Amaos Los Unos A Los Otro1
Amaos Los Unos A Los Otro1
Amaos Los Unos A Los Otro1
Antes de Su arresto, juicio y crucifixión, el Señor Jesús pasó una última noche con Sus discípulos. Usó ese tiempo
para consolarles e instruirles. Dio también a Sus discípulos este mandamiento: “Amaos los unos a los otros”. El
Señor Jesús dijo:
Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Gálatas 5:14).
Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros (1 Juan 3:11).
Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano (1 Juan 4:21).
Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados (1 Pedro 4:8).
Este mandamiento de amarnos unos a otros tiene una importancia especial dada por el Señor Jesús
mismo. Jesús dijo que obedecerle sería la característica que identificaría a Sus discípulos. Él dijo:
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros (Juan 13:35).
Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los
hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte (1 Juan 3:14).
Las Diferentes Clases de Amor
Puesto que el amor es de tanta importancia para la vida de un creyente, necesitamos comprender lo
que Jesús quiso decir cuando nos mandó amarnos unos a otros.
El idioma griego tiene varias palabras para expresar el concepto del amor:
1. EROS—La palabra “eros” se usa para describir el amor al placer, el amor a lo que me agrada a mí.
2. PHILIA—La palabra “philia” se usa para describir el amor que atrae. Es el amor cálido y el cariño que
encontramos en una amistad íntima.
3. ÁGAPE—La palabra “ágape” se usa para describir el amor de Dios. El amor ágape es ese amor que
tiene el Padre por Su Hijo amado. Jesús dijo a Su Padre: Me has amado (ágape) desde antes de la
fundación del mundo (Juan 17:24). El amor ágape es también el amor que Dios tiene por la raza
humana. La Biblia dice:
Porque de tal manera amó (ágape) Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16).
Sorprendentemente, este amor ágape es el mismo amor que Jesús mandó que nos tuviéramos unos
a otros. Jesús dijo:
Este es mi mandamiento: Que os améis (ágape) unos a otros, como yo os he amado (Juan 15:12).
En esto consiste el amor (ágape): no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación (sacrificio) por nuestros pecados (1 Juan 4:10).
Estos versículos nos ayudan a entender lo que es realmente el amor ágape. El amor ágape es
ese amor que se da y se sacrifica por el bien de otra persona. La característica
principal del amor ágape es que carece totalmente de egoísmo. No busca su propio interés, sino que
siempre busca lo mejor para la otra persona.
El capítulo 13 de 1 Corintios se llama el “capítulo del amor” porque nos dice cómo actúa el amor. He
aquí la forma en que el amor ágape se expresa:
NOTA: La palabra griega usada en 1 Corintios 13 es “ágape”. Se traduce mejor como “amor” que como “caridad”, palabra
usada en las versiones más antiguas.
¿Cómo nos ayuda Dios a amarnos unos a otros con amor ágape? Él nos da el Espíritu
Santo para que more en nosotros. El mismo Espíritu que mora en el Padre y en el Señor
Jesucristo, mora ahora en nosotros. Ese amor ágape que está en el corazón de Dios, fluye hacia
nosotros y, de nosotros, hacia los demás por el poder del Espíritu Santo. La Biblia dice:
…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:5).
El amor ágape no proviene de nuestros propios esfuerzos, ni de nada en nosotros. Es el “fruto del
Espíritu”. La Biblia dice:
El fruto del Espíritu es amor (ágape)… (Gálatas 5:22).
El amor de Dios fluye desde nosotros hacia los demás cuando nos rendimos a Él para ser canales
de Su amor. Podemos decirle a una persona: “Te quiero porque Dios ha puesto en mi corazón
Su maravilloso amor”. Este amor ágape es tan poderoso que puede hacernos amar aún hasta a
nuestros enemigos.
Fue el amor ágape el que hizo posible al primer mártir, Esteban, orar por aquellos mismos hombres
que lo apedreaban hasta matarlo.
