AlfredoBarrera Dom13oct19
AlfredoBarrera Dom13oct19
AlfredoBarrera Dom13oct19
http://reservaeleden.org/agp/libro/cap23.html
Mi primer contacto con Alfredo Barrera se remonta a 1957. Eran otros tiempos.
En esa época, el doctor Barrera -distinguido biólogo del Instituto Politécnico
Nacional y maestro de la misma institución-, fue invitado por las autoridades de
la Facultad de Ciencias de la UNAM a impartir un curso de Protozoología.
Entonces, quizá como ahora mismo, se requería sangre nueva, maestros con
ideas originales, con experiencias distintas y prestigio.
En ese tiempo, Barrera gozaba de una gran reputación por su trabajo como
zoólogo y también en la Comisión para la Erradicación del Paludismo. Su amplia
cultura en el campo de la biología ya era conocida y apreciada.
Esta relación por medio del CNEB estrechó aún más los lazos de amistad y
compañerismo que siempre nos unieron. Muchas horas hablamos sobre la
enseñanza y el estado actual de la biología en México, sobre los problemas de
nuestra ciencia en el país y su futuro. Compartíamos diversos puntos de vista,
diferíamos en otros, pero siempre predominaba el optimismo de Alfredo, su afán
de luchar y buscar salidas a los problemas. Conocí de viva voz sus frustraciones,
luchas, fracasos y éxitos en varias instituciones en las que él colaboró y también
conocí y admiré su fuerte convicción nacionalista para todo lo relacionado con la
ciencia.
De las pláticas sostenidas con él, se acordó unir los esfuerzos de la Academia con
los del INIC. El ingeniero Méndez Docurro solicitó que se preparara un plan y un
presupuesto para desarrollar un proyecto que podría ser presentado al próximo
candidato a la Presidencia de la República, el licenciado Luis Echeverría Álvarez.
Nuestra relación fue haciéndose cada vez más estrecha y en nuestras largas
pláticas comentábamos acerca de la problemática que se veía venir para la
biología en el país, así como sobre la excesiva centralización de la investigación
biológica en unas pocas instituciones mexicanas, lo cual a la larga podría ser
sumamente peligroso, ya que vaivenes de carácter político o económico podrían
desbaratar con gran facilidad la infraestructura científica que tanto trabajo le
estaba costando al país desarrollar.
Siempre tuvo un gran apego por el área maya, quizá porque sus raíces estaban
ahí. Su padre fue el doctor Alfredo Barrera Vásquez, antropólogo mayista de
enorme prestigio, quien seguramente influyó para que su hijo cambiara de interés
hacia la etnobotánica. Con esto, Alfredo tuvo algo que deseaba: volver de nuevo
a la investigación científica, dar cursos, tener discípulos y hacer investigación. Su
mayor ambición era trabajar en el área maya; la pudo lograr gracias a su
estancia en la Facultad de Ciencias de la UNAM y al apoyo del CONACYT.
Cuando finalmente logró incorporarse al INIREB, lo hizo solo por una corta
estancia; sin embargo, su presencia fue decisiva para nuestra institución, ya que
su personalidad y prestigio la enriquecieron notablemente. Esto me dio
nuevamente la oportunidad de trabajar en forma cercana con él en su muy
fructífera estancia dentro de nuestro Instituto.
“Por otra parte, y dado que nos referimos a los recursos bióticos, es necesario
tener en consideración que el desarrollo del país involucra a las comunidades
campesinas y a cómo éstas han manejado, manejan y manejarán sus recursos.
Por tanto, la investigación científica y tecnológica mencionada no puede estar
desligada de los modos de pensar, conocer, hacer y vivir de dichas comunidades.
“La preparación que se pretende dar en los estudios de maestría (que imparta el
Instituto) no puede quedar enmarcada tan sólo en lo clásicamente considerado
como ciencia básica. En nuestro caso, la biología o la ecología básicas deben
referirse a lo que el hombre considera como recursos, y de ellos particularmente
a los recursos bióticos; por tanto, no puede dejar de penetrar en los campos de la
economía y de las ciencias sociales.”
En este sentido, él propuso una idea que a la fecha no hemos podido llevar a
cabo: hacer un reconocimiento académico, por medio de los canales formales, a
aquellas personas que tienen un amplio conocimiento de los recursos bióticos
regionales.
Hubo otra área en la que Barrera Marín tuvo un ascendiente insustituible dentro
de las actividades de nuestro Instituto, y fue su colaboración como director
adjunto académico. Como tal, su principal trabajo consistía en asesorar a la
dirección del Instituto y a los programas del mismo en los aspectos netamente
académicos, que incluían la formación de personal. En particular, exigía que la
investigación que se realizaba en el INIREB fuera de buena calidad y, de ser
posible, que mantuviera un sentido social. Su objetivo fue siempre el de cambiar
el rumbo del país hacia mejores condiciones.
Para terminar, solamente quiero agregar que la huella que dejó Alfredo es
profunda y su influencia en el desarrollo de las ciencias biológicas en México fue
de enorme importancia a través de sus investigaciones, de sus cátedras, de sus
amigos e incluso de sus críticos. Su fuerte personalidad, su enérgica actitud
analítica, su honestidad profesional y su sabiduría -cualidades tan escasas en una
sola persona- hicieron de Alfredo Barrera uno de los pilares de la construcción del
México nuevo que él, y muchos de sus cercanos colaboradores y amigos,
anhelamos para el futuro.
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