Manual de Catecúmenos Ipna

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MANUAL DE CATECÚMENO

Rev. Carlos A. Mena C.


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¿QUIÉNES SOMOS Y QUÉ HACEMOS?

La primera pregunta a responder es ¿quiénes somos como Iglesia?.


Bien, nuestras raíces tradicionales vienen de la Reforma protestante del
siglo XVI. Somos una Iglesia de prestigio histórico guiados únicamente
por lo que la Biblia nos enseña. Nuestro nombre Presbiteriano, se debe
a la palabra presbítero, la cual se registra en la Biblia, y era asignada a
los dirigentes de la Iglesia en los tiempos del Apóstol Pablo. Somos una
Iglesia Nacional porque queremos mantener nuestro acervo patrio, y
atender a las necesidades de nuestra realidad contextual. A nivel
mundial formamos una familia de más de setenta millones de
Presbiterianos reformados. Nuestro prestigio institucional, es de una
vasta experiencia respaldada por la historia misma. Por ejemplo, Juan
Calvino, reformador presbiteriano del S. XVI, Instituyo el sistema de
estudios universitarios, y las raíces del gobierno democrático-
representativo; Juan Knox, reformador presbiteriano escocés, instituyo
el sistema de gobierno Democrático Representativo; David Trumbull,
primer misionero presbiteriano llegado a Chile, logró desarticular el
monopolio que tenía el catolicismo romano hacia los cementerios y los
matrimonios. Un principio fundamental del presbiterianismo es la
excelencia. Buscar la excelencia en todas las áreas con el objetivo de
honrar a Dios sobre todas las cosas. Los Presbiterianos, a través de
toda la historia, han llegado a ser una verdadera cantera de
intelectuales y de hombres de ciencia.

La otra pregunta a responder es ¿Qué hacemos como Iglesia?. Nuestro


propósito es ser una Iglesia que glorifique a Dios, sirviéndole a él y
anunciando todo su Consejo en nuestro querido país. Queremos llegar
con el Evangelio a las personas receptivas de toda nuestra nación,
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dando testimonio del amor de Cristo. Queremos mostrar que este amor
produce reconciliación y paz, a través de una Iglesia heterogénea que
integre personas de distinta extracción social. Para ello involucramos a
los comulgantes en las siguientes actividades: Adoración y oración a
Dios; servicio a la comunidad; estudio de la Biblia; comunión entre los
participante; compartir el Evangelio con el prójimo, desarrollar un acción
cívica responsable y que reconozca la gracia de Dios en todas las áreas
artística, del saber, ciencias y públicas.

CONGREGACIONES DE LA IPNA

1.-IPNA Los Andes


2.-IPNA La Calera
3.-IPNA Quillota 1, “El buen samaritano”
4.-IPNA Quillota 2, “Palabra y vida”
5.-IPNA El Belloto, “El renuevo”
6.-IPNA San Pedro (5ª Rg.)
7.-IPNA Comuna de Lo Prado, “La Redención”
8.-IPNA Comuna Quinta Normal, “Betesda”
9.-IPNA Antofagasta
10.-IPNA Comuna Pedro A. Cerda, “El Salvador”
11.-IPNA Curicó
12.-IPNA San Javier
13.-IPNA Talca
14.-IPNA Linares
15.-IPNA Chillán 1, “Rosa de Sarón”
16.-IPNA Chillán 2, “Piedar viva”
17.-IPNA Concepción, “Bethel”
18.-IPNA Hualpen, “Filadelfia”
19.-IPNA Chiguayante, “Maranata”
20.-IPNA San José de Maipo de Santiago
21.-IPNA Limache
22.-IPNA Malfani de Valparaiso
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PRESENTACIÓN

El presente Manual de Catecúmenos, tiene el propósito de


ayudar a los consistorios y a los hermanos, en la preparación
para recibir Miembros de la Iglesia Presbiteriana Nacional. Es
tan solo una reseña de lo más sustancial de lo que es y
profesa nuestra IPNA. Puede tomarse como una pauta-guía
de instrucción al catecúmeno.

Para el contenido de este manual he recopilado material de


distintos autores, todos ellos de la línea reformada ortodoxa
que es la que sustenta nuestra Iglesia

Con el deseo de contribuir al engrandecimiento de nuestra


amada Iglesia Presbiteriana Nacional dejo este manual en
vuestras manos.

C.A.M.C.
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CONTENIDO

CAPITULO I
EL POR QUÉ ME DEBO HACER MIEMBRO DE UNA IGLESIA LOCAL
1. Lo que somos como creyentes
a. Un creyente es parte del cuerpo de Cristo
b. Un creyente es parte del pueblo de Dios
c. Un creyente es parte de la familia de Dios
2. La Misión de la Iglesia
a. Definición confesional
b. La Palabra de Dios

CAPITULO II
EL SIGNIFICADO DE SER MIEMBRO DE LA IGLESIA PRESBITERIANA
NACIONAL

1. Entrar en una relación de pacto


2. Contenido del pacto
3. Deberes y derechos de los miembros de la Iglesia
a. Deberes
b. Derechos

CAPITULO III
BREVE HISTORIA DE LA IGLESIA PRESBITERIANA NACIONAL

1. La Reforma Protestante
2. Presencia Presbiteriana en Chile
3. Surge la Iglesia Presbiteriana Nacional (IPNA)

CAPITULO IV
FORMA DE GOBIERNO DE LA IGLESIA PRESBITERIANA NACIONAL

1. Su forma de Gobierno
2. La Iglesia
3. El Consistorio
4. Asamblea congregacional
5. Los miembros de la Iglesia
6. Oficiales de la Iglesia
7. Concejos o Tribunales
8. La disciplina
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CAPITULO V
SUMARIO DE DOCTRINA DE LA IGLESIA PRESBITERIANA NACIONAL
1. Los Cinco Puntos del Calvinismo
2. Soberanía de Dios
3. Los Sacramentos
4. Las Sagradas Escrituras
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INTRODUCCIÓN

Convertirse es haber reconocido y confesado que estabas apartado de


Dios y que eres pecador, es haber creído que Cristo te otorga salvación
eterna, la cual se verifica y empieza aquí y ahora por el poder del
Espíritu, quien te convierte en una nueva criatura, renunciando al
pecado para servir a Dios de todo corazón.

Pero habiendo creído, ahora es necesario que te unas a la iglesia visible,


y la razón por la que este Manual está en tu poder es porque has
sentido la necesidad de hacerte miembro de ella. A modo de aclaración,
si tú te convertiste de tus pecados al Señor, ya eres miembro del
cuerpo de Cristo, la Iglesia Invisible, la cual está compuesta de todos los
que verdaderamente han sido llamados por el Señor en todo el mundo y
en toda la historia. Toda nueva criatura sentirá siempre el deseo
incontenible de unirse a sus hermanos, la Iglesia Visible en el aquí y
ahora, y llevar a cabo la Misión y la Iglesia.

Este manual ha sido preparado para orientarte en las cosas que debes
saber y creer como Presbiteriano reformado, antes de ser recibido como
miembro de la iglesia. Este no es un estudio profundo sobre
presbiterianismo, aquí sólo encontraras el discernimiento básico de lo
que realmente significa unirte a la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo.
Hacerse miembro significa empezar a trabajar para lograr la Misión de la
Iglesia. Cristo te ha llamado a llevar a cabo esta responsabilidad. Esta
no es una tarea que dure un día, mes o año. Es una labor de toda la
vida, y más aun, la delegamos a las generaciones que nos seguirán.

Desde el momento en que el Espíritu Santo te indujo a hacerte


miembro de la Iglesia Presbiteriana Nacional, te convertiste en un
catecúmeno. Esto significa “enseñar, instruir”. El Nuevo Testamento
fue escrito en Griego, y en Gálatas 6:6 se registra una forma verbal del
término “Catecúmeno”. Este señala a la persona que es enseñada en la
Palabra de Dios, “el que es enseñado”. Entonces, la palabra
catecúmeno fue importada desde el Nuevo Testamento a la vida de las
congregaciones cristianas. Podemos definir al catecúmeno como un
convertido al Señor, que está siendo instruido en la fe, a fin de ser
bautizado, si es que no lo ha sido, y recibido como miembro de la
Iglesia.
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La clase de catecúmenos dura generalmente dos meses. Este


entrenamiento se aplica tanto a jóvenes como a personas adultas. En
los jóvenes, hijos del pacto, se le conoce generalmente como Clases de
Confirmación, y se administra desde los 12 o 14 años en adelante. Una
vez finalizada su preparación, los catecúmenos se presentan ante el
Honorable Consistorio, organismo que los examinará, conforme lo
estipula nuestra Forma de Gobierno.

¡Recibe la bendición de nuestro Dios, y persevera en este cometido!


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CAPÍTULO I

EL POR QUÉ ME DEBO HACER MIEMBRO DE UNA IGLESIA LOCAL

Antes de definir qué significa hacerse miembro de la iglesia visible, es


importante que toquemos puntos cruciales: lo que somos como
creyentes y el fin para el cual existimos como Iglesia.

1. Lo que somos como creyentes

Pasemos a ver por qué te debes hacer miembro de una iglesia local
concreta, en este caso de la Iglesia Presbiteriana Nacional. La razón
está en lo que un creyente es. Ni siquiera soñamos con incluir aquí
todo lo que un creyente es en Cristo, pero sí queremos precisar tres
realidades de la vida cristiana que apuntan a tu relación con la Iglesia.

A. Un creyente es parte del cuerpo de Cristo

El Apóstol Pablo nos enseña que “todos nosotros ya seamos judíos o


griegos, esclavos o libres, fuimos bautizados con un solo Espíritu, para
así ser incorporados a un solo cuerpo” (1ª Corintios 12:13). Pablo está
afirmando que el Espíritu de Dios nos une de tal manera, que formamos
una unidad semejante a la del cuerpo humano. Así como la unidad del
cuerpo está compuesta de diversos órganos y miembros, así también la
Iglesia forma una unidad compuesta de muchos creyentes. Esta es una
unidad espiritual, que trasciende el tiempo y el espacio.

Todos los que hemos creído en Cristo somos “un solo cuerpo”, no
importa dónde estemos. Pero esa realidad espiritual se le reconoce por
sus efectos. Nuestra unidad es una “unidad creada por el Espíritu”, así
que su resultado inflamable será el impulsarnos irresistiblemente a
formar parte de aquella comunidad social concreta que es la iglesia
local. El cuerpo de Cristo es uno solo a través del mundo y las edades,
pero como es imposible que un conglomerado tan amplio pueda reunirse
regularmente para trabajar por el reino, entonces surgen las iglesias
locales.

B. Un creyente es parte del pueblo de Dios

Esta incorporación tuya dentro de la iglesia como institución, no es más


que la inevitable consecuencia de tu propia fe en Cristo. Fíjate bien,
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Cristo murió y resucitó para desatar el poder transformador del Espíritu,


a fin de poder rescatar al ser humano de la culpa y corrupción del
pecado. Es así que Cristo está recreando al hombre, está formando una
nueva creación de seres humanos salvados: Cristo “se entregó a la
muerte por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y para purificar
para sí un pueblo suyo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:14)

Ahora bien, si tú has sido rescatado del pecado, entonces eres parte de
ese pueblo, porque todos los creyentes somos: “conciudadanos de los
santos” (Efesios 2:19). Como ciudadanos del pueblo de Dios, creemos
que nuestra ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3:20), lo que nos
convierte en un pueblo peregrino, que no pertenece a este mundo de
pecado Es respecto a este mundo caído que se nos llama “extranjeros y
peregrinos” (1ª Pedro 1:17)

C. Un creyente es parte de la familia de Dios

Otra figura que usa la Biblia para explicar los fuertes lazos que unen a
los creyentes, es describir a la iglesia como “la familia de la fe” (Gálatas
6:10), ya que todos los que creemos en Cristo hemos dejado de ser
extranjeros y advenedizos, para pasar a ser “miembros de la familia de
Dios” (Efesios 2:19) Por eso se dice que somos “hijos de Dios”, por
adopción y regeneración, por eso nos llamamos “hermanos” (Romanos
8:14-17;8:15,23;Juan 3:3-8;Hechos 11:29)

Por todo esto tú confiesas con el Credo Apostólico: “Creo en la Iglesia, y


con dicha iglesia tú dices: Creo en que el Hijo de Dios...congrega,
protege y preserva...una comunidad elegida para vida eterna y unida en
la fe verdadera. Y de esa comunidad yo soy y siempre seré un miembro
vivo” (Catecismo de Heidelgerg. Preg. 54)

Si eres un hijo genuino de Dios, si realmente has nacido de nuevo,


entonces tu lugar y destino está junto al pueblo de Dios, que se hace
concreto y real dentro de la iglesia local. No existe el cristiano
verdadero que no asiste regularmente a la iglesia, que no trabaja dentro
de ella para la gloria de Dios. Esto nos lleva forzosamente a hablar de
lo que el creyente es en términos de la Misión, uno es cristiano en la
medida que sirva al propósito para el cual Dios lo llamó.
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2. La Misión de la Iglesia

Nos toca repasar la segunda razón por la que tú debes hacerte miembro
de una iglesia local concreta. Esta razón está en el fin para el cual Dios
te llamó a su reino.

Cuando hablamos de la caña de pescar, de la máquina de escribir, del


papel para copias, o de los lentes para el sol, estamos definiendo las
cosas por el fin para el cual se crearon. Por ejemplo una máquina de
escribir fue creada para escribir, dejaría de ser lo que es. Del mismo
modo, toda pertenencia a un grupo social viene definida por el fin que
el grupo persigue. Es la finalidad del grupo la que determina la
naturaleza, derechos y obligaciones de sus miembros. Es por eso que
tenemos que empezar por definir primero para qué existe la iglesia, y a
esto lo llamaremos: la Misión.

A. Definición confesional

Usemos como punto de partida las palabras de la Confesión de Fe de


Westminster. Este precioso testimonio declara lo que la Iglesia es en
términos del fin para el cual Cristo la instituyó: La Iglesia tiene “el
propósito de reunir (a los pecadores), y de perfeccionar a los santos en
esta vida hasta el fin del mundo” (Capítulo XXV, art. iii) Este lenguaje
se saca de la Palabra de Dios, y tiene como trasfondo la manera en que
el testimonio apostólico visualiza el futuro que Dios quiere crear. Esto
significa que los apóstoles trabajaban con objetivos revelados por Dios,
lo cual levanta la pregunta: ¿Cuál es la Meta hacia la que Dios encamina
toda la actividad redentora? La respuesta está en la acción divina de
reunir a los pecadores y de perfeccionar a los santos a través del
ministerio de la Iglesia.

