Del Reves, Del Reves. Del Reves
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1 Crón. 29: 23
¿Qué es una teocracia? Es un gobierno que deriva su poder directamente de Dios. El gobierno
de Israel era una verdadera teocracia. Era realmente un gobierno ejercido por Dios. En la zarza
ardiente, Dios encomendó a Moisés que sacara a su pueblo de Egipto. Mediante señales y prodigios,
Dios libró a Israel de Egipto, y lo condujo por el desierto, y finalmente lo llevó a la tierra prometida.
Allí lo gobernó por medio de jueces, hasta "Samuel, el profeta," a quien Dios habló cuando era
aún niño, y por medio de quien hizo conocer su voluntad. En los días de Samuel, el pueblo solicitó
tener un rey. Lo solicitado fue otorgado, y Dios escogió a Saúl, y Samuel le ungió como
rey de Israel. Saúl no hizo la voluntad de Dios; y como rechazó y menospreció la palabra
del Señor, Dios le rechazó como rey, y envió a Samuel a que ungiera a David rey de
Israel; el Señor estableció el trono de David para siempre. Cuando Salomón sucedió a su
padre David en el trono, el relato bíblico dice: "Y sentóse Salomón por rey en el trono de
Jehová en lugar de David su padre." (1 Crón. 29: 23.) El trono de David era el trono del Señor,
y Salomón se sentó en el trono de Jehová como rey del reino terrenal de Dios. La sucesión
al trono siguió por el linaje de David hasta Sedequías, quien se sometió al rey de Babilonia, al cual
prometió solemnemente, ante Dios, que le permanecería fiel. Pero Sedequías rompió su pacto; y
entonces Dios le dijo:
"Y tú, profano e impío príncipe de Israel, cuyo día vino en el tiempo de la consumación
de la maldad, Así ha dicho el Señor Jehová: Depón la tiara, quita la corona: ésta no será
más ésta: al bajo alzaré, y al alto abatiré. Del revés, del revés, del revés la tornaré; y no
será ésta más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y se la entregaré." (Eze. 21: 25-
27; véase también 17: 1-21.) 828
El reino era entonces súbdito de Babilonia. Cuando cayó Babilonia y Medo-Persia le sucedió,
fue tomado del revés la primera vez. Cuando cayó Medo-Persia, y le sucedió Grecia, fue tomado
del revés la segunda vez. Cuando el Imperio Griego predio la supremacía y le sucedió en ella el
Imperio Romano, fue tomado del revés la tercera vez. Y entonces dice la Palabra: "Hasta que
venga aquel cuyo es el derecho, y se la entregaré." ¿Quién es Aquel de quien es el
derecho? "Y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del
Altísimo: y le dará el Señor Dios el trono de David su padre. Y reinará en la casa de Jacob
por siempre; y de su reino no habrá fin." (Luc. 1: 31-33.) Y mientras él estaba en la tierra,
como "aquel profeta," Varón de dolores, experimentado en quebranto, declaró él mismo, la noche
en la cual fue traicionado: "Mi reino no es de este mundo." Así fue quitado del mundo el trono
del Señor, y "no será ... más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho," y entonces le será
dado. Ese tiempo es el fin de este mundo, y el principio del venidero.
El Salvador dijo a los doce apóstoles: "Yo pues os ordeno un reino, como mi Padre me lo
ordenó a mí, para que comáis y bebáis en mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos
juzgando a las doce tribus de Israel." (Luc. 22: 29, 30.) Por la forma en que cita Mateo la
promesa de Cristo a los doce apóstoles nos damos cuenta de cuándo será cumplida: "En la
regeneración, cuando se sentará el Hijo del hombre en el trono de su gloria, vosotros
también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel." (Mat. 19:
28.) En la parábola de las minas, Cristo se representa a sí mismo bajo la figura de un noble que
"partió a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver." (Luc. 19: 12.) Y él
mismo dijo cuándo se sentará en su trono de gloria: "Y cuando el Hijo del hombre venga en su
gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria.
Y serán reunidas delante de él todas las gentes." (Mat. 25: 31, 32.)
