicación más o menos compleja. Es mucho
más amplia y rica que cualquier sistematización y explicación que podamos
formular, ya que responde a las necesidades constantes y en continua evolu-
ción de todo ser humano. Estamos ante una realidad vital, que está recla-
mando a la Pedagogía la permanente reflexión y explicación de los diferentes
escenarios que generan la diversidad de formas educativas que actualmente
estamos contemplando. Comprender esta realidad nos ayudará a saber in-
tervenir cada vez mejor en los diferentes ámbitos de influencia educadora que
se están dando en nuestra sociedad.
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García, Aretio, Lorenzo, et al. Claves para la educación: actores, agentes y escenarios en la sociedad actual, Narcea Ediciones, 2011.
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148 CLAVES PARA LA EDUCACIÓN
Por otro lado, no hay duda de que la evolución de la educación en unas

culturas y otras ha sido radicalmente diferente. Las demandas, las necesida-
des, las posibilidades... han planteado disparidades entre unas y otras, a la
vez que exigen formas de acometerlas totalmente diferenciadas. Si nos cen-
tramos en los llamados países desarrollados, la educación ha ido alcanzando
cada vez cotas más altas de sistematización, lo que ha conllevado, a su vez,
mayor complejidad en su propia organización y desarrollo. La evolución de la
sociedad actual está reclamando la satisfacción de necesidades a un ritmo
cada vez más vertiginoso, por lo que la educación debe acometer una mejor
sistematización de sus funciones, de sus contenidos... para responder ade-
cuadamente a estas exigencias.
Es tal la multitud de procesos, sucesos, fenómenos, agentes o institucio-
nes que se ha convenido en considerar como educativos en los diferentes es-
cenarios, que para poder seguir hablando con sentido de educación, se está
reclamando la necesidad de definirlos y sistematizarlos, con la única in-
tención de ordenar las diferentes acciones educativas que se llevan a cabo,
con el fin de dotar a cada una de ellas de su pleno sentido y función. Se tra-
ta de relacionar unas acciones con otras, de tal forma que sean eficaces, y en-
tre todas ellas se dote a cada individuo de estrategias para el aprendizaje
permanente, necesario para responder plenamente a las exigencias de la
sociedad actual, lo que conlleva, como resulta lógico, una mejora para la
propia sociedad.
1. SISTEMATIZACIÓN DEL FENÓMENO DE LA EDUCACIÓN
Surgimiento de una necesidad

Al hablar de educación nos estamos poniendo en contacto con diferentes

realidades, con diferentes escenarios en los que está sucediendo, de una forma
u otra, educación. A lo largo de la historia siempre ha estado presente la
educación no explícita, a la vez que se desarrollaba, en unos espacios deter-
minados, una educación formal dirigida a instruir a las jóvenes generaciones
de acuerdo a unas creencias, unas costumbres, unos usos. La interacción entre
unas generaciones y otras, la relación entre culturas, los colectivos laborales y
profesionales, etc., han sido ámbitos fundamentales gracias a los cuales se han
aprendido los elementos necesarios tanto para atender las necesidades pro-
pias de acuerdo a la sociedad en la que se vive, como para poder aportar me-
jora y desarrollo a esa cultura.
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LOS ESCENARIOS DE LA EDUCACIÓN 149
Pues bien, a pesar de esta tozuda realidad no será hasta la segunda mitad
del siglo XX cuando se plantea la necesidad de identificar cada uno de estos
espacios para sistematizar y organizar la educación como fenómeno, de tal
manera que se puedan lograr resultados más eficaces, junto con la satisfacción
de necesidades hasta ese momento no planteadas. Esta propuesta también
surgió ante la incapacidad del modelo tradicional de la escuela para respon-
der a las necesidades cada vez más acuciantes de la sociedad, pronto asumi-
das por otras instituciones. Y, sobre todo, ante la complejidad cada vez más
enredada de la propia sociedad que dificulta la adecuada integración de cada
uno de sus individuos.
No es casual que esta problemática surja al final de los años 60 del pasado
siglo, al hilo de la denominada «crisis de la educación». Fue en ese momento
cuando tuvo una gran resonancia el informe La crisis mundial de la educación
(Coombs, 1971), en el que se denunciaba la incapacidad de los sistemas edu-
cativos vigentes para atender y responder a las necesidades cada vez más
cambiantes de la nueva sociedad que estaba entonces vislumbrándose. La so-
lución no dependía tampoco de un mayor crecimiento de la educación formal,
ni de que abarcara más espacio del que ya atendía, ya que «(...) la sola ex-
pansión del aparato escolar no serviría como único recurso para atender a las
expectativas sociales de formación y aprendizaje» (Trilla, 1993: 15). La es-
cuela se había quedado obsoleta para responder a las demandas formativas
que entonces comenzaban a instarse.
Resulta obvio que esta institución educativa por sí sola no podía, ni debía,
abarcar todas las posibilidades educadoras que cada individuo necesitaba.
Los centros educativos debían comenzar a reconocer y trabajar con los otros
escenarios en los que también se genera aprendizaje. El tema es, sin duda,
complejo, ya que si bien la educación ha colaborado de manera indiscutible en
la ruptura con el pasado —al contribuir de forma decisiva a las grandes
transformaciones sociales, al desarrollo económico, al progreso científico y

económico—, nunca ha cortado dramáticamente con él. Lo que ha supuesto
que la institución escolar siga viviendo en el pasado, siga anclada en unos
procesos de aprendizaje que ya no responden a las formas de aprender de la
sociedad actual, viva una continua disociación entre lo que se pide dentro de
sus paredes y fuera de ellas, lo que sucede dentro de ellas y fuera. Esta es la
paradoja en la que está sumergida.
Sin duda, la sociedad del aprendizaje, tal como ahora la denominamos,
exige un cambio radical en el planteamiento, sistematización y organiza-
ción de la educación. La escuela tal como está concebida hasta este momen-
to, y que ha dado resultados satisfactorios durante décadas, debe transfor-
marse para atender estas nuevas exigencias emergentes al hilo de las nuevas
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situaciones sociales que nos están condicionando. Nos referimos, en con-

creto, a:
• La consolidación del derecho a la educación y la democratización del

acceso a ésta.
• Los cambios en la estructura demográfica de la población.
• El avance de las tecnologías de la información y la comunicación.
• Los grandes cambios políticos y económicos.
• La consecuente reorganización social y cultural.
Ninguno de estos factores explica por sí mismo las grandes transforma-

