Analisis Textual Quiroga
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Analisis Textual Quiroga
Análisis textual
1.- Marca estructural
Macroestructura:
Género: Cuento
Tema general: Horror, la naturaleza contra el hombre.
Superestructura:
Trama: un joven matrimonio comienza su vida de casados, pero la esposa cae debilitada ante
una misteriosa enfermedad a la cual ningún médico encuentra explicación, al final la hermosa
joven muere y se descubre el motivo de su condición; un grotesco y enorme parasito que
habitaba en su almohadón de plumas, succionando poco a poco la vida de la chica. Al mismo
tiempo, este pequeño relato narra la impotencia de su esposo y médicos al no encontrar la
causa de la enfermedad de Alicia. Una versión más del hombre contra la naturaleza, llevada a
cabo con un tono de horror y fantasía.
Estructura:
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló
sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero
estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta
estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a
conocer.
Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial.
Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta
ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso —
frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro,
el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de
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desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo
abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un
velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta
que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y
días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba
indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y
Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto
callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose,
y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico
de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad
que no me explico, y sin vómitos, nada… Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima,
completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo
el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor
ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin
cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos
entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada
vez que caminaba en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron
luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la
alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente.
Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
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-¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta
confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola
temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos,
que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose
día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor
mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en
silencio y siguieron al comedor.
—Pst… —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio… poco hay que
hacer…
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las
primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en
síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía
siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde
el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le
tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma
de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban
fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más
que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.
Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato
extrañada el almohadón.
—¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del
hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.
3
—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando.
Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán
cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror
con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas,
moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa.
Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su
trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible.
La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no
pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones
proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro
hallarlos en los almohadones de pluma.
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2. Marca morfo-semántica: tipos de palabras
Sustantivos – Azul
Adjetivos – Amarillo
Artículos – Rosa
Pronombres – Café
Verbos – Rojo
Adverbios – Verde
Preposiciones – Morado
Conjunciones – Naranja
Interjecciones – Gris
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido
heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero
estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta
estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo
a conocer.
Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial. Sin duda
hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura;
pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso
—frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio encantado.
Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella
sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa,
como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por
echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en
nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente
días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él.
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Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la
cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente
todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos
fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una
palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El
médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran
debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. . Si mañana se despierta como hoy, llámeme
enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima,
completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte.
.Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír
el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida.
Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus
pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a
su mujer cada vez que caminaba en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que
descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino
mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente
mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
—¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de
estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido,
acariciándola temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los
dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa,
desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia
yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron
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largo rato en silencio y siguieron al comedor.
—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que
hacer...
—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre
en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida,
en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía
siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima.
Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso
que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron
en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces
continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa,
no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos
de Jordán.
Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato
extrañada el almohadón.
—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de
sangre.
Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos
lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.
—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y
temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
—¿Qué hay? —murmuró con la voz ronca.
—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor
Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito
de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandos: —sobre el fondo,
entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola
viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
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Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —
su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi
imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin dada su desarrollo, pero desde
que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había
vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas
condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no
es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló
sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero
estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta
estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a
conocer.
Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial.
Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta
ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso —
frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro,
el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de
desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo
abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un
velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta
que llegaba su marido.
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No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y
días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba
indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y
Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto
callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose,
y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico
de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad
que no me explico, y sin vómitos, nada… Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima,
completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo
el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor
ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin
cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos
entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada
vez que caminaba en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron
luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la
alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente.
Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta
confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola
temblando.
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Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos,
que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose
día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor
mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en
silencio y siguieron al comedor.
—Pst… —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio… poco hay que
hacer…
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las
primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en
síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía
siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde
el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le
tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma
de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban
fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más
que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.
Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato
extrañada el almohadón.
—¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del
hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.
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La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando.
Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán
cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror
con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas,
moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa.
Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su
trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible.
La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no
pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones
proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro
hallarlos en los almohadones de pluma.