B. La Palabra de Dios

Pablo declara que la meta que tiene el Padre, mediante la obra de su


Hijo es : “para presentaros al fin de los tiempos santos, irreprensibles e
irreprochables delante de él” ( Colosenses 1:19-22) También afirma
que Dios Padre nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo: “
para que seamos santos e irreprensibles delante de él” (Efesios 1:4) Si
ese es el designio del Padre, también lo es de Cristo. La meta que
Cristo tenía al realizar su obra redentora fue: “a fin de presentársela a
sí mismo, una iglesia resplandeciente, que no tenga mancha ni arruga ni
nada semejante, sino que sea santa e irreprensible” (Efesios 5:27)
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Si ese es el designio divino, entonces se convierte en el objetivo


apostólico. Por ejemplo, Pablo se imaginaba cómo sería la Iglesia en el
tiempo del fin de este mundo de pecado, visualizando cómo será la
Iglesia cuando Cristo vuelva en gloria. Esta visión la reproduce de la
siguiente manera. El Apóstol nos dice que él proclamaba al Señor: “a
fin de presentar al Padre a todo ser humano perfecto en Cristo al fin de
los tiempos” ( Colosenses 1:28) En Filipenses 1:9-11, Pablo ejerce su
ministerio, orando para que Dios conceda a los destinatarios el don de
ser “puros y sin caída para el día de Cristo, llenos del fruto que produce
la justicia..”

En todo esto se presupone que la criatura humana es pecadora y


perversa. Por tanto, la Iglesia debe entonces: 1) llegar a toda persona
con el Evangelio, debe convertirlos a Cristo por la Palabra de Dios y su
Espíritu, debe reunirlos en Cristo; 2) una vez convertidos, la iglesia
asume la larga tarea de ir esculpiendo la imagen de Cristo en cada
creyente, mediante la Palabra de Dios y el poder del espíritu santo,
busca santificar la vida de sus miembros. Nuestra actividad como
iglesia debe apuntar a la meta de que nuestros miembros sean: “santos
, irreprensibles e irreprochables delante de él (Dios)” (Colosenses 1:22).

Por consiguiente, la iglesia tiene una tarea hacia fuera de su sociedad:


convertir a los incrédulos; y otra tarea hacia dentro de su propia
comunidad: santificar y perfeccionar a los creyentes. Todo esto se lleva
a cabo mediante el poder del Espíritu santo, quien por la fe hace
efectivos los ministerios, la Palabra de Dios y los Sacramentos.
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CAPITULO II

EL SIGNIFICADO DE SER MIEMBRO DE LA IGLESIA PRESBITERIANA


NACIONAL

Ahora podemos pasar a precisar qué significa hacerse miembro de una


congregación local. Incorporarte a la Iglesia significa:

1. Entrar en una relación de pacto con una congregación local


concreta, y a través de ella con su expresión corporativa
(Presbiterio, Sínodo)

¿Qué se quiere decir por relación de pacto? Significa que ante Dios y en
base a tu fe, tú estás haciendo un compromiso juramentado con la
Iglesia. Hacer un pacto es hacer un compromiso solemne de unidad,
que no podrás quebrantar sin a la vez pecar gravemente contra Dios, su
pueblo y tu propia persona. Pero ¿compromiso respecto a qué? El
siguiente punto lo aclara:

2. La relación de pacto tiene como contenido la Misión de la


Iglesia

Cuando me hago miembro de una congregación local, estoy atándome a


ella en términos del fin que persigue: salvar y santificar a los seres
humanos mediante el Evangelio y el poder del Espíritu santo. Significa
que me hago miembro para trabajar y luchar junto a mis hermanos, a
fin de edificar a Cristo en la vida de cada ser humano, a fin de dar a luz
la nueva creación. Se trata de un pacto en términos de la Misión que
Dios encomendó a su Iglesia, y no de tus propias ideas o de loas
caprichos de la congregación o los teólogos. Tanto la iglesia como tu
participación en ella existen en términos del propósito de Dios.

3. Deberes y derechos de los miembros de la Iglesia

Una congregación local consiste en un número de cristianos profesos


(que han declarado) que juntos a sus hijos, están voluntariamente
asociados en un cuerpo, a fin de llevar a cabo la misión que Cristo
encomendó a su Iglesia en la Escrituras. Esta asociación nos otorga
deberes y derechos.
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A. Deberes

Primero mencionemos los deberes sentados en la Confesión de Fe de


Westminster, esta dice: “Todos los santos que están unidos a Jesucristo,
su Cabeza, por su espíritu y por la fe, tienen comunión con él en sus
gracias, sufrimientos, muerte, resurrección y gloria. Y al estar unidos
unos a otros en amor, tienen comunión en los dones y gracias de cada
uno; y están obligados a la ejecución de deberes tales, públicos o
privados, que conduzcan a su mutuo bien, tanto en el hombre interior
como en el exterior. Santos por profesión, están obligados a mantener
un compañerismo y comunión santos en el culto a Dios, y en la
ejecución de otros servicios espirituales que tiendan a su edificación
mutua; como también en aliviarse unos a otros en las cosas exteriores,
según sus diversas habilidades y necesidades. Esta comunión, debe
extenderse a todos aquellos que en todo lugar confiesan el nombre del
Señor Jesús” (XXVI)

Pasemos ahora a detallar los deberes en una forma más particularizada:

 Al elegir a sus gobernantes, los miembros de una congregación


local se colocan voluntariamente bajo su gobierno (Consistorio),
siendo su deber obedecerles en todo aquello que sea legítimo,
según la Constitución y la Biblia. Esto significa que cada miembro
promete ser dócil para recibir de ellos la doctrina, predicación,
consejo, ánimo, consuelo, amonestación, disciplina, y todo aquello
que sea necesario para la Misión, así como animarlos y ayudarlos
en su labor.
 Cada miembro es agente de la Misión: esto significa que debe
entregar su vida a salvar a los pecadores y a edificar la iglesia.
 Cada miembro es objeto de la Misión: esto significa que debe
esforzarse sin tregua en buscar su propia santificación y perfección
en Cristo, así como permitir que su Consistorio y sus hermanos lo
edifiquen.
 En general cada miembro debe velar en oración por el propósito de
Dios y unos por otros. Debe leer y estudiar constantemente su
Biblia. Asistir regularmente a los servicios, con el fin de adorar y
testificar de su fe, edificar y ser edificado.
 Cada miembro debe diezmar y ofrendar regularmente, porque así
estamos participando en la extensión del Reino de Dios entre los
hombres.
 Cada miembro tiene la obligación de velar para que su anciano
docente (pastor) tenga el sostén económico digno y adecuado a la
honro rosa labor de predicar el Evangelio, no sólo para su propio
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sustento y el de su familia, sino para todo lo que requiere el


ministerio. A fin de que no se frene la obra de Dios.
 En sus respectivas labores diarias, cada miembro representa a
Cristo y a la Iglesia frente al mundo, por lo que debe ser un
ejemplo en todo, laborando por el bienestar de todos los hombres.

B. Derechos

 El Consistorio tiene la autoridad de privar de los derechos, si el


miembro descuida voluntariamente sus deberes como cristiano.
 Cada miembro tiene derecho a expresar su voluntad mediante el
voto en cada asamblea congregacional debidamente citada. Este
derecho se ejerce en relación a :1) elección de ancianos
gobernantes y diáconos, 2) al llamado pastoral y el término de
dicho llamamiento,3) la elección de su representante a la
Corporación, 4) la aprobación del presupuesto, 5) la votación de
cualquier punto que el Consistorio traiga a su consideración con ese
fin.
 Cada miembro tiene derecho a ser elegido como anciano
gobernante, diácono o como representante ante la Corporación
 Cada miembro tiene derecho a participar en los Sacramentos y ser
edificado en Cristo conforme a la Biblia.
 Cada miembro tiene derecho a hacer partípes a sus hijos del
bautismo y la instrucción y formación en la Palabra de Dios.
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CAPITULO III

BREVE HISTORIA DE LA IGLESIA PRESBITERIANA NACIONAL

1. La Reforma Protestante

La sencilla y piadosa Iglesia del Nuevo Testamento, escaló altas


posiciones políticas en el Imperio Romano. Con estas oscuras
conquistas se inició un turbio periodo de varios siglos, donde la Iglesia
se alejó cada vez más de sus raíces bíblicas. Sólo por la Gracia de Dios,
hubieron seguidores fieles al Señor que se mantuvieron al amparo de las
Sagradas Escrituras. Estos hombres santos fueron los propulsores de
movimientos religiosos anteriores a la Reforma del siglo XVI. Hicieron
un valioso aporte para mantener el espíritu de la Iglesia del Nuevo
Testamento, y para lo que sería posteriormente la Iglesia Reformada. El
gobierno representativo, en oposición al injusto gobierno monárquico, la
doctrina de la gracia y la perseverancia de los santos, en oposición a las
corruptas indulgencias, fueron factores que identificaban a la Iglesia
protestante de ese entonces con la Iglesia del Nuevo Testamento.

Los albigenses, los independientes escoceses, los lolardos, los


valdenses, los evangélicos de Bohemia, fueron algunos de los
movimientos religiosos que se mantuvieron al margen de la corrupción
de la Iglesia Católica de los primeros 1500 años.

Todos estos grupos se mantuvieron firmes en medio de las más


turbulentas épocas. Pero también es cierto, que la mayor parte del
cristianismo se convirtió en una burda religión pagana. Esto imponía
una drástica revolución para determinar el verdadero carácter de la
Iglesia. Esta revolución se produjo en el siglo XVI, y sus efectos
perduran hasta hoy.

La Reforma Religiosa (o Protestante) del siglo XVI, alcanzó tres


diferentes esferas de influencia renovadora: política, eclesiástica y
espiritual. Sus transformaciones fueron tan profundas que cambió el
curso de la historia humana.

Los principios inspirados en la Reforma son variados y comunes a las


distintas iglesias herederas de este movimiento reformador. Algunos de
estos principios son:
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1 Una relación cercana del hombre con Dios. Esta relación descansa
sobre la gracia inmerecida de Dios, revelada a los hombres en
Jesucristo y recibida por ellos mediante la fe.
2 Las Escrituras (Biblia) constituyen la norma decisiva de autoridad
espiritual.
3 El sacerdocio universal de los creyentes. Puesto que todo cristiano
puede recibir por la fe el don del amor redentor de Dios en Cristo,
no está subordinado a ritos sacerdotales o de iglesia, sino que
puede ejercer el derecho y el deber del juicio privado. En este
sentido, los protestantes y presbiterianos son fundamentalmente
un movimiento de preservación de la individualidad.
4 La libertad religiosa. Es la resistencia a la coerción, sea ella del
poder civil o eclesiástico, en asuntos de fe y prácticas religiosas.
5 La revaloración de la vida común y el trabajo. No conoce una
separación básica entre vocaciones religiosas y seculares.
Considera a todos los hombres responsables individualmente ante
Dios, con el privilegiado deber de servirle por medio de toda la
vida, cualquiera que sea el campo en que ésta se desenvuelva.
6 El creer en la Iglesia. El poner énfasis en el valor individual, no
impide el énfasis en la necesidad de la comunión (Congregación) de
los creyentes.

Las diversas corrientes de la Reforma

La Reforma Protestante se inicia históricamente el 31 de Octubre de


1517, Cuando Martín Lutero clava en las puertas del Templo de
Wittemberg sus famosas 95 tesis contra la venta de indulgencias, a fin
de provocar una discusión académica, de acuerdo con la costumbre de
la época.

De la Reforma partieron diferentes corrientes que permanecen hasta el


día de hoy. Los historiadores coinciden en afirmar que se produjeron
cuatro tipos principales de tradición protestante durante los siglos XVI y
XVII: luteranos, anglicanos, reformados, independentistas.

La tradición luterana. Tiene como raíces los principios de Martín


Lutero, es la más antigua de la Reforma. En 1529 apareció el Catecismo
de Lutero, y en 1530 la Confesión de Augsburgo, que 25 años más tarde
se convirtió en la Constitución de la Iglesia Luterana. Esta tradición, en
estos momentos (2000), está dedicada a buscar argumentos para unirse
a la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
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La tradición anglicana. La Iglesia Anglicana es más litúrgica que


confesional. Ha hecho generosos aportes al movimiento evangélico.
Tiene cierta similitud litúrgica con la Iglesia Católica.

La tradición independentista. Esta se puede encontrar en los


movimientos radicalistas que fueron surgiendo de las ramas principales.
Se trata de movimientos que relacionan la mayoría de sus actividades
con algunos énfasis determina nados que se toman como elementos
básicos. Por ejemplo, los llamados “Avivamientos”.

La tradición Reformada. Está ligada a la personalidad de Juan


Calvino, y es la de mayor interés para quienes pertenecemos a la Iglesia
Presbiteriana. El pensamiento de Juan Calvino es estructurado a través
del sistema llamado calvinismo. Este sistema aportó la estabilidad
intelectual y la disciplina que careció en el proceso reformador en sus
orígenes. La personalidad y superior inteligencia de Juan Calvino
contribuyeron a dar solidez al más completo sistema teológico
protestante y a la forma de gobierno presbiteriana, eminentemente
bíblica.

Como sistema teológico, el calvinismo fue el más lógico, el más


completo y el más consecuente con la Reforma. Se basa en la
Soberanía de Dios. De este principio fundamental surgen los demás
elementos del sistema, tales como los Decretos, la Elección, la
Seguridad de los creyentes, la Depravación total, etc. Fundamenta todo
en Dios, que es la Autoridad que todo lo domina. El hombre es
enteramente impotente para salvarse a sí mismo. Su salvación se logra
por la soberana voluntad de Dios. La elección divina es el principio de la
salvación, y la razón de esta elección está oculta en la inescrutable
voluntad del Señor. El calvinismo es un sistema teológico rígido e
inflexible, pero inspira a los hombres absoluta confianza en Dios y les
muestra la realización de un poder divino que imparte audacia y
fortaleza para la lucha titánica que pesa sobre quienes se esfuerzan en
conseguir el definitivo triunfo de la verdad.

