Stott, John-Intentos de Modernizar A Jesús
Stott, John-Intentos de Modernizar A Jesús
Stott, John-Intentos de Modernizar A Jesús
El entonces y el ahora
Las expresiones mismas, “el cristiano contemporáneo” y “cristianismo contemporáneo” (como, por
ejemplo, en el “Institute for Contemporary Christianity”) les parece a muchos una contradicción
terminológica. ¿Cómo se le puede llamar “contemporáneo” al cristianismo? ¿Acaso no se trata de
una fe antiquísima? ¿Acaso su Fundador no vivió y murió casi dos milenios atrás? ¿Acaso no es el
cristianismo una pieza de época, un ejemplar de museo, una reliquia antigua del pasado remoto,
carente de actualidad para los hombres y mujeres modernos? Mi propósito en este libro consiste
en intentar dar respuesta a estas preguntas, y demostrar que existe algo que se llama
“cristianismo contemporáneo”. No se trata de una nueva versión del cristianismo que estamos
empeñados en inventar, sino del cristianismo original, histórico, ortodoxo y bíblico, que con
sensibilidad procuramos relacionar con el mundo moderno.
no me interesé más en él; porque no les doy ninguna importancia a las personas
muertas. 1
0F
Hace más de veinte años que me persigue una conversación que tuve sobre este tema con dos
hermanos, asunto que he relatado detalladamente en I Believe in Preaching 2. Eran estudiantes
1F
universitarios, quienes me dijeron que habían repudiado la fe de sus padres, en la que habían
sido criados. Uno de ellos era agnóstico en ese momento, el otro ateo. Les pregunté por qué. ¿No
creían ya en la verdad del cristianismo? No, ese no era su problema, contestaron. Su dilema no
era determinar si el cristianismo era verdadero, sino si era pertinente. ¿Cómo podía serlo? El
cristianismo, prosiguieron, era una religión palestina primitiva. Había surgido en el seno de una
cultura palestina primitiva. De modo que, ¿qué tenía para ofrecerles a ellos, que vivían en un
mundo moderno y emocionante, con viajes espaciales, trasplantes quirúrgicos e ingeniería
genética? ¡Resultaba totalmente inaplicable!
Esta irnpresi6n, de que el cristianismo es algo remoto, obsoleto y carente de actualidad está muy
difundida. El mundo ha cambiado de manera dramática desde los tiempos de Jesús, y sigue
cambiando a una velocidad cada vez más sorprendente. La gente rechaza el evangelio, no
necesariamente porque crea que es falso, sino porque no encuentra resonancia en él. ¿Puede la
Iglesia superar el desafío de la modernidad? ¿O ha de sufrir el ignominioso destino de los
dinosaurios, igualmente incapaz de adaptarse a un medio cambiante, para terminar
extinguiéndose?
Como respuesta a esta impresión generalizada de que el cristianismo está irremediablemente
pasado de moda, es preciso que volvamos a afirmar nuestra convicci6n cristiana fundamental de
que Dios sigue hablando a través de lo que ha dicho. Su Palabra no es un fósil prehist6rico que
se ha de exhibir en una vitrina, sino un mensaje viviente para el mundo contemporáneo. Su lugar
está en la plaza y en el mercado, no en el museo. Mediante su antigua Palabra, Dios se dirige
al mundo moderno, porque, como lo ha expresado J. I. Packer, “la Biblia es Dios predicando”.
Incluso aceptando las particularidades históricas de la Biblia, y las inmensas complejidades del
mundo moderno, hay todavía una correspondencia fundamental entre ellos, y la Palabra de Dios
permanece como lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino. 3 2F
Al mismo tiempo, el dilema sigue presente. ¿Puede realmente “modernizarse” el evangelio? ¿Es
factible esperar que la Iglesia aplique la fe hist6rica al escenario contemporáneo, la Palabra al
mundo, sin traicionar lo primero o alienar lo segundo? ¿Puede el cristianismo retener su auténtica
identidad y al mismo tiempo demostrar su pertinencia, o será inevitable sacrificar una u otra?
¿Estamos obligados a escoger entre refugiarnos en el pasado y convertir el presente en un fetiche,
entre recitar viejas verdades que se han vuelto anticuadas e inventar nociones nuevas pero
espurias? Quizás el mayor de estos dos peligros sea el que la Iglesia intente reelaborar la fe de
tal modo que socave su integridad y la haga irreconocible para sus heraldos originales. Me
propongo enfocar este problema a continuaci6n; el resto del libro está dirigido de distintos modos
al problema complementario de la pertinencia.
