Matriz Moderna

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1 Matriz moderna (Modernidad)

“La modernidad incluye un ‘concepto’ racional de emancipación que afirmamos y asumimos. Pero, al

mismo tiempo, desarrolla un mito irracional, una justificación de la violencia genocida. Los posmodernos

critican la razón moderna como razón del terror, nosotros criticamos a la razón moderna por el mito

irracional que disimula” (Dussel, 2001: 58).

Según lo que plantea el autor Enrique Dussel, nos encontramos ante una situación donde se quiere

hacer ver que la modernidad es la creación de una nueva forma de vivir, de gozar la vida, sin embargo la

realidad es otra ya que la modernidad nace del deseo predominante que viene acompañado de

violencia.

Por estas y muchas razones mas la modernidad esta expuesta a múltiples discusiones, ya que para unos

autores la modernidad es considerada como la cultura más avanzada del capitalismo y que siempre ha

estado en función de lograr un progreso continuó, además de la expansión de la economía de mercado

como también la implementación de la tecnología en la vida cotidiana , todo en función de mejorar.

Mientras que otros auntores como Dussel critican a la modernidad debido a los múltiples sucesos con los

que esta ligada.

La idea inicial de modernidad está asociada, al descubrimiento y a la conquista de América. No se

puede negar el hecho de que el Descubrimiento de América estuvo asociado con la llamada modernidad

europea. Más aún, es incomprensible entender la modernidad europea sin el descubrimiento de

América. Ya Hannah Arendt (1974) sostenía que el descubrimiento de América era una característica de

la modernidad. Con esto podríamos entender que no se refería a la modernidad de América Latina, sino

centralmente a la europea.
El proceso de conquista y colonización de América fueron hechos en los que se plasmó la modernidad

europea, sin embargo hay que tener en cuenta que la modernidad europea se presenta como coloniaje.

Aunque debido a esto y por contradictorio que parezca fue en este espacio colonial donde se comenzó a

originar y nació la modernidad latinoamericana. La modernidad europea había supuesto la

emancipación espiritual del ser humano frente a la arbitrariedad del poder y la irracionalidad,

imponiendo todo lo que ellos deseaban, abusaron de su poder frente al conocimiento de la naturaleza,

frente a su propia conciencia religiosa, y frente a la sociedad y la política. La modernidad pregonaba

valores sin embargo en América latina todo lo oscuro de la modernidad salió a relucir y con esto se

alejaba de sus principales propósitos.

En ningún momento se reformó, modernizó o valoró el conocimiento de los pueblos americanos sobre la

naturaleza, su sociedad o sobre sí mismos. La conciencia moderna europea arrasó con los derechos de

las personas y de las sociedades precolombinas, negándoles precisamente el principio que había sido el

culminante en la formación de su propia modernidad: la racionalidad humana. Las argumentaciones

racionales y modernas dadas para someterlos a servidumbre fueron justificando lo injustificable; parecía

que la modernidad recién nacida eliminaba sus propios estandartes ideológicos. Por ello, América Latina

fue el espacio donde la ambición y la intolerancia humana señalaron los límites del discurso político, la

ciencia y la filosofía moderna europea.

Si para Europa el descubrimiento y la posterior conquista supusieron un triunfo de su modernidad,

conviene reiterar que para América Latina su descubrimiento y su conquista solo significaron su

subordinación como un espacio colonial sujeto a un centro político mundial y que su organización

territorial sufrió por la articulación a los mercados e industrias centrales de Europa (Skidmore et al.,

1996: 53 y ss.).
Los primeros años de la conquista fueron de tragedia y dolor (Gutiérrez, 1992). Los cálculos del genocidio

son monstruosos. Decenas de millones de seres humanos, en su mayoría indígenas, murieron en trabajos

forzados, en guerras, por enfermedad y demás. A lo largo del período colonial millones de seres humanos

fueron esclavizados y traídos de África a América Latina, ellos reemplazaron la portentosa mortandad

dejada por el genocidio contra los indígenas (Skidmore, 1996: 35 y 36). La marca de esta espantosa

experiencia no ha cicatrizado aún en la conciencia de los latinoamericanos. La modernidad europea

defensora de los derechos civiles acabó reimplantando la esclavitud de los negros y reduciendo a

servidumbre a los indígenas. La inicial modernidad europea había producido una reformulación

sustantiva sobre la idea de la persona humana al colocar el eje del conocimiento, de la política y de la

moral en el individuo. Aparece entonces un defensor para los indígenas Bartolomé de las Casas el cual

emprende la defensa del indio como sujeto político y sujeto de la evangelización lo hace precisamente

afirmando su humanidad, y a la vez cuando sus opositores lo combaten lo hacen sustentando la

bestialidad y la no humanidad del indígena. Las razones de este debate son de gran importancia porque

ellas prueban inequívocamente que estos argumentos se sitúan en perspectivas de la modernidad

realmente diferentes.

Este proceso de colonización trajo los peores horrores para la población indígena, en ningún momento

se les respeto, fue algo realmente escalofriante pues el poder se apoderó de los europeos. Fue el poder

militar el que mantuvo y controló a las poblaciones nativas en su deseo por sacudirse del poder colonial

(Konetzke, 1995).