4. Marca Semántica
Sujetos:
Horacio – sustantivo, masculino, singular
Quiroga – sustantivo, masculino, singular
luna – sustantivo, femenino, singular
escalofrío – sustantivo, masculino, singular
carácter – sustantivo, masculino, singular
marido – sustantivo, masculino, singular
soñadas – sustantivo, femenino, plural
novia – sustantivo, femenino, singular
11
ligero – sustantivo, masculino, singular
noche – sustantivo, femenino, singular
calle – sustantivo, femenino, singular
mirada – sustantivo, femenino, singular
estatura – sustantivo, femenino, singular
Jordán – sustantivo, masculino, singular
hora – sustantivo, femenino, singular
meses – sustantivo, masculino, plural
abril – sustantivo, masculino, singular
dicha – sustantivo, femenino, singular
duda – sustantivo, femenino, singular
cielo – sustantivo, masculino, singular
ternura – sustantivo, femenino, singular
semblante – sustantivo, masculino, singular
casa – sustantivo, femenino, singular
estremecimientos – sustantivo, masculino, singular
patio – sustantivo, masculino, singular
frisos – sustantivo, masculino, plural
columnas – sustantivo, femenino, plural
estatuas – sustantivo, femenino, plural
impresión – sustantivo, femenino, singular
palacio – sustantivo, masculino, singular
estuco – sustantivo, masculino, singular
rasguño – sustantivo, masculino, singular
paredes – sustantivo, femenino, plural
sensación – sustantivo, femenino, singular
frío sustantivo, masculino, singular
pieza – sustantivo, femenino, singular
pasos – sustantivo, masculino, plural
12
eco – sustantivo, masculino, singular
abandono – sustantivo, masculino, singular
resonancia – sustantivo, femenino, singular
nido – sustantivo, masculino, singular
amor – sustantivo, masculino, singular
otoño – sustantivo, masculino, singular
velo – sustantivo, masculino, singular
sueños – sustantivo, masculino, plural
ataque – sustantivo, masculino, singular
influenza – sustantivo, femenino, singular
días – sustantivo, masculino, plural
día – sustantivo, masculino, singular
fin – sustantivo, masculino, singular
tarde – sustantivo, femenino, singular
jardín – sustantivo, masculino, singular
brazo – sustantivo, masculino, singular
lado – sustantivo, masculino, singular
cabeza – sustantivo, femenino, singular
sollozos – sustantivo, masculino, plural
brazos – sustantivo, masculino, plural
cuello – sustantivo, masculino, singular
espanto – sustantivo, masculino, singular
llanto – sustantivo, masculino, singular
caricia – sustantivo, femenino, singular
rato – sustantivo, masculino, singular
palabra – sustantivo, femenino, singular
último – sustantivo, masculino, singular
Alicia – sustantivo, femenino, singular
siguiente – sustantivo, masculino, singular
13
sangre – sustantivo, femenino, singular
atención – sustantivo, femenino, singular
calma – sustantivo, femenino, singular
descanso – sustantivo, masculino, singular
puerta – sustantivo, femenino, singular
calle – sustantivo, femenino, singular
debilidad – sustantivo, femenino, singular
vómitos – sustantivo, masculino, plural
consulta – sustantivo, femenino, singular
anemia – sustantivo, femenino, singular
marcha – sustantivo, femenino, singular
desmayos – sustantivo, masculino, plural
muerte – sustantivo, femenino, singular
dormitorio – sustantivo, masculino, singular
luces – sustantivo, femenino, plural
ruido – sustantivo, masculino, singular
sala – sustantivo, femenino, singular
luz – sustantivo, femenino, singular
extremo – sustantivo, masculino, singular
obstinación – sustantivo, femenino, singular
alfombra – sustantivo, femenino, singular
pesos – sustantivo, masculino, plural
ratos – sustantivo, masculino, plural
dormitorio – sustantivo, masculino, singular
mudo – sustantivo, masculino, singular
largo – sustantivo, masculino, singular
mujer – sustantivo, femenino, singular
vez – sustantivo, femenino, singular
dirección – sustantivo, femenino, singular
14
alucinaciones – sustantivo, femenino, plural
principio – sustantivo, masculino, singular
suelo – sustantivo, masculino, singular
joven – sustantivo, masculino, singular
