La Biblia Como Obra de Arte

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 10

La Poética de Dios

Dios ha hablado se ah revelado a sí mismo. Pero cómo es posible que el


hombre pueda entender el lenguaje de Dios, como el ser humano ha
interpretado ese lenguaje. Mucho se ha dicho sobre lo que Dios revelo de sí
mismo y varias han sido las interpretaciones. Sin embargo poco se ha dicho
sobre el cómo se ah revelado es decir cuál es el lenguaje que Dios utilizo,
cómo es posible que Dios y el hombre tengan una comunicación y más aun
una comunión.
Dios tuvo que dar una solución al cómo hablar y ser entendido o al menos
escuchado, tuvo que crear su propia poética, una manera en la que toda su
soberanía y su majestuosidad pudieran ser escuchadas por el ser humano y en
sus pocas posibilidades entenderla.
Así la creación de Dios comienza con el universo, los cielos y la tierra. La
naturaleza es la primera forma de comunicación de Dios para con el ser
humano, es a travez de esta que comunica su grandeza su omnipotencia pero
también la voluntad de ser escuchado y de compartirse con su creatura es
decir con el otro. Así a lo largo de la historia dios fue encontrando una solución
artística para comunicar de mejor manera su voluntad y su mensaje.
Tanto la profecía como la poesía fueron también herramientas artísticas de
Dios, los profetas mensajeros del oráculo divino tienen la posibilidad de ser
usados como tinta y papel o como altavoces de la voluntad divina. Así de igual
forma el texto bíblico es una manera de expresión de Dios. Dos se convierte a
sí mismo en el primer creador verbal un artista divino, un creador superior a
cualquiera pues crea a partir de la nada.
Es pues una necesidad humana el poder entender y descifrar el lenguaje de
Dios. Lo expresado en la creación así como por los profetas, en el texto bíblico
y por supuesto lo revelado por Jesucristo son maneras artísticas del lenguaje
de Dios.
Para hacer un breve acercamiento a la poética de Dios, se tendrá que
desmenuzar paso a paso lo que de Dios se puede conocer. Tomando como
herramienta el Proceso de Aproximaciones Sucesivas y Acumulativas que
involucra de manera práctica, en el análisis e interpretación de un texto artístico
al autor, al texto y al lector; es decir la poética narrativa, a partir de ciertos
elementos (acontecimiento; imagen y voz de los personajes y el narrador;
tiempo; espacio; autor y lector), donde uno lleva a otro y así sucesivamente
acumulando éstos para mejor conocimiento y aprehensión del texto,
modificando en el lector su posición y perspectiva con respecto a él.

Capitulo 1 la Biblia como obra de arte.

Desde siglos la Biblia ha sido considerada como una de las obras más
importantes de la literatura universal, pero en realidad pocos han sido los
esfuerzos por someter el texto bíblico a un estudio crítico fundamentado en la
teoría literaria; posiblemente, porque se considera que al catalogar a la Biblia
como un texto literario pierde su valor espiritual y religioso. Lo cual es,
prácticamente, imposible puesto que de hecho la intención de los textos
sagrados es religiosa.

Hoy se sabe que en la interpretación de la Sagrada Escritura es imposible


desprender el mensaje de su forma literaria; es decir, el autor adopta una forma
estética para exponer o expresar su pensamiento. Éste toma en cuenta la
transmisión de su mensaje; ya que la forma en que diga o construya lo que
quiere decir (el mensaje) afectará directa o indirectamente al receptor.

Para el análisis e interpretación de un texto artístico, en este caso La Biblia, es


importante analizar o, por lo menos, hacer un pequeño acercamiento al autor,
al texto y al lector. Con otras palabras, es necesario dar cuenta la poética
narrativa o estructura y composición del texto. Así, se pueden encontrar, dentro
éste, elementos como el acontecimiento; la imagen y voz de los personajes y
del narrador; el tiempo; el espacio; sin olvidar, claro está, al autor y al lector.
Dentro de la poética narrativa cada elemento lleva a otro con la intención de
modificar en el lector su posición y perspectiva con respecto al texto.

