ANDY WARHOL Mi Filosofia de A A B y de B

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Andy Warhol Mi Filosofía de A a B y de B a A’, Diaries Dr.

Adolfo Vásquez Rocca 1

ANDY WARHOL: «Mi Filosofía de A a B y de B a A», Diaries.

Adolfo Vásquez Rocca


Pontificia Universidad Católica de Valparaíso – Universidad Complutense de Madrid
Andy Warhol Mi Filosofía de A a B y de B a A’, Diaries Dr. Adolfo Vásquez Rocca 2

Consultado Peter Sloterdijk acerca de ¿qué obras recomendaría?, responde: En


primer lugar, El nacimiento de la tragedia, de Nietzsche, una teoría del arte. En segundo
lugar, a Andy Warhol, con su libro: The philosophy of Andy Warhol. From A to B and back
again (‘Mi Filosofía de A a B y de B a A’). Este originalísimo libro constituye no sólo una
crónica de la vanguardia artística de New York y su particular fauna, sino a través de un
repertorio de frases y agudas observaciones Warhol nos ofrece lo que es
fundamentalmente una crónica del american way of life, de su glamour y decadencia.
Entre sus frases memorables no se puede dejar de citar entre otras: «Shopping is much
more american than thinking» (‘comprar es mucho más americano que pensar’). O
«Nunca me molesto en arreglarme o en tratar de ser atractivo porque simplemente no
quiero que nadie se comprometa conmigo; descuido mis buenos atributos y destaco los
malos, de modo que tengo un aspecto espantoso y llevo los pantalones equivocados y los
zapatos equivocados y llego en el momento equivocado con amigos equivocados y hablo
con la gente equivocada, y si aún así, alguien se interesa por mí huyo y me pregunto. ¿En
qué me equivoqué?… El asunto es que conocer a una persona más me resulta simplemente
demasiado difícil, porque cada nueva persona ocupa más tiempo y espacio…» [1].

Pues bien, tenemos a Warhol instalado en terreno filosófico mediante esta canonización
operada por Sloterdijk.

Warhol dictó a Patt Hackett dos libros Mi Filosofía de A a B y de B a A, y Diarios en los que el
artista se retrata con una fina ironía y un cinismo mordaz.

Todas las vidas, según se ha sentenciado, tienen una novela. Sin embargo, pocas vidas
soportan bien un diario que interese a todo el mundo sólo por la gente que aparece en él.
En el caso de Andy Warhol, el diario de su vida es la noticia de primera mano del mundo
más atrevido del arte de los años sesenta, setenta y ochenta.

Andy Warhol; la entrevista como obra de arte.

La figura de Andy Warhol quedará siempre asociada al Pop art y a sus series miméticas e
infinitas de retratos en color, lo mismo que a sus películas, su fotografía, a Interview, la
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revista que fundó y a sus fiestas underground con los sonidos de Lou Reed y la Velvet. Y
también a sus libros, en los que plasmó todo este mundo.

Hay dos publicados en España de los tres que escribió el artista urbano. En realidad,
Warhol no escribió ninguno de ellos ya que este trabajo lo realizó su inseparable secretaria
Pat Hackett que pacientemente grababa o tomaba nota de las ocurrencias del autor y de su
vida diaria, para darle después forma, ordenarlo todo, y pasarlo a materia de libro.

Los dos textos publicados tienen distinta fecha y muy diferente contenido. Uno muestra, a
grandes rasgos, el pensamiento, y el ideario del artista y el otro es un documental en prosa
sobre la vida de Warhol contada con el detalle del día a día. En uno, asoma el Warhol de
dentro y en otro, el de fuera.

El primero de los libros es el más íntimo, un reflejo del mundo interior del artista: Mi
Filosofía de A a B y de B a A (Tusquets), fue publicado en 1975 y es una recopilación,
elaborada por Hackett, de las reflexiones más interesantes del autor acerca de
innumerables temas, acompañado de episodios biográficos importantes como el referido a
la creación de la Factory o al intento de asesinato que sufrió por parte de una mujer en
1968 y que casi acaba con su vida. Siempre con el ambiente de la época de fondo, Warhol
establece un diálogo consigo mismo sobre el amor, el arte, la belleza, el sexo, la soledad, el
dinero, la fama y la muerte. Todas las ideas del autor sobre los grandes temas desfilan a
través de una prosa desenfadada y llena de humor que descubre a un observador perspicaz
y solitario, amante de la televisión, el consumo y la vida americana. «Puedes estar mirando
la televisión y ver una coca cola, y puedes saber que el presidente bebe coca cola, Liz Taylor
bebe coca cola, y piénsalo, tú también puedes beber coca cola. (…) Ninguna cantidad de
dinero puede brindarte una mejor coca cola que la que está bebiendo el mendigo de la
esquina». Este libro mezcla el gusto por la anécdota, con lecciones de ensayo de filosofía
pop.