No hay comparación, ni cosa que seduzca tan maravillosamente la


mente y el carácter de un hombre, como los postulados acerca de Dios.
Estos dan color a todos los demás pensamientos teológicos. Los
conceptos del calvinismo respecto de Dios, ejercen una influencia
dominante en la formación del carácter, y constituyen un poder
regulador de la conducta cotidiana. Una teología débil produce
creyentes débiles. La teología calvinista es sólida y bíblicamente
autoritaria. Tal vez sea ésta la causa principal de la poderosa influencia
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del calvinismo en la sociedad donde se ha desarrollado como sistema


teológico y eclesiástico.

Como sistema de gobierno eclesiástico el calvinismo es democrático


representativo. Consiste en una serie de cuerpos representativos,
desde el Presbiterio hasta la Asamblea General. Estos cuerpos ejercían
funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, derivando su autoridad del
pueblo, y no del gobierno civil.

Otra de las características de este sistema es el celo intelectualista.


Donde era posible, el calvinismo creó una iglesia nacional con equipo
apto para la preparación de los obreros.

El calvinismo se desarrolló con abrumadora rapidez, y alcanzó a casi


todos los países europeos con su influencia. La Iglesia Presbiteriana
Nacional es fundamentalmente calvinista, por ello veremos brevemente
la vida y obra de Juan Calvino, luego veremos el Presbiterianismo en
nuestro país.

Breve reseña de la vida y obra de Juan Calvino

Juan Calvino nació en Noyón, un pueblo de Francia situado a unos 140


Km. De París, el 10 de Julio e 1509. Su padre fue Gerardo Chauvin
secretario del obispo de Noyón, abogado del cabildo y procurador fiscal
del condado; su madre, Juana Le Franc de Cambray, era una mujer
piadosa y celosamente cumplidora de sus deberes religiosos. El
ambiente de los primeros años de Calvino fue de extrema religiosidad,
situación que de seguro influyó en su futuro carácter austero y
autoritario.

Su padre había planeado para él la dedicación al sacerdocio, y le


proveyó la mejor preparación intelectual de la época. Ya a la edad de
14 años Calvino había entrado a la Universidad de París, donde estudió
Latín, Lógica y Filosofía. Al fin se decidió por estudiar leyes.
Posteriormente estudio en las universidades de Orleans y Burgues, bajo
la dirección de los más conspicuos profesores franceses.

Después de la muerte de su padre, Calvino se sintió libre para seguir


sus propias inclinaciones, y se dedicó al estudio de la Literatura. El
primer libro que salió de su mano es un comentario al “Tratado de la
Clemencia” (Séneca). En esta obra, Calvino cita a 156 autores latinos y
a 22 griegos. Esto nos da una idea del profundo conocimiento literario
que llegó a tener.
20

La fecha exacta en que se produce la conversión de Calvino es


desconocida. Se estima que ocurre a fines de 1533. En su comentario
sobre el Libro de los Salmos, Calvino nos informa que su conversión fue
súbita, pero no nos dice en parte alguna el tiempo ni lugar en que ella
se realizó.

En Marzo de 1536, en Basilea, Calvino trae a la luz la primera edición su


magna obra: “La Institución de la Religión Cristiana” Este libro tenía la
finalidad de dar a conocer el pensamiento protestante a quienes
perseguían a los reformadores sin entender ninguna de sus ideas. Son
tan determinantes sus afirmaciones y tan lógicas y clara su exposición,
que sin duda alguna constituyó el fundamento literario de la Reforma.

Guillermo Farel, un laborioso pastor protestante, había comenzado un


trabajo religioso en Ginebra (Suiza) en 1532, y había logrado hacerse de
una notable congregación. En la ciudad, sin embargo, hacía falta la
autoridad de un verdadero guía, y en cuanto el pastor ginebrino supo de
la cercanía de Calvino, fue a pedirle que se quedase allí para servir a
Dios. Al principio Calvino rechazó el ofrecimiento, pero al fin accedió
para estar tres años, pero en realidad vivió el resto de sus días en esta
ciudad.

Emprende su tarea reformadora en 1536 e implanta un sistema bíblico


de gobierno en la Iglesia, y prepara a centenares de hombres que más
tarde regarían por toda Europa las más sólidas doctrinas cristianas.

En Abril de 1538 son expulsados de Ginebra Calvino y Farel, por haber


creado una gran tensión en toda la ciudad con sus enseñanzas y
disciplina. Esta experiencia fue convertida por Calvino en una gran
oportunidad para renovar estudios y relaciones.

Cerca de tres años pasó Calvino en Estrasburgo. En esta ciudad publicó


la segunda edición latina de “La Institución de la Religión Cristiana”,
publicó su “Comentario sobre la Epístola a los Romanos”, y editó el
“Tratado sobre la Cena del Señor” Se casa en 1540 con Idelette de
Bure , viuda de un predicador anabaptista.

Durante la ausencia de Calvino las cosas en Ginebra no marcharon del


todo bien, por fin el Consejo Municipal, a mediados de 1540, envió un
emisario a Estrasburgo para invitar oficialmente al reformador a que
regrese a Ginebra. Calvino se resistió a regresar, pero estimando que
debía acatar la voluntad de Dios, volvió a Ginebra el 13 de Septiembre
de 1541. En esta ciudad estuvo hasta el fin de sus días.
21

La tarea efectuada por Calvino fue abrumadora. Hizo funciones de


predicador, escritor, polemista, reformador, maestro, consejero,
teólogo, exégeta, etc. Logró, por medio de su férrea voluntad, crear en
Ginebra un verdadero estado teocrático, donde la ley primera era la
Palabra de Dios, y su influencia directa llegó a centenas de hombres que
más tarde propagaron el calvinismo por todos los ámbitos del mundo.
Es difícil armonizar la débil y quebrantada salud de Calvino, con la
gigantesca y perdurable realización de su obra. El reformador murió
relativamente joven. El 6 de Febrero de 1564 predicó su último sermón
y falleció el 27 de Mayo del mismo año. Antes de morir hizo prometer a
sus más cercanos amigos que no colocarían monumento alguno sobre su
tumba, y de tal manera fue así, que hoy no sabemos dónde descansan
los restos de la más brillante figura de la Reforma del S. XVI

La Iglesia Presbiteriana se debe en mucho a Juan Calvino. Como se dijo


anteriormente, las verdaderas raíces del Presbiterianismo proceden de
las sagradas Escrituras, pero lamentablemente permanecieron durante
siglos como despreciadas por la imperdonable actitud de una cristiandad
completamente desfigurada. Calvino resucitó los adormecidos principios
y doctrinas del Presbiterianismo, y organizó la Iglesia Presbiteriana de
acuerdo con las Sagradas escrituras.

La influencia de Calvino es mucho más amplia que lo que generalmente


suponemos. Las doctrinas y principios que él sostuvo proporcionaron
las bases para el establecimiento de la república holandesa, la rebelión
de Escocia contra María Estuardo, la revolución puritana en Inglaterra, y
en parte, las revoluciones norteamericanas y francesas. Algunos
historiadores afirman categóricamente que: “Calvino es el verdadero
fundador de América” (Ranke) “Calvino ha sido el fundador de las más
grandes repúblicas” (D’Aubigne). Sin duda alguna, su aporte al
concepto humano de la libertad tiene generosas implicaciones, y su
interés bíblico en el gobierno Presbiteriano es la prístina mente de donde
han surgido las democracias representativas que en el mundo existen.

2. Presencia Presbiteriana en Chile

De los estados Unidos de Norteamérica el Presbiterianismo llega a Chile.


El precursor de los presbiterianos en Chile fue el Rev. Dr. David
Trumbull, quien llega a la ciudad de Valparaíso el 25 de Diciembre de
1845. Ello nos lleva a decir que no somos un grupo religioso sin
historia, no somos un grupo aparecido en los dos últimos siglos, al
contrario nuestra Iglesia tiene raíces históricas que vienen desde el siglo
XVI.
22

David Trumbull comienza su trabajo con los inmigrantes de habla


inglesa. Después de algunas luchas y conquistas, en 1868 se organiza
la Primera Iglesia Presbiteriana de Habla Hispana en Santiago de Chile.
Para 1869 se organiza la Iglesia Presbiteriana de Valparaíso. En 1883
se organiza el Presbiterio de Chile. Para 1952 habían 19 pastores
nacionales, y 25 iglesias organizadas.

La Iglesia Presbiteriana Nacional comienza su independencia en el año


1944. Hasta ese entonces existía una sola Iglesia Presbiteriana en
Chile. La Iglesia Presbiteriana de estados Unidos sufre su división que
repercutió en los pastores y misioneros americanos que lideraban la
Iglesia en Chile.

Este hecho llevó a dos pastores nacionales, Oliverio Maufras y Rogelio


Aracena, junto a dos misioneros norteamericanos, Jorge Gilcrist y Juan
Crane a comenzar con la nueva denominación Presbiteriana, que se
llamaría Iglesia Presbiteriana Nacional (IPNA)

Cuando se produce la división, la IPNA mantuvo las iglesias de Santiago


(Stma. Trinidad), un grupo en Curicó, en Talca, en Linares, en Chillán y
en Concepción. Algunas congregaciones pequeñas, que simpatizaban
con la IPNA, se perdieron por no tener los obreros suficientes para su
atención.

La recién formada IPNA sufre un severo quiebre en el año 1960. Esta


división también tuvo un trasfondo norteamericano. Allá nuevamente se
divide la Iglesia Presbiteriana por el fundamentalismo de Mackentire.
Cuando se resfría el “tío Sam”, aquí en Chile estornudamos. Nace
entonces de la división de 1960, la Iglesia Presbiteriana Nacional
Fundamentalista.

La IPNA tenía que empezar nuevamente. Esta última división le provocó


un ataque paralizante, que hubo que esperar varios años para comenzar
a ponerse en pié. Es así, que con la ayuda de los misioneros
norteamericanos, coreanos y holandeses, retoma su desarrollo como
cuerpo, pero de manera muy pausada. La IPNA, entonces se vuelve a
levantar, pero lamentablemente dura poco su bonanza. Tiene un nuevo
quiebre en 1992, y por desgracia en el 2000 sufre otro quiebre más.
Hoy nuestra amada Iglesia se está levantando con una nueva Visión,
Misión y Propósito para su actuar en el tercer milenio.

La Iglesia Presbiteriana Nacional tiene su Casa Matriz en Av. Brasil 153


Santiago, su Personalidad Jurídica es Nº 3038 de 09/07/1945. Además
cuenta con un gran edificio en pleno centro de Santiago, el cual fue sede
23

del Instituto Evangélico de Chile, hoy llamado Instituto de Estudios


Teológicos de Chile, dirigido por el Rev. Carlos Mena. Posee una
hermosa propiedad ubicada al interior de Linares (Huapi-alto) donde
todos los años se realiza el Campamento de Verano de la IPNA. Esta
propiedad cuenta con comedores, baños, canchas deportivas, zona de
carpas, y un balneario. ¿Sabes una cosa? Todo esto es tuyo, es decir,
de aquellos que son miembros en plena comunión, y de los que se harán
miembros de la Iglesia Presbiteriana Nacional.

Nuestra amada Iglesia ha pasado por momentos muy críticos en estos


últimos años. Debes orar siempre por toda nuestra IPNA, sus pastores,
líderes, que Dios la prospere y la cuide de todo engaño y error.
24

CAPÍTULO IV

FORMA DE GOBIERNO DE LA IGLESIA PRESBITERIANA NACIONAL

1. Su Forma de Gobierno

La Iglesia Presbiteriana Nacional, al igual que todas las iglesias


presbiterianas, se rigen bajo el sistema de Gobierno Democrático
Representativo. La opinión unánime de la Iglesia Presbiteriana Nacional
es:

1) Que sólo Dios es el Señor de la conciencia, a la que ha hecho libre de


doctrinas y mandamientos de hombres que sean contrarios en algo a Su
Palabra., la Biblia, o la sus sustituyan en lo que atañe a la fe y culto. La
Iglesia Presbiteriana Nacional considera el derecho del juicio privado, en
todos los puntos que se relacionan con la religión, como universal e
inalienable. No desea ver ninguna constitución religiosa ayudada por el
poder civil, sino en lo que sea necesario para su protección y seguridad,
y al mismo tiempo, que sea común e igual a la que disputan otras
instituciones religiosas, siempre que ello no atenten contra las
enseñanzas de la Biblia.

2) Que en perfecta consonancia con el principio de derecho común


asentado antes, cada iglesia cristiana unión o asociación de iglesias
particulares, está facultada para declarar los términos bajo los cuales
admitirá a la comunión, la calificación de sus ministros y miembros, así
como su propio sistema de gobierno interno. Que el ejercicio de este
derecho ellos pueden errar, haciendo términos de comunión demasiado
débiles o muy exigentes, pero aun en este caso, ellas no quebrantan la
libertad o los derechos de los otros.

3) Que nuestro Bendito Salvador, para la edificación de Su Iglesia


visible, la cual es su cuerpo, ha establecido oficiales no sólo para la
predicación del Evangelio y la administración de los sacramentos, sino
también para ejercer la disciplina con el fin de preservar la verdad y el
deber; y que es de la incumbencia de esos oficiales y de toda la Iglesia,
en cuyo nombre obran ellos, censurar y despedir a los miembros
25

extraviados y escandalosos, observan do en todos los casos, las reglas


contenidas en la Biblia.