De esta manera, en el presente trabajo se abordará la importancia de la


profecía en la vida del pueblo de Israel y de cómo Dios ha utilizado la literatura
para refigurar la conciencia de su pueblo, brindarle esperanza, consuelo,
libertad y salvación.
La Biblia es, al margen de otras consideraciones, una obra literaria en la que
convergen grandes genios de la literatura, Decía el escritor Juan Rulfo que “la
literatura es mentira, pero de esa mentira sale una recreación de la realidad;
recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la
creación” (Huamán, 2007: 11); si se sigue lo dicho por Rulfo: “la ficcionalización
no es ajena a recrear desde la imaginación una parte de la historia y, por lo
tanto parte de la memoria” (Huamán, 2007: 11 y 12). Con esto no se quiere
decir que lo contenido en la Biblia sea mentira, sino más bien es una recreación
de lo vivido, de la historia contenida en la memoria de las comunidades
hebreas recogida de la tradición oral y vertida en escritura por los
compiladores-autores bíblicos.

Así, dos de los elementos más recurrentes en las narraciones bíblicas son la
poesía y la profecía medios por los cuales se puede conocer el actuar de Dios
y los designios para con su pueblo. Textos como Salmos, el cantar de los
cantares, proverbios etc. son una muestra de la creación poética del pueblo
hebreo. Isaías, Jeremías, Amos, Óseas etc. son a su vez modelos de la
producción profética de Israel.

Dice Emilio Abreu Gómez en Canek que:

-En los libros se dice lo que es un profeta y también lo que es un


poeta. Se dice esto pero muchos lo han olvidado. Es bueno
recordarlo. Es profeta el hombre que puede mirar el rostro de Dios;
en su resplandor aprende a distinguir la verdad, de la mentira. Por
eso le es dable hablar de lo que habrá de suceder en el tiempo. Es
poeta el que recibe en su rostro la Mirada de Dios. Por eso le es
dable distinguir la belleza, de la fealdad. Los profetas tuvieron
permiso para guiar a los hombres que vendrá. Los poetas tienen
licencia para guiar a los hombres que son. Unos y otros, cuando
tienen conciencia del dolor, hacen el bien. (Abreu, 1996: 92).
En la historia del pueblo de Israel tanto profetas como poetas cumplen una
función no muy distinta a la que Emilio Abreu describe en su novela. Anunciar y
denunciar, dar testimonio de la creación y acción de Dios en el mundo. Sin
embargo, no pierden su condición de hombres: imperfectos, débiles, sensibles;
pero llamados a ser luz y palabra para con sus iguales.

El profeta.
Mensajero y no mensaje, cuchara y no miel sino valiosa cuchara.

La palabra profeta deriva del griego προφήτης (profétes), cuyo significado


etimológico es el de "hablar en nombre de", "ser portavoz" de otro. En hebreo,
se nombra de dos formas, la primera es "nabi" que significa "el que ha sido
llamado", "el que tiene una vocación". El otro nombre es "roéh" o "choséh" que
quiere decir "el vidente", el que ve lo que Dios le muestra en forma de visiones,
ensueños, etc. Ambos nombres expresan la idea de que el profeta es
instrumento de Dios, hombre de Dios que no ha de anunciar su propia palabra
sino la que el Espíritu de Dios le sopla e inspira. Se le llama popularmente
"profecía" a la predicción de eventos futuros que no pueden ser conocidos por
medios naturales; pero la palabra hebrea “hozeh” (profecía) abarca mucho
más. Se trata de una “visión” o “revelación interpretada”. El profeta es enviado
por Dios a proclamar al pueblo la verdad que conduce, es enviado a la
conversión y a la obediencia.

De hecho no tenemos otra fuente de información que ilumine la persona y


función del profeta más que el Antiguo Testamento (AT) mismo, que debe
tratarse como documento original de primordial importancia. De principio eran
portadores de la Palabra de Dios, esta palabra no se presentaba como mera
opinión, como si Dios deseara que su pueblo se enterase del punto de vista
divino, antes de tomar sus propias decisiones; constituía, más bien, en la
convicción del profeta de que la proclamación de la palabra de Dios era capaz
de cambiar, radicalmente, la situación total.

Esta palabra que llega al profeta es más fuerte que él y no la puede acallar:
“habla el señor Yahvé, ¿Quién no va ha profetizar?” (Amos 3-8). Fueron
seducidos, llamados de forma irresistible: “Yo decía: no volveré a recordarlo, ni
hablare jamás en su Nombre. Pero había algo en mi corazón así como fuego
ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba para ahogarlo, no
podía”. (Jeremías 20-9). Es posible que no siempre el profeta fuese conciente
de que su palabra era palabra inspirada, es más probable que, simplemente,
alzaran la voz, debido al alto nivel de injusticia, corrupción, hambre y
desigualdad de su época, lo que denota una gran sensibilidad a la pobreza y la
cruel realidad en la que se desenvolvían.