ciones que ha sufrido la sociedad occidental. Ahora bien, la interrelación de
todos ellos ha conllevado unos cambios sin precedentes, especialmente debi-
do a la rapidez con que se han generado y que continúan en progreso. En este
sentido, los expertos coinciden en afirmar que no sabemos para qué futuro
debemos educar, por lo que se debe consolidar una formación de lo esencial,
fundamentalmente apoyada en competencias y valores. Esto, a la vez, nos ha
conducido a un replanteamiento del mismo concepto de educación, pues es-
tamos convencidos de que mejorar la escuela puede ser necesario, pero no es
suficiente, ya que necesitamos que toda la sociedad asuma que la educación
es su primer deber (Moya y Luengo, 2008).
Además, hemos evolucionado de una idea en la que se identificaba la
educación con la mera instrucción, centrada en un período vital determinado,
usualmente la infancia y la adolescencia, a la concepción de la necesidad de la
educación a lo largo de la vida. La educación es algo más que simple instruc-
ción, es un proceso permanente de aprendizaje que se resolverá de manera di-
ferente en cada una de las etapas vitales y de forma diversa por cada uno de
nosotros. Esta diversidad deviene en que para cada uno son distintas las ne-
cesidades, las exigencias, las posibilidades..., pero en todas ellas es necesario
el aprendizaje para su pleno desarrollo como persona en su doble dimensión
individual y social.
Por otro lado, la educación no es algo reservado a unos pocos, sino un de-
recho de todos, ya que estamos hablando de un deber y un derecho específi-
co de todo ser humano dirigido a desarrollar todas y cada una de sus posibi-
lidades. Sin duda, «la educación y la formación serán, más que nunca, los
principales vectores de identificación, pertenencia y promoción social. A tra-
vés de la educación y la formación, adquiridas en el sistema educativo insti-
tucional, en la empresa, o de una forma más informal, los individuos serán los
dueños de su destino y garantizarán su desarrollo» (COM, 1995: 2).
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Nadie cuestiona que los ámbitos de actuación humana son sumamente

diversos y complejos. Todo individuo, a lo largo de su vida, interacciona en
múltiples escenarios, representado diversos roles. Pero, en la medida en
que las sociedades se han complicado, los campos de interacción y comuni-
cación también se han multiplicado hasta situaciones insospechadas hasta
hace unas décadas. Todo esto nos lleva a la necesidad de valorar y delimitar
los diversos escenarios de interacción humana, en los que, sin lugar a dudas,
se genera educación. Está ya claro que la escuela no es la única sede de for-
mación, ni que ella puede aportar todo el bagaje cultural, profesional, axio-
lógico, etc. necesario para el desarrollo e integración de cada individuo en la
sociedad actual.
De aquí que surjan distintos modelos de actuación educativa que inten-
tan delimitar los diferentes campos de intervención. Las denominaciones se
han sucedido en los diferentes contextos pedagógicos, pero la que ha arrai-
gado con mayor viso de permanencia es la designación de estos escenarios
como «educación formal» - «no formal» - «informal», con todas las limita-
ciones que conlleva siempre cualquier clasificación y dentro de ella, cada
uno de los elementos o conceptos que la integran.
Criterios para elaborar una sistematización
El problema principal que surge en este tema estriba en los criterios que se
van a seguir para proponer una sistematización para identificar la tarea edu-
cativa en los diversos escenarios en los que se manifiesta. Estamos ante una
cuestión delicada y difícil, que ha sido tratada por numerosos autores (Tou-
riñán, 1984; Sarramona, 1990; Trilla, 1985, 1986 y 1992; Jordán, 1993), y cuyo
debate sigue abierto.
Siguiendo en este punto a Jordán (1993), los dos criterios básicos que de-
ben estar presentes en toda propuesta educativa, y que nos pueden ayudar a
esta sistematización de los escenarios, son:
• La intencionalidad del agente, ya sea personal, grupal, material, etc.

• Los efectos educativos logrados.
La cuestión de la intencionalidad en educación es un tema difícil. Ya hemos

comentado en otro momento que sin una intencionalidad, ya sea explícita o
implícita, no podemos hablar de educación, ya que es absolutamente necesa-
ria en su doble vertiente, tanto desde el educador cómo desde el educando.
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Todo desarrollo propio de la evolución biológica del ser humano no pue-

de ser considerado como educación, ni tampoco aquellas influencias debidas
a interacciones espontáneas o al azar. La intencionalidad es uno de los prin-
cipios educativos determinantes, aunque en muchas ocasiones será difícil
matizarla, tal como veremos posteriormente al reflexionar sobre las interac-
ciones informales que se dan en todo escenario.
EDUCADOR Intención de influir, transmitir ENSEÑAR

una idea, un valor, destreza
Disposición activa para recibir

EDUCANDO esa influencia, reaccionar APRENDER
ante ella
La educación es una acción humana dirigida al desarrollo perfectivo de

unas capacidades, de unas actitudes... En este sentido se entiende la idea de
intencionalidad, aunque en ocasiones no se pueda concretar de forma clara y
explícita la intención de influir por parte del educador, o de aprender por par-
te del educando.
Por ello, este primer criterio debe analizarse también en relación al efecto
educativo que se ha logrado en el educando. Es decir, acabamos de afirmar que
no todo cambio o evolución de una persona puede considerarse como edu-
cativo, y será tal en la medida en que aporte algo valioso, en el momento en
que desarrolle u optimice alguna de sus capacidades en cualquiera de sus di-
mensiones.
Ahora bien, el problema reside en definir formalmente qué se entiende
por educativo y qué no. En este punto, Jordán (1993) propone que se consi-
dere como educativa aquella influencia que inicie al sujeto en una forma va-
liosa de vida, que aporte un desarrollo perfectivo, aunque aquí debamos di-
ferenciar entre lo perfectivo desde un punto de vista cultural —y por tanto
cambiante— y desde una referencia genuinamente humana, que contribuye a
consolidar lo permanente desde el punto de vista educativo.
A la vez, no podemos perder de vista que la formalidad de un hecho
educativo tiene grados de mínima y máxima informalidad en función del
factor «intencionalidad educativa». Es decir, si el educador es consciente de su
acción pero, el educando no tiene consciencia de ello, la informalidad es mí-
nima. En cambio, si ninguno de los dos, educador y educando, tienen inten-
cionalidad expresa de llevar a cabo una acción educativa, la dimensión in-
formal de esa acción será entonces máxima (Sáez y Fernández-Salinero, 1998).
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formal
Intencionalidad
informal
Consciencia +
De esta forma podemos ir sistematizando los diferentes ámbitos de inter-

vención educativa, de tal forma que gracias a esto cada individuo pueda tra-
zarse su propio itinerario educativo de acuerdo con su situación, necesidades
e intereses. Lógicamente, para lograr este objetivo todo ámbito de interacción
humana ha de ser abierto, flexible, evolutivo, rico en cantidad y diversidad de
ofertas y medios educativos (Trilla, 1992).
Aproximación conceptual a la educación formal, no formal e informal
Ahora bien, ¿qué se entiende por educación formal, no formal e informal?