ojos – sustantivo, masculino, plural
lado – sustantivo, masculino, singular
respaldo – sustantivo, masculino, singular
cama – sustantivo, femenino, singular
noche – sustantivo, femenino, singular
rato – sustantivo, masculino, singular
narices – sustantivo, femenino, plural
labios – sustantivo, masculino, plural
sudor– sustantivo, masculino, singular
espanto – sustantivo, masculino, singular
dormitorio – sustantivo, masculino, singular
alarido – sustantivo, masculino, singular
horror – sustantivo, masculino, singular
largo – sustantivo, masculino, singular
rato – sustantivo, masculino, singular
confrontación – sustantivo, femenino, singular
alucinaciones – sustantivo, femenino, plural
antropoide – sustantivo, masculino, singular
dedos – sustantivo, masculino, plural
ojos – sustantivo, masculino, plural
médicos – sustantivo, masculino, plural
vida – sustantivo, femenino, singular
hora – sustantivo, femenino, singular
consulta – sustantivo, femenino, singular
estupor – sustantivo, masculino, singular
15
muñeca – sustantivo, femenino, singular
rato – sustantivo, masculino, singular
silencio – sustantivo, masculino, singular
comedor – sustantivo, masculino, singular
hombros – sustantivo, masculino, plural
médico – sustantivo, masculino, singular
caso – sustantivo, masculino, singular
mesa– sustantivo, femenino, singular
delirio – sustantivo, masculino, singular
anemia – sustantivo, femenino, singular
tarde – sustantivo, femenino, singular
horas – sustantivo, femenino, plural
enfermedad – sustantivo, femenino, singular
síncope – sustantivo, masculino, singular
noche – sustantivo, masculino, singular
alas – sustantivo, femenino, plural
sensación – sustantivo, femenino, singular
millón – sustantivo, masculino, singular
kilos – sustantivo, masculino, plural
hundimiento – sustantivo, masculino, singular
cabeza – sustantivo, femenino, singular
terrores – sustantivo, masculino, plural
monstruos – sustantivo, masculino, plural
colcha– sustantivo, femenino, singular
conocimiento – sustantivo, masculino, singular
voz – sustantivo, femenino, singular
luces – sustantivo, femenino, plural
dormitorio – sustantivo, masculino, singular
sala– sustantivo, femenino, singular
16
silencio – sustantivo, masculino, singular
delirio – sustantivo, masculino, singular
rumor – sustantivo, masculino, singular
pasos – sustantivo, masculino, plural
sirvienta – sustantivo, femenino, singular
rato – sustantivo, masculino, singular
manchas – sustantivo, femenino, plural
funda – sustantivo, femenino, singular
lados – sustantivo, masculino, plural
hueco – sustantivo, masculino, singular
manchitas – sustantivo, femenino, plural
rato – sustantivo, masculino, singular
luz – sustantivo, femenino, singular
cabellos – sustantivo, masculino, plural
envoltura – sustantivo, femenino, singular
tajo – sustantivo, masculino, singular
plumas – sustantivo, femenino, plural
grito – sustantivo, masculino, singular
horror – sustantivo, masculino, singular
manos – sustantivo, femenino, plural
bandos – sustantivo, masculino, plural
fondo – sustantivo, masculino, singular
patas – sustantivo, femenino, plural
animal – sustantivo, masculino, singular
bola – sustantivo, femenino, singular
noche – sustantivo, femenino, singular
boca – sustantivo, femenino, singular
trompa – sustantivo, femenino, singular
sienes – sustantivo, femenino, plural
17
picadura – sustantivo, femenino, singular
remoción – sustantivo, femenino, singular
almohadón – sustantivo, masculino, singular
desarrollo – sustantivo, masculino, singular
joven – sustantivo, masculino, singular
succión – sustantivo, femenino, singular
cinco – sustantivo, masculino, singular
noches – sustantivo, femenino, plural
parásitos – sustantivo, masculino, plural
aves – sustantivo, femenino, plural
ciertas – sustantivo, femenino, plural
condiciones – sustantivo, femenino, plural
proporciones – sustantivo, femenino, plural
almohadones – sustantivo, masculino, plural
Verbos:
18
influía – indicativo, copretérito, tercera persona
producía – indicativo, copretérito, tercera persona
afirmaba – indicativo, pretérito, tercera persona
hallaban – indicativo, pretérito , tercera persona
había – indicativo, copretérito, tercera persona
concluido – indicativo, participio, tercera persona
llegaba – subjuntivo, copretérito, tercera persona
tuvo – subjuntivo, copretérito, tercera persona
arrastró – indicativo, pretérito, tercera persona
reponía – indicativo , pretérito, tercera persona
pudo – indicativo, pretérito, tercera persona
apoyada – indicativo, copretérito, tercera persona
miraba – indicativo, copretérito, tercera persona
pasó – indicativo, pretérito , tercera persona
rompió – indicativo, pretérito, tercera persona
lloró – indicativo, pretérito, tercera persona
fueron – indicativo, copretérito, tercera persona
quedó – indicativo, pretérito, tercera persona
estuvo - subjuntivo, pretérito, tercera persona
levantada – indicativo, copretérito, tercera persona
desvanecida – indicativo, pretérito, tercera persona
examinó .- indicativo, pretérito, tercera persona
todavía – indicativo, copretérito, tercera persona
tiene – indicativo, copretérito, tercera persona
explico – indicativo, pretérito, tercera persona
seguía – indicativo, copretérito, tercera persona
hubo – indicativo, pretérito, tercera persona
iba – indicativo, copretérito, tercera persona
vivía – indicativo, copretérito , tercera persona, singular
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paseábase – indicativo, copretérito, tercera persona, singular
cesar – indicativo , infinitivo,
ahogaba – indicativo, copretérito, tercera persona
entraba – indicativo, copretérito, tercera persona
proseguía – indicativo, copretérito, tercera persona
caminaba – indicativo, copretérito, tercera persona
comenzó – indicativo, pretérito, tercera persona
descendieron – indicativo, copretérito, tercera persona
abrió – indicativo, pretérito, tercera persona
perlaron – indicativo, copretérito, tercera persona
clamó – indicativo, pretérito, tercera persona
corrió – indicativo, pretérito, tercera persona
dio – indicativo, pretérito, tercera persona
extravió – indicativo, pretérito, tercera persona
volvió – indicativo, pretérito, tercera persona
serenó – indicativo, pretérito, tercera persona
sonrió – indicativo, pretérito, tercera persona
tomó – indicativo, pretérito, tercera persona
volvieron – indicativo, copretérito, tercera persona
acababa – indicativo, copretérito, tercera persona
yacía – indicativo, pretérito, tercera persona
pulsaban – indicativo, copretérito, tercera persona
observaron – indicativo, copretérito, tercera persona
siguieron – indicativo, copretérito, tercera persona
encogió – indicativo, pretérito, tercera persona
desalentado – indicativo, gerundio, tercera persona
es – indicativo, presente, tercera persona
hacer – indicativo, infinitivo, tercera persona
resopló – indicativo, pretérito, tercera persona
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remitía – indicativo, copretérito, tercera persona
avanzaba – indicativo, copretérito, tercera persona
amanecía – indicativo, copretérito, tercera persona
parecía – indicativo, copretérito, tercera persona
fuera – indicativo, copretérito, tercera persona
tenía – indicativo, copretérito, tercera persona
desplomada – indicativo, gerundio, tercera persona
abandonó – indicativo, pretérito, tercera persona
podía – indicativo, copretérito, tercera persona
mover – indicativo , infinitivo
quiso – indicativo, pretérito, tercera persona
tocaran – indicativo, copretérito, tercera persona
arreglaran – indicativo, copretérito, tercera persona
avanzaron – indicativo, copretérito, tercera persona
arrastraban – indicativo, copretérito, tercera persona
trepaban – indicativo, copretérito, tercera persona
perdió – indicativo, pretérito, tercera persona
deliró – indicativo, pretérito, tercera persona
continuaban – indicativo, copretérito, tercera persona
oía – indicativo, copretérito, tercera persona
salía – indicativo, copretérito, tercera persona
ahogado – indicativo, gerundio, tercera persona
murió – indicativo, pretérito, tercera persona
entró – indicativo, pretérito, tercera persona