Diarios (Anagrama) [2] es el otro libro, publicado en 1989 y escrito también por la
secretaria Hackett. Junto a otro diario que abarca al Warhol de los años sesenta y que no
salió en España, titulado Popism, este libro es un registro minucioso de la vida del artista
entre los años 1976 y 1987. El libro recoge al detalle las idas y venidas del artista, las
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fiestas, sus negocios, el círculo amplio de amistades, e incluso el dinero que gasta al día en
taxis o comidas. Cada mañana Warhol telefoneaba a su secretaria y daba buena cuenta de
sus actividades del día anterior.

Este libro tiene mucho de memoria de todos los famosos del cine, la literatura, la música, y
el arte de la época ya que todo el que era famoso se acercaba a Warhol, o bien nadie era
famoso si no se acercaba a él. Lennon y Yoko Ono, Keroauc, Ginsberg, Bourroughs, Cassady,
Liz Taylor, Truman Capote, Mick Jagger, Dennis Hopper, Madonna, Jack Nicholson y toda la
familia numerosa de la Factory forman el círculo de amistades de Warhol, y dan luz y
glamour a una vida que despierta interés por sí sola.

Buscando a gente guapa

Curiosamente toda la vida social de Andy Warhol, representaba así una curiosa parodia,
una farsa teatral muy efectiva. Se rodeó de una tribu de gentes de procedencia diversa:
artistas de exóticas tendencias, músicos inadaptados, niñas ricas buscando el vértigo de lo
prohibido. Todos ellos se alistaron en una legión descontrolada por las drogas, las poses
extremas, los dogmas desenfrenados. Vivían en común en un taller forrado de papel de
plata llamado The Factory. Ejercían de fervorosos feligreses, consciente de materializar un
rito donde los iniciados se impregnan de la máxima dádiva: la fama. Veneraban a Andy
Warhol como un tótem instigador de las mayores extravagancias, donde la jet society
neoyorquina compartía la celebridad con drogadictos y marginales de todo tipo.

Este caótico taller tuvo una actividad artística desenfrenada y a veces excéntrica. Se
realizaron proyectos artísticos de todo tipo, incluso se impulsó la actividad musical de
grupos de rock como los de la Velvet Underground. Se filmaron más de quinientas películas,
algunas de ellas de una duración de horas, en las cuales tan sólo se veía a individuos que
hablaban o dormían. Parecían experimentos de dudosa credibilidad que en realidad eran
actos corrientes pero tocados del divino sello de lo real según Andy Warhol. También se
realizaban docudramas de finales imprevisibles, donde los actores se agredían llevados por
el calor de realizar actos reverenciales; en el centro de las ceremonias, observando todo,
santificándolo, estaba Andy Warhol.
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Warhol —hiperactivo en cámara lenta, dictador amable, seductor de zombies obedientes—


dijo aquello de que en el futuro todos serán famosos por quince minutos, entendiendo por
fama aquello que «se consigue estando en el sito correcto o en el incorrecto, en el momento
exacto o en la peor situación posible». Por eso, para Warhol, la entrevista ideal —record—
no podía durar más de quince minutos. Una mezcla perfecta de lo efímero y lo
trascendente. Contestar rápido y corto a las dudas de extraños. Después de eso, stop. Y
después de stop, rewind. Y después play. Y después, una vez procesada la conversación, por
supuesto, erase, grabando otra cosa encima. Y así todo el tiempo.

