El Aborto Segun La Filosofia
El Aborto Segun La Filosofia
El Aborto Segun La Filosofia
PSICOLÓGICAS
Lo tratado en la anterior publicación hablaba que existen diferentes tipos de
consecuencias, ahora hablaremos sobre las consecuencias psicológicas, las que afectan
mucho a la madre.
Aquí está una lista de los varios efectos psicológicos que se pueden dar:
* Culpabilidad.
* Estrés producido por el Síndrome Post-Aborto
* Impulsos suicidas.
* Sensación de pérdida.
* Sentimiento de luto.
* Pesar y remordimiento.
* Pérdida de confianza en la capacidad de toma de decisiones.
* Inferior autoestima.
* Conducta autodestructiva.
* Ira/ Rabia.
* Desesperación.
* Deseo de recordar la fecha de la muerte.
Quisiera destacar y analizar determinados aspectos del aborto que, en la mayoría de los
casos, suelen quedar en sordina. Empezaré por replantear cuál es la más radical condición
del hombre y si el conjunto de argumentos para justificar todos o algunos de los casos de
aborto están o no de acuerdo con la cabal naturaleza y dignidad del ser humano. La
ausencia de fundamentos metafísico-antropológicos denotaría falta de hondura.
La anulación óptica del amor a la persona que no sólo es, como se ha dicho en clásica
definición, substancia individual de naturaleza racional, sino centro de amor e imputación
amorosa, configura intrínsecamente el procedimiento técnico del aborto como un acto
criminal que involucra a sujetos activos y a cómplices. El aborto ciega la vida del embrión
o del feto, lesiona gravemente la dignidad y la honestidad de las personas que lo provocan
y constituye una ofensa contra la índole personal del Ser supremo. El “ordo amoris”,
único adecuado a la grandeza y dignidad de la persona, se ve reemplazado –de modo
incondicional y absoluto- por la sinrazón de la técnica o tecnología asesina.
La vida humana tiene una textura ética. No se trata de algo que se puede o no se puede
tener, sino de que la existencia del hombre, antes de ser honesta o inhonesta, es moral. En
este sentido, cabe hablar de la moral como estructura, antes que de la moral como
contenido.
Las acciones humanas, para ser verdaderamente humanas, tienen que tener justificación.
En tanto en cuanto el hombre prefiere la realidad buena, queda justificado. La
justificación como ajustamiento a la realidad es lo que Zubiri llama la moral como
estructura. La justificación como justicia (norma ética) es la moral como contenido.
Personalmente pienso que la ética constituye un capítulo esencial de la Antropología
Filosófica, puesto que el hombre tiene una dimensión ética constitutiva e insoslayable. La
forma suprema de la moralidad “sub ratio” es la referencia al sentido último de la vida.
La relación del hombre con su fin y la relación del acto con su objeto constituyen la doble
relación de la moralidad. La sindéresis nos dicta lo que, en general, debemos hacer y lo
que debemos omitir. La conciencia aplica la regla general al caso concreto. Por eso se
dice que la conciencia es la norma próxima de moralidad. Pero la conciencia debe estar
informada por la ley natural. Porque la conciencia no dicta soberanamente la ley a sí
misma, sino que se limita a aplicarla mejor o peor. ¿Cómo se determina entonces lo que
es bueno y lo que es malo? Santo Tomás contesta a esta pregunta diciendo que por la ley
natural. La Ley Natural es la participación de la ley eterna en la criatura racional. Cabe
decir, en buena tesis, que la ley natural restringe la voluntad ilimitada y constituye, en
consecuencia, un dictamen preceptivo. No es que funde el ser moral, sino que lo
presupone. La realidad humana es constitutivamente moral. En rigor, un acto puede ser
deshonesto, pero nunca inmoral. La ética tiene como objeto formal el estudio de los actos
en cuanto buenos o malos; los hábitos en cuanto virtudes o vicios; las formas de vida
desde el punto de vista moral y lo que a lo largo de la vida hemos querido y logrado o
malogrado ser hasta el instante de la muerte. Bondad y malicia penden de la recta razón.
Es preciso considerar el acto en su realidad plenaria.
La vida humana, haciéndose día a día, va configurando el ethos. Llevamos, cada uno de
nosotros, el peso de la vida eterna configurada moralmente. Nuestras virtudes y nuestros
vicios nos inclinan a unos actos o a otros, facilitan o dificultan la virtud. Lo importante,
al final de cuentas, es lo que hemos hecho con nuestra vida y con la vida de los otros.
