El Ecosistema Subterraneo. Conservacion PDF
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CONSERVACIÓN Y
PROTECCIÓN DE LAS CAVIDADES ANDALUZAS.
Por Juan Mayoral Valsera
EL ECOSISTEMA SUBTERRÁNEO.
Habrá que diferenciar entre las zonas de entrada a las cavidades, las galerías
cercanas a las entradas, y las zonas más alejadas y profundas. En este aspecto, algunos
autores establecen una zonación de las cavidades que considera cuatro ambientes: 1º
superficie y zona transicional; 2º: zona de penumbra; 3º: zona ventilada; 4º: zona
profunda de aire en calma. También habrá que tener en cuenta la existencia de más de
una entrada, las dimensiones de las galerías y pozos, las direcciones de las galerías, los
tipos de roca que conforman la cavidad, la presencia de cauces permanentes o
estacionales, el goteo, el arrastre de nutrientes, la altitud, el sustrato de cobertura y la
vegetación exterior, la climatología exterior, etc. Estos y muchos otros factores van a
influir en mayor o menor grado en el ecosistema subterráneo. Encontraremos en las
zonas más externas animales troglóxenos: troglófilos e invertebrados higrófilos y
lucífugos a más profundidad, y finalmente troglobios en las galerías y zonas más
profundas. Del origen, los procesos evolutivos y las adaptaciones de la fauna
cavernícola existen diversas hipótesis, en muchas ocasiones contrapuestas. De la flora
que se desarrolla en los ambientes más externos de la cavidad, donde llega la luz en
mayor o menor grado, hay que decir que representa una importante reserva ecológica
porque muchas veces incluye especies ya desaparecidas en el entorno exterior, sobre
todo en regiones de poca humedad ambiental (como el clima mediterráneo). En estas
zonas externas de las cavidades, la presencia de luz y la abundante humedad propician
la supervivencia de plantas que presentan algunas adaptaciones a este especial medio:
fototropismo positivo (crecimiento en dirección a la luz) y enanismo (simplificación del
aparato vegetativo). El equilibrio entre luz, temperatura y humedad que se da de forma
especial en la entrada a las cavidades, hace que allí se hayan conservado especies
vegetales que en el exterior no han podido perdurar (HERRERO-BORGOÑÓN, 2003).
En las zonas vadosas y más profundas de las cavidades es frecuente encontrar
una concentración de CO2 del 10% en volumen, como resultado del proceso de
disolución de la roca. En zonas con poca ventilación, esta concentración puede ser
superior, sobre todo si existen restos orgánicos procedentes del exterior o guano, ya que
la fermentación de estas materias produce éste y otros gases. En cuevas de zonas
tropicales, las altas temperaturas provocan también la producción de amoníaco y gases
nitrogenados.
También puede ser no sólo nociva, sino letal, la exposición a la luz para algunas
especies cavernícolas, lo cual también evidencia la fragilidad del ecosistema
subterráneo, adaptado a unas condiciones que han permanecido inalteradas durante
milenios o incluso millones de años. (MAGUIRE, 1960)
Se aconseja siempre realizar una fotografía del hallazgo, volver sobre los
propios pasos con cuidado de no modificar nada y comunicarlo urgentemente a los
especialistas, guardando gran discreción sobre el hallazgo, aunque se piense que no es
muy importante. Esto lo decidirán los especialistas, tras el estudio pertinente.
(ARRIZABALAGA, 1992).
Es recomendable contar con una pequeña muestra de los materiales, un simple
hueso o un fragmento de cerámica por ejemplo, que servirá al especialista para valorar
la importancia arqueológica de los mismos.
Afortunadamente, una cada vez mayor integración de los espeleólogos en los equipos
de investigación arqueológica en cavidades, está dando magníficos frutos de
colaboración. Este es el camino que marcamos para el futuro, y buena prueba de ello
son los resultados obtenidos por la colaboración de espeleólogos andaluces en las
excavaciones de Atapuerca (Burgos), Gibraltar, Zuheros (Córdoba), etc.
La teoría del riesgo asumible, que lleva a explorar nuevas cavidades y descubrir
espacios que nunca han sido hollados por el pié humano, no se contradice con una
actitud de respeto y protección a los ecosistemas subterráneos, pero necesita
implementarse de una actitud y unos conocimientos básicos para llegar a ese mínimo
impacto ambiental. La actitud de los primeros espeleólogos, a finales del siglo XIX, es
bien distinta de la presente; hoy suele existir en el colectivo espeleológico una actitud de
respeto al medio que rara vez se encontraba en el pasado. Por suerte, el desconocimiento
de las técnicas, los materiales y de la propia actividad espeleológica, ha mantenido un
régimen de visitas relativamente bajo a estas zonas kársticas; incluso –hasta no hace
mucho tiempo- se llegó a tildar de “locos” a los modernos espeleólogos, que
compaginan la faceta deportiva con la de exploradores y de auténticos ecologistas
prácticos.
En función del tiempo, las cavidades se degradan muy poco si se limita su acceso;
de forma moderada cuando la cueva es difícil y el acceso libre, y la degradación es muy
alta cuando la cueva es de acceso libre y fácil. Además, un elemento contaminante es
igualmente dañino aunque no sea percibido a simple vista; no hay fronteras ni límites en
este sentido (ORTIZ, et al. 1992). Por otra parte, arrojar basura y animales muertos a las
cavidades, ha venido siendo habitual durante muchos años, tal vez como signo de
antropocentrismo y de falta de sensibilidad y conciencia medioambiental. También
realizar pintadas en paredes, formaciones y techos, así como “recolectar” espeleotemas.
Desde hace años se vienen realizando estudios para conocer los parámetros
ambientales de diversas cuevas andaluzas, sobre todo para controlar posibles cambios
en este aspecto ante una posible antropización debida al uso turístico o espeleoturístico
de las mismas. Tal es el caso de las cuevas en yesos de Sorbas (Almería), que ha
contado con un equipo de investigadores dedicados a detectar las limitaciones
ambientales en el uso turístico de las mismas. También en la Cueva del Agua (Iznalloz,
Granada), se han realizado experiencias con visitas controladas, para evaluar el impacto
ambiental de las mismas y un posible uso como cavidad turística, analizando tanto la
alteración térmica como su recuperación tras las visitas. (CALAFORRA, et al. 2000;
SÁNCHEZ-MARTOS, et al. 2000; BRUNET, 2005). En la Gruta de las Maravillas
(Aracena, Huelva) se apreció mediante la observación de muestras con microscopio
electrónico que el uso de iluminación artificial en la cavidad ha alterado de forma
irreversible espeleotemas de calcita y aragonito, pues la flora asociada a dicho ambiente
iluminado, así como el aumento de la temperatura, concentración de CO2 y descenso de
humedad relativa, han modificado las condiciones originales tanto del agua como del
aire de la cavidad. Tras una monitorización de diversos parámetros climáticos de la
cavidad, así como del nivel del agua, se pudo comprobar la relación entre el número de
visitantes y la elevación de la temperatura, la concentración de CO2, etc., factores que
también influyen en el equilibrio químico que controla la disolución y precipitación de
los carbonatos (PULIDO-BOSCH, et al. 1997).
Otro agente a tener en cuenta por su nocivos efectos sobre el endokarst son los
incendios forestales, que afectan negativamente en el estado de conservación de las
cavidades, a su equilibrio biológico y climático. Las zonas quemadas pierden capacidad
de absorción del agua, provocando escorrentías violentas que a su vez producen erosión
en los terrenos. Esto implica, a nivel subterráneo, una progresiva descalcificación y falta
de procesos reconstructivos.
Los grupos que son guiados por las empresas especializadas en visitas a cuevas,
generalmente no disponen de suficiente número de guías preparados y de un equipo
suficiente y en buen estado. Tampoco se suele preparar a los visitantes, dedicando a los
aspectos medioambientales y de seguridad el tiempo y los medios suficientes,
explicando detenidamente la fragilidad del medio subterráneo y la necesidad de un
comportamiento específico para su protección. Las cuevas necesitan ser tratadas con
respeto, con todo cuidado. Ello no impide la realización de “proezas deportivas” en su
interior, siempre y cuando la prioridad sea la seguridad y la protección tanto de la
cavidad como de todo lo relacionado con ella: animales cavernícolas, restos
arqueológicos, concreciones, cauces, etc. El énfasis en los aspectos deportivos a veces
minimiza los otros, causando un desequilibrio que puede abocar en daños irreparables.
Sólo una formación integral adecuada de los espeleólogos puede suplir las carencias que
nunca llenarán suficientemente los aspectos técnicos y deportivos de la espeleología.
Los mejores protectores de las cuevas deben ser los espeleólogos. Afortunadamente,
también la Administración dispone de instrumentos –aunque no de suficientes medios-
para llevar a cabo una protección eficaz, especialmente en los Espacios Naturales
Protegidos. Esto ha frenado la degradación de numerosas cavidades, aunque todavía es
mucha (muchísima) la labor por realizar (RAMÍREZ, 1992).
El grupo GEOS de Sevilla realizó poco antes del año 2000 una minuciosa
limpieza en la Cueva de los Covachos (Almadén de la Plata, Sevilla), inventariando los
materiales retirados según su tipología. (ÁLVAREZ, et al. 2000).
Es una actividad que cada vez más aplican los clubes espeleológicos en relación
con el voluntariado. Como bien expresa González Ríos: “…se vislumbra una
pequeñísima luz de esperanza para aquellas cavidades por descubrir; los espeleólogos
cada vez se preocupan más por la conservación del medio subterráneo, y ya no es raro
ver equipos de expedicionarios que sacan al exterior de la cavidad todo lo que
encuentran ajeno a la misma, inculcando a las nuevas generaciones el cariño, el respeto
y el saber vivir en armonía dentro de las cavidades, permitiendo como mucho la toma de
fotografías, fieles testigos de las bellezas creadas por la naturaleza”. (GONZÁLEZ,
1994).
Los cepillos de púas de acero, combinados con pequeñas bombas manuales de agua
a presión, son muy eficaces para quitar pintadas de carburo e incluso de pinturas
plásticas. Para limpiar pintadas con este sistema es necesario utilizar también guantes y
gafas protectoras.
Los restos orgánicos que se encuentran en las cuevas ofrecen un doble peligro: por
un lado la posibilidad de infección en el caso de animales muertos en estado de
descomposición; y por otro, la posibilidad de que existan en sus cuerpos bajo la piel
bolsas de ácido sulfídrico o algún otro gas venenoso que se desprende e los procesos de
degradación orgánica. El ácido sulfídrico es mortal; su inhalación produce
instantáneamente la muerte, por lo que la precaución en la manipulación de los restos de
animales que suelen encontrarse en las entradas de las cuevas es vital (MELGAR,
1991).
De lo visto, se deduce la necesidad de formar previamente a los participantes en una
actividad de voluntariado medioambiental subterráneo, tanto a nivel técnico como
higiénico y logístico.
Sin duda alguna, la clave está en la educación. Es necesario llevar a las escuelas
y a la sociedad en general una serie de mensajes simples y contundentes: las cuevas son
frágiles, hay que respetarlas y cuidarlas al máximo. También es importante la inclusión
en los estudios de Ciencias Ambientales de una materia denominada “Protección del
Medio subterráneo”, que desarrolla temas de gran interés para la conservación del
medio.
Por fortuna, cada vez son más las organizaciones implicadas en la protección de
las cuevas y del medio ambiente subterráneo, así como las leyes que reflejan la voluntad
de esta protección de cavidades. En nuestra comunidad autónoma, además del esfuerzo
realizado por la Federación Andaluza de Espeleología y por la propia Administración, el
colectivo espeleológico está cada vez más motivado y concienciado de los aspectos
medioambientales, y buena prueba de ello son las referidas campañas de limpieza de
cavidades y la inclusión en las actividades divulgativas de todos estos aspectos
ecológicos. En muchos países, hace años que se viene realizando un esfuerzo legal para
evitar el deterioro del patrimonio y de los ecosistemas subterráneos, especialmente a
partir de la segunda mitad del siglo XX, con importantes medidas y fuertes sanciones.
Algunos estudios vinculan claramente la protección de los recursos kársticos a la
conciencia pública, los conocimientos técnicos, la estructura socio-cultural, las leyes y
la eficacia de la Administración, optimizando la protección en una adecuada
combinación de todos estos elementos (HUPPERT, 1995; EKMEKÇI, 1996).
Si alguna vez sois testigos de actos vandálicos o agresiones de cualquier tipo a una
cavidad, no dejéis de comunicarlo al Centro Andaluz de Protección de Cavidades y su
Entorno ([email protected]) y a las autoridades. Recoged todos los datos
posibles (matrículas de coches, nombres, etc.) y comunicarlo a la mayor brevedad.