Por otro lado, es de rescatar las distintas formas en las que el profeta se las
ingeniaba para hacer llegar el mensaje al pueblo. En varias ocasiones
Brueggemann describe como los profetas lucharon por convencer al pueblo de
Dios de la necesidad de una “contra-imaginación”, una visión de la realidad
contraria a la del poderoso que las instituciones religiosas legitimaban como
ciertas (Brueggemann, 1986). A menudo los profetas apelaban a la memoria
del pueblo recordando la providencia gracia y fidelidad de Dios a pesar de la
rebeldía e infidelidad de parte del pueblo mismo. El profeta no es un adivinador,
un presagiador de acontecimientos futuros ni la profecía debe ser reducida a
"injusta indignación" entendida como "acción social".

Concierne al ministerio profético llevar a un auténtico confrontamiento las


exigencias de la tradición y la situación del momento presente. Es decir, el
profeta está llamado a ser un hijo de la tradición (de la memoria) que se ha
tomado en serio la tarea de recrear su propio entorno social. Es el hombre
capaz de discernir con la suficiente velocidad los puntos de coincidencia y de
desacuerdo de dicha memoria con la situación eclesial del momento.

Es, entonces, de suma importancia la forma en que el profeta o los autores de


los libros proféticos recreen la historia a través de la prefiguración o el proceso
de configuración del texto; Es decir, la composición de la trama se enraíza en la
pre-comprensión del mundo de la acción; de sus estructuras inteligibles, sus
recursos simbólicos, y de su carácter temporal. Cabe recordar que las
narraciones proféticas no se escribieron en el momento en el que sucedieron
sino que son una recreación de las comunidades posteriores, las cuales la
dotan de una estructura propia o fundamentada en un conocimiento previo de
lo que ha de suceder.

Luego tenemos la configuración, la propia configuración del texto, que puede


responder o no al mundo exterior. Es innegable que el tiempo en que se
desarrolla la vocación de los profetas es un tiempo real con acontecimientos
específicos, pero al ser ya las narraciones finales, transmitidas de generación
en generación, se puede hablar de una recreación; pues sería casi imposible
contarlas tal cual sucedieron, debido a que el redactor final posee un Espacio
de experiencias y un Horizonte de expectativas diferente y mucho más amplio.
Así la construcción de la trama engendra igualmente la inteligibilidad mixta, el
tema, “el pensamiento” de la historia narrada y la presentación intuitiva de las
circunstancias, de los caracteres, de los episodios, y de los cambios de fortuna
que crean el desenlace; y se constituye a su vez en una historia que tiene
todos los caracteres de una tradición, entendiendo por ésta no la transmisión
inerte de un deposito ya muerto, sino la transmisión viva de una innovación
capaz de reactivarse constantemente por el retorno a los momentos más
creadores del quehacer poético.

Por último, está la refiguración, es decir, la reconfiguración del mundo del texto
que debe realizar el lector o espectador. El texto solo se hace obra en la
interacción del texto y el receptor; es decir, el autor configura un texto
pensando en que tendrá un receptor y que éste captará lo dicho de forma
pasiva o creativa. Así con lo escrito, en el caso de las narraciones proféticas, se
da de la misma forma. No están escritas con el simple hecho de dar a conocer
la historia sino que al enfrentarse con lo descrito por el autor, el lector modifica
su posición y perspectiva en cuanto a ella.

Parecería inútil tener un acercamiento de este tipo a los libros proféticos; sin
embargo, esto da señales del cuidado que el Espíritu de Dios ha tenido para
con la conformación de La Biblia, y cómo ha permitido que las recreaciones
hechas por los redactores finales tengan un impacto en los lectores, no solo a
los que fueron dirigidos inicialmente, sino aun a los que ni siquiera figuraban en
la mente del autor.
En el tiempo y espacio actual, todavía al enfrentarse a los textos bíblicos, el
lector puede llegar a reconfigurar su posición y perspectiva; es decir, que Dios
a través del texto cambia las conciencias de quienes se acercan de manera
significativa a las narraciones bíblicas.

