Persona y Libertad
Persona y Libertad
Persona y Libertad
El Lobo se le acerca con la mayor cortesía, entabla conversación con él, y lo felicita
por sus buenos músculos. —No estás tan guapo como yo, porque no quieres, contesta
el Perro; deja el bosque; a los tuyos, que en el se esconden, son unos desdichados,
muertos siempre de hambre. ¡Ni un bocado seguro! ¡Todo a la aventura! ¡Siempre en
espera de lo que caiga! Sígueme, y tendrás mejor vida. El Lobo contestó: ¿Y qué
tendré que hacer? —Casi nada— respondió el Perro, — lanzarse a los pordioseros y a
los que llevan bastón o garrote; acariciar a los de casa, y complacer al amo. Con tan
poco como esto, tendrás por retribución buena comida, las sobras de todas las
comidas, huesos de pollo y pichón, y algunas caricias, por añadidura. El Lobo, atento a
lo que oía, se imaginó un porvenir de gloria, que le hizo llorar de gozo. De camino, se
dio cuenta que el Perro tenía en el cuello una peladura. —¿Qué es eso? — le
preguntó. —Nada. —¡Como que nada! —Poca cosa. —Algo es. —Es la señal del
collar al que estoy atado. —¡Atado! — Exclamó el Lobo; - pues ¿qué? , ¿No vas y
vienes a donde quieres? —No siempre, pero eso ¿qué importa? —Importa tanto como
que renuncio a tu buena comida, y hasta renunciaría al mayor tesoro por ese precio. Y
el Lobo echó a correr. Y aún sigue corriendo. —Jean de la Fontaine, Fabulas
escogidas