Pasos de Crecimiento Espiritual
Pasos de Crecimiento Espiritual
Pasos de Crecimiento Espiritual
Fuente: Escuela de la fe
Autor: Guadalupe Magaña
a) La lucha ascética:
En los tratados de vida espiritual suele hablarse de lucha ascética para explicar
el esfuerzo que el hombre tiene que realizar si quiere progresar en su vida
espiritual. La gracia de Dios es un don gratuito, pero corresponde al hombre
cooperar para que ese germen de vida sobrenatural que lleva en su alma crezca
y alcance su plenitud. Con este fin luchará contra las barreras obstructoras del
desarrollo de la gracia: la soberbia, la pereza, el egoísmo, la sensualidad, y
otras pasiones de las cuales todos tenemos experiencia en primera persona.
La lucha ascética no podemos entenderla como una guerra aislada, sino como
una serie de batallas que debemos librar todos y cada uno de nuestros días
para obtener la victoria final.
Esta etapa presupone instaurar los medios necesarios para mover la voluntad a
no caer más en pecado mortal, si ha tenido ya la desgracia de haber caído, y
lograr así vivir habitualmente en gracia, desterrando el hábito del pecado y todo
aquello que a él conduzca. Cuando un sembrador quiere echar la simiente en el
campo, primero debe prepararlo. Sucede exactamente igual en el campo de la
dirección espiritual; primero se limpiará la tierra personal de todos los hierbajos
antes de poder sembrar. Un alma nunca alcanzará un estado de crecimiento
espiritual mientras haya pecados mortales en su vida. Evidentemente, no puede
preguntarse la dirigida si tiene pecados mortales, pero conviene recordarle con
cierta frecuencia que, para llegar a la santidad en el propio estado de vida,
necesita primero librarse del pecado.
Importa recordar a la hora de discernir si hubo pecado grave, que para que éste
exista se necesita no sólo la gravedad de la materia, sino también pleno
conocimiento y consentimiento. Podría darse el caso de una verdadera angustia
por creer que se ha cometido un pecado mortal, cuando en realidad o no hubo
conocimiento de su gravedad, o no fue pleno el consentimiento, o no fue materia
en sí grave. Pero también pueden presentarse dirigidas que justifican toda su
actuación sobre premisas falsas. A unas y a otras hay que ayudarles a formar
una conciencia recta, cierta y delicada. Esta lucha contra el pecado mortal es
imprescindible. Si no se logra erradicar el pecado mortal, ¿cómo se puede
pensar en superar el pecado venial y las faltas deliberadas?.
La purificación supone también una lucha contra los criterios del mundo que
pueden apartarnos de Dios y de las enseñanzas evangélicas. Implica, así
mismo, estar atentas para descubrir las tentaciones que el demonio, enemigo
principal de nuestras almas, nos querrá presentar. Supone, en fin, luchar contra
lo que San Pablo llama la ley de la carne, y mortificar todo aquello que no vaya
de acuerdo con la ley de Dios.
Por otro lado, debemos ser conscientes del tipo de sociedad en que vivimos. La
educación impartida en culturas hedonistas como las nuestras, tampoco
favorece la comprensión y la aceptación de los sacrificios que conlleva el amor.
Y muchas de las jóvenes recién llegadas a la congregación están impregnadas,
o al menos, salpicadas por este estilo de vida. Se piensa que si el amor
«duele», ya no es amor. Se cree, erróneamente, que amar es «sentir bonito» o
«sentirse bien». Se rehuye el sacrificio y se trata de obtener el máximo de placer
con el menor esfuerzo. Por eso los maestros de vida espiritual hacen la
siguiente recomendación: “La purificación del alma, por la práctica de la
penitencia y de la mortificación, no ha de dejarse jamás por entero y ha de
insistirse sobre ella con los dirigidos, habida cuenta con el estado de su alma
para variar los ejercicios de dichas virtudes”. (Ad. Tanquerey, o.c., n. 543-2, p.
292).
Otras pueden tender a irse a los extremos. Se proponen un plan de vida tan
exigente y tan fuera de su realidad, que prácticamente les será imposible
cumplirlo y caerán en el desánimo. Por ello,< "Una sabia, firme y es menor esta
necesidad salvo en los períodos críticos que sobrevienen o cuando se ha de
tomar alguna decisión importante paternal dirección es particularmente
necesaria en la formación de los principiantes; más tarde ". (Garrigou
Lagrange, Las Tres Edades de la Vida Interior, Ed. Palabra, Madrid, 1988,
pag.297).
Si queremos tener una visión del progreso real alcanzado, conviene tener
presente el marco general de la vida de la dirigida. No se deben ver
aisladamente cada una de las áreas. Por ejemplo, no se puede valorar la
autenticidad de la oración sin ver la vida entera de la persona. Si al salir de Misa
critica a las hermanas o a otras personas ¿de qué le ha servido la Eucaristía? Si
obedece a regañadientes o simplemente no obedece ¿de qué le sirvió la
Eucaristía? Y si es una religiosa muy activa, muy “cumplida” pero no vive la
caridad ¿no habrá algo que falla?.
RECUERDA:
CUESTIONARIO PERSONAL:
Medita delante de Jesucristo el objetivo principal que buscas con cada una, de
cara a lo que Dios les pide.
REFLEXIÓN DE FE