Aunque posteriormente analizaremos detenidamente cada uno de estos es-
cenarios, es conveniente realizar una primera aproximación a partir de las de-
finiciones de estos tres conceptos, para lo que partimos de la aportación de
Coombs (1990), al ser uno de los pioneros en este tema.

Los tres conceptos están interrelacionados, a la vez que denotan campos
de actuación claramente delimitados. Para poder diferenciarlos de forma
clara y detectar el contenido específico que aborda cada uno de ellos, debe-
mos acudir a los criterios de duración, universalidad, institución y estructuración
presentes, de una u otra forma, en todo ámbito de actuación educativa (Váz-
quez, 1998):
• Duración. Este criterio se deriva de la idea de que la educación es algo

propio de la naturaleza humana y que está presente necesariamente a lo
largo de toda la vida. Desde este presupuesto, se entiende que reco-
nozcamos una educación continua y permanente, que envuelve a todo
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EDUCACIÓN Definición
Sistema educativo altamente institucionalizado, cronológicamente
graduado y jerárquicamente estructurado que se extiende desde
Formal
los primeros años de la escuela primaria hasta los últimos de la
Universidad.
Toda actividad organizada, sistemática, educativa, realizada fuera
No Formal del marco del sistema oficial, para facilitar determinadas clases de
aprendizaje a subgrupos particulares de la población.
Proceso permanente en el que todo individuo adquiere y acumula

conocimientos, habilidades, actitudes y modos de discernimiento
Informal
mediante las experiencias diarias y su relación con el medio am-
biente.
(Cfr. Coombs, 1990)
ser humano. Pero, ¿dónde se produce esta educación? Lógicamente en

todo escenario de interacción humana, por lo que estamos ante un cri-
terio presente, de una u otra forma, en todo ámbito educativo. En este
sentido, la educación informal estará presente a lo largo de toda la vida
de cada individuo, ya que siempre aprendemos en nuestra interacción
con los otros y lo otro. Por otro lado, también se dan actuaciones edu-
cativas limitadas en el tiempo, presentes en la medida que estén dise-
ñadas para satisfacer alguna necesidad o interés de un individuo o
grupo. Este es el caso de la educación formal que atiende de forma sis-
tematizada el desarrollo de los primeros estadios vitales (infancia-ado-
lescencia-juventud), y la educación no formal que, de forma puntual y
limitada en el tiempo, va satisfaciendo necesidades específicas de cada
individuo a lo largo de su vida.
• Universalidad. Como ya hemos apuntado, la educación es un derecho de

todo ser humano, como consecuencia de la necesidad que tenemos de
desarrollar cada una de nuestras capacidades. Todos somos sujetos de
educación, a la vez, que debemos hacer el esfuerzo de que la educación
llegue de forma real a todos las personas y en todas las edades. En
este sentido, comprobamos que la educación informal abarca a todos los
individuos y en todo espacio de convivencia, ya que, de una forma u
otra, aprendemos en todos ellos a lo largo de toda la vida. La educación
formal también es universal, en el sentido, que es un derecho y deber de
todos, por lo que debemos hacer un esfuerzo positivo para que todos
puedan acceder a ella sin las limitaciones de sexo, edad, raza, clase so-
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cial, económica, etc. Por último, la educación no formal que no se dirige

de forma universal a todos los individuos, sino que da respuesta de for-
ma especializada a necesidades determinadas a grupos concretos y en
tiempos específicos, con el fin de satisfacer unos determinados objeti-
vos.
• Institución. Es otro de los rasgos que identifican y diferencian estos tres
ámbitos. La educación formal es la más institucionalizada de éstas, ya
que se da en centros especialmente creados y diseñados para ello en la
que se imparte educación con un alto grado de planificación. Por su
parte, la educación no formal presenta también un alto grado de insti-
tucionalización, tanto en centros diseñados para ello, como fuera de
éstos, ya que no está sujeta determinantemente a una institución espe-
cializada. La educación informal, en cambio, no presenta ninguna rela-
ción con entidad concreta alguna. Es una educación que podría deno-
minarse «ambiental» en el sentido de que está presente en todos los
ámbitos de actuación e interacción humana, sin estar sujeta a ninguno
de ellos de forma especial.
• Estructuración: Tanto la educación formal como no formal están fuerte-
mente estructuradas y planificadas para el logro de sus objetivos. En la
primera, incluso, añadiríamos el criterio de jerarquización para definir
con mayor sentido el grado de sistematización de este campo. En cam-
bio en la educación informal, esta pauta no se da, al no pretenderse una
acción educativa de forma expresa y directa.
De manera esquemática, los criterios señalados se encuentran en las dis-

tintas modalidades educativas de la siguiente manera:
EDUCACIÓN
Formal No formal Informal
Duración.............. X
Universalidad...... X X
Institución........... X X
Estructuración.... X X
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En suma, y recogiendo de forma gráfica la idea propuesta por Trilla

(1993), en la educación formal, la disposición de sus diversos niveles, grados
e instituciones construye una forma claramente secuenciada, una estructura li-
gada por relaciones explícitas y bien establecidas.
En la educación no formal, por su parte, aparece cada elemento con un
contorno claramente identificable, nítido, pero el conjunto que configuran
todos los elementos que la constituyen, no presenta orden ni simetría, no
tiene por qué existir unión o relación entre ellos.
En cambio, en la educación informal la trama que aparece es absoluta-
mente irregular, se asemeja a una malla enmarañada, a un paisaje de nubes,
en el que se dan muchos elementos diversos, superpuestos... sin ninguna
distribución predeterminada.
EDUCACIÓN FORMAL EDUCACIÓN INFORMAL
EDUCACIÓN NO FORMAL
(Cfr. Trilla, 1993)
Si analizamos ahora la ordenación jerárquica entre estos ámbitos educa-

tivos, comprobamos que ninguno de ellos predomina sobre los otros, los
tres son necesarios y están interactuando constantemente en una dinámica
continua dirigida al logro de un proceso permanente de enseñanza-apren-
dizaje.
Los tres configuran entrelazadamente los ámbitos donde «sucede» la
educación y dependerá del grado de implicación, de cercanía y de intencio-
nalidad, tanto de los agentes como de los actores, para consolidar realmente
aprendizajes.
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Desde la Unión Europea se está prestando especial atención a estos tres