Gobierno federal

Existen dos formas de Estado distintas, el unitario y el federal. El


primero se caracteriza por tener un solo núcleo de poder (gobierno
centralizado) y por tener un solo orden jurídico para todo el territorio.
En el sistema Presbiteriano, en cambio, existe una distribución y
equilibrio de poder entre el Presbiterio y el Consistorio. Ambos
comparten el poder político. Esto se ve claramente en que cada
Consistorio tiene la suficiente autonomía para legislar y organizar su
congregación local. El Consistorio es un tribunal competente para
administrar justicia y administrar la economía o fondos de la
congregación. Además, los miembros de la Iglesia local tienen el
derecho de elegir a sus propios gobernantes. Como vemos, el
Presbiterio no legisla de tal manera que controle cada detalle de la vida
interna de las diferentes congregaciones, pero sí legisla en todas
aquellas cosas que sirven para el buen orden y el bien común de toda la
comunidad denominacional. Todo esto hace que el gobierno
presbiteriano sea federal. Aunque L. Berkhof reconoce claramente las
limitaciones que impone el sistema federal a la libertad de las iglesias
locales; sin embargo, puede afirmar con la misma precisión que «el
poder o autoridad de la iglesia... tiene su asiento original en el
consistorio o sesión de la iglesia local, el sistema Reformado da honor a
la autonomía de la iglesia local».

No obstante, hay que subrayar que en una organización federal los


gobiernos locales poseen autonomía, pero carecen de soberanía. La
soberanía descansa en la Iglesia como un todo. En otras palabras, el
Consistorio está sujeto al Presbiterio que representa a toda la Iglesia.
Esto tiene por lo menos tres consecuencias:

1) El marco jurídico. Definamos primero qué se entiende por


Constitución: «La Constitución representa el nivel más alto dentro del
derecho nacional», o como dice H. Finer, «un elemento fundamental de
la Constitución es su supremacía como aparato regulador del
comportamiento político». Definamos ahora los contenidos de la
Constitución presbiteriana: No se compone sólo de la Forma de Gobierno
y el Libro de Disciplina, sino que incluye las Confesiones Reformadas y el
Orden del culto. Cuando falta una de estas cosas, se produce un vacío
jurídico serio.
26

Ahora bien, si nuestra Constitución contiene las estipulaciones del pacto


federal de todas las congregaciones, y si dicha Constitución regula en
forma suprema la organización y las relaciones de los poderes
eclesiásticos, entonces el Consistorio sólo puede ejercer funciones
ejecutivas, legislativas y judiciales dentro del marco de la Constitución
de la denominación, que es el marco jurídico denominacional.

2) La Soberanía está en el Presbiterio. Por tanto, el Presbiterio puede


intervenir directamente en el gobierno local, cuando la situación así lo
requiera. La intervención del Presbiterio por lo general ocurre cuando
hay corrupción o abuso de poder de parte del gobierno local, cuando el
Consistorio deja de cumplir su papel de velar por la institucionalidad
(Doctrina, Forma de Gobierno, Confesiones, etc.), o bien él mismo la
pone en peligro, con lo cual queda amenazada la unidad de la Iglesia.
En relación con este punto, es muy importante recordar que una
Confederación es una unión que se basa en un pacto libre, al que puede
dársele término cuando alguna de sus partes crea que dicha alianza ya
no le sigue siendo útil a sus intereses. Pero en un gobierno federal, las
congregaciones están unidas por una Constitución y forman una unidad
soberana. Cualquier intento separatista sería una traición a la Iglesia y
un acto de sedición, sujeto a disciplina.

No obstante, cuando el calvinismo habla de la soberanía del Presbiterio


o denominación, sólo está hablando de una soberanía «subordinada y
limitada. Las limitaciones surgen del hecho de que sólo Dios es
soberano en el sentido absoluto; y esto limita y subordina toda
autoridad a Dios. Así como no puede haber un Estado absoluto, tampoco
puede haber una autoridad eclesiástica que pretenda tener poder
absoluto sobre las conciencias y el pueblo de Dios.

El sistema monárquico-episcopal exagera al extremo la metáfora de que


la Iglesia es el cuerpo de Cristo, mientras que el congregacionalismo
casi elimina toda la fuerza de la metáfora. El presbiterianismo quiere
evitar ambos extremos. Por lo tanto, es necesario advertir que el
concepto de unidad orgánica basado en la concepción de la Iglesia como
cuerpo de Cristo es un concepto limitado. Cuando hablamos del cuerpo
de Cristo estamos haciendo una analogía entre lo que sucede con el
cuerpo humano y la realidad social de la Iglesia. Pero esto es sólo una
metáfora, y no se nos está permitido llevar la analogía al punto de
convertirla en identidad. La Iglesia, a nivel local y denominacional, es
semejante al cuerpo humano, pero también es diferente. En el aspecto
biológico, cada parte del cuerpo humano está en total subordinación al
todo. El hígado, los riñones etc., no tienen existencia ni fines
particulares, sino que sólo existen para el todo. Si nosotros
27

presionáramos la analogía del cuerpo, entonces terminaríamos en un


concepto absolutista del gobierno eclesiástico. No, los individuos (en la
iglesia local) y las congregaciones (en el Presbiterio) no existen sólo
para el todo, sino que también tienen fines y existencia particular. No
son sólo un medio, también son un fin en sí mismos. El calvinismo no
acepta, ni un estado absoluto, ni un gobierno eclesiástico absoluto. Lo
que acabamos de decir no es una excusa para actuar en rebeldía contra
la autoridad del Presbiterio. Los individuos y congregaciones sólo
pueden rebelarse contra la máxima autoridad, cuando ésta está cierta y
claramente contradiciendo la voluntad de Dios.

3) Relaciones exteriores. La personalidad jurídica y la representación


exterior de la Iglesia está en manos del Presbiterio, no del gobierno
local. Es a través del Presbiterio que la Iglesia se muestra al mundo
como una entidad unida y soberana. Esto no significa que una
congregación local no pueda crear sus propios nexos con entidades o
personas externas. Lo que se quiere decir es que ningún oficial o
congregación local puede arrogarse la representatividad denominacional
oficial. Es la Comisión Ejecutiva el órgano oficial. Pero todavía hay otro
aspecto que hay que tener en cuenta. Sucede que por la falta de solidez
doctrinal, espiritual, etc., algunas congregaciones entran en relaciones
con personas y/o instituciones que son una amenaza a la unidad de la
congregación, y de allí a la denominación. Para evitar este tipo de
peligros, cada congregación debería informar al Presbiterio cada vez que
forme lazos con alguna agencia externa, a fin de pedir consejo y apoyo
a sus congregaciones hermanas.

Todos estos principios federales hay que recalcarlos. En denominaciones


pequeñas, formadas por un solo Presbiterio, algunos creen que la
formación de un Sínodo les dará la oportunidad para hacer lo que se les
antoje. Pero como la denominación entera es una unidad federal con
soberanía, tales aspiraciones son sólo sueños inalcansables, que algunos
caudillos con tendencias monárquicas acarician. En el caso de un
Sínodo, cada Presbiterio está sujeto a su tribunal superior y en un
estado de total obediencia a su Constitución, a saber, las Confesiones, la
Forma de Gobierno y Disciplina, y el Orden de culto. A nadie le está
permitido apartarse del marco jurídico que une a toda la colectividad en
una unidad soberana. De la misma forma, el presbiterianismo no
concibe la existencia de una congregación reformada «independiente».

Gobierno parlamentario

Una república puede ser presidencial o parlamentaria. En el primer caso,


el jefe del Estado o presidente es el centro del poder ejecutivo. Sus
28

ministros son sólo sus secretarios, a quienes él puede nombrar o


remover a voluntad, y quienes responden sólo y directamente ante él
por sus actos. El cuerpo de ministros es sólo una entidad consultora
cuyo parecer sólo tiene carácter de consejo para el presidente.

En el sistema parlamentario, el centro del poder ejecutivo está en un


órgano colegiado llamado consejo de ministros o gabinete, moderado
por el primer ministro o premier. Es el gabinete como cuerpo el que
toma las decisiones administrativas y es responsable de sus actos ante
el parlamento que lo eligió.

Es obvio que el sistema presbiteriano no encaja con el sistema


presidencial, pues nuestra forma de gobierno es la de una colegiatura.
En forma análoga, la Comisión Ejecutiva es en la práctica el órgano
inmediato de la administración eclesiástica, respondiendo ante el
Presbiterio. Dado el poder ejecutivo de la Comisión Ejecutiva (nótese
bien el calificativo) es de suma importancia que, al nombrar a los
miembros de dicha comisión, el Presbiterio elija a aquellos que
realmente representan sus ideales y tienen su confianza. El poder
administrativo de la Comisión Ejecutiva cesa de inmediato cuando el
Presbiterio, órgano supremo, se reúne, pues en ese momento todos los
poderes (legislativo, económico, político, judicial y administrativo) de la
iglesia se concentran en él. En palabras de J. H. Thornwell: “El gobierno
de la Iglesia no se ha entregado a individuos ni tampoco a la masa de
creyentes, sino a concilios. Todas las funciones jurídicas y legislativas
son ejecutadas solamente por cortes. El gobierno no es administrado
por un solo individuo, eso sería monarquía; ni por una clase privilegiada,
eso sería oligarquía; ni tampoco directamente por el pueblo, eso
sería democracia (Pura); sino que es administrado por asambleas
representativas. Este es el vínculo que mantiene unidas a todas las
partes y que permite que la Iglesia tenga la propiedad de expandirse
infinitamente”

2. La Iglesia

Jesucristo, que ahora está exaltado sobre todo principado y potestad, ha


establecido en este mundo un reino, que es Su Iglesia (Sal. 2:6; Dn.
7:14; Ef. I.:21-23).

La Iglesia Universal, que es invisible, está integrada por todo el número


de los elegidos que han sido, son o serán reunidos en uno bajo Cristo, la
cabeza de ella, y es la esposa, el cuerpo, la plenitud de aquél que llena
todo en todo (Col. 1;18)
29

La Iglesia visible, que también es universal bajo el Evangelio porque no


está limitada a una nación como en el tiempo de la ley, está integrada
por todas aquellos que por todo el mundo, juntamente con sus hijos han
hecho profesión pública de su fe en Cristo y están sujetos a sus leyes
(Hch. 2:39; I Co. 1:2; Ap. 5:9)

Como esta multitud inmensa no puede reunirse en un solo lugar para


tener comunión, adorar a Dios y dar testimonio de su fe, es conforme a
la razón y al ejemplo de la Biblia, que se divida en Iglesias locales o
particulares (Gá. 1: 22, 23; Ap. 1:4, 20).

Una Iglesia particular está compuesta por un número de cristianos


profesos que se asocian voluntariamente para el culto divino, para llevar
una vida santa en conformidad con las enseñanzas de la Biblia y para
someterse a cierta forma de gobierno y de disciplina, (Hch. 2:39, 41,
47; Mr. 10:14, Gá. 6:16).

El poder que Cristo ha conferido a su Iglesia reside en todo el cuerpo,


tanto en los gobernantes como en los gobernados, constituyendo una
república espiritual. Este poder cuando es ejercido por el pueblo, se
extiende hasta el acto de elegir a aquellos oficiales que El ha escogido
en Su Iglesia.

El poder eclesiástico es exclusivamente espiritual y se divide en dos


clases:

A. El poder de las órdenes que ejercen algunas veces los oficiales


separadamente en la predicación del Evangelio, la
administración de los sacramentos, la visita a los enfermos, la
consolación de los afligidos.
B. El de jurisdicción, el cual ejercen, los oficiales en unión de los
tribunales de la Iglesia, en forma de juicio. Las funciones
específicas de la Iglesia, como reino y gobierno distintas del
poder civil son: Proclamar para llevar adelante el proceso y
pueda conseguir su asistencia.

3. Algunas responsabilidades del Honorable Consistorio son:

A. Amonestar, censurar, suspender, o excluir de la comunión a los que


merezcan censura.
B. Restaurar a los disciplinados cuando corresponda.
C. Tomar todas las medidas adecuadas para promover los intereses
espirituales de la Congregación.
30

D. Vigilar las distintas Sociedades o actividades de la Congregación,


pudiendo en casos de anomalías insubsanables, intervenirles,
procediendo, en el tiempo conveniente a su reestructuración en
conformidad con sus propios estatutos.
E. Establecer los presupuestos de la Iglesia y determinar sus gastos,
presentándolo a la Asamblea de la Congregación para su conocimiento y
aprobación.
F. Sujeto a las provisiones del Directorio del Culto, tendrá y ejercerá la
autoridad sobre el Culto de la Congregación.
G. Determinará los tiempos y los lugares de la predicación de la Palabra
y de los demás servicios religiosos.
H. Tendrá la autoridad exclusiva de determinar las condiciones en que
los edificios de la Iglesia pueden ser usados, pudiendo delegar autoridad
provisoriamente en otros cuerpos de la Iglesia, sujetos siempre a la
autoridad y dirección del Consistorio.
I. Designar a algunos de los Ancianos Gobernantes de la Iglesia para
representarla ante los Tribunales Superiores. Su nombramiento será
válido para el año eclesiástico.

4. Asamblea Congregacional

Estas Asambleas serán convocadas por, el Consistorio, por su propio


llamamiento, a petición del Pastor o a solicitud por escrito que por lo
menos la cuarta parte de los miembros hagan llegar al Consistorio o al
Pastor de la Iglesia y por decisión de los tribunales superiores. Se dará
aviso público desde el púlpito por lo menos con ocho días de
anticipación. Se requerirá una asistencia de la mitad más uno de los
miembros en plena comunión.

En estas reuniones votarán solamente los miembros que estén


presentes, no aceptándose los votos por poder. En los asuntos
financieros y en lo referente a llamamiento pastoral deliberarán y
votarán solamente los miembros que contribuyen regularmente con su
diezmo al sostenimiento de la Obra y son activos en los trabajos de la
Iglesia, participando en la Comunión (Santa Cena) regularmente.

Estas Asambleas tienen facultad para proceder en los siguientes casos:

A. Efectuar el llamamiento pastoral.


B. Elegir sus Oficiales: Ancianos Gobernantes, Diáconos,
Tesoreros, como también cualquier otra designación
específica.
C. Aprobar o rechazar los informes presentados por las
diferentes organizaciones de la Iglesia.
31

D. Designar representantes a las Asambleas de la


Corporación Evangélica Presbiteriana Nacional, Persona
Jurídica de la Iglesia Presbiteriana Nacional de Chile.
E. Aprobar los presupuestos de la Iglesia presentados a la
Asamblea por el Consistorio.

Las proposiciones de candidatos a ancianos gobernantes deben hacerse


por escrito al Consistorio de la Iglesia por lo menos con veinte días de
anticipación a la fecha en que la Asamblea de la Congregación elija sus
oficiales. Se consignará claramente los nombres del candidato y del
proponente. El Consistorio determinará si el candidato reúne los
requisitos necesarios.