En 1937 se public6 el libro del estudioso de Harvard, Henry J. Cadbury, The Peril of Modernizing
1 Mark Twain, The Adventures of Huckleberry Finn [Las aventuras de Huckleberry Finn] (1884; Pan, 1968), p. 202.
Jesus. Reconocía que el loable propósito de los “modernizadores” de Jesús tenía como fin
“interpretarlo en términos que parezcan reales, es decir, modernos y aceptables para la
mentalidad moderna”. 4 Pero con frecuencia el resultado lo falseaba, y en especial se perdía de
3F
vista el carácter judaico de su personalidad del primer siglo. Como los soldados que se mofaron
de Jesús, “lo desnudaron y le vistieron una capa militar color escarlata”, y luego de mofarse de
él “le quitaron la capa y le pusieron sus propios vestidos”, así también nosotros vestimos a Jesús
con “nuestra clase de ropa», invistiéndolo de nuestros propios pensamientos”. 5 4F
Con todo, el deseo de presentar a Jesús de un modo que apele a nuestra generaci6n es
obviamente acertado. Esta era la preocupación de Bonhoeffer en la cárcel: “Lo que me preocupa
incesantemente -le escribi6 a su amigo Eberhard Bethge en 1944- es la pregunta ¿quién es
realmente Cristo para nosotros hoy?” 5 Es sin duda una pregunta inquietante. Pero al contestarla,
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la Iglesia ha tendido, en todas las generaciones, a desarrollar imágenes de Cristo que se desvían
del retrato pintado por los autores neotestamentarios.
Helmut Thielicke habló con claridad sobre esto: “Vez tras vez, la figura de Jesús ha sido
horriblemente amputada”, a fin de agradar el gusto de cada época.
A través de toda la historia de la Iglesia, Jesucristo ha sufrido un proceso de repetida
crucifixión. Ha sido azotado y herido y encerrado en la prisión de innumerables sistemas
y filosofías. Tratado como un cuerpo de doctrina, ha sido literalmente sepultado en
tumbas conceptuales y cubierto con losas a fin de que no pudiese levantarse y
perturbarnos más…. ¡Pero he aquí el milagro, que de esta sucesi6n de tumbas
conceptuales Cristo Jesús ha resucitado vez tras vez! 6 6F
Luego estaba Jesús el pálido galileo. Es del emperador ap6stata Juliano, aquel que intent6
reinstalar a los dioses paganos de Roma después de que Constantino los había remplazado por
el culto a Cristo. De él se afirma que dijo en su lecho de muerte en el 363 d.C.: “Has vencido, oh
galileo.” Sus palabras fueron popularizadas por Swinburne, poeta del siglo XIX, en las líneas:
4 Henry J. Cadbury, The Peril of Modernizing Jesus [EI peligro de modernizar a Jesús] (Macmillan, 1937; SPCK, 1962),
p. 28. 5 Ibid., p. 42.
5 Dietrich Bonhoeffer, Letters and Papers from Prison [Cartas y trabajos desde la prisi6n] (SCM, edici6n ampliada,
1971), p. 279.
6 Helmut Thielicke, How Modern Should Theology Be? [¿Cuán moderna debe ser la teología?] (1967; trad. ing.
Fortress, 1969 y Collins, 1970), pp. 18-19. Ver también su Modern Faith and Thought [Fe y pensamiento modernos]
(1983; trad. ing. Eerdmans, 1990), p. 78.
7 Mt 11:19
8Ver Jaroslav Pelikan, Jesus Through the Centuries [Jesús a través de los siglos] (Yale University Press, 1985), pp.
182-193.
SEMINARIO BÍBLICO CÚCUTA 4
TS3-LITERATURA COMPLEMENTARIA STOTT, EL CRISTIANO CONTEMPORÁNEO
Por otra parte está Jesús el socialista. Cito como ejemplo a Arthur Scargill, elegido presidente del
Sindicato Nacional de Mineros en Inglaterra en 1981. Durante una entrevista con la prensa en
esa época, dijo que era cristiano y que le gustaban los viejos himnos de Moody y Sankey, siendo
su himno favorito “Oh que amigo nos es Cristo”. Cuando se le exigi6 que dijera si aceptaba el
Credo, primero eludi6 una respuesta y luego declar6 lo siguiente: “Sí creo en el cristianismo, en
este sentido: Creo que Jesucristo era de hecho un socialista.” 11 11F
Con frecuencia Fidel Castro se ha referido a Jesús como “un gran revolucionario”, y se han hecho
muchos intentos de representarlo como Jesús el luchador par la libertad, miembro de la guerrilla
urbana, el Che Guevara del primer siglo, con bigote negro y ojos relampagueantes (como en el
Evangelio según Mateo, de Pasolini) cuyo gesto más característico consistía en volcar las mesas de
los cambistas y echarlos del templo con un látigo.