ámbitos de aprendizaje (COM, 2006b), dado el carácter innegable de com-
plemento a la educación formal y su valor para muchos ciudadanos, ya
que en estos escenarios se están adquiriendo gran parte de las competencias
y cualificaciones necesarias para la vida. En concreto, destacan (COM,
2006b: 1):
• «Su complementariedad con el aprendizaje y la formación formales.

• Su planteamiento centrado en el educando y en la participación de los
jóvenes.
• Su carácter voluntario ligado a las necesidades, las aspiraciones y los in-
tereses de los jóvenes; puede constituir una fuente adicional de for-
mación y una posible vía hacia la educación formal; estas actividades
son especialmente importantes para los jóvenes con menos oportuni-
dades.
• La amplia gama de ámbitos en que se desarrolla».
A continuación se proponen, a modo de ejemplo, la acciones educativas

que se llevan a cabo en cada uno de los ámbitos de aprendizaje:
ESCENARIOS
Instituciones Instituto Club infantil La calle

de Secundaria de tiempo libre
Agentes Profesor de Monitor de tiempo Agente de movilidad

personales Matemáticas libre urbana
Programas Currículo de la ESO Curso de vela Programa

de televisión
Recursos Libro de texto Material Novela

autoinstructivo
Actividades Clase de Clase de cocina Conversación

Matemáticas
(Cfr. Trilla, 1993)
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2. EDUCACIÓN FORMAL
Si nos centramos ya en la educación formal, ésta recoge todo aquel proce-

so de enseñanza-aprendizaje que está fuertemente planificado, sistematizado y jerar-
quizado, dirigido a la consolidación de conocimientos, destrezas y competencias bási-
cas, que se desarrolla en centros organizados específicamente para ello y que suele
acometerse en las primeras etapas vitales.
De una u otra forma, este tipo de educación ha estado institucionalizado a
lo largo de los siglos y, aunque muchos afirman que es una institución histó-
rica que bien pudiera llegar a desaparecer, es un modelo de intervención
claramente humanizador y que difícilmente podrá ser sustituido. Ahora bien,
es una realidad que en la actualidad la organización de las instituciones edu-
cativas, en todos sus niveles, ha quedado obsoleta, a la vez que se están exi-
giendo tal cantidad de responsabilidades que exceden sus posibilidades. No
hay duda de que se requiere un cambio de cultura en y de la escuela. Tanto el
profesorado, como toda la comunidad educativa, deben participar en la edu-
cación formal, construyendo escuelas más eficaces que respondan realmente
a las necesidades de cada contexto, de cada grupo y, en definitiva, de cada in-
dividuo.
No será hasta bien entrado el siglo XX cuando se reconoce la necesidad y el
derecho del acceso de toda persona a la educación primaria, en primer lugar,
y más adelante a la educación secundaria y a la universitaria. Como concre-
ción de este reconocimiento, se empieza a acometer la expansión de la edu-
cación formal a lo largo de la segunda mitad de ese siglo.
Como muestra clara de este empeño destaca la actuación de diferentes or-
ganismos internacionales que han suscrito, por ejemplo, la Declaración Mun-
dial de Educación para todos (Foro Mundial de la Educación, 1990 y 2000) o
los Objetivos del Milenio (ONU, 2000), en los que se defiende que la educa-
ción formal es «la base para un aprendizaje y un desarrollo humano perma-

nentes sobre el cual los países pueden construir sistemáticamente nuevos ni-
veles y nuevos tipos de educación y capacitación» (Foro Mundial de la
Educación, 1990, art. 1.4.). A lo largo de ellos se reconoce de forma reiterada
que sin el acceso a esta formación básica, todo desarrollo humano y social es-
taría seriamente mermado.
Sobre la escuela se ha escrito mucho, por lo que nos limitaremos a señalar
aspectos relevantes que nos ayudan a caracterizarla y diferenciarla de los
otros escenarios educativos. Lo primero que destacamos es que la tarea que
desempeña esta institución educativa es imprescindible e insustituible. La es-
cuela no puede desaparecer, ahora bien, debe evolucionar para saber atender
a las demandas de la sociedad actual, «(...) debe estar a la altura de la situa-
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ción y adaptarse a ese panorama nuevo, porque si bien sigue siendo el factor
de cambio en el que todo el mundo deposita sus esperanzas, también es víc-
tima de formas obsoletas de pensar y organizar» (Furstenberg, 2000: 7). Pero
el gran problema de la educación formal es su lentitud para responder a las
demandas y a las nuevas necesidades de la sociedad. Sus funciones esenciales
siguen siendo las mismas: enseñar las competencias básicas para el aprendi-
zaje (lectura, escritura, expresión oral, cálculo, solución de problemas), así
como los contenidos fundamentales (conocimientos teóricos y prácticos, va-
lores, actitudes), pero desarrollados de tal manera que todo individuo que
pase por ella adquiera las competencias básicas o clave para su aprendizaje a
lo largo de la vida (COM, 2006a):
• Comunicación en la lengua materna.

