Dime Qué Vistes y Te Diré Quién Eres
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RESUMEN
La escritura de El Torito
En su trabajo sobre el discurso republicano del rosismo, Jorge Myers da cuenta de las
torsiones que sufrió el concepto de opinión pública durante el régimen. Si para los
rivadianos era central la diferencia entre opinión pública y opinión de estado, en los años
de hegemonía rosista la línea divisoria entre una y otra se fue tornando borrosa y la
opinión pública tendió a ser absorbida en la esfera oficial. En ese contexto, la prensa,
como uno de los discursos más relevantes de la opinión ciudadana, se vio sometida a un
proceso de progresiva restricción, que se endureció de manera definitiva hacia 1835
cuando Rosas asumió su segundo mandato luego de una lucha encarnizada con otras
parcialidades del federalismo (Myers, 2011: 28). El Torito de los Muchachos, que vio la
luz en el año 30, apareció entonces en una situación de relativa libertad porque, si bien ya
estaba prohibido escribir a favor de la causa unitaria, todavía en esa fecha era admisible
disentir hacia el interior de las filas federa
les. Más aún, dado que la carrera periodística de Pérez culmina en el 34, se podría
decir que es ese espacio de disenso y precaria libertad donde se halla el verdadero perfil
del periodista.
La libertad de la que Pérez goza se mide sobre todo por su opción de hacer propaganda
del régimen a través de una escritura peculiar. De hecho, la violencia de su Torito no solo
estaba dirigida a los unitarios, sino que era ejercida también contra la intelectualidad
rosista y el código escrito del que esta hacía uso y, por extensión, contra los órganos de
prensa federales que estaban en su poder. En relación a esto, Ángel Rama en La ciudad
letrada, concibe a la lengua escrita como un factor central de poder en sociedades de
mayoría iletrada y dilucida la manera paradójica en la que se canalizan las resistencias a
la escritura:
Todo intento de rebatir, desafiar o vencer la imposición de la escritura pasa
obligadamente por ella. Podría decirse que la escritura concluye absorbiendo
toda la libertad humana, porque solo en su campo se tiende la batalla de nuevos
sectores que disputan posiciones de poder. (2004: 82).
Como si la ilustración de la figura taurina acercara todavía un poco más las palabras
a las acciones, la imagen impresa refuerza los efectos inmediatos y pragmáticos que
persigue la escritura militante del periódico. Así, cuando el Torito toma cuerpo en el
periódico, las posibles víctimas de sus violentas embestidas sustraen sus cuerpos del
espacio público
esta utilización de la imagen, que intensifica la performatividad de la escritura
periodística partidaria, será aún más evidente desde el número 5, a partir del cual la viñeta
de corte neoclásico presente en los cinco primeros números es reemplazada por la
litografía de un toro en posición de embestir.
Asimismo, la opción por una lengua opuesta a la norma culta, que en términos
estrictamente partidarios podría vincularse con las bases populares de apoyo con las que
contaba el rosismo, asocia el proyecto de escritura de Pérez con la poesía gauchesca. En
efecto, el periodista, cuyas gacetas se escriben en verso, hace uso del mecanismo central
del género gauchesco atribuyéndole la enunciación a un gaucho, que en el caso deEl
Torito lleva el nombre de Juancho Barriales. Así emerge en sus páginas, por primera vez
en la historia del género, el “gaucho gacetero”. Esa enunciación ficticia insiste en la
colocación de sus producciones en una relación tensa con la élite letrada y su
modelización de la escritura. Porque, como sostiene Lucero, “hay algo del orden de la
réplica en la lengua gauchesca misma, una lengua que se define menos por sus glosarios
específicos que por su pendenciera y corrosiva relación con la lengua estándar” (2003:
28).
La escritura plebeya de Pérez, gaucha y suburbana, cuyas voces se multiplican
haciendo de sus periódicos verdaderos mosaicos poligráficos (el gacetero ficticio de El
Torito, Juancho Barriales, recibe cartas de lectores, colaboraciones de aliados; también
llegan a sus manos poemas unitarios que publica retrucándolos desde las notas al pie), le
da visibilidad pública a sujetos que antes no gozaban de esa prerrogativa en tanto los
habilita a participar, nada menos que a través de la prensa periódica, de la esfera pública
de discusión política. Así como los sectores marginales de la sociedad colonial
manipulaban la vestimenta para encontrar un espacio propio en una sociedad gobernada
por las categorías de raza, género y lugar de nacimiento (Meléndez, 2005: 24-29), ¿no
puede pensarse que el editor deEl Torito manipula las letras móviles de la imprenta para
(in)vestir de escritura a paisanos y orilleros, en otras palabras, a los muchachos? La
escritura funcionaría aquí como la vestimenta, constituiría algo así como la llave de
acceso a la ciudad y brindaría la posibilidad de codearse con las producciones
periodísticas de la élite letrada.
La vestimenta
A manera de conclusión
Como vimos, Pérez defiende como manera legítima de expresar adhesión a la causa
federal una forma no escritural frente al federalismo “de opinión escrita” que identifica
con los periodistas cultos, sus diarios y sus lectores. Justamente, la adhesión por la
apariencia era una manera de manifestación política para aquellos que no podían acceder
a través de su escritura al espacio público de discusión. Otra vez lo que se cuestiona son
las prerrogativas políticas que los letrados obtienen del monopolio sobre la lengua escrita.
Si en el primer apartado vimos cómo se combatía este monopolio “violando” la norma
culta, en la polémica por el uso de las divisas se disputa su poder negando que la escritura
sea un instrumento necesario y exclusivo para la intervención política. De esto se deduce
un aspecto central de la pedagogía política que Pérez hace andar en sus gacetas: la
escritura tal como la practica la élite letrada permite la participación en la comunidad
federal, pero no la agota. Hay otras maneras de acceso a ella, más democráticas si se
quiere, como escribirle una carta al Torito o llevar en el pecho la divisa federal.
Bibliografía
Fuentes
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Notas
[*] Prof. y Lic. en Letras. Doctoranda de la Facultad de Filosofía y Letras – UBA.
CONICET
[1] La primera gaceta conocida de Luis Pérez se llamó El Gaucho y fue publicada en
1830, durante los meses anteriores a que saliera El Torito. Sobre las otras
gacetas de Pérez y sus hojas sueltas, véase el texto Jorge B. Rivera referido en la
bibliografía.
[2] Las divisas federales eran cintas de tela (de seda, de zaraza, de sarga) que tenían