Barrow El Hombre Romano
Barrow El Hombre Romano
Barrow El Hombre Romano
¿Qué clase de hombres fueron los romanos? Se suele decir que los hombres se
conocen mejor por sus hechos; por tanto, para contestar a esta pregunta habrá que
recurrir, en primer lugar, a la historia romana para buscar los hechos y, en segundo
romanos les hubiera complacido que se les juzgara por su historia; para ellos historia
literatura se ha afirmado con acierto que «se debe estudiar principalmente con el
parece entonces que sólo puede darse mediante un estudio de la historia romana, y
Pero este libro no es una historia de Roma; pretende suscitar la reflexión de si ese
A través de toda su historia, los romanos sintieron de un modo intenso que existe
una «fuerza» ajena al hombre, considerado individual o colectivamente, que éste debe
dedicación; las finalidades se hacen más claras, y el hombre se siente como agente o
vocación, de una misión para sí y para los hombres que, como él, componen el
victoriosa, cruzaba la ciudad desde las puertas hasta el templo de Júpiter (más tarde,
durante el Imperio, hasta el templo de Marte Ultor) y allí ofrecía al dios «los triunfos
cobrado expresión visible y con el mayor entusiasmo por gentes que no eran de cepa
los tiempos, pero su esencia es siempre religiosa, ya que significa un salto más allá de
general, esto es así hasta en las épocas posteriores, cuando podía, no ser campesino ni
no esperan al hombre. Sin embargo, con sólo su trabajo no logrará nada. Puede hacer
ayuda de fuerzas que no comprende y menos aún domina. Si puede hacer que le sean
favorables, lo hará, pero con frecuencia sólo alcanza a cooperar; se entrega a ellas
para que lo utilicen como instrumento, logrando así su propósito. Las contingencias
del tiempo y las plagas pueden malograr sus esperanzas, pero tiene que aceptar el
política, será en defensa de sus tierras o de sus mercados o del trabajo de sus hijos.
Éstas son también las virtudes del soldado. También él ha de conocer el valor de
la rutina, que forma parte de la disciplina, ya que tiene que responder casi
hacer de él lo que el soldado romano debe ser: albañil, zapador, abridor de caminos y
terreno o tender un sistema de drenaje. Puede vivir en el campo porque eso es lo que
ha hecho toda su vida. El soldado también sabe de ese elemento imprevisto capaz de
utiliza como instrumento. Es leal con las personas, los lugares y los amigos.
Si asume una actitud política violenta será con el fin de conseguir, cuando las
guerras terminen, tierra para labrar y una casa donde vivir, y con una lealtad aún
muchos lugares, y con la debida cautela imitará lo que le parezca útil; pero para él su
hogar y sus campos nativos forman «el rincón más risueño de la Tierra», y no deseará
verlos cambiar.
El estudio de la historia romana es, en primer lugar, el estudio del proceso por el
sobre las Siete Colinas, en la dueña del mundo; en segundo lugar, el estudio de
los medios por los cuales adquirió y mantuvo su dominio. Estos medios fueron su
Tertuliano empleó para dar a entender todo lo que un romano da por supuesto, el
Civilización es lo que los hombres piensan, sienten y hacen, así como los valores que
asignan a lo que piensan, sienten y hacen. Es cierto que sus ideas creadoras y sus
criterios afectivos y valorados dan por resultado actos que afectan profundamente el
Como dijo Tácito (refiriéndose a los britanos), sólo el ignorante piensa que los
peculiarísima y que se debe cultivar y desarrollar hasta el máximo. Por otra, significa
Pero la frase más concreta y común para definir la civilización es «la paz
En los primeros tiempos, el caudillo del pueblo romano, para descubrir si el acto
que el Estado se proponía realizar coincidía con la voluntad de los dioses que regían
Cicerón, al enumerar los principios fundamentales sobre los que descansa el Estado,
concede el primer lugar a «la religión y a los auspicios», y por «auspicios» entiende
asignó el deber de descubrir la voluntad de los dioses. Los «auspicios» y los colegios
sagrados, las vestales y lo demás, aparecen en las cartas de Símaco, nacido el año 340
religión «oficial» del Imperio. Es Cicerón quien dice que el origen del poder de
declara que la sumisión a los dioses dio al romano su imperio. Cuatro siglos más
tarde, San Agustín dedica la primera parte del más vigoroso de sus libros a combatir
la creencia de que la grandeza de Roma se debía a los dioses paganos, y que sólo en
ellos se hallaría la salvación del desastre que la amenazaba. Puede muy bien decirse,
con palabras del griego Polibio (205-123 a. C.), que por lo demás era escéptico:
«Lo que distingue al Estado romano y lo que le coloca sobre todos los otros es su
actitud hacia los dioses. Me parece que lo que constituye un reproche para otras
refiero a su reverente temor a los dioses», y emplea las mismas palabras de San Pablo
en la Colina de Marte en Atenas. Polibio no llegó a ver el día en que, cuando los
bárbaros invadieron el Imperio Romano, la idea de la grandeza y la eternidad de