• Comunicación en lenguas extranjeras.
• Competencia matemática y competencias básicas en ciencia y tecnolo-
gía.
• Competencia digital.
• Aprender a aprender.
• Competencias sociales y cívicas.
• Sentido de la iniciativa y espíritu de empresa.
• Conciencia y expresión culturales.
De esta manera, la educación formal atiende la satisfacción de una serie de

funciones: la más directa y evidente continúa siendo la instrucción, la trans-
misión del bagaje cultural específico de cada sociedad, aunque no debe cen-
trarse sólo y exclusivamente en ella, ya que está llamada también a desen-

volver otros cometidos que cumplimentan el desarrollo pleno de todo
individuo tanto a nivel personal como social. Nos referimos en concreto a aco-
meter la tarea de instrucción, de formación, de preparación para la vida, de
integración en su grupo y en su comunidad, y de forma especial, de de-
sarrollo personal, todos ellos elementos claves para la plena realización per-
sonal, la ciudadanía activa, la cohesión social y la empleabilidad en la socie-
dad del conocimiento (COM, 2006a).
Por otro lado, no podemos perder de vista que lo que define a los centros
educativos como instituciones formales no es tanto los objetivos que persi-
guen, sino el modo específico que tienen para lograrlo. Y en este punto de-
bemos atender a los contextos en los que se producen estos aprendizajes.
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Esos entornos en los que intervienen múltiples variables que interactúan

entre sí, y cuya coherencia debemos procurar para facilitar ese aprendizaje
planificado.
Aunque usualmente al hablar de educación formal lo identificamos, y
nos centramos, en la escuela, este ámbito acoge también toda aquella institu-
ción educativa planificada, organizada, sistematizada y jerarquizada dirigida
a la obtención de unos objetivos, que se verán respaldados con unas titula-
ciones socialmente reconocidas.
Lógicamente dentro de este escenario están tanto la educación básica (in-
fantil y primaria), como la secundaria (bachillerato, formación profesional) y
la superior (estudios universitarios), es decir, los diferentes niveles que cons-
tituyen los sistemas educativos de cada país.
También podemos definir las instituciones formales atendiendo a los
rasgos que las configuran como tales, como son que todas ellas (Molina,
2000):
• Están ubicadas en un espacio diseñado específicamente para ello.

• Atienden de forma predominantemente grupal a los educandos.
• Actúan dentro de unos límites temporales determinados y fijados por
instancias superiores.
• Tienen definidos de forma clara los roles de cada uno de los partici-
pantes (alumno y profesor).
• Deben dar respuesta al logro de unos objetivos previa y claramente sis-
tematizados y secuenciados.
• Evalúan los aprendizajes y dotan de titulaciones con proyección so-
cial.
Por último, no debemos perder de vista que una escuela basada única-
mente en la transmisión de la información ha perdido toda su razón de ser.
Estamos en la sociedad del conocimiento, en la sociedad del aprendizaje,
por lo que las instituciones educativas deben abordar una reforma de sus con-
textos, de sus formas de enseñar para dotar a cada individuo de las compe-
tencias necesarias para resolver su vida, participando en la construcción de su
sociedad.
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3. EDUCACIÓN NO FORMAL
A finales de la década de los 60 del pasado siglo fue afianzándose, poco a

poco, un nuevo escenario educativo al hacerse evidente que la educación
formal, durante tantos siglos punto de referencia único para la transmisión de
la cultura, estaba inmersa en una profunda crisis, causada no solo por la ne-
cesidad de una educación permanente, sino también dada la grave crisis eco-
nómica en la que estaban sumergidos la mayoría de los países, lo que conlle-
vó profundas transformaciones laborales y sociales. Toda esta situación incitó
a buscar nuevas vías para satisfacer las demandas educativas de diversos
sectores de la población.
Ante estos requerimientos fueron surgiendo, de forma indiscriminada,
numerosas ofertas sin ninguna organización ni respaldo normativo ni peda-
gógico. Desde su inicio abarcó todo proceso de aprendizaje que se acomete en
momentos puntuales, con el fin de acceder, de forma efectiva y ágil, a des-
trezas o conocimientos básicos, medios o avanzados, de cualquier ámbito
profesional, esté o no institucionalizado. Gracias a ello cualquier individuo ac-
cedía de forma rápida y eficaz a responsabilidades determinadas en la vida
activa (Díez Hochleitner, 1990). Ahora bien, poco a poco, y ante la consolida-
ción de este ámbito con un claro contenido de formación, fue irrumpiendo la
necesidad de abordar y sistematizar estas intervenciones educativas, con el fin
de que realmente cumplieran ese objetivo educador y eliminar así el intru-
sismo que se generó en este espacio de formación.
Es en ese momento cuando la Pedagogía aborda con interés este campo de
actuación bajo la amplia denominación de «educación no formal», en la que
reúne una enorme variedad de acciones educativas con cuatro características
básicas en común (Coombs, 1990):
1. Estar planificadas de forma intencional al servicio de grupos y/o indivi-

duos con necesidades o intereses concretos.
2. Operar fuera de la estructura de la educación formal, liberándose de sus li-

mitaciones espacio-temporales y de sus estrictas regulaciones norma-
tivas.
3. Responder a necesidades formativas puntuales, mucho más flexibles y adap-

tadas a cualquier situación, por lo que atienden mejor y antes a las
demandas formativas de cualquier sector de la población.
4. Adecuarse de forma inmediata y directa a las características del grupo al que

se dirige.
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En suma, la educación no formal se configura (Trilla, 1993: 30) como: «El

conjunto de procesos, medios e instituciones específica y diferenciadamente diseña-
dos en función de explícitos objetivos de formación o de instrucción, que no están di-
rectamente dirigidos a la provisión de los grados propios del sistema educativo re-
glado».
Este ámbito educativo pronto cobró una enorme fuerza por dos motivos,
por un lado, dada la crisis en la que estaba la educación formal, y en la que
continúa inmersa, al no responder, tal como ya hemos visto, a las necesidades
formativas que reclama la sociedad. Y, por otro, ante la rapidez de los cam-
bios sociales, la evolución de las tecnologías, la proliferación de nuevos co-
nocimientos, la emergencia de nuevos campos profesionales, la necesidad
de la formación a lo largo de toda la vida, etc.
Todo esto generó una «escuela paralela», que de inmediato se convirtió
en una auténtica industria creciente y decisiva, al responder de forma inme-
diata y eficaz a las necesidades de toda persona, independientemente de su
edad, y a enriquecer su vida adaptándola a los cambios constantes que se
producen en torno a ella, no sólo en el ámbito laboral, sino en cualquier as-
pecto que se reclame para el desarrollo de sus capacidades, intereses...
(Coombs, 1990).
De esta forma, comprobamos que la educación no formal (Colom, 1997):
• No tiene un origen educativo, sino social, al ser la propia sociedad la

que, ante una problemática específica, propone, y lleva a cabo, solucio-
nes.
• Sus primeras propuestas de formación no las diseñaron ni las ejecuta-
ron profesionales de la educación.
• Requiere instalaciones, instrumentos, etc., específicos, fuera del sistema
educativo oficial.
• No está sistematizada, ni organizada dentro de un sistema oficial, aun-