A este tiempo se refiere el revelador cuando dice: "Los reinos del mundo han venido a ser los
reinos de nuestro Señor, y de su Cristo: y reinará para siempre jamás." (Apoc. 11: 15.) El
contexto demuestra claramente cuándo sucederá esto. "Y se han airado las naciones, y tu ira es
venida, y el tiempo de los muertos, para que sean juzgados, y para que des el galardón a tus siervos
los profetas, y a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeñitos y a los grandes, y para
que destruyas los que destruyen la tierra." (Vers. 18.) El reino de Cristo se establecerá en la época
del juicio final, cuando se dará la recompensa de los justos y el castigo de los impíos. Cuando todos
los que se oponen a la soberanía de Cristo hayan sido destruidos, los 829 reinos de este mundo se
convertirán en los reinos de nuestro Señor y de su Cristo.
Entonces Cristo reinará como "Rey de reyes y Señor de señores." (Apoc. 19: 16.) "El reino, y el
señorío, y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del
Altísimo; cuyo reino es reino eterno, y todos los señoríos le servirán y obedecerán." "Tomarán el
reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, y hasta el siglo de los
siglos." (Dan. 7: 27, 18.)
Hasta que no llegue aquel tiempo no se puede establecer el reino de Cristo en la tierra. Su reino no
es de este mundo. Sus seguidores han de considerarse como "peregrinos y advenedizos sobre
la tierra." Pablo dice: "Nuestra vivienda es en los cielos; de donde también esperamos al
Salvador, al Señor Jesucristo." (Heb. 11: 13; Fil. 3: 20.) Desde que el reino de Israel desapareció,
Dios no ha delegado su autoridad a ningún hombre o cuerpo de hombres para ejecutar sus leyes
como tales. "Mía es la venganza: yo pagaré, dice el Señor." (Rom. 12: 19.) Los gobiernos civiles
tienen que ver con las relaciones entre un hombre y otro hombre; pero no tienen nada que ver con
las obligaciones que nacen de la relación del hombre con Dios.
Con excepción del reino de Israel, jamás ha existido en la tierra gobierno alguno en el cual Dios haya
dirigido los asuntos del estado mediante hombres inspirados. Cada vez que los hombres trataron de
formar un gobierno semejante al de Israel, tuvieron necesariamente que encargarse de interpretar
y ejecutar la ley de Dios. Asumieron el derecho de dominar la conciencia, y así usurparon las
prerrogativas de Dios.
En la dispensación anterior, mientras que los pecados contra Dios eran castigados con penas
temporales, los juicios se ejecutaban no sólo por sanción divina, sino por su mandato directo y en
obediencia a sus mandamientos. Había que dar muerte a los hechiceros y a los idólatras. Los hechos
profanos y sacrílegos eran castigados con la pena capital. Y naciones enteras de idólatras debían ser
exterminadas. Pero la ejecución de estas penas era dirigida por el que lee los corazones de los
hombres, que conoce la medida de su culpabilidad, y que trata a sus criaturas con sabiduría y
misericordia. Cuando los hombres dominados por flaquezas y pasiones humanas emprenden esta
obra, es indiscutible que hay motivo por temer que reine la injusticia y la crueldad sin freno alguno.
Se perpetrarán entonces los crímenes más inhumanos, y todo en el sagrado nombre de Cristo.
De las leyes de Israel que castigaban las ofensas contra Dios, se han sacado argumentos para probar
que se deben castigar los pecados semejantes en esta época. Todos los perseguidores emplearon
esos argumentos para justificar sus hechos. El principio de que 830 Dios delegó en las autoridades
humanas el derecho de dominar la conciencia, es el fundamento mismo de la tiranía religiosa y de
la persecución. Pero todos los que adoptan ese fundamento pierden de vista el hecho de que ahora
vivimos en una dispensación distinta; que el reino de Israel era una figura del reino de Cristo, el cual
no se establecerá antes de su segunda venida; y que las obligaciones dimanantes de la relación del
hombre con Dios no deben ser reguladas ni impuestas por las autoridades humanas.
NOTA 12. Pág. 660. En referencia a la identidad del pueblo de Rama donde vivía Samuel con el de
Rama de Benjamín, el Dr. Edersheim dice: "Estos dos detalles parecen establecidos: Saúl residía en
Gabaa, y conoció por primera vez a Samuel en Rama. Pero si tal es el caso, parece imposible, en
vista de lo que dice en 1 Sam. 10: 2, identificar el Rama de Samuel con el Rama de Benjamín, o
considerarlo como el moderno Neby Samuel, que está situado a cuatro millas al noroeste de
Jerusalén.