Warhol tenía un don especial para aglutinar a la gente más chic del momento. Era tan
consciente de lo que ello representaba que se obsesionó con grabar y fotografiar todos los
eventos. Sabía que aquellos momentos intrépidos y aparentemente superficiales se iban a
convertir en historia. Las paredes plateadas de la Factory fueron testigos de muchas de las
conversaciones y performances que fueron objeto de diversos registros. Para ello Warhol
creo su propia revista, Interview, cuya premisa era crear celebridades y reproducir las
grabaciones «crudas», esto es, incluyendo estupideces, lapsus y vacilaciones. Andy Warhol
así no sólo cambiaba las reglas del arte contemporáneo; también revolucionaba el género
periodístico de la entrevista, esa ficción de arena pública donde la gente —se supone— dice
lo que piensa (aun cuando él se quedaba callado. Contestaba con monosílabos, genialidades
lacónicas o largas digresiones sonámbulas). Decía que sí y que no a cualquier cosa. Jamás
perdía la calma. Leía reportajes ajenos para robar respuestas ingeniosas.

«Te presento a mi mujer» o «Ésta es Sony, mi esposa», solía decir Andy Warhol. Y luego
señalaba su grabadora portátil japonesa, que siempre estaba a su lado. Grabar, se sabe, era
una de las pasiones de Warhol. Su novela A (1968) no es otra cosa que la transcripción
textual de horas y horas de cintas donde conversa la fauna de The Factory. Sus dos libros:
LA filosofía de Andy Warhol (De la A a la B) —nótense las rotundas mayúsculas del LA en el
título de este tratado iniciático del «modo de ser americano», con formato de
autoentrevista— y POPism: The Warhol Sixties, así como esa gran novela Americana secreta
que son los Diarios, que fueron construidos sobre la base de conversaciones y grabaciones
telefónicas con su asistente todo-terreno Pat Hackett. La obra de teatro Andy Warhol’s
Pork, producida por La Mama Theatre, es —por su parte— un destilado de charlas
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telefónicas muy privadas que se hicieron públicas, ninguno de estos personajes sabían que
estaban siendo grabados en nombre del arte y «el artificio de la naturalidad».

Ahora, por fin, I’ll Be your Mirror: The Selected Andy Warhol Interviews (‘Seré tu espejo:
entrevistas selectas a Andy Warhol’, Carroll and Graf Publishers, Nueva York) reúne y
ordena las mejores entrevistas, varias de ellas inéditas o rescatadas de las páginas de
extintas revistas under.

El libro toma prestado el título de una de las canciones de The Velvet Underground —
mítica banda «gestionada» en sus comienzos por Warhol—, donde se oye aquello de «Seré
tu espejo / Reflejaré lo que eres, en caso de que tú no lo sepas… Deja de cubrirte con las
manos, porque yo te veo». En el prólogo, Reva Wolf se pregunta si una entrevista puede ser
una obra de arte. En el caso de Warhol, la respuesta es sencillamente warholiana: sí. Y es
que la voz —el sonido de Warhol, sus wow y sus gee— es parte integral e inseparable del
asunto. Tan importante como las pinturas y las serigrafías y las meadas de óxido de Warhol,
y tan definitoria como una peluca blanca y un pecho cruzado por cicatrices. Porque Warhol,
consciente o inconscientemente, revoluciona y crea un nuevo «discurso de artista», a la vez
que deforma el concepto de entrevista. En los tiempos en que el periodismo sufría y
disfrutaba una de sus más fértiles y creativas transformaciones —el new journalism, cuya
estrella era el periodista—, Warhol contraatacaba con algo que puede ser definido como
zombie journalism: ese lugar donde se desarma al entrevistador por medio de la sinceridad
absoluta, o la repetición de los más célebres slogan del momento, o la manipulación de
dictums ajenos (de Marcel Duchamp a Greta Garbo) y frases hechas y obtusas de los
políticos, o el hermetismo total, o la síntesis monosilábica y sincera y envasada al vacío. En
sus entrevistas, Warhol desaparece hasta que, invisible, ha invadido todo el espacio
disponible. Warhol dice poco o nada. Y sin embargo es una de las personas más citadas del
siglo XX. Baste como ejemplo la celebre afirmación: «Un artista es una persona que produce
cosas que la gente no necesita, pero que —por alguna razón— piensa que está bien
proporcionárselas a los demás».

