Los Bestiarios y La Literatura Medieval PDF
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Salvador Miguel
“Los bestiarios en la literatura medieval castellana”
"' Fernando de Rojas, La Celestina, ed. D. Severin‘, p. 250, n. 151; texto, pp. 94-95.
5Ver la explicación que se da sobre el unicornio en la edición de Lobera et
alii, p. 620, n. 125.122, sin citar a Salvador Miguel, 1993.
6Ver Deyermond, 1971 (y reediciones).
7 Me refiero a Simón Díaz, 1966 y 1986.
8 Martín Pascual, 1996.
9 Deyermond, 1971, pp. 153-154, n. 13.
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que cada vez contamos con más referencias ocasionales y mayor nú-
mero de artículos sueltos, la única monografia cuyo rótulo hace pen-
sar que nos enfrentamos con una visión de conjunto sigue siendo la
tesis doctoral de N. A. Lugones, leída en Austin (Texas), en 1976, y de
difusión harto restringida, al haber circulado sólo en xerocopialo. Pero
tal obra, lejos de constituir una guía inexcusable para el estudio del
fenómeno, apenas pasa de prestar atención a algo más de una docena
de fragmentos, completando algo las informaciones que había pro-
porcionado E Lauchert en 1889, recogidas medio siglo después por
Ben Perry.
2. LABOR FILOLÓGICA
3. 2. El cbvcnoítóyog griego
3. 4. Las enciclopedias
22 Ver H. R.Jauss, 1970; Martín Pascual, 1996, pp. 27-30. En varios de mis ar-
tículos se encontrarán notas sobre esa nómina, en la que no puedo detenerme
aquí.
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Los puntos hasta aquí resumidos establecen las distintas Vías por las
que penetra la visión animalistica en las literaturas romances, pero para
el investigador de una de las mismas ——la castellana, en este caso— ese
largo camino sólo constituye el cimiento de las indagaciones que debe
empezar ahora. Para tal labor, se cuenta con una cifra cada vez más
abultada de artículos, si bien en más de uno se acumulan fallos que
van desde errores terminológicos a la carencia de una perspectiva glo-
bal sobre los antecedentes y sobre las relaciones con otras literaturas.
Así, cualquier examen sobre un animal debe asentarse en dos pila-
res que raras veces se atienden. En primer lugar, hay que acometer su
examen partiendo de la difusión en la Península Ibérica de los cinco
grupos de obras que resumen, en esencia, la tradición am'malística oc-
cidental. Para esta tarea, hay que analizar las citas directas o indirectas,
las noticias sobre circulación de textos, la pervivencia de manuscritos y
las posibles traducciones, al tiempo que especificar, con la mayor exac-
titud posible, la fecha en que se inicia el conocimiento en la Peninsula
Ibérica de todos los libros que en cada caso salgan a colación. En se-
gundo lugar, el estudioso debe poseer un conocimiento lo más ex-
haustivo posible de la literatura medieval en castellano, lo que le
permitirá contar con un inventario amph'o de referencias presentadas en
su contexto y en un orden cronológico. Debe recordarse, en efecto, que
las menciones de amm'ales en las letras castellanas de la Edad Media se
acumulan desde las primeras obras en romance (tal, la Semeianga del mun-
do) hasta fines del período (como prueba La Celestina); y en la ruta que
conduce de una obra a otra, los materiales se acumulan: prosistas di-
dácticos y religiosos (Lucidario, Calila e Dimna, Castzg'os e documentos,
Alfonso de Valladolid, Libro del caballero e del escudero, Libro de los gatos),
sermones (Martín Pérez), libros históricos (de la General estaria al
Nobilíarz'o de Pero Mexía), poesía didáctico-narrativa (Berceo, Libro de
Alexandre, Libro de buen amor, Libro rimado del palaa'o), múltiples poetas
cuatrocentistas (Santillana, Mena, Florencia Pinar, Torrellas, Costana,
Carvajal e tutti quann), libros de viaje, romancero.
Sólo tras este trabajo, que a la perspectiva castellana debe sumar la
hispánica, se halla uno preparado para fijar comparaciones de los textos
romances peninsulares con los antecedentes clásicos y los paralelos me-
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23 Qué duda cabe de que son posibles otras ordenaciones, como la seguida
para las letras catalanas por Martín Pascual (1996), pero la cifra de testimonios en
la literatura castellana es muchísimo más amplia.
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25 Villena, Closas a «La Encida», en Obras completas, II, p. 444. Creo que habría
que revisar algunas conclusiones de Lugones sobre posibles influjos del Physiologus.
2" Ver Faulhaber, 1970, pp. 243-246.
27 Ver Latini, Bruneto.
23 Salvador Miguel, 198721, pp. 218-220. Sobre la influencia de Tomás de
Cantiinpre' en la Crónica abreviada dc España de Diego de Valera, véase el artícu-
lo de López-Ríos en este mismo volumen.
2° Salvador Miguel, 19873, pp. 221-222.
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5. EXPLICACIONES COMPLEMENTARIAS
6.5. Por último (last but no least), esta exploración asienta las bases
para comprender no pocos fenómenos posteriores, ya que la tradición
animalística no se agota ni desaparece con el ocaso del Medievo sino
que se prolonga en los Siglos de Oro, al igual que otros géneros y for-
mulaciones medievales (los romanceros, los cancioneros, formas métri-
cas, etce'tera). Además, si en algunos autores, como Antonio de
Torquemada (Iardz’n de flores curiosas) o fray Luis de Granada (Introducción
al símbolo de la fe), esos ecos son bien visibles, por profundísimos, en
otros se hallan ma's difuminados, pero manifiestos: de san Juan de la Cruz
a Lope de Vega, de Cervantes a Zabaleta, de Francisco de la Torre a
Villamediana, de Soto de Rojas a Barahona de Soto e tutti quanti. Por
otra parte, la heral'dica, con sus escudos y blasones —de donde proce-
de alguna descripción animalística, como los grifos de un poema de
Carvajal, inspirados en la Orden de la jarra—, contribuyó también a
mantener Vivos aquellos recuerdos que, en parte, se enriquecieron con
símbolos nuevos.Y sin parar nunca, en un ininterrumpido proceso, los
sus señas de identidad. Pero, como en tantos casos, esas señas existen
y el conocimiento de la tradición animalística contribuye a desentra-
ñarlas y poder gozar, como parte de nuestra cultura, del maravilloso
mundo del lenguaje.
BIBLIOGRAFÍA