que se intenta dar una entidad a este amplio espectro de acciones.
• Su planificación y sistematización es mínima.
• Surge respondiendo a necesidades determinadas, se reconvierte fácil-
mente, mientras otras propuestas desaparecen de la misma forma. Mu-
chas de ellas han sido, y son, la génesis de nuevas profesiones.
• Suele propiciar la toma de conciencia ante situaciones, problemas o
necesidades emergentes.
• Se dirige a todos los sectores de la población y en cualquier etapa vital,
adaptándose en cada caso a los procesos propios de aprendizaje.
© NARCEA/UNED
• Asume más fácilmente las innovaciones metodológicas, gracias a lo

cual estamos ante propuestas formativas más dinámicas, activas y
atractivas.
De este modo, se entiende fácilmente que la educación no formal se haya

consolidado como un importante campo de obtención de beneficios econó-
micos, germen innegable de nuevas profesiones educativas y que, poco a
poco, se haya convertido también en un complemento insustituible de la
educación institucional ante el crecimiento de las demandas de la sociedad
del aprendizaje. En esta línea, la educación deja de ser «(...) un proceso espe-
cializado a desarrollar en un espacio asimismo especializado —la escuela—,
para tornarse una estrategia o alternativa de solución a múltiples problemas,
de principio no pedagógicos, que afectan a la realidad física y material en la
que está inmersa la comunidad» (Colom, 1997: 317).
Sin embargo, no debemos obviar que la educación no formal presenta
también una clara intencionalidad educativa, a la vez que busca, sin duda,
provocar un efecto educador. Lo que la diferencia de la educación formal, con
todas las limitaciones que surgen a la hora de marcar una clara línea divisoria,
estriba en los siguientes criterios:
• Metodológico, ya que está fuera de todo marco institucional, no se sujeta

de forma exclusiva a una atención colectiva y presencial, no tiene un es-
pacio de aprendizaje propio ni tiempos prefijados, ni está condicionada
por unos planes de estudios claramente marcados desde instancias su-
periores.
• Estructural, al no estar incluido en un sistema educativo prefijado y fuer-
temente reglamentado, dirigido todo él al logro de unas titulaciones aca-
démicas. En este sentido, se da una clara distinción administrativa y legal.
Por ello, y como se puede deducir de lo expuesto hasta este punto, las ac-
ciones que abarca la educación no formal van desde numerosos aspectos de la
educación a lo largo de la vida, que incluye la educación de adultos, los pro-
gramas de expansión cultural, la formación continua, etc., a acciones que
complementan el currículo de la escuela, como es el aprendizaje de idiomas,
la pedagogía del ocio, la formación cívica, ambiental, etc. (Trilla, 1993). Es de-
cir, toda aquella actividad que responde a una necesidad educativa, por lo
que su campo de actuación es tremendamente amplio, heterogéneo y conti-
nuamente cambiante.
Otro elemento importante que está presente en la educación no formal es su
clara e insustituible función compensatoria, extraescolar, recuperadora, orien-
© NARCEA/UNED
EDUCACIÓN NO FORMAL
Rasgos Ejemplos
Finalidades, Atiende cualquier tipo de objeti- Enseñanza de idiomas, progra-

objetivos, vo, aunque de forma específi- mas de alfabetización, curso de
funciones ca, sectorial y delimitada formación continua profesional
Se dirige a todos los sectores Niños (ludoteca), mayores (pro-

de la población, el acceso es grama cultural), zona rural (cur-
Educandos voluntario, por lo que la motiva- so de capacitación agrícola)...
ción es mayor
El estatus profesional y la for- Monitor de tiempo libre, forma-

mación es muy variable, predo- dor en empresas, profesor de
Educadores minando la ausencia de prepa- idiomas, profesor de autoes-
ración pedagógica cuela...
Se adaptan a las necesidades y Curso de cocina, de ofimática,

Contenidos exigencias de la población, con- de inglés, de natación, sobre el
tenidos funcionales y prácticos IVA...
Se adecuan a la población a la Conferencias, cursos de larga

que se dirige y al contenido, o media duración, seminarios,
Métodos
predominan las metodologías etc.
activas e intuitivas
Cualquier espacio puede aco- Centro cultural, escuela, em-

Ubicación ger una funcionalidad pedagó- presa, granja escuela, autoes-
gica cuela...
Predomina la flexibilidad, se lle- Cursos de verano, cursos de

van a cabo en tiempos cortos, formación permanente, horario
Tiempo
se adaptan a los individuos extraescolar... de 30, 50, 300...
horas
Proviene directamente de la Entidades Privadas (fundacio-

institución o grupo que lo orga- nes, sociedades creadas para

Gestión niza ello, grupos educativos...), Pú-
blicas (Ministerios, Universida-
des, centros culturales...)
Usualmente son sufragados di- Pago de matrícula, formación

Financiación rectamente por los beneficia- apoyada por fundaciones, Mi-
y costos rios, o por entidades tanto pú- nisterios, AMPAs...
blicas como privadas
No siempre se exige titulacio- Certificaciones de asistencia,

Controles, nes previas, las evaluaciones depende del prestigio de cada
evaluaciones son menos académicas, se institución
y títulos aportan certificados, títulos... de
carácter restringido
(Cfr. Trilla, 1993)
© NARCEA/UNED
tadora, difusora, asistencial y dinamizadora (Colom, 1992), que hace que su ac-
tividad sea necesaria dentro de la actual concepción de la educación a lo largo
de la vida, ya que «en cualquier caso, no importa cuán adecuada y duradera sea
la educación que puedan haber recibido los graduados; éstos tendrán que se-
guir estudiando una sucesión de nuevas destrezas, tecnologías y conocimiento
asociados, relacionados con su ocupación en particular, que las escuelas no
les pueden proporcionar por adelantado. En este aspecto es en donde la edu-
cación no formal tiene que jugar un papel relevante» (Coombs, 1990: 17).
4. EDUCACIÓN INFORMAL
Educación informal, por último, se define como aquel aprendizaje que se ge-
nera gracias a la interacción con el propio entorno, a la comunicación que establece-
mos con todos los que nos rodean, por las experiencias que adquirimos día a día.
Se trata de un aprendizaje no organizado, no estructurado, no sistemati-
zado, que no presenta una intencionalidad expresa. Es el ámbito natural y
constante en el que todos participamos y del que todos obtenemos conti-
nuos aprendizajes a lo largo de la vida, por lo que dependerá directamente de
la riqueza de los estímulos que poseamos y del entorno en el que nos mova-
mos (Coombs, 1990), ya que cada escenario está facilitando constantemente
estímulos que pueden, o no, generar esos aprendizajes.
Los rasgos que la caracterizan son la ausencia de intencionalidad expresa
y de sistematización, aunque, como resulta lógico, es evidente que se logran
efectos educativos. Valga como ejemplo la fuerza educadora que presentan
los medios de comunicación, sin que se hayan planteado en la mayoría de los
casos un objetivo educador expreso. De este modo, en la educación informal
no se detecta una intencionalidad expresa previa —tema muy discutido—,
aunque sí se logran efectos educativos.