Entrevistar a Warhol era participar de un happening, una puesta en escena del genio
mediático, ante el cual los periodistas se veían en la necesidad más extrema de arrancarle
un par de buenas declaraciones. Warhol disfrutaba de eso y siempre entendió que «la
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entrevista es el producto en colaboración del entrevistado y el entrevistador… —una obra de


arte— no puede ser algo espontáneo, aunque debe parecerlo. La entrevista es una de las
formas de la retórica distinguida por su origen de colaboración». Así, cabe pensar que
Warhol —con sus respuestas en apariencia banales— funcionaba como una suerte de
inspirador del entrevistado, obligándolo a refinar su arte y a tomar nuevas direcciones. En
realidad, más que contar, a Warhol le gustaba que le contaran, y abundan los momentos en
que los roles se confunden y es Warhol —adicto confeso a cualquier chisme— quien
empieza a preguntar o en los que pone en juego su radical elogio a la banalidad: «estoy
resfriado y no pensar en nada. Sería tan agradable si usted me dijera las respuestas para que
yo las repita después de las preguntas. Eso sería lo mejor; porque yo siempre estoy tan vacío
que no tengo nada que decir».

Andy Warhol. Entrevistas (Blackie Books, 2010). Tanto si hacía él las preguntas como si
las contestaba, para Andy Warhol la entrevista ha sido siempre una extensión de su mirada.
Prueba de ello es que en 1969 creó Interview, una publicación donde las entrevistas eran
básicamente transcripciones sin editar de las conversaciones mantenidas. Pero su mejor
legado en este campo quizá sean las entrevistas que concedió. Algunas de sus máximas,
repetidas y desvirtuadas hasta la saciedad, reflejan que, bajo la imagen frívola que el artista
se obstinaba en dar, había un intelectual cuya mejor baza fue no parecerlo jamás. Los
mecanismos de esa estrategia son revelados a través de treinta y siete entrevistas
realizadas con él entre 1962 y 1987 y reunidas en este tomo. Los textos incluyen
conversaciones tanto con interlocutores hostiles como con otros fascinados ante su aura;
también hay encuentros despachados con monosílabos e incluso una entrevista en la que
Gerard Malanga, su hombre de confianza durante los sesenta, utiliza el cuestionario tipo de
una entrevista de trabajo. Una antología que lleva a reflexionar sobre el fondo del universo
warholiano, sobre todo ahora, cuando la cultura pop es ya, en la era de internet, el
continente de muchas otras culturas.

Con sus respuestas impasibles, Warhol se cuestionaba a sí mismo y también al mundo que
le rodeaba, del mismo modo que sus retratos en serie sobre celebridades, o sobre
desastres, hacen que dejemos de ver lo cotidiano y pasemos a contemplarlo y, por
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consiguiente, a pensar sobre ello. «Yo creo que la gente hace lo mismo cada día, en eso
consiste la vida. Hagas lo que hagas siempre es lo mismo», le contesta a una periodista en
uno de sus habituales ejercicios de fingida vacuidad. Un juego presente también cuando
articula la entrevista como colaboración, dinámica que habitualmente aplicó a la creación
de sus pinturas y películas. Y del mismo modo que a menudo le preguntaba a alguien qué
podía pintar, usa a alguno de sus amigos, e incluso al mismo periodista, para que le indique
qué debería contestar. Warhol mantenía que la mayoría de las entrevistas estaban escritas
de antemano, que daba igual lo que contestara porque el entrevistador ya sabía lo que
quería decir del entrevistado. Así que las afrontaba de tal manera que, al final, sus
respuestas funcionan como un espejo que nos devuelve la imagen del entrevistador (el
título original del libro es I’ll Be Your Mirror) y con ello, nuestra propia imagen, la del lector
deseoso por descubrir si este controvertido personaje es exactamente eso que nos hemos
propuesto que sea. Un farsante encumbrado a la categoría de artista, un hábil manipulador,
o un visionario que comprendió que con los sesenta el mundo había empezado a cambiar
de forma radical y, con él, las funciones y manifestaciones del artista. En su caso, y por
encima de todo, no hay que olvidar al creador que, cuando alguien le preguntaba por qué
pintó las latas de sopa Campbell, en lugar de elaborar un complejo discurso que justificara
su obra, se limitaba a contestar que las eligió porque era lo que comía desde niño.