Tal vez el intento más sostenido de pintar a Jesús en términos revolucionarios sea el de la novela
de Upton Sinclair, They Call Me Carpenter. 13 Sobre el altar en la Iglesia de San Bartolomé, en
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Nueva York, había un vitral con la figura de Cristo, que cierto día adquiri6 vida, descendi6 y
comenz6 un ministerio público en la ciudad. “¿Quién eres?” le preguntaba la gente. “Me llaman
Carpintero”, contestaba. De modo que se convirti6 en el “Sr Carpintero”, y más tarde en el
“Profeta Carpintero”, porque sus palabras y sus acciones en Nueva York trazaban un paralelo
con las de Jesús en Palestina. Él también fue tentado (se le ofreci6 un contrato por 1.500 d6lares
por semana como astro cinematográfico); resucit6 a un niño atropellado y muerto por un
autom6vil, y reuni6 alrededor de sí a otros niños; sanaba a los enfermos y los lisiados; rescat6 a
“María Magna” de su vida de prostitución y se paró en la parte posterior de un camión con el
fin de arengar a la multitud acerca del amor y la justicia. Pero cuando citó las denuncias de Amós
a los ricos ociosos, cuando se identificó con los huelguistas en un acto masivo de protesta, cuando
censuró a los empleadores por alienar a los obreros de lo que producían, y cuando durante un
servicio en la Iglesia de San Bartolomé dirigió una diatriba contra los teólogos y los doctores en
teología (“jAy de ustedes los episcopales, hipócritas”), el periódico local Times lo acusó de ser un
anarquista bolchevique y de “ocultar la doctrina de Lenin y Trotsky bajo un manto de revelación
cristiana”. 12 Pasó su última noche en un aposento alto en el cuartel general socialista. Y finalmente
F
la muchedumbre, encolerizada por este “Profeta Rojo Fanfarrón”, lo capturó, le echaron galones
9 Prefacio a Androcles and the Lion (1912; Constable, 1916), p. lxx. Versi6n castellana de Julio Brouta, Androcles y
el le6n, en el tomo titulado La otra isla de John Bull (Editorial Americana, 1944), p. 335.
10 Citado por H. J. Cadbury, The Peril of Modernizing Jesus, pp. 12-14.
11 Entrevista can Terry Coleman, publicada en el peri6dico Guardian Weekly, el 20 de diciembre de 1981.
13 Upton Sinclair, They Call Me Carpenter [Me llaman carpintero] (Werner Laurie, 1922).
12 Ibid., pp. 127-128.
de pintura roja sobre la cabeza, lo pusieron de pie sobre un carro y lo llevaron por las calles
gritando, “Eh! jeh! Jeh! Profeta bolchevique!” Arrojado por la ventana de un teatro, salió ileso,
volvía corriendo a la Iglesia de San Bartolomé, entró de un salto por la ventana... ¡Y he aquí que
no había sido más que un sueño!
Por las dudas alguien llegara a la conclusión de que solo imaginativos escritores de ficción han
intentado esas reconstrucciones de Jesús, ofrezco como mi ejemplo final un serio estudio
académico titulado Jesus the Magician. Pienso que con justicia puede ser considerado como otro
intento de retratar a Jesús en ropaje antiguo-moderno, en el sentido de que se trata de un modo
conveniente y contemporáneo de eliminar los milagros. Por cierto que resulta significativo que el
editor más reciente de este libro sea la Aquarian Press. La tesis del profesor Morton Smith es que,
si bien en los Evangelios los seguidores de Jesús lo pintan como el mítico Hijo de Dios, en cambio
sus opositores más antiguos lo vieron como un mago. Documentos del tercer siglo, que según
sostiene el profesor Smith fueron suprimidos y destruidos por los cristianos, demuestran (declara)
que Jesús fue a Egipto siendo joven, “donde se hizo experto en la magia y fue tatuado con
símbolos mágicos o encantamientos»; que regresó a Galilea y «se hizo famoso por sus proezas
mágicas”; 13 y que finalmente vinculó a sus seguidores consigo mediante la comida que instituyó,
14 F
“rito inequívocamente mágico”. 14 Las pruebas -concluye Morton Smlth- ofrecen “un cuadro
1 5F
Esta selección de trece retratos diferentes de Jesús ilustra la perenne tendencia a modelar a
Cristo con un atractivo moderno. Comenzó ya en la era apostólica, ya que Pablo tuvo que advertir
a la gente acerca de los falsos maestros que predicaban “a otro Jesús que el que os hemos
predicado [los apóstoles]”. 16 Maravilla el ingenio con el cual estas personas han desarrollado
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las representaciones de Jesús que hemos considerado. Sin embargo, todas ellas resultaron ser
anacrónicas. Cada una de las generaciones lo vistió de sus propias ideas y aspiraciones, y lo creó
a su propia imagen.
La motivación era correcta (la de pintar un retrato contemporáneo de Jesús), pero el resultado
estaba equivocado en alguna medida (el retrato no era auténtico). El desafío que tenemos por
delante consiste en presentar a Jesús a nuestra generación de un modo que sea tanto histórico
como contemporáneo, tanto auténtico como atractivo, nuevo en el sentido de “fresco” (neos), no
en el sentido de constituir una novedad (kainos).
13 Morton Smith, Jesus the Magician [Jesús el mago] (1978; Aquarian Press, 1985), p. 67.
14 Ibid., p. 146.
15 Ibid" p. 152.
16 2Co 11:4