Cabe resaltar que jamás que los indígenas y los esclavos aceptaron su condición sin más, ellos se

defendieron ante éstas atrocidades por las cuales estaban pasando. En este período latinoamericano de

alrededor de trescientos años, se puede evidenciar que muchísimos fueron perseguidos, reprimidos y

ejecutados por exigir derechos, justicia y libertad que no son otra cosa que banderas programáticas de
una modernidad distinta a la europea. La lucha por la libertad y por los derechos de las personas

comenzó desde el mismo momento en que empezó la conquista. Por eso podemos hablar del

surgimiento de una nueva manera de pensar y de vivir. La modernidad latinoamericana empezó ahí: una

modernidad contra la modernidad.

La modernidad es precisamente el producto de una relación, por cierto desigual, pero no algo

puramente externo que le haya acontecido al continente denominado americano por los europeos, sino

que se inicia a partir de una relación, como lo es la conquista con que el español logra su encuentro con

el otro, con el rostro indio a quien implantó en la comprensión de su propio mundo obligándolo a

renunciar al suyo; asemejándolo como “nada” lo negó como vida, como hombre, en últimas como otro;

lo introdujo dentro de su sistema de producción condenándolo al trabajo forzado. El español se

encontraba encerrado en su mismidad y fue a ella a la que sometió al indio, “el mundo indio se hizo

hispano; mejor aún el mundo español se hizo hispanoamericano; después el mundo europeo se hizo

mundial, lo mismo progreso a lo mismo” (Dussel, 1979, p. 154).

La expansión del proyecto de la modernidad por parte de Europa, y más concretamente por España

hacia occidente, se consolida con la cristianización del Imperio romano y por él el reino de Granada,

considerando las proporciones cronológicas claro está. Como ya se sabe, dicha expansión conlleva al

enfrentamiento entre el indio y el español cuyo fundamento radica especialmente en la confrontación en

la que el español empieza una dominación ontológica del territorio de los aborígenes a colocarle el

nombre a algo que ya lo tenía. La práctica nominal significa en sí misma una dominación ontológica.

En una conferencia de 1971 recogida en la obra Caminos de liberación latinoamericana (1972), titulada

La cristiandad colonial latinoamericana, se hace mención a una serie de hechos dentro de los cuales se

encuentran:
Primero la caracterización del indio como seres que practicaban un estilo de vida ligada a la

supervivencia, vegetarianos, algo débiles y con niveles de natalidad baja.Con la entrada del español toda

aquella gente frágil es presa de las enfermedades que exportan los hispanos de Europa: la tuberculosis,

la sífilis y otra cantidad de males. El indio es diezmado rápidamente; los españoles encuentran ante sí

poca resistencia física. Mucha mayor dificultad es el encontrar una gran diversidad de lenguas sin

ninguna organización política porque ahí no hay república ni imperio, son un conglomerado de clanes o

de tribus. Se hace la tarea imposible de evangelizar. Y por ello se tiene una visión totalmente negativa del

indio. El indio o muere o pasa directamente la encomienda (Dussel, 1972, p. 78).

Cómo segundo elemento se puede señalar que ante la posibilidad de sobrevivir el indio es sometido a un

tipo de tecnología de poder como lo fue la encomienda. Como consecuencia de esto el indio, sujeto-

sujetado, padece en este proceso cosificación de la muerte por la manera violenta con que es tratado.

Así, su anormal civilización respecto a la norma civilizatoria que era el modelo establecido por la

modernidad europea es sentenciado a desaparecer.

El cristianismo fue implementado de manera violenta en la colonia y fue de alguna manera legitimada;

una voluntad de poder imponiéndose sobre una voluntad sometida. En últimas, el proyecto de la

modernidad comportó en sí el cristianismo como una matriz de poder donde la práctica de la violencia

fue legitimada por el discurso evangelizador.

A raiz de esto Enrique Dussel nos habla sobre el Mito de la modernidad, la cual se despliega

representando una expresión de progreso y emancipación, y por ende la violencia no es tomada aquí

como transgresión sino como un método para sacar del atraso en el que aparentemente se encontraban

los indios. Y es así como Dussel define en qué consiste el llamado Mito de la modernidad:

[…] La dominación (guerra y violencia) que se ejerce sobre el otro es, en realidad, emancipación, utilidad,

bien del bárbaro que se civiliza, que se desarrolla o moderniza. En esto consiste el Mito de la
modernidad, en un victimizar al inocente (al otro) declarándolo causa culpable de su propia

victimización, y atribuyéndose el sujeto moderno plena de inocencia con respecto al acto victimario. Por

último, el sufrimiento del conquistado será interpretado como el sacrificio o el costo necesario de la

modernización (Dussel, 1994, p. 70).

El Mito de la modernidad se funda bajo las premisas del eurocentrismo, el desarrollismo, la violencia

justificada, la emancipación requerida provoca una inversión –si acaso no ontológica– de la víctima, pues

es considerada culpable de su condición al no salir voluntariamente de su estado de barbarie y el

victimario es inocente en cuanto que fue quien contribuyó a que saliera (emancipación) de su estado de

atraso.

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