Tres biografías esenciales. Una vida como la de Warhol, que representa el sueño
americano, con su recorrido desde la más absoluta pobreza hasta el éxito y la fortuna,
salpicada por escándalos, tragedias, violencia, drogas, sexo y celebridades, era una golosina
para el mundo editorial, sobre todo tras su muerte. Las dos primeras biografías sobre él
aparecieron casi a la vez. Warhol (Anagrama, 1991) comenzó a escribirse cuando el artista
aún vivía y ofrece una visión cercana pero analítica de su figura y trayectoria. Está firmada
por David Bourdon, crítico de arte cercano a Warhol desde sus comienzos como pintor —
proceso estupendamente narrado en el texto—, e iba ilustrada por abundante material
gráfico que en el momento de su publicación todavía resultaba raro de ver.
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Víctor Bockris, uno de los redactores de la revista Interview, también publicó su versión
de la vida y la figura del artista en 1989 (tuvo traducción al castellano pero hace años que
su editorial desapareció). Siempre controvertido, Bockris acudió a fuentes cercanas, pero
su tendencia al sensacionalismo y a las vendettas personales (formó parte del underground
neoyorquino de los setenta), algo de lo que también adolecen sus biografías no autorizadas
sobre Lou Reed y Patti Smith, hace desconfiar de algunas conclusiones. Más cercano al
ensayo que a la biografía es el texto de Wayne Koestenbaum, que en Andy Warhol (Random
House, 2002) analiza su vida y obra desde el prisma de la homosexualidad, arrojando
algunas revelaciones contundentes y necesarias sobre un personaje cuya sexualidad,
aunque manifiesta, siempre se mantuvo en un segundo plano. «No me explico —escribe el
autor— cómo se puede llamar asexual a una persona que convertía el pensamiento en sexo
y el sexo en pensamiento […] Hay quien llama a Warhol asexual para evitar llamarlo
maricón».

Tres ensayos imprescindibles. Son innumerables los análisis sobre la obra de Warhol, pero
hay dos que destacan por encima de todos los demás. Andy Warhol Superstar (Anagrama,
1976; originalmente publicado en Estados Unidos como Stargazer: Andy Warhol’s World
and his Films, Praeger Publishers Inc., 1973) fue el primer acercamiento a Warhol a través
de sus películas —en realidad, el primer texto que se tomaba en serio su cine— y sus
conclusiones siguen sosteniéndose cuatro décadas después. Koch nos presenta al Warhol
mirón que transforma el tedio en nirvana y el paso del tiempo en pornografía. Nos lo
muestra desde un ángulo que conecta su cine con nuestro presente, ese en el que internet
ha propiciado que seamos testigos pasivos de vidas ajenas. Y pone énfasis en un hecho
capital: que Warhol fue y es la mejor obra de Warhol: «En los sesenta, se convirtió en uno
de sus propios objetos —argumenta el autor—, llamativo, brillante, inconfundible».

Por su parte, Arthur C. Danto ofrece una visión global del canon warholiano en Andy
Warhol (Paidós, 2011) pero haciendo hincapié en su faceta como pensador: «Muchas de sus
obras más importantes son como respuestas a preguntas filosóficas […] Eso es algo que no
entienden muchos de los observadores de su obra […] Andy hacía filosofía al hacer el arte
que le dio fama […] Demostró mediante su “Caja Brillo” la posibilidad de que dos cosas
aparenten ser iguales y, en cambio, no solo sean distintas sino distintas de una manera
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trascendental». Muy recomendable también es Tristísimo Warhol (Siruela, 1999).


Centrándose únicamente en su obra pictórica, la historiadora del arte Estrella de Diego
hace emerger a la superficie al Warhol artista en una serie de textos que a veces usan como
contraste a contemporáneos suyos como Hockney, Johns o Pollock. El título es sin duda uno
de los más acertados y descriptivos que se podían haber elegido para hablar de semejante
personalidad.

