El Arte Como Anti Naturaleza

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 3

El arte como anti-naturaleza

El cambio estético después de 1789

Hans Jauss

A partir de 1789, se produce un decidido giro estético desde la belleza natural de la estética
romántica al concepto moderno de arte como antinaturaleza. Buadelaire será quien finalmente
cumpla más firmemente con esta nueva postura frente a la naturaleza, que caracteriza a la
estética moderna.

La estética romántica de la naturaleza excluyó todo lo que no fuera ideal en ella: negó su carencia
de finalidad, su forzosidad repetitiva, su auto-reproducción incesante que la lleva a la destrucción,
su indiferencia frente al individuo y ante el destino del bien y del mal.

Lo que ocurre con la estética moderna es que la naturaleza comienza a perder el carácter de
fenómeno estético, pierde los atributos de la armonía, de la santidad orgánica, y tras una
naturaleza hermosa y bondadosa, aparece una naturaleza fea y enemiga. Es decir, se produce un
desencantamiento de la naturaleza romántica.

Este fracaso de la vuelta a la naturaleza (que había sido propugnada por el romanticismo) es
seguido, de modo programático por primera vez en Baudelaire, por el rechazo de una estética
basada en la naturaleza en general: se rechaza ahora la concepción de que es la última instancia
de lo bello verdadero y bueno.

Es decir que la estética de la modernidad transforma el intento de una vuelta romántica a la


naturaleza, en un giro contra la naturaleza. El arte deberá ahora fundamentarse como anti
naturaleza: en la era que comienza, caracterizada por una alianza entre el arte y la industria, la
actividad estética del hombre será el compendio de su propia autonomía.

El cambio estético posterior a 1789 condujo a una progresiva expulsión de la naturaleza del
ámbito de la estética: la estética romántica de la naturaleza culminó en una estética sin
naturaleza.

El autor pretende poner énfasis en la inversión radical del valor de la naturaleza llevada a cabo por
Baudelaire y en los paulatinos signos de despotenciación previa de la naturaleza:

1- El desmontaje de lo bello natural y la retirada de lo sublime.


2- Luego del posterior giro estético, el regreso de una naturaleza ya no imitada sino diseñada
(que introducirá la estética del siglo XX)

Se pasó así de la confianza en una naturaleza considerada como legítima a considerarla como
portadora de un poder amenazante e incluso mortal.
- El autor plantea que la retirada de la belleza natural se puede rastrear paso a paso, tras la
finalización del romanticismo como producto de la creciente conciencia de la contradicción
irresoluble entre la naturaleza en cuanto objeto de la ciencia, la técnica y la industria y la
naturaleza como compendio de lo bello y lo sublime.

La enemistad de la naturaleza tiene su origen entonces en la estética moderna y tuvo a Baudelaire


como uno de sus principales teóricos.

- Tiene su origen en autores de la contrailustración, como Sade y De Maistre, pero también en una
“Poética del cristianismo” elaborada en el romanticismo.

Sade: en la filosofía de su exacerbado egoísmo, la lucha contra Dios y la moral es llevada en


nombre de una naturaleza que tiene que destruir para poder crear. Según esto, el crimen mismo
sería acore con el espíritu de la naturaleza.

Joseph De Maistre: Fue este el autor al que más recurrió Baudelaire para rechazar el concepto
romántico de naturaleza. De Maistre criticó a Rousseau su propuesta de nuevos caminos para
curar el mal de una sociedad desnaturalizada. Su crítica abrevó en la vieja explicación cristiana,
renovada (rechazada por Rousseau), del pecado original, que no sólo corrompe a la primera pareja
humana, sino que transforma la naturaleza bella en naturaleza fea y mala. Esta naturaleza
corrompida desde el principio, debe ser superada en lo estético y en lo moral por lo artificioso. Así
se remite a la Biblia la explicación de la relación entre el hombre y la naturaleza.

La comprensión cristiana de la naturaleza procede de la colocación del hombre adanítico en el


jardín del Edén, lo que da lugar a dos diferentes interpretaciones, en dos partes del Génesis: uno
lo presenta como el encargado de trabajar y conservar la naturaleza del jardín del Edén; el otro lo
entiende como aquél que somete la tierra y domina sus criaturas, es decir como guardián y amigo
de la naturaleza o como su dominador o incluso su enemigo.

Esta relación ambigua con la naturaleza del mundo cristiano aparece de nuevo en la melancolía de
la subjetividad romántica.

Hegel: en sus Lecciones sobre estética de 1835, ya abre la puerta para la exclusión de lo bello
natural. Para Hegel la naturaleza es ahora “lo otro del espíritu”. Sólo la belleza artística puede ser
el verdadero objeto de la una estética.

Marx: Da el paso que aún faltaba dar, que era atribuir al producto del trabajo humano, que
“imprime en la naturaleza el sello de su actividad”, la dignidad autónoma de lo bello-

En sus Manuscritos económico- filosóficos, de 1844, el concepto de trabajo adquiere su máxima


significación, al quedar elevado a la función de “autoproducción del hombre”.

De lo que plantea Marx se deduce que la misma naturaleza, que en el proceso moderno de
industrialización es rebajada y explotada como simple materia, puede resucitar como naturaleza
humanizada.
Así, el atributo de la belleza es sustraído de la naturaleza primera y atribuido a la naturaleza
segunda, obra del hombre social.

Baudelaire será entonces quien cumpla del modo más decidido el giro estético desde la belleza
natural de la estética romántica al concepto moderno de arte como antinaturaleza.

Carta de 1854: La carta documenta un giro en la historia de la experiencia estética: la naturaleza


dejó de ser el objeto estético por excelencia. Plantea una renuncia a la comprensión romántica de
la naturaleza y la exigencia de que el arte moderno ha de entenderse como antinaturaleza.

“la naturaleza no puede ser considerada ya como el compendio de la creación….la naturaleza no


tiene imaginación”. Por eso el poeta moderno no puede ni debe producir su obra ni según la
naturaleza ni como la naturaleza.

Baudelaire acompañó la carta con dos poemas: El crepúsculo de la mañana y El crepúsculo de la


noche, en los que apenas se necesita ya de “la gran palabra naturaleza” para descubrir la belleza
artística de un paisaje moderno.

Lo que se anuncia aquí, culmina cinco años después en su proyecto más osado, el famoso ciclo
Sueño parisiense. Este poema es seguramente la primera y provocadora cumbre de la lírica y la
estética modernas y significa una radical inversión de valores de la naturaleza.

A la vista de la revolución industrial, se produce, en la estética, un enfrentamiento de la radical


desvalorización de lo natural a una revalorización de lo artificial.

Sueño parisiense: Clara decisión en favor de lo artificial. Para Baudelaire sería la actitud adecuada
del poeta en un tiempo que no permite la vuelta a lo ingenuo.

También podría gustarte