Los Dioses Decapitados-Lectura
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Los Dioses Decapitados-Lectura
Catherine Nixey estudió Historia Clásica en Cambridge y actualmente es periodista cultural en The Times.
Catherine Nixey
La edad de la penumbra
Taurus, 2019
317 páginas
En 2016 vimos con horror por televisión las escenas en las que el Estado Islámico
decapitaba en Palmira (Siria) una colosal estatua de Atenea del siglo II. Pues bien, esa
misma estatua había sido reconstruida porque en el siglo IV los cristianos le habían
hecho lo mismo por considerarla ‘un ídolo’: la decapitaron y le cortaron los brazos. Algo
parecido hicieron con las figuras del gran frontón oriental del Partenón, en Atenas: las
arrancaron y, luego, construyeron una iglesia cristiana con sus restos. Peor lo que pasó con
el templo de Serapis –un dios mitad griego y mitad egipcio–, considerado “el edificio más
maravilloso en la Tierra”, por sus pasillos, sus columnas y sus extraordinarias estatuas: “En
el 392 d. C. un obispo, con el apoyo de una banda de cristianos fanáticos, lo redujo a
escombros”. La destrucción no solo se enfocó en estatuas y edificaciones, también
quemaron libros y sobrescribieron sobre ellos, mataron personas, las persiguieron y las
obligaron al exilio. El cristianismo destruyó el mundo clásico o, por lo menos, lo intentó.
“El cristianismo, en definitiva, se levantó sobre la sangre de miles de inocentes y sobre las
piedras del mundo clásico”. En todo caso, no fue un tránsito apacible, como nos habían
2
El cristianismo, una ideología que creció dentro del Imperio romano, se tomó
el poder desde adentro y, una vez lo obtuvo, eliminó con eficacia otras ideologías. Los
romanos no eran precisamente liberales. Cuando tomaban una ciudad podían ser brutales
y, en la guerra, despiadados. Pero Cartago, por ejemplo, supuso un peligro para su
existencia. “El cristiano no se enfrentaba a ninguna amenaza existencial: era una ideología
persiguiendo a otra hasta acabar con ella”, dice Nixey. Es la misma tesis desarrollada por
Edward Gibbon en su célebre Decadencia y caída del Imperio romano: parte de la culpa de
la caída de ese imperio se debe al cristianismo.
Más allá de sus planteamientos incómodos –recordemos que la obra de Gibbon fue
prohibida por la iglesia–, La edad de la penumbra es un libro cautivador, plagado de
historias y de anécdotas, sobre Pompeya, la vida cotidiana en Roma, los poetas latinos, el
médico Galeno y la matemática Hipatia, de Alejandría. Comienza y termina con el relato
del exilio del filósofo ateniense Damascio, el último responsable de la Academia de Platón,
expulsado por el emperador Justiniano en el año 529. “El cristianismo contó a las
generaciones posteriores que su victoria sobre el viejo mundo fue celebrada por todos, y las
siguientes generaciones lo creyeron”.