«Factory people» (2009). Es complicado entender a Warhol, sobre todo al primer Warhol,
sin una serie de personajes y colaboradores que fueron clave en la década de los sesenta,
cuando su obra artística gozaba de contundencia y los intereses comerciales todavía no
habían condicionado su producción. Esta serie documental rodada para la televisión
australiana se centra en varias de esas figuras, que hablan sobre lo que fue trabajar y
divertirse en la vieja Factory de paredes plateadas. Ese mismo lugar en el que Malanga
comenzó a ayudar al pintor con sus primeras serigrafías, la cámara Bolex retrataba a los
visitantes y filmaba improvisadas películas porno en su sofá rojo; el lugar donde Velvet
Underground ensayó durante casi dos años y cuyos personajes y situaciones acabaron
empapando las letras de Lou Reed. Puesto que Warhol delegaba a la hora de hacer lo que
hacía, muchos de esos nombres que ofrecen aquí valiosos testimonios —y otros ya
fallecidos, presentes a través de material de archivo—, resultan imprescindibles. Paul
Morrissey, el hombre que ayudó a profesionalizar el cine warholiano; Billy Name,
encargado de la Factory y autor de miles de fotografías de la misma; Viva, Mary Woronov y
Ultra Violet, tres modelos femeninos de estrella y actriz del universo de Andy. Todos ellos y
otros más comparecen aquí como piezas imprescindibles para completar ese gran
rompecabezas que es Andy Warhol.

_________
NOTAS:
[1] WARHOL, Andy. The Andy Warhol Diaries, Editado por Pat Hackett. 839 pp.
New York: Warmer Books, 1989.
[2] WARHOL, Andy, Mi Filosofía de A a B y de B a A, Tusquets Editores, Barcelona
1998, p. 124 – 125.
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BIBLIOGRAFÍA:

– SMITH, Patrick S. Warhol. Conversations About the Artist. 384 pp. Ann Arbor,
Michigan: UMI Press, 1997.
– WARHOL, Andy. a: a novel. 458 pp. New York: Grove Press, 1998. Se publicó
originalmente en 1968.
– WARHOL, Andy. America. Sin paginar. New York: Harper & Row, 1985.
– WARHOL, Andy. The Andy Warhol Diaries. Editado por Pat Hackett. 839 pp.
New York: Warmer Books, 1989.
– WARHOL, Andy. Andy Warhol’s Exposures. 255 pp. New York: Andy Warhol
Books / Grosset & Dunlap, 1979.
– WARHOL, Andy and Pat Hackett. Andy Warhol’s Party Book. 159 pp. New York:
Crown, 1988.
– WARHOL, Andy. The Philosohpy of Andy Warhol (from A to B & Back Again).
New York.- Harcourt Brace Jovanovich, 1975.
– WARHOL, Andy y Pat Hackett. POPism. The Warhol 60s. 310 pp. New York:
Harcourt Brace Jovanovich, 1990.
– Who Is Andy Warhol? Editado por Cohn MacCabe, Mark Francis y Peter Wollen.
162 pp. London: British Film Institute and Pittsburgh: The Andy Warhol
Museum, 1997.
– Andy Warhol: A Retrospective. Cuatro ensayos, cronología. 478 pp. The Museum
of Modern Art, New York y The Hayward Gallery, Londres, 1989.
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ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA

Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso PUCV; Postgrado


Universidad Complutense de Madrid,. Miembro de la Sociedad Española de Estética y Teoría
de las Artes. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso; Profesor Escuela de Psicología Universidad Andrés Bello UNAB.
Director de Revista Observaciones Filosóficas. –Miembro del Consejo Editorial
Internacional de "Reflexiones Marginales" –Revista de la Facultad de Filosofía y Letras
UNAM. ––Miembro del Consejo Editorial Internacional de Errancia, Revista de Psicoanálisis,
Teoría Crítica y Cultura –UNAM– Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro del
Consejo Editorial de Ludus Complexus: revista multiversitaria de complejidad, publicación
científica del Doctorado Internacional en Pensamiento Complejo -Edgar Morin. Integrante
del Comité científico de Revista Trama Interdisciplinar -Revista do Programa de Pós-
Graduação Interdisciplinar em Educação, Arte e História da Cultura, Universidade
Presbiteriana Mackenzie, São Paulo - SP, 01302-907, Brasil. Consultor Experto del Consejo
Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC)– Profesor de Postgrado, Magíster en
Biología-Cultural, Escuela Matríztica de Santiago y Universidad Mayor –Catedrático
Pensamiento Contemporáneo UFM, M.A. Maestría en Filosofía de la Escuela de Posgrado
UFM Universidad Francisco Marroquín, GM.

E-mail: [email protected]

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