En este mismo momento, puede ser que Dios te esté hablando acerca de alguien a quien tú no amas:
tal vez un pariente, un miembro de la iglesia local o alguien más. Puede ser que te estés diciendo: “Sé
que debo amar a esa persona, pero ¿cómo lo hago?” He aquí los pasos:
PASO 2 Debo contar con el hecho de que, en Cristo, he muerto al pecado del desamor.
Puedo ser liberado de cualquier pecado confiando en la verdad de que, en Cristo, morí a ese
pecado. La Biblia dice:
¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que
hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (Romanos 6:1–2).
Ningún cristiano debería continuar viviendo en pecado. ¿Por qué? Porque, en Cristo, ha muerto al
pecado. Y, en Cristo, morimos al pecado del desamor. Hagamos de estos versículos una aplicación
personal:
¿Qué, pues diré yo? ¿Perseveraré en este pecado del desamor para que la gracia abunde? En ninguna
manera. Porque yo, que he muerto al pecado, ¿cómo viviré aún en él?
¿Debo ser un esclavo de este pecado del desamor por el resto de mi vida? ¡No! La Palabra de Dios dice
que he muerto a este pecado. Debo dar este paso por fe, creyendo en la Palabra de Dios.
No puedo controlar mis sentimientos, pero puedo controlar mi voluntad. Yo no puedo hacerme
sentir un sentimiento de amor hacia alguien, pero puedo optar por amar a esa persona. Si hago esa
elección y sigo firme, veré que mis sentimientos con el tiempo seguirán la elección de mi voluntad. Lo
que es importante recordar es ésto: soy controlado por las decisiones de mi voluntad y
no por mis sentimientos.
Puede ser que tú te digas: “¿pero, qué si esa persona no responde a mi amor?” Tú puedes
amarla de todos modos. Jesús dijo:
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen (Mateo
5:43–44).
Así es con nosotros también. Yo puedo escoger amar a alguien a quien no amo, pero veré que, por mí
mismo, no puedo hacerlo. Debo depender del Espíritu Santo dentro de mí, para que me ayude a
amarlo. Él lo hará, pero yo debo tomar la decisión. Debo decirle a Dios: “Señor, yo elijo amar a
aquella persona. Por mí mismo no puedo hacerlo, pero estoy confiando en tí, que me
ayudarás”.
Dios siempre está listo para ayudarnos a llevar a cabo una decisión que esté de acuerdo con Su
Palabra. Pero nosotros debemos escoger hacer esa decisión. La Biblia dice:
Determinarás asimismo una cosa, y te será firme… (Job 22:28).
PASO 5 Debo orar por aquella persona hasta que Dios obre en mi corazón para amarla.
A veces, aún después de haberle pedido a Dios que intervenga, nada parece suceder. ¿Qué hago
en ese caso? Empiezo a orar por aquella persona. Pido que Dios la bendiga y la ayude. Muchas veces
mientras oro fervorosa y sinceramente por la bendición de Dios sobre la otra persona, Dios obra en mi
corazón para cambiarme a mí.
¿Qué está diciendo Juan? Está diciendo ésto: nadie puede ver a Dios con sus ojos. Si nos amamos
unos a otros, el mundo podrá “ver” al Dios invisible cuando ve Su amor manifestado en nosotros. Este
amor Ágape tiene un poder más allá de toda medida.
Desde Rusia nos llega la historia de una chica llamada “María” que fue encarcelada por causa de
su fe en Cristo. Es una historia que revela el poder del amor Ágape. Desde la celda de su prisión,
“María” escribió:
Aún estoy en el mismo lugar de exilio. Aquí es una sociedad sin Dios; una de sus miembros, una
carcelera, me hizo sufrir mucho, pero yo oré fervientemente por ella. Al fin, empezó a simpatizar
conmigo y un día dijo: “no” puedo entender qué clase de persona eres tú; aquí hay tantos que te
insultan y abusan de tí, pero tú los amas a todos.
En otra ocasión, me preguntó si yo podría quererla. Haciendo un esfuerzo le extendí mis brazos. Nos
abrazamos y empezamos a llorar. Ahora solemos orar juntas. Su nombre es Bárbara.
me ama tanto y me considera digna de sufrir por Él.