miró – indicativo, pretérito, tercera persona
llamó – indicativo, pretérito, tercera persona
acercó – indicativo, pretérito, tercera persona
dobló – indicativo, pretérito, tercera persona
dejado – indicativo, gerundio, tercera persona
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veían – indicativo, copretérito, tercera persona
dijo – indicativo, pretérito, tercera persona
levantó – indicativo, pretérito, tercera persona
dejó – indicativo, pretérito, tercera persona
sintió – indicativo, pretérito, tercera persona
erizaban – indicativo, copretérito, tercera persona
murmuró – indicativo, pretérito, tercera persona
articuló – indicativo, pretérito, tercera persona
levantó – indicativo , pretérito, tercera persona
pesaba – indicativo, copretérito, tercera persona
salieron – indicativo, copretérito, tercera persona
cortó – indicativo, pretérito, tercera persona
volaron – indicativo, copretérito, tercera persona
estaba – indicativo, copretérito, tercera persona
pronunciaba – indicativo, copretérito, tercera persona
aplicado – indicativo, gerundio, tercera persona
era – indicativo, copretérito, tercera persona
fue – indicativo, pretérito, tercera persona
vaciado – indicativo, gerundio, tercera persona
llegan – indicativo, copretérito, tercera persona
adquirir – indicativo, infinitivo
Sustantivos:
Horacio, Quiroga, luna, escalofrío, carácter, marido, soñadas, novia, ligero, noche, calle, mirada,
estatura, Jordán, hora, meses, abril, dicha, duda, cielo, ternura, semblante, casa, estremecimientos,
patio, frisos, columnas, estatuas, impresión, palacio, estuco, rasguño, paredes, sensación, frío, pieza,
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pasos, eco, abandono, resonancia, nido, amor, otoño, velo, sueños, ataque, influenza, días, día, fin,
tarde, jardín, brazo, lado, cabeza, sollozos, brazos, cuello, espanto, llanto, caricia, rato, palabra, Alicia,
siguiente, sangre, atención, calma, descanso, puerta calle, debilidad, vómito, anemia, desmayos,
muerte, dormitorio, luces, ruido, sala, luz, extremo, obstinación, alfombra, pesos, ratos, dormitorio,
mudo, largo, mujer, vez, dirección, alucinaciones, principio, suelo, ojos, lado, respaldo, cama, noche
narices, labios, sudores, panto, dormitorio, alarido, horror, largo, rato, confrontación, alucinaciones,
antropoide, dedos, ojos, médicos, vida, hora, consulta, estupor, muñeca, silencio, comedor, hombros,
caso, mesa, delirio, anemia, tarde, horas, enfermedad, síncope, alas, sensación, millón, kilos,
hundimiento, cabeza, terrores, monstruos, colcha, conocimiento, voz, luces, dormitorio, sala, silencio,
delirio, rumor, pasos, sirvienta, rato, manchas, funda, lados, hueco, manchitas, rato, luz, cabellos,
envoltura, tajo, plumas, grito, horror, manos, bandos, fondo, patas, animal, bola, noche, boca, trompa,
sienes, picadura, remoción, almohadón, desarrollo, joven, succión, cinco, noches, parásitos, aves,
condiciones y almohadones.
Adjetivos:
Miel, largo, rubia, angelical, tímida, duro, niñerías, mucho, estremecimiento, juntos, furtiva, alta, mudo,
profundamente, especial, severidad, rígido, expansiva, incauta, impasible, poco, blancura, silencioso,
mármol, otoñal, encantado, brillo, glacial, leve, altas, desapacible, largo, sensibilizado, extraño,
antiguos, dormida, hostil, raro, ligero, indiferente, pronto, ternura, todo, callado, tentativa, largo, suma,
absolutos, baja, gran, despierta, peor, agudísima, inexplicable, prendidas, silencio, dormitaba,
encendida, incansable, pronto, confusas, flotantes, abiertos, rígida, estupefacta, temblando, porfiadas,
apoyado, fijos, última, inerte, serio, agravado, siempre, primeras, cada, casi, nuevas, siempre, aún,
crepusculares, forma, finales, media, encendidas, agónico, monótono, eternos, sola, extrañada, baja,
rápidamente, oscuras, inmóvil, lívida, temblando, ronca, mucho, extraordinariamente, comedor,
superiores, abierta, crispadas, lentamente, velludas, monstruoso, viviente, viscosa, sigilosamente,
imperceptible, diaria, vertiginosa, diminutos, enormes, humana, favorable y pluma.