Se efectuará una Asamblea Congregacional cada fin de año eclesiástico


y cuantas se estimen necesarias para la buena marcha de la Iglesia.

Los acuerdos se tomarán por simple mayoría. Se recomienda que en el


caso del llamamiento pastoral, si no es posible la unanimidad de
pensamiento, que la mayoría sea lo más amplia posible.

5. Los Miembros de la Iglesia Visible

Una persona puede ser miembro de la Iglesia Local:

A. Por Profesión de Fe en Cristo, sí hubiere sido bautizado


en su niñez en dicha Iglesia o en otra Iglesia
Presbiteriana Nacional de Chile.
B. Por Profesión de Fe y Bautismo, cuando así lo solicite y
haya tenido una adecuada preparación doctrinal.
C. Por carta de traslado y reafirmación de Fe.
D. Por testimonio, cuando no siendo posible presentar la
carta dimitoria, se tengan evidencias de que es
miembro de otra Iglesia Presbiteriana u otra Iglesia
Evangélica reconocida.

Los niños hijos del pacto, siendo por lo menos uno de los padres
miembro de la Iglesia, tienen derecho a ser bautizados y recibir el
cuidado pastoral, instrucción y dirección de la Iglesia, con el objeto de
que posteriormente abracen a Cristo y así entren a posesión personal de
todos los beneficios del pacto.

Todas las personas bautizadas recibirán el solícito cuidado, instrucción y


gobierno de la Iglesia, aunque sean adultos y no hayan hecho profesión
32

pública de su fe en Cristo. Pero solamente aquellos que sean miembros


en plena comunión con la Iglesia pueden participar de todos los
derechos y privilegios de ella

Los principales derechos y privilegios de un miembro de la Iglesia son:

A. Ser edificado conforme a la Palabra de Dios en su vida


cristiana.
B. Hacer partícipes a sus hijos, por medio del Bautismo y la
instrucción religiosa, de las promesas y bendiciones divinas.
C. Participar de la Comunión y de todos los auxilios espirituales
de la Iglesia.
D. Expresar su voluntad, mediante el voto en las Asambleas de
la Congregación.
E. Poder ser elegido para oficial de la Iglesia local. Este
privilegio lo concede la Biblia a los varones.
F. Poder ser nombrado oficial de las organizaciones de la
Iglesia.
G. Poder llegar a ser un Ministro del Evangelio.
H. Poder representar a su Iglesia ante los Tribunales Superiores
en conformidad con los requisitos exigidos por ellos.

Los principales deberes de un miembro de la Iglesia son:

A. Congregarse regularmente con sus hermanos de la Iglesia


para el Culto Divino.
B. Esforzarse por vivir una vida verdaderamente cristiana, en
conformidad con las Escrituras, para que tenga buen
testimonio tanto dentro como fuera de la Iglesia, para
alcanzar por este medio el mayor desarrollo y progreso de la
Obra.
C. Mantener la paz, unidad y pureza dentro de la Iglesia
D. Dar testimonio de su fe a los inconversos, invitándolos a
aceptar a Cristo y asistir a la Iglesia.
E. Contribuir gozosamente con sus diezmos y ofrendas para el
sostenimiento de la Obra y la extensión del Evangelio.
F. Someterse en el señor a sus hermanos que gobiernan y
dirigen la Iglesia, obedeciendo y cooperando con ellos en
todo aquello que sea legítimo para promover la edificación
espiritual de la Iglesia y de la evangelización de los
inconversos.
G. Incorporarse a la Iglesia Presbiteriana Nacional donde
reside. Si no hubiere Iglesia Presbiteriana, será su deber
iniciar los trabajos encaminados a establecerla.
33

H. Tratar a los hermanos y a los parientes de los hermanos de


la Iglesia aunque todavía no sean creyentes, con ternura,
fidelidad, respeto y honradez, como conviene a los discípulos
de Jesús, que forman en este mundo una gran familia.

Una persona deja de ser miembro de la Iglesia por :

A. Traslado. Todo miembro de la Iglesia que se ausenta de la


localidad para ir a vivir a otro lugar, deberá llevar una carta
de traslado para presentarlo a la Iglesia Presbiteriana
Nacional donde piensa concurrir, a fin de que le sean
reconocidos todos sus derechos. La Iglesia que lo recibe
deberá dar aviso a la Iglesia que extendió la carta para que
el miembro cese en su relación oficial con ella. Cualquier
otro caso será tratado por el Consistorio.
B. Ausencia. Todo miembro de la Iglesia que se ausente, sin
aviso al Consistorio, por un año, sin manifestar interés
alguno, será suspendido, y si su ausencia se prolonga por
dos años, su nombre será borrado del registro de miembro.
C. Excomunión. Sanción aplicada por el Consistorio de l Iglesia
por inmoralidad, por cisma, por herejía o blasfemia.
D. Defunción.
E. En todos los casos se dejará específica constancia en el Libro
de Actas y en el de Registro de Miembro.

6. Los Oficiales de la Iglesia

Los Ofíciales ordinarios y perpetuos de la Iglesia Presbiteriana Nacional


son:

A. Los Obispos o pastores (ancianos Docentes o Ministros de la


Palabra.
B. Los representantes del pueblo llamados comúnmente Ancianos
Gobernantes o Presbíteros.
C. Los Diáconos.

También para la buena marcha y administración de la Iglesia pueden


designarse otros oficiales que no son perpetuos, sino tienen un
nombramiento que puede o no ser renovado, como el caso de tesoreros,
contadores o cualquier otro que se estime de utilidad para la buena
marcha de la Obra.
34

Cuando algún Anciano gobernante por alguna causa o razón que no sea
un delito, ya no pueda servir para la edificación de la Iglesia, puede
dejar de ser Anciano activo. Cuando así se acordase, el Consistorio lo
asentará en sus actas, estipulando las razones que hubo para ello.

7. Los consejos o tribunales

En la Iglesia Presbiteriana el gobierno no descansa en manos de una


sola persona, sino que siempre descansa en consejos o tribunales.

A nivel local tenemos el consejo de Consistorio. Está compuesto, a lo


menos de dos ancianos regentes (gobernante), y un anciano docente
(pastor) Su función principal es la de conducir a su rebaño para que
cumpla con la misión que Cristo le encomendó. Es responsabilidad del
Consistorio el cumplimiento de las Escrituras y la Constitución, mantener
el orden y la paz dentro de la congregación.

Otro consejo local es el de Diáconos. Este consejo también tiene


autoridad sobre la congregación., y está subordinado al Consistorio. Lo
integran hombres o mujeres elegidos por la congregación. Algunas de
funciones son:

A. Ministrar a los necesitados, a los enfermos a los desamparados


y a todos los que estén afligidos.
B. Desarrollar la gracia de la liberalidad en los miembros de la
Iglesia.
C. Proponer métodos en conformidad con las Escrituras, para
colectar las ofrendas del pueblo y distribuirlas según los fines
para que hayan sido dadas.
D. Tener cuidado de los bienes materiales de la Iglesia y
conservarlos en buen estado para el uso de ella, para tal fin
informarán y solicitarán del Consistorio los recursos económicos
o la autorización para efectuar los arreglos o hacer las
inversiones de trascendencia.

A nivel regional tenemos dos consejos como Iglesia. El Presbiterio y el


Sínodo.

El Presbiterio es una agrupación de iglesias representadas por los


delegados (Ancianos) Conforman este consejo los pastores, ancianos
delegados, y Licenciados. Los Licenciado son aquellos que serán
ordenados para el ministerio pastoral , y que están dando exámenes
35

para ello. Los pastores solo son miembros del Presbiterio no así de las
iglesias. Algunas facultades de este consejo son:

A. Recibir y despachar las apelaciones, las quejas y las referencias


originadas en los Consistorios y llevados ante él en orden
advirtiéndose que los casos judiciales pueden ser traspasados a
la Comisión Judicial como está autorizado en el Libro de la
Disciplina Capítulo XIII.
B. Recibir, examinar y licenciar candidatos para el ministerio.
C. Ordenar, instalar, remover y juzgar a los ministros.
D. Nombrar previo examen, encargados de Obra para la atención
de Iglesias sin pastores residentes; en Obras de avanzada del
Presbiterio.
E. Examinar y aprobar o censurar los libros de actas de los
Consistorios y Comisiones del Presbiterio.
F. Resolver los asuntos de doctrina, disciplina o formas de
gobierno propuestos formalmente a su consideración.
G. Rechazar las opiniones erróneas o heréticas que lastimen la
pureza, paz e integridad de la Iglesia.
H. Organizar, unir o dividir Congregaciones, cuando se estime
conveniente para la buena marcha de la Obra.
I. Recibir nuevas Congregaciones que soliciten su incorporación al
Presbiterio.
J. En general, disponer todo lo que parezca útil para el bienestar
espiritual de las iglesias bajo su jurisdicción.

El Sínodo es una agrupación de a lo menos tres presbiterios. Este


consejo es conformado por los pastores y ancianos delegados de los
presbiterios. Algunas facultades del Sínodo son:

A. Recibir y despachar las apelaciones, las quejas y las referencias


llevadas a él desde los Presbiterios, siendo finales sus
decisiones en todas las cuestiones que no afectan a la doctrina
o a la Constitución de la Iglesia, advirtiéndose que los
diferentes casos pueden ser traspasados a las Comisiones que
correspondan.
B. Revisar las actas de los Presbiterios, aprobadas o censuradas.
C. Corregir lo hecho por los Presbiterios cuando sea contrario al
orden o a la Constitución de la Iglesia.
D. Cuidar eficazmente que los Presbiterios observen la
Constitución de la Iglesia.
36

E. En general, hacer con respecto a los Presbiterios todo cuanto


sea conforme a la Palabra de Dios y a la Constitución que
propenda a la edificación de la Iglesia.

8. La Disciplina

La disciplina es el ejercicio de aquella autoridad, y la aplicación de aquel


sistema de leyes que el Señor Jesucristo ha establecido en su Iglesia.
Comprende el cuidado y dirección que la Iglesia mantiene sobre sus
miembros, oficiales y tribunales.

Los fines de la disciplina son la defensa de la verdad, y la autoridad y


honor de Cristo, la remoción de la ofensa, la promoción de la pureza, la
edificación de la Iglesia y el bien espiritual de los ofensores. Para lograr
estos fines tan buenos, el ejercicio de la disciplina necesita mucha
prudencia y discreción.

Nuestra Iglesia sigue este patrón de propósitos cuando aplica disciplina.


La correcta administración de la disciplina es una de las tres “Marcas” de
la verdadera Iglesia.
37

CAPÍTULO V

SUMARIO DE DOCTRINA DE LA IGLESIA PRESBITERIANA NACIONAL

La Iglesia Presbiteriana entiende que su propósito y misión en la tierra


son la proclamación del Evangelio para la salvación de la humanidad, el
amparo, la educación, y la confraternidad de las criaturas de Dios. La
proclamación de este Evangelio toma en cuenta la tradición histórica
Reformada, tal como ha sido expresada en la Palabra de Dios, y también
en las confesiones tradicionales que la Iglesia ha formulado a través de
la historia (Wetsminster, Helvética, Cánones de Dort, Heidelberg)
Nuestra estructura eclesiástica, por hermosa que se vea vendría a ser
un “címbalo que retiñe” si no tuviera el sólido fundamento bíblico de las
creencias de la Reforma. El grupo de creencias que los presbiterianos
llamamos las “Creencias Esenciales”, constituyen el fundamento de
nuestra fe y el vínculo que nos une bajo un común denominador. Entre
las creencias prominentes se encuentran las siguientes:

1. Los Cinco Puntos del calvinismo

Para entender mejor la doctrina calvinista hay que entender la doctrina


arminiana (Jacobus Armenius) Por ello, a continuación mostraré los
“Cinco puntos del Arminianismo”, y posteriormente los “Cinco puntos del
Calvinismo” En estos puntos se resumen ambas doctrinas. Nuestra
Iglesia es calvinista.

Los Cinco Puntos del Arminianismo

I. Libre albedrío o habilidad humana Aunque la naturaleza humana fue


seriamente afectada por la caída, el hombre, sin embargo, no ha
perdido del todo su capacidad espiritual. Dios en su gracia capacita al
pecador a fin de que por su propia voluntad se arrepienta y crea. Cada
pecador tiene libre albedrío y su destino eterno depende de cómo lo use.
La libertad del hombre consiste en poder escoger el bien y rechazar el
mal en la esfera de lo espiritual; su voluntad no está esclavizada a su
naturaleza pecaminosa. El pecador puede o cooperar con el Espíritu de
Dios y ser regenerado o resistir la gracia de Dios y perderse para
siempre. El pecador necesita la ayuda del Espíritu pero no tiene que ser
regenerado por el Espíritu antes de que pueda creer, ya que la fe es un
38

acto del hombre y precede al nuevo nacimiento. La fe es el don del


pecador a Dios; es lo que el hombre contribuye a la salvación.

II. Elección condicional El que Dios haya escogido a ciertos individuos


para salvación antes de la fundación del mundo se debe al hecho de que
Dios vio de antemano que dichos individuos habrían de responder a su
llamado. Dios escogió sólo a aquellos que él vio de antemano creerían
en el evangelio de su propia voluntad. Las obras futuras de dichos
individuos determinan por tanto, la elección. La fe que Dios vio de
antemano y sobre la cual basó su elección no fue impartida por el
Espíritu Santo sino que surgió de la voluntad del hombre mismo.
Pertenece al hombre, por tanto, la prerrogativa de quién ha de creer y
quién ha de ser escogido para salvación. Dios escogió sólo a aquellos
que él sabía habían de escoger a Cristo por su propia voluntad. La
causa fundamental de la salvación es, por tanto, la decisión del pecador
de escoger a Cristo y no la elección del pecador por parte de Dios.

III. Redención universal o expiación general La obra redentora de


Cristo brindó a todos los hombres la oportunidad de ser salvos pero no
garantizó la salvación de ninguno. A pesar de que Cristo murió por
todos los hombres, sólo los que creen en él son salvados. Su muerte
hizo posible el que Dios pudiera perdonar a los pecadores siempre y
cuando éstos creyeran, pero no borró los pecados de ninguno. La
redención en Cristo es eficaz sólo si el hombre decide aceptarla.