En esta línea, la educación informal está íntimamente conectada con los
procesos de socialización y de enculturación. Todo lo que nos rodea nos está
influyendo en la medida en que nos transmite estilos de vida, conocimientos
específicos, creencias, destrezas, actitudes, etc. Por ello, se entiende que la
educación informal sea todo aquel proceso educativo que se lleva a cabo de
forma indiferenciada y subordinada a otros procesos sociales, a otras reali-
dades culturales, careciendo de un contorno nítido (Trilla, 1986). Siguiendo a
este autor, concretamos que toda educación informal:
• No se ajusta a una formas educativas determinadas, sino que surge

de forma espontánea.
© NARCEA/UNED
• No se presenta bajo una forma educativa explícita.

• No exige una ubicación, sino que se da en todo escenario de interrela-
ción, ya sea con otras personas, con objetos, otros seres, medios, etc.
• No presenta ninguna estructuración, ni planificación.
• No existe una intencionalidad educativa expresa en el agente, ni en
los actores.
• Se caracteriza por ser espontánea, natural, permanente y asistemática.
Sin duda, estamos ante un tema difícil, por lo espinoso y complicado que
resulta intentar sistematizar todas estas influencias educadoras, a la vez que
se cuestiona si «(...) esa reconversión de lo «informal» en «formal» es conve-
niente siempre y/o en todo ámbito educativo. Responder afirmativamente
significa pedagogizar la vida entera del hombre, intentar no dejar ningún
cabo suelto, procurar un progresivo «control» del hombre y de su circuns-
tancia en pro de metas —en principio— educativamente valiosas» (Jordán,
1993: 146).
Como resulta obvio, sería positivo intentar sistematizar y optimizar algo
más las numerosas influencias que constantemente estamos recibiendo. Con-
vertir en formales —y no formales— los procesos informales, una vez identi-
ficados y analizados, dotándolos, así, de un mayor carácter pedagógico (Trilla,
1986). Ahora bien, tampoco debemos perder de vista que apostar por una sis-
tematización pedagógica de todos estos influjos es algo utópico, y que no
aportaría una mejora decisiva en el desarrollo pleno de las posibilidades hu-
manas.
5. LA NECESARIA COMPLEMENTARIEDAD ENTRE LOS TRES

ESCENARIOS EDUCATIVOS
Tras el análisis de los tres escenarios educativos, resulta lógico mostrar

que no se debe anteponer como más valioso o importante a ninguno de
ellos. Cada uno tiene su función, su contenido imprescindible en la forma-
ción de cada persona. O, como señala Coombs (1990), el hecho clave que de-
bemos reconocer es que ninguna de estas tres formas de educación es capaz
por sí sola de satisfacer todas las necesidades de aprendizaje que envuelven
la vida del individuo en la sociedad actual. Son necesarias las tres en con-
junto al servicio de la educación de cada hombre y de cada mujer a lo largo
de la vida. Entre ellas se reconocen una serie de relaciones, entre las que des-
tacamos:
© NARCEA/UNED
a) La complementariedad, ya que estamos inmersos en una realidad pluri-

dimensional, donde los límites entre estos tres ámbitos son exclusiva-
mente académicos y metodológicos. Cada uno de estos ámbitos es in-
suficiente por sí mismo, dado que no abarca todas las posibilidades
educadoras que se le presentan a cada individuo a lo largo de su vida,
ni sabe atender tampoco las necesidades con las que, poco a poco, se va
a encontrar. A la vez que es imposible aislar unas de otras.
b) La suplencia, al ser tan diversas las exigencias educativas que recaba la
sociedad, resulta necesario una división de funciones educativas, junto
con una atención, con diversos niveles de exigencia, entre todos los es-
cenarios. Ninguno de ellos es capaz, visto de forma exclusiva, de aten-
der plenamente la formación de cada individuo. Por ello, es lógico que
unos se focalicen en unas funciones y otros en otras, que se suplan entre
ellos bien porque no las puedan llevar a cabo, bien porque las realizan
de forma deficiente, o porque exigen mayor profundización en el futuro.
c) El refuerzo y la colaboración, al ser una de las funciones más claras de los
tres escenarios la necesidad de apoyo mutuo en una sociedad en cons-
tante cambio. Al mismo tiempo, esta función se destaca al analizar la
necesidad de profundizar, ampliar y reforzar todo contenido. La evo-
lución constante del conocimiento es una realidad en la sociedad ac-
tual, por lo que ninguno de estos ámbitos puede erigirse en dueño
absoluto de un campo del saber, o de la instrucción de una destreza. Se
exige, lógicamente, la continua colaboración de todos los ámbitos edu-
cativos en la formación de cada persona a lo largo de la vida.
No hace falta insistir en que no estamos ante actuaciones aisladas e inde-

pendientes, sino que los tres forman parte de una unidad, que configuran el
entramado de todo proceso educativo, afirmando, a la vez, la necesaria par-

ticularidad que debe reunir cada una de ellas.
Educación formal
Educación no formal Educación informal
© NARCEA/UNED
De esta forma, reconocemos «la voluntad de configurar un sistema, que

facilite al máximo el que cada individuo pueda trazarse su propio itinerario
educativo de acuerdo con su situación, necesidades e intereses. Para ello, el
sistema ha de ser abierto, flexible, evolutivo, rico en cantidad y diversidad de
ofertas y medios educativos» (Trilla, 1992: 28). Estamos ante la necesidad de
distinguir y sistematizar los diversos ámbitos de interacción de todo ser hu-
mano, en los que convive con su entorno y con sus semejantes y en los que
desarrolla todas sus capacidades. En estos espacios, unos estarán fuertemen-
te sistematizados, otros presentarán unos objetivos educativos implícitos,
otros nos aportarán una formación de modo espontáneo, pero todos ellos
están contribuyendo, en suma, con los elementos necesarios para el desarrollo
de todas y cada una de nuestras capacidades como personas.
ESCUELA
Interacción con sus

Currículum escolar iguales, con el
Actividades
establecido (Proyecto profesorado, el personal
complementarias,
Educativo y Curricular del del centro,
extraescolares
Centro) el ambiente (ethos)
del aula, del centro
A modo de ejemplo de esta complementariedad e interacción constante

entre estos tres escenarios, presentamos la escuela como lugar en la que en-
contramos cada día la interacción de funciones formales-no formales-infor-
males, en cuanto se está instruyendo con unos determinados contenidos a un
grupo de alumnos (formal), se está complementando esta enseñanza con la
propuesta de cursos y talleres específicos —inglés, informática, judo...— (no

formal) y, a la vez, se actúa dentro de una comunidad —profesores, alumnos,
padres...— con sus normas, valores y cultura (informal). Y si miramos dentro
de cada aula, cada sujeto está aprendiendo en dos niveles: formal, en cuanto a
los objetivos de enseñanza que se han establecido para ese curso, e infor-
mal, en cuanto a las relaciones que se establecen con sus iguales, con el pro-
fesor, etc.
Resulta evidente que no se trata de intentar dirigir e intervenir en todo
ámbito humano, pero sí conocer su existencia, analizar la influencia educa-
dora que presenta, la conveniencia o no de sistematizar esta intervención, de
incorporarlo a ámbitos más formales, etc., además de valorar nuevos cauces
sociales en los que la figura del educador debe, sin duda, mediar.
© NARCEA/UNED
EDUCACIÓN
FORMAL NO FORMAL INFORMAL
Actividad Consciente Consciente No consciente

educativa
Estructura Jerárquica Semi estructurada No estructurada
Dentro del sistema Fuera del sistema No organizada

Organización
formal formal
Abarca un periodo Abarca un tiempo Abarca toda la vida

Proceso
determinado determinado
Grupos homogéneos Grupos en relación Indefinida

Atención y determinados a intereses,
necesidades...
Claramente definidos, Persigue determinados No hay definición,

Objetivos progresivos, periodo objetivos, periodo corto ni previsión
largo
Oficiales, al servicio Naturales, y/o al Ausencia de

Instituciones del sistema educativo servicio de las instituciones
demandas preestablecidas
Surgimiento No espontánea Espontánea Espontánea
Formal y curricular Elemento motivacional Alta influencia en senti-

Ambiente
do amplio y no formal
Control Nivel alto Nivel medio Nivel bajo
De carácter y validez De carácter y validez Ausencia total

Diplomas oficial oficial o no oficial, de diplomas
uso restringido y certificaciones.
(Cfr. Núñez Cubero, 1993)
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Capítulo 7

Los escenarios de la educación

Es innegable que la educación es una realidad compleja, dispersa, heterogénea

ción no sea una realidad presente únicamente en las civilizaciones desarro-

Por otro lado, no hay duda de que la evolución de la educación en unas

1. SISTEMATIZACIÓN DEL FENÓMENO DE LA EDUCACIÓN

Surgimiento de una necesidad

Al hablar de educación nos estamos poniendo en contacto con diferentes

transformaciones sociales, al desarrollo económico, al progreso científico y

situaciones sociales que nos están condicionando. Nos referimos, en con-

• La consolidación del derecho a la educación y la democratización del

Ninguno de estos factores explica por sí mismo las grandes transforma-

Nadie cuestiona que los ámbitos de actuación humana son sumamente

Criterios para elaborar una sistematización

• La intencionalidad del agente, ya sea personal, grupal, material, etc.

La cuestión de la intencionalidad en educación es un tema difícil. Ya hemos

Todo desarrollo propio de la evolución biológica del ser humano no pue-

EDUCADOR Intención de influir, transmitir ENSEÑAR

Disposición activa para recibir

La educación es una acción humana dirigida al desarrollo perfectivo de

De esta forma podemos ir sistematizando los diferentes ámbitos de inter-

Aproximación conceptual a la educación formal, no formal e informal

Ahora bien, ¿qué se entiende por educación formal, no formal e informal?

Coombs (1990), al ser uno de los pioneros en este tema.

• Duración. Este criterio se deriva de la idea de que la educación es algo

Proceso permanente en el que todo individuo adquiere y acumula

ser humano. Pero, ¿dónde se produce esta educación? Lógicamente en

• Universalidad. Como ya hemos apuntado, la educación es un derecho de

cial, económica, etc. Por último, la educación no formal que no se dirige

De manera esquemática, los criterios señalados se encuentran en las dis-

Formal No formal Informal

En suma, y recogiendo de forma gráfica la idea propuesta por Trilla

EDUCACIÓN FORMAL EDUCACIÓN INFORMAL

(Cfr. Trilla, 1993)

Si analizamos ahora la ordenación jerárquica entre estos ámbitos educa-

Desde la Unión Europea se está prestando especial atención a estos tres

• «Su complementariedad con el aprendizaje y la formación formales.

A continuación se proponen, a modo de ejemplo, la acciones educativas

Formal No formal Informal

Instituciones Instituto Club infantil La calle

Agentes Profesor de Monitor de tiempo Agente de movilidad

Programas Currículo de la ESO Curso de vela Programa

Recursos Libro de texto Material Novela

Actividades Clase de Clase de cocina Conversación

(Cfr. Trilla, 1993)

Si nos centramos ya en la educación formal, ésta recoge todo aquel proce-

ción formal es «la base para un aprendizaje y un desarrollo humano perma-

• Comunicación en la lengua materna.

De esta manera, la educación formal atiende la satisfacción de una serie de

trarse sólo y exclusivamente en ella, ya que está llamada también a desen-

Esos entornos en los que intervienen múltiples variables que interactúan

• Están ubicadas en un espacio diseñado específicamente para ello.

A finales de la década de los 60 del pasado siglo fue afianzándose, poco a

1. Estar planificadas de forma intencional al servicio de grupos y/o indivi-

2. Operar fuera de la estructura de la educación formal, liberándose de sus li-

3. Responder a necesidades formativas puntuales, mucho más flexibles y adap-

4. Adecuarse de forma inmediata y directa a las características del grupo al que

En suma, la educación no formal se configura (Trilla, 1993: 30) como: «El

• No tiene un origen educativo, sino social, al ser la propia sociedad la