Verbos:
Heló, volviendo, echaba, hacía, amaba, conocer, habían, vivieron, hubiera, deseado, contenía, vivían,
influía, producía, afirmaba, cruzar, hallaban, había, concluido, echar, querer, pensar, llegaba, tuvo,
arrastró, reponía, pudo, salir, apoyada, miraba, pasó, rompió, echándole, lloró, redoblando, fueron,
retardando, quedó, moverse, decir, estuvo, levantada, amaneció, desvanecida, examinó, ordenándole,
todavía, tiene, explico, llámeme, seguía, hubo, constatóse, tuvo, iba, pasábanse, oír, vivía, paseábase,
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cesar, ahogaba, entraba, proseguía, vaivén, mirando, caminaba, comenzó, tener, descendieron, mirar,
quedó, mirando, abrió, gritar, perlaron, clamó, dejar, mirar, corrió, verlo, aparecer, dio, miró, extravió,
miró, volvió, mirarlo, serenó, sonrió, tomó, acariciándola, hubo, tenía, volvieron, había, acababa,
desangrándose, yacía, pulsaban, pasándose, observaron, siguieron, encogió, desalentado, es, hacer,
resopló, tamborileó, extinguiéndose, remitía, avanzaba, amanecía, parecía, fuera, tenía, despertar, estar,
desplomada, abandonó, podía, mover, quiso, tocaran, arreglaran, avanzaron, arrastraban, trepaban,
perdió, deliró, cesar, continuaban, oía, salía, ahogado, murió, entró, deshacer, miró, llamó, acercó,
dobló, había, dejado, veían, murmuró, observación, levántelo, dijo, levantó, dejó, caer, quedó,
mirando, saber, sintió, erizaban, murmuró, articuló dejar, temblar, levantó, pesaba, salieron, cortó,
volaron, llevándose, moviendo, había, estaba y pronunciaba.
Isotopías:
dormir / dormida
levantada / amanecer
dormitorio
desangrándose
anemia
alas de sangre
almohadón
plumas
noche
cama
Llamados al protagonista
El lugar es siempre la casa, por lo menos el espacio donde ocurren las acciones esenciales respecto
de la trama. Por otro lado, la cama y por tanto la habitación son los lugares donde suceden las
acciones.
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6. Comentario:
En este cuento puede verse el tradicional manejo del efectismo de Quiroga que consiste en trazar dos
líneas narrativas, una debajo de la otra. En este caso, la primera es la historia de un joven que comienza
su vida de casado, que ama profundamente a su esposa aunque no lo dé a conocer. Entonces una
enfermedad la debilita y finalmente ella muere es, en pocas palabras, la historia de un viudo. Por otro
lado, el segundo nivel narrativo cuenta la historia de una mujer soñadora y hermosa que se casa y
comienza su vida matrimonial, pero debe enfrentarse al helado carácter de su esposo, que disipa sus
fantasías de novia y la sumerge en el silencio. El silencio de una casa enorme y de su esposo. Deprimida
o aburrida se confina a dormir, una forma más rápida de pasar sus días, en ese letargo es donde
encuentra la muerte. Es en la cama donde esta mujer angelical muere a causa de un parasito que como
un vampiro succiona su sangre, debitándola hasta la muerte. Quiroga maneja estas dos perspectivas
de manera perfectamente coordinada, pues aunque pareciera que todo es parte de un único relato, lo
cierto es, que puede dividirse.
A lo largo de la narración el autor utiliza palabras (isotopías) que nos ayudan a crear campos
semánticos que sirven para complementar el tono del texto ( en este caso el horror) y trasmitir mayor
carga emocional en el relato, por ejemplo Quiroga en ningún momento se escribe que Alicia se sintiera
sola en el cuento, por lo menos no directamente, sino que nos habla de su cándido carácter y sus
frustrados deseos de “novia”, por lo que el lector es quien deduce el sentimiento de soledad de la
protagonista, y sólo es capaz de hacerlo gracias al contraste que crea la dócil personalidad de ella y la
manera de describir la enorme y desierta casa, donde lo único que habita es ella y el silencio, no es raro
entonces que la narración nos haga creer que Alicia palidece ante esa soledad. Casi como si la causa
de aquella enfermedad fuera la casa, pero es en esta parte donde el autor comienza a hacer comunes
ciertos lugares de la casa, uno de ello es la habitación, menciona cuatro veces la palabra almohadón y
ocho cama, sin duda quien escribe está preparando el terreno para el inesperado desenlace.
La mención del silencio no es arbitraria, pues este atributo conforma la piedra angular donde se edifica
el relato, gracias al silencio es que Alicia pasa tiempo dormida, y asi comienza a debilitarse. El silencio
era necesario en este sentido, el crearía el sentimiento de soledad en la joven esposa, además se
menciona el dormitorio y dormir de manera recurrente en la estructura del relato. La habitación donde
ella habita es el escenario del horror y de muerte, ni siquiera la casa se sentía como un hogar, de ahí
que el autor nunca utilice esta palabra para describirla. Finalmente, Quiroga logra con este cuento que
el lector sienta una sensación de derrota ante la naturaleza, quien provee estos extraños fenómenos.
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