IV. El Espíritu Santo puede ser resistido eficazmente El Espíritu llama


de manera especial a aquellos que mediante el evangelio son llamados
de manera general; El hace todo lo que puede por traer a cada pecador
a la salvación. El llamado del Espíritu, sin embargo, puede ser resistido
ya que el hombre es libre. El Espíritu no puede regenerar al pecador
hasta que éste, crea; la fe (que es lo que el hombre contribuye) precede
y hace posible el nuevo nacimiento. El libre albedrío, por tanto, limita al
Espíritu en la aplicación de la obra redentora de Cristo. El Espíritu Santo
puede traer a Cristo sólo a aquellos que se lo permitan. El Espíritu no
puede impartir vida hasta que el pecador responda. La gracia de Dios,
por tanto, no es invencible; puede ser, y muchas veces es, resistida y
frustrada por el hombre.

V. El caer de la gracia o el perder la salvación Los que creen y son


verdaderamente salvos pueden perder su salvación por no perseverar
en la fe. No todos los arminianos han estado de acuerdo en este punto;
algunos han sostenido que los creyentes están eternamente salvos en
Cristo que una vez el pecador es regenerado, jamás puede perderse.
Según el arminianismo: La salvación es efectuada mediante los
39

esfuerzos conjuntos de Dios (quien toma la iniciativa) y el hombre (a


quien le toca responder) siendo la respuesta del hombre el factor
determinante. Dios ha provisto salvación para todos, pero su provisión
es efectiva sólo en aquellos que de su propia voluntad "deciden"
cooperar con él y aceptar su oferta de gracia. En el momento crucial la
voluntad del hombre juega un papel decisivo; por tanto, el hombre, y no
Dios, determina quienes serán los que reciben el don de la salvación.

Estos puntos fueron RECHAZADO. Este fue el sistema de pensamiento


presentado en el "Remonstrance" (Protesta) (aunque los "cinco puntos"
no estaban ordenados originalmente de la manera que los presentamos
aquí). Dicho sistema fue sometido por los arminianos a la iglesia de
Holanda en 1610 con el propósito de que dicha iglesia los adoptara, pero
fue rechazado por el Sínodo de Dort en 1619 en base a que no era
bíblico. La IPNA acoge la decisión de este Sínodo

Los Cinco Puntos del Calvinismo

1. Depravación total Debido a la caída, el pecador es incapaz de creer


en el evangelio y ser salvo, ya que está muerto, ciego y sordo a las
cosas de Dios; su corazón es engañoso y perverso en gran manera. Su
voluntad no es libre, sino que está esclavizada a su naturaleza
pecaminosa; por tanto, no quiere y, de hecho, no puede escoger el bien
y rechazar el mal en lo que a las cosas espirituales respecta. La mera
ayuda del Espíritu, por consiguiente, no es suficiente para traer al
pecador a Cristo, sino que es absolutamente necesaria la regeneración
en virtud de la cual el Espíritu imparte vida y una nueva naturaleza al
pecador. La fe no es algo con lo cual el hombre contribuye a la salva-
ción sino que es en sí una parte del don de la salvación es el don de
Dios al pecador, no el don del pecador a Dios.

II. Elección incondicional El que Dios haya escogido a ciertos individuos


para salvación antes de la fundación del mundo se debe únicamente a
su voluntad soberana. Su elección de ciertos pecadores no está basada
en un reconocimiento previo de una respuesta o acto de obediencia
(tales como la fe, el arrepentimiento, etc.) por parte de los pecadores.
Al contrario, Dios es el que da la fe y el arrepentimiento a cada persona
elegida. Dichas obras son el resultado, no la causa de la elección divina.
La elección, por tanto, no está determinada ni condicionada por virtud
alguna u obra meritoria prevista por Dios en el hombre. Aquellos a
quienes Dios ha elegido en su soberanía son movidos por el Espíritu
Santo a aceptar a Cristo. Por tanto, la causa fundamental de la salva-
ción no es la decisión de¡ pecador de aceptar a Cristo, sino la elección
del pecador por parte de Dios.
40

111. Redención particular o expiación limitada La obra redentora de


Cristo tuvo como fin salvar a los elegidos únicamente y, en efecto,
aseguró la salvación de éstos. En su muerte Cristo sufrió como sustituto
por el pecado de los elegidos en particular. Además de borrar los
pecados de éstos, la redención proveyó todo lo necesario para lograr su
salvación, inclusive la fe que los une a él. El don de la fe es impartido
infaliblemente por el Espíritu a todos por quienes Cristo murió,
garantizando la salvación de cada uno de ellos.

IV. Llamamiento eficaz o gracia irresistible Además del llamamiento


general a la salvación hecho a todos los que escuchan el evangelio, el
Espíritu Santo hace a los elegidos un llamamiento especial, el cual
inevitablemente les conduce a la salvación. El llamamiento general,
hecho a todos sin distinción, puede ser, y a menudo es, rechazado; en
cambio, el llamamiento especial hecho sólo a los elegidos no puede ser
rechazado, sino que siempre resulta en la conversión de éstos.
Mediante este llamamiento el Espíritu atrae irresistiblemente a los
pecadores a Cristo, ya que no está limitado por la voluntad del hombre
en su obra salvadora ni depende del hombre para lograr su propósito.
El Espíritu induce benignamente al pecador elegido a cooperar, a creer,
a arrepentirse, y a venir a Cristo espontáneamente y voluntariamente.
Por tanto, la gracia de Dios es invencible; siempre redunda en la
salvación de aquellos a quienes se le brinda.

V. Perseverancia de los creyentes Todos los escogidos por Dios,


redimidos en Cristo, y a quienes el Espíritu ha impartido fe, son
eternamente salvos y perseveran hasta el fin, ya que son preservados
en la fe por el poder de Dios, el Todopoderoso. Según el calvinismo: La
salvación es efectuada por la omnipotencia del Trino Dios. El Padre
escogió a un pueblo, el Hijo murió por él, y el Espíritu Santo hace
efectiva la muerte de Cristo conduciendo a los elegidos a la fe y al
arrepentimiento y a que voluntariamente obedezcan al evangelio. El
proceso completo (elección, redención, regeneración) es obra de Dios y
es únicamente por gracia. Por tanto, Dios, y no el hombre, determina
quienes han de ser los que reciben el don de la salvación.

Estos puntos fueron REAFIRMADO. Este sistema de teología fue


reafirmado por el Sínodo de Dort en 1619 por habérsele reconocido
como la doctrina de la salvación contenida en las Sagradas Escrituras.
El sistema fue entonces formulado en "cinco puntos" (en respuesta a los
cinco puntos sometidos por los arminianos) y desde aquel entonces ha
sido conocido como "los cinco puntos del calvinismo". La IPNA acoge la
reafirmación de este Sínodo.
41

2. La Soberanía de Dios

La Soberanía de Dios es una expresión que en otros tiempos era bien


entendida. Era una expresión usada comúnmente en la literatura
religiosa. Era un tema frecuentemente expuesto en el púlpito. Era una
verdad que consolaba a muchos corazones, y daba virilidad y estabilidad
al carácter cristiano. Mas, actualmente, mencionar la soberanía de Dios
es en muchos sectores hablar en lengua desconocida. Es lamentable
que sea así. Es lamentable que la doctrina que es llave de la historia,
intérprete de la providencia, trama y urdimbre de la Escritura, y fun-
damento de la teología cristiana, sea tan poco entendida, y tan
tristemente descuidada. La Iglesia Presbiteriana Nacional, y todas las
iglesias reformadas, dan un fuerte énfasis a la Soberanía de Dios en sus
mensajes.

La soberanía de Dios ¿Qué queremos decir con esta expresión?


Queremos decir la supremacía de Dios, que Dios es Rey, que Dios es
Dios. Decir que Dios es soberano es declarar que es el Altísimo, el que
hace todo conforme a su voluntad en las huestes de los cielos y entre
los habitantes de la tierra, de modo que nadie puede detener Su mano
ni decirle: ¿Qué haces? (Daniel 4:35). Decir que Dios es soberano es
declarar que es el Omnipotente, el Poseedor de toda potestad en los
cielos y en la tierra, de modo que nadie puede frustrar Sus consejos,
impedir Sus propósitos, ni resistir Su voluntad (Salmo 115:3). Decir
que Dios es soberano es declarar que "se enseñoreará de las gentes"
(Salmo 22:28), levantando reinos, derrumbando imperios y
determinando el curso de las dinastías según le agrada. Decir que Dios
es soberano es declarar que es el “Solo Poderoso, Rey de reyes, y Señor
de señores" (I Timoteo 6:15). Tal es el Dios de la Biblia.

Cuán diferente es el Dios de la Biblia del Dios de la moderna cristiandad.


El concepto de la Deidad que hoy predomina más ampliamente, aun
entre los que profesan estar atentos a las Escrituras, es caricatura, una
Patética Parodia de la Verdad. El Dios del siglo veintiuno es un ser
impotente, frágil, que no inspira respeto a nadie que tenga dos dedos de
frente. El Dios del sentir popular es creación de un sentimentalismo
lacrimoso. El Dios de muchos púlpitos de la actualidad es más digno de
compasión que de temor reverente Decir que Dios Padre se ha
propuesto la salvación de toda la humanidad, que Dios Hijo murió con la
intención expresa de salvar a toda la raza humana, y que Dios Espíritu
Santo está ahora procurando ganar el mundo para Cristo, cuando,
según puede observarse comúnmente, es obvio que la gran mayoría de
42

nuestros semejantes está muriendo en pecado y pasando a una


eternidad sin esperanza, equivale a decir que Dios Padre ha sido
decepcionado, Dios Hijo ha quedado insatisfecho, y que Dios Espíritu
Santo está derrotado. Quizá hayamos planteado la cuestión crudamente,
pero la conclusión es inevitable. Argumentar diciendo que Dios está
"haciendo todo lo que puede” para salvar a la humanidad entera, pero
que la mayoría de los hombres no le deja que lo haga, equivale a decir
que la voluntad del Creador es impotente, y que la voluntad de la
criatura es omnipotente. Echar la culpa al diablo, corno muchos hacen,
no resuelve la dificultad, pues si Satanás está frustrando el propósito de
Dios, es que Satanás es todopoderoso y Dios ya no es el Ser Supremo.

Declarar que el plan original del Creador ha sido frustrado por el pecado,
es destronar a Dios. Sugerir que Dios fue tomado por sorpresa en el
Edén y que ahora está tratando de remediar una calamidad imprevista,
es degradar al Altísimo al nivel de un mortal finito y falible. Argumentar
diciendo que el hombre es el que determina exclusivamente su propio
destino, y que por tanto tiene poder para contrarrestar a su Hacedor, es
despojar a Dios del atributo de la omnipotencia. Decir que la criatura ha
rebasado los límites impuestos por su Creador, y que Dios es ahora
prácticamente un impotente espectador del pecado y el sufrimiento
acarreados por la caída de Adán, es Odiar la declaración expresa de la
Sagrada Escritura: "Ciertamente la ira del hombre te acarreará
alabanza: tú reprimirás el resto de las iras" (Salmo 76:10).
Resumiendo: negar la soberanía de Dios es entrar en un sendero, que
de seguir hasta su conclusión lógica, lleva al puro ateísmo.

La soberanía del Dios de la Escritura es absoluta, irresistible,


infinita. Cuando decimos que Dios es soberano, afirmamos su derecho
a gobernar el universo que ha hecho para su propia gloria, según le
agrade Afirmamos que su derecho es el derecho del Alfarero sobre el
barro: El puede moldear ese barro en la forma que quiera, haciendo de
la misma masa un vaso par honra y otro para vergüenza. Afirmamos
que El no está sujeto a norma ni ley alguna fuera de su propia voluntad
y naturaleza, que Dios es ley a sí mismo, y que no tiene obligación
alguna de dar cuenta a nadie de sus asuntos.

La soberanía caracteriza a todo el Ser de Dios. El es soberano en


todos sus atributos. Es soberano en el ejercicio de su poder. Lo ejerce
según quiere, cuando quiere y donde quiere. Este hecho está probado
en cada página de la Escritura. Durante largo tiempo este poder parece
estar dormido, pero de repente surge con potencia irresistible. Faraón
se atrevió a poner impedimentos a que Israel saliese a adorar a Jehová
en el desierto, y, ¿qué ocurrió? Dios ejerció Su poder, Su pueblo fue
43

liberado, y sus crueles capataces muertos. Pero poco después los


amalecitas osaron atacar a estos mismos israelitas en el desierto; y,
¿qué ocurrió entonces? ¿Interpuso Dios su poder en esta ocasión y
extendió su mano como había hecho en el Mar Rojo? ¿Fueron estos
enemigos de Su pueblo prontamente abatidos y destruidos? No, antes
al contrario, Jehová juró que tendría guerra con Amalec de generación
en generación (Exodo 17:16). Asimismo, cuando Israel entró tierra de
Canaán, el poder de Dios fue desplegado nuevamente de manera
memorable. La ciudad de Jericó impedía el avance de los suyos; ¿qué
sucedió? Israel no tendió un solo arco ni asestó un solo golpe: Jehová
alzó Su mano y los muros cayeron a plomo. ¡Mas este milagro no se
repitió jamás en Ninguna otra ciudad!. ¡Todas las demás tuvieron que
ser tomadas a espada!

Podrían aducirse otros muchos ejemplos para ilustrar el ejercicio


soberano del poder de Dios. Dios interpuso su poder y David fue librado
del gigante Goliat, las bocas de los leones fueron tapadas y Daniel
escapó ileso; los tres jóvenes hebreos fueron echados e el horno de
fuego y salieron sin daño ni quemadura Pero este poder de Dios no
siempre se interpuso par liberación de su pueblo, pues leemos: "Otros
experimentaron vituperios y azotes; y a más de esto prisiones y
cárceles; fueron apedreados, aserrados, muertos a cuchillo; anduvieron
de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres,
angustiados, maltratados (Hebreos 11:36,37). Pero, ¿por qué?. ¿Por
qué estos hombres de fe no fueron librados como los demás? ¿Por qué a
aquéllos se les permitió seguir viviendo y a éstos no? ¿Por qué había de
interponerse el poder de Dios, y rescatar a unos y no a otros? ¿Por qué
permitió El que Esteban fuese apedreado hasta la muerte, y luego libró
a Pedro de la cárcel?

