Resumen Huérfanos Del Narco
Resumen Huérfanos Del Narco
Resumen Huérfanos Del Narco
Las madres buscan desesperadamente a sus hijos en terregales, disertos, lagos podridos y al
filo de carreteras macabras. Los gobernantes y presidentes municipales le dan otro sentido a
la queja, a la amargura, y hablan de un dolor lejano, como el paradero de los desaparecidos.
¿Quién le dirá al hijo del policía acribillado por otros policías o miembros del ejército, o por
guardias siniestras que protegen a los delincuentes, que su padre no lo cargará en sus brazos
por las noches? ¿Y quién le explicará a ese huérfano recién nacido que nunca verá a su padre
vivo, que tenía sueños y por eso se fue a estudiar a una escuela Normal?
Y así pasan los días y las víctimas se multiplican, no sólo en el norte de este país
desmembrado; en el sur y el occidente, en el centro y el oriente, la violencia se volvió tema
cotidiano y su brutalidad se comenta en escuelas y cafés, en las cantinas y las oficinas.
Iñaky
El 31 de julio de 2011, durante la madrugada, Damaris llamó por teléfono a Aldo, su cuñado.
Le informó que había chocado su automóvil. Él le dijo que si necesitaba dinero para que se
arreglara con la otra persona que participó en el choque. Pero la comunicación se cortó.
Abraham, su hermano, también se enteró porque recibió una llamada de Damaris. Apurado,
llegó Abraham al lugar del choque, ya no había nadie. Abraham siente culpa. Ese episodio le
sigue doliendo. Fue entre las 4:00 y 4:30 am en Monterrey.
Iñaky tenía dos años cuando su madre desapareció. Damaris desapareció y así duró hasta el
17 de octubre de 2012. En ese lapso de esperas, todo se hizo gris en la vida de Juana, su
madre, hijos y nietos. Aldo, entre ellos: fue llevado al médico. Esa ausencia de Damaris y la
vida quebrada de quienes lo rodeaban, terminaron por enfermar a Aldo.
“Él, Aldito, siempre nos veía llorando, tristes. Y ahora empieza con las uñas, a mordérselas.
Se jala la playera, se pone inquieto. Como que no cabe, como que sufre cuando nos ve así. Y
no sabe qué hacer. Y pues claro, se pone también triste”, manifestó Juana.
Iñaky sólo ve la foto. Dice que es hijo de una princesa, su princesa. Toma la foto y la acaricia.
La abraza con esos dedos minúsculos. Luego la besa y la vuelve a besar. Él es como su madre,
como era ella: alegre, fiestero, inteligente y preguntón.
Él, Luis, sí sabe que su padre está desaparecido. No es que se lo hayan dicho o explicado.
Simplemente lo sabe: escucha todo, piensa, revisa los movimientos de su madre y su abuela,
su padre no llegó anoche, ni la otra noche, ni volverá mañana. Lo sabe, nomás. Y así lo
expresa: “Mi papá está desaparecido”.
Hace como tres años le dijo a su abuela: “No sé tú, abuela, te vas a buscar a mi papá y a mis
tíos, no los encuentras el montón de ropa que traes para vender… a mi papá búscalo en las
montañas. Lo hizo con coraje. Le dio a entender a su abuela que no lo estaba buscando. Ellos
lo saben. Saben que Luis tiene mucho resentimiento y las palabras que su mamá le dijo ahora
él se las regresa: “Eres una inútil, tú no sabes nada”.
Luis con nadie juega. Y si juega, termina peleando. “Yo no sé por qué nadie juega conmigo.
Todos quieren a Tavito (Gustavo) pero, ¿por qué no juegan conmigo?” Pero es que Luis
quiere jugar a la escuela y ser el director. Y si el juego es integrar una orquesta, él quiere
dirigirla. Le gusta mandar, es autoritario.
Mantener el fuego
Brenda Magaly estaba muy triste. Su madre había agarrado fuerza del aire, de los árboles,
del cielo, de lo más hondo de su ser, para anunciarle a su hija que su padre había sido
asesinado en ese bar, esa madrugada. Brenda lloró y lloró. Pero no se desvaneció. Se mantuvo
fuerte, enhiesta y reaccionó con esa tristeza honda pero sin caer en histeria ni descontrol.
“Es el polígono de la pobreza”, manifiesta sobre el lugar donde trabaja como maestra, la ex
esposa de Carlos Alberto, el padre de Brenda Magaly. Pero también lo es del miedo. Por esos
años en que su ex esposo cayó abatido, hubo tres de sus alumnos que perdieron a padre y
madre. Y como esos hubo muchos casos. Y esto trajo otros problemas, como la deserción y
una reprobación “espantosa”.
La noche del 12 de febrero de 2012, Édgar, de 24 años, llegó a casa de sus padres y avisó que
no podría quedarse a cenar. Salió de la casa de Sandra Luz, en la colonia Antonio Toledo
Corro, con destino a su casa, ubicada en la colonia Progreso. Y ya no supo más de él.
Versiones extraoficiales indican que hombres armados llegaron a su casa y dispararon con
fusiles automáticos AK-47. En el lugar, los agentes de las diferentes corporaciones
encontraron restos de sangre, pero del joven nada.
Desde que su hijo desapareció, Sandra Luz Hernández lo dijo una y otra vez: las personas
que lo tenían en sus manos o sabían de su paradero son los hermanos Gabriel y Joel
Valenzuela. Y, de acuerdo con información extraoficial, Joel está involucrado en la
desaparición de otra persona de la colonia Progreso.
Cuando lo detuvieron, Jesús Valenzuela, al parecer hermano de los otros dos señalados por
Sandra Luz, el procurador dijo que había confesado todo y que iba a ser consignado por
feminicidio ante las autoridades judiciales. Sin embargo, el detenido fue dejado en libertad
menos de un año después.
Bibliografía
Cárdenas, J. V. (2015). Huérfanos del Narco, los olvidados de la guerra del narcotráfico. México
D.F.: Penguin Random House Grupo Editorial.