El profeta devuelve la fe a su pueblo (a base de rearticular la historia antigua)


creando un nuevo y firme fundamento, sobre el que sea posible establecer una
nueva humanidad.

La tarea del ministerio profético consiste en propiciar, alimentar y


evocar una conciencia y una percepción de la realidad alternativas a
las del entorno cultural dominante.(Brueggemann, 1986).

Observemos el tipo de reflexión teológica que adopta el relato profético.


La verdad es que aquí no tiene mucho que hacer el teólogo sistemático. Ningún
profeta ve jamás las cosas bajo el aspecto de la eternidad. Se trata de una
teología que es siempre partidista (desde abajo), siempre para el momento
concreto, siempre para la comunidad concreta, una teología que se contenta
con ver tan sólo una parte del conjunto y con hablar tan sólo de ello, aun a
riesgo de contradecir el resto.

Compete al ministerio profético llevar a un auténtico confrontamiento las


exigencias de la tradición y la situación del momento presente. Es decir, el
profeta está llamado a ser un hijo de la tradición (de la memoria) que se ha
tomado en serio la tarea de recrear su propio entorno social. Es el hombre
capaz de discernir con la suficiente celeridad los puntos de coincidencia y de
desacuerdo de dicha memoria con la situación eclesial del momento.

El profeta no es un adivinador, un presagiador de acontecimientos futuros ni la


profecía debe ser reducida a "injusta indignación" entendida como "acción
social".
El profeta devuelve la fe a su pueblo (a base de rearticular la historia antigua)
creando un nuevo y firme fundamento, sobre el que sea posible establecer una
nueva humanidad.

La tarea del ministerio profético consiste en propiciar, alimentar y evocar una


conciencia y una percepción de la realidad; alternativas a que funciona o
funcionaría dentro de entorno cultural dominante y determinante. El ministerio
profético debe abordar en todo momento la permanente y fundamental crisis
que significa el hecho de que nuestra vocación alternativa se vea domesticada
y aburguesada.

Esta conciencia alternativa que es preciso propiciar sirve:

O para criticar, desmantelando la conciencia dominante, rechazando y


deslegitimando el presente estado de cosas.
O para dinamizar a personas y comunidades con su promesa de un
tiempo y una situación diversos, viviendo en la apasionada anticipación de la
novedad que Dios ha prometido y que con toda seguridad habrá de dar.

Por eso todo acto de un profeta debería formar parte de todo un proceso
tendente a suscitar, formar y reformar una COMUNIDAD ALTERNATIVA,
dotada de una "contra-conciencia" e interesada en el total desmantelamiento
del régimen en orden a hacer posible el resurgir de una nueva realidad.

La tradición profética es, perfectamente, consciente de que ofrece una


verdadera alternativa, que hunde sus raíces en la misma y verdadera
propuesta que es el propio Yahvé. La profecía arranca del hecho mismo de
percibir cuán verdaderamente alternativo es Yahvé.

El relato del “Éxodo” pretende mostrar la radical crítica y el no menos radical


desmantelamiento del imperio egipcio: el “Éxodo” va mostrando cómo las
pretensiones religiosas de los dioses quedan invalidadas por este Señor de la
libertad, cómo la política de opresión queda superada por la práctica de la
justicia y la compasión.
La crítica definitiva es ésta: el pretendido poder de la cultura dominante, tan
seguro de sí, se revela como un fraude (a través de la simple constatación de
que las falsas pretensiones de autoridad y de poder no son suficientes para
cumplir las promesas).
Al fin y al cabo, hemos sido hechos a imagen de Dios, y no existirá para
nosotros investigación teológica más importante que la de discernir qué Dios es
ese a cuya imagen hemos sido hechos (Brueggemann La imaginación
profética)

BIBLIOGRAFÍA
 Huamán, Carlos (Coordinador). “Presentación” en Voces antiguas,
voces nuevas. América Latina en su transfiguración oral y escrita,
volumen I, México, Universidad Autónoma del Estado de México y
Universidad Nacional Autónoma de México, noviembre de 2007, 11-14p.
 Abreu Gómez, Ermilo. Canek. Historia y leyenda de un héroe maya,
Novena edición, México, Colofón, 1996.
 Walter Brueggemann, Imaginación profética. Consultado en
http://usuaris.tinet.cat/fqi_sp03/tarea.htm el 29/03/12

También podría gustarte