Dios es soberano en la delegación de poder a Otros. ¿Por qué


dotó a Matusalem con una vitalidad que le permitió sobrevivir a todos
sus contemporáneos? ¿Por qué concedió a Sansón tal fuerza que nadie
jamás ha podido igualar? Porque está escrito: "Antes acuérdate de
Jehová tu Dios: porque El te da el poder para hacer riquezas"
(Deuteronomio 8:18). Pero es evidente que Dios no derrama este poder
por igual sobre todas las criaturas. ¿Por qué no? ¿Por qué lo ha
otorgado a hombres como Carnegie y Rockefeller? He aquí la única y
suficiente respuesta a estas preguntas: Porque Dios es soberano y,
siéndolo, hace según le place.

Dios es soberano en el ejercicio de su misericordia. Necesario es


que sea así, pues la misericordia está regida por la voluntad de Aquél
que es misericordioso. La misericordia no es un derecho del hombre.
44

La misericordia es el adorable atributo de Dios por medio del cual


muestra compasión y socorro hacia los infelices. Empero bajo el justo
gobierno de Dios nadie es infeliz sin merecerlo. La misericordia se
derrama, por tanto sobre los desgraciados, siendo la desgracia el
resultado del pecado; luego los desgraciados merecen castigo, y no
misericordia. Hablar de merecer misericordia es una contradicción de
términos.

El ejercicio soberano de la misericordia de Dios, la compasión


demostrada hacia los desventurados, se mostró cuando Jehová se hizo
carne y habitó entre los hombres. Tomemos una ilustración. Durante
una de las fiestas de los judíos, el Señor Jesús subió a Jerusalén. Llegó
al estanque de Betesda, donde yacían “multitud de enfermos, ciegos,
cojos, secos, que estaban esperando el movimiento del agua”. Entre
esta Multitud estaba un hombre que hacía treinta y ocho años que
estaba enfermo. ¿Qué sucedió? Como Jesús vio a éste echado, y
entendió que ya habla mucho tiempo, dícele: “¿Quieres ser sano?" Y
este hombre, impotente para moverse, le respondió: "Señor, no tengo
hombre que me meta en el estanque cuando el agua fuere revuelta;
porque entretanto que yo vengo, otro antes de mí ha descendido”.
Dícele Jesús: “Levántate, toma tu lecho y anda. Y luego aquel hombre
fue sano, y tomó su lecho, y anduvo" (Juan 5:1-9). ¿Por qué este
hombre fue escogido entre todos los demás? No se nos dice que
clamara: "Señor, ten misericordia de mí'. No hay ni una sola palabra en
este relato que sugiera que este hombre poseía algo que le diese
derecho a recibir favor especial. Se trataba, pues, de un caso del
ejercicio soberano de la misericordia divina, pues a Cristo le era
exactamente igual de fácil curar a toda aquella "multitud”, como a este
"un hombre”. Pero no lo hizo. Mostró su poder aliviando la desventura
de este infortunado en particular; y por alguna razón, sólo por El cono-
cida, se abstuvo de hacer lo mismo por los demás.

Dios es soberano en el ejercicio de su gracia. Es necesario que su


gracia sea mostrada hacia el que nada merece, más aún, al que merece
el infierno. La gracia es la antítesis de la justicia. Esta exige que la ley
sea aplicada imparcialmente. Exige que cada uno reciba lo que
legítimamente merece, ni más ni menos. La justicia no concede favores
ni hace acepción de personas. La justicia, como tal, no muestra
compasión ni conoce misericordia. Empero la gracia divina no se ejerce
a expensas de la justicia, antes bien la gracia “reina por la justicia”
(Romanos 5:21); y si la gracia "reina", es que es gracia soberana.

La gracia ha sido definida como favor inmerecido de Dios, y si es


inmerecido, nadie puede reclamarlo como derecho inalienable. Si la
45

gracia no se gana ni se merece, es que nadie tiene derecho a ella. Si la


gracia es un don, es que nadie puede exigirla. Por consiguiente, puesto
que la salvación es por gracia, don gratuito de Dios, El la concede a
quien quiere. Ni aun el más grande de los pecadores escapa al alcance
de la misericordia divina. Así pues, la jactancia es excluida y toda la
gloria es de Dios.

El soberano ejercicio de la gracia se ilustra en casi todas las páginas de


la Escritura. Se permite que los gentiles anden en sus propios caminos,
mientras que Israel se convierte en el pueblo del pacto de Jehová.
Ismael, el primogénito, es desechado relativamente sin bendición,
mientras que Isaac, hijo de la vejez de sus padres, es hecho hijo de la
promesa. Se niega la bendición al generoso Esaú, mientras que el
gusano Jacob recibe la herencia y es formado en vaso para honra. Lo
mismo ocurre en el Nuevo Testamento. La verdad divina está oculta a
los sabios y prudentes, pero es revelada a los niños. Se permite que los
fariseos y saduceos vayan por sus propios caminos, mientras los publi-
canos y las rameras son atraídos por las cuerdas del amor.

La gracia divina obró de manera notable en tiempos del nacimiento del


Salvador. La encarnación del Hijo de Dios fue uno de los más grandes
acontecimientos de la historia del universo, y, sin embargo, el hecho y
el momento del suceso no fueron dados a conocer a toda la humanidad;
en cambio, fueron especialmente revelados a los pastores de Belén y a
los magos de oriente. Todos estos detalles tenían un sello profético que
apuntaba al carácter de esta dispensación, pues aún hoy Cristo no es
dado a conocer a todos. Habría sido cosa fácil para Dios enviar una
legión de ángeles a toda nación a anunciar el nacimiento de Su Hijo.
Pero no lo hizo. Dios pudo fácilmente haber atraído la atención de toda
la humanidad hacia la "estrella”, pero tampoco lo hizo. ¿Por qué?
Porque Dios es soberano y concede sus favores como le agrada.
Obsérvense particularmente las dos clases de personas a quienes se dio
a conocer el nacimiento del Salvador las clases más inapropiadas:
pastores y gentiles de un país lejano. ¡Ningún ángel se presentó ante el
Sanedrín a anunciar el advenimiento del Mesías de Israel ¡Ninguna
estrella se apareció a los escribas y doctores de la ley cuando éstos, en
su orgullo y propia justicia, escudriñaban las Escrituras diligentemente
para descubrir dónde habla de nacer, y sin embargo no les fue dado a
conocer que El ya había venido. ¡Qué demostración de la soberanía
divina ¡Humildes pastores escogidos para un honor peculiar, mientras
los eruditos y eminentes son pasados por alto! ¿Y por qué el nacimiento
del Salvador fue revelado a estos magos extranjeros, y no a aquéllos en
medio de los cuales había nacido? Vemos en esto una maravillosa
prefiguración del proceder de Dios con nuestra raza a través de toda la
46

historia sagrada: soberano en el ejercicio de su gracia, otorgando sus


favores a quien El quiere; a menudo, a los más inapropiados e indignos.

3. Los Sacramentos

En nuestra Iglesia sólo existen dos sacramentos: el Bautismo y la


Eucaristía. Presentemos primero una definición general de ellos:

«Los sacramentos son signos y sellos del pacto de gracia, que fueron
instituidos directamente por Dios, con el fin de representar a Cristo y
sus beneficios y confirmar nuestro interés en él, así como también para
poner una diferencia visible entre aquellos que pertenecen a la iglesia y
el resto del mundo, y para comprometerlos solemnemente en el servicio
a Dios en Cristo, según su Palabra » (Confesión de Fe de Westminster
Cap. XXVII. I)

El pacto de gracia se refiere a la salvación instaurada con Cristo. Por


tanto, con los sacramentos Dios nos significa y sella todo lo que
contiene nuestra salvación en Cristo. Los sacramentos tienen dos
tremendas consecuencias prácticas para la vida cristiana:

 Primero, colocan una «marca» sobre el creyente, con la que lo


diferencia del mundo rebelde a Dios. El haber sido bautizado y el
participar regularmente de la Eucaristía o Santa Cena es como
colocarse un letrero que dice: «estoy unido a Cristo, soy una
nueva creación».
 Segundo, el propósito de los sacramentos no es que nos
quedemos quietos, sino que tienen como fin comprometerme en el
servicio a Dios. A través del Espíritu los sacramentos nos
capacitan e incentivar a la misión.

a. El Bautismo

Ante todo el bautismo nos une a Cristo. Ya antes de nuestra


conversión, los creyentes habíamos muerto al pecado, porque morimos
en la cruz del Gólgota. Allí terminamos nuestra relación con la antigua
creación. El creyente ha muerto a la antigua creación, porque cuando
Cristo murió en la cruz, Él moría en el lugar y a favor de cada creyente.
En el momento de su muerte, Cristo me representaba, yo estaba
contenido en él. Cuando recibimos el bautismo, somos «bautizados
para unirnos a Cristo» Pero el bautismo no me une a Cristo en forma
vaga, sino que al bautizarme fui incorporado en su muerte en la cruz:
«hemos sido bautizados para unirnos a su muerte” Cuando Cristo yacía
47

en el sepulcro del huerto, yo también estaba allí, por la sencilla razón de


que Cristo yacía en mi lugar y a mi favor. Su muerte y tumba fueron
acontecimientos corporativos y representativos. Por tanto, todos los
creyentes estuvimos en esa tumba: «fuimos enterrados con él mediante
el bautismo que nos une a su muerte» (Ro. 6:4) « ... nuestro viejo
hombre fue crucificado con él» (Ro. 6:6)

Como el agua es el elemento más útil para lavar y limpiar, el bautismo


también sirve para significar y sellar, no sólo el perdón de nuestros
pecados, sino la regeneración y limpieza de nuestra corrupción que se
efectúa “por el lavamiento de la regeneración y la renovación producida
por el Espíritu” (Ti. 3:5)

Puntualicemos unos puntos importantes del Bautismo:

• Dios dijo a Abraham: “Yo establezco contigo, y con tu


descendencia después de ti por sus generaciones, un pacto eterno
de ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti” (Gn 17,7); y
el apóstol Pedro dijo a la multitud el día de Pentecostés: “ para
vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los
que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (Hch
2,39)
• Todos los niños de Israel debían ser circuncidados, porque Dios
había hecho también un pacto con ellos, y como señal de este
pacto debía ser circuncidado todo varón a los ocho días.
• Cuando el pueblo de Israel atravesó el mar Rojo, todos los niños
de este pueblo disfrutaron de la protección divina. Estaban, igual
que los mayores, separados del mundo del Faraón que los
perseguía. Dios los guarda por medio de la columna de humo. Los
niños también comieron el maná y bebieron agua de la roca,
disfrutando así de todos los beneficios del pacto.
• Los niños disfrutan igualmente, como miembros del Pacto, de los
beneficios de ese pacto que Dios hizo primero con Israel como su
pueblo, y luego con la Iglesia, la cual ha purificado con la sangre
de Cristo y el Espíritu Santo. Los niños también son parte de la
Iglesia (en un rebaño siempre hay ovejas y corderitos).
• Es por eso que los padres cristianos les aplican la señal del pacto,
bautizándolos. El Bautismo es la señal del nuevo pacto. Los niños
pequeños no saben todavía nada de estás promesas, como
tampoco saben que por causa de Adán son pecadores ante Dios.
Ellos no pueden creer todavía, ni comprender todas estas cosas.
Pero debemos tener en cuenta que la firmeza del pacto de Dios no
se funda en nuestra fe, sino en el amor de Dios. Dios escogió
entonces a Israel para que fuese su pueblo, y ahora lo hace con la
48

Iglesia, que incluye también a los niños. Dios los llama hijos suyos
(Ez. 16:20-21).
• Nuestra Constitución reglamenta que: “Los niños hijos del Pacto,
siendo por lo menos uno de los padres miembro de la Iglesia
(Local), tienen derecho a ser bautizados y recibir el cuidado
pastoral, instrucción y dirección de la Iglesia, con el objeto de que
posteriormente abracen a Cristo y así entren a posesión personal
de todos los beneficios del Pacto” (Cap. VI, Nº 2) Y más adelante
estipula que uno de los deberes y/o derechos del miembro es:
“Hacer partícipes a sus hijos, por medio del Bautismo y la
instrucción religiosa, de las promesas y bendiciones divinas.”
(Cap. VI, Nº 4, Letra B)
• El Libro de Disciplina de nuestra Iglesia nos dice: “Todos los niños
que nacen del gremio (Congregación) de ella, serán bautizados y
quedarán bajo el cuidado de la Iglesia, sujetos a su gobierno y
disciplina; y cuando tengan ya los años de la discreción estarán
obligados a cumplir los deberes de loas miembros de la Iglesia.”
(Cap. 1, Nº 6)
• La Confesión de fe de Westminster, al tratar el tema del Bautismo,
en su letra D, nos declara sobre quienes han de bautizarse: “No
sólo han de ser bautizados los que de hecho profesan fe en Cristo
y obediencia a El, sino también los niños hijos de uno o de ambos
padres creyentes.”

b. La Cena del Señor

La Comunión o Santa Cena se compone del pan y el vino que Cristo nos
invita a comer con estas palabras: «Esto es mi cuerpo, <entregado> en
vuestro favor» y «Esto es mi sangre del pacto, derramada en favor de
muchos, para el perdón de pecados» (1ª Co. 11:24; Mat. 26:28)

En su afán de no caer en el sacramentalismo romano, muchos


protestantes han tomado una posición racionalista, en la cual la Santa
Cena es tan sólo un símbolo que nos sirve para que recordemos que
Jesús murió por nosotros. La iglesia reformada, como la nuestra, está
lejos de sostener un concepto tan pobre de la Cena del Señor. Es
verdad que cuando Jesús nos convoca como su pueblo para participar de
la Eucaristía, el asunto no se centro en la sustancia material de su
cuerpo como tal, sino que en todo Su ser en términos de la entrega
personal de Su vida a favor nuestro. Lo que nos salva no son los
elementos que componen el cuerpo físico de Cristo, sino que la acción
de entregar su vida a favor y en lugar nuestro.
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Pero por lo general se olvida que en la Cena, el Señor nos invita


precisamente a participar de esa salvación, nos convida de los frutos y
bendiciones producidos por su muerte en la cruz. En otras palabras, a
través de la Cena, el Señor nos hace partícipes de la salvación misma, y
esto dista mucho de calificar la Eucaristía como un mero símbolo. Por
esto, Pablo define la Cena como la “participación de la sangre de
Cristo.... la participación del cuerpo de Cristo” (1ª Co. 10:16) Al tomar
la Santa Cena estoy realmente participando en la salvación que Cristo
produjo con su muerte. Por eso, Calvino decía que en la Cena recibimos
el cuerpo y la sangre de Cristo, no “solamente con la imaginación, sino
que verdaderamente los recibimos para alimento de vida eterna”
(Institución IV. xvii. 19) y la Confesión Belga afirma que en la Cena
recibimos “en nuestras almas, el verdadero cuerpo y sangre de Cristo,
nuestro único Salvador, para el sostén de nuestra vida espiritual...no
nos equivocamos al afirmar que lo que comemos y bebemos es el propio
y natural cuerpo y la propia sangre de Cristo. Pero la forma en que
participamos de ellos, no es con nuestra boca, sino con por el Espíritu, a
través de la fe...Cristo se comunica a sí mismo a nosotros, con todos
sus beneficios...nutriendo, fortaleciendo y confortando nuestras pobres
almas desconsoladas” (Confesión Belga art. XXXV) En la misma
sintonía, el Catecismo de Heidelberg afirma que los creyentes
“realmente participamos de su verdadero cuerpo y sangre, a través de
la obra del Espíritu Santo” (Preg. 79) ¿Por qué Juan Calvino y nuestra
tradición recalcan que real y verdaderamente comemos y bebemos a
Cristo? Para que entendamos que la Cena no es un mero símbolo, ni
tan sólo una forma más de enseñar, sino un vehículo a través del cual
realmente fluye la salvación. Cristo está realmente presente en la Santa
Cena. La Cena es en verdad un medio de gracia.

Obviamente y en ninguna manera es un acto de magia. Una ceremonia


mágico-religiosa se caracteriza por la creencia de que a través de ciertos
ritos, que el oficiante conoce, se puede controlar a la divinidad. La
magia implica la maligna distorsión de creer que uno puede disponer
como se le antoje de la gracia divina. Basta un “abra cadabra”, y se
tiene a Dios en el bolsillo. Pero la verdad es que Dios es soberano. Esto
implica que no se puede gozar del don de la salvación aparte del Dador
de dicho don. Así que, para participar de la salvación real que se nos
brinda en la Cena, se requiere que mi vida esté en comunión con aquel
que me la ofrece. En la Cena no entramos a participar sólo de los
beneficios de la obra redentora, nos acercamos para entrar en comunión
con Cristo mismo, a través de su Espíritu. Por eso, es de suma
importancia entender la Cena, no en un sentido mecánico, sino dentro
del marco de una relación personal con Cristo. Por esto la Confesión
Belga es clara en señalar que la cena es “una comida espiritual, en la
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cual Cristo se comunica a sí mismo a nosotros, con todos sus beneficios,


y allí nos da a disfrutar tanto de sí mismo como de los méritos de sus
sufrimientos y muerte” (art. XXXV) No se trata de participar sólo de los
beneficios de la salvación, se trata de entrar en comunión con Cristo, y
esto en los siguientes sentidos:

A. En la Santa Cena es Cristo mismo que viene a su pueblo, para


impartir su salvación: “con su cuerpo crucificado y su sangre
derramada, Él mismo alimenta y nutre mi alma para vida
eterna” (Catecismo de Heidelberg Preg. 75)
B. En la Cena entramos en unión con su misma persona, porque
no se trata sólo de “ abrazar con corazón creyente todos los
sufrimientos y muerte de Cristo...sino también de unirse más y
más a su santo cuerpo por medio del Espíritu santo, que mora
tanto en Cristo como en nosotros. De tal forma que, aunque Él
está en el cielo y nosotros en la tierra, somos, sin embargo,
carne de su carne y hueso de sus huesos, viviendo y siendo
gobernados para siempre por un solo Espíritu, así como los
miembros de un mismo cuerpo lo son por una sola alma”
(Catecismo de Heidelberg Preg. 76)

Lo anterior nos muestra dos consecuencias muy importantes:

a) Es un grave pecado recibir la Cena del Señor cuando no se


tiene un concreto y real compromiso con la Iglesia de Cristo. El
sentarse a la Mesa del Señor presupone dicho compromiso, en
la congregación local y, a través de ella, con el resto del
cuerpo. Porque simplemente es imposible ser cristiano fuera
de una relación vital con la Iglesia. Es una hipocresía muy
grande sentarse en medio del pueblo de Dios, recibir junto con
ellos el pan y el vino, y a la vez ser voluntariamente ajeno a su
vida, actividades, sufrimientos y alegrías.
b) La naturaleza misma de la Cena implica que sólo los creyentes
verdaderos pueden recibir sus beneficios. No hay magia que
pueda procurarnos las bendiciones de la salvación, mientras
permanecemos apartados de la vida y comunión con Cristo
mismo. Pero para los pecadores penitentes, que desean que el
Señor los perdone y santifique para servirle mejor, ¡la Mesa
está servida!
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4. Las Sagradas Escrituras

Nuestra IPNA entiende y declara lo que la Confesión de fe de


Westminster dice sobre la Biblia. Lo siguiente es en resumen lo que nos
enseña.

Aunque la luz. de la naturaleza y las obras de creación y de providencia


manifiestan la bondad, sabiduría y poder de Dios de tal manera que los
hombres quedan sin excusa, (1) sin embargo, no son suficientes para
dar aquel conocimiento de Dios y de su voluntad que es necesario para
la salvación (2) por lo que le agradó a Dios en varios tiempos y de
diversas maneras revelarse a sí mismo y declarar su voluntad a su
iglesia. (3) Además, para conservar y propagar mejor la verdad y para
el mayor consuelo y establecimiento de la iglesia contra la corrupción de
la carne, la malicia de Satanás y del mundo, le agradó dejar esa
revelación por escrito, (4) por todo lo cual las Santas Escrituras son muy
necesarias, (5) y tanto más cuanto que han cesado ya los modos
anteriores por los cuales Dios reveló su voluntad a su iglesia. (6)

(1) Ro. 2:14,15; Ro. 1:19,20; Sal. 19:1-3; Ro. 1:32 con 2:1.
(9) 1 Co. 1:21; 2:13,14; 1 Co. 2:9-12.
(3) Heb. 1:1; Gá. 1:11, 12; Dt. 4:12-14.
(4) Lc. 1:3,4; Ro. 15:4; Mt. 4:4, 7, 101- Is. 8:19, 20; Pr. 22:19-21
(5) 2 Ti. 3:15; 2 P. 1:19.
(6) Heb. 1:1, 2.

Bajo el nombre de las Santas Escrituras o la Palabra de Dios escrita se


encuentran todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, y los
cuales son 66 en total, 39 del Antiguo Testamento, y 27 del Nuevo
Testamento.

Todos estos fueron dados por inspiración de Dios para que sean la regla
de fe y de conducta. (1)

(1) Lc. 16:29, 31; Ef. 2:20; Ap. 22:18, 19; 2 Ti. 3:16.

Los libros comúnmente llamados apócrifos, por no ser de inspiración


divina, no forman parte del canon de las Santas Escrituras, y por lo
tanto no son de autoridad para la iglesia de Dios, ni deben aceptarse ni
usarse sino de la misma manera que otros escritos humanos. (1)

(1) 2 P. 1:21; Ro. 3:2; Lc. 24:27, 44.


52

La autoridad de las Santas Escrituras, por la que ellas deben ser creídas
y obedecidas, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia,
sino exclusivamente del testimonio de Dios (quien en sí mismo es la
verdad), el autor de ellas; y deben ser creídas, porque son la Palabra de
Dios. (1)

(1)2 P. 1:19,21; 2 Ti. 3:16; 1 Jn. 5:9; 1 Ts. 2:13.

El testimonio de la iglesia puede movernos e inducirnos a tener para las


Santas Escrituras una estimación alta y reverenciar; (1) a la vez que el
carácter celestial del contenido de la Biblia, la eficacia de su doctrina, la
majestad de su estilo, la armonía de todas sus partes, el fin que se
propone alcanzar en todo el libro (que es el de dar toda gloria a Dios), el
claro descubrimiento que hace del único modo por el cual puede
alcanzar la salvación el hombre, las muchas otras incomparables
excelencias y su entera perfección son todos argumentos por los cuales
la Biblia demuestra abundantemente que es la Palabra de Dios. Sin
embargo, nuestra persuasión y completa seguridad de que su verdad es
infalible y su autoridad divina, proviene de la obra del Espíritu Santo,
quien da testimonio a nuestro corazón con la palabra divina y por medio
de ella. (2)

(1) 1 Ti. 3:15.


(2) 1 Jn. 2:20, 27; Jn. 16:13, 14; 1 Co. 2:10-12; Is. 59:21.

El consejo completo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para


su propia gloria y para la salvación, fe y vida del hombre está
expresamente expuesto en las Escrituras, o se puede deducir de ellas
por buena y necesaria consecuencia. A esta revelación de su voluntad,
nada ha de añadirse, ni por nuevas revelaciones del Espíritu, ni por las
tradiciones de los hombres. (1) Sin embargo, confesamos que la
iluminación interna del Espíritu de Dios es necesaria para que se
entiendan de una manera salvadora las cosas reveladas en la Palabra,
(2) y que hay algunas circunstancias tocantes a la adoración de Dios y
al gobierno de la iglesia, comunes a las acciones y sociedades humanas,
que deben arreglarse conforme a la luz de la naturaleza y de la
prudencia cristiana, pero guardando siempre las reglas generales de la
Palabra que han de observarse siempre. (3)

(1) 2 Ti. 3:15-17; Gá. 1:8, 9; 2 Ts. 2:2; Mr. 7:5-7.


(2) Jn. 6:45; 1 Co. 2:9-12.
(3) 1 Co. 11:13, 14; 14:26, 40.
53

Las cosas contenidas en las Escrituras, no todas son igualmente claras


ni se entienden con la misma facilidad por todos; (1) sin embargo, las
cosas que necesariamente deben saberse, creerse y guardarse para
conseguir la salvación, se proponen y declaran en uno u otro lugar de
las Escrituras, de tal manera que no sólo los eruditos, sino aun los que
no lo son, pueden adquirir un conocimiento suficiente de tales cosas por
el debido uso de los medios ordinarios. (2)

(1) 2 P. 3:15, 16.


(2) Sal. 119:105,130; 19:7, S.

El Antiguo Testamento se escribió en hebreo, (que era el idioma común


del pueblo de Dios antiguamente), y el Nuevo Testamento en griego,
(que en el tiempo en que fue escrito era el idioma más conocido entre
las naciones). En aquellas lenguas fueron inspirados directamente por
Dios, y guardados puros en todos los siglos por su cuidado y providencia
especiales, (1) y por eso son auténticos. Por esta razón debe apelarse
finalmente a los originales en esos idiomas en toda controversia. (2)
Como estos idiomas originales no se conocen por todo el pueblo de Dios,
el cual tiene el derecho de poseer las Escrituras y gran interés de ellas,
a las que según el mandamiento debe leer y escudriñar en el temor de
Dios, (3) por lo tanto la Biblia debe ser traducida a la lengua vulgar de
toda nación a donde sea llevada, (4) para que morando
abundantemente la Palabra de Dios en todos, puedan adorar a Dios de
una manera aceptable (5) y para que por la paciencia y consolación de
las Escrituras, tengan esperanza. (6)

(1) Mt. 5:18.


(2) Is. 8:20; Hch. 15:15.
(3) Jn. 5:39, 46.
(4) 1 Co. 14:6, 9, 11, 12, 24, 27, 28.
(5) Col. 3:16.
(6) Ro. 15:4.

La regla infalible para interpretar la Biblia es la Biblia misma, y por


tanto, cuando hay dificultad respecto al sentido verdadero y pleno de un
pasaje cualquiera (cuyo significado no es múltiple, sino uno solo), éste
se debe buscar y establecer por otros pasajes que hablen con más
claridad del asunto. (1)

(1) Hch. 15:15, 16; 2 P. 1:20, 21; Jn. 5:46; Mt. 4:5-7.
54

El Juez Supremo por el cual deben decidirse todas las controversias


religiosas, todos los decretos de los concilios, las opiniones de los
hombres antiguos, las doctrinas de hombres y de espíritus privados, y
en cuya sentencia debemos descansar no es ningún otro más que el
Espíritu Santo que habla en las Escrituras. (1)

(1) Mt. 22:29, 31; Ef. 2:20 con Hch. 28:25; Lc. 10:26.
55

NOTA FINAL

Se puede decir que ahora entiendes básicamente lo que es la Iglesia


Presbiteriana Nacional, su forma de gobierno, su historia, y su doctrina.
Debes seguir profundizando en todo lo que compete a ser un buen
presbiteriano (na) y un buen convertido (da) al Señor. Nuestra IPNA
necesita personas comprometidas en la Misión que el Señor Jesucristo
nos ha dejado, y tú has sido llamado (da) a cumplir esta labor. La
mayordomía está implícita en este curso, pero se puede abordar en un
curso separado.

En la última hoja está el “Pacto de compromiso” que vas a firmar ante


el Señor y la Iglesia como garantía de que asumes la doctrina de
nuestra Iglesia, su Gobierno y su Disciplina, y a la vez, te comprometes
a cumplir todos tus deberes como miembro, como así también la Iglesia
se compromete a cumplir con todo lo que son tus derechos.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!


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Con fecha.........del mes de................del año.......,


Estando en las dependencias de la Iglesia Presbiteriana Nacional
de..................................,
Yo.........................................., Rut Nº................,
Firmo y comprometo mi vida para el Señor Jesucristo y esta Iglesia en lo
que compete a la doctrina, forma de gobierno, disciplina y deberes como
miembro en plena comunión. Así también, esta Iglesia se compromete
a responder con mucho amor y dedicación a todos los derechos y
obligaciones que este miembro merece.

Nombre y firma Miembro Nombre y firma Pastor

Timbre Iglesia

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