El ethos sólo puede configurarse a través de los actos y los hábitos.
El bien es la perfección del ente, lo que de un modo o de otro le conviene, le es debido.
El mal es la imperfección del ente, la carencia de aquello que se le debe. La ética considera
voliciones libres en su contextura moral, es decir, en cuanto están encaminadas a realizar
el bien que engendra hombres honestos.
Todo ser, en cuanto es –afirma Baruch Spinosa en la tercera parte de su Ética- tiende a
perseverar en su ser. Yo doy un paso más y siento como axioma, en la antropología
filosófica, que todo ser humano en cuanto es, tiende a ser en plenitud. El embrión es
persona y es vida humana en gestación y tiende a perseverar en su ser con un signo de
plenitud. Mientras más profundizamos en la muerte, más advertimos su carácter de
truncamiento en el sentido de que la vida tiende a seguir viviendo. La muerte es la
disolución brutal de la unidad viviente. Es liquidación existencial. El óvulo fecundado
por el esperma –semilla humana- es producto heterosexual con tendencia a perseverar y
a alcanzar la plenitud humana. En el huevo humano o en el feto viable ya hay vida. Pueden
advertirse operaciones nutricionales, metabolismo y auto teleología en cualquier embrión
humano. Con la madre sólo está vinculado extrínsecamente. No cae decir que el huevo
humano, o el feto, es un pedazo de la madre, una excrecencia o derivación de su cuerpo.
Trátese de una individualidad nueva, de algo distinto al ser materno, con propio código
genético. Los partidarios del aborto también fueron óvulos fecundados, y niños, y
adolescentes antes de ser adultos.
Llamase aborto a la interrupción del embarazo antes de la viabilidad fetal con expulsión
del producto heterosexual y sus membranas. Dejemos a un lado el aborto involuntario,
debido a sus causas patológicas, que no interesa en el examen ético. Quedémonos con el
aborto provocado, intencional, voluntario. No importa si se le llama terapéutico,
profiláctico o eugenésico, lo que cuenta es la deliberada voluntad de provocarlo. Para no
entretenernos demasiado en el análisis de estos tipos de aborto, bástenos decir que el
aborto terapéutico encubre, la mayor parte de las veces, abortos innecesarios, y que las
indicaciones médicas para abortar han desaparecido prácticamente como justificatorias.
Resulta grotesco considerar al embrión o al feto como un enemigo de la madre, que es
preciso asesinar.
Históricamente el aborto ha sido combatido, la mayoría de las veces, aún en los casos de
rapto, violación, incesto, honor personal. El Código de Hammurabi castigaba el aborto
con sanciones económicas y, en ciertos casos, hasta con la muerte. Asirios y babilonios
promulgaron leyes análogas a las de los hititas. Los egipcios protegieron el embrión
humano. La literatura de los vedas, en la India, el Código de Manú y el Zend-Avesta, en
Persia, condenaron enérgicamente el aborto. Licurgo, el legislador espartano, consideraba
detestable a la mujer que abortaba. Hipócrates condenó, por igual, los anticonceptivos y
el aborto. El Derecho Romano en la época de decadencia del Imperio, permitió el aborto
pero, posteriormente, se reacciona y se califica el aborto como hecho indigno y dañino
para la sociedad. El cristianismo siempre ha condenado el aborto en cualquier momento
del desarrollo del producto. La animación del huevo humano, como justamente advertía
San Basilio, es inmediata. A partir de la Segunda Guerra Mundial, la escalada mundial
para legalizar el aborto es un síntoma de hedonismo y de la aguda crisis moral que padece
la humanidad de nuestros días.
La norma “no matarás” es una norma de Derecho Natural. Quiero decir que es una norma
cognoscible por la sola razón natural del hombre y congruente con su cabal naturaleza
individual y social. Norma evidente, suprema, inderogable. El aborto absolutamente libre
y a simple pedido es intrínsecamente malo por constituir un asesinato.
Esta lacra social no puede ser justificada jamás. Si se nos quiere hacer creer que matar es
una práctica moralmente lícita, en el caso del aborto, como supuesto derecho de
autodeterminación de la mujer, habría que abdicar de las pautas morales y de lahumanitas
misma. Es feto es un ser vivo homonizado. Ni la madre ni nadie puede ostentarse como
dueño o propietario de ese ser vivo homonizado. Matar al embrión o al feto no es disponer
libremente del propio cuerpo. Porque el cuerpo de la mujer sólo es albergue, lugar donde
se desarrolla el producto de la concepción. No hay derecho a disponer de vidas ajenas,
como no hay derecho a quitarse la propia.
La moral y Derecho Natural protegen toda clase de bienes. Si se protegen los animales y
las semillas de cereal, ¿por qué no habrá de protegerse la semilla humana? “¿Bajo qué
escala de valores nos deberíamos de colocar –pregunta Eugenio Trueba Olivares- para
aprobar el aborto, so pretexto de que el huevo humano no vale nada por constituir sólo
una indeseada protuberancia de la mujer? Por otra parte, es falso que la persona tenga
irrestrictas facultades de disposición sobre sí misma o sobre sus partes. Lícitamente nadie
debe causarse daño a sí mismo y la mutilación está también prohibida. De suerte que el
argumento que analizamos tampoco vale por estos motivos, además de que nadie podrá
aceptar que la madre que aborta se mutila, lo cual es otra prueba de que un hijo en
formación no constituye realmente parte de su cuerpo”(1). La repulsión misma a ser
madre no puede ser causa moralmente justificada para destruir a un ser vivo. Un ser vivo
que tiene derecho a vivir aunque no haya pedido su existencia, un ser vivo que la
insobornable naturaleza ha confiado al seno materno, un ser vivo cuya vida no puede
quedar sujeta a nuestro arbitrio o a nuestro capricho. La bondad o la maldad del aborto
no dependen de eventuales o cambiantes deseos, ni de circunstancias ni situaciones. La
sacralidad de la vida humana está más allá de la pura decisión personal. La voluntad no
es la fuente de la normatividad. Los valores no dependen de la fantasía ni del deseo. Y el
crimen produce caos, ulcera la vida de convivencia, introduce el caos y el remordimiento.
Gobiernos moralmente poco escrupulosos levantan la prohibición legal del aborto en aras
de la profilaxis y para evitar la clandestinidad. Se habla, en tono dogmático, de la “fuerza
de los hechos”. Pero bien sabemos que la conducta ilícita no deroga la norma, que la
pretendida “fuerza de los hechos” no puede transformar lo malo en bueno, que el asesinato
no deja de serlo por su grado de facticidad. Una vida vale por lo que intrínsecamente es
y no por la voluntad de los padres, de los médicos o de los legisladores. La exigencia
normativa del precepto “No matarás” no cesa porque se establezcan clínicas higiénicas o
sucias clínicas clandestinas. Aunque haya millones de abortos nunca habrá,
razonablemente, millones de motivos para seguir asesinando. Todos los abortos habidos
y por haber no derogan las normas morales. Todos los días se cometen delitos de
homicidio, de robo, de fraude y a nadie se le ocurre derogar las normas penales que los
proscriben. Si se llama la “fuerza de los hechos” a la industria del aborto en algunos
países, no habrá diferencia entre la sociedad humana y la selva. Acaso en la selva habría
mayor fidelidad a la naturaleza, porque nunca encontramos abortos inducidos en las
hembras.
El aborto ha cobrado más víctimas que la guerra, a decir del doctor Seymour Kurtz. Los
horrores de la industria del aborto son descritos, de manera patética, por Michael
Litchefield y Susan Kentish, en un estudio intitulado “Niños a la Hoguera”. He aquí un
significativo texto: “La clínica es como un matadero. Las jóvenes son colocadas en filas
y se les hace abortar una tras otra, en forma de que ven y oyen lo que les están haciendo
a las que las preceden en la cola… Los médicos y las enfermeras se mueven en un
charco de sangre que salpica hasta las paredes. A los fetos, niños en miniatura, se les
deja caer al suelo desde el vientre de la madre. Nadie los recoge y las que vienen atrás
pueden contemplar las consecuencias de tal carnicería. Sólo cuando llega la noche se
procede a limpiar la sala. Para entonces, toda ella está cubierta de sangre y de fetos.
Luego se deshacen de ellos quemándolos”
Vivimos en épocas de crisis. Hemos perdido, en buena parte, el sentido crítico, el ejercicio
lógico, y nos hemos desmoralizado radicalmente. En medio de una sociedad hedonista,
blandengue, pragmática, egoísta, se presenta un desquiciamiento de las costumbres, un
desenfreno de tipo sexual, una justificación de las debilidades humanas, una obsesión
grotesca del sexo y una práctica cotidiana de la violencia. Por eso se habla de la
“insurgencia”, del “salvaje innoble”, del “simio en calzones”, como lo llama Duncan
Williams. No sólo estamos dilapidando el legado moral y cultural, ladrillo por ladrillo,
sino que estamos tratando de justificar la destrucción. No es el hombre el que debe estar
sujeto al instinto sexual, sino el instinto sexual es el que debe estar sujeto al hombre. Por
algo Scheler denominó al ser humano como “el único animal asceta de la vida”. El único
que le dice “No” a la naturaleza. Y no es que tratemos de satanizar el sexo, sino tan sólo
de ponerlo al servicio del amor personal. No es de extrañarse que en una civilización
radicalmente hedonista, sensualista y sexualista cunda el aborto y se multipliquen las
pretendidas justificaciones. El tráfico hedonista egolátrico y del erotismo degenerado
hace sus víctimas, pero no deroga los imperativos morales. Ni el placer, ni el deber por el
deber, sino el placer y el deber por la persona y para la persona cara a su último fin.
La muerte de un ser humano inocente no puede justificarse jamás ante la religión, ante la
ética, y ante el Derecho natural. En la fecha en que se conmemora el día de los santos
inocentes asesinados por órdenes de Herodes, Juan Pablo II quiso fustigar las prácticas
abortivas hablando a 600 médicos italianos que se han negado a realizarlas pese a la ley
que las autoriza: “Quiero expresar mi sincera admiración –dijo el Sumo Pontífice en su
alocución del 28 de diciembre de 1978- por todos los saludables esfuerzos que, siguiendo
los dictados de sus conciencias, realizan los médicos, resistiendo diariamente las
tentaciones, las presiones, las amenazas y también la violencia física, para no mancar a
través de su comportamiento, en alguna forma dañina, el bien sagrado que es la vida
humana”.
La licitud del aborto implicaría un derecho sobre la vida ajena completamente arbitrario.
Acarrearía la descomposición social y moral, con la consiguiente negación de toda vida
que ajuste a pautas racionales. El feticidio, la embriotomía y el aborto directamente
provocado implica un homicidio anticipado –si el feto es aún inanimado- o un homicidio
actual, porque la vida comenzó en el claustro materno.
Quienes provocan el aborto a la mujer que se haya en estado de gravidez, con sus malos
tratos, o quienes le exigen a esa mujer un trabajo o esfuerzo excesivo, no están exentos
de culpa. Resulta lícito administrar a la madre un remedio directamente curativo, en caso
de necesidad, aunque ese remedio pudiera ser indirectamente nocivo para el feto. Lo que
no autoriza la moral es provocar directamente el aborto ni practicar la craneotomía.
Hagamos votos porque se forme una conciencia universal en torno al aborto como uno de
los mayores crímenes contra la humanidad. Esperemos que la comunidad internacional
tipifique alguna vez ese delito como de carácter interestatal. Mientras no se borre ese
homicidio de inocentes de las conciencias y de las leyes, no podrá haber paz genuina ni
justicia completa.
INTRODUCCIÓN
DESARROLLO
A menudo oímos decir, por parte de aquellos que están a favor del abortocosas que nos
confunden y que muchas veces por falta de otra información llegamos a tomar como
verdades absolutas, es por eso que debemos tener en claro algunas cosas sobre el aborto.
http://www.monografias.com/trabajos/abortofilo/abortofil
o.shtml
https://juliantonio.wordpress.com/2009/10/04/el-aborto-
una-vision-desde-la-filosofia-moral/
http://www.filosofia.mx/index.php/foros/viewthread/234/
http://www.filosofia.mx/index.php/perse/archivos/los_fun
damentos_filosoficos_de_la_ilicitud_del_aborto
http://www.academia.edu/373514/La_cuesti%C3%B3n_d
el_aborto._Una_perspectiva_filos%C3%B3fico-
jur%C3%ADdica_de_un_problema_%C3%A9tico-moral
http://www.embarazoinesperado.com/consecuencias.htm
http://scielo.sld.cu/scielo.php?pid=S0138-
600X2010000300011&